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El estrés, los problemas, las cosas que no nos salen como hubiéramos
deseado son, nos guste o no, parte consustancial de la vida cotidiana y
mientras más nos adentremos en estadios avanzados del ciclo vital, más
complejos resultan. Es por ello que resulta ingenuo e improductivo pensar
cosas tales como “¡esto no debía estar pasando!”, “¡yo no merezco que esto
me suceda!”, “¡a estas alturas de mi vida no es justo que tenga que pasar
tanto!”,… y muchas más expresiones que desconocen lo complejo de la
existencia humana a la que, insisto, siempre van a acompañar los “problemas”,
tanto los reales como los que las propias personas “se inventan”.
Es por esta razón que los más prestigiosos especialistas insisten en que el
asunto no radica en ignorar o evitar el estrés, sino en la forma en que lo
afrontamos y que incluye lo que pensamos, sentimos o hacemos cuando algo
nos lastima, nos amenaza o nos desafía.
Un problema puede ser: una crisis existencial o familiar, una crisis financiera o
una salud resquebrajada,… y puede ser las tres cosas al mismo tiempo. De
igual manera, en consecuencia con una de las declaraciones más importantes
de la Psicología de la Salud, el hombre es una unidad única e irrepetible, con
una connotación biopsicosocial, de aquí que al hablar de los recursos con que
cuenta una persona nos refiramos a su potencial psicológico, al ser biológico y
también al ser social que todos somos. En función de ello y sin ánimos de ser
concluyente Lazarus propone los siguientes recursos:
Salud y Energía
Las situaciones estresantes de la vida cotidiana imponen sobre las
personas una alta demanda de energía psíquica y física, en cuanto a
intensidad y a duración temporal: la necesidad de desplazarse
físicamente de un lugar a otro continuamente para dar respuesta a las
exigencias de la situación problemática, la pérdida del sueño o del
apetito, los esfuerzos para “mantenerse en control” de la situación, etc.,
son coyunturas humanas que se afrontan mucho mejor cuando se
cuenta con una fuerte constitución física, un organismo sano y vigoroso
y una energía desbordante, que cuando la persona es frágil, débil, está
enferma (aguda o crónicamente), o cuando sus energías están agotadas
o debilitadas. Al respecto, Lazarus afirma: “El importante rol jugado por
el bienestar es particularmente evidente en los problemas duraderos y
en la transacciones demandantes de movilización extrema de recursos”.
Es por ello que contar con, o ser capaces de desarrollar, una serie de
habilidades solucionadoras de problemas (la habilidad para buscar y
encontrar la información necesaria, la capacidad de identificar lo que es
y lo que no es en realidad el problema, la capacidad de generar
alternativas múltiples de solución y seleccionar aquellas más efectivas y
eficientes, o la habilidad para ponerlas en práctica) se convierte en un
excepcional recurso de afrontamiento a los problemas a los que
inevitablemente estamos abocados los seres humanos.
Habilidades Sociales
Al ser necesarias la energía, las creencias positivas y las habilidades
solucionadoras de problemas, resulta precisar que los problemas tienen
lugar, no en un vacío sino en un contexto de relaciones interpersonales,
un contexto en que –si asumimos que el hombre es un ser social por
excelencia- es prácticamente imposible que los problemas -¡y su
solución!- no tengan que ver con los demás, particularmente aquellos
que tienen determinado grado de significación para la existencia de las
personas concretas.