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religiosos que van emergiendo por doquier y de un modo casi anárquico
e incontrolado: horóscopos, parapsicólogos, mentalistas, amuletos,
cábalas, etc., y que no siempre acaban por promover una profunda
religiosidad ni el crecimiento del hombre en cuanto tal, o al menos no de
un modo satisfactoriamente integrado.
305
Cf. J. MARTÍN VELASCO, Mística y humanismo, PPC, Madrid, 2007, 36-49.
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madura, perseverante y creativa de una dimensión religiosa y
trascendente de la vida.
En todas estas notas características, las nuevas expresiones
espirituales manifiestan una marcada necesidad de experiencia personal,
de prueba, elección y discernimiento propio, en la cual los actos de fe,
incluso humanos, tienden a desaparecer. En esto último no sólo que no
se contrapone a la subjetividad y autonomía propias de la modernidad, y
a su lema: “Anímate a conocer”, sino que se las radicaliza hasta niveles
inusitados; ya que desaparecen las instancias institucionales y colectivas
objetivadoras del anterior modo de subjetividad, y así las búsquedas y
quereres no siempre consiguen plasmarse en proyecciones formales
como entonces. Esto hace que muchas veces los procesos que deberían
despertar actitudes de autotrascendencia creyente acaben diluidos en la
mera emotividad de los sujetos, alienándolos de la vida real e
impidiéndoles una verdadera vida en el Espíritu.
Uno de los factores que más inciden en este viraje hacia la
experiencia personal es la fluidez cultural de los acontecimientos:
306
Z. BAUMAN, Vida líquida, Paidós, Barcelona – Buenos Aires – México, 2006, 9.
307
Por ejemplo, A. AMEIGEIRAS, “Religiosidad popular. Creencias religiosas populares en la
sociedad argentina”, UNGS, Buenos Aires, 2008; C. CARBALLO (Coord.), Cultura, territorios y
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también recae en las deformaciones de la superstición, magia y
hechicería, con J. Seibold podemos considerar tres vetas importantes
que contribuyen positivamente a esta recreación del imaginario religioso
de nuestro pueblo: lo cósmico, lo corporal y lo interpersonal 308. En efecto,
en la nueva mística de los humildes el universo participa de la
experiencia religiosa, por ejemplo, en la peregrinación a un santuario:
309
Sobre esta transformación hermenéutica que peregrina de la percepción del ‘no ser sino’ a
la del ‘no ser sólo’, y que me parece decisiva para pensar hoy una Nueva Evangelización, ver
mi artículo “Transformación del imaginario simbólico”, Theologica Xaveriana 168 (2009) 449-
470, especialmente 451-459.
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