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los niños y los programas

infantiles de televisión
M a . T e r e s a E s c u d e r o Y .,
P a t r ic ia K elly R a m ír e z ,
R aú l T r e jo D elarbre.

. . . el niño que ve la televisión es


un lisiado subprivilegiado.
Marshall McLuhan

L a actitud que debe tomarse ante los programas in­ L a televisión es la mejor forma de ocupar el tiem­
fantiles que trasmite la televisión mexicana, suele ser po libre, que se destina en su mayor parte a .“recibir”
francamente alarmante. Y no es para menos. Frente a teleprogramas. En el ocio disfrutado con la televisión,
los pequeños televidentes mexicanos, \son trasmitidas se vive una vida a menudo más rica que la propia exis­
toda clase de emisiones que los educan para vivii? se­ tencia:
gún los valores de la sociedad capitalista que produce
Actualmente, las distracciones tienden a engendrar;
las series de televisión., Este criterio “ apocalíptico” pa­
en un sentido nuevo, , el ocio como plenitud de exis­
ra juzgar los programas de T V , es el único que puede
tencia. . . el ocio, que es un tiempo, se diversifica
ser coherente con el contenido de las emisiones infan­ inicialmente en actividades y vuelve a unificarse lue­
tiles. go a un nivel superior, en una vida, por decirlo así,
En los horarios dedicados a los niños, la televisión sustan cializada.1
mexicana presenta, casi en su totalidad, emisiones pro­
Además, la T V se convierte en una forma de eva­
ducidas en Estados Unidos que van desde las aparen­
sión, como ya se ha insistido en multitud de artículos
temente ingenuas series de dibujos animados como
contra este medio de información.
“ Los Picapiedra” , hasta programas supuestamente edu­
El ocio empleado en ver T V se convierte — y ésta
cativos como “ Plaza Sésamo” que és un sutil instru­
es una actitud muy frecuente en los niños— en una
mento de colonialismo intelectual.
actividad esencial para vivir. “ L a televisión es m i ,úni­
. L a influencia de la T V en los niños es sumamente
ca distracción” , dicen (muchas personas, y usan la T V
grande por la complacencia que se toma frente a líos
como desahogo, como una manera de vivir la vida que
efectos que tiene: Los padres permiten, en una forma
no pueden tener. );Á los niños se les enseña, desde pe­
casi siempre indiscriminada, que sus hijos vean tele­
queños, a estar conformes con el papel que se les ha
visión, porque ésta es ya una costumbre establecida y,
asignado en el sistema social y a utilizar a lá televisión
además, por comodidad (es más fácil tener a los niños
como catalizador de sus preocupaciones y frustraciones.
hipnotizados frente al televisor, que estar soportando
Con la televisión, se reemplaza la intimidad por el
la algarabía de sus juegos infantiles). Además (a los
contacto continuo con el mundo exterior. McLuhan ha
niños les encanta ver la televisión. IEs para ellos una
insistido mucho sobre este punto en su tesis de la
diversión casi obligatoria (igual que para los adultos).
“ aldea global” . Ahora, los niños ya no necesitan jugar
Prefieren ésta a otras actividades. Ir a la escuela, por
al aire libre, porque les bastan los programas que
ejemplo, significa para les niños una imposición. En
muestran cónjo es el campo. ;Los niños que ven tele­
cambio ven la televisión — y a veces exigen hacerlo—
visión hablan de los elefantes como si tuvieran uno en
con gusto. Por eso,(la actitud que tienen frente a los
su casa. .Están familiarizados con todo — con casi to-
programas de televisión es distinta — incluso los pro­
gramas educativos— que la que tienen frente al maes­
1 Cóhen-Seay y Fougeyrollas. La influencia dtl cine y la
tro de escuela o aun frente a los padres. televisión, pp. 127-128.

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do— j pero no conocen nada a fondo. Son hipersen- Los programas infantiles — como todos los dem ás—
sibles al bombardeo de información a que los somete son una mercancía que se vende según las reglas de
la televisión, pero esa misma dispersión de datos no la sociedad de consumo. Aun cuando los programas ya
les permite hacer juicios de valor. L a T V misma les han sido trasmitidos, son disfrutados por los niños. E s
dice qué es bueno y qué no lo es. muy frecuente, especialmente en los programas in fa n ­
Los niños, por eso, son distintos a sus padres. En tiles, que los capítulos de una serie sean repetidos. L o s
doce años, un niño vive casi cinco veces la vida que niños casi nunca protestan por esto y, al contrario,
vivió cualquiera de sus padres o sus abuelos, debido muestran el mismo interés por ver un capítulo que y a
a la cantidad de información y experiencias televisadas conocen, que por uno nuevo. La frase de M c L u h a n
que asimila: sobre el “ lisiado subprivilegiado” 8 que es el niño, p a ­
rece confirmarse ante estas actitudes.
Cuando el niño empieza a recibir la influencia de la El adoctrinamiento cultural es claro en todas las
información visual, su desarrollo psíquico se efectúa
series infantiles, casi siempre producidas en Estados
en condiciones que no corresponden a las etapas na­
turales por las que pasaron sus mayores.2 Unidos o con patrones norteamericanos. Un ejem plo,
¡El niño nos parece hoy, en un sentido, precozmente escogido casi al azar, es la serie “Los Picapiedra” , d o n ­
adultizado por la información visual.3 de los personajes viven en la edad de piedra con cos­
tumbres de la más moderna sociedad capitalista. Pedro
Ese adulto chiquito exige, como uno de sus de­ Picapiedra se' desvela pensando cómo le comprará u n a
rechos más elementales, que le permitan ver televisión “rocolicuadora” a su esposa Vilm a, con la que form a
todas las tardes. Es patético observar a un grupo de una pareja idéntica a la de cualquier matrimonio d e
niños mientras contemplan la televisión. La mayoría Dakota del Sur. Todos los utensilios electrónicos qu e
de las veces, quedan estáticos frente a ella. Inmóviles,,
poseen -— imitaciones de los que tiene o anhela tener
parece que no pierden detalle de lo que sucede en la una familia “normal” de clase media— son simulados
pantalla. En ocasiones ríen o gritan frente al televisor por pequeños animales que trabajan para el hombre.
como si estuvieran conversando con una persona. Esta
Esta serie pretende asegurarnos que la sociedad de con­
impresión es definitiva cuando le gritan al televisor o
sumo existe desde tiempos remotos y, por lo tanto, es la
lo golpean (cuando no están de acuerdo con las esce­
única manera natural de vivir. Además, los problemas
nas que trasmite). Todas sus reacciones están condicio­
de Pedro Picapiedra y sus amigos nunca son muchos
nadas por la programación que las estaciones televi­
poique siempre se mantienen dentro de los límites del
soras preparan para ellos. El. niño sufre de “hipnosis” “erden” . Son gente amable, simpática, sin preocupa­
frente a la T V . “ El niño, ese ser movible, inquiete,
ciones.
travieso, sometido a la hipnosis televisual corre el peli­ L a influencia sobre los niños había sido hasta ahora
gro de un grave percance.” 4 La despersonalización no tan simple como la que acabamos de describir. Los
es el menos grave de los efectos de la T V sobre el dibujos animados, sin más, retrataban mundos simples,
niño. Los productores de televisión condicionan las amables, siempre al estilo capitalista de vida, y con
actitudes y costumbres, de sus pequeños televidentes. eso bastaba para enseñar a les niños que ven televisión
“Los niños son siempre ‘dirigidos’ por los mayores, pa­ cuáles deben ser las actitudes normales que deberán
ternalmente, para que se diviertan.” 5 adoptar cuando sean grandes;
Los niños, acostumbrados a ver siempre el mismo Ahora, la colonización intelectual (en México) es
tipo de programas, exigen las caricaturas, las emisiones más sofisticada y se disfraza, de campañas educaciona­
educativas y los concursos de siempre. Algunos produc­ les. El mejor ejemplo es “ Plaza Sésamo” , donde es evi­
tores de televisión han llegado a decir que eso prueba dente el adoctrinamiento cultural que sufren los niños
que las emisiones son adecuadas, porque los niños las que ven todos los días la serie, producida íntegramente
exigen. lx> que ocurre es que se les ha condicionado con moldes norteamericanos. Después del éxito que
para consumir el mismo tipo' de programas y por eso tuvo en Estados Unidos, “ Plaza Sésamo” fue exportada
están acostumbrados a pedirlos. a Latinoamérica. N o es casual que los primeros capí­
tulos para todos los países de habla española hayan
- Op. cit., p. 27.
3 Op. cit., p. 36.
1 M. Rodríguez Méndez. Los teleadictos, p. 78. • o Marshall McLuhan. La comprensión de los medios co­
5 M. Rodríguez Méndez. Op. cit., p. 135. mo las extensiones del hombre, p. 406.

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sido adaptados en México, que es el país más cercano “pequeños robots” que no actúan por sí mismos. Los
a la nación productora del programa y el más afín a niños que aparecen en “ Plaza Sésamo” siempre son
las concepciones imperialistas que difunde esta serie. receptores que adoptan los tipos de conducta que les
Además de ser educados con las costumbres- del imponen los demás personajes (obviamente, los niños
american way of life, los pequeños teleespectadcres son que ven en -su casa estas actitudes aprenden que les
condicionados al método de enseñanza repetitivo y re­ tiene que ser impuesta una personalidad, igual que a
dundante que se sigue en el programa: se les enseña los personajes de “ Plaza Sésamo” ) .
un número o una letra después de repetirlo docenas Aún los sentimientos resultan prefabricados. Los
de veces con la menor cantidad de variaciones posibles personajes con iniciativa en “ Plaza Sésamo” (los que
y, a fuerza de verlo y volverlo a ver, los niños lo memo- “ hacen algo” , los que no aparecen como simples es­
rizan, siempre gracias a la reiteración en ,1a pantalla pectadores, igual que los niños) son valores morales
y no por otro método de aprendizaje. personificados. Paco es un pájaro gruñón que nunca
Este sistema es, curiosamente —-sospechosamente— , hace favores pero “en el fondo es bueno” ] Abelardo es
el mismo que se emplea en los comerciales de tele­ un dragón (o algo así) tonto pero, después de todo,
visión: igual que al espectador de “ Plaza Sésamo” le con buenas intenciones. Enrique y Beto son dos mario­
insisten en una palabra o una letra para que las apren­ netas que siempre se pelean. H ay un tendero que de­
da, al televidente adulto le repiten que tomar coca­ fiende todos los principios de la propiedad privada.
cola es una buena manera de disfrutar la vida y ambos Usualmente, los programas “educativos” resultaban
acaban por aceptar lo que se les está imponiendo. De aburridos para los niños. “ Plaza Sésamo” combina el
esta manera, lá aparentemente inocente y bien inten­ atractivo de los dibujos animados, el teleteatro y la
cionada serie ' “educativa” para niños resulta ser un aparente participación infantil, para gustar a sus te­
sutil y eficaz método para introducir a los televidentes, levidentes. En la mayoría de los programas de este tipo,
desde pequeños, al atractivo mundo que les ofrece la se presentan habitualmente un ambiente de jardín de
sociedad de consumo. Ninguno dudará que igual que niños, una reproducción del ambiente escolar (por
2 + 2 son 4, los automóviles Ford son indispensables ejemplo, Telekinder, ya desaparecido), que a los niños
para quien quiera ser un hombre con prestigio. les parece artificial y fingido porque pretende ser una
En “ Plaza Sésamo” el niño no aprende realmente, copia de la escuela — en la que pasan la mitad de la
se le .imponen conceptos mediante la repetición cons­ mañana— pero no es la escuela. En cambio, en “ Plaza
tante de “verdades” que no permiten discusión alguna. Sésamo” no se reconstruye ese submundc para niños
E l niño no comprende lo que memoriza, sólo se le que es la escuela; se presenta una copia — aunque
dejan ver fragmentos de realidad,} en úna educación falsa— de la realidad. “ Plaza Sésamo” es un mundo
fragmentaria. Así, se le adapta a responder mecáni­ en chiquito (la ciudad, sus calles, la plaza y sus per­
camente, á permanecer inmóvil, se le condena a no sonajes). U n mundo maniqueo donde sólo hay buenos
desarrollar su sentido crítico. o antipáticos, tontos o listos, pero que es una imita­
La crítica no existe en un mundo amable como el ción de la “ realidad” (a los niños se les hace creer,
de “'Plaza Sésamo” . Los hechos allí son incuestiona­ en éste como en todos los teleprogramas, que vivimos
bles, igual que el modo de vida capitalista para el cual en un mundo esquemático, con valores y cualidades
los televidentes son educados- desde pequeños. siempre identifcables y simples en cada actitud).
Los ejercicios que aparecen en “ Plaza Sésamo” , para Igual que en “ Plaza Sésamo” , en otros programas
ser desarrollados por los niños, son muy fáciles y re­ hay personajes dibujados o accionados artificialmente
petitivos, además de muy obvios. Los personajes im­ que hablan y razonan. Otro ejemplo es “ Señorita C o­
portantes en la serie no son los niños que aparecen, meta” ,, una serie fabricada en Japón en la que la es­
que son más bien parte del decorado, sino los mu­ trella es la nodriza de un par de niños, que tiene “ po­
ñecos y animales que les enseñan a memorizar números deres mágicos” . Esta M ary Poppins japonesa se dedica
y palabras. Los que participan, los que realizan el tra­ a cuidar a les niños a su cargo y a protegerlos de las
bajo activo, son los animales filmados, dibujados o consecuencias de sus travesuras. A diferencia de los
en vivo . Los niños se dedican a . contestar preguntas niños que aparecen en “ Plaza Sésamo”, en “Señorita
idiotas y a demostrar que es un programa “para ni­ Com eta” los niños que participan en el programa co­
ños” , con su presencia frente a las cámaras. Son casi meten travesuras, se portan medio mal, pero siempre

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acaban p or docilizarse a la autoridad de su nodriza. pia necesidad de fundar un espacio mágico alejado
Com o en “ Plaza Sésamo” , la serie es ejemplificadora: de las asperezas y los conflictos diarios.7
propone normas de conducta. La “ Señorita Cometa”
Esto es cierto en parte; los programas infantiles
(un extrañísimo ser que se desintegra en partículas
son vistos por un gran número de adultos, pero van,
luminosas y viaja por los cables telefónicos) (defiende
fundamentalmente, dirigidos a los niños'. Se hace pen­
lo establecido, el respeto a los mayores, la cohesión de
sar al niño — además de lo que el adulto piense— que
la familia, la propiedad privada, las costumbres de la
está viviendo una etapa privilegiada: la infancia. Como
sociedad de consumo ( “ voy a descansar viendo la te­
se ha visto, los niños no son tan privilegiados si se con­
levisión” , dice en una ocasión) j Como cosa curiosa,
sidera el adoctrinamiento al que son sometidos coti­
cabe consignar la presencia de un pequeño dragoncito
dianamente. Los programas infantiles de televisión,
que actúa junto con los protagonistas y aparece de
que se caracterizan por su autoritarismo, su maniqueís-
pronto para recordarles lo que está bien hecho y lo
mo y su ideología capitalista, preparan a los pequeños
que no:
espectadores para ser ciudadanos disciplinados y adoc­
El niño. . . suele ser un adulto en miniatura.. . los trinados.1 .
mayores proyectan una imagen ideal de la dorada
infancia, que en efecto no es otra cosa que su pro­ 7 Armand Mattelart. Para leer al Pato Donald, p. 17.

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