Está en la página 1de 10

LIDERAZGO Y TRABAJO EN EQUIPO

SEMANA 9

1
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
ÍNDICE

ATRIBUCIÓN Y LA DINÁMICA GRUPAL ......................................................................................... 3


CUATRO TEORÍAS SOBRE ATRIBUCIÓN Y SU INFLUENCIA EN EL GRUPO ...................................... 4
TEORÍA DE HEIDER: “EL ANÁLISIS INGENUO DE LA ACCIÓN”.................................................... 4
LA TEORÍA DE LA “INFERENCIA CORRESPONDIENTE” DE JONES Y DAVIS ..................................... 6
TEORÍA DE LA “COVARIANZA Y DE LA CONFIGURACIÓN” DE KELLEY ....................................... 8
LA TEORÍA DE LAS ATRIBUCIONES PARA “EL ÉXITO Y EL FRACASO” DE WEINER ...................... 8
REFERENCIAS ............................................................................................................................... 10

2
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
ATRIBUCIÓN Y LA DINÁMICA GRUPAL
La comprensión de la persona y, en especial, la percepción del otro siempre han sido
entendidas como una de las piedras angulares de la psicología social (Bruner y Tagiuri, 1954).
Tal vez este interés se deba principalmente a que “las propiedades objetivas y físicas de la
estimulación social y de los resortes que esta pone en acción siempre han sido consideradas
menos significativas para el análisis del comportamiento social que sus contrapartes
subjetivas” (Zajonc, 1969, p. 320). Es relativamente sencilla la comprensión de la situación
antes mencionada si podemos percibir que los juicios sociales están constantemente cargados
de errores e ideas preconcebidas que no se basan en reglas claras para la comprensión real de
una información determinada. De esta manera, el conocimiento del comportamiento social
requiere de ideas que permitan la comprensión del ser humano y de los grupos a los que una
persona pertenece.

Para efectos de esta clase se revisarán, en primer lugar, algunos ejemplos a fin de ilustrar por
qué resulta tan importante considerar la representación subjetiva del mundo en que vivimos.

La mayoría de las personas nos preocupamos por nuestra salud y estamos dispuestos a tomar
medidas preventivas para garantizar que nos mantengamos en buenas condiciones y no
caigamos enfermos. En este sentido, la acción conductual no es racional por lo antes señalado.
De lo contrario, no habría nadie que fumara cigarrillos. Aparentemente, los fumadores
subestiman el riesgo de contraer un cáncer de pulmón (Eiser, Sutton y Wober, 1973) o la
gravedad de esta enfermedad. Estas creencias erróneas se hallan muy extendidas y no se
limitan solamente a los fumadores y al cáncer de pulmón. Como lo ha mostrado King (1982), la
gente cree, por lo general, que las enfermedades comunes no son graves y que las
enfermedades graves no son muy frecuentes. Al considerar si una enfermedad puede evitarse
(por ejemplo, una enfermedad contagiosa o infecciosa), las personas toman en consideración
estas estimaciones subjetivas de riesgo y gravedad, lo que puede resultar, de hecho,
absolutamente erróneo. Según Herzlich (1973) dichas creencias son inseparables de nuestras
representaciones sociales de la salud y la enfermedad.

Los errores de juicio no son prerrogativa del gran público. Incluso los psicólogos tienden a
tener puntos ciegos. Un análisis con mayor profundidad mostró que los psicólogos
sobrestimaban la importancia de la inteligencia general y subestimaban la pertinencia de
ciertos rasgos de carácter cuando asesoraban a sus clientes en comparación con lo que parecía
ser el caso en realidad. Cosa interesante, los propios clientes parecían cometer el error
inverso, al explicar su propio éxito y sus propios fracasos en función de factores sociales y
rasgos de carácter, en lugar de en función de su inteligencia. Resultaría difícil comprender al
mismo tiempo el consejo dado por los paleólogos y la acción emprendida por los clientes si no
supiéramos que esta comprensión de las causas de éxito y fracaso difería y estaba plagada de
parcialidades tanto en un caso como en el otro.

De esta manera, el juicio que hacemos sobre los otros y sobre nosotros mismos puede ser
equivocado. A continuación se relata un ejemplo: el efecto de primus inter pares (PIP),
explicado por Codol (1976).

3
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
En varios estudios, Codol demostró que, al parecer, todos nosotros nos consideramos mejores
que la media de las demás personas, lo que de todas formas resulta imposible. Según este
investigador, este efecto es una manifestación de la tendencia humana, muy fundamental y
motivada, consistente en ser al mismo tiempo similar a los demás y diferente de ellos.

Por consiguiente, quizá sería preferible no calificar de errores las insuficiencias del juicio
humano. Se trata, sin duda, de errores, en comparación con la realidad objetiva, pero calificar
de imperfecto el comportamiento humano o el juicio social no nos enseña gran cosa al
respecto. Lo que quisiéramos saber es qué procesos intervienen en los juicios sociales
realizados por las personas. Sin este conocimiento, los errores siguen siendo simplemente
errores.

Al parecer, nadie ha realizado más aportes que Heider a la comprensión del juicio social. En su
teoría psicológica de las relaciones interpersonales (Heider, 1958), el investigador intentó
descubrir cómo percibimos y explicamos nuestro propio comportamiento y el de los demás en
la vida cotidiana. Su análisis y su conceptualización, basados en gran medida en la manera
como hablamos de los acontecimientos ordinarios y la manera como los explicamos por
escrito, concede una gran importancia a las “propiedades importantes del carácter y de la
psicología de otra persona, como pueden ser sus acciones, sus motivos, sus afectos, sus
creencias, etc.” Según este autor, si no se atribuye el comportamiento de una persona a estos
rasgos latentes, sus acciones seguirán siendo en gran parte incomprensibles.

CUATRO TEORÍAS SOBRE ATRIBUCIÓN Y SU INFLUENCIA EN EL


GRUPO
A continuación se dan a conocer las teorías que relatan cómo la atribución puede ser un factor
influyente en los grupos. Cada una de estas teorías aborda y analiza un aspecto diferente de la
percepción social, pero los intereses compartidos coinciden entre sí, lo que era previsible, ya
que el análisis teórico de Heider (1958) ha proporcionado los fundamentos de las tres teorías
restantes. De esta manera, se empezará por dar a conocer el trabajo de este autor.

TEORÍA DE HEIDER: “EL ANÁLISIS INGENUO DE LA ACCIÓN”


La “psicología ingenua” de Heider intentó formular los procesos a través de los cuales un
observador desprovisto de formación o un psicólogo ingenuo comprenden el sentido de las
acciones de otra persona. En sus primeras investigaciones, Heider estudió, al igual que
Michotte (1946), la percepción del movimiento de las figuras geométricas (Heider y Simmel,
1944) e introdujo las importantes nociones de “formación de unidad” y de personas en tanto
que «prototipo de los orígenes», a las que posteriormente se concedería una atención mucho
mayor.

La formación de la unidad está relacionada con el proceso mediante el cual el origen y el


efecto, el actor y el acto, son vistos en tanto que partes de una unidad causal. Heider se

4
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
interesó especialmente por los diversos grados de semejanza entre ambas partes de la unidad,
sufriendo así la influencia de los principios de la organización de las percepciones formulados
por Wertheimer. De esta manera, se entiende que factores como la similitud y la proximidad
determinan el lugar de la atribución. Si dos eventos son parecidos entre sí o se desarrollan uno
cerca del otro, es probable que uno de ellos sea considerado la causa del otro.

El resultado más claro y primordial del vínculo entre actor y escena es que, por lo general,
cuando se implementa una atribución a la “persona” es más verídico y, por ende, creíble, que
realizar una atribución a una situación o acto en sí, esto debido a que las personas, en general,
son más consideradas como “quienes pueden originar o dar causa a alguna cosa o acto”.
Heider da cuenta de alguna manera de la razón por la cual las atribuciones en pro de las
personas reciben un trato favorable a través de una cita de Fauconnet:

“Existe una causalidad propia del hombre, distinta de la causalidad que encadena entre sí los
fenómenos de la naturaleza. De cierta manera, el hombre es una causa primera, si no ya de los
movimientos materiales que constituyen sus actos, al menos de su calidad moral. En él reside
toda la eficiencia del carácter que les confiere un valor, él es plenamente su autor, su creador”
(Fauconnet, 1928, pp. 177-178).

El que se tienda, por lo general, a atribuir el origen de las cosas a las personas y no a los actos
es un hecho humano y social, ya que cumple funciones del rol estabilizador social y
psicológicas, esto debido a que las atribuciones facilitan la comprensión de los actos de las
personas en general y al comprenderlos los seres humanos también pueden explicar ciertas
conductas y las atribuciones realizadas a los actos ejecutados por las personas. Siguiendo con
lo planteado por Fauconnet:

“Las gentes temidas por su brutalidad son las primeras sospechosas de un crimen violento; las
personas despreciadas, de una vileza; las personas que provocan repugnancia, de un acto
inmundo. Las personas ‘mal vistas’ son acusadas y condenadas mediante indicios que se
considerarían insuficientes, si una prevención desfavorable no los emparentara de antemano al
crimen. Por el contrario, si concedemos nuestra benevolencia al acusado, exigimos pruebas
irrefutables para imputarle la materialidad del crimen” (Fauconnet, 1928, p. 266).

El análisis ingenuo de la acción, que no representa sino una parte de la psicología del sentido
común de Heider, trata de las relaciones entre el comportamiento observable y las causas que
no pueden ser observadas. Heider postula que esta es una actividad humana fundamental que
permite que los sujetos creen una organización a partir del caos y establezcan relaciones entre
estímulos que cambian continuamente y las propiedades estables del entorno. Esto lleva, a su
vez, a la distinción entre causas externas e internas. Las causas internas son (actores situados
en el interior de la persona (por ejemplo, el esfuerzo, la capacidad y la intención), mientras que
los factores externos se hallan en el exterior de la persona (por ejemplo, la dificultad de la
tarea y la suerte).

Se debe señalar que Heider no analiza a estas variables como si fuesen independientes entre
sí. La posibilidad o complejidad de elaborar una tarea, a modo de ejemplo, se relacionan

5
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
alrededor de un concepto sin base alguna de “poder” y algunas variables tampoco tienen
injerencia sola sobre algún comportamiento. Este autor señala que es el esfuerzo y la
intencionalidad los factores que se combinan con la destreza de influir sobre el
comportamiento. Desde esta mirada, las buenas intenciones no bastan “per se” y la capacidad
no logra automáticamente de orientar a la acción si no se agrega el esfuerzo a esta mirada.

LA TEORÍA DE LA “INFERENCIA CORRESPONDIENTE” DE JONES Y


DAVIS
Como reconoció Heider, el criterio de intencionalidad es decisivo en la causalidad personal y la
teoría de Jones y Davis (1965) representa una tentativa de conceptualizar cómo los individuos
realizan inferencias sobre las intenciones de una persona y, alternativamente, sobre sus rasgos
de carácter.

El conflicto que enfrenta quien observa es que debe discernir qué consecuencias de una
conducta observada son de una intención del actor o del ejecutante; los criterios
imprescindibles para esto son el conocimiento y la capacidad de elaborar supuestos. Para
inferir que algunos de los efectos provienen de una intención, el observador debe creer que el
actor “conocía” las consecuencias de su acto. Además, este actor debe ser considerado
“capaz” de producir los efectos observados. Así pues, estas son las condiciones previas para
que se atribuyan intenciones, que –a su vez– constituyen condiciones necesarias a las
inferencias relacionadas con las características personales subyacentes del actor. La finalidad
de la teoría de la inferencia correspondiente es: “…construir una teoría que explique de forma
sistemática las inferencias de un observador sobre lo que un actor intentaba lograr con una
acción particular” (Jones y Davis, 1967, p. 222).

El concepto central de la teoría, la inferencia correspondiente, está relacionado con el juicio


del observador consistente en creer que el comportamiento del actor es causado por un rasgo
particular o corresponde a dicho rasgo. De esta forma, las disposiciones subyacentes se
expresan de forma directa en el comportamiento o, como decía Jones (1979): “Se actúa a
corazón abierto”. Un ejemplo simple de dicha inferencia sería atribuir el comportamiento
agresivo de alguien al rasgo de «ser agresivo». En resumen, el trabajo de Jones y Davis
constituye una demostración de las condiciones que facilitan la elaboración de inferencias
correspondientes. Primero, el principio de los «efectos no comunes» propone que la
disposición, o la intención, que gobierna la acción es indicada por aquellas de sus
consecuencias que no comparte con las acciones alternativas; cuanto menor sea el número de
estos efectos no comunes, menos ambigua será la atribución. De esta forma, la teoría supone
que los efectos comunes de dos campos de elección no pueden explicar por qué se ha elegido
un término de la alternativa y no otro.

Si se desea entender por qué un estudiante ha elegido estudiar en una universidad y no en


otra, el principio de los efectos no comunes nos dice que todas las características compartidas
por los dos polos de elección (por ejemplo, que ambos cuentan con profesores muy conocidos

6
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
y respetados) no nos sirven de nada a la hora de responder a esta pregunta. Son las
características que diferencian a ambas universidades (por ejemplo, una que ofrece enseñanza
basada en la biología y la otra tiene una tendencia sociológica) las que guían al observador. Un
segundo factor de esta propuesta es la “deseabilidad social” y alude con la impresión que
entrega el observador respecto de lo que considera que harían otras personas en la misma
situación. Si bien es cierto que Jones y Davis validan que los actos que, por lo general, son
deseables para las personas (o actores) dan cuenta mejor de sus intenciones, también refieren
que los efectos o consecuencias universalmente deseados entregan muy poca información al
observador sobre los rasgos de una persona. Lo antes referido permite comprender que es el
comportamiento indeseable con el rol del sujeto el que resulta más clarificador.

En un estudio elaborado por Jones et al., se solicitó a varios estudiantes que escucharan una
cinta en donde dialogaban un examinador y un postulante a un trabajo. Para las diferentes
personas, el candidato postulaba a un cargo de submarinista o astronauta y escuchaban
atentos la descripción que hacía el entrevistador al postulante “ideal” (una persona con rasgos
extrovertidos para el primer cargo, uno con rasgos introvertidos para el segundo). Durante el
paso de la entrevista, los estudiantes escuchaban cómo el postulante se describía a sí mismo
como un sujeto introvertido, mientras que la otra mitad escuchaba cómo el otro postulante se
describía como alguien extrovertido.

Después de haber oído la grabación, se solicitó a los estudiantes que entregaran su impresión
sobre el entrevistado que ellos creían era el candidato ideal y que también otorgaran una
estimación de confianza. Como los investigadores predijeron, los resultados mostraron que
sólo cuando la conducta del candidato estaba en desacuerdo con lo “ideal” del entrevistador
se le otorgaba el valor de la introversión o la extroversión. De este modo, se confirma que el
comportamiento conforme a un rol socialmente deseable, entrega escasa información sobre
las características de personalidad de una persona.

Lo antes expuesto permitió que Davis y Jones entregaran una serie de propuestas sobre cómo
un observador busca la causa de una intención en el carácter. Como lo indica el título de su
investigación, estos autores desean comprender de qué manera los observadores dan el salto
que les permite inferir «las disposiciones en base a los actos». Eiser (1980) ha señalado que la
relación entre comportamiento, intenciones y disposiciones es compleja, ya que esta relación
implica que el comportamiento es «causado por» intenciones que, a su vez, «son causadas
por» disposiciones de la persona. Esto significaría, que al ver que alguien se comporta de
manera «torpe», por ejemplo, habría que suponer que dicho comportamiento era intencional.
En lugar de adoptar esta interpretación mecanicista, podemos considerar que el modelo de
Jones y Davis constituye un conjunto de previsiones válidas para ciertos tipos de
comportamientos, pero no para todos. Por otro lado, es al mismo tiempo un modo de abordar
el problema que ha estimulado la realización de numerosos estudios empíricos y que ha sido
confirmada por ellos. Estos estudios han proporcionado una base fecunda para nuevas teorías
(por ejemplo, las de Jones y Nisbett, 1972; Ross, 1977) que han culminado en un análisis más
completo y sistemático de las ideas preconcebidas en la atribución y en los demás juicios
sociales (Nisbett y Ross, 1980).

7
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
TEORÍA DE LA “COVARIANZA Y DE LA CONFIGURACIÓN” DE KELLEY
El aporte de Kelley se fundamenta en la proposición de Heider, consistente en afirmar que
para llegar a comprender el medio es necesario hacer un análisis causal parecido al método
experimental (Kelley, 1967). El autor comienza planteando la siguiente pregunta: ¿qué
información se usa para llegar a una atribución causal y de qué manera se produce este
fenómeno? Se describen en esta teoría dos casos diferenciados por la cantidad de información
disponible. En el primer caso, la persona que realiza la atribución cuenta con informaciones
provenientes de fuentes múltiples y puede percibir la covariación de un efecto observado y de
su posible causa. Pero en el segundo caso, la información proviene de una sola observación, de
manera que la atribución debe tomar en consideración la configuración de los factores que
constituyen causas plausibles para el efecto observado.

Al describir la atribución en el caso de la covarianza, Kelley utilizó, al igual que Heider, una
versión cándida del «método de las diferencias» de J. S. Mill: se atribuye un efecto a una
condición que está presente cuando el efecto también lo está, y que está ausente cuando
también lo está el efecto. La lógica subyacente de la covarianza, sostiene Kelley, es similar a la
de la técnica estadística conocida con el nombre de análisis de varianza (ANOVA). De esta
forma, Kelley ha arrojado luz sobre la noción de «el hombre, es científico».

La base del modelo llamado ANOVA puede explicarse por medio de una frase ilustrativa en el
estudio de McArthur (1972): «Juan se ríe del cómico». Este resultado podría estar causado por
algo situado en la «persona» (Juan), en el «estímulo» (el cómico), en las «circunstancias» (por
ejemplo, el momento en que se produce el resultado) o por alguna combinación de estos
factores. En términos de un análisis de varianza, las variables independientes serían las tres
maneras posibles de examinar las variaciones observadas en los efectos:

a) variaciones relativas a las personas (información de «consenso»);


b) variaciones relativas a las entidades (información de «diferenciación»);
c) variaciones relativas al tiempo y/o a las modalidades (información de «consistencia»).

La variable dependiente es indicada por el hecho de saber si el efecto tiene lugar o no. El
efecto de covarianza propone que se considere al efecto como producto del factor con el que
varía. De esta manera, si Juan es el único que se ríe del cómico (consenso débil), ha hecho lo
mismo anteriormente (consistencia fuerte) y si también se ríe de todos los otros cómicos
(diferenciación débil), se considera que el efecto es producto de algo situado dentro de la
persona (Juan).

LA TEORÍA DE LAS ATRIBUCIONES PARA “EL ÉXITO Y EL FRACASO” DE


WEINER
La teoría propuesta por Weiner (por ejemplo, Weiner, 1979; Weiner et al., 1972) alude a las
atribuciones en un contexto relacionado con la realización de una tarea y se enfoca en las
explicaciones que se han dado del éxito y del fracaso.

8
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
Este modelo debe mucho a Heider, quien analizó las atribuciones de la realización en el
contexto de la diferenciación entre la atribución entregada a la persona y al medio (por
ejemplo, atribuir el fracaso a la falta de capacidad o a la dificultad de la tarea) y describió los
conceptos de poder, intentar, fortuna y dificultad en su análisis ingenuo de la acción.

Weiner propone que estos cuatro factores son utilizados por las personas para predecir y
explicar el desenlace de los acontecimientos en contextos relacionados con la realización de
una tarea. Los sujetos hacen un inventario de su propio nivel de capacidad (o del nivel de un
ejecutante), de la cantidad de esfuerzo aplicada, de la dificultad de la tarea y de la fuerza o
dirección de la fortuna. Es en relación a estos factores que se encuentra un esquema de
clasificación en tres direcciones, según el cual las causas son clasificadas en función de su
estabilidad (estable-inestable), del lugar de control (interno-externo) y de la posibilidad de
control (controlable-incontrolable). De esta manera, se puede visualizar la concepción de los
cuatro factores de la siguiente manera:

a) capacidad — estable, interna, incontrolable;


b) esfuerzo — inestable, interno, controlable;
c) dificultad de la tarea — estable, externa, incontrolable;
d) fortuna — inestable, externa, incontrolable.

La información usada en este esquema debe ser extraída del medio social. La destreza
percibida se fundamenta en el grado de éxito anterior logrado en una tarea específica o en
tareas similares, y la consistencia en la realización hace que se atribuya una capacidad. La
dificultad de la tarea se deduce de su realización por parte de otras personas; si muchas
personas han obtenido el éxito, se evalúa que la tarea es fácil; si pocas personas han logrado
el éxito, es considerada difícil. Un desenlace tiene mayores probabilidades de ser explicado en
función de la fortuna si el esquema de los éxitos y de los fracasos anteriores varía
considerablemente. Por último, se puede atribuir el desenlace al esfuerzo si la realización de
las tareas parece motivada por poderosos estimulantes o si requiere, por ejemplo, una gran
tensión muscular.

Estas ideas han sido apoyadas por numerosos estudios, en particular por el de Frieze y Weiner
(1971). Al parecer, los resultados que están en contradicción con anteriores logros son
atribuidos a causas inestables (la fortuna, el esfuerzo), mientras que las realizaciones
consistentes son explicadas en función de factores estables (la capacidad y la tarea). Las
atribuciones a la capacidad, al esfuerzo y a la fortuna fueron más numerosas tras un éxito que
tras un fracaso, mientras que se consideró que la dificultad de la tarea desempeñó un papel
más determinante en el fracaso que en el éxito.

En resumen, es posible señalar que existen varios factores causales posibles y toda
construcción de esquemas atribucionales constituye una simplificación; pero los cuatro
factores originales han sido confirmados en gran medida por los resultados de las experiencias
efectuadas y hasta el momento ofrecen un buen esquema de las atribuciones de la realización
de una tarea.

9
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9
REFERENCIAS
Bruner, J. & Tagiuri, R. (1954). Person perception. Handbook of social psychology. EE.UU.

Eiser, J., Sutton, S. y Wober, M. (1973). Smokers and non-smokers and the attribution of

addiction. British Journal of Psychology.

King (1982). The patient’s dilemma. New Society.

Heider, F. (1958). The psychology of interpersonal relations. Nueva York.

Jones & Davis (1965). From acts to disposition. Nueva York.

10
| ESTE DOCUMENTO CONTIENE LA SEMANA 9

También podría gustarte