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Estructura y Funcion Del Paraguay Colonial, H. Sanchez Quell
Estructura y Funcion Del Paraguay Colonial, H. Sanchez Quell
H. SÁNCHEZ QUELL
ESTRUCTURA Y FUNCIÓN
DEL
PARAGUAY COLONIAL
COLECCIÓN
CÚPULA
EDITORIAL
GUILLERMO KRAFT LIMITADA
FUNDADA EN 1864
BUENOS AIRES
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Queda hecho el depósito que previene la ley Nº 11.723.
Copyright by Editorial Guillermo Kraft Ltda.,
Calle Reconquista 319 – Buenos Aires.
De las naciones que surgieron bajo el impulso del genio hispánico, en las
tierras promisorias del nuevo mundo, hay una de ellas, que nace bajo un
signo especial y que desarrolla una historia de caracteres profundamente
diferenciados: este nación es el Paraguay. Su historia tiene una unidad tal,
que para explicar el proceso contemporáneo, es preciso conocer bien su
raigambre primera: su vida colonial.
Natalicio González, el magistral autor, de "Proceso y formación de la cultura
paraguaya", analiza la forma cómo se desenvuelve el espíritu humano en
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I PARTE
LOS LITIGIOS HISPANO LUSITANOS
Capítulo I
LA BUSQUEDA DE ESPECIAS
Capítulo II
BULA DE ALEJANDRO VI Y EL TRATADO DE TORDESILLAS
fijaba el origen del contaje de las leguas para el meridiano demarcador, pues
eran diversas las longitudes del archipiélago de Cabo Verde y de las Azores.
No definía la legua, cuyo valor variaba desde 14 1/6 hasta casi 22 leguas por
cada grado geográfico. No definía el paralelo en que se contaría la medida.
Era forzoso, por tanto, que los interesados se entendiesen directamente
sobre el caso.
Convencido estaba el Rey de Portugal de que eran suyas, por anteriores
actos internacionales, las tierras que habían tocado las carabelas colombinas.
Tenía dudas, eso sí, de si se trataba de Asia, o de región próxima a ella. En
su concepto, el camino para las Indias era el que contorneaba el Cabo da Boa
Esperança. Mantendría a todo costo su posesión, rubricando en esta forma el
secular empeño lusitano. Fronteros a Africa, hacia el oeste, se encontraban
largos trechos de tierra firme, según evidenciaban viajes no divulgados y
relaciones de pilotos.
De tales elementos de convicción, surgía la necesidad de impugnar la
legitimidad del dominio castellano en las playas ahora halladas por Colón y
presentar sus propios títulos. Además, había que resguardar cautelosamente
para Portugal el itinerario para el sudoeste y el sur, hasta el cabo y el mar
oriental, ya vencidos por Bartolomé Dias.
Las cortes de Madrid y Lisboa resolvieron iniciar negociaciones, las cuales
cristalizaron finalmente en el tratado de Tordesillas, signado el 7 de junio de
1494. Dicho pacto establecía lo que sigue: "Que se haga y señale por el dicho
mar Océano una raya o línea derecha de polo a polo, a saber, del Polo Artico
al Polo Antártico, que la tal raya se haya de dar, como dicho es, a trescientas
setenta leguas de las islas del Cabo Verde, hacia la parte del Poniente, por
grados o por otra manera, como mejor y más presto se pueda dar, de manera
que no sean más y que todo lo que hasta aquí se ha hallado y descubierto, y
de aquí adelante se hallare y descubriese por el dicho señor Rey de Portugal y
por sus navíos, así islas como tierra firme, desde la dicha raya y la línea dada
en la forma susodicha, yendo por la dicha parte del Levante dentro de la
dicha raya a la parte del Levante, o del norte, o del sur de ella, tanto que no
sea atravesando la dicha raya, que esto sea, y finque y pertenezca al dicho
señor Rey de Portugal, y a sus sucesores, para siempre jamás; y que todo lo
otro, así islas como tierra firme, halladas por los dichos señores Rey y Reina
de Castilla y de Aragón, y por sus navíos, desde la dicha raya dada en la
forma susodicha, yendo por la dicha parte del Poniente, después de pasada la
dicha raya hacia el Poniente, o el norte, o el sur de ella, que todo sea, y
finque y pertenezca a los dichos señores Rey y Reina de Castilla y de Aragón,
y sus sucesores, para siempre jamás".
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Capítulo III
CARABELAS EN EL RÍO DE LA PLATA
Hemos visto cómo Colón estaba firmemente convencido que había llegado a
la costa oriental del Asia, ignorando que las tierras por él descubiertas
constituían en realidad un nuevo continente. En esa creencia murió Colón, en
1506. Posteriores expediciones, especialmente la de Vasco Nuñez de Balboa,
que descubrió en 1613 el Mar del Sur (Océano Pacífico), demostraron ese
error geográfico.
Entretanto, los portugueses, siguiendo la ruta del sur de Africa y la India,
habían llegado a la península de Malaca, cruzado el estrecho situado entre
ésta y la isla de Borneo, y tomado posesión de las Molucas o Islas de la
Especiería. De aquí regresaban las naves cargadas de grandes riquezas.
Como el tratado de Tordesillas daba a los portugueses la exclusividad de la
navegación al Asia, por el este, a lo largo de la costa africana, los españoles,
para poder llegar a las Molucas, necesitaban hallar un estrecho que les
permitiera tomar la ruta occidental, esto es, que comunicara el Atlántico con
el Pacífico. No otra fue la causa del viaje de Juan Dias de Solís.
Este navegante firmó con el Rey un contrato, por el cual se comprometía a
emprender un viaje para el descubrimiento de "las espaldas de Castilla de
Oro", es decir, las costas de México bañadas por el Pacífico – para lo cual
debía cruzar, algún estrecho –, y "de allí adelante mil e setecientas leguas e
más", hasta llegar a las Molucas.
Tres carabelas, comandadas por Solís, llegaban en 1516, a un punto que,
situado un poco al occidente de Punta del Este, denominaron Candelaria
(actual Maldonado). Orillando la costa uruguaya, entraron después en un
agua que, por ser tan espaciosa y no salada, denominaron Mar Dulce. Es lo
que se conoció más tarde con el nombre de Río de la Plata.
Después de llegar a una isla, que llamó de Martín García, por haber
enterrado allí a un marinero de este nombre, Solís dirigióse de nuevo a la
costa uruguaya. Pero apenas tocó tierra, acompañado del contador Alarcón, el
factor Marquina y seis marineros, cayeron él y sus compañeros ante una
lluvia de flechas lanzadas por los indios charrúas que estaban agazapados en
la selva.
"Los charrúas – dice Alberto Zum Felde – andaban a pie, se guarecían en
toldos, iban desnudos, no tenían instrumentos de música, ni más armas que
la flecha y las boleadoras; se alimentaban de pescado y de caza menuda. El
caballo, la guitarra, el facón, son españoles; el rancho de terrón, el poncho, el
chiripá, el mate y otros elementos indígenas, son traídos por los españoles
del Paraguay y del Alto Perú, cuando fundan las reducciones de Soriano. Los
mismos nombres geográficos y vocablos indígenas incorporados a la lengua
común de estos países, son, en su casi totalidad, guaraníes, no charrúas; es
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sabido que éstos hablaban una lengua gutural, casi imposible de pronunciar,
y que el propio lenguaje que usaban más tarde, posteriormente a la
conquista, está lleno de influencias guaraníticas adquiridas por importación".
Solís descubrió en esa forma el Río de la Plata, pero su muerte desalentó a
la tripulación, que, en vez de proseguir la búsqueda del estrecho, emprendió
el regreso a España.
Nuevas carabelas llegaban al Río de la Plata en 1520. Iban al mando de
Hernando de Magallanes, portugués al servicio de España. Su objeto era el
mismo que había perseguido Solís; descubrir un estrecho entre los dos
océanos. "la nueva expedición – dice Stefan Zweig – constituyó la aventura
más audaz de la humanidad".
Después de cruzar el Atlántico y de llegar al Río de la Plata, donde
constataron que dicho estuario no era el estrecho que buscaban, siguieron la
costa de la Patagonia hasta alcanzar el estrecho, por donde efectuaron la
entrada. Tres semanas después llegaban a la salida occidental del estrecho, y
entre salvas de artillería se hicieron a la vela por el Mar del Sur. La travesía
de este océano duró tres meses y medio, hasta que por fin alcanzaron las
islas Filipinas, donde Magallanes fue muerto por los indios. Los buques se
dirigieron luego a las Molucas, y con un rico cargamento de especias, por lo
menos una de las cinco navas que habían comenzado la expedición, la
"Victoria", al mando de Juan Sebastián Elcano, alcanzó la costa española, a
los tres años de haber partido de ella. Este fue el primer viaje alrededor del
mundo.
La expedición de Solís, que regresaba desde el Río de la Plata rumbo a
España, fue azotada frente a Santa Catalina, en la costa del Brasil, por una
tempestad. Una de las carabelas naufragó, consiguiendo salvarse once
tripulantes. Estos llegaron a la costa habitada por los indios tupí-guaraníes, y
allí se establecieron. Los indígenas comunicaron a los recién llegados que,
muy al occidente, existía en el interior del continente la "tierra del Rey
Blanco", donde abundaban el oro y la plata. Se referían al Tahuantinsuyo o
tierra de los quéchuas, donde dominaba el Inca, es decir, el Emperador. Se
referían al Potojchi, que en lengua quéchua significa "cerro que brota plata", y
al que los españoles llamaban Potosí.
Alejo García, natural de Alentejo (Portugal), era uno de los náufragos.
Hombre de una audacia a toda prueba, se propuso llegar nada menos que a
la aurífera y argentada sierra. La acompañaron en su arriesgada empresa
Alejo de Ledesma, Francisco de Chaves y dos compañeros más, cuyos
nombres no ha podido precisarse. En Santa Catalina quedaron Enrique
Montes, Melchor Ramírez los otros cuatro. García y sus cuatro acompañantes
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las riquezas que en el dicho río había". Prosigue Gaboto su viaje y llega a
Santa Catalina, donde Enrique Montes y Melchor Ramírez le cuentan la misma
historia, en forma más concreta y precisa. Montes, llorando, presentaba
muestras de oro y plata. Y añadía que Gaboto y compañeros eran los
hombres más venturosos del mundo, pues tanta era la plata y el oro que
había en el Río de la Plata, que todos, pajes y marineros, volverían ricos.
Gaboto no vaciló ya entonces en desistir de su viaje a las Molucas, y dirigióse
resueltamente al Río de la Plata. Una vez en el estuario, Gaboto remontó el
río Uruguay y luego el río Paraná, fundó el fuerte de Sancti Spiritus en la
confluencia con el Carcarañá, exploró este río, el Paraná y el Paraguay,
llegando, en 1528, hasta un punto que probablemente fuese Emboscada,
donde los indios mataron a varios españoles. Vuelto Gaboto a Sancti Spiritus,
emprendió una segunda expedición al norte, esta vez en compañía de Diego
García, la que obtuvo resultado igualmente negativo. Por otra parte, poco
después los indios destruyeron totalmente la fortaleza de Sancti Spiritus.
Después de tantas contrariedades, Gaboto se vio obligado a regresar a
España.
Once carabelas, que constituían la más grande y magnífica expedición
llegada hasta entonces, arribaban en 1536 al Río de la Plata bajo el mando de
Don Pedro de Mendoza. Pero, antes de ocuparnos de ella, debemos estudiar
la capitulación tomada con dicho conquistador el 21 de mayo de 1534 y los
antecedentes de la misma.
En enero de 1534 llegaba a Sevilla Hernando de Pizarro, procedente del
Perú, con el rescate de Atahualpa, inmenso cargamento de oro y plata, que
llenó de asombró a toda Europa: la fiebre del oro corrió por toda la península
ibérica. Fue entonces cuando Portugal, informada por su diplomacia fina y
vigilante, preparó en secreto una expedición que fuese al Río de la Plata para
llegar por esa vía al Perú.
Una real cédula escrita por la Reina al Embajador español en Lisboa, Lope
Hurtado, con fecha 17 de febrero de 1531, demuestra que ya entonces en
España se creía que los portugueses "desde el puerto de San Vicente, que es
en su demarcación, pensaban de entrar por tierra al Río de la Plata, e que
también se decía que dos galeones de los que llevaban habían de volver
después de ser llegados allá, al río de Morañón, porque dicen que entra en su
demarcación". La esta armada, dirigida por Alfonso de Sousa, iba también
Enrique Montes, náufrago del tiempo de Solís, antiguo compañero de Alejo
García, que había vuelto con Gaboto.
En España se temía, pues, que los portugueses pretendiesen llegar al Perú
cruzando por tierra el Brasil, o remontando el Marañón, y para impedir la
sólo hacían la comida y lavaban la ropa, sino que – tal era la flaqueza en que
habían caído los hombres – hacían centinela, rondaban los fuegos, armaban
las ballestas y daban alarma por el campo a voces.
Ayolas, que había partido Paraná, arriba en busca de víveres, regresó a
Buenos Aires, después de haber fundado el fuerte de Corpus Christi en las
cercanías del antiguo Sancti Spiritus, en la región de los indios timbúes. Los
barcos traían provisiones, especialmente maíz y pescado.
Mendoza resuelve entonces trasladarse a Corpus Christi. "Determinaron –
dice Isabel de Guevara – subir el río arriba, así flacos como estaban, y en
entrada de invierno, en dos bergantines los pocos que quedaban vivos; las
fatigadas mujeres los cargaban y los miraban y les guisaban la comida,
trayendo la leña a cuestas de fuera del navío y animándolos con palabras
varoniles que no se dejasen morir, pues pronto darían en tierra de comida,
metiéndolos a cuesta en los bergantines con tanto amor como si fueran sus
propios hijos, y como llegamos a una generación de indios que se llamaban
timbúes, señores la mucho pescado, de nuevo la servíamos en buscarles
diversos modos de guisarlo porque no les diese en rostro.
Todos los servicios del navío los tomaban ellas tan a pecho que se tenía por
afrentada la que menos hacía que otra, sirviendo de marear la vela, y
gobernar el navío y sondar de proa y tomar el remo al soldado que no podía
bogar. Verdad es que, a estas cosas ellas no eran apremiadas, ni las hacían
de obligación, ni las obligaba si, solamente, la caridad".
"Van – dice Larreta – los dos bergantines navegando despacio por el
Paraná, aguas arriba. Hacia el norte. Sopla un viento desigual; pero entre
socollada y socollada algo tiran las velas. Como capas de pordiosero las velas
con tanto remiendo. Cielo azul. Ni una nube. Sol frío, plateado, de fines de
Julio. Los conquistadores semejan cadáveres, así extendidos de espaldas
sobre la cubierta, con los ojos cerrados o muy abiertos y fijos. En sus rostros
febriles la tez amarilla desaparece casi bajo la pelambrera de cabellos y
barbas. Sus piernas señálanse como cañas bajo la calza andrajosa. Ahora
hasta las mujeres descansan. Una que otra le acaricia la mano a un
moribundo o lo besa en la frente.
Pasan, a ambos lados, las costas salvajes, con sus bosques terribles.
Aquélla muy distante, ésta muy próxima. Ha crujido una rama seca. Alguna
pesada alimaña. De pronto, en el gran silencio, óyese el grito largo y como
sonriente de un pájaro que parece encantado. El viento empieza a cambiar.
Las velas dan ahora parchazos contra el mástil. Otra vez el grito del ave. ¿Se
burla o quiere decir que ya está cerca la ciudad de los templos de oro y calles
de plata?"
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Capítulo IV
"TRAYENDO LOS PALOS A CUESTAS"
La llamada región oriental del Paraguay, es una de las zonas mejor regadas
del planeta. Y la llamada región occidental, o Chaco, es una tierra sin agua.
Aquélla, es una sucesión de colinas y hondonadas, de cerros y llanuras, de
campos y selvas; ésta se ofrece como un llano salobre, en gran parte cubierto
de ásperos espartillares y de árboles anárquicos, de hojas ralas, que crecen
en una enconada soledad individualista, y cuyas maderas compiten en dureza
con el hierro.
La selva del Paraguay oriental es nutrida, espesa, exuberante, y se decora
como una mujer con la gracia de una orquídea o con las pomposas flores de
colores brillantes múltiples, de árboles tan altos como una catedral. La
vegetación se apiña; una planta defiende a otra de las furias de las
tormentas, y la sombra de las más antiguas ampara de la ira del sol a los
tiernos vástagos que lanzan su copa como una flecha hacia las alturas.
Acústicas aguas entonan su balada de siglos y una infinita variedad de aves
lucen sus plumas multicolores y descargan en la brisa las notas de su trino.
Todos los rumores de la selva se resuelven en una armonía y la multitud
infinita de los árboles en un organismo único. El todo inculca en el morador
de aquellos lugares el sentido gregario da la vida.
Las selvas del Chaco no resguardan del sol. El fuego solar cae a plomo y
calcina el suelo como en un campo abierto; las escasas hojas se estremecen
desesperadas en la candente atmósfera, sus menudas sombras se disuelven
en el aire antes de proyectarse en la tierra arenosa, desprovista de humus.
No hay arroyos, y la ausencia de agua implica la ausencia de aves. Los
árboles no se apiñan; se elevan separados uno de otro. Se diría que el hábito
de las palmeras se ha contagiado a toda la vegetación del Chaco. Las palmas
surgen de la tierra cono saetas; se despliegan en la llanura como un ejército;
mantienen distancias regulares una de otras; cada cual se aísla como si
temiese disolver su individualidad en la vasta multitud anónima; cada cual
tremola al viento sus penachos verdes como una bandera, símbolo de una
entidad autónoma. Los bosques del Chaco no son, por su estilo, sino una
variante de los palmares del Chaco. Cada árbol vive aislado del semejante.
Orgulloso e inhóspito, rechaza al vegetal y rechaza al hombre. No brinda
sombra; amenaza con sus espinas. Es casi una piedra con raíces y con
ramas; enciende un rosario de chispas en el filo del hacha que lo hiere; usada
su madera como cimiento, no la pudre ni el agua ni la tierra; huraño, frío,
duro, precisa el curso la los siglos para crecer y vive mil años. Da al mundo
una lección de implacable individualismo.
La región oriental es amena, mesurada, armoniosa. Es la zona del equilibrio
entre dos hiérboles [2] de la naturaleza; la tierra de las colinas suaves, de los
ríos silenciosos y cordiales, de los cerros que decoran el paisaje sin imponer
por su grandeza. Al oriente de él impera el reino de la exuberancia, se
extiende el suelo dionisíaco del Brasil. En sus propios límites el salto del
Guairá, y las cataratas del Yguazú dan el espectáculo de una grandeza
arrebatadora. Como réplica a estos ríos inmensos que se despeñan en
abismos de rocas, produciendo el ruido de cien truenos, la región oriental
ofrece una serie de saltos de una elegancia clásica, de perfecta belleza,
medidos, alegres, que ocultan la fuerza en el seno de la gracia. Al occidente
dominan dos grandezas desoladas. Primero, allá, lejos, los Andes, con sus
cúpulas de nieve sólo holladas por los cóndores, y sus páramos inclementes.
Y luego el Chaco, que repite en estilo propio el mismo motivo de esterilidad,
grandeza y miseria de las altas cordilleras. Porque la originalidad del Chaco
reside en eso; es una llanura con alma de montaña. Es un páramo ardiente
así como las cumbres de los Andes son un páramo helado. La sal de la llanura
es la réplica de la nieve de la cumbre. Ambos conservan, momifican; los
restos humanos no se disuelven, se secan en la tierra salobre del Chaco como
en la nieve cortante de los Andes. Si el Chimborazo es una soledad lograda
mediante la emerción, el Chaco es la misma soledad alcanzada por vía de la
extensión.
La región oriental es normal, armónica; el Chaco es brusco, discontinuo;
aquélla seduce por la leve gracia irónica de su carácter, éste apasiona o aleja
por el agrio misterio de su alma. Voltaire, que es clásico, hizo viajar por el
Paraguay oriental a Cándido; Dostoiewsky, que es romántico, bien pudo elegir
el Paraguay occidental para teatro de sus dramas da torturados.
El río Paraguay, que corre entre las dos regiones que constituyen el cuerpo
físico de la nación guaraní, las concilia y contribuye a realizar la fusión de lo
contradictorio. Sus aguas mansas, frecuentadas por la fealdad agresiva de los
saurios y por la belleza esbelta de las garzas, sirven de teatro a los sucesos
más considerables de la historia paraguaya. El río paterno distiende su influjo
en la banda de oriente y en la banda de occidente, introduciendo en ambas
regiones antitéticas elementos de conciliación, factores de homogeneidad, un
solo espíritu. En su fuga hacia los mares, la gran arteria fluvial no sólo realiza
una labor de síntesis, sino que da un sentido de universalidad a lo
mediterráneo. Abre las puertas del mundo al corazón de América"
Tal el escenario en que va a efectuarse la representación. Veamos ahora los
actores.
En primer lugar, los españoles, los forasteros que llegaban de Europa. El
pueblo español es, como se sabe, un crisol étnico. Originariamente poblaban
la península los iberos y los vascos. Luego llegaron los cartagineses. Más
El dios de los guaraníes era "Tupã". Para ellos, el "yvaga" era algo así como
el paraíso de los cristianos. Además, creían en ciertos geniecillos y duendes
autóctonos, que poblaban ríos, selvas, campos y sierras. "Pombero", con
vellos hasta en la planta de los pies, es el genio de la noche. "Pora" es el
fantasma. "Jasy-Jatere", (e1 niño rubio que silba su nombre en la siesta
estival. Y "Kurupi", el enano bronceado y fornido que camina con el extenso
falo enroscado en la cintura. (Aún hoy, no hay niño campesino en el Paraguay
que no crea en tales supersticiones).
Y ahora, ocupémonos ya de la fundación de la ciudad de Asunción.
Habíamos dicho que Juan de Salazar partió la Buenos Aires en busca de
Ayolas el 15 de enero da 1537. Los bergantines remontaron el Paraná, y
luego el Paraguay, pasaron delante de Ita-Pyta-Punta (piedra roja erguida) y
entraron en la bahía del cacique Caracará. Allí estaba Paragua-y, tava de
indios guaraníes labradores y hospitalarios, que recibieron cordialmente a los
españoles. Entonces Salazar concibió fundar allí una ciudad a su regreso. Él
mismo nos lo cuenta: "A la subida de este río del Paraguay, llegados a este
paraje de la Frontera, y vistas las grandes necesidades pasadas, este testigo
(Salazar) tomó parecer de Hernando de Rivera, de Gonzalo de Morán, de
Gonzalo de Mendoza, de los religiosos y otras personas, si les parecía que era
bien y convenía al servicio de S. M. hacer un fuerte en este paraje y hacer
paces con esta generación de indios carios (guaraníes). Los cuales (Ribera,
Gonzalo de Mendoza, etcétera) dijeron ante Amador de Montaya, Escribano
de S. M., que les parecía bien y cosa muy útil y provechosa a esta conquista.
Y así visto lo susodicho, asentaron paz y concordia con los indios de esta
tierra y les dijeron que de vuelta se haría una casa y pueblo".
Convenida la construcción del fuerte, siguieron al norte aquellos hombres
blancos "con armaduras de fierro, tonantes como Tupã, dios del trueno";
aquellos hombres blancos que, cruzando las "aguas grandes", venían del lado
de la aurora, "de donde todas las mañanas se levanta Arasy, fuente de la luz,
el sol". Otros habían venido antes: Alejo García "hacía doce inviernos",
Gaboto hacia nueve y Ayolas "hacía cuatro lunas".
Salazar llega a Candelaria, donde se encuentra con Domingo de Irala.
Juntos buscan noticias de Ayolas, que se había internado en el Chaco rumbo a
la Sierra de la Plata. Juntos bajan luego hasta un puerto de los guaraníes –
probablemente Ita-pua o Tapuá (hoy Piquete-cué), donde aderezaron las dos
naves de Irala, "las calafatearon e les pusieron remos e jarcias". De allí Irala
retorna a Candelaria, mientras Salazar baja por el río hasta la bahía del
cacique Caracará, donde, dando cumplimiento a su promesa, funda el 15 de
Capítulo V
LA PRIMERA REBELION
Galán hacía dos años. Irala estudió si le convendría más juntar toda la gente
en Buenos Aires o en Asunción. Esta última ofrecía más ventajas, por razones
de diversa índole. 1º) Causa geográfica: se hallaba situada mis cerca de la
Sierra de la Plata; de allí se emprendería con más probabilidades la conquista.
2º) Causa étnica: los guaraníes eran gente hospitalaria, mientras que los
pampas eran enemigos terribles, sitiadores e incendiarios. 3º) causa
económica: las tierras del Paraguay eran fértiles y los guaraníes avezados
agricultores; en cambio Buenos Aires, con su pampa desolada, no parecía
ofrecer mayor aliciente para la labranza. 4º) Causa política: era quitar la
última autoridad que correspondía a Ruiz Galán, el cual había sido dejado por
Don Pedro da Mendoza con poderes para mandar en Buenos Aires. Además,
Ruiz Galán, que se sentía candidato a sucesor de Mendoza, había dicho de
Irala en cierto, ocasión: "Mira qué hombrezillo, se quiere poner conmigo,
sabiendo cómo vino a esta tierra".
Tales fueron las causas que habrían pesado en el ánimo de Irala para
decidirse por Asunción. A principios de 1541 – a los cinco años de la
fundación de Mendoza –, Irala bajó a Buenos Aires, ordenó el incendio de los
últimos ranchos y trajo los pobladores a Asunción. Poco después, repartió
tierras e indios entre los conquistadores.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue designado por el Rey de España
Adelantado del Río de la Plata. Luego de pelear en Villalar contra los
comuneros de Castilla, había marchado en una expedición a la Florida.
Después de un naufragio, cayó en cautiverio de los indios, pero supo hacerse
pasar por hechicero y llegó hasta México, de donde emprendió el regreso a
España. Dirigiéndose a su nueva Gobernación, llegó a Santa Catalina, donde
supo la despoblación de Buenos Aires. Entonces resolvió encaminarse a
Asunción por vía directa. Venciendo los obstáculos que le oponía una
naturaleza áspera y montuosa, y la hostilidad de numerosas tribus, siguió el
itinerario de Alejo García. Cruzó los ríos Uruguay, Pepirí-Guazú, Yguazú,
Paraná. y Monday. Después de un viaje de 400 leguas a través de bosques,
ríos y serranías, llegó en 1542 a Asunción, donde fue reconocido por Irala
como gobernador.
Al año siguiente, prodújose en Asunción un incendio que duró cuatro días y
que redujo cenizas las tres cuartas partes de la ciudad. El arroyo Jaén –
nombre que quizá le venga del conquistador García de Jaén – sirvió de valla a
las llamas, salvándose las casas que se hallaban al otro lado.
En ese mismo año, Alvar Núñez partía de Asunción al frente de 10
bergantines y 120 canoas, rumbo al Puerto de los Reyes, situado sobre el río
Paraguay entre los 17 y 18 grados. Allí se internaron con destino a la Sierra
de la Plata, pero, después de largas jornadas y con las tropas diezmadas por
la fiebre de esos lugares pantanosos, Alvar Núñez tuvo que emprender el
regreso, coronándose la expedición con el más completo fracaso. El
descontento era unánime.
"Las causas del fracaso de Alvar Núñez – dice Gandía – en parte dependían
de su orgullo y del desprecio con que muchas veces había tratado a lo
conquistadores, soldados muy pagados de su dignidad y a la vez colonos que
por la vida de privaciones que sin excepción todos llevaban, se sentían iguales
ante las dificultades y esperanzas que les presentaba y ofrecía aquella
conquista. Pero si bien su impolítica conducta había contribuido grandemente
a hacerlo impopular y precipitar su caída, es innegable que su ruina, se debió
en primer lugar a la ambición y oposición de los Oficiales Reales, que querían
igualársele en el poder, y a las ansias de mando de Domingo de Irala, el cual
no se resignaba a perder el gobierno que había heredado de Juan de Ayolas".
A los siete años escasos de fundada Asunción, ya sus calles se vieron
agitadas por luchas entre sectores de opinión. La noche del viernes 25 de
abril de 1544, día de San Marcos, estalla la primera rebelión. Irala y los suyos
hicieron llamar a los principales amigos de Alvar Núñez y "mañosamente" los
encerraron en las casas de Lope Duarte y Esteban Vallejo.
Ha los mismos instantes, los Oficiales Reales Felipe de Cáceres, Pedro de
Orantes, Alonso Cabrera y Garcí Venegas, penetraron en la casa de Alvar
Núñez, "todos con las mechas encendidas y sus arcabuces cargados y con las
ballestas armadas, y otros con las espadas desnudas", gritando "¡Libertad!
¡Libertad!", y sorprendieron al Adelantado enfermo en la cama, "que no me
podía tener en pie", según sus mismas palabras. Lo sacaron por fuerza de la
cama y en camisa, sin que cesaran los gritos, lo llevaron a la casa de Garcí
Venegas, donde le pusieron unos grillos en los pies y lo encerraron en la
despensa de los criados, estrecha y sin luz, con numerosa guardia de
soldados. Después de esto los revolucionarios dieron una vuelta por la ciudad,
"alborotando y desasosegando", golpeando un tambor y gritando, todos en
coro, "Libertad! Libertad!". En seguida fueron apresados los demás partidarios
de Alvar Núñez. Los Oficiales Reales volvieron a recorrer las calles aquella
misma noche, tocando un tambor y voceando un bando que decía: "Mandan
los Señores Oficiales de Su Majestad que ninguno sea osado de salir de su
casa, so pena de la vida", y entre tanto tocaban un tambor y muchas voces
gritaban: "¡Libertad! ¡Libertad!".
El día siguiente al golpe contra Alvar Núñez, se reunieron ante la casa de
Irala los Oficiales Reales y gran número de revolucionarios, que algunos
documentos de la época llaman "comuneros". Allí el escribano leyó una serie
Capítulo VI
GANADO, TRIGO Y VINO
Sevilla. "El azúcar se hace sin haber maestro, ni ingenio, ni trapiche", decía,
con tal motivo, el fundador de la Asunción, Juan de Salazar. La falta de
maquinarias y personas competentes para la industria dificultó bastante su
desarrollo hasta la llegada de Juan de Garay, quien trajo consigo del Perú "el
primer maestro de hacer azúcar", dando ocasión a un sensible progreso en la
producción de miel, azúcar y dulce, que comenzaron a ser objeto de
exportación.
La introducción de la vid, y su cultivo, que se inició con éxito, dieron
asimismo nacimiento a otra de las industrias más antiguas de la provincia. El
vino que se producía en los primeros tiempos fue, según parece, de excelente
calidad. "Dáse todo viñedo y se coje mucho y buen vino", dice López de
Velasco en su "Geografía y Descripción Universal de las Indias" de 1571. Y
Martín de Orué escribía al rey en 1573 que la cosecha alcanzaba ese año a
más de 6.000 arrobas, agregando que el "vino es bueno y cada día va en
alzamiento". En 1602 existían en el espacio de seis leguas alrededor de
Asunción, 127 viñedos con 1.778.000 cepas.
El vino procedente del Paraguay tenía en Buenos Aires, todavía en 1620, un
precio superior al que se introducía de Chile y Córdoba. Y ese mismo
producto, así como otros no menos apreciados, se exportaba a las
poblaciones del interior. Santa Fe era el punto intermedio del comercio
asunceno con las ciudades del occidente; "es puerto de muchas mercaderías,
escribía el tesorero Montalvo, que vienen de la gobernación de Tucumán para
subir de allí a la ciudad de Asunción y de allí bajan otros muchos a Santa Fe
de azúcares y confituras y diacitriones y diversidad de conservas y vinos y
otras cosas por los llevar a la gobernación de Tucumán y al Perú". A los pocos
días de fundada Buenos Aires (la segunda, la de Garay) despachábanse
también para España en una carabela una buena partida de productos
análogos, procedentes de Asunción".
Vemos, pues, cómo en el siglo XVI la producción paraguaya había llegado
ya a rebasar los límites de las necesidades locales. Tanto los frutos
vernáculos, como los de procedencia foránea, firmemente adaptados, daban
resultadas espléndidos y abundante cosecha.
De esta manera, mientras el suelo, el clima y otros factores influían
decididamente sobre los destinos materiales de la colonia, dotándola de los
elementos económicos necesarios para su desarrollo, el medio iba marcando,
en líneas psicológicas precisas, las costumbres y las peculiaridades simples
que habrían de manifestarse en el alma nacional.
EL folklore, o ciencia de las tradiciones y costumbres del pueblo, es, sin
duda, utilísimo instrumento para conocer las expresiones más auténticas del
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durar una, dos o tres semanas, según sea la cantidad de caña de azúcar que
se ha cosechado. Terminada la "tarea", pasan a otro rancho donde también
haya un trapiche, y allí prosiguen la labor colectiva y el general regocijo.
Ese espíritu cooperativista se manifiesta en todos los trabajos de la tierra.
J. Rodolfo Bordón anota lo que sigue:
"Los vecinos se unen aún hoy mismo, se dan la mano en todo, empezando
desde la construcción de las viviendas en que se ayudan mutuamente. Para la
labranza de la tierra, los más pudientes prestan bueyes y arados a los más
pobres y, alternativamente, se ayudan en la carpida o en la cosecha, lo
mismo que en la molienda de mandioca para la fabricación del almidón. Lo
mismo ocurre en las "yerras" o marcaciones de animales. Las tierras de labor
de diferentes vecinos están cercadas, generalmente, en común, con un
alambrado colectivo, de cuya conservación todos cuidan. En los alrededores
de algunos pueblos existen todavía los antiguos campos comunales (ejidos).
Hasta en la construcción de las iglesias la obra es común, colectiva, en
contribuciones y trabajos. Yo recuerdo todavía, cuando niño, en mi pueblo
natal, Villa Rica, los toques de campana pidiendo agua para llenar
permanentemente el gran aljibe que servía en la construcción del templo".
Grandes fueron, sin duda, aquellos días iniciales. Millares de ganados
pastaban en los campos de uso común. El trigo, cuyo cultivo se había
generalizado, proveía a las necesidades de la población. El vino paraguayo, de
excelente calidad, se exportaba a Buenos Aires, Santa Fe, Tucumán y Perú. Y
apoyada en el fuerte espíritu de cooperación que presidía todas las labores
del agro, la colonia progresaba incesantemente.
Capítulo VII
BANDEIRANTES Y DIPLOMÁTICOS ENSANCHAN EL MAPA
El Uruguay era para Buenos Aires una gran estancia. Portugal decide
aprovechar para sí la enorme riqueza. Con ese objeto, Manuel Lobo,
cumpliendo órdenes de la Corte de Lisboa, funda en 1680 la Colonia do
Sacramento, en la costa frontera a Buenos Aires. Los portugueses burlaban
así, una vez más, el compromiso de Tordesillas. Apenas instalados,
emprenden la venta de cueros en gran escala, comerciando libremente con
ingleses y holandeses, quienes debido al monopolio español encontraban
siempre cerrados los mercados de América. Partidas de aventureros,
bandoleros e indígenas recorren toda la comarca, arreando y cuereando
ganado, que venden o contrabandean en la costa. El comercio portugués de
cueros en la Colonia do Sacramento toma tal importancia, que el gobierno
español de Buenos Aires resuelve ocupar la región y fundar poblaciones en
ella.
El Gobernador de Buenos Aires, José de Garro, cumpliendo instrucciones de
Madrid, envió al Maestre de Campo Antonio de Vera Muxica con fuerzas
suficientes para arrasar la Colonia do Sacramento. En la refriega, fue tomado
prisionero Manuel Lobo. Al saberse en Lisboa la pérdida de Colonia, ordenóse
de inmediato la concentración de tropas en la frontera con Castilla. El
gobierno español, en su eterna tragedia financiera, no estaba en condiciones
de afrontar la lucha. La tales dificultades, el único recurso que restaba era dar
satisfacciones a Portugal. El Embajador español en Lisboa diólas en forma
amplia.
Por el tratado de 1681, firmado poco después, España se comprometía a
punir al Gobernador de Buenos Aires, a restituir las armas, municiones y
pertrechos tomados en Colonia y a reinstalar a los portugueses expulsados. El
uso del territorio para cortar leña, pastar ganado, cazar, pescar, etcétera, en
vez de ser atributo de soberanía, pasaba a ser consentido por el invasor, el
cual, a su turno, se abstendría de molestar a los indios y a los vecinos de la
otra corona. Finalmente, se resolvía postergar la investigación de la línea de
Tordesillas. Nuevas comisiones de cosmógrafos se reunirían para decidir si
Colonia quedaba al occidente o al oriente del límite citado.
La obra de los bandeirantes iba dando, pues, sus primeros frutos a
Portugal.
En 1750, este último obtuvo un rotundo triunfo diplomático sobre España. Y
ese triunfo fue obra de un brasileño. Alejandro de Gusmão, nacido en Santos,
había ido a estudiar a Europa, doctorándose en leyes en la Universidad de
Coimbra. Nombrado Secretario de Juan VI, después de haber actuado en
París y en Roma, fue Gusmão quien redactó el proyecto y obtuvo que España
firmara el tratado del 13 de Enero de 1750.
Resumiendo, tenemos que el límite establecido era una línea que iba por el
arroyo que desemboca junto al Monte de los Castillos Grandes, y que seguía
por los ríos Ybycuí, Uruguay, Pepirí, San Antonio (que desemboca en el
Yguazú), Paraná, Ygurey, Corrientes y Paraguay hasta la boca del Jaurú.
(Véase Mapa al final).
Por este acuerdo, Portugal cedía a España la Colonia do Sacramento, a
cambio de las siete misiones jesuíticas situadas al norte del Ybycuí y al este
del Uruguay.
Este tratado, desastroso para España, fue objeto de unánime crítica en las
colonias españolas. Los jesuitas, por su parte, tampoco podían ver con agrado
este acuerdo, que los obligaba a abandonar sus tierras después de tantos
años de sacrificio. Y con el agravante de entregarlas a los odiados
bandeirantes. "¿Era a estos enemigos de más de tres generaciones – comenta
un autor – que ingenua o perversamente se entregaban, no la tierra y la
gente, sino la tierra sin la gente? La gente había de dejar sus iglesias que aún
hoy causan la admiración de los viajeros, sus labranzas, sus casas, sus
chácaras fertilizadas incansablemente en lucha secular, tenía que emigrar en
condiciones mucho peores que la primera vez, cuando huyeron de los
mamelucos, pues entonces al menos estaban acostumbrados a vivir del
monte y andaban ajenos a las comodidades de la cultura, y el éxodo debía
hacerse dentro de un año y sería de 30.000 almas, viejos, mujeres, criaturas,
700.000 cabezas de ganado. ¿Sabíase al menos para dónde?..."
Cuando los demarcadores hispano-lusitanos se dirigieron a Santa Tecla –
cuenta Nery da Fonseca –, se encontraron con el indio Sapé, alférez del
pueblo de San Miguel, a la cabeza de 600 indios. De la reclamación que hacía
el indio Sapé, resaltaba que "no había derecho para tirarles de aquellas
tierras que Dios y San Miguel les tenían dadas". Preguntándosele "¿por orden
de quién venían a embarazar el paso, y no daban cumplimiento a las órdenes
del rey?", respondió: "De orden del Padre Superior y de su Padre Cura".
Al estallar la sublevación de los indios misioneros, conocida con el nombre
de Guerra Guaranítica, aliáronse por un momento los dos vecinos adversarios
para combatir al enemigo común, que era el jesuita. Entre 1754 y 1756, dos
ejércitos, español y portugués, comandados por José de Andonaegui y Gomes
Freire de Andrada, destruyeron las reducciones guaraníes y ocuparon la
región. Caa-Ybaté fue el final de la contienda.
Los comisarios nombrados para la demarcación de la frontera meridional no
pudieron arribar a un acuerdo. Por otra parte, de todos lados seguían
llegando protestas contra el tratado de 1750. Finalmente, por el acuerdo de
1761, fue declarado caduco.
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Al año siguiente, esto es, en 1778, firmóso entre las dos coronas el tratado
de El Pardo, de carácter preponderantemente comercial. Entre otras
cláusulas, establecía que Santa Catalina podía ser escala para
reabastecimiento de las naves españolas. La regla comercial a observar, sería
la de nación más favorecida. Desaparecía el contrato del tráfico de esclavos.
El tabaco consumido en las islas y costas africanas sería el del Brasil.
Con el transcurso del tiempo, los bandeirantes, cazadores de esclavos, se
convirtieron en cazadores de esmeralda y oro. En sus correrías llegaron hasta
Matto Grosso – que por el tratado de Tordesillas pertenecía a España – y allí
fundaron Cuyabá, San Francisco Xavier, Villa Bella, Coimbra, Albuquerque y
Corumbá. El tratado de San Ildefonso venía a legalizar parcialmente esas
usurpaciones.
Los portugueses, deseosos de adueñarse de más tierras del Paraguay,
hasta el río Ypané, fundaron en 1767, dirigidos por el Mayor Juan Martins
Ramos, el fuerte de Igatimí, a 30 leguas de Curuguaty. Esto les daba la llave
de la sierra de Mbaracayú y les abría una puerta de entrada hacia Asunción.
Pero, en 1777, el Gobernador del Paraguay, Agustín Fernando de Pinedo, los
desalojó de ese lugar. Un año antes, el mismo Gobernador había fundado
sobre el río Paraguay la Villa Real de la Concepción, a fin de contener la
invasión de los portugueses.
Con el mismo objeto, en 1792, el Gobernador Joaquín Alós encomendó al
Comandante Antonio Zabala y Delgadillo la fundación del Fuerte Borbón (hoy
Olimpo).
Y en 1801, enterado de la guerra que estalló en Europa entre España y
Portugal, el Gobernador Lázaro de Ribera dirigió personalmente una
expedición al Alto Paraguay con el propósito de desalojar a los portugueses
de Coimbra. La bien parapetada guarnición del fuerte rechazó el ataque
español.
En cuanto a las siete misiones jesuíticas a que nos hemos referido
anteriormente, al estallar el conflicto de 1801, fueron ocupadas de nuevo por
los portugueses. Un capitán de dragones, Francisco Barreto Pereira Pinto, al
frente de un grupo de jinetes gauchos, derrotó, en San Borja a las fuerzas
españolas. Desde entonces, esas tierras continuaron sin interrupción en poder
de Portugal, y luego del Brasil, su heredero.
La guerra de 1801 fue el último capítulo de la epopeya comenzada por los
bandeirantes en el siglo XVII.
II PARTE
EL PARAGUAY Y BUENOS AIRES
Capítulo I
SEGREGACION DE AMAZONAS Y DE CUYO
Buenos Aires aún no existía. Pero, con el correr de los años, bajo su
jurisdicción iría a parar la región cuyana. En cuanto a la hoya amazónica,
pasaría en definitiva a manos del Brasil.
La capitulación de Ortiz de Zárate, al no incluir los territorios de Amazonas
y Cuyo, constituyó la segunda desmembración que sufrió el Paraguay durante
el coloniaje.
Capítulo II
SEMBRANDO CIUDADES A LOS CUATRO VIENTOS
Santa Fe, Corrientes, Villa Rica, Santa Cruz de la Sierra y otro tantos núcleos
de civilización. Brillante fue, sin duda, el origen del Paraguay. Pero Asunción,
la ciudad madre y fundadora, que aportó los elementos y los medios
económicos para su mantenimiento, quedó anémica, desangrada. "Como el
pelícano de la fábula – dice Domínguez – se desgarró las entrañas, para
alimentar a sus hijos".
Capítulo III
LA PERDIDA DEL LITORAL ATLANTICO
Por el año 1555, llegaba a las costas cálidas y brillantes del Brasil la
expedición en que venían Juan de Salazar, los hermanos Goes y otros varios
hidalgos españoles y portugueses. Entre ellos venían también el Capitán
Hernando de Trejo y doña María de Sanabria.
Estos últimos contrajeron enlace a poco de llegar. En San Francisco,
ubicada en la costa brasileña que pertenecía a la Corona de España y formaba
parte de la Provincia del Paraguay, tuvieron un niño, el más tarde Fray doctor
Hernando de Trejo y Sanabria, que en 1613 fundara en Córdoba la primera
Universidad del Río de la Plata.
Don Hernando, militar y hombre poco hecho para la quietud, no se hallaba
a gusto en aquellas soledades. Resuelto a buscar nuevos horizontes,
emprende, acompañado de su familia, el camino de Asunción.
Aquí transcurrió la niñez de Trejo y Sanabria. Cuando cumplió 15 años, su
madre pensó que convendría hacerle ampliar sus estudios. Por entonces
llegaron hasta ella noticias del Colegio Franciscano de Lima. Allá iría, pues, a
estudiar el muchacho. El viaje se realizó en menos tiempo que el esperado.
Pasan los años, y el recuerdo del mozo se hace cada vez más difuso entre los
vecinos. Mientras tanto, el joven Hernando vela en Lima. Cumplidos los 23
años, recibía su título de Doctor en Sagrada Teología. Se le encomienda poco
después la dura misión de catequizar a los indios del Perú y de Tucumán. El
19 de junio de 1589 echan a repicar las campanas, más de seiscientos
habitantes toman el camino de Tucumbú para recibirlo y Trejo y Sanabria
entra triunfante en Asunción. En 1592, Felipe II lo nombra obispo de
Tucumán. En 1600 funda en Córdoba un seminario con el nombre de
Convictorio de San Francisco Xavier. Dicho establecimiento es declarado, diez
años más tarde, Colegio Máximo Jesuítico. Trejo y Sanabria hace un
verdadero apostolado de la enseñanza. En 1613 dona por escritura pública
todos sus bienes muebles y raíces y sus rentas al citado colegio, que más
tarde adquiere el carácter de Universidad. Así levantó un monumento al
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gobernación, pero porque si quedase con solas las tres ciudades de Guairá
(Ciudad Real), Villa Rica y Xerez, como Hernandarias escribió a Vuestra
Majestad, sería de poca consideración... es mi parecer que se la agregase la
de la Asunción... con lo que quedaría cada uno de los dos gobiernos con
cuatro ciudades".
Desgraciadamente, el informe del Virrey prevaleció sobre el pedido del
Gobernador. Y por Real Cédula del 16 de diciembre de 1617, el Rey dividió la
Provincia del Paraguay o Río de la Plata en dos: A la primera, que también se
llamó del Guairá, correspondían Asunción, Santiago de Xerez, Villa Rica y
Ciudad Real. A la segunda pertenecían Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y
Concepción del Bermejo.
La división se hizo, como dice Moreno, por agregación de ciudades. Cada
una ingresaba con su correspondiente distrito. Por tanto, la línea divisoria
entre las dos nuevas provincias quedaba establecida por la que separaba la
jurisdicción de Asunción de las de Concepción del Bermejo y Corrientes. Poco
después, con la despoblación de Concepción del Bermejo, el Paraguay recobró
sus antiguas posesiones hasta el río Bermejo. (Véase mapa al final).
La división de 1617 constituyó la tercera desmembración del Paraguay
colonial. La forma desacertada en que se efectuó no puede ser achacada a
Hernandarias de Saavedra, que sólo proponía la separación de las tres
ciudades del Guairá, sino al Marqués de Montes Claros, su verdadero
inspirador.
Esa desmembración fue de consecuencias funestas para el Paraguay. En
efecto, las ciudades del Guairá, que seguían sin fuerzas propias para
defenderse de las malocas paulistas, fueron destruidas. Perdióse el litoral
Atlántico – que pasó a depender de Buenos Aires –, el Paraguay quedó
aislado y comenzó su decadencia.
Capítulo IV
JESUITAS Y COMUNEROS
Que traducida, quiere decir, según Affonso de Taunay: "¡Oh, Virgen María,
– madre de Dios verdadero –, los hombres de este mundo – están bien
contigo!"
Pero que en realidad significa: ¡"Oh, Virgen María –, verdadera madre da
Dios –, para el indio es lindo el día – cuando va en tu compañía!".
Lástima fue que los misioneros descuidaran la educación espiritual de los
indígenas, enseñándoles sólo a leer y escribir en guaraní, para preocuparse
únicamente de hacerlos laboriosos agricultores o hábiles artífices en aquellas
artes de que podían obtener más pingües provechos.
Otra fuente de cuantiosas utilidades fue el laboreo de la yerba-mate. Este
negocio costaba la vida a millares de guaraníes. Nos lo cuenta un jesuita, el
P. Ruiz de Montoya: "Tiene la labor de esta yerba consumido muchos millares
de indios... Lastima la vista el verlos... Lleva a cuestas cada uno cinco a seis
arrobas, 10, 15, 20 y más leguas, pesando el indio mucho menos que su
carga (sin darle cosa alguna para su sustento)... ¡Cuántos se han quedado
muertos recostados sobre sus cargas!... ¡Cuántos se despeñaron con el peso
por horribles barrancos!"
El desinterés de los jesuitas no fue tan grande como algunos sostienen.
Afanáronse por acaparar riquezas materiales en menoscabo de su misión
cristiana y civilizadora. "Ejercieron – dice J. Natalicio González – el monopolio
de la tierra; de la yerba; de la riqueza ganadera; del comercio de importación
y de exportación". La gran masa de indios – 160.000 –, a los que no pagaban
salario, les permitían producir mucho y barato. No pagaban flete, pues
transportaban sus mercaderías en embarcaciones propias, construidas por los
indios. Jamás pagaron impuesto alguno. Aparte de eso, proyectaban su
influencia sobre Asunción sobornando a gobernadores indignos, y negaban el
derecho de visita a sus reducciones a los gobernadores y obispos que no se
les sometían. Todo ello causaba una competencia ruinosa al resto de la
provincia.
Los productores libres nada podían frente a esa poderosa empresa
organizada, que poseía ricas estancias de ganado en Yarigua'a y otros puntos
y que exportaba, sin gravamen alguno, enormes cantidades de yerba-mate,
cuero, algodón, etcétera. Por el contrario, obligados a prestar servicio militar
cada vez que los guaicurúes del Chaco asaltaban a las poblaciones del litoral o
que los bandeirantes avanzaban por el este, careciendo de tiempo para
trabajar, sufriendo gabelas y contribuciones de toda clase, los colonos
españoles, criollos y mestizos, se empobrecían más y más, sin ninguna
esperanza de mejoramiento. Tan pobres estaban, que "apenas tenían
moderada decencia los más de ellos, vestidos de pieles de animales
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A la puerta de mi casa
tengo una losa frontera
con un letrero que dice:
¡Viva José de Antequera!
conducción no podía ser efectuada por los forasteros, pues los santafecinos
tenían por una ley el monopolio del transporte terrestre. Todo ello causaba un
perjuicio terrible a la Provincia del Paraguay.
Buenos Aires, abogando "pro domo sua", pidió la revocación de aquella
medida inconsulta que la perjudicaba. Alegaba "los perjuicios que de ella se le
seguían y aún su total ruina y exterminio, que es forzoso se siga con el
abandono de su único comercio, que es la yerba y los efectos del Paraguay".
De nada sirvió esta representación, como tampoco la que a su vez hizo el
Paraguay en el mismo sentido.
Sofocada la Revolución Comunera, los jesuitas continuaron en el Paraguay
treintidós años más. En Europa, la Orden era muy combatida por sus
maquinaciones políticas. Especialmente en Francia, Portugal, España, Holanda
y Flandes. Se los fue expulsando de todos esos países. En 1767, aconsejado
por su Ministro el Conde de Aranda, Carlos III los expulsó de la Península y de
sus posesiones ultramarinas. Tuvieron que abandonar, pues, las Misiones del
Paraguay. Los indios se dispersaron. La selva tentacular inició su avance. Y de
las reducciones se adueñó el silencio. Convertidas en taparas, de ellas sólo
quedaron las ruinas de sus iglesias de piedra tallada, sus retablos
churriguerismos y sus frescos primorosos.
Diez años más tarde, esto es, en 1776, una Real Cédula creaba el
Virreinato del Río de la Plata, con territorios que hasta entonces habían
pertenecido al Virreinato del Perú. La nueva jurisdicción abarcaba Argentina,
Uruguay, Paraguay y Bolivia actuales, además de Río Grande del Sur (hoy
brasileña). Los motivos determinantes de la creación del nuevo virreinato
fueron dos: la dificultad de administrar desde Lima tan vasto territorio, y la
necesidad. de establecer a orillas del Atlántico un poder capaz de oponerse a
las continuas usurpaciones portuguesas. Buenos Aires fue designada capital
de la nueva entidad.
El Virreinato del Río de la Plata tuvo su andamiaje político en la Real
Ordenanza de Intendentes, promulgada en 1782. Ella dividía el virreinato en
8 Intendencias y 4 Gobernaciones Militares. Así surgieron las Intendencias de
Buenos Aires, Córdoba, Salta, Paraguay, La Paz, Potosí, Chuquisaca, y
Cochabamba. Y las Gobernaciones Militares de Montevideo, Misiones, Mojos y
Chiquitos.
De la larga y enconada lucha entre comuneros y jesuitas, sólo quedaba el
recuerdo. Ya no turbaban los primeros las apacibles calles asuncenas con el
rumor de sus tumultuosas asambleas. Ya no tocaban a somatén los segundos
para lanzar sus indígenas milicias sobre Asunción, la díscola.
Capítulo V
LA ERA DE RESURGIMIENTO
El destino de los pueblos tiene sus altibajos. Los pueblos El gozan de días
venturosos, sufren luego crisis espirituales y materiales, y después se
reponen nuevamente. Si trazásemos un diagrama de la historia paraguaya,
desde los días iniciales de la conquista hasta hoy, encontraríamos que ella
registra muchos ascensos y descensos sucesivos. Nuestro país ha padecido
varios retrocesos y ha disfrutado de otras tantas eras de resurgimiento.
Ahora tócanos ocuparnos sólo del primer renacimiento operado en el
transcurso del acaecer nacional.
Al vigoroso período que abarca, el siglo XVI, siguió la decadencia. La
división de la provincia al comenzar el siglo XVI, con la consiguiente pérdida
del litoral Atlántico; las incesantes luchas contra los terribles guaicurúes al
oeste y la arteros bandeirantes al este; el apoderamiento de las riquezas
básicas del Paraguay realizado por los jesuitas; los gobernadorcillos
mediocres, venales o indolentes que sufrió la Provincia con desgraciada
frecuencia; la época gloriosa pero anárquica de la Revolución Comunera; todo
eso contribuyó a que el Paraguay, que surgiera tan promisoriamente a la vida
civilizada, se abatiera en la más lamentable decadencia durante todo el siglo
XVII y casi todo el XVIII.
¿A qué denominamos, pues, Era de Resurgimiento? Al último cuarto del
siglo XVIII, esto es, los años que precedieron al advenimiento de la
Revolución de la Independencia. Ese cuarto de siglo se caracteriza porque los
destinos del Paraguay estuvieron en manos de gobernantes que tuvieron
visión de estadistas de verdad, y muchas de cuyas gestiones constituyen aún
hoy ejemplificadoras lecciones de gobierno. Nos referimos a los nombres
ilustres y olvidados de Agustín Fernando de Pinedo, Pedro Melo de Portugal,
Joaquín Alós y Lázaro de Ribera.
Internémonos con paciente cariño en el Archivo Nacional. Buceando en la
penumbra de los viejos anaqueles, hemos de hallar el inexplorado filón que
arroje luz sobre esa etapa hasta hoy baldía de la historia paraguaya.
Empecemos con Agustín Fernando de Pinedo. En un informe enviado al Rey
el 29 de Enero de 1777, el clarividente gobernador señala las causas del
atraso y miseria en que se debate la Provincia y propone las soluciones para
remediarlas. Explica que al principio los encomenderos se condujeron bien,
tratando humanamente a los indios, pero que sus sucesores, movidos por la
codicia y ambición, se mostraron tiranos y crueles. No obedecían las órdenes
reales que les desagradaban, ni a los gobernadores que no hacían causa
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común con ellos. A cambio del derecho de someter a los indios a su servicio,
los encomenderos estaban obligados al servicio militar para la defensa de la
provincia. Lejos de cumplirlo, eran los agricultores quienes, abandonando su
capueras, partían a lejanos fortines – algunos de éstos situados a 20 leguas –
debiendo costear de su peculio armas, pólvora, caballos y manutención. Por
causa de estos gastos y el servicio militar continuo, se originaba la pobreza
del país. En razón de esas calamidades, los paraguayos preferían dedicarse a
la navegación, que les prometía ventajas positivas. Por eso muchos
emigraban a las provincias vecinas. Y esta emigración era continua, porque
cuanto menor era el número de los que quedaban, más apretado y oneroso
era el servicio militar.
"Antes – agregaba Pinedo – el Paraguay producía abundancia de vino y
trigo, y abastecía de ellos a Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires; ahora hay
que comprar una y otra cosa de Buenos Aires. Le causan mucho daño las
naciones bárbaras que le roban sus ganados y la ponen en inquietud
constante, siempre alerta y a la defensiva.
¡Señor, el Paraguay necesita una redención!
Para evitar su pérdida total, propongo a Vuestra Majestad las medidas
siguientes:
1º Importa extinguir las encomiendas e incorporarlas todas a vuestra Real
Corona.
2º Que para hacer la defensa de la Provincia se organice una milicia de 600
hombres, costeada por la Real Hacienda con los impuestos de capitación.
3º Que se formen poblaciones entre esta Provincia y Santa Cruz de la
Sierra, para establecer una comunicación con el Perú. Al presente no se me
figura muy ardua ni de exorbitante gasto esta empresa, respecto de las
utilidades que concibo en su práctica, mediante a que de la Villa Real de la
Concepción, fundada por mí dentro de las tierras que habitan los indios
mbayaes, sólo dista el pueblo de indios chiquitos denominado Corazón de
Jesús, de la gobernación de Santa Cruz de la Sierra, 80 leguas por el camino
que acostumbran dichos indios según sus relaciones, y la del viaje que hizo
por los mismos parajes el año l767 el jesuita P. José Sánchez Labrador,
siendo cura del pueblo de Belén, de la jurisdicción de este Gobierno, cuyo
diario tengo presente. Las conveniencias que resultarán del enlace, unión y
comunicación de esta provincia con las del Perú considero utilísimas y
ventajosísimas, así a la Real Corona de V. M. como a los habitantes de una y
otras provincias" (Arch. Nac., Vol. 1, Nº 15-21).
El interesante documento cayó en el vacío. El Rey de España, rodeado de
príncipes preocupados más por las cuestiones peninsulares que por las de las
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con más facilidad, la lengua castellana entre los indios" (Arch. Nac., Vol. 3383
N. E.).
Velando por las buenas costumbres, el 23 de Diciembre de 1796, Ribera
lanza un decreto que es publicado en la Plaza y calles de Asunción por voz del
pregonero Montiel. Dice, entre otras cosas, el bando de referencia: "Que
ninguno juegue truco, barra, volar ni otros juegos antes de misa mayor en día
de trabajo ni de fiesta. Que ninguna persona de cualquier estado, calidad y
condición que sea, cargue pistolas, trabucos, carabinas, puñales, navaja de
muelle con golpe o virola, daga sola, cuchillo de punta chica o grande, aunque
sea de cocina o de moda de faltriquera. Que ninguna publique pasquines, ni
esparza libelos infamatorios en verso o prosa, de palabra ni por escrito,
convirtiéndose así en declamadores y perturbadores del sosiego público. Que
ninguna persona de cualquier estado, calidad o condición que sea, ande por
las calles después que se toque la queda, y si lo ejecutare, si siendo conocida
sea hasta las once, con farol en noches obscuras. Que ningún pulpero tenga
la puerta abierta de las diez de la noche en adelante, y que tocadas las Ave-
Marías ponga farol. Que todos los dueños de solares los edifiquen dentro de
ocho meses contados desde el día de la publicación de este auto, bajo
apercibimiento de que no cumpliéndolo, se mandará justipreciar y vender al
primero que se obligue a edificarlos, a fin de que se mejore el aspecto de esta
ciudad. Que el Alcalde Provincial, sus Tenientes, Alcaldes de la Hermandad y
Jueces Comisionados de Campaña, salgan personalmente cada tres meses a
visitar y recorrer las sementeras, y [verificar el] estado en que los moradores
y habitantes de los partidos tienen las labranzas, examinando prolijamente si
trabajan o no, si los sembrados que cultivan son correspondientes al número
de personas de que compónese en la familia, si son capaces de suplir sus
alimentos y si los cercados de las chácaras son proporcionados a sus
resguardos. Que todas las carretas que entren en esta ciudad traigan el eje
retobado de cuero y bien encebado, para evitar el incómodo y molesto ruido
que con sus chillidos ocasionan por la omisión de esta fácil diligencia,
inquietando a todas horas al vecindario". (Arch. Nac., Vol. 37, Nº 54).
En 1800 ya tuvimos teatro en Asunción. Fue en la Plaza de Armas. A un
costado estaba el Cabildo. Al otro la Real Factoría de Tabacos. Al frente, la
Casa del Gobernador. Y hacia la barranca, el improvisado escenario, donde se
representaría esa noche "ha vida es sueño" de Calderón de la Barca. A todo lo
largo de la Plaza esperaba una multitud impaciente y bullanguera. Precedido
de un negrito esclavo que portaba un farol, llegó un caballero de tricornio y
chorreras de encaje, jubón de raso, calzas cortas y hebillas de plata. Era don
Lázaro. Nueve campanadas daba la Catedral cuando comenzó la función. Días
después, Ribera narraba en esta forma el jubiloso suceso:
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que no hayan tenido viruela, con algún hombre que sepa sangrar aunque sea
imperfectamente, pues basta que maneje un poco la lanceta, para que en su
presencia se vacunen aquí los dichos muchachos y regresen en estado de que
el referido hombre puede vacunar sin dificultad comunicando de brazo en
brazo este admirable remedio, que ha salvado la vida a millones de almas".
(Arch. Nac., Vol. 127, Nº 12-22).
Con el objeto de desalojar a los portugueses de Coimbra, fortaleza fundada
en territorio perteneciente a la Provincia del Paraguay, Ribera organizó y
dirigió personalmente una expedición. Escuchemos su narración, escrita a
bordo de la sumaca "Nuestra Señora del Carmen" el 17 de Octubre de 1801:
"No cansaré a V. E. con la relación de un viaje que lo hizo penoso la
extraordinaria permanencia de los vientos contrarios y tempestuosos, y me
ceñiré a decir que a los 42 días de navegación logré ponerme delante del
fuerte Coimbra a las 4 de la tarde". Comenzó en seguida un fuerte cañoneo
de ambos bandos, hasta que a las 5.45 "empezó a soplar con fuerza el
suroeste, obligándome a dar la orden para que todas las embarcaciones se
amarrasen a barlovento de Coimbra, con el objeto de cortarle toda
comunicación con los establecimientos del norte. La mañana del 17 amainó
un poco el viento y requerí al comandante, que es un Teniente Coronel de
Ingenieros, para que se rindiese; me contestó con honor, diciendo que él y
todos los defensores del fuerte se sepultarían primero debajo de sus ruinas.
El 18, 19 y 20 se realizaron varias tentativas de acercamiento, con nutrido
fuego de ambos bandos. Pero los portugueses se encontraban bien
parapetados. Coimbra ya no es la estacada formada en un comienzo. Es un
fuerte de cal y piedra, en cuya construcción trabajaron cuatro años. Está
situado en la falda de un cerro elevado, cubierto de árboles y matorrales que
forman un impenetrable bosque. En los días 21, 22 y 28 sopló el viento
furiosamente. La noche del 22 fue el extremo riguroso de viento, agua y
truenos, con unos torbellinos del norte y noreste tan impetuosos que nos
ponían a pique de zozobrar. El 24 los capitanes y prácticos de los buques
dieron su dictamen, manifestando que no podían detenerse más tiempo en la
altura de Coimbra sin correr el riesgo de quedar sin agua para regresar, por
ser mucha la rapidez con que bajaba el río. La Junta de oficiales votó por
unanimidad la pronta retirada.
En los nueve días que sitié a Coimbra, no tuve ni una hora de tiempo
favorable, y puede decirse que más fui a luchar con los elementos que con los
enemigos del Rey. A pesar de tanto contratiempo y desgraciadas
circunstancias, las armas de S. M. se hicieron respetar constantemente
sosteniendo una superioridad decidida. Los portugueses fueron testigos de
Capítulo VI
TRANSFORMACIONES TERRITORIALES DE LAS MISIONES
bajo el microscopio.
Algo semejante nos ocurriría con las Misiones, cuyo territorio, encogiéndose
y ensanchándose en diversas oportunidades, constituye un logogrifo
geográfico difícil de desentrañar. Sabemos que los jesuitas, al llegar en 1609,
se establecieron en el Guairá, Paraná y Uruguay. Y que los del primer grupo,
al ser más tarde atacados por los bandeirantes, se vieron obligados a
trasladarse al sudoeste. Vinieron a engrosar, pues, las reducciones erigidas
en la región que, cruzada por el Paraná y el Uruguay, se extendía desde el
Tebicuary hasta el Ybycuí.
Los límites de las Misiones Jesuíticas eran los siguientes: río Tebicuary,
Estero Neembucú, río Parané, laguna Yberá, ríos Miriñai, Uruguay e Ibycuí,
cordillera de los indios Tapes y río Yguazú. En esa superficie estaban
comprendidas las 30 reducciones. Todas ellas se hallaban enclavadas en
territorio de la Provincia del Paraguay.
Recordemos que en 1617 la Provincia fue dividida en dos. A fin de deslindar
jurisdicciones, una Real Cédula del 10 de Noviembre de 1659 declaró que, de
los 30, "son 13 señaladamente los pueblos que siempre fueron de la
jurisdicción del Paraguay". Es decir que los 17 restantes habían pasado a
pertenecer a Buenos Aires.
Como también existía confusión de jurisdicciones eclesiásticas entre los dos
Obispados, la Real Cédula del 11 de Febrero de 1724 ordenaba aclararla. Los
jueces compromisarios dictaron su fallo expresando que "los términos del
Obispado del Paraguay son e incluyen las vertientes todas del río Paraná, y
los del Obispado de Buenos Aires las del río Uruguay, que son las divisiones
de ambos Obispados".
Las vertientes del río Paraná y las del río Uruguay están divididas por la
Sierra Grande de las Misiones, que viene a ser el límite natural, el divortium
aquarum entre los dos obispados. (Véase mapa al final). Al norte de dicha
sierra estaban situadas las 18 misiones paraguayas y al sur las 17
correspondientes a Buenos Aires. El fallo venía a confirmar, pues, el sentido
de la Real Cédula de 1659. De donde se ve, que la jurisdicción política y la
jurisdicción eclesiástica coincidían exactamente.
A esta segregación – ya que las 30 reducciones pertenecían
originariamente al Paraguay – siguió otra. A causa de los disturbios
relacionados con la Revolución Comunera iniciada en Asunción por el doctor
José de Antequera, una Real Cédula de 1726 separó los 13 pueblos de las
misiones paraguayas incorporándolos a la jurisdicción de Buenos Aires. La
frontera paraguaya se replegaba, pues, hasta el Tebicuary.
Capítulo VII
COOPERACION EN LA DEFENSA CONTRA LAS INVASIONES
INGLESAS
también, se vuelve sardónico, suelta cada día su pulla y está con el oído
aguzado, atento a las voces de la tierra".
El vecindario tiene esperanza de que el invasor sea expulsado.
Cautelosamente se hace correr la voz de la resistencia. En la trastienda del
librero Valencia se forma una logia y de allí salen diariamente disposiciones.
Existe una organización perfecta para echarse a la calle apenas batan marcha
los tambores. Santiago Liniers, francés al servicio de España, y por aquel
entonces Capitán del Puerto de la Ensenada, se ha dirigido a Montevideo a
solicitar algunos refuerzos para retomar Buenos Aires.
Nativos y peninsulares estaban unidos ante la desgracia común. Lo que se
tramaba era una guerra de conquista, pero también era una guerra de
religión. Los británicos, que paseaban por las calles con sus vistosos
uniformes colorados, eran anglicanos. Pero, para el pueblo, al no ser
católicos, eran "herejes".
"Entonces – agrega Capdevila – la grey católica, que es toda Buenos Aires,
se refugia en al rosario. El prior de los dominicos, Fray Gregorio Torres, que
sabe ya de la encendida promesa de Liniers a la Virgen, insta de seguro a los
cofrades a secundada con la devoción que les es más grata. Y ella se cumple
en cada casa. Y tarde a tarde, a la hora de la salutación angélica, mientras
repican las campanas, empieza en todas las casas el "Dios te salve, María".
Los oficiales ingleses ya lo saben. Hay una hora en que toda la familia, bajo
cuyo techo habitan, se reúne en algún grande aposento a corear una plegaria.
Oyen el vocerío de aquel rezo y prefieren salir. Comprenden que están de
más. Comprenden que esa plegaria es algo que los separa, y acaso coligen
también que se está rezando contra ellos. Lo colijan o no, les parece muy
curioso el suceso. La familia entera está reunida. Todos. Los padres, los hijos,
los abuelos. Todos. Varones y mujeres, viejos y niños: enteramente todos. Si
acaso llega una visita, no se anuncia; entra, se arrodilla el que fuere, y
participa de la oración y de aquella devoción impresionante.
Interróganse los ingleses con interés, acaso con íntimo desasosiego:
– Do you know what the rosario is?
– Oh, yes! It is a very curious devotion!
– One of the most curious devotions of the Roman Catholic Church.
Sí. Ya saben algo los ingleses. Van por las calles a la hora del Angelus los
señores oficiales británicos y ¿cómo será que no se enteren, si el coro de la
unánime plegaria trasciende de las cerradas ventanas de cada casa y derrama
por el aire frío su compungido rezongo?"
ala derecha; una azul turquí para el ala izquierda; una blanca para el centro;
y una tricolor (de los tres colores anteriores) para el cuerpo auxiliar. Este
documento viene a confirmar una tradición oral. En efecto, a Sosa Escalada
aseguraba su abuelo, el venerable maestro Juan Pedro Escalada, que tal fue
el origen de los colores de nuestra bandera. Y lo mismo afirmaba Bonifacio
Iglesias, vecino de San Pedro, cuyo hijo Pedro Iglesias actuó en el
contingente paraguayo que estuvo en el Plata durante las invasiones
británicas.
Casi cinco meses transcurrieron entre la toma de Montevideo y el ataque a
Buenos Aires. Los ingleses desembarcaron el 30 de Junio en la Ensenada.
Llegada la noticia a Buenos Aires, salen los defensores por las calles del sur
rumbo a los campos de Barracas. El alcalde, don Martín de Alzaga, constata
en aquellos momentos la indefensión casi absoluta en que se halla la ciudad,
pues es irrisorio el número de tropas con que cuenta para defenderse en caso
de ser invadida. Alzaga protesta y consigue que regrese a Buenos Aires un
batallón siquiera para su custodia. Dispone que desde esa noche salgan los
cabildantes de dos en dos y cada dos horas hasta el amanecer, a rondar las
calles, y ordena la iluminación de éstas por si el ejército se ve obligado a una
retirada a la plaza. Llega la noticia de que el ejército inglés – compuesto de
12.000 hombres y comandado por el Teniente General John Whitelocke – ha
conseguido, mediante una afortunada estratagema, cruzar el Riachuelo de
Barracas. Luego llega otra noticia peor: Liniers ha sido derrotado en los
Corrales de Miserere (actual Plaza Once). Alzaga, enérgico y sereno, ordena
traer la artillería del Retiro para abocarla a las calles de entrada. Dispone que
se instalen parapetos con bolsas de yerba y lana. Y hace conducir desde los
almacenes de suburbio víveres para la guarnición. Liniers y su segundo
Bernardo de Velasco llegan ilesos a la ciudad. El jefe es aclamado por la
multitud. Llegan gentes dispersas de los cuerpos voluntarios.
La Defensa comenzó el 5 de Julio. El enemigo ataca al amanecer. Se
apodera del Convento de Santo Domingo, situado a tres cuadras escasas de
la Plaza Mayor. Hacia el otro rumbo, se apodera también del Monasterio de
Santa Catalina. El pueblo se defiende tenazmente; desde los balcones y
azoteas cae sobre los ingleses un diluvio de hierro. Ahora comienza, la
segunda fase del combate: la de atacar al inglés en sus reductos. Rueda hacia
allí la artillería. Whitelocke y los suyos, al caer la tarde del 7, terminan por
rendirse. Se ajustan los términos de la capitulación. Los británicos se
comprometen a evacuar no sólo Buenos Aires, sino también Montevideo.
Amanece el 8 entre un repique general de campanas y el delirio del júbilo
ciudadano.
III PARTE
EL CHACO EN EL CONTROL ADMINISTRATIVO
Capítulo I
FUNDACIÓN DF SANTA CRUZ DE LA SIERRA
La "Tierra del Rey Blanco" fue el punto de mira perseguido por Alejo García,
Sebastián Gaboto, Don Pedro de Mendoza y su lugarteniente Juan de Ayolas,
Alvar Núñez y Domingo de Irala. Todos ellos pretendían llegar a la Sierra de
la Plata, cuya fama irradiaba por todo el continente. Algunos de éstos,
cruzando el territorio del Chaco, alcanzaron la ansiada meta, pero pronto
regresaron, a veces por ser insuficientes sus elementos para consolidar la
conquista, otras por encontrarse ocupada la codiciada tierra por españoles
llegados del lado del Poniente.
Pero la fecundidad imaginativa de los conquistadores era inagotable, como
grande era su constancia ante los más duros fracasos y los más ingratos
contrastes. Ahora se hablaba con entusiasmo de la "tierra rica", la que se
suponía hallarse situada en las inmediaciones de la cordillera de los
Chiriguanos.
No había transcurrido mucho tiempo del fallecimiento de Irala, cuando
resolvióse en Asunción fundar un puerto en los Xarayes. Nufrio de Chávez,
designado jefe de la expedición, salió en 1558 con veintitrés navíos. Navegó
por el río Paraguay hasta llegar a la laguna de los Xarayes. El lagar era pobre
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Capítulo II
EL RIO PARAPITÍ EN LOS DOCUMENTOS OFICIALES
Todo esto nos prueba que el territorio desmembrado por Nufrio de Chávez
llegaba hasta Parapití: que este río siguió constituyendo siempre – a través
del largo período colonial – el límite oriental de Santa Cruz; y que hasta allí
llegaba, por tanto, al oeste, la Provincia del Paraguay.
III
CONFINES DE CHARCAS Y DE CHIQUITOS
La Provincia del Paraguay confinaba en el lado del Chaco no sólo con Santa
Cruz de la Sierra, sino también con Charcas y Chiquitos.
Debemos, pues, determinar con precisión los límites que separaban la
frontera del Chaco de las de estas últimas provincias altoperuanas.
Abundante es la documentación que prueba que el límite este de Charcas
era la Cordillera de los Chiriguanos. Domínguez ha recopilado en un artículo –
"Límite Este del Perú en los contrafuertes andinos" – testimonios de gran
valor documental. Transcribamos algunos de los más claros.
Jaime Rasquín, que estuvo en el Río de la Plata, hacía constar que los
indios chiriguanos "son tan vecinos de la Provincia del Perú". Es decir que,
aunque están cerca, no están en el Perú.
Toledo, Virrey del Perú, afirmaba que "en los términos de la Ciudad de La
Plata (Charcas) están fronteros los chiriguanos".
Juan López de Velasco, que revisó los copiosos documentos obrantes en el
Archivo la Indias, escribió que "los chiriguanos están en la frontera de los
Charcas".
Francisco de Mendoza, en una información oficial decía en Madrid que hizo
guerra "en la frontera de las Provincias de los Charcas, a los chiriguanos
fronteros".
Diego de Pantoja, vecino de la Plata, en carta dirigida al Rey le dice: "El
dicho reino (del Perú) tiene a las espaldas las Provincias del Río de la Plata
(Paraguay), en las cuales hay mucha tierra abundosa y sana, aunque muy
falta de naturales, y los que hay son chiriguanos, gente indómita y guerrera".
Si las Provincias del Río de la Plata estaban a espaldas del Perú, era porque
entre ambas nada se interponía.
Juan Pérez de Zúrita, Gobernador de Santa Cruz, escribió: "Ha sido esta
gente (los chiquitos) que están al noreste, muy perseguida de los indios
chiriguanos, que confinan con estos charcas".
Fernando de Zárate, Gobernador del Paraguay, envía desde Asunción en
1595 al Capitán Bartolomé de Sandoval, al frente de una expedición, mientras
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IV
EXPEDICIONES Y FUERTES
Legibles garabatos del siglo XVI y manuscritos de los dos siglos siguientes,
que guardan en sus evocativas páginas la narración de expediciones partidas
desde Asunción hacia el Chaco atrayente y enigmático, nos hablan de la gesta
ruda de aquellos días de leyenda.
Una de esas expediciones, e indudablemente la más importante, fue la
realizada en 1662 por el Maestre de Campo Lázaro de Ortega Vallejo. (Arch.
Nac., Vol. 196 Nueva Encuad., documento exhumado por el paleógrafo don
José Doroteo Bareiro).
Partiendo de Asunción, Ortega Vallejo subió por el río Paraguay hasta un
punto del litoral chaqueño en que fundó el fuerte de Angeles Custodios (no
lejos del actual Puerto Casado). Por allí penetró en la selva virgen. A su paso
fue encontrando enhiestos quebrachos y palosantos, samuhúes ventrudos y
bonachones, rientes cañadones, cactus florecidos, esteros, aromitales y
palmares. En dicha expedición fundó los fuertes Confuso, Finados, Espartillar,
Presentación y San Andrés, cuya ubicación cartográfica coincide casi con los
actuales villorrios de Casanillo, Isla Poí, Boquerón, Nauawa y Orihuela.
"En la otra banda del río Paraguay, en el fuerte de los Angeles Custodios,
en quince días del mes de octubre de mil y seiscientos y sesenta y dos años –
dice el informe por él presentado –, luego que pasé a ella con todo el resto de
los soldados españoles e indios amigos, yo el Maestre de Campo General
Lázaro de Ortega Vallejo..." mandé iniciar la marcha. Cinco días después, "por
la fragosidad de dichas tierras y no haber persona que nos dé alguna noticia
ni rumbo que tomar, obligado de la necesidad mandé al Sargento Mayor
Francisco de Cáceres y al Capitán Matías Sánchez con un trozo de soldados a
recorrer la tierra de una parte y de otra, y no hallar en toda ella alojamiento
suficiente por ser tanta y grandes llanadas, y no haber donde entrar mi real ni
agua permanente para las cabalgaduras, por ser dichas tierras grandes
secadales..." Luego de fundado el fuerte de Confuso, "mandé al capitán
Matías Sánchez saliese con un trozo de soldados a buscar algún rastro que
fuese fresco, y alojamiento para el subsecuente día, pasto y agua que fuese
suficiente, que todo es menester para estas tierras, a donde se pudiese
sentar dicho real, el cual corrió primeramente al sur y otro día al norte, y no
se halló cosa más que tan solamente a la parte del sur muchos esteros,
palmares y montes muy espesos e increíbles pantanos, y al norte espaciosos
palmares, y pantanos muy largos... Para cumplir con efecto con la instrucción
que traigo, salí yo personalmente con todos los reformados al poniente... y
visto que me cogía la noche traté de alcanzar mi fuerte." Después de fundar
el fuerte de Finados, "mandé a una compañía de indios amigos fuesen por
Capítulo V
LA EVANGELIZACIÓN
Capítulo VI
EL ESFUERZO COLONIZADOR
Capítulo VII
LOS LÍMITES ÉTNICOS, GEOGRÁFICOS Y JURÍDICOS
control sería una línea jurídica. Si, por otra parte, antes de la Independencia,
cualquiera de las dos entidades coloniales hubiera hecho valer un control
administrativo contrario a la voluntad de la Corona española, ello habría
constituido una mera usurpación, y puesto que, ex hipothese, el régimen
colonial aún estaba en existencia y la única fuente de autoridad era la Corona
(excepto en el transcurso del breve período de la vigencia de la Constitución
de Cádiz), tal usurpación no podía revestir ningún carácter de "posesión"
opuesto a la posesión de hecho y de derecho de la Corona".
Pasemos ahora al litigio de fronteras entre el Paraguay y Bolivia. Y veamos
cuáles fueron durante el coloniaje sus límites étnicos, geográficos y jurídicos.
Las migraciones de los guaraníes a los contrafuertes andinos comenzaron
ya en la época precolombina. Una vez allí establecidos, fueron denominados
chiriguanos. El Tahuantisuyo o tierra de los quéchuas – donde dominaba el
Inca, es decir, el Emperador – lindaba con los chiriguanos. Otros guaraníes
cruzaron también el Chaco y fueron a establecerse en la región del Parapití;
éstos recibieron el nombre de guarayos. Varios miles de guaraníes,
acompañando a Alejo García, Juan de Ayolas, Alvar Núñez y Domingo de
Irala, se dirigieron también a esas regiones, donde quedaron en definitiva. Y
aún hoy, son chiriguanos y guarayos, es decir, guaraníes, los habitantes de
esa fértil zona, donde tienen establecidos los villorios de Camatindy, Tigüipa,
Machareti y Ñancorainza. La Cordillera de los Chiriguanos, el río Parapití y la
Sierra de Santiago constituyen, pues, los límites étnicos del Chaco.
La vasta planicie del Chaco se extiende en el oeste hasta la Cordillera de los
Chiriguanos, en el noroeste hasta el río Parapití y en el norte hasta la Sierra
de Santiago. En toda la inmensa llanura no existe ningún accidente geográfico
prominente que pudiera servir de límite arcifinio con el Alto Perú. Sólo se
encuentra, de tanto en tanto, alguna cañada o cauce seco, es decir, ríos que
son tales únicamente cuando llueve. En cuanto a la serranía que en dirección
norte-sur pasa por Carandayty, Capiirendá e Ybybobó (toponimia guaraní que
significa Palmar, Pajonal y Tierra Agrietada), es apenas una cadena de escasa
altura. Más al oriente de ésta ya no hay ninguna otra. Y trazar una línea de
puntos imaginarios es procedimiento poco aconsejable por los conflictos
fronterizos que suele traer aparejados. La Cordillera de los Chiriguanos, el río
Parapití y la Sierra de Santiago son, por tanto, los límites geográficos del
Chaco.
La entidad colonial Provincia del Paraguay era una unidad administrativa.
Ella se extendía, según lo hemos visto ya, hasta los confines de Santa Cruz,
Charcas y Chiquitos. Centenares de cartas geográficas obrantes en la
Mapoteca de la Sección Límites (Ministerio de Relaciones Exteriores), indican
IV PARTE
LA REVOLUCIÓN
Capítulo I
EL ALUD NAPOLEONICO RUEDA A LA PENÍNSULA
Capítulo II
INTRIGAS EN RÍO Y REVOLUCION EN BUENOS AIRES
para crear ellos mismos una junta local. De ahí que no reconocían autoridad
al Virrey Cisneros, nombrado por la Junta de Sevilla.
Sería mejor aún, decían, si al nuevo gobierno constituido presidiese una
persona cuya autoridad se legitimase por sus derechos dinásticos, en tal
forma que pueda legalmente asumir la regencia. Podría formar así una
monarquía constitucional. Tal solución era posible. Próxima a Buenos Aires,
reinando sobre un vasto imperio que podía proteger al naciente Estado, se
hallaba una infanta, hermana de Fernando VII. No había razón para no
confiar en el patriotismo español de Carlota Joaquina.
Saturnino Rodríguez Peña, residente en Río, era el principal elemento de
enlace entre la princesa y los conspiradores porteños. Belgrano y Pueyrredón
fueron enviados más tarde como emisarios. Los prohombres locales y los
agentes confidenciales hacían propaganda en Buenos Aires a favor de tal
candidatura. Preparaban un recibimiento clamoroso a su llegada. Pero Don
Juan, después de haber consentido en el viaje, retiró el permiso. Debióse ello
quizás al miedo de ser derrocado de su propio trono, por el odio conyugal de
la mujer, poderosa al final. O quizá por creer que podía surgir un obstáculo
perjudicial a la política tradicional de Portugal. Puede también que tal actitud
se haya debido a la oposición inglesa, representada por Lord Strangford. Sea
cual fuere la causa, lo cierto es que – como dice Calogeras –, el acuerdo entre
los liberales porteños y la intransigente Princesa no habría durado mucho
tiempo, "por el anacronismo que la solución representaba: una mentalidad
absolutista, a la moda del siglo XVIII en sus comienzos presidiendo los
destinos de un país con tendencia y aspiraciones francamente modernas, e
inspiradas por las luces y necesidades de organismos a evolucionar
ascensionalmente. Entre ambos grupos mediaba un siglo todo: el siglo del
Enciclopedismo".
Los elementos porteños favorables a la regencia quedaban entregados a
sus propias fuerzas e inspiraciones. Y así pasaron los años de 1808 y 1809.
El 13 de Mayo de 1810 llegó de Gibraltar el bergantín "Filipino", con la
noticia de la derrota de los españoles. Las tropas francesas estaban en
Andalucía y la Junta Gubernativa había huido a la isla de León. Sólo el 18, el
virrey Cisneros se resolvió a publicar la noticia en un manifiesto en que
aconsejaba calma a la población. La nueva produjo un gran revuelo. Los
hombres que preparaban la revolución para derrocar al Virrey, empezaron a
trabajar activamente, celebrando reuniones en la quinta de Rodríguez Peña,
en la jabonaría de Vieytes y en partidas de caza organizadas para disimular el
propósito de la reunión. El Virrey se vio obligado, ante la agitación popular, a
Capítulo III
UNA AMALGAMA DIFÍCIL
futura capital del Virreinato, que lo ejerció desde un comienzo con carácter
absorbente y opresivo. Santa Fe – hija también de Asunción – inició, a su vez,
una política egoísta, según hemos visto ya al ocuparnos del Puerto Preciso y
los impuestos de sisa, arbitrio, alcabala, etc. Esas tendencias, que ahogaban
al comercio paraguayo, llegaron a adquirir con el tiempo carácter sistemático.
Llegado a Asunción, el comandante José de Espínola entregó al Gobernador
Velasco los oficios en que la Junta de Buenos Aires solicitaba reconocimiento
y cooperación. Pero enterado Velasco de que Espínola traía además una
credencial secreta, en que se le autorizaba a removerle del mando y
suplantarle, intimó al emisario que se retirase a Villa Real de la Concepción,
en donde se proponía tenerle recluido. Entonces Espínola, fingiendo acatar la
orden, tomó aguas abajo y escapó a Buenos Aires. A raíz de la circular de la
Junta, Velasco había reunido el Cabildo de Asunción para escuchar su
parecer. Dicha corporación informó "que tratándose de un asunto
extraordinario de la mayor gravedad, y en cuya resolución se interesaba toda
la Provincia, convenía proceder con toda madurez y circunspección,
conociendo fielmente su voluntad, y que para ello se convocase una Asamblea
general del clero, oficiales militares, magistrados, corporaciones, hombres
literatos y vecinos propietarios de toda la jurisdicción, para que decidiesen lo
que fuese justo y conveniente". El Gobernador convocó, pues, a Cabildo
abierto o Asamblea general, fijando su reunión para el 24 de julio.
En la fecha indicada, llevóse a cabo la Asamblea en el local del Real Colegio
Seminario de San Carlos. Asistieron a ella el Gobernador, los regidores del
Cabildo y los invitados. Refiriéndose al doctor José Gaspar de Francia, dice
Somellera en sus "Notas" a Rengger: "Pero yo, que en una reunión provocada
por Velasco el año anterior, creo que fue el 24 de julio, le había oído opinar y
sostener que había caducado el gobierno español..." Molas, sin embargo,
asegura que la resolución de la Asamblea fue adoptada con gran
precipitación, "sin dar lugar a que nadie diese su voto libremente". Y Benítez,
por su parte, agrega, al ocuparse del doctor Francia, que "su firma no
aparece en el Acta del Congreso del 24 de julio de 1810".
El hecho a que se refiere J. P. Robertson es posterior. "Con ocasión – dice –
de la instalación de la Junta que suplantó en el Paraguay a la autoridad de
España (es decir, en 1811)... Francia... dirigiéndose a la mesa y tomando
colocación ante varios funcionarios oficiales, colocó ante él un par de pistolas
cargadas y dijo: «Estos son los argumentos que traigo contra la supremacía
de Fernando VII».
La Asamblea resolvió: 1º "Proceder al reconocimiento y solemne jura del
Supremo Consejo de Regencia, legítimo representante de Nuestro Soberano
Capítulo IV
EXPEDICION DE BELGRANO
Capítulo V
ASUNCIÓN COLONIAL
Es difícil dar con una ciudad tan típicamente americana como Asunción. Un
estudio sobre su ubicación, características urbanas y vida social durante el
coloniaje, nos dará, la medida de ello. Basta internarnos en sus callejas
tortuosas y pintorescas, escudriñando sus paisajes, sus edificios y sus
costumbres, para captar la esencia misma de su alma multiforme y única, y
obtener así una exacta visión de la Asunción colonial, donde pronto estallaría
la Revolución de la Independencia.
En los planos que, en las postrimerías del coloniaje, confeccionaran don
Félix de Azara y don Julio Ramón de César, ingenieros miembros de las
partidas de demarcadores españoles, se observa cómo Asunción fue
extendiéndose a lo largo de la bahía en forma de anfiteatro. Y vése también
allí cuán curioso era su aspecto, con sus arboledas y chácaras diseminadas
por los amenos valles de los alrededores. La ciudad de entonces no alanzaba
más allá de las actuales calles Colón, Coronel Martínez y México. Lo demás
era suburbio.
En realidad, no había sino dos calles, ambas sin pavimento: las hoy
denominadas Palma y Buenos Aires. Las demás aparecen como callejones
cortos y esfumados entre el desperdigado caserío. Donde hoy está Benjamín
Constant, existía una ancha laguna cuyas aguas, formando un riachuelo por
la calle 15 de Agosto, pasaban bajo el puente de Santo Domingo y
desembocaban en la bahía.
En la obra "El Supremo", de Edward Lucas White, aparece un plano de
Asunción en 1809, basado en el de Azara. Allí figuraban los nombres de
algunas calles:
Calle Comercio (hoy Buenos Aires)
Calle Espinosa (hoy Presidente Franco)
Calle Pombal (hoy Palma)
Calle Encarnación (hoy Oliva)
Calle Santo Domingo (hoy Juan E. O'Leary)
Calle de la Merced (hoy N. S. de la Asunción)
Calle Concepción (hoy Independencia)
Destacábase, en primer término, el campanario del Convento de Santo
Domingo, erigido sobre la colina conocida por Loma Cabará [Kavara], – sitio
donde estuvo la casa fuerte de Salazar –, que se extendía desde 15 de Agosto
hasta Juan E. OLeary, entre Avenida República y el barranco del río. Cruzando
el puente – que figura en el plano de Azara y en una ilustración de Demersay
– y siguiendo por la ribera, llegábase al Real Colegio Seminario de San Carlos,
que desembocaba poco después en la Plaza Mayor. Allí surgía, hacia el norte,
el Cabildo, con su torre-reloj de piedra y ladrillo construida por el ingeniero
César. Y junto al Cabildo, el Cuartel de Infantería. Al oeste de la plaza estaba
la Real Factoría de Tabacos (en el sitio ocupado hoy por la Escuela Militar). Al
este de la plaza, levantábase la Catedral, que había sufrido varias traslaciones
a causa de la erosión de la barranca. Más al oriente, a lo lejos, encaramado al
rojo barranco, se divisaba el rancherío de naturales denominado Parroquia de
San Blas (Chacarita actual). Al sur de la plaza hallábase la Casa del
Gobernador, en la actual esquina Alberdi y Buenos Aires que forma cruz con
los fondos del Teatro Municipal. Ejemplar típico de la arquitectura colonial,
constaba de un solo piso, con pilares y espacioso corredor, que rodeaba el
edificio por tres costados. Sobre su interior se abrían el despacho
gubernativo, las habitaciones del Gobernador y las oficinas de las Cajas
Reales. El zaguán principal daba a la fachada frontera a la bahía. La noble
horteras y barberos. Por ahí estaría también, o muy cerca de esa arteria, la
farmacia de don Juan Gelly, antiguo corregidor de Oruro, que constituía un
centro de reunión en que participaban los vecinos de mayor cultura.
Del estilo árabe o morisco había surgido, como se sabe, el andaluz, y de
éste a su vez el colonial. De ahí las características de las casas de Asunción.
Estas se componían generalmente de una amplia techumbre "de dos aguas" y
macizos muros de adobe. Las puertas tenían tableros primorosamente
labrados y el pesado aldabón. Las rejas de las ventanas eran unas de hierro
forjado y otras de madera torneada. A través de los zaguanes se percibía el
patio. Junto al aljibe – a veces decorado con azulejos andaluces –, lucían
parrales, jazmineros y madreselvas. Y, como un telón de fondo, destacaba un
tayí [tajy] su yelmo de oro. Aunque no se veía desde la calle, donde las
persianas ponían su discreto enclaustramiento, era seguro que en los
aposentos no faltaba algún bargueño de jacarandá, un nicho con su imagen
religiosa o una alacena donde guardar la yerba, el "cayguá chapeado"
[kaygua chapeado] y el sabroso dulce de arazá [arasa].
"Los criollos burgueses de la ciudad, como los españoles mismos, son gente
de costumbres sencillas, trato llano y cultura intelectual muy limitada. La
sociabilidad es patriarcal y aldeana. La gente se acuesta habitualmente al
toque de ánimas. No se conocen los suntuosas puertas blasonadas de Lima,
ni el estilo plateresco de las fachadas de Bogotá, la docta. No hay marqueses
ni hidalgos peninsulares; no se ven en sus calles doradas carrozas. Su
aristocracia es sólo una pequeña burguesía de hacendados y negociantes, sin
lujo y sin elegancia. La llaneza de costumbres mezcla en el trato social
cotidiano la clase rica con los pobres. Es una ciudad católica, pero sin
misticismo; se ignora la Teología; las llamaradas férvidas de la Inquisición no
han llegado hasta ella; el clero mismo, escaso y modesto, es de carácter
liberal, dentro de sus funciones. No existe Universidad ni institutos. La
enseñanza primaria y secundaria la ejercen los franciscanos en el histórico
convento y colegio de donde salen luego tantos frailes patriotas. Algunos
hijodalgo nativos van a estudiar a Córdoba o a Chuquisaca". Palabras que
parecen escritas sobre Asunción colonial, por la acertada descripción que
hacen del ambiente, son de Zum Felde y refiérense al Montevideo de aquella
misma época.
"La falta de alumbrado público – dice Moreno – dejaba la suerte del
transeúnte librada a las mortecinas luces de su farol, menos apropiadas para
guiar sus pasos que para dirigir la acción de algún desvalijador nocturno. La
vida de la ciudad, por la influencia de estas causas más que por la práctica
constante de un forzado retraimiento, cesaba por lo general con las últimas
y las damas de la ciudad, que acudían a una fiesta o tornaban a sus chácaras,
lugares predilectos de su actividad y de sus goces".
Esa región intermedia entre el campo y la ciudad – afirma el citado autor –,
fue siempre para el paraguayo colonial el lugar predilecto de su solaz y sus
placeres. "Fue allí – agrega – donde los jesuitas localizaron el campo de
esparcimiento de Antequera, a quien la atribuían tanta pasión en contra de
ellos como a favor del bello sexo de la Asunción. Y fue allí seguramente, en
esa zona intermedia, en que la linajuda juventud se dio la mano con las
criollas del arrabal, donde nacieron las picantes coplas hispano-guaraníes, y
donde la guitarra preludió los primeros aires nacionales, cuyos acordes
penetran tan hondo en el sentir del paraguayo y animan su soledad y sus
nostalgias, vibrando perpetuamente dentro de su corazón como el eco lejano
del terruño".
En esa región intermedia estaba también la aldea de negros denominada
Laurelty. La introducción de la masa africana en el Paraguay fue muy escasa.
Por eso los negros carecieron casi de influjo en la constitución étnica del
pueblo. Laurelty era uno de los escasos sitios donde se habían establecido.
Allí celebraban anualmente la tradicional fiesta de San Baltasar, el Rey Mago
negro. El día de San Baltasar es una fiesta de la forma, del sonido y del color.
Sus ritos son resultado de un sincretismo o mezcla de creencias africanas,
indias y españolas. La noche de la víspera, acicaladas con vestidos de vivos
colores, las mozas de ébano danzaban con sus galanes bajo la típica
enramada, mientras giraba la calesita y corrían el mosto y la caña. Cuando
llegaba el gran día, desde muy temprano comenzaba a oírse el tam-tam del
tamboril, alegre y triste a la vez, como el alma de los negros. El cura de la
capilla preparaba su atril y abría su misal. Una muchacha que portaba una
bandera roja, seguida de tres negros con sus tamboriles, salía a recibir a los
sucesivos grupos de peregrinantes que venían bajando por la loma cercana.
Al frente de éstos marchaba otro abanderado, seguido de un mozo promesero
vestido de capa colorada con ribete dorado y corona de refulgente cartón,
también roja y dorada. Al encontrarse los dos abanderados, se arrodillaban
tres veces y otras tantas se saludaban con inclinaciones de cabeza. Hecho
esto, comenzaban ambos a danzar toreando, mientras una docena de
disfrazados se contorsionaban y efectuaban piruetas de toda laya al compás
del tam-tam, que subrayaba la nota de color exótico. (Pareciera que se
estuviese mirando una tela de Figari o leyendo versos de Pereda Valdés).
Otro promesero, a unos treinta metros de la capilla, se ponía de rodillas, y
así, avanzando en esa forma, llegaba hasta el santo, en medio del religioso
silencio de los circundantes. Reanudaban luego los tamboriles su sugestivo
tam-tam y los disfrazados sus contorsiones y piruetas, mientras con pasmosa
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agilidad una anciana danzaba con un cántaro lleno de agua sobre la cabeza.
Una ingenua y fresca alegría, impregnada de cierto misticismo, flotaba en el
ambiente. Esta original nota de nuestro folklore puede observarse aún hoy,
tomando el día de Reyes el ómnibus de San Lorenzo.
Así transcurría, sencilla y apacible, la vida de Asunción, la ciudad que tan
abnegada y nobilísima función civilizadora desempeñara en una vasta
extensión del continente (2).
Capítulo VI
PROPAGACIÓN DEL ESPÍRITU REVOLUCIONARIO
periféricamente tienen resonancia los hechos y las ideas del mundo exterior a
España e Hispano-América, que constituía un orbe propio. Sería absurdo,
filosóficamente, además de serlo históricamente, concebir la revolución
hispanoamericana con exterioridad simiesca, como un epifenómeno de la
Revolución Francesa o de la norteamericana". Y agrega: "En ninguna parte de
Europa como en España proliferó una literatura política, de marcada
tendencia liberal y antimonárquica, contraria a la monarquía absoluta, como
las obras del Padre Rivadeneira o la de Saavedra Fajardo, escritas para
criticar el maquiavelismo que era la política de la astucia, la mentira y el
interés. La idea igualitaria impera en esta literatura española. La idea
igualitaria de los Estados entre sí, que es la tesis de Fray Francisco de Vitoria,
el creador del Derecho Internacional; la idea igualitaria de los miembros que
integran la sociedad política, que es la tesis del Padre Mariana, y la de
Suárez, que funda la existencia del Estado en el consentimiento de los
hombres, adelantándose a la teoría del "Contrato Social", do Rousseau, y
ambos y otros más, que explican el derecho de resistencia o de revolución
contra la tiranía; la idea igualitaria de los hombres entre sí, cualesquiera sea
la raza, que fue el pensamiento de la Reina Isabel y escribieron o lucharon
por su realización aquel apóstol combativo de la libertad de los indios y aún
de los negros que fue Bartolomé de las Casas, y el defensor de los criollos de
América, que fue Juan de Solórzano Pereyra".
El sistema colonial restrictivo ideado por la Corte de Madrid puede
sintetizarse en esta trilogía: monopolio económico, monopolio religioso y
monopolio político. El primero consistía en la prohibición a las colonias
hispanoamericanas de comerciar con otra nación que no fuese la metrópoli y
esto sólo por ciertos y determinados puertos de España y América. El
segundo, en perseguir como "herejes" a todos los no católicos, lo que era un
resabio del fanatismo medioeval. El tercero, en excluir sistemáticamente a los
nativos de los cargos públicos.
He aquí, por otra parte, cómo analiza Ricardo Rojas el cuadro de aquella
época: "La impolítica legislación española, ciega desde la distancia donde se
promulgaba, nada hizo por mitigar la crisis que minaba el sentimiento español
en América. Agravada, por el contrario, con su sistema de privilegios en favor
de los peninsulares, el criollo vio ahondarse las diferencias que le separaban
del español; así fuera en ocasiones su padre. Influencias en la Corte, pitanzas
clandestinas, venta de magistraturas y blasones o concesiones para
responder a los apuros del fisco en plena bancarrota, prácticas aún más
viciosas que el precepto, precipitaron sobre América, principalmente en el
siglo XVIII, una cáfila de burócratas altaneros, o segundones en desgracia,
que sólo traían su desdén para el nativo y su ilícita avidez de fortuna, a la
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sombra de la dignidad eclesiástica o civil que se les confería. Con ellos venían
sus pequeños paniaguados, casi todos de la clase media o plebeya, a
completar el cuadro de la exótica oligarquía. Excluidos los americanos de las
funciones públicas – salvo las municipales del Cabildo –, dedicábanse
exclusivamente a la vida del hogar y los negocios, por donde ellos vinieron a
constituir la burguesía, en sociedades donde la oligarquía formaba como una
aristocracia accidental. Incapacitados a servir a su país desde el gobierno,
soportaban la afectada altanería del peninsular, pagando en silencio, para los
tragones del monopolio, alcabalas y almojarifazgos".
Veamos ahora la forma en que se llevó a cabo en el Paraguay la
propagación de esas ideas.
Existe, sin duda, una trabazón íntima entre los acontecimientos humanos.
De ahí que no puede desconocerse la influencia que la invasión napoleónica
ejerció en Portugal y en España, ni la que ejercieron los acontecimientos
políticos de estos dos Estados en sus respectivas colonias ultramarinas, como
tampoco la ejercida por la Corte de Río sobre los sucesos del Río de la Plata.
De igual modo, no puede negarse que la revolución porteña y la guerra con
Buenos Aires ejercieran influencia en los destinos del Paraguay. Pero tal
constatación no significa, de manera alguna, que fuese Belgrano el sembrador
de las primeras ideas de independencia. El pueblo paraguayo no necesitaba
que nadie le inculcase esos sentimientos, que estaban profundamente
enraizados en su espíritu desde tiempo atrás. Criollos y mestizos
comprendían que el injusto régimen vigente no podía ni debía durar. Por eso,
como dice Sánchez, "la dinámica insurrecta se vio nutrida con zumos
mestizos". Y el pueblo apoyó ardorosamente el movimiento que estalló en
mayo de 1811. Cuando se hallaba empeñado en la defensa de la Provincia, el
Gobernador Velasco descubrió un plan subversivo. Resultó que el fraile
franciscano Vaca, porteño, se había declarado adicto a la revolución de
Buenos Aires. Velasco lo confinó entonces al fuerte Borbón. Días antes de la
batalla de Paraguarí, descubrióse en Yaguarón otro complot dirigido contra el
gobernador. El autor, Juan Manuel Grance, suegro del porteño Somellera,
había predicado la necesidad de rendirse sin resistencia a Belgrano, quien
venía "a sacarnos del cautiverio y opresión en que nos tienen los europeos".
En el mes de abril, descubrióse otra conspiración, la de los oficiales porteños
Manuel Pedro Domecq, Manuel Hidalgo y Marcelino Rodríguez, cuyo objeto
era tomar posesión del cuartel y "apoderarse a viva fuerza del barco en que
se hallaban los prisioneros" (porteños) En esos mismos momentos, en Villa
Real de la Concepción conspiraban también José de María, el cura José Fermín
Sarmiento y el doctor José Mariano Báez, quienes sostenían que el fin de la
Junta de Buenos Aires "era libertar de la esclavitud a los americanos". Es
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Capítulo VII
"¡ALBOROTO EN LA PLAZA!"
Gamarra qué novedad había, contestó: que había oído decir "alboroto", pero
no sabía en que consistiera. Poco después entró uno de los cabildantes
diciendo que las tropas (no excedían de cien hombres entre granaderos y
artilleros que formaban la guardia del Gobernador) se habían parapetado en
el cuartel, no abrían la puerta a nadie y trabajaban adentro en montar piezas
de artillería y cargar fusiles. Ordenó entonces el Gobernador a Gamarra que
fuera a ver lo que había en el cuartel, a cuya puerta, golpeando Gamarra,
preguntáronle quién era, y respondió que era Gamarra, contestándosele
entonces desde adentro: "Disculpe, mi General, pero no se abre ahora la
puerta"; replicó Gamarra diciendo que si no lo conocían, y contestaron que sí,
y si él era también de los que pretendían desarmar a los paraguayos; dice
Gamarra que bien lo conocían y que él también era paraguayo; y no
consiguiendo que se le abriera la puerta, volvió a dar su parte al
Gobernador". (Informe que, por encargo de José de Abreu, envía Francisco
das Chagas Santos desde San Borja a Diego de Sousa. Bibl. Nac. de Río de
Janeiro. Copia de la "Revista do Archivo Público de Río Grande do Sul").
El mayor de plaza Cabrera, acompañado de ocho soldados con que andaba
de ronda, se ofreció para ir al cuartel. Al abrirse la puerta de éste, los mismos
soldados que lo acompañaban le empujaron hacia adentro y, pegándole
planazos, le ataron y así lo tuvieron toda la noche.
El fraile español Inocencio Cañete se dirigió al cuartel, por encargo del
Gobernador, a fin de apaciguar a los insurgentes. La contestaron "que se
retirara a su convento, pues no necesitaban de más plática".
Igual suerte corrió el obispo García de Panés, quien más tarde llegó
también hasta el cuartel por encargo de Velasco.
El Capitán Caballero, jefe de la Revolución, envió al Alférez Iturbe como
portador de una nota suya al Gobernador Velasco. La nota decía así: "En
atención a que la Provincia está cierta de que habiéndola defendido a costa de
su sangre, de sus vidas y de sus haberes del enemigo que la atacó, ahora se
va a entregar a una potencia extranjera, que no la defendió con el más
pequeño auxilio, que es la potencia portuguesa; este Cuartel, de acuerdo con
los Oficiales Patricios y demás soldados, no puede menos que defenderla con
los mayores esfuerzos, y para el efecto, pide lo siguiente: Que se entregue
llanamente a este Cuartel la Plaza y todo el armamento, así de dentro como
de fuera de la ciudad, en cualesquiera manos que se hallen, y que para el
efecto lo pida el Sr. Gobernador y lo congregue en su casa, para con su aviso
mandar por ello este Cuartel el Diputado que corresponda. Que el Sr.
Gobernador siga con su gobierno pero asociado con dos diputados de este
Cuartel, que serán nombrados por dicho cuartel a su satisfacción, mientras
lleguen los demás Oficiales de Plana Mayor de esta Provincia (cuya vez hace
por ahora este Cuartel), que entonces se tratará la forma y modo de gobierno
que convenga a la seguridad de esta Provincia. Que igualmente, mientras
tanto, se cierre la Gasa de Gobierno y se entregue la llave a los dos Diputados
socios del Sr. Gobernador; y que igualmente, entre tanto, se retiren del lado
de él Don Benito Velasco y don José Elizalde, entregando el primero la llave
de la Secretaría, y el segundo la de la Tesorería, a los dos mismos socios del
Sr. Gobernador. Que ningún barco se nueva de ninguno de los puertos de
esta Provincia mientras no lleguen a ésta los Oficiales de la Provincia y se
establezca lo conveniente. Que igualmente se retire del Sr. Gobernador don
José Teodoro Cruz Fernández y todos los del Cabildo Secular, con prevención
a todos aquellos, y a los demás que se han de separar de Su Señoría, que no
salgan de esta ciudad antes de dicho establecimiento. Que asimismo no
salgan de la ciudad los portugueses que ahora poco han entrado en ésta con
diputación clandestina. Y que, mientras tanto, siga la ciudad sin embargo sus
oficios, comercio y agricultura sin estrépito ni alborotos; y que tampoco se
embarace al Cuartel la comunicación libre con la ciudad y con la Provincia ni
se intercepten sus chasques". (bibl. Nac. de Río de Janeiro. Copia de Walter
A. de Azevedo.)
Mientras el gobernador escribía su respuesta, quedó esperando el alférez
Iturbe en la guardia de la entrada, donde dijo asaz enfadado: "No se necesita
incomodar a Portugal, pues no carecemos de socorros; los europeos han
quedado en la ciudad, sin ayudar con su dinero al pago de las tropas
milicianas ocupadas en la defensa de las fronteras, diciendo que no tenían
dinero, siendo la verdad que el día del ataque a Paraguarí, como un traidor
hiciera correr la noticia de que habían triunfado los de Buenos Aires, muy
luego embarcaron los mismos europeos 35.000 pesos fuertes, a fin de
ponerlos a salvo en Montevideo; después de haber los paraguayos repelido y
ahuyentado de su frontera a los de Buenos Aires, los puestos públicos fueron
otorgados solamente a los europeos, y aun a los que quedaron en la ciudad,
no siendo contemplados para nada los paraguayos, tratándolos con desprecio,
y peor que antes; y por último, tratan de desarmarnos, a fin de quedar sólo
armados los europeos".
La respuesta de Velasco fue negativa. Por indicación de éste, Abreu quemó
todas sus notas y las contestaciones del Gobernador, del Obispo y del
Cabildo. Y por consejo de Abreu, Velasco mandó cercar el cuartel con
europeos armados, con instrucciones de abrir el fuego contra el mismo si no
se entregaban al amanecer.
bien en seguida se le pasaría aviso del suceso. Recalde y el Padre Molas, por
causas no aclaradas, no entraron a formar parte del triunvirato. Aceptó
integrarlo el Capitán Juan Valeriano de Zeballos, español, pero conocido por
sus ideas revolucionarias. Francisco Wisner de Morgenstern cuenta que se
barajaron también los nombres de don Fernando de la Mora y don Ventura
Díaz de Bedoya. Entonces alguien propuso al doctor José Gaspar de Francia,
ex-sacerdote [5] graduado en Córdoba, como miembro del gobierno
provisorio. Este – según Demersay – "retirado hacía un año en su casa de
campo en los alrededores de la ciudad, allí vivía en la más completa
ignorancia de los sucesos que se preparaban". "La moción – agrega Wisner –
fue extensamente rebatida y muy especialmente por el elemento militar,
argumentando que la persona propuesta no había tomado parte en la
revolución libertadora y que debía agregarse que no era partidaria de ella;
pero Fray Fernando Caballero defendió al doctor Francia, manifestando que
existía un gran error en suponer que Francia era contrario a la revolución
efectuada, pues a él le constaba que éste anhelaba vivamente la desaparición
del poder español". Y Somellera cuenta que Fray Fernando Caballero agregó:
"Yo respondo con mi sangre del modo de pensar de mi sobrino Gaspar". Esto
tranquilizó a los oficiales y convinieron en que se diese a Francia el lugar
propuesto. Mucho habrá contribuido también en la adopción de tal
temperamento el hecho de que – como anota Moreno – "la dirección de los
negocios públicos requería la intervención de un hombro civil, de capacidad
notoria y alto prestigio moral". Envióse, pues, con urgencia, a José Tomás
Isasi, hijo de un vizcaíno de la ribera, con una carta al doctor Francia – que
residía en su quinta de Ybyray (Trinidad) –, participándole el hecho e
invitándole a que se incorporara al triunvirato.
He aquí el Acta de Constitución del Gobierno Provisorio, redactado el 16 y
encabezado con la firma de Caballero: "En la ciudad de la Asunción del
Paraguay, Mayo diez y seis de mil ochocientos once años, habiendo nombrado
este Cuartel por Diputados adjuntos de Gobierno al Dr. don José Gaspar de
Francia y al Capitán don Juan de Zeballos, para providenciar interinamente
hasta tanto se arregle la forma de gobierno que sea más conveniente, en
virtud de lo convenido con el Sr. Gobernador Intendente: comparecieron los
sobredichos adjuntos y enterados del nombramiento hecho verbalmente en
sus personas, dijeron que lo aceptaban y juraron por Dios y una Cruz,
obligándose a usar este oficio fiel y legalmente, atendiendo a la tranquilidad y
felicidad de la Provincia, en fe de lo cual firmaron conmigo y los Oficiales
principales de este Cuartel, de que certificamos.
FUENTES CONSULTADAS
Vol. 928
Vol. 196 Nueva Encuad.
Vol. 44, Nº 4-5.
Vol. 38, Nº 45-46.
Vol. 1, Nº 12.
Vol. 5, Nº 1-7.
Vol. 2, Nº 20.
Vol. 93, Nº 2.
Vol. 45, Nº 8.
Vol. 45, Nº 1.
Vol. 5, Nº 5.
Vol. 37, Nº 49.
Vol. 2, Nº 8-17.
Vol. 59, Nº 18.
Vol. 63, Nº 2.
Vol. 46, Nº 15.
Vol. 2, Nº 3.
Vol. 44, Nº 1.
Vol. 305 Nueva Encuad.
Vol. 63, Nº 5.
Vol. 546 Nueva Encuad.
Vol. 457 Nueva Encuad.
Vol. 95, Nº 7.
Vol. 3380 Nueva Encuad.
Vol. 594 Nueva Encuad.
Vol. 22, Nº 1-8.
Vol. 12, Nº 18.
Vol. 256 Nueva Encuad.
BIBLIOGRAFIA
INDICE
PRIMERA PARTE
Los litigios hispano-lusitanos
I. – La búsqueda de especias.
II.– Bula de Alejandro VI y tratado de Tordesillas.
III. – Carabelas en el Río de la Plata.
IV. – "Trayendo los palos a cuestas"
V. – La primera rebelión.
VI. – Ganado, trigo y vino.
VII. – Bandeirantes y diplomáticos ensanchan el mapa.
SEGUNDA PARTE
El Paraguay y Buenos Aires
TERCERA PARTE
El Chaco en el control administrativo
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CUARTA PARTE
La Revolución
SOLAPA
Este libro cocara el proceso político de la República del Paraguay, desde los
tiempos de la colonización hasta nuestros días. Estudio histórico de
imponderable valor, que aclara y explica muchos acontecimientos que han
quedado en la penumbra, a través de la historia general de América.
Es cierto que fue el Paraguay, digamos más exactamente, Asunción, el
centro de donde irradiaron las corrientes colonizadoras hacia el sur, desde la
NOTAS
De las naciones que surgieron bajo el impulso del genio hispánico, en las
tierras promisorias del nuevo mundo, hay una de ellas, que nace bajo un
signo especial y que desarrolla una historia de caracteres profundamente
diferenciados: este nación es el Paraguay. Su historia tiene una unidad tal,
que para explicar el proceso contemporáneo, es preciso conocer bien su
raigambre primera: su vida colonial.
Natalicio González, el magistral autor, de "Proceso y formación de la cultura
paraguaya", analiza la forma cómo se desenvuelve el espíritu humano en
estas tierras, modificando el medio, perfeccionando los métodos,
influenciándose a veces por lo externo, pero progresando siempre. En la
forma brillante que su talento y cultura la permiten, González estudia social y
psicológicamente el hombre colonial. Su estudio, hecho con criterio moderno
y científico, dejaba sin embargo una laguna: el estudio del desenvolvimiento
político y diplomático de los hombres de ese período que él tan
talentosamente analizara.
El profesor de Historia Diplomática del Paraguay en la Universidad de
Asunción, doctor H. Sánchez Quell, ha completado el vacío que dejara el
maestro González. En su libro recién aparecido, titulado "Estructura y función
del Paraguay Colonial", estudia con agudeza histórica, método, concisión y
erudición la realidad de entonces. Así como González hace el "proceso de la
cultura", Sánchez Quell realiza el "proceso de la política". Sin embargo, sus
páginas presentan suficientemente "lo humano", como pare que lo político y
diplomático no salga deshumanizado.
Diversos autores paraguayos, como ser, Moreno, Domínguez, Garay, Báez,
para citar sólo algunos, han estudiado eruditamente la historia de la nación.
Estos preceden e Sánchez Quell en el tiempo y lo superan muchas veces en la
minuciosidad de estudios localizados. Sánchez Quell, con un criterio de
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23/2/2020 Hipólito Sánchez Quell
síntesis y con el concepto moderno del ensayo histórico, realiza una labor
paralela a los autores nombrados, pero pensando y escribiendo en
"moderno".
Nuestra época, que lo puede fabricar todo menos el tiempo, necesita para
la juventud obras claras, humanes y sintéticas. No olvidemos que la síntesis
es la etapa última y más difícil, de la evolución del pensamiento. Por tanto,
creemos que este último libro sobre la historie paraguaya, es de importancia
excepcional, pues permite a paraguayos y sudamericanos, conocer con
exactitud histórica, la historia del Paraguay Colonial. A los primeros les
ayudará a explicarse y e amar la evolución de su patria y a los segundos, es
decir a los sudamericanos, les servirá para comprender y conocer un
emocionante capítulo de la historia de una nación americana, que desde el
corazón de un continente, se perfila legendaria, heroica y brumosa.
El profesor Sánchez Quell, haciendo honor a su cátedra, presenta y ubica
con claro sentido didáctico el "leít-motiv" de su obra: Paraguay. Comienza por
explicar en sus primeros capítulos, las razones que impulsaron a los
navegantes europeos a escudriñar los mares. Después de descubierto el
continente americano, nos presenta las negociaciones diplomáticas con que
Portugal y España se parten el nuevo mundo. Continúa con el estudio de los
viajes de exploración y las delimitaciones de las gobernaciones concebidas
por los reyes españoles.
Continuando con los capítulos siguientes, nos encontramos con la fundación
de la ciudad de Asunción y las primeras rebeliones comuneras. Después se
leen las diversas segregaciones del Paraguay y la irradiación de ciudades y de
hombres, "a los cuatro vientos" como lo señala el autor, que hace esa capital
situada en el plexo cardíaco de la América del Sur. Los problemas que derivan
de las misiones jesuíticas y de las actividades económicas y políticas de "la
Compañía" y de la revolución de los comuneros, campean bien vívidos en las
páginas de estos capítulos.
Llegado a este punto de la lectura, surge la explicación espontánea de un
hecho que es esencialmente paraguayo aunque con menor escala se presente
en otros países sudamericanos: la manutención del espíritu de los comuneros
de Villalar. De los españoles que saltaron el Gran Charco, vinieron de
preferencia, en el primer período de la Colonia, hombres salidos de las
huestes de Padilla y vencidos en Villalar, por las "banderas" imperiales. En las
otras colonias americanas, la sed de oro o de gloria, es decir la miseria y las
guerras, hicieron olvidarse al conquistador del ideal comunero, olvido fácil,
puesto que la distancia de la Corona permitía mayores libertades que en la
Península. Los conquistadores avecindados en el Paraguay, habiendo
MAPA.
(Pulse sobre el ícono para obtener la
imagen asgrandada).
I PARTE
LOS LITIGIOS HISPANO LUSITANOS
Capítulo I
LA BUSQUEDA DE ESPECIAS
Capítulo II
BULA DE ALEJANDRO VI Y EL TRATADO DE TORDESILLAS
alusión "así seguimos nuestro camino por este mar de largo" de la carta de
Vaz de Caminha; todo esto, mucho parece significar la ejecución de plan ya
establecido de acuerdo con un primer y verdadero descubridor, que, además,
iba en la misma flota encargada de la divulgación oficial".
El mismo Duarte Pacheco Pereira, en su libro "Esmeraldo, de situ orbis",
que dedicó a Don Manuel, expresa: "Hemos sabido y visto, cómo en el tercer
año de vuestro reinado, del año de Nuestro Señor de 1498, donde Vuestra
Alteza mandó descubrir la parte occidental, pasando allende la grandeza del
mar Océano, donde es hallada y navegada una gran tierra firme..., que tanto
se dilata su grandeza y corre con mucha extensión, que de una parte ni de la
otra no fue visto ni sabido el fin y cabo de ella..., y yendo por esta costa
sobredicha..., he hallado en ella mucho y fino brasil con otras muchas cosas
de que los navíos en estos reinos vienen grandemente cargados".
Como se ve, después de esta descripción, hecha por el descubridor, al
propio Rey que ordenara la investigación, no se puede sostener ya la
casualidad del viaje de Cabral.
Capítulo III
CARABELAS EN EL RÍO DE LA PLATA
Hemos visto cómo Colón estaba firmemente convencido que había llegado a
la costa oriental del Asia, ignorando que las tierras por él descubiertas
constituían en realidad un nuevo continente. En esa creencia murió Colón, en
1506. Posteriores expediciones, especialmente la de Vasco Nuñez de Balboa,
que descubrió en 1613 el Mar del Sur (Océano Pacífico), demostraron ese
error geográfico.
Entretanto, los portugueses, siguiendo la ruta del sur de Africa y la India,
habían llegado a la península de Malaca, cruzado el estrecho situado entre
ésta y la isla de Borneo, y tomado posesión de las Molucas o Islas de la
Especiería. De aquí regresaban las naves cargadas de grandes riquezas.
Como el tratado de Tordesillas daba a los portugueses la exclusividad de la
navegación al Asia, por el este, a lo largo de la costa africana, los españoles,
para poder llegar a las Molucas, necesitaban hallar un estrecho que les
permitiera tomar la ruta occidental, esto es, que comunicara el Atlántico con
el Pacífico. No otra fue la causa del viaje de Juan Dias de Solís.
Este navegante firmó con el Rey un contrato, por el cual se comprometía a
emprender un viaje para el descubrimiento de "las espaldas de Castilla de
Oro", es decir, las costas de México bañadas por el Pacífico – para lo cual
debía cruzar, algún estrecho –, y "de allí adelante mil e setecientas leguas e
más", hasta llegar a las Molucas.
Tres carabelas, comandadas por Solís, llegaban en 1516, a un punto que,
situado un poco al occidente de Punta del Este, denominaron Candelaria
(actual Maldonado). Orillando la costa uruguaya, entraron después en un
agua que, por ser tan espaciosa y no salada, denominaron Mar Dulce. Es lo
que se conoció más tarde con el nombre de Río de la Plata.
Después de llegar a una isla, que llamó de Martín García, por haber
enterrado allí a un marinero de este nombre, Solís dirigióse de nuevo a la
costa uruguaya. Pero apenas tocó tierra, acompañado del contador Alarcón, el
factor Marquina y seis marineros, cayeron él y sus compañeros ante una
lluvia de flechas lanzadas por los indios charrúas que estaban agazapados en
la selva.
"Los charrúas – dice Alberto Zum Felde – andaban a pie, se guarecían en
toldos, iban desnudos, no tenían instrumentos de música, ni más armas que
la flecha y las boleadoras; se alimentaban de pescado y de caza menuda. El
caballo, la guitarra, el facón, son españoles; el rancho de terrón, el poncho, el
chiripá, el mate y otros elementos indígenas, son traídos por los españoles
del Paraguay y del Alto Perú, cuando fundan las reducciones de Soriano. Los
mismos nombres geográficos y vocablos indígenas incorporados a la lengua
común de estos países, son, en su casi totalidad, guaraníes, no charrúas; es
sabido que éstos hablaban una lengua gutural, casi imposible de pronunciar,
y que el propio lenguaje que usaban más tarde, posteriormente a la
conquista, está lleno de influencias guaraníticas adquiridas por importación".
Solís descubrió en esa forma el Río de la Plata, pero su muerte desalentó a
la tripulación, que, en vez de proseguir la búsqueda del estrecho, emprendió
el regreso a España.
Nuevas carabelas llegaban al Río de la Plata en 1520. Iban al mando de
Hernando de Magallanes, portugués al servicio de España. Su objeto era el
mismo que había perseguido Solís; descubrir un estrecho entre los dos
océanos. "la nueva expedición – dice Stefan Zweig – constituyó la aventura
más audaz de la humanidad".
Después de cruzar el Atlántico y de llegar al Río de la Plata, donde
constataron que dicho estuario no era el estrecho que buscaban, siguieron la
costa de la Patagonia hasta alcanzar el estrecho, por donde efectuaron la
entrada. Tres semanas después llegaban a la salida occidental del estrecho, y
entre salvas de artillería se hicieron a la vela por el Mar del Sur. La travesía
de este océano duró tres meses y medio, hasta que por fin alcanzaron las
islas Filipinas, donde Magallanes fue muerto por los indios. Los buques se
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algunos indios con tres arrobas de plata y cartas para sus compañeros de
naufragio, contándoles el éxito de su viaje y llamándoles. Poco después,
García y sus compañeros son muertos por los indios payaguaes, a 50 leguas
al norte de donde más tarde se levantó Asunción, o sea a la altura
aproximada de la actual Villa de San Pedro.
"Así acabó en 1525 – dice Manuel Domínguez –, el descubridor del
Paraguay y de Charcas, el primero que se internó en la tierra de los Mbayaes,
llegó a los Andes peruanos y penetró en los dominios del Inca. Cruzó Curitiba
17 años antes que Alvar Núñez, descubrió el Paraguay 4 años antes que
Gaboto, exploró el Chaco 18 años antes que Ayolas, entró en Clarcas 18 años
antes que las huestes de Pizarro. La historia le da este lauro a aquél gentil
aventurero".
Otras carabelas arribaron al Río de la Plata, en 1526. Eran las del veneciano
Sebastián Gaboto, que estaba al servicio de España. Carlos V lo enviaba a las
Molucas. Debía seguir el derrotero de Magallanes y posesionarse de las
riquezas, cargando sus naves de oro, plata, piedras preciosas, especias,
sedas, brocados, etcétera. Pero ocurrió que al llegar a Pernambuco, el jefe de
dicha factoría, Manuel de Braga, y otros portugueses, le llenaron la cabeza
con noticias de la expedición de Alejo García, del Rey Blanco, de la Sierra y
del Río de la Plata. Y agregaban que, más al sur de Pernambuco, "había unos
cristianos de la armada de Solís, los cuales estaban muy bien informados de
las riquezas que en el dicho río había". Prosigue Gaboto su viaje y llega a
Santa Catalina, donde Enrique Montes y Melchor Ramírez le cuentan la misma
historia, en forma más concreta y precisa. Montes, llorando, presentaba
muestras de oro y plata. Y añadía que Gaboto y compañeros eran los
hombres más venturosos del mundo, pues tanta era la plata y el oro que
había en el Río de la Plata, que todos, pajes y marineros, volverían ricos.
Gaboto no vaciló ya entonces en desistir de su viaje a las Molucas, y dirigióse
resueltamente al Río de la Plata. Una vez en el estuario, Gaboto remontó el
río Uruguay y luego el río Paraná, fundó el fuerte de Sancti Spiritus en la
confluencia con el Carcarañá, exploró este río, el Paraná y el Paraguay,
llegando, en 1528, hasta un punto que probablemente fuese Emboscada,
donde los indios mataron a varios españoles. Vuelto Gaboto a Sancti Spiritus,
emprendió una segunda expedición al norte, esta vez en compañía de Diego
García, la que obtuvo resultado igualmente negativo. Por otra parte, poco
después los indios destruyeron totalmente la fortaleza de Sancti Spiritus.
Después de tantas contrariedades, Gaboto se vio obligado a regresar a
España.
El límite sur era este mismo paralelo 36º 57' 09", que viene a dar en el
Atlántico algo más al sur del estuario del Plata. La gobernación de Mendoza
no llegaba, por tanto, hasta el estrecho de Magallanes, como se afirma en
cuanto libro de historia o geografía circula por allí. El error proviene de haber
reemplazado la palabra "hacia" de la capitulación por el término "hasta".
Desde luego, para que la gobernación de Mendoza pudiese llegar "hasta el
Estrecho de Magallanes", necesitaría no doscientas sino quinientas leguas de
costa sobre el Mar del Sur. (Véase mapa al final).
Por el norte, la gobernación de Mendoza subía hasta las regiones
amazónicas y cerca de las Guayanas. Carlos V, el propio monarca que creó el
Adelantazgo del Río de la Plata, da la Escribanía General de las Indias a su ex
ministro Juan Samano y con este motivo enumera ordenadamente las
gobernaciones del Mar del Sur, Carlos V menciona primero la gobernación de
Pizarro, luego la de Almagro y por último la de Mendoza.
Y al enumerar las gobernaciones del Mar del Norte, Carlos V señala la
gobernación de las Guayanas y a continuación la de Don Pedro de Mendoza.
Esto demuestra que, según Carlos V, la gobernación de Mendoza lindaba por
el norte con el límite sur de las Guayanas, y que entre una y otra gobernación
no se interponía ni la gobernación de Pizarro, ni la de Almagro, pues éstas
estaban relegadas a las costas del Pacífico, a la región de los quéchuas.
(Véase mapa al final)
Otra prueba de que la gobernación de Mendoza subía hasta las regiones
amazónicas – dice Enrique de Gandía – "son las expediciones de Juan de
Ayolas, Juan de Salazar e Irala al norte, todos capitanes de Don Pedro de
Mendoza, que sabían perfectamente bien cuáles eran los límites de su
gobernación, que avanzaban con pilotos que les decían por qué latitudes
pasaban y que en ningún momento se habrían aventurado a penetrar nada
menos que en los límites de la jurisdicción de Almagro y hacerse pasibles de
caer dentro de las leyes severísimas que prohibían salir fuera de los límites de
la propia gobernación".
Resumiendo, tenemos que los límites de la gobernación de Mendoza –
indistintamente llamada Provincia del Paraguay o del Río de la Plata – eran los
fijados por Carlos V en la capitulación citada. La gobernación lindaba por el
norte con el límite sur de las Guayanas, que lo era la línea del Ecuador. Por el
oeste llegaba hasta los contrafuertes andinos, donde fenecían las
gobernaciones de Pizarro y Almagro, y luego, a continuación de esta última
gobernación, tenía doscientas leguas de costa sobre el océano Pacífico. Hacia
el sur fenecía en el paralelo 36º 57' 09", límite austral de las doscientas
con capa negra de paño. El día era soleado y alegre. Los conquistadores
andaban dispersos por la playa y entre ellos conversaban, también, algunas
de las pocas mujeres que venían en la armada.
Osorio dirigióse hacia el lugar de la playa donde estaba Don Pedro. Al
presentarse, se sacó la gorra e inclinándose, preguntó cómo estaba su
señoría. "¡Ser preso!", gritó Ayolas. Este y Medrano lo tomaron de los brazos,
lo arrastraron dentro de una tienda y allí consumaron el hecho. El cadáver de
Osorio fue abandonado por orden de Mendoza con un letrero que decía: "A
éste mandó matar Don Pedro de Meudoza por traidor y amotinador". Los
indios lo enterraron al pie de una palmera. La expedición prosiguió rumbo al
Río de la Plata.
Y ya tenemos a la armada entrando en el estuario. El 3 de febrero de 1536,
efectuóse la primera fundación de Buenos Aires. Ella no pudo haberse
realizado, como se creía hasta hace poco, en el bajo del Riachuelo, en el lugar
llamado Vuelta de Rocha, pues éste, siempre inundado, era insalubre e
inhabitable. La fundación debió realizarse en la parte alta de la meseta que
comenzaba por el sur en el actual Parque Lezama y se perdía, por el norte,
más allá del Retiro. Probablemente, según Gandía, en el punto más alto,
conocido en tiempos de la colonia con el nombre de Alto de San Pedro, donde
posteriormente se erigió la actual Iglesia de San Telmo, en la calle Humberto
1º .
Una leyenda cuenta que al saltar a tierra, el piloto Sancho del Campo,
exclamó: "¡Qué buenos aires son los de este suelo!", y que tal exclamación
fue la que dio origen al nombre de Buenos Aires. Pero el origen del nombre
fue otro. "Nostra, Signora di Bonaria", imagen de un convento de Cagliari,
capital de la isla de Cerdeña, era venerada como patrona de los navegantes.
Era una virgen de pie con un niño Jesús en el brazo izquierdo y una navecilla
con tres velas en la mano derecha. Sus milagros y sus leyendas eran
populares entre los marinos del Mediterráneo, entre los cuales sobresalían los
españoles. "Estos – dice Gandía – le profesaban un gran culto, como lo
demuestran los documentos y votos que recuerdan los milagros hechos a
navíos españoles en trance de perderse. No hay que olvidar, tampoco, que en
aquel entonces Cerdeña era parte integrante de Aragón. El resultado
relativamente feliz del viaje, indujo a Don Pedro de Mendoza a dar el nombre
de "Nuestra Señora del Buen Aire" – protectora de los navegantes – a la
primera ciudad que fundó. Los documentos de los primeros años de la
fundación de Buenos Aires dicen todos "Nuestra Señora del Buen Aire": el
nombre exacto de la Virgen sarda.
Capítulo IV
"TRAYENDO LOS PALOS A CUESTAS"
Gonzalo de Mendoza, de los religiosos y otras personas, si les parecía que era
bien y convenía al servicio de S. M. hacer un fuerte en este paraje y hacer
paces con esta generación de indios carios (guaraníes). Los cuales (Ribera,
Gonzalo de Mendoza, etcétera) dijeron ante Amador de Montaya, Escribano
de S. M., que les parecía bien y cosa muy útil y provechosa a esta conquista.
Y así visto lo susodicho, asentaron paz y concordia con los indios de esta
tierra y les dijeron que de vuelta se haría una casa y pueblo".
Convenida la construcción del fuerte, siguieron al norte aquellos hombres
blancos "con armaduras de fierro, tonantes como Tupã, dios del trueno";
aquellos hombres blancos que, cruzando las "aguas grandes", venían del lado
de la aurora, "de donde todas las mañanas se levanta Arasy, fuente de la luz,
el sol". Otros habían venido antes: Alejo García "hacía doce inviernos",
Gaboto hacia nueve y Ayolas "hacía cuatro lunas".
Salazar llega a Candelaria, donde se encuentra con Domingo de Irala.
Juntos buscan noticias de Ayolas, que se había internado en el Chaco rumbo a
la Sierra de la Plata. Juntos bajan luego hasta un puerto de los guaraníes –
probablemente Ita-pua o Tapuá (hoy Piquete-cué), donde aderezaron las dos
naves de Irala, "las calafatearon e les pusieron remos e jarcias". De allí Irala
retorna a Candelaria, mientras Salazar baja por el río hasta la bahía del
cacique Caracará, donde, dando cumplimiento a su promesa, funda el 15 de
agosto de 1537, día de Nuestra Señora de la Asunción, la casa-fuerte origen
de nuestra Capital.
La selva nativa cedió su madera compacta y perfumada. Cuenta un viejo
manuscrito – firmado por Francisco de Villalta – que Salazar llegó y "anduvo
mirando a dónde se haría el fuerte". Y que una vez elegido el sitio, todos los
soldados (entre los que había tres ingleses: Limon, Rute y Corman)
levantaron "una casa-fuerte con gran trabajo e necesidad, trayendo los palos
a cuestas".
En qué lugar se efectuó la fundación! ¿Cuál fue ese sitio elegido?
"Aterrarían – dice Domínguez – frente a la actual Oficina Telegráfica, al lado
del Cabildo, donde regolfaban las aguas que tenían por cauce principal el
Caracará-í". Y agrega que, en medio de la toldería de los guaraníes, estaba
"el fuerte de la Asunción, casa cuadrada con dos torreones, en la parte más
alta del sitio". Fulgencio R. Moreno afirma, por su parte, que Salazar
estableció el fuerte "sobre la barranca del río".
En un artículo – aparecido en "La Capital" el 16 de agosto de 1937, con
motivo del 4º centenario de Asunción – decíamos: "¿Cuál fue esa "parte más
alta del sitio", "sobre la barranca del río", donde se levantó la casa-fuerte?
Cuenta la tradición que fue la Loma Cabará, situada en el perímetro 15 de
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Capítulo V
LA PRIMERA REBELION
"aguardarme todo el tiempo que estuviere la tierra adentro, hasta que vuelva
o veáis mi firma de lo que debéis hacer".
Irala sostuvo que no procedía una elección, pues había gobernador, y lo era
él. Hizo constar: 1º el nombramiento de Ayolas como lugarteniente del
Adelantado. En cuanto a Ruiz Galán, éste era solamente jefe de la plaza de
Buenos Aires y "hasta tanto que Ayolas venga o provea e mande otra cosa".
2º La muerte de Mendoza en alta mar. 3º El poder que Ayolas la diera en
Candelaria, que decía: "vos doy otro tal e tan cumplido y entero poder como
yo lo tengo del dicho señor Gobernador". 4º La probable muerte de Ayolas,
pues hacía más de dos años que nada se sabía de él. (Pocos meses después,
en una expedición al norte, vio confirmada su sospecha. Ayolas, después de
cruzar el Chaco y llegar a Charcas – repitiendo la hazaña de Alejo García –,
había vuelto a Candelaria. Y allí había sido muerto por los indios. Los
payaguaes vengaron a Osorio.
Alonso Cabrera, en vista de los títulos presentados por Irala, lo reconoció
como Gobernador. Esto ocurría el 23 de junio de 1539.
A fin de dar más estabilidad a la colonia, que aun se desarrollaba en forma
precaria, el Gobernador Irala pensó en concentrar en un solo lugar todos los
españoles del Río de la Plata. Corpus Christi había sido despoblada por Ruiz
Galán hacía dos años. Irala estudió si le convendría más juntar toda la gente
en Buenos Aires o en Asunción. Esta última ofrecía más ventajas, por razones
de diversa índole. 1º) Causa geográfica: se hallaba situada mis cerca de la
Sierra de la Plata; de allí se emprendería con más probabilidades la conquista.
2º) Causa étnica: los guaraníes eran gente hospitalaria, mientras que los
pampas eran enemigos terribles, sitiadores e incendiarios. 3º) causa
económica: las tierras del Paraguay eran fértiles y los guaraníes avezados
agricultores; en cambio Buenos Aires, con su pampa desolada, no parecía
ofrecer mayor aliciente para la labranza. 4º) Causa política: era quitar la
última autoridad que correspondía a Ruiz Galán, el cual había sido dejado por
Don Pedro da Mendoza con poderes para mandar en Buenos Aires. Además,
Ruiz Galán, que se sentía candidato a sucesor de Mendoza, había dicho de
Irala en cierto, ocasión: "Mira qué hombrezillo, se quiere poner conmigo,
sabiendo cómo vino a esta tierra".
Tales fueron las causas que habrían pesado en el ánimo de Irala para
decidirse por Asunción. A principios de 1541 – a los cinco años de la
fundación de Mendoza –, Irala bajó a Buenos Aires, ordenó el incendio de los
últimos ranchos y trajo los pobladores a Asunción. Poco después, repartió
tierras e indios entre los conquistadores.
tierra, y mis armas han de andar donde quiera que fuere navío y otras
personas".
En Asunción se formaron dos bandos: los "comuneros" o iralistas, y los
"leales" o alvaristas. Menudearon los alborotos y escándalos en las calles. Los
"leales" tramaban poner en libertad a Alvar Núñez. Los "comuneros"
multiplicaban sus precauciones para impedirlo. El estado de efervescencia era
general.
Casi un año duró la prisión de Alvar Núñez. Por fin, en Marzo de 1545, lo
sacaron en brazos y con grillos a los pies para embarcarlo. En la calle, gran
número de "comuneros" hacían guardia en las esquinas para que ninguno de
los partidarios del ex gobernador pudiese acercarse a aquel lugar. Mientras lo
llevaban hacia el bergantín, Alvar Núñez se dirigió en alta voz a todos los que
le rodeaban, diciendo: "Señores, sedme testigos cómo yo dexo por mi
Teniente de Gobernador y Capitán General desta provincia, en nombre de Su
Majestad, al Capitán Juan de Salazar". De inmediato fue embarcado a bordo
la carabela "Comuneros", construida en el astillero de Asunción. El sugestivo
nombre del navío recordaba la Revolución Comunera de Castilla y la rebelión
estallada recientemente en Asunción.
Los alvarists se dirigieron a casa de Salazar y le pidieron que acepte la
designación hecha por el Adelantado, a lo que Salazar accedió. Todos los
presentes le juraron obediencia. Y Salazar, poniendo la mano en la insignia de
su hábito de Caballero de Santiago, juró perdonar a todos los que viniesen
debajo de su gobernación.
Salazar requirió a los iralistas su reconocimiento como Gobernador. Pero los
Oficiales Reales le respondieron que su pedido "es en sí muy impertinente y
fuera de toda razón e camino", y pidieron a Irala que ordene a Salazar "que
no se entrometa directa ni indirectamente él ni otra persona alguna a fazer ni
faga demostración de tan indebido e inusitado poder..." Salazar notificó
entonces a Irala y a los Oficiales Reales que les daba plazo "una hora e no
más" para que lo reconociesen, so pena de proceder contra ellos corno
rebeldes. Pero los que procedieron fueron los iralistas, pues prendieron a
Salazar y lo llevaron preso a casa de Irala. Poco después fue embarcado en
un bergantín, que alcanzó a la carabela "Comuneros" en la isla de San
Gabriel, en el Río de la Plata. De allí Alvar Núñez, y Salazar siguieron juntos
rumbo a España. En esta forma terminó su nueva odisea el que fuera actor de
las guerras civiles de España y, más tarde, aventurero y mago en la Florida.
La siempre acariciada esperanza de conquistar la Sierra de la Plata, se
concretó en un nuevo esfuerzo expedicionario. Alejo García y Ayolas habían
llegado, pero sin conseguir asentar su dominio. Alvar Núñez ni siquiera había
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Capítulo VI
GANADO, TRIGO Y VINO
Capítulo VII
BANDEIRANTES Y DIPLOMÁTICOS ENSANCHAN EL MAPA
teniente y a las justicias de Ciudad Real que diesen toda su ayuda a los
portugueses y especialmente al cabecilla Andrés Fernandes.
El Padre Maceta cuenta que el Gobernador Céspedes Xeria envió a su
ingenio de Río de Janeiro más de dos mil indios e impuso seis meses de mita
para recolectar la yerba mate, trabajo pesadísimo en el cual morían los
hombres por centenares.
Y el Padre Arnote declaró que las pocas veces que los jesuitas se atrevieron
con sus indios a combatir a los bandeirantes y ponerlos en fuga, el
gobernador se enojó sobremanera. Agregaba que la reducción de San Xavier,
en la que era vicario, fue cercada por los bandeirantes el 22 de Febrero de
1631. Los asaltantes levantaron la palizada y comenzaron a recorrer las
chácaras, arrastrando a todos los indios que encontraban. Un sábado,
"después de mediodía", los bandeirantes entraron en el pueblo con sus turbas
tupíes y empezaron a llevarse los indios reducidos. Los iban a sacar de la
iglesia, de sus casas y hasta de entre los brazos de los jesuitas, pues los
pobres se abrazaban a ellos para que no los robasen.
En pocos años, la república teocrática de los ignacianos desapareció de las
tierras desoladas por los bandeirantes, alejándose hacia el sudoeste, hacia las
tierras del Tebicuary, Paraná, Uruguay e Ybycuí.
Uno de los más audaces bandeirantes fue Antonio Raposo Tavares. Al
frente de 900 bandeirantes y 2.200 indios, armados de escopetas, espadas,
rodelas, machetes y mucha munición de balas y pólvora, partió de San Paulo
en 1628, dejando apenas 25 hombres que pudiesen tomar armas. En otra
expedición, realizada en 1648, bajó por el Paraná hasta Ivinheima, cruzó el
norte del Paraguay y llegó hasta escalar los Andes, en el Perú. Regresó por el
Guaporé, Mamoré, Madeira y Amazonas, tan desfigurado que los propios
parientes no le reconocieron.
Otro osado bandeirante fue Francisco Pedroso Xavier. En 1676 apoderóse
de Villa Rica del Espíritu Santo, la cual, a causa de las depredaciones
paulistas, había sido trasladada del Guairá y distaba apenas 80 leguas de
Asunción. Pedroso despachó en seguida a uno de sus lugartenientes a
apoderarse de Ypané y Guarambaré, situados a 80 leguas escasas de la
capital. Los primeros fugitivos llegaron a Asunción con la noticia. El Cabildo,
reunido apresuradamente, resolvió organizar una expedición de socorro a
Villa Rica, y confió el comando al ex Gobernador Juan Diez de Andino. Éste
inició la marcha, pero como los bandeirantes habían emprendido el regreso,
los dos ejércitos se encontraron en el Amambay. Los españoles realizaron
varios asaltos sobre las posiciones portuguesas sin resultado alguno. Al día
siguiente, fueron los bandeirantes quienes atacaron, pero también
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infructuosamente. Por fin, los intrusos se retiraron, sin ser perseguidos por
Diez de Andino. El Gobernador Felipe Rexe Corbalán no aprobó la falta de
energía de este último.
Portugal quedó bajo la jurisdicción de la Corona española desde 1580 hasta
1640. "En 1578 – cuenta Calmón – el Rey don Sebastián, con todo el ejército
portugués, pereció en los campos de Alcacer-Quibir, en una desastrosa
expedición contra los moros, que puede calificarse de "última cruzada". Sin
herederos directos, dejó el trono a merced del Rey de España, Felipe II, nieto,
por su madre, de don Manuel "el Venturoso". El poderoso monarca venció por
el soborno, en Tomar, y por las armas, en Alcántara, al pretendiente
portugués, don Antonio, prior del Crato, y ciñó la corona lusitana. Durante
sesenta años, Portugal y España estuvieron unidas en la persona de un
soberano común: Felipe II (1580-1598), Felipe III (1598-1618) y Pelipe IV
(1618-1640). Para el Brasil, lejos de ser funesta, fue grandemente ventajosa
la desventura de la madre patria: los españoles pasaron a ser de enemigos,
aliados, y los paulistas entraron en sus tierras, ya que las fronteras – el
meridiano de Tordesillas – habían desaparecido junto con la independencia
portuguesa". Rota la unión en 1640, arreciaron las malocas paulistas sobre
las posesiones españolas.
El Uruguay era para Buenos Aires una gran estancia. Portugal decide
aprovechar para sí la enorme riqueza. Con ese objeto, Manuel Lobo,
cumpliendo órdenes de la Corte de Lisboa, funda en 1680 la Colonia do
Sacramento, en la costa frontera a Buenos Aires. Los portugueses burlaban
así, una vez más, el compromiso de Tordesillas. Apenas instalados,
emprenden la venta de cueros en gran escala, comerciando libremente con
ingleses y holandeses, quienes debido al monopolio español encontraban
siempre cerrados los mercados de América. Partidas de aventureros,
bandoleros e indígenas recorren toda la comarca, arreando y cuereando
ganado, que venden o contrabandean en la costa. El comercio portugués de
cueros en la Colonia do Sacramento toma tal importancia, que el gobierno
español de Buenos Aires resuelve ocupar la región y fundar poblaciones en
ella.
El Gobernador de Buenos Aires, José de Garro, cumpliendo instrucciones de
Madrid, envió al Maestre de Campo Antonio de Vera Muxica con fuerzas
suficientes para arrasar la Colonia do Sacramento. En la refriega, fue tomado
prisionero Manuel Lobo. Al saberse en Lisboa la pérdida de Colonia, ordenóse
de inmediato la concentración de tropas en la frontera con Castilla. El
gobierno español, en su eterna tragedia financiera, no estaba en condiciones
de afrontar la lucha. La tales dificultades, el único recurso que restaba era dar
ríos concurrentes en sus cabecearas, de los cuales el uno vierta sus aguas en
el Alto Paraná y el otro en el Alto Paraguay".
Ahora bien, ¿cuál eran esos dos ríos, concurrentes en sus cabeceras? El
desconocimiento que se tenía de la geografía americana eran tan grande, que
todo se hacía a base de suposiciones, hasta el punto de expresarse en
solemnes tratados que cierto río "tal vez será el que llaman" de tal modo. Y
ese desconocimiento de la geografía fue la causa de las innumerables
cuestiones de límites que surgieron entre todos los Estados americanos
después de la independencia.
Las discusiones comenzaron durante el coloniaje. Así mientras los
españoles afirmaban que Ygurey era el Ivinheima, los portugueses decían que
lo era el Igatimí. Y mientras los primeros sostenían que Corrientes era el
Blanco, los segundos aseguraban que lo era el Jejuí, el Ypané o el Apa. Los
cosmógrafos y cartógrafos que enviaron España y Portugal nunca llegaron a
un acuerdo sobre los límites fijados en el tratado.
El tratado de San Ildefonso constituyó la cuarta desmembración que sufrió
el Paraguay durante el coloniaje.
Por él perdió el vasto y rico territorio de Matto Grosso. De las otras tres
desmembraciones iremos ocupándonos oportunamente.
Al año siguiente, esto es, en 1778, firmóso entre las dos coronas el tratado
de El Pardo, de carácter preponderantemente comercial. Entre otras
cláusulas, establecía que Santa Catalina podía ser escala para
reabastecimiento de las naves españolas. La regla comercial a observar, sería
la de nación más favorecida. Desaparecía el contrato del tráfico de esclavos.
El tabaco consumido en las islas y costas africanas sería el del Brasil.
Con el transcurso del tiempo, los bandeirantes, cazadores de esclavos, se
convirtieron en cazadores de esmeralda y oro. En sus correrías llegaron hasta
Matto Grosso – que por el tratado de Tordesillas pertenecía a España – y allí
fundaron Cuyabá, San Francisco Xavier, Villa Bella, Coimbra, Albuquerque y
Corumbá. El tratado de San Ildefonso venía a legalizar parcialmente esas
usurpaciones.
Los portugueses, deseosos de adueñarse de más tierras del Paraguay,
hasta el río Ypané, fundaron en 1767, dirigidos por el Mayor Juan Martins
Ramos, el fuerte de Igatimí, a 30 leguas de Curuguaty. Esto les daba la llave
de la sierra de Mbaracayú y les abría una puerta de entrada hacia Asunción.
Pero, en 1777, el Gobernador del Paraguay, Agustín Fernando de Pinedo, los
desalojó de ese lugar. Un año antes, el mismo Gobernador había fundado
sobre el río Paraguay la Villa Real de la Concepción, a fin de contener la
invasión de los portugueses.
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23/2/2020 Hipólito Sánchez Quell
II PARTE
EL PARAGUAY Y BUENOS AIRES
Capítulo I
SEGREGACION DE AMAZONAS Y DE CUYO
Serpa y Silva".
Hay que tener en cuenta que las fronteras de las posesiones españolas en
América eran trazarlas, muchas veces, arbitrariamente, por la voluntad de los
monarcas, en Cédulas Reales que las delimitaban con mayor o menor
perfección.
La gobernación del Capitán Diego Hernández de Serpa eran las Guayanas,
y la del Capitán Pedro Malaver de Silva era Venezuela.
Estas dos gobernaciones fueron creadas con posterioridad a la de Mendoza.
El límite meridional de ambas pasaba más al sur del Amazonas, en el paralelo
6º 20' de latitud austral. El Paraguay no se extendía ya, por tanto, hasta la
línea del Ecuador, situada al norte del Amazonas. Por eso la capitulación de
Ortiz de Zárate, respetando lo adjudicado a Serpa y Silva, segregaba del
Paraguay la cuenca del Amazonas, desde la línea del Ecuador hasta el
paralelo citado. (Véase Mapa al final).
Por otra parte, al crearse la gobernación de Chile – posterior también a la
de Mendoza – se la dio cien leguas de ancho desde la costa del océano
Pacífico hacia el este. Con esto, la región de Cuyo – actuales provincias
argentinas de San Juan, Mendoza y San Luis –, que pertenecía a la Provincia
del Paraguay, pasó a poder de Chile.
Buenos Aires aún no existía. Pero, con el correr de los años, bajo su
jurisdicción iría a parar la región cuyana. En cuanto a la hoya amazónica,
pasaría en definitiva a manos del Brasil.
La capitulación de Ortiz de Zárate, al no incluir los territorios de Amazonas
y Cuyo, constituyó la segunda desmembración que sufrió el Paraguay durante
el coloniaje.
Capítulo II
SEMBRANDO CIUDADES A LOS CUATRO VIENTOS
legua más al norte del salto del Guairá. Poco después, en 1556, Ruy Díaz de
Melgarejo trasladaba dicha población a tres leguas más al norte,
rebautizándola con el nombre de Ciudad Real.
Durante el gobierno de Gonzalo de Mendoza, partiendo de Asunción al
frente de numeroso contingente, Nufrio de Chaves remontó el Alto Paraguay,
cruzó el Chaco y fundó Nueva Asunción en 1559 y Santa Cruz de la Sierra en
1561.
Siendo gobernador Felipe de Cáceres, se lanzó Ruy Díaz de Melgarejo, en
1570, a fundar Villa Rica del Espíritu Santo. La fundación se realizó – como
documentalmente ha demostrado Ramón I. Cardozo – a sesenta leguas más
al este del salto del Guairá, en la región de los bosques vírgenes de Cuarajhy-
verá [Kuarajy vera] (resplandor del sol), donde los indígenas aseguraban que
existían ricas minas de oro y plata. De ahí que la bautizaran con un nombre
lleno de promesas y esperanzas: Villa Rica. Desde esa altura se veía el mar
lejano, al que llamaban Mbaé-verá-guazú [Mba'e vera guasu] (cosa grande
resplandeciente). Acosada constantemente por los bandeirantes paulistas,
Villa Rica tuvo que trasladarse cinco veces para no desaparecer. Por eso es
llamada la ciudad andariega. Trasladóse a treinta leguas más al este, luego a
Curuguaty, después a Itapé, seguidamente a Espinillo y por fin al paraje de
Ybytyrusu donde está actualmente enclavada, a treinta y cinco leguas al
sudeste de Asunción (1).
Era gobernador Martín Suárez de Toledo, cuando salieron en 1573 de
Asunción, con Juan de Garay a la cabeza, 9 españoles y 75 "mancebos de la
tierra", o sea jóvenes mestizos paraguayos, para ir a fundar Santa Fe.
El gobierno de Juan de Garay (1578-1583) caracterizóse por el fuerte
impulso expansionista que imprimió a la colonia. Después de haber
reconocido personalmente la zona oriental del Alto Paraguay, envió a Ruy
Díaz de Guzmán – primer historiador paraguayo de la conquista – a fundar
Santiago de Xerez en 1579, en la margen derecha del Mbotetey. (Aún hoy, a
tanto tiempo de la desaparición de aquella villa, se escucha decir a los
paraguayos del norte: "Aha Jere-ñúpe", o sea "Voy a los campos de Jerez").
A Juan Ortiz de Zárate se le ordenaba en la capitulación, fundar "tres
pueblos de españoles allende de los que están agora poblados, los cuales
haréis entre el distrito de la ciudad de La Plata y la ciudad de Asunción, donde
más convenga". La zona que se extiende entre las ciudades de la Plata y
Asunción es el Chaco. Garay, sucesor de Ortiz de Zárate, quiso dar
cumplimiento a esa resolución. Con tal objeto, envió en 1579 a Adame de
Olabarriaga a reconocer la costa del Pilcomayo para fundar una ciudad en el
Chaco. Debido a lo anegadizo del terreno tuvo que abandonarse el proyecto
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Capítulo III
LA PERDIDA DEL LITORAL ATLANTICO
Por el año 1555, llegaba a las costas cálidas y brillantes del Brasil la
expedición en que venían Juan de Salazar, los hermanos Goes y otros varios
hidalgos españoles y portugueses. Entre ellos venían también el Capitán
Hernando de Trejo y doña María de Sanabria.
Estos últimos contrajeron enlace a poco de llegar. En San Francisco,
ubicada en la costa brasileña que pertenecía a la Corona de España y formaba
parte de la Provincia del Paraguay, tuvieron un niño, el más tarde Fray doctor
Hernando de Trejo y Sanabria, que en 1613 fundara en Córdoba la primera
Universidad del Río de la Plata.
contenían las siguientes: "los muchachos hasta la edad de quince años y las
muchachas hasta de trece" debían ser libres de todo trabajo, lo mismo que
los viejos "que llegaran a sesenta años"; en ningún caso los indios debían
trabajar en los días de fiesta; la forma y el tiempo en que los indios debían
trabajar estaban rigurosamente establecidos; a los caciques se les debía
guardar sus preeminencias y no ocuparlos en ningún género de trabajos; los
encomenderos debían suministrar vestidos y alimentos a sus indios. Análogas
fueron las ordenanzas dictadas en 1611 por el Visitador Francisco de Alfaro. Y
para cumplirlas, designóse Protector de los Indios al propio Hernandarias de
Saavedra.
Se preocupó también grandemente de los criollos y mestizos. "Aunque los
españoles lo tachan – decía un peninsular – de que se inclina siempre a los
criollos y mestizos, es muy honrado caballero, aunque criollo". Arbitrando
medios para que los hijos de la tierra tuviesen estudio, fue el fundador en
1603 de las primeras escuelas en el Paraguay. Expresa en sus "Cartas y
Memoriales al Rey de España y al Consejo de Indias": "Di orden en la dicha
ciudad de la Asunción e hice se pusiesen a estudio en ella más de 30 hijos de
vecinos y más de otros 50 a oficios de los que andaban baldíos y perdidos e
hice se pusiesen a la escuela más cantidad de 150 muchachos". En 1604
fundó la Casa de Recogidas. "En la ciudad de la Asunción – escribe – están
recogidas en casa de una virtuosa mujer, que se dice la Madre Francisca de
Bocanegra, más de sesenta mujeres solteras, pobres y huérfanas, hijas de
nobles padres que han servirlo mucho a Vuestra Majestad en esta provincia.
Muchas de éstas están allí por mi mandato y para el sustento dellas he
procurado favorecerles todo lo posible". En 1617, combatió la costumbre que
existía entre los mozos del campo de pasarse el día tomando "terere", pues
esto los hacía "viciosos, haraganes y abominables ".
Sugestionado con la fantástica Ciudad de los Césares, Hernandarias de
Saavedra resolvió organizar una expedición. Dicha leyenda geográfica tuvo su
origen en el viaje que el Capitán Francisco César hizo en tiempos de Gaboto
desde Sancti Spiritus hasta las pampas de San Luis, donde oyó hablar de la
ciudad del Cuzco y de las riquezas del Perú. Posteriormente la leyenda se
complicó, y supúsose que la misteriosa población quedaba al sur. El
gobernador criollo buscó hombres y elementos en Asunción, Corrientes, Santa
Fe y Buenos Aires; reunidos en ésta última, partieron en 1605, rumbo al sur,
130 españoles y criollos, 700 indios, 600 caballos, 600 bueyes y 76 carretas.
Después de internarse en la Patagonia, la expedición regresó sin haber
encontrado rastro alguno de la Ciudad de los Césares. Después, Hernandarias
de Saavedra realizó dos expediciones más; una a Entre Ríos y Uruguay en
1607 y otra a Corrientes en 1609.
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provincia y formar con ellas un gobierno aparte. "Tendría por acertado – decía
– y creo irían en aumento, y los naturales serían mejor doctrinados, si
Vuestra Majestad los dividiese deste gobierno a éstos y a Xerez, a quien
tampoco van gobernador y obispo, por estar cien leguas adelante de la ciudad
de la Asunción y es pueblo que se pobló de la gente de aquella provincia del
Guairá". Habría que nombrarle gobernador, "para que teniendo dueño y quien
se duela della, sin cuidado désta, se pueda ensanchar y hacer una buena
gobernación".
Como pasaron algunos años sin que el proyecto se resolviera, en 1615 el
Procurador Manuel de Irías lo reiteró en la Corte. Los pobladores que bajaban
del Guairá a pedir justicia, decía Frías, tenían que atravesar "bosques y
montañas, cordilleras muy espesas, bañados y anegadizos", transportando
por ellos sus embarcaciones y mercaderías "a fuerza de brazos", para
continuar después por ríos de "furiosas corrientes", en que los tripulantes
debían bogar perpetuamente de pie, "al sol y al agua y de ninguna manera
sentados".
El Rey pidió informe al Virrey del Perú, Marqués de Montes Claros, quien lo
envió en éstos términos: "Juzgo muy conveniente hacer una nueva
gobernación, pero porque si quedase con solas las tres ciudades de Guairá
(Ciudad Real), Villa Rica y Xerez, como Hernandarias escribió a Vuestra
Majestad, sería de poca consideración... es mi parecer que se la agregase la
de la Asunción... con lo que quedaría cada uno de los dos gobiernos con
cuatro ciudades".
Desgraciadamente, el informe del Virrey prevaleció sobre el pedido del
Gobernador. Y por Real Cédula del 16 de diciembre de 1617, el Rey dividió la
Provincia del Paraguay o Río de la Plata en dos: A la primera, que también se
llamó del Guairá, correspondían Asunción, Santiago de Xerez, Villa Rica y
Ciudad Real. A la segunda pertenecían Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y
Concepción del Bermejo.
La división se hizo, como dice Moreno, por agregación de ciudades. Cada
una ingresaba con su correspondiente distrito. Por tanto, la línea divisoria
entre las dos nuevas provincias quedaba establecida por la que separaba la
jurisdicción de Asunción de las de Concepción del Bermejo y Corrientes. Poco
después, con la despoblación de Concepción del Bermejo, el Paraguay recobró
sus antiguas posesiones hasta el río Bermejo. (Véase mapa al final).
La división de 1617 constituyó la tercera desmembración del Paraguay
colonial. La forma desacertada en que se efectuó no puede ser achacada a
Hernandarias de Saavedra, que sólo proponía la separación de las tres
Capítulo IV
JESUITAS Y COMUNEROS
Que traducida, quiere decir, según Affonso de Taunay: "¡Oh, Virgen María,
– madre de Dios verdadero –, los hombres de este mundo – están bien
contigo!"
Pero que en realidad significa: ¡"Oh, Virgen María –, verdadera madre da
Dios –, para el indio es lindo el día – cuando va en tu compañía!".
Lástima fue que los misioneros descuidaran la educación espiritual de los
indígenas, enseñándoles sólo a leer y escribir en guaraní, para preocuparse
únicamente de hacerlos laboriosos agricultores o hábiles artífices en aquellas
artes de que podían obtener más pingües provechos.
Otra fuente de cuantiosas utilidades fue el laboreo de la yerba-mate. Este
negocio costaba la vida a millares de guaraníes. Nos lo cuenta un jesuita, el
P. Ruiz de Montoya: "Tiene la labor de esta yerba consumido muchos millares
de indios... Lastima la vista el verlos... Lleva a cuestas cada uno cinco a seis
arrobas, 10, 15, 20 y más leguas, pesando el indio mucho menos que su
carga (sin darle cosa alguna para su sustento)... ¡Cuántos se han quedado
muertos recostados sobre sus cargas!... ¡Cuántos se despeñaron con el peso
por horribles barrancos!"
El desinterés de los jesuitas no fue tan grande como algunos sostienen.
Afanáronse por acaparar riquezas materiales en menoscabo de su misión
cristiana y civilizadora. "Ejercieron – dice J. Natalicio González – el monopolio
de la tierra; de la yerba; de la riqueza ganadera; del comercio de importación
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Barreiro; los jefes de los pueblos de la Cordillera marchan con gente armada
sobre la capital; se apoderan de ella y eligen Presidente de la Junta
Gubernativa a Antonio Ruiz de Arellano.
Después de estar en la cárcel durante cinco años, Antequera es condenado
a decapitación en el cadalso. El pueblo limeño implora el perdón de la víctima.
Esta es muerta camino del suplicio. Poco después es ejecutado Juan de Mena.
La llegada de estas noticias causa inmensa indignación en los comuneros
asuncenos; el Colegio Jesuítico es asaltado y los miembros dé la Orden
expulsados por tercera vez. La hija de Juan de Mena, que llevaba luto por su
esposo Ramón de las Llanas, al enterarse del suplicio de su padre, arroja las
negras vestiduras y se presenta al pueblo vestida de blanco, "porque no era
bien llorar vida con tanta gloria tributada a la patria".
El Virrey no cede en su pretensión de imponer gobernadores al Paraguay.
Es enviado en tal carácter Manuel Agustín de Ruiloba. Éste, apenas llegado,
comienza a despotricar contra los comuneros. Estalla contra él una
insurrección; la gente cordillerana se concentra en Guayaibity [Guajaivity],
cerca de Itá; Ruiloba sale para combatirlos y es muerto en la lucha. Los
comuneros proclaman Gobernador al Obispo franciscano Fray Juan de
Arregui. Éste deja poco después el gobierno.
El virrey ordena nuevamente a Bruno Mauricio de Zabala apagar la rebelión
ejecutando medidas represivas. Al frente de 6.000 indios de las reducciones
jesuíticas, Zabala avanza contra los comuneros, venciéndolos en Tabapy
[Tavapy]. Es el año 1735. Entra en Asunción, repone a los jesuitas en su
colegio, designa Gobernador a Martín José de Echauri, declara abolido el
derecho de elegir gobernadores en casos de vacante – privilegio que Asunción
tenía desde 1537 –, condena a muerte a los principales jefes comuneros y
hace perseguir cruelmente a otros que se habían refugiado en los montes
después de Tabapy. Quedaba terminada la última etapa de la Revolución
Comunera.
¿En qué consistió, pues, la ideología comunera? Su contenido económico
fue éste: extinción del monopolio ejercido por los jesuitas en las riquezas
básicas del Paraguay. Y éste su contenido político: defensa de la autonomía
regional y de las libertades públicas contra el absolutismo centralista del
Virrey.
El pueblo mantuvo – dice Díaz Pérez – "vinculación inmediata, tradicional y
natural con la entidad popular democrática y netamente hispana del Cabildo,
en oposición a la arbitraria de las jurisdicciones políticas absolutistas
representadas en cierto modo por la Audiencia y el Virreynato. Durante este
período, hubo batallas en las calles y en los campos, entre comuneros y
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A la puerta de mi casa
tengo una losa frontera
con un letrero que dice:
¡Viva José de Antequera!
Capítulo V
LA ERA DE RESURGIMIENTO
El destino de los pueblos tiene sus altibajos. Los pueblos El gozan de días
venturosos, sufren luego crisis espirituales y materiales, y después se
reponen nuevamente. Si trazásemos un diagrama de la historia paraguaya,
desde los días iniciales de la conquista hasta hoy, encontraríamos que ella
registra muchos ascensos y descensos sucesivos. Nuestro país ha padecido
varios retrocesos y ha disfrutado de otras tantas eras de resurgimiento.
Ahora tócanos ocuparnos sólo del primer renacimiento operado en el
transcurso del acaecer nacional.
Al vigoroso período que abarca, el siglo XVI, siguió la decadencia. La
división de la provincia al comenzar el siglo XVI, con la consiguiente pérdida
del litoral Atlántico; las incesantes luchas contra los terribles guaicurúes al
oeste y la arteros bandeirantes al este; el apoderamiento de las riquezas
básicas del Paraguay realizado por los jesuitas; los gobernadorcillos
mediocres, venales o indolentes que sufrió la Provincia con desgraciada
frecuencia; la época gloriosa pero anárquica de la Revolución Comunera; todo
eso contribuyó a que el Paraguay, que surgiera tan promisoriamente a la vida
civilizada, se abatiera en la más lamentable decadencia durante todo el siglo
XVII y casi todo el XVIII.
los ojos habituales. Esa mujer era tal vez una mujer perdida a fuerza de no
haber hallado su destino; o tal vez había encontrado su destino, una vez,
viviendo algún minuto con intensidad".
El Paraguay, ha encontrado en ocasiones la ruta de su destino. Pero la
perdió de nuevo, ya en el pantano de las dictaduras, ya en las encrucijadas
de la anarquía. Nuestros problemas, sin embargo, son simples. Son
problemas viejos con modalidades nuevas. Los mismos que planteaban y
resolvían los gobernadores Pinedo, Melo de Portugal, Alós y Ribera. Y que
pueden resumirse así: Caminos, Higiene, Escuelas, Tierras. Ese plan –
ejecutado bajo la égida de la libertad –, será la brújula que señale el
derrotero de nuestro destino. Aunando esfuerzos, realicémoslo cuanto antes,
que desde los lejanos confines de nuestra historia sigue resonando todavía
aquel grito angustiado del Gobernador Pinedo: "¡Señor, el Paraguay necesita
una redención!".
Capítulo VI
TRANSFORMACIONES TERRITORIALES DE LAS MISIONES
Capítulo VII
COOPERACION EN LA DEFENSA CONTRA LAS INVASIONES
INGLESAS
nuevo gobierno y que, a la vuelta de pocos años, Buenos Aires podrá llegar a
ser un importante emporio.
Arturo Capdevila nos cuenta que por aquellos días se realizaban "saraos de
familia, en que los ingleses, verdaderos espejos de urbanidad, ora trataban
de enseñar sus danzas a las porteñas, ora de aprender de ellas las suyas. Son
los días en que salen de paseo por la Alameda las más distinguidas
"señoritas", con los Pack, con los Patrick, con los más gallardos oficiales, y en
que las madres se complacen en caminar cerrando la marcha, no sin
considerar la idea del posible casamiento de las hijas con los herejes. Y allá
van del brazo con los rubios mozos, las Sarratea, las Marcó del Pont, las
Escalada...
Súbitamente habían dejado de ser tenidos en cuenta de piratas los
ingleses, y eran mirados ahora – por ciertas promesas de independencia que
andaban haciendo – como buenos amigos del país. El juicio público, en suma,
cabía en esta expresión que todos hacían propia: – Están en guerra con el
Rey, pero en paz con la tierra.
Al abrigo de este apotegma hay muchos que pactan; muchos que de algún
modo ponen en paz sus escrúpulos y siguen camino adelante. Pero el pueblo,
no. El pueblo es el coro insobornable de las tragedias antiguas. Sólo sabe lo
que sabe. Hasta su ignorancia es defensa y antemural para él. Mira y
comprende. Se explica perfectamente que el señorío ande haciendo buenas
migas con los colorados. La cortesía manda así sea. Mas, para no contagiarse
también, se vuelve sardónico, suelta cada día su pulla y está con el oído
aguzado, atento a las voces de la tierra".
El vecindario tiene esperanza de que el invasor sea expulsado.
Cautelosamente se hace correr la voz de la resistencia. En la trastienda del
librero Valencia se forma una logia y de allí salen diariamente disposiciones.
Existe una organización perfecta para echarse a la calle apenas batan marcha
los tambores. Santiago Liniers, francés al servicio de España, y por aquel
entonces Capitán del Puerto de la Ensenada, se ha dirigido a Montevideo a
solicitar algunos refuerzos para retomar Buenos Aires.
Nativos y peninsulares estaban unidos ante la desgracia común. Lo que se
tramaba era una guerra de conquista, pero también era una guerra de
religión. Los británicos, que paseaban por las calles con sus vistosos
uniformes colorados, eran anglicanos. Pero, para el pueblo, al no ser
católicos, eran "herejes".
"Entonces – agrega Capdevila – la grey católica, que es toda Buenos Aires,
se refugia en al rosario. El prior de los dominicos, Fray Gregorio Torres, que
sabe ya de la encendida promesa de Liniers a la Virgen, insta de seguro a los
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cofrades a secundada con la devoción que les es más grata. Y ella se cumple
en cada casa. Y tarde a tarde, a la hora de la salutación angélica, mientras
repican las campanas, empieza en todas las casas el "Dios te salve, María".
Los oficiales ingleses ya lo saben. Hay una hora en que toda la familia, bajo
cuyo techo habitan, se reúne en algún grande aposento a corear una plegaria.
Oyen el vocerío de aquel rezo y prefieren salir. Comprenden que están de
más. Comprenden que esa plegaria es algo que los separa, y acaso coligen
también que se está rezando contra ellos. Lo colijan o no, les parece muy
curioso el suceso. La familia entera está reunida. Todos. Los padres, los hijos,
los abuelos. Todos. Varones y mujeres, viejos y niños: enteramente todos. Si
acaso llega una visita, no se anuncia; entra, se arrodilla el que fuere, y
participa de la oración y de aquella devoción impresionante.
Interróganse los ingleses con interés, acaso con íntimo desasosiego:
– Do you know what the rosario is?
– Oh, yes! It is a very curious devotion!
– One of the most curious devotions of the Roman Catholic Church.
Sí. Ya saben algo los ingleses. Van por las calles a la hora del Angelus los
señores oficiales británicos y ¿cómo será que no se enteren, si el coro de la
unánime plegaria trasciende de las cerradas ventanas de cada casa y derrama
por el aire frío su compungido rezongo?"
Cruzando por Colonia, Liniers desembarca el 4 de Agosto, bajo una lluvia
torrencial, en la margen opuesta, un poco al norte de Buenos Aires. La lluvia
enloda y borra los caminos, lo que impide a Carr Beresford salir a campo
abierto, como estaba planeado... Llueve cinco días seguidos. Liniers y sus
tropas se ponen en marcha. Llegan hasta el Retiro. La columna inglesa se
repliega sobre la Plaza. Y se encierra en el Fuerte. Gran número de
ciudadanos se incorpora a las fuerzas de Liniers. La artillería inglesa está
barriendo las calles. Los libertadores avanzan corriendo por las aceras. Se
repliegan las chaquetillas rojas. Y ya se está peleando en la Plaza Mayor. El
Cabildo, la Catedral y la Recova caen en poder de los atacantes. Ya están
rodeados los ingleses. Sobre el Fuerte flamea la bandera de parlamento. Y
Carr Beresford, al frente de sus diezmadas tropas, se dirige desde el Fuerte
hasta el Cabildo a deponer las armas ante Liniers. La Reconquista estaba
realizada.
A los pocos días, el Cabildo convoca a Congreso General. El pueblo en
muchedumbre reclama el mando militar para el único jefe de verdad,
Santiago Liniers. Sobremonte había perdido autoridad moral con su huida a
Córdoba. Pero el peligro no había pasado. Era seguro que los británicos
traerían una segunda invasión, mucho más poderosa que la anterior. El Virrey
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NOTAS
1- A su leyendoso origen y a su azaroso historial, Villa Rica agrega los
nombres de los notables escritores que de su seno surgieron y la fama de
gracia do sus mujeres, sus paisajes y sus costumbres.
Hoy, por la ruta recientemente construida, Villa Rica está a cuatro horas
escasas de la capital. Al llegar al río Tebicuary, un abra hermoso se
extiende ante la vista, mientras en el horizonte luce la sierra Ybytyrusu
su cinta morada. Mbocayaty [Mbocajaty] y su blanco campanario pronto
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Capítulo I
FUNDACIÓN DF SANTA CRUZ DE LA SIERRA
La "Tierra del Rey Blanco" fue el punto de mira perseguido por Alejo García,
Sebastián Gaboto, Don Pedro de Mendoza y su lugarteniente Juan de Ayolas,
Alvar Núñez y Domingo de Irala. Todos ellos pretendían llegar a la Sierra de
la Plata, cuya fama irradiaba por todo el continente. Algunos de éstos,
cruzando el territorio del Chaco, alcanzaron la ansiada meta, pero pronto
regresaron, a veces por ser insuficientes sus elementos para consolidar la
conquista, otras por encontrarse ocupada la codiciada tierra por españoles
llegados del lado del Poniente.
Pero la fecundidad imaginativa de los conquistadores era inagotable, como
grande era su constancia ante los más duros fracasos y los más ingratos
contrastes. Ahora se hablaba con entusiasmo de la "tierra rica", la que se
suponía hallarse situada en las inmediaciones de la cordillera de los
Chiriguanos.
No había transcurrido mucho tiempo del fallecimiento de Irala, cuando
resolvióse en Asunción fundar un puerto en los Xarayes. Nufrio de Chávez,
designado jefe de la expedición, salió en 1558 con veintitrés navíos. Navegó
por el río Paraguay hasta llegar a la laguna de los Xarayes. El lagar era pobre
y malsano Los indios comarcanos le explicaron que, hacia el oeste, existía
una región donde "el metal amarillo lo sacaban de los arroyos de las sierras".
El oro existía, pues. Dónde se hallaba, no lo sabían. Pero lo encontrarían.
Al ansia del oro iba parejo el espíritu creador y constructivo. Además de la
esperanza de la "tierra rica", a Nufrio de Chávez le impulsaba el proyecto de
crear en los confines del Chaco, entre las provincias del Paraguay y Perú, una
gobernación independiente, de la que fuese él gobernador. Resolvió, por
tanto, abandonar el proyecto de levantar una población en los Xarayes y
lanzarse a través del Chaco, hacia aquella tierra que lo atraía con la
incoercibilidad de un poderoso imán.
Largo y peligroso era el camino. Los españoles tuvieron que entablar
violenta lucha con los indios que les hostilizaban en su recorrido.
Amotináronse las tropas y requirieron a Chávez el retorno a Asunción. No
queriendo éste abandonar su proyecto de seguir adelante, fue abandonado
por un centenar de hombres, que emprendieron el regreso a la capital.
Chávez quedó en aquellas regiones sólo con 45 compañeros. Sin
desalentarse, cruzó el río Parapití y fundó, en 1559, a orillas del Guapay, un
pueblo al que denominó Nueva Asunción, en recuerdo de la lejana metrópoli.
A siete leguas de Nueva Asunción, la gente de Chávez encontróse con la
que comandaba Andrés Manso, capitán español que había salido del Perú para
poblar los llanos próximos a la cordillera de los Chiriguanos. El encuentro
trajo serias complicaciones. Tanto Chávez como Manso pretendían tener
mejores derechos a la conquista de aquella tierra. Para evitar el choque, que
estaba a punto de estallar, resolvieron ambos capitanes someter el litigio al
Virrey del Perú, don Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete. Este se
dejó convencer por Chávez y, erigiendo el terreno litigioso en nueva
provincia, nombró Gobernador a su hijo don García Hurtado de Mendoza y
Teniente de Gobernador a Nufrio de Chávez. Esto ocurrió en 1560. Al ario
siguiente, esto es, en 1561, Chávez fundaba, al noroeste de la anterior y
cerca del Piray, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Dicha ciudad – cuya fundación fue obra exclusiva del esfuerzo del Paraguay
– vino a ser la capital de la provincia creada el año anterior, la que desde
entonces conocióse con el nombre de Provincia de Santa Cruz.
La creación de la Provincia de Santa Cruz constituye, así, la primera
desmembración sufrida por el Paraguay durante el coloniaje.
Capítulo II
EL RIO PARAPITÍ EN LOS DOCUMENTOS OFICIALES
III
CONFINES DE CHARCAS Y DE CHIQUITOS
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23/2/2020 Hipólito Sánchez Quell
La Provincia del Paraguay confinaba en el lado del Chaco no sólo con Santa
Cruz de la Sierra, sino también con Charcas y Chiquitos.
Debemos, pues, determinar con precisión los límites que separaban la
frontera del Chaco de las de estas últimas provincias altoperuanas.
Abundante es la documentación que prueba que el límite este de Charcas
era la Cordillera de los Chiriguanos. Domínguez ha recopilado en un artículo –
"Límite Este del Perú en los contrafuertes andinos" – testimonios de gran
valor documental. Transcribamos algunos de los más claros.
Jaime Rasquín, que estuvo en el Río de la Plata, hacía constar que los
indios chiriguanos "son tan vecinos de la Provincia del Perú". Es decir que,
aunque están cerca, no están en el Perú.
Toledo, Virrey del Perú, afirmaba que "en los términos de la Ciudad de La
Plata (Charcas) están fronteros los chiriguanos".
Juan López de Velasco, que revisó los copiosos documentos obrantes en el
Archivo la Indias, escribió que "los chiriguanos están en la frontera de los
Charcas".
Francisco de Mendoza, en una información oficial decía en Madrid que hizo
guerra "en la frontera de las Provincias de los Charcas, a los chiriguanos
fronteros".
Diego de Pantoja, vecino de la Plata, en carta dirigida al Rey le dice: "El
dicho reino (del Perú) tiene a las espaldas las Provincias del Río de la Plata
(Paraguay), en las cuales hay mucha tierra abundosa y sana, aunque muy
falta de naturales, y los que hay son chiriguanos, gente indómita y guerrera".
Si las Provincias del Río de la Plata estaban a espaldas del Perú, era porque
entre ambas nada se interponía.
Juan Pérez de Zúrita, Gobernador de Santa Cruz, escribió: "Ha sido esta
gente (los chiquitos) que están al noreste, muy perseguida de los indios
chiriguanos, que confinan con estos charcas".
Fernando de Zárate, Gobernador del Paraguay, envía desde Asunción en
1595 al Capitán Bartolomé de Sandoval, al frente de una expedición, mientras
dice a la Audiencia de Charcas: "Vuestro gobernador de la Provincia de
Tucumán, Paraguay y Río de la Plata, digo que en las fronteras de dichas
gobernaciones confinan indios chiriguanos alzados".
El jesuita Alonso de Bárcena, desde Asunción instruía a su provincial en
esta forma: "la mayor suma de gente (indígena) es la nación que en las
fronteras del Perú llaman chiriguanos y acá llaman guaraníes".
IV
EXPEDICIONES Y FUERTES
Legibles garabatos del siglo XVI y manuscritos de los dos siglos siguientes,
que guardan en sus evocativas páginas la narración de expediciones partidas
desde Asunción hacia el Chaco atrayente y enigmático, nos hablan de la gesta
ruda de aquellos días de leyenda.
sobre zarzos de palma. El subsecuente día envié cinco o seis indios pomberos
(esto es, espías) que fuesen por delante..." Una vez construido el fuerte de
Presentación y proseguida la marcha, "oyeron un tamboril de dichos indios
que estaban en sus festejos, oído que oyeron dicho tamboril, el Capitán
Matías Sánchez con cuatro o seis amigos se fueron emboscados por palmares
anegados y luego de topar un largo bañado, que habiendo entrado por él más
de media legua a las cinchas, toparon un estero a volapié". Envióse entonces
a dos indios, quienes regresaron informando que el estero tendría más de dos
leguas y que de allí "se divisaban unas islas, y que el rumor y tamboril les
parecía estaban en aquellas islas. Se estudió entonces el sitio donde estaban
y qué cerco se les podía poner. Visto ser ya tiempo, mandé marchar con
mucha rectitud, dándoles la orden que se había de guardar, y con esto se
empezó a poner el cerco, y antes de acabarlo de poner, un soldado llamado
Diego Portillo, sin atención de la orden por mí dada, tiró un tiro sin tiempo,
causa que aceleró la contienda mandando embestir sin tiempo... "Terminada
la lucha con la victoria de los españoles, emprendieron éstos el regreso,
fundando de paso el fuerte de San Andrés. Ese fue el itinerario de la
expedición dirigida por Ortega Vallejo, la que llegó hasta el corazón del Chaco
y dejó fundados seis fuertes en esa zona de la Provincia del Paraguay.
Pasemos revista ahora a algunas fichas en que extractamos documentos
que hemos hallado en el Archivo Nacional.
En 1655 el Cabildo de Asunción hacía los aprestos para una jornada que
debía llevarse a cabo contra los indómitos guaicurúes, quienes con sus
continuas correrías en tierras de cristianos tenían en constante intranquilidad
a las poblaciones de la ribera. Poco después partía la expedición al mando del
Capitán García de Paredes. (Archivo Nacional, Vol. 44, Nº 4-5).
Durante el gobierno de Felipe Rexe Corbalán se realizaron tres entradas al
Chaco (1672, 1674 v 1675). Martín de Chavarrí era nombrado Maestre de
Campo en 1678, como premio a su particular valor demostrado en ocasión de
pasar juntos a la otra banda del río a perseguir a los infieles. (Arch. Nac., Vol.
38, Nº 45-56).
El gobernador José Martínez Fontes comunicaba al Cabildo de Asunción, en
1762, haber llevado a cabo una empresa consistente en castigar las tolderías
de las naciones del Chaco. (Arch. Nac., Vol. 1, Nº 15-21).
Las frecuentes irrupciones de diferentes naciones bárbaras, de indios
infieles habitantes del Gran Chaco, eran contenidas siempre con los fondos de
la provincia. Así lo expresaba el Cabildo de Asunción al Gobernador interino
en 1787 (id., id.)
Capítulo V
LA EVANGELIZACIÓN
Capítulo VI
EL ESFUERZO COLONIZADOR
esta ciudad los medios que ha tomado para que se verifiquen las poblaciones
que se han de establecer". (Arch. Nac., Vol. 95, Nº 7).
El fuerte Borbón recibía constantemente víveres enviados de Asunción. Uno
de los tantos documentos que lo atestiguan es éste: el baqueano del Ramo de
Guerra, Silvestre Bogarín, decía en una nota de 1795 que condujo sal, poroto,
tabaco y yerba a Villa Real de la Concepción para su remisión al fuerte Borbón
y al nuevo establecimiento del río Corrientes. (Arch. Nac., Vol. 3380 Nueva
Encuad.)
Y en el mismo año, el Gobernador Alós ordenaba al Administrador del Ramo
de Guerra que entregue a los indios mbocovíes venidos del Gran Chaco
algunas arrobas de yerba y tabaco. (Arch. Nac., Vol. 594 Nueva Encuad.)
Hasta la ganancia de la yerba-mate vendida en Buenos Aires era destinada
para cubrir los gastos que la Real Hacienda de la Provincia desembolsaba en
la manutención de los fuertes de Borbón y San Carlos, como consta en un
manuscrito de 1798. (Arch. Nac., Vol. 33, Nº 1-8).
La estancia de Villa Real de la Concepción fue trasladada al fuerte Borbón,
como lo prueba un expediente de 1802. (Arch. Nac., Vol. 12, Nº 18).
Anteriormente nos hemos ocupado ya de los afanes de los gobernadores
Pinedo, Alós y Ribera para poblar más intensivamente el Chaco. No hay,
pues, por qué insistir sobre ello.
Resumiendo, podemos decir que el ganada vacuno y caballar, las partidas
de yerba, tabaco, sal y demás víveres y todo lo necesario para la colonización
del Chaco, eran proveídos constantemente con los ímprobos esfuerzos del
Paraguay.
Capítulo VII
LOS LÍMITES ÉTNICOS, GEOGRÁFICOS Y JURÍDICOS
mantuvo ese equivocado criterio, el laudo del Tribunal Especial de Límites fue
terminante, dejando sentada la doctrina de una justa y prudente
interpretación del principio del uti possidetis, tal como lo había sostenido
Guatemala en el curso de los debates".
El Tribunal Especial de Límites entre Guatemala y Honduras fue presidido
por el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de
América, Honorable Charles Evans Hughes, e integrado por el doctor Emilio
Bello Codesido (chileno) y el Licenciado Luis Castro Ureña (costarricense). El
citado tribunal dictó su Fallo Arbitral el 8 de enero de 1933, siendo su
resultado favorable a Guatemala.
La argumentación de dicho documento es sólida y contundente. Uno de los
pasajes más medulares, y que revela, al propio tiempo cuán lógica y justa es
la tesis sostenida por el Paraguay, es el siguiente:
"La expresión "uti possidetis" se refiere, indudablemente, a posesión. Hace
de la posesión la norma. Al determinar en qué sentido las Partes se refirieron
a la posesión, debemos considerar su situación al fenecer el régimen colonial.
No era su condición la de Estados en guerra que aceptaban un status
territorial, nacido de la conquista, para terminar las hostilidades. Ni derivaba
tampoco sus derechos de diferentes soberanos. E1 territorio de cada una de
las Partes había pertenecido a la Corona de España. El dominio del Monarca
español había sido absoluto. De hecho y de derecho, la Corona había estado
en posesión de todo el territorio de cada una de ellas. Como antes de la
Independencia cada entidad colonial era simplemente una unidad
administrativa sujeta, en todo respecto, al Rey de España, no había posesión
de hecho ni de derecho, en el sentido político, independiente de la posesión
del Monarca. La única posesión de una y otra entidades coloniales antes de su
independencia, era la que se la pudiese atribuir en virtud de la autoridad
administrativa de que disfrutaba. Por tanto, el concepto del "uti possidetis de
1821" (de 1811, en el caso del Paraguay) necesariamente se refiere a un
control administrativo fundado en la voluntad de la Corona española. Con el
objeto de trazar la línea del "uti possidetis de 1821" debemos establecer la
existencia de tal control administrativo. Cuando la entidad colonial ejercía
control administrativo con anuencia del Monarca español, no cabe duda de
que se trataba de un control jurídico y la línea trazada de acuerdo con tal
control sería una línea jurídica. Si, por otra parte, antes de la Independencia,
cualquiera de las dos entidades coloniales hubiera hecho valer un control
administrativo contrario a la voluntad de la Corona española, ello habría
constituido una mera usurpación, y puesto que, ex hipothese, el régimen
colonial aún estaba en existencia y la única fuente de autoridad era la Corona
IV PARTE
LA REVOLUCIÓN
Capítulo I
EL ALUD NAPOLEONICO RUEDA A LA PENÍNSULA
Capítulo II
INTRIGAS EN RÍO Y REVOLUCION EN BUENOS AIRES
Capítulo III
UNA AMALGAMA DIFÍCIL
mismo sentido. "El pueblo de Buenos Aires – decía –, no pretende usurpar los
derechos de los demás del Virreinato pretende, sí, sostenerles contra los
usurpadores". En realidad, el programa de la revolución, al crear el nuevo
gobierno, había decretado el sometimiento violento de todo el Virreinato a la
autoridad municipal de Buenos Aires. Claro que todo se hacía en nombre de la
libertad. "El pueblo pedía – dice el doctor Ricardo Levene –, que fuese una
expedición militar, la expedición libertadora o de la libertad, a extender en las
provincias la Revolución de Mayo". La llamarada de entusiasmo pretendía
reeditar las hazañas de los ejércitos republicanos de Francia: convertirse en
auxiliar y protectora de todos los revolucionarios. Sólo que aquí faltaba la
"Marsellesa", ese canto que – como dice un escritor – "aun hoy enciende la
sangre como el buen vino".
"Aquella Junta – comenta Mariano A. Molas – que con calidad de
provisional, era creatura de sólo el pueblo de Buenos Aires, que bien conocía
que como capital o residencia de los Virreyes y demás tribunales superiores
del Virreinato, no tenía el derecho exclusivo, preeminente o privilegiado de
arrogarse y resumir a sí sola el mando superior, sobre las demás provincias y
pueblos que no la habían transmitido sus originales derechos... sin aguardar
que las demás provincias la reconociesen y se sometiesen a su superioridad,
de que la revestía el Ayuntamiento de Buenos Aires, empezó a ejercerla y a
extenderla sobre las demás provincias como derivada de la libre voluntad de
ellas; y pretendía que también el Paraguay la reconociese".
El comandante José de Espínola, recientemente separado por el Gobernador
del Paraguay – Bernardo de Velasco – de la jefatura de Villa Real de la
Concepción, se encontraba en Buenos Aires, gestionando ante el Virrey
Cisneros su reposición en el cargo, cuando se produjo el movimiento del 25
de mayo. Tratando de sacar el mejor partido a favor de sus particulares
intereses, se plegó de inmediato a la revolución triunfante, juró obediencia a
la nueva autoridad y se ofreció a atraer a la Provincia del Paraguay, allanando
personalmente con su influencia cualquier dificultad. La Junta, creyendo que
se trataba de un valioso apoyo, le entregó unos pliegos para el gobierno del
Paraguay, en que se pedía el reconocimiento de la misma y la cooperación de
la Provincia.
El Paraguay se resistió espontánea y vigorosamente, como veremos luego.
Las causas que inspiraron esa reacción no puede limitarse a la escasa
simpatía con que contaba Espínola en el seno de sus coterráneos, ni a un
espíritu de localismo. Las causas eran mucho más profundas. "Existía –
señala Moreno – un fuerte sentimiento de solidaridad: solidaridad en el
sufrimiento, solidaridad en las protestas, solidaridad en la indignación sorda
Capítulo IV
EXPEDICION DE BELGRANO
Capítulo V
ASUNCIÓN COLONIAL
Es difícil dar con una ciudad tan típicamente americana como Asunción. Un
estudio sobre su ubicación, características urbanas y vida social durante el
coloniaje, nos dará, la medida de ello. Basta internarnos en sus callejas
tortuosas y pintorescas, escudriñando sus paisajes, sus edificios y sus
costumbres, para captar la esencia misma de su alma multiforme y única, y
obtener así una exacta visión de la Asunción colonial, donde pronto estallaría
la Revolución de la Independencia.
En los planos que, en las postrimerías del coloniaje, confeccionaran don
Félix de Azara y don Julio Ramón de César, ingenieros miembros de las
partidas de demarcadores españoles, se observa cómo Asunción fue
extendiéndose a lo largo de la bahía en forma de anfiteatro. Y vése también
allí cuán curioso era su aspecto, con sus arboledas y chácaras diseminadas
por los amenos valles de los alrededores. La ciudad de entonces no alanzaba
más allá de las actuales calles Colón, Coronel Martínez y México. Lo demás
era suburbio.
En realidad, no había sino dos calles, ambas sin pavimento: las hoy
denominadas Palma y Buenos Aires. Las demás aparecen como callejones
cortos y esfumados entre el desperdigado caserío. Donde hoy está Benjamín
Constant, existía una ancha laguna cuyas aguas, formando un riachuelo por
la calle 15 de Agosto, pasaban bajo el puente de Santo Domingo y
desembocaban en la bahía.
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23/2/2020 Hipólito Sánchez Quell
Capítulo VI
PROPAGACIÓN DEL ESPÍRITU REVOLUCIONARIO
Capítulo VII
"¡ALBOROTO EN LA PLAZA!"
Borja (situado a orillas del río Uruguay) 1.500 hombres y un poderoso tren de
artillería. Además de estas fuerzas que se concentraban en las fronteras de
Misiones, comenzaron a moverse más tarde hacia el Paraguay las fuerzas
portuguesas de Coimbra y otros puntos la Matto Grosso.
Pese a la discreción observada, esa correspondencia no podía pasar
completamente inadvertida. Ella trascendió al público. Y con esto Velasco se
atrajo la desconfianza y antipatía general, desapareciendo así su ya
menguado prestigio.
Con el objeto de acordar un plan definitivo, el 9 de Mayo llegaba a Asunción
el emisario José de Abreu. La presencia de éste avivó las versiones corrientes
sobre la sospechosa conducta del gobernador. Vióse poco después cuán
justificados eran esos recelos. En. efecto, Velasco aseguró al teniente Abreu
"que todo su empeño era ponerse a los pies de la Serenísima Señora doña
Carlota, pues no reconocía otro sucesor a la Corona y dominio de España". Lo
alojó en su misma residencia. Y ofreció un gran baile en su honor, "en señal
de alianza de los portugueses con los paraguayos". Concluidas las
conferencias y próximo a regresar Abreu, aseguróse que el gobierno había
aceptado su ofrecimiento, admitiendo el concurso da 500 soldados
portugueses en Asunción en calidad de auxiliares. Fue este uno de los
motivos que aceleraron la consumación del golpe tramado por los próceres de
Mayo. No era posible admitir que los bandeirantes – seculares enemigos de la
Provincia – se ufanasen paseando como dueños y señores por las calles de
Asunción. La revolución imponíase, por tanto, no sólo como insurgencia
contra España, sino también como un golpe preventivo contra Portugal.
Triunfante ella, quedaría fracasada la tentativa de Sousa Coutinho, como
antes había fracasado la tentativa porteña. A raíz de la última campaña, casi
todas las fuerzas y material de guerra de la Provincia estaban concentrados
en el Cuartel de Infantería. Cualquiera fuese el plan de la revolución, su base
principal debía ser la toma de ese cuartel. El Capitán Mauricio José de Troche
– asiduo concurrente a las reuniones de Recalde y oficial perteneciente a las
milicias de Curuguaty –, hallábase entonces a frente del destacamento de
guardia, compuesto de 34 hombres, todos compueblanos suyos. Era
conveniente, pues, prolongar todo lo posible el servicio de ese pequeño
cuerpo de guardia, que respondía por completo al capitán Troche. Pero hacía
ya más de 15 días que debía ser relevado. Este fue otro motivo por el cual
decidióse precipitar los acontecimientos. Troche se comprometió a neutralizar
con sus escasas fuerzas las que pudiera oponer el gobierno y entregar el
parque al jefe de la conspiración. En la mañana del domingo 14 de Mayo, el
Síndico Procurador de la Ciudad, don Juan Antonio Fernández, advirtió al
alférez Vicente Ignacio Iturbe, su pariente y amigo, que el gobernador estaba
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23/2/2020 Hipólito Sánchez Quell
Iturbe, enviado por Caballero con una segunda nota para el Gobernador,
amenazóle con arrasar su residencia si no cumpliese las condiciones que se le
habían impuesto la noche anterior. Este es el momento perpetuado en el
conocido (Óleo de Da Ré, existente en el Salón Independencia del Palacio de
Gobierno.
Doña Juana de Lara, de tan eficaz actuación en los preparativos del
movimiento, se presentó bien temprano al cuartel, llevando una corona de
flores que obsequió al capitán Caballero.
Una gran parte del pueblo, apercibida del movimiento, acudió presurosa al
cuartel a pedir armas y ofrecer sus servicios. La ola revolucionaria, pequeña
al principio, crecía rápidamente. La revolución paraguaya tuvo – lo hemos
visto ya – raíz popular. Vemos ahora cómo la acción de la masa fue definitiva
en el estallido libertador. Ese pueblo, que había rechazado antes la expedición
porteña, imponía ahora la revolución. Allí, en la Plaza Mayor, dispuestos a
sacrificarse heroicamente por la santa causa que defendían, estaban
militares, intelectuales y pueblo. La revolución fue obra de los tres.
Como Velasco retardaba su respuesta, a las 8 de la mañana los oficiales
instaron desde el cuartel diciendo que romperían el fuego de artillería. El
Gobernador ordenó entonces que de inmediato se les entregara todo cuanto
habían exigido. Los revolucionarios celebraron el triunfo con izamiento de
banderas, enérgicos vivas y salvas de 21 cañonazos. "Revolución cristiana por
excelencia – podría repetirse aquí –; no hubo que incendiar templos ni
realizar matanzas. La Revolución no venía de la Enciclopedia. La libertad, que
era el motivo de la revolución, había sido consagrada 18 siglos antes".
Triunfante el movimiento, surgió esta cuestión: ¿quiénes serían los dos
Diputados que, asociados a Velasco, iban a, gobernar provisoriamente hasta
que se tratara la forma y modo de gobiernos definitivos? Caballero prefería
continuar en la jefatura del cuartel, para defender a la Revolución contra una
posible reacción de los elementos realistas. Fray Fernando Caballero se sentía
ya viejo para las agobiadoras tareas gubernativas. Yegros estaba ausente, si
bien en seguida se le pasaría aviso del suceso. Recalde y el Padre Molas, por
causas no aclaradas, no entraron a formar parte del triunvirato. Aceptó
integrarlo el Capitán Juan Valeriano de Zeballos, español, pero conocido por
sus ideas revolucionarias. Francisco Wisner de Morgenstern cuenta que se
barajaron también los nombres de don Fernando de la Mora y don Ventura
Díaz de Bedoya. Entonces alguien propuso al doctor José Gaspar de Francia,
ex-sacerdote [5] graduado en Córdoba, como miembro del gobierno
provisorio. Este – según Demersay – "retirado hacía un año en su casa de
campo en los alrededores de la ciudad, allí vivía en la más completa
no existe. Se la llevó la saña del tiempo y la apatía de los hombres. Una tosca
cruz señala el sitio. Sólo su mesa escritorio, austera y sobria, se conserva en
el Museo Arzobispal. Es la única reliquia que queda del Libertador.
Volviendo al motivo central, cabe ahora preguntar: ¿Qué se proponía la
Revolución de Mayo? La independencia y la democracia. Esto es, la autonomía
en lo internacional y la soberanía del pueblo en lo interno. Lo primero se vio
bien claro en el bando publicado el 17 de Mayo: la revolución no tenía el
propósito de "entregar o dejar esta Provincia al mando, autoridad o
disposición de la de Buenos Aires ni a la de otra alguna y mucho menos el
sujetarla a ninguna potencia extraña". Y lo segundo se llevó a cabo
justamente un mes después: el pueblo – representado en el Congreso
General por vecinos de Asunción y de las villas y poblaciones del interior –,
expresó su voluntad eligiendo a la Junta Superior Gubernativa que dirigiría el
itinerario de la patria.
Asunción. – progenitora de ciudades, fundadora de imprentas y
universidades, precursora de la emancipación americana, evangelizadora del
nativo indómito y cooperadora en la defensa del Río de la Plata –, convirtióse
así en la capital del nuevo Estado, que ingresaba decidido en el concierto de
los pueblos de América para bregar por su común destino de grandezas.
FUENTES CONSULTADAS
Vol. 2, Nº 8-17.
Vol. 59, Nº 18.
Vol. 63, Nº 2.
Vol. 46, Nº 15.
Vol. 2, Nº 3.
Vol. 44, Nº 1.
Vol. 305 Nueva Encuad.
Vol. 63, Nº 5.
Vol. 546 Nueva Encuad.
Vol. 457 Nueva Encuad.
Vol. 95, Nº 7.
Vol. 3380 Nueva Encuad.
Vol. 594 Nueva Encuad.
Vol. 22, Nº 1-8.
Vol. 12, Nº 18.
Vol. 256 Nueva Encuad.
BIBLIOGRAFIA
INDICE
PRIMERA PARTE
Los litigios hispano-lusitanos
I. – La búsqueda de especias.
II.– Bula de Alejandro VI y tratado de Tordesillas.
III. – Carabelas en el Río de la Plata.
IV. – "Trayendo los palos a cuestas"
V. – La primera rebelión.
VI. – Ganado, trigo y vino.
VII. – Bandeirantes y diplomáticos ensanchan el mapa.
SEGUNDA PARTE
El Paraguay y Buenos Aires
TERCERA PARTE
El Chaco en el control administrativo
CUARTA PARTE
file:///Volumes/BIBLIO/ Paraguay 4 Postguerra y Contemporaneo, Revisionismo/Biblioteca Virtual del Paraguay/biblio_htm/sanchez_quell/san_3_4.htm 51/54
23/2/2020 Hipólito Sánchez Quell
La Revolución
SOLAPA
Este libro encara el proceso político de la República del Paraguay, desde los
tiempos de la colonización hasta nuestros días. Estudio histórico de
imponderable valor, que aclara y explica muchos acontecimientos que han
quedado en la penumbra, a través de la historia general de América.
Es cierto que fue el Paraguay, digamos más exactamente, Asunción, el
centro de donde irradiaron corrientes colonizadoras hacia los cuatro vientos.
Santa Cruz en 1561, Santa Fe en 1573, Buenos Aires en 1580 y Corrientes en
1587, fueron fundadas por capitanes que partieron del Paraguay, entre los
cuales se distinguió particularmente por sus hechos Juan de Garay.
Con justicia se ha llamado Asunción "madre y fundadora de ciudades".
Prolijamente documentada, esta obra constituye un valioso aporte al mejor
conocimiento de la historia relativa a los países que desenvolvieron su
existencia colonial, primero, luego su vida independiente en la cuenca del Río
de la Plata.
Los estudiosos de la materia encontrarán en este libro una fuente de
información y de juicios serenos, enriquecedores del acervo histórico que ha
vinculado a lo largo de más de tres siglos a las naciones de esta parte de
nuestro continente.
NOTAS