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San Antonio de Padua fue un ejemplo de renuncia y sabiduría como fraile franciscano. Renunció a su nombre y familia para unirse a la orden, demostrando gran habilidad para la predicación y evangelización debido a su sabiduría y elocuencia. Fue reconocido como un gran predicador durante el siglo XIII.
San Antonio de Padua fue un ejemplo de renuncia y sabiduría como fraile franciscano. Renunció a su nombre y familia para unirse a la orden, demostrando gran habilidad para la predicación y evangelización debido a su sabiduría y elocuencia. Fue reconocido como un gran predicador durante el siglo XIII.
San Antonio de Padua fue un ejemplo de renuncia y sabiduría como fraile franciscano. Renunció a su nombre y familia para unirse a la orden, demostrando gran habilidad para la predicación y evangelización debido a su sabiduría y elocuencia. Fue reconocido como un gran predicador durante el siglo XIII.
Hermanos en esta tarde, queremos invitarlos a reflexionar sobre algunas
virtudes que Dios le concedidió a san Antonio de Padua, un gran santo de nuestra Orden Franciscana. San Antonio de Padua fue un gran ejemplo de renuncia, sabiduría y evangelización. Su vida estuvo llena de renuncias y de sacrificios, desde, su ingreso a los Canónigos regulares de San Agustín. Este santo pidió su traslado al monasterio más alejado de su ciudad natal, debido, a que la cercanía de sus familiares y las lágrimas silenciosas de su madre ponían en peligro su vocación, hasta cuando por sed de conseguir el martirio se despidió de su hábito de Agustino y vistió el sayal de los frailes franciscanos, renunciándo a su propio nombre Fernando y adoptando el nombre de Antonio. San Antonio poseía la virtud de la sabiduría, la cual junto con la inteligencia le proporcionó una gran habilidad para la evangelización, «De lo que rebosa el corazón, habla la boca», dice el Señor (Mt 12,34). Eso sentían sus oyentes cuando predicaba este santo de la Orden Franciscana, no hablaba de memoria, sino que su enseñanza era un testimonio vivo de la presencia de Dios. Este hombre dejó que la Palabra del Señor penetrara hasta el fondo de su alma, hasta el punto de convertirse él en Palabra viva. Rolando, uno de sus contemporáneos, escribió que él era un varón «poderoso en obras y en palabras». Durante todo el siglo XIII, Antonio de Padua, era reconocido como un insigne predicador entre los frailes franciscanos. Sin duda, su gran milagro fue su predicación, cumpliendo así el mandato de Francisco el cual le dirige una breve pero importante carta diciéndole: ”Me agrada Antonio que enseñes la Sagrada Teología a los hermanos, con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como lo contiene la Regla”. Hermanos dispongamos nuestro corazón para que el Buen Dios siga actuando en nuestras vidas así como lo hizo con san Antonio de Padua. Iniciemos nuestra oración de vísperas.