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El estrés es inevitable en la vida de cualquier ser humano común y corriente.

Lo más importante es la forma en que la persona lo afronta, para lo que


dispone, o no, de una compleja amalgama de recursos que tributarán con
mayor o menor fuerza a la efectividad con que se logran rebasar los inevitables
obstáculos a que está abocada cualquier persona a lo largo de su ciclo vital.

Por: Miguel A. Roca

El estrés, los problemas, las cosas que no nos salen como hubiéramos
deseado son, nos guste o no, parte consustancial de la vida cotidiana y
mientras más nos adentremos en estadios avanzados del ciclo vital, más
complejos resultan. Es por ello que resulta ingenuo e improductivo pensar
cosas tales como “¡esto no debía estar pasando!”, “¡yo no merezco que esto
me suceda!”, “¡a estas alturas de mi vida no es justo que tenga que pasar
tanto!”,… y muchas más expresiones que desconocen lo complejo de la
existencia humana a la que, insisto, siempre van a acompañar los “problemas”,
tanto los reales como los que las propias personas “se inventan”.

Es por esta razón que los más prestigiosos especialistas insisten en que el
asunto no radica en ignorar o evitar el estrés, sino en la forma en que lo
afrontamos y que incluye lo que pensamos, sentimos o hacemos cuando algo
nos lastima, nos amenaza o nos desafía.

Desde el punto de vista conceptual, el afrontamiento ha sido definido por


Richard Lazarus, una de las voces más autorizadas en el tema, como “aquellos
esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes, para manejar
las demandas, externas o internas, que son evaluadas como excedentes o
desbordantes de los recursos de la persona”.

Se trata de una definición mucho más compleja de lo que puede suponerse


desde el sentido común, que no hace equivalente el afrontar con el
“solucionar”; que incluye lo que se hace y también lo que se piensa y se siente;
que depende de la magnitud de los problemas y de los recursos que tiene la
persona para hacerle frente a los mismos.

El término, “recursos de afrontamiento”, debe ser correctamente comprendido


por los profesionales de la salud que trabajan con “personas con problemas”,
tanto para conocer el “arsenal” de recursos disponibles por estas, como sus
habilidades para ponerlos en práctica.

Resulta imprescindible, declarar que la expresión “recursos de afrontamiento”


tiene una connotación multidimensional, tanto como los problemas humanos y
como el hombre mismo:

Un problema puede ser: una crisis existencial o familiar, una crisis financiera o
una salud resquebrajada,… y puede ser las tres cosas al mismo tiempo. De
igual manera, en consecuencia con una de las declaraciones más importantes
de la Psicología de la Salud, el hombre es una unidad única e irrepetible, con
una connotación biopsicosocial, de aquí que al hablar de los recursos con que
cuenta una persona nos refiramos a su potencial psicológico, al ser biológico y
también al ser social que todos somos. En función de ello y sin ánimos de ser
concluyente Lazarus propone los siguientes recursos:

 Salud y Energía
Las situaciones estresantes de la vida cotidiana imponen sobre las
personas una alta demanda de energía psíquica y física, en cuanto a
intensidad y a duración temporal: la necesidad de desplazarse
físicamente de un lugar a otro continuamente para dar respuesta a las
exigencias de la situación problemática, la pérdida del sueño o del
apetito, los esfuerzos para “mantenerse en control” de la situación, etc.,
son coyunturas humanas que se afrontan mucho mejor cuando se
cuenta con una fuerte constitución física, un organismo sano y vigoroso
y una energía desbordante, que cuando la persona es frágil, débil, está
enferma (aguda o crónicamente), o cuando sus energías están agotadas
o debilitadas. Al respecto, Lazarus afirma: “El importante rol jugado por
el bienestar es particularmente evidente en los problemas duraderos y
en la transacciones demandantes de movilización extrema de recursos”.

No obstante, el proceso de afrontamiento es mucho más complejo que


limitarlo al componente estrictamente físico, pues la vida cotidiana, no
menos en el contexto del proceso salud enfermedad, evidencia: como
personas, con una salud muy precaria y escasez de energías, son
capaces de afrontar los problemas de manera desconcertantemente
eficaz, ..., o les sobre energía psíquica para movilizar sus exhaustos
recursos. Y viceversa, ¿cuántas personas sanas, fuertes y vigorosas no
conoce usted que se desploman fácilmente al más mínimo
inconveniente de la vida?

Además de los recursos físicos de salud y energía, es imprescindible


que la persona posea un grupo importante de recursos psicológicos que
viabilicen su implicación y persistencia en el afrontamiento de los
problemas. Entre estos recursos es legítimo señalar una cosmovisión
positiva y optimista, la habilidad para solucionar problemas y las
habilidades para establecer y fomentar relaciones interpersonales.

 Cosmovisión positiva y optimista


Cada hombre o mujer tiene un sistema de creencias, juicios y valores
sobre si mismo, sobre los demás, sobre el sentido de la vida, que se
convierten en importantes recursos de afrontamiento cuando la persona
está inmersa en situaciones que, de una u otra forma, laceran su salud y
bienestar.

Una autoestima alta, donde la persona “se quiere” y se ve a si misma


como valiosa o “amable” (en el sentido de digno de ser amado), hace
que la persona se perciba como capaz de resolver los problemas, aún
aquellos que otros consideren insolubles, y por ello los afronta
persistentemente con esperanza y optimismo: esta actitud, en tanto hace
que la persona mantenga sus esfuerzos de afrontamiento en las más
adversas condiciones, casi siempre la vida la gratifica con resultados
alentadores. Y viceversa, una autoestima baja lleva a la creencia de que
uno tiene poco o nada de valioso, que no puede hacer nada bien y esta
creencia negativa se valida cuando se convierte en “profecía que se auto
cumple”, por el pesimismo con que se afrontó la situación estresante
desde el principio.

Pero una cosmovisión positiva no se restringe a las creencias sobre si


mismo, sino que incluye también creencias positivas sobre los demás y
la existencia misma. Cuando una persona construye su existencia sobre
creencias nihilistas, de “no creer en nada ni en nadie”, poco éxito puede
tener al afrontar los problemas de la vida cotidiana, pues queda muy
poco espacio para la esperanza y el optimismo que sustentan, en gran
medida, el esfuerzo y perseverancia que una persona pone en el
afrontamiento de los problemas.

Por el contrario, un sistema positivo de creencias sobre los demás y


sobre la vida se convierte en un fuerte dinamizador de las posturas de
las personas ante el afrontamiento de sus problemas. Creer que el ser
humano es esencialmente bueno potencia la vivencia de no estar solo
cuando se está en problemas y esto fomenta una alta expectativa de
eficacia personal. De igual manera una fuerte convicción religiosa, la fe
en la justicia y la lealtad o cualquier otra sólida creencia existencial sobre
los valores humanos favorece resultados positivos en el afrontamiento
de los problemas.

 Habilidades solucionadoras de problemas


Si bien una cosmovisión positiva es un potente recurso, para afrontar
con efectividad los problemas y para permanecer indefinidamente en el
intento, con ello no es suficiente. La vida es altamente compleja y repleta
de demandas prácticas, lo que presupone que las personas sean
capaces de encontrar respuestas a las demandas, también concretas,
de los problemas que afrontan. No por gusto alguien afirmó una vez que
“el problema no es el problema,... sino la solución”, un problema para el
cual se cuenta con los recursos precisos deja de serlo.

Es por ello que contar con, o ser capaces de desarrollar, una serie de
habilidades solucionadoras de problemas (la habilidad para buscar y
encontrar la información necesaria, la capacidad de identificar lo que es
y lo que no es en realidad el problema, la capacidad de generar
alternativas múltiples de solución y seleccionar aquellas más efectivas y
eficientes, o la habilidad para ponerlas en práctica) se convierte en un
excepcional recurso de afrontamiento a los problemas a los que
inevitablemente estamos abocados los seres humanos.

 Habilidades Sociales
Al ser necesarias la energía, las creencias positivas y las habilidades
solucionadoras de problemas, resulta precisar que los problemas tienen
lugar, no en un vacío sino en un contexto de relaciones interpersonales,
un contexto en que –si asumimos que el hombre es un ser social por
excelencia- es prácticamente imposible que los problemas -¡y su
solución!- no tengan que ver con los demás, particularmente aquellos
que tienen determinado grado de significación para la existencia de las
personas concretas.

Es por ello que en la solución de los problemas resulta tan importante la


habilidad para comunicarse con los demás en formas socialmente
apropiadas y coherentes con las demandas y exigencias de las
situaciones problemáticas. La torpeza social en la comunicación con las
personas implicadas en la solución de los problemas dificulta, aleja y
hasta imposibilita su óptimo afrontamiento al generar incomprensiones y
malentendidos en aquellos con los que sería deseable trabajar
concertadamente. La habilidad social (capacidades de escucha, de
diálogo fluido, de precisión en las ideas, de sensibilidad para con el otro,
etc.), por el contrario, atrae a los demás y los pone en disposición de
cooperar y colaborar en la solución de los problemas.

 Redes de apoyo social y recursos materiales


Los recursos de afrontamiento de las personas además de internos
(biológicos y psicológicos), son también externos (sociales y materiales)
en tanto que en muchas ocasiones a la persona no le es suficiente
aquello con lo que cuenta como individualidad sino que requiere de
soporte fuera de él o ella. En este sentido resultan sumamente
importantes las redes de apoyo social, concebidas como las redes de
relaciones interpersonales en que está inmersa la persona, de las que
se reciben tipos distintos de ayuda (emocional, instrumental, material,
informativa, guía, etc.) que pueden ser decisivas para que esta pueda
afrontar exitosamente las exigencias de su vida cotidiana, más aún
cuando se está “en problemas”.

Finalmente, si se es consecuente con una postura filosófica materialista, es


imprescindible reconocer la significación de los recursos materiales en la
óptima solución de los problemas,... ¡no por gusto muchos autores insisten en
que poco estrés es tan agobiante como el estrés económico!.

El bienestar material (estabilidad económica, eficiente política estatal de


seguridad social, la tenencia de bienes como vivienda, transporte, equipos
electrodomésticos de optimización del funcionamiento de la vida hogareña,
etc.) y sobre todo la habilidad para su uso apropiado, se convierten en un
potente recurso para afrontar con efectividad problemas que, de otra manera,
se hubieran convertido en una verdadera fuente de agobio para la persona.

Una última palabra, los recursos de afrontamiento se caracterizan por su


diversidad e interpenetración y no deben verse, en modo alguno, como una
suma de recursos aislados por muy potentes que estos sean, sino que es
deseable comprenderlos en una visión sinérgica donde su interpenetración, ya
sea por su presencia o por su ausencia o insuficiencia, puede conducir a que
se facilite,... o que se entorpezca su expresión.

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