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Alfonso Reyes

Alfonso Reyes Ochoa nació en Monterrey el 17 de mayo de 1889 y murió en la


ciudad de México el 27 de diciembre de 1959. Fue el noveno de los doce hijos del
matrimonio entre el general Bernardo Reyes y doña Aurelia Ochoa. Cuando
Alfonso nació, su padre era gobernador de Nuevo León, estado en el que realizó
sus primeros estudios. El nombramiento como ministro de guerra que le fue
otorgado al general por parte de Porfirio Díaz obligó a la familia a trasladarse a la
ciudad de México donde Alfonso Reyes terminó sus estudios en el Liceo Francés
en 1901.

Alfonso Reyes (1889-1959) ha sido para la literatura y cultura mexicanas un


apasionado de las letras universales. Destacó como ensayista, narrador, poeta,
dramaturgo, traductor y diplomático. Tuvo una de las formaciones más exigentes
de las que se tenga registro. Ya en su primer libro, Cuestiones estéticas (1911),
están presentes los grandes temas que ocuparían sus inquietudes literarias: el
mundo clásico, la literatura española de los Siglos de Oro, la poesía simbolista
francesa, y la vida y obra de Goethe. Después, sus indagaciones tocaron la cultura
de México y en su periodismo literario se encuentran los más diversos asuntos con
los que Reyes, siempre con estilo cortés, demostraba una cultura enciclopédica.
Su prosa flexible, concisa, elegante, ática, de la cual Visión de Anáhuac es uno de
los ejemplos más altos, fue celebrada por los principales escritores de su tiempo.
Humanista, en el sentido de quien viaja al pasado para comprender mejor el
presente, recogió en libros como La antigua retórica o Junta de sombras aspectos
de la cultura griega.

Con el poema dramático Ifigenia cruel, Alfonso Reyes da prueba de una obra que
no desmerece ante los clásicos que la preceden. “La cena” es uno de los primeros
textos en que nuestra narrativa explora los caminos de lo fantástico. A lo largo de
su vida y de sus viajes y estancias en el extranjero, Alfonso Reyes se dedicó a
conocer y difundir la cultura que siempre lo rodeó. Su activa participación en
numerosas instituciones de México y el mundo son parte del testamento alfonsino,
cuyas raíces se encuentran en la visión cultural de su generación, la del Ateneo de
la Juventud. De este legado sobresale su dirección de la Casa de España que
daría origen a El Colegio de México, su labor en la Academia Mexicana de la
Lengua y su presencia en El Colegio Nacional.
En 1949 varias universidades y centros de escritores apoyaron la candidatura de
Alfonso Reyes para el Premio Nobel de Literatura, aunque fue William
Faulkner quien finalmente fue galardonado. En este periodo Reyes
publicó Sirtes, De viva voz y Homero en Cuernavaca. Entre 1950 y 1953
presentó El horizonte económico en los albores de Grecia, Trazos de historia
literaria, y Verdad y mentira. Durante esos años la Universidad de Princeton,
la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Michoacán le
concedieron el doctorado honoris causa en Letras. El 3 de agosto de 1951 fue
transportado al Instituto de Cardiología, luego del cuarto aviso de la dolencia que a
la postre terminaría con su vida.

En 1952 publico Marginalia (primera serie) La X en la frente y obra poética. Hacia


1953 fue distinguido con el premio literario del Instituto Mexicano del libro. Ese
mismo año aparecieron Memorias de cocina y bodega, Dos comunicaciones, Árbol
de pólvora, y Cuando creí morir. El 18 de febrero de 1954 fue nombrado
presidente honorario de la Federación de Alianza Francesas en México. Publicó
también Trayectoria de Goethe, Parentalia, Hipócrates y Asclepio, Nueve
romances sordos y la segunda serie de Marginalia. En 1955
aparecieron Presentación de Grecia, Quince presencias y Los tres tesoros; en
1956, La danza en la Grecia clásica y en 1957, Estudios helénicos y Las burlas
veras (Primer ciento). El 14 de noviembre de 1958 recibió el doctorado honoris
causa por la Universidad de París. Hacia 1959 apareció la tercera serie de
su Marginalia y nació su Anecdotario (de aparición póstuma en 1968). El 27 de
diciembre de 1959 Alfonso Reyes murió, víctima de un mal cardiaco.

Alfonso Reyes no fue solo un simple buen escritor, fue mucho más que eso, al no
asustarle la responsabilidad desde muy joven y tener siempre esa curiosidad e
inquietudes intelectuales que le caracterizan. Aunque hayan transcurrido 61 años
desde su fallecimiento aún sigue dando testimonio de su grandeza humana por
medio de su vasta producción literaria y por eso se le recuerda como uno de los
autores más distinguidos de México. El escritor pudo irse de este mundo, pero su
obra sigue viva.

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