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Los seres humanos somos muy malos comunicándonos. Quizá esta deficiencia tiene que
ver con el hecho de que nacemos con las habilidades básicas y, por ende, no las
desarrollamos en gran medida.
Se dice que un bebé puede oír desde que está en el vientre materno y, al nacer, tiene la
habilidad de comunicarse mediante gestos y sonidos, los cuales con el tiempo se vuelven
palabras. Así, las personas tienden a subestimar la necesidad de practicar y dominar la
comunicación, generando como resultado una multitud de problemas personales y
organizacionales.
Esta deficiencia se vive a todo nivel: los jefes lanzan órdenes que pocos acatan, los
empleados no se sienten escuchados y apreciados, los diversos departamentos están
desalineados, se tiene poca o nula claridad sobre los objetivos de la empresa, y nadie
escucha al cliente.
Muchos problemas en la comunicación tienen que ver con la poca claridad de las ideas
que transmitimos. Es común, por ejemplo, que las personas hablen mucho pero digan
poco. Para transmitir de manera efectiva nuestras ideas es necesario que tengamos
claridad antes de hablar y seamos inteligentes, así como concisos, con las palabras que
utilizamos.
Para generar impacto en otra persona es necesario que lo que digas sea humano y
emotivo. Hablar de aquello que es importante para todos, tal como la familia, la felicidad,
el éxito, la satisfacción, etcétera, es altamente recomendable.
Un error muy común en la comunicación es decirle a las personas qué hacer y cómo
hacerlo, y después asumir que en ese intercambio existió una comunicación efectiva. Esto
no es así. En dicho monólogo no tenemos la menor idea de si el otro nos escuchó y
entendió y, claro está, si le preguntamos seguramente nos dirá que sí para no verse mal.
Otra reflexión popular, pero poco practicada, dice: “Dios nos dio dos oídos y una boca
para escuchar lo doble de lo que hablamos”. Escuchar atentamente a los demás es
esencial para tener una excelente comunicación, además de que crea claridad y
alineación, transmite respeto y genera apertura.
Para lograr una comunicación efectiva es necesario que seamos directos con las
personas. Darle vueltas al asunto o no decirle las cosas al otro por miedo a que se ofenda
es una receta segura de malentendidos y objetivos no logrados. Ahora, ser directo no
significa ser insensible o decir todo lo que sientes o piensas, esto más bien es ser
irresponsable con tu comunicación.
La buena comunicación es una herramienta esencial para lograr una buena productividad
y mantener buenas relaciones a todo nivel organizacional.
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