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Esta época del año se torna propicia para la reflexión en lo que hemos hecho y en
proponernos renovadas acciones para mejorar de forma personal y fortalecer los
lazos de nuestra comunidad educativa. Por eso, es importante que dediquemos el
tiempo necesario para renovar fuerzas, para iniciar un nuevo año con mucho
entusiasmo y nuevas ideas. La Navidad es por un lado una celebración religiosa,
pero también es la época del año, en que dejamos un poco de lado las
preocupaciones cotidianas, para reavivar el espíritu de solidaridad, de renacer en
las buenas acciones, y hacer llegar a nuestros amigos, familiares y conocidos,
nuestros mejores deseos.
¡¡MUCHAS FELICIDADES !!
25 de diciembre
¿Cuál es el espíritu de la Navidad? Algunos encuentran en ella un buen motivo para limpiar la
casa. O quizás para colocar decenas, cientos, millares de luces rojas, verdes y amarillas que no
se cansan nunca y se encienden y apagan al son de melodías que con el correr de las horas se
desafinan.
Sin embargo, Navidad es más que todo lo anterior. Significa compartir entre nosotros y con los
demás. Y aunque el precedente más remoto del intercambio de regalos sean los obsequios que
tres Reyes Magos ofrecieron a un pequeño bautizado con el nombre de Jesús en un pesebre de
la ciudad de Belén, el regalo más hermoso que se recuerda en esta fecha es el que compartió
con nosotros el hombre grande, allá arriba, en medio de los cielos: un niño que se convirtió en
el salvador de la humanidad y en inspiración y ejemplo para millones de personas.
Será por eso que la celebración del nacimiento de Jesús es más que una fecha religiosa
celebrada por los católicos. Se convierte, sobre todo, en recuerdo de que la inocencia, la
pureza de corazón, la candidez y la mirada transparente pueden convertirse en armas
poderosas para luchar contra todos los males de este mundo.
Así, descubrimos una nueva dimensión en la Navidad, ya que esta fecha se convierte también
en celebración de la familia. Los primeros años de nuestra vida nuestros padres nos miran con
ojos maravillados porque somos la versión palpable del milagro de la vida. Cuando los años
pasan inexorables y nos volvemos adultos por obra y gracias de esos juegos que tiene el
destino, miramos a nuestros padres como si los roles se hubieran invertido, percibiendo en
ellos la mirada del niño que jamás dejaremos de ser, pero que muchas veces encerramos con
llave muy al fondo de nuestros corazones.
Y es que de eso se trata la felicidad: de seguir viendo el mundo como si fuéramos niños. Una
vez que lo logramos podemos descansar un poco del terrible peso ocasionado por las
preocupaciones del día a día.
Pero claro, si todo fuera tan fácil viviríamos en otro mundo. Es duro ver que algunos niños
recibirán el último juguete de moda y otros apenas tendrán un pan para llevarse a la boca.
Pero a pesar de estas realidades diferentes, si uno se fija bien, verá una sonrisa dibujada en los
rostros de cada criatura, lo que se convierte en una carga de esperanza que nos recuerda que,
a pesar de las dificultades, siempre será posible pensar en un mejor mañana.