Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPITULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
PRÓXIMO LIBRO
SOBRE LA AUTORA
CRÉDITOS
SINOPSIS
En una caliente precuela de su serie The Dark Elements, Jennifer L. Armentrout atrae a sus
lectores a un extraordinario e irrisistible mundo de Guardianes y Demonios.
Dez no solamente era el amor de Jasmine. Siendo una gárgola Guardián como Jas, él la ayudó a
llegar a un acuerdo con su destino esquivando a los demonios y manteniendo el equilibrio
entre el bien y el mal. Él era su todo... justo hasta el momento en que desapareció sin dejar
rastro. No ayudó que el padre de Jas acababara de anunciar que ella y Dez serían parejas un
día. Es difícil no tomar eso como algo personal.
Y ahora está de vuelta, tres años mayor, diez veces más caliente, listo para retomarlo
exactamente donde lo habían dejado. Pero Jas no tomará una vez más ese riesgo. Dez tiene
siete días para cumplir con todas sus condiciones y ganar de nuevo su confianza. Siete días
llenos de terrible peligro y dulce tentación. Siete días para ganar su corazón o volver a
hacerlo pedazos...
CAPÍTULO 1
N
ada en el mundo se compara con volar, a la sensación del aire fresco
corriendo a través de mi cabello suelto o deslizándose por mi piel cálida y a
través de la curva de mi espina dorsal, entre mis alas. Estaba tan alto, tan lejos
de las colinas de las Montañas de Adinrondack que cuando abrí mis ojos, sentí
que podía extender una mano y tocar las estrellas o ir directo a los Cielos.
Lo cual sería problemático si pasara. De algún modo dudo que los Alfas apreciarían
que un Guardián irrumpiera a través de sus celestiales puertas. Me reí al pensamiento;
el sonido elevándose y siendo llevado por el viento. Uno no sólo podía entrar volando
al cielo. Como en el Infierno, había puertas por todo el mundo, dándole entrada a
aquellos quienes sabían cómo encontrarlas y tenían razones para cruzar sus umbrales.
Durante los pasados tres años, para el gran desagrado de mi padre, me he pasado cada
tarde en el cielo.
No se supone que las mujeres vuelen solas o hagan algo más que hacer bebés y criar y
educar a la juventud, pero ninguno de los hombres era tan rápido como yo. Al menos
ninguno de los que estuviera alrededor o que le importara o…
Debajo, las cimas de los Adirondacks no parecían tan grandes e inamovibles. No.
Parecían suaves, como malvaviscos. Entre los picos, lagos brillaban como tanques
brillantes de ónix y el bosque era espeso y prácticamente inhabitable. Una vez, había
volado todos los cuarenta y seis picos de las montañas Adirondack, viajando a Canadá
y luego de vuelta al condado de Washington.
Una ráfaga de viento atrapó la parte inferior de mis alas, haciéndolas hormiguear
mientras que la corriente me levantó como si estuviera atrapada en una burbuja. Por
un momento, el cambio de clima, la calidad pura del aire, provocó que mis pulmones
se contrajeran y no pude sacar el oxígeno suficiente.
Fui en caída libre, con las alas cerradas estrechamente, ojos bien abiertos y la mente
felizmente vacía de pensamiento, como lo estaba mi pecho, nulo del dolor inquietante
que suele inflamarse como una herida sin tratar. Estos momentos eran escasos,
cuando no había ninguna obligación a mi raza o alguna amenaza de muerte o de
recuerdos de los que yo había amado y perdido. Apreciaba esos breves momentos
hermosos.
Seis años después y todavía era extraño no preocuparse por ser vista por los
humanos. Nada como espantar hasta la muerte a un humano o dos por caer en picada
sobre ellos de forma inesperada, como un pájaro gigante de rapiña.
Los Guardianes habían salido de las sombras, haciéndose conocer por el mundo
humano cuando tenía doce, y como era de esperarse, hubo un pequeño caos a través
de la raza humana en respuesta al ver leyendas y mitos convertirse en una muy real
verdad.
Por miles de años, mi especie había sido vista como nada más que esculturas de
piedras ubicadas en los techos de casas e iglesias. Las llamadas gárgolas. Y
técnicamente, eso éramos, pero la representación de una gárgola era enormemente
exagerada. Incluso el más feo de todos los Guardianes no tienen una nariz bulbosa o
colmillos que sobresalen de su boca. Era bastante insultante cuando se pensaba en
ello.
Déjales a los humanos el interpretar las cosas mal. Asi como ellos juzgaron mal la
verdadera naturaleza de nuestra especie, los humanos no tenían que había demonios
en todos lados. Algunos lucían justo como ellos mientras que otros no tenían
esperanzas de mezclarse nunca. Pero todo cambió seis años atrás cuando hubo un
levantamiento en el Infierno.
No habría sido problema de ninguno de los que estaba arriba, excepto que cientos de
miles, sino millones, de demonios habían sido forzados a salir del Infierno por el Jefe,
haciendo que se volcaran al reino de los humanos a un ritmo nunca antes visto. Nadie,
ni siquiera los Alfas, parecía saber exactamente qué causó el levantamiento, pero el
nivel de actividad demoníaca en todo el mundo se había ido a las nubes. No era que los
demonios no se habían mezclado con los seres humanos antes y habíamos logrado
mantenernos en las sombras y en nuestras formas humanas, pero había demasiados
demonios ahora, creando si que muchos problemas y sí que parecían demasiado
humanos.
Los Alfas habían decretado, los que tomaban las decisiones, que los Guardianes
salieran de la oscuridad. Que debido a la creciente población de demonios, ya no
podíamos operar sin que el público supiera acerca de nosotros.
Así que las gárgolas estaba fuera de las piedras, por así decirlo.
Los Alfas eran como leyendas urbanas. Nunca había visto uno con mis propios ojos,
pero los había sentido cuando habían venido a hablar con mi padre. Eran los más
poderosos de todos los ángeles y también los más aterradores. Los Alfas no eran
cálidos, o acogedores, o buenos o incluso generalmente amables en un buen día. Ellos
veían las cosas sólo en términos de blanco y negro, mal contra el bien y el mal contra
el bien.
Y desde que ellos nos crearon, incluso podían deshacer nuestra mismísima existencia
si querían. Aparté ese pensamiento. Pensamientos de ser exterminado era algo
aguafiestas.
Si solo supieran…
Había reglas que incluso los demonios tenían que seguir, y la más grande era que los
humanos debían permanecer ignorantes de la presencia del verdadero mal en el
mundo. Alguna clase de basura sobre el libre albedrío y que los humanos tenian que
tener fe de que el Cielo y el Infierno existían sin pruebas. Parecía estúpido para mí. Si
los Guardianes y los humanos pudieran trabajar juntos, quizás muchas vidas podrían
ser salvadas, incluyendo la de mi madre.
Pero así es como era. Los humanos o creían que los Guardianes eran súper héroes
luchan por el crimen, o que éramos el mismísimo Demonio encarnado.
Aterricé en el piso plano de nuestra casa ancestral un segundo antes de que registrara
otra sombra en el cielo, acercándose a un ritmo rápido.
Sí. Ya lo sabía.
Mi padre se levantó en toda su estatura, de pie cerca de dos metros diez. Sus alas, que
se extienden a varios metros a cada lado de él, ondearon mientras pasaba por encima
de la cornisa, haciendo que el techo temblara bajo su repentino peso. En su verdadera
piel, era una vista intimidante. Su carne era el color del granito y sería muy difícil de
tocar, haciéndolo a él y a todos los Guardianes casi indestructibles. Dos cuernos
oscuros se abren camino de su melena de pelo negro, cada curva en finas puntas
terriblemente afiladas. Su nariz era plana, fosas nasales finas, y sus ojos, normalmente
del color del cielo al amanecer, eran ahora de un azul eléctrico vibrante.
Era mi padre, pero como el cabecilla del clan de New York, era el más poderoso de los
Guardianes aquí.
—¿Papá?
—Lo estaba. — Mientras caminaba hacia mí, también tomó su forma humana. La
efervescencia de sus ojos se desvaneció cuando sus alas se retrajeron en su piel y sus
facciones se hicieron más comunes. Pero no era menos temible cuando me miró, y me
tomó todo lo que tenía para enfrentarlo, mirada a mirada.
Cercana a los cuarenta y dos, Claudia era la mayor de todas las mujeres en nuestro
clan y símbolo matriarca. La mayoría de las mujeres no llegaban a esa edad. No
cuando la mayoría moría durante el parto o eran alegremente interceptadas por los
demonios. Era una tendencia preocupante. Sin las mujeres, los Guardianes
eventualmente morirían.
—Danika está con Claudia. —Hacíamos turnos para distraerla así podíamos
escabullirnos—. Creo que está en una lección. —O Danika estaba en este momento
golpeándose la cabeza contra la pared. Como yo, era muy consciente de que está
encerrado en la casa, tan bonita como era, todavía se estaba enjaulado. Como yo, era
muy consciente de que estar encerrada en la casa, tan bonita como era, todavía era
estar enjaulado.
En el cielo, la luna llena se deslizó detrás de una nube, como burlándose de mí. Tomé
una respiración profunda.
—Las cosas van a cambiar. Ya no podrás hacer vuelos cada vez que sientas ganas de
hacerlo.
—¿Me vas a llevar a New York City o a WASHINGTON? —Aparte de mis vuelos
nocturnos, nunca había ido a ningún lugar aparte de esta pequeña parte del mundo y
había mucho que quería ver. Estaba casi saltando ante la perspectiva—. ¿O vas a
dejarme ir al centro comercial sin Leo y toda la flota de Guardianes? Porque realmente
hacen difícil comprar a una chica. Y asustan a la gente. Es tan incómodo.
Sus labios se movieron hacia las esquinas, mientras esperaba a que la puerta se
abriera. Nuestra casa, que era el tamaño de lo que imaginaba era una escuela
secundaria, era fuertemente custodiado como una base militar.
Una vez dentro de la casa, se giró hacia mí. Calidez irradió de su mirada. Me tensé, a
segundos de chillar.
—Dez ha regresado.
La sangre corrió de mi cabeza tan rápido que pensé que me desmayaría. Sabía que no
lo había oído bien. No era posible—. ¿Qué?
N
o estaba feliz.
¿Dez había regresado luego de haberse ido por tres años, sin siguiera decir un
«Oye, me voy a ir y dejarte,» o un adiós o algo? Simplemente se elevó y marchó
después de…
Intenté tragar saliva, pero había algo enorme metido en mi garganta. No había sabido
nada de él en tres años. Ni una llamada, un correo electrónico o una carta. Nada. Ni
siquiera sabía si estaba vivo o muerto. Nadie de nuestro clan lo había sabido. Él se
había desvanecido, su repentina partida tan horrorosamente abrupta como la muerte
de mi madre. Un segundo estaban y al siguiente nada.
Consumida por no arrojar todo hacia todas partes del lugar, no estaba segura si
respiraba o no. Miré mi reflejo en el tocador. Ojos azul claro me devolvieron la mirada,
ubicados en un rostro demasiado pálido contra la oscuridad de mi cabello. Incluso mis
labios parecían desprovistos de sangre. Mis pómulos parecían demasiado afilados,
demasiado angulosos.
La última hora se había desdibujado. De alguna manera, el clan entero sabía que Dez
había regresado y ellos se habían abalanzado sobre mí al instante en que entré a la
casa. Me había metido en la ducha, porque al parecer, necesitaba una. Danika había
secado mi cabello, dejándolo caer suelto en largas ondas bajando por mi espalda
porque yo estaba más allá de la capacidad de hacerlo por sí sola. Luego Claudia, que
tampoco sabía que había salido a escondidas o había elegido ignorarlo a la luz de lo
que estaba sucediendo, había traído un vestido azul que nunca antes había visto. Era
apretado alrededor del pecho y supe que si me inclinaba demasiado, mis pechos
saldrían y dirían hola.
Era tradición tener tu mejor apariencia cuando un macho te reclamaba. Todo el ritual
era barbárico, absolutamente equivocado en tantos niveles. Parte de mí entendía la
necesidad de tener que emparejarse y producir algunos bebés. Nuestra raza estaba
muriendo y lo que los Guardianes hacían era una necesidad para mantener el
equilibrio entre el bien y el mal y bla, bla. La otra parte se preguntaba por qué me
apuntaría para algo que probablemente resultaría en mi muerte en algún momento.
Teníamos siete días luego de que el macho hiciera su reclamo para aceptar o no, para
asegurar que ambas partes entendían que emparejarse era un compromiso de por
vida. No había tal cosa como el divorcio o la separación entre los de nuestra clase. No
estábamos obligadas a decir sí, y el macho, incluso si estaba avergonzado ante todo el
clan, tenía que aceptar nuestra negativa. Podíamos seguir negándonos hasta que
quisiéramos decir sí y había hembras Guardianes que decían no, como Claudia. Ella no
había encontrado un macho que quisiera todavía, pero…
Pero mi padre había anunciado sus intenciones de emparejarme con Dez hace tres
años. La noche anterior a que Dez desapareciera.
Inhalé una bocanada de aire, pero el vestido estaba ceñido demasiado apretado,
constriñendo mi cintura.
—Regresó —susurré, sin estar segura por qué sentía la necesidad de decir eso. Quizás
porque no parecía real.
—Lo hizo.
—No.
¿Por qué había preguntado eso? No me importaba.
Al principio, Dez no había querido tener nada que ver conmigo. Agachado detrás de la
biblioteca, me había asestado un golpe con sus manos con garras, acercándose a
abrirme la piel del brazo. El temor había descendido tembloroso por mi columna, pero
sentía mucha simpatía y preocupación por él para que metiera los cuernos y escapara.
En cambio, se había sentado cautelosamente a una distancia segura y empezó a hablar
sobre cosas sin importancia y todo aquello en lo que pudo pensar. Me había tomado
horas divagado sobre mis muñecas, mis tareas y mis libros favoritos antes de que
tomara mi budín. Luego de eso pidió más y había conseguido meterlo en la cocina. Me
había quedado toda la noche con él, mientras él comía todo lo que el cocinero le puso
delante y yo lo observaba, extrañamente atraída por el desconocido y silencioso niño.
Y desde es anoche en adelante, fuimos inseparables, al menos por los siguientes ocho
años.
A todas partes que él fuera, yo lo seguí, y viceversa. Había estado conmigo la primera
vez que volé por encima de las montañas, y había estado con él la primera vez que
finalmente se quebró y lloró la pérdida de su clan, de toda su familia. Cuando había
enganchado mi ala por primera vez y lloré como un bebé gordo y hambriento, había
sido Dez quien me guio de regreso a la seguridad y cuidó de mí. Lo observé mientras
aprendía a manejar cuando cumplió los dieciséis, y cuando cumplí quince él me había
dicho que siempre estaríamos juntos, pasara lo que pasara.
—No puedes quedarte aquí toda la noche —razonó Danika con calma—. Te está
esperando.
—No me importa.
—Sí, te importa.
—No, no es así.
—Pero lo amas.
Todo eso había sido cierto. Lo había amado desde el momento en que me había
quitado el pudín. Cuando mi padre anunció en el cumpleaños número dieciocho de
Dez que apoyaba una unión entre nosotros, yo nunca había sido más feliz que en ese
momento. Yo era joven. Y estúpida. Cuando Dez desapareció al día siguiente,
experimenté una angustia que pensé que me tragaría entera y nunca me escupiría. Él
había sido más que un simple enamoramiento. Había sido mi mejor amigo, mi
confidente y mi mundo.
Danika metió largos mechones de su cabello detrás de sus orejas a la vez que se
apoyaba contra mi cama.
—No has hablado con él todavía. No sabes la razón por la que se fue.
—Del tuyo. Ven. Acabemos con esto entonces. —Apartándose de la cama, me condujo
fuera de la habitación a un largo corredor—. Esto va a ser incómodo. Me alegra no ser
yo.
—Te ves hermosa —dio Danika, dándome un empujón para nada gentil hacia la
escalera.
¿Me quedaba tiempo para salir corriendo y enterrar mi rostro en barro? Lo último que
quería era estar especial para Dez. Los nervios causaron que tomara un respiro
mientras me aferraba a la barandilla. ¿O tal era el vestido? De cualquier manera no
podía respirar.
Voces provenientes del primer piso vinieron flotando hacia nosotras, y me esforcé por
distinguir a quiénes pertenecían mientras me dirigía hacia abajo por las escaleras. La
sangre rugió en mis oídos, y mi boca se secó cuando alcancé el rellano del segundo
piso. Empecé a inclinarme para echar un vistazo, pero Danika me agarró del brazo y
me arrastró por las escaleras restantes.
Ni siquiera podía recordar la última vez que el clan entero se reunió en una habitación
juntos, en especial a esta hora de la noche, cuando la mayoría estaría preparándose
para irse a las cacerías nocturnas. La multitud me pareció enorme en ese momento.
Los machos altos y anchos, vestidos con pantalones de cuero oscuro. Unas pocas
hembras se encontraban entre ellos, intentando lidiar con los niños. Uno de ellos, un
niñito de no más de tres años, corrió hacia el patio. Bajo la cúpula del cielo, se
transformó de su forma humana. A mitad de camino. Los cuernos brotaron de entre
medio de sus rizos rubios. Alas grises crecieron de su espalda, delgadas y desiguales.
Una se arqueó en el aire y la otra se inclinó hacia un lado. Se echó a reír cuando un
gran macho salió y lo lanzó a sus brazos.
—Allí está. —La voz de mi padre fue como el estruendo de un trueno, pesado con
orgullo, y sentí como si estuviera atada al salón de subastas.
Con las manos cerradas en puños, mantuve los ojos fijos en mi padre mientras forzaba
a mis piernas a seguir moviéndose. La multitud se separó mientras caminaba
aturdida. No pude mirar ninguna de las caras que pasé. Mi estómago se retorció y
dolió.
Papá dijo algo y estaba quieto sonriendo, pero no pude seguir la conversación. Cada
músculo de mi cuerpo se encontró trabado cuando él dio un paso al costado. Contra
mi voluntad, mi mirada se movió al lugar donde él se encontraría de pie.
Dez estaba parado delante de mí, más alto y más ancho de lo que recordaba. Era el
mismo de muchas maneras, pero había cambiado mucho. Su cabello era de un castaño
profundo y cuando había sido más joven, había sido recortado a los costados, la mitad
en una cresta puntiaguda. Ya no más. Ahora su cabello caía en ondas suaves, apenas
rozando sus hombros. Sus ojos eran los mismos: azul pálido enmarcado por pestañas
gruesas y pesadas. La falta de la cresta no fue el único cambio. ¿El resto de él? Nada del
joven que se había ido hace tres años permaneció en el rostro que era a la vez extraño
y familiar.
El óvalo juvenil de su rostro había sido modificado en los últimos tres años y
reemplazado por líneas duras. Su mandíbula era cincelada, pómulos altos y anchos.
Había una ligera curvatura en su nariz, como si hubiera sido rota y no puesta
correctamente. Sus cejas formaban agraciados arcos sobre sus ojos y sus labios
parecían más llenos que antes. Un pensamiento traidor se filtró: ¿Eran sus labios tan
firmes como parecían? Esos labios no estaban extendidos en una sonrisa, y Dez
siempre me había sonreído. Ahora estaban separados, y mientras arrastraba mi
mirada hacia la de él, me di cuenta que no era el chico del que me había enamorado.
Su mirada bajó por una fracción de segundo, y mis ojos se entornaron. La irritación
pinchó mi piel. ¿En serio estaba allí de pie comprobándome? Pero mi molestia luchó
con un sentido mayor de conciencia con el que estaba familiarizada. La calidez inundó
mis venas cuando su mirada se encontró con la mía. Electricidad chisporroteó en el
aire entre nosotros cundo nuestras miradas se trabaron.
Mi corazón saltó en mi garganta cuando me di cuenta lo que él iba a hacer. Abrí la boca
para protestar, pero fue demasiado tarde.
Dez me besó.
CAPÍTULO 3
Traducido por Pandora Rosso
E
l asombro me recorrió, apagando mis sentidos, una parte de mí estaba
demasiado impresionada para hacer algo más que estar parada ahí. Mi puño
ardía por conectar con su mandíbula ¿Cómo se atrevía a besarme después de
todo este tiempo? Sin siquiera decir hola por el amor de Dios. Pero el ligero roce de
sus labios me sorprendió.
Dez apretó el agarre en la parte posterior de mi cabeza y pasó un brazo por mi cintura
mientras empezaba a alejarme, la presión sobre mis labios aumentó cuando él me
presionó contra él. Cada pensamiento se dispersó, su pecho era duro como la roca y
amplio contra el mío, su brazo una banda de acero que incluso no me permitía
respirar. El calor se agrupó en la parte baja de mi estómago ante el profundo retumbar
de su pecho. Mi pulso se aceleró mientras se profundizaba el beso, en algún momento
mis manos terminaron en sus hombros y no era para alejarlo.
Mi primer beso… y fue todo lo que imaginé que sería, con la excepción de la audiencia.
Pero era difícil no reconocerlos con sus gritos y vítores. Llamas ondearon en mí ya
caliente piel. Los labios de Dez se movían contra los míos, trabajando por abrirlos, di
un grito ahogado y me pregunté en qué lugar del mundo habrá aprendido a besar así,
celos se encendieron como faros ante el pensamiento, ok, no quería saber donde
aprendió.
Alguien se aclaró la garganta sonoramente.
—Con lo encantado que estoy de que estés feliz de ver a mi hija, creo que puedes
parar ahora.
—Jasmine.
Los ojos de Dez nunca dejaron mi rostro, ni por un segundo desde que nos apartamos,
su mirada era tan intensa como la sensación de ser presionada contra él, ardiente
como su beso. Las puertas del jardín se alzaban tras él y tuve la urgencia de salir
corriendo por ellas.
Estaba lenta para seguir la conversación a mí alrededor pero las palabras de mi padre
me trajeron a la realidad.
—Así que está arreglado —dijo haciendo que mi mandíbula callera al piso—. La
ceremonia tomará…
—¿Cómo dices? —preguntó Dez, diciendo dos palabras por primera vez.
Silencio cayó sobre todo el clan, está demás decir que esto se iba a poner mucho más
incómodo.
Las cejas de mi padre se alzaron y noté a Dez moviéndose para quedar a mi lado.
—No, no puedes llamarme así —mantuve mi voz baja pero sabía que estábamos
siendo escuchados, el clan, en su mayoría hombres, era peor que ancianitas cuando se
trataba de chismes y drama—. No puedes volver a mi vida y…
—Está bien —dijo mi padre diplomáticamente—. Creo que ustedes dos necesitan
hablar.
—Jasmine, ustedes dos necesitan llegar a un acuerdo, tienes siete días para tomar una
decisión, no hay por qué tomar una decisión apresurada.
Sus ojos brillaron con el desafío y algo más a lo que no puede poner nombre.
—Ya lo veremos.
Encontrar privacidad en una casa llena de gente que obviamente no tiene nada mejor
que hacer que chismear se demostró que era difícil. Podríamos haber subido a mi
habitación o a la que solía ser la suya, pero parecía demasiado íntimo y habría sido
demasiado para mí en ese momento, yo ya estaba suficientemente asesina.
Terminamos fuera, en el jardín trasero de la mansión, La luna se reflejaba en las
paredes de piedra construidas alrededor del remiendo pacífico de tierra. En una
noche cualquiera, podrías encontrar a un par que se hubiera escabullido entre los
rosales espinosos y árboles de enebro. No es que alguien tuviera que colarse. Los
Guardianes estaban casi siempre haciendo bebés, pero tal vez era el atractivo de hacer
algo aparentemente malo. Sinceramente, no lo sé.
Me quedé mirando las rosas. Por la noche, sus pétalos parecían de terciopelo negro.
—No estoy tratando de llegar a alguna parte. —Su voz estaba más cerca, y un
cosquilleo bajó por mi espina dorsal—. Es la verdad. Siempre fuiste algo que ver, pero
maldita sea, eres hermosa, Jasmine.
Mi corazón dio un salto ante sus palabras, no importa lo mucho que quisiera no estar
afectada. Una brisa fresca agitó mi cabello e hizo que el dobladillo del estúpido
vestido flotara alrededor de mis pantorrillas.
Rodé los ojos—. Estaba hablando en serio adentro, Dez. No hay nada que tengamos
que hablar.
—¿Estás segura de eso? —Su calor calentó mi espalda, advirtiéndome que estaba más
cerca todavía—. Porque la forma en que me besaste me dice algo totalmente diferente.
—¿La forma en que te besé? —Me di la vuelta y tuvo que dar un paso atrás. Él estaba
justo ahí—. Yo no te besé, idiota. Tú me besaste a mí.
— ¿Es así?
—Voy a tener que estar en desacuerdo, Jas. Eso fue sólo nuestro primer beso, y no era
siquiera un beso de verdad.
Si eso no fue un beso de verdad, ¿qué clase de beso consideraba real entonces? Giré
sobre mis talones echando a andar por el camino.
Dez siguió en silencio durante unos segundos—. Esto no era como esperaba que me
recibieras.
Me miró de una manera que me hizo preguntarme si él había perdido sus neuronas
durante su ausencia. Dez no era estúpido, muy al contrario, así que ¿cómo es posible
que mi reacción hacia él fuera una sorpresa?
Mirándolo fijamente era difícil conciliar al joven hombre que una vez había conocido
con el hombre delante de mí. Las lágrimas quemaron la parte posterior de mis ojos, y
cuando hablé, mi voz era ronca—. No tenía ni idea de lo que te ha pasado.
—¡Durante tres años no supe si estabas vivo o muerto! —Un nudo se levantó en mi
garganta—. No hubo llamadas telefónicas, ni siquiera un correo electrónico o un texto,
nada ¿Cómo es posible? —Mi voz se quebró y volví la cabeza, inhalando
profundamente—. No sabía qué pensar.
—No estoy llorando —dando un paso al lado, me apresuré a limpiar mis mejillas—.
Es una gota. Creo que el clima está cambiando hacia lluvia.
Ternura se filtró en su cara de golpe, y yo no quería verlo-
—Mira, no estoy del todo orgulloso de haberme ido y no es algo que realmente quiera
discutir en estos momentos. —Se pasó las manos por el pelo, causando que las hebras
de pelos se erizaran entre sus dedos—. ¿Podemos poner esto a un lado, al menos por
el momento?
Empecé a decirle que no, pero una mirada de vulnerabilidad se había deslizado en sus
ojos y todo lo que quería era sujetarlo y hacer que me dijera todo, yo no podía hacerle
daño. Se lo merecería si lo hiciera, pero el recuerdo de él llorando en mi hombro
aferrado a mí como si yo fuera la única ancla en su mundo estaba demasiado fresco.
Sacudiendo mi cabeza, apreté mis brazos más fuerte a mi alrededor, como si pudiera
evitar que mi corazón salga de mi pecho y haga algo estúpido.
—No creo que lo entiendas. No puedo olvidarme de estos tres años. No puedo olvidar
que te fuiste porque mi padre anunció que quería un emparejamiento entre nosotros.
El hecho de que decidieras que me quieres ahora después de hacer Dios sabe qué,
¿crees que estaría contigo? No estoy desesperada.
—Espera. —Soltó una carcajada—. ¿Crees que me fui por eso? ¿Estás loca?
—No es por eso que me fui, Jasmine. Puedes creerme. —Caminó hacia adelante, y me
encontré con que no podía moverme—. Nunca te he mentido.
—No tenía nada que ver con lo que dijo tu padre. Te lo prometo. —Sólo la punta de
sus dedos tocaron mis mejillas, pero aun así fue un shock para mi sistema—. Deja que
te lo demuestre.
Nuestras miradas se encontraron, y pude sentir mis latidos en mis venas y el calor de
su cuerpo, a pesar de que apenas me tocó. Dez bajó la cabeza, y el aliento se atascó en
mi garganta. ¿Iba a besarme otra vez? No lo podía permitir, pero tampoco podía negar
la oleada agridulce de anhelo, de querer algo que podría fácilmente volverse en mi
contra y golpear donde más dolía.
Muchas veces en los últimos tres años, e incluso antes de eso, cuando tuve la edad
suficiente para reconocer lo que sentía en torno a Dez, había soñado con este
momento. Pero si lo que decía era cierto, entonces ¿por qué me dejó? ¿Por qué no
tenía nada que decir, excepto lo siento? Aceptar su disculpa era el camino más fácil y
decir verdad, era lo que quería mi corazón, pero no era lo único que yo quería. Cerré
los ojos.
—No lo sé.
—Siete días. —Su nariz rozó mi mejilla y su cálido aliento sopló sobre mi oído
haciéndome temblar—. Dame esos siete días, Jas. Por favor.
No había dicho por qué se fue y no había profesado amor eterno por mí, pero una idea
vino a mi mente, y una vez que echó raíces floreció. La emoción se elevó como una flor
que se abre.
—Sólo con una condición, y aun así, no hago promesas.
Dez se rio de una manera que era exasperante y sin embargo totalmente sexy. Abrí
mis ojos. ¿Había sonado así antes? Apretó la palma de la mano a mi mejilla.
—¿Cuál es la condición?
—No es lo que estás pensando —dije secamente, aunque la idea de esas cosas era
interesante—. Nunca he estado en ningún sitio y quiero ir a lugares. Quiero ver las
cosas.
Sus ojos se estrecharon, pero mis músculos se tensaron cuando su mano se deslizó
hasta mi cuello, amenazando con causar estragos en lo que estaba tratando de lograr.
—New York. Washington, tal vez incluso Philly —le dije apresurada—. Quiero
caminar por un centro comercial sin una horda de hombres que me vigilen, quiero
aprender a conducir un auto y no tener a alguien retándome cuando machaco la
transmisión. —Conducir no era necesario, obviamente, teníamos alas, podríamos
volar, pero conducir... Conducir era tan divinamente humano—. Quiero ir a nadar
desnuda. —A eso, se veía demasiado absorto, por lo que me apresuré a continuar—. Y
quiero... quiero cazar un demonio.
—Esas son mis condiciones —cuadrando mis hombros una pequeña brizna de culpa
asomó a mí. Lo estaba usando para conseguir lo que quería, y no estaba bien, pero
¿cuándo iba a tener esta oportunidad de nuevo? Como Guardián, había tan poco que
yo podía hacer—. Tómalo o déjalo.
Me sostuvo la mirada durante tanto tiempo que estaba segura de que iba a decir que
no. Entonces yo probablemente lo golpearía, sabía cómo hacer eso porque él me había
enseñado.
—¿Y tengo siete días para ayudarte a hacer todo eso?
C
on el rostro metido en mi almohada, gemí. Era temprano y más allá de las
cuatro paredes de mi habitación, podía oír los suaves llamados de pájaros
trinando entre sí. No estaba segura de lo que provocó que me despertara.
Algo suave rozaba mi piel desnuda. Moví mi brazo, tratando de meterlo bajo las
mantas. La confusión del sueño se aclaró un poco cuando la sensación recorrió mi
hombro, saltando el fino tirante de mi camiseta. Me acurruqué bajo las mantas,
llevando mi pierna derecha hacia arriba. Golpeé un obstáculo bastante inamovible.
El resto del aturdimiento del sueño se aclaró cuando una risa profunda retumbó por
toda la habitación, sonando muy, muy cerca.
Qué. Demonios.
—Buenos días —dijo Dez arrastrando las palabras, recostado de lado como si tuviese
todo el derecho de estar en mi cama.
—Quería verte.
¿Todavía estaba dormida?
—No. —Él apartó un mechón de cabello por encima de mi hombro, sus dedos rozando
mi piel—. Esta no es la primera vez que te he despertado de esta manera.
—Pero eso... eso era antes —farfullé. Hizo lo mismo con otro mechón de cabello. Los
dedos de mis pies se curvaron ante el ligero contacto de nuestra carne—. No deberías
estar aquí.
—Nadie lo sabe. —Se inclinó, con los ojos brillando con diversión, y fui llevada a
varios años atrás—. Será nuestro pequeño secreto.
Le echaba la culpa a estar medio dormida, porque no podía formular una respuesta.
Estaba perdida en cuanto a cómo manejar a Dez. Cuando éramos más jóvenes, estar
así de cerca había sido seguro. Porque habíamos sido niños pequeños simplemente
compartiendo una cama, e incluso cuando nos hicimos mayores, yo había estado
demasiado cohibida para hacer un movimiento de ese tipo con él.
Aspiré una bocanada de aire cuando sus pestañas se movieron rápidamente hacia
arriba. Halando la manta, lo fulminé con la mirada.
—¿Ahora? —Estirándome hacia arriba, miré el reloj despertador—. ¡Ni siquiera son
las siete!
Sonrió abiertamente.
—¿Qué? —Me enderecé, entrecerrando los ojos—. No puedes hacer eso ahora. Ya
acordamos...
—¿Cuál es tu condición?
Mi interior se enroscó con fuerza ante la lenta sonrisa que se apoderó de su rostro.
Lo miré boquiabierta.
—¿En serio?
—Tu compañía lo es, pero lo tomas o lo dejas, Jas. Quieres hacer estas cosas y yo te
quiero a ti. Y quieres jugar a este juego, así que voy a jugar.
La terquedad que había demostrado de niño cuando quería algo no había cambiado.
Usualmente había sido reservada para discusiones sobre videojuegos o querer cazar
antes de que tuviera la edad suficiente, pero nunca había sido sobre mí.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras lo miraba fijamente. Tenía la ansiosa
sensación que de alguna manera las condiciones que había establecido anoche habían
conseguido ponerme justo donde quería... y ahora él tenía la ventaja.
***
Giré a la derecha y el auto se sacudió a un lado, con los neumáticos desnivelados sobre
el arcén, sacudiéndonos.
—Lo siento.
Me reí tontamente.
Durante seis horas, habíamos estado entrando y saliendo del auto y cambiando
asientos mientras Dez intentaba impartirme sus habilidades de educación vial.
Habíamos empezado en frente de la finca, moviendo cuidadosamente el todoterreno
alrededor del callejón sin salida y yendo y viniendo por el largo camino de entrada.
Eso atrajo mucha atención por parte de los machos e incluso más bromas a expensas
de Dez. Él lo había tomado calmadamente y se había estado riendo hasta el momento
en que había considerado que yo estaba lista para sacar el todoterreno a una de las
muchas carreteras que no eran tan transitadas. Habíamos comido un almuerzo rápido
y luego nos habíamos puesto en marcha, y fue entonces cuando la verdadera diversión
comenzó.
Mi mirada cayó en el velocímetro. Pasando los cien kilómetros por hora, me aferré al
volante mientras mi sonrisa se extendía a proporciones épicas. Los árboles se
desdibujaban a ambos lados de las estrechas carreteras mientras presionaba el pedal,
alcanzando los ciento trece kilómetros por hora.
—Excepto que estamos en una trampa mortal de varias toneladas —murmuró él.
Riendo, lo aceleré en la recta y el vértigo se extendió a través de mí. Para muchos de
los Guardianes conducir no era una gran cosa, no después de que obtenían su licencia
y eso se convertía en un método para llegar del punto A al punto B, pero había algo
liberador en los neumáticos acabando con los kilómetros, en viajar casi tan rápido
como si pudiésemos volar. Estaba escapándome de la casa. Estaba huyendo.
Asentí.
—Es liberador y es... normal y extraño de alguna manera. —Luché por encontrar las
palabras adecuadas a medida que alcanzábamos la cima de una colina—. Danika es la
única chica cercana a mi edad y siempre está ocupada andando tras los chicos, por lo
que nunca ha estado interesada en este tipo de cosas o en cualquier cosa que me
interese en realidad.
—¿Ella todavía está tratando de aprender a pelear? —La diversión coloreaba su tono.
Mi hermana quería luchar contra los demonios. Eso nunca iba a suceder, pero se las
había arreglado para convencer a los machos de entrenarla por auto-protección.
—¿Salir?
Asentí de nuevo, en silencio mientras recordaba los últimos tres años de estar sola en
tantas maneras. Dez había sido mi amigo, mi compañero en hacer cosas que no
debería estar haciendo, y cuando se fue, un montón de cosas se volvieron imposibles.
—Lo hice, pero ninguno de ellos tenía la paciencia o pensaba que fuese una buena
idea. —La irritación constante de estar enjaulada se avivó como un incendio—. Ellos
piensan que si hacemos esto, entonces sólo nos desbocaremos y nos meteremos en
problemas. Que los demonios nos encontrarán y...
—Los demonios te encontrarán, Jasmine. Ellos nos perciben justo como nosotros los
percibimos. No es seguro para ti estar aquí afuera sin uno de nosotros.
—No estoy diciendo eso. Nunca has sido débil. Ni una sola vez. —Su sinceridad
parecía genuina—. Pero si alguna vez te encontraras con un demonio de Nivel
Superior, no escaparías.
Me mordí el labio. Había muchos tipos de demonios. Los más comunes eran los Fiends.
Parecían humanos y les gustaba el caos general, romper cosas, iniciar incendios,
manipular las emociones de grandes multitudes. Había oído que podían ser feroces
cuando los arrinconaban. Luego estaban los Posers. También parecían humanos, pero
sólo por un corto tiempo, y tenían un infierno de apetito, incluyendo una rara
tendencia caníbal. Cuando mordían a un humano, las cosas iban cuesta abajo
rápidamente... tan rápido como convertirse en un zombie. Había docenas más, pero los
más peligrosos de todos eran los de Nivel Superior —los príncipes y duques del
Infierno— el mismo tipo que había matado a mi madre y había acabado con el clan de
Dez. Eran escasos, pero su amenaza era muy real.
—Lo siento.
Su disculpa me tomó por sorpresa y no quería sentirme afectada por ella, pero mi
pecho se contrajo.
—Cuando me fui, sabía que eso te impactaría, pero no me di cuenta de todo lo que
cambiaría —continuó él en voz baja—. No pensé que estarías sola, atrapada allí.
—Sí te lo debo. —Sus ojos brillaron verde azulado—. Si no hubiese sido por ti, bueno,
sólo Dios sabe lo que habría sido de mí. Tú me ayudaste a seguir adelante, en su mayor
parte. Y tú... —Se calló, mirando fijamente por la ventana del pasajero—. De todos
modos, me alegra que estés disfrutando esto.
—Así es. Creo que lo tienes dominado. Siempre has sido una rápida aprendiz.
Sonreí y luego una sacudida de nerviosismo me golpeó. Una vez que terminara una
condición, entonces yo tenía que cumplir con la suya. Besarlo. El fuego se extendió a
través de mis mejillas. El sudor salpicó mis palmas. ¿Tendría las palmas sudorosas
mientras lo besaba? Asco. Me dije que no me importaba si lo hacía, pero como Dez me
había recordado, era una terrible mentirosa. Sí me importaba.
Vellos muy pequeños se erizaron por todo mi cuerpo mientras una espesa sensación
humeante invadía mi sangre. Algo estaba mal, algo antinatural. Golpeé mi pie sobre el
freno. Los neumáticos chirriaron y el olor a goma quemada llenó el aire, pero otro
aroma lo eclipsaba... el olor a huevos podridos.
Azufre.
Dos de ellos estaban parados uno al lado del otro, sus delgados cuerpos musculosos
cubiertos de apelmazado pelaje rojizo. Con manos de cuatro dedos con garras y pies
con pezuñas, no se asemejaban a nada remotamente tierno o amable. Sus alas eran
negras y de aspecto frágil. Las bocas bien abiertas, cada una exponiendo un irregular
conjunto de dientes que rivalizaban con los de un gran tiburón blanco. Un gran cuerno
marrón curvado hacia fuera de cada cabeza con forma de camello, afilado como una
daga.
Mi corazón dio un salto en mi garganta mientras procesaba lo que estaba viendo. Los
humanos creían que estas criaturas no eran nada más que una leyenda, cómicamente
llamadas el Diablo de Jersey. Una parte de ese nombre era correcta. Yo sabía lo que
eran esas cosas. Los había visto en los libros que había sacado a hurtadillas de la
biblioteca de mi padre.
C
on el estómago dando tumbos, estudié las horribles criaturas. Los Terriers eran
demonios menores, vistos pocas veces por ojos humanos. Eran controlados por
los Buscadores—demonios que estaban a cargo de encontrar algo para un
demonio de Nivel Superior o para el Infierno mismo. Si había Terriers, significaba que
estaban hurgando por algo.
Solo había visto un demonio una vez —uno de Nivel Superior que había conseguido
pasar a través de los hombres que nos protegían a Danika y a mí mientras viajábamos
de un pueblo cercano con nuestra madre. Yo tenía seis años, y una simple salida se
había convertido en una tragedia.
—Quédate en el auto —ordenó Dez, abriendo la puerta del coche—. Sin importar qué.
En un segundo él estaba fuera del SUV, cerrando la puerta de un golpe detrás de él.
Uno de los Terriers inclino su largo y estrecho cuello a un lado mientras levantaba su
nariz, olfateando el aire. Cuando abrió su boca salió un sonido como un graznido.
Aparecieron dos Terriers más entre los árboles, respondiendo al llamado. Bajé mi
mano al broche del cinturón de seguridad. ¿Cuatro de ellos? ¿Uno contra cuatro? El
miedo helado se clavó profundamente en mi alma. Era como tener seis años otra vez,
indefensa y solo capaz de ver cómo se desarrollaba el horror.
Un Terrier gritó cuando echó al vuelo, batiendo sus alas mientras cargaba contra Dez.
Él no dudó. Inclinándose hacia atrás, plantó su pie en la cintura del Terrier, pateando
la enorme criatura pájaro a otra. Ambas criaturas golpearon el suelo, un revoltijo de
rodantes garras y picos. Otra corrió hacia Dez, y él se arrodilló, los músculos de su
espalda tensándose. Lanzándose al aire, atrapó al Terrier por el cuello. Dez se retorció
en el aire, lanzando al Terrier de manera en que uno usa un bate.
El demonio voló por el aire, estampándose contra un árbol. El impacto sonó como un
trueno. La corteza del árbol se astilló y el alto abeto se partió por la mitad, cayendo
encima de otro abeto. El Terrier golpeó el suelo, inmóvil. Un segundo después, el
cuerpo tembló y luego colapsó sobre sí mismo, desapareciendo en un vómito de humo
negro.
Los tres Terriers restantes estaban levantados, dando vueltas alrededor de Dez. Él
giró hacia el más cercano, evitando por poco el borde afilado de su pico.
Sus labios se curvaron hacia arriba por las esquinas cuando se elevó en el aire. La
confianza rezumaba de Dez, pero entonces un Terrier atacó, su garra capturando y
rasgando a través de los pantalones vaquero de Dez. La sangre brotó de inmediato y
oscureció el pantalón. ¿Sus garras podían cortar a través de nuestra piel? Oh, Dios…
Con los dedos fríos y temblorosos, abrí la puerta del conductor y salí. Inhalando la
esencia de pino y tierra, forcé a mi cuerpo a transformarse. El segundo en que mis alas
se abrieron por debajo de mi camiseta, dos de los Terriers se giraron, olfateando el
aire.
—¡Jasmine! —rugió Dez, pateando el suelo. Había recorrido la mitad del camino en el
aire cuando el Terrier restante le interceptó. Agarrándolo, estampó a ambos contra el
suelo, su impacto devorando varios metros de tierra a lo largo de la carretera.
Demasiado tarde para reconsiderar el acto de salir del vehículo, me agaché y me lancé
al aire, poniendo mis alas hacia atrás. Era rápida, pero estas cosas volaban mucho más
rápido, sus manos extendidas a centímetros de mí. Mi estómago y mi pecho se
encogieron cuando atravesé el aire, alcanzando el punto más alto del árbol más
cercano.
Agarré la rama más gruesa, la arranqué y la batí alrededor. El toque del Terrier más
cercano acarició mi piel cuando batí la rama con toda la fuerza que poseía.
La rama cortó a través de la cabeza alargada del Terrier. Brotó líquido negro y los
ojillos rojos se pusieron en blanco cuando cayó a la tierra, con el cráneo destrozado.
Una columna de humo negro se elevó mientras batía el palo hacia el otro Terrier.
Habiendo visto como su compañero recibía un homerun, se lanzó fuera de mi alcance
y luego se arqueó en el cielo. Moviéndose increíblemente rápido, agarró el extremo de
la rama y me la arrancó de las manos, arrojándola a un lado.
—Mierda —murmuré, volando hacia atrás y luego hundiéndome hacia abajo. El pelo
se apartó de mi rostro y luego cayó hacia delante cuando aterricé en el suelo en
cuclillas. Levantándome, me tambaleé dando un paso atrás y las garras del Terrier
atraparon la parte delantera de mi camiseta, rasgando la tela a través de mi estómago
y apenas rozando mi piel.
Estalló otra ráfaga de humo negro, señalando el fin del Terrier con el que estaba
tratando Dez. Se giró, sus ojos como piscinas azules eléctricas. Tierra suelta y rocas
volaron por los aires cuando se empujó de la tierra, atrapando al último Terrier por
atrás. Un rápido giro de sus brazos, y rompió el cuello de la criatura. Arrojó la
sustancia negra viscosa de sus manos mientras me inmovilizaba con una mirada
oscura.
Uh-oh.
Antes de que la última bocanada de humo negro con olor a podrido se evaporara, Dez
estaba delante de mí, sus grandes manos deslizándose bajo el dobladillo de mi
camiseta rota.
—¡Te dije que te quedaras en el auto! —Retiró sus manos, pero luego agarró mis
hombros. Las pupilas de sus ojos se extendieron—. ¿En qué estabas pensando?
Dez tembló.
—No había nada que pudieras haber hecho para ayudar a tu madre. Lo sabes,
¿verdad?
Me sostuvo por un segundo más y luego me dejó ir, dando un paso atrás. Cuando abrí
los ojos, él estaba en su piel humana. Había visto a muchos de los machos corriendo
alrededor sin camiseta, pero por alguna razón, ver a Dez en ese estado me hizo sentir
como si nunca antes hubiera visto el abdomen de un macho.
Su pecho estaba cortado y su vientre firmemente cincelado. Era ancho, sí, pero sus
músculos no eran voluminosos. Sus pantalones vaqueros colgaban peligrosamente
bajos, revelando esas curiosas hendiduras a cada lado de sus caderas. Había pequeños
rasguños en la piel de su vientre y pecho; viejas heridas que imaginé que debían haber
sido serias para dejar una cicatriz. De alguna manera, esas manchas no desalentaban
su belleza masculina, sino que la mejoraban.
Estaba mirando.
—No puedes estar muy enfadado conmigo por salir del coche.
Los tendones se estiraron y los músculos sobresalieron cuando cruzó los brazos. Buen
Dios…
—No, no cuenta. No hemos cazado nada. Solo han salido de la nada. —Miré por
encima de mi hombro, a donde habían aparecido—. ¿Por qué tantos?
Su mirada se volvió helada cuando le miré.
—Están a la caza de la mansión. Saben que hay un clan de Guardianes cerca y están
intentando encontrarlo.
Jadeé, horrorizada por la idea de estas cosas descendiendo a una casa llena de niños.
Él asintió.
—Más común de lo que crees. Simplemente no suelen salir de día. Se están volviendo
más audaces. —Su labio se curvó en disgusto—. Debemos volver. Tengo que reportar
esto a Garrick inmediatamente.
¿Cómo es que nunca había sabido sobre esto? ¿Los demonios se acercaban tanto a
nuestra casa con regularidad? ¿Cuánto no sabía? Aturdida, me dirigí de vuelta al auto.
Dez condujo esta vez. Yo estaba bien con eso.
CAPÍTULO 6
D
ez ha ido directo a mi padre cuando llegamos a casa, y yo he ido en la
dirección opuesta. Tanto como quisiera escuchar lo que mi padre tiene que
decir sobre los Terriers saliendo a la luz del día, no quería estar presente si
Dez decidía decirle que había salido del auto.
Si Dez le decía eso, había una buena posibilidad de que mi padre le pusiera un alto a
mis condiciones.
Dejando caer las piernas, se sentó. Dos gruesas trenzas rebotaron en sus hombros.
—Al menos estoy siendo productiva. Tú solo caminas para acá y para allá.
—Si Dez le dice a papá sobre mí estando con él, no habrá ninguna condición.
—Sí —admitió sin pena—. Espero que nos visite de nuevo con su padre. Eso haría mi
año.
Esnifó—. Cierto.
Abrí la boca y luego la cerré. Dez no había cumplido su final de la condición con lo de
manejar, pero pelear los Terriers no había contado. No habíamos estado cazando
demonios cuando nos habían encontrado.
—Lucías como que de verdad disfrutaste cuando él te beso anoche —apuntó—.
Brillante idea, por cierto, usar tus siete días como una oportunidad para salir de la
casa, pero no vas a decirle que no al final.
—Lo que sea. —Rodó los ojos—. Estás molesta. Lo entiendo totalmente, y tienes todas
las razones para estarlo, pero no has visto a ningún chico desde que te dejó y
definitivamente has estado mirando a Dez.
Sonrió y después sus ojos se movieron a mi puerta ante el sonido de una garganta
aclarándose. Oh, no. Arrugué la nariz y Danika rió.
Dez, articulé.
Ella se deslizó fuera de la cama, y eso era respuesta suficiente. Mientras ella salía de la
habitación, me giré. Dez se quedó en la entrada, brazos cruzados sobre su pecho,
luciendo demasiado complacido consigo mismo.
Danika le dio un «hola» rápido con la mano mientras salía de mi habitación. Él asintió
y luego entró, cerrando la puerta detrás de él. Estaba en mi habitación. Otra vez. Había
estado ahí muchas veces, pero eso era antes, y todo era diferente ahora.
—Entonces… —Alargó la palabra, barbilla hacia abajo mientras se detenía cerca del
escritorio que estaba lleno de libros, revistas y mapas—. ¿Quién no me miraría?
Mis labios se apretaron—. ¿Hay alguna razón por la cual estés aquí?
—Sí.
Esperé.
La mirada de Dez se movió de la cima de mi cabeza a las uñas de mis pies color neón.
—Mientes. —Dio una rápida sonrisa mientras se acercó, agarrando la orilla del mi
chaleco—. Es lindo.
—Es una pregunta estúpida. Claro que estoy preocupada. —Las ciudades eran
específicamente peligrosas. Entre más pobladas eran, más demonios las tenían como
objetivo—. ¿Entonces no deberías estar descansando? Has pasado todo el día
conmigo.
—Sí —dije rápidamente, tan vez muy rápidamente, pero no quería regresarlo. Tomé
una profunda respiración—. Quédate.
—Gracias. —Caminó a donde estaba sentada y cuando pasó sus dedos por el contorno
de mi asiento. Un destello malévolo llenó sus ojos—. Agárrate.
Sin tener idea de lo que iba a hacer, agarré sus brazos. Encontrando mis ojos, rió y
comenzó a jalar la silla y a mí por el suelo. Era tonto, pero una sonrisa se extendió en
mis labios.
Dez se sentó en la orilla de mi cama y luego me colocó en la brecha entre sus piernas.
Mis rodillas presionaron la parte interior de sus muslos.
—Eso no hubiera sido tan divertido. —Agarró mis rodillas con sus manos.
Mi mirada cayó a donde sus dedos descansaban cerca de mis piernas desnudas.
—Ya sanó. Te dije que no era nada de lo qué preocuparse. —Se detuvo—. Hablé con tu
padre.
—No. Debí haberlo hecho, pero no. —Dez se inclinó lentamente—. Le dije sobre tus
condiciones.
Dez rió audiblemente—. Mantuve ese pequeño detalle para mí, pero le dije que había
algo que necesitábamos hacer, que te lo debía.
Debérmelo. ¿Qué podía decir ante eso? Pasé mi cola de caballo sobre mi hombro,
enroscando las puntas—. ¿Qué dijo?
—No estaba muy emocionado y enlistó, a detalle, todas las razones por las que viajar a
WASHINGTON no era muy seguro, pero al final accedió.
—¿En serio?
Un lado de sus labios se curvó hacia arriba—. Solo después de prometerme rasgar
extremidad por extremidad si algo te pasa.
Sonreí extensamente.
Frunció el ceño—. Espero que estés sonriendo porque tu padre accedió y no por la
parte de desgarrarme.
—Y no creo que eso sea una disculpa genuina. —Inclinó su cabeza hacia un lado
tontamente y mantuvo mi brazo entre nosotros—. Tu padre es muy aterrador. Puse
mis brazos y piernas y bolas en…
—Mira, solo necesitas saber lo que es una estaca. —Tiró de mi brazo, jalándome
cerca—. Tengo el presentimiento de que voy a necesitar mí…
—Discrepo fuertemente. —Una mirada burlona brilló en sus ojos un segundo antes de
que me sacara de la silla y me llevara a su regazo. Envolvió sus brazos alrededor de mi
cintura mientras yo comenzaba a querer alejarme.
—Jas —dijo con su voz cayendo—. Deberías dejar de retorcerte. —Luego hizo una
pausa—. O no. Estoy como bien con eso, honestamente.
Me congelé, las manos plantadas en sus hombros. Calor creció en mis mejillas.
—Eres terrible.
—Soy muchas cosas justo ahora. —Bajó su cabeza a la mía e inhaló profundamente—.
Apuesto a que puedes darte cuenta de una o dos de esas cosas.
Mi boca se secó, y no me atreví a moverme. Una cosa mala era lo que quería, y el
saberlo hizo que mi piel se estirara demasiado.
—¿Cómo puedes haberte ido por tanto tiempo y actuar como si no lo hubieras hecho?
¿Como si todo fuera como siempre había sido entre nosotros?
—¿Cómo no podría? —dijo, y luego negó con la cabeza un poco—. Esa respuesta
probablemente no tiene sentido para ti.
—No lo tiene.
Sonrió ligeramente mientras corría una mano arriba en mi brazo y luego de nuevo
abajo.
—Cuando tu padre anunció que quería que nos emparejáramos, yo estaba feliz, Jas.
¿Tan feliz que de pronto desapareció por tres años? Mantuve los labios sellados,
callada.
Su mano se deslizó de nuevo hacia arriba, pero esta vez guió mi cabeza a su hombro y
habló—: Eras demasiado joven entonces, pero yo… bueno, sabía que querías esto y yo
también.
—Lo sé. Lo jodí cuando me fui. —Su otra mano se estableció en la mía. Lentamente,
levantó mi mano y enredó sus dedos entre los míos, apretando amablemente—. Debí
haberte dicho algo y no lo hice. No puedo cambiar eso.
Quería preguntarle por qué no lo había hecho, pero Dez siempre había sido evasivo,
aún cuando era más joven, así que tomé una ruta diferente.
Dez se movió, sentándome en su regazo así mis piernas colgaban de las suyas.
—Muchos lugares.
—¿Cómo?
Su pecho rozó contra mi brazo—. Fui al sur, a Florida y luego a Texas, arriba al medio
oeste y finalmente a California.
El significado de la última locación no se me pasó por alto—. ¿Fuiste a casa?
—Sigue ahí, pero debe ser… derribada —dijo, y levantó la mirada. Su mirada estaba
fijada en la oscuridad afuera de la ventana de mi habitación—. El lugar es solo una
cáscara quemada. Ni siquiera pude ir al segundo piso.
Mi padre me había dicho qué le había pasado al clan de Dez. Los demonios habían
encendido su casa después del ataque, dando a Dez por muerto. Fue un milagro que
saliera con vida. Nunca debió regresar ahí solo.
Continuó, diciéndome sobre las ciudades en las que había estado, pero nunca, ni una
sola vez me dijo por qué se fue. No estaba segura si alguna vez estaría dispuesto a
compartir esa información. Y mientras sabía que un día podría perdonarlo por irse,
también sabía que nunca lo olvidaría y no tenía la certeza de que tampoco era algo que
de verdad podríamos superar. Por esa razón, no podía aceptar esta reclamación. Si lo
hacía, nuestra relación se convertiría en una cosa triste y amarga.
—Podría sostenerte por una vida entera —dijo, tan bajo, tan rápido que no estaba
segura de haberlo oído bien—. Pero tengo que irme. —Suspiró. Deslizando su mano
abajo en mi brazo—. Hay una última cosa, sin embargo.
—¿Solo un beso?
Un temor me recorrió cuando inclinó su cabeza y sus labios rozaron mi sien, luego
siguió la curva de mi pómulo—. Eso no es un beso —susurré.
—Sí lo es.
—¿El principio? —Cerré mis ojos apretándolos mientras mi anticipación subió a pesar
de la resolución al final de esos siete días con rotundo no.
El orgullo masculino en su cara era tan evidente cuando abrí los ojos que quería lanzar
algo pesado y golpearlo en la cabeza con eso.
—Ni siquiera lo digas —advertí, sonrojándome.
—¿Qué? —una exasperante media sonrisa apareció en sus labios—. No iba a decir una
maldita cosa.
CAPÍTULO 7
Traducido por Jo
E
l recuerdo de su beso permaneció en mis labios mucho después de que se
hubiera ido y bien entrado el día siguiente. No tenía idea de que un beso
pudiera tener ese tipo de poder, y tal vez no era común, pero con Dez
permaneció al borde de cada pensamiento, distrayéndome por completo.
Pasé la mayor parte de la mañana pretendiendo aprender el fino arte de curar con
apestosas hierbas antes de rendirme. Ya que mi educación en casa había terminado,
Claudia ahora estaba tratando de impartir lo que ella creía era una educación más
importante. Las otras chicas de mi edad estaban yendo a la universidad. Yo estaba
aprendiendo la diferencia entre hamamelis y tomillo de limón.
Limpiando mis palmas contra mis jeans, probé su puerta. Estaba sin seguro. Respiré
profundo y la empujé para abrirla. Cortinas pesadas sobre las ventanas hundían su
habitación en la oscuridad, pero mis ojos se adaptaron rápidamente. Mi mirada cayó a
la cama primero, pero estaba vacía. Lo sospechaba.
Las cuernos en los elegantes arcos eran largos y gruesos, con los bordes mortalmente
afilados. Su cabeza estaba agachada y sus brazos doblados hacia adentro, sus manos
cerradas sobre su pelvis.
En la oscuridad, el gris pizarra de su piel era ligero, pero en la luz, sabía que tendría un
suave brillo. Su figura no se movía, ni siquiera su pecho estimulado debajo de la
piedra. No me gustaba dormir así, y sin tener una razón real para hacerlo, no era algo
en lo que me comprometía seguido. El sueño… era demasiado cercano a estar muerto.
Honestamente no sabía por qué hice lo que hice a continuación. Mordiendo mi labio,
me estiré y toqué su brazo. El cascarón era suave y cálido, completamente firme. Moví
mi mano por su brazo, siguiendo la dura hinchazón de músculos. Mi mano vagó con
voluntad propia deteniéndose en su pecho.
Levantando mi mano, pasé mis dedos por la curva de su mandíbula, tocándolo de una
manera que no me había atrevido cuando estaba despierto. Como que me sentí una
acosadora, pero estaba demasiado embelesada al sentirlo para detenerme. Mis dedos
pasaron por su labio inferior mientras levantaba la mirada.
Su boca se abrió y mordió la yema de mi dedo con solo la presión suficiente para
hacerme jadear. Estaba congelada y entonces sentí su lengua rodear la punta de mi
dedo.
La risa ahogada de Dez fue profunda y ronca, y me estremecí, alejándome otro paso. Él
se enderezó y levantó sus brazos, las alas desplegándose mientras su espalda se
doblaba. Piedra y huesos se resquebrajaron. La capa exterior destelló de rojo y luego
se volvió a desvanecer en su piel mientras volvía a su forma humana. Desnuda piel
dorada se extendía tersamente mientras bajaba sus brazos. Mi mirada se movió hacia
abajo. Él estaba desnudo y estaba…
—¡Oh, Dios mío! —Me giré, apretando mis ojos cerrados. Todo mi rostro ardía. ¿Cómo
no había notado eso?
—¡Cuando tenías, como, diez, y fue un accidente! —Apreté mis manos sobre mis
mejillas—. Y no eras tan…
—¡Nada! —Vaya, nunca sería capaz de sacar la imagen de mi cabeza. No estaba segura
de que quisiera, pero aun así…
—Puedes darte la vuelta ahora. —La risa bailaba en su voz—. Tengo ropa puesta.
Pude haber estado un poco decepcionada mientras lo miraba de reojo. Se había puesto
un par de pantalones de ejercicio, pero aun así colgaban tan bajo que me pregunté
cuánto tiempo permanecerían alrededor de sus caderas. Separó las cortinas de la
habitación y la luz entró apresurada, esparciéndose sobre el suelo.
—¿Ha ocurrido algo? —preguntó, caminando de vuelta hacia mí. Bostezó cuando
sacudí mi cabeza—. ¿Así que solo querías verme?
No dije nada.
Él sonrió ampliamente.
—¿Y toquetearme?
Me encogí.
Él rio.
—Es un centro comercial. Tal vez si fuéramos a hacer lo de bañarnos desnudos hoy,
estaría más emocionado. Corrección, estaría mucho más emocionado.
—Tú sabes, probablemente podría pensar en algo más importante que hacer, como…
—Oh, no, sin retractarse. —Guiñó—. No puedes hacer cambios ahora. Ya hemos
empezado, y conozco el lugar perfecto para bañarse desnudo. Y honestamente, estoy
contando cada segundo hasta entonces.
—Te odio.
—No, no lo haces.
—Ve a bañarte.
—Lo haré.
—Entonces ve.
—Dejaré de hablar o verme linda —dije, luchando con una sonrisa—. Ve.
Él sonrió ampliamente.
—Dije adorable.
—¡Ve!
Mientras pasaba junto a mí, se abalanzó como una maldita ave de presa. Dez me besó
antes de que me diera cuenta de qué estaba a punto de hacer. Sus labios estaban en los
míos, cálidos y firmes. El beso fue breve, nada como el de la noche pasada, y entonces
se estaba yendo, entrando a su baño, y yo estaba de pie allí, sintiendo el toque de sus
labios durante interminables minutos.
Mi mente estaba en miles de lugares mientras empacaba una pequeña maleta para
nuestro viaje, en parte atrapada en mi condición de centro comercial, la cual habíamos
cumplido ayer. Dez y yo habíamos… lo habíamos pasado muy bien. No habíamos
hablado acerca del pasado y nuestras conversaciones no habían sido serias mientras
lo forzaba de tienda a tienda. Demostró una extraordinaria cantidad de paciencia
mientras yo me probaba las ropas y clasificaba cien velas con olor, eligiendo la
perfecta para Danika.
Había sido difícil no mirarlo y sonrojarme después de todo lo que había visto en su
habitación y había sido igual de difícil no notar cuánto lo miraban las chicas humanas.
Giraba las cabezas de jóvenes y viejas en cada tienda a la que íbamos.
También se había quedado conmigo hasta que se fue a cazar con el resto del clan,
hablando acerca de nada importante mientras pretendíamos ver una película. Nadie
nos molestó aún a pesar de que había estado en su habitación.
Me había quedado dormida antes de que fuera tiempo de que él se fuera y desperté
antes de que regresara, volviendo a mi habitación antes de haber hecho algo estúpido,
como esperarlo en su cama. Había sido difícil irse. Su olor había estado en todas
partes.
Y ahora estaba preparándome para dejar mi casa por primera vez. Nunca había estado
en otro lugar, y ya había empacado y desempacado tres veces. ¿Por qué creí que
necesitaba dos opciones de atuendo para cada día?
Mientras habíamos estado en el centro comercial el día anterior, Dez había anunciado
que nos iríamos la tarde siguiente y viajaríamos en auto. La emoción vibraba en mis
venas con la expectativa de todo lo que llegaría a ver. Danika se sentaba en mi maleta
mientras la cerraba y luego saltó.
—Espero recuerdos. Algo cursi. Como una camiseta auténtica de I Love New York City.
Se encogió de hombros.
—Estoy seguro de que lo hace, pero tengo un pequeño problema con Jasmine
tomando una fotografía de un tipo desnudo.
Ambas nos giramos con el sonido de la voz de Dez. Estaba de pie en la entrada, su
cabello mojado y una sonrisaen su rostro. Me sonrojé, pero Danika lo miró
impenitente.
—Pero lo hará por mí —razonó—. No es como si ella fuera a estar mirando sus bienes.
Él sonrió mientras su mirada se encontraba con la mía, y supe que estaba pensando lo
mismo que yo. Me giré antes de que mis mejillas quemaran mi rostro, y mi hermana
me dio un puntapié.
—Prometido. —Pestañeé alejando las lágrimas repentinas. Desde que Danika nació,
no nos había separado más que algunas horas.
Danika se alejó un paso, su sonrisa insegura. Agachó su barbilla mientras Dez entraba
a la habitación y recogía mi maleta. Juntas, lo seguimos al nivel del suelo. Arreando a
dos niños pequeños a la cocina, Claudia levantó la mirada con una sonrisa cansada
mientras nos pasaba. Uno de los niños estaba en su piel verdadera; el otro solo había
transformado un ala. Me detuve, observándolos mientras el pequeño saltaba, tomaba
aire con su única ala y luego aterrizaba un segundo después, riendo en chillidos altos.
Nuestro padre esperaba dentro del vestíbulo. Mientras Dez desaparecía afuera con mi
maleta, caminé hacia él. Sonrió, y noté cuán profundamente la piel se arrugaba
alrededor de sus ojos. Se veía cansado pero feliz.
—Dime que estoy tomando la decisión correcta al dejarte viajar con solo él.
—Lo haces. —Un nudo se movió dentro de mi garganta. Tenía ganas de salir de esta
casa, pero había una parte de mí que no estaba preparada al dejar a mi familia, aunque
fuera por poco tiempo—. Estaré bien.
—Sé que lo estarás. —Suspiró de nuevo—. Confío en Dez. Es un buen Guardián y sé
que no dejará que algo te ocurra. Se preocupa por ti profundamente, siempre lo ha
hecho.
Miré las puertas de acero abiertas, observando a Dez cerrar la puerta trasera en la
SUV.
—¿Sí?
Empecé a responder pero me detuve. Todo acerca de Dez era complicado, y como me
sentía por él lo era aún más. Había una fea y desordenada pelota de dolor que había
permanecido luego de que se fuera, pero solo pensar en él hacía que mi corazón
saltara y mi estómago diera una vuelta.
—¿Pero se fue?
No respondí, pero él sabía. Papá había estado allí durante lo peor; los días y semanas
que siguieron la inesperada partida de Dez. ¿Cuántas veces le había preguntado por
qué a papá? Nunca había habido una respuesta.
Mi padre me atrajo hacia un abrazo rápido que se sintió bien, como un cable a tierra.
Lo extrañaría a él, a mi hermana y mi clan, pero mientras se alejaba, sabía que iba a
obtener una oportunidad de una vez en la vida.
Al principio pensé que era una cosa extraña que decir, pero entonces la sospecha se
levantó.
E
l par de horas en auto por la autopista interestatal 87 fue maravillosamente sin
complicaciones y también muy hermoso. Las colinas eran de un exuberante
verde, los árboles gruesos y señoriales, pero el desierto casi prístino dio paso
gradualmente a grandes edificios que a los árboles altos a medida que nos
acercábamos a la ciudad. Mi cara estaba prácticamente plantada contra la ventana del
lado todo el tiempo mientras absorbía todo lo que veía.
—¿No has estado tan al sur? —preguntó Dez, y le eché un vistazo. Con una mano en el
volante y la otra en el muslo.
—Me escapé una vez... o dos después. —Ante su mirada irónica, sonreí—. Pero nunca
hui al sur. Siempre fui hacia el norte. No quería....
Conducir a la ciudad tomaba un poco más de tres horas, pero tomaba menos de treinta
minutos para uno de nosotros volando. Si me hubiera atrevido a aventurarme al sur
por curiosidad, me hubieran pillado, debido a todos los Guardianes que cubrían la
ciudad, y no me habría sorprendido si mi padre me encerraba.
No pasó mucho tiempo antes de la última de las altas colinas desapareciera y la ciudad
de New York se hiciera visible en la distancia. Me incliné hacia delante, agarrando el
salpicadero—. Wow.
Asentí mientras mis ojos se abrían como platos. La ciudad creaba su propio horizonte,
una elegante franja de edificios contra el telón de fondo de cielo azul, algunos lo
suficientemente altos que parecían tener su propia escalera al cielo. Casi podía
imaginar cómo lucía en la noche, todo iluminado, deslumbrante y sobrecogedor.
El tráfico se redujo a medida que cruzamos uno de los largos, anchos puentes, y sólo
entonces siento la mirada de Dez en mí.
Lo miré—. ¿Qué?
En su lugar, sonreí.
Tomó una absurda cantidad de tiempo llegar a la ciudad, hasta el punto donde los
edificios eran tan altos y tan llenos de gente que bloqueaban la mayor parte del sol y
las calles estaban en sombras.
Dez estacionó la camioneta en un garaje grande y lo seguí a la parte de atrás, mis ojos
precipitándose sobre la línea interminable de autos situados en sus plazas de
estacionamiento.
Demasiado rondaba por mi cabeza mientras seguía detrás de él, a la planta baja de
uno de los altos edificios que habíamos pasado. No había mucho que supiera de los
planes de Dez para este viaje. Sin importar lo molesta que me volviera exigiendo
detalles, él no me dijo nada, pero dado que llevaba nuestro equipaje al interior,
significaba que teníamos que alojarnos aquí. Apenas pude contener el chillido ya que
me había preocupado de que tuviéramos que conducir por la
ciudad. Quería disfrutarlo.
Una joven mujer detrás del mostrador levantó la mirada cuando Dez y yo nos
acercamos. Parpadeó dos veces hacia Dez y luego pasó una mano por su pelo ya
peinado prolijamente. Su mirada se movió a mí una vez y luego se centró de nuevo en
Dez como si yo no existiera.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó ella, sonriendo como si Dez fuera su propio
sol personal.
Dez se apoyó en el mostrador, un lado de su boca se curvó hacia arriba. Rodé los ojos.
¿La teníamos? Mientras Dez se encargaba de nuestro ingreso, noté que mencionó sólo
una habitación, pero estaba demasiado fascinada por todo lo que me rodeaba para
hacer un problema de ello. Tan lamentable como sonaba, nunca había estado en un
hotel antes, y mucho menos uno tan de moda como este.
Miré hacia mis vaqueros y camiseta y levanté las cejas. Realmente no encajaba.
—Lo llevarán a la habitación por nosotros. —Puso una mano en mi espalda baja,
guiándome en el ascensor de espejos. Una vez dentro, hizo un gesto con la tarjeta en el
aire mientras sonreía—. Tus ojos son tan grandes, que están a punto de estallar fuera
de tu cara.
Me sonrojé—. Lo siento. Probablemente parezco una idiota, pero he…
—No te ves como una idiota. —Levantó la mano, metiendo mi cabello detrás de mí
oreja.
—Es lindo. —Pasó el brazo por mis hombros, haciendo que cayera ensu costado—. Y
deja de preocuparte por ello. Esto es para ti. Diviértete.
Me apresuré hacia las cortinas, y abrí. Santa mierda. Inclinándome hacia adelante,
presioné mi frente contra el vidrio mientras bajaba la mirada la atestada calle debajo.
—Pensé que podíamos quedarnos dos noches y luego irnos la mañana del jueves. Eso
te dará tiempo para realmente ver Manhattan y también nos da suficiente tiempo para
ir a WASHINGTON. Sólo tendrás un día allí antes de que los siete días terminen, pero
creo que podemos estar más tiempo, si eso es lo que quieres.
Dejando caer las cortinas, me di la vuelta y me lancé hacia él. Dez me cogió por la
cintura, tropezando un paso atrás mientras envolvía mis brazos alrededor de él,
apretando firmemente.
—Gracias.
Mi cara estaba enterrada en su pecho, así que levanté la cabeza y repetí—: Gracias.
Él me miró—. De nada.
—Te hubiera traído aquí el momento en que regresé si supiera que te haría tan feliz.
Una risa quedó atrapada en mi garganta mientras un aspecto diferente se filtraba en
sus ojos. El matiz se iluminó y luego sus párpados se volvieron pesados mientras sus
labios se separaban. Poco a poco, me dejó deslizarme hacia abajo para que me pusiera
en pie, pero aun así me sostuvo con un brazo. Tomó mi mejilla, pasando el pulgar a lo
largo de la curva de mi labio inferior. Cada nervio de mi cuerpo se concentró en ese
toque suyo. Su barbilla bajó, y pensé que me iba a besar. Mis ojos se cerraron y la
anticipación se levantó con dulzura.
Porque hubiera querido que me besara, y no tenía nada que ver con cualquiera de
nuestras condiciones.
CAPÍTULO 9
Traducido por Katt090
L
o primero que he aprendido acerca de la ciudad de New York era que la gente
estaba por todas partes, en los ascensores, en las aceras, en las calles y en el
interior de todas las tiendas. Nunca había estado en torno a tantos a la vez, y
aunque sabían que existían Guardianes, ninguno de ellos parecía darse cuenta de que
éramos diferentes, al menos los que no veían muy de cerca a nuestros ojos. El color
era demasiado pálido para ser humano, y en mi pequeño pueblo, todo el mundo se
daba cuenta.
Pero no aquí.
Todo el mundo estaba demasiado ocupado tratando de llegar a donde fuera que iban o
estaban cautivados con las vistas, tanto como yo.
No podía dejar de mirar hacia arriba y sabía que todo acerca de mí gritaba turista,
pero las alturas de los edificios, y el gran número de ellos, era realmente
sorprendente. Y luego estaban todas las señales intermitentes y las luces brillantes.
—Sí. —Puse una mano sobre mi vientre. Habíamos caminado tantas cuadras que perdí
la cuenta—. ¿Tú?
Una sonrisa dividió mis labios. Otra manzana más abajo, vio un establecimiento de
pizza justo en el medio de Times Square. Fotos de todos los patrocinadores famosos
alineaban sus paredes, desde atletas a políticos. Esperamos en línea y pedimos, luego
encontramos una mesa vacía en la parte posterior.
Dez me miró mientras mordí la pizza y gemía. El sabor no era nada como la pizza en
casa, el queso, las especias y la corteza.
Sonriendo, lo miré por debajo de mis pestañas. Para alguien tan grande, tenía hábitos
alimenticios delicados. Cortó cada rebanada en pedazos pequeños mientras yo metí la
mitad de la cosa en mi boca y probablemente terminé con la salsa por toda mi barbilla.
Por supuesto, terminé antes de él ya que prácticamente inhalé la pizza. Mientras
saboreaba cada bocado, me tomé el tiempo para observar a la gente.
En torno a los seres humanos tendía a sentir como si me faltaba el conocimiento del
mundo, especialmente en un lugar como este, donde había tanta gente, todos ellos
luciendo muy diferentes. Ni siquiera había tenido un amigo humano, la más cerca que
estuve fue la señora que trabajaba en la heladería. Quería uno, muy parecidos a los
humanos que querían un cachorro, pero mi padre estaba preocupado de que creciera
demasiado cerca de ellos.
Aspiré una bocanada estridente, inquieta. Estas eran la clase de personas que
pensaban que éramos la encarnación del diablo, el tipo que creíamos que éramos
monstruos, no importa cuánto bien hacíamos. Tan refugiadas como las otras mujeres
y yo estábamos, sólo había oído hablar de esta clase de intolerancia, pero en realidad
nunca la había visto en la vida real.
—¿La verdad? En una ciudad como ésta, estoy un poco sorprendido, pero es sólo un
lugar de miles de personas. Y no tiene sentido ni siquiera intentar entenderlo. Ellos
son los que no entienden. Ellos no saben lo que realmente está ahí fuera. —Él tiró de
mi mano—. Vamos, que hay mucho para ver.
Me detuve de nuevo mientras una fuerte y fría serie de hormigueos explotaron entre
mis omóplatos. Me volví antes de que Dez dijera cualquier cosa, sintiendo un demonio
cerca. Mi mirada buscó entre las multitudes de seres humanos que corrían arriba y
abajo de la acera.
Aunque los Fiends eran la clase más común de los demonios de la parte superior,
nunca había visto uno. La curiosidad se elevó rápidamente, mientras veía al demonio.
—Por supuesto. Él sabe que no podemos hacer nada entre los humanos. Si hago un
movimiento, se vería como si yo ataqué uno de los suyos.
El demonio parecía estar a punto de coger un taxi, excepto que miró sobre su hombro
y sus ojos oscuros encontraron los míos. Una extraña luz se reflejaba en ellos. Me quitó
la respiración, tensando mis músculos en preparación para un ataque en toda regla.
—Oh, no —murmuró Dez, dando un paso hacia atrás mientras me empujaba detrás de
él.
Antes de que Dez pudiera responder, la parte superior de la boca de riego lanzó una
explosión. El agua entró en erupción, fluyendo alto en el aire. Otro chasquido fuerte
más abajo en la calle, y luego otro y otro.
Chillé mientras el líquido frío cayó sobre nosotros, el sonido perdido en los gritos de
sorpresa de los peatones. En cuestión de segundos, estaba empapada, al igual que casi
todo el mundo cerca. El tráfico se detuvo mientras el agua se vertía en las calles. Metal
crujía. Un taxi chocó contra la parte trasera de otro, dando lugar a una reacción en
cadena de proporciones épicas.
—¡Te detuviste! —Otro taxista gritó—. Estúpido hijo de… —Sus palabras fueron
interrumpidas por todas las cornetas. Caos absoluto estalló, y todo el tiempo, el Fiend
estaba al otro lado de la calle, merodeando en la acera, no afectado por el aguacero. Se
estaba riendo.
—Dios mío —murmuré. Nadie parecía estar herido. En todo caso, lo que el demonio
había hecho era simplemente crear un gran inconveniente, y por alguna razón muy
jodida, yo estaba sonriendo cuando me di la vuelta hacia Dez.
Colocó sus manos calientes en mis mejillas, alisando el pelo mojado de mi cara.
—Lo que sea. —Me levanté, usando sus brazos para prepararme. La adrenalina estaba
pateando a través de mis venas. Tal vez por eso hice lo que hice a continuación. O tal
vez era porque había estado esperando que me besara de nuevo desde la última vez
que nuestros labios se tocaron. Cerré los ojos y apreté mis labios contra los suyos. Al
entrar en contacto, él aspiró una bocanada de aire. Sus labios estaban húmedos y
firmes y absolutamente maravillosos. Decidí volver a mis pies, deslizando mis manos
en donde las suyas se enredaban en mi cabello.
Nos quedamos allí como una multitud reunida detrás de nosotros, viendo el
espectáculo del río que se había apoderado de Times Square. La gente nos pasaban, y,
o bien éramos invisibles para ellos o eran ajenos a nosotros en ese momento. Y no
había pasado entre nosotros o futuro, sólo era el ahora, ese momento.
Me eché a reír, pensando que esa debía ser la primera vez. Nos tomamos de las manos
al mismo tiempo, así que no sabemos quién sostenía la mano de quien, pero la sonrisa
permanecía pegada en mi cara hasta que era tarde y ya era de noche.
Toda la emoción me agotó, pero un tipo diferente de fatiga surgió a la vida cuando
entramos en la habitación del hotel y mi mirada cayó sobre la cama. Mi ritmo cardíaco
se tropezó. Íbamos a dormir en esa cama. Juntos. Sólo él y yo. Nosotros. Por qué tenía
que repasar a través de las diferentes formas de decir que íbamos a dormir juntos
estaba más allá de mí, pero aun así no parecía real.
Dormir juntos en una habitación que no estaba en una casa llena de otros de nuestra
especie hacía todo parecer tan diferente, mucho más adulto e íntimo. Como si
hubiéramos estado jugando a ser adultos, pero ya no.
Me encogí de hombros.
—No.
—Entonces vamos. — Acarició la cama junto a él—. No muerdo. A menos que quieras.
El tipo de calor que enrojeció mi cara podría freír huevos. Dez rió profundamente.
—Estoy bromeando, Jas. Vamos. Estoy cansado y no voy a ser capaz de dormir sin que
te metas en la cama.
Me arrastré hacia adelante, hasta que estaba a la mitad de la cama grande. Bostezó de
nuevo, lanzando su atención a la televisión. Arrastrando una respiración profunda,
agarre el borde de la colcha y me deslicé adentro, recostándome en mi espalda.
Mi pecho subía y bajaba tan rápido que juré que podía ver el movimiento manta.
¿Eso era todo? ¿Él en serio va a dormir y no iba a, no sé, probar esta cama? Me sentí
aliviada, pero... pero me quedé decepcionada de alguna manera.
—Buenas noches.
Los segundos se estiraron a minutos y luego Dez rodó sobre su costado, frente a mí.
Contuve la respiración. Otro puñado de segundos pasaron y entonces mi cuerpo se
movía sin que mi cerebro realmente lo alcanzara.
***
Incluso dedicándole un día completo para recorrer la ciudad de New York al día
siguiente, no había manera de que pudiera visitar todos los museos, ver todas las
calles que sólo había leído o visitar todos los lugares de interés. Habíamos pasado una
cantidad impía de tiempo en una tienda de juguetes que parecía tenerlo todo.
Esa noche, juntos, sobrevolábamos la ciudad a Ellis Island y luego de vuelta a la parte
alta del West Side, aterrizando entre las estatuas majestuosas de nuestra especie y
mirando hacia abajo a las luces brillantes de los autos y los faroles de la calle por
debajo de nosotros.
Despertar así había estado... bien, había sido más que agradable.
—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo —dijo Dez, extendiendo sus alas hasta
que rozaron las mías. Me estremecí ante el contacto íntimo—. El clan está cazando y,
aunque tu padre aprobó este viaje, no creo que estaría feliz de saber que estás aquí
por la noche.
Asentí con la cabeza mientras me inclinaba hacia adelante, con las manos clavándose
en la cornisa. Mis sentidos se iban de izquierda y derecha. Había un montón de
demonios moviéndose por allí, más de lo que imaginaba que habría.
—¿Cuántos cree que hay aquí? —le pregunté, mirando a Dez—. Demonios, quiero
decir.
Echó la cabeza hacia atrás, mirando a las estrellas.
—Cientos. Sobre todo Fiends como los que vimos ayer. Algunos serán Posers y tal vez
un Regente Infernal o dos. —Se puso de pie, girando la cabeza de lado a lado—. Van
por un demonio de Nivel Superior en algún momento esta noche. Si lo capturan es la
cuestión.
CAPÍTULO 10
Traducido por Itorres
T
erminamos por no dejar la ciudad hasta la tarde siguiente y viajar al sur, hacia
la capital del país, estaba tranquilo. Había sido así desde la noche anterior. Dez
no me había tratado de forma diferente. Todo lo contrario. Él habló, bromeó y
trató de tener una conversación mientras dejábamos New York y cruzamos a Nueva
Jersey, pero estaba demasiado atrapada en mis propios pensamientos.
Incluso mi hermana no podía realmente entender por qué estaba tan resistente a la
idea de unirme con Dez, especialmente teniendo en cuenta lo mucho que había
cuidado de él. Pero cuando se fue y cuando finalmente lo acepté, después de los
muchos meses que se habían convertido en un año, que no volvía a casa, había estado
de luto por él. Él me dolió como tanto como mi madre. Pude reconocer la bendición de
que volviera, pero tres años de luto era mucho tiempo para dejarlo ir y yo ni siquiera
entiendo por qué me dejó. Afirmó que no tenía nada que ver con la oferta de mi padre
y era obvio que me quería, pero yo necesitaba más. Respuestas para una cosa, y yo
quería lo que mis padres habían tenido en su vida juntos: amor y confianza.
Una parte de mí reconoció que todavía estaba enamorada de Dez, que nunca dejé de
amarlo, pero no creo que él sintiera de esa manera por mí. No en la forma en que lo
necesitaba, ¿y en cuanto a la confianza? ¿Quién dice que dentro de un año a partir de
ahora simplemente no desaparecería de nuevo?
Tal vez más de nuestro pasado me mantenía alerta. Tal vez tenía que ver conmigo.
Después de todo, todo el asunto del emparejamiento era serio. Estaría llena de
promesas a alguien para toda mi vida. En el mismo momento de emparejamiento,
estaría en la edad adulta, frente a demandas muy adultas. Yo no sería la única de
dieciocho años de edad que era, pero era mucho como para siquiera pensar en ello.
Tal vez no estaba lista y mis excusas eran realmente sólo eso, excusas. Una muleta.
—Ya lo verás.
Y eso fue todo lo que dijo mientras nos dirigíamos a través de la ciudad y luego más
allá, hacia un camino estrecho y sinuoso que estaba lleno de árboles gruesos. Se volvió
hacia un camino que no había notado. Unos cinco minutos más tarde, se estacionó a lo
largo de una loma. El polvo llenaba el aire mientras bajamos de la camioneta.
Se agachó, tomó mi mano y comenzó a caminar por un lugar desgastado y sucio que
formaba un sendero. Ramitas quebraron bajo nuestros pies.
—Después de dejar el clan y antes de que hiciera mi camino a la costa oeste, hice un
montón de viajes y me encontré con este lugar.
Mi corazón dio un vuelco en el pecho. ¡Un lago! Él había mencionado antes que había
encontrado un lugar perfecto para poder nadar desnudos. Esto tenía que ser. Oh, Dios,
¿por qué sugerí esto?
—El lugar es fuera de lo común, muy tranquilo. —Movió una rama baja fuera del
camino para que yo pudiera pasar debajo de ella—. De todos modos, creo que te
gustará el lago.
Sip. Ahí está. Se había confirmado que estábamos cumpliendo con otra condición. Mis
palmas se sentían sudorosas, y solté mi mano libre, limpiándolas en mis jeans. Dez no
dijo nada, pero se deslizó a mí alrededor, quitando las ramas.
El pesado follaje y la maleza se diluían en una pequeña franja de tierra que cortaba en
un conjunto de rocas grandes y lisas que rodeaban un lago.
Le sonreí con aire ausente. Su preocupación era muy dulce, pero no estaba en peligro
de caer y abrirme el cráneo.
La luz del son que brillaba suavemente sobre el agua ondulante se desvanecía. Caminé
más cerca de la superficie brillante y me arrodillé, mojando mis dedos en el agua fría.
Con la excepción de las tenues llamadas de los pájaros y el susurro de las hojas, estaba
tranquilo aquí.
—Yo también lo creo. — Hubo una pausa—. Sé por qué crees que te traje aquí, pero la
verdad es que no espero que nades desnuda.
Dándose la vuelta, le sonreí—. Pensé que eso era lo que más estabas esperando.
—Oh, no me malinterpretes. La sola idea de ti nadando con nada más que agua... — Se
calló, se aclaró la garganta, y me sonrojé hasta las raíces de mi pelo—. De todos
modos, todo esto es por ti. — Abrió los brazos, indicando el lago, y más allá de eso,
todo el viaje—. Se supone que debes estar divirtiéndote, no sintiéndote incómoda.
Metí mi pelo hacia atrás mientras me sentaba, desplomando mi trasero en una de las
rocas. Pongo mis manos sobre mis rodillas, obligándolas a dejar de temblar.
—¿Por qué? —le pregunté, levantando la mirada hacia él—. ¿Por qué haces esto
cuando sabes que no pienso decir que sí?
Se detuvo por un momento y luego navegó los arbustos espinosos para sentarse a mi
lado. Inclinándose hacia adelante, apoyó los brazos sobre las rodillas y la barbilla en
las manos.
—¿Realmente querías jugar al turista en vez de estar por ahí con el clan?
—Sí. —Miró hacia arriba a través de sus pestañas—. No estaba mintiendo cuando dije
que te echaba de menos y pensé en ti todos los días. Quiero pasar tiempo contigo y ha
sido divertido verte experimentar todas estas primeras veces. Estoy feliz de poder
hacer esto para ti. Y sólo porque estás resignada a decir no, no quiere decir que es lo
que vas a decir al final.
—Tal vez al final de estos siete días, todavía digas que no. Eso no quiere decir que se
acabó. Estoy en esto por todo el largo plazo.
—Oh, lo sé.
Rodé los ojos, pero asomé una sonrisa que estaba luchando contener.
—Sólo decía.
—Y sólo estoy diciendo que para el final de estos siete días, o tal vez una semana a
partir de entonces, o un mes, dirás que sí. —Él tomó mi mejilla y se inclinó,
presionando su frente con la mía—. Y voy a estar esperando. No importa el tiempo
que sea necesario.
Dez puso una mano en mi brazo y me hizo señas para que me mantuviera callada
mientras nos parábamos. No hicimos ningún sonido, pero las hojas puntiagudas se
quedaron inmóviles.
Una rama delgada, no más ancha que un lápiz y con forma de lanza, separó las hojas.
La lanza movió a la izquierda y luego a la derecha y luego se detuvo, señalando a
donde estábamos.
Los arbustos temblaron al mismo tiempo que una pequeña criatura apareció entre las
hojas. No tenía ni idea de lo que era esa cosa. No más alto que treinta centímetros, la
piel de la criatura era del color del cuero envejecido, piernas y brazos delgados y con
protuberancias. Una especie de taparrabos había sido confeccionado con hojas y su
barriga estaba cubierta de barro. Ese tipo de criatura parecía una de esos muñecos
trolls atroces que fueron populares antes de mi tiempo. No tenía colores neón rosa o
púrpura en el pelo, pero su cabello castaño oscuro se pegaba hacia arriba en grupos
grandes, torciéndose juntos al final.
La pequeña criatura se agachó, apuntando la lanza a nosotros como para que ninguno
de nosotros hiciera un movimiento.
— Es un pukwudgie.
—Demonio de la Tierra — respondió, ceño fruncido—. Nunca había visto uno antes.
Pensamos que habían sido erradicados hace años. No se sabe mucho acerca de ellos
aparte de que han causado un poco de travesuras durante su apogeo. Por lo general,
sólo se observaron en el norte, cerca de Massachusetts y lugares así.
—Es algo así como lindo. —Sonreí cuando su mirada se volvió dudosa—. ¿Qué? Es tan
feo que es lindo.
Me reí en voz baja, y su boca se abrió, revelando muy poco los dientes en lo que
supuse era una sonrisa a cambio.
—Creo que le gusto —dije.
Con una agilidad sorprendente, el pequeño saltó sobre la roca más lejana. Se agachó
de nuevo, mirándonos, y cuando ninguno de los dos se movió, se acercó un poco más,
saltando las rocas hasta que estaba cerca de la que habíamos estado sentados.
Eché un vistazo a Dez, que se encogió de hombros y luego caminó alrededor de las
rocas, como si planeara acercarse sigilosamente a ella por detrás.
—Jasmine... —Dez suspiró, cruzando los brazos—. Es un demonio. Puede ser que sea
un demonio-lindo feo, pero sigue siendo el enemigo.
Pero no estaba haciendo otra cosa más que bailar y acicalarse sobre cualquier cosa.
Sonaba como sacrilegio, pero no creía que fuera justo matarlo.
El pukwudgie miró a Dez y sacó la lengua, haciendo un muy humano sonido con su
lengua.
Me eché a reír—. Oh, me gusta este pequeño individuo. Si no podemos dejarlo ir,
¿puedo quedármelo?
—Uh, no.
El demonio de tierra giraba alrededor, haciendo un sendero con sus piernas a ambos
lados.
— Tomaré eso como un sí. —Poco a poco me senté, con cuidado de no asustarlo—.
Herbert es un buen nombre para él.
Dez se atragantó, rodando los ojos—. ¿En serio? ¿Ese es el mejor nombre que puedes
conseguir?
Le mostré un dedo.
— Yo no haría eso si fuera tú —Dez sugirió oscuramente, dando un paso hacia mí—.
Dios sabe qué clase de enfermedades mortales tenga esa cosa.
Herbert se dio la vuelta, haciendo otro baile, y luego llevó su mano hacia abajo en la
mía, como si me estuviera dando los cinco. Luego levantó la mano, formó un puño y lo
agitó hacia Dez.
Sin hacerle caso otra vez, me reí mientras Herbert subía a mi lado de la roca y envolvió
su mano alrededor de mi dedo índice. Su piel era fresca y suave. Saltó una vez y luego
otra vez, moviendo la mano.
El pukwudgie hizo un ruido vibratorio que sonaba peligrosamente como una risa, se
dio la vuelta y se precipitó sobre las rocas. Saltó al suelo y salió corriendo,
deteniéndose sólo el tiempo suficiente para recoger su lanza. Los arbustos se
sacudieron mientras desaparecía.
—No te atrevas a decir te lo dije —le advertí, mirando hacia abajo en mi dedo. La
sangre brotó a partir de tres pequeñas muescas—. No puedo creer que me mordió.
Pensé que le gustaba.
—No iba a decir nada. Déjame ver. — Tomó mi mano—. Te rompió la piel, ¿no? Cristo,
—murmuró—. Estás sangrando. Vamos, vamos a lavarlo y salgamos de aquí antes de
que más de ellos aparezcan y decidan tomar un bocado de ti.
—¿Crees que haya más? — Dejé que me levantara y me guiara hasta el borde del lago.
—Si hay uno, es probable que haya un centenar. —Metió mi mano bajo el agua fría,
lavando la sangre.
—Lo intenté, pero alguien , sin mencionar su nombre, pensó que Herbert era tan feo
que era lindo.
—¿Te duele?
—En realidad... —sí que dolía. El aguijón de la mordida del pukwudgie irradiaba sobre
mi mano y por mi brazo—. En realidad no —terminé. Dez ya pensaba que era una
suficientemente gran idiota. No había razón para agregarle más.
Estábamos a mitad de camino de vuelta a la camioneta cuando una fina capa de sudor
estalló en mi frente. El calor recorrió mi piel como una fiebre. Me sentí ruborizada,
pegajosa. Con el estómago revuelto, miré hacia abajo a mi dedo y aspiré una
respiración temblorosa. La piel alrededor de la mordedura era rojo sangre, y unas
líneas fuertes se marcaban hacia fuera de la herida de menor importancia.
Uh-oh.
—¿Dez...?
Se volvió hacia mí, pero algo estaba mal con su rostro. Todos sus rasgos se volvieron
un borrón completo.
—¿Jasmine?
Di un paso, o al menos yo pensaba que lo había hecho, pero de repente el suelo estaba
en el cielo y el cielo no estaba más. En algún lugar, a lo lejos, me pareció oír a Dez
llamándome por mi nombre, y luego no había nada.
CAPÍTULO 11
E
staba en llamas.
En los raros momentos en que mi cerebro no estaba haciéndose papilla, sabía que
tenía que transformarme. Tuve que llegar al nivel profundo de sueño necesario para
sanar, pero no podía ordenar a mis músculos hacer lo que necesitaba. Nada me
respondía. Estaba atrapada en un círculo del infierno.
Se sintió como un latido entrecortado del corazón más tarde cuando fui consciente del
cambio en mi entorno. Hubo más voces en la distancia, pero no podía entender lo que
estaban diciendo y no podía forzar los ojos a abrirse. Sin embargo, había algo
diferente. El calor fuerte que me rodeaba había desaparecido y en su lugar había una
suavidad ondulante. No entendía, pero me hundí en ella por un tiempo,
arrastrándome de vuelta cuando algo fresco fue presionado en mi frente y un amargo
líquido picante corrió por mi garganta. Traté de volver la cabeza, gimiendo cuando
una mano suave me detuvo.
El silencio que le siguió fue tan aterrador como el fuego. Convocando cada onza de
energía en mí, levanté mi mano, buscando algo—cualquier cosa—a la que sostenerme.
—Estoy aquí contigo —La frescura se deslizó sobre mis mejillas ardientes—. No voy a
ir a ninguna parte, Jas. No te voy a dejar de nuevo.
El fuego se había ido la siguiente vez que mi cerebro se agitó para despertarse. Un
latido sordo permaneció en cada parte de mi cuerpo y mis ojos se sentían cosidos. Mi
cuerpo volvió a ponerse a la velocidad de una tortuga de tres patas. Me moví, tal vez
me desplacé alrededor de una pulgada en la cama, y me sentí como si hubiera logrado
algo importante.
—¿Jas?
Volví la cabeza hacia el sonido de la voz profunda de Dez. Una mano se curvó
alrededor de mi mejilla, y suspiré ante el contacto. No quemaba. Oh, no, se sentía
terrestre y maravilloso.
Finalmente, después de una eternidad, abrí los ojos. Bizqueé ante la poca luz en la
habitación, sorprendida por la sensibilidad de mis ojos. A medida que mi visión se
aclaraba, vi a Dez sentado a mi lado.
Nunca lo había visto tan cansado. Sombras oscuras florecían bajo sus ojos claros. Sus
características estaban pellizcadas por el cansancio, pero la mano alrededor de la mía
estaba llena de fuerza.
—Gracias.
Dez cogió mi mano de nuevo, entrelazando sus dedos con los míos.
—¿Cómo te sientes?
—Cansada —me volví hacia él. Mi cabeza estaba llena de telarañas—. ¿Qué pasó?
—¿No te acuerdas?
—Herbert me mordió.
Él sonrió ligeramente.
—¿Por qué?
—Eso es verdad —me humedecí los labios, luego dejé escapar un largo suspiro—.
¿Dónde estamos?
—Que te hayas despertado y estar bien es suficiente —me apretó la mano—. Hubo un
par de minutos en que pensé que no lo lograrías. Y yo... —tragó saliva mientras
cerraba los ojos. Cuando volvió a abrirlos, brillaban el color del cielo antes del
atardecer mientras acercaba mi mano a su boca y daba un beso en la palma.
—Sí, pero... —Bajó mi mano de nuevo a la cama—. Jas, has estado dormida por un día
y medio.
Me encogí.
—Oh, no.
—Casi vino hacia aquí, creo, para matarme. Abbot se puso al teléfono y lo calmó, le
dijo que ibas a estar bien —sonrió de nuevo, el torcer de sus labios cansados—. Abbot
dijo que te sentirías mejor muy pronto, pero nos ha ofrecido su casa el tiempo que
necesitemos quedarnos.
—Gracias —Dez bajó la cabeza, y sus grandes hombros se relajaron. Hasta ese
momento, no me había dado cuenta de lo tenso que estuvo sentado a mi lado.
Sin decir palabra, me hizo terminar el resto del agua antes de subir a la cama y
estirarse a mi lado. Me quedé allí por un momento, mirándolo fijamente, y obligué a
mi cuerpo a moverse. Me tomó todo lo que tenía, pero rodé hacia mi lado y me moví
más cerca, poniendo la cabeza en su hombro.
Dez estuvo inmóvil por un momento y luego pasó el brazo alrededor de mi cintura,
adaptándome más cerca a su lado. Por alguna razón, a pesar de que habíamos
compartido la misma cama en New York, había algo más especial acerca de esto, un
peso que tenía a mi corazónmartillando con exceso de trabajo. Y mientras me relajaba
en el abrazo de Dez, cerré los ojos y pude pensar en una sola cosa.
A
la noche siguiente, estaba lista para salir de la cama. Estaba mareada pero
sintiéndome como yo misma otra vez. Bueno, no me sentía al cien por ciento,
pero tampoco quería dormir por otros diez años, y después de una ducha
rápida, llamé y me reporté con mi padre y Danika, y me dirigí escaleras abajo. La casa
en Washington era muy parecida a la mía. Más del tamaño de un hotel que un hogar,
pero la diferencia clave era que no había ni rastro de niños o mujeres aquí.
Había comido en la habitación, devorando la comida que Dez me había traído para el
almuerzo, pero eso había sido hace horas, y no lo había visto o a alguien más desde
entonces. Sabía que otros estaban aquí, a menos que hubiera estado delirando cuando
estaba enferma, lo que era posible.
Parada en el pasillo de la planta baja, estaba a unos segundos de creer en serio que
Dez había dejado mi trasero en una casa abandonada, cuando se abrió una puerta
detrás de mí. Me di la vuelta.
Dejando caer la cabeza, me froté la nuca. El malestar en la boca del estómago era como
el veneno del pukwudgie, extendiéndose hasta que una fina capa de sudor cubría mis
palmas. Deseé poder deslizarme en mi verdadera piel y levantar vuelo. Las cosas
siempre parecían tener más sentido en el aire, pero Dez, dondequiera que estuviera, lo
reprobaría. Washington, al igual que New York, estaría desbordado con varios
demonios. Y a pesar de que el crepúsculo estaba aún a horas de distancia, sería
arriesgado...
¿Desde cuándo había empezado a preocuparme, de nuevo, por lo que Dez pensaría?
La respuesta era obvia. Desde el mismo momento en que había regresado de nuevo
en mi vida.
De pie en la puerta estaba una niña pequeña, apenas llegando al metro y medio. No
podía tener más de trece años. Por otra parte, podría haber sido más joven. Era tan
pequeña, y yo nunca había visto antes nada como ella.
El pelo era tan rubio que era casi blanco y caía en cascada sobre los hombros
estrechos. Sus labios eran demasiado llenos para su cara redonda y sus ojos eran
grandes y anchos, como una de esas exóticas muñecas de porcelana que había visto
antes en las tiendas, pero era el color lo que era más impactante. Ellos eran de un gris
tan claro que estaban casi vacíos de color. La vívida y antinatural belleza de la niña la
delató.
Tenía que ser la mitad Guardián, medio Demonio que Abbot había adoptado, la chica
que se rumoreaba que era capaz de robar las almas de los seres humanos y de los
Guardianes por igual, simplemente respirando. Ella era una leyenda urbana entre los
Guardianes, su existencia no era algo en lo que yo alguna vez realmente creí; pero
demonios, había estado equivocada, porque ahí estaba, mirando desde una puerta
hacia mí.
Mi ritmo cardiaco se aceleró cuando me paré. Para los seres humanos y los
Guardianes, morir sin alma terminaba de la misma manera. Uno se convertía en un
fantasma, condenado por la eternidad, existiendo entre el Cielo y el Infierno, plagado
con sed interminable y hambre que finalmente se manifestaba en un espíritu
vengativo y violento. La posibilidad de morir sin tu alma no era algo para tomarse a la
ligera, y yo quería salir de esta habitación. Estar cerca de algo tan mortífero y
peligroso levantó el vello en todo mi cuerpo y causaba que mi piel humana se estirara.
Su voz era suave e insegura. No dije nada mientras mi mirada cayó sobre la puerta
abierta. Podría conseguir pasarla fácilmente. No parecía como si pudiera levantar una
silla, pero con los demonios, las apariencias podrían ser engañosas.
Hola, pukwudgie.
Moviéndome alrededor del sofá, puse más espacio entre nosotras. Parecía irreal estar
alejándome de tal cosa de aspecto delicado, pero me gustaba mi alma donde estaba, en
mi cuerpo—. Lo soy.
— Yo sé quién eres.
Uno no tenía que preguntarse por qué Danika estaba tan atraído por Zayne. Vestido
con una camisa de color gris claro, él era alto y trabajado como todos los Guardianes lo
eran, pero era un espécimen especialmente impresionante. Su camisa se aferraba a los
músculos duros y a una cintura esbelta. Con esa cabeza llena de ondas rubias y altos
pómulos, su esculpida cara podría ser fácilmente confundida con la de un ángel. Zayne
era divinamente hermoso, pero a mis ojos... bueno, ellos siempre habían estado
enfocados en otra persona.
—He estado buscándote por todos lados, Layla. —Zayne caminó directo hasta la mitad
demonio, no mostrando temor alguno, y pasó un brazo alrededor de sus hombros,
acercándola a su lado—. Estoy listo si tú lo estás... —Se calló, su mirada estrechándose
en ella y luego volteándose hacia mí. Una mirada, y su guapa expresión se tensó con
comprensión—. Layla, por qué no vas a esperar por mí en el vestíbulo.
Ella levantó la cabeza y me miró. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y luego
se marchó de la habitación, deslizándose tan rápido como una sombra.
Zayne se volvió hacia mí, con las piernas abiertas y los hombros tensos, de la forma en
que Dez se paraba cuando estaba enojado.
—Lo siento. Solo que yo no estaba esperando verla. Ni siquiera creía que fuera real.
Es... ¿realmente no es una amenaza?
Zayne me miró durante un largo momento y luego dejó escapar un profundo suspiro.
Mientras finalmente miraba hacia otro lado, empujó su mano a través de su pelo.
—A menos que tú planees besarla en el corto plazo, ella no es un peligro para ti.
—¿Besarla?
—Eso es lo cerca que necesitarías llegar para que estás preocupada por la pérdida de
tu alma explicó él. —No es como que ella sólo necesita respirar el mismo aire que tú.
Necesita estar cerca, así de cerca.
Bueno, ya que eso no estaba en mis planes futuros, asentí. La vergüenza todavía ardía
como una llama dentro de mi pecho. Dios, me sentía como una perra. Si ella tomaba un
alma de esa manera... la pobre chica nunca podría besar—. Realmente lo siento. Ella
parece... parece una buena chica. Me invitó un helado.
—Los otros miembros del clan no la quieren en la casa principal con las otras mujeres
y niños. Es por eso que está aquí, en nuestra sede, y no hay muchas mujeres que nos
visiten aquí. Ha estado emocionada por conocerte desde que escuchamos que estabas
viniendo con Dez.
Sip. Era oficial. Ahora me sentía peor.
—Le dije a Dez que estábamos por salir. Dijo que quería venir. Tú eres más que
bienvenida a unirte a nosotros, pero si dices una cosa o actúas de cualquier manera
que sea ni remotamente cruel hacia Layla…
—He estado reuniéndome con Abbot. Habría regresado antes si hubiera sabido que
estabas fuera de la cama y…
—Está bien.
Miré de nuevo a Layla. La curiosidad marcó su rostro. También hubo temor, como si
esperara una respuesta idéntica de Dez. No podría ser fácil para ella vivir entre
Guardianes. Sabía que la mayoría tenía que haberse comportado de la manera en que
yo lo había hecho. La simpatía se levantó dentro de mí. Esa chica no puede haber
tenido una vida fácil.
Dez le sonrió a la joven y aunque no llegó a sus ojos, ella le devolvió la sonrisa,
esperanzada. Él estaba prevenido, pero lo ocultó mucho mejor que yo.
—Sip. —Dez me miró en esa forma intensa suya, y por un momento me olvidé de mi
reacción embarazosa—. ¿Estás segura?
Ella sonreía de la misma forma en que yo lo había hecho cada vez que había visto a
Dez, esa sonrisa de adoración y amor. Había algo increíblemente triste acerca de eso,
porque el evidente amor que Layla albergaba por Zayne terminaría, sin importar qué,
en un adolorido corazón roto.
CAPÍTULO 13
Traducido por Debs
T
odos miramos a Zayne, en diversos grados de mórbida fascinación, viéndolo
felizmente tomar un Twizzler1 del paquete que había traído a la heladería
ambientada en los años 50, y sumergirlo en su helado de chocolate.
—Eso es tan asqueroso. — Layla lo observaba, con su cuchara flotando por encima de
su banana Split—. Es decir, realmente no hay palabras para ello.
—Ew. —Se echó hacia atrás, arrugando la nariz—. Aleja eso de mí.
A mi lado, Dez se echó hacia atrás y sonrió. Dado que ya había devorado su cono,
esperaba que comenzara a acariciarse vientre—. Eso es asqueroso.
—No lo es —dijo Layla, pasando la cuchara alrededor de las cerezas—. Podrías tratar
con papas fritas o papas a la francesa, como una persona normal.
Layla sacó su cuchara cuando él se acercó y tomó una cereza, haciéndola estallar en su
boca.
1
Twizzler: Barras de caramelo (rojas)
Cuanto más tiempo pasaba en su compañía, peor me sentía acerca de cómo me había
comportado hacia ella antes. Era una chica muy dulce, y una vez que se sintió cómoda
alrededor de Dez y de mí, se abrió. La chica era valiente.
—Creo que es una idea terrible —interrumpió Zayne, mirándola—. Vas a estar en la
escuela durante el día, cuando la mayoría de nosotros estamos descansando. Si pasa
algo, será muy difícil para cualquiera de nosotros responder.
—Nada va a suceder —Layla puso los ojos en blanco—. Y aparte, no puedes seguir
jugando a ser mi maestro. Hay mejores cosas que podrías estar haciendo.
Zayne estaba en silencio, con la mirada fija en los viejos retratos de los anteriores
propietarios de la heladería, que adornaban las paredes. Era evidente, al menos para
mí, que no estaba interesado en esta conversación. No sabía si estar más sorprendida
sobre Layla atendiendo a la escuela pública o que Zayne hubiera sido su tutor.
Sabía que Zayne había dicho que los otros del clan no la querían en sus casas con sus
familias, pero tenía que haber una mujer supervisando su educación. Alguien que
mirara más allá de lo que era.
—La casa principal está fuera de la ciudad, cerca del pueblo de Charles, donde las
hembras y los más jóvenes están. La mayoría de las hembras no viajan hasta aquí de
todos modos, como dije.
Lo que era normal. Era lo mismo para nosotros. Nuestro clan tenía casas en la ciudad
de New York, aunque las principales instalaciones dónde los Guardianes y los niños
vivían era a varias horas al norte.
—No quiero sonar grosero, pero ¿por qué no está Layla con ellos? —preguntó Dez, e
hice una mueca.
—Creo que se lanzarían de cabeza por la ventana antes de compartir el mismo techo
que yo. —Se encogió de hombros mientras tomaba el último bocado de su helado—.
Obviamente ninguno de ellos está dispuesto a enseñarme, y Zayne no puede seguir
haciéndolo, por lo que Abbot cedió y me está dejando ir a la escuela pública. En
definitiva, es una buena cosa.
Le sonreí.
—Es peligroso, sin embargo. —Zayne se removió en su asiento—. Sabes cómo los
demonios les gusta venir detrás…
Mi boca cayó abierta, pero la reacción de Zayne fue mucho más explosiva. Se volvió
hacia ella, sus ojos verdes azulados brillantes. Sus dedos se envolvieron alrededor de
la barbilla de ella, obligándola a mirarlo, y se inclinó hacia abajo, a centímetros de su
cabeza. Sabiendo lo que Layla podía hacer, me puse rígida, tanto como Dez, quién
debió de conocer más acerca de su habilidad que yo, cuando la conocí antes. Zayne
estaba demasiado cerca.
—No eres defectuosa. No hay ni una sola cosa mala en ti. —Su voz era baja, pero no
había ni una duda de lo que estaba diciend—. ¿Me entiendes?
Dos manchas rosadas florecieron en sus mejillas mientras sostenía la mirada de él.
—Sí, pero…
—No. Eso es todo. —Dejó caer la mano, pero no se movió hacia atrás—. Juro por Dios,
que te quiero estrangularte cada vez que dices algo como eso.
El color rosado se propagó por todo su rostro mientras su mirada se desviaba hacia
nosotros de nuevo.
—No tengo baja autoestima o algo así —dijo en voz baja—. Realmente no, pero no
puedo... —tomó una respiración profunda. —No puedo transformarme.
Apreté mis manos, hasta que sentí mis uñas lastimando mi carne. A veces odiaba
nuestro mundo, y se volvía demasiado difícil poder justificar las razones por las que
las cosas eran como eran. Todos nosotros, por nuestra existencia, teníamos nuestros
deberes para el bien mayor, pero...
—Así que... —Zayne sacó la palabra, aclarándose la garganta—. ¿Cómo está Danika?
El cambio de tema me tomó por sorpresa—. Le está yendo bien. Quería que te diga
que ella dijo Hola.
Dez resopló. Sin duda estaba recordando la solicitud real de Danika, que involucraba
una foto y un Zayne desnudo.
Pateándolo por debajo de la mesa, eché un vistazo a Layla, que estaba estudiando su
cuenco vacío como si contuviera las respuestas de la vida. Esta podría ser una mejor
conversación para Zayne, pero no era para ella. Lo rosado se había drenado
completamente de su tez.
Por mucho que quería que mi hermana fuera feliz y el buen Dios sabía que ella estaría
feliz con Zayne, me dolía el corazón la chica sentada frente a mí. Ella no podía estar
con un Guardián y tampoco podía estar con un ser humano sin ponerlos en peligro.
Eso dejaba sólo a demonios, que estaban fuera de cuestión.
Quería patearlo ahora, ya que con cada pregunta, Layla se quedaba cada vez más en
silencio. Para el momento en que Dez sugirió que echáramos un vistazo a la ciudad, la
joven prácticamente tenía su cara en su tazón. Nos despedimos y nos dirigimos
pasando la línea que se extiende casi hasta la puerta.
Whoa.
Mis mejillas se calentaron mientras Dez se detenía en la acera y bajaba la mirada hacia
mí. Con su ceño fruncido.
—¿Estás bien?
—¿Estás segura? —Sus dedos rozaron mi mejilla—. Te ves sonrojada. Podemos volver
si necesitas descansar…
—No necesito descansar. —Me acerqué más a él, inclinando la cabeza hacia atrás—.
Estoy bien.
—Sé que nuestros siete días han pasado, pero estoy encantado de ayudarte de
cualquier manera a mejorar tus condiciones de cualquier manera. Podemos hacer lo
que quieras, pero no puedo apoyar toda esa caza de demonios.
Abrí la boca, pero se precipitó a hablar.
—Lo siento. Sé que es lo que pediste, pero lo creas o no, no estás completamente bien.
Y después de verte cuán lastimada estabas por una pequeña mordida, no puedo
quedarme ahí y dejar que te pongas en peligro sólo para que puedas demostrar algo.
—Lo sé. No tengo nada que demostrar. —En el momento en que esas palabras
salieron de mi boca, sabía que eran la verdad. ¿Qué haría cazar los demonios por mí?
Me enfrenté por mi cuenta contra los Terriers y tuve un encuentro casi fatal con un
pukwudgie. Yo diría que cubrían toda la gama de experiencias demoníacas. Y
honestamente, no me preocupaban las condiciones estúpidas en este momento o
incluso ver la ciudad. —Creo que tenemos que…
—¿Qué es ese olor? —Me volví, mi mirada pasando sobre la gente y el escaparate de
cristal del salón de belleza. Pude ver a Layla y a Zayne dentro, todavía sentados uno al
lado del otro. La amplia sonrisa estaba de vuelta en su cara mientras ella se reía de
algo que dijo Zayne—. ¿No sientes ese olor?
—No. —Dez me puso una mano en mi hombro—. Todo lo que huelo son tubos de
escapes y seres humanos.
Fruncí el ceño. El extraño y grato olor era más fuerte que los otros elementos. ¿Cómo
podía no sentirlo? Sacudiendo la cabeza, empecé a darme la vuelta hacia Dez, cuando
mi mirada se enganchó en algo.
No sé qué tenía el chico que me llamó la atención, pero una vez que lo vi, no pude
mirar a otro lado.
Estaba apoyado contra la pared de ladrillo de la heladería, sólo su perfil visible. Era
alto, más alto que Dez y Zayne, pero no tan ancho. Na había equivocación en que ese
cuerpo era poderoso, músculo magro. La camisa de color negro que llevaba revelaba
la fuerza nervuda de sus brazos, pero fue ese tatuaje lo que llamó mi atención.
La imagen era de una serpiente, pero... cada onda en la piel había sido sombreada así
que realmente se veía tridimensional, el vientre gris y las escamas en grises bien
definidas. Parecía real, como si se hubiese arrastrado hasta el cuerpo del muchacho y
envuelto alrededor de sí misma en el brazo.
El pelo artísticamente despeinado del chico, era tan oscuro quedaba reflejos azules en
la luz del sol. La única ceja que podía ver estaba arqueada en el medio, como si
estuviera disfrutando de una broma privada. Aunque no podía ver su rostro
completamente, sólo sus pómulos altos y la inclinación de sus labios, sabía que sería
hermoso, demasiado hermoso. Al igual que las imágenes del ángel caído en los libros
de mi padre que conservaba en la biblioteca.
Y también estaba bastante segura de que estaba viendo a Zayne y a Layla, es decir, a
ella.
Aspiré una bocanada de aire y di un paso atrás hacia Dez. ¡Los ojos! No había
equivocación en lo que el chico era. Sólo hay una cosa en este mundo que podía tener
los ojos dorados como esos. Mi estómago cayó y mi corazón empezó a latir a toda
marcha.
T
an pronto ese pensamiento cruzó por mi mente, Dez se movió, así que estaba
detrás de él y él estaba entre el demonio y yo. Mi corazón latía contra mi pecho
dolorosamente. ¿Cuánto tiempo había estado allí, observándonos? Ese era uno
de los muchos problemas con los demonios de Nivel Superior. Podían ocultar su
presencia para que no pudiéramos sentirlos, dándoles ventaja. El hecho de que yo
hubiera recogido el olor dulce había sido raro, y probablemente él había permitido que
lo hiciera. No quería saber por qué.
—Sal de aquí, Jasmine—. La voz de Dez era baja y dura—. Vete ahora.
No había manera en el infierno de que fuera a ninguna parte sin él. Hice una bola con
mis manos en la espalda de su camiseta.
—¿Por favor, Dios? —El demonio avanzó hacia nosotros, ladeando la cabeza hacia un
lado. Había estado en lo cierto acerca de su belleza. Era irreal. Aterradora en su pura
perfección—. ¿Estás esperando una respuesta? Porqué voy a jugármela y decir que
probablemente él no está escuchando.
Los músculos debajo de mis manos se tensaron mientras Dez respiraba hondo, pero
antes de que él pudiera hablar, el demonio se reía sombríamente mientras se
pavoneaba hacia delante, sin prestar atención a lo que pasaba entre nosotros. Y no lo
necesitaba. Los seres humanos parecían sentir que cualquier contacto que tuvieran
con él, probablemente sería el último. Separó la multitud de la acera como una
retorcida versión de Moisés, acabando directamente delante de nosotros. No parecía
mayor que yo, pero había mundanería en la forma en la que se comportaba, en el
extraño brillo de sus ojos.
—No creo que tu pequeña amiga vaya a irse a ningún lado —murmuró, con sus ojos
ámbar brillando levemente mientras se inclinaba hacia un lado. Ondeó la mano en mi
dirección—. Hola, ahí.
Dez se movió, bloqueándome—. Mírala una vez más y voy a separar la cabeza de tu
cuello.
—Tsk, tsk, así no se le habla a un extraño. —Un lado de sus labios se curvó hacia
arriba—. Tan grosero.
—Eso es bueno, porque tú eres la última cosa con la que quiero jugar.
Por un segundo pensé que Dez iba a decir que se joda y perder completamente la
cabeza allí mismo, y la sonrisa del demonio se estiró a niveles épicos. Extendió los
brazos y dobló los dedos haciendo la señal universal de «ven a por mí». A lo largo de la
parte inferior de los bíceps del demonio, el tatuaje se movió repentinamente, las
escamas deslizándose sobre su piel mientras la cola desaparecía bajo la manga de su
camiseta oscura. Alrededor del cuello del demonio, la tinta negra se propagó y
apareció la cabeza de una serpiente. Un ojo rojo brillando como un rubí estaba
enfocado directamente en nosotros.
Pero este momento significaba más para mí a nivel personal. Un demonio de Nivel
Superior había matado a mi madre y, tan fuerte y astuto como podía ser Dez, podía
caer frente a éste. Yo no podía estar aquí, acobardada, y no hacer nada. No era una
niña.
—¿Ella habla? —rio el demonio—. Y yo aquí pensando que todas las Guardianes
hembras eran incapaces de formar un simple pensamiento sin la ayuda de un macho.
Dez alargó el brazo, impidiéndome pasar alrededor de él—. Voy a darte cinco
segundos para salir de aquí.
—Entre muchas, muchas cosas—. La mirada del demonio parecía encontrar la más
pequeña parte de mí, visible detrás de Dez. Suspiró mientras su mirada se suavizaba—
. No tengo ningún problema con ninguno de los dos, así que… lo que sea.
El demonio de Nivel Superior me guiñó un ojo ámbar y luego se dio la vuelta. Echando
una última mirada persistente a la tienda de helados, se alejó, tarareando por lo bajo.
La melodía hurgó en mis recuerdos.
—¿Paradise City? —dije silenciosamente, dando un paso para acercarme a Dez—.
¿Está tarareando una canción de Guns N’ Roses?
Dez no respondió, y yo ni siquiera sabía por qué me había fijado en la canción. Tal vez
era el shock por haber estado así de cerca de un demonio de Nivel Superior y después
escucharle decir que tenía «ningún problema» con nosotros.
Tragando saliva, miré a Dez. Su cuerpo estaba temblando por la cantidad de control
que le tomaba quedarse dónde estaba. La pequeña multitud que se había comenzado a
reunir alrededor nuestro se diluía mientras perdían el interés, pero algunos humanos,
que eran realmente observadores, estaban empezando a mirarnos más de cerca.
—Debería, lo necesito.
El tácito «pero» era el que todos los Guardianes, sin importar lo fastidiosos que fueran
o lo grande que pudieran ser sus egos, sabían que no debían tratar de enfrentar a un
demonio de Nivel Superior solos, incluso a uno que les había dado la espalda.
—Está bien. —Empecé a dejarlo ir y luego apreté el agarre sobre su brazo—. Espera.
—¿Qué?
—No lo sé, pero parecía que los estaba mirando, mirando a Layla.
***
Dez había empujado a Zayne a un lado mientras yo esperaba con Layla, y le dijo lo que
había pasado fuera. En el momento en que Dez había transmitido mi sospecha sobre lo
que el demonio de Nivel Superior estaba haciendo, Zayne quería llevar a Layla a casa.
Nadie le dijo nada a ella sobre por qué todos nosotros estábamos volviendo al
complejo y ella no pareció sospechar nada cuando Dez desapareció con Zayne para
hablar con Abbot. Seguí a Layla escaleras arriba a su habitación.
Layla se dejó caer en la cama y rebotó una vez antes de cruzar las piernas. Pasando
por la puerta, yo no podía dejar de preguntarme por qué el demonio había estado tan
interesado en ella y Zayne.
—Está bien —dijo ella, apoyando la barbilla en sus manos—. No tienes que pasar el
rato conmigo.
Layla se rió en voz baja—. Todo el tiempo. No puedo culpar a los que reaccionan así.
Soy mitad demonio.
—¿Impresionante? —preguntó ella, y luego se rio. Sonreí mientras ella tiraba del pelo
sobre su hombro, girándolo. Danika hizo lo mismo—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Yo… —Seguro que no estaba esperando esta pregunta. Mis mejillas se calentaron
mientras me enfocaba en una estantería repleta—. Es complicado.
—He estado enamorada de él desde que era una niña, pero él… él me dejó y acaba de
volver. —No podía creer lo que le estaba contando eso a una niña de trece años, pero
mi boca no paraba de moverse—. Y durante tres años acepté que nunca volvería a
verlo y el emparejamiento se convirtió en algo sobre lo que nunca pensé. No estaba
preparada cuando reapareció en mi vida. No sé si estoy preparada para todo lo que
viene con eso.
—Tuvo que ser impactante, que regresara así—. Layla se me acercó más y bajó la
voz—. Pero él se preocupa por ti, te ama.
—Es la forma en que te mira. Te ha mirado todo el tiempo que hemos estado fuera y
en el camino de vuelta. Incluso cuando se alejó con Zayne, es estaba mirando a ti. Es…
romántico.
Layla se rió—. ¿Entonces por qué debería ser él el primero? Quiero decir, vamos a
eliminar toda esa mierda del emparejamiento. ¿Es alguien a quien quieres? ¿Todavía
lo amas? —preguntó ella, con tono urgente—. ¿Lo haces?
—Sí —susurré la palabra, asustada de que pudiera ser escuchada, pero maldita sea, ya
estaba fuera. Una vez algo se decía, era cierto. Sin devoluciones.
—Entonces allí está tu respuesta, ya que eso parece ser lo más importante. Quiero
decir, si te ama y tú lo amas, él esperará y todo se resolverá.
—Sí. —Los labios de Layla se extendieron, y una vez más, estaba sorprendida por su
sonrisa—. Nada en este mundo es más fuerte que el amor. Debería ser siempre
suficiente, sin importar qué.
CAPÍTULO 15
Traducido por Lizzie
L
a presión se cerró sobre mi pecho y una bola se formó en mi garganta. Había
tantos nudos en mi estómago, amenazando con atarme.
No sé exactamente que me había hecho darme cuenta. Había un montón de cosas para
las que yo no estaba preparada, pero había una cosa para la que lo estaba.
Se detuvo, sorprendido.
—Oye.
—Yo estaba… estaba esperándote. —Dios, sonaba como una idiota. Empecé a
retroceder mientras entraba en mi habitación—. ¿Qué dijo Abott sobre el demonio?
—Está preocupado. Es anormal para un demonio de Nivel Superior no hacer nada sino
hablar agresivamente y luego alejarse. Ellos van a salir esta noche para darle caza.
Cerró la puerta y se apoyó en ella, cruzando los brazos—. Obviamente, el mocoso está
tramando algo. Ellos quieren saber qué.
—Debería, pero creo que antes de que fuéramos distraídos, querías hablar. Y ahora
eso es más importante.
A medida que sus palabras se hundían, me di cuenta que me estaba poniendo antes
que su deber. Lo había hecho durante siete días. Atendiéndome. Jugando a la niñera.
Siguiéndome alrededor mientras yo hacía un montón de nada, y él no se había quejado
ni una vez. Incluso disfrutó por sí mismo porque... porque había estado conmigo.
Levantando la mirada, apenas podía hablar por mi corazón latiendo con fuerza.
—Quería decir que estos... estos siete días han sido increíbles.
—¿Incluyendo a Herbert?
—Te estaba diciendo la verdad. Esas cosas no son realmente importantes. —Me
detuve, tomando una respiración profunda—. Tal vez importaron antes, pero no sé lo
que estaba tratando de hacer. ¿Quizás retrasar lo inevitable? Porque yo…
—Espera. —-Levantó una mano, estirando la camisa de algodón sobre sus hombros—.
Antes de que me digas lo que ya sé que vas a decirme, tengo que decirte algo.
Él se rio secamente.
—Lo que debería haberte dicho la primera noche que regresé. —Inclinó la cabeza
contra la puerta.
—Debí haber dicho adiós, pero no lo hice. Eso fue un gigantesco error, que no puedo
arreglar. Y sé que cometí otro por no ser honesto contigo cuando volví. Simplemente
no quise que supieras la verdad.
―Bueno, si no quisiste que supiera, estoy bastante segura de que puedo entenderlo.
Quiero decir, tú tenías dieciocho años, así que supongo que estabas haciendo lo tuyo.
—¿Lo mío?
Había una nota de advertencia en su voz. A veces tenía que callarme. Este era uno de
esos momentos. Por supuesto, mi boca siguió moviéndose.
—Sí, ya sabes. Sexo de una noche. Sembrar tu salvaje avena. Echar un polvo. Lo que
sea.
—¿Hablas en serio?
Me encogí de hombros.
—No ha habido una sola mujer en la que haya pensado, y mucho menos querido follar
—dijo—. Lo que hice cuando me fui no implicaba nada de eso, Jasmine.
Solté un bufido.
—Hay un montón de cosas que podrías decir sobre mí, pero nunca te he mentido. No
te estoy mintiendo ahora. ¡Permanecí fiel a ti! ¡Todo este tiempo! ¡No ha habido nadie
más!
Abrí la boca para discutir, pero sus palabras se hundieron en medio de la ira y la
confusión. Mi corazón estaba como un globo esforzándose por flotar.
—¿Q- qué?
Dez me miró fijamente, con los ojos brillando ahora de un azul brillante. Dos círculos
de color rosa aparecieron en sus mejillas y entonces él miró hacia otro lado,
empujando una mano por su cabello.
—¿Por qué? —Solté la pregunta antes de que pudiera detenerme, y la mirada que me
dio me dijo que se preguntaba qué estaba mal conmigo. Pero yo no podía comprender
que no había estado con nadie, no otra hembra de nuestra especie o humana. No era
como si hubiera estado sufriendo por atención. Las hembras cortarían sus piernas
izquierdas para estar con él.
—No podría.
—¿Lo es?
—Yo no estuve con nadie más, porque no podía. No quise estarlo, porque siempre
supe que iba a volver contigo. Nunca hubo duda en mi mente.
—¿Nunca? —susurré.
—Nunca. —Dejó caer su frente en la mía y respiró vacilante. Sus labios rozaron mi
mejilla, provocando un escalofrío corriendo a través de mi piel—. Te amé la noche que
me trajiste budín y te quedaste conmigo hasta que me quedé dormido. Eso fue hace
once años y mi amor por ti nunca se ha desvanecido, Jas. No durante un segundo.
Oh, Señor, mi corazón se me escapó, flotando por las nubes, entre las estrellas, pero no
lo entendí.
—Entonces, ¿por qué me dejaste sin decir nada? ¿Ni siquiera un adiós?
—Seguí sus rastros, siguiendo al bastardo por todo el país. Dejó California por un
tiempo, pero ahí es donde finalmente lo encontré de nuevo.
Colocando mi mano contra mi pecho una vez más, respiré profundamente.
—¿Y lo enfrentaste?
—Lo maté.
Mi cerebro había dejado de funcionar. ¿Había pasado tres años rastreando el demonio
responsable de masacrar a su clan? Las palabras de mi padre tenían sentido ahora.
Papá había sabido lo que Dez estaba haciendo.
—¡Pero eso era diferente! Estabas ahí fuera por ti mismo. Nadie cubría tu espalda. —
Las lágrimas quemaron la parte de atrás de mis ojos, lo que era demasiado estúpido,
porque, obviamente, no estaba muerto. Estaba de pie justo delante de mí—. ¿Por qué
tenías que hacer eso?
—Sabes cómo estaba. Tan lleno de odio e ira. Necesitaba limpiarlo. —Él palmeó mis
mejillas—. Sabía que si te decía por qué me iba y me decías que no lo hiciera, no
habría sido capaz de irme.
—Sí. —Él presionó sus labios contra mi sien—. Es por eso que nunca te llamé y te dije
cuando volvía. No es una excusa suficientemente buena, es una mierda, pero sabía que
querrías que me detuviera... y que una vez que supieras lo que estaba haciendo
pensarías diferente de mí.
Parpadeé para alejar mis estúpidas lágrimas.
—Fue una excusa de mierda, pero podrías haberme llamado. El que no lo hicieras me
hizo pensar diferente de ti. No porque querías vengar el asesinato de tu clan. Eres un
idiota. —Me reí porque no sabía qué otra cosa hacer—. Durante tres años pensé que
huiste para escapar de mí.
—-Dios, odio que siempre pensaras eso —dijo—. Eras tan fuerte. Perdiste a tu madre.
La viste morir, pero fuiste fortalecida por ello. No dejaste que el odio te tragara. Yo lo
habría hecho. No estoy orgulloso de admitir eso, pero…
—Pero, ¿qué?
—Pero cuando tu padre anunció sus intenciones para con nosotros, sabía que tenía
que purgarme a mí mismo de la rabia, porque amarte... amarte era agridulce —
susurró contra mis labios—. Porque sabía que si no hacía esto, si no sacaba todo el
odio de mí, nunca sería el emparejamiento que te merecías.
Tantas cosas corrían por mi cabeza que me tomó un momento procesarlo todo.
—¿Demasiado tarde? Dez, no es demasiado tarde. Dios, ambos hemos hecho un lío de
cosas.
Había tantas cosas que yo estaba tratando de decirle, pero las palabras o la falta de
ella habían sido nuestro problema desde el principio. No nos contábamos el uno al
otro lo que realmente estaba pasando o decíamos todas las cosas equivocadas.
Vertí todo lo que quería decir y debería haber dicho en el beso. Lo atraje cerca,
inhalando su esencia cuando respondió, cuando llevó el beso a un nivel más profundo,
barriendo con su lengua sobre la mía, bebiendo de mí.
—Dilo de nuevo.
—Te amo.
Y eso es todo lo que dije. Dez me dio un beso, y ese beso, ese beso que me quemaba.
Era todo lo que yo sentía dándomelo de regreso. Sus manos se deslizaron por mi
espalda y nuestros labios se separaron lo suficiente para que él dijera mi nombre. Y yo
sabía que el sonido del mismo se quedaría conmigo hasta el fin de mis días.
Yo era libre.
Estaba en casa.
Para saber más acerca de Layla y de Zayne,
y el demonio Nivel Superior observándolos,
no te pierdas WHITE HOT KISS,
por primera vez en la nueva trilogía de elementos oscuros que chisporrotea,
en la nueva trilogía Dark Elements
PRÓXIMO LIBRO
Entonces conoce a Roth —un tatuado, pecaminosamente atractivo demonio que afirma saber
todos sus secretos. Layla sabe que debe mantenerse alejada pero no está muy segura,
especialmente cuando todo ese tema del no besar es un problema, teniendo en cuenta que
Roth no tiene alma.
Pero cuando Layla descubre que ella es la razón del violento levantamiento demoníaco,
confiar en Roth no sólo podría arruinar sus posibilidades con Zayne... también podrían
señalarla como la traidora de su familia. Y por si no fuera poco, eso la llevaría a convertirse en
un boleto sin retorno al fin del mundo.
SOBRE LA AUTORA
Jennifer L. Armentrout es una escritora estadounidense.
Publica también bajo el seudónimo de J. Lynn.
Flochi
Traductoras
ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ Katt090
Flochi Itorres
Aяia martinafab
Pandora Rosso rihano
otravaga Debs
ElyCasdel Kasycrazy
Jo Lizzie
MaryJane♥