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RESUMEN:
En este trabajo indagamos en la casi inexplorada relación entre el movimiento anarquista español y el mundo
clásico a partir de dos de sus iconos. El primero de ellos es la figura mitológica de Ícaro, que, al igual que
Prometeo, es un mito trasgresor. El segundo es la figura de Safo y sus amores.
PALABRAS CLAVE: Anarquismo, Icaro, Safo, Eugenio Sellés, Federico Urales
ANARQUISM AND CLASSICAL WORLD: ICARUS AND SAPHUS
ABSTRACT:
The aim of this paper is to explore the unknown relationships between Anarquism and Classical World
according to two important icons. The first one is the mythological character of Icarus, a transgressor myth
like Prometheus. The second icon will be the poet Sapho and her lovers.
KEY WORDS: Anarquism, Icarus, Sapho, Eugenio Sellés, Federico Urales
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“Ahora, aplicando la enseñanza a su modo y sexo, añadió a la consabida tabla de los derechos del hombre, el acta adi-
cional de los derechos de la mujer” (Sellés, 1910: 12).
Luis Miguel Pino Campos – Germán Santana Henríquez (eds.), Καλὸς καὶ ἀγαθὸς ἀνήρ· διδασκάλου παράδειγμα.
Homenaje al Profesor Juan Antonio López Férez. Madrid, Ediciones Clásicas, 2013
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que se hace de la libertad sexual de la mujer, representada en especial por un truculento caso
ocurrido supuestamente en París: un hombre acosaba a una mujer casada, y su hijo, en un
intento por impedir la persecución del loco amante, terminó recibiendo un balazo de éste. El
suceso, que guarda ciertas similitudes con un episodio referido por Sellés en su obra Las
esculturas de carne, tiene en la obra de Federico Urales una interpretación bien distinta que
va sobre todo en contra de las costumbres sociales:
“Ayer fue asesinado un muchacho que se interpuso entre su madre y una pistola mauser esgrimida
por un pobre loco de amor. Con tal motivo, algunos escritores claman contra las costumbres e in-
vocan los primitivos temores de Dios y el no menos primitivo y bárbaro temor de las leyes. Autor
ha habido que aprovecha ese simple caso de locura amorosa para tronar contra la libertad política,
contra la libertad religiosa, contra la libertad moral, contra toda suerte de libertades (...).
Siglos de vida oprimida arrastra hasta nosotros un cruel atavismo. La mujer es aún cosa que no
tiene más misión en la tierra que proporcionar placeres a los hombres, y cuando ella se opone al
capricho de su amo y señor se la apuñala sin piedad.” (Urales, 1974: 96-97)
Sellés hubiera dado, por supuesto, una explicación bien distinta de la de Urales, ya que
habría terminado por encontrar la culpa en la propia mujer. Así pues, el asunto de la rela-
ción entre anarquismo y mundo clásico fue tan sólo sugerido en el trabajo que preparé para
aquella ocasión congresual. Recuerdo que a José Antonio López Férez le pareció muy
interesante aquel aspecto y, precisamente, es ahora cuando quiero aprovechar estas notas
para volver a aquel asunto utilizando un texto muy particular cuyo conocimiento debo a mi
abuelo Antonio Alberto Jurado López (1905 - 1994). A menudo, el testimonio de nuestra
fuerza vital, de nuestra pasión vital, queda a merced de un papel quebradizo, y esto no deja
de ser una magnífica metáfora de nosotros mismos. Precisamente, atesoro en mi biblioteca
una copia mecanoscrita de un poema sobre Safo realizada por mi abuelo. Debió de hacer
esta copia en algún momento del casi decenio que va de 1939 a 1948, en alguna de las
cárceles donde sufrió reclusión tras su detención en 1939. Sé que pasó por los centros peni-
tenciarios de Ocaña, del Dueso y del Puerto de Santa María, no sin avatares varios, como
intentos de huida e incluso una condena a muerte, felizmente conmutada. Fue, por tanto,
durante su reclusión cuando copió el poema relativo a Safo que ahora conservo con emo-
ción y orgullo. Conocí este documento cuando estudiaba, precisamente, los fragmentos de
Safo en versión griega. Le comenté a mi abuelo que no se conservaba completo ninguno de
sus poemas, pero él se quedó muy extrañado ante aquel aserto. No tardó en traerme su
poema (no le pregunté cómo había conseguido conservarlo desde los lejanos años cuaren-
ta)6 y jamás terminó de convencerse de que aquello que él me traía como regalo realmente
fuera un poema moderno sobre Safo y no algo escrito por ella misma. El problema consis-
tía en localizar la autoría de aquella obra como prueba irrefutable de esa modernidad. Sin
embargo, una simple lectura, siquiera superficial, de la composición daba cuenta inmediata
de que participaba claramente de la estética simbolista y parnasiana, a la manera de lo que
había hecho con el propio Homero el poeta Leconte de Lisle (cuya versión española elabo-
ró Germán Gómez de la Mata para la editorial Prometeo). Los parnasianos trajeron consigo
una nueva visión de ciertos autores de la literatura griega, una visión alejada de los come-
didos presupuestos clasicistas que habían conformando una estética residual, antirrománti-
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Mi madre, María del Carmen Jurado de Diego, me refiere ahora que mi abuelo escondía estos documentos en los
fondos de su maleta. Gracias a este recurso, muchos de los documentos redactados en la cárcel se han conservado hasta el
día de hoy.
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ca, a lo largo del siglo XIX. No en vano, cierta sensualidad y encendida pasión sexual pre-
side este poema donde Safo habla sin ambages de sus amores femeninos. También conser-
vo de la biblioteca de mi abuelo algún ejemplar de Alberto Insúa, cuyo fino erotismo ter-
minó calando en la estética modernista de autores dispares a mi abuelo desde el punto de
vista político como es el caso del falangista Rafael Sánchez Mazas en su novela Rosa Kru-
ger, a la que también tuve ocasión de referirme en otro de los congresos organizados por el
dr. López Férez. Finalmente, tras no pocas indagaciones y un certero golpe de buena suerte,
he logrado dar con la autoría del poema, debida al nicaragüense León Santiago Argüello
(1872 - 1940). Este es el poema en cuestión:
“Habla Safo de sus tres amores”
¡Oh, vírgenes de Lesbos...! ¡Adoradas
y encantadoras vírgenes! ¡Vosotras
prendéis en el fanal de mi pupila
esa vívida lumbre de las diosas!
¡Qué fulgentes los ortos de mi dicha 5
cuando os veo venir; cuando radiosas,
el perfume esparcís de las praderas;
cuando, a su paso, vuestros pies enfloran;
cuando bajan en densas espirales,
del cabello, las víboras, que enroscan 10
sus anillos de seda en vuestro cuello:
esas ávidas víboras que flotan
como obscuros afluentes del Cocito
o cual rayos de una alba esplendorosa,
buscando sobre el seno palpitante 15
la miel de Hymeto en la colmena roja!
¡Athis divina! ¡Que se encienda mi alma
en la risa de luz que hay en tu boca,
y que es rayo auroral que va jugando
en los pétalos frescos de una rosa! 20
¡Que me envuelva tu pelo rubio, como
un áureo manto real! Y que a la sombra
de tu pestaña crespa, Amor encienda
en tus célicos ojos tus auroras,
en tus ojos azules como el Actium, 25
y como el Etna ardientes...
¡Tú, Anactona,
que enloqueces mi mente! ¡Tú, el ensueño
del alma ambicionado...! ¡De tu boca
riega sobre la mía la cascada 30
de tus ígnicos besos!
¡Venid todas,
bellas hijas de Pira...! ¡Ven, Cyrina,
la del mohín lascivo...! ¡Ven, Andrómeda!
¡Timas, Naís... volad! ¡Volad! ¡Que escancie 35
la madre del Amor en nuestras copas
sus embriagantes vinos...! ¡Que se tiñan
los auríferos bordes, y las rosas
de vuestros grasos labios encendidos
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ensangrienten la tez de sus corolas! 40
¡Matadme, delirantes...!
¡Ven, Corina;
hazme que pruebe de tu piel sabrosa!
¡Ponme borracho de deleite...! ¡Déjame
con mis sedientos labios en la copa! 45
Y tú, mi Cydno, ¡mi adorada Cydno!
¡Blanca como el plumón de la garzota,
como la espuma que envolvió a Citeres
en pañales de tul...! Ya la zozobra
de nuestras gratas expansiones íntimas 50
me agita el corazón, e hirviendo, azota
mi sangre las arterias. ¡Haz que sea,
por el amor, mi sangre abrasadora,
mar de oleaje bravío, mar de lava
que se estrella en sus cárceles de roca, 55
y levanta vorágines, y escupe
a los cielos la espuma de su cólera!
¡Llegad presto, queridas! El deseo
con sus puntas eléctricas me toca.
¡Me parece que os tengo entre mis brazos, 60
que vuestras carnes con mis carnes rozan,
que un aliento caldeado me enloquece,
en un pujante resollar de forja,
y que son vuestros senos pebeteros
do eróticos perfumes se evaporan! 65
¡Volad, hijas de Zeus...! Que ya siento
calcinarse las frases en mi boca;
mi lengua se entumece, y es mi labio
un páramo. ¡La angustia, sudorosa,
me aprieta el corazón, tiembla en mis carnes, 70
me estruja la garganta y me sofoca...!
¡Venid a refrescar este desierto
de mis áridos labios con las pomas
humedosas de miel de vuestros pechos!
Que vuestras carnes, en sus tibias combas, 75
cual los poros sutiles de los pétalos
dan al insecto su embriaguez de aromas,
me den a mí su seductor perfume..
¡Toda la esencia de sus flores todas!
¡Todo el dulce rocío de sus cálices! 80
¡Todo el grato licor de sus corolas!
¡Y dormirme, ebrio ya...! ¡Siempre soñando
con otro goce más...! Que me aprisionan
otros brazos mejores, y otros ojos
más fúlgidos me queman... ¡Y en las ondas 85
del piélago supremo, en los arrullos
del abrasante amor, sentir ansiosa
la divina epilepsia del deleite,
con avidez frenética de loca...!
¡Venid! ¡Que ya mi ceñidor desciende! 90
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BIBLIOGRAFÍA
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monólogo dramático?», CFC (egi) 19, 233-244.
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Pérez de la Dehesa, Barcelona, Laia.