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15/5/2020 Responsabilidad del garajista en el Código Civil y Comercial de la Nación

Responsabilidad del garajista en el Código Civil y Comercial de la Nación

Daniel Moeremans [1]

1. Definición [arriba] [2]

El Contrato de Garaje es aquel contrato en que una de las partes, organizada profesionalmente para prestar el
servicio de guarda de vehículos automotores, se obliga a facilitarle a la otra el uso de cierto o indeterminado
espacio dentro de un local apropiado para tal efecto, por un lapso más o menos prolongado de tiempo, a cambio
de un precio en dinero, habiéndose afirmado[3] que “siendo el objeto principal de este tipo de convención la
guarda o custodia del vehículo, la obligación del garajista se traduce principalmente, en la organización de los
medios humanos y previsiones técnicas concretas para cumplir con la finalidad de cuidado y seguridad del rodado
sobre el cual tiene la guarda, lo que conlleva a su responsabilidad por los daños y perjuicios causados a los
automóviles que se ponen bajo su cuidado”.

Se lo ha conceptualizado[4] afirmando que: “Habrá contrato de garaje cuando una parte, organizada en forma de
empresa, se obliga a prestar un servicio de guarda de automotores, ofreciendo a tales fines un lugar adecuado, y
la otra parte a pagar un precio en dinero por ese servicio”.

La estructura funcional de este contrato parcialmente atípico[5] muestra lo siguiente: a) que la persona que se
obliga a prestar ese servicio -ya sea física o ideal- desarrolla su actividad en forma profesional, de empresa; tiene
fines de lucro, comprometiéndose a la guarda del automotor; b) la existencia de otra persona que utiliza
determinado o indeterminado espacio dentro del local perteneciente al garajista para ocuparlo con su vehículo; c)
la guarda del vehículo, es decir, el objeto nuclear del contrato es la custodia; d) En la modalidad de garaje con
reserva de plaza, surge también la obligación del garajista de reservar un espacio determinado o indeterminado
para la guarda del automóvil; y por último e) la obligación de pagar un precio en dinero por parte de quien usa de
los servicios que presta el garajista”.

La Ley española N° 40/2002[6] lo define al contrato de aparcamiento como aquel “en los que una persona cede,
como actividad mercantil, un espacio en un local o recinto del que es titular para el estacionamiento de vehículos
de motor, con los deberes de vigilancia y custodia durante el tiempo de ocupación, a cambio de un precio
determinado en función del tiempo real de prestación del servicio”. Esta ley distingue dos modalidades de la
prestación del servicio (art. 2): “a. Estacionamiento con reserva de plaza en el que el titular del aparcamiento se
obliga a mantener durante todo el período de tiempo pactado una plaza de aparcamiento a disposición plena del
usuario, b. Estacionamiento rotatorio, en el que el Titular del aparcamiento se obliga a facilitar una plaza de
aparcamiento por un período de tiempo variable, no prefijado. En este último caso, el precio debe pactarse por
minuto de estacionamiento, sin posibilidad de redondeos a unidades de tiempo no efectivamente consumidas o
utilizadas. A su turno, esta ley excluye expresamente de la aplicación de la misma a los estacionamientos en las
denominadas zonas de estacionamiento regulado o en la vía pública, oneroso o gratuito, los estacionamientos no
retribuidos directa o indirectamente o cualquier otro que no reúna los requisitos establecidos en el art. 1”.

2. Responsabilidad del garajista [arriba] 

La doctrina[7] sostiene que la responsabilidad del garajista debe ser considerada con criterios rigurosos, es decir
que ella no solo debe ponderarse con relación a la onerosidad del depósito, sino dándole preeminencia a su
función de empresario, que le impone estructurar una organización adecuada para dar correcto cumplimiento a
los servicios que presta. Dos son los principios rectores en materia de responsabilidad del garajista: la eximición
de responsabilidad solo en presencia de caso fortuito o fuerza mayor ajeno al riesgo propio de la actividad
empresaria y en general el carácter restrictivo del análisis de las causas de eximición, puesto que no basta
observar la diligencia de un buen hombre de negocios, sino que garantiza el resultado.

Con relación al factor de atribución en la responsabilidad del garajista Caivano[8], señala que la jurisprudencia ha
seguido el criterio según el cual la sustracción del vehículo del ámbito del garaje, hace presumir la falta de
diligencia del garajista. Es decir, que se establece la presunción de culpa del garajista ante la falta de restitución,
a menos que pueda probar una causal de fuerza mayor que lo exonere. Existe así una inversión de la carga de la
prueba, pues su obligación de restituir (típicamente de resultado) resulta inexcusable, a menos que se verifique
una fuerza irresistible. Por otra parte, debe tenerse presente que el garajista responde por el retiro del vehículo
por persona no identificada o no autorizada, si no puede probar que la persona que lo retiró estaba autorizada por
el cliente para hacerlo o poseía el ticket correspondiente. Nosotros coincidimos en que el garajista asume una
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obligación de resultado. Lo que no coincidimos es en que el factor de atribución sea subjetivo, habiéndose
simplemente establecido una inversión de la carga de la prueba, pues bastaría acreditar su no culpa para liberarse
de responsabilidad. Es por ello que para ser congruente con esta tesitura, y responsabilizar al garajista ante el
hurto o robo del vehículo, se debería afirmar el carácter objetivo del factor de atribución, como así también la
necesidad de ser estricto en el análisis de las causales de exoneración de responsabilidad. Es decir, para nosotros
el factor de atribución en realidad es objetivo y solo puede exonerarse de responsabilidad si demuestra el caso
fortuito o fuerza mayor, ajeno a la actividad del garajista, con entidad suficiente para romper el nexo de
causalidad, no siendo éste el accionar delictivo de terceros, por cuanto el mismo no es ni imprevisible ni en
algunos casos, irresistible.

La jurisprudencia en esta línea de pensamiento sostiene que el garajista responde por la pérdida del vehículo,
salvo caso fortuito o fuerza mayor. En casos particulares, se afirmó que:

a) En el caso de los establecimientos que exigen que los usuarios dejen los vehículos con las llaves de los mismos
para poder ubicarlos posteriormente en función de los espacios, se ha resuelto que lejos de ser un eximente de
responsabilidad, la agrava en virtud de que, al estar el automóvil con las llaves puestas, no hace más que
colocarlo en una situación aún más riesgosa.

b) También, debe responder el garajista por el hecho, error u omisión del dependiente

c) Otro grupo de casos que ha dado lugar a una frondosa jurisprudencia es la de los robos a mano armada. En este
supuesto, la jurisprudencia fue evolucionando con el transcurso de los años, siendo sus etapas principales las
siguientes.

En un primer momento, se consideró al robo a mano armada como supuesto de caso fortuito o fuerza mayor.
Luego, se atenuó este principio considerando como eximente en principio, pero que era una solución que no podía
dársele el carácter de axioma, de una regla de aplicación inexorable o ineludible y su recepción debía depender
de las circunstancias del caso concreto, de lo que resulta, que el robo a mano armada no es siempre por
naturaleza irresistible e imprevisible. En esta línea de pensamiento, hay otros fallos que no liberan de
responsabilidad al garajista, pese a configurarlo como supuesto de caso fortuito, si era normal que los autos
quedaran con las llaves puestas y un solo empleado es insuficiente para controlar el edificio de dos plantas y la
frecuencia de los robos obliga a la empresa a extremar estos cuidados sea cerrando las puertas o aumentando la
vigilancia nocturna o al menor dificultarlos. Caso contrario, manifiesta negligencia por parte del garajista.

Luego, la jurisprudencia puso de resalto que el robo a mano armada no configura un casus, puesto que se ha
llegado a determinar que ya no es un hecho imprevisible y debe ser computado como riesgo propio de la
actividad, previsibilidad que se inscribe dentro del normal transcurrir de los acontecimientos de la actividad del
garajista. Conviene destacar que para ponderar la eficiencia del garajista para dar cumplimiento a la prestación
que ofrece públicamente se debe tener en cuenta no solo la gravedad del ataque sufrido, sino las medidas de
seguridad adoptadas, su idoneidad para ejecutar satisfactoriamente las obligaciones contraídas. En este sentido,
basta recordar el fallo de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala B[9] donde se sostuvo: “El robo a
mano armada no puede ser asimilado, por sí solo, al caso fortuito, sino que es preciso analizar las medidas de
vigilancia adoptadas por el garajista en previsión del posible hecho. El dueño de un garaje, explotado en forma
comercial, tiene la obligación, amén de contar con un seguro, de prever los casos más comunes de amenaza y que
el robo a mano armada, en los tiempos que corren, no puede ser considerado como un acontecimiento
imprevisible, salvo que el propietario pruebe haber adoptado medidas de custodia y seguridad idóneas para
prevenir el suceso. 2. Como es también caso fortuito el que, aunque previsto no ha podido evitarse (art. 513, Cód.
Civ.), tal inevitabilidad queda referida a los medios empleados para impedir o resistir la agresión. En caso de no
haberse previsto medios idóneos por parte del dueño de un garaje (vigilancia suficiente, cerramientos, etc.), el
ingreso de extraños y el robo a mano armada de un vehículo quedan en el ámbito de hechos que por ser
previsibles debieron evitarse y que generan responsabilidad derivada de la propia culpa del garajista (arg. art.
2203 de Código Civil)”.[10]

En concreto, le son aplicables al garajista las reglas del depósito en lo referente a la guarda de la cosa, en virtud
de la cual está obligado a la pronta y fiel entrega de los automotores que se han confiado a su guarda y responde
por los hurtos o robos acaecidos en sus locales a no ser que fuesen cometidos en circunstancias que puedan ser
consideradas como fuerza mayor, extrañas al riesgo propio de la actividad, debiendo contar para evitar robos o
hurtos con medidas idóneas dada su actividad empresaria y profesional. Así se ha afirmado[11] que: “El garajista
debe responder por el robo de un automotor dejado bajo su guarda, pues su responsabilidad debe presumirse no
solo con base en las reglas del depósito oneroso, sino sobre todo por el carácter empresario de la explotación de
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este tipo de emprendimientos y su objeto, consistente precisamente en brindar seguridad a los usuarios mediante
la guarda, pre-operando al efecto las necesarias condiciones a través de una organización eficaz. Y que[12]:
“Finalmente, fue bien decidida en primera instancia la responsabilidad de la recurrente por el siniestro ocurrido
en el garaje afectado a su actividad empresaria. En la organización de toda empresa de garaje, como tal y en
tanto supone el ejercicio del comercio, deben tomarse los recaudos necesarios para desarrollar dicha actividad
con responsabilidad profesional. En efecto, se deben adoptar todas las medidas imprescindibles para prevenir los
hechos dañosos sobre los vehículos bajo su custodia, especialmente el robo o hurto de estos; o al menos para que
-si a pesar de todo- ellas resultan insuficientes, se evite el perjuicio económico al cliente. No habiéndose
demostrado lo contrario, y en virtud de que el hecho se produjo bajo su guarda, la responsabilidad de la
accionada debe presumirse no solo con base a las reglas del depósito oneroso (Cód. Civ., 2202), sino también por
el carácter empresario de la explotación. Trátase en el caso de emprendimientos cuyo objeto consiste,
precisamente, en brindar seguridad a los usuarios mediante la guarda por medio de condiciones específicas y
diferenciales y la organización de una hacienda eficaz (doctrina C.C., 225 y ccds.). Es la misma especialización
que debe caracterizar al comerciante que lo hace pasible a su vez de una responsabilidad especial (Cód. Civ.,
902). En conclusión, es clara la responsabilidad del empresario de depósito por el siniestro acaecido (C.C., 127 in
fine y 126), salvo claro está que este pudiese acreditar la existencia de fuerza mayor (CPr., 377)”.

d) En cuanto a daños producidos por inclemencias climáticas, se sostuvo en un interesante fallo de la CNCiv Sala
J[13], que: “Cabe destacar que para que vientos y lluvias revistan el carácter de caso fortuito o fuerza mayor
deben ser de una violencia excepcional, extraños o desacostumbrados desde épocas lejanas y, en principio, de
amplias proyecciones dañosas, tal cual ocurre en los ciclones, terremotos, huracanes, inundaciones sin
precedentes cercanos u otras fuerzas análogas (Salvat-Acuña Anzorena, "Hechos ilícitos", N° 2885; Colombo,
"Culpa aquiliana", pág. 607; Cám. Nac. Civil, Sala "C", 17-10-63; causa 84.268 del 1-11-2001 de esta Sala). (Causa
94.546 del 30-03-04 RSD: 61/04 "Azuni c/Municipalidad de Vicente López s/ds. y ps.". El Dial - AI29C. Ed.
Albremática). Es así que para que una tormenta -de viento, de lluvia, de nieve- configure un caso fortuito, tiene
que ser extraordinaria -para el lugar y las circunstancias- y de una magnitud o fuerza notoriamente inusuales,
pues los accidentes de la naturaleza no constituyen casos fortuitos, mientras que por su intensidad no salgan del
orden común ("Lowy, Juan c/Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires s/daños y perjuicios". CNCiv. Sala D, N°
de Recurso: D174096, Fecha: 19-3-1996, El Dial, CNCiv.: 12278 (La Ley, 1997-F, 955, 40.070-S).

3. Cláusulas de eximición [arriba] [14]

En general, la doctrina afirma que en los supuestos de contratos de adhesión, están viciadas de nulidad absoluta y
parcial las cláusulas de eximición de responsabilidad. Así Santiago[15] enseña que: “En la actualidad son moneda
corriente estas cláusulas de liberación, las cuales se exteriorizan a través de murales, otras incluidas en el recibo
mensual, otras en el ticket en el contrato de estacionamiento y otras por una nota en la tarjeta inicial donde se
individualiza el automotor. A través de estas cláusulas, se elimina la responsabilidad del garajista por robo,
incendio, daños, etc., en los vehículos. En síntesis, es un verdadero contrato por adhesión donde queda eliminado
de la relación jurídica el elemento personal, el que es sustituido por un mecanismo objetivo y homogéneo
consistente en un esquema predispuesto y prospectivo. Ello permite agilidad en los negocios, ahorro de
negociaciones, posibilidad de contratar por medio de agentes o representantes; en definitiva, evitar la
deliberación previa y personal de los contratantes. Cuando se exterioriza aquel tipo de cláusulas, denominadas
abusivas, el orden jurídico establecido reacciona frente a su vulneración, y lo hace a través de la sanción de
nulidad, que es la sanción legal con que el derecho positivo rechaza el fenómeno de la cláusula abusiva. Consiste
en la privación de los efectos propios del acto, de las consecuencias que la ley reputa querida por las partes. En
relación al alcance de la invalidez, la misma debe ser parcial, es decir que queda circunscripta a la cláusula
viciada, dejando incólume el resto del contrato. Caso contrario se permitiría que, mediante la inserción de
cláusulas contrarias a la ley o al orden público, una de las partes pueda tener en sus manos la posibilidad de
anular en su totalidad el negocio jurídico. Y así lo sostuve en las Terceras Jornadas de Derecho Civil en la Ciudad
de Junín, junto a otros profesionales del derecho. Esta orientación tuvo acogida en el seno de la comisión donde
se aprobó el siguiente despacho: "Corresponde considerar inválida las cláusulas de dispensa del dolo o de la culpa
grave, o de la limitación irrisoria de la responsabilidad, y, en general, todas las que afectan al orden público. Se
trata de una nulidad parcial y en principio absoluta".

La jurisprudencia ha determinado a su turno que las mismas atentan contra la esencia del contrato de depósito y
que en los contratos de adhesión no son válidas si son contrarias a la moral, las buenas costumbres y al orden
público (art. 953 del C.C.). Para tener valor jurídico, un fallo establece que la eximente de responsabilidad debe
ser causado y expreso y constar en el contrato, debiendo mediar una causa razonable y atendible para contratar
de esa forma, ya que no tiene sentido el contrato en que se exima al garajista de su responsabilidad sin causa
alguna. Por otra parte, la reserva hecha en los tickets de estacionamiento en letra pequeña que dice: “la casa no

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se responsabiliza por los daños, hurtos o incendio de los vehículos allí estacionados”, es ineficaz porque debe ser
aceptada por el usuario y es dudoso que en esas condiciones se prestara tal consentimiento.

Los criterios antes expuestos fueron expresados antes de la ley de defensa del consumidor. La Ley N° 24.240 en su
art. 37 regula los supuestos de invalidez de las cláusulas de eximición de responsabilidad. En el inc. 1, establece
que no se tendrán por convenidas las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por
daños. En este caso, se presentarían ambas hipótesis, ya que por un lado se desnaturalizarían las obligaciones del
garajista porque: la aplicación de la cláusula limita o extingue la obligación principal a cargo del proveedor,
alterándose el sinalagma genético, b) favorecería excesiva o desproporcionadamente la posición contractual del
proveedor y perjudicaría inequitativamente la del consumidor, c) la cláusula sería incompatible con la naturaleza
del contrato y pone en peligro la consecución de la finalidad del mismo. Por otro lado, se pretendería limitar la
responsabilidad por daños, lo que se encuentra vedado conforme al art. 37, no distinguiendo la norma entre daños
corporales y materiales, ni entre la limitación o la exclusión de todo tipo de responsabilidad.

En el actual C.C.C., el art. 988 prescribe que en los contratos celebrados por adhesión a cláusulas generales
predispuestas se deben tener por no escritas, en sentido similar a lo dispuesto en la normativa consumeril: a) las
cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente; b) las que importan renuncia o restricción a los
derechos del adherente, o amplían los derechos del predisponente que resultan de normas supletorias; c) las que
por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente previsibles. A su turno tratándose de
contratos de consumo, el art. 1117 prescribe que se aplican lo dispuesto en los arts. 985, 986, 987 y 988, existan o
no cláusulas predispuestas por una de las partes. A su turno, el art. 1118 prescribe que: “las cláusulas
incorporadas a un contrato de consumo pueden ser declaradas abusivas aun cuando sean negociadas
individualmente o aprobadas expresamente por el consumidor. Por lo demás, el art. 1119 prescribe que “Sin
perjuicio de lo dispuesto en leyes especiales, es abusiva la cláusula que, habiendo sino o no negociada
individualmente, tiene por objeto o por efecto provocar un desequilibrio significativo entre los derechos y las
obligaciones de las partes, en perjuicio del consumidor”.

Por último, recordemos que por el art. 1375 se aplica al contrato de garaje lo dispuesto respecto al depósito
necesario, no siendo de aplicación la eximente respecto de las cosas dejadas en los vehículos (art. 1371 último
párrafo). Esta imputación de responsabilidad no es aplicable si los daños o pérdidas son causados por caso fortuito
o fuerza mayor ajena a la actividad de garaje.

Notas [arriba] 

[1] Master y Doctor en Derecho, Münster, R.F.A. Profesor Asociado de Derecho Civil III (Contratos) U.N.T. Premio
Facultad y Editorial la Ley, mejor egresado de la facultad de Derecho de la U.N.T. 1983. Prosecretario de
Redacción de la Revista de Derecho Comercial y de las Obligaciones, Edit. Depalma. Participante de Workshops
sobre Negociación y Mediación del Programa PIL de la Universidad de Harvard. Autor de numerosos trabajos
publicados en la revista La Ley, de Derecho Comercial y de las Obligaciones, etc.
[2] Véase al respecto Enciclopedia Jurídica Omeba, 1960, T. XI, pág. 1082, Voz “Garaje”; "Código Civil y Leyes
complementarias. Comentado, anotado y concordado", Augusto C. Belluscio (Dir.); Eduardo Zannoni (Coord.),
Editorial Astrea, Buenos Aires, 2004, T. 9, págs. 831 y 832.
[3]ST Santiago del Estero, 20/02/2009 in re Díaz, Roberto c. Daher Julio, LLNOA 2009 (junio), 449.
[4] Santiago, H. C., “Algunos puntos de vista sobre el contrato de Garaje”, Rev. L.L. 1991-B- págg. 367.
[5] Art. 970, C.C.C.
[6] Del 14 de Noviembre (RCL 2002-2649).
[7] Moglia Claps, G., El contrato de Garaje, la responsabilidad del Garajista: Un fallo confirmatorio, L.L. 1989-D-
215.
[8] Caivano, R. J., La obligación de restituir en el Contrato de Garaje, Rev. L.L. 1990-D, págs. 278 y ss.
[9] CNCiv, SalaB, 10/03/2006, in re Generali Argentina Cía. de Seg. Patrimoniales S.A.c.Garaje Sarandí y otro, en:
RCyS2006,1120.
[10] Sumario N°15475 de la Base de Datos de la Secretaría de jurisprudencia de la Cámara Civil, Boletín N°
15/2003; Fallo Sala: F Expediente. N°: F023285 Fecha: 26-03-03 Juez de Cámara: Zannoni. In re Bentivenga,
Miguel Angel c/Schirripa, Nicolás s/ daños y perjuicios).
[11] Así lo ha sostenido la jurisprudencia CNCom., esta Sala, "in re" "Goncalvez, O. F. y otro c.Dancos S.R.L.", del
31-10-90)”. En igual sentido, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala B, en fecha 25/11/2002, in
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re “La Buenos Aires Compañía Argentina de Seguros S.A. c.D'Alessandro, Silvia Norma, La Ley Online; Lopez mesa,
M. Código Civil y Leyes Complementarias, Anotados con Jurisprudencia, T. III, págs. 733 y ss.; Lorenzetti, R.L.,
Tratado de los Contratos, T. II, pág. 333; Lorenzetti, R.L., Tratado de los Contratos, T. III, pág. 689.
[12] C.Nac. Com., sala B, 28/08/2007, “Omega Coop. de Seg. Ltda. c.Garage Buenos Aires de Nora E. MalekPascha
y Walid S.A.”, La Ley Online).
[13] Del 08/06/2006, in re Rishmuller, Aldo S. c.Emprendimiento Belgrano S.A. y otro, L.L. 14/08/2006, 10, L.L.
2006-D-811 –RCyS2006, 1373.
[14] Véase Rocca, Ival, “Responsabilidad del Garagista, Límite de las cláusulas liberatorias e imposiciones del
funcionalismo en toda forma de usura contractual”, Responsabilidad Civil, Doctrinas Esenciales, Edit. L.L., T. I,
pág. 1511.
[15] Santiago, H. C., “Algunos puntos de vista sobre el contrato de Garaje”, Rev. L.L. 1991-B- pág. 367.

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