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Tema 1 Protección de cultivos frente a accidentes meteorológicos

TEMA 1
PROTECCIÓN DE CULTIVOS FRENTE A
ACCIDENTES METOROLÓGICOS
En la asignatura Principios de la Producción Vegetal explicamos que la productividad
de los cultivos está determinada por la potencialidad genotípica de éstos y por las
condiciones ambientales (climáticas, edáficas y biológicas) a las que están sometidos. La
gran diferencia que existe entre las productividades máximas y reales indica que muy raras
veces logra expresarse la potencialidad productiva de forma plena.

Una de las causas que impiden esta expresión es la existencia de unas condiciones
climáticas desfavorables que actúan como factores limitantes de la producción, cuyos
efectos sobre los cultivos ya fueron estudiados. En este tema explicaremos los principales
métodos, tanto directos como indirectos, utilizados para la defensa de los cultivos frente a
algunos de los principales accidentes meteorológicos: altas temperaturas, frío, heladas,
granizo y viento.

1. DEFENSA FRENTE A LAS ALTAS TEMPERATURAS.

1.1. Métodos indirectos

Existen algunos métodos que, en forma indirecta, proporcionan a las plantas la


posibilidad de soportar en mejores condiciones la acción de las temperaturas elevadas;
estos métodos son:
a) Evitar que coincidan la fase crítica de la planta con la época en que las temperaturas
desfavorables son más probables. Esto se puede conseguir con una adecuada
elección de la época de siembra (los cereales respecto al problema del asurado por
ejemplo) o eligiendo especies y variedades cuyo ciclo de desarrollo esté adaptado a
las variaciones climáticas locales (variedades más precoces), etc.
b) Elección de especies y variedades más resistentes a la acción del calor.
c) Aplicación de técnicas culturales apropiadas. Determinadas técnicas modifican el
microclima del cultivo y por consiguiente influyen en la temperatura alcanzada por las
plantas. Por ejemplo:
- Como veremos en el último apartado del tema, la instalación de cortavientos
dificulta la circulación del aire lo cual puede producir, sobre todo en secano,
un aumento de la temperatura en los cultivos.
- Las condiciones de sequía, que imposibilitan la refrigeración por
transpiración de las plantas, dan lugar al mismo efecto anterior.
- La orientación de las líneas de siembra, las podas y otras labores pueden
influir en la captación de radiación por las plantas y en su resistencia
aerodinámica y por consiguiente en su temperatura.

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1.2. Métodos directos


Los métodos directos suelen emplearse sobre todo en horticultura y se basan en:
a) Sombreado del cultivo. En este caso se reduce la energía radiante captada por las
plantas. Los materiales más empleados son las mallas plásticas, de color negro o
verde y con diferentes porosidades, cañizos, etc. Estas cubiertas deben permitir una
buena circulación del aire y del vapor de agua. En invernaderos, las mallas de
sombreo deben colocarse sobre la cubierta exterior, en caso contrario su efecto
sobre la temperatura es contraproducente. Otro sistema muy extendido consiste en
encalar la cubierta de los invernaderos durante el verano, lo cual aumentará la
reflexión de la misma. Cualquiera que sea la solución adoptada para sombrear un
cultivo debe estudiarse con cierto cuidado ya que una reducción excesiva de la
intensidad lumínica puede ocasionar trastornos en el desarrollo de las plantas; este
problema es especialmente importante en semilleros, donde un ahilamiento de las
plántulas por falta de luz puede depreciarlas y hacerlas inservibles para la
producción.
b) Riegos y nebulización. Se trata de reducir la energía disponible al utilizar parte en
evaporar agua: con ello se disminuye la temperatura del ambiente y del vegetal.
Estos sistemas producen una fina niebla sobre las plantas a intervalos regulares de
tiempo, o cuando la temperatura alcance un valor crítico. Debido al alto coste de la
instalación, están desarrollados, sobre todo, en cultivos ornamentales bajo
invernadero en los que su alto valor de mercado permite utilizarlos de forma
rentable.
c) Favorecer la renovación del aire calentado por otro más fresco. La ventilación de los
invernaderos es mucho más efectiva con ventanas cenitales y laterales simultáneas,
porque se favorecen los procesos convectivos.

2. MÉTODOS DE DEFENSA CONTRA BAJAS TEMPERATURAS.

2.1. Métodos indirectos

a) Elección adecuada del emplazamiento de las plantaciones. Cuando se trata de


heladas de advección, los factores topográficos y microclimáticos tienen poca
importancia y permiten pocas posibilidades de defensa. Sin embargo, estos mismos
factores pueden ser decisivos a la hora de agravar o disminuir los riesgos en caso de
heladas de irradiación. En estos casos hay que intentar evitar que se formen las
capas de inversión y favorecer el drenaje del aire frío. Los fondos de los valles, las
zonas encajonadas, los obstáculos (setos, muros, etc.) a la circulación del aire son
factores nefastos; igualmente favorecen la helada de irradiación las zonas llanas y
abiertas de gran superficie, donde la inversión es inevitable. En contraste, las
plantaciones en ladera bien ventiladas, en solanas y sin obstáculos al drenaje del
aire tienen menos riesgos.

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Figura 1. Utilización de cercas que impida la entrada del aire frío

b) Utilización de técnicas adecuadas de cultivo. Hay que intentar evitar aquello que
favorece el enfriamiento del suelo, para no incrementar los riesgos normales de
helada. La situación menos peligrosa se produce cuando el suelo está compactado y
la vegetación herbácea no existe o, si la hay, está completamente rapada. En
terrenos recién labrados, mullidos o con vegetación se originan heladas más
intensas (se han medido hasta 4º C de diferencia entre terrenos compactos y sin
vegetación respecto a terrenos recién labrados o cubiertos). Ello es consecuencia de
la mayor porosidad de los suelos labrados, lo que implica una menor conductividad
térmica y capacidad calorífica en los mismos. En consecuencia, en zonas donde
exista riesgo de heladas, si el terreno se mantiene con labores, lo mejor será dar un
gradeo o pase de cultivador durante el invierno para eliminar la vegetación
adventicia, y no volver a cultivar hasta pasado el riesgo de heladas, pasando un rulo
si el terreno se mantuviese mullido. En el caso de plantaciones frutales con cubierta
vegetal, lo mejor es rapar al máximo ésta con una o dos siegas en el desborre.
La cantidad de agua en el suelo es también importante. Los suelos húmedos se
enfrían más lentamente debido al mayor calor específico del agua, por lo que en la
época de las heladas un riego puede ser aconsejable si el suelo está muy seco. Por
ejemplo, una técnica utilizada en el Altiplano boliviano para luchar contra las heladas
de irradiación en el cultivo de la papa consistía en rodear las eras de cultivo con
zanjas con agua que amortiguaban los cambios térmicos en varios grados.
El buen estado general de una plantación con adecuadas técnicas de riego,
fertilización, poda y defensa sanitaria, al mantener la planta con buen vigor
vegetativo y estado nutricional, no mejoran su resistencia intrínseca al frío, pero sí su
capacidad de recuperación, caso de producirse daños por heladas, así como su
intensidad de floración y su porcentaje de cuajado. Sin embargo, un exceso de N
produce plantas más sensibles a las heladas al favorecer el crecimiento exuberante
de hojas y tallos, con células mayores y con menos acumulación de solutos.
En la vid si se retrasa la poda se retrasa el desborre, ya que las yemas más apicales
inhiben la brotación de las yemas basales.

c) Cultivar bajo cubierta de plantas. Las plantas más altas captan la radiación de onda
larga que se emite desde la superficie y emiten de nuevo esta energía hacia el suelo
reduciendo el enfriamiento de las plantas de debajo. Así, en algunas zonas, se han
plantado cítricos bajo palmeras datileras, para evitar el daño de heladas, o se han

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cultivado plantas hortícolas como patatas asociadas a cultivos arbóreos con el


mismo fin.
La utilización de acolchados, túneles, invernaderos, etc. reducen el enfriamiento de
las plantas al reducir las pérdidas de energía por convección (impidiendo el ascenso
del aire cálido) y por efecto invernadero (dificultando las pérdidas de energía de
onda larga). Aunque, algunos materiales de cobertura, como el polietileno sin tratar,
son poco efectivos en su efecto invernadero y por eso pueden dar lugar al amanecer
a inversiones térmicas más acentuadas que las que acontecen en el exterior del
abrigo, pues fuera el viento puede reemplazar el aire frío por otro cálido, lo que no le
sucede al aire estanco de dentro del abrigo.

d) Elección de especies y variedades. La sensibilidad frente a las heladas difiere de


unas especies o variedades de plantas cultivadas a otras. Por otra parte, los daños
de las heladas sobre los diferentes órganos vegetales dependen, sobre todo, del
estado fenológico de la planta, por lo que las diferencias pueden deberse a un
“escape” más que a una verdadera resistencia.
Entre las especies frutales, las más resistentes son el cerezo, manzano, ciruelo
europeo y peral. En cuanto a las diferencias intervarietales, a veces, son debidas
más a otros factores (floración más tardía, mejor porcentaje de fecundación, etc.)
que a diferencias reales en la resistencia al frío.
Dado que el momento más sensible para todas las especies es la floración y cuajado
del fruto, el factor más importante a tener en cuenta en la elección de especies y
variedades será su fecha de floración.

2.2. Métodos directos


En la lucha directa se pretende mantener la temperatura del espacio que ocupa el
vegetal por encima del nivel crítico. Los métodos de lucha contra las heladas más
empleados son:
2.2.1. Creación de humos y nieblas artificiales
Está basado en la observación de que con cielo nublado normalmente no se producen
heladas de irradiación por el efecto invernadero de estas nubes.
Basándose en este fenómeno, se ha intentado producir humos y nieblas artificiales con
el fin de defender a los cultivos de las heladas. Para producir el humo, la forma más barata
es emplear los subproductos de la explotación (hojas, sarmientos, paja húmeda, madera de
poda, etc.) y neumáticos usados. Sobre las diminutas partículas de humo se condensa una
parte del vapor de agua atmosférico, resultando una especie de niebla muy densa que
reduce las pérdidas de calor por irradiación nocturna.
En el mercado existen diversos productos químicos que tienen la propiedad de producir
una gran masa de humo: compuestos de zinc, cloruro amónico, mezclas de vapor de agua y
trióxido de azufre, combustión de azufre en presencia de amoníaco que da lugar a nubes de
sulfito amónico, etc.; en todos los casos se trata de productos muy higroscópicos que
actúan como núcleos de condensación.
La eficacia de los humos depende del diámetro de las partículas y de la cantidad de
producto utilizado. La mejor eficacia se consigue con partículas de unas 10 micras. Si las
partículas son muy gruesas no se mantienen en suspensión en el aire, y si son muy finas su
poder reflectante para la radiación es menor.

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Las experiencias realizadas han demostrado que se pueden ganar de 2 a 3 grados de


temperatura. Por tanto sólo son útiles en caso de heladas suaves. Hay que tener en cuenta
que con este sistema se pretende únicamente frenar el descenso de temperaturas, pues de
ningún modo se consigue un aumento de las mismas. Por tanto, los humos deben
producirse antes de que el descenso de temperaturas sea acusado, y siempre antes de
llegar a 0 grados.
La topografía del terreno juega un papel importante, ya que los humos y nieblas deben
cubrir, de forma continua, toda la superficie que se pretende proteger. Esto se consigue en
terrenos llanos, pero es más difícil en zonas con pendientes acusadas al situarse el humo
en las hondonadas. Asimismo, el viento puede perjudicar la distribución. Los problemas de
polución y riesgo de accidentes por falta de visibilidad hace desaconsejable la utilización de
estos sistemas cerca de carreteras y núcleos urbanos.

2.2.2. Agitación del aire mediante ventiladores


Como el anterior, sólo es eficaz ante heladas de irradiación ligeras. Durante el
enfriamiento nocturno, por encima del nivel de inversión térmica (unos 10 - 15 metros) se
sitúa aire más calido que el cercano al suelo. Si en estas condiciones generamos corrientes
de aire, ambas capas se mezclan, aumentando la temperatura de las capas más bajas
(Figura 2). Con este sistema se pueden ganar entre 1 y 3 ºC.

Fig. 2.
Figura 2. Distribución de las temperaturas con la altura. Inversión de temperaturas.

La formación de las corrientes de aire se consigue en la práctica con ventiladores


accionados por motores diesel o eléctricos; los ventiladores pueden ser móviles o estáticos
y generalmente van montados sobre torres de unos 10 a 12 metros de altura (Figura 3).
Para mejorar la defensa se asocian varios equipos, de forma que cada uno defienda de 2 a
4 hectáreas. Algunos datos técnicos de estos aparatos son:

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 Potencia del motor entre 50 y 150 CV.


 Tiempo medio empleado en una vuelta de la torre alrededor de su eje vertical: 4 a 5
minutos.
 Radio medio de acción eficaz: próximo a los 80 metros.
 Superficie cubierta por un ventilador: 2 a 3 ha.
 Efecto térmico obtenido: de 2 a 3 ºC.

Para mejorar la protección se han empleado ventiladores de aire caliente (consumen


más energía, pero permiten mejor defensa) y el uso de helicópteros en vuelo que permite
ampliar considerablemente el área defendida. También se está usando este sistema
combinado con estufas; experiencias realizadas en California han demostrado que 55
estufas por hectárea presentaron la misma eficacia que 22 estufas más un ventilador de 90
CV.

Figura 3. Efecto aerodinámico de los ventiladores antiheladas

2.2.3. Empleo de calentadores


Los métodos basados en el aporte de calor tendrán mayor o menor capacidad de
defensa, según sea la naturaleza del combustible utilizado y las características del aparato
productor de calor. La figura 4 muestra diferentes modelos de estufas antiheladas. El efecto
térmico que producen varía con las dos formas fundamentales de transmisión del calor
generado en el calentador utilizado:
- Calor radiante emitido desde la superficie del aparato que se calienta.
- Calentamiento del aire por contacto molecular (conducción-convección).
Horizontalmente, la conducción tiene un radio de acción limitado, aunque la producción
de calor sea grande, ya que se forma una columna de aire caliente ascendente,
relativamente estrecha.
Al encender los calentadores se provoca un movimiento de aire frío desde fuera hacia el
interior de las parcelas protegidas. Para evitar los riesgos que esto supone, deben
reforzarse los bordes o linderos. Este refuerzo supone el uso de 2 a 4 veces mayor potencia
calorífica que en la distribución normal del interior de la parcela.
A diferencia de los anteriores, es un sistema de gran eficacia, aunque de elevado coste
de funcionamiento. Teóricamente, no hay límite en cuanto a las posibilidades de defensa,
aunque en la práctica resulta difícil de evitar que se produzcan daños cuando las
temperaturas descienden por debajo de -5º C.

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Figura 4. Diferentes tipos de estufa anti heladas.

Los principales inconvenientes del empleo de estufas son:

a) Escaso efecto horizontal, perdiéndose una parte muy importante del calor
desprendido en la combustión, ya que el aire caliente asciende rápidamente hasta
alcanzar el techo de la inversión. A este respecto se ha comprobado que
proporcionan mejores resultados muchos quemadores pequeños distribuidos
densamente que pocas estufas grandes colocadas a mayor marco, como muestra la
figura 5.
b) Dificultad de encendido motivado por el elevado número de estufas y la difícil
ignición del fuel a estas temperaturas.
c) Importantes gastos en mano de obra y combustible. Algunos datos técnico-
económicos del sistema de calefacción por estufas son:
- Colocación: son precisos 5 jornales de operario y 2 de tractor y remolque
para colocar 1.000 estufas.
- Encendido: se tarda entre 25-30 minutos en encender todas las estufas de
una hectárea. Se precisa una antorcha especial.
- Supervisión: durante el tiempo que permanecen encendidas las estufas
hace falta un hombre por hectárea para vigilar el funcionamiento.
- Consumo: el consumo varía de unas estufas a otras pero oscila entre 1-1,5
L/h por estufa en marcha lenta; 2 L/h por estufa en marcha normal y 4-7 L/h
por estufa en marcha rápida. La marcha dependerá de la intensidad de la
helada.

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Figura 5. Efecto del tamaño y número de calentadores. Izquierda: colocación de pocos calentadores a
gran temperatura. El aire se calienta mucho alrededor del calentador y se eleva a mucha altura.
Derecha: colocación de mayor número de calentadores a menor temperatura. El aire se calienta
menos que en el caso anterior y sube a menor altura, por lo que el volumen de aire a calentar será
mucho menor y habrá un mejor aprovechamiento del combustible gastado.

2.2.4. Riego por aspersión


Junto con el anterior, constituye el método de defensa más seguro, con la diferencia a
su favor de ser mucho más cómodo y versátil. Bien proyectado y ejecutado puede defender
heladas intensas y permite unas posibilidades de automatización muy difíciles de conseguir
con otros sistemas.
La defensa mediante riego por aspersión está basada en el desprendimiento de calor
(80 calorías/gramo), que se produce al congelarse el agua, pasando del estado líquido al
sólido; parte de este calor puede pasar a los órganos del vegetal, sobre los que se produce
la congelación, haciendo que éstos se mantengan a 0ºC o un poco por debajo de esta
temperatura (Figura 6). La aspersión sobre las plantas debe mantenerse de forma continua
durante todo el tiempo que perduren las condiciones de helada.

Figura 6. Evolución de la temperatura del aire y de las flores de un frutal bajo riego y sin riego.

Los aspectos a considerar en un proyecto de defensa antiheladas mediante riego por


aspersión son los siguientes:
1- Dotación de Agua: el calor perdido por el suelo y la vegetación durante una noche de
heladas varía entre un mínimo de 600.000 y un máximo de 2.000.000 de kilocalorías por

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hectárea y hora. Teniendo en cuenta que el calor de congelación del agua es de 80


calorías/gramo, harían falta, para compensar las pérdidas, aportar entre 7,5 y 25 m 3 de
agua por hectárea y hora. Esto exige una pluviometría de los aspersores de entre 0,75 y
2,5 mm/h. Como puede haber evaporación de parte del agua, si el ambiente es seco, y
además es inevitable que la distribución del agua no sea uniforme, se duplican, y a veces
se triplican, las precipitaciones anteriores, y se llega en muchos casos a los 6 mm/h. En
la tabla 1 se dan caudales recomendados.

Tabla 1. Pluviometría de los aspersores (mm/h) que se necesita aportar por encima de los
cultivos para evitar las heladas en función de la temperatura mínima del aire y la
velocidad de giro del aspersor para velocidades del viento menores de 2 m/s.
Temperatura Cultivos altos Cultivos bajos
ºC Giro en 30 s Giro en 60 s Giro en 30 s Giro en 60 s
- 2,0 2,5 3,2 1,8 2,3
- 4,0 3,8 4,5 3,0 3,5
- 6,0 5,1 5,8 4,2 4,7

Es importante determinar la cantidad de agua necesaria ya que un exceso plantea varios


problemas:
- Hay que disponer de un caudal instantáneo importante (10 a 15 L/s y ha).
- Excesivo peso del hielo formado sobre las plantas, lo cual puede provocar rotura de
ramas.
- Riesgo de encharcamientos de la parcela si hay que repetir varias noches seguidas
la defensa.

2- Características técnicas de la instalación: el proyectista de un equipo de riego por


aspersión antihelada debe determinar una serie de características técnicas:
a) Diámetro de las gotas: El tamaño ha de ser el que corresponde a "gota fina". Las
gotas gruesas resbalan sobre el follaje y caen al suelo sin sufrir congelación. Por
contra, una excesiva pulverización o nebulización hace que las gotas se congelen en
el aire sin ceder calor a la planta. El tamaño de la gota depende de la presión de
trabajo y del diámetro de la boquilla de los aspersores.
b) Disposición del equipo: La instalación no difiere en nada de una de riego por
aspersión convencional, salvo en el hecho de que la formación de hielo no debe
impedir su adecuado funcionamiento y que debe cubrir toda la plantación de forma
simultánea; el riego tiene que ser sobre follaje, los aspersores, por tanto, deben
montarse sobre tubos verticales a una altura suficiente para mojar todo el follaje y
con un radio de alcance medio (10-15 metros).
c) Velocidad de rotación: Los mejores resultados se han obtenido con aspersores de
giro rápido entre 0,5 y 1 vuelta por minuto.
3- Manejo de la instalación: la instalación debe ponerse en marcha con suficiente
anticipación, antes de que se produzcan temperaturas críticas para la planta, teniendo en
cuenta que ésta se enfriará al evaporarse parte del agua sobre ella. Si el agua tiene una
temperatura bastante mayor que la del aire, lo que es lo habitual si el agua proviene de
un pozo, la temperatura del órgano mojado subirá en el momento de mojarse pero luego
descenderá al evaporarse el agua, si tarda en volver a recibir agua caliente su
temperatura bajará hasta la temperatura del bulbo húmedo del psicrómetro (Figura 7). La
determinación del momento exacto en que debe ponerse en marcha la instalación

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depende de la temperatura, humedad y velocidad del viento, por lo que se debe disponer
de termómetro, psicrómetro y anemómetro en la parcela, sobre los que se harán lecturas
cada hora. De forma muy general, y suponiendo una humedad entre el 65 y 75% y un
viento superior a 1,5 m/s, la instalación se debe poner en marcha cuando la temperatura
alcance entre 1,5ºC y 0,5ºC. En la tabla 2 se dan valores de la temperatura del aire a la
que se debería poner en marcha el sistema de riego en función de la temperatura del
punto de rocío.
Es absolutamente necesario que la instalación funcione continuamente sin que se
produzcan interrupciones. Se ha comprobado que con temperaturas por debajo de –5 ºC
pueden producirse daños con un par de minutos de interrupción.
El momento de parada definitiva de la instalación dependerá, de nuevo, de las
condiciones de temperatura, humedad y viento. En los casos en que se observe que la
marcha ascendente de temperaturas es muy lenta y que el aire está muy seco o hay
viento, se recomienda continuar regando hasta que las temperaturas sean francamente
positivas o se funda el hielo (se evitarán posibles heladas de evaporación).

Tabla 2. Temperatura mínima del aire (ºC) para poner en marcha y parar el sistema de riego por
aspersión antiheladas para una temperatura crítica ligeramente inferior a la del bulbo húmedo,
en función de la temperatura del punto de rocío y altitud cercana al nivel del mar.

Temperatura (º) del punto de rocío Temperatura del bulbo húmedo (ºC)
°C -3,0 -2,5 -2,0 -1,5 -1,0 -0,5 0,0
0,0 0,0
-0,5 -0,5 0,3
-1,0 -1,0 -0,2 0,6
-1,5 -1,5 -0,7 0,1 1,0
-2,0 -2,0 -1,2 -0,4 0,4 1,2
-2,5 -2,5 -1,7 -0,9 -0,1 0,7 1,5
-3,0 -3,0 -2,2 -1,4 -0,6 0,2 1,0 1,8
-3,5 -2,7 -2,0 -1,2 -0,4 0,4 1,3 2,1
-4,0 -2,5 -1,7 -0,9 -0,1 0,7 1,5 2,3
-4,5 -2,2 -1,4 -0,7 0,1 1,0 1,8 2,6
-5,0 -2,0 -1,2 -0,4 0,4 1,2 2,0 2,8
-5,5 -1,7 -1,0 -0,2 0,6 1,4 2,2 3,1
-6,0 -1,5 -0,7 0,1 0,9 1,7 2,5 3,3
-6,5 -1,3 -0,5 0,3 1,1 1,9 2,7 3,5
-7,0 -1,1 -0,3 0,5 1,3 2,1 2,9 3,7
-7,5 -0,9 -0,1 0,7 1,5 2,3 3,1 3,9
-8,0 -0,7 0,1 0,9 1,7 2,5 3,3 4,1
-8,5 -0,5 0,3 1,1 1,9 2,7 3,5 4,3
-9,0 -0,3 0,5 1,3 2,1 2,9 3,7 4,5
-9,5 -0,1 0,7 1,5 2,2 3,1 3,9 4,7
-10,0 0,1 0,8 1,6 2,4 3,2 4,0 4,9

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Figura 7. Evolución de la temperatura del borde de la hoja con tres frecuencias de rotación de los
aspersores.

2.2.5. Procedimientos bioquímicos


La moderna investigación para la defensa antihelada de los cultivos mediante métodos
bioquímicos trabaja en tres direcciones:
- Provocar retrasos en la brotación y floración mediante el empleo de sustancias
hormonales (tratamientos auxínicos).
- Activar el proceso de endurecimiento de los vegetales limitando la cantidad de agua
libre en sus tejidos (tratamientos con cycocel, DSA, etc.).
- Estimular la producción de frutos partenocárpicos (desarrollo de frutos sin semilla); se
trata de pulverizar en plena floración con derivados del ácido giberélico. De esta forma
aunque los óvulos hayan sido destruidos por el frío habrá desarrollo de frutos.

3. MÉTODOS DE DEFENSA CONTRA EL GRANIZO


Cuando un cultivo resulta afectado por una granizada o pedrisco, las consecuencias
suelen ser funestas. Por ello, el granizo se convierte en un claro factor limitante, ya que una
sola granizada puede arruinar una cosecha e incluso, en el caso de plantaciones frutales,
perjudicar la producción durante varios años.
La lucha antigranizo se basa normalmente en medidas directas. Hasta el momento, la
mayor eficacia se consigue con el empleo de redes o mallas plásticas (polietileno,
polipropileno, etc. de 7 mm de luz). Éstas se montan sobre estructuras fijas, a base de
postes y cables dispuestas por encima de la vegetación, y se mantienen colocadas durante
todo el período de tiempo con riesgo de tormentas. Este método, si bien evita los impactos
directos, es un sistema caro.

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Otros sistemas de lucha preventiva tienen como objetivo intentar formar granizos de
menor tamaño para que caigan a menor velocidad. El fundamento de esta forma de lucha
consiste en modificar la evolución natural de la nube de tormenta, mediante la siembra
artificial en su seno de una gran cantidad de núcleos de congelación. Estos núcleos
provocan que el agua de la nube forme un número de cristales de hielo superior al natural
(Figura 8) por lo que:
1.- Se libera más calor antes de llegar al flujo ascendente principal, debilitándose éste
al recibir menos energía.
2.- La mayor cantidad de cristales de hielo en las nubes alimentadoras de la tormenta
favorecen su crecimiento, por lo que las partículas son mayores y más pesadas
pudiendo caer en forma de lluvia antes de alcanzar la corriente ascendente
principal o ascender menos en ésta y a velocidades menores.
3.- En la zona de crecimiento del granizo competirán por las gotas sobre enfriadas un
mayor número de embriones de granizo por lo que su crecimiento será menor.

4.- Al ser los granizos más pequeños, en su caída se funden, o si no lo hacen del todo
llegan al suelo con un tamaño menor y a menor velocidad, disminuyendo los
efectos nocivos. Los compuestos utilizados para la formación de núcleos de
congelación son el yoduro de plata, que es el más usado y más antiguo, el yoduro
de plomo, más barato, pero más contaminante y menos degradable, y el ácido
clorosulfónico, más moderno y de buenas características. En general con un
miligramo de sustancia se obtienen varias decenas de millares de núcleos de
congelación que provocan la aparición de cristales de hielo en toda la zona de la
nube donde la temperatura sea inferior a los cinco grados bajo cero.

Para llevar estos núcleos de congelación suplementarios a la atmósfera en la que se


está formando el granizo se pueden seguir varios métodos:
1- Enviando columnas de humo, mediante quemadores adecuados, que contienen las
sustancias citadas. En funcionamiento, consumen entre 0,5 y 1 litro de solución de
yoduro de plata por hora, y genera una cifra de miles de millones de núcleos que son
impulsados a través de la chimenea a la atmósfera por un ventilador. Pueden cubrir
una superficie de hasta 50 kilómetros cuadrados.
2- Mediante cohetes provistos de una ampolla, en las que se transporta la carga de
compuesto químico, la cual se dispersa en el seno de la nube tras la explosión del
cohete.

3- Empleo de aviones. Es el método más moderno; su funcionamiento exige disponer


de una red de radares meteorológicos, que localizan y definen las características
de las nubes de tormenta en formación; en función de estas características, un
centro de cálculo mediante ordenadores determina los datos-base, tales como
temperaturas, presión, velocidad del viento, altitud, etc., lo que permite fijar las
características del ataque a la nube (localización de los núcleos más activos, ruta a
seguir, volumen de materia activa a dispersar, etc.). Lógicamente este sistema
tiene que estar controlado por organismos e instituciones oficiales.

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Figura 8. Esquema de comparación entre una nube de tormenta natural y otra inseminada
con yoduro de plata

Cuando una plantación frutal resulta afectada por una granizada, la primera precaución
consiste en evitar las infecciones posteriores a través de las heridas causadas por el
granizo. A tal fin se aplicará un tratamiento con algún producto anticriptogámico mojando
abundantemente los árboles; en casos graves se repetirá a los 10 ó 15 días. Un abonado
nitrogenado no demasiado intenso que reactive la vegetación es también aconsejable.
Posteriormente a estas medidas, la poda y eliminación de la madera dañada es la única
alternativa aplicable.
Los daños que en la agricultura española ocasiona el granizo, unidos a otros factores
climáticos seriamente condicionantes, tales como las heladas primaverales, lluvias intensas
y vientos motivaron la creación del seguro agrario combinado de riesgos múltiples. Estos
seguros están coordinados en España por un organismo autónomo, dependiente del
Ministerio de Agricultura, denominado Entidad Estatal de Seguros Agrarios (ENESA); la
actividad aseguradora la realizan múltiples entidades privadas, unidas en una agrupación
denominada Agroseguro.

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4. DEFENSA CONTRA EL VIENTO


Las formas de luchar contra el viento se pueden reunir en dos grandes grupos: el uso
de barreras cortavientos, por una parte, y por otra, un conjunto de prácticas agronómicas
que denominaremos medidas complementarias.
4.1. Las barreras cortavientos
Los cortavientos son estructuras que, colocadas más o menos perpendicularmente a los
vientos dominantes, son capaces de reducir su velocidad protegiendo las plantaciones
frutales, cultivos hortícolas, invernaderos, naves de ganado, etc.
La longitud de influencia de un cortaviento es, a igualdad de otras condiciones,
sensiblemente proporcional a su altura: E = n x H (siendo E = longitud zona protegida
en metros, H = altura del cortavientos en metros, n = coeficiente de extensión). Se
considera que el efecto del cortavientos desaparece cuando a una altura mitad que la de la
barrera, la velocidad del viento es el 80% de la inicial, medida a la misma altura.
El coeficiente n, relativamente independiente de la velocidad del viento, varía con la
permeabilidad o porosidad del cortavientos y con la estabilidad térmica del aire.
En los cortavientos impermeables, con una porosidad inferior al 25%, se produce un
efecto de frontón cuando una corriente de aire se encuentra con ellos, como se observa en
la figura 9. La corriente se desvía hacia arriba, y la masa de aire se comprime contra las
capas superiores, aumentando su velocidad. Este aumento de velocidad trae consigo una
disminución de la presión estática en la zona (ley de Bernoulli); y como consecuencia se
produce un efecto de succión y una corriente ascendente en la parte situada
inmediatamente detrás del cortavientos. En la segunda parte del recorrido, en la que la
corriente de aire vuelve progresivamente a sus condiciones iniciales, se produce el
fenómeno inverso.

Figura 9. Esquematización de las corrientes de aire en las proximidades de un cortavientos, según su


porosidad.

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Tema 1 Protección de cultivos frente a accidentes meteorológicos

Un cortavientos impermeable presenta, por tanto, una acción de frenado, casi total, del
viento, pero tiene como desventajas la formación de torbellinos tras el cortavientos y una
extensión protegida relativamente pequeña (E = 11·H), situación que muestra la figura 10

Figura 10. Arriba: Variación de las velocidades del viento, medidas a diferentes alturas del suelo,
según la distancia a un cortavientos impermeable de 2 m de altura. Abajo: lo mismo para un
cortavientos impermeable.

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Tema 1 Protección de cultivos frente a accidentes meteorológicos

En los cortavientos permeables, con porosidades del orden del 70 al 75%, se


produce un efecto de filtrado, más que de barrera, que reduce la velocidad del viento sin
apenas desviarlo hacia arriba, volviendo el aire a su situación inicial de forma más lenta
(figura 9). Esto trae como inconveniente una acción de frenado mucho menor que en el
caso anterior (velocidad entre 40 y 50% de la del campo libre), pero tienen como ventajas la
falta de formación de torbellinos y una extensión protegida mucho mayor (E = 20 ó 25 veces
la altura del cortavientos), lo cual permite colocar las sucesivas barreras cortavientos mucho
más separadas, ahorrando espacio útil y dinero (figura 10).
Entre estas dos soluciones extremas, se encuentran los cortavientos semipermeables
en los que se trata de conseguir una aceptable reducción de la velocidad del viento, por un
lado, y una longitud de zona protegida importante por otro. Con este doble objetivo, se
considera que la superficie de poros óptima está en torno a un 40%, con lo que se consigue
una reducción de la velocidad importante y una distancia protegida de unas 15 veces la
altura de la barrera. Con esta solución, además, apenas aparecen torbellinos.
El valor de n es también variable con la estabilidad del aire. Las corrientes convectivas
de aire, originadas por la inestabilidad térmica, aumentan la cantidad de aire desviada por el
cortavientos; ocurre como si éste disminuyera su permeabilidad, acortándose su zona de
acción. Por lo tanto un cortavientos ejerce su acción sobre diferentes extensiones según la
época del año y naturaleza del viento. En verano y con vientos cálidos, cuando las
corrientes convectivas son más frecuentes, el área protegida puede ser menor. Esta
situación queda reflejada en la figura 11.

Figura 11. Influencia de la estabilidad térmica del aire sobre la reducción del viento por un
cortavientos.

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4.2. Tipos de cortavientos


Independientemente de su porosidad, los cortavientos se clasifican en: naturales (setos
vivos) y artificiales (setos muertos).
Los setos vivos, formados por árboles u otras plantas de desarrollo vertical, se suelen
utilizar sobre todo para defender plantaciones frutales. Son de gran altura, lo que permite
ponerlos muy espaciados; de gran duración, se consideran instalaciones permanentes; son
baratos y presentan una aceptable porosidad.
Las especies que se usan en la formación de barreras vivas deben reunir algunas
condiciones:
1.- Ser de crecimiento rápido y erguido, porte fusiforme y gran altura.
2.- Rústicas, vigorosas y bien adaptadas a las condiciones de clima y suelo sobre
los que se van a desarrollar.
3.- Sistema radicular no demasiado invasor.
4.- Vegetación no excesivamente densa y madera no quebradiza.
Cuando sea preciso evitar los efectos del viento sobre la floración y polinización, deben
usarse especies de hoja perenne o en su defecto especies cuya brotación sea bastante
anterior a la de los frutales a defender. En caso de vientos salinos, la defensa siempre debe
hacerse con especies de hojas perennes y densas, con objeto de que el aire deje su carga
de sal sobre la barrera. Fuera de estos casos, en frutales es casi siempre preferible que los
cortavientos estén formados por árboles caducifolios; en ocasiones puede ser la mejor
solución el asociar una especie caducifolia de gran altura con otra de hoja perenne que
cierre la zona más baja de la barrera.
De entre las especies de mayores posibilidades de uso merecen citarse las siguientes:
Chopos: Las diferentes especies del género Populus cumplen los requisitos
anteriormente citados, si bien son algo sensibles al frío y son exigentes en agua.
Pueden alcanzar 15 m de altura.
Abedul (género Betula): Se utilizan como los chopos pero en las regiones húmedas.
Son sensibles al calor y sequía. Pueden alcanzar unos 10 m.
Aliso (género Alnus): Análogo a los anteriores, también exigente en humedad y
sensible al frío y ambientes secos; altura entre 4 y 7 m. Se puede utilizar
intercalado con los chopos para proteger las zonas bajas de la barrera cuando
éstos son altos.
Eucaliptos: Muy utilizados por su gran altura, rápido crecimiento y aprovechamiento de
madera. Son muy sensibles al frío y tremendamente invasores y competitivos, su
sistema radicular se extiende mucho y segrega sustancias tóxicas para las plantas
cultivadas. Pueden alcanzar más de 20 m de altura.
Ciprés (género Cupressus): De hoja perenne, buena altura, pero, como todas las
coníferas, de muy lento crecimiento. Dentro del género hay especies adaptadas a
diferentes condiciones de salinidad, humedad, temperaturas, etc. Pueden alcanzar
entre 7 y 10 m. El ciprés horizontal tiene un porte extendido y soporta los suelos
pesados y el ciprés de Arizona que también tiene un porte extendido y es más
resistente al frío aunque no al encharcamiento, son las dos especies que mejor se
adaptan para formar cortavientos semipermeables.

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Tema 1 Protección de cultivos frente a accidentes meteorológicos

Taray o tamariz (Tamarix gallica): Especie muy rústica y resistente al frío, al calor y,
sobre todo, a la salinidad. Vegeta en cualquier tipo de suelos y llega a formar
masas compactas, pero poco altas. Muy usada en zonas marítimas para proteger
de la sales arrastradas por el aire.
Otros árboles y arbustos de menor altura, pero cuyo empleo es frecuente, son:
aligustre, olmo, laurel, tuya, Chamaeciperus, adelfa, cañaverales, etc.
En la actualidad se recomienda que, al formar un seto, se combinen no más de dos
especies de diferente altura que cubran la parte baja y alta, pero sin que ocupen demasiada
anchura: chopos y tuyas o ciprés; chopos y alisos; chopos y adelfas; olmos y tuyas, etc.
En zonas hortícolas se pueden sembrar líneas de maíz o sorgo cada 20 ó 30 metros, a
modo de setos vivos, para proteger cultivos de tomate, pimiento, judía, etc. al aire libre.
Los setos muertos o artificiales, suelen emplearse más en horticultura, son de poca
altura (2 ó 3 m como máximo) y bastante caros. La ventaja es que entran en servicio de
inmediato y no compiten con el cultivo. Los materiales empleados son:
Materiales de construcción: bloques de hormigón, ladrillos, bloques de piedra
(protección de la vid en Lanzarote).
Mallas de material plástico: fabricadas con un 50% de poros se colocan verticalmente
sobre postes metálicos.
Cañas, madera, etc.

4.3. Constitución de una red de cortavientos


La protección de una zona requiere la constitución de una red de cortavientos, lo que
permite una mayor reducción de la velocidad del viento y que su acción se deje sentir a
mayor distancia (figura 12).
Para la constitución de una red de cortavientos en una zona, se recomienda una
disposición en retículo ya que, generalmente, habrá que defender los cultivos de los vientos
procedentes de distintas direcciones.
Se determinará, en primer lugar, la dirección de los vientos dominantes en la región
(rosa de los vientos). Se tenderá una red primaria disponiendo barreras perpendicularmente
a la dirección dominante (no se debe desviar más de 30º respecto a la perpendicular), como
muestra la figura 13. La distancia entre las sucesivas barreras, será función de la
permeabilidad y la altura del cortavientos (de 150 a 250 metros). La red primaria se
completará con barreras aproximadamente perpendiculares a las anteriores (para evitar el
"encajonamiento" de vientos de otras direcciones). La distancia entre estas barreras
secundarias será función de la frecuencia e intensidad de los vientos en esta dirección. Si
son poco probables esta distancia puede ser muy superior (tres veces mayor que la
separación de la barrera principal), pero si son muy probables esta separación será
semejante a la de la barrera principal.
En cualquier caso, y como es lógico, habrá que ceñirse también a las direcciones que
marcan los linderos, caminos, acequias, etc.
En zonas de mucho viento, se recomienda una red secundaria, dentro del reticulado
primario, a base de setos con cañas, especies arbustivas, mallas, etc. para una mayor
protección.

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Tema 1 Protección de cultivos frente a accidentes meteorológicos

Figura 12. Efecto de un cortavientos aislado y una red de cortavientos sobre la velocidad del viento.

Figura 13. Disposición del retículo en la red de cortavientos

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4.4. Efectos de las barreras cortavientos


La colocación de cortavientos en una zona impone siempre un cambio en el microclima,
el cual es preciso conocer y tener en cuenta. Los principales efectos observados son:
1.- Efectos sobre la temperatura: El efecto sobre la temperatura es complejo y depende de
la permeabilidad del cortavientos, hora del día, si estamos en secano o regadío, etc.
Respecto a las temperaturas nocturnas, el cortavientos provoca un descenso de la
temperatura durante la noche del orden de 1 a 2 ºC respecto a la zona no protegida (figura
14). Por lo tanto la implantación de cortavientos aumenta el riesgo de heladas de irradiación
al favorecer la estratificación del aire frío junto al suelo. En zonas donde son frecuentes
heladas de primavera hay que diseñar con cuidado los cortavientos, procurando que sean
bastante permeables en esa época.
En cuanto a las temperaturas diurnas, se ha observado que pueden provocar un
aumento de la temperatura, que también muestra la figura 14, cuyo efecto será distinto
según las condiciones de cubierta vegetal y de si estamos en secano o regadío:
- En plantaciones de secano, producen un aumento de la temperatura que puede
llegar a 5 ó 6 ºC más que en un campo abierto. Si en primavera este aumento puede
ser beneficioso, en verano, al no disponer las plantas de agua suficiente para
transpirar y refrigerarse, el uso del cortavientos puede ser contraproducente, sobre
todo en plantas herbáceas que no poseen un eficiente intercambio de calor por
conducción. De no existir el cortavientos, el movimiento del aire refrigeraría la
plantación que, de todas formas, no transpiraría más al tener sus estomas cerrados.
Por lo tanto, en las zonas de clima árido y semiáridas de nuestro país se recomienda
evitar su uso en cultivo de secano.
- En regadío, al disponer las plantas de agua, se regularía la temperatura de éstas
mediante la transpiración, no existiendo grandes diferencias con respecto al campo
descubierto en cuanto a diferencia de temperatura.

Figura 14. Efecto de un cortavientos sobre la temperatura de la zona protegida, de noche (izquierda) y
de día (derecha)

2.- Efectos sobre la humedad: Un cortavientos limita la difusión del vapor de agua
evaporado por suelo y plantas. El aire, por lo tanto, es generalmente más húmedo en la
zona protegida que en la zona abierta. Esto, como ya hemos visto, tiene efectos sobre la
transpiración produciendo un aumento en la eficiencia en el uso del agua por la planta.
3.- Efectos sobre la evapotranspiración: Los cortavientos reducen la cantidad de energía
aportada por advección sobre una parcela, reducen la velocidad con que se transporta el
vapor de agua desde las plantas o el suelo hacia la atmósfera, etc., por tanto, reducen la

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Tema 1 Protección de cultivos frente a accidentes meteorológicos

evapotranspiración. Esta reducción de ET es una de las razones del aumento en la


producción que proporcionan los cortavientos respecto a parcelas desprotegidas.
Las ventajas de los cortavientos son claras:
1.- Disminución de los efectos mecánicos del viento. Los daños en hojas, flores, frutos,
roturas de ramas y caída masiva de frutos son mucho menores que cuando no hay
protección.
2.- La máxima ventaja en zonas de vientos intensos, se suele producir en la floración y
polinización, en la que los cortavientos han llegado a producir incrementos de
cosecha de hasta un 50% sobre parcelas sin defensa, debido a las mejores
condiciones en la actividad de las abejas.
3.- Aumentos del rendimiento como consecuencia de la disminución de la ET. Una
disminución de ésta supone un menor estrés hídrico para las plantas lo que
repercutirá sobre el crecimiento y la producción de materia seca.
A todas estas ventajas se contraponen una serie importante de Inconvenientes. Aparte
del mayor riesgo de heladas, ya comentado, merecen destacarse los siguientes:
1.- Reducción de la superficie agrícola útil. Esto es especialmente importante en los
setos vivos, que pueden ocupar de 4 a 5 m. de anchura, a esto hay que sumar el
espacio que debe dejarse para que circule la maquinaria. La pérdida neta de
superficie varía de un 10% en las barreras impermeables a un 5% en las
permeables.
2.- Competencia radicular. Este problema se ve reflejado en que las filas de plantas más
cercanas a las barreras presentan un menor desarrollo y producción. Para intentar
paliar esta competencia se recomienda usar un pase de subsolador paralelo al seto
a unos tres metros de distancia y uno de profundidad. La mejor solución es la de
fertilizar y regar el seto igual que la plantación.
3.- Efecto de sombreado, producido por la barrera, sobre las líneas de plantas más
cercanas. Es otro tipo de competencia, en este caso por la luz. El problema
dependerá, como es lógico, de la orientación, altura y porosidad del cortavientos.
4.- Mayor incidencia de enfermedades criptogámicas, como consecuencia del mayor
nivel de humedad, así como la posible acumulación de plagas, que se refugian en el
cortavientos. Esto obliga a tratar los árboles de la barrera con los mismos
tratamientos fitosanitarios que la plantación.
5.- Delimitan parcelas más pequeñas. Esto puede perjudicar la mecanización, y
disminuir el rendimiento efectivo de las máquinas que tienen que dar más vueltas en
las parcelas para realizar el mismo trabajo.

4.5. Medidas complementarias contra el viento


Estas medidas son importantes tenerlas en cuenta, sobre todo, en fruticultura. La
primera debe ser no elegir, en zonas ventosas, portainjertos de débil sistema radical y pobre
anclaje al suelo. De la misma manera, en estas zonas se debe desechar el elegir
variedades con clara tendencia a la caída de frutos, que puede ocasionar pérdidas
catastróficas.
Otras formas de prevenir el efecto mecánico de vientos fuertes son: mediante la poda,
formando un "esqueleto" robusto; formando las plantaciones apoyadas en espaldera en la
misma dirección que los vientos dominantes; utilizando tutores en árboles jóvenes, etc.

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Tema 1 Protección de cultivos frente a accidentes meteorológicos

Para luchar contra la erosión eólica se debe procurar mantener el suelo cubierto de
vegetación o si no puede ser, realizar cultivos en fajas con plantas densas que realicen una
captación de las partículas que transporta el aire; estas medidas se explicarán con más
detalle en el tema 6.

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