A mediados del siglo XX, la Iglesia católica inició una de sus renovaciones más profundas de la mano del por entonces recién nombrado papa Juan XXIII. Hasta los años sesenta del siglo pasado, la misa se celebraba en latín y con el sacerdote de espaldas a los fieles. Estos rasgos litúrgicos eran solo el aspecto más visible del abismo que separaba al clero de la Iglesia católica del mundo, incluidos los feligreses. La institución vivía encerrada en sí misma. Solía hacer oídos sordos a los asuntos terrenales aunque fuesen flagrantes abusos políticos o injusticias sociales, cuando no se integraba directamente en el poder para mantener sus privilegios. En Roma seguía imperando la figura del papa rey, de un sumo pontífice que gobernaba la Santa Sede y la cristiandad al estilo de un monarca absolutista e inaccesible. Algo parecido sucedía con sus príncipes, los obispos, en cada diócesis y, aunque matizado por la proximidad, con los sacerdotes en cada parroquia. Del mismo modo que había una relación vertical con los creyentes, el diálogo con las comunidades ortodoxas y protestantes y con otras religiones era una rareza. Todo esto cambió con el Concilio Vaticano II, inaugurado hace medio siglo, en octubre de 1962. Juan XXIII, su convocante, definió con su sabiduría y sencillez características el propósito de esta asamblea general al máximo nivel eclesiástico. El Papa buscaba que entrara “un poco de aire fresco en la Iglesia”, “abrir las ventanas” de ésta “para que [los clérigos] podamos ver hacia fuera y los fieles puedan ver hacia el interior”. Hacía tiempo que el catolicismo necesitaba una puesta al día. El concilio anterior, el Vaticano I, se había realizado de 1869 a 1870. Proclamó la infalibilidad del papa, entre otras reformas doctrinales encaminadas a contestar desafíos de la época como la pujanza del racionalismo, el liberalismo y el materialismo. Pero la cumbre se suspendió a mitad de camino. El estallido de la guerra franco- prusiana privó a Roma de la protección gala, lo que la flamante Italia unificada, aliada de los alemanes, aprovechó para anexionar por la fuerza los Estados Pontificios. Justo cuando la capital acogía la reunión episcopal. La interrupción dejó en el tintero la mayoría de los asuntos dogmáticos y todos los pastorales a debatir. Se trataba de puntos que ya se habían fijado en el concilio previo, el de Trento, aquel del siglo XVI que había orquestado la Contrarreforma en respuesta al cisma protestante. La misa, por ejemplo, continuó oficiándose según el obsoleto modelo tridentino, pese a que el mundo se había transformado de un modo más que evidente desde el Renacimiento. El problema era que algunas de estas corrientes, como el modernismo teológico, se consideraron heréticas, lo que endureció la tendencia conservadora de la Santa Sede. No obstante, incluso papas no recordados precisamente como progresistas, caso de Pío X y Pío XII, contribuyeron a ciertos avances. El Concilio se convocó con los fines principales de: - Promover el desarrollo de la fe católica. - Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles. - Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo. - Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales. CUALES FUERON LOS PAPAS QUE INTERVINIERON EN EL CONCILIO El Concilio Vaticano II puede ser considerado como el de los cinco papas, pues fueron cinco los pontífices que participaron, de una forma o de otra. Juan XXIII, a punto ya de ser canonizado como Juan Pablo II, lo convocó y lo inauguró. Pablo VI, que participó en él como arzobispo de Milán y luego lo clausuró ya como Pontífice. Juan Pablo I, que estuvo en la asamblea conciliar como obispo de Vittorio Veneto. Juan Pablo II, que participó primero como auxiliar de Cracovia y luego como arzobispo de esa misma sede. Benedicto XVI, que no era obispo durante el Concilio pero que estuvo en él en calidad de asesor teólogo de los obispos alemanes asistentes. Cinco Papas conciliares. Cinco Papas que estuvieron en la génesis de uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de la Iglesia contemporánea. Cada uno de ellos fue bien diferente del otro, tanto por su carácter como por lo que aportaron al mismo Concilio o a la Iglesia postconciliar. PERFIL DEL PAPA JUAN XXIII Pontífice romano, de nombre Angelo Giuseppe Roncalli (1958-1963). Era el tercer hijo de los once que tuvieron Giambattista Roncalli y Mariana Mazzola, campesinos de antiguas raíces católicas, y su infancia transcurrió en una austera y honorable pobreza. Parece que fue un niño a la vez taciturno y alegre, dado a la soledad y a la lectura. Cuando reveló sus deseos de convertirse en sacerdote, su padre pensó muy atinadamente que primero debía estudiar latín con el viejo cura del vecino pueblo de Cervico, y allí lo envió. El futuro Juan XXIII celebró su primera misa en la basílica de San Pedro el 11 de agosto de 1904, al día siguiente de ser ordenado sacerdote. Un año después, tras graduarse como doctor en Teología, iba a conocer a alguien que dejaría en él una profunda huella: monseñor Radini Tedeschi. Este sacerdote era al parecer un prodigio de mesura y equilibrio, uno de esos hombres justos y ponderados capaces de deslumbrar con su juicio y su sabiduría a todo ser joven y sensible, y Roncalli era ambas cosas. Lo cierto es que el latín del papa Roncalli nunca fue muy bueno. Adoptó el nombre de Juan XXIII, que además de parecer vulgar ante los León, Benedicto o Pío, era el de un famoso antipapa de triste memoria. Luego abordó su tarea como si se tratase de un párroco de aldea, sin permitir que sus cualidades humanas quedasen enterradas bajo el rígido protocolo, del que muchos papas habían sido víctimas. Ni siquiera ocultó que era hombre que gozaba de la vida, amante de la buena mesa, de las charlas interminables, de la amistad y de las gentes del pueblo. Como pontífice dio un nuevo planteamiento al ecumenismo católico con el Secretariado para la Unidad de los Cristianos y el acogimiento en Roma de los supremos jerarcas de cuatro Iglesias protestantes. Su pontificado abrió nuevas perspectivas a la vida de la Iglesia y, aunque no se dieron cambios radicales en la estructura eclesiástica, promovió una renovación profunda en las ideas y las actitudes del cristianismo. Su propósito pronto fue claro para todos: poner al día la Iglesia, adecuar su mensaje a los tiempos modernos enmendando pasados yerros y afrontando los nuevos problemas humanos, económicos y sociales. Para conseguirlo, Juan XXIII dotó a la comunidad cristiana de dos herramientas extraordinarias: las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris. BIOGRAFÍA DE PABLO VI Papa romano (1963-1978). Ordenado sacerdote en 1920, estudió diplomacia en Roma, entrando a formar parte de la secretaría de Estado vaticana en 1923, tras un breve paso por la nunciatura de Varsovia. Como consiliario eclesiástico de la Federación universitaria tomó parte en los conflictos de esta organización con el régimen de Mussolini. Durante la guerra, llevó a cabo una importante labor al frente de la Comisión pontificia de asistencia. Su tarea pastoral y sus tendencias renovadoras lo alejaron de la curia vaticana, siendo nombrado arzobispo de Milán en 1954. Fue el primer cardenal nombrado por el papa Juan XXIII, con quien colaboró estrechamente en la organización del concilio Vaticano II. A la muerte del pontífice le sucedió como tal y dio continuidad a la renovación emprendida en la Iglesia. En 1965 pronunció un importante discurso ante la Asamblea general de la ONU, hechos que constituyeron los primeros hitos de una serie de viajes pastorales en el marco de una amplia política ecuménica y de acercamiento a los problemas del mundo. Al final de su pontificado, no obstante, dio muestras de ceder a las presiones de los sectores más conservadores. En este sentido fueron tomadas sus encíclicas Sacerdotalis coelibatus y Humanae vitae, que aparecieron como un retroceso frente a otras como Ecclesiam suam y Populorum progressio.
DOCUMENTOS QUE RECOGIERON
Los documentos son: Constituciones Dei Verbum (Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación) Lumen Gentium (Constitución Dogmática sobre la Iglesia) Sacrosanctum Concilium (Constitución sobre la Sagrada Liturgia) Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual) Decretos conciliares Ad Gentes (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia) Presbyterorum Ordinis (Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros) Apostolicam Actuositatem (Decreto sobre el apostolado de los laicos) Optatam Totius (Decreto sobre la formación sacerdotal) Perfectae Caritatis (Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa) Christus Dominus (Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos) Unitatis Redintegratio (Decreto sobre el ecumenismo) Orientalium Ecclesiarum (Decreto sobre las Iglesias orientales católicas) Inter Mirifica (Decreto sobre los Medios de comunicación social) Declaraciones conciliares Gravissimum Educationis (Declaración sobre la Educación Cristiana) Nostra Aetate (Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las Religiones no cristianas) Dignitatis Humanae (Declaración sobre la libertad religiosa)
Aprismo y Apristas en La Argentina. Derivas de Una Experiencia Antiimperialista en La "Encrucijada" Ideológica y Política de Los Años Treinta - Leandro Sessa