El Papa Francisco le ha confiado una misión muy comprometida a la vida consagrada,
mirando la situación de la Iglesia en el mundo contemporáneo y las necesidades del hombre actual, siempre en búsqueda de una dimensión de sentido que plenifique su ser y quehacer de cada día. El consagrado como vocacionado está llamado a prolongar en el tiempo las actitudes y el estilo de vida de Jesús, y debe sentirse implicado en la tarea del anuncio y la construcción del Reinado de Dios. La misión encomendada, pide de cada consagrado una renovada fidelidad al Evangelio, recrear continuamente el don de profecía conferido en el bautismo y ratificado con la profesión religiosa. El papa Francisco habla de una vida religiosa que sale al encuentro de la vida, de la historia, de la humanidad. El evangelio, la profecía y la esperanza son tres realidades que descentran la vida religiosa y la invita a dejar las autoreferencias (ensimismamientos) y a vivir siempre en “actitud de salida”. La Palabra de Dios, debe estar en el centro de la vida del consagrado y de su misión. La Palabra debe alimentar su vida fraterna, la vivencia gozosa de los consejos evangélicos y su testimonio. La palabra reaviva la esperanza, esa “que adelanta el futuro y que llena de sentido cada uno de los esfuerzos por ser coherentes, transparentes, dóciles al espíritu”. La iglesia esta urgida de una vida consagrada que “toque la carne de Cristo”, que camina en el hoy de la historia, compartiendo los gozos y los dolores de la humanidad de la que ella es también parte. La vida consagrada solo despertará el mundo, en la medida que de testimonio de comunión; cuando muestre un rostro diferente de consagración, con gestos y actitudes nuevas, cuando vivan una vida alegre y sencilla. La vida consagrada despertará el mundo cuando encarne el evangelio y salga al encuentro de los hermanos más necesitados, tocándoles con la ternura y la alegría de una madre. Cuando vea una vida consagrada con “luz en la mirada, la Palabra en los labios y fuego en el corazón”. Para la reflexión. 1. Con que actitudes estamos evangelizando nuestro entorno tanto personal como comunitariamente? 2. Que compromisos nos ha dejado el año de la vida consagrada y de la misericordia?