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Primera Palabra
Primera Palabra
Jesús manifiesta su intima relación con el Padre durante toda su vida. Si recordamos aquel
episodio de su infancia, cuando tenia apenas unos doce años, donde se queda en
Jerusalén, en el templo y luego de que sus padres de manera angustiosa lo buscaron hasta
que dieron con el, ante el reclamo justo de sus padres por haberse extraviado, Jesús les
responde con una respuesta sabia, que maría su madre guarda en su corazón: ¿Por qué
me buscaban?¿no saben que debo ocuparme en los asuntos de mi padre?. También en el
inicio de su vida pública, cuando es bautizado en el Jordán, el Espíritu Santo desciende en
forma de paloma sobre Jesús y se oye la voz del padre que dice: este es mi hijo amado, en
quien tengo mis complacencias, escúchenlo. Es preciso recordar también que en medio de
su recorrido por los diferentes pueblos anunciando la buena nueva y curando a los
enfermos, el maestro se retiraba a solas a orar por unos instantes para estar con su padre
en la intimidad de la oración. Por todo esto, no es de extrañar que Jesús invoque a su
padre y mucho menos para orar por sus verdugos. Recordemos que en el sermón de la
montaña en un giro novedoso para el pensamiento de su época, Jesús invita a amar a los
enemigos y a orar por aquellos que nos persiguen: una locura para sus contemporáneos y
algo absurdo en nuestros tiempos de hoy, en donde prima la filosofía del mas fuerte y la
venganza que nos incita a pagar con la misma moneda devolviendo mal por mal. La ley
del talión que se practicaba en la época de Jesús, sigue marcando la pauta en una
sociedad en donde muchos piensan que perdonar es cosa de tontos y se aferran a la
experiencia del odio y del rencor, amargando su propia existencia y la de las personas que
le rodean. Nuestro señor en la cruz nos da el ejemplo sublime de lo que significa perdonar
especialmente cuando las ofensas son grandes y parece imposible dar un paso hacia la
vivencia de la misericordia con nuestros hermanos. Para poder lograr este cometido, es
preciso cargar nuestro espíritu con inmensa humildad y mansedumbre, doblegando la
soberbia que nos hace creer tener siempre la razón y que nos pone muchas veces en la
condición de víctima, haciéndonos creer inmaculados y santos y en consecuencia,
pensando que son siempre los demás los que fallan, que yo no cometo ningún error.: “yo
cometo ningún pecado: yo no mato, yo no robo, yo no le hago daño a nadie” son las
expresiones que solemos utilizar. Y es que la soberbia queridos hermanos, nos impide
reconocer nuestro propio pecado haciéndonos creer que son los demás los que se
equivocan, yo no; que son los otros quienes deben pedir perdón: el que perdona es Dios,
yo no perdono, dicen algunos de manera jactanciosa e irónica, contradiciendo la voluntad
misma de Dios en el Padre nuestro que nos dice: Perdona nuestras ofensas, como
nosotros también perdonamos a los que nos ofenden.
Y es que para recibir el perdón de Dios, para ser menos indignos de su misericordia,
debemos siempre estar dispuestos primero a ofrecer misericordia, porque ya lo dice
también el apóstol: habrá un juicio sin misericordia, para quien no practicó misericordia.
En pocas palabras, si no perdono, si no estoy dispuesto a perdonar, no soy digno ni
merecedor del perdón de Dios. Frente a esta realidad, quizá muchos podríamos
preguntarnos: ¿Cómo se hace para perdonar al agresor, a aquel que nos a lastimado
profundamente, a aquel que nos ha herido en nuestra dignidad como personas? ¿Cuál es
la formula o el método mas adecuado para hacerlo? Ciertamente el ejemplo del buen
maestro en la cruz es el referente mas grande que tenemos a la hora de adentrarnos en
esta realidad: ¿cuantas penas y sufrimientos, cuantas ofensas y burlas no padeció Jesús
en manos de sus enemigos? Ciertamente fueron tantas, que desde la lógica humana seria
prácticamente imposible, pero Jesús nos enseña a ir mas allá de esa lógica humana, a ser
auténticos hijos de Dios. No podemos olvidar la exhortación del maestro cuando dice: si
no son mejores que los escribas y los fariseos, no entraran en el reino de los cielos. Ser
mejores significa que reine la misericordia antes que el Juicio, que el amor sea el
derrotero y que en consecuencia el perdón sea la actitud que marque la diferencia en
nosotros. Pero padre, es tan difícil perdonar, también pueden decir algunos. Ciertamente
perdonar no es fácil, ya que somos seres humanos y nuestras emociones muchas veces
nos indican otra cosa, nos invitan a tomar venganza, a desquitarnos y a ser implacables
con los que nos han hecho daño. Por eso cabe en este momento recordar en el libro del
Génesis las palabras de Dios a Caín cuando este ofrecía las primicias de su trabajo a Dios
de mala gana: “el pecado esta esperando el momento para dominarte, pero sin embargo
tu puedes dominarlo a él”. Esto quiere decir que nosotros no somos gobernados por
nuestras emociones, sino tenemos el poder de decidir que hacer frente a ellas: si darles
rienda suelta o tomar el camino correcto que a veces puede ser el mas difícil: el de
apaciguar nuestros ímpetus que nos invitan a responder con la misma violencia a la
agresión y a vivir por tanto la experiencia del perdón. Cabe resaltar que la experiencia del
perdón no es una formula mágica en donde al instante desaparece el sinsabor por la
injuria recibida, pero si es un camino que podemos decidir iniciar de la mano con el Señor,
para que sea Él quien vaya sanando nuestras heridas y nos vaya ayudando a hacer borron
y cuenta nueva desde lo profundo del corazón.
También hemos escuchado decir: esto no tiene perdón de Dios, haciendo referencia a los
situaciones o crímenes mas ignominiosos que se pueden cometer. Sin embargo, el perdón
de Dios es infinito y se extiende a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que
abren su corazón de par en par a él. El perdón que Dios ofrece es un don gratuito, no se
vale de ningún merito humano, puesto que no hay cosa humana o situación que pueda
comprar el perdón de Dios. Dios lo ofrece porque quiere, pero si requiere de nosotros una
actitud de disposición y apertura a su Santa voluntad para purificar nuestros pasos y
encaminarnos hacia la santidad que es la meta ultima de todos los cristianos.
En consecuencia hermanos, las palabras de Cristo son un clamor y una suplica de perdón
al padre por toda la humanidad: por aquellos que constantemente maltratan el rostro de
Dios en sus hermanos, por aquellos que llenos de soberbia creen tenerlo todo
prescindiendo del amor de Dios en sus vidas. Jesús hoy sigue diciendo: Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen, porque maltratan tu creación creyéndose dueños y no
administradores de los bienes que les haz confiado, Padre perdónalos, porque hacen
oídos sordos a tus palabras y viven llenos de egoísmo, de ambición, de rencor, porque
viven en guerras que solo ocasionan miseria y destrucción. Hoy el señor sigue clamando
por nosotros, indignos merecedores de su perdón, por nosotros que también le
ofendemos en la cruz con nuestras negaciones, terquedades, obstinaciones en el pecado y
con nuestra soberbia que nos impide reconocer la fragilidad que nos envuelve y por tanto,
lo necesitados que estamos de él y de su misericordia. Recibamos pues durante estos días
de gracia el perdón que Dios nos ofrece en la persona adorable de Jesucristo y
recibámoslo como debe ser, con disposición a perdonar, con deseo firme de acallar
nuestro orgullo y dejar que la humildad de cristo inunde nuestro corazón. Que hoy
podamos ciertamente iniciar un camino de la mano de Dios, un autentico camino de
conversión, en donde el perdón que podamos dar a los que nos han ofendido sea la
muestra autentica de un deseo sincero de transformación en nuestra vida.
Segunda palabra: te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso