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A lo largo de la vida pasamos por etapas laborales que nos exigen convivir con personas
de diversas jerarquías (compañeros, subordinados, jefes, etc.).Si tenemos en cuenta que
la mayor parte del día lo transcurrimos laborando es normal contribuir, con nuestros
buenos actos, a gestar un ambiente de armonía entre quienes compartimos el trabajo.
Recomendamos establecer vínculos respetuosos, cordiales y fluidos con los miembros de
la organización, sin diferencia de estatus.
Desarrolle el diálogo que es una de las capacidades menos puestas de manifiesto –en
toda eventualidad- en estos tiempos de “apuros” y “modernidades”. La plática es un fresco
intercambio entre quienes alternativamente manifiestan sus conceptos. Más allá de la
coincidencia o no existente entre quienes participan en la conversación, los medios
comunes son la voz, los gestos, las posturas y los ademanes. Por lo tanto, tenga un
encuentro positivo, sereno, agradable, digno de un profesional y construirá “puentes de
entendimiento” que le facilita hablar de sus emociones, preocupaciones, pedir ayuda u
ofrecer soluciones. Su objetivo central es el acercamiento de una manera favorable, no la
desaproveche.
En tal sentido, tenemos que ser abiertos y receptivos a las opiniones, puntos de vista y
sugerencias de los demás. Todos tienen algo positivo y beneficioso que plasmar. No deje
de hacerlo y aliente las propuestas de sus colegas. No se crea dueño de la verdad, ni
cuestione severamente a quien tiene planteamientos opuestos al suyo. La discrepancia no
desune, es un medio de aprendizaje y de saludable confrontación de conocimientos entre
individuos inteligentes. Bien decía el escritor, dramaturgo y filósofo francés Voltaire: “No
comparto tus ideas, pero daría mi cabeza para que tengas el derecho a expresarlas”.