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Las medidas económicas tomadas por el Gobierno no reducen el costo de la cuarentena; solamente
lo redistribuyen. Era necesario darles 380 soles a tres millones de familias imposibilitadas, la mayoría,
de salir a trabajar por quince días, y más al extenderse la cuarentena. Se dice que los recursos salen
del fondo de estabilización fiscal. Pero el fondo de estabilización fiscal no es una despensa, sino una
cuenta bancaria. Lo único que puede salir de esa cuenta son los medios de pago para que los
beneficiarios accedan a las cantidades limitadas de alimentos y medicinas que están llegando al
mercado. Eventualmente, los recursos del fondo de estabilización tendrán que reponerse con los
impuestos que recaude el Gobierno. El consumo de los beneficiarios del bono lo pagaremos los
contribuyentes en el futuro. Y está bien que sea así, porque ni el más precavido podría haber
anticipado esta crisis.
Es evidente que, en lo inmediato, es poco lo que puede hacer el Gobierno, más allá de reorientar
el gasto presupuestal a la compra de materiales y equipos médicos. Pero es imposible aumentar
la inversión en infraestructura mientras no puedan salir las cuadrillas a la calle. Una vez terminada
la cuarentena, quizás; pero en ese momento los ingenieros y obreros estarán retornando a sus
ocupaciones habituales. Esta no es una crisis como la del 2008, causada en última instancia por un
gigantesco desequilibrio en el mercado inmobiliario norteamericano que se había estado gestando
por años y que requería un largo período de convalecencia para que el capital y la fuerza de trabajo
de todos los sectores que habían crecido artificialmente se recolocaran en otros. Esta es una crisis
causada por una repentina interrupción de las actividades económicas, debido a un hecho
extraeconómico, que se irán retomando rápidamente, creemos, cuando termine la cuarentena.
En esas circunstancias, un paquete fiscal de esa magnitud generaría un exceso de demanda de
materiales, insumos y mano de obra y pondría una presión al alza en sus precios. Más peligroso aún
nos parece, sin embargo, que una intervención en esa escala es inconcebible sin una dosis de
‘command and control’, es decir, de decisiones políticamente motivadas, que, a la larga, causarán
ineficiencias y desequilibrios en la economía.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 3 de abril de 2020.