Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Tiempo en el cual una conocida ninfa llamada Eco quien, por castigo de Hera, era
la reina de los dioses del Olimpo, la condenó a repetir la última palabra que dijese
cualquier persona. Por esta razón no podía hacerle saber a Narciso que estaba
enamorada de él, hasta que un día se atrevió a darse a conocer.
Ante tal desprecio, la ninfa Eco se retiró, para desfallecer, en el interior de una
cueva. Por este cruel rechazo, la diosa de la venganza, llamada Némesis,
condenó a Narciso a enamorarse de su propia imagen, reflejada en una fuente, no
pudiendo evitar contemplarse a sí mismo, todo el tiempo, a tal punto que un día
estaba tan embelesado en esa contemplación, que se cayó dentro de la fuente y
murió ahogado. Como recuerdo de este trágico fin, en el lugar de la fuente donde
cayó Narciso, surgió una flor que lleva el nombre de este enamorado de sí mismo,
de su imagen y de su belleza.
Alguien de los despreciados rogó al cielo que, por justicia, él llegara a amar sin
poder adueñarse de lo que amara. Y Temis asintió al ruego tal. Junto a una fuente
clara, no tocada por hombre ni bestias ni follaje ni calor de sol, llega Narciso a
descansar; al ir a beber en sus aguas mira su propia imagen y es arrebatado por
el amor, juzgando que aquella imagen es un cuerpo real; queda inmóvil ante ella,
pasmado por su hermosura: sus ojos, su cabello, sus mejillas y cuello, su boca y
su color.
Es así como Eco, hasta el final, calca las últimas palabras de Narciso, envuelto
entre el dolor de la muerte lenta y la inaprehensión de su único amor. Cuando
fueron a recuperar el cuerpo inhabitado, no encontraron rasgo alguno; en vez de
cuerpo, encontraron una flor amarilla, con pétalos blancos, una flor grande y
solitaria que lleva inscrito el nombre de Narkisos. Al final de su muerte todos sus
conocidos y amores lloraron, cada ves que se escuchaba un lamento se entonaba
un Eco en el bosque.