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ÍNDICE

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPITULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
PRÓXIMO LIBRO
SOBRE LA AUTORA
CRÉDITOS
SINOPSIS
En una caliente precuela de su serie The Dark Elements, Jennifer L. Armentrout atrae a sus
lectores a un extraordinario e irrisistible mundo de Guardianes y Demonios.

Dez no solamente era el amor de Jasmine. Siendo una gárgola Guardián como Jas, él la ayudó a
llegar a un acuerdo con su destino esquivando a los demonios y manteniendo el equilibrio
entre el bien y el mal. Él era su todo... justo hasta el momento en que desapareció sin dejar
rastro. No ayudó que el padre de Jas acababara de anunciar que ella y Dez serían parejas un
día. Es difícil no tomar eso como algo personal.

Y ahora está de vuelta, tres años mayor, diez veces más caliente, listo para retomarlo
exactamente donde lo habían dejado. Pero Jas no tomará una vez más ese riesgo. Dez tiene
siete días para cumplir con todas sus condiciones y ganar de nuevo su confianza. Siete días
llenos de terrible peligro y dulce tentación. Siete días para ganar su corazón o volver a
hacerlo pedazos...
CAPÍTULO 1

Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

N
ada en el mundo se compara con volar, a la sensación del aire fresco
corriendo a través de mi cabello suelto o deslizándose por mi piel cálida y a
través de la curva de mi espina dorsal, entre mis alas. Estaba tan alto, tan lejos
de las colinas de las Montañas de Adinrondack que cuando abrí mis ojos, sentí
que podía extender una mano y tocar las estrellas o ir directo a los Cielos.

Lo cual sería problemático si pasara. De algún modo dudo que los Alfas apreciarían
que un Guardián irrumpiera a través de sus celestiales puertas. Me reí al pensamiento;
el sonido elevándose y siendo llevado por el viento. Uno no sólo podía entrar volando
al cielo. Como en el Infierno, había puertas por todo el mundo, dándole entrada a
aquellos quienes sabían cómo encontrarlas y tenían razones para cruzar sus umbrales.

Durante los pasados tres años, para el gran desagrado de mi padre, me he pasado cada
tarde en el cielo.

No se supone que las mujeres vuelen solas o hagan algo más que hacer bebés y criar y
educar a la juventud, pero ninguno de los hombres era tan rápido como yo. Al menos
ninguno de los que estuviera alrededor o que le importara o…

Corte el hilo de pensamientos antes de que pudiera descarrilarme y arruinar la


temprana noche veraniega.

Debajo, las cimas de los Adirondacks no parecían tan grandes e inamovibles. No.
Parecían suaves, como malvaviscos. Entre los picos, lagos brillaban como tanques
brillantes de ónix y el bosque era espeso y prácticamente inhabitable. Una vez, había
volado todos los cuarenta y seis picos de las montañas Adirondack, viajando a Canadá
y luego de vuelta al condado de Washington.

Una ráfaga de viento atrapó la parte inferior de mis alas, haciéndolas hormiguear
mientras que la corriente me levantó como si estuviera atrapada en una burbuja. Por
un momento, el cambio de clima, la calidad pura del aire, provocó que mis pulmones
se contrajeran y no pude sacar el oxígeno suficiente.

Hubo un breve vértice de pánico al no poder respirar, pero se desvaneció en la


carrera, en ese momento en que el instinto se hizo cargo y mi cerebro no tenía ningún
control sobre mi cuerpo.

Fui en caída libre, con las alas cerradas estrechamente, ojos bien abiertos y la mente
felizmente vacía de pensamiento, como lo estaba mi pecho, nulo del dolor inquietante
que suele inflamarse como una herida sin tratar. Estos momentos eran escasos,
cuando no había ninguna obligación a mi raza o alguna amenaza de muerte o de
recuerdos de los que yo había amado y perdido. Apreciaba esos breves momentos
hermosos.

Y como siempre, este acabó muy rápido.

A medio camino hacia la Tierra, desplegué mis alas, disminuyendo la velocidad de mi


descenso para no estrellarme con una montaña. Sobrevolando los picos por varios
kilómetros, me sumergí en el valle por encima de Greenwich y me deslicé a baja altura
sobre la modesta ciudad.

Seis años después y todavía era extraño no preocuparse por ser vista por los
humanos. Nada como espantar hasta la muerte a un humano o dos por caer en picada
sobre ellos de forma inesperada, como un pájaro gigante de rapiña.

Los Guardianes habían salido de las sombras, haciéndose conocer por el mundo
humano cuando tenía doce, y como era de esperarse, hubo un pequeño caos a través
de la raza humana en respuesta al ver leyendas y mitos convertirse en una muy real
verdad.

Por miles de años, mi especie había sido vista como nada más que esculturas de
piedras ubicadas en los techos de casas e iglesias. Las llamadas gárgolas. Y
técnicamente, eso éramos, pero la representación de una gárgola era enormemente
exagerada. Incluso el más feo de todos los Guardianes no tienen una nariz bulbosa o
colmillos que sobresalen de su boca. Era bastante insultante cuando se pensaba en
ello.

Déjales a los humanos el interpretar las cosas mal. Asi como ellos juzgaron mal la
verdadera naturaleza de nuestra especie, los humanos no tenían que había demonios
en todos lados. Algunos lucían justo como ellos mientras que otros no tenían
esperanzas de mezclarse nunca. Pero todo cambió seis años atrás cuando hubo un
levantamiento en el Infierno.

No habría sido problema de ninguno de los que estaba arriba, excepto que cientos de
miles, sino millones, de demonios habían sido forzados a salir del Infierno por el Jefe,
haciendo que se volcaran al reino de los humanos a un ritmo nunca antes visto. Nadie,
ni siquiera los Alfas, parecía saber exactamente qué causó el levantamiento, pero el
nivel de actividad demoníaca en todo el mundo se había ido a las nubes. No era que los
demonios no se habían mezclado con los seres humanos antes y habíamos logrado
mantenernos en las sombras y en nuestras formas humanas, pero había demasiados
demonios ahora, creando si que muchos problemas y sí que parecían demasiado
humanos.

Los Alfas habían decretado, los que tomaban las decisiones, que los Guardianes
salieran de la oscuridad. Que debido a la creciente población de demonios, ya no
podíamos operar sin que el público supiera acerca de nosotros.

Así que las gárgolas estaba fuera de las piedras, por así decirlo.

Los Alfas eran como leyendas urbanas. Nunca había visto uno con mis propios ojos,
pero los había sentido cuando habían venido a hablar con mi padre. Eran los más
poderosos de todos los ángeles y también los más aterradores. Los Alfas no eran
cálidos, o acogedores, o buenos o incluso generalmente amables en un buen día. Ellos
veían las cosas sólo en términos de blanco y negro, mal contra el bien y el mal contra
el bien.

Y desde que ellos nos crearon, incluso podían deshacer nuestra mismísima existencia
si querían. Aparté ese pensamiento. Pensamientos de ser exterminado era algo
aguafiestas.

Después de que el pánico y el caos se calmaron, se había producido un millón de


preguntas que no contestamos y todos nos habíamos convertido en expertos en
desviarlas. La mayoría de los seres humanos pensaban que éramos como El Monstruo
del Lago Ness o Pie Grande. Una leyenda que se había convertido en cierta.

Si solo supieran…

Había reglas que incluso los demonios tenían que seguir, y la más grande era que los
humanos debían permanecer ignorantes de la presencia del verdadero mal en el
mundo. Alguna clase de basura sobre el libre albedrío y que los humanos tenian que
tener fe de que el Cielo y el Infierno existían sin pruebas. Parecía estúpido para mí. Si
los Guardianes y los humanos pudieran trabajar juntos, quizás muchas vidas podrían
ser salvadas, incluyendo la de mi madre.

Pero así es como era. Los humanos o creían que los Guardianes eran súper héroes
luchan por el crimen, o que éramos el mismísimo Demonio encarnado.

Algunas veces ganas. Otras pierdes.

Aterricé en el piso plano de nuestra casa ancestral un segundo antes de que registrara
otra sombra en el cielo, acercándose a un ritmo rápido.

Una sacudida de sorpresa me atravesó cuando reconocí la silueta majestuosa de mi


padre. ¡No tenía que estar en casa! Me deshice de mi verdadera piel rápidamente,
volviendo a mi forma humana una medio aliento antes de caer en la cornisa en
cuclillas.

Una mirada hacia él y sabía que ya era demasiado tarde.

Sí. Ya lo sabía.

Con la manos en la masa.

Mi padre se levantó en toda su estatura, de pie cerca de dos metros diez. Sus alas, que
se extienden a varios metros a cada lado de él, ondearon mientras pasaba por encima
de la cornisa, haciendo que el techo temblara bajo su repentino peso. En su verdadera
piel, era una vista intimidante. Su carne era el color del granito y sería muy difícil de
tocar, haciéndolo a él y a todos los Guardianes casi indestructibles. Dos cuernos
oscuros se abren camino de su melena de pelo negro, cada curva en finas puntas
terriblemente afiladas. Su nariz era plana, fosas nasales finas, y sus ojos, normalmente
del color del cielo al amanecer, eran ahora de un azul eléctrico vibrante.
Era mi padre, pero como el cabecilla del clan de New York, era el más poderoso de los
Guardianes aquí.

Incluso sabía ir con cuidado cuando se encontraba en un estado de ánimo. Y al parecer se


encontraba en uno ahora.

La curva de su mandíbula sobresalía y sus ojos brillaron—. Jasmine.

Mi espalda se enderezó, como si acero se hubiese dejado caer en mi espalda al sonido


de mi nombre.

—¿Papá?

—Estabas afuera de nuevo. —No era una pregunta.

Lo hizo sonar como si estuviera de juerga en un club de stripper en lugar de


simplemente estar volando sobre las montañas. Decidí jugar el viejo juego de
evitación.

—Pensé que estabas en la ciudad de New York.

—Lo estaba. — Mientras caminaba hacia mí, también tomó su forma humana. La
efervescencia de sus ojos se desvaneció cuando sus alas se retrajeron en su piel y sus
facciones se hicieron más comunes. Pero no era menos temible cuando me miró, y me
tomó todo lo que tenía para enfrentarlo, mirada a mirada.

Obtuve mi oscuro cabello y mi altura de mi padre, pero el resto de mi madre: la piel


blanca y más curvas que los caminos de Greenwich.

—¿Dónde está tu hermana y Claudia? —demandó.

Cercana a los cuarenta y dos, Claudia era la mayor de todas las mujeres en nuestro
clan y símbolo matriarca. La mayoría de las mujeres no llegaban a esa edad. No
cuando la mayoría moría durante el parto o eran alegremente interceptadas por los
demonios. Era una tendencia preocupante. Sin las mujeres, los Guardianes
eventualmente morirían.

—Danika está con Claudia. —Hacíamos turnos para distraerla así podíamos
escabullirnos—. Creo que está en una lección. —O Danika estaba en este momento
golpeándose la cabeza contra la pared. Como yo, era muy consciente de que está
encerrado en la casa, tan bonita como era, todavía se estaba enjaulado. Como yo, era
muy consciente de que estar encerrada en la casa, tan bonita como era, todavía era
estar enjaulado.

En el cielo, la luna llena se deslizó detrás de una nube, como burlándose de mí. Tomé
una respiración profunda.

—Mira, lo siento. No fui muy lejos. Solo estaba…

—No importa. —Ondeó una mano, e inmediatamente los vellos de mi cuerpo se


erizaron. La inquietud me envuelve. ¿Desde cuándo mis escabullidas no importan?
Colocó una mano pesada en mi hombro y apretó suavemente.

—Las cosas van a cambiar. Ya no podrás hacer vuelos cada vez que sientas ganas de
hacerlo.

Mis cejas se levantaron—. ¿Qué significa eso?

Sus labios se curvaron, y parte de la tensión se liberó de mis rígidos músculos.


Cuando sonreía, significaba algo bueno, y no había reído mucho desde que mamá
había sido asesinada. A diferencia de la mayoría de los emparejamientos, el de ellos se
había convertido en amor, yendo más allá de sus deberes con nuestra raza. Una vez
hace un tiempo donde yo era ingenua, había esperado que la misma cosa me pasara.

—Tengo buenas noticias para ti, Jasmine. —Movió su mano de mi espalda,


dirigiéndome hacia la puerta que conducía al piso de nuestra casa—. Vas a estar feliz.

—¿De verdad? —Ahora la emoción me envolvió como un abrazo cálido.

—¿Me vas a llevar a New York City o a WASHINGTON? —Aparte de mis vuelos
nocturnos, nunca había ido a ningún lugar aparte de esta pequeña parte del mundo y
había mucho que quería ver. Estaba casi saltando ante la perspectiva—. ¿O vas a
dejarme ir al centro comercial sin Leo y toda la flota de Guardianes? Porque realmente
hacen difícil comprar a una chica. Y asustan a la gente. Es tan incómodo.

Sus labios se movieron hacia las esquinas, mientras esperaba a que la puerta se
abriera. Nuestra casa, que era el tamaño de lo que imaginaba era una escuela
secundaria, era fuertemente custodiado como una base militar.

—No. Es mejor que eso.


—¿Mejor? —Jesucristo, iba a morirme de un infarto por la anticipación.

Una vez dentro de la casa, se giró hacia mí. Calidez irradió de su mirada. Me tensé, a
segundos de chillar.

—Dez ha regresado.

La sangre corrió de mi cabeza tan rápido que pensé que me desmayaría. Sabía que no
lo había oído bien. No era posible—. ¿Qué?

La sonrisa de mi padre se amplió—. Volvió, Jasmine.

Había un zumbido en mis oídos.

—Y te ha reclamado —continuó, completamente ajeno al hecho que estaba a punto de


morir en el techo justo en frente de él—. Serás emparejada en siete días.
CAPÍTULO 2
Traducido por flochi

N
o estaba feliz.

Estaba a profundamente sumergida al punto de la histeria.

¿Dez había regresado luego de haberse ido por tres años, sin siguiera decir un
«Oye, me voy a ir y dejarte,» o un adiós o algo? Simplemente se elevó y marchó
después de…

Intenté tragar saliva, pero había algo enorme metido en mi garganta. No había sabido
nada de él en tres años. Ni una llamada, un correo electrónico o una carta. Nada. Ni
siquiera sabía si estaba vivo o muerto. Nadie de nuestro clan lo había sabido. Él se
había desvanecido, su repentina partida tan horrorosamente abrupta como la muerte
de mi madre. Un segundo estaban y al siguiente nada.

Mi hogar ya no lo había sido desde que él se marchó.

—¿Estás respirando? —preguntó mi hermana, su voz flotando desde alguna parte


detrás de mí—. ¿Jasmine?

Consumida por no arrojar todo hacia todas partes del lugar, no estaba segura si
respiraba o no. Miré mi reflejo en el tocador. Ojos azul claro me devolvieron la mirada,
ubicados en un rostro demasiado pálido contra la oscuridad de mi cabello. Incluso mis
labios parecían desprovistos de sangre. Mis pómulos parecían demasiado afilados,
demasiado angulosos.

La última hora se había desdibujado. De alguna manera, el clan entero sabía que Dez
había regresado y ellos se habían abalanzado sobre mí al instante en que entré a la
casa. Me había metido en la ducha, porque al parecer, necesitaba una. Danika había
secado mi cabello, dejándolo caer suelto en largas ondas bajando por mi espalda
porque yo estaba más allá de la capacidad de hacerlo por sí sola. Luego Claudia, que
tampoco sabía que había salido a escondidas o había elegido ignorarlo a la luz de lo
que estaba sucediendo, había traído un vestido azul que nunca antes había visto. Era
apretado alrededor del pecho y supe que si me inclinaba demasiado, mis pechos
saldrían y dirían hola.

Era tradición tener tu mejor apariencia cuando un macho te reclamaba. Todo el ritual
era barbárico, absolutamente equivocado en tantos niveles. Parte de mí entendía la
necesidad de tener que emparejarse y producir algunos bebés. Nuestra raza estaba
muriendo y lo que los Guardianes hacían era una necesidad para mantener el
equilibrio entre el bien y el mal y bla, bla. La otra parte se preguntaba por qué me
apuntaría para algo que probablemente resultaría en mi muerte en algún momento.

Teníamos siete días luego de que el macho hiciera su reclamo para aceptar o no, para
asegurar que ambas partes entendían que emparejarse era un compromiso de por
vida. No había tal cosa como el divorcio o la separación entre los de nuestra clase. No
estábamos obligadas a decir sí, y el macho, incluso si estaba avergonzado ante todo el
clan, tenía que aceptar nuestra negativa. Podíamos seguir negándonos hasta que
quisiéramos decir sí y había hembras Guardianes que decían no, como Claudia. Ella no
había encontrado un macho que quisiera todavía, pero…

Pero mi padre había anunciado sus intenciones de emparejarme con Dez hace tres
años. La noche anterior a que Dez desapareciera.

Inhalé una bocanada de aire, pero el vestido estaba ceñido demasiado apretado,
constriñendo mi cintura.

—Regresó —susurré, sin estar segura por qué sentía la necesidad de decir eso. Quizás
porque no parecía real.

El reflejo de Danika apareció por encima de mi hombro. Compartíamos los mismos


rasgos, salvo que ella era una versión más joven de mí.

—Lo hizo.

Cerré los ojos con fuerza y conté hasta diez.

—¿Lo has visto?

—No.
¿Por qué había preguntado eso? No me importaba.

Danika puso una mano en mi hombro.

—Todos esperan abajo. El clan entero.

El clan entero podía ir a saltar del Pico Algolquin.

Abriendo mis ojos, no vi mi reflejo o el de mi hermana. Imágenes de Dez y de mí juntos


destellaron en un paseo de los recuerdos que no quería recorrer, pero una vez que lo
vi en mi mente, no pude detenerlos.

Dez, el diminutivo de un nombre que ni siquiera podía empezar a pronunciar, había


sido miembro del clan de la Costa Oeste y nunca debería haber cruzados su camino
con el mío. Pero cuando él tenía diez años, todo su clan había sido aniquilado en un
brutal ataque de demonios. Había terminado en New York debido a los lazos que su
madre había tenido con nuestro clan. La primera noche que había sido traído a
nuestra casa, él había estado enojado y retraído, casi como un animal salvaje que
había sido acorralado. Había estado en su piel verdadera, siseando y arañando a quien
se le acercara. Cuando mi padre no lo había estado buscando, yo le había ofrecido el
budín que me había servido para comer.

Al principio, Dez no había querido tener nada que ver conmigo. Agachado detrás de la
biblioteca, me había asestado un golpe con sus manos con garras, acercándose a
abrirme la piel del brazo. El temor había descendido tembloroso por mi columna, pero
sentía mucha simpatía y preocupación por él para que metiera los cuernos y escapara.
En cambio, se había sentado cautelosamente a una distancia segura y empezó a hablar
sobre cosas sin importancia y todo aquello en lo que pudo pensar. Me había tomado
horas divagado sobre mis muñecas, mis tareas y mis libros favoritos antes de que
tomara mi budín. Luego de eso pidió más y había conseguido meterlo en la cocina. Me
había quedado toda la noche con él, mientras él comía todo lo que el cocinero le puso
delante y yo lo observaba, extrañamente atraída por el desconocido y silencioso niño.

Y desde es anoche en adelante, fuimos inseparables, al menos por los siguientes ocho
años.

A todas partes que él fuera, yo lo seguí, y viceversa. Había estado conmigo la primera
vez que volé por encima de las montañas, y había estado con él la primera vez que
finalmente se quebró y lloró la pérdida de su clan, de toda su familia. Cuando había
enganchado mi ala por primera vez y lloré como un bebé gordo y hambriento, había
sido Dez quien me guio de regreso a la seguridad y cuidó de mí. Lo observé mientras
aprendía a manejar cuando cumplió los dieciséis, y cuando cumplí quince él me había
dicho que siempre estaríamos juntos, pasara lo que pasara.

Ahora yo tenía dieciocho, y él cumpliría veintiuno, él había roto esa promesa de la


manera más cruel.

—No puedes quedarte aquí toda la noche —razonó Danika con calma—. Te está
esperando.

Me di la vuelta rápidamente, causando que ella saltara hacia atrás.

—No me importa.

—Sí, te importa.

—No, no es así.

—Pero lo amas.

Una punzada estremecedora me golpeó en el pecho.

—Lo amé —susurré de vuelta.

Todo eso había sido cierto. Lo había amado desde el momento en que me había
quitado el pudín. Cuando mi padre anunció en el cumpleaños número dieciocho de
Dez que apoyaba una unión entre nosotros, yo nunca había sido más feliz que en ese
momento. Yo era joven. Y estúpida. Cuando Dez desapareció al día siguiente,
experimenté una angustia que pensé que me tragaría entera y nunca me escupiría. Él
había sido más que un simple enamoramiento. Había sido mi mejor amigo, mi
confidente y mi mundo.

Danika metió largos mechones de su cabello detrás de sus orejas a la vez que se
apoyaba contra mi cama.

—¿Le dirás que no entonces, cuando los siete días terminen?

Me puse de pie, sorprendida de que mis piernas me sostengan, y di un paso hacia


adelante. El vestido susurró alrededor de mis piernas de una manera que me hizo
anhelar mis pantalones vaqueros.
—No puedo perdonarlo. —Mis manos se cerraron en puños—. ¿Y acaba de aparecer?
¿Anuncia que me quiere luego de lo que hizo? ¡Que se vaya a la mierda!

Danika arqueó una ceja.

—No has hablado con él todavía. No sabes la razón por la que se fue.

La miré con los ojos entornados.

—¿Como si eso importara? ¿De qué lado estás?

—Del tuyo. Ven. Acabemos con esto entonces. —Apartándose de la cama, me condujo
fuera de la habitación a un largo corredor—. Esto va a ser incómodo. Me alegra no ser
yo.

—Gracias —murmuré. Mi corazón estaba latiendo como un gran tambor.

—Te ves hermosa —dio Danika, dándome un empujón para nada gentil hacia la
escalera.

¿Me quedaba tiempo para salir corriendo y enterrar mi rostro en barro? Lo último que
quería era estar especial para Dez. Los nervios causaron que tomara un respiro
mientras me aferraba a la barandilla. ¿O tal era el vestido? De cualquier manera no
podía respirar.

Voces provenientes del primer piso vinieron flotando hacia nosotras, y me esforcé por
distinguir a quiénes pertenecían mientras me dirigía hacia abajo por las escaleras. La
sangre rugió en mis oídos, y mi boca se secó cuando alcancé el rellano del segundo
piso. Empecé a inclinarme para echar un vistazo, pero Danika me agarró del brazo y
me arrastró por las escaleras restantes.

Ni siquiera podía recordar la última vez que el clan entero se reunió en una habitación
juntos, en especial a esta hora de la noche, cuando la mayoría estaría preparándose
para irse a las cacerías nocturnas. La multitud me pareció enorme en ese momento.
Los machos altos y anchos, vestidos con pantalones de cuero oscuro. Unas pocas
hembras se encontraban entre ellos, intentando lidiar con los niños. Uno de ellos, un
niñito de no más de tres años, corrió hacia el patio. Bajo la cúpula del cielo, se
transformó de su forma humana. A mitad de camino. Los cuernos brotaron de entre
medio de sus rizos rubios. Alas grises crecieron de su espalda, delgadas y desiguales.
Una se arqueó en el aire y la otra se inclinó hacia un lado. Se echó a reír cuando un
gran macho salió y lo lanzó a sus brazos.

Danika le pegó un codazo para que avanzara.

Me tropecé, mandándole una mirada sombría.

—Allí está. —La voz de mi padre fue como el estruendo de un trueno, pesado con
orgullo, y sentí como si estuviera atada al salón de subastas.

Un Guardián de edad avanzada de cabello gris y un rostro lleno de arrugas se quejó:

—Es hora, Garrick. Ninguno de nosotros se está haciendo más joven.

Con las manos cerradas en puños, mantuve los ojos fijos en mi padre mientras forzaba
a mis piernas a seguir moviéndose. La multitud se separó mientras caminaba
aturdida. No pude mirar ninguna de las caras que pasé. Mi estómago se retorció y
dolió.

Papá dijo algo y estaba quieto sonriendo, pero no pude seguir la conversación. Cada
músculo de mi cuerpo se encontró trabado cuando él dio un paso al costado. Contra
mi voluntad, mi mirada se movió al lugar donde él se encontraría de pie.

Y allí estaba él.

Mi corazón dejó de latir por un instante y luego se aceleró.

Dez estaba parado delante de mí, más alto y más ancho de lo que recordaba. Era el
mismo de muchas maneras, pero había cambiado mucho. Su cabello era de un castaño
profundo y cuando había sido más joven, había sido recortado a los costados, la mitad
en una cresta puntiaguda. Ya no más. Ahora su cabello caía en ondas suaves, apenas
rozando sus hombros. Sus ojos eran los mismos: azul pálido enmarcado por pestañas
gruesas y pesadas. La falta de la cresta no fue el único cambio. ¿El resto de él? Nada del
joven que se había ido hace tres años permaneció en el rostro que era a la vez extraño
y familiar.

El óvalo juvenil de su rostro había sido modificado en los últimos tres años y
reemplazado por líneas duras. Su mandíbula era cincelada, pómulos altos y anchos.
Había una ligera curvatura en su nariz, como si hubiera sido rota y no puesta
correctamente. Sus cejas formaban agraciados arcos sobre sus ojos y sus labios
parecían más llenos que antes. Un pensamiento traidor se filtró: ¿Eran sus labios tan
firmes como parecían? Esos labios no estaban extendidos en una sonrisa, y Dez
siempre me había sonreído. Ahora estaban separados, y mientras arrastraba mi
mirada hacia la de él, me di cuenta que no era el chico del que me había enamorado.

Dez me devolvió la mirada, pupilas ligeramente dilatadas y empezando a estirarse


verticalmente. La sorpresa salpicó su cara llamativa, y no pude entender la razón por
la que estaba tan sorprendido. Yo no había cambiado en los tres años que él había
estado ausente. Bueno, no era tan ingenua como había sido entonces y mis pechos
definitivamente eran más grandes. Al igual que mis caderas.

Su mirada bajó por una fracción de segundo, y mis ojos se entornaron. La irritación
pinchó mi piel. ¿En serio estaba allí de pie comprobándome? Pero mi molestia luchó
con un sentido mayor de conciencia con el que estaba familiarizada. La calidez inundó
mis venas cuando su mirada se encontró con la mía. Electricidad chisporroteó en el
aire entre nosotros cundo nuestras miradas se trabaron.

Dez se movió tan rápidamente que ni siquiera tuve la oportunidad de prepararme. Un


segundo estaba parado frente a mí, y al siguiente, su mano ahuecaba la parte trasera
de mi cabeza, sus dedos entrelazados a mi cabello.

Mi corazón saltó en mi garganta cuando me di cuenta lo que él iba a hacer. Abrí la boca
para protestar, pero fue demasiado tarde.

Dez me besó.
CAPÍTULO 3
Traducido por Pandora Rosso

E
l asombro me recorrió, apagando mis sentidos, una parte de mí estaba
demasiado impresionada para hacer algo más que estar parada ahí. Mi puño
ardía por conectar con su mandíbula ¿Cómo se atrevía a besarme después de
todo este tiempo? Sin siquiera decir hola por el amor de Dios. Pero el ligero roce de
sus labios me sorprendió.

El rugido de muchas voces se arremolinaba en el atrio, ensordeciéndome ante todo


excepto el sonido de mi propio corazón. En el fondo de mi cabeza sabía que eso
también era parte de la tradición. Un beso para sellar el reclamo ante todo el clan,
pero la última vez que lo comprobé, yo no había aceptado una mierda, eso me
devolvió a la realidad.

Dez apretó el agarre en la parte posterior de mi cabeza y pasó un brazo por mi cintura
mientras empezaba a alejarme, la presión sobre mis labios aumentó cuando él me
presionó contra él. Cada pensamiento se dispersó, su pecho era duro como la roca y
amplio contra el mío, su brazo una banda de acero que incluso no me permitía
respirar. El calor se agrupó en la parte baja de mi estómago ante el profundo retumbar
de su pecho. Mi pulso se aceleró mientras se profundizaba el beso, en algún momento
mis manos terminaron en sus hombros y no era para alejarlo.

Mi primer beso… y fue todo lo que imaginé que sería, con la excepción de la audiencia.
Pero era difícil no reconocerlos con sus gritos y vítores. Llamas ondearon en mí ya
caliente piel. Los labios de Dez se movían contra los míos, trabajando por abrirlos, di
un grito ahogado y me pregunté en qué lugar del mundo habrá aprendido a besar así,
celos se encendieron como faros ante el pensamiento, ok, no quería saber donde
aprendió.
Alguien se aclaró la garganta sonoramente.

—Con lo encantado que estoy de que estés feliz de ver a mi hija, creo que puedes
parar ahora.

Dez lentamente levantó su boca, respirando pesadamente mientras apoyaba su frente


contra la mía. El rápido vistazo a sus ojos me mostró las pupilas dilatadas y el iris del
profundo azul del lapislázuli, cerró los ojos exhalando entrecortadamente.

—Jasmine.

Al sonido de su profunda voz, tan diferente a la que recordaba, rompí su agarre y me


aparté. Retrocediendo puse mis manos sobre mis mejillas enrojecidas y luego las bajé
cruzando mis brazos sobre mi pecho, la confusión creció a raíz de las conflictivas
emociones. Felicidad, furia, excitación. Un montón de lujuria y luego de rabia
agregándole el hecho de que su reaparición fue tan repentina, no sabía que pensar de
todo.

Los ojos de Dez nunca dejaron mi rostro, ni por un segundo desde que nos apartamos,
su mirada era tan intensa como la sensación de ser presionada contra él, ardiente
como su beso. Las puertas del jardín se alzaban tras él y tuve la urgencia de salir
corriendo por ellas.

Estaba lenta para seguir la conversación a mí alrededor pero las palabras de mi padre
me trajeron a la realidad.

—Así que está arreglado —dijo haciendo que mi mandíbula callera al piso—. La
ceremonia tomará…

—¡Espera! —me giré hacia mi padre—. Nada está arreglado.

—¿Cómo dices? —preguntó Dez, diciendo dos palabras por primera vez.

Lo ignoré—. Nada está arreglado, no he aceptado el reclamo-

Silencio cayó sobre todo el clan, está demás decir que esto se iba a poner mucho más
incómodo.

Las cejas de mi padre se alzaron y noté a Dez moviéndose para quedar a mi lado.

— No parecía que ibas a decir que no hace unos segundos.


Dez tocó mi brazo—. Jas…

Un sentimiento de malestar surgió en mi estómago ante el uso de su apodo para mí,


alejándome de su lado encontré su mirada.

—No, no puedes llamarme así —mantuve mi voz baja pero sabía que estábamos
siendo escuchados, el clan, en su mayoría hombres, era peor que ancianitas cuando se
trataba de chismes y drama—. No puedes volver a mi vida y…

—Está bien —dijo mi padre diplomáticamente—. Creo que ustedes dos necesitan
hablar.

Alcé mi barbilla—. No estoy segura de que haya algo que hablar.

Dez sostuvo mi mirada un momento y luego la alejó, un músculo marcándose en su


mandíbula.

—Jasmine, ustedes dos necesitan llegar a un acuerdo, tienes siete días para tomar una
decisión, no hay por qué tomar una decisión apresurada.

—Mi decisión no es…

—Hablaremos —interrumpió Dez agarrando mi brazo firme pero suavemente—. Y no


necesitaremos los siete días.

Lo miré a los ojos, yo era alta pero Dez me pasaba ahora.

—Oh, es tan bueno ver que tu arrogancia no ha cambiado.

Los labios de Dez se curvaron en una esquina.

—pienso que encontrarás que un montón de cosas no han cambiado.

—Realmente no me importa —traté de alejarme pero el mantuvo su agarre, su sonrisa


extendiéndose un poco—. En serio.

Sus ojos brillaron con el desafío y algo más a lo que no puede poner nombre.

—Ya lo veremos.
Encontrar privacidad en una casa llena de gente que obviamente no tiene nada mejor
que hacer que chismear se demostró que era difícil. Podríamos haber subido a mi
habitación o a la que solía ser la suya, pero parecía demasiado íntimo y habría sido
demasiado para mí en ese momento, yo ya estaba suficientemente asesina.
Terminamos fuera, en el jardín trasero de la mansión, La luna se reflejaba en las
paredes de piedra construidas alrededor del remiendo pacífico de tierra. En una
noche cualquiera, podrías encontrar a un par que se hubiera escabullido entre los
rosales espinosos y árboles de enebro. No es que alguien tuviera que colarse. Los
Guardianes estaban casi siempre haciendo bebés, pero tal vez era el atractivo de hacer
algo aparentemente malo. Sinceramente, no lo sé.

—Te ves hermosa.

Me quedé mirando las rosas. Por la noche, sus pétalos parecían de terciopelo negro.

—¿De verdad crees que eso te va a llevar a alguna parte?

—No estoy tratando de llegar a alguna parte. —Su voz estaba más cerca, y un
cosquilleo bajó por mi espina dorsal—. Es la verdad. Siempre fuiste algo que ver, pero
maldita sea, eres hermosa, Jasmine.

Mi corazón dio un salto ante sus palabras, no importa lo mucho que quisiera no estar
afectada. Una brisa fresca agitó mi cabello e hizo que el dobladillo del estúpido
vestido flotara alrededor de mis pantorrillas.

—Mírame —me engatusó en tono amable, aunque un poco burlón.

Rodé los ojos—. Estaba hablando en serio adentro, Dez. No hay nada que tengamos
que hablar.

—¿Estás segura de eso? —Su calor calentó mi espalda, advirtiéndome que estaba más
cerca todavía—. Porque la forma en que me besaste me dice algo totalmente diferente.

—¿La forma en que te besé? —Me di la vuelta y tuvo que dar un paso atrás. Él estaba
justo ahí—. Yo no te besé, idiota. Tú me besaste a mí.

—Tecnicismos —murmuró, y en un instante, él estaba tan cerca que estábamos


respirando el mismo aire de nuevo—. Me devolviste el beso.

Aunque eso puede ser cierto, estaría condenada antes de admitirlo.


—Estaba demasiado conmocionada para pensar con claridad. Confía en mí, no va a
suceder de nuevo.

— ¿Es así?

Respiré hondo y solté el aire lentamente—. Sí.

Él bajó la cabeza, así que estábamos a la altura de los ojos.

—Voy a tener que estar en desacuerdo, Jas. Eso fue sólo nuestro primer beso, y no era
siquiera un beso de verdad.

Si eso no fue un beso de verdad, ¿qué clase de beso consideraba real entonces? Giré
sobre mis talones echando a andar por el camino.

Dez siguió en silencio durante unos segundos—. Esto no era como esperaba que me
recibieras.

Mi boca se abrió cuando me detuve frente a un banco de piedra. Me di la vuelta


lentamente—. ¿Hablas en serio?

Me miró de una manera que me hizo preguntarme si él había perdido sus neuronas
durante su ausencia. Dez no era estúpido, muy al contrario, así que ¿cómo es posible
que mi reacción hacia él fuera una sorpresa?

Mirándolo fijamente era difícil conciliar al joven hombre que una vez había conocido
con el hombre delante de mí. Las lágrimas quemaron la parte posterior de mis ojos, y
cuando hablé, mi voz era ronca—. No tenía ni idea de lo que te ha pasado.

Cerró los ojos, tensándose—. Jazmín.

—¡Durante tres años no supe si estabas vivo o muerto! —Un nudo se levantó en mi
garganta—. No hubo llamadas telefónicas, ni siquiera un correo electrónico o un texto,
nada ¿Cómo es posible? —Mi voz se quebró y volví la cabeza, inhalando
profundamente—. No sabía qué pensar.

Él tomó mi mejilla, su pulgar deslizándose por mi cara, persiguiendo algo


sospechosamente mojado—. Por favor, no llores.

—No estoy llorando —dando un paso al lado, me apresuré a limpiar mis mejillas—.
Es una gota. Creo que el clima está cambiando hacia lluvia.
Ternura se filtró en su cara de golpe, y yo no quería verlo-

—Sigues siendo una mentirosa terrible.

—Cállate —murmuré, aclarando mi garganta—. ¿Y no tienes nada que decir?

Sus cejas se levantaron—. Lo siento.

Me quedé boquiabierta—. ¿Eso es todo?

—No lo entenderías, Jas.

Me crucé de brazos—. Oh, no sé, yo podría ser capaz de comprender tu explicación


si hablas despacio y utilizas pequeñas palabras.

Los ojos de Dez se encendieron brillantes por un instante y luego se embotaron.

—Sé que no eres estúpida.

—No parece de esa manera.

—Mira, no estoy del todo orgulloso de haberme ido y no es algo que realmente quiera
discutir en estos momentos. —Se pasó las manos por el pelo, causando que las hebras
de pelos se erizaran entre sus dedos—. ¿Podemos poner esto a un lado, al menos por
el momento?

Empecé a decirle que no, pero una mirada de vulnerabilidad se había deslizado en sus
ojos y todo lo que quería era sujetarlo y hacer que me dijera todo, yo no podía hacerle
daño. Se lo merecería si lo hiciera, pero el recuerdo de él llorando en mi hombro
aferrado a mí como si yo fuera la única ancla en su mundo estaba demasiado fresco.

—Te he echado de menos, Jas. No tienes ni idea —continuó, acercándose a mí de


nuevo, pero sin llegar a tocarme—. He pensado en ti todos los malditos días. Todo lo
que quería era volver a ti y el clan. Pero sobre todo a ti. Siempre a ti.

Sacudiendo mi cabeza, apreté mis brazos más fuerte a mi alrededor, como si pudiera
evitar que mi corazón salga de mi pecho y haga algo estúpido.

—No creo que lo entiendas. No puedo olvidarme de estos tres años. No puedo olvidar
que te fuiste porque mi padre anunció que quería un emparejamiento entre nosotros.
El hecho de que decidieras que me quieres ahora después de hacer Dios sabe qué,
¿crees que estaría contigo? No estoy desesperada.

—Espera. —Soltó una carcajada—. ¿Crees que me fui por eso? ¿Estás loca?

Le lancé una mirada burlona—. Realmente no te estas ayudando.

—No es por eso que me fui, Jasmine. Puedes creerme. —Caminó hacia adelante, y me
encontré con que no podía moverme—. Nunca te he mentido.

—No —le susurré—. Tú sólo me dejaste.

—No tenía nada que ver con lo que dijo tu padre. Te lo prometo. —Sólo la punta de
sus dedos tocaron mis mejillas, pero aun así fue un shock para mi sistema—. Deja que
te lo demuestre.

Nuestras miradas se encontraron, y pude sentir mis latidos en mis venas y el calor de
su cuerpo, a pesar de que apenas me tocó. Dez bajó la cabeza, y el aliento se atascó en
mi garganta. ¿Iba a besarme otra vez? No lo podía permitir, pero tampoco podía negar
la oleada agridulce de anhelo, de querer algo que podría fácilmente volverse en mi
contra y golpear donde más dolía.

Él no me besó—. Te quiero, y sé que tú sientes lo mismo. Ninguno de los dos pudo


haber cambiado tanto. Yo creo en eso. Y te quiero a ti.

Muchas veces en los últimos tres años, e incluso antes de eso, cuando tuve la edad
suficiente para reconocer lo que sentía en torno a Dez, había soñado con este
momento. Pero si lo que decía era cierto, entonces ¿por qué me dejó? ¿Por qué no
tenía nada que decir, excepto lo siento? Aceptar su disculpa era el camino más fácil y
decir verdad, era lo que quería mi corazón, pero no era lo único que yo quería. Cerré
los ojos.

—No lo sé.

—Siete días. —Su nariz rozó mi mejilla y su cálido aliento sopló sobre mi oído
haciéndome temblar—. Dame esos siete días, Jas. Por favor.

No había dicho por qué se fue y no había profesado amor eterno por mí, pero una idea
vino a mi mente, y una vez que echó raíces floreció. La emoción se elevó como una flor
que se abre.
—Sólo con una condición, y aun así, no hago promesas.

Dez se rio de una manera que era exasperante y sin embargo totalmente sexy. Abrí
mis ojos. ¿Había sonado así antes? Apretó la palma de la mano a mi mejilla.

—¿Cuál es la condición?

Tomé una respiración profunda, concentrándome en mis palabras y no en cómo se


sentía su mano—. Hay cosas que quiero hacer.

El interés se encendió profundizando la tonalidad de sus ojos—. ¿Qué cosas?

—No es lo que estás pensando —dije secamente, aunque la idea de esas cosas era
interesante—. Nunca he estado en ningún sitio y quiero ir a lugares. Quiero ver las
cosas.

Sus ojos se estrecharon, pero mis músculos se tensaron cuando su mano se deslizó
hasta mi cuello, amenazando con causar estragos en lo que estaba tratando de lograr.

—¿A dónde quieres ir?

—New York. Washington, tal vez incluso Philly —le dije apresurada—. Quiero
caminar por un centro comercial sin una horda de hombres que me vigilen, quiero
aprender a conducir un auto y no tener a alguien retándome cuando machaco la
transmisión. —Conducir no era necesario, obviamente, teníamos alas, podríamos
volar, pero conducir... Conducir era tan divinamente humano—. Quiero ir a nadar
desnuda. —A eso, se veía demasiado absorto, por lo que me apresuré a continuar—. Y
quiero... quiero cazar un demonio.

—Jasmine, eso es inaceptable. Los demonios no son…

—Esas son mis condiciones —cuadrando mis hombros una pequeña brizna de culpa
asomó a mí. Lo estaba usando para conseguir lo que quería, y no estaba bien, pero
¿cuándo iba a tener esta oportunidad de nuevo? Como Guardián, había tan poco que
yo podía hacer—. Tómalo o déjalo.

Me sostuvo la mirada durante tanto tiempo que estaba segura de que iba a decir que
no. Entonces yo probablemente lo golpearía, sabía cómo hacer eso porque él me había
enseñado.
—¿Y tengo siete días para ayudarte a hacer todo eso?

Eso no fue un no. Mi esperanza creció.

— Sí, tienes siete días y entonces... bueno, ya veremos.

Dez suspiró profundamente, como si le estuviera pidiendo levantar el Titanic, y


entonces él me besó en la frente.

—Está bien, te acepto.


CAPÍTULO 4
Traducido por Otravaga

C
on el rostro metido en mi almohada, gemí. Era temprano y más allá de las
cuatro paredes de mi habitación, podía oír los suaves llamados de pájaros
trinando entre sí. No estaba segura de lo que provocó que me despertara.

Algo suave rozaba mi piel desnuda. Moví mi brazo, tratando de meterlo bajo las
mantas. La confusión del sueño se aclaró un poco cuando la sensación recorrió mi
hombro, saltando el fino tirante de mi camiseta. Me acurruqué bajo las mantas,
llevando mi pierna derecha hacia arriba. Golpeé un obstáculo bastante inamovible.

El resto del aturdimiento del sueño se aclaró cuando una risa profunda retumbó por
toda la habitación, sonando muy, muy cerca.

Qué. Demonios.

Volteándome de lado, me senté, empujando el cabello que había caído en mi rostro.


Dos ojos azules enmarcados con oscuras pestañas rojizas se encontraron con los míos.

—Buenos días —dijo Dez arrastrando las palabras, recostado de lado como si tuviese
todo el derecho de estar en mi cama.

Me sacudí hacia atrás, jadeando. Me habría caído de la cama si su mano no hubiese


salido disparada, agarrando mi brazo. Me haló a través de la cama, tan cerca que su
aroma, una mezcla de aire libre y una colonia que no podía ubicar, estaba en todas
partes.

—¿Qué estás haciendo en mi cama?

—Quería verte.
¿Todavía estaba dormida?

—¿Y no podías haber esperado hasta que me levantara?

—No. —Él apartó un mechón de cabello por encima de mi hombro, sus dedos rozando
mi piel—. Esta no es la primera vez que te he despertado de esta manera.

—Pero eso... eso era antes —farfullé. Hizo lo mismo con otro mechón de cabello. Los
dedos de mis pies se curvaron ante el ligero contacto de nuestra carne—. No deberías
estar aquí.

—Nadie lo sabe. —Se inclinó, con los ojos brillando con diversión, y fui llevada a
varios años atrás—. Será nuestro pequeño secreto.

Le echaba la culpa a estar medio dormida, porque no podía formular una respuesta.
Estaba perdida en cuanto a cómo manejar a Dez. Cuando éramos más jóvenes, estar
así de cerca había sido seguro. Porque habíamos sido niños pequeños simplemente
compartiendo una cama, e incluso cuando nos hicimos mayores, yo había estado
demasiado cohibida para hacer un movimiento de ese tipo con él.

La mirada de Dez recorrió mi rostro lentamente, y un rubor la siguió. Me tensé cuando


su mirada cayó más abajo. La fina camiseta sin tirantes no dejaba nada a la
imaginación.

Nada acerca de esto era seguro.

Por un momento, me quedé inmóvil. La forma en que me miraba... bueno, cuando


cualquier otro Guardián me miraba de esa manera, yo no sentía nada más que
molestia, pero quería que Dez mirara. Una extraña plenitud expandió mi pecho y de
repente hacía demasiado calor en la habitación.

Una de las comisuras de sus labios se curvó.

—Podría acostumbrarme a... esto cada mañana.

Aspiré una bocanada de aire cuando sus pestañas se movieron rápidamente hacia
arriba. Halando la manta, lo fulminé con la mirada.

—Sigue soñando, amigo.

Se rio entre dientes mientras se estiraba y apoyaba la mejilla en su puño.


—¿Tiene estudios esta mañana?

—No. He terminado. Ya finalicé. —Todos los Guardianes eran educados en casa y, al


igual que con los humanos, la mayoría de nosotros terminaba nuestros estudios
alrededor de los dieciocho años. Se nos proveía con un montón de conocimiento
obtenido de la lectura y el estudio, pero muchos de nosotros, especialmente las
hembras, no teníamos una percepción real del mundo. Le di un vistazo—. ¿Por qué?

—Bien. Podemos comenzar ahora con esas condiciones que mencionaste.

—¿Ahora? —Estirándome hacia arriba, miré el reloj despertador—. ¡Ni siquiera son
las siete!

Sonrió abiertamente.

—Tienes un montón de condiciones y no voy a perder ni un momento.

Bueno, en cierto modo yo misma me busqué esto.

—Y yo también tengo una condición —agregó.

—¿Qué? —Me enderecé, entrecerrando los ojos—. No puedes hacer eso ahora. Ya
acordamos...

—No firmamos un contrato vinculante, Jas —dijo secamente mientras se levantaba.


Tan grande como era, acaparaba toda la cama.

—¿Cuál es tu condición?

Mi interior se enroscó con fuerza ante la lenta sonrisa que se apoderó de su rostro.

—Que completemos cada una de tus condiciones con un beso.

Lo miré boquiabierta.

—¿En serio?

—En serio —murmuró—. Tú estás sacando un beneficio de esto, yo también debería.

—Bueno, eso es realmente agradable de escuchar.

Encogió sus grandes hombros.


—Mi compañía debería ser suficiente —respondí rápidamente.

—Tu compañía lo es, pero lo tomas o lo dejas, Jas. Quieres hacer estas cosas y yo te
quiero a ti. Y quieres jugar a este juego, así que voy a jugar.

La terquedad que había demostrado de niño cuando quería algo no había cambiado.
Usualmente había sido reservada para discusiones sobre videojuegos o querer cazar
antes de que tuviera la edad suficiente, pero nunca había sido sobre mí.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras lo miraba fijamente. Tenía la ansiosa
sensación que de alguna manera las condiciones que había establecido anoche habían
conseguido ponerme justo donde quería... y ahora él tenía la ventaja.

***

Uno pensaría que un Guardián, con su capacidad para transformarse y convertir su


piel en granito y sanar rápidamente, no estaría petrificado por estar dentro de un
auto.

Pero Dez lucía como si estuviese a punto de vomitar.

Ambas manos estaban plantadas en el salpicadero mientras miraba fijamente por el


parabrisas del todoterreno.

—¡Derecha! ¡Gira el volante a la derecha!

Giré a la derecha y el auto se sacudió a un lado, con los neumáticos desnivelados sobre
el arcén, sacudiéndonos.

—Lo siento.

—Quizás no deberíamos haber tomado el todoterreno —refunfuñó.

Me reí tontamente.

Durante seis horas, habíamos estado entrando y saliendo del auto y cambiando
asientos mientras Dez intentaba impartirme sus habilidades de educación vial.
Habíamos empezado en frente de la finca, moviendo cuidadosamente el todoterreno
alrededor del callejón sin salida y yendo y viniendo por el largo camino de entrada.
Eso atrajo mucha atención por parte de los machos e incluso más bromas a expensas
de Dez. Él lo había tomado calmadamente y se había estado riendo hasta el momento
en que había considerado que yo estaba lista para sacar el todoterreno a una de las
muchas carreteras que no eran tan transitadas. Habíamos comido un almuerzo rápido
y luego nos habíamos puesto en marcha, y fue entonces cuando la verdadera diversión
comenzó.

Conducir no era tan difícil, me di cuenta.

Enderecé el volante y sonreí mientras él se recostaba en el asiento, con las piernas


estiradas, empujando contra un freno imaginario.

—No es tan malo.

Me dio una mirada de soslayo.

—Es posible que desees soltar un poco el pedal del combustible.

Mi mirada cayó en el velocímetro. Pasando los cien kilómetros por hora, me aferré al
volante mientras mi sonrisa se extendía a proporciones épicas. Los árboles se
desdibujaban a ambos lados de las estrechas carreteras mientras presionaba el pedal,
alcanzando los ciento trece kilómetros por hora.

Dez apoyó una mano en la puerta del auto.

—Recuerda, las manos en la posición de las nueve y las tres en punto.

—¿Pensaba que era las diez y las dos en punto?

—No. —Él contuvo el aliento—. Curva. Curva aproximándose. Baja la velocidad.


¡Curva!

Reajusté mis manos y disminuí la presión en el combustible, pero mi corazón saltó en


mi pecho mientras el todoterreno se abrazaba la línea central. Con la ventana abajo, el
viento soplaba a través de mi cabello y sobre mi piel.

—Es como volar.

—Excepto que estamos en una trampa mortal de varias toneladas —murmuró él.
Riendo, lo aceleré en la recta y el vértigo se extendió a través de mí. Para muchos de
los Guardianes conducir no era una gran cosa, no después de que obtenían su licencia
y eso se convertía en un método para llegar del punto A al punto B, pero había algo
liberador en los neumáticos acabando con los kilómetros, en viajar casi tan rápido
como si pudiésemos volar. Estaba escapándome de la casa. Estaba huyendo.

—Realmente estás disfrutando esto, ¿no es así?

Asentí.

—Es tan... bueno, probablemente pienses que es estúpido.

—No lo haré. Dime.

—Es liberador y es... normal y extraño de alguna manera. —Luché por encontrar las
palabras adecuadas a medida que alcanzábamos la cima de una colina—. Danika es la
única chica cercana a mi edad y siempre está ocupada andando tras los chicos, por lo
que nunca ha estado interesada en este tipo de cosas o en cualquier cosa que me
interese en realidad.

—¿Ella todavía está tratando de aprender a pelear? —La diversión coloreaba su tono.

Mi hermana quería luchar contra los demonios. Eso nunca iba a suceder, pero se las
había arreglado para convencer a los machos de entrenarla por auto-protección.

—Sí, y mientras que eso es divertido y ayuda a pasar el rato, yo quiero...

—¿Salir?

Asentí de nuevo, en silencio mientras recordaba los últimos tres años de estar sola en
tantas maneras. Dez había sido mi amigo, mi compañero en hacer cosas que no
debería estar haciendo, y cuando se fue, un montón de cosas se volvieron imposibles.

Dez se removió en el asiento, su gran cuerpo apretujado en el espacioso todoterreno.


Pasaron unos segundos antes de que él hablara.

—¿Por qué no le pediste a alguien más que te enseñara?

—Lo hice, pero ninguno de ellos tenía la paciencia o pensaba que fuese una buena
idea. —La irritación constante de estar enjaulada se avivó como un incendio—. Ellos
piensan que si hacemos esto, entonces sólo nos desbocaremos y nos meteremos en
problemas. Que los demonios nos encontrarán y...

—Los demonios te encontrarán, Jasmine. Ellos nos perciben justo como nosotros los
percibimos. No es seguro para ti estar aquí afuera sin uno de nosotros.

—No soy débil. —Lo corté una mirada penetrante.

—No estoy diciendo eso. Nunca has sido débil. Ni una sola vez. —Su sinceridad
parecía genuina—. Pero si alguna vez te encontraras con un demonio de Nivel
Superior, no escaparías.

Me mordí el labio. Había muchos tipos de demonios. Los más comunes eran los Fiends.
Parecían humanos y les gustaba el caos general, romper cosas, iniciar incendios,
manipular las emociones de grandes multitudes. Había oído que podían ser feroces
cuando los arrinconaban. Luego estaban los Posers. También parecían humanos, pero
sólo por un corto tiempo, y tenían un infierno de apetito, incluyendo una rara
tendencia caníbal. Cuando mordían a un humano, las cosas iban cuesta abajo
rápidamente... tan rápido como convertirse en un zombie. Había docenas más, pero los
más peligrosos de todos eran los de Nivel Superior —los príncipes y duques del
Infierno— el mismo tipo que había matado a mi madre y había acabado con el clan de
Dez. Eran escasos, pero su amenaza era muy real.

De repente, algo de la diversión fue succionada de esta experiencia.

—Lo siento.

Su disculpa me tomó por sorpresa y no quería sentirme afectada por ella, pero mi
pecho se contrajo.

—Cuando me fui, sabía que eso te impactaría, pero no me di cuenta de todo lo que
cambiaría —continuó él en voz baja—. No pensé que estarías sola, atrapada allí.

«Atrapada» era una descripción acertada.

—Bueno, creo que de hecho, en realidad no me debes nada, ¿verdad? No aceptaste la


oferta de mi padre y tú...

—Sí te lo debo. —Sus ojos brillaron verde azulado—. Si no hubiese sido por ti, bueno,
sólo Dios sabe lo que habría sido de mí. Tú me ayudaste a seguir adelante, en su mayor
parte. Y tú... —Se calló, mirando fijamente por la ventana del pasajero—. De todos
modos, me alegra que estés disfrutando esto.

Acepté el cambio de tema, queriendo recuperar el vértigo anterior.

—Creo que lo estoy haciendo bastante genial.

Él se rio entre dientes.

—Así es. Creo que lo tienes dominado. Siempre has sido una rápida aprendiz.

Sonreí y luego una sacudida de nerviosismo me golpeó. Una vez que terminara una
condición, entonces yo tenía que cumplir con la suya. Besarlo. El fuego se extendió a
través de mis mejillas. El sudor salpicó mis palmas. ¿Tendría las palmas sudorosas
mientras lo besaba? Asco. Me dije que no me importaba si lo hacía, pero como Dez me
había recordado, era una terrible mentirosa. Sí me importaba.

—¿Puedo conducir un poco más? —pregunté.

—Puedes conducir el tiempo que... ¡detén el auto! —gritó de pronto, empinándose en


su asiento—. Detén el auto, Jasmine. ¡Ahora!

Vellos muy pequeños se erizaron por todo mi cuerpo mientras una espesa sensación
humeante invadía mi sangre. Algo estaba mal, algo antinatural. Golpeé mi pie sobre el
freno. Los neumáticos chirriaron y el olor a goma quemada llenó el aire, pero otro
aroma lo eclipsaba... el olor a huevos podridos.

Azufre.

Las ruedas traseras derraparon y el todoterreno se coleó hacia el otro carril.


Desesperadamente, enderecé el volante y nos deslizamos a una agitada parada a lo
largo de un lado de la carretera.

El movimiento se desenfocó desde un espeso cultivo de árboles apiñándose en la


carretera. El aire destelló y se combó, como si un lente estuviese fuera de foco y luego
fuese corregido. Como si un velo hubiese sido arrancado, formas rápidamente
cobraron fuerza. Mis ojos se ensancharon y presioné la mano de golpe sobre mi boca.

Dos de ellos estaban parados uno al lado del otro, sus delgados cuerpos musculosos
cubiertos de apelmazado pelaje rojizo. Con manos de cuatro dedos con garras y pies
con pezuñas, no se asemejaban a nada remotamente tierno o amable. Sus alas eran
negras y de aspecto frágil. Las bocas bien abiertas, cada una exponiendo un irregular
conjunto de dientes que rivalizaban con los de un gran tiburón blanco. Un gran cuerno
marrón curvado hacia fuera de cada cabeza con forma de camello, afilado como una
daga.

Mi corazón dio un salto en mi garganta mientras procesaba lo que estaba viendo. Los
humanos creían que estas criaturas no eran nada más que una leyenda, cómicamente
llamadas el Diablo de Jersey. Una parte de ese nombre era correcta. Yo sabía lo que
eran esas cosas. Los había visto en los libros que había sacado a hurtadillas de la
biblioteca de mi padre.

Eran Terriers... demonios.


CAPÍTULO 5
Traducido por Aяia

C
on el estómago dando tumbos, estudié las horribles criaturas. Los Terriers eran
demonios menores, vistos pocas veces por ojos humanos. Eran controlados por
los Buscadores—demonios que estaban a cargo de encontrar algo para un
demonio de Nivel Superior o para el Infierno mismo. Si había Terriers, significaba que
estaban hurgando por algo.

Solo había visto un demonio una vez —uno de Nivel Superior que había conseguido
pasar a través de los hombres que nos protegían a Danika y a mí mientras viajábamos
de un pueblo cercano con nuestra madre. Yo tenía seis años, y una simple salida se
había convertido en una tragedia.

—Quédate en el auto —ordenó Dez, abriendo la puerta del coche—. Sin importar qué.

En un segundo él estaba fuera del SUV, cerrando la puerta de un golpe detrás de él.
Uno de los Terriers inclino su largo y estrecho cuello a un lado mientras levantaba su
nariz, olfateando el aire. Cuando abrió su boca salió un sonido como un graznido.

Aparecieron dos Terriers más entre los árboles, respondiendo al llamado. Bajé mi
mano al broche del cinturón de seguridad. ¿Cuatro de ellos? ¿Uno contra cuatro? El
miedo helado se clavó profundamente en mi alma. Era como tener seis años otra vez,
indefensa y solo capaz de ver cómo se desarrollaba el horror.

Después del tartamudeo de un latido de corazón, Dez se transformó a su verdadera


forma. La parte de atrás de su camisa se rompió y se deslizó por su cuerpo cuando
desplegó sus alas, formando un arco alto a cada lado de sus anchos hombros. El
cambio solo duró segundos, pero el resultado final era magnifico. Su piel se volvió de
un gris oscuro y su mandíbula se amplió. Surgieron dos cuernos de los picos
desordenados de pelo castaño, curvándose hacia atrás.
Viéndolo en su verdadera forma por primera vez en años, ya no podía verlo como el
apuesto chico del que me había enamorado.

Dez ahora era todo un macho —un guerrero consumado.

Un Terrier gritó cuando echó al vuelo, batiendo sus alas mientras cargaba contra Dez.
Él no dudó. Inclinándose hacia atrás, plantó su pie en la cintura del Terrier, pateando
la enorme criatura pájaro a otra. Ambas criaturas golpearon el suelo, un revoltijo de
rodantes garras y picos. Otra corrió hacia Dez, y él se arrodilló, los músculos de su
espalda tensándose. Lanzándose al aire, atrapó al Terrier por el cuello. Dez se retorció
en el aire, lanzando al Terrier de manera en que uno usa un bate.

El demonio voló por el aire, estampándose contra un árbol. El impacto sonó como un
trueno. La corteza del árbol se astilló y el alto abeto se partió por la mitad, cayendo
encima de otro abeto. El Terrier golpeó el suelo, inmóvil. Un segundo después, el
cuerpo tembló y luego colapsó sobre sí mismo, desapareciendo en un vómito de humo
negro.

Los tres Terriers restantes estaban levantados, dando vueltas alrededor de Dez. Él
giró hacia el más cercano, evitando por poco el borde afilado de su pico.

Sus labios se curvaron hacia arriba por las esquinas cuando se elevó en el aire. La
confianza rezumaba de Dez, pero entonces un Terrier atacó, su garra capturando y
rasgando a través de los pantalones vaquero de Dez. La sangre brotó de inmediato y
oscureció el pantalón. ¿Sus garras podían cortar a través de nuestra piel? Oh, Dios…

Mi corazón dio un vuelco en mi garganta cuando el miedo estalló en pánico.

Dez rio mientras se dejaba caer al suelo de cuclillas.

—¿Es eso realmente lo mejor que puedes hacer? ¿Un arañazo?

El Terrier respondió con un chillido, arremetiendo. Los otros dos se elevaron en el


aire, descendiendo sobre Dez. Él no parecía tener miedo. En todo caso, la media
sonrisa decía que se estaba divirtiendo bastante, pero sabía lo rápido que podía
cambiar una batalla. Un pequeño desliz y eso sería todo.

Y ahí estaba yo, acurrucada en el auto.


Mi madre no había mostrado ningún miedo. Había luchado contra el demonio, tan
feroz como cualquier macho. Perdió su vida protegiéndonos a mi hermana y a mí, y yo
no iba a quedarme sentada y ver cómo le pasaba lo mismo a Dez o a nadie.

Con los dedos fríos y temblorosos, abrí la puerta del conductor y salí. Inhalando la
esencia de pino y tierra, forcé a mi cuerpo a transformarse. El segundo en que mis alas
se abrieron por debajo de mi camiseta, dos de los Terriers se giraron, olfateando el
aire.

Chillaron estridentemente, un cruce entre un pájaro siendo estrangulado y un lince, y


se dirigieron directamente hacia mí.

—¡Jasmine! —rugió Dez, pateando el suelo. Había recorrido la mitad del camino en el
aire cuando el Terrier restante le interceptó. Agarrándolo, estampó a ambos contra el
suelo, su impacto devorando varios metros de tierra a lo largo de la carretera.

Demasiado tarde para reconsiderar el acto de salir del vehículo, me agaché y me lancé
al aire, poniendo mis alas hacia atrás. Era rápida, pero estas cosas volaban mucho más
rápido, sus manos extendidas a centímetros de mí. Mi estómago y mi pecho se
encogieron cuando atravesé el aire, alcanzando el punto más alto del árbol más
cercano.

Agarré la rama más gruesa, la arranqué y la batí alrededor. El toque del Terrier más
cercano acarició mi piel cuando batí la rama con toda la fuerza que poseía.

La rama cortó a través de la cabeza alargada del Terrier. Brotó líquido negro y los
ojillos rojos se pusieron en blanco cuando cayó a la tierra, con el cráneo destrozado.
Una columna de humo negro se elevó mientras batía el palo hacia el otro Terrier.
Habiendo visto como su compañero recibía un homerun, se lanzó fuera de mi alcance
y luego se arqueó en el cielo. Moviéndose increíblemente rápido, agarró el extremo de
la rama y me la arrancó de las manos, arrojándola a un lado.

—Mierda —murmuré, volando hacia atrás y luego hundiéndome hacia abajo. El pelo
se apartó de mi rostro y luego cayó hacia delante cuando aterricé en el suelo en
cuclillas. Levantándome, me tambaleé dando un paso atrás y las garras del Terrier
atraparon la parte delantera de mi camiseta, rasgando la tela a través de mi estómago
y apenas rozando mi piel.
Estalló otra ráfaga de humo negro, señalando el fin del Terrier con el que estaba
tratando Dez. Se giró, sus ojos como piscinas azules eléctricas. Tierra suelta y rocas
volaron por los aires cuando se empujó de la tierra, atrapando al último Terrier por
atrás. Un rápido giro de sus brazos, y rompió el cuello de la criatura. Arrojó la
sustancia negra viscosa de sus manos mientras me inmovilizaba con una mirada
oscura.

Uh-oh.

Antes de que la última bocanada de humo negro con olor a podrido se evaporara, Dez
estaba delante de mí, sus grandes manos deslizándose bajo el dobladillo de mi
camiseta rota.

—¿Estás bien? —demandó. Sus cálidas palmas se aplanaron en mi abdomen,


sorprendiéndome—. Jasmine.

Con el corazón desbocado, agarré sus brazos.

—Estoy bien. No me ha cortado, pero tú…

—¡Te dije que te quedaras en el auto! —Retiró sus manos, pero luego agarró mis
hombros. Las pupilas de sus ojos se extendieron—. ¿En qué estabas pensando?

—Estabas superado en número. —Me deshice de su agarre y cambié a mi piel humana.


El residuo de la adrenalina era un sabor amargo en la parte trasera de mi boca—. No
podía mirar y no hacer nada, pero tu pierna…

Mis palabras terminaron en un chillido cuando me tomó en brazos, sosteniéndome


contra su caliente y desnudo pecho. Su mano se cerró en la masa de mi enmarañado
pelo mientras sus alas se curvaron hacia arriba, cerrándome en él. Me puse rígida al
sentirlo, tan cálido y vivo. Cuando me sostuvo anoche, el abrazó dispersó mis sentidos,
pero no fue nada comparado con esto.

Dez tembló.

—Cuando te he visto salir del auto, mi jodido corazón se ha parado.

Músculo a músculo, me relajé en su abrazo, permitiendo que mi mejilla descansara


contra su pecho. Podía sentir su corazón latiendo.
—No podía simplemente sentarme y mirar otra vez.

—¿Otra vez? —Y luego sus poderosos brazos se estrecharon a mí alrededor—. ¿Tu


madre? Esto era diferente —dijo, silenciosamente, hundiendo su barbilla—. Podría
haber tomado cinco Terriers más, Jas.

Cerrando mis ojos, no respondí a eso.

Sus labios rozaron la parte superior de mi cabeza.

—No había nada que pudieras haber hecho para ayudar a tu madre. Lo sabes,
¿verdad?

—Sí —dije, mi voz apagada. No se esperaba que las hembras se defendieran a sí


mismas, mucho menos luchar, una ideología con la que Danika y yo estábamos
totalmente en desacuerdo. Si nuestra madre hubiera sido entrenada, tal vez hubiera
podido escapar del ataque viva.

Me sostuvo por un segundo más y luego me dejó ir, dando un paso atrás. Cuando abrí
los ojos, él estaba en su piel humana. Había visto a muchos de los machos corriendo
alrededor sin camiseta, pero por alguna razón, ver a Dez en ese estado me hizo sentir
como si nunca antes hubiera visto el abdomen de un macho.

Su pecho estaba cortado y su vientre firmemente cincelado. Era ancho, sí, pero sus
músculos no eran voluminosos. Sus pantalones vaqueros colgaban peligrosamente
bajos, revelando esas curiosas hendiduras a cada lado de sus caderas. Había pequeños
rasguños en la piel de su vientre y pecho; viejas heridas que imaginé que debían haber
sido serias para dejar una cicatriz. De alguna manera, esas manchas no desalentaban
su belleza masculina, sino que la mejoraban.

Estaba mirando.

Forzando a levantar la vista, vi que estaba él sonriendo ligeramente. Mis mejillas se


sonrojaron.

—No puedes estar muy enfadado conmigo por salir del coche.

Él arqueó una ceja.

—Puedo estar tan enfadado como quiera por ello.


Negué con la cabeza mientras luchaba por mantener mis ojos en su rostro. Ahora,
sabía cómo se sentían la mayoría de los hombres. Era mucho trabajo.

—Prometiste cazar un demonio conmigo. No puedo quedarme en un auto mientras


hacemos eso.

Los tendones se estiraron y los músculos sobresalieron cuando cruzó los brazos. Buen
Dios…

—Bueno, técnicamente esto contaría como cazar un demonio, así que…

—No, no cuenta. No hemos cazado nada. Solo han salido de la nada. —Miré por
encima de mi hombro, a donde habían aparecido—. ¿Por qué tantos?
Su mirada se volvió helada cuando le miré.

—Están a la caza de la mansión. Saben que hay un clan de Guardianes cerca y están
intentando encontrarlo.

Jadeé, horrorizada por la idea de estas cosas descendiendo a una casa llena de niños.

—¿Es… es eso común?

Él asintió.

—Más común de lo que crees. Simplemente no suelen salir de día. Se están volviendo
más audaces. —Su labio se curvó en disgusto—. Debemos volver. Tengo que reportar
esto a Garrick inmediatamente.

¿Cómo es que nunca había sabido sobre esto? ¿Los demonios se acercaban tanto a
nuestra casa con regularidad? ¿Cuánto no sabía? Aturdida, me dirigí de vuelta al auto.
Dez condujo esta vez. Yo estaba bien con eso.
CAPÍTULO 6

Traducido por ElyCasdel

D
ez ha ido directo a mi padre cuando llegamos a casa, y yo he ido en la
dirección opuesta. Tanto como quisiera escuchar lo que mi padre tiene que
decir sobre los Terriers saliendo a la luz del día, no quería estar presente si
Dez decidía decirle que había salido del auto.

Si Dez le decía eso, había una buena posibilidad de que mi padre le pusiera un alto a
mis condiciones.

Paseé toda la longitud de mi habitación, incapaz de sentarme por más de un minuto,


parecía. Había sido de esta forma desde la cena. No había visto a mi padre o Dez ahí.

Tumbada en mi cama, Danika estaba… ¿Qué estaba haciendo exactamente? Su espalda


contra el colchón, sus brazos planos a sus lados, juntaba los muslos presionándolos y
levantaba las piernas rectas en el aire, permaneciendo como a veinte centímetros del
colchón. Después de unos segundos, movió las piernas arriba como treinta
centímetros. Luego repitió todo el proceso.

—Dios, necesitamos pasatiempos.

Dejando caer las piernas, se sentó. Dos gruesas trenzas rebotaron en sus hombros.

—Al menos estoy siendo productiva. Tú solo caminas para acá y para allá.

Le enseñé la lengua y comencé a pasear de nuevo.

Una sonrisa brillante se hizo camino por su rostro.

—Entonces ¿Qué condición vas a abordar ahora?


Le había dicho a Danika en todo, lo que pasó hoy y mis condiciones, con la excepción
de bañarme desnuda, porque no estaba segura de haberlo dicho en serio.

—Si Dez le dice a papá sobre mí estando con él, no habrá ninguna condición.

—Es lo suficientemente astuto para quedarse callado. —Enrolló la punta de una


trenza—. Y padre va a dejarte ir con él. Siempre ha querido que tú y Dez se emparejen.
Estoy tan celosa. Estarás viajando mientras yo me estanco aquí, queriendo sacarme
los ojos.

—No lo sé —susurré. Reflexionándolo, no podía imaginar a mi padre estando bien


conmigo viajando todo el trayecto a WASHINGTON sin un pequeño ejército.

Danika revolvió en su bolsa, suspirando—. Vas a llegar a ver a Zayne. Te odio.

—Tienes un enamoramiento con él.

—Sí —admitió sin pena—. Espero que nos visite de nuevo con su padre. Eso haría mi
año.

Sonreí—. No hace falta mucho para hacer tu año.

Esnifó—. Cierto.

Zayne tenía diecisiete, la edad de Danika, y era extraordinariamente atractivo, aún


para un Warden. Danika no había hecho intento de ocultar su atracción cuando se
trataba del rubio Guardián, siguiéndolo alrededor como yo había hecho con Dez por
muchos años, y Zayne siempre había sido amable con Danika. Si ella lo molestaba,
nunca lo demostró. Su padre era la cabeza del clan WASHINGTON, y se rumoraba que
en su casa, había un niño que era tanto Guardián como Demonio. No lo creía. Ningún
clan mantendría tal… atrocidad entre ellos.

—Entonces, ¿lo besaste? —preguntó Danika, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Qué? —Mis mejillas quemaron—. No.

Danika rió—. Entonces tu condición no se ha terminado.

Abrí la boca y luego la cerré. Dez no había cumplido su final de la condición con lo de
manejar, pero pelear los Terriers no había contado. No habíamos estado cazando
demonios cuando nos habían encontrado.
—Lucías como que de verdad disfrutaste cuando él te beso anoche —apuntó—.
Brillante idea, por cierto, usar tus siete días como una oportunidad para salir de la
casa, pero no vas a decirle que no al final.

Mis ojos se entrecerraron en ella—. No le estoy diciendo que sí.

—Lo que sea. —Rodó los ojos—. Estás molesta. Lo entiendo totalmente, y tienes todas
las razones para estarlo, pero no has visto a ningún chico desde que te dejó y
definitivamente has estado mirando a Dez.

—¿Quién no miraría a Dez?

Sonrió y después sus ojos se movieron a mi puerta ante el sonido de una garganta
aclarándose. Oh, no. Arrugué la nariz y Danika rió.

Dez, articulé.

Ella se deslizó fuera de la cama, y eso era respuesta suficiente. Mientras ella salía de la
habitación, me giré. Dez se quedó en la entrada, brazos cruzados sobre su pecho,
luciendo demasiado complacido consigo mismo.

Danika le dio un «hola» rápido con la mano mientras salía de mi habitación. Él asintió
y luego entró, cerrando la puerta detrás de él. Estaba en mi habitación. Otra vez. Había
estado ahí muchas veces, pero eso era antes, y todo era diferente ahora.

—Entonces… —Alargó la palabra, barbilla hacia abajo mientras se detenía cerca del
escritorio que estaba lleno de libros, revistas y mapas—. ¿Quién no me miraría?

Mis labios se apretaron—. ¿Hay alguna razón por la cual estés aquí?

—Sí.

Esperé.

Y luego esperé otro poco—. En cualquier momento.

La mirada de Dez se movió de la cima de mi cabeza a las uñas de mis pies color neón.

—Me gusta lo que estás usando.


Frunciendo el ceño, miré abajo hacia mí misma. Tenía una camisola cubierta por un
chaleco y un par de espantosos pantaloncillos para dormir que Danika me había dado
para mi cumpleaños. Estaban cubiertos de ositos Teddy. No era la mejor opción de
moda.

—Me ponen de humor para acurrucarse —murmuró perezosamente.

—Y eso me quita totalmente ese humor —respondí agriamente.

—Mientes. —Dio una rápida sonrisa mientras se acercó, agarrando la orilla del mi
chaleco—. Es lindo.

Sintiéndome como que perdí la habilidad de comunicarme, di un paso atrás. Se


mantuvo así por un segundo y luego lo dejó ir. Me abracé, imaginando que él no iba a
irse pronto, y no estaba segura de querer que lo hiciera. Me senté en la silla del
escritorio.

—¿Vas a cazar con el clan hoy?

Asintió—. Me voy como en una hora.

Bajé la mirada—. ¿Vas a la ciudad?

—Sí. ¿Estás preocupada por mí?

—Es una pregunta estúpida. Claro que estoy preocupada. —Las ciudades eran
específicamente peligrosas. Entre más pobladas eran, más demonios las tenían como
objetivo—. ¿Entonces no deberías estar descansando? Has pasado todo el día
conmigo.

—Quiero pasar este tiempo contigo antes de irme. ¿Está bien?

Levanté la mirada bruscamente.

—Sí —dije rápidamente, tan vez muy rápidamente, pero no quería regresarlo. Tomé
una profunda respiración—. Quédate.

—Gracias. —Caminó a donde estaba sentada y cuando pasó sus dedos por el contorno
de mi asiento. Un destello malévolo llenó sus ojos—. Agárrate.
Sin tener idea de lo que iba a hacer, agarré sus brazos. Encontrando mis ojos, rió y
comenzó a jalar la silla y a mí por el suelo. Era tonto, pero una sonrisa se extendió en
mis labios.

Dez se sentó en la orilla de mi cama y luego me colocó en la brecha entre sus piernas.
Mis rodillas presionaron la parte interior de sus muslos.

—Ah, mucho mejor.

—Ya sabes, pude solo haberme sentado a tu lado.

—Eso no hubiera sido tan divertido. —Agarró mis rodillas con sus manos.

Mi mirada cayó a donde sus dedos descansaban cerca de mis piernas desnudas.

—¿Cómo… cómo está tu pierna?

—Ya sanó. Te dije que no era nada de lo qué preocuparse. —Se detuvo—. Hablé con tu
padre.

Me encogí—. ¿Le dijiste que estaba contigo?

—No. Debí haberlo hecho, pero no. —Dez se inclinó lentamente—. Le dije sobre tus
condiciones.

Mis ojos se abrieron—. ¿Incluso el baño desnuda?

Dez rió audiblemente—. Mantuve ese pequeño detalle para mí, pero le dije que había
algo que necesitábamos hacer, que te lo debía.

Debérmelo. ¿Qué podía decir ante eso? Pasé mi cola de caballo sobre mi hombro,
enroscando las puntas—. ¿Qué dijo?

—No estaba muy emocionado y enlistó, a detalle, todas las razones por las que viajar a
WASHINGTON no era muy seguro, pero al final accedió.

—¿En serio?

Un lado de sus labios se curvó hacia arriba—. Solo después de prometerme rasgar
extremidad por extremidad si algo te pasa.
Sonreí extensamente.

Frunció el ceño—. Espero que estés sonriendo porque tu padre accedió y no por la
parte de desgarrarme.

—Definitivamente porque accedió. —Reí, soltando mi cabello y golpeándolo a él en el


brazo—. Y tal vez un poco por él desgarrándote.

Atrapó mi mano—. Eso no es muy lindo.

Le di una sonrisa descarada—. ¿Lo siento?

—Y no creo que eso sea una disculpa genuina. —Inclinó su cabeza hacia un lado
tontamente y mantuvo mi brazo entre nosotros—. Tu padre es muy aterrador. Puse
mis brazos y piernas y bolas en…

—Oh, por Dios. —Reí—. Información innecesaria Dez.

—Mira, solo necesitas saber lo que es una estaca. —Tiró de mi brazo, jalándome
cerca—. Tengo el presentimiento de que voy a necesitar mí…

Lancé hacia él mi otra mano, pero también la atrapó.

—Definitivamente no vas a necesitarlas pronto.

—Discrepo fuertemente. —Una mirada burlona brilló en sus ojos un segundo antes de
que me sacara de la silla y me llevara a su regazo. Envolvió sus brazos alrededor de mi
cintura mientras yo comenzaba a querer alejarme.

—Jas —dijo con su voz cayendo—. Deberías dejar de retorcerte. —Luego hizo una
pausa—. O no. Estoy como bien con eso, honestamente.

Me congelé, las manos plantadas en sus hombros. Calor creció en mis mejillas.

—Eres terrible.

—Soy muchas cosas justo ahora. —Bajó su cabeza a la mía e inhaló profundamente—.
Apuesto a que puedes darte cuenta de una o dos de esas cosas.

Mi boca se secó, y no me atreví a moverme. Una cosa mala era lo que quería, y el
saberlo hizo que mi piel se estirara demasiado.
—¿Cómo puedes haberte ido por tanto tiempo y actuar como si no lo hubieras hecho?
¿Como si todo fuera como siempre había sido entre nosotros?

—¿Cómo no podría? —dijo, y luego negó con la cabeza un poco—. Esa respuesta
probablemente no tiene sentido para ti.

—No lo tiene.

Sonrió ligeramente mientras corría una mano arriba en mi brazo y luego de nuevo
abajo.

—Cuando tu padre anunció que quería que nos emparejáramos, yo estaba feliz, Jas.

¿Tan feliz que de pronto desapareció por tres años? Mantuve los labios sellados,
callada.

Su mano se deslizó de nuevo hacia arriba, pero esta vez guió mi cabeza a su hombro y
habló—: Eras demasiado joven entonces, pero yo… bueno, sabía que querías esto y yo
también.

—Tienes una forma extraña de demostrarlo —murmuré., pero contrario a mis


palabras, me relajé en su abrazo.

—Lo sé. Lo jodí cuando me fui. —Su otra mano se estableció en la mía. Lentamente,
levantó mi mano y enredó sus dedos entre los míos, apretando amablemente—. Debí
haberte dicho algo y no lo hice. No puedo cambiar eso.

Quería preguntarle por qué no lo había hecho, pero Dez siempre había sido evasivo,
aún cuando era más joven, así que tomé una ruta diferente.

—¿A dónde fuiste?

Dez se movió, sentándome en su regazo así mis piernas colgaban de las suyas.

—Muchos lugares.

—¿Cómo?

Su pecho rozó contra mi brazo—. Fui al sur, a Florida y luego a Texas, arriba al medio
oeste y finalmente a California.
El significado de la última locación no se me pasó por alto—. ¿Fuiste a casa?

Dudó y luego dijo—: Sí.

Una punzada aguda me golpeó en el pecho—. ¿Fuiste a la casa?

—Sigue ahí, pero debe ser… derribada —dijo, y levantó la mirada. Su mirada estaba
fijada en la oscuridad afuera de la ventana de mi habitación—. El lugar es solo una
cáscara quemada. Ni siquiera pude ir al segundo piso.

Mi padre me había dicho qué le había pasado al clan de Dez. Los demonios habían
encendido su casa después del ataque, dando a Dez por muerto. Fue un milagro que
saliera con vida. Nunca debió regresar ahí solo.

—Las ciudades fuera de West abundan de demonios, así que cacé.

Continuó, diciéndome sobre las ciudades en las que había estado, pero nunca, ni una
sola vez me dijo por qué se fue. No estaba segura si alguna vez estaría dispuesto a
compartir esa información. Y mientras sabía que un día podría perdonarlo por irse,
también sabía que nunca lo olvidaría y no tenía la certeza de que tampoco era algo que
de verdad podríamos superar. Por esa razón, no podía aceptar esta reclamación. Si lo
hacía, nuestra relación se convertiría en una cosa triste y amarga.

Pero no podía negar la incuestionabilidad de estar en sus brazos. No era


suficientemente tonta para creer en almas gemelas o alguna de esas cosas infantiles
sin sentido a las que alguna vez me aferré, pero siempre había habido algo tangible
entre Dez y yo, y aún después de su ausencia, seguía ahí, más fuerte que antes.

—Podría sostenerte por una vida entera —dijo, tan bajo, tan rápido que no estaba
segura de haberlo oído bien—. Pero tengo que irme. —Suspiró. Deslizando su mano
abajo en mi brazo—. Hay una última cosa, sin embargo.

Levantando mi cabeza, encontró mi mirada—. ¿Qué?

Sus pestañas bajaron, escondiendo la repentina vibración de sus ojos azules.

—No hemos completado tu condición.

Me tensé—. Estás hablando de tu condición.


—Así es. —Su mano se movió de mi brazo a su mejilla, y mi corazón dio un salto,
delatando cuán mal me preocupaba por su condición—. Solo un beso.

—¿Solo un beso?

Asintió, sonriendo levemente.

Un temor me recorrió cuando inclinó su cabeza y sus labios rozaron mi sien, luego
siguió la curva de mi pómulo—. Eso no es un beso —susurré.

—Sí lo es.

Aún con mi limitada experiencia lo sabía mejor—. No, no lo es.

—Es el principio de un beso —explicó, extendiendo su mano en mi nuca.

—¿El principio? —Cerré mis ojos apretándolos mientras mi anticipación subió a pesar
de la resolución al final de esos siete días con rotundo no.

Sus labios se presionaron bajo mi mandíbula, en una pequeña, caliente marca. Se


movió a la esquina de mis labios y luego a la otra. El aire se cortó en mi garganta
mientras inclinaba su boca contra la mía, besándome suavemente. Era un dulce y
tierno beso, un poco más que un roce de sus labios. Aún así, el contacto envió una ola
de fuego por mis venas, y luego el beso se profundizó, como lo hizo cuando él regresó.
La presión de su boca incrementó, y vaciló con su lengua alrededor de mis labios,
causándome jadear. Fue rápido en tomar ventaja de la apertura, besándome en una
forma en la que solo había soñado. Su lengua se deslizó sobre la mí, pacientemente y
engatusándome; una lenta seducción que demandaba respuesta. Un leve sonido se
elevó en mi garganta y el beso lo atrapó, pero de alguna manera él lo sintió.

La mano de Dez se movió de mi cuello a mi cintura, jalándome hasta que estaba


completamente contra su pecho. Quería estar más cerca, pero la posición me lo hacía
imposible. El beso duró hasta que él retrocedió, mordiendo mi labio inferior.

Me balanceé cuando se alejó —me balanceé como un maldito venado en una


ventisca— y probablemente me hubiera derribado fuera de su regazo si no hubiera
apretado sus brazos a mi alrededor.

El orgullo masculino en su cara era tan evidente cuando abrí los ojos que quería lanzar
algo pesado y golpearlo en la cabeza con eso.
—Ni siquiera lo digas —advertí, sonrojándome.

—¿Qué? —una exasperante media sonrisa apareció en sus labios—. No iba a decir una
maldita cosa.
CAPÍTULO 7
Traducido por Jo

E
l recuerdo de su beso permaneció en mis labios mucho después de que se
hubiera ido y bien entrado el día siguiente. No tenía idea de que un beso
pudiera tener ese tipo de poder, y tal vez no era común, pero con Dez
permaneció al borde de cada pensamiento, distrayéndome por completo.

Pasé la mayor parte de la mañana pretendiendo aprender el fino arte de curar con
apestosas hierbas antes de rendirme. Ya que mi educación en casa había terminado,
Claudia ahora estaba tratando de impartir lo que ella creía era una educación más
importante. Las otras chicas de mi edad estaban yendo a la universidad. Yo estaba
aprendiendo la diferencia entre hamamelis y tomillo de limón.

Vagabundeando sin rumbo, me encontré fuera de la habitación en la que estaba


quedando Dez, a misma pieza del tercer piso en la que había estado antes de que se
fuera. Él todavía estaba descansando, y sabía que no debería entrar, pero una
inquietud familiar me había invadido y cuando esto ocurría, era propensa a hacer
cosas inapropiadas y hasta estúpidas.

Limpiando mis palmas contra mis jeans, probé su puerta. Estaba sin seguro. Respiré
profundo y la empujé para abrirla. Cortinas pesadas sobre las ventanas hundían su
habitación en la oscuridad, pero mis ojos se adaptaron rápidamente. Mi mirada cayó a
la cama primero, pero estaba vacía. Lo sospechaba.

Podíamos descansar de dos maneras—en nuestras formas humanas o sepultados. La


mayoría de nosotros dormíamos como todos los demás en el mundo, en una agradable
y cómoda cama, pero aquellos que cazaban necesitaban el profundo sueño reparador
que solo venía de tomar la forma que había inspirado a cientos y miles de estatuas.

Me giré y lo vi en la esquina de la habitación.


Silenciosamente, me acerqué a él, envuelto de una manera que causó que mi piel
cosquilleara. Sus alas estaban metidas a sus lados, sus puntas casi rozando el suelo.

Las cuernos en los elegantes arcos eran largos y gruesos, con los bordes mortalmente
afilados. Su cabeza estaba agachada y sus brazos doblados hacia adentro, sus manos
cerradas sobre su pelvis.

En la oscuridad, el gris pizarra de su piel era ligero, pero en la luz, sabía que tendría un
suave brillo. Su figura no se movía, ni siquiera su pecho estimulado debajo de la
piedra. No me gustaba dormir así, y sin tener una razón real para hacerlo, no era algo
en lo que me comprometía seguido. El sueño… era demasiado cercano a estar muerto.

Honestamente no sabía por qué hice lo que hice a continuación. Mordiendo mi labio,
me estiré y toqué su brazo. El cascarón era suave y cálido, completamente firme. Moví
mi mano por su brazo, siguiendo la dura hinchazón de músculos. Mi mano vagó con
voluntad propia deteniéndose en su pecho.

Bajo mi palma, su corazón latió—pum, pum-pum, pum.

Levantando mi mano, pasé mis dedos por la curva de su mandíbula, tocándolo de una
manera que no me había atrevido cuando estaba despierto. Como que me sentí una
acosadora, pero estaba demasiado embelesada al sentirlo para detenerme. Mis dedos
pasaron por su labio inferior mientras levantaba la mirada.

Dos ojos del color de zafiros pulidos me devolvieron la mirada directamente.

Oh. Dios. Mío.

Su boca se abrió y mordió la yema de mi dedo con solo la presión suficiente para
hacerme jadear. Estaba congelada y entonces sentí su lengua rodear la punta de mi
dedo.

Me alejé de un salto por la repentina inundación de calor en mis venas, curvando mi


mano contra mi pecho.

—Yo estaba… —Realmente no tenía excusa por lo que estaba haciendo.

La risa ahogada de Dez fue profunda y ronca, y me estremecí, alejándome otro paso. Él
se enderezó y levantó sus brazos, las alas desplegándose mientras su espalda se
doblaba. Piedra y huesos se resquebrajaron. La capa exterior destelló de rojo y luego
se volvió a desvanecer en su piel mientras volvía a su forma humana. Desnuda piel
dorada se extendía tersamente mientras bajaba sus brazos. Mi mirada se movió hacia
abajo. Él estaba desnudo y estaba…

—¡Oh, Dios mío! —Me giré, apretando mis ojos cerrados. Todo mi rostro ardía. ¿Cómo
no había notado eso?

La risa de Dez provocó que mi cuerpo quemara con fuerza.

—Oh, vamos, no es como si no me hubieras visto desnudo antes.

—¡Cuando tenías, como, diez, y fue un accidente! —Apreté mis manos sobre mis
mejillas—. Y no eras tan…

—¿Tan qué? —Su cálido aliento acarició mi nuca.

—¡Nada! —Vaya, nunca sería capaz de sacar la imagen de mi cabeza. No estaba segura
de que quisiera, pero aun así…

—Puedes darte la vuelta ahora. —La risa bailaba en su voz—. Tengo ropa puesta.

Pude haber estado un poco decepcionada mientras lo miraba de reojo. Se había puesto
un par de pantalones de ejercicio, pero aun así colgaban tan bajo que me pregunté
cuánto tiempo permanecerían alrededor de sus caderas. Separó las cortinas de la
habitación y la luz entró apresurada, esparciéndose sobre el suelo.

—Lo siento —dije—. No pretendía despertarte.

—¿Ha ocurrido algo? —preguntó, caminando de vuelta hacia mí. Bostezó cuando
sacudí mi cabeza—. ¿Así que solo querías verme?

No dije nada.

Él sonrió ampliamente.

—¿Y toquetearme?

Me encogí.

—Nunca vas a dejarme superar esto, ¿no?


—Nunca. —Se estiró y tiró la punta de mi cola de caballo—. No te preocupes. Lo
disfruté.

—Qué bueno saberlo —murmuré.

—Déjame bañarme y haremos la cosa del centro comercial hoy. ¿Bien?

Junté mis manos para evitar aplaudir.

—Intenta no sonar tan emocionado por ello.

Él rio.

—Es un centro comercial. Tal vez si fuéramos a hacer lo de bañarnos desnudos hoy,
estaría más emocionado. Corrección, estaría mucho más emocionado.

Quería patearme por insinuar esa condición.

—Tú sabes, probablemente podría pensar en algo más importante que hacer, como…

—Oh, no, sin retractarse. —Guiñó—. No puedes hacer cambios ahora. Ya hemos
empezado, y conozco el lugar perfecto para bañarse desnudo. Y honestamente, estoy
contando cada segundo hasta entonces.

Mis mejillas se sonrojaron.

—Te odio.

—No, no lo haces.

—Ve a bañarte.

—Lo haré.

—Entonces ve.

—Estoy tratando de hacerlo, pero sigues hablándome y viéndote tan malditamente


adorable.

—Dejaré de hablar o verme linda —dije, luchando con una sonrisa—. Ve.

Él sonrió ampliamente.
—Dije adorable.

—¡Ve!

—Iré. Lo prometo. Justo ahora.

Mientras pasaba junto a mí, se abalanzó como una maldita ave de presa. Dez me besó
antes de que me diera cuenta de qué estaba a punto de hacer. Sus labios estaban en los
míos, cálidos y firmes. El beso fue breve, nada como el de la noche pasada, y entonces
se estaba yendo, entrando a su baño, y yo estaba de pie allí, sintiendo el toque de sus
labios durante interminables minutos.

Mi mente estaba en miles de lugares mientras empacaba una pequeña maleta para
nuestro viaje, en parte atrapada en mi condición de centro comercial, la cual habíamos
cumplido ayer. Dez y yo habíamos… lo habíamos pasado muy bien. No habíamos
hablado acerca del pasado y nuestras conversaciones no habían sido serias mientras
lo forzaba de tienda a tienda. Demostró una extraordinaria cantidad de paciencia
mientras yo me probaba las ropas y clasificaba cien velas con olor, eligiendo la
perfecta para Danika.

Había sido difícil no mirarlo y sonrojarme después de todo lo que había visto en su
habitación y había sido igual de difícil no notar cuánto lo miraban las chicas humanas.
Giraba las cabezas de jóvenes y viejas en cada tienda a la que íbamos.

Y había sido malditamente cerca a lo imposible no querer golpear a las chicas en la


feria de comidas y quitarle los brazos.

Terminamos nuestro paseo en un pequeño local de helados en la ciudad, y mientras


caminábamos hacia el auto, Dez había cumplido su condición. Cuando me besó, sabía a
chocolate y hombre, un sabor embriagador que nublaba la mente.

También se había quedado conmigo hasta que se fue a cazar con el resto del clan,
hablando acerca de nada importante mientras pretendíamos ver una película. Nadie
nos molestó aún a pesar de que había estado en su habitación.

Me había quedado dormida antes de que fuera tiempo de que él se fuera y desperté
antes de que regresara, volviendo a mi habitación antes de haber hecho algo estúpido,
como esperarlo en su cama. Había sido difícil irse. Su olor había estado en todas
partes.

Y ahora estaba preparándome para dejar mi casa por primera vez. Nunca había estado
en otro lugar, y ya había empacado y desempacado tres veces. ¿Por qué creí que
necesitaba dos opciones de atuendo para cada día?

Mientras habíamos estado en el centro comercial el día anterior, Dez había anunciado
que nos iríamos la tarde siguiente y viajaríamos en auto. La emoción vibraba en mis
venas con la expectativa de todo lo que llegaría a ver. Danika se sentaba en mi maleta
mientras la cerraba y luego saltó.

—Espero recuerdos. Algo cursi. Como una camiseta auténtica de I Love New York City.

—Bien. —Sonreí mientras sacaba mi maleta de la cama. Sonó en el suelo cuando la


bajé.

—¿Qué hay de WASHINGTON?

—¿Una fotografía de Zayne desnudo? —preguntó.

Me reí, sacudiendo mi cabeza.

—¿Y cómo esperas que haga eso?

Se encogió de hombros.

—Tiene que tomar una ducha en algún momento, ¿cierto?

—Estoy seguro de que lo hace, pero tengo un pequeño problema con Jasmine
tomando una fotografía de un tipo desnudo.

Ambas nos giramos con el sonido de la voz de Dez. Estaba de pie en la entrada, su
cabello mojado y una sonrisaen su rostro. Me sonrojé, pero Danika lo miró
impenitente.

—Pero lo hará por mí —razonó—. No es como si ella fuera a estar mirando sus bienes.

En todo lo que podía pensar eran los bienes de Dez.

Las cejas de Dez se levantaron.


—Los genitales de un chico no necesitan estar expuestos para que ella le tome fotos.

—¿Qué hay de tus genitales? —desafió ella.

—Esperen. ¿Qué? —Me metí con retraso en la conversación—. ¿Podemos no hablar de


genitales de chicos?

Él sonrió mientras su mirada se encontraba con la mía, y supe que estaba pensando lo
mismo que yo. Me giré antes de que mis mejillas quemaran mi rostro, y mi hermana
me dio un puntapié.

Me abrazó tan fuerte que solté un grito.

—Voy a extrañarte —gritó, con la cabeza enterrada en mi hombro—. Pero diviértete.


¿Bien? Y sé cuidadosa. ¿Prometido?

—Prometido. —Pestañeé alejando las lágrimas repentinas. Desde que Danika nació,
no nos había separado más que algunas horas.

Danika se alejó un paso, su sonrisa insegura. Agachó su barbilla mientras Dez entraba
a la habitación y recogía mi maleta. Juntas, lo seguimos al nivel del suelo. Arreando a
dos niños pequeños a la cocina, Claudia levantó la mirada con una sonrisa cansada
mientras nos pasaba. Uno de los niños estaba en su piel verdadera; el otro solo había
transformado un ala. Me detuve, observándolos mientras el pequeño saltaba, tomaba
aire con su única ala y luego aterrizaba un segundo después, riendo en chillidos altos.

—Los niños son aterradores —murmuró Danika.

—No lo sé. —Sonreí—. Son algo lindos.

Nuestro padre esperaba dentro del vestíbulo. Mientras Dez desaparecía afuera con mi
maleta, caminé hacia él. Sonrió, y noté cuán profundamente la piel se arrugaba
alrededor de sus ojos. Se veía cansado pero feliz.

Puso sus manos en mis hombros, soltando un largo suspiro.

—Dime que estoy tomando la decisión correcta al dejarte viajar con solo él.

—Lo haces. —Un nudo se movió dentro de mi garganta. Tenía ganas de salir de esta
casa, pero había una parte de mí que no estaba preparada al dejar a mi familia, aunque
fuera por poco tiempo—. Estaré bien.
—Sé que lo estarás. —Suspiró de nuevo—. Confío en Dez. Es un buen Guardián y sé
que no dejará que algo te ocurra. Se preocupa por ti profundamente, siempre lo ha
hecho.

Miré las puertas de acero abiertas, observando a Dez cerrar la puerta trasera en la
SUV.

—Respóndeme una pregunta, cariño.

Mi mirada volvió a la de mi papá.

—¿Sí?

—¿Todavía tienes sentimientos por él? —preguntó.

Empecé a responder pero me detuve. Todo acerca de Dez era complicado, y como me
sentía por él lo era aún más. Había una fea y desordenada pelota de dolor que había
permanecido luego de que se fuera, pero solo pensar en él hacía que mi corazón
saltara y mi estómago diera una vuelta.

—Los tengo, pero…

—¿Pero se fue?

No respondí, pero él sabía. Papá había estado allí durante lo peor; los días y semanas
que siguieron la inesperada partida de Dez. ¿Cuántas veces le había preguntado por
qué a papá? Nunca había habido una respuesta.

Mi padre me atrajo hacia un abrazo rápido que se sintió bien, como un cable a tierra.
Lo extrañaría a él, a mi hermana y mi clan, pero mientras se alejaba, sabía que iba a
obtener una oportunidad de una vez en la vida.

Sonrió mientras palmeaba mi mejilla.

—Se buena con él.

Al principio pensé que era una cosa extraña que decir, pero entonces la sospecha se
levantó.

—¿Sabes por qué se fue?


Mi papá asintió.

—Lo sé, Jasmine, pero no es mi historia para contar. Nunca lo ha sido.


CAPÍTULO 8
Traducido por MaryJane♥

E
l par de horas en auto por la autopista interestatal 87 fue maravillosamente sin
complicaciones y también muy hermoso. Las colinas eran de un exuberante
verde, los árboles gruesos y señoriales, pero el desierto casi prístino dio paso
gradualmente a grandes edificios que a los árboles altos a medida que nos
acercábamos a la ciudad. Mi cara estaba prácticamente plantada contra la ventana del
lado todo el tiempo mientras absorbía todo lo que veía.

—¿No has estado tan al sur? —preguntó Dez, y le eché un vistazo. Con una mano en el
volante y la otra en el muslo.

Negué con la cabeza.

Él sonrió mientras me daba una mirada de soslayo.

—Solías escaparte cuando estaba alrededor. Estoy seguro de que no dejaste de


hacerlo.

—Me escapé una vez... o dos después. —Ante su mirada irónica, sonreí—. Pero nunca
hui al sur. Siempre fui hacia el norte. No quería....

—¿Qué te atraparan? —Se rio de mi expresión inocente—. Eso es


inteligente. Probablemente te habrían visto si venías del sur.

Conducir a la ciudad tomaba un poco más de tres horas, pero tomaba menos de treinta
minutos para uno de nosotros volando. Si me hubiera atrevido a aventurarme al sur
por curiosidad, me hubieran pillado, debido a todos los Guardianes que cubrían la
ciudad, y no me habría sorprendido si mi padre me encerraba.
No pasó mucho tiempo antes de la última de las altas colinas desapareciera y la ciudad
de New York se hiciera visible en la distancia. Me incliné hacia delante, agarrando el
salpicadero—. Wow.

—Es algo, ¿no?

Asentí mientras mis ojos se abrían como platos. La ciudad creaba su propio horizonte,
una elegante franja de edificios contra el telón de fondo de cielo azul, algunos lo
suficientemente altos que parecían tener su propia escalera al cielo. Casi podía
imaginar cómo lucía en la noche, todo iluminado, deslumbrante y sobrecogedor.

Mi corazón latía en mi pecho ante la vertiginosa realización de que pudiera llegar a


verlo con mis propios ojos.

El tráfico se redujo a medida que cruzamos uno de los largos, anchos puentes, y sólo
entonces siento la mirada de Dez en mí.

Lo miré—. ¿Qué?

Él no dijo nada mientras tomaba mi mano y la llevaba a su boca. Contra la palma de mi


mano, plantó un beso, y mi corazón dio otro salto, esta vez una voltereta. Comencé a
preguntar por qué había hecho eso, pero me di cuenta de que la pregunta era de esas
que arruinan el momento y era un momento muy agradable.

En su lugar, sonreí.

Tomó una absurda cantidad de tiempo llegar a la ciudad, hasta el punto donde los
edificios eran tan altos y tan llenos de gente que bloqueaban la mayor parte del sol y
las calles estaban en sombras.

Dez estacionó la camioneta en un garaje grande y lo seguí a la parte de atrás, mis ojos
precipitándose sobre la línea interminable de autos situados en sus plazas de
estacionamiento.

Demasiado rondaba por mi cabeza mientras seguía detrás de él, a la planta baja de
uno de los altos edificios que habíamos pasado. No había mucho que supiera de los
planes de Dez para este viaje. Sin importar lo molesta que me volviera exigiendo
detalles, él no me dijo nada, pero dado que llevaba nuestro equipaje al interior,
significaba que teníamos que alojarnos aquí. Apenas pude contener el chillido ya que
me había preocupado de que tuviéramos que conducir por la
ciudad. Quería disfrutarlo.

Una joven mujer detrás del mostrador levantó la mirada cuando Dez y yo nos
acercamos. Parpadeó dos veces hacia Dez y luego pasó una mano por su pelo ya
peinado prolijamente. Su mirada se movió a mí una vez y luego se centró de nuevo en
Dez como si yo no existiera.

Crucé los brazos.

—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó ella, sonriendo como si Dez fuera su propio
sol personal.

Dez se apoyó en el mostrador, un lado de su boca se curvó hacia arriba. Rodé los ojos.

—Tenemos una reserva.

¿La teníamos? Mientras Dez se encargaba de nuestro ingreso, noté que mencionó sólo
una habitación, pero estaba demasiado fascinada por todo lo que me rodeaba para
hacer un problema de ello. Tan lamentable como sonaba, nunca había estado en un
hotel antes, y mucho menos uno tan de moda como este.

La iluminación era oscura y misteriosa. La música rock emanaba de parlantes


invisibles. Sofás negros y rojos se alineaban en las paredes, en el piso y a la altura de
las mesas. Una barra separaba la el salón de la sección de comedor. Todo el personal,
hombres y mujeres, vestían de negro y parecía como si acabaran de bajar de una
pasarela.

Miré hacia mis vaqueros y camiseta y levanté las cejas. Realmente no encajaba.

—¿Lista? —preguntó Dez.

Asintiendo, me giré y descubrí que la recepcionista lo observaba con nostalgia. ¿Quién


podría culparla? No fue hasta que nos detuvimos en el ascensor que se me ocurrió
preguntar—: ¿Dónde está nuestro equipaje?

—Lo llevarán a la habitación por nosotros. —Puso una mano en mi espalda baja,
guiándome en el ascensor de espejos. Una vez dentro, hizo un gesto con la tarjeta en el
aire mientras sonreía—. Tus ojos son tan grandes, que están a punto de estallar fuera
de tu cara.
Me sonrojé—. Lo siento. Probablemente parezco una idiota, pero he…

—No te ves como una idiota. —Levantó la mano, metiendo mi cabello detrás de mí
oreja.

El ascensor se movió sin problemas, sonando en las plantas.

—Sé que parezco como si nunca hubiera estado en ningún sitio.

—Es lindo. —Pasó el brazo por mis hombros, haciendo que cayera ensu costado—. Y
deja de preocuparte por ello. Esto es para ti. Diviértete.

Asegurándome de que no me veía como una perdedora, estaba a punto de reventar


para el momento en que el ascensor se detuvo en el vigésimo piso y las puertas se
abrieron. Pasamos a la derecha y seguimos el pasillo curvo hasta que Dez se detuvo en
frente de nuestra habitación.

Un nudo se formó en mi vientre. Nuestra habitación. Dudaba que Dez hubiera


conseguido una con dos camas.

Dez abrió la puerta después de que la manilla mostrara un pequeño punto


verde. Cómo de alta tecnología. El aire frío nos recibió cuando entramos. Él se movió a
un lado, dejando que investigara. En el pequeño pasillo, encontré un armario y una
puerta que conducía al cuarto de baño. Una ducha separada, lo suficientemente amplia
como para caber dos personas, estaba a un lado, y una gran bañera circular en el otro.

Juntando mis manos, me moví un poco más allá de un bar y de un escritorio y a la


parte principal de la habitación. Un gran televisor estaba fijado a la pared roja... y al
otro lado de ella había una cama lo suficientemente grande para cuatro personas. Mis
mejillas se calentaron mientras apartaba la mirada. Aparte de una pequeña silla
debajo de la televisión, no había otro lugar para que alguien pueda
dormir. Compartiríamos una cama esta noche. No iba a pensar en eso ahora.

Me apresuré hacia las cortinas, y abrí. Santa mierda. Inclinándome hacia adelante,
presioné mi frente contra el vidrio mientras bajaba la mirada la atestada calle debajo.

—¿Te gusta la habitación? —preguntó Dez.

—Sí —dije en voz baja, y luego más fuerte—. Sí, me gusta.


—Se supone que es uno de los hoteles más bonitos de la ciudad, o eso me han dicho.
—Su voz estaba más cerca.

—Pensé que podíamos quedarnos dos noches y luego irnos la mañana del jueves. Eso
te dará tiempo para realmente ver Manhattan y también nos da suficiente tiempo para
ir a WASHINGTON. Sólo tendrás un día allí antes de que los siete días terminen, pero
creo que podemos estar más tiempo, si eso es lo que quieres.

Mientras miraba por la ventana, mi garganta se esforzaba para tragar la emoción


repentina obstruyéndola. Sabía que la mayoría de los hombres no se habrían metido
en esta cantidad de problemas. Claro, habrían intentado cortejarme, pero ¿satisfacer
todas mis exigencias y no pelear conmigo en mi deseo de disfrutar de la más simple de
las libertades? No era probable. Pero Dez estaba haciendo todas esas cosas. Había algo
que decir acerca de eso, pero no estaba segura de que palabras hicieran justicia a los
sentimientos que me atravesaban. Tuve la sensación de que si intentaba decírselo lo
arruinaría de alguna manera.

—¿Jas? —La incertidumbre rodeaba su tono.

Dejando caer las cortinas, me di la vuelta y me lancé hacia él. Dez me cogió por la
cintura, tropezando un paso atrás mientras envolvía mis brazos alrededor de él,
apretando firmemente.

—Gracias.

—¿Qué? —Se rio.

Mi cara estaba enterrada en su pecho, así que levanté la cabeza y repetí—: Gracias.

Él me miró—. De nada.

No creía que entendiera la profundidad de mi gratitud. Estirándome, puse un beso en


su mejilla. Sabía que no era mucho, pero era algo, ¿no? Cuando me separé, me miró
como si estuviera loca.

Luego me levantó de mis pies y giró.

—Te hubiera traído aquí el momento en que regresé si supiera que te haría tan feliz.
Una risa quedó atrapada en mi garganta mientras un aspecto diferente se filtraba en
sus ojos. El matiz se iluminó y luego sus párpados se volvieron pesados mientras sus
labios se separaban. Poco a poco, me dejó deslizarme hacia abajo para que me pusiera
en pie, pero aun así me sostuvo con un brazo. Tomó mi mejilla, pasando el pulgar a lo
largo de la curva de mi labio inferior. Cada nervio de mi cuerpo se concentró en ese
toque suyo. Su barbilla bajó, y pensé que me iba a besar. Mis ojos se cerraron y la
anticipación se levantó con dulzura.

Pero el beso nunca llegó.

Me dejó ir, dando un paso atrás.

—Bueno, mejor nos vamos, si quieres ver lo más que puedas.

La punzada de decepción me sorprendió, pero asentí. Probablemente era mejor así,


sin embargo.

Porque hubiera querido que me besara, y no tenía nada que ver con cualquiera de
nuestras condiciones.
CAPÍTULO 9
Traducido por Katt090

L
o primero que he aprendido acerca de la ciudad de New York era que la gente
estaba por todas partes, en los ascensores, en las aceras, en las calles y en el
interior de todas las tiendas. Nunca había estado en torno a tantos a la vez, y
aunque sabían que existían Guardianes, ninguno de ellos parecía darse cuenta de que
éramos diferentes, al menos los que no veían muy de cerca a nuestros ojos. El color
era demasiado pálido para ser humano, y en mi pequeño pueblo, todo el mundo se
daba cuenta.

Pero no aquí.

Todo el mundo estaba demasiado ocupado tratando de llegar a donde fuera que iban o
estaban cautivados con las vistas, tanto como yo.

No podía dejar de mirar hacia arriba y sabía que todo acerca de mí gritaba turista,
pero las alturas de los edificios, y el gran número de ellos, era realmente
sorprendente. Y luego estaban todas las señales intermitentes y las luces brillantes.

—¿Hambrienta? —preguntó Dez.

—Sí. —Puse una mano sobre mi vientre. Habíamos caminado tantas cuadras que perdí
la cuenta—. ¿Tú?

—Siempre. ¿Qué tal un poco de auténtica pizza de New York?

Una sonrisa dividió mis labios. Otra manzana más abajo, vio un establecimiento de
pizza justo en el medio de Times Square. Fotos de todos los patrocinadores famosos
alineaban sus paredes, desde atletas a políticos. Esperamos en línea y pedimos, luego
encontramos una mesa vacía en la parte posterior.
Dez me miró mientras mordí la pizza y gemía. El sabor no era nada como la pizza en
casa, el queso, las especias y la corteza.

Sus cejas castaños oscuras levantadas.

—No vuelvas a dejar de comer si vas a hacer sonidos como ese.

Casi me atraganté con mi rebanada, ruborizándome—. ¡Sabe bien!

Él se echó a reír—. Se nota.

Sonriendo, lo miré por debajo de mis pestañas. Para alguien tan grande, tenía hábitos
alimenticios delicados. Cortó cada rebanada en pedazos pequeños mientras yo metí la
mitad de la cosa en mi boca y probablemente terminé con la salsa por toda mi barbilla.
Por supuesto, terminé antes de él ya que prácticamente inhalé la pizza. Mientras
saboreaba cada bocado, me tomé el tiempo para observar a la gente.

En torno a los seres humanos tendía a sentir como si me faltaba el conocimiento del
mundo, especialmente en un lugar como este, donde había tanta gente, todos ellos
luciendo muy diferentes. Ni siquiera había tenido un amigo humano, la más cerca que
estuve fue la señora que trabajaba en la heladería. Quería uno, muy parecidos a los
humanos que querían un cachorro, pero mi padre estaba preocupado de que creciera
demasiado cerca de ellos.

Después de que habíamos dejado de indagar Times Square y Broadway, me acordé de


por qué mi padre era tan cauteloso. En la entrada principal de un restaurante italiano
lindo estaba un cartel que decía en letras gruesas GUARDIANES NO SON
BIENVENIDOS. Por debajo de ese estaba garabateado SERVIMOS SOLAMENTE A HIJOS
DE DIOS.

Aspiré una bocanada estridente, inquieta. Estas eran la clase de personas que
pensaban que éramos la encarnación del diablo, el tipo que creíamos que éramos
monstruos, no importa cuánto bien hacíamos. Tan refugiadas como las otras mujeres
y yo estábamos, sólo había oído hablar de esta clase de intolerancia, pero en realidad
nunca la había visto en la vida real.

—Hey —dijo Dez, extendiendo su mano entre nosotros y estrechando la mía en la


suya—. ¿Estás bien?

No me había dado cuenta de que había parado hasta entonces.


—Simplemente no lo entiendo.

Su mirada siguió la mía.

—¿La verdad? En una ciudad como ésta, estoy un poco sorprendido, pero es sólo un
lugar de miles de personas. Y no tiene sentido ni siquiera intentar entenderlo. Ellos
son los que no entienden. Ellos no saben lo que realmente está ahí fuera. —Él tiró de
mi mano—. Vamos, que hay mucho para ver.

Dejé que me apartara—. Es solo…

Me detuve de nuevo mientras una fuerte y fría serie de hormigueos explotaron entre
mis omóplatos. Me volví antes de que Dez dijera cualquier cosa, sintiendo un demonio
cerca. Mi mirada buscó entre las multitudes de seres humanos que corrían arriba y
abajo de la acera.

El demonio había salido del restaurante, el mismo que supuestamente servía


solamente a «los hijos de Dios». Una risa burbujeaba por mi garganta, pero quedó
atascada. No se veía mucho mayor que yo, y para los ojos humanos, sin duda parecía
bastante inofensivo cuando se detuvo junto a una boca de incendios de color rojo y
blanco. Su pelo oscuro estaba recortado y su perfil revelaba rasgos angulosos. Un
clavo en su fosa nasal derecha se reflejaba la luz del sol.

—Un Fiend —dijo Dez, su mano apretándose alrededor de la mía.

Aunque los Fiends eran la clase más común de los demonios de la parte superior,
nunca había visto uno. La curiosidad se elevó rápidamente, mientras veía al demonio.

—Él es tan... audaz.

—Por supuesto. Él sabe que no podemos hacer nada entre los humanos. Si hago un
movimiento, se vería como si yo ataqué uno de los suyos.

Y eso no sería bueno.

El demonio parecía estar a punto de coger un taxi, excepto que miró sobre su hombro
y sus ojos oscuros encontraron los míos. Una extraña luz se reflejaba en ellos. Me quitó
la respiración, tensando mis músculos en preparación para un ataque en toda regla.

Dez levantó su mano libre, sacándole el dedo medio al demonio.


Una especie de sonrisa traviesa apareció en el rostro del demonio en respuesta y se
agachó, rozando sus dedos a lo largo de la parte superior de la boca de incendios. Con
un guiño, nos dio la espalda y se apartó de la acera, lanzándose entre taxis y
camionetas de trabajo.

—Oh, no —murmuró Dez, dando un paso hacia atrás mientras me empujaba detrás de
él.

Mi corazón dio un vuelco—. ¿Qué?

Antes de que Dez pudiera responder, la parte superior de la boca de riego lanzó una
explosión. El agua entró en erupción, fluyendo alto en el aire. Otro chasquido fuerte
más abajo en la calle, y luego otro y otro.

Chillé mientras el líquido frío cayó sobre nosotros, el sonido perdido en los gritos de
sorpresa de los peatones. En cuestión de segundos, estaba empapada, al igual que casi
todo el mundo cerca. El tráfico se detuvo mientras el agua se vertía en las calles. Metal
crujía. Un taxi chocó contra la parte trasera de otro, dando lugar a una reacción en
cadena de proporciones épicas.

Un taxista saltó, puño en el aire—. ¿Qué demonios? ¡Le diste a mi auto!

—¡Te detuviste! —Otro taxista gritó—. Estúpido hijo de… —Sus palabras fueron
interrumpidas por todas las cornetas. Caos absoluto estalló, y todo el tiempo, el Fiend
estaba al otro lado de la calle, merodeando en la acera, no afectado por el aguacero. Se
estaba riendo.

Toda mojado, Dez tiró de mi brazo—. ¡Vamos!

Corrimos, esquivando gente mientras éramos apedreados de agua. Varias manzanas


más abajo, por fin llegamos a una zona un poco seca. Parando, miré por encima de mi
hombro. Times Square se inundó.

—Dios mío —murmuré. Nadie parecía estar herido. En todo caso, lo que el demonio
había hecho era simplemente crear un gran inconveniente, y por alguna razón muy
jodida, yo estaba sonriendo cuando me di la vuelta hacia Dez.

Colocó sus manos calientes en mis mejillas, alisando el pelo mojado de mi cara.

—¿Estás bien? —preguntó, con una expresión tensa.

Me eché a reír, y él inclinó la cabeza hacia un lado.


—Estoy bien. No puedo evitarlo —dije, agarrando sus muñecas—. Eso fue divertido.

—Sólo tú encontrarías un desastre divertido.

—Lo que sea. —Me levanté, usando sus brazos para prepararme. La adrenalina estaba
pateando a través de mis venas. Tal vez por eso hice lo que hice a continuación. O tal
vez era porque había estado esperando que me besara de nuevo desde la última vez
que nuestros labios se tocaron. Cerré los ojos y apreté mis labios contra los suyos. Al
entrar en contacto, él aspiró una bocanada de aire. Sus labios estaban húmedos y
firmes y absolutamente maravillosos. Decidí volver a mis pies, deslizando mis manos
en donde las suyas se enredaban en mi cabello.

Nos quedamos allí como una multitud reunida detrás de nosotros, viendo el
espectáculo del río que se había apoderado de Times Square. La gente nos pasaban, y,
o bien éramos invisibles para ellos o eran ajenos a nosotros en ese momento. Y no
había pasado entre nosotros o futuro, sólo era el ahora, ese momento.

Los ojos de Dez brillaban con deseo.

—Creo que me gusta mucho ese demonio.

Me eché a reír, pensando que esa debía ser la primera vez. Nos tomamos de las manos
al mismo tiempo, así que no sabemos quién sostenía la mano de quien, pero la sonrisa
permanecía pegada en mi cara hasta que era tarde y ya era de noche.

Toda la emoción me agotó, pero un tipo diferente de fatiga surgió a la vida cuando
entramos en la habitación del hotel y mi mirada cayó sobre la cama. Mi ritmo cardíaco
se tropezó. Íbamos a dormir en esa cama. Juntos. Sólo él y yo. Nosotros. Por qué tenía
que repasar a través de las diferentes formas de decir que íbamos a dormir juntos
estaba más allá de mí, pero aun así no parecía real.

Dormir juntos en una habitación que no estaba en una casa llena de otros de nuestra
especie hacía todo parecer tan diferente, mucho más adulto e íntimo. Como si
hubiéramos estado jugando a ser adultos, pero ya no.

Recogí mi ropa para dormir y me cambié rápidamente. Una parte de mí quería


quedarse en el baño, pero si lo hiciera, había una buena probabilidad de que me
metiera en la bañera grande y me fuera a dormir.

Cuando regresé a la sala principal, Dez ya estaba en la cama. Un destello de calor


disparó a través de mí cuando me detuve al pie de la cama, retorciéndome los dedos.
La mirada de Dez se deslizó a donde estaba. Se había cambiado mientras yo había
estado en el cuarto de baño, vestido con una camisa blanca de algodón y con suerte,
pantalones para dormir. Sus espesas pestañas protegían sus ojos.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con una sonrisa en su voz.

Me encogí de hombros.

Sonrió—. ¿Vas a quedarte allí y verme dormir?

Mi nariz se arrugo. ¿Quién cree que soy? ¿Una acosadora?

—No.

—Entonces vamos. — Acarició la cama junto a él—. No muerdo. A menos que quieras.

El tipo de calor que enrojeció mi cara podría freír huevos. Dez rió profundamente.

—Estoy bromeando, Jas. Vamos. Estoy cansado y no voy a ser capaz de dormir sin que
te metas en la cama.

Incliné la cabeza hacia un lado—. ¿En serio?

—Sí —respondió, bostezando—. Estaría muy preocupado de que estés incómoda. Y,


posiblemente, mirándome mientras duermo.

—¡Yo no voy a verte dormir!

—Lo que sea.

Me arrastré hacia adelante, hasta que estaba a la mitad de la cama grande. Bostezó de
nuevo, lanzando su atención a la televisión. Arrastrando una respiración profunda,
agarre el borde de la colcha y me deslicé adentro, recostándome en mi espalda.

Mi pecho subía y bajaba tan rápido que juré que podía ver el movimiento manta.

—Buenas noches, Jas.

¿Eso era todo? ¿Él en serio va a dormir y no iba a, no sé, probar esta cama? Me sentí
aliviada, pero... pero me quedé decepcionada de alguna manera.

—Buenas noches.
Los segundos se estiraron a minutos y luego Dez rodó sobre su costado, frente a mí.
Contuve la respiración. Otro puñado de segundos pasaron y entonces mi cuerpo se
movía sin que mi cerebro realmente lo alcanzara.

Me di la vuelta a mi lado, y nuestras miradas se encontraron. Había diez centímetros


entre nosotros, pero el espacio se sentía inexistente mientras nos miramos el uno al
otro. En ese momento no creo que nunca sería capaz de dormir, pero la belleza de sus
ojos azules y la leve sonrisa en sus labios fue lo último que vi antes de escabullirme.

***

Incluso dedicándole un día completo para recorrer la ciudad de New York al día
siguiente, no había manera de que pudiera visitar todos los museos, ver todas las
calles que sólo había leído o visitar todos los lugares de interés. Habíamos pasado una
cantidad impía de tiempo en una tienda de juguetes que parecía tenerlo todo.

Esa noche, juntos, sobrevolábamos la ciudad a Ellis Island y luego de vuelta a la parte
alta del West Side, aterrizando entre las estatuas majestuosas de nuestra especie y
mirando hacia abajo a las luces brillantes de los autos y los faroles de la calle por
debajo de nosotros.

Pensé en esa mañana y sentí el calor burbujeando en mi pecho. Cuando me desperté,


había estado medio tumbada sobre él, mi pierna arrojada sobre la suya y acurrucada
en el hueco de su hombro. A menos de que él me hubiera arrastrado sobre si en
medio de la noche, lo que podría ser plausible, tenía que haber sido yo que lo había
buscado. A él no había parecido importarle, sin embargo. Su brazo estaba seguro
alrededor de mi cintura.

Despertar así había estado... bien, había sido más que agradable.

—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo —dijo Dez, extendiendo sus alas hasta
que rozaron las mías. Me estremecí ante el contacto íntimo—. El clan está cazando y,
aunque tu padre aprobó este viaje, no creo que estaría feliz de saber que estás aquí
por la noche.

Asentí con la cabeza mientras me inclinaba hacia adelante, con las manos clavándose
en la cornisa. Mis sentidos se iban de izquierda y derecha. Había un montón de
demonios moviéndose por allí, más de lo que imaginaba que habría.

—¿Cuántos cree que hay aquí? —le pregunté, mirando a Dez—. Demonios, quiero
decir.
Echó la cabeza hacia atrás, mirando a las estrellas.

—Cientos. Sobre todo Fiends como los que vimos ayer. Algunos serán Posers y tal vez
un Regente Infernal o dos. —Se puso de pie, girando la cabeza de lado a lado—. Van
por un demonio de Nivel Superior en algún momento esta noche. Si lo capturan es la
cuestión.
CAPÍTULO 10
Traducido por Itorres

T
erminamos por no dejar la ciudad hasta la tarde siguiente y viajar al sur, hacia
la capital del país, estaba tranquilo. Había sido así desde la noche anterior. Dez
no me había tratado de forma diferente. Todo lo contrario. Él habló, bromeó y
trató de tener una conversación mientras dejábamos New York y cruzamos a Nueva
Jersey, pero estaba demasiado atrapada en mis propios pensamientos.

Me recosté en el asiento, la cabeza inclinada hacia la ventanilla del pasajero. Edificios y


casas borrosas en un flujo constante. Un sabor amargo quedó en la parte posterior de
mi boca, un cóctel de culpa, vergüenza y confusión, y ninguna cantidad de bebida o
comida lo lavaría.

Me decía a mí misma que no tenía nada de qué sentirme culpable. Yo no había


abandonado a Dez. Había sid oél quien me dejó y yo no le había hecho ninguna
promesa, pero es consuelo sonaba vacío.

Incluso mi hermana no podía realmente entender por qué estaba tan resistente a la
idea de unirme con Dez, especialmente teniendo en cuenta lo mucho que había
cuidado de él. Pero cuando se fue y cuando finalmente lo acepté, después de los
muchos meses que se habían convertido en un año, que no volvía a casa, había estado
de luto por él. Él me dolió como tanto como mi madre. Pude reconocer la bendición de
que volviera, pero tres años de luto era mucho tiempo para dejarlo ir y yo ni siquiera
entiendo por qué me dejó. Afirmó que no tenía nada que ver con la oferta de mi padre
y era obvio que me quería, pero yo necesitaba más. Respuestas para una cosa, y yo
quería lo que mis padres habían tenido en su vida juntos: amor y confianza.

Una parte de mí reconoció que todavía estaba enamorada de Dez, que nunca dejé de
amarlo, pero no creo que él sintiera de esa manera por mí. No en la forma en que lo
necesitaba, ¿y en cuanto a la confianza? ¿Quién dice que dentro de un año a partir de
ahora simplemente no desaparecería de nuevo?

Me moví en mi asiento, inquieta.

Tal vez más de nuestro pasado me mantenía alerta. Tal vez tenía que ver conmigo.
Después de todo, todo el asunto del emparejamiento era serio. Estaría llena de
promesas a alguien para toda mi vida. En el mismo momento de emparejamiento,
estaría en la edad adulta, frente a demandas muy adultas. Yo no sería la única de
dieciocho años de edad que era, pero era mucho como para siquiera pensar en ello.
Tal vez no estaba lista y mis excusas eran realmente sólo eso, excusas. Una muleta.

Habíamos cruzado Pennsylvania hace horas y al momento en que la camioneta se


metió en un carril de salida de un pueblo llamado West Chester, me enderecé en mi
asiento y miré a Dez.

—¿A dónde vamos?

—Ya lo verás.

Y eso fue todo lo que dijo mientras nos dirigíamos a través de la ciudad y luego más
allá, hacia un camino estrecho y sinuoso que estaba lleno de árboles gruesos. Se volvió
hacia un camino que no había notado. Unos cinco minutos más tarde, se estacionó a lo
largo de una loma. El polvo llenaba el aire mientras bajamos de la camioneta.

Miré a Dez expectante.

—¿Vas a decirme lo que estás haciendo?

Se agachó, tomó mi mano y comenzó a caminar por un lugar desgastado y sucio que
formaba un sendero. Ramitas quebraron bajo nuestros pies.

—Después de dejar el clan y antes de que hiciera mi camino a la costa oeste, hice un
montón de viajes y me encontré con este lugar.

Mi corazón dio un vuelco en el pecho. ¡Un lago! Él había mencionado antes que había
encontrado un lugar perfecto para poder nadar desnudos. Esto tenía que ser. Oh, Dios,
¿por qué sugerí esto?
—El lugar es fuera de lo común, muy tranquilo. —Movió una rama baja fuera del
camino para que yo pudiera pasar debajo de ella—. De todos modos, creo que te
gustará el lago.

Sip. Ahí está. Se había confirmado que estábamos cumpliendo con otra condición. Mis
palmas se sentían sudorosas, y solté mi mano libre, limpiándolas en mis jeans. Dez no
dijo nada, pero se deslizó a mí alrededor, quitando las ramas.

—¿Tú... viniste aquí a menudo?

—Dos veces. Me detuve en el camino de vuelta al clan. Necesitaba despejar mi cabeza.


Fue un buen lugar para hacerlo.

Me quedé mirando su espalda, mirando como sus músculos jugaban debajo de la


camisa de algodón fino. Yo quería hacer una broma o un comentario inteligente, pero
los nervios tenían poder sobre mí.

El pesado follaje y la maleza se diluían en una pequeña franja de tierra que cortaba en
un conjunto de rocas grandes y lisas que rodeaban un lago.

—Ten cuidado murmuró Dez—. Estas rocas tienen algo resbaladizo.

Le sonreí con aire ausente. Su preocupación era muy dulce, pero no estaba en peligro
de caer y abrirme el cráneo.

La luz del son que brillaba suavemente sobre el agua ondulante se desvanecía. Caminé
más cerca de la superficie brillante y me arrodillé, mojando mis dedos en el agua fría.
Con la excepción de las tenues llamadas de los pájaros y el susurro de las hojas, estaba
tranquilo aquí.

—Es hermoso —le dije parándome.

—Yo también lo creo. — Hubo una pausa—. Sé por qué crees que te traje aquí, pero la
verdad es que no espero que nades desnuda.

Dándose la vuelta, le sonreí—. Pensé que eso era lo que más estabas esperando.

—Oh, no me malinterpretes. La sola idea de ti nadando con nada más que agua... — Se
calló, se aclaró la garganta, y me sonrojé hasta las raíces de mi pelo—. De todos
modos, todo esto es por ti. — Abrió los brazos, indicando el lago, y más allá de eso,
todo el viaje—. Se supone que debes estar divirtiéndote, no sintiéndote incómoda.

Metí mi pelo hacia atrás mientras me sentaba, desplomando mi trasero en una de las
rocas. Pongo mis manos sobre mis rodillas, obligándolas a dejar de temblar.

—¿Jas? —Se acercó más, con la cabeza inclinada hacia un lado.

—¿Por qué? —le pregunté, levantando la mirada hacia él—. ¿Por qué haces esto
cuando sabes que no pienso decir que sí?

Se detuvo por un momento y luego navegó los arbustos espinosos para sentarse a mi
lado. Inclinándose hacia adelante, apoyó los brazos sobre las rodillas y la barbilla en
las manos.

—Bueno, hay un montón de razones, pero principalmente porque quiero.

Dudas se deslizaron como una niebla espesa.

—¿Realmente querías jugar al turista en vez de estar por ahí con el clan?

—Sí. —Miró hacia arriba a través de sus pestañas—. No estaba mintiendo cuando dije
que te echaba de menos y pensé en ti todos los días. Quiero pasar tiempo contigo y ha
sido divertido verte experimentar todas estas primeras veces. Estoy feliz de poder
hacer esto para ti. Y sólo porque estás resignada a decir no, no quiere decir que es lo
que vas a decir al final.

Levanté las cejas—. ¿Oh, en serio?

Dejó caer las manos y se enderezó.

—Tal vez al final de estos siete días, todavía digas que no. Eso no quiere decir que se
acabó. Estoy en esto por todo el largo plazo.

El calor brotaba en mi pecho, en respuesta a sus palabras.

—¿Qué pasa si encuentro a alguien más?

Sus ojos se estrecharon—. Dudo que eso vaya a suceder.


—Nunca se sabe.

—Oh, lo sé.

Rodé los ojos, pero asomé una sonrisa que estaba luchando contener.

—Sólo decía.

—Y sólo estoy diciendo que para el final de estos siete días, o tal vez una semana a
partir de entonces, o un mes, dirás que sí. —Él tomó mi mejilla y se inclinó,
presionando su frente con la mía—. Y voy a estar esperando. No importa el tiempo
que sea necesario.

Cuando cerré mis ojos, mi respiración se detuvo en forma en que mi estómago se


sumergió y retorció. La pregunta formándose en la punta de mi lengua.

—Dime por qué realmente te fuiste, Dez. Por favor.

Él rozó su nariz con la mía y luego se echó hacia atrás, suspirando.

—Jas, no es una fácil…

Arbustos se sacudieron detrás de nosotros, el sonido de algo crujiendo alrededor. Nos


dimos la vuelta al mismo tiempo. Un estremecimiento de precaución serpenteaba a lo
largo de mis hombros al momento que unas hojas minúsculas de un arbusto se
estremecieron a sólo unos pocos pies de altura.

Dez puso una mano en mi brazo y me hizo señas para que me mantuviera callada
mientras nos parábamos. No hicimos ningún sonido, pero las hojas puntiagudas se
quedaron inmóviles.

Una rama delgada, no más ancha que un lápiz y con forma de lanza, separó las hojas.
La lanza movió a la izquierda y luego a la derecha y luego se detuvo, señalando a
donde estábamos.

—¿Qué de...? —susurré.

Los arbustos temblaron al mismo tiempo que una pequeña criatura apareció entre las
hojas. No tenía ni idea de lo que era esa cosa. No más alto que treinta centímetros, la
piel de la criatura era del color del cuero envejecido, piernas y brazos delgados y con
protuberancias. Una especie de taparrabos había sido confeccionado con hojas y su
barriga estaba cubierta de barro. Ese tipo de criatura parecía una de esos muñecos
trolls atroces que fueron populares antes de mi tiempo. No tenía colores neón rosa o
púrpura en el pelo, pero su cabello castaño oscuro se pegaba hacia arriba en grupos
grandes, torciéndose juntos al final.

La pequeña criatura se agachó, apuntando la lanza a nosotros como para que ninguno
de nosotros hiciera un movimiento.

—Santos cielos —dijo Dez.

Apreté mis manos, debajo de mi barbilla—. ¿Qué es?

Sus ojos grandes y redondos se estrecharon al sonido de mi voz, pero no la disminuí.


No pudiendo imaginar el pequeño individuo corriendo. Nop. Sería un correteo.

— Es un pukwudgie.

La cosa de gran tamaño, orejas caídas tembló al oír su nombre.

Miré a Dez lentamente—. ¿Un qué?

—Demonio de la Tierra — respondió, ceño fruncido—. Nunca había visto uno antes.
Pensamos que habían sido erradicados hace años. No se sabe mucho acerca de ellos
aparte de que han causado un poco de travesuras durante su apogeo. Por lo general,
sólo se observaron en el norte, cerca de Massachusetts y lugares así.

—Es algo así como lindo. —Sonreí cuando su mirada se volvió dudosa—. ¿Qué? Es tan
feo que es lindo.

Dez sacudió la cabeza al momento en que el pukwudgie dejó su pequeña lanza y se


escabulló hacia adelante, acercándose a las rocas. Desapareció detrás de ellos por un
momento y luego las puntas de sus orejas y pelo quedaron a la vista. Por último, esos
grandes ojos y la nariz bulbosa aparecieron al mismo tiempo que apareció por encima
de una roca frente a nosotros.

Me reí en voz baja, y su boca se abrió, revelando muy poco los dientes en lo que
supuse era una sonrisa a cambio.
—Creo que le gusto —dije.

La mano de Dez rozó mi espalda mientras se alejaba de las rocas.

—A todo le gustas, Jas.

Con una agilidad sorprendente, el pequeño saltó sobre la roca más lejana. Se agachó
de nuevo, mirándonos, y cuando ninguno de los dos se movió, se acercó un poco más,
saltando las rocas hasta que estaba cerca de la que habíamos estado sentados.

Eché un vistazo a Dez, que se encogió de hombros y luego caminó alrededor de las
rocas, como si planeara acercarse sigilosamente a ella por detrás.

—¿Qué estás haciendo?

Él me lanzó una mirada—. ¿Qué es lo que crees?

Mi boca se abrió—. Vamos. No está haciendo nada.

Dez se detuvo, arqueando una ceja—. Aún.

Mi mirada se posó de nuevo al pequeño individuo. Él estaba mirando hacia mí en una


sonrisa a todo dar. Alzó las rodillas, cojeando de un lado a otro en una pequeño y
extraño bailecillo cuando nuestros ojos se encontraron.

—Jasmine... —Dez suspiró, cruzando los brazos—. Es un demonio. Puede ser que sea
un demonio-lindo feo, pero sigue siendo el enemigo.

—Lo sé, pero...

Pero no estaba haciendo otra cosa más que bailar y acicalarse sobre cualquier cosa.
Sonaba como sacrilegio, pero no creía que fuera justo matarlo.

Dez me lanzó una mirada—. No podemos dejar que se vaya.

El pukwudgie miró a Dez y sacó la lengua, haciendo un muy humano sonido con su
lengua.

Me eché a reír—. Oh, me gusta este pequeño individuo. Si no podemos dejarlo ir,
¿puedo quedármelo?
—Uh, no.

—Voy a ponerle el nombre de Herbert —anuncié, ignorando Dez—. ¿Te gusta el


nombre, pequeño puke-wedgie?

—Pukwudgie —corrigió Dez, con los labios curvándose hacia arriba a


regañadientes—. Jas, tenemos que encargarnos de esto.

El demonio de tierra giraba alrededor, haciendo un sendero con sus piernas a ambos
lados.

— Tomaré eso como un sí. —Poco a poco me senté, con cuidado de no asustarlo—.
Herbert es un buen nombre para él.

Dez se atragantó, rodando los ojos—. ¿En serio? ¿Ese es el mejor nombre que puedes
conseguir?

Le mostré un dedo.

Sus ojos se estrecharon en mí.

Herbert saltó sobre mi roca, y me sostuvo mi mano. Se inclinó por la cintura,


olfateando el aire alrededor de mis dedos.

— Yo no haría eso si fuera tú —Dez sugirió oscuramente, dando un paso hacia mí—.
Dios sabe qué clase de enfermedades mortales tenga esa cosa.

Herbert se dio la vuelta, haciendo otro baile, y luego llevó su mano hacia abajo en la
mía, como si me estuviera dando los cinco. Luego levantó la mano, formó un puño y lo
agitó hacia Dez.

—Huh —dije, mirándolo—. Realmente no creo que le gustes a Herbert .

— Eso es trágico —respondió secamente—. Quiero que te alejes de eso.

Sin hacerle caso otra vez, me reí mientras Herbert subía a mi lado de la roca y envolvió
su mano alrededor de mi dedo índice. Su piel era fresca y suave. Saltó una vez y luego
otra vez, moviendo la mano.

—Creo que está sacudiendo mi… ¡ouch!


Herbert tenía su boca en mi dedo, ¡sus dientes tomaron medidas drásticas! Dolor
agudo se sintió a través de mi mano, y me eché para atrás. Luchando con mis pies,
perdí el equilibrio y caí sobre mi trasero, llevando mi palpitante mano a mi pecho.

—¡Herbert me mordió! ¡El pequeño bastardo me mordió!

El pukwudgie hizo un ruido vibratorio que sonaba peligrosamente como una risa, se
dio la vuelta y se precipitó sobre las rocas. Saltó al suelo y salió corriendo,
deteniéndose sólo el tiempo suficiente para recoger su lanza. Los arbustos se
sacudieron mientras desaparecía.

Dez estaba a mi lado en un segundo, arrodillándose. Abrió la boca.

—No te atrevas a decir te lo dije —le advertí, mirando hacia abajo en mi dedo. La
sangre brotó a partir de tres pequeñas muescas—. No puedo creer que me mordió.
Pensé que le gustaba.

—No iba a decir nada. Déjame ver. — Tomó mi mano—. Te rompió la piel, ¿no? Cristo,
—murmuró—. Estás sangrando. Vamos, vamos a lavarlo y salgamos de aquí antes de
que más de ellos aparezcan y decidan tomar un bocado de ti.

—¿Crees que haya más? — Dejé que me levantara y me guiara hasta el borde del lago.

—Si hay uno, es probable que haya un centenar. —Metió mi mano bajo el agua fría,
lavando la sangre.

—Deberías haberlo matado —me quejé con enfado.

Dez me dirigió una larga mirada.

—Lo intenté, pero alguien , sin mencionar su nombre, pensó que Herbert era tan feo
que era lindo.

Suspiré. Verdad—. No se merece el nombre de Herbert.

Él cedió lo suficiente para reírse mientras levantaba la mano del agua.

—¿Te duele?
—En realidad... —sí que dolía. El aguijón de la mordida del pukwudgie irradiaba sobre
mi mano y por mi brazo—. En realidad no —terminé. Dez ya pensaba que era una
suficientemente gran idiota. No había razón para agregarle más.

Estábamos a mitad de camino de vuelta a la camioneta cuando una fina capa de sudor
estalló en mi frente. El calor recorrió mi piel como una fiebre. Me sentí ruborizada,
pegajosa. Con el estómago revuelto, miré hacia abajo a mi dedo y aspiré una
respiración temblorosa. La piel alrededor de la mordedura era rojo sangre, y unas
líneas fuertes se marcaban hacia fuera de la herida de menor importancia.

Uh-oh.

Dejé de caminar, pero los árboles seguían moviéndose. Extraño.

—¿Dez...?

Se volvió hacia mí, pero algo estaba mal con su rostro. Todos sus rasgos se volvieron
un borrón completo.

—¿Jasmine?

Su voz sonaba muy, muy lejos—. Yo no... me siento tan bien.

Di un paso, o al menos yo pensaba que lo había hecho, pero de repente el suelo estaba
en el cielo y el cielo no estaba más. En algún lugar, a lo lejos, me pareció oír a Dez
llamándome por mi nombre, y luego no había nada.
CAPÍTULO 11

Traducido por Martinafab

E
staba en llamas.

Era la única explicación para la abrasadora quemadura barriendo a través de


mis venas, cocinándome desde el interior, hirviéndome la sangre y
abrasándome la piel. No podía moverme, pero estaba deslizándome. El dichoso
aire me bañó la caliente piel, un respiro momentáneo, pero el fuego invadió cada
célula. El calor me rodeaba, acunándome en un abrazo fuerte.

En los raros momentos en que mi cerebro no estaba haciéndose papilla, sabía que
tenía que transformarme. Tuve que llegar al nivel profundo de sueño necesario para
sanar, pero no podía ordenar a mis músculos hacer lo que necesitaba. Nada me
respondía. Estaba atrapada en un círculo del infierno.

La conciencia se desliaba dentro y fuera, y cuando estuve despierta, quería estar


afuera, estar muy lejos. La piel se estaba deslizando de mis huesos. Las llamas se
arrastraban hasta mi garganta. Incapaz de escapar del dolor, me encogí en mi interior,
y a un millón de kilómetros de distancia, oí que alguien me llamaba. Las palabras no
tenían sentido, pero me aferré a la voz y traté de llegar a ella. Entonces el infierno se
disparó, consumiéndome hasta que no hubo más que oscuridad y el murmullo lejano
de esa voz.

Se sintió como un latido entrecortado del corazón más tarde cuando fui consciente del
cambio en mi entorno. Hubo más voces en la distancia, pero no podía entender lo que
estaban diciendo y no podía forzar los ojos a abrirse. Sin embargo, había algo
diferente. El calor fuerte que me rodeaba había desaparecido y en su lugar había una
suavidad ondulante. No entendía, pero me hundí en ella por un tiempo,
arrastrándome de vuelta cuando algo fresco fue presionado en mi frente y un amargo
líquido picante corrió por mi garganta. Traté de volver la cabeza, gimiendo cuando
una mano suave me detuvo.

—Tienes que beber esto. Te ayudará a sentirte mejor.

No reconocí la voz. Mi ritmo cardíaco se disparó. ¿Dónde estaba Dez? No tuve la


oportunidad de escupir el líquido. Siguió llegando hasta que me estaba ahogando en
él, y cuando se detuvo, me arrastré en profundas respiraciones dolorosas.

—Está bien —dijo el desconocido. Él se estaba alejando de mí—. Ella va a dormir


ahora.

El silencio que le siguió fue tan aterrador como el fuego. Convocando cada onza de
energía en mí, levanté mi mano, buscando algo—cualquier cosa—a la que sostenerme.

Una mano fuerte se dobló alrededor de la mía, y la suavidad se desplazó. Un paño


húmedo acarició mi frente. Mis labios formaron su nombre, pero no hubo sonido.

—Estoy aquí contigo —La frescura se deslizó sobre mis mejillas ardientes—. No voy a
ir a ninguna parte, Jas. No te voy a dejar de nuevo.

El fuego se había ido la siguiente vez que mi cerebro se agitó para despertarse. Un
latido sordo permaneció en cada parte de mi cuerpo y mis ojos se sentían cosidos. Mi
cuerpo volvió a ponerse a la velocidad de una tortuga de tres patas. Me moví, tal vez
me desplacé alrededor de una pulgada en la cama, y me sentí como si hubiera logrado
algo importante.

—¿Jas?

Volví la cabeza hacia el sonido de la voz profunda de Dez. Una mano se curvó
alrededor de mi mejilla, y suspiré ante el contacto. No quemaba. Oh, no, se sentía
terrestre y maravilloso.

Finalmente, después de una eternidad, abrí los ojos. Bizqueé ante la poca luz en la
habitación, sorprendida por la sensibilidad de mis ojos. A medida que mi visión se
aclaraba, vi a Dez sentado a mi lado.

Nunca lo había visto tan cansado. Sombras oscuras florecían bajo sus ojos claros. Sus
características estaban pellizcadas por el cansancio, pero la mano alrededor de la mía
estaba llena de fuerza.

—Hey —dijo, arrastrándose más cerca—. Al fin te has despertado.


Abrí la boca, pero lo que salió no fue más que un patético graznido ronco. Dez me soltó
la mano cuando se echó hacia atrás en su silla, tratando de alcanzar la jarra de agua en
la mesita de noche.

Mientras Dez me ayudaba a incorporarme lo suficiente para beber, mi mirada


revoloteó alrededor de mi entorno. Paredes de color beige, el mínimo número de
muebles y pesadas cortinas blancas. No era una habitación en la casa de mi clan.

Me sentía como si hubiera subido un centenar de escaleras en el momento en que


apoyé la cabeza en la suave almohada de nuevo.

—Gracias.

Dez cogió mi mano de nuevo, entrelazando sus dedos con los míos.

—¿Cómo te sientes?

—Cansada —me volví hacia él. Mi cabeza estaba llena de telarañas—. ¿Qué pasó?

—¿No te acuerdas?

Busqué a través de mis pensamientos nebulosos, lentamente recogiendo las cosas


importantes.

—Herbert me mordió.

Él asintió con la cabeza.

—La mordedura de un pukwudgie es venenosa. No sabía que lo sería. Si lo hubiera…

—No es tu culpa —Me aclaré la garganta, deseando poder sentarme—. No lo sabías. Y


si es culpa de alguien, es mía. Dios, me siento estúpida.

Él sonrió ligeramente.

—¿Por qué?

—¿Por qué? —repetí debidamente—. Me dijiste que no tocara la cosa estúpida y yo


debería haberlo sabido mejor.

Me alisó el pelo húmedo de la cara con la mano libre.

—Bueno, confiar en algo llamado Herbert es una mala idea.


Grazné una carcajada.

—Eso es verdad —me humedecí los labios, luego dejé escapar un largo suspiro—.
¿Dónde estamos?

—Estábamos muy lejos de casa para llevarte de regreso —deslizó su mano en mi


mejilla y luego se echó hacia atrás, todavía sosteniendo mi mano en la suya—. Te he
traído a washington. Estamos en la casa de Abbot.

Mis ojos se ampliaron.

—¿Estamos aquí? ¿Cómo? ¿Condujiste?

—Conducir habría tomado demasiado tiempo, y no sabía lo peligroso que era el


mordisco. Fue más rápido volar. Y me alegro de haberlo hecho. Resulta que la
mordedura de un pukwudgie no es algo con lo que meterse. Abbot envió a uno de los
miembros del clan a coger nuestro auto. Todas tus cosas están aquí.

Me quedé mirándolo. ¿Había volado hacia aquí? ¿Llevándome? No me extrañaba que


pareciera que estaba a punto de caerse.

—Dez, yo... un gracias no es suficiente.

—Que te hayas despertado y estar bien es suficiente —me apretó la mano—. Hubo un
par de minutos en que pensé que no lo lograrías. Y yo... —tragó saliva mientras
cerraba los ojos. Cuando volvió a abrirlos, brillaban el color del cielo antes del
atardecer mientras acercaba mi mano a su boca y daba un beso en la palma.

—Estaba muy preocupado.

Un dolor atravesó mi pecho ante la agonía en su voz.

—Sin embargo, estoy bien. ¿de acuerdo?

—Sí, pero... —Bajó mi mano de nuevo a la cama—. Jas, has estado dormida por un día
y medio.

—¿Qué? —Respiré. No podía ser verdad. Me sentía como si no hubiera dormido en


días—. Oh Dios mío, voy a encontrar a Herbert y estrangularlo.

Dez tosió una carcajada.


—Necesitarás estar detrás de mí en la fila para eso —Su sonrisa se desvaneció en una
mueca de dolor—. Tuve que decirle a tu padre.

Me encogí.

—Oh, no.

—Casi vino hacia aquí, creo, para matarme. Abbot se puso al teléfono y lo calmó, le
dijo que ibas a estar bien —sonrió de nuevo, el torcer de sus labios cansados—. Abbot
dijo que te sentirías mejor muy pronto, pero nos ha ofrecido su casa el tiempo que
necesitemos quedarnos.

—Eso es muy amable de su parte —murmuré. Mi cerebro estaba atrapado en otro


lugar, girando lentamente por todo.

Dez dejó escapar un profundo suspiro.

—¿Puedo…? —sacudió la cabeza, empezando de nuevo—. Estoy agotado y necesito


acostarme, pero no te voy a dejar. ¿Puedo acostarme aquí contigo? Eso es todo lo que
quiero, simplemente acostarme aquí contigo un rato.

Mi corazón hizo un pequeño baile en mi pecho ante su pedido. Incapaz de hablar, ya


que las palabras que se construían en mi garganta eran mejor no decirlas por ahora,
asentí.

—Gracias —Dez bajó la cabeza, y sus grandes hombros se relajaron. Hasta ese
momento, no me había dado cuenta de lo tenso que estuvo sentado a mi lado.

Sin decir palabra, me hizo terminar el resto del agua antes de subir a la cama y
estirarse a mi lado. Me quedé allí por un momento, mirándolo fijamente, y obligué a
mi cuerpo a moverse. Me tomó todo lo que tenía, pero rodé hacia mi lado y me moví
más cerca, poniendo la cabeza en su hombro.

Dez estuvo inmóvil por un momento y luego pasó el brazo alrededor de mi cintura,
adaptándome más cerca a su lado. Por alguna razón, a pesar de que habíamos
compartido la misma cama en New York, había algo más especial acerca de esto, un
peso que tenía a mi corazónmartillando con exceso de trabajo. Y mientras me relajaba
en el abrazo de Dez, cerré los ojos y pude pensar en una sola cosa.

Nuestros siete días se acabaron.


CAPITULO 12

Traducido por rihano

A
la noche siguiente, estaba lista para salir de la cama. Estaba mareada pero
sintiéndome como yo misma otra vez. Bueno, no me sentía al cien por ciento,
pero tampoco quería dormir por otros diez años, y después de una ducha
rápida, llamé y me reporté con mi padre y Danika, y me dirigí escaleras abajo. La casa
en Washington era muy parecida a la mía. Más del tamaño de un hotel que un hogar,
pero la diferencia clave era que no había ni rastro de niños o mujeres aquí.

La casa era una tumba silenciosa.

Había comido en la habitación, devorando la comida que Dez me había traído para el
almuerzo, pero eso había sido hace horas, y no lo había visto o a alguien más desde
entonces. Sabía que otros estaban aquí, a menos que hubiera estado delirando cuando
estaba enferma, lo que era posible.

Parada en el pasillo de la planta baja, estaba a unos segundos de creer en serio que
Dez había dejado mi trasero en una casa abandonada, cuando se abrió una puerta
detrás de mí. Me di la vuelta.

Un señor mayor entró por la puerta, cerrándola detrás de él suavemente. Gris


salpicaba su cabello negro y su piel de color marrón claro estaba muy arrugada. Sus
expresivos ojos marrones se encontraron con los míos, y cuando él me pasó en el
pasillo, una cálida sonrisa cruzó su cara.

Desapareció por la puerta principal, sin decir una palabra.

—Está bien —murmuré.


Dándome la vuelta, me dirigí a través de un arco ancho y hacia una gran sala de estar.
Fisgoneé alrededor sin descanso hasta que, cansada de nuevo, me senté en uno de los
enormes sofás de cuero suave. Mi mente inmediatamente fue a lo que iba a ocurrir a
continuación. Nuestros siete días se acabaron y yo no le había dado a Dez una
respuesta.

Dejando caer la cabeza, me froté la nuca. El malestar en la boca del estómago era como
el veneno del pukwudgie, extendiéndose hasta que una fina capa de sudor cubría mis
palmas. Deseé poder deslizarme en mi verdadera piel y levantar vuelo. Las cosas
siempre parecían tener más sentido en el aire, pero Dez, dondequiera que estuviera, lo
reprobaría. Washington, al igual que New York, estaría desbordado con varios
demonios. Y a pesar de que el crepúsculo estaba aún a horas de distancia, sería
arriesgado...

¿Desde cuándo había empezado a preocuparme, de nuevo, por lo que Dez pensaría?

La respuesta era obvia. Desde el mismo momento en que había regresado de nuevo
en mi vida.

Mi cabeza colgaba de mi cuello como un fideo mojado. Las palabras se formaban en


mis pensamientos antes de que pudiera detenerlas. Todavía estaba tan enamorada de
él. Durante los tres años que se había ido, ese amor se había convertido en angustia,
pero nunca había disminuido.

Un movimiento por el rabillo de mi ojo captó mi atención. Levantando mi cabeza,


contuve un agudo aliento de sorpresa.

De pie en la puerta estaba una niña pequeña, apenas llegando al metro y medio. No
podía tener más de trece años. Por otra parte, podría haber sido más joven. Era tan
pequeña, y yo nunca había visto antes nada como ella.

El pelo era tan rubio que era casi blanco y caía en cascada sobre los hombros
estrechos. Sus labios eran demasiado llenos para su cara redonda y sus ojos eran
grandes y anchos, como una de esas exóticas muñecas de porcelana que había visto
antes en las tiendas, pero era el color lo que era más impactante. Ellos eran de un gris
tan claro que estaban casi vacíos de color. La vívida y antinatural belleza de la niña la
delató.

Tenía que ser la mitad Guardián, medio Demonio que Abbot había adoptado, la chica
que se rumoreaba que era capaz de robar las almas de los seres humanos y de los
Guardianes por igual, simplemente respirando. Ella era una leyenda urbana entre los
Guardianes, su existencia no era algo en lo que yo alguna vez realmente creí; pero
demonios, había estado equivocada, porque ahí estaba, mirando desde una puerta
hacia mí.

Mi ritmo cardiaco se aceleró cuando me paré. Para los seres humanos y los
Guardianes, morir sin alma terminaba de la misma manera. Uno se convertía en un
fantasma, condenado por la eternidad, existiendo entre el Cielo y el Infierno, plagado
con sed interminable y hambre que finalmente se manifestaba en un espíritu
vengativo y violento. La posibilidad de morir sin tu alma no era algo para tomarse a la
ligera, y yo quería salir de esta habitación. Estar cerca de algo tan mortífero y
peligroso levantó el vello en todo mi cuerpo y causaba que mi piel humana se estirara.

Entró en la habitación lentamente, como si estuviera esperando el permiso. En el


silencio, me miró con descarada curiosidad—. Hola.

Su voz era suave e insegura. No dije nada mientras mi mirada cayó sobre la puerta
abierta. Podría conseguir pasarla fácilmente. No parecía como si pudiera levantar una
silla, pero con los demonios, las apariencias podrían ser engañosas.

Hola, pukwudgie.

—¿Eres Jasmine? —preguntó ella, alcanzando y juntando los bordes de su cabello


pálido con sus pequeños dedos.

Moviéndome alrededor del sofá, puse más espacio entre nosotras. Parecía irreal estar
alejándome de tal cosa de aspecto delicado, pero me gustaba mi alma donde estaba, en
mi cuerpo—. Lo soy.

Una amplia sonrisa apareció en su cara en una demostración impresionante, y por un


momento me pregunté si todos los rumores eran falsos, si tal vez ella era mitad ángel
en lugar de mitad demonio. Pero no—. Yo soy…

— Yo sé quién eres.

La niña palideció, su piel combinando con el color de su pelo ante la dureza no


intencionada en mi tono. ¿O tal vez estaba pretendiendo? Yo no podía entender por
qué Abbot permitiría a algo como ella vagar libremente a través de su casa.
Sus ojos se abrieron aún más, tomando un brillo resplandeciente antes de que
metiera su barbilla, dejando caer su pelo y viendo el collar que llevaba, retorciendo la
cadena alrededor de sus dedos. Una punzada de vergüenza pinchó en mí, ardiendo
como un atizador caliente.

—Zayne y yo íbamos a tomar un helado —dijo ella después de unos segundos,


mirando al suelo mientras cambiaba su peso ligero de un pie al otro—. Pensé que te
podría gustar venir con nosotros.

Mi boca se abrió, pero no habían palabras. ¿Ella me estaba invitando a ir a tomar un


helado? Me había deslizado en una realidad alternativa. Antes de que pudiera hablar,
un Guardián rubio entró en la habitación, su simple expresión extendiéndose en una
sonrisa.

Zayne, el mismísimo objeto del siempre creciente enamoramiento de mi hermana.

Uno no tenía que preguntarse por qué Danika estaba tan atraído por Zayne. Vestido
con una camisa de color gris claro, él era alto y trabajado como todos los Guardianes lo
eran, pero era un espécimen especialmente impresionante. Su camisa se aferraba a los
músculos duros y a una cintura esbelta. Con esa cabeza llena de ondas rubias y altos
pómulos, su esculpida cara podría ser fácilmente confundida con la de un ángel. Zayne
era divinamente hermoso, pero a mis ojos... bueno, ellos siempre habían estado
enfocados en otra persona.

—He estado buscándote por todos lados, Layla. —Zayne caminó directo hasta la mitad
demonio, no mostrando temor alguno, y pasó un brazo alrededor de sus hombros,
acercándola a su lado—. Estoy listo si tú lo estás... —Se calló, su mirada estrechándose
en ella y luego volteándose hacia mí. Una mirada, y su guapa expresión se tensó con
comprensión—. Layla, por qué no vas a esperar por mí en el vestíbulo.

Ella levantó la cabeza y me miró. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y luego
se marchó de la habitación, deslizándose tan rápido como una sombra.

Zayne se volvió hacia mí, con las piernas abiertas y los hombros tensos, de la forma en
que Dez se paraba cuando estaba enojado.

—Layla no es nada parecido a lo que tú piensas o has oído hablar.


Yo ni siquiera tengo que preguntar cómo él sospechaba que nuestro pequeño
encuentro y saludo no había sido agradable. El hecho de que yo estaba escondida
detrás de un sofá como una idiota total, pareciendo como si quisiera volar fuera de la
habitación, probablemente era un claro indicativo.

Me miró con fríos ojos pálidos y hostiles.

—Ella no te hará daño. La misma idea de lastimar a alguien o a algo ni siquiera


cruzaría sus pensamientos.

Ruborizándome hasta las raíces de mi pelo, abrí mi boca, pero él me interrumpió.

—Layla no es peligrosa. —Su mirada sostuvo la mía, negándose a permitirme mirar a


otro lado—. Ella es más Guardián que demonio.

Mi piel picaba con incómodo calor.

—Lo siento. Solo que yo no estaba esperando verla. Ni siquiera creía que fuera real.
Es... ¿realmente no es una amenaza?

Zayne me miró durante un largo momento y luego dejó escapar un profundo suspiro.
Mientras finalmente miraba hacia otro lado, empujó su mano a través de su pelo.

—A menos que tú planees besarla en el corto plazo, ella no es un peligro para ti.

—¿Besarla?

—Eso es lo cerca que necesitarías llegar para que estás preocupada por la pérdida de
tu alma explicó él. —No es como que ella sólo necesita respirar el mismo aire que tú.
Necesita estar cerca, así de cerca.

Bueno, ya que eso no estaba en mis planes futuros, asentí. La vergüenza todavía ardía
como una llama dentro de mi pecho. Dios, me sentía como una perra. Si ella tomaba un
alma de esa manera... la pobre chica nunca podría besar—. Realmente lo siento. Ella
parece... parece una buena chica. Me invitó un helado.

Zayne no parecía sorprendido.

—Los otros miembros del clan no la quieren en la casa principal con las otras mujeres
y niños. Es por eso que está aquí, en nuestra sede, y no hay muchas mujeres que nos
visiten aquí. Ha estado emocionada por conocerte desde que escuchamos que estabas
viniendo con Dez.
Sip. Era oficial. Ahora me sentía peor.

—Le dije a Dez que estábamos por salir. Dijo que quería venir. Tú eres más que
bienvenida a unirte a nosotros, pero si dices una cosa o actúas de cualquier manera
que sea ni remotamente cruel hacia Layla…

—No lo haré —le dije rápidamente—. Me encantaría unirme a todos ustedes.

Asintió bruscamente y se volvió. Sintiéndome como un troll, suspiré y seguí a Zayne al


vestíbulo. Fue directamente a donde Layla esperaba en la esquina, presionada contra
la pared y tan increíblemente pequeña que si no estabas prestando atención, ni
siquiera la habrías visto. Mi mirada siguió la de ella hasta donde Dez estaba parado
junto a la puerta.

El alivio se vertió en los rasgos de Dez mientras él me miraba.

—He estado reuniéndome con Abbot. Habría regresado antes si hubiera sabido que
estabas fuera de la cama y…

—Está bien.

—¿Te estás sintiendo como para salir?

—Me siento bien.

Miré de nuevo a Layla. La curiosidad marcó su rostro. También hubo temor, como si
esperara una respuesta idéntica de Dez. No podría ser fácil para ella vivir entre
Guardianes. Sabía que la mayoría tenía que haberse comportado de la manera en que
yo lo había hecho. La simpatía se levantó dentro de mí. Esa chica no puede haber
tenido una vida fácil.

Dez le sonrió a la joven y aunque no llegó a sus ojos, ella le devolvió la sonrisa,
esperanzada. Él estaba prevenido, pero lo ocultó mucho mejor que yo.

—¿Todo el mundo listo? —Mientras Zane hablaba, estiró su mano, envolviendo la


suya mucho más grande alrededor de la de Layla.

—Sip. —Dez me miró en esa forma intensa suya, y por un momento me olvidé de mi
reacción embarazosa—. ¿Estás segura?

Cuando asentí, dijo—: Estamos listos.


Un tipo diferente de calor inundó mis mejillas mientras miraba hacia atrás a Zayne y
Layla. La chica estaba mirando al Guardián, sonriendo de una manera que era
dolorosamente familiar.

Ella sonreía de la misma forma en que yo lo había hecho cada vez que había visto a
Dez, esa sonrisa de adoración y amor. Había algo increíblemente triste acerca de eso,
porque el evidente amor que Layla albergaba por Zayne terminaría, sin importar qué,
en un adolorido corazón roto.
CAPÍTULO 13
Traducido por Debs

T
odos miramos a Zayne, en diversos grados de mórbida fascinación, viéndolo
felizmente tomar un Twizzler1 del paquete que había traído a la heladería
ambientada en los años 50, y sumergirlo en su helado de chocolate.

—Eso es tan asqueroso. — Layla lo observaba, con su cuchara flotando por encima de
su banana Split—. Es decir, realmente no hay palabras para ello.

—¿Qué? —Zayne se echó a reír, mientras la miraba y sostenía el chocolate cubierto de


caramelo rojo cerca de su cara—. Sólo pruébalo.

—Ew. —Se echó hacia atrás, arrugando la nariz—. Aleja eso de mí.

A mi lado, Dez se echó hacia atrás y sonrió. Dado que ya había devorado su cono,
esperaba que comenzara a acariciarse vientre—. Eso es asqueroso.

Zayne resopló—. Lo que sea. Es la mejor cosa que hay.

—No lo es —dijo Layla, pasando la cuchara alrededor de las cerezas—. Podrías tratar
con papas fritas o papas a la francesa, como una persona normal.

—¿Qué hay de divertido en ser normal? —preguntó Zayne.

Layla sacó su cuchara cuando él se acercó y tomó una cereza, haciéndola estallar en su
boca.

No había duda en mi mente de que estos dos eran cercanos, probablemente


inseparables como Dez y yo habíamos sido. Y al igual que yo misma más joven, Layla
no hacía ningún intento de ocultar la forma en que lo adoraba.

1
Twizzler: Barras de caramelo (rojas)
Cuanto más tiempo pasaba en su compañía, peor me sentía acerca de cómo me había
comportado hacia ella antes. Era una chica muy dulce, y una vez que se sintió cómoda
alrededor de Dez y de mí, se abrió. La chica era valiente.

—Abbot me dejará ir de la escuela pública el próximo año —nos dijo. La emoción


brillaba en sus extraños ojos y en su brillante gran sonrisa—. Estoy tan…

—Creo que es una idea terrible —interrumpió Zayne, mirándola—. Vas a estar en la
escuela durante el día, cuando la mayoría de nosotros estamos descansando. Si pasa
algo, será muy difícil para cualquiera de nosotros responder.

—Nada va a suceder —Layla puso los ojos en blanco—. Y aparte, no puedes seguir
jugando a ser mi maestro. Hay mejores cosas que podrías estar haciendo.

Dez frunció el ceño—. ¿Ha estado Zayne enseñándote?

Asintió mientras hacía girar la cuchara.

—Sí, me prepara con su tarea de la escuela en la computadora y chequea mi trabajo,


pero vamos. Sin ofender, pero me gustaría una verdadera educación.

Zayne estaba en silencio, con la mirada fija en los viejos retratos de los anteriores
propietarios de la heladería, que adornaban las paredes. Era evidente, al menos para
mí, que no estaba interesado en esta conversación. No sabía si estar más sorprendida
sobre Layla atendiendo a la escuela pública o que Zayne hubiera sido su tutor.

Sabía que Zayne había dicho que los otros del clan no la querían en sus casas con sus
familias, pero tenía que haber una mujer supervisando su educación. Alguien que
mirara más allá de lo que era.

—¿No te está enseñando una de las hembras mayores?

Zayne se rascó la mejilla, respondiendo por ella.

—La casa principal está fuera de la ciudad, cerca del pueblo de Charles, donde las
hembras y los más jóvenes están. La mayoría de las hembras no viajan hasta aquí de
todos modos, como dije.
Lo que era normal. Era lo mismo para nosotros. Nuestro clan tenía casas en la ciudad
de New York, aunque las principales instalaciones dónde los Guardianes y los niños
vivían era a varias horas al norte.

—No quiero sonar grosero, pero ¿por qué no está Layla con ellos? —preguntó Dez, e
hice una mueca.

Layla se echó a reír.

—Creo que se lanzarían de cabeza por la ventana antes de compartir el mismo techo
que yo. —Se encogió de hombros mientras tomaba el último bocado de su helado—.
Obviamente ninguno de ellos está dispuesto a enseñarme, y Zayne no puede seguir
haciéndolo, por lo que Abbot cedió y me está dejando ir a la escuela pública. En
definitiva, es una buena cosa.

Le sonreí.

—Estoy un poco celosa. Me hubiera encantado ir a la escuela pública.

—Es peligroso, sin embargo. —Zayne se removió en su asiento—. Sabes cómo los
demonios les gusta venir detrás…

—No para mí —interrumpí Layla. La sonrisa desapareció de su rostro cuando se


volvió hacia nosotros. Abbbot no cree que vaya a ser peligrosa para mí, y
honestamente, no soy un gran activo para el clan ni nada. Soy un poco defectuosa.

Mi boca cayó abierta, pero la reacción de Zayne fue mucho más explosiva. Se volvió
hacia ella, sus ojos verdes azulados brillantes. Sus dedos se envolvieron alrededor de
la barbilla de ella, obligándola a mirarlo, y se inclinó hacia abajo, a centímetros de su
cabeza. Sabiendo lo que Layla podía hacer, me puse rígida, tanto como Dez, quién
debió de conocer más acerca de su habilidad que yo, cuando la conocí antes. Zayne
estaba demasiado cerca.

Y no parecía estar preocupado en lo absoluto.

—No eres defectuosa. No hay ni una sola cosa mala en ti. —Su voz era baja, pero no
había ni una duda de lo que estaba diciend—. ¿Me entiendes?

Dos manchas rosadas florecieron en sus mejillas mientras sostenía la mirada de él.
—Sí, pero…

—No. Eso es todo. —Dejó caer la mano, pero no se movió hacia atrás—. Juro por Dios,
que te quiero estrangularte cada vez que dices algo como eso.

El color rosado se propagó por todo su rostro mientras su mirada se desviaba hacia
nosotros de nuevo.

—No tengo baja autoestima o algo así —dijo en voz baja—. Realmente no, pero no
puedo... —tomó una respiración profunda. —No puedo transformarme.

Desesperadamente traté de mantener mi cara en blanco y esperaba a que Dez


estuviera haciendo lo mismo. Si Layla no podía transformarse, todo el mundo
sospecharía que cualquier descendiente suyo podría compartir el potente... defecto.
Ninguno de los machos la querría. No es que la pudieran tener aunque realmente lo
quisieran.

Apreté mis manos, hasta que sentí mis uñas lastimando mi carne. A veces odiaba
nuestro mundo, y se volvía demasiado difícil poder justificar las razones por las que
las cosas eran como eran. Todos nosotros, por nuestra existencia, teníamos nuestros
deberes para el bien mayor, pero...

Pero era una mierda total.

—Así que... —Zayne sacó la palabra, aclarándose la garganta—. ¿Cómo está Danika?

El cambio de tema me tomó por sorpresa—. Le está yendo bien. Quería que te diga
que ella dijo Hola.

Dez resopló. Sin duda estaba recordando la solicitud real de Danika, que involucraba
una foto y un Zayne desnudo.

Pateándolo por debajo de la mesa, eché un vistazo a Layla, que estaba estudiando su
cuenco vacío como si contuviera las respuestas de la vida. Esta podría ser una mejor
conversación para Zayne, pero no era para ella. Lo rosado se había drenado
completamente de su tez.

Por mucho que quería que mi hermana fuera feliz y el buen Dios sabía que ella estaría
feliz con Zayne, me dolía el corazón la chica sentada frente a mí. Ella no podía estar
con un Guardián y tampoco podía estar con un ser humano sin ponerlos en peligro.
Eso dejaba sólo a demonios, que estaban fuera de cuestión.

Layla tenía solamente un futuro de soledad por delante.

—¿Todavía está entrenando para pelear? —preguntó Zayne, completamente


inconsciente de todo como los chicos eran.

Quería patearlo ahora, ya que con cada pregunta, Layla se quedaba cada vez más en
silencio. Para el momento en que Dez sugirió que echáramos un vistazo a la ciudad, la
joven prácticamente tenía su cara en su tazón. Nos despedimos y nos dirigimos
pasando la línea que se extiende casi hasta la puerta.

Salimos en el aire de la avanzada tarde y la cálida brisa levantó mi pelo de los


costados de la cara. El viento traía un olor extraño, el olor almizclado dulce que me
recordaba a chocolate negro y cosas pecaminosamente malas, que se realizaban por la
noche, entre las sábanas suaves.

Whoa.

Ese pensamiento salió de la nada.

Mis mejillas se calentaron mientras Dez se detenía en la acera y bajaba la mirada hacia
mí. Con su ceño fruncido.

—¿Estás bien?

Esquivé el tráfico y me detuve junto al árbol de cerezos—. Sí.

—¿Estás segura? —Sus dedos rozaron mi mejilla—. Te ves sonrojada. Podemos volver
si necesitas descansar…

—No necesito descansar. —Me acerqué más a él, inclinando la cabeza hacia atrás—.
Estoy bien.

Se me quedó mirando un momento y luego bajó la barbilla, acercando su rostro al mío.

—Sé que nuestros siete días han pasado, pero estoy encantado de ayudarte de
cualquier manera a mejorar tus condiciones de cualquier manera. Podemos hacer lo
que quieras, pero no puedo apoyar toda esa caza de demonios.
Abrí la boca, pero se precipitó a hablar.

—Lo siento. Sé que es lo que pediste, pero lo creas o no, no estás completamente bien.
Y después de verte cuán lastimada estabas por una pequeña mordida, no puedo
quedarme ahí y dejar que te pongas en peligro sólo para que puedas demostrar algo.

—Lo sé. No tengo nada que demostrar. —En el momento en que esas palabras
salieron de mi boca, sabía que eran la verdad. ¿Qué haría cazar los demonios por mí?
Me enfrenté por mi cuenta contra los Terriers y tuve un encuentro casi fatal con un
pukwudgie. Yo diría que cubrían toda la gama de experiencias demoníacas. Y
honestamente, no me preocupaban las condiciones estúpidas en este momento o
incluso ver la ciudad. —Creo que tenemos que…

El fuerte olor dulce tentó mis sentidos nuevamente.

—¿Qué es ese olor? —Me volví, mi mirada pasando sobre la gente y el escaparate de
cristal del salón de belleza. Pude ver a Layla y a Zayne dentro, todavía sentados uno al
lado del otro. La amplia sonrisa estaba de vuelta en su cara mientras ella se reía de
algo que dijo Zayne—. ¿No sientes ese olor?

—No. —Dez me puso una mano en mi hombro—. Todo lo que huelo son tubos de
escapes y seres humanos.

Fruncí el ceño. El extraño y grato olor era más fuerte que los otros elementos. ¿Cómo
podía no sentirlo? Sacudiendo la cabeza, empecé a darme la vuelta hacia Dez, cuando
mi mirada se enganchó en algo.

No sé qué tenía el chico que me llamó la atención, pero una vez que lo vi, no pude
mirar a otro lado.

Estaba apoyado contra la pared de ladrillo de la heladería, sólo su perfil visible. Era
alto, más alto que Dez y Zayne, pero no tan ancho. Na había equivocación en que ese
cuerpo era poderoso, músculo magro. La camisa de color negro que llevaba revelaba
la fuerza nervuda de sus brazos, pero fue ese tatuaje lo que llamó mi atención.

La imagen era de una serpiente, pero... cada onda en la piel había sido sombreada así
que realmente se veía tridimensional, el vientre gris y las escamas en grises bien
definidas. Parecía real, como si se hubiese arrastrado hasta el cuerpo del muchacho y
envuelto alrededor de sí misma en el brazo.
El pelo artísticamente despeinado del chico, era tan oscuro quedaba reflejos azules en
la luz del sol. La única ceja que podía ver estaba arqueada en el medio, como si
estuviera disfrutando de una broma privada. Aunque no podía ver su rostro
completamente, sólo sus pómulos altos y la inclinación de sus labios, sabía que sería
hermoso, demasiado hermoso. Al igual que las imágenes del ángel caído en los libros
de mi padre que conservaba en la biblioteca.

De alguna manera sabía que el olor provenía de ahí.

Y también estaba bastante segura de que estaba viendo a Zayne y a Layla, es decir, a
ella.

Escalofríos bajaban por mi espina dorsal cuando el muchacho se volvió hacia


nosotros, la sardónica mueca de su cara explayándose. En mi interior se formó un
nudo mientras levanté la mirada. Dos ojos ámbar chocaron con los míos.

Aspiré una bocanada de aire y di un paso atrás hacia Dez. ¡Los ojos! No había
equivocación en lo que el chico era. Sólo hay una cosa en este mundo que podía tener
los ojos dorados como esos. Mi estómago cayó y mi corazón empezó a latir a toda
marcha.

Era un demonio de nivel superior.


CAPÍTULO 14
Traducido por Kasycrazy

T
an pronto ese pensamiento cruzó por mi mente, Dez se movió, así que estaba
detrás de él y él estaba entre el demonio y yo. Mi corazón latía contra mi pecho
dolorosamente. ¿Cuánto tiempo había estado allí, observándonos? Ese era uno
de los muchos problemas con los demonios de Nivel Superior. Podían ocultar su
presencia para que no pudiéramos sentirlos, dándoles ventaja. El hecho de que yo
hubiera recogido el olor dulce había sido raro, y probablemente él había permitido que
lo hiciera. No quería saber por qué.

—Sal de aquí, Jasmine—. La voz de Dez era baja y dura—. Vete ahora.

No había manera en el infierno de que fuera a ninguna parte sin él. Hice una bola con
mis manos en la espalda de su camiseta.

—No voy a abandonarte.

Dez maldijo—. Vete. Por favor, Dios, vete.

—¿Por favor, Dios? —El demonio avanzó hacia nosotros, ladeando la cabeza hacia un
lado. Había estado en lo cierto acerca de su belleza. Era irreal. Aterradora en su pura
perfección—. ¿Estás esperando una respuesta? Porqué voy a jugármela y decir que
probablemente él no está escuchando.

Los músculos debajo de mis manos se tensaron mientras Dez respiraba hondo, pero
antes de que él pudiera hablar, el demonio se reía sombríamente mientras se
pavoneaba hacia delante, sin prestar atención a lo que pasaba entre nosotros. Y no lo
necesitaba. Los seres humanos parecían sentir que cualquier contacto que tuvieran
con él, probablemente sería el último. Separó la multitud de la acera como una
retorcida versión de Moisés, acabando directamente delante de nosotros. No parecía
mayor que yo, pero había mundanería en la forma en la que se comportaba, en el
extraño brillo de sus ojos.

—No creo que tu pequeña amiga vaya a irse a ningún lado —murmuró, con sus ojos
ámbar brillando levemente mientras se inclinaba hacia un lado. Ondeó la mano en mi
dirección—. Hola, ahí.

Dez se movió, bloqueándome—. Mírala una vez más y voy a separar la cabeza de tu
cuello.

—Tsk, tsk, así no se le habla a un extraño. —Un lado de sus labios se curvó hacia
arriba—. Tan grosero.

La gente estaba comenzando a mirarnos. No había ninguna manera de que esta


situación fuera a terminar bien. Ya podía oler sangre en el aire.

—No estoy jugando contigo. —Las manos de Dez formaron puños.

—Eso es bueno, porque tú eres la última cosa con la que quiero jugar.

Dez se adelantó, yendo cara a cara contra el demonio. Un estremecimiento le recorrió


la espalda. Estaba a segundos de transformarse.

—Oh, yo no intentaría eso, tú, rechazado celestial. —La sonrisa confidencial se


mantuvo fija en su lugar—. Vas todo Guardián conmigo y luego yo iré todo demonio
malvado contigo, y entonces, ups, —Sus ojos se abrieron ampliamente—. Todos los
pequeños humanos del mundo sabrán que no están solos. Y no estoy hablando de E.T.
A menos que esa grumosa criatura sea realmente un demonio.

Por un segundo pensé que Dez iba a decir que se joda y perder completamente la
cabeza allí mismo, y la sonrisa del demonio se estiró a niveles épicos. Extendió los
brazos y dobló los dedos haciendo la señal universal de «ven a por mí». A lo largo de la
parte inferior de los bíceps del demonio, el tatuaje se movió repentinamente, las
escamas deslizándose sobre su piel mientras la cola desaparecía bajo la manga de su
camiseta oscura. Alrededor del cuello del demonio, la tinta negra se propagó y
apareció la cabeza de una serpiente. Un ojo rojo brillando como un rubí estaba
enfocado directamente en nosotros.

¿Qué demonios era eso?


Dez gruñó bajo en su garganta.

—No tienes idea de lo mucho que quiero darte una paliza.

—¿Qué te lo impide? —disparó de vuelta el demonio.

Estaba contrariando a Dez a propósito. ¿Quería exponernos? No sabía lo que pasaría si


eso ocurría, pero estaba bastante segura de que implicaba el aniquilamiento de
nuestras dos razas.

Pero este momento significaba más para mí a nivel personal. Un demonio de Nivel
Superior había matado a mi madre y, tan fuerte y astuto como podía ser Dez, podía
caer frente a éste. Yo no podía estar aquí, acobardada, y no hacer nada. No era una
niña.

Invoqué mi coraje y cogí el brazo de Dez—. ¿Qué quieres?

—¿Ella habla? —rio el demonio—. Y yo aquí pensando que todas las Guardianes
hembras eran incapaces de formar un simple pensamiento sin la ayuda de un macho.

—¿Disculpa? —La incredulidad daba paso a la ira.

Dez alargó el brazo, impidiéndome pasar alrededor de él—. Voy a darte cinco
segundos para salir de aquí.

El demonio se quedó allí de pie durante varios latidos de corazón.

—Los cinco segundos han pasado. ¿Siguiente amenaza?

—¿No eres todo un sabelotodo? —espetó Dez.

—Entre muchas, muchas cosas—. La mirada del demonio parecía encontrar la más
pequeña parte de mí, visible detrás de Dez. Suspiró mientras su mirada se suavizaba—
. No tengo ningún problema con ninguno de los dos, así que… lo que sea.

¿Lo que sea? ¿Lo he escuchado bien?

El demonio de Nivel Superior me guiñó un ojo ámbar y luego se dio la vuelta. Echando
una última mirada persistente a la tienda de helados, se alejó, tarareando por lo bajo.
La melodía hurgó en mis recuerdos.
—¿Paradise City? —dije silenciosamente, dando un paso para acercarme a Dez—.
¿Está tarareando una canción de Guns N’ Roses?

Dez no respondió, y yo ni siquiera sabía por qué me había fijado en la canción. Tal vez
era el shock por haber estado así de cerca de un demonio de Nivel Superior y después
escucharle decir que tenía «ningún problema» con nosotros.

No tenía ni idea de lo que acababa de pasar.

Tragando saliva, miré a Dez. Su cuerpo estaba temblando por la cantidad de control
que le tomaba quedarse dónde estaba. La pequeña multitud que se había comenzado a
reunir alrededor nuestro se diluía mientras perdían el interés, pero algunos humanos,
que eran realmente observadores, estaban empezando a mirarnos más de cerca.

—¿Dez? —Envolví mi mano alrededor de su antebrazo, sintiendo la tensión de sus


músculos—. ¿Vas a ir detrás de él?

—Debería, lo necesito.

El tácito «pero» era el que todos los Guardianes, sin importar lo fastidiosos que fueran
o lo grande que pudieran ser sus egos, sabían que no debían tratar de enfrentar a un
demonio de Nivel Superior solos, incluso a uno que les había dado la espalda.

Dejó escapar una desagradable maldición cuando finalmente me miró.

—Tengo que advertir a Zayne.

—Está bien. —Empecé a dejarlo ir y luego apreté el agarre sobre su brazo—. Espera.

—¿Qué?

Tomé una respiración.

—No lo sé, pero parecía que los estaba mirando, mirando a Layla.

Dez miró a través de la ventana a dónde ellos dos estaban sentados.

—Si es así, no es bueno. No es bueno para nada.

***
Dez había empujado a Zayne a un lado mientras yo esperaba con Layla, y le dijo lo que
había pasado fuera. En el momento en que Dez había transmitido mi sospecha sobre lo
que el demonio de Nivel Superior estaba haciendo, Zayne quería llevar a Layla a casa.

Nadie le dijo nada a ella sobre por qué todos nosotros estábamos volviendo al
complejo y ella no pareció sospechar nada cuando Dez desapareció con Zayne para
hablar con Abbot. Seguí a Layla escaleras arriba a su habitación.

La habitación era un desastre. Los libros cubrían el suelo. Calcetines desparejados se


asomaban por la cómoda y por debajo del escritorio, pero la habitación estaba
adornada con todo lo que una chica pudiera desear: una laptop, un escritorio, un
equipo de música, una enorme televisión y un armario repleto de ropa. En la esquina,
una gran casa de muñecas hecha a mano estaba colocada cerca de las puertas del
balcón, en el cabecero de la cama, acurrucado entre una flota de almohadas, había un
osito de peluche que parecía haber visto mejores días.

Layla se dejó caer en la cama y rebotó una vez antes de cruzar las piernas. Pasando
por la puerta, yo no podía dejar de preguntarme por qué el demonio había estado tan
interesado en ella y Zayne.

—Está bien —dijo ella, apoyando la barbilla en sus manos—. No tienes que pasar el
rato conmigo.

Parpadeé—. Siento la forma en la que te traté la primera vez que te vi.

Se encogió de hombros—.No es gran cosa.

Mordiéndome el labio, me uní a ella en la cama—.¿Te lo hacen mucho?

Layla se rió en voz baja—. Todo el tiempo. No puedo culpar a los que reaccionan así.
Soy mitad demonio.

—Pero eres tan… —¿Cuál era la palabra correcta?

—¿Impresionante? —preguntó ella, y luego se rio. Sonreí mientras ella tiraba del pelo
sobre su hombro, girándolo. Danika hizo lo mismo—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Metí mis rodillas a mi pecho—. Seguro.


—¿Tú y Dez se van a emparejar? —hizo una pausa—. Lo siento. Eso probablemente no
sea asunto mío. Simplemente escuché a alguno de los chicos hablando y tenía
curiosidad. Abbot siempre habla de emparejamiento y yo odio la palabra. Es tan… no
sé. ¿No puede simplemente decir casarse? Quiere que Zayne se «empareje» con
Danika. Habla sobre ello todo… —Se interrumpió y el rosa azotó sus mejillas—. De
cualquier manera, ¿es eso lo que van a hacer?

—Yo… —Seguro que no estaba esperando esta pregunta. Mis mejillas se calentaron
mientras me enfocaba en una estantería repleta—. Es complicado.

—¿Complicado? —Su rostro se arrugó pensativamente—. ¿Quieres emparejarte con


él? Por qué si no lo haces, puedes decir no, ¿verdad? Es así cómo funciona.

—Sí, pero yo… yo no lo sé.

Dejó caer su pelo y las ondas se desplegaron suavemente—. ¿Lo amas?

Una punzada golpeó mi pecho y la respuesta estaba allí mismo, en la punta de mi


lengua. En su lugar, algo totalmente diferente salió.

—He estado enamorada de él desde que era una niña, pero él… él me dejó y acaba de
volver. —No podía creer lo que le estaba contando eso a una niña de trece años, pero
mi boca no paraba de moverse—. Y durante tres años acepté que nunca volvería a
verlo y el emparejamiento se convirtió en algo sobre lo que nunca pensé. No estaba
preparada cuando reapareció en mi vida. No sé si estoy preparada para todo lo que
viene con eso.

—Tuvo que ser impactante, que regresara así—. Layla se me acercó más y bajó la
voz—. Pero él se preocupa por ti, te ama.

La miré bruscamente y encontré que realmente no podía decir nada.

—Es la forma en que te mira. Te ha mirado todo el tiempo que hemos estado fuera y
en el camino de vuelta. Incluso cuando se alejó con Zayne, es estaba mirando a ti. Es…
romántico.

Me eché hacia atrás sorprendida—. Nunca ha dicho esas palabras.

—¿Lo has hecho tú?


—No.

Layla se rió—. ¿Entonces por qué debería ser él el primero? Quiero decir, vamos a
eliminar toda esa mierda del emparejamiento. ¿Es alguien a quien quieres? ¿Todavía
lo amas? —preguntó ella, con tono urgente—. ¿Lo haces?

—Sí —susurré la palabra, asustada de que pudiera ser escuchada, pero maldita sea, ya
estaba fuera. Una vez algo se decía, era cierto. Sin devoluciones.

—Entonces allí está tu respuesta, ya que eso parece ser lo más importante. Quiero
decir, si te ama y tú lo amas, él esperará y todo se resolverá.

La miré, exhalando lentamente. Todavía no podía creer que le estuviera contando


esto, pero la chica, sin importar lo joven que fuera, estaba diciendo algunas cosas
bastante sabias.

—¿De verdad crees eso?

—Sí. —Los labios de Layla se extendieron, y una vez más, estaba sorprendida por su
sonrisa—. Nada en este mundo es más fuerte que el amor. Debería ser siempre
suficiente, sin importar qué.
CAPÍTULO 15
Traducido por Lizzie

L
a presión se cerró sobre mi pecho y una bola se formó en mi garganta. Había
tantos nudos en mi estómago, amenazando con atarme.

Había estado paseando a lo largo de mi habitación, desde que había dejado a


Layla. Mis pensamientos estaban divagando, lo cual me había hecho imposible
sentarme tranquila. No podía dejar de pensar en Layla y el hecho de que nunca
conocería el amor, no en realidad, no como el que yo conocería un día, no importa lo
que yo decidiera. Ella podría nunca realmente acercarse a otra persona. Podría nunca
besar. El amor le había sido prohibido y eso era tan injusto. Y yo no podía dejar de
pensar en lo que había dicho.

El amor siempre sería suficiente, sin importar qué.

Y amaba a Dez. Estaba enamorada de él.

No sé exactamente que me había hecho darme cuenta. Había un montón de cosas para
las que yo no estaba preparada, pero había una cosa para la que lo estaba.

Pasos en el pasillo atraparon mí atención. El corazón saltando en mi pecho, me quedé


helada, y luego salté hacia delante, corriendo hacia la puerta. Sacando mi cabeza al
pasillo, vi a Dez.

Se detuvo, sorprendido.

—Oye.

—Yo estaba… estaba esperándote. —Dios, sonaba como una idiota. Empecé a
retroceder mientras entraba en mi habitación—. ¿Qué dijo Abott sobre el demonio?
—Está preocupado. Es anormal para un demonio de Nivel Superior no hacer nada sino
hablar agresivamente y luego alejarse. Ellos van a salir esta noche para darle caza.
Cerró la puerta y se apoyó en ella, cruzando los brazos—. Obviamente, el mocoso está
tramando algo. Ellos quieren saber qué.

—¿Vas a salir con ellos?

—Debería, pero creo que antes de que fuéramos distraídos, querías hablar. Y ahora
eso es más importante.

A medida que sus palabras se hundían, me di cuenta que me estaba poniendo antes
que su deber. Lo había hecho durante siete días. Atendiéndome. Jugando a la niñera.
Siguiéndome alrededor mientras yo hacía un montón de nada, y él no se había quejado
ni una vez. Incluso disfrutó por sí mismo porque... porque había estado conmigo.

Levantando la mirada, apenas podía hablar por mi corazón latiendo con fuerza.

—Quería decir que estos... estos siete días han sido increíbles.

—¿Incluyendo a Herbert?

Me eché a reír—. Sí, incluso con Herbert.

La duda cruzó sus llamativos rasgos.

—¿A pesar de que no llegaste a ver Washington o cazar un demonio?

—Te estaba diciendo la verdad. Esas cosas no son realmente importantes. —Me
detuve, tomando una respiración profunda—. Tal vez importaron antes, pero no sé lo
que estaba tratando de hacer. ¿Quizás retrasar lo inevitable? Porque yo…

—Espera. —-Levantó una mano, estirando la camisa de algodón sobre sus hombros—.
Antes de que me digas lo que ya sé que vas a decirme, tengo que decirte algo.

—Pero, ¿cómo sabes lo que voy a decir?

Él se rio secamente.

—Lo sé, Jas.

Había tal obvia resignación en su voz, que cuadré mis hombros.


—¿Qué es lo que quieres decirme?

—Lo que debería haberte dicho la primera noche que regresé. —Inclinó la cabeza
contra la puerta.

Pasaron varios segundos.

—Debí haber dicho adiós, pero no lo hice. Eso fue un gigantesco error, que no puedo
arreglar. Y sé que cometí otro por no ser honesto contigo cuando volví. Simplemente
no quise que supieras la verdad.

Esas palabras eran sombrías.

—¿La verdad acerca de por qué te fuiste?

Él asintió con la cabeza.

Un escalofrío recorrió mis hombros.

―Bueno, si no quisiste que supiera, estoy bastante segura de que puedo entenderlo.
Quiero decir, tú tenías dieciocho años, así que supongo que estabas haciendo lo tuyo.

Dez bajó la barbilla y se alejó de la puerta.

—¿Lo mío?

Había una nota de advertencia en su voz. A veces tenía que callarme. Este era uno de
esos momentos. Por supuesto, mi boca siguió moviéndose.

—Sí, ya sabes. Sexo de una noche. Sembrar tu salvaje avena. Echar un polvo. Lo que
sea.

—¿Hablas en serio?

Me encogí de hombros.

—No ha habido una sola mujer en la que haya pensado, y mucho menos querido follar
—dijo—. Lo que hice cuando me fui no implicaba nada de eso, Jasmine.

Pensé en la noche en el hotel y mi cuerpo se sonrojó. Tenía que tener experiencia, un


montón de experiencia.
—Yo no estuve con nadie durante ese tiempo —agregó.

Solté un bufido.

—Sí, yo no soy estúpida, Dez.

La ira brilló en su rostro mientras se aproximaba hacia adelante.

—Hay un montón de cosas que podrías decir sobre mí, pero nunca te he mentido. No
te estoy mintiendo ahora. ¡Permanecí fiel a ti! ¡Todo este tiempo! ¡No ha habido nadie
más!

Abrí la boca para discutir, pero sus palabras se hundieron en medio de la ira y la
confusión. Mi corazón estaba como un globo esforzándose por flotar.

—¿Q- qué?

Dez me miró fijamente, con los ojos brillando ahora de un azul brillante. Dos círculos
de color rosa aparecieron en sus mejillas y entonces él miró hacia otro lado,
empujando una mano por su cabello.

—No he estado con nadie, Jasmine. No así.

—¿Por qué? —Solté la pregunta antes de que pudiera detenerme, y la mirada que me
dio me dijo que se preguntaba qué estaba mal conmigo. Pero yo no podía comprender
que no había estado con nadie, no otra hembra de nuestra especie o humana. No era
como si hubiera estado sufriendo por atención. Las hembras cortarían sus piernas
izquierdas para estar con él.

Él dejó escapar un profundo suspiro mientras dejaba caer su mano.

—No podría.

—¿No podrías? —Di un paso más cerca.

—No. No hubiera sido correcto.

Me detuve, sosteniendo mis manos apretadas fuertemente contra mi pecho como si


pudiera detener mi corazón de saltar fuera de él.

—Porque emparejarte conmigo era un deber, o…


—No pongas palabras en mi boca. ―Él revoloteó hacia delante, deteniéndose justo en
frente de mí. El aire se detuvo en mis pulmones mientras inclinaba su cabeza, su boca
a centímetros de la –mía—. Lo que hay entre nosotros no tiene nada que ver con un
deber u obligación para emparejarnos y procrear. Es solo sobre nosotros.

Mis ojos se abrieron.

—¿Lo es?

Colocó una larga mano en mí mejilla.

—Yo no estuve con nadie más, porque no podía. No quise estarlo, porque siempre
supe que iba a volver contigo. Nunca hubo duda en mi mente.

—¿Nunca? —susurré.

—Nunca. —Dejó caer su frente en la mía y respiró vacilante. Sus labios rozaron mi
mejilla, provocando un escalofrío corriendo a través de mi piel—. Te amé la noche que
me trajiste budín y te quedaste conmigo hasta que me quedé dormido. Eso fue hace
once años y mi amor por ti nunca se ha desvanecido, Jas. No durante un segundo.

Oh, Señor, mi corazón se me escapó, flotando por las nubes, entre las estrellas, pero no
lo entendí.

—Entonces, ¿por qué me dejaste sin decir nada? ¿Ni siquiera un adiós?

Cerró los ojos, extendiendo las manos a ambos lados de mi cuello.

—Necesitaba encontrar al demonio responsables de atacar a mi clan, de matar a mis


padres.

Aturdida, me deslicé liberándome, la parte trasera de mis muslos golpeando el lado de


la cama.

—¿Fuiste tras el demonio?

Sus manos cayeron a sus costados.

—Seguí sus rastros, siguiendo al bastardo por todo el país. Dejó California por un
tiempo, pero ahí es donde finalmente lo encontré de nuevo.
Colocando mi mano contra mi pecho una vez más, respiré profundamente.

—¿Y lo enfrentaste?

—Lo maté.

Mi cerebro había dejado de funcionar. ¿Había pasado tres años rastreando el demonio
responsable de masacrar a su clan? Las palabras de mi padre tenían sentido ahora.
Papá había sabido lo que Dez estaba haciendo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —le pregunté.

Una leve sonrisa apareció.

—Tú hubieras tratado de detenerme.

—¡Maldición, cierto que lo hubiera hecho!--Por alguna ridícula razón, me entraron


ganas de llorar—. ¡Podrías haber sido asesinado!

—Podría ser asesinado cualquier noche, Jas.

—¡Pero eso era diferente! Estabas ahí fuera por ti mismo. Nadie cubría tu espalda. —
Las lágrimas quemaron la parte de atrás de mis ojos, lo que era demasiado estúpido,
porque, obviamente, no estaba muerto. Estaba de pie justo delante de mí—. ¿Por qué
tenías que hacer eso?

La sonrisa se esfumó, como si nunca hubiera estado allí.

—Sabes cómo estaba. Tan lleno de odio e ira. Necesitaba limpiarlo. —Él palmeó mis
mejillas—. Sabía que si te decía por qué me iba y me decías que no lo hiciera, no
habría sido capaz de irme.

Quería alejarlo y quería agarrarlo y sostenerlo cerca. Para siempre.

—¿Mi papá lo sabía?

—Sí. —Él presionó sus labios contra mi sien—. Es por eso que nunca te llamé y te dije
cuando volvía. No es una excusa suficientemente buena, es una mierda, pero sabía que
querrías que me detuviera... y que una vez que supieras lo que estaba haciendo
pensarías diferente de mí.
Parpadeé para alejar mis estúpidas lágrimas.

—Fue una excusa de mierda, pero podrías haberme llamado. El que no lo hicieras me
hizo pensar diferente de ti. No porque querías vengar el asesinato de tu clan. Eres un
idiota. —Me reí porque no sabía qué otra cosa hacer—. Durante tres años pensé que
huiste para escapar de mí.

—-Dios, odio que siempre pensaras eso —dijo—. Eras tan fuerte. Perdiste a tu madre.
La viste morir, pero fuiste fortalecida por ello. No dejaste que el odio te tragara. Yo lo
habría hecho. No estoy orgulloso de admitir eso, pero…

Mis manos temblaban mientras las envolvía alrededor de sus muñecas.

—Pero, ¿qué?

—Pero cuando tu padre anunció sus intenciones para con nosotros, sabía que tenía
que purgarme a mí mismo de la rabia, porque amarte... amarte era agridulce —
susurró contra mis labios—. Porque sabía que si no hacía esto, si no sacaba todo el
odio de mí, nunca sería el emparejamiento que te merecías.

—Oh, Dez. —Se me cortó la respiración—. Yo…

—Sé que es probablemente un poco demasiado, demasiado tarde. —Él me besó


suavemente, apenas un roce de sus labios y, a continuación, se retiró, sus dedos
deslizándose por mi cara—. Pero lo que he dicho es verdad. Y como dije antes, voy a
esperar. No importa cuánto tiempo necesite para demostrarte que te amo, lo haré.

Tantas cosas corrían por mi cabeza que me tomó un momento procesarlo todo.

—¿Demasiado tarde? Dez, no es demasiado tarde. Dios, ambos hemos hecho un lío de
cosas.

Abrió la boca, la cerró, y luego abrió la boca de nuevo.

—¿Qué estás diciendo?

Había tantas cosas que yo estaba tratando de decirle, pero las palabras o la falta de
ella habían sido nuestro problema desde el principio. No nos contábamos el uno al
otro lo que realmente estaba pasando o decíamos todas las cosas equivocadas.

Las palabras apestaban a veces.


Así que hice lo único que sabía que ambos entendíamos. Crucé la pequeña distancia
entre nosotros y puse mis manos sobre su pecho. Me miró fijamente mientras me
estiraba hacia arriba. Deslizando mis manos por su pecho,

Envolví mis brazos alrededor de su cuello. Se estremeció un instante antes de que yo


presionara mis labios contra los suyos.

Vertí todo lo que quería decir y debería haber dicho en el beso. Lo atraje cerca,
inhalando su esencia cuando respondió, cuando llevó el beso a un nivel más profundo,
barriendo con su lengua sobre la mía, bebiendo de mí.

—Te amo —jadeé.

Sus manos se posaron en mis caderas.

—Dilo de nuevo.

—Te amo.

—Una vez más.

Mis labios se curvaron.

—Te amo, Dez.

Y eso es todo lo que dije. Dez me dio un beso, y ese beso, ese beso que me quemaba.
Era todo lo que yo sentía dándomelo de regreso. Sus manos se deslizaron por mi
espalda y nuestros labios se separaron lo suficiente para que él dijera mi nombre. Y yo
sabía que el sonido del mismo se quedaría conmigo hasta el fin de mis días.

Terminamos en la cama, nuestros miembros enredados juntos, nuestros corazones


palpitando en nuestros pechos. No le dije sí. Él no preguntó. No necesitaba ser
hablado. Porque yo había sido suya y él había sido mío todo el tiempo, y un día nos
haríamos esa promesa de toda la vida el uno al otro. Cuando los dos estuviéramos
listos. Y mientras que esa tradición era una carga, a ninguno de los dos le importaba.
Porque en este momento, mientras sus labios se movían contra los míos y él me
apretaba más contra su cuerpo, me sentí como lo hice cuando volé sobre las montañas
de regreso a casa. Durante los preciosos segundos cuando estuve en caída libre y no
había nada más que la impetuosa sensación de no ser capaz de formar un
pensamiento o respirar. En los brazos de Dez, había encontrado lo que había estado
buscando cada noche que iba al cielo.

Yo era libre.

Estaba en casa.
Para saber más acerca de Layla y de Zayne,
y el demonio Nivel Superior observándolos,
no te pierdas WHITE HOT KISS,
por primera vez en la nueva trilogía de elementos oscuros que chisporrotea,
en la nueva trilogía Dark Elements
PRÓXIMO LIBRO

Un beso podría ser el último.

A sus diecisiete años, Layla sólo quiere ser normal. Pero


uno de sus letales besos mata a todo aquel que posea un
alma, ella es todo menos ordinaria. Mitad demonio, mitad
gárgola, Layla tiene habilidades que nadie más posee.

Criada entre los Guardianes, una raza de gárgolas cuya


obligación es cazar demonios y mantener a la humanidad a
salvo, Layla intenta encajar, lo cual significa que tiene que
ocultar su propio lado oscuro de los que más ama.
Especialmente a Zayne, el Guardián digno de desmayo,
increíblemente apuesto y fuera de sus límites del que ha
tenido un flechazo desde siempre.

Entonces conoce a Roth —un tatuado, pecaminosamente atractivo demonio que afirma saber
todos sus secretos. Layla sabe que debe mantenerse alejada pero no está muy segura,
especialmente cuando todo ese tema del no besar es un problema, teniendo en cuenta que
Roth no tiene alma.

Pero cuando Layla descubre que ella es la razón del violento levantamiento demoníaco,
confiar en Roth no sólo podría arruinar sus posibilidades con Zayne... también podrían
señalarla como la traidora de su familia. Y por si no fuera poco, eso la llevaría a convertirse en
un boleto sin retorno al fin del mundo.
SOBRE LA AUTORA
Jennifer L. Armentrout es una escritora estadounidense.
Publica también bajo el seudónimo de J. Lynn.

Vive en Virginia Occidental, USA.

Todos los rumores que hayas podido escuchar de este


estado son ciertos. Bueno, en su mayoría. Cuando no está
trabajando duro en la escritura, pasa su tiempo leyendo,
saliendo, viendo películas de zombis y haciendo como
que escribe. Vive con su marido, el perro de éste,
llamado Diesel y Loki, su perrita Jack Russell.

Su sueño de convertirse en escritora empezó en clases de álgebra, en la cual pasaba el


tiempo escribiendo historias cortas… lo que explica sus pésimas notas en
matemáticas. Jennifer escribe fantasía urbana y romántica para adultos y jóvenes.
CRÉDITOS
Moderadoras
ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Flochi

Traductoras
ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ Katt090
Flochi Itorres
Aяia martinafab
Pandora Rosso rihano
otravaga Debs
ElyCasdel Kasycrazy
Jo Lizzie
MaryJane♥

Corregido, Recopilado y Diseñado por


ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

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