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LA MAQUINA DE VOLAR
Leonardo
PRESENTACIÓN
1
Este libro es el resultado de las meditaciones alrededor de la pedagogía
efectuadas entre los años 84 y 86. Al principio, el objetivo era una
investigación sobre la obra de Juan Amos Comenio en la que se pretendía
examinar la originalidad de la Didáctica Magna y, al mismo tiempo, las
filiaciones o más precisamente, su carácter de obra propia de una época.
Sin embargo, el trabajo en su diseño inicial carecía de una muy precisa
inscripción epistemológica. Esto es, no estaba del todo claro el sentido que
de él podría desprenderse, por cuanto la claridad necesaria para iluminar el
pasado, esa que sale del presente, era demasiado insuficiente. Bien pronto
se desplazó el interés a la búsqueda de algunas bases más sólidas que la
pura preocupación historizadora. No puedo afirmar que se haya conseguido
este objetivo, pero sí hay un punto de partida al menos convencionalmente
estable. Desde mi punto de vista, los capítulos 4 y 5 ("Por qué es necesaria
una reflexión histórica epistemológica sobre la pedagogía". "Condiciones de
una ciencia posible") justifican a los dos capítulos iniciales. El capítulo 3, es
una especie de puente o de divagación si se quiere entre los dos grupos de
capítulos. Los capítulos 6, 7, 8 y 11 son desarrollos más bien prácticos y con
los cuales se ha pretendido insinuar, nunca resolver, algunas soluciones para
preocupaciones éticas o lógicas referentes al oficio de enseñar y a la
situación de la pedagogía en el contexto de la reproducción de los
conocimientos. El tono dogmático de algunos de estos capítulos no se deriva
de una posición doctrinante sino del modo sintético en el que fueron escritos.
Uno de ellos, el 6. "El Maestro y su saber", fue leído en 1984 como
contribución a un foro organizado más por la necesidad de afirmar algún
sentido al trabajo profesional que por una urgencia estrictamente intelectual.
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Los capítulos 9 y 10 fueron originalmente el cuerpo de una conferencia
dictada en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia en 1985 y publicados
en la revista "Sociología" de Unaula. Las partes constituyentes de estos
capítulos deberán ser objeto de un desarrollo particular, puesto que se
contienen de manera excesivamente simplificada. Confío no obstante, en
que una lectura atenta podrá extraer de allí algún beneficio.
Quiero decir por último algo a quienes eventualmente serán lectores. Estos
escritos no han salido con la relativa facilidad con la que, desde una tradición
académica muy acentuada, se puede escribir. En realidad, el esfuerzo por
construir una escuela de pedagogía entre nosotros tiene muy pocos años y
están asociados a una generación. Ha habido momentos estelares en el
País, es cierto, pero marcados casi siempre con el sello de la individualidad,
si no de la utilidad política o estatal. Un poco sustraída de estas dos
características, fue la Escuela Normal Superior. Quienes estamos
empeñados en construir una tradición pedagógica académica, tenemos
siempre en la mira esa experiencia y aspiramos a ver algún día no lejano un
Instituto de Pedagogía o una Academia, que le sirva de primera piedra a una
nueva Normal Superior. Ha ido naciendo un grupo amplio de pensadores e
investigadores desde las mismas aulas de clase.
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de la cultura pedagógica y filosófica de los maestros, de los normalistas -hoy
bachilleres en pedagogía- y de los alumnos de las facultades de Educación.
Este libro será desbordado muy pronto de seguro, pero es en esa dirección
que se publica.
1. LA INVENCIÓN DE LA ESCUELA
INTRODUCCIÓN
4
especulativo usualmente ocupado por los filósofos de la historia, que intentan
explicar la relación entre la formación social y la génesis en términos de
antecedente y consecuente, de causa y efecto, de razón y hecho, de
principio y logro, buscando siempre una relación significativa entre lo uno y lo
otro. Por qué surge la Física Galileana, o por qué la Química o la Pedagogía,
son maneras de interrogarse la Filosofía de la Historia. En cambio,
preguntas por el cómo surge, en qué condiciones, o cuáles son las
determinaciones específicas, corresponderían a la Historia o la
Epistemología. Utilizando un ejemplo de otro contexto podremos explicar
esto mejor: En Europa, en el siglo XV, abundaban los mendigos, los
campesinos sin tierra, los que vivían del pillaje o el "mandado" o la caridad.
Constituían una masa inmensa pero anormal en la sociedad feudal de
entonces, en otras palabras, no eran necesarios para la reproducción normal
de la sociedad, cuando sus proporciones rompieron los límites cuantitativos
asimilables. Cuando "el Capitalismo hecha a andar por sus propios pies",
parece ser que esta masa asume una función útil como reguladora por lo
bajo del precio de la fuerza de trabajo, convirtiéndose en el famoso "ejército
de reserva". Evidentemente no estaba destinada a ello, ni fue creada por el
decadente feudalismo como un aporte al capitalismo. Más bien fue
incorporada a una nueva estructura en la que, aún manteniendo su condición
material de desarrapada, adquirió una realidad en otro "mundo", y su
existencia no pudo ser explicada exactamente en razón del mismo principio
de antes. Obsérvese que no tiene, en el feudalismo, "significación" para el
capitalismo. Significa dos cosas distintas y no hay un puente causal entre
una y otra que podamos reconstruir, a no ser especulativamente. Así pues,
la historia social podrá explicarnos la materialidad de esa masa, sus
características generales, cómo se formó incluso, pero será la historia propia
5
del capitalismo la que nos dé cuenta de su nueva realidad como elemento
formal de la estructura capitalista. Los conceptos, los nombres, en sentido
amplio las palabras y proposiciones, pueden analogarse al ejemplo. La
condición para que ello sea así, es que en todo caso los asumamos bien
como productos materiales de la actividad humana (historia social), bien
como elementos específicos de un saber (epistemología).
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Acerca de "lo mismo" Platón prescribía más o menos en los siguientes
términos: "Es preciso establecer a los hijos según la capacidad de su
espíritu y no conforme al talento de sus padres" (ib.). Podríamos tomar esto
como ejemplo de que no hay nada nuevo bajo el sol. Pero entre Platón y
Montaigne hay en principio y en cuanto a lo que encubre ese enunciado, una
abismal diferencia: Mientras en el primero subyace una teoría de
predestinación del individuo tal que unos nacen para ser soldados, otros
artesanos, otros filósofos, en Montaigne y en general en el "pensamiento
democrático" contemporáneo, este presupuesto queda suspendido:
originalmente nadie nace para algo definido. Vemos así como un mismo
enunciado, materialmente igual, puede tener diversas identidades. Es
realmente distinto aquí o allá. Eso que ocurre con las simples palabras,
también pasa con proposiciones.
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estructuras y algunos acontecimientos y formaciones de índole cultural o
política, que nos hacen recordar la condición sobredeterminada de la
pedagogía como producto de la actividad humana. Una garantía mínima de
que la lectura de las proposiciones -que por supuesto pueden estar y a
menudo así es, agrupadas bajo la forma de un texto- nos produzca algún
efecto revelador más allá de las primeras generalizaciones, es la de
establecer conjuntos o series reunidos por lo que a primera vista parece ser
su tema sobresaliente. Cualquier proposición de la serie que rompa con la
coherencia de sentido con las demás, cualquier fenómeno, en general que en
la "reconstrucción de las proposiciones como conjunto de sentido" sea
objeto de nuestra atención por su "falta" de sentido, o que no se pueda
colegir lógicamente de la serie, ya deberemos, en principio, asignarla
tentativamente a otro universo de sentido. Como veremos, es un trabajo
simultáneo de sistematización y formulación de conjeturas e hipótesis,
dominado por la búsqueda de sentidos comunes y lógicos derivados de ellos
o, también, de racionalidades. Introducido este término, deberemos de
reconocer de inmediato que la primera racionalidad que tenemos que asumir
claramente, es la propia de quien averigua por otros. Sólo así se podrán
establecer diferencias y semejanzas y relacionarse formalmente con otras
racionalidades, en cuanto se tenga la experiencia de lo que es una
racionalidad: un modo de pensar, de hablar, de relacionarse con los objetos
y definirlos, de producir experiencias. Cuando se habla de "el espíritu de los
tiempos", podemos tener ahí una clave, pero entre este espíritu y la
racionalidad dominante hay mediaciones; con esto más bien se hace
referencia a un estado de ánimo más o menos común a algunos círculos que
brota de la conciencia que de la identidad cultural se tenga. Ahora bien, las
condiciones de formación y reproducción de esa identidad cultural, sí son un
8
problema caracterizado de la racionalidad. ¿Cómo es que los hombres de
una época se reconocen de ella; con qué criterios califican una producción de
"antigua" de anacrónica, de "actual" de "visionaria"?. Otro modo de
presentar la cuestión es la siguiente: Hemos oído muchas cosas, acerca de
una infinitud de temas. Pero ni todos esas cosas, ni todos esos temas los
encontraremos en otra parte y en todo tiempo en vivo. Situarnos en el orden
del "por qué" de esas circunscripciones o territorios, así las respuestas al por
qué sean a la manera del cómo son tales territorios y cuáles sus mecanismos
de constitución, nos lleva a producir estructuras, sistemas generales de
pensamiento y de acción, niveles de determinación, en una palabra, a
reconstruir un orden de discurso, una sintaxis como "cuerpo de reglas que
presiden el engendramiento" de sucesos y series de sucesos (como dice C.
Levi-Strauss), pero también y así mismo, a recuperar un sujeto que vamos
formulando a medida que lo construimos como interlocutor y cuya existencia
virtualizamos, cuando interrogamos a estas proposiciones y series acerca de
su dirección o su sentido. Así pues, diremos que en definitiva todo saber
está constituido en un sujeto. Esa condición es la que permite que puedan
ser disputables tanto su paternidad como su difusión, e incluso que sea
imputable a un individuo, una escuela o una comunidad; ser perseguido o
promovido y también asignarle un nombre a quien lo tome como su identidad:
médico, pedagogo, físico, etc.
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bien con la anatomía de nuestro pensamiento, del mismo modo en que una
armadura medieval tampoco parece hacerle juego a la imagen del cuerpo del
soldado que hoy tenemos. Es como si el hombre que escribió aquello o el
hombre para quien lo escribió, ya estuvieran definitivamente muertos y
sepultados por los nuevos tiempos. Comenio argumenta allí el estilo de los
siglos idos: Las Sagradas Escrituras, los padres de la Iglesia, Cicerón,
Séneca. A veces le cuesta a uno creer, por ese estilo, que su obra haya
franqueado la edad que llamamos el Renacimiento. Pero esta es una
representación equivocada de la Didáctica Magna. Aún sin tener mayores
conocimientos de Historia General, aquél que no se haya dejado indisponer
desde las primeras páginas, verá como las prevenciones empezarán, si no a
disiparse, por lo menos a quedar en duda a partir del Capítulo VIII "Es
preciso formar a la Juventud conjuntamente en escuelas" y tambalearán en
adelante desde el Capítulo IX "Se debe reunir en las escuelas a toda la
Juventud de uno y otro sexo". Esta duda puede ser el comienzo de una
interesante búsqueda, puesto que en este capítulo "algo no funciona" o
mejor, se revela una aparente falta en ese edificio que al principio
contemplamos como un monumento antiguo. Es ahí cuando saber quién era
Comenio puede convertirse en el punto de apoyo para indagar por el sujeto
en que está constituida su obra. A veces basta con un débil hilo, con un
retazo biográfico, para iniciar la búsqueda. No olvidemos que trataremos de
explicarnos ese aparente desajuste entre un sentido o dirección "antiguo" y
otro que nos resulta familiar o por lo menos revestido de una tonalidad
diferente.
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Didáctica Magna como un libro hermético que ya contiene todas las claves,
sospechando más bien que a lo mejor apenas sí nos revela algunas grietas
que por su parte el autor no tiene por qué captar pues él quizás se relaciona
con el texto como con algo único, con algo en lo que por razones obvias no
se dá cuenta de lo implícito, de la misma manera en que mis obras me
resultan razonables así no dé cuenta nunca, ni siquiera en fragmentos de mi
conciencia, de la multitud de causas que en ellas se conciertan, debemos
admitir el recurso a otras producciones: fechas, autores contemporáneos
suyos, esbozos biográficos o autobiográficos, lugares, investigaciones
filológicas o etimológicas, historias de conceptos, en fin, toda una masa que
parece ser contingente pero con la cual tratamos de recomponer algún
escenario. Pues si ya de antemano y a la ligera le asignamos un tiempo al
conjunto de proposiciones que leemos -porque leemos desde un tiempo
definido y no desde la eternidad- es justo tratar, cuando menos, de precisarlo
mejor. Si nos atenemos a la idea Hegeliana de que el "tiempo es el espacio
de desarrollo del hombre", comprenderemos que se necesita tomar distancia,
separar de nuestro espacio de comprensión de lectura y reconstruir con los
datos de los que podamos disponer, el espacio de producción de los textos.
1.1 EL INVENTO
11
Uno de los capítulos centrales de los informes antropológicos es la
educación, junto con la magia, la religión, las técnicas de producción,
distribución y consumo o las relaciones de parentesco. Desde hace unos 20
años, se habla incluso de una Antropología Educativa.
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atañe a los asuntos individuales, o la compartimentación del orden civil
en tanto condensación a nivel político de esa división. Molineros,
carniceros, aguadores, sastres. zapateros, carpinteros, albañiles,
herreros, etc., son elementos de la serie de los oficios o profesiones, que
naturalmente abren un espacio simbólico para incluir en ella a los
maestros. De otro lado, templos, pretorios y curias, de la serie de las
instituciones, justifican la inclusión de las escuelas en ella.
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c. El argumento de "la utilidad", se refiere a la concentración de varios
alumnos de tal modo que se facilite la puesta en marcha de un
dispositivo psicológico, la emulación, puesto al servicio de la pedagogía.
Lo más atrayente en el empleo del argumento estriba en el traslado de
una propiedad que bien podría existir por fuera de la escuela en otras
instituciones o hasta en una cuadra de caballos (4). Reunir a la juventud
en función de un valor pedagógico, entrará a ser un elemento
constituyente de la escuela.
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Pero acá decimos culminación, cuando bien podría decirse, siguiendo el
espíritu de Comenio, INVENCIÓN. Valdría la pena afirmar desde ahora, con
el propósito de examinarlo adelante, que Juan Amos Comenio inventó la
Escuela. Inventarla en nuestro registro, es concebirla como unidad
institucional. Podría aventurarse una imagen más o menos satisfactoria para
representar la función de la Reforma Comeniana, al señalar cómo, a este
nivel, el acontecimiento revela el verdadero punto de partida en una Historia
de las Ideas, del discurso sobre la ESCUELA MODERNA.
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5. El orden se debe tomar de el de la naturaleza.
Con muy pocas variantes, éstos son los títulos de los diversos capítulos de la
DIDÁCTICA MAGNA dedicados a la justificación y explicación del nuevo
orden escolar, y al mismo tiempo encierran todas las críticas de Comenio (6)
a la vieja escuela. Ellas eran según éste:
Por eso, al final de su diatriba contra tanta desolación y tanto caos, exclama:
16
"Oh, si Júpiter nos devolviera los años pasados!"
17
zadas a manera de juegos en los huertos cercanos a la ciudad, donde
los
niños no solamente observan, sino que se ejercitan en los trabajos
corpo-
rales...
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educación o la escuela están allí entreveradas o diluidas en otros asuntos
dignos de su detallada consideración. Comenio muy al contrario, hace girar
su proyecto de civilización cristiana prácticamente en torno a la escuela, así
uno y otro hubiesen sido, con toda probabilidad, seres felices estudiando el
uno en la escuela del otro, o viviendo el otro en la utopía del uno.
Pero estos dos testimonios, los de Montaigne y de Moro, apenas sirven como
indicio para señalar la inexistencia de un discurso autónomo sobre la
escuela. Es que, como se decía antes, la escuela real, ya no la enunciada,
no constituía una materialidad conformada en INSTITUCIÓN. De ahí que,
hablar de escuela por fuera del universo inaugurado por Comenio, es
entonces hablar desde el exterior o desde otros discursos y en todo caso la
vemos desperdigada, fenómeno lugareño o cortesano que respondía más a
las pasiones plurales de gremios, curias o cortes (12) que al ideal de
homogeneización posible por la formulación sistemática de un hombre nuevo
y transterritorial.
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En el TRATADO DE LA ENSEÑANZA Vives avanza por sendas políticas y
administrativas en su reflexión sobre la escuela. Su tratado parece ser con
mucho más rico en observaciones y preceptos pragmáticos acerca de la
instrucción y llega a comportarse como un pedagogo nada metafísico
comparado con Comenio. Pero acá no estamos operando sobre la noción de
Pedagogía, en cuya teorización sin duda avanza Vives, sino en la escuela
como ESPACIO DE ENSEÑANZA. En este sentido no podemos señalarlo a
él como su organizador. No obstante, el Tradendis constituye una preciosa
descripción muy propia del siglo XVI, de orden técnico o práctico, construida
por una mentalidad más de estadista que de maestro.
20
la esperanza de poder fundar su colegio... Tuvo cierta
influencia
en la formación de la Royal Society" (13).
21
Castilla, quiso escuchar a Colón... Si Juan Fausto el inven-
tor de la tipografía, hubiese empezado a exponer su invento
diciendo que era la manera con la que un solo hombre podía
escribir en ocho días más libros que diez peritísimos copistas
en un año... quién le hubiera creído. Si Bartoldo Schwartz,
inventor..." etc. (16).
Por supuesto que se deben recibir con cautela tanto las impresiones que
acerca de la capacidad de su método se formaba Comenio, como el júbilo o
la aceptación inicial de sus contemporáneos. En una Europa conmovida en
sus fundamentos ideológicos y técnicos por los grandes descubrimientos
cuyos alcances estaban cada vez más a la vista de las clases gobernantes,
cultas y ricas, no es difícil imaginar una actitud receptiva de entrada ante
cualquier nueva propuesta, y más aún en el campo de la educación de la
juventud, donde la reiterada denuncia de las dificultades, la violencia o la
inutilidad de la escuela, debían aumentar considerablemente las esperanzas.
Esto hay que tenerlo muy en cuenta porque no se formula la hipótesis de la
invención de la ESCUELA MODERNA a partir de sus éxitos contundentes o
la generalización práctica del proyecto de Comenio, sino más bien como
construcción de un discurso unificador de la escuela, como teoría de una
virtualidad o como relato que logra hilvanar discursivamente un conjunto de
imágenes hasta entonces no aglutinadas o unidas apenas por débiles
vínculos lingüísticos.
22
actos se formaban los hombres. De hecho, cuán duradera fué la influencia
práctica posterior de Comenio, es algo en duda y difícil de esclarecer. Hay
algunas constancias del uso de su "ORBE PICTUS", "libro para las escuelas,
abarrotado de figuras, que mantuvo hasta el siglo XVIII la hegemonía entre
los libros infantiles" (17). También se dice que Comenio fue "ampliamente
leído e ignorado", pues "el único filósofo que ejerció una influencia práctica
en la educación, fue Descartes" (18).
Es difícil decidir si Comenio fue sepultado con su obra por el siglo que le vio
nacer y hoy lo miramos como a un "precursor", o si más bien es una figura
mítica fundadora desempolvada del pasado para poder reivindicar la
necesidad de dotar a la Pedagogía de un estatuto de saber viejo y formado.
Estas sospechas no se pueden desechar así no más y hasta se debe
levantar otra: En tanto figura histórica efectiva en su tiempo, Comenio existe
23
como agente de un discurso más de la escuela en tanto institución civil
unificadora de la nación, que de una disciplina.
24
propone Olga Lucía Zuluaga. Este camino no es más seguro, al contrario,
pero nos pone a salvo de asegurar lo que no ha sido demostrado pues desde
el principio insistimos en el carácter especulativo del intento.
25
aún su teórico. Si acá lo traemos a cuento, es por algunas similitudes
formales con Comenio con la diferencia de que en poco tiempo tuvo la
razón que los hechos le dieron.
26
para construirlas, y, algunas veces, lo hacían. Ese período cubre el
tiempo de vida de Juan Amos Comenio y de ser cierta la hipótesis, no
tendría nada de asombrosa la equivalencia entre su convicción de haber
descubierto un método fácil, rápido y seguro para enseñarle todo a todo
el mundo -cosa que por supuesto hasta ahora no se ha podido ver- y el
sueño de Sturtevant descrito en su libro DEBRE ADAM (25), en el cual
"desarrolla un método mecánico universal para aprender idiomas,
pretendiendo que era el que Adán había utilizado para poder dar nombre
a todos los animales en buen hebreo y en un solo día" (26).
b. Pudo ser una escuela tan real como la máquina de volar de Leonardo Da
Vinci o el método de lenguas de Sturtevant. Así como para el caso de
Leonardo no podamos afirmar que los aviones de hoy estén montados
siguiendo sus dibujos, diremos de la escuela actual que ella opera como
un ensamble tecnológico cuyas analogías son apenas externas con la
escuela de Comenio. Eso, en lo que tiene que ver con el objeto material,
su morfología y funcionamiento. Pero no podemos limitar la idea de la
escuela a lo que la palabra ha ido designando -cambiando de sentido- a
lo largo de los siglos. Si tomamos la idea en su carácter formal,
encontramos otra vía por la que, en vez de toparnos tan solo con puras
funciones externas, hallamos coincidencias internas. Es decir, una es la
escuela inventada, soñada por decir algo y atada como su legítimo
producto a la imaginación de una época y otra es la escuela como corpus
político, como objeto social en tanto se representa ante la conciencia
27
dotada de "naturalidad", intemporalidad, necesidad y evidencia. Es la
escuela que opera como sujeto de un discurso diseminado por el campo
social y que en cierto modo es señal de la existencia misma de ese
campo.
28
existencia independiente, unificadora de varias prácticas y oficios. Esto
nos lleva a hacer otra afirmación, cuya comprobación exigiría una
profunda inmersión en la masa de los siglos XVI y XVII: la DIDÁCTICA
MAGNA, es la cuna de la TEORÍA DE LA EDUCACIÓN MODERNA, lo
cual es otra manera nada más de decir que Comenio construyó -al igual
que Hobbes para el caso del estado moderno-, la teoría de la escuela
moderna, pensada, hay que insistir, no como ingenio mecánico sino
como institución histórica. Solo en este sentido puedo aceptar el carácter
de la DIDÁCTICA MAGNA como fundadora de unas "ciencias" de la
educación que le atribuye Piaget (27).
29
externa de la reflexión, para poder hacer valer mediante tal artificio aquello
de lo cual en esencia se trata: un sistema dogmático-deductivo. Pero si este
procedimiento está invalidado por la mirada académica del siglo XX, es el
mismo que lo legitima si no por completo en el siglo XVII (28) (se habla de la
calificación que de teólogo le dió Descartes a Comenio -o descalificación?),
sí al menos en el campo de prácticas no científicas aún hoy, como puede ser
el caso de actividades jurídicas y políticas.
30
El trasfondo político de la Reforma constituyó una excelente oportunidad para
varios estados europeos de liberarse del yugo romano. Las solas
desventuras del emperador Carlos V tratando de conservar un imperio que
se le escurría por entre los dedos son suficiente testimonio. ¡Cuán
contradictorio y delicado debía ser el manejo de los asuntos diplomáticos,
para que en el seno de la misma cristiandad proclive a Roma no estallaran
las traiciones que se cocinaban en las trastiendas, verbigracia los pactos
secretos entre Francisco I y Solimán el Magnífico! Ese aflojamiento del
poder papal no podía tener otro efecto que el de soltarle las manos a algunos
príncipes produciendo reordenamientos territoriales internos en los estados, y
por otra parte un fortalecimiento de las ideologías y prácticas nacionales. El
caso citado antes de Francisco I, es el mejor ejemplo para mostrar cómo el
asunto de la nacionalidad tiene como característica primera la total
independencia de las relaciones religiosas. Pues situado en un plano de
fuerza y de creencia distinto al de Enrique VIII, ambos coinciden en la
vanguardia nacional en sus respectivos países.
31
de sus partes; puede delegar su autoridad en un Concilio general... y tal
concilio deberá tener fuerza de elegir, reprobar, castigar o deponer al Papa
(30) como lo proponía desde el siglo XIV Guillermo de Occam y en lo que
Marsilio de Padua iría más lejos, pues "tal Concilio debería componerse... no
solo de clérigos, sino también de seglares escogidos por el pueblo" (31).
32
se funde en Bula Papal o no, lo cual es un expreso desconocimiento a la
capacidad para delegar autoridad. Así escribía Vitoria:
33
Ya no en nombre del cuidado o respeto por los indígenas sino como reacción
contra la Reforma, en el mismo siglo XVI un "desequilibrado genial", Guillermo
Postel, abogaba por la "unidad moral del universo. Aspiraba a reunir a todos
los hombres de todas las religiones en un "catolicismo tan dilatado, tan
ampliado que se pudiera confundir con la religión natural e innata que un dios
justo ha colocado en el corazón de las criaturas". Este proyecto tendría su
fundamento en "esas tendencias instintivas de todo ser humano: la ansiedad,
el impulso de ir hacia su creador". (34).
34
De vuelta a Comenio, nos encontramos con el hecho muy simple de que, si
bien a primera vista la UNIDAD de la ESCUELA parece reposar en "un solo y
mismo método", ella encuentra su real fundamento en que: "Todos los
hombres, sea cualquiera la diferencia que presenten en sus cualidades,
tienen una única e igual naturaleza humana dotada de los mismos órganos"
(35).
35
sino que habita en el fondo de cada uno como una semilla que habrá de ser
cuidada para obtener de ellas sus frutos (no sea que se estropee como le
pasó a Eva en el coloquio con la serpiente, en el que "si ella hubiese tenido
mayor experiencia, no habría accedido tan fácilmente..." (38).
NOTAS
36
3. SANTO TOMAS DE AQUINO. De los principios de la naturaleza.
Ediciones Sarpe, Madrid, 1983. Cap. II p. 305.
8. Ibid.
9. MORO, Tomás. Utopía. Sarpe, Madrid, 1984. p. 91-2. Del mismo nuevo
espíritu utilitario se nutre el "De tradendis disciplinis" de J.L. Vives.
37
instrucción y la naturaleza misma de las materias o asignaturas aun
cuando en esto hay una cierta constante en lo que tiene que ver con la
instrucción en temas piadosos, la gramática y la escritura. (D.H.
Pennington "Europa en el siglo XVII", Ed. Aguilar, Madrid, 1973. J.W.
Adanson, La Instrucción en "El legado de la edad Media" (Oxford) Ed.
Pegaso, Madrid, 1944. Anibal Ponce, "Educación y lucha de clases".
Albrecht Timm, "pequeña historia de la tecnología", Guadarrama, Madrid,
1971. Durant, Nill, "La Reforma". T. II, Ed. Sudamericana. Bs. As. 1960).
Apenas en 1698 Luis XIV ordenó el establecimiento de escuelas en toda
comunidad rural. En Rusia, lo fue para el Siglo XVIII. En Inglaterra, el
Estado no lo había conseguido ni de lejos para la misma época y solo
Federico II de Prusia desarrolló un sistema amplio de escuelas, parecido al
que la Iglesia consiguió en Gales (M.S. Anderson "Europa en el siglo XVIII,
Aguilar, 1964. Cap. XIV).
38
15. COMENIO, Op. cit., p. 41.
16. Ibid.
19. Citado tal por E. Hobswan en "Historia de las revoluciones burguesas, Ed.
Quinto Sol, México, p. 46.
21. DOBB, Maurice. "Estudios sobre el desarrollo del Capitalismo", siglo XXI,
México, 1982. p. 163.
23. ibid.
39
24. Citando a Sternberg, F. "The Military and the Industrial Revolution of our
Time". Londrés, 1959.
26. Ibid.
27. La clasificación de las ciencias y los criterios empleados por J. Piaget son
sumamente amplios. Aún así, en un artículo suyo titulado "los dos
problemas principales de la epistemología de las ciencias del hombre"
exhaustivo en cuanto a ciencias o disciplinas y clasificaciones, no se
encuentra cuáles podrían ser esas "ciencias de la educación" (que le
atribuye a Comenio). (J. Piaget y otros, "Lógica y Conocimiento Científico;
Epistemología de las Ciencias Humanas. Ed. Proteo, Bs. As. 1972).
En otro lugar y muy de carreras ya se había mencionado lo que parece ser
una particularidad de la Pedagogía: que existe en otra historia como
Psicología. A decir verdad, en el listado de ciencias de piaget, parece que
solo -otra vez- la Psicología podría ser incluida y solo ella, en las Ciencias
de la Educación!
28. Aún así, ¿para cuánta gente no seguirá siendo todavía verdad? Sin duda
la mayoría, de encontrarlo objetable, será a lo sumo por motivos religiosos
y eso si acaso lo somete a ese escrutinio. Esta versión de la "Teoría"
equivale, palabra más, palabra menos, al esprit de systéme del que
hablara Cassirer cuando afirma que el filosofar del siglo XVII se puede
rastrear 'de sistema en sistema, de Descartes a Malebranche, de Spinoza
a Leibniz, de Bacon y Hobbes a Locke', espíritu que en el siglo XVIII se
romperá para dar paso al "esprit sistematique" que combatirá al primero
(Ernest Cassirer, "La Filosofía de la Ilustración", F.C.E. México, 1975.
40
Prólogo, pa. 11-12). En esa diferencia se puede leer, además, la distancia
que hay de Comenio a Rousseau en "Emilio". Quizás el gran acierto de
Vives es que no construye "teoría" a la manera del geómetra, sino que su
discurso sobre la escuela está fundado en la historicidad. Es un examen
de las contingencias y los accidentes aprendidos de "la experiencia", más
que de la especulación. En esto, Vives se sitúa al lado de Erasmo y
Maquiavelo, pues escribe una tecnología política de la escuela sin duda
más eficaz que el sueño técnico de Comenio.
29. FOUCAULT, Michel. "Las palabras y las cosas". Siglo XXI, 1971. p. 57.
31. Ibid.
32. Ibid.
33. MOREAU.
41
38. Ibid., p. 21.
2. EXTRAVÍOS
2.1 LA TRAGEDIA
42
es el inicio del hombre moderno sobre las bases imposibles para el siglo XVII,
de una Pedagogía fundada en el saber antiguo.
Si Comenio pensó que se debía formar el hombre porque debía ser tal y para
ello rotuló y diseñó un método universal, no soñó con que la preeminencia de
ese método universal habría de hacer imposible el trabajo de formación de
ese hombre, conforme a los ideales erasmistas y rabelesianos que también
fueron los suyos. Este es uno de esos casos en los cuales la evolución de un
proyecto de sociedad o de hombre culmina con la realización de todo lo
contrario (5).
43
Es harto probable que la tradición husita hubiere impelido a Comenio a buscar
procedimientos de democratización del saber, los cuales tenían que servir al
mismo tiempo para erosionar el dominio de unos pocos sobre el
conocimiento. Juan Huss, uno de los primeros reformadores y auspiciador de
la religión morava de la que como ya se dijo Comenio fue último obispo, debió
padecer el rigor de la iglesia romana por atreverse a proclamar la libertad de
lectura y difusión de las Sagradas Escrituras sin intervención de autoridades
eclesiásticas. Según Huss, en aquellos habría de beber la verdad,
directamente, el pueblo de Dios. La imprenta, tan alabada por Comenio por
los fines prácticos que para su método derivó, no era más que el instrumento
adecuado a la difusión de las escrituras y de la misma manera un método de
disolución del poder eclesiástico sobre la verdad. Es cierto que podemos
disociar el libro, como producto circulante, de Comenio. Pero como
objetivación de una producción, no se le puede desligar del autor. Por eso se
debe comprender que el autor tiene una inscripción histórica definida por su
vinculación a esa forma de religiosidad. En ella leemos la génesis, si no el
sentido de su vocación humanitaria y democrática desde un punto de vista
moderno, porque los moravos no eran en principio una secta excluyente y
fanática. Su objetivo último era la religión universal y en esa medida creían
en la construcción de un hombre nuevo. Eran, más que una secta religiosa,
una expresión política moderna dentro del cristianismo (6). Singular simbiosis
esa de lo nuevo y de lo viejo; confusión entre series religiosas, políticas,
tecnológicas y pedagógicas. Ilustración, en una palabra, de un punto de vista:
imperio de móviles extra-teóricos en la modelación de la pedagogía, incluso
allí donde perecería tan nítida su neutralidad.
44
2.2 LAS PERVERSIONES
Pero podría estar quedando la impresión de que al señalar esa tragedia, esa
partición del alma pedagógica, se elaborara por sustracción de materia una
estatua de los preceptores en una especie de evocación nostálgica. Seamos
justos. Uno es el Erasmo de la "Educación del Príncipe Cristiano" (7) que en
su condición de maestro construye un discurso sobre los negocios humanos,
la sabiduría del príncipe, el ejercicio del poder. Ahí si se talla en "caracteres
indelebles" un tipo ideal del sujeto comprometido con la sabiduría y que se
pone del todo en juego en ella al transitar hacia otro -su alumno- sin más
reservas que el reconocimiento de la capacidad del otro para tomarlo o
dejarlo. Ese Erasmo es también el Comenio iluminado, lleno de aspiraciones
altruistas y bebedor insaciable en las fuentes de la ciencia de su tiempo. O lo
son Rousseau, Pestalozzi, y en fin, esa galería de hombres que soñaron con
llevar de la mano a los niños y los jóvenes a un mundo de justicia y razón.
Pero muy distintos son Maese Tubal Holofernes, doctor en teología y Maese
Jobelin Bridé (8) "un anciano que tosía mucho", preceptores de Garganta y los
cuales tardaron unos veinte años en enseñarle el alfabeto al derecho y al
revés para dejarlo al final "tan sabio como antes".
45
Expliquémonos: en el ideal ético el maestro está de bulto situado en la
escena. Concurren con él, todas sus características individuales: es un
latoso, es un hombre culto, viste bien, es un desarrapado, tose demasiado...
Así, la perversión del oficio es ostensible pues también sus expresiones son
representadas en la escena: no sabe, no explica, abusa de la autoridad, en
fin, todos los calificativos que suelen construir los alumnos para explicar la
distancia. En el ideal metódico o económico, definido apriori por la
neutralización del maestro, cada vez más éste está incluso físicamente
ausente de la escena. La lejanía no es una falla sino una relación obligada
con el proceso pedagógico. En qué piensa una obrera de la confección
cuando pega botones? Nadie lo sabrá. En cambio, es cuando menos
presumible aquello en lo que piensa el maestro de la vieja escuela cuando
habla, es decir, cuando dicta clase: él trata de decir o de negar "en qué
piensa". En otras palabras, la INTENCIONALIDAD cuenta en el ETHOS, más
no así en lo TÉCNICO. Mal que bien, en la escuela ética el maestro cabalga
sobre el acto de enseñanza, en la cadena hablada en torno a la cual o como
ramificaciones suyas se estructura la pluralidad de objetos de la escena. Esa
cadena hablada es el ordenador del aula. En el tipo de maestro idealizado
por las escuelas cristianas de Juan Bautista de la Salle (9) se adivina con
facilidad el propósito de tallar el cuerpo y el alma del individuo para que se
conforme a la imagen impasible, casi silenciosa, emocionalmente
imperceptible pero omnipresente en el aula, que "sabe" mirar a donde se debe
golpear. Parecería como si por este camino se fuera a desmoronar el
maestro individual y una interpretación equivocada o ligera así lo haría ver.
Pero no; es la estampa del maestro identificado con el ideal pedagógico
cristiano en su faceta o variante menos risueña y con la cual estampa se
aspira no tanto a transmitir o construir un saber, como a inculcar un ideal. La
46
vara del maestro en su rigidez y como prolongación muda de la voz, es la
vara para juzgar el proceso del alumno en la carrera de la escuela. Los
manuales de práctica docente en normales y facultades de educación eran
hasta hace muy pocos años en Medellín, verdaderos métodos para alcanzar
esa medida: reemplazada la sotana por el traje de paño y la corbata, se
mantenían intactas las otras virtudes, así transitara de lo religioso a lo político,
del modelo del santo al de ciudadano o bien, de la templanza a la urbanidad.
47
distribución de los dos comportamientos sobre el grupo. Al final, se dudará de
la "capacidad" de los alumnos, o de la del método para producir los objetivos
buscados.
48
controles sociales o un crecimiento de la necesidad que se debe satisfacer,
mayor de la que los órganos validados socialmente para satisfacerla pueden
llegar a tener. En estos tres factores por separado o en su conjunto habría
que buscar la explicación. Por supuesto, al hablar de "relajamiento general
de las costumbres", debemos ser conscientes de la pluralidad de
acontecimientos culturales contenidos en la fórmula, pues "relajamiento" no
es sino el modo de ver desde adentro y por parte de algunos sectores de la
sociedad, lo que también desde adentro otros Jobelines verían como libertad
o independencia, o, desde afuera, tendría que ser contemplado sin mayores
miramientos morales por el historiador. Es decir, hay un argumento central
para desestimar el ridículo como estructura autónoma, en particular a esa
modalidad de lo ridículo: solo es posible en el contexto de una forma general
de la transmisión del saber o si se quiere de la educación, encajada a su vez
en una apreciación del saber mismo por quienes se han constituido en sus
cultores de avanzada -no importa por cuáles medios ni con qué fines- y en
todo caso de lo que llega a ser visto como lo normal en términos de lo
apetecible para efectos de la conservación del orden social. Más bien, habrá
que entender esas formaciones "decadentes" como expresiones de la
perversión posible y contenida en la estructura de lo pedagógico. Por
ejemplo, nadie se atrevería a sostener en voz alta la conveniencia de
mantener una práctica muy extendida en algunos de los colegios privados
cual es la de vincular a la docencia a estudiantes universitarios apenas recién
egresados a veces del bachillerato o incluso sin haber concluido la
enseñanza media, y asignarle a éstos varias asignaturas para las cuales no
han exhibido mayor competencia y eso sin considerar su solvencia
pedagógica. Pero ahí están, contribuyendo a disminuir la calidad de lo
49
enseñado y por ende la del futuro ciudadano. Ni es lo apetecible ni está
previsto que así deba funcionar la educación.
Aun así, formas bastardas antiguas o nuevas como la citada en otra parte del
señor Homer Lane (10) no son en absoluto desestimables en una historia de
la pedagogía en tanto ellas nos revelan las líneas fundamentales de la
estructura, al resaltar sus perfiles en la caricatura o el drama. Al proceder
con el método de buscar en los extremos los modelos perfectos de un
sistema particular, encontramos que esos extremos a veces se dan en la
realidad y a veces en la fantasía literaria. Desde este punto de vista, no hay
diferencia entre las enseñanzas pertinentes de un "Un Mundo Feliz" de
Aldous Huxley o los avisos de prensa que ofrecen el aprendizaje fácil de un
idioma extranjero mientras se duerme. Y tampoco, por supuesto, entre la
Didáctica Magna y la circular por medio de la cual se reglamenta el empleo
del tiempo libre en la escuela, redactada por algún anónimo rector de colegio
del siglo pasado. En todos los casos hay algo en común: "se modela un
objeto" conforme a un ideal educativo y poniendo en juego a los elementos
básicos de la escuela para construirlo. En la perversión se parte del objeto
modelado para crearlo o hacerlo desaparecer por arte de magia: los hechos
que produce son ilusiones posibles por la mala instrucción de los sentidos,
por el impacto apabullante de la propaganda o por el hábil disimulo de las
estadísticas.
NOTAS
50
2. Ib. Si se toma a Koyré como referencia para explicar la discrepancia
fundamental entre Comenius y el pensamiento científico moderno, no es
por alguna referencia de aquel a éste -que parece no existir-, sino por la
precisión conceptual y la sistematicidad exhibida por Koyré reconocida
ampliamente, con la cual se arroja luz sobre la diferencia entre ambas
cosmologías, sin dejarse seducir por periodizaciones arbitrarias.
6. Desde una perspectiva religiosa, los hermanos Moravos son juzgados con
la última secta milenarista. El artículo sobre esta hermandad y el titulado
51
KOMENSKY, incluidos en la ENCICLOPEDIA ITALIANA, son excelentes
para comprender este asunto.
52
actitud, el alquimista estaría pues cerca del místico su contemporáneo. El
artesano, por el contrario, debía tener su puerta abierta, interrumpir el diálogo
con el vidrio, el cuero o la madera para darle su tiempo al cliente, exaltar y
explicar el objeto y por fin venderlo. Pero a pesar de la diferencia impuesta
por la continuidad o discontinuidad del contacto, entre el esoterismo de la
alquimia y la publicidad de la artesanía, el maestro tejedor también hablaba
con sus hilos, creaba un pequeño teatro de colores y texturas donde en la
trama del hilo se tejía la trama de los sueños del artesano. La vida diaria se
escurría por el taller aparejando sus afanes con los del trabajo.
53
atributo divino o de la naturaleza la creación de objetos "iguales"; la tipografía
avivó la imaginación e inventó entonces la posibilidad de utilizar procesos
seriados mecánicos para la fabricación de todos los objetos. Antes de
Guttemberg no había dos libros iguales: cada copista iluminaba las
mayúsculas, diseñaba las viñetas, apretujaba o distanciaba las letras
teniendo al final, en cada libro, una pequeña obra. El operario del taller,
decíamos, plasmaba en el objeto sus virtudes o sus defectos. La materia de
trabajo animada, subjetivada, no estaba más lejos de él que sus propias
preocupaciones cotidianas. Además un mismo obrero disponía usualmente
de un amplio conjunto de procesos de trabajo. Esa relación de continuidad
entre trabajador y obra nos hace pensar que el trabajador era prácticamente
insustituible. Pero la imprenta le imprime otro rumbo a la historia de esas
relaciones: Ya no era necesario ni siquiera saber escribir para los obreros del
taller de un maestro impresor. Entintar, meter la hoja bajo la prensa,
presionar, armar los pliegos y al fin editar, o también tallar los tipos de
madera, fabricar los moldes y vaciar el plomo, todas estas actividades,
creaban una pluralidad de relaciones entre los trabajadores y su materia de
trabajo en escala amplia, tal que el producto final, con el perfeccionamiento
técnico y la ampliación de la demanda, iba siendo cada vez más objetivo y
anónimo. Si antes preguntar por "quién hizo el libro" era preguntar por el
escritor y por el copista, ahora esa pregunta interroga por un taller, cada vez
más anónimo y se refiere también a un escritor como artista.
Por el autor del producto no solemos preguntar hoy más que cuando se trata
de la obra de arte. Así pues, el artista parece condensar al alquimista y el
artesano en nuestros días.
54
El taller anónimo es la encarnación, ciertamente, de un obrero social; de él se
habla como sujeto colectivo, pero sujeto a medias. Usted habla de él pero ya
no es su interlocutor. Es así como se plasma en la historia, quizás por vez
primera, el sujeto objetivado. Los conceptos modernos de sociedad, estado,
escuela, en general institución, participan de esta naturaleza objetiva: actúan,
se resienten, producen, pero ya no le hablarán jamás íntimamente al oído.
Desaparece el coloquio para dar paso al decreto, a la instrucción. Si era
posible antes la relación fantasiosa con el maestro artesano, o con el obispo,
incluso con el amo; si un apretón de manos o una mirada por brutal o
misericordiosa que fuera, mantenía viva esa fantasía, ese diálogo como
posible después de todo aunque nunca se diera, el ingreso de los objetos
sordos y del trabajo en serie en la historia, lo despacharán. Después a lo
sumo se podrá delirar con ellos, porque toda comunión será definitivamente
imposible.
55
producción no puede formarse ningún proyecto mental de su trabajo: la
ejecución automática y precisa estaría siendo entorpecida a la larga por
cualquier ensoñación del obrero y la formulación de esos modelos o
proyectos es de la exacta competencia de los departamentos de diseño o
ingeniería industrial.
Hay una observación que no se puede pasar por alto: se trata de encontrar
"el hilo racional" de un discurso, asumiéndolo como un dispositivo no-lógico
56
pero que inaugura un sistema lógico que no lo demuestra sino que lo
desarrolla. Esto, formalmente. Pero la propiedad fundamental del "hilo" es
su condición inconsciente.
Cuando Freud dice que los dichos populares, -en un sentido amplio la
"sabiduría popular"- encarnan alguna verdad y la hace objeto de sus
reflexiones, es más, "hace hablar al inconsciente" con la lógica interesada del
hombre común y corriente, dirige su atención a la literatura y a la poesía, en
fin a todas esas producciones calificadas como no objetivas o acientíficas,
también desenreda su hilo racional trabajando con todos ellos como si
estuvieren articulados y moldeados por una sintaxis mínima y unas
significaciones cuyo expediente es inconsciente. No se insistirá más en
recuperar lo racional como núcleo o almendra, como si la cáscara fuera pura
hojarasca inútil. Procediendo así estaríamos botando el niño con el agua
sucia. La imagen del núcleo a lo mejor es una supervivencia sustancialista.
57
sin la angustia del comienzo y del fin, revalorizamos esas figuras al
permitirnos ellas comprender cómo se anuda la conciencia de los hechos con
la inconsciencia de la historia.
58
tales libros, aún cuando sus autores se muevan en dimensiones diferentes.
Parece, a veces, como si solo se tratara de competir por aportar el mayor
número de curiosidades. Evidentemente, el valor de estos hallazgos se
explica o se justifica según la riqueza del análisis posterior y no todos, en las
diferentes "escuelas", son objeto de la misma interpretación. El que ello sea
así, nos lo explica el hecho de que hacen parte de un proceso de
investigación epistemológica, especializada en algún saber o temática de él.
Pero que circulen como meras curiosidades en el mundo profano, no es más
que una pequeña prueba del enorme riesgo de inutilidad de las
epistemologías generales, o como sería más exacto designarlos, los cursos
de anécdotas epistemológicas. La actividad pedagógica puede, sin embargo,
obtener un doble beneficio de la epistemología: El examen de las que han
sido sus preocupaciones obligadas, las variaciones en su tratamiento, las
influencias derivadas del movimiento de la sociedad en su conjunto, el
mundo en fin de determinaciones que se condensan en los principios más
generales de un autor o una escuela, como en sus prescripciones y técnicas
más precisas, el campo imaginario que los pedagogos tratan de "hacer
hablar" o los intentos por apropiar descubrimientos tecnológicos ajenos, los
debates, etc., son un material más que indicado para formar agentes de la
pedagogía y al mismo tiempo para mantener en acción condiciones mínimas
para su reproducción. Este es el primer beneficio, convencional ciertamente,
en cuanto de uno u otro modo toda disciplina puede beneficiarse así de lo
mismo. Más bien hay algo particular, específico de la pedagogía: Es que
ella siempre se ha interrogado "epistemológicamente" por sí misma en
cuanto práctica. La preocupación epistemológica es legítima, original e
inherente. No brota de la ambición del epistemólogo profesional; no es solo
un intento de reconstrucción; no es en este sentido diferenciable de la
59
pedagogía. Veamos las preguntas por el sujeto de la pedagogía, por la
naturaleza del conocimiento, por el modo de conocer. Habitan, desde su
constitución, en el seno de la pedagogía. No implícitamente. Están ahí,
formulados en cada caso a la manera de los tiempos, y según la
especificidad de lo pedagógico; son propuestas metodológicas, técnicas
podemos decir también. Enormes analogías naturales encierran la teoría del
hecho pedagógico y su procedimiento. Epistemología pedagógica le
diríamos como para insistir en esa vieja simbiosis.
60
vocabulario siendo que a cada palabra le corresponden muy distintas
acepciones, y en parte, tal vez la definitiva, que se les formula una misma
demanda social: la solución de problemas individuales o grupales de índole
afectiva, cognoscitiva o de relación con otros. Pero no podemos asumir
como iguales, ni siquiera como primas hermanas, a la psicología genética y
la conductista y menos aún al psicoanálisis. De hecho, ciertas disposiciones
teóricas y técnicas de la psicología experimental tienen más que ver con la
etología, que con otras disposiciones también llamadas experimentales; y a
veces, con el nombre de psicología del aprendizaje, estamos designando a
un sector de la neurofisiología.
Pero el que ésta sea la suerte de tal psicologización, no creo que pueda
atribuirse expresa y seguramente a la utilización de psicologías diversas y
más bien podría ser al contrario: las psicologías han servido, no tanto para
alcanzar algún fundamento científico para la pedagogía, como sí, para
61
garantizar una presunta eficiencia mayor y consolidar de esta manera la
tentación económica. Así pues, las psicologías no produjeron esto como un
efecto inatajable sino que fueron apropiados en función de un principio previo
de mayor rendimiento. Esa tentación económica habitaría, según nuestra
hipótesis, en el alma partida en dos de la pedagogía desde los tiempos de
Comenio y no es un producto de este siglo. Es como si la pedagogía, desde
muy temprano, hubiere acogido la ética calvinista y hubiera tenido desde
entonces por lo menos el propósito de reproducirla. Una historia de la
educación podría arrojar también sus luces en este punto. Parece ser que se
"comenzó a observar el efecto de la formación educativa en el trabajo
productivo desde el siglo XVII" (Montero, Teresa "Material Puente" del curso
de Economía y Educación, Facultad de Educación, Universidad de Antioquia,
Medellín, Colombia). En otras palabras, no hay que creer que esta tendencia
económica sea "mediatizada" por la psicología por exigencias de la llamada
administración científica de Fayol y Taylor o que la pedagogía haya sido
ingenuamente arrastrada a pensar en la eficiencia, y más bien, al no tener de
sí nada que dar, no le quedara otra alternativa que la de llenarse
conceptualmente con discursos ajenos, y, además, que eso que caracteriza
en buen grado al trabajo pedagógico hoy día, es una característica ajena. En
efecto el intento por introducir procedimientos matemáticos de cuantificación,
en pedagogía, con una muy clara conciencia de ello y buscando una meta
definida previamente, lo tenemos acabado en Claparede: lo postula a fines
del siglo pasado e institucionaliza su iniciativa en una revista y un centro de
investigación y formación, el Instituto J.J. Rousseau (1912, Ginebra). El libro
de Taylor ya habitaba en su estado práctico en la actividad industrial y se
citará el ejemplo cumbre de Ford, pero responderemos que por lo menos
desde el siglo XIX la escuela lo practicaba como "institución unificada bajo la
62
lengua materna y bajo el método" al decir de Olga Zuluaga. Entonces vendrá
el ejemplo de Josias Wedgwood en el siglo XVIII, un artesano devenido en
industrial que por entonces escribía sobre la necesidad del control del
tiempo, la economía y la higiene en la producción y empleaba técnicas
elementales de eficiencia. Entonces nosotros nos remontaremos al siglo
XVII, cuando Comenio no solo hablaba en general sobre la eficacia sino que
también precisaba unos procedimientos detallados para obtenerla. Por esta
vía, si no podemos certificar la originalidad de la preocupación económica en
la pedagogía -lo cual por otra parte ni nos interesa ni tiene sentido siquiera
plantearlo, es decir, no se trata de saber cuál lo dijo primero- sí nos permitirá
constatar inductivamente la autonomía de un pensamiento o mejor, el afán
de lo social por plasmar en un pensamiento una especie de anticipación
precautelativa de tendencias que apenas se incubaban. De este modo, no
solo se dota la sociedad misma de elementos para pensarse a sí misma, sino
que dialécticamente impulsa el desarrollo de esas tendencias. Si hay
acuerdo acerca del sentido de la educación en la sociedad, ¿no es verdad
que sea más fácil para la educación cumplir su cometido como pensamiento
social vivo, en vez de ser producto de segunda mano solo "educativo"?
63
En la hipótesis de que el pensamiento pedagógico no sea un producto sino
un modo propio -y fundador por tanto- del pensamiento de la sociedad acerca
de sí misma, una objetivación para sí, su examen llevará primero a una
apropiación de esa objetivación bajo la modalidad de saber científico -ya no
práctico o común- y de allí deriva una necesaria identidad con ese saber,
esto es, llevará a la condición de sujeto de saber. Condiciones éstas de
índole sociológica y psicológica para la conformación de una verdadera
comunidad científica y no ya solo laboral, administrativa o ideológica la cual
ha sido la dominante, hasta el punto de poder decir hoy que no es el maestro
sujeto de la pedagogía, no es pedagogo, sino que esa subjetividad aún está
confundida con la totalidad social. Es una tarea de desprendimiento o parto
del pedagogo como sujeto de saber científico. De la doble constitución de
sujeto y saber, derivará el poder del maestro en lo social, en cuanto en él se
conjuguen el pensar y la acción educativas.
64
detectar cambios o modificaciones en un objeto y éste no es social, no
podremos hablar de la descripción, los mecanismos y el sentido de los
cambios como si fueran los asuntos capitales de una historia de ese objeto
sino más bien de evolución, concepto este último propio de las ciencias
naturales.
Por unidad habrá que entender lo siguiente: reconocimiento explícito por una
comunidad epistémica (2) de un campo de fenómenos repetitivo, exhaustivo,
solidario y sistemático.
La repetición tiene que ver con la presencia en -al menos- una generación de
esa comunidad o la probabilidad de la prolongación atrás o adelante con
respecto a la comunidad de referencia. Exhaustivo significa que el campo de
fenómenos pueda contener racionalmente a todas las parcialidades
fenoménicas propias, lo cual exige que sea sistemático o sea que en su
racionalidad, virtualmente no deje por fuera ninguno de los fenómenos
presentes o probables tal que el fenómeno aislado pudiera llegar a ser
comprendido en su totalidad por otro orden sistemático. De esta condición,
la de sistema (3), deviene la idea de solidaridad entre los fenómenos en su
totalidad individual, pero no necesariamente entre las partes aislables
65
experimental o teóricamente que conforman a cada fenómeno en su totalidad
(4).
66
Antes de continuar es necesario decir qué campo o categoría de fenómenos,
equivalen del todo a "modo de ser de lo social" u objetivación de lo social.
67
Un objeto histórico varía, se modifica e incluso se agota, no en virtud del azar
pero tampoco de una casualidad externa. Ello ocurre en virtud de su propia
dinámica y el conjunto de todas las modificaciones posibles está virtualmente
contenido en el objeto en tanto lo consideremos como una estructura. Las
relaciones entre dos estructuras que entren en contacto (Vgr. dos lenguas,
dos modos de producción, una mitología y una religión) no se darán
caprichosamente, sino obedeciendo a su vez a posibilidades estructurales.
Esto es posible, en últimas, en función de la unidad de lo humano desde el
punto de vista de lo simbólico. Piénsese lo simbólico como capacidad de
simbolización, como lenguaje, como construcción de lo humano en el
pensamiento objetivo del ser humano mismo, en una palabra, como orden de
la cultura (o de lo simbólico) por oposición o por diferencia real con el orden
de la naturaleza. La ley (o la casualidad) no tienen el ámbito de su ser más
allá de lo humano. Antes bien, operan en lo humano como memoria de
código (8). Lo que haya ocurrido o puede ocurrir, tiene lugar en el código
como hechos presentes y, una vez sabidas como pasado o pura probabilidad
futura, ya están incorporadas al ámbito de lo simbólico y por tanto pacientes
de la ley.
68
adquiere su brillo particular ese tipo de historia. Lo contrario sería una
magnificación de lo singular como si fuera un milagro. Así, contra la idea de
historia como escenario poblado por multitud de milagros, se yergue la
estructura en su infinidad de variantes.
69
Hace muchos años conozco a mi compañero de oficina. A pesar de eso, no
puedo afirmar exactamente qué piensa y qué significan para él, los cuadros
que la adornan. Aun cuando se lo preguntase podría responderme según su
estado de ánimo y hasta es posible que procure mentir al hacerlo. Pero de lo
que no queda duda es de que tal cuadro él lo trajo, tal lo descolgó, tal lo
cambió de puesto y de tal otro dijo "me gusta mucho por recordarme la
infancia". Si él, mi contemporáneo, no me da más testimonio válido, mayor
cautela aún habrá que tener al poner ideas en las también ajenas cabezas de
hombres pretéritos, en la presunción de que al fin y al cabo "eran como uno".
No obstante, "el era como uno" es una presunción sostenible y fuente de
todas las suposiciones posibles en el terreno de la historia. El "eran como
uno" equivale al "eran como otros" por ser un criterio del mismo orden: parte
del supuesto de unidad de lo humano.
70
Si de la investigación histórica se quiere obtener algo más que tablas
Baconianas de regularidades y de diferencias, si se quiere trascender el
marco de una ciencia positiva obedeciendo a un proyecto kantiano como la
definiera F. Chatelet (12) del cual no quedarían más que inmensos archivos
nuevos para que los historiadores futuros los traten como materiales viejos,
pero si tampoco se quiere realizar en la variante hegeliana (13) de una
filosofía de la historia, construyendo un mundo total, absoluto y sistemático
con pocos o muchos jirones de la historia para acomodar en él todos los
hechos, deberemos entonces con una historia cuya única aspiración sea
clarificar nuestra propia conciencia histórica realizada en el examen,
desde aquí y desde ahora, de otros productos humanos incorporados o no en
su integridad a la práctica viva del presente.
Clarificar? Hoy más que nunca muchos consideran inútil ese propósito.
Haga. Haga! es la voz que más se escucha. Con mayor razón cuando
tantos se han dejado seducir por el activismo miope y dicharachero tan caro
al hombre del capitalismo, es necesario fortalecer oasis de comprensión de lo
humano para irradiar a todos con una pedagogía del conocimiento, a la única
vía legítima de la libertad. Sobre esto no hay más que decir: o se toma o se
deja.
71
una necesidad palpitante en el marco de preguntas tales como: Cuál es el
sentido de lo pedagógico, de dónde viene todo esto, qué modo de ser del
hombre allí se construye, cómo reconocerlo, nos estamos engañando. Saber
aquello por fuera de ese marco problemático es tanto como creer que la
mejor forma de preservar a los cóndores para la posteridad, es la de
disecarlos.
72
modelo hipotético (14) que pretende explicar en líneas generales la razón de
ser "sociológica" de esta situación. Pero hay otra que tiene que ver con la
naturaleza misma de la Pedagogía.
73
investigación científica y la reflexión epistemológica -y en eso se abandona a
su suerte- que para el maestro funcionario de cualquier sistema de
enseñanza.
En una ciencia de la pedagogía, las figuras de los pedagogos son tan útiles,
como pudieran haberlo sido en la física newtoniana los artesanos de la
guerra expertos en derribar muros, los niños que tumban pájaros o las mozas
que escaciaban el vino en las copas. En estos casos, evidentemente "algo
cae". En el de los pedagogos "algo se quiere enseñar". Es decir, una
ciencia de la pedagogía no se va a construir mediante el ejemplo, la alegoría,
la colección de representaciones acerca del ser o el deber ser del oficio, sino
trascendiendo ese plano cuotidiano de lo pedagógico para examinar la
verdad contenida en la compulsión por enseñar algo o, mejor, "llevar a
alguien a alguna parte".
74
1. Examinar los proyectos pedagógicos con la creencia de poder encontrar
en el vasto campo de sus realizaciones en el tiempo y en el espacio, un
modelo perdido en el cual se haya plasmado la pedagogía científica.
75
El tercero se levanta sobre la debilidad de los dos anteriores. Pero hay al
menos una objeción lógica: ¿Cómo puede decidir acerca de la prehistoria de
algo cuando aún no se habita en la historia constituida, desde la cual se
decide acerca del pasado? O bien, si es que ya se ha constituido en ciencia
de la pedagogía y por lo tanto desde su presente se mira -paradógicamente-
a una prehistoria contemporánea, ¿dónde está esa ciencia? lo demás no
pasa de ser una formulación de buenos deseos.
Pero hay que andar con cautela. En principio, una ciencia de la pedagogía
no tiene que ser pensada como una ciencia aparte. En realidad, aun cuando
exista la posibilidad de que haya una pedagogía autónoma, resulta más
sensato iniciar su examen desde ciencias ya constituidas de eficacia probada
en otras prácticas, tales como la Etnología y el Psicoanálisis.
NOTAS
76
pronuncia una palabra. "Ah!" por ejemplo, éste es un fenómeno total
reconocido en su individualidad primero como interjección distinta de
"Oh!", y por tanto del conjunto o paradigma de ese tipo de interjecciones.
Pero teórica y experimentalmente Ah! se puede descomponer en partes
que a su vez son fenómenos de otro orden y ya no serían estudiados por
la lingüística: fisiología del sonido, variaciones o vibraciones de las
cuerdas vocales, transmisión neural de señales. Estas partes no
requieren ser solidarias de lo que llamamos en lenguaje. En cambio, Ah!
es solidaria de las partes o fenómenos de una lengua en particular,
estudiada como cuerpo fenoménico desde un saber lingüístico que opera
como orden sistemático.
77
10. Ibid., p. 29.
13. Ibid.
6. EL MAESTRO Y SU SABER
78
hombre moderno, el reformado, el hombre del capitalismo. Mucho antes
de que los problemas de la producción y los procesos de trabajo fueran
teorizados en un lenguaje que todavía hoy podamos reconocer, los de la
enseñanza ya lo habían sido. No otra fué la preocupación didacográfica
de Comenio en el siglo XVII; su reflexión, es construida en buena parte
sobre el símil de la nueva imprenta como sistema técnico capaz de
producir libros en serie y en parte también desde el punto de vista que
empezaba a contemplar a la naturaleza como una inmensa fábrica y a las
criaturas de la tradición como sus productos.
79
económico. Su ideal es el de disponer los elementos que hace intervenir
de manera adecuada a la consecución de un objetivo. Sea por la
invocación a las supuestas leyes del aprendizaje, a los procesos
psicológicos o a los métodos de las ciencias, todo esto apunta en la
dirección de ese ideal. Desde ahí se establece una divergencia esencial
entre los procesos de construcción o exposición de las ciencias, las
modalidades de la comunicación científica y la producción de sentidos,
formas y normas en el trabajo filosófico, ideológico o artístico, con los
métodos o didácticas de la enseñanza. Estas asumen como posible, de
hecho, la tarea educativa, desentendiéndose de la presencia del sujeto en
nombre de presuntas objetividades lógicas, psicológicas, sociológicas o
biológicas. Puro formalismo cansado... En el fondo, todas estas
didacografías son de una aburridora simpleza: las unas van de lo
abstracto, las otras vienen de lo concreto. Estas condicionan, mientras
aquellas motivan. Incluso algunas son idealistas y otros materialistas:
ninguna retorta medieval probó jamás tantos intangibles.
80
tendrían que hacer para desembarazarse del aparataje didáctico, pues
éste no ha existido más que como un fantasma demasiado individual el
cual solo a veces nos asalta. Aquí los profesores -con excepciones que
por prudencia hacemos siempre- a la larga solo nos aseguramos de
poder preguntar y los estudiantes de poder responder. A veces, entre lo
uno y lo otro algo conseguimos enseñar o aprender. En definitiva, lo
metodológico como doctrina es siempre provisional: Cuando de verdad se
profesa algún saber, se es profesor, su comunicación es evidente. Pero
la condición es profesarlo: y este asunto si tiene que ver con la
pedagogía.
81
pié para creer que el problema se resuelve técnicamente apelando a la
teoría de la información. Porque vistas así las cosas, terminaría uno por
aceptar que somos los profesores miserables funcionarios del saber y
nuestros estudiantes pura fuerza bruta de trabajo que debemos calificar.
No hay duda, sin embargo, que podamos convertirnos y convertirlos a
ellos, en lo uno y en lo otro. Es cierto que esa tendencia está ahí
presionando, pero en nuestra interioridad, la vivimos como tentación: Así
pues, es de la esfera de nuestra responsabilidad subjetiva y no del orden
de las todopoderosas leyes sociales, que depende o no dejarse llevar por
la tentación y abrirle paso a la tendencia en nuestra práctica cuotidiana.
Lo que está en juego es una cuestión ética. De no ser así, este escrito no
pasaría de ser un simulacro.
82
conocimiento objetivo, podemos claramente esperar colocarnos al nivel
intelectual que hemos admirado en nuestros padres y maestros". Ellos
tienen el derecho a que quienes estamos ahí, arriba, exhibamos algo que
valga la pena ser tenido en su totalidad algún día. No estamos, con ellos,
en la interminable dialéctica del amo y del esclavo: quieren que esa
identidad se conquiste algún día en lo real y no en la fantasía.
83
preguntar, cómo vamos a calificar, y cuál es el librito mágico que
guardamos en la manga. Pero si rompemos esa lamentable disputa, esa
normatividad ya se torna en un límite externo que no estorba nuestra
función magisterial, se hace contingente, ya no perturba la dialéctica del
maestro y el alumno.
84
pasamos, estamos reproduciéndola y manteniendo la condición de
obstáculos para lo pedagógico.
85
¿Sería el olvido de la tradición pedagógica o por el contrario una insistencia
en ella lo que después se convirtió en instrucción programada, cuando el
hallazgo experimental de las técnicas mínimas del reflejo condicionado dió
lugar a la construcción de una nueva metáfora?
86
formales con los del primer intento, pero incluido en la serie de lo nuevo, lo
mejor, lo científico, en fin, en esa serie que designa los objetos usables
validados por alguna otra práctica, es adoptado. Esa actividad modeladora
sigue líneas parecidas a las de la producción onírica o la estética y por eso
sus expresiones materiales suelen confundirse con otras prácticas no
pudiendo reconocérseles nunca eso que llaman "especificidad". Veamos:
una sala de exposiciones de materiales "didácticos" presenta aparatos que
van desde juegos de madera hasta microcomputadores. Materiales de
carpintería, enseres mecánicos, gráficos, equipos de fotografía, esqueletos
plásticos y una gama muy numerosa de chécheres más rojos, más grandes o
más pequeños y algunos "inútiles" (un motor de gasolina plástico). Esos
objetos pueden funcionar como adornos o como herramientas o solo como
juguetes. Son convencionalmente didácticos, por decreto y en tanto estén
agrupados bajo el rótulo de didácticos. Aún en los casos más especializados
de los programas educativos para computador, sus formatos son los mismos
de cualquier archivo documental o de un juego de adivinanzas. Las técnicas
de enseñanza de lecto-escritura, de hecho se fundan en los diversos
procedimientos para dividir y reagrupar materia fónica y gráfica siendo que
ninguna parece revelar superioridad absoluta sobre otras. En otras palabras,
se sigue soportando el ejercicio didáctico no en el hecho de que las cosas
pueden ser enseñadas de cierta manera, sino en la más contundente de que
de cualquier manera se aprende.
87
armar" obedientes al criterio del "úsese y bótese" más bien delatan una
frívola actitud consumista como se dice y dejan a los maestros en las manos
de los promotores de ventas de cachivaches, de cuya preocupación
pedagógica uno tiene derecho a dudar así sea por razones de buen gusto.
Personalmente creo más en las técnicas que los maestros desarrollan en su
trabajo, nacidas de su intuición del oficio, pues el pequeño acto creador de
un procedimiento está alimentado más de cerca por su propia experiencia de
aprendizaje y los resultados "tangibles" de su enseñanza, arrastran menores
riesgos de que obedezcan a los apetitos de un consumidor ilustrado.
88
una superficie de contacto entre el catedrático, el dirigente y el burócrata lo
suficientemente amplia como para que compartan los mismos ideales -no
olvidemos que la gente se parece no por lo que tiene sino por lo que
quiere-, hace que la figura que del ideal magisterial hoy se le proponga a los
maestros como objeto de identificación, es la del funcionario del saber.
Ahora bien, las definiciones tanto del funcionario como del saber, brotan casi
espontáneamente de la relación imaginaria que con las tendencias y los
procesos sociales establece el funcionario estatal. Por eso, si la informática
adquiere alguna preponderancia publicitaria, se pensará del maestro como
aquel que habrá de "indexar" y distribuir una masa de información, filtrando
ruidos perturbadores y obteniendo de vuelta una certificación de
almacenamiento adecuado. La intelectualidad de la que se habla acá es la
que existe de modo constituido, institucionalizado, que es reconocible por
compartir un "arsenal" de temáticas y el conocimiento de diversas opciones
técnicas, jurídicas o teóricas para enfrentar nudos o problemas; tiene objetos
comunes de dominio como son, por ejemplo, la teoría curricular, la legislación
educativa, la "psicología de la motivación", etc., tal que constituyen un
universo de saber más o menos estable lo que garantiza la
intercambiabilidad de unos por otros sin mayores problemas de naturaleza
institucional. Por eso se riega rápidamente entre dirigentes, funcionarios y
catedráticos, cualquier nuevo modelo. La actividad intelectual marginal en el
seno de los maestros, generada por una multiplicidad de singularidades, no
alcanza a constituir un espectro o sombra de unidad que permita hablar de
un sujeto colectivo, porque la contigüidad entre las singularidades está
atravesada justamente por las propuestas de ideal magisterial lanzadas hacia
la base "desde arriba" por la intelectualidad institucional. Esas bombas
tienen un efecto disolvente apenas natural sobre cualquier proceso de
89
conformación de un sujeto magisterial producido por los maestros -que no
son distintos de su trabajo-, efecto que comprendemos al aceptar que, al fin y
al cabo el maestro también quisiera poder situarse en la cúpula de la vida
educativa de su municipio o del país, quisiera poder contarse entre los
miembros de la vanguardia oficial o ser dirigente, funcionario o catedrático.
Así que opta más o menos conscientemente por hacer suyas las proclamas
del nuevo ideal, creyendo que por el camino fácil de la identificación
imaginaria o de la simulación real, alcanza a penetrar en los círculos de
poder. El maestro sentirá que ya comparte un mismo objeto de deseo, o
mejor que su deseo es ya el deseo del poder, encarnado éste en el dirigente,
el funcionario, o el catedrático. Estos, presume el ambicioso desvalido,
leerán de que se trata y le abrirán su espacio...
Creo que éste suele ser el camino por el cual toman las innovaciones
didácticas y las tecnologías las más de las veces, hasta llegar al salón de
clase. Se dirá que no, que lo que las sitúa realmente en el aula es la norma,
la circular, la orden ejecutiva de las autoridades escolares. ¿Pero, cómo
creerlo? Será así sólo en aquellos casos de absoluta abulia o desinterés por
el oficio. A veces, el artefacto normativo -un modelo didáctico en este por
ejemplo-, ocupa el lugar que la indolencia de un maestro deja libre. Pero,
cómo creer que todos los maestros, así no sea sino por la vía de la inercia en
algunos, no establecen alguna relación práctica con el oficio? Más bien
habría que decir que insistir en los contrario es una condición ideológica para
facilitar el movimiento de la intelectualidad tradicional. No solamente es
posible resistirse a la norma, desde el punto de vista de la conciencia
individual, sino también producir reactivamente a partir de ella.
90
8. UNA VERSIÓN DE LA POLÉMICA INTERNALISMO
EXTERNALISMO EN EDUCACIÓN
91
En realidad no es tan fácil hoy, a unos cuatro siglos de la invención de la
escuela como fenómeno casi universal, discriminar entre lo que la escuela
enseña de su cuenta y lo que la gente hace. Si pudiéramos hacer una
separación nítida entre escolarizados y no- escolarizados en un
conglomerado social particular, no habría mayores dificultades para
discernirlo. Infortunadamente no es muy segura ni muy pura una eventual
distinción de esas, cuando menos por un hecho evidente. Esas
separaciones o ese tipo de problemas los construyen, que se sepa,
hombres alfabetos y escolarizados. Los grupos habituados por
delegación o por la fuerza a definir pautas culturales, tienen en la escuela
uno de sus fuertes y no podemos decir hoy, a pesar del amplio
cubrimiento de la televisión o la radio, que éstos hayan hecho pasar del
todo a un lugar secundario a las escuelas. A lo sumo han generado otras
dinámicas: se plantea es una disputa por absorber el tiempo libre del
auditorio. Podríamos señalar un ejemplo de "competencia
complementaria" entre el mundo escolar y el de la sociedad de consumo;
complementaria, porque es una de esas simbiosis en las que ambos
medios se necesitan para sobrevivir con éxito, aún cuando no se sepa por
cuánto tiempo. El siguiente ejemplo quizás ilustre lo que se quiere decir:
92
verdad de uso común lo que en esencia no es más que un slogan
publicitario: Como estamos en el mundo de la informática, el que no
aprenda a manejar un micro será un individuo de segunda dentro de
poco, algo así como un nuevo analfabeta. Las universidades
colombianas celebran en algunos casos con algún tipo de agasajo, la
compra de sus primeras unidades y el ICFES a menudo recomienda en
sus informes de aprobación de facultades la instalación de salas de
cómputo. Entre 1986 y 1988, la Universidad de Antioquia compró equipos
por un valor cercano al millón de dólares incluido el soporte. Los
estudiantes se dan por bien servidos cuando tienen acceso a una de
estas salas y es un orgullo para los profesores poder escribir sus trabajos
mediante un procesador de palabras. Hasta ahora, hombres común y
corrientes encuentran una salida para satisfacer las presiones de la
publicidad. Aquella, de sí, no ha incorporado en el medio nada que pueda
significar un avance pedagógico real, aun cuando algunos lo atribuyen a
que su uso no se ha expandido lo suficiente en términos cuantitativos. En
Medellín, hasta donde lo sé, pocos colegios podrían mostrar, con el
empleo de micros, algo más que registros de calificaciones y un proceso
de formación de consumidores de micros. Es decir, en los colegios y en
la mayoría de las universidades, los estudiantes utilizan estos aparatos
para... aprender a manejarlos. Eso desata una alocada necesidad de
tener uno propio, ante las promesas en algunos casos sin duda veraces,
de que ellos tendrán enorme utilidad. Pero tratemos de adelantarnos un
poco en el tiempo: supongamos que por fin los micros son usados como
material didáctico y no solo para demostrarse a sí mismos, sin importar en
qué extensión, y pase a ser secundario el objetivo de formar
consumidores. Los estudiantes dispondrán de procedimientos
93
inteligentes y expeditos para recoger información y de guías "agradables"
e incansables para resolver problemas. Los profesores podrían
multiplicar sus resultados didácticos sin mayores esfuerzos, dispondrían
de un magnífico auxiliar para corregir sus pruebas. Y cuando los micros,
para poder programarlos, no necesiten un ingeniero o un técnico al lado -
lo que aún les hace un tanto ineficientes por el tiempo y las dificultades
que se consume en su programación- ofrecerán sin duda muchos más
cambios en el panorama de la escuela. ¿Qué pasará entonces?
Podremos afirmar, cuando se consolide su uso productivo, que la escuela
afecta sus modelos de enseñanza "desde afuera"? No solo el micro
estará "muy adentro" de la escuela: es que cada vez más los fabricantes
piensan en ella cuando construyen sus equipos o diseñan sus programas
y llegará a ser indisociable de la escuela, así como hoy nadie duda de
que una fábrica de pupitres existe porque existen escuelas. (No
abordemos la discusión sobre los modelos u otros mercados para los
micros por resultar ahora irrelevante para el efecto propuesto). Pero hay
algo más: por su estructura y sus características actuales el
microcomputador afecta de uno u otro modo el "qué, cuándo, cómo y a
quién enseñar". Incorporado a la escuela ¿Podrá afirmarse que ese
cambio educativo viene desde afuera? ¿Podrá afirmarse, al contrario,
que salió desde el universo educativo? Incluso para la ficción o ejemplo
presentado habrá que volver al esquema propuesto al principio: examinar
los resultados en función de una historia de la educación como historia
social. Y en cuanto al proceso, su explicación actual y su desarrollo, será
necesario construir un modelo sociológico lo suficientemente particular y
preciso como para tener alguna garantía de que con su empleo -el del
modelo- sí se podrá dar en el blanco del fenómeno educativo.
94
2. En cuanto a la didáctica, se puede formular aproximativamente en los
siguientes términos:
95
a. Desde que existe una preocupación por lograr algún aprendizaje, en la
didáctica se han desarrollado diversos procedimientos que permiten
conseguir ese objetivo. Se han intentado modelos lógicos apoyados en
técnicas inductivas o deductivas. Han aparecido nemotécnicas con el fin
de asegurar la memorización de las lecciones y se ha querido desarrollar
una gran variedad de otras técnicas como las de: concentración, atención,
disciplina, motivación, repetición, ejemplificación, explicación,
experimentación y emulación. Se han apoyado en reales o supuestos
hechos de naturaleza psicofísica, física o psicológica y en casi todos los
casos ha habido un intento por formular en términos de alguna ciencia o
saber, lo que podría ser el respaldo epistemológico de las susodichas
técnicas. Eso en cuanto a las generalidades. Pero desde el siglo XVI por
lo menos, sabemos a ciencia cierta que ya se desarrollaban
procedimientos para enseñar alguna cosa en particular: De la enseñanza
de las lenguas, de las artes, de los números, de las buenas costumbres,
de lo moral, etc.. Ya en el siglo XVII aparecen técnicas de enseñanza o
didácticas de otras "materias" tales como la botánica, la química, la física
o la lógica y hoy, prácticamente todo saber está convertido en una
didáctica que quiere enseñarlo. No obstante, se carece aún de una
demostración satisfactoria de que tal o cual método es superior, tanto si
se mira el asunto por el lado de los resultados inmediatos -los exámenes-
como por los efectos generales en una comunidad o los muy particulares
en lo que tiene que ver con la formación de nuevos científicos.
96
ahora, absolutamente nada sabemos acerca de ello, así tengamos la
certeza de que la ciencia es en realidad el resultado de un grupo social.
Qué tanto y cómo influyó la Escuela en Newton? De Eistein y la
influencia escolar en él, lo más que conocemos es la infortunada
anécdota de la excomunión que le hizo un profesor en lo referente al
trabajo abstracto, cuando le recomendó a su madre que lo dedicara a los
trabajos manuales... Sin embargo, hay casos especiales en donde la
formación recibida en una escuela está fuertemente asociada a los
resultados en el ciudadano. Para no abundar en ejemplos, tenemos la
formación de jóvenes pintores en escuelas privadas flamencas o
florentinas en el renacimiento o la de los más famosos músicos como
Bach o Mozart. Incluso hoy, en nuestro medio, el SENA puede ofrecer
resultados claros y distintos en sus cursos de formación técnica. No
obstante, cabría suponer al menos, que la misma condición de
marginalidad de una experiencia, no permite afirmar acerca de la pureza
de los resultados en función de las técnicas de formación: Influyen
demasiadas variables de peso que dificultan una búsqueda segura. Qué
tanto cuentan, por ejemplo, las llamadas aptitudes individuales, las
tendencias culturales familiares, el prestigio social del maestro o del
establecimiento que le imponen un sello adicional a la "calidad" del
resultado? En fin, todos éstos son asuntos que solo se pueden definir
mediante refinados procedimientos empíricos de investigación,
acrisolados en un modelo potente de la sociedad. Ni lo uno ni lo otro
tenemos por lo pronto. Así pues, no podemos decir sino una verdad trivial
si la comparamos con lo anterior pero que puede ser a la larga definitiva:
Sin imponer por cuál método se guíe, tiene más probabilidades de
aprender quien más estudie.
97
Si lo último es cierto, se deberá concluir provisionalmente a favor de la
corriente externalista en su versión educativa.
98
posible más que como deseo, al igual que lo contrario, esto es, que todos
los científicos se volvieran maestros..."
99
de las originales. "Ampliará" el radio de sus investigaciones al transitar
por un camino que lo llevará a estudiar el modo de pensar de este tiempo,
el estado de desarrollo o el carácter de las instituciones, los resultados del
avance científico-técnico, en fin, hasta ver sumida su "pura historia"
epistemológica -o su proyecto mejor- en un contexto muchísimo más
amplio, esto es, en el de la historia social. Es que si no entra a considerar
ese nuevo reordenamiento de su estudio, no podrá trascender la fase
puramente descriptiva y positiva del problema y en el mejor de los casos
hallará unas cuantas relaciones lingüísticas, porque las "claves" o los
criterios para interpretar no se encuentran presentes en estado lo
suficientemente puro -que dé cuenta de algún grado de autonomía o
coherencia en el saber- en los materiales pedagógicos en sentido estricto.
A lo sumo encontrará juicios a otros proyectos pedagógicos, pero no
encontrará una lógica suficiente para articular esa masa documental: ella
estará en otra parte.
100
Digamos, por lo pronto y a título provisional, que las dos tendencias
serían legítimas y necesarias a condición de presentarlas como
momentos separados de un mismo asunto. De ser así, estaríamos
volviendo a la posición de T. Kuhn señalada antes, que reconoce en el
internalismo y el externalismo a intereses complementarios.
El pedagogo siempre tendrá que proponer alguna meta, qué importa si ella
no existe, si hasta allá nadie ha llegado jamás, o si tampoco llegará. A lo
sumo, éste no podrá proponer más término que su propio lugar aunque no
sepa quién es ni quién lo habita, u otro lugar más remoto: el de sus deseos.
A dónde lleva el psicoanálisis? a parte alguna a no se que vuelva atrás y
lleve a la infancia sobre sí misma.
101
Empecemos de nuevo:
De pronto esa aclaración inicial no hace sino prolongar una confusión que ha
hecho carrera porque permite sortear demasiado fácilmente un asunto que
no es sólo de orden teórico y no se puede resolver apelando a la
conservación de los límites institucionales definidos entre las disciplinas o las
actividades sociales, sino que es de orden práctico. Más aún, en el fondo
siempre se ha preguntado es por el eventual aporte del psicoanálisis a la
pedagogía y nunca al contrario, como si la condición del debate desde el
principio, sea que ésta adopte un papel deficiente y buscara su suplemento.
En eso se juegan, desde la difusa y torturada historia de la práctica
pedagógica, pasando por sus producciones teóricas o políticas muchas
veces entre cojas y famélicas, hasta el consuetudinario desprecio por los
maestros. Pero esto no quiere decir, de ningún modo, que el planteamiento
pueda invertirse y preguntar, por ejemplo, por algo así como "aplicaciones de
la pedagogía al psicoanálisis". Eso tampoco tiene sentido. Pienso que lo
más que se avanzó por ese camino, cuando mucho, fue hasta haber llegado
a plantear la posibilidad de ver en el psicoanálisis una salida para dotar de
bases científicas a la Pedagogía. Pero, ¿acaso las necesitaba, acaso las
necesita aún? No se pregunta esto porque las haya tenido desde antes, las
tenga y ni siquiera importa si las tendrá. Repito: no es en el orden de las
inquietudes epistemológicas donde se encuentre solución.
102
adjetivar a algo de científico era darle carta de presentación en sociedad. Así
como unos echaron mano de la reflexología, otros de la experimentación con
pruebas psicométricas, no faltaron los que creyeron ver en el psicoanálisis la
salida. Homer Lane, un interesante pedagogo inglés de esos días, hablando
a nombre de la denominada pedagogía analítica, propagandizaba sus
alcances del mismo modo que en las plazas de los pueblos se anuncian
específicos: "Gracias a los espléndidos y profundos estudios del profesor
Freud... contamos ahora con una técnica para redirigir la "tremenda energía"
del inconsciente... abomina su hijo la aritmética? la pedagogía analítica
puede conseguir que sienta afición por ella. Es grosero y desagradable? no
se preocupe porque se trata de un conflicto fácil de solucionar... se muerde
las uñas, no para quiero en la silla, no deja de tamborilear con los dedos, de
chupar el cabo de la pluma, de hacer rabiar a su hermana o a su hermano,
de silbar, de tirar piedras?... todas estas cosas pueden tratarse con científica
certeza mediante el psicoanálisis" (1). A pesar de la cantidad de resistencias
y prejuicios morales que se le opusieron al psicoanálisis en sus primeros
tiempos, estoy seguro que, de haber sido posible obtener tales beneficios,
cualquier maestro o cualquier papá o mamá, habría tirado por la borda sus
creencias con tal de tener quieto al niño. No es difícil incluso que hayan
echado a andar proyectos analítico-pedagógicos empleando el milimetrismo
obsesivo de Montessori, pero si los hubo no los conocemos y tampoco es
difícil imaginar sus resultados: serían niños inmovilizados o atrapados y
atravesados por y en el discurso psicoanalítico. Entre una escuela así y un
hospital mental, probablemente no habría grandes diferencias. El lenguaje
de los niños no sería de ellos pues su mundo estaría dominado por la
observación morbosa de los contenidos de su conciencia, siendo que la
misma observación sería auto-observada y autointerpretada. Esta es una
103
posibilidad. Otra posibilidad sería la de que tomaran por el camino del
progresivo desapego al mundo, al cual verían excesivamente cargado de
signos y de respuestas como para alimentar al menos la ficción necesaria -y
no menos necesaria por ser ficción- de construirse en otro espacio imaginado
como un vacío en el mundo, espacio que deberá conquistar porque ya le
pertenece como destino en el campo de sus sueños. Y podríamos
conjeturar, en último término, que el resultado de una escuela analítica
milimétrica muy bien podría ser la construcción de un cuerpo imaginado
colectivo, una dramatización viva de las categorías del psicoanálisis, adonde
lo imaginario ocuparía, en un simbolismo demasiado carnal como para ser
puro símbolo, el lugar de lo real. ¿Qué tiene de imposible identificarse uno
con la libido, el de más allá con el super-yo, aquél con la analidad, éste con
la inconsciencia, en un ejercicio que de no ser tan alto el precio no dejaría de
ser llamativo? Encierran de hecho tal poder mítico los nombres y relaciones
del psicoanálisis, que a veces los sujetos que asisten a él en busca de cura,
dialogan con las categorías como si fueran sus interlocutores.
104
educación de los niños. Si omito a Anna Freud, a Melanie Klein y algunos
más, es porque francamente no han caído en el campo de mis intereses.
105
sentido, los niños son también instituciones, como cualquiera de los que
estamos aquí. Es decir, nuestra existencia está convencionalmente
definida y por eso puede ser una huella digital, un apellido, una profesión
o un número de registro de nacimiento. Digamos que se es institución
cuando se puede ser nombrado por otro sin que quepa duda o sin que la
equivocación al nombrarlo sea necesaria. Cuando se deciden las edades
en las que pueden ingresar a los primeros grados de la escuela primaria,
los planes de estudio, el tipo de ropa que deben usar, sus juegos y
vocabulario, se reglamenta, cada vez que eso pasa, ese hecho
institucional. Un recién nacido es un niño a pesar suyo, como a pesar
suyo hay un planeta que llamamos planeta y llamamos tierra. Un niño
puede rebelarse contra las reglas que lo definen en la realidad y la
respuesta colectiva es de la misma naturaleza que la respuesta de un
estado contra quienes se levantan contra él. Esa condición, por lo
contingente y convencional que es, está sujeta a reformas más o menos
amplias, más o menos traumáticas o dolorosas o felices.
106
aquellos de pronto empiezan a llamarlos blandos-; gagos y tartamudos -
en la tipología vieja-, fueron cambiados por afásicos, disfunciones leves y
vaya usted a saber qué más, en la nueva tipología. Pero esto es ya un
hecho que cada vez se impone con más fuerza. A lo mejor antes de la
vieja tipología hubo otras. Por eso no podría uno decir qué es lo
científicamente correcto o que es lo mejor o lo más malo en términos
absolutos. A cambios de tal naturaleza no se les puede juzgar más que
como hechos netos, o desde la perspectiva de los intereses en juego. Lo
que ocurre es que sin cesar se producen otras normas y otros sentidos
concordantes. Pero puede estar quedando la incómoda sensación de
que los cambios institucionales son tan solo nominales. No se entienda
así. Son cambios que afectan en mayor o menor amplitud sistemas de
comportamiento, sistemas de uso o utilidad y sistemas o campos de
sentido. Cuando en vez de decir inquieto decimos que un niño es
hiperactivo, eso no es un simple cambio de nombre: ya no es un asunto
doméstico que supone un dolor de cabeza para la familia o el maestro y
para el cual se buscan correctivos que pueden ser la comprensión, los
castigos, en fin, varias prácticas que se convertirán en piezas de museo.
Ahora intervendrán el médico o el psicólogo, las sicoterapias o las drogas
y se pone en movimiento un arsenal original, generándose nuevos
sentidos y entrando en desuso los anteriores. Definida en estos términos,
la niñez es plenamente reorganizable y se puede querer llevar a cualquier
parte en un conjunto de opciones realmente posibles. El límite de ese
conjunto de opciones es como se dice, histórico. Por ejemplo, en muchos
pueblos de Antioquia antes se quería llevar el niño hasta el seminario.
Después, quisieron llevarlo a la universidad. En la Edad Media querían
llevarlo al cielo y había tales expresiones de piedad y oferta de premios
107
para la misma, que pocos dudaban de que por el buen camino pudieran
llegar. Herodoto cuenta de una fábrica de eunucos situada, si mal no
recuerdo en Córcega, que abastecía las cortes mediterráneas y con
frecuencia nos enteramos de que en Bogotá o Medellín se fabrican con
una meticulosidad espantosa pequeños ciegos y lisiados que
acompañarán por las calles a un pordiosero. Pero miento estos dos
últimos casos aberrantes sólo para señalar cómo es posible llegar hasta
los límites que la imaginación de una época impone. Mas para no ir tan
lejos, señalemos cómo todos los días en todas partes, mediante una
pedagogía ancestral, se lleva a todos los que nacen a ser hombres o
mujeres. Más allá del hecho simple y natural de la división sexual
anatómica, hay una producción de la sexualidad humana. No se nace
niño o niña y bien describe lo que nace la palabra neutra bebé que el
lenguaje corriente utiliza indiscriminadamente para niños o niñas,
acercándose sin duda al concepto de infante. Producir niños o niñas
supone la reglamentación del que nace imponiendo una "psicología"
masculina o femenina.
108
son también escolares, asumen las funciones pedagógicas pertinentes
para esta nueva modalidad de la niñez, pues ante todo es otra niñez, más
que otra escuela.
109
acumulación de modelos lógicos, conductuales, fisiológicos, pero
curiosamente se le sigue llamando niño. Se ha eliminado lo que
simbólicamente lo constituía como niño en la realidad para construir esa
nueva objetividad montada sobre una base imaginaria. Es como si el
gran error del objetivismo positivo no fuera otra cosa que confundir lo
simbólico y lo real. Cómo dudar de la objetividad de la psicología de
Piaget para no poner sino un ejemplo? Para Lacan es la única psicología
objetiva. Pero atinadamente el mismo Lacan revela una falla así: ese
niño de Piaget, simplemente no existe. Allí podremos hablar de formas
lógicas, de esquemas motrices, de inteligencia, pero no del niño.
110
queda; ese llanto no es un reflejo ni un movimiento muscular que se
puedan metabolizar poco después para que todo vuelva a ser como
antes: ese llanto es la voz de alguien. No la del niño que sentado en su
pupitre iniciará una larga espera, porque éste ya es otro distinto del que
ayer jugaba escuelita en el patio de su casa, pero tampoco es la voz de
este último que también lloró hace tres años cuando le prohibieron seguir
durmiendo con un osito de peluche "porque ya eres grande". También
cuando despertamos en la mañana, hay que recuperar a alguien. No
basta con decir "un cuerpo ha despertado", sino que alguien despierta y
debe comenzar por volver sobre sus propios pasos para reconstruirse,
pero a partir de algo que se quedó a mitad de camino entre el reposo y la
vida diurna. Ese resto o residuo que permitió mantener la diferencia entre
el estar dormido y el estar muerto, tal que pudiéramos despertar, ya nos
ilumina acerca de la infancia, de lo que ella es.
111
identidad, que actuará como el destino hasta la muerte (3). Como
contenido de la conciencia es probablemente lo que ha recibido el nombre
de interioridad por algunos filósofos y, más allá de la exactitud de la
fórmula cartesiana que fue comidilla para el psicoanálisis, es también lo
que está en la base de esa certeza. Mejor dicho, aún siendo verdad que
pienso a donde no soy y soy a donde no pienso -lo cual revela el análisis
como confundido por Descartes en el yo pienso- aún siendo esa certeza
el fruto de esa confusión, es, sin embargo, un insalvable para la
conciencia en tanto garantiza su unidad, la de la conciencia, como hecho
total de la percepción. En otras palabras, la confusión, base de la primera
certeza, es absolutamente necesaria como para que yo sea más que un
asunto puramente técnico o lógico y se pueda afirmar como un hecho
existencial. Esta cosa ¿cómo darle algún nombre? es la forma mínima
que aparece como sentimiento océanico o sentido de eternidad para
Romain Rolland, y al cual le atribuye el carácter de fuente última de
religiosidad. En las primeras páginas de El Malestar en la Cultura, que
para mí siguen siendo la almendra del psicoanálisis si es que hay alguna.
Freud acoge la verosimilitud de tal sentimiento pero lo somete a examen.
A su juicio, proviene de la inclusión primigenia de todo en el yo, siendo
que después se desprende de éste -o expulsa de sí- un mundo exterior.
A simple vista, parecería como si Freud se comportara como un iluminado
esotérico, pero semejante aprehensión se desvanece si tenemos en
cuenta que una totalidad definida a partir del yo no quiere ni con mucho
dar a entender la posibilidad de un conocimiento innato que habría de
desplegarse a lo largo de la vida, ni una comunión metafísica con la
creación, pues no se habla allí de un yo constituido tal como el que
experimentamos (14). Sólo retroactivamente, una vez conformado éste,
112
es cuando tal sentimiento llega a ser posible. No es otra cosa que un
sentimiento adquirido, una vez que el nacimiento somete a la criatura al
rigor de la vida, esto es, a la lucha por la satisfacción de las pulsiones.
Entonces, por contraste con el dolor o la falta, resurge como entidad la
omnipotencia del ser intrauterino situado en el absoluto en cuanto
imperturbado mundo del plácido útero tibio y colmado de alimentos. Ese
es el paraíso terrenal.
113
niño, el adolescente, el adulto y va reapareciendo triunfalmente en el
viejo, cuando es sabio, porque ya se acerca a la inmortalidad de donde
hace tiempos salió. Queda claro que esa inmortalidad no es la de la
muerte prosaica a la que el puro deterioro orgánico nos lleva
ineluctablemente convirtiendo al final la vida humana en algo tan vil como
la de una amiba, sino justamente como lo que trasciende la materia: es el
abandono de las ilusiones que a ella nos mantiene atados, al tiempo que
creemos haberla abandonado para fijarnos metas más allá de lo posible.
114
entendemos la "subversión de las relaciones normales entre los distintos
sectores anímicos" (6): el ejercicio de "la enfermedad (mental)... ciertas
prácticas místicas... el psicoanálisis" (ib.). De los resultados de la primera
sabe más el analista o a su modo el psiquiatra, que el enajenado. De las
segundas ya casi nada sabemos en Occidente porque fue abandonada
hace algunos siglos sepultada por la escolástica, las guerras y el espíritu
mercantil. Cierta no nos queda sino la última. Pero antes de volver a ella,
daremos un rodeo por la escuela en el que trataré de sistematizar unas
cuantas relaciones invariables o estructurales de posiciones escolares, no
reales pero que se confunden a veces con las gradaciones reales de la
escuela. Para que esas relaciones sean efectivamente "escolares",
debemos hacer intervenir elementos característicos de la organización
simbólica de la escuela. Deben ser elementos mínimos e irreductibles
para mantener esa especificidad. Cuando menos son: alumno, maestro y
saber o dominio. Con estos tres sería suficiente para explicar la estancia
de la escuela en el espacio, pero no su reproducción. Hay que hacer
intervenir otro elemento en realidad más inestable que los anteriores, pero
imprescindible para darle temporalidad al objeto. Pueden ser los padres,
la familia, eso que llamamos la sociedad o la cultura, pero fundidos en
algo que tenga más corporalidad. Después de mucho pensarlo lo que
más conviene es el elemento ideal: el ideal. En su acepción corriente,
muy aproximada a la del diccionario Larousse o el Salvat, este ideal, por
más que sólo exista en el pensamiento, opera siempre en la realidad
dándole sentido y dirección a las acciones, así eso sea incierto o
imaginario. Hay algún acuerdo mínimo en las diversas instancias de una
sociedad en condiciones normales, en torno a lo que es el ideal. Se
puede representar en un santo, un hombre de negocios, un político, o una
115
fusión más o menos estable, por lo coherente, de todos ellos. Un
sustantivo abstracto como la honradez, la virtud, la sabiduría, permiten
condensar en uno a varios personajes ideales.
116
autónomo de la misma. La condición para que así sea, y resulte superflua
la intervención de otras instituciones, es que la escuela misma sea una
institución que tenga sus reglamentaciones: Así pues, se presume que el
maestro deberá compartir, si no ser, el ideal. Con seguridad digo que ésta
es la condición primera, y por ello cualquier pedagogía establece ante todo
un sistema ético para el maestro que garantice la corporalidad del ideal.
El siquiera saber a dónde está el ideal, es lo que hace posible que el
maestro sea pedagogo, esto es, que lleve al niño de la mano, hasta el
lugar del ideal. Sócrates llevó a sus alumnos hasta al contemplación
llorosa, que él quiso evitar, de la muerte del "ser más sensato y justo de
los hombres de su tiempo". En el final de la escena pedagógica (7).
Critón pregunta: ¿Qué nos encargas hacer a éstos o a mí que pudiera ser
más de tu agrado si lo hiciéramos? Critón quiere tener a Sócrates, tener
el ideal. Esta es una de las dos opciones imaginarias del alumno. Allí
Sócrates es objeto para el yo, objeto de deseo. Por eso Critón no se
resigna a la partida del maestro.
117
conquista es Sócrates-el-maestro. En esta escena mítico-pedagógica, el
saber está dramatizado por la misma tranquila disposición de Sócrates
para esperar la muerte -volvemos al tema de la sabia vejez-. Es, él lo
dice, saber cuidarse de uno mismo. Es un saber ético, un dominio
moral. Si no se conquista, "por más que ahora hagáis muchas y
vehementes promesas, no conseguiréis nada" (10).
118
aceptado, por lo visto demasiado fácil, la evidencia de la muerte. Esta dos
actitudes ponen en peligro de disolución el hecho pedagógico, por lo que
el ritual deberá encargarse de mantenerlo vivo. En la fórmula elemental,
esto es, el mito edípico, es como si la indolencia del infante ante lo
simbólico, exigiera una intervención drástica del padre, ya para exigir éste
su propia muerte, la cual sería dada por la mano armada de la
identificación, o bien ya para consolidarse como objeto de deseo.
Hagamos una sinopsis del asunto, de tal modo que se puedan reconocer
eventuales intersecciones entre el "proceso primario" pedagógico y las
gradaciones reales de la escuela.
La primaria
119
La secundaria
120
encontrar la infancia allí la posibilidad de asumir la relación pedagógica
con el agradable dolor de emprender un camino de retorno a la
omnipotencia. Así es como decíamos al principio, que podemos esperar
que ella nos preste sus fuerzas para volver. Pero desafortunadamente lo
contrario es lo que suele suceder: el maestro o la escuela fetichizan las
palabras que designan al ideal haciendo que éste se pierda, y frenando la
marcha de la infancia a lo absoluto. Esto, si el ideal fuera el fruto de una
sociedad filosófica. Pero como tampoco es así ni ha sido jamás; como el
ideal de todos modos no es mejor que la cultura que lo produce ni los
maestros normalmente tienen por qué ser mejores que el ideal, a lo sumo
la sociedad podrá esperar que los que salen de la escuela sean iguales a
los maestros. Lo común es que, aun cuando sea de la Universidad que
salgan expulsados al mercado de trabajo, no hayan conquistado la
identidad como un dominio y si acaso por algún tiempo, mientras las
premuras de la vida del empleado lo permita, conservarán al saber como
un objeto deseado.
La terciaria
121
Un saber hecho justo, sujeto para el yo, tal que yo sea ese saber porque
me instalo en él como en mi dominio, porque ya no estoy separado de su
ser y entonces no le tengo que tirar el lazo de mi apetencia para traerlo,
puede encontrar su expresión en el género intuitivo del conocimiento
spinociano. Lo que abunda, sin embargo, es el Sancho Panza, supremo
señor de la ínsula barataria, que tendrá que exhibir mil títulos de propiedad
y pavonearse por los áridos territorios de una profesión que cultiva como
pródiga finquita.
122
por mantener a raya al otro alimentando en éste el deseo de tomarse
algún día su desquite, prolongando en el tiempo esta pesada cadena.
Pero al menos ésta es una opción que desata la ira e invita al combate.
Hay otras peores: es cuando se cree desterrar al maestro instalando en su
lugar las técnicas didácticas o los métodos de instrucción, creyendo que
así se aproximará al alumno a algún saber "ahorrando tiempo y dinero".
Esta ilusión, que no será de seguro la última por desterrar, aunque escrita
en el vocabulario de las ciencias de nuestro tiempo, es tan frívola como la
fe en la ciencia que dice profesar. Cree superar las ataduras imaginarias
haciéndose la de la vista gorda ante el sujeto, porque imagina superarlo
suprimiéndolo mediante un aparato. Sólo que ya quieren que el aparato
les hable como si fuera de carne y hueso: llegaron los sintetizadores de
voz.
123
NOTAS
4. S. Freud. Más allá del Principio del Placer, Ed. B.N. 1968. T.I. p. 1119
7. Platón. Obras Completas. Ed. Aguilar, Madrid. Fedon o del alma. p. 650
ss.
124
9. Id.
10.Platón, O.C.
11.Mateo, 16, 24
12.Id. 19, 28
13.Id. 28, 19
14.Id.
(NOTA ACLARATORIA)
Habrá que ensayar algún día una clasificación sistemática de los modelos
pedagógicos o las formaciones escolares a la luz del concepto denominado
átomo pedagógico", entre otras cosas para comprobar su eficacia. Ese
pequeño artefacto teórico surgido de las cavilaciones en torno a la
pedagogía, la didáctica y la educación, construido siguiendo hasta donde el
material lo permita las pautas etnológicas e inspirado en la necesidad de
arrojar alguna luz sobre los "referentes imaginarios de la pedagogía",
permitiría reconstruir la "escena pedagógica primaria" como estructurante de
las prácticas educativas en una época o en una región y contribuiría como
instrumento analítico a la tarea de poner orden en una eventual historia de la
125
práctica pedagógica -no del saber pedagógico- o lo que podría ser lo mismo,
un "atlas de las maneras pedagógicas" parafraseando a Lévi Strauss.
126
maestro-alumno. Las relaciones de finalidad, las establecidas entre el
alumno y el dominio y las relaciones de sentido u orientación y dirección se
sitúan entre el alumno y el ideal. Las relaciones de propiedad (d.) van del
maestro al saber.
Este juego, a su vez, encierra otro, el de las relaciones imaginarias, tales que
unos elementos serán sujeto u objeto para otros. Así, el maestro, en una
variante pedagógica, puede ser sujeto para el alumno, es decir, lo que se
desea ser, en tanto que en otra variante, el sujeto para el alumno sería el
ideal. Para uno y otro caso, el saber sería objeto -lo que se desea tener-,
siendo que cuando este saber es sujeto, cambiaría la condición del maestro y
también la del ideal.
127
11. CIENCIAS Y ENSEÑANZA
128
división en Física I y II, la secuencia entre las materias y aún los mismos
textos empleados, son objetos educativos y no científicos. Y lo mismo hay
que decir de los estudiantes y los profesores. Por cierto que estos últimos
tienen como garantía de que su trabajo sí es la enseñanza de tal o cual
disciplina, el conocimiento de lo teórico -al menos en el caso de las ciencias-
como un saber especializado. Lo que define su presencia en la educación no
es que sean biólogos o químicos sino que sean maestros -lo cual comporta
un ideal de enseñanza-, cuyo saber debe ser competente en, al menos, una
asignatura. Si falta lo primero, sobra lo segundo. Unos quieren serlo y otros
son maestros vergonzantes. Acá querer es ser. Ahora bien, definida la
teoría en los términos iniciales, notamos cómo ella difiere sustancialmente de
la actividad teórica o científica. Esta, a diferencia de la teoría, no puede
circular por ser pura actividad: circulan solo sus resultados siendo el primero
la teoría y otros como los debates, desacuerdos, problemas metodológicos o
experimentales, circulan, pero sólo estabilizados ya como productos en un
texto o en un artefacto verbal -es lo mismo-, así la actividad teórica no los
haya resuelto, solo que los cuenta como problemas, no siendo en el
contarlos o estabilizarlos donde se resuelven. Lo diré más claramente: una
actividad no circula por ser acto productivo ella misma; circulan sus efectos.
Por supuesto la forma o estructura misma de la actividad también puede
circular, pero a condición de que lo haga como un saber filosófico o
epistemológico y eso ya es otra cosa.
129
y la teoría. Segundo, que las ciencias o una ciencia es un río donde el
científico puede bañarse muchas veces y en épocas por mucho tiempo.
Pensando en las universidades, habrá que decir incluso, que en el mejor de
los casos no es un río sino una piscina y a veces, como en el bachillerato, un
charco en el que se "bañan" muchas generaciones.
Tal vez un arte sí sea sujeto cuando se "enseña", es decir, si sea él quien se
enseña desde él mismo. Pero en el caso de las ciencias o las disciplinas
técnicas, "su" enseñanza no es de ella, no es ella quien la imparte, pues el
sujeto allí es la acción educativa. La competencia no se alcanza por un acto
puro de la voluntad ni por un ejercicio ensimismado de la razón, pero
tampoco porque corporalmente un sujeto esté al lado de una actividad
científica. A la competencia se llega en cierto modo desde fuera de las
mismas ciencias, esto es, por una privilegiada posición en los circuitos de
circulación extracientífica, sean de divulgación o de enseñanza, aunque entre
estas dos particularmente, las diferencias a lo mejor solo son formales, sobre
todo si les considera en la perspectiva del logro de la competencia en el
saber científico. Una ciencia -y su comunidad científica es también esa
ciencia-, no se enseña ella misma sino que se comunica y solo en la
comunidad científica, porque solo en ésta hay un lenguaje común y su habla
es una "pieza" de la actividad científica. En la enseñanza el habla es la de
un sujeto magistral aunque el ideal es en último término -no lo que se da, la
formación de un lenguaje común y la comunicación-, suprimiendo al sujeto
magistral y al estudiantil. En últimas, la competencia científica o el saber
como un dominio.
ÍNDICE
130
pág.
Presentación
1.1 El Invento
Notas
2. Extravíos
2.1 La tragedia
Notas
131
La construcción de un sujeto del saber
Notas
6. El maestro y su saber
La primaria
La secundaria
132
La terciaria
Notas
133
134
135