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“Estúpido amor”

Una historia de BULLYNOVIOS

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TRIXIA VALLE

“Estúpido amor”
Una historia de BULLYNOVIOS

Los ocho monstruos de los noviazgos tóxicos

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Título original: "Estúpido amor"
Autora: Trixia Valle

Diseño de portada: Edgar Vaca Villaseñor


Ilustración: René Villegas
Corrección de estilo: Ivonne Said Marinez
Diseño de interiores: Francisco Miguel Miguel

DERECHOS RESERVADOS Trixia Valle Herrera, 2016


ISBN-En trámite

Primera edición impresa en Trabajos Manuales Escolares. Septiembre de 2016

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación


a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros
métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de
Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal).

Impreso en los talleres de Trabajos Manuales Escolares, S.A. de C.V.


Oriente 142 No. 216, Col. Moctezuma 2a. Sección, Delegación
Venustiano Carranza. Ciudad de México
Impreso en México − Printed in Mexico

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Dedico este libro al bien.
A todas aquellas Ágatas que llevamos dentro
de nosotros, sin darnos cuenta de que la
solución es dejarla ir.
A todas las personas que han sufrido un corazón
roto y una relación enferma.
A todas las personas que quieren ser felices… y que
corren de su vida a Ágata para siempre.
Y muy especialmente a aquellas que
se atreven a ser felices.

* Nota importante: Todos los personajes presentados en esta obra son parte del mun-
do de la ficción, cualquier similitud con la vida real, es mera coincidencia. Si te sien-
tes identificado con alguna situación es muy importante pedir ayuda.

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Contenido

Cápítulo 1 ¡Encontré el amor de mi vida! . . . . . . . . . . . 9

Cápítulo 2 Contrólame, pero no me dejes. . . . . . . . . . . 23

Cápítulo 3 Eres mi obsesión… . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

Cápítulo 4 Te engañé… pero tú me orillaste. . . . . . . . . . 49

Cápítulo 5 Te maltrato porque me preocupas. . . . . . . . . 61

Cápítulo 6 Ni contigo, ni sin ti. . . . . . . . . . . . . . . . . 71

Cápítulo 7 Me voy, pero no me voy. . . . . . . . . . . . . . . 83

Cápítulo 8 No soy yo, eres tú. . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

Cápítulo 9 Eres mi droga…soy adicto a ti . . . . . . . . . . . 101

Cápítulo 10 Un milagro para Ágata . . . . . . . . . . . . . . . 113

Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133

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•I •

¡Encontré ¡el amor de mi vida!

No sé cómo habré pasado yo a la historia en tu historia;


mas sí sé que en la mía, pasaste a la historia como la brújula
que me abrió los ojos con lágrimas y risas para sacar la verdadera yo.
Hoy te agradezco infinitamente haber derrotado los muros de mi ego
y encontrar de nuevo mi corazón.
—Trixia Valle

Ágata siempre soñaba... Este día no era diferente a los demás, se


encontraba tranquila pensando y construyendo en su mente esos
castillos encantados que había puesto ahí desde toda la vida. Sabía que,
por derecho de las hadas, un día se cumpliría su sueño de encontrar
el verdadero amor. Así lo dijeron muy claro en TODOS los cuentos,
que obviamente salen de la vida real, jajaja.
Podía pasar más de dos horas en la tina con espuma, jabones y
aceites. En cuanto su cuerpo se envolvía en el vapor y sentía el calor
del agua transparente, solo fijaba su mirada en el infinito y pensaba
sin parar. Su mayor don era también su mayor enemigo, su mente
ágil y abierta no le permitía parar, ni descansar; y en ocasiones, sus
pensamientos se volvían como un zumbido, por eso les llamaba
“pensamientos moscas”. Por más esfuerzos que hacía, con frecuencia
no lograba espantar esas ideas que revoloteaban en su mente, y por lo
general quedaba agotada de pensar las cosas una y otra vez.
Al salir de la tina, miró el reloj y como siempre, ya se le había hecho
tarde. Su “shalala” –pensar en la inmortalidad del cangrejo, como diría

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su abuelita– fue tal, que perdió la conexión con la realidad y el tiempo.


Ahora debía correr y ponerse en el estado más neurótico que la prisa
generaba en ella. A pesar de tener todo para ser feliz, las dos cosas
que impedían su completa felicidad eran sus pensamientos y su prisa.
—¡Carajo! Ya voy tarde otra vez, y ni siquiera sé qué ponerme
—gritó Ágata al tiempo que caminaba hacia su closet con mala actitud
y mala energía. Como era lógico, se pegó en el dedo chiquito del pie
con una bota que había dejado tirada.
—¡Otra vez! ¡Carajooo!
Pero de pronto recordó que nada bueno se crea en esos días de
caos, y que si había pasado dos horas en la tina era justamente para
relajarse, no para ponerse histérica neurótica y arruinar su día. En
realidad, dominar su carácter había sido su mayor reto de niña, porque
en su familia comúnmente la llamaban “arruinadora de momentos”,
“Cruela de Vil”, “mala”, “malagradecida”. En general, mala fue el nombre
que más la marcó, y rogaba hincada ante su imagen de la Virgen de
Guadalupe que no le permitiera ser “mala”. Para rematar, en la escuela
no le había ido nada mejor. Los niños la bulleaban diciéndole que era
“rara”, “especialita”, “que nadie la iba a querer jamás”, “que daba asco”.
Así que las poderosas palabras que otros le dijeron hicieron efecto y
estaban creando todo tipo de situaciones que confirmaban que esa
masa mental llamada “los demás”, tenía razón sobre quién era ella en
realidad.
Decidió dos cosas: usar la máscara del bluff –apariencia de que
todo es cool y no pasa nada– y no dejarse conocer demasiado, pues
pensaba que si alguien llegaba a conocerla un poco más a fondo, se daría
cuenta de que lo que le dijeron sus familiares y bullies era verdad, ella
no valía lo suficiente. Esta creencia era su demonio.
Eligió su ropa con cuidado y esmero, por lo que tardó otros veinte
minutos en vestirse, veintidós más en arreglarse y todavía le faltaba ir
al salón. Te digo, su máscara era bastante cara y tardada, pero era vital
para ella y para el dolor de su alma. Este ritual de belleza era su prepa-
ración, su defensa, su estructura, su armazón, su escudo y su arreglo
para la vida.

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Una hora y cincuenta y cuatro minutos después llegó al restaurante


donde ya la esperaban sus amigas con cara de: “¡Te pasas!”. Cuando
volvió a ver su reloj, se dio cuenta que las había dejado esperando una
hora y cuarenta minutos; además de que tenía una cita en una hora
y media…
—Mil perdones, es que se me fue el tiempo —dijo Ágata, sentán-
dose apresurada a la mesa.
—Ay sí, y nosotras que nos muramos de hambre —comentó Karla
algo molesta.
—Para la siguiente ya no te vamos a esperar —agregó Lorena con
cara de fastidio.
Los comentarios siguieron hasta que entraron a temas más intere-
santes –y siempre presentes– acerca de ligues, chismes, antros y dietas.
¿Por qué serán tan fáciles de identificar las cosas de las que hablan las
mujeres? Todas comenzaron a contar sus recientes historias de amor.
Mientras Ágata las escuchaba, sentía un vacío enorme. Había
terminado con el novio con quien estuvo cuatro años y a quien quiso
mucho, aunque en su momento no lo valoró. Era un poco grosera e
indiferente con Mario, el ex, aunque por supuesto jamás iba a reco-
nocerlo, y en toda conversación ella se hacía pasar por la víctima de
las circunstancias y una sufrida profesional.
Conforme hablaban, más grande se hacía el hueco en la panza, la
ausencia de ese algo que la hiciera sentir especial. (Trrrr, trrrr, trrrr…
nadie puede hacerte sentir especial, ¡alerta!) Pero como no puede
escuchar mis advertencias escritas en esta narración, sigue buscando
a alguien que la haga sentir especial. A pesar de que Ágata es atractiva,
de buen cuerpo, alta, culta, exitosa, inteligente y muchas otras cuali-
dades, los galanes, los novios y los pretendientes se alejan de ella con
facilidad. Cuando rompe con ellos, va de inmediato a buscar respuestas
en el Tarot, en la bola de cristal y hasta en el horóscopo de las revistas
de espectáculos… ¡Y nada! No encuentra qué está haciendo mal, qué
está fallando.
Miró de nuevo su reloj y se dio cuenta que debía irse ¡ya!

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—Oigan, perdón. Ya me tengo que ir. Es que quedé de verme con


mis primos al rato y como hace años que no los veo, pues dije: “Ay,
sí da tiempo. Voy un ratito con ellas y luego voy con…” —dijo Ágata
interrumpiendo la conversación. Sus amigas solo giraron los ojos hacia
arriba, mirando al cielo.
Ya no puedo seguir escuchándola, y sus amigas tampoco. Explica-
ción no pedida, acusación manifiesta. Lorena la interrumpió:
—Ni te apures, corre a tu evento.
—Sí. La neta, siempre haces lo mismo. Llegas tarde y te vas tem-
prano —continuó Karla molesta.
Ágata no se daba cuenta de que por estar tan ensimismada –pen-
sando solo en yo, mío, yo, mío, yo, mío, yo, mío…– y concentrada
en sus “pensamientos moscas”, hacía sentir mal a las personas que la
rodeaban. Creaba situaciones que la dejaban ver como egoísta y poco
considerada, e inmediatamente la rechazaban los demás. Por supuesto,
se quejaba y no entendía por qué le pasaban estas cosas, creía que era
injusto que la criticaran.
Hubiera sido más sencillo que trabajara en su interior y llegado a
la conclusión: “A ver, yo valgo, punto. Estoy llena de cualidades como
toda la gente”. Sin embargo, siempre escogía sentirse menos y sin
darse cuenta creaba situaciones incómodas –como dejar esperando a
sus amigas y despreciarlas al irse a otro lado corriendo–, provocando
el rechazo que creía merecer. Y este rechazo que generaba en la gente
volvía a ponerla como víctima, siendo el centro de las críticas de sus
amigas. Iba por la vida comprobando su teoría de que no era valiosa,
siempre conseguía evidencia de ello. Y el dolor no desaparecía jamás.
Ya eran las 12:30 a.m., y aunque Ágata ahora estaba con sus primos
favoritos en el antro que le encantaba y en su mesa favorita, todos
estaban pasándola bien menos ella. Parte de su diversión consistía
en conocer chicos y comprobar su belleza, vigencia y atractivo. ¿Era
insegura? Nooooo. Jajajaja. ¡Claro que lo era! Algunos expertos dicen
que las patologías se atraen –o sea, que si eres insegura atraerás a otro
inseguro–. No lo sabemos, pero el caso es que a causa del bullying que
Ágata había sufrido y las malas ideas que se había hecho sobre sí

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misma, no se sentía completa, ni feliz. Y como ahora no tenía novio,


peor todavía.
Miraba de un lado al otro, buscando opciones -como si la gente
no se diera cuenta cuando hay una persona desesperada. Y nada.
Simplemente no había opciones. Decidió relajarse, pidió una ronda
de “Perlas Negras”. (Combinación peligrosa de licor de hierbas con
bebida energética que desestabiliza al cuerpo, es utilizada frecuente-
mente por los jóvenes.)
—¡Uuuuuuu! —cantaba y gritaba Ágata feliz.
—Hasta que te pusiste de buenas. La verdad es que siempre estás
estresada y nerviosa, parece que no te la pasas chido —comentó Ge-
naro, uno de sus más queridos primos.
—Ay X, la neta es que aquí no hay nada.
—Siempre exageras. Está súper nice este antro y hay mil gente. Más
bien parece que solo te diviertes cuando eres el centro de atención,
pero si estás al nivel de los demás mortales y eres parte de un grupo,
no sabes cómo actuar.
—Jajajaja, para nada. Yo estoy bien. Lo que pasa es que haber ter-
minado con Mario me hace sentir mal. Lo extraño y no sé… como que
no sé si voy a encontrar a otra persona que sea así conmigo porque…
—¿A quién crees que le ves la cara con tu historia? Jajajaja, primita,
deja de justificarte y de dar explicaciones, que por cierto nadie necesita.
Y tú no la pasabas chido con...
—No son explicaciones –interrumpió–, te cuento porque te quiero
y eres mi primo.
—Como sea, el tema es que hay un algo muy en ti que no te deja ser
feliz y tienes todo para serlo. ¿Hasta cuándo vas a renunciar a querer
ser lo máximo y que los demás te hagan sentir valiosa? Tú vales mucho.
Así como eres, vales mucho.
Largo e incómodo –muy incómodo– silencio. Lágrima. Corrección
rápida de lágrima. Brindis. Baile. Brindis. Hidalgo —o sea, se toman la
bebida completa de golpe. Abrazo. Lágrima. Baile. EVASIÓN TÍPICA
DE CHICOS QUE BUSCAN NO SENTIR. ¿No se habrán dado cuenta
que lo único que no pueden evitar –al menos mientras estén vivos– es

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sentir? Más drinks. El mesero sirve y sirve, feliz porque son seis personas
y ya pidieron cuatro botellas, esta es la quinta. ¿Exagero? Mmmm…
¡No! (Los jóvenes consumen cada vez más cantidades de alcohol y
desafortunadamente comienzan a hacerlo a los 12 años*.) Baile. Risas.
—Venga alegría. ¡Uuuuuuu! —gritaba Ágata eufórica en el furor
del antro y bajo el efecto del alcohol.
—¡Mejor imposible! —dijo alguien a quien ella no conocía.
Ágata se volvió para mirar quién era y le dedicó su más amplia
sonrisa. Se puso muy de buen humor cuando vio que este hombre
estaba guapo y que probablemente le había gustado, pero como ella
era insegura y solo se sentía bien siendo superior al otro, puso cara
de “fuchi”. Escondió su sonrisa, dijo prepotente y con pose de niña
súper mega bien:
—¿Quéééééééééé?
Paolo, con cara de impacto y aparentando una gran seguridad,
le repitió:
—¡Mejor imposible! –La tomó de la mano, le dio una vuelta y
confirmó– ¡Mejor imposible!
Hubieran visto sus ojos de borrego a medio morir, estaba de foto.
Ese hombre entró en su corazón desde la primera frase. Así, ella vol-
vió a sonreír discretamente, pero en automático regreso a su cara de
sangrona. Sin embargo, a partir de ese instante, platicaron y brindaron
por horas hasta que ella tuvo que irse con sus primos. De último mo-
mento, le dio su teléfono y se fue, a pesar de las insistencias de Paolo
para que se quedara a seguir pasándola bien. Larga mirada y adiós…
Más bien, hasta luego.
Paolo era un hombre atractivo, no muy alto, camisa abierta casi
por completo, rosario de madera colgando, look y personalidad de
antrero, reventado, tomador, golfo, inseguro –por lo general, los golfos,
antreros, reventados… mmm… ¡son inseguros! Sí, sé que suena difícil
de creer, pero así es… jajajaja–, y demás atributos que lo hacían un

* CONADIC 2010.

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“pésimo partido” para cualquier chica, o como se diría actualmente


un “mirrey”…
Sin embargo, a Ágata le pareció el mejor, encantador, simpático,
le festejaba cada broma y cada comentario con un: “Woooow” acom-
pañado de ojos de sorpresa. Bang. Estaba hecho. Las patologías se
atraen. ¿Cómo? Ella con pose de diva, él con pose de rey, igual a dos
personas falsas queriendo ocultar quiénes son, fingiendo para, “según
ellos”, protegerse de ser heridos. Bueno, pero en ese momento no
sabían nada de esto.
Ágata y Paolo comenzaron a escribirse, a mandarse correos, a
hablar horas por teléfono y a crear “magia”, que más bien era una ob-
sesión por hablarse y escribirse cada dos segundos. Esta situación se
volvió tan frecuente, que incomodaba a cada una de las personas que
los acompañaban.
Después de tres semanas de chatear y chatear, y hablar y hablar,
Paolo había inventado mil pretextos para no verse. Así que Ágata seguía
saliendo con sus amigas al “cafecito”. La plática no paraba jamás; sin
embargo, el ambiente se sentía tenso ese día. Ágata interrumpía a cada
momento a sus tres amigas y los “plin”, “plin”, “plin” de los mensajes
no dejaban de sonar.
—Espérame tantito, nada más le contesto este mensaje y ya —decía
Ágata con cara de pretexto.
—Ajá, eso dijiste hace veinte mensajes —respondía Karla.
—¿Por qué no le dices que estás con nosotras y que le escribes al
rato? —agregaba María.
—Ay no, están exagerando. Él es muy lindo y solo está preguntán-
dome si estoy bien y si no se me ofrece nada.
—Ajá. Hace veintidós mensajes que te preguntó lo mismo —co-
mentó Lorena, quien era muy seria y casi nunca se metía, pero esto
ya le parecía insoportable.
—¿Cuántas veces has salido con él? —preguntó María.
—Mmmm, ninguna. Es que viaja mucho y está como loco —res-
pondió con un poco de vergüenza y tratando de convencer a sus amigas.

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—Ajá, eso te dice porque ha de andar arreglando sus “enjuagues”


con las otras seis con las que sale y no quiere apagar sus velitas —dijo
Karla riendo, pues era directa y un poco cínica.
—¡Claro que no! Él solo quiere estar conmigo, me habla y me
escribe todo el tiempo, ¿no ven? (pling) Ahí está de nuevo —contestó
Ágata defensiva.
—Ágata, yo solo te digo que cuando alguien se esmera tanto en
demostrar algo, es porque en realidad está ocultando otra cosa —ar-
gumentó María.
—Sí, amiga. Te lo decimos porque te queremos y no deseamos
verte “emproblemada” —continuó Lorena.
—¿Ya entraste a su Facebook? —preguntó Karla.
—Pues me agregó, pero la neta nunca he entrado a ver ninguna
publicación. Eso es de stalkers (así se llama a la gente que entra a tus
redes sociales a ver cada cosa que haces), y yo no soy así —se justificó
Ágata de nuevo, queriendo convencerlas de que todo estaba bien.
—Pues vamos a entrar, a ver quién es este “galán” —propuso Lorena
sacando su teléfono de la gran bolsa que cargaba.
María y Karla asintieron con la cabeza, animando a Ágata para que
entrara a conocer un poco más a este hombre que la tenía vuelta loca.
Lorena abrió Facebook desde su celular con gran pantalla, e ingre-
só a la cuenta de Ágata con su permiso y su contraseña. (Como regla
general, ni a tu mejor amiga debes proporcionarle tus contraseñas, ya
que tu identidad electrónica es privada, confidencial. Corres el ries-
go de que alguien te destruya la vida haciendo mal uso de ella.) Ága-
ta, confiada como era, se la dio sin chistar, lo que más le importaba
era convencerlas de que todo estaba bien.
Todo el grupo de amigas se acercó al teléfono y fueron dando click
hasta llegar al perfil de Paolo Morales, cuyo nick –o nombre código–
era “Partyman”.
—Uy, amiga. Esto ya no me late para nada —dijo Karla muy segura.
—¿Cómo que Partyman? —preguntó María.
—Esto significa que ama la fiesta, salir a divertirse, ligar, tomar y
no quiere nada serio —agregó Lorena.

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—Ay, cómo se ve que no lo conocen —intervino muy molesta


Ágata, y quiso quitarle el teléfono a Lorena, quien se lo impidió y siguió.
—A ver, aquí está su información:

Soltero
Me interesan mujeres
Estudió en el Colegio Chipre
Estudiando en la UVM Mercadotecnia
Favoritos: Beach girls, Calendario de Sports Illustrated, Moma
(antro), La 20 (cantina), Revista H
Película: Hangover
Libro: –

—Mmmmm. ¡Amiga! No creo que sea hombre para ti —afirmó


muy segura María.
—Está guapo y todo, pero la neta no se ve alguien serio —conti-
nuó Lorena.
—¡No pueden decir eso solo con ver un minuto su perfil, ni lo
conocen! —dijo Ágata muy molesta.
—A él no, pero a los mirreyes como él sí que los conocemos, ¿verdad
niñas? —intervino Karla mirando a todas muy segura de lo que decía.
—Por supuesto –dijo María–, yo salí con uno hace poco. ¿No se
acuerdan que acabó pintándome el cuerno con mi prima?
Ágata comenzó a sentir cosquillas por todo su cuerpo y a poner-
se nerviosa, con ganas de salir corriendo de ahí. ¿Por qué sus amigas
querían sabotear esta “prometedora relación” con Paolo? “¡Qué en-
vidiosas!”, pensaba.
—¡Qué feo que etiqueten así a las personas! –dijo molesta Ágata–
Mira su foto. Está solo y se ve súper tranquilo. Además, me ha dicho
que le encanta estar con su familia y creo que va a muchos compro-
misos con sus papás.
—Nosotras te lo decimos porque somos tus amigas —respondió
Lorena, quien había estado callada y al margen de lo que sucedía.

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—Bueno, vamos a ver las fotos del perfil, tal vez estamos malin-
terpretando… —sugirió María.
Comenzaron a mirar los diversos álbumes. Cuál sería la sorpresa
de Ágata y de sus amigas cuando, al revisar las fotos del perfil, encon-
traron muchas tomas de Paolo abrazado con mujeres en antros. En otra
carpeta titulada “imágenes subidas con celular” había fotos de amigos
suyos borrachos con letreros como looser pintados en la cara, otras
fotos de gente dormida y hasta de un hombre bañándose en la regadera.
—Amiga, no solo es un mirrey, sino que le hace ciberbullying
(molestar, difamar, calumniar o agredir a través de las redes sociales)
a sus propios amigos —dijo muy agobiada María.
—¿Saben qué? Ya me voy. Ustedes son muy exageradas y yo creo
que él es un buen hombre. Voy a seguir saliendo con él, ¿OK? —con-
testó Ágata cortante, muy molesta, y tomando su bolsa con fuerza.
La escena se diluyó cuando Ágata se levantó de la mesa dejando
un billete de cien pesos para la cuenta y contestando su teléfono que
sonaba. Por supuesto, era Paolo. Una gran sonrisa brillante apareció
en su rostro y solo escucharon que decía: “Qué gusto que me hables.
Oye, ya te extrañaba…”. Las amigas se quedaron comentando lo tonta
que estaba portándose y lo mucho que podía lastimarla ese hombre.
Sin embargo, hicieron un pacto para respetar la decisión de Ágata y
no volver a comentar el tema.
Por su parte, Ágata se alejó, puso una barrera entre ella y sus
amigas. Solo quería vivir su historia de amor. Paolo le decía que nadie
la comprendía mejor que él y apoyaba por completo la decisión de
que se alejara de sus amigas. ¡Claro! Pues si eso era lo que quería… la
quería solo para él.
Ninguna buena conquista está completa sin detalles. Por supuesto
que le mandaba rosas, mensajes, salían, tenía detalles, hablaban durante
horas, sacaban fotos en cada evento al que iban. Cariño y más cariño
fue lo que Ágata recibió a diario y por montones de parte de Paolo. Él
le decía que no podría estar sin ella, que por qué había tardado tanto
en llegar, que juntos harían una vida maravillosa, que todo estaría
siempre y por siempre bien.

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Encontré ¡el amor de mi vida! 19

Paolo tenía organizado cada fin de semana con planes increíbles,


con salidas a lugares mágicos. En verdad que todo y cada momento
contaba; cada día era intenso. La llamaba a cada minuto, no podía ni
bañarse tranquila esperando la llamada o el mensaje de Paolo. Hasta
que un día se detuvo a pensar si no estaría haciendo mal en responder
al instante cada mensaje de su ahora “adorado Paolo”. Y se contestó:
“Por supuesto que no, nadie había estado tan pendiente de mí y tan
amoroso conmigo jamás… Lo hace porque me ama”. Dejó el tema y
las cosas siguieron avanzando.
Un día, al regresar de una comida, se quedaron platicando un
rato. Ambos se notaban nerviosos y entusiasmados. Ágata sospechaba
que era “el día”, ese día que la haría volar y volar. Se miraban con ojos
coquetos y con brillo fulminante, hasta que llegó la esperada pregunta,
esa que mueve el alma y provoca que el amor te haga temblar:
—Ágata, ¿quieres ser mi novia? —preguntó Paolo mirándola
profundamente a los ojos.
—No sé… —respondió nerviosa Ágata.
—¿A quién le pregunto? Jajajaja —rio Paolo nervioso también.
—Pues a mí, es que, es que…
Y ya era muy tarde. Paolo la había besado de una vez, y con ese
beso la magia se apoderó de cada espacio de su interior y de su ser.
Estaba hecho. Estaba convencida de que el amor había llegado a su
vida. Verdaderamente sentía que volaba y vibraba. Ambos estaban
flechados y no podían dejar de besarse, de abrazarse, de desearse y de
amarse con todo el corazón.
Ágata se sentía más viva que nunca. Quería postergar este sue-
ño. Quería que todo fuera perfecto. Poco a poco, aprendió a ser más y
más complaciente con Paolo, no deseaba arruinar nada. Así, el amor
que recibía bien lo pagaba satisfaciendo cada necesidad de Paolo. Le
“bebía los alientos”, como dicen las mamás.
Sin embargo, era demasiado y en ocasiones se sentía asfixiada. En
esos momentos su conciencia, su ángel de la guarda, su voz interior o
como queramos llamar a esa corazonada que siempre tiene la razón,
le decía que algo estaba mal, no lograba descifrar qué, pero sabía que

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20   ”Estúpido amor“

había algo. Ante la duda en su mente, su voz engañadora, esa que no


quiere abrir los ojos a la verdad, le contestaba: “Es muy lindo, estás
alucinando”. Veía cada vez más a través de los ojos de la ilusión. ¡De-
seaba con todo su corazón ser amada! Estaba totalmente convencida
de que ¡mejor imposible! Que nunca encontraría a nadie que la amara
de esta manera tan especial.
A los dos meses, estaba hecho. En el perfil de ambos de Facebook
aparecía la foto de ellos abrazados, como si alguno de los dos fuera a
salir volando a la luna; o dicho de otra manera, como muéganos (dulce
mexicano de pedacitos de maíz empalmados y pegados entre sí con
miel cristalizada, que no deja reconocer cuál es uno y cuál es otro y
todos los maicitos parecen uno solo). Por supuesto, el status decía: EN
UNA RELACIÓN, y ambos tenían más de 230 fotos etiquetadas como
para dejar evidencia de su mega amorosa, sana, dulce, buena, ejemplar
y hermosa relación. Cuando sus amigas vieron esto, solo dijeron para
sus adentros: “¡Ups, la perdimos!”.
Ay, pero, es muy lindo…

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Encontré ¡el amor de mi vida! 21

En toda relación es normal procurar a la otra persona, estar al pen-


diente de ella y mostrar interés, pues es parte de estar enamorados.
Pero, ¡cuidado!, cuando esto excede límites puede tratarse de un
hombre o una mujer controladores y manipuladores que pueden
crear una relación muy enferma. ¡Así que tengan cuidado!
Señales de peligro:
1. Mucha insistencia por mostrar alabanza, adoración y atención.
Repiten frases intensas como: “No puedo vivir sin ti”.
2. Rápidamente exigen una relación exclusiva o un compro-
miso.
3. Comienzan a controlar y quieren saber a dónde y con quién
estás a toda hora. Te marcan a cada rato e incluso pueden exi-
girte que actives el localizador de Facebook o Find my iPhone
(es muy peligroso activar esta función, porque alguien con
mala intención puede tener toda la información de lo que ha-
ces y dónde encontrarte), con el pretexto de que le preocupa
que te pase algo y que prefiere saber dónde estás.
4. Pueden revisar tu teléfono, tus mensajes, escuchar tus llama-
das pegándose a tu teléfono cuando estás hablando.
5. Te obligan a subir y etiquetar fotos de ustedes en Facebook.
6. Te piden que no vayas a la escuela, o que no veas a tus ami-
gos, o que dejes las actividades que hacías para estar más
tiempo contigo.
7. Constantemente creen que “conocerás a alguien más”, o que
todos te tiran la onda.
8. Detectas algo de incongruencia: lo que ves y lo que te dicen
los demás no concuerda. Su Facebook parece el de “otra per-
sona”; por ejemplo: contigo es mega decente, pero en FB es
vulgar y publica chistes de mal gusto.
9. Sufren y critican de todo y por todo, inspiran compasión y de-
seo de protegerlos.
10. Te cuentan demasiados detalles de sus anteriores relaciones y
nunca tienen la culpa de nada.
11. Acceden a darte gusto en todo “aparentemente”, para luego
cobrarte exigiendo que hagas lo mismo por ellos.
NOTA EXTRA:
Todo hombre o mujer encantador, tiene algo de seductor, que viene
de la palabra seducir y significa: “Atraer enormemente, ejercer una
gran atracción sobre alguien; convencer, persuadir sutilmente, es-
pecialmente con el fin de que se obre mal”; persuadir una persona
a otra para que tenga relaciones sexuales con ella, sobre todo si se
vale de argucias o artimañas”.*
Cuidado con la persona que aparece en tu vida tratando de ha-
cer todo bien o esforzándose demasiado en demostrar algo. Si esto
no fluye de manera natural, puede tratarse de un seductor.

* Diccionario Espasa – Calpe

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•2 •

Contrólame, pero no me dejes

Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden.


Poner las cosas en orden siempre significa
poner las cosas bajo su control.
—Denis Diderot

Los días seguían avanzando. Ágata y Paolo era inseparables, siempre


tenían planes increíbles para seguir creando su historia. Desde que
despertaban hasta que se dormían, literalmente –con la cabeza en la
almohada–, estaban conectados, convencidos de que no podían estar
el uno sin el otro un solo segundo. Aunque cada uno vivía en su casa,
estaban al pendiente de lo que hacían, qué comían y con quién estaban.
Hecho que les impedía disfrutar el momento por estar contándole al
otro lo que hacían, cómo y con quién.
Ágata comenzó a faltar a clases pues como Paolo estaba por ter-
minar la carrera y le sobraba tiempo, le pedía que lo acompañara a
ver cosas de su tesis o simplemente que pasaran tiempo juntos. Ella,
sacrificando y dejando a un lado sus sueños, su carrera, sus logros,
se mostraba complaciente y accedía a todo. Iba enterrando las conse-
cuencias debajo de la alfombra, y parecería que nada pasaría.
A esta obsesión de estar juntos y dejar de lado sus vidas le llamaban:
amor verdadero y real. Sin duda, ambos estaban enamorados y, por
supuesto, muy emocionados, lo que los llevó a hacer un pacto con las
diez reglas del amor:

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24   ”Estúpido amor“

1. Aquí está quien quiere estar, y quien no, no está… Para que el
amor sea puro debe de ser voluntario.
2. Para que la magia exista hay que vivir según la ley de Fiona y
Shrek: “Profundo respeto”. Fiona nunca quiso cambiar a Shrek
y cuando se convirtió en príncipe, ella le dijo: “Quiero a mi
Shrek”.
3. Para que la magia continúe, la agenda es privada. Publicar
discusiones, logros, amores, secretos, acaba con la relación.
4. Los pájaros, que pueden volar solos, eligen hacerlo en pareja
por una simple y sencilla razón: nadie debería estar solo, para
todo uno existe alguien más.
5. Sigue la ley de Bambi: Cosecha tu amor en primavera para que
tengas quién caliente tu invierno. Todo tiene su recompensa.
6. Las palabras son como la diamantina en el aire, una vez que se
dicen, no hay forma de recuperarlas… Procura no lastimar a
la persona que amas.
7. La vida está en los pequeños detalles. Para que el amor se es-
ponje, échale royal.
8. Aplica la ley de la Bella y la Bestia: Tu amor transforma a cual-
quiera. Para desenojar al otro, hazlo con puro amor.
9. Suma a tu vida bellos momentos, cáptalos con amor y guárdalos
en el corazón.
10. Si lo persigues, lo alejas. Para que el amor sea puro, requiere
ser en libertad.

Cada día Ágata publicaba en su muro una de estas reglas y, por su


lado, Paolo cambió los chistes vulgares por pensamientos y memorias
cursis copiados de las cajitas de cereal, para estar más en sintonía con
la imagen que le había mostrado a Ágata. Ambos deseaban complacer
al otro y, en ese afán exagerado, fueron dejando de ser ellos mismos.
A Paolo le llovían críticas por sus comentarios totalmente opuestos
a los chistes que le gustaban antes, y a Ágata le decían que estaba de-
jando testimonio de cada paso de su relación, obligada por él. Ambos
negaban todo y dejaron de escuchar.

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Contrólame, pero no me dejes 25

Estaban locos, textualmente, de lo que hasta entonces parecía


amor. Brillaban como el sol y pensaban que nunca dejarían de ser así
de felices. Sin embargo, escalaron la montaña demasiado rápido y
no se fijaron en que los cimientos fueran reales, fuertes y duraderos.
Hicieron un mundo de dos que giraba rápidamente, olvidando que
vivían dentro de un mundo con gente, obligaciones, responsabilidades
y que cada uno tenía una vida aparte. Ágata entendía esto muy bien…
pero Paolo no. Se negaba a compartir a Ágata con nadie y necesitaba
respirar su cariño y sus palabras de amor todo el tiempo, a cada mi-
nuto, a cada segundo.
La relación comenzó a ser necesaria para Paolo y quería que Ágata
se sintiera igual: obsesionada con él y con estar juntos. Aparecieron
algunas señales no muy buenas en la relación: Paolo empezó a enojarse
y a hacer desplantes cuando ella tardaba en contestar los mensajes por
estar ocupada en algo; Ágata, sin darle mucha importancia, respondía
ilusionada. Entonces, cuando esto sucedía, Paolo tardaba demasiado
en responderle, lo cual era muy extraño, ya que usualmente lo hacía
de inmediato y si tardaba era para castigarla por su tardanza.
El miedo y los malos pensamientos corroían por dentro a Ágata,
quien empezaba a obsesionarse con obtener respuestas rápidas. Espe-
raba un poco y le llamaba por teléfono, esperaba otros veinte minu-
tos y volvía a llamar. Las dudas la paralizaban, la hacían suponer lo peor
y para ella lo peor era que Paolo se fuera de su lado o la engañara con
otra. Nada, él simplemente no le contestaba… La paranoia, los celos,
los pensamientos fatalistas y obsesivos llegaban en momentos como
este, sobre todo porque actualmente existen muchos casos donde las
parejas simplemente desaparecen borrándote de los messengers,
las redes sociales, y jamás vuelven a contestarte. Ella temía que estu-
viera pasándole esto.
Cuando ya estaba obsesionada, en plena angustia y a punto de
llorar, Paolo la llamaba con voz seca y cortante. Ágata no sabía qué
decir, ni qué había hecho mal, simplemente preguntaba una y otra
vez: “¿Estás enojado? ¿Estás enojado?” Y Paolo lo negaba diciendo
que estaba “ocupado”, pero igual de serio. Ágata, acostumbrada a un

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26   ”Estúpido amor“

sinfín de atenciones y detalles, a palabras dulces y “wows”, no dejaba


de sentir la angustia, el nudo en la garganta, el dolor… ¿Por qué al-
guien tan maravilloso cambiaba así y se volvía una persona tan cruel y
hostil? “¿Qué hice? ¿Qué hice?”, no dejaba de repetir Ágata tras horas
de discusión, hasta que finalmente Paolo le decía:
—No me contestaste el mensaje y ¡solo estoy haciendo lo mismo
que tú haceeees! Para que veas qué se siente que yo, sin importar en
dónde y con quien esté, siempre te contesto y tú, a ti… ¡te vale! No te
interesa…
—Paolo, no es así. Yo te amo, lo que pasa es que estaba con mis
amigas…
—Tus amigas, tus amigas, ¡siempre hay algo! Y yo nunca antepongo
a nadie. Tú eres lo más importante para mí, pero veo que no es igual
contigo —concluía Paolo con un gran chantaje que hería profunda-
mente a Ágata.
Ágata pedía perdón una y otra vez y prometía no volver a hacerlo.
Le rogaba, le suplicaba, hasta que por fin lograba convencerlo para
que volviera a ser su “mi rey”, su lindo novio que le decía cosas que
necesitaba y quería escuchar. Dos horas después, todo regresaba a la
normalidad y eran de nuevo la pareja perfecta. Ágata volvía a sonreír,
sin darse cuenta de que estaba regalándole su poder y el absoluto
control de sus emociones a este chico. Todo lo que tenía era para él.
Comenzó el subibaja de las emociones. Sin saberlo, su relación se
convirtió en una necesidad de control para obtener lo que cada quien
buscaba: Paolo, sentirse necesitado “todo el tiempo”, y Ágata, escuchar
que era amada y sentirse necesitada “siempre”. Ambos se enfermaron
de lo mismo, y así siguió creciendo la relación, sin que ninguno de los
dos se atreviera a terminarla.
Por supuesto, estaban un poco fuera del mundo y constantemente se
aislaban o hacían nuevos amigos para evitar que las “viejas amistades”,
que querían a cada uno por separado, dijeran u opinaran algo sobre
esta relación control freak (relación controladora, tóxica y enferma).

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Contrólame, pero no me dejes 27

Pero no se puede vivir eternamente en una burbuja. Así que fueron a


una fiesta de amigos de Ágata y como sucede normalmente en el mundo
real, ella comenzó a convivir y no le dedicó “toda la atención” a Paolo.
Por supuesto que lo presentaba y trataba de integrarlo, pero él, con cara
de pocos amigos, solo miraba su celular*. (*México es de los países
que dedica mayor cantidad de horas a chats y redes sociales, ya que
se ha vuelto un instrumento de evasión ante la menor incomodidad.)
Paolo no se sentía bien ahí. Le molestaba que Ágata se interesara
en otras personas y no en él, así que decidió llamar su atención a como
diera lugar. Comenzó a abrazar a Karla de la cintura y a brindar muy
de cerca con Lorena. Ágata vio esto a lo lejos y se acercó de inmediato.
Sus amigas ponían distancia, pero él seguía de coqueto… Ágata pidió
a sus amigas que la acompañaran al baño. Ambas fueron con ella, y
una vez ahí les dijo furiosa:
—¿Qué creen que hacen coqueteando con mi novio?
—¡Estás loca! Él es el coqueto. Nosotras estamos poniendo dis-
tancia, pero él… —contestó Karla, pero fue brutalmente interrumpida
por Ágata.
—No quiero oír más. Paolo es muy lindo e incapaz de hacer algo
así…
—¿Dudas de nosotras? —preguntó Lorena muy triste.
Esta reacción sacudió a Ágata, quien se tomó un momento para
pensar y les ofreció una disculpa a sus amigas. Era verdad, él estaba
actuando mal y haciendo algo inadecuado. Regresó a la fiesta y siguió
normal, pero sin separarse un segundo de Paolo. Paolo estaba feliz
porque había logrado lo que quería: llamar su atención.
De regreso de la fiesta, Ágata, con todo el cuidado posible, le dijo
a su amado novio que no le había parecido que abrazara a su amiga
de la cintura y que estuviera brindando muy cerca con otra de ellas…
—¿Quéééé? ¡Eres celosa! ¡No confías en mí! —gritó Paolo histérico,
acelerando frenéticamente el coche.
—No, mi vida, no te enojes. No es que no confíe, es que no me
agrada que hagas eso. Y la verdad es que no está bien que abraces así
a ninguna mujer que no sea yo.

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28   ”Estúpido amor“

—¡Estás loca! Yo no hice nada malo y si no vas a confiar en mí, adiós


OK… —respondió gritando agresivamente mientras detenía el coche.
—¿Me vas a bajar? —preguntó Ágata a punto de llorar y muy
sorprendida.
—Tienes razón –repuso Paolo al tiempo que volvía a acelerar–,
no soy tan patán como para dejarte aquí botada. Te llevaré a tu casa
solo porque tus papás merecen mi respeto.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Crees que yo no valgo la pena?
Paolo, por favor, mi vida, ya cálmate… Mira, no quise hacerte enojar,
ni molestarte —Ágata comenzó a rogar, llorando.
Le suplicó y le suplicó hasta que la perdonó. Paolo acomodó las
cosas de tal manera, que ella se convenció de que había actuado mal.
Así que desde ese momento y hasta que llegaron a su casa, se repitió
como mantra: “Es muy lindo”, “es muy lindo”, “es muy lindo”. No se da-
ba cuenta de que él la manipulaba a su antojo con estas reacciones, y
como no había puesto un alto a tiempo, cedía el control a Paolo un
poco más cada día. Ágata pensaba que moriría si lo perdía, y no quería
dejar de recibir lo que él le daba, así que cedió aunque el precio era
cada vez más alto.
Unos días se relajaron y estuvieron radiantes y felices… ¡Claro!
Porque Ágata hizo y dijo todo lo que él deseaba. La luna de miel y los
abrazos, mensajes cursis y un sinfín de planes surgieron en esos días,
hasta que algo volvió a llevarse la paz.
Apareció otra señal de algo “raro” cuando Ágata descubrió que
Paolo cargaba condones en la cartera y no eran para ellos. “Es muy
lindo…”, dijo para sus adentros intentando creerle la absurda historia
con la que justificó por qué los traía. También se lo repetía cada vez
que iban al antro y el mesero le decía a él: “Usted ya sabe que aquí
es cliente VIP”, cuando Paolo juraba que nunca salía. Igual trató de
convencerse de que era muy lindo cuando, después de que él le juró
que nunca había llevado a nadie a su casa, la hermana le dijo sarcásti-
camente: “Ay mucho gusto, pero Paolo nos presenta a una chica nueva
cada semana. A ver si ya duras con alguien hermano”, y se rio, mientras
Ágata solo se repetía una y otra vez: “Es muy lindo”, “es muy lindo”, “es

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Contrólame, pero no me dejes 29

muy lindo”. Nada cuadraba, todo parecía una incongruencia, pero en


su mente era muy lindo.
Su mente estaba de luna de miel, con toloache, con una venda, con
telarañas, con un canal equivocado –todos veían la película menos
ella–, con miopía, con enamoramiento y con muchas ganas de amar
y de ser amada, lo que le impidió que saliera corriendo a la primera
señal de las mentiras de Paolo. Cuando creyó en las mentiras, cedió
su poder. Con ellas dejó ir todo su poder.
Paolo sabía que con una buena historia y un poco de enojo, cal-
maba las dudas que surgían en Ágata. Era consciente de que tenía el
sartén por el mango y que ella ya estaba en sus manos. Aunque en ese
instante Ágata creía estar viviendo el mejor momento de su vida con
este mirrey que le repetía: “chiquita”, “amor”, “mi reina”, “lo que quieras”,
“tú mandas”, “cosita”, “ternurita”… Las cosas iban muy avanzadas, pero
con poca firmeza. La caída se pronosticaba muy fuerte…
Por otro lado, Paolo accedía a ir a los eventos favoritos de Ágata, le
daba gusto en todo y siempre se mostraba condescendiente y amoroso
a la hora de decidir qué hacer. Pronto conoció a sus amigas y familia,
y todo el tiempo estaba atento a cualquier detalle que pudiera tener
con ellos. Llevaban cuatro meses de novios oficiales, por lo que se to-
maba ciertas atribuciones como contestar por ella o tratar a los papás
de ella como si él fuera de la familia. Incluso cuando iban de fin de
semana a Valle de Bravo a casa de Ágata, Paolo se comportaba como
el anfitrión perfecto.
A todos parecía caerles bien, menos a Carlos, el hermano de Ágata,
quien observaba celoso el comportamiento de este chico que ya se
sentía parte de la familia.
Un día, estando todos reunidos en la alberca, y Paolo más con-
fianzudo que nunca, sirviendo y atendiendo a la gente como si fuera
su casa, surgió un altercado (el primero de muchos) cuando él abrió
una botella muy cara de whisky para servirse otra copa:
—¿No se te hace que ya estás pasándote? Tú eres el invitado aquí
y no tienes derecho a abrir las botellas de mi papá —dijo Carlos muy
molesto.

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30   ”Estúpido amor“

—Carlos, no hay por qué exagerar. Paolo solo quiere ser amable
y yo le pedí que me sirviera también —intervino el papá de Ágata
tratado de calmar la situación.
—Papá, no es eso, es que…
—Nada, nada, vamos a otra cosa –y dirigiéndose a Paolo continuó–.
Te quedó muy buena, ¡eh! ¡Salud!
Todos volvieron a sentarse, pero Carlos le indicó a Ágata con
la mirada que fueran a hablar a otro lado. Discretamente, ambos se
levantaron y se dirigieron hacia la cocina. Ahí cambió algo.
—Ágata, tú sabes que nunca me he metido en tu relación con
nadie, pero este tipo no te conviene. Parece que es honesto, pero yo la
neta no le creo nada. Aparte, de repente medio que saca el cobre. No
sé, me da algo… como de mala espina…
—¿En verdad? ¿No sé por qué dices eso? La neta Paolo es súper
lindo… —respondió Ágata un poco confusa y molesta.
—¿Que por qué lo digo? Ágata, por favor, soy tu hermano, y esto ya
es un poco más que obvio. ¿Crees que no me di cuenta que el otro día
te pidió que no usaras una blusa y que incluso la tiraste a la basura? Me
doy cuenta que ya no te deja ser quien eres, y eso me preocupa. Todo el
tiempo está evaluándote y si dices algo que no le gusta, se queda serio.
Quiere controlarte estando siempre encima ti y entrometiéndose en
todas las cosas, ahora ¡hasta con mi papá!
—¿Tú crees que no es honesto? —respondió la enamorada como
si no hubiera escuchado el resto del argumento.
Se miraron por un momento, como si la respuesta pudiera cap-
tarse en ese instante y Ágata sintió que se moría. Ya llevaba tiempo
dudando si su adorado novio decía siempre la verdad. En muchas
ocasiones contaba una historia que luego cambiaba con otra persona;
o se contradecía en fechas y cosas así… pero lo peor de lo peor era que
Paolo se la pasaba chateando, mensajeando con “quién sabe quiénes” y
cada vez que ella se acercaba al teléfono, él borraba las conversaciones.
Sin embargo, esto era demasiado para una niña insegura como ella y,
como ya era costumbre, continuó disculpándolo con Carlos. Era su
manera de cubrir sus inseguridades.

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Contrólame, pero no me dejes 31

Ágata hablaba y explicaba mucho cuando sabía que algo no estaba


bien. Lo hacía porque en el fondo siempre había querido un novio
como Paolo: consentidor, cariñoso, detallista, observador, la conocía
muy bien –obvio, si la estudiaba como un tiburón a su presa–, trataba
bien a su familia y siempre estaba dispuesto a dejar a sus amigos y los
estudios para estar con ella, incluso plantaba a su familia por ir con la
de ella. ¿Cómo? ¡Ah, con razón no quería dejarlo! ¡Ella también era
una controladora freak! Sí, así es. Repito, las patologías se unen y se
enamoran, por eso hay que estar bien sano para esto del amor.
Iban y venían, salían con amigos y por lo general se la pasaban
súper bien. Todo el mundo de ambos lados adoraba –menos Carlos– a
la otra parte. Se disfrutaban y comunicaban muy bien en 150 mensajes
diarios y unas 30 llamadas para ponerse de acuerdo con qué harían
en la noche. ¡Cómo no iban a estar comunicados! Como les gustaba
“quedar bien”, siempre hacían el rato agradable a la gente y empezó
a clasificárseles como una pareja perfecta, la pareja de moda. “¡Qué
padre que se encontraron!”, les comentaban. Esto alimentaba el ego y
la máscara que Ágata y Paolo portaban por miedo a que la gente viera
quiénes son en verdad. Sus conversaciones eran algo parecido a esto:
—Mi amor, ¿qué quieres hacer hoy?
—¡Lo que quiera mi reina!
—Mañana tengo examen y la verdad te iba a decir… —contestaba
ella cada vez con más miedo en su voz.
—¡Ah, eso sí que no! No vayas a salirme con que tienes que estu-
diar y no puedes verme, porque no me late. Yo me mato estudiando
toda la semana como para que llegue a verte y tú no hayas hecho lo
mismo… No me viste en dos días y perfectamente pudiste adelantar,
¡como yo lo hago por ti! Para que podamos divertirnos y disfrutarnos
hoy. –Pausa incomoda, Ágata con ojos de plato sin saber qué decir– Eso
que haces solo me demuestra que no me quieres, que no te importo
y que lo único que te interesa es tu maldita carrera y tus amigas, porque
eso sí, el martes te fuiste a un café…

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32   ”Estúpido amor“

—¡No, mi amor! Estaba en la escuela y mis amigas estaban en la


cafetería. Me senté en el descanso veinte minutos con ellas. Te avisé y
estuve chateando contigo…
—¿Y eso no es ir a un café? Entonces, ¿qué hiciste? ¿Fuiste a escalar
una montaña o a ver a tu abuelita? –Mirada torturadora y profunda–
¿No, verdad? Entonces, ¿sí o no fuiste a un café?
—Bueno sí, pero fue en un descanso y no me distraje para nada,
ni salimos a otro lado…
—A ver, Ágata, ¿fuiste o no al café?
—Bueno, sí fui. ¿Y qué tiene de malo?
—¿Qué tiene de malo? –respondía Paolo muy sarcástico y conti-
nuaba– Lo que tiene de malo es que por haberte ido con tus amiguitas,
ahora no puedes estar conmigo porque ¡tienes que estudiar! Y a mí
que me parta un rayo, ¿no? Lo que tú no entiendes es que yo me mato
por estar contigo y que estemos bien para pasarla padre…
—Pero podemos quedarnos aquí y me ayudas a estudiar. ¡Nunca
dije que no podía verte!
—¿Quéééé? ¿Quedarnos en viernes como hongos a estudiar para
un examen cuando pudiste hacerlo antes? ¡No, para nada!
Después de esta conversación al derecho y a la inversa, para arriba
y para abajo durante cuatro horas, Ágata terminaba por ceder. Con su
mejor cara, subía a arreglarse para darle gusto a Paolo. ¡Ay, caray! Pero
¿qué parte me perdí, no era él el que le daba gusto a ella? Ah, este rollo
de “hago todo por ti” era solo para controlarla. Una manera muy fácil de
conseguir lo que deseaba, a la hora que quería, y como él quería. No
había poder humano que convenciera a Paolo de que estaba equivocado
y que estaba cayendo en patrones muy negativos de control.
Simplemente todo se enredó. En su afán de controlar, los dos aca-
baban siendo controlados y presas de una relación en la que apareció el
primer monstruo de las relaciones destructivas: el CONTROL FREAK.

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Contrólame, pero no me dejes 33

¿CÓMO RECONOCER A UNA PERSONA CONTROLADORA?

Si trata de controlar tu vida o de modificar tu conducta, se trata de


una persona tóxica.
Considera esto:
1. ¿Tienes una relación en la que te sientes sofocado, manipu-
lado, confundido o estresado todo el tiempo?
2. ¿Hay alguien en tu vida con la que tienes que cuidar hasta la
mínima palabra para no embarcarte en una pelea?
Si te has encontrado en una situación así, es posible que estés
lidiando con una persona controladora.
¿Cómo es una persona controladora?
1. Puede ser hombre o mujer.
2. Se da en relaciones románticas o de amistad.
3. No te permite ser tú mismo.
4. Tu instinto ya lo sabe, y ante la duda… NO HAY DUDA.
5. Tiene cambios de humor repentinos.
6. Son personas caprichosas y se molestan por cualquier cosa.
7. Los narcisistas (exagerada vanidad o estar enamorados de
sí mismos) se enojan si no les prestas atención.
8. Explotan con frecuencia.
9. Si desafías su autoridad para controlarte, se ponen como
leones.
10. Nunca sabes dónde estás parado con esta persona. Es una
montaña rusa de emociones que van del amor alodio, de la
pasión a la agresión, de la ternura a la hostilidad.
11. Reacciona agresivamente a preguntas comunes porque cree
que puedes leer su mente.
12. Te conoce demasiado, pues te ha analizado.
13. Busca elogios.
14. Quiere todo para sí misma y le molesta que su pareja reciba
atención.
15. Se enoja si no le das regalos y se los das a otras personas.
16. Critica la forma en la que te vistes, e inclusive tus puntos de
vista.
17. No sabe solucionar problemas cotidianos o típicos.
18. Nunca suele tener la culpa por lo que tú siempre te discul-
pas.
19. Critica o menosprecia a otros. Pisa a los demás para sobre-
salir.
20. Cuando está con más personas, intenta separarte del grupo.
Si al leer estos puntos descubriste que eres tú la persona que
trata de controlar a otros, respira un poco y piensa en el estrés
que causas a los demás con esta actitud.

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34   ”Estúpido amor“

Si te das cuenta que ya no pasas tiempo con tus amigos, sino


solo con “sus” amigos y “su” familia, entonces debes poner un alto.

* Mientras más tiempo pases con una persona controladora, más


difícil será que salgas de la relación. Si piensas que no puedes ha-
cerlo solo, busca ayuda profesional. Nada de esto es tu culpa, un
enfermo te enferma y lo importante es actuar.

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•3 •

¡Eres mi obsesión!

Las coherencias tontas son la obsesión de las mentes ruines.


—Ralph Waldo Emerson

Ya habían pasado cinco meses desde que empezaron a ser novios. La


gente los ubicaba juntos y felices, aunque fuera solo en la superficie.
Ágata y Paolo trataban de estar bien y contentos, pero había faltado
cultivar una parte de su relación que era compartir cosas en común,
gustos y aficiones. Dedicaban cada minuto a estar, pensar, pasear y
hacer todo juntos; sin embargo, nunca crearon intereses en común
más que salir, divertirse y… tomar. Sí, a Paolo le gustaba mucho beber
alcohol. Como todo buen chico reventado, antrero, en eso consistía
su diversión. Durante los primeros meses, Paolo se había controlado,
pero ahora comenzó a aflorar su verdadera personalidad.
Las cosas se volvieron cada vez más tormentosas y dolorosas para
ambos, pues cada minuto de distracción por parte de Ágata se convertía
en una gran ofensa para Paolo. Él hacía todo por ella, de eso no cabía
la menor duda, pero a cambio pedía que ella fuera una obsesionada
que pensara en él todo el día, y no permitía que se distrajera ni con un
examen. Quería comprobar a cada instante que su atención estuviera
puesta sola y exclusivamente en él.
Nadie imagina el daño que hace pensar todo el tiempo en una
misma cosa, y más si se trata de una persona independiente y con
determinación. Pensar en ella solo genera la obsesión por controlar:
“¡Ay, demonios! ¿Por qué no me contesta…?”, “Carajo, ¿qué fregados
hace que no me hace caso…?”. Nadie, nadie, nadie es, ni será, dueño de

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36   ”Estúpido amor“

la voluntad de otra persona, pero hay quienes, como Paolo, lo intentan


por todos los medios.
La necesidad de control y las inseguridades llegaron a tales niveles,
que Ágata permitía que su novio la sometiera en casi todo, y el novio
era un barril sin fondo que exigía cada vez más y más. Si bien en un
principio a Paolo le gustaba mucho la carrera de Ágata y sus valores,
ahora parecía detestarlos. Un día, de plano le pidió que no hablara
tanto de su carrera argumentando que a nadie le interesaba más que
a ella lo que estaba aprendiendo, y que mejor hablaran de cosas más
normales como las películas de la cartelera y los antros. Ágata, sorpren-
dida, aceptó, pero no entendía por qué si a él le encantaba presumirla,
ahora quería limitarla. Con esta actitud sembraba dudas en su cabeza
para confundirla.
—A la gente no le late que hables así, amor.
—¿Así cómo? —contestó Ágata asombrada por el comentario.
—Parece que eres presumida y a la gente no le late. Ya no van a
invitarnos y será tu culpa.
—¿Cómo? ¿No que les caía súper bien a tus amigos?
—Bueno, amor, chiquita, les caes bien, pero no viene al caso que
digas esas cosas. Mejor habla de tu shopping o de a quién vimos en
Valle. No tienes que dar tantos detalles de “tu carrera”, por favor.
—Pero es parte de lo que soy, y pensé que te encantaba que estu-
diara fotografía. Para mí, es mi pasión.
—Pues sí, pero sin exagerar, ¿no crees? –dijo Paolo cambiando
bruscamente el tema– Vamos al cine ¿no?, o ¿a quién le hablamos
para ir al antro?
Con esta última frase se cerraba el diálogo entre ellos. Ágata se
quedaba con algo atorado y aunque trataba de volver al tema, nunca lo
conseguía. Ante la menor provocación, Paolo amenazaba con enojarse
y eso sí que era terrible para ella porque además de las palabras que la
hacían dudar, si se enojaba entonces tendría que sentarse por horas a
escuchar sus sermones que la dejaban más seca que una fuente en el
desierto. Por eso, mejor se callaba y esperaba otro momento para hablar.

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¡Eres mi obsesión! 37

La familia de ella comenzó a darse cuenta de esas escenas, porque


la mayor parte del tiempo la pasaban en su casa. Además, ya comenza-
ba a volverse cotidiano que a la hora de la comida Ágata se levantara
a hablar por teléfono con su novio durante 40 minutos para aclarar
algo que a él no le había parecido bien. Al regresar a la mesa, su mamá
le castigaba el celular y le pedía que no interrumpiera la comida por
nadie, ya que los alimentos son sagrados y estaban compartiendo
juntos en familia. Ágata no había tenido problema con apegarse a
las reglas, pero ahora le costaba mucho hacerlo. Literalmente, estaba
entre la espada y la pared.
Carlos le pedía que abriera los ojos, que entendiera que no era
normal tantas llamadas y mensajes y que estuvieran siempre juntos.
Incluso le dio un libro que hablaba sobre las relaciones obsesivas y
controladoras, pero nada entraba en la cabeza de Ágata. Ella solo
quería estar bien con Paolo. ¿Por qué era tan difícil que no podían
lograrlo? Ella estaba segura que sí podían, ya habían pasado meses
maravillosos. ¿Por qué no podría ser igual? Cada día se proponía
esforzarse más, pero cada día Paolo pedía más. No sabía qué hacer.
Estaba totalmente perdida.
Lorena, Karla y María comenzaron a apartarse de su vida. Poco
a poco, Ágata fue quedándose sola y estaba muy poco conectada con
las personas. Para entonces, ya llevaban seis meses juntos, y aunque
a ratos parecía estar contenta, siempre se sentía muy cansada y muy
agobiada por encontrar más tiempo para dedicárselo a su novio. Las
ojeras aparecieron, así como una erupción en el estómago, que pensó
que era un hongo.
Después de semanas de que eso le picara y le corroyera la sangre
y las entrañas, su mamá la llevó al doctor, pues ya habían intentado
todo lo tradicional: cremas, tratamientos y demás, y con nada se le
quitaba. Además, por si fuera poco, la erupción empezó a corrérsele a
otras partes del cuerpo. Ágata pensaba que era una exageración y que
no era nada grave, pero cuál sería su sorpresa cuando el médico le dijo
que era dermatitis nerviosa y que solo se curaría estando tranquila y
usando una crema. Pero lo más importante era que estuviera tranquila.

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38   ”Estúpido amor“

Su mamá sugirió que pasaba demasiado tiempo con Paolo y que


él estaba volviéndose un poco controlador.
—¡No te metas mamá! Él me quiere —dijo Ágata furiosa.
—Hijita, no digo que no te ame, pero creo que te presiona mucho
y eso está afectándote.
—¡No mamá! Estoy nerviosa porque tengo mucha tarea y ya, eso
es todo. Espérame tantito –dijo mientras veía su celular–. Es Paolo —y
chateó todo el camino de regreso.
En cuanto su mamá quería decir algo, tenía que contestar el si-
guiente mensaje para evitar problemas. Parecía que él nunca se cansaba
de preguntar cosas, y sus conversaciones eran algo así:
PAOLO: Cómo le fue a la niña más guapa de México?
PAOLO: Verdad que fue exagerado ir?
PAOLO: Qué te dijo el doctor?
PAOLO: Cosita? Cosita? Estás ahí?
Dos minutos después:
PAOLO: Veo que para variar no tienes tiempo para mí
Ocho minutos después:
PAOLO: Luego no me digas que necesitas algo, eh!
PAOLO: Adiós
Para cuando Ágata veía el teléfono, que ni había sacado de su
bolsa y solo habían transcurrido 22 minutos, ya se encontraba con
una telenovela en chat donde ella no le hacía caso y definitivamente
no lo quería. ¡Qué horror! Y esto era diario, diario, diario. ¿Control?
¡No vayas a pensar! Era más que eso, su relación ya estaba cayendo en
obsesión. Así respondía ella:
ÁGATA: Hooola precioso!
Nada de respuesta. Tres minutos después:
ÁGATA: Me fue muy bien!! Solo me dijo que tengo que estar
tranquila
Nada de respuesta. Cinco minutos después:
ÁGATA: Amorcito?

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¡Eres mi obsesión! 39

Ni una respuesta. Así se convencía de que nada pasaba, aunque


sabía muy bien que su falta de respuesta, que en otro momento era
instantánea, se debía a que ya estaba enojado. Tres minutos después:
ÁGATA: Seguro estás ocupado, avísame y te escribo
Por supuesto que ella se hacía la disimulada; claro que sabía que ya
se había enojado por no haberle respondido con mayor rapidez, pero
para evitar problemas reaccionaba así. Quince minutos después: Plin.
Plin. Plin. Plin. Se le enchinaba la piel. Era un volado, o estaba real-
mente molesto o no había pasado nada. Nunca sabía qué esperar.
PAOLO: Ahora sí no… la ocupada, como siempre eres tú, yo no estoy
ocupado nunca para ti
PAOLO: Yo sí tengo tiempo para lo que me importa
PAOLO: Que bueno que te fue bien, no sé qué quieres decir con tranquila,
pero bueno, nunca me contestas lo que te pregunto
PAOLO: Seguro estás con alguien no?
ÁGATA: Si con mi mamá en el coche
PAOLO: Con razón, siempre es lo mismo…
ÁGATA: No, es que estábamos saliendo y no oí el teléfono por eso me
tarde, pero ya estoy aquí
PAOLO: De veras que contigo no se puede
ÁGATA: Qué?
PAOLO: Nada, luego hablamos, a qué hora llegas a tu casa?
ÁGATA: No sé… como en una hora
PAOLO: Me extrañas?
ÁGATA: Si precioso
PAOLO: Me extrañas?
PAOLO: Cuánto?
PAOLO: Xq no se nota eh!
PAOLO: Ya me valorarás, te veo en una hora, voy saliendo a tu casa.
ÁGATA: Si precioso te espero

Cuando Ágata llegó a su casa, Paolo ya estaba esperando con


impaciencia y sin dejar de ver obsesivamente su celular. Ella quiso
abalanzarse y darle un gran abrazo, pero con su cara de pocos amigos

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40   ”Estúpido amor“

la frenó y se limitó a un desangelado: “Hola”. Él se enojó más y eso


fue el pretexto para pasar mucho tiempo hablando de su relación y de
por qué no había respondido a los mensajes. Los reclamos de Paolo
generaban angustia y dolor en Ágata…
Esta escena se repetía tres veces a la semana, y cada vez aumentaban
más los dramas. Ninguno de los dos podía dormir bien y se dedica-
ban a enviarse mensajes tratando de contentarse uno al otro. Ambos
tenían pánico de que no funcionara y que desapareciera la magia que
habían sentido por meses. Sin embargo, la obsesión causaba cada vez
más conflictos. Ágata se obsesionaba si él no contestaba rápido porque
sabía que estaría enojado, y él, solo por deporte, le reclamaba de todo
y, por supuesto, no responder era la peor de las tragedias.
¿Amor? ¿Pasión? ¿Cariño? ¿Comprensión? O ¿Dependencia y
frustración?
Llegó el peor día de la relación. Explotó la bomba que estaba
contenida. Ese día habían salido desde la tarde, así que comenzaron
a tomar temprano. Se encontraban en un típico bar de banqueta en
una de las calles más concurridas de la ciudad de México. Estaban
pasándola muy bien con varios amigos, pero como llegaron directo de
la escuela entre la comida y la cena, se saltaron la comida. Y después
de algunas horas, también omitieron la cena. Estómago vacío y mucho
alcohol nunca es una buena combinación… Se hacía más tarde y no
pedían nada de comer.
Eran las 10 de la noche, y Ágata se dio cuenta que Paolo estaba to-
mando muy rápido y ya se le notaba el mucho alcohol consumido. Con
mucho cariño y prudencia, le sugirió que cenaran algo. Él se negó, pero
ella pidió una pizza pensando que lo convencería de probarla, no fue
así. Paolo siguió tomando.
La fiesta continuó en otro antro de la zona. A este lugar se dirigió
solo la mitad del grupo, y los primeros en llegar fueron ellos. Como
Paolo conocía muy bien a la gente del lugar, se dirigió varias veces a la
puerta para que dejaran entrar a sus amigos. En una de esas vueltas le
pidió a uno de sus amigos que cuidara a Ágata. Él la volteó a ver y ella
sonrió casual haciendo un gesto de agradecimiento y broma. A la dis-

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¡Eres mi obsesión! 41

tancia Paolo consideró esto como una grave ofensa, pero Ágata ni
cuenta se dio y siguió platicando con otra amiga de lo más normal.
El lugar estaba muy lleno y la gente estaba parada. A los pocos mi-
nutos, Paolo regresó a la mesa, que estaba frente al grupo que tocaba
en vivo, por lo que todo el mundo pasaba y chocaba constantemente
con ellos. Ágata se asombró cuando vio que Paolo había regresado a la
mesa y no le había dicho nada, ni se había acercado a abrazarla, como
solía hacerlo. Se acercó a él y dijo cariñosa y alegre:
—¡Qué onda precioso! ¡Ya regresaste! —Trató de tomar su brazo y
Paolo la soltó como loco y se alejó furioso de ella con lujo de groserías.
Ágata, sorprendida, comenzó a seguirlo por el lugar y llegar a él,
tratando de ser prudente para no incomodar a los demás. Cada vez
que se le acercaba, Paolo era más grosero. Incluso le soltó el brazo y le
pidió a gritos que no lo tocara.
—¡Vas a valorarme! —gritaba furioso.
—Pero, ¿qué hice Paolo? Dime, por favor —suplicaba.
—¡Te burlaste de mí! Eso hiciste. No me toques, ni me hables.
—Paolo, por favor, mi vida. Yo no hice nada y si hice algo que te
molestara, por favor, discúlpame. En verdad que no fue mi intención
en absoluto.
Paolo solo le gritaba que lo valorara y que iba a perderlo. La gente
los miraba impactados por la humillación de la que estaba siendo objeto
Ágata. Incluso unas chicas de otra mesa, que ella ni conocía, le dijeron:
—Ya déjalo ahí, vente a nuestra mesa. No mereces que nadie te
trate así.
Ágata no podía creer lo que estaba sucediendo. Fue a hablar con
otros amigos y uno de ellos le dijo que a veces se ponía así y que no
le hiciera caso, que ya se le pasaría. Más asombrada se sintió con ese
comentario. Y entonces supuso que esta actitud era normal en su novio,
que era algo que le sucedía con frecuencia.
Cada vez más nerviosa y preocupada, se le acercaba y trataba de
contentarse con él. No lo lograba. Paolo se mostraba más grosero y
prepotente con ella. Ágata no sabía qué hacer. La gente del lugar ya se
había dado cuenta de su pleito de quinta categoría… Esto rebasaba

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42   ”Estúpido amor“

por mucho lo que Ágata había vivido, ya que siempre había salido con
gente prudente y educada, incapaz de hacer una escena similar. Veía
a todos. De nuevo, intentaba acercarse a su novio y solo recibía más
rechazo de su parte.
La humillación llegó a tal extremo, que decidió irse en taxi a su casa.
Caminó hacia la puerta y después de tres intentos de salir corriendo del
antro, vio un taxi vacío en la puerta. Lo tomó y se fue sin voltear atrás.
Por supuesto, cuando Paolo se enteró, se volvió loco y comenzó a
llamarla al celular. Mientras, ella lloraba en el taxi de regreso a su casa.
No contestó una sola de las llamadas. Y cada dos segundos sonaba.
Pling. Pling. Pling. Y luego el timbre rabioso del teléfono. Finalmente,
lo puso en vibrar. Llegó a su casa y se puso el pijama. Mejor apagó el te-
léfono. Pero menuda sorpresa se llevó cuando descubrió que él estaba
afuera de su casa como un loco y quería reclamarle que se hubiera ido
del antro sin él. ¡El colmo! Ahora era su culpa haberse ido después de
la humillación de la que fue objeto…
Ante los arrancones que se escuchaban en la calle, Ágata tuvo que
bajar para poner un alto a la situación antes de que sus papás se dieran
cuenta de lo que pasaba.
—¿Qué quieres? —preguntó Ágata al abrir la puerta con cara de
pocos amigos, embarrada de lágrimas y en pijama.
—¿Qué demonios es lo que te pasa? ¿Quién te crees que eres para
dejarme solo en el antro? —reclamó Paolo como loco.
—Ah, ¡no vienes a disculparte por lo que me hiciste!
—¡Yoooooooo! Si tú te burlaste de mí, ¡y encima de todo te fuiste!
—Me fui porque no tienes ninguna razón para faltarme al respeto.
—¿Yoooooooo? –Preguntaba burlón Paolo– ¿Yooooooo faltarte
al respeto? ¡Si quien me falta al respeto eres tú! ¡Siempre es lo mismo,
solo te importan tus cosas!
—Eso no es cierto. Traté de contentarte no sé cuántas veces y no
quisiste ni voltear a verme…
—¿Qué esperabas? ¿Que después de que te burlaras de mi siguiera
tu juego? ¡Para nada! ¡Olvídalo! No soy tu burla…

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¡Eres mi obsesión! 43

Minutos de intensos reclamos. Paolo muy seguro de que él no


había hecho nada. Ágata esperaba una disculpa cuando menos, pero
ante su actitud de culparla y manipularla su reacción fue decirle que
habían terminado y que se fuera. Cerró la puerta con una daga clavada
en el corazón. Paolo se alejó con un tremendo arrancón. Sus papás
no se dieron cuenta de lo que sucedió, pero ella lloró toda la noche.
Al día siguiente, Ágata se levantó derrotada y muerta de miedo y
de nervios, por lo que desde las nueve de la mañana comenzó a llamar
a sus amigas para hacer algo y no quedarse en su casa. Necesitaba ha-
blar, contar lo que tenía atorado desde hacía tantos meses. Hablar del
maltrato que estaba sufriendo. Hablar de lo mal que estaba su vida. Solo
hablar la verdad que trataba de negar con toda su alma y su corazón.
Sus amigas la recibieron con cariño y la escucharon llorar desde
las doce del día, hora de su cita, hasta las once de la noche, que deci-
dieron irse a dormir. Su celular, por supuesto, permaneció apagado.
No estaba dispuesta a escuchar más insultos ni groserías por parte de
este novio que estaba volviendo su vida un infierno.
—Amiga, me duele mucho verte así. Nosotras tratamos de ad-
vertirte lo mal que veíamos a este hombre. Aunque te veíamos feliz, a
leguas se notaba que tenían problemas —dijo Lorena abrazando a su
amiga, que estaba inconsolable.
—Sí, ya sé que me lo dijeron. Aunque en realidad es lo último que
necesito escuchar en estos momentos —contestó Ágata secándose las
lágrimas.
—No queremos reclamarte ni lastimarte más. La verdad, estamos
muy sorprendidas con lo que pasó, y creo que hablo por todas. Nos
dimos cuenta de que tenía pinta de golfo y antrero… Pero el maltrato
del que te ha hecho víctima llega a niveles muy, muy superiores —co-
mentó María.
—Yo pienso que debe tener algún tipo de problema muy fuerte
—intervino Lorena tratando de justificar un poco la actitud de él.
—Pues, no sé… Aunque ahora que lo dices, un día vi que tomaba
Tafil, creo que es un medicamento para la depresión —respondió
lloriqueando la ahora exnovia de Paolo.

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44   ”Estúpido amor“

—¿Tafil? El Tafil es una droga antidepresiva muy fuerte —explicó


Karla muy molesta.
Silencio estremecedor y miradas de temor antecedieron a la pregun-
ta incómoda, pero necesaria. Lorena rompió el silencio para continuar:
—Oye, ¿iba al psiquiatra?
—¿Al psiquiatra? No que yo sepa, ¿por qué?
—Pues porque ese tipo de medicinas no se toman como dulces.
Una amiga de mi mamá se suicidó con esas pastillas —comenzó a
contar Karla mientras todas hacían expresiones de preocupación.
Todas se miraban angustiadas, y Karla continuó con la narración.
—La amiga de mi mamá estaba muy deprimida porque se divorció
y un mal doctor le dio una receta para que tomara un Tafil al día. Ella
comenzó a hacerlo, se sintió mucho mejor y estaba feliz, pero luego
dejó de hacerle efecto y entonces se tomaba una pastilla y media. Dos
meses después ya no se sentía bien, dejó de ir al psiquiatra y tomó más
pastillas. Así fue subiendo y subiendo la cantidad que ingería, hasta
que un día se tomó tantas pastillas deseando sentirse bien, que murió
de una sobredosis. O sea, ¡es muy peligroso! —concluyó Karla.
—¡Ay, bueno! Eso le pasó a una señora, no es como que sea el caso
de todo el mundo —comentó María.
—No a todo el mundo, pero ahí dice claramente que debe tomarse
bajo estricta vigilancia médica y prescrito por un psiquiatra —aclaró
Karla, molesta porque sus amigas le restaron importancia al hecho
de usar drogas.
—Bueno, pero el punto no es si Paolo es drogadicto o no, sino que
ya no aguanto más sus desplantes, sus berrinches. Parece que no se da
cuenta de lo mucho que lo quiero y es como si nada fuera suficiente.
Yo en verdad lo valoro, a mis ojos es el mejor, pero él se empeña en
convertirse en esa persona nefasta que vi ayer… —explicó Ágata entre
lágrimas.
—Amiga, sabemos que lo quieres, pero ya no queremos verte
angustiada. Las relaciones son para disfrutarse, no para sufrirse y tú
estás sufriendo. No es justo para nadie —dijo Lorena para consolarla.

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¡Eres mi obsesión! 45

—Pero ¿cómo saber cuál es el límite? En todas las relaciones hay


problemas —se justificó Ágata.
—Sí, en todas las relaciones hay malos entendidos y rollos. Pero
cuando una persona te humilla porque sí, porque las cosas no son como
quiere, algo mal. Además, si solo fuera una vez… —intervino Karla.
—Sí, Ágata. Esto es lo que logras contarnos, imagínate todo lo
que no nos dices. Siempre tienen problemas, nos damos cuenta que
siempre tiene algo que reclamarte por teléfono —continuó María.
—Pues sí, tienen razón. Esta vez ya no voy a volver con él aunque
me ruegue, aunque se haga la víctima, aunque haga lo que haga, ¡no
voy a caer más!
Las amigas siguieron conviviendo y platicando. Le dieron vueltas
al tema, pasaron a otro y volvieron a centrar la atención en Ágata,
que tanto lo necesitaba en estos momentos. Se hizo bastante tarde y
decidieron que era tiempo de irse.
Al llegar a su casa, Ágata vio que alguien se acercaba. Por supuesto
era Paolo. Salió de la oscuridad cual ladrón y la abordó.
—¿Dónde estabas? —preguntó Paolo fuera de sí, pues de nuevo
había bebido alcohol.
—No tengo por qué darte explicaciones —respondió ella muy
nerviosa, pero indiferente y firme.
—Soy tu novio y te exijo que me digas dónde estabas…
—Tú ya no eres mi novio. Lo que hiciste ayer fue suficiente, ¡ya
no quiero verte!
—¡Claro que soy tu novio! —gritó, alejando más a Ágata y hacién-
dola más firme en su decisión.
—¡Tú no eres nada mío! ¿No entiendes? ¡Se acabó! ¡Acabaste
conmigo! Bye —y se dio la vuelta para no mirar atrás.
Paolo, al verla perdida, de pronto cambió su actitud patana por
una fingida dulzura y comenzó a decirle frases cariñosas, abordándola
para abrazarla:
—¡Amorcito mío! ¡Preciosa! ¿Estás diciendo en serio que ya no
quieres andar conmigo?

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46   ”Estúpido amor“

—Eso mismo te digo y lo sostengo. Ya no quiero andar contigo,


y por favor vete.
—¿Eso quieres? ¡No es justo! ¡Como si tú nunca cometieras erro-
res! ¡Fue un error! —respondió desafiante y desesperado al ver que
sus palabras no surtían efecto para controlarla.
—Ya no vas a chantajearme más Paolo. Eso es lo que quiero. No
quiero volver a verte jamás ni quiero ser tu novia —dijo Ágata muy
segura gracias al apoyo de sus amigas.
Paolo siguió insistiendo entre preocupado, cariñoso, nervioso,
sediento de amor y furioso. Discutieron varios minutos. Ágata, firme
y decidida, no cedía ante las propuestas ni los chantajes. Así que al
verse perdido, Paolo lanzó una patada contra la pared de la cochera de
la casa de Ágata. Ella lo miraba cada vez más sorprendida… Paolo le
dijo que se había roto el pie con el fuerte golpe, pero ella francamente
ni lo creyó. No pensó que fuera para tanto y puso fin a la conversación
entrando a su casa y dejándolo en la penumbra de la noche y con el dolor.
Ahí debió terminar la historia, pero como esta relación ya estaba
muy enferma y descontrolada, no fue así…
A las once de la mañana del día siguiente la mamá de Paolo llamó
a Ágata, cosa que la sorprendió mucho. Le dijo que su hijo estaba en
el hospital, que por favor fuera a verlo. Ella le pidió que la comunicara
directamente con él, quien llorando le contó que se había fracturado
el pie y que estaba en el hospital. Como lo amaba, por supuesto que
salió corriendo para verlo y apoyarlo. Lloró como loca todo el camino.
Algo muy grande se había roto con ese pie, con esa furia, pero a pesar
de ello, Paolo logró mover, manipular y volver con Ágata.
En el hospital, ambos lloraron, se abrazaron, se perdonaron. Su
afán de protegerlo y de no hacerlo enojar llegó al extremo de olvidar
del asunto, pasando por encima de su dignidad. Esto rebasó todos los
niveles de congruencia y de salud mental. Habían llegado a la codepen-
dencia, donde la necesidad de cariño de Ágata perdonaba y justificaba
las carencias y las locuras de Paolo. Para salvarlo de sí mismo puso su
corazón al borde del abismo.
El pie se curó… Pero la relación se enturbió, se enfermó más, se
oscureció y el final del amor se veía en el horizonte.

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¡Eres mi obsesión! 47

¿QUÉ ES LA OBSESIÓN?

De acuerdo con la Real Academia Española, obsesión proviene del


término latín obsidiari que significa asedio. Cercar un lugar fortifi-
cado, para impedir que salgan quienes están en él o que reciban
socorro de fuera.
Tipos de obsesión
• Alimentación: obsesión que la persona tiene por bajar más
peso aunque ya no lo necesite.
• Síndrome anancástico, obsesión por el orden y la limpieza.
La persona limpia lo que está pulcro, quiere todo en perfecto
orden.


Obsesión amorosa, la persona concentra su atención y quie-
re estar a fuerza con alguien al que idealizó. Tiene baja auto-
estima y quiere a la fuerza que la otra persona lo ame.
Trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno de

ansiedad que se caracteriza por tener:
1. Pensamientos intrusivos (llegan de pronto y sin control)
2. Pensamientos recurrentes (se repiten una y otra vez)
3. Pensamientos persistentes (no pueden parar)
4. Pensamientos que producen inquietud, aprensión, temor o
preocupación
5. Estos pensamientos ocasionan conductas repetitivas, de-
nominadas compulsiones dirigidas a reducir la ansiedad
asociada.
* El TOC está dentro del Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales (DSM-IV).
La Organización Mundial de la Salud incluye al TOC entre las
20 primeras enfermedades mentales que incapacitan, y se presenta
en el 0.8% de adultos y el 0.25% de niños y adolescentes. Está en-
tre las cinco enfermedades psiquiátricas más comunes. O sea, es
frecuente y ante cualquier duda hay que pedir ayuda a un experto.
Definiciones para comprender a una persona obsesiva:
• Obsesiones: son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos
recurrentes y persistentes que no son voluntarios, cuando
quieren ignorarse surgen con más fuerza.
• Compulsiones: son conductas repetitivas, generalmente “ca-
prichosas”, que se realizan con frecuencia (más de 15 veces
al día) y se hacen para reducir la ansiedad provocada por la
obsesión, para evitar pensar en algo.
• Las obsesiones y las compulsiones hacen sentir mal a la per-
sona.

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48   ”Estúpido amor“

• Su vida social, laboral, escolar y actividades diarias se alteran.


• La persona es consciente de la irracionalidad de su trastorno,
y puede sentir culpa.
• Cada ritual “tiene” que realizarse varias veces al día.
• La tecnología actual puede crear conductas obsesivas por el
teléfono, verificar si hay mensajes, revisar las redes sociales
y demás. Si esto sucede más de 30 veces en una hora, es
necesario observar si hay un problema.

* Nota: estar preocupado por algo puntual y no dejar de pensar en eso


(como pasar un examen, pagar una cuenta…) es normal en la población
general y no limitan la vida de nadie.

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•4 •

Te engañé... pero tú me orillaste

La herramienta básica para la manipulación de la


realidad es la manipulación de las palabras.
Si puedes controlar el significado de las palabras,
puedes controlar a la gente que debe usar las palabras.
—Philip K. Dick (1928-1982) Escritor
y novelista estadounidense

Paolo estuvo con el pie enyesado varias semanas. Incluso tuvieron


que operarlo para ponerle un clavo y que así soldara el hueso. Ágata
no podía creer que una simple patada a la puerta de la cochera de su
casa hubiera ocasionado toda esta tragedia… Simplemente parecía
imposible.
Por supuesto, Paolo le pidió y le hizo prometer que este hecho
quedaría entre ellos, que no le contaría a nadie lo sucedido, porque
según las reglas que habían establecido al principio de su relación,
hablar de este suceso tan penoso, violaría la regla número tres. Ágata
estaba confundida, no lograba recordar a qué regla se refería Paolo.
Más allá de eso, consideraba muy importante que la mamá de Paolo
supiera lo que estaba sucediendo con su hijo. Había demasiadas señales
de que algo estaba mal: la erupción nerviosa en el cuerpo de Ágata,
el pie de Paolo roto a causa de un enojo, pleitos y discusiones todo el
día… Mientras pensaba en ello, Paolo, como siempre demandante y
obsesivo, le dijo:
—Princesa, ¿qué estás pensando? Te dije de la regla… Ya te acor-
daste cuál es, ¿verdad amor?

49

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50   ”Estúpido amor“

—Mmm, eh, la verdad noooo, no sé cuál…


Paolo la interrumpió con toda la fuerza de su carácter arrebata-
do. Estar en una cama de hospital no le impidió mostrar sus faltas de
respeto y sus humillaciones.
—¡Qué memoria de chorlito la tuya! ¿Cómo puedes olvidar las
reglas que hicimos con tanto amor? ¿Ves? ¿Cómo no quieres que me
rompa un pie del coraje al ver que ya no te importo? ¡No me quieres…!
—Paolo, no te alteres, por favor. Yo no estaría aquí si no me im-
portaras. Tengo demasiado en la cabeza con lo que pasó en el antro
y después esto…
—¿Puedes dejar de mencionar lo del antro, por favor? ¡Ya es pasado!
De nada sirve hablar de eso. ¿No ves cómo estoy? Me siento maaaaaal.
—Sí, perdona –dijo Ágata agachando la cabeza para evitar con-
trariar a Paolo y, nerviosa, continúo–. Lo que pasa es que creo que es
importante decir la verdad, y tu mamá está muy preocupada por ti.
—A ver, ¿qué no te queda claro que esto es entre nosotros? ¡Entre
nosotros! ¡Solo tú y yo! –Respondió gritando muy enojado, y conti-
nuó– Como a ti no te importa, voy a recordarte la regla número tres
de nuestra relación: Para que la magia exista, la agenda es privada.
Publicar pleitos, logros, amores, secretos, acaba con la relación. ¿Te
queda claro? —señaló.
—¿Qué? No, no sé… —titubeaba Ágata, quien se sentía entre la
espada y la pared. No quería provocar más problemas, pero tenía que
hacer frente a lo que estaba pasando.
—Pues a ver, te lo repito. ¡No puedes decirle a nadie lo que me
pasó! Vamos a decir que me caí en un hoyo y ya, OK. Aquí lo que pasa
es entre nosotros.
Ágata puso los ojos en blanco y se calló para evitar más violencia.
Con la cabeza asintió dándole la razón a Paolo, quien sonrió complacido
al comprobar que había logrado de nuevo lo que quería. Era adicto a
tener razón. Era un manipulador profesional. Siempre conseguía que
la gente a la que dominaba acabara cediendo para liberarse de su yugo.

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Te engañé... pero tú me orillaste 51

En su interior, él sabía que manipulaba y alteraba las cosas que


sucedían para tener razón. Pero llevaba tanto tiempo haciendo lo
mismo, que ya era automático.
Al decir verdades a medias, como estaba sucediendo con Paolo y
Ágata, la realidad se va distorsionando y se deja de darle importancia
a cosas muy delicadas como fracturarse una pierna por un coraje, o a
permitir graves faltas de respeto. Los dos estaban cegados y obsesio-
nados con que todo estuviera bien. Pero las cosas estaban muy mal.
Se sentían muy incómodos. Ágata ya no quería seguir con la mentira,
que crecía y crecía gracias a su poca firmeza.
Sin embargo, su voluntad ya no le pertenecía. A pesar de lo inteli-
gente que era, sus argumentos resultaban insuficientes. Paolo cambiaba
los hechos, los distorsionaba, los manejaba, los cortaba y los manipulaba,
y en ocasiones era complicado deducir cuál era la “verdadera realidad”.
Si Paolo se quedaba sin recursos, se remitía a las reglas que en un
principio establecieron con ilusión y “aparente amor”, y las acomodaba,
las ajustaba y las aplicaba en situaciones poco congruentes. Estaban
jugando un juego muy peligroso y doloroso.
No solo ellos notaban que algo estaba mal. Las familias de ambos
comenzaron a preocuparse mucho por esta relación. La mamá de Paolo
no le creyó a su hijo que se había caído en un hoyo. Por eso, mien-
tras el doctor revisaba al herido, aprovechó la oportunidad para llevar
a Ágata a tomar un café en el hospital y hablar a solas con ella para
conocer la verdad.
—Mijita, me caes muy bien y creo que eres muy buena niña… Por
eso quiero preguntarte, y que me contestes con la verdad, ¿qué fue lo
que pasó? –Larga mirada incómoda y una pausa que pareció durar una
eternidad, mientras veía a los ojos a Ágata como si fueran cuchillos y
volvió a preguntar– ¿Cómo se rompió el pie mi hijo?
—Ay, señora, yo no estaba con él. A mí me dijo que se cayó en un
hoyo de la banqueta y lo siguiente que supe fue que estaba en el hos-
pital. Yo llegué después, cuando ya estaban aquí, usted lo trajo. Yo no
estaba —respondió Ágata nerviosa, mintiendo, traicionando sus
principios, su razón y su bienestar.

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52   ”Estúpido amor“

La mamá de Paolo insistió un buen rato, pero no consiguió que


ella hablara. Antes de subir de nuevo al cuarto, le comentó que algo la
dejó pensando y confundida:
—Entiendo lo que me dices. Y si no estabas con él, no estabas y
ya. Pero se me hace muy raro que haya sido así… La última vez que se
rompió algo, porque no es la primera, estaba tomado y enojado con
una novia. ¡Mira! Es un caso parecido al tuyo…
Daga en el corazón. Daga hasta el fondo del corazón. Reality check…
o sea, ya no te mientas a ti misma, Ágata. ¡Corre mientras puedas! Este
hombre no te conviene, está enfermo. No es la primera vez que sucede.
Se lastima a sí mismo cuando bebe, y bebe mucho. Lo que sigue es que
te golpee. Ay, caray… pero si el personaje no me escucha. En fin, esto
es lo que ella debía pensar, pero aún no llega el final de esta historia.
Dicen que todo nos sucede por una razón. Me gusta pensar que esa
razón es aprender lecciones. Hay lecciones fáciles, difíciles, dolorosas,
amorosas, sencillas, complicadas, tiernas, conmovedoras, amargas,
tibias… Aquí, las lecciones tenían un poco de todo. Ni Ágata ni Paolo lo
veían, se estaban haciendo daño y no encontraban la salida. Tampoco
hallaban el sentido que se descubre al unir, después de un tiempo, los
puntos hacia atrás. Cuando la historia se está viviendo, simplemente
se tiene que seguir adelante.
Comenzaba el otoño y con él llegó el frío. Paolo se recuperaba
lentamente de su pierna y no perdía ocasión para hacerse el dramático.
Su convalecencia se volvió una forma más de manipular a su novia
para que hiciera lo que “él quería”, con el pretexto de: “mi pierna”, “me
duele mucho mi pierna”. Ágata tenía que manejar, ir a verlo, darse el
tiempo para estar con él hasta que se dormía porque como vivía solo,
argumentaba que no podía hacer nada por sí mismo.
Comenzaba a cansarse, ya estaba fastidiada de tantos chantajes y
control… Todos los días quería dejarlo y no verlo más, pero un intenso
BIIIIIIP interrumpía sus pensamientos:
PAOLO: Buenos días. Mi princesa, ¿cómo amaneció?
PAOLO: Yo solo me siento bien cuando te veo… esta pierna no me
deja doooormiiiiiiir

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Te engañé... pero tú me orillaste 53

PAOLO: ¿Qué vas a hacer hoy princesa hermosa?


Ella, con el teléfono en la mano, deseaba bloquearlo para siempre
de los chats para no tener que contestar otro mansaje jamás en su vida.
No sabía por qué, pero terminaba respondiendo todavía recostada en la
cama, y con el estómago hecho pedazos del coraje de tener que hacerlo:
ÁGATA: Mi rey, buenos días, gracias por escribirme, me encanta
que me despiertes!
ÁGATA: Ya verás que luego te sientes mejor bomboncito…
ÁGATA: Me voy a apurar para ir a la escuela, besos, te amo
PAOLO: Claro! Yo ni te importo… en qué momento me preguntaste
qué voy a hacer yoooooo?
PAOLO: Olvídalo, pensé que habías cambiado…
PAOLO: Vete a tu escuela que es lo único que te importaaa
aa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
PAOLO: Luego no digas…
Ágata sentía que se le derrumbaba el mundo cuando esto pasaba.
Ahora, ¿qué le diría? ¿Qué iba a hacer? Quería ignorarlo y dejar
así las cosas, pero entre más tiempo pasaba más grande se hacía el
problema. Entonces, optaba por contestarle, aunque se le hiciera tarde
para ir a la escuela. Paolo era feliz con esta respuesta, pues lo único que
quería era llamar la atención. Escribían una línea tras otra enredando
aún más la situación. Trataba de convencerlo, con mucho cuidado
y pensando muy bien sus palabras, de que sí lo amaba. Contestaba
mensaje tras mensaje, pero fastidiada por no resolver nada, le habla-
ba por teléfono y se tragaba su sermón de víctima por más de media
hora hasta que se le pasaba el enojo.
Ágata sonreía feliz y seguía con su vida. Lo malo es que el efecto
duraba unas pocas horas, hasta que él volvía a molestarse por otro asunto
que le desagradaba. Todo el tiempo, Paolo comprobaba si el amor de
su novia no había desparecido como las nubes en un atardecer, si no
se había derretido con el calor del sol, o si el frío del viento no había
apagado su corazón. Era una muestra de su inseguridad, que trataba
de cubrir con situaciones externas.

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54   ”Estúpido amor“

Por supuesto que Ágata no estaba feliz. Seguir en esa relación


contra de su voluntad, provocó que la erupción apareciera con ma-
yor intensidad en su cuerpo. Los nervios estaban traicionándola, su
organismo gritaba: ¡Auxilio! Las ronchas la quemaban por dentro y
no sabía cómo ponerle fin.
Complacer a su novio no era el único de sus problemas, sus
amigas ya se habían enterado de que había vuelto con él. A pesar de
todos los consejos, las advertencias, la buena voluntad y el amor que
le profesaban, algo incontrolable le impedía alejarse de Paolo. Una
tarde de exámenes, Karla, Lorena y María llegaron por sorpresa a su
casa para encontrarla sola y hablar. No querían abandonar a su amiga
en esta situación.
—Señorita Ágata –dijo su nana–, la buscan sus amigas allá abajo.
—¿Quiénes? —Preguntó Ágata sorprendida porque no esperaba
visitas.
Interrumpió la edición de sus fotografías en la que estaba concen-
trada en la pantalla inmensa de su MAC, debía tenerlas listas al día
siguiente para su examen final. Se quitó los lentes y los dejó a un lado.
Bien podía aprovechar el descanso.
—Son las señoritas Karla, Lorena y María.
—Ay –dijo suspirando un poco molesta–, diles que suban.
Su nana salió. A los pocos minutos se abrió la puerta de nuevo y
aparecieron sus tres amigas con cara de velorio. Ágata estaba desarre-
glada, ojerosa, apurada, despeinada y muy nerviosa. Se notaba que algo
no estaba bien en su vida. Sus amigas la miraron con desaprobación.
Ágata les devolvió la mirada con sus grandes ojos color miel y solo
acertó a decir con voz de reclamo y justificación:
—¡¿Qué?!.
Larga pausa incómoda.
—Ay, ya sé… O que me van a decir… —continuó Ágata.
—No tienes ni idea del daño que estás haciéndote. Mírate en el
espejo, ya no eres la de antes —señaló Lorena.
Cuando Ágata escuchó estas palabras, las lágrimas escurrieron
de sus ojos y se dejó caer en su cama decorada con un edredón con

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Te engañé... pero tú me orillaste 55

figuras de rollos de cine y cojines fosforescentes. Karla se acercó a su


amiga, que se sintió derrotada con las palabras que acababa de escuchar.
—Ya, amiga, ya… Ya fue suficiente. ¿Por qué volviste? —preguntó
Karla, acariciando su largo cabello negro.
—Solo queremos ayudarte —agregó María.
—¿Qué podemos hacer para que te des cuenta de que esto no es
normal? —intervino Lorena muy triste al ver a su amiga de la infancia
en este estado.
—Es que yo sí quiero estar con él –respondió Ágata–. Yo lo amo.
—Perdóname, pero eso no puede ser amor —dijo Karla muy firme.
—El amor es una razón para estar contenta. Sí, tiene altas y bajas,
pero sin olvidar que una pareja está junta para hacerle bien al otro.
Parece que ustedes están juntos para lastimarse… Todo es motivo de
discusión y molestia y control y enojos y… —explicaba Lorena cuando
Ágata la interrumpió incorporándose en la cama.
—Ay, sí. ¿Hace cuánto que no tienes novio, Lorena? ¿Quién eres
tú para opinar? —respondió Ágata muy hiriente para que dejaran de
cuestionarla.
—Ay, oye. Tampoco tienes que ser grosera con nosotras —dijo
María.
—Te pasas, no tienes por qué lastimarme Ágata. Hemos sido amigas
desde preescolar y por eso pensé que podía hablarte con honestidad
sobre lo que pienso. Ahora veo con tristeza que no es así. No volveré a
verte ni a hablar contigo a menos que tú me busques —contestó Lorena
muy seria, al tiempo en que tomaba su bolsa para salir.
—No, perdóname –Ágata se disculpó acercándose a ella–. No
sé qué me pasa. Estoy muy nerviosa y todo me pica. Me muero de la
comezón y este brazo hasta me arde por lo mucho que me he rascado.
Sus amigas se acercaron a ver el brazo de Ágata, mientras levantaba
la manga larga para enseñarles la lesión. Sus amigas se asombraron al
ver el daño causado por la situación y por el sometimiento del que era
víctima. Tenía el brazo prácticamente en carne viva de tanto rascarse,
y no podía parar.

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56   ”Estúpido amor“

—Está bien, te perdono y te entiendo –dijo cariñosa Lorena–. Solo


quiero que sepas que en cualquier momento que nos necesites, aquí
estamos para ti. No estás sola, y si un día quieres ir a un psicólogo…
—Bueno, bueno, bueno. No creo que sea para tanto. Son proble-
mas pasajeros. Ya verán que ahora con la Navidad y todos los festejos
que vienen, las cosas entre Paolo y yo se resuelven y volvemos a la
normalidad.
Karla, Lorena y María miraron al techo en señal de desesperación.
Las justificaciones y la negación de Ágata ya rebasaban los límites
normales, solo quería ocultar lo evidente.
—Ojalá que así sea –dijo María–. En verdad espero que…
La puerta se abrió y la conversación fue interrumpida por la mamá
de Ágata, quien saludó efusivamente a cada una de las amigas de su
hija para después decirle que Paolo la esperaba abajo.
—Gracias, ma…
Se cerró la puerta. Sus amigas se quejaron, pues parecía que tenía
un radar para detectar cuando estaban juntas y siempre llegaba a inte-
rrumpir. En realidad, Paolo tenía miedo de que alguien le abriera los
ojos a su novia, porque ya le había pasado otras veces. Prefería aislarla
para estar seguro de que no la perdería. Tanto era su afán de retenerla,
que comenzó a alejarla.
En el instante en que debían bajar para encontrarse con Paolo,
Ágata volvió a sentir la terrible necesidad de rascarse. No quería hacerlo
porque si empezaba, ya no podría parar pues la comezón que no se le
quitaba con nada. Eso le provocaba más angustia que ver a Paolo. Era
un círculo vicioso: se angustiaba, le salían más ronchas, se rascaba, le
daba más comezón, se angustiaba más. Era un infierno.
—Paolo, hola —saludó Karla.
Paolo miraba a Ágata con cara de pocos amigos y se notaba furioso
por la presencia de “las intrusas” en casa de su novia. Saludó a todas
entre dientes, sin quitarle la mirada de encima a Ágata. La situación
lo enojaba más a cada segundo. Karla, Lorena y María se despidie-
ron rápidamente porque estaban muy incómodas. Cuando se quedaron
solos, los reclamos no se hicieron esperar.

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Te engañé... pero tú me orillaste 57

—¿No que tenías mucho que hacer para tu examen? —preguntó


Paolo cínico.
—Pues sí, tengo que acabar de editar unas fotos…
—¡Ah! O sea que todavía no terminas… Y ¿qué hacías chacoteando
con tus amiguitas? Si tienes tanto que hacer, no sé por qué las invitas-
te. Ah, y a mí, ¡a mí me dijiste que no podías verme! ¿Se te hace justo?
Porque a mí no. La verdad es que estoy cansándome de estar siempre
en segundo lugar en tu vida. Me doy cuenta que no te importo. Pero
fíjate, solo fíjate, en todo lo que yo hago por ti… Ah, por cierto. Aquí
están los papeles de impresión que me pediste. En vez de mandártelos
con el chofer te los traje personalmente porque tú a mí ¡sí me importas!
—dijo de corrido, con voz de sufrido, con cara de angustia, enojado,
triste, molesto.
—Las cosas no son así, ellas llegaron sin avisarme.
—Pues les hubieras dicho lo que a mí me dices siempre, que estás
muy ocupada…
—No es lo mismo…
—¡Ah, no es lo mismo! ¿En qué no es lo mismo? Ves, siempre es
igual contigo…
La serie de reclamos se vio interrumpida porque Carlos, el her-
mano de Ágata, llegó con dos amigos y al entrar se dieron cuenta que
discutían, “para variar”. Carlos le puso a Paolo cara de pocos amigos
dándole a entender que se callara de una vez por todas y dejara en paz
a su hermana. Ágata le guiñó el ojo a su hermano como diciendo: “Me
salvaste”. Para Carlos, esta fue la señal definitiva de que las cosas ya se
habían salido de control.
—Cuñado, ¡qué gusto verte! —saludó hipócritamente Paolo.
—Hola, Paolo. ¿Cómo te va? ¿Todo bien? Te vi muy enojado…
—No para nada, solo estaba diciéndole a tu hermana que no reciba
a sus amigas cuando tiene tanto que estudiar.
—Oye, tú no le puedes decir a quién ver…
Ágata interrumpió la breve charla para saludar a los amigos de
su hermano y tomó de la mano a Paolo. Inventó que tenían que ir a
la papelería y con ese pretexto salieron para evitar más discusiones.

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58   ”Estúpido amor“

En el coche, Paolo hacía esfuerzos por acomodar el yeso de su pierna


rota y ella manejaba concentrada. Para romper el silencio y evitar más
reclamos, Ágata comenzó a hablar de lo que sabía que agradaba a Paolo.
—Bombón, no lo vuelvo a hacer. En realidad, mis amigas fueron
muy inoportunas y no debieron llegar sin llamar. La próxima vez las
corro y ya. Pero me encanta que hayas venido, mi rey, gracias.
—Qué bueno que te das cuenta de las cosas princesa, sólo quiero
que estemos bien.
Ágata asintió. De pronto, el brazo comenzó a picarle de nuevo. Se
rascaba sin parar y Paolo se dio cuenta.
—¿Qué pasa? ¿Se siente mal la princesa? —dijo con voz de bebé,
como hacía cuando se sentía bien con ella.
—Sí, algo está muy mal conmigo –respondió angustiada–. No se
me quita la comezón, ya no puedo concentrarme en mis cosas y me
siento fatal.
—Eres muy exagerada, princesa. Mírame a mí. Me tengo que
bañar, cocinar, vestir solo y no digo nada —respondió Paolo dándole
más importancia a su fractura.
—No es eso, mi vida –dijo con voz suave para no hacer enojar a su
verdugo, y continuó con voz dulce–. En verdad es una sensación muy
angustiante. Me siento muy mal, esta comezón no se me quita con nada.
—Bueno, para que veas que te quiero, te voy a llevar a un doctor,
pero hazme piojito que yo ¡sí me siento mal! —y se reía burlón.
El día transcurrió normal. Ágata ya no cumplió con sus obliga-
ciones. Le preparó la cena a Paolo; platicó de lo que él quería; le sirvió
cuatro whiskeys, a pesar de que era martes; lo besó cuantas veces quiso,
cuidando que nadie los viera. Además, Ágata se durmió hasta muy
tarde esperando que su novio llegara de vuelta a su casa y le mandara el
mensaje reglamentario para avisarle que estaba a salvo, autorizándola
a dormir. De lo contrario, le diría que no le importaba si se moría en
el camino y sería pleito seguro mínimo por dos horas.
Ágata tenía pesadillas, ya no podía descansar, se rascaba, se angus-
tiaba, tenía ansiedad, miedo, nervios, todo junto. Unos días después,
fueron juntos a ver al doctor que Paolo le recomendó porque era el

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Te engañé... pero tú me orillaste 59

médico de la familia. El consultorio lucía muy bien y en apariencia se


trataba de un médico muy profesional. Revisó a Ágata con toda calma
y platicaron por más de una hora. Le dijo que no se preocupara, que
todo estaría bien en unos días. Así, le hizo la receta prescribiendo un
medicamento para la ansiedad sin decirle de qué se trataba. Ágata
tampoco preguntó qué o para qué era, confío ciegamente en que se
curaría pues ya estaba al borde de la locura.
—¿Ves, princesa? Estabas exagerando. Como siempre, yo tengo
que solucionarte tus problemas —aseguró Paolo todo el camino riendo
de regreso del médico para dejar a Ágata en su casa.
Ágata no le avisó a nadie en su casa que iría al doctor y simple-
mente compró las pastillas en la farmacia. Nunca preguntó si tenían
efectos secundarios. Paolo la llevó al médico para que dejara en paz
el tema y aparentemente se aliviara. Así fue. Se tomó las pastillas y
asunto arreglado, dejó de tener comezón y poco a poco desapareció
la erupción… Pero… pero… entonces presentó graves cambios de
humor, enojos repentinos, agresividad de la nada, ansiedad, depresión
y sensación de que algo la perseguía.
Por primera vez, Paolo se asustó por el malhumor y los malos
tratos de Ágata. También en su casa lo notaron. Su hermano Carlos
y sus papás se preocuparon mucho por el cambio drástico. Nadie en-
tendía qué le sucedía y ella se justificaba diciendo que los exámenes
la ponían nerviosa.

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60   ”Estúpido amor“

La manipulación mental, o control mental, se presenta cuando una o


varias personas quieren controlar criticando todo lo que hace o dice
la víctima, así van tomando su voluntad.
Se logra manipular a alguien cuando, con base en razonamien-
tos subjetivos y parciales, se convence a la persona de que sus
creencias están mal y en este vacío el manipulador planta nuevas
ideas.
Un ejemplo: Cuando alguien te convence de robar. La persona
sabe claramente que robar es malo, pero el manipulador recurre a
argumentos basados en hechos combinados con opiniones parcia-
les, como: “No importa que le robes a esa persona/establecimiento
porque ellos también nos roban con los altos precios”. Así, pareciera
que robar está justificado.
En la manipulación, se domina a la víctima para que no crea en
su propia conciencia, así se adueña de su voluntad poco a poco. En
algunos casos puede recurrir a la violencia para conseguirlo.
Si reconoces algunos de estos puntos, puede tratarse de ma-
nipulación:
1. Los argumentos del manipulador causan miedo, angustia y
vergüenza.
2. El manipulador te convence con informaciones sesgadas,
cortadas, con pequeñas frases extraídas de una idea a su
conveniencia, aunque en el fondo sabes que está mintiendo.
3. Presión constante por parte del agresor.
4. El agresor te culpa siempre de todo y te aísla de los demás.
5. Hay una recompensa o un castigo por parte del manipu-
lador.
6. La víctima se siente deprimida y débil frente al manipulador.
7. El que es manipulado nunca gana una discusión.
8. Existe una especie de “devoción” al manipulador por parte
de la víctima.

Si te ocurre cualquiera de estas situaciones PIDE AYUDA, es


muy difícil salir solo de una situación así.

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•5 •

Te maltrato porque me preocupas

Lo que se obtiene con violencia,


solamente se puede mantener con violencia.
—Mahatma Gandhi

Los cambios de humor de Ágata eran cada vez más frecuentes. Incluso
en la escuela tuvo que hablar con el director debido a su agresividad
recurrente hacia los maestros y algunos compañeros. Sus amigas le
notaban algo raro, ya que dejó de reunirse con ellas en los descansos
y después de la escuela, para evitar las críticas sobre su conducta.
Carlos, su hermano, aprovechó un lindo día de invierno para hablar
con ella mientras desayunaban. Ágata le prestaba poca atención porque
estaba enviando mensajes a Paolo; no obstante, intentaba concentrarse
en la conversación. Carlos debía repetir las cosas pues cada vez que
decía algo, su hermana se encontraba distraída con el celular mientras
él intentaba hablar sobre lo que le preocupaba.
—Ya deja esa cosa, ¿no? —dijo Carlos molesto, intentando llamar
su atención.
—¿Por qué te enojas? Solo estoy contestándole a mi novio una
cosa que me preguntó —respondió Ágata.
—¡Llevamos aquí sentados diez minutos y solo hemos dicho cuatro
palabras! Eso tiene mucho de malo hermana… ¡No me haces caso!
—Pues estoy ocupada, es importante.

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62   ”Estúpido amor“

—¡Importante! Es lo único que haces últimamente, seguir las


órdenes de Paolo como si fueras un robot. Y pobre de ti si tienes una
idea propia o algo. ¿No te das cuenta? ¡Eso es maltrato!
Ágata estalló, se levantó de la mesa de la cocina y aventó su plato
contra la pared.
—¡Con un carajo, ya estoy harta de que me digan qué hacer! —gritó
Ágata histérica e irreconocible.
—¡Cálmate, por favor, hermana! ¿Por qué te pones así por un
simple comentario…?
—¡No es un simple comentario! Es una agresión, siempre te metes
en mis cosas…
Su mamá entró atraída por los gritos y el ruido del plato roto. Vio la
pared embarrada de papaya, el plato en el suelo y a su hija de veintiún
años fuera de sí, sin control, sin dominio de sí misma, gritándole al
hermano que adoraba.
—¡Ágata! ¡Cálmate! ¿Qué es lo que te pasa hijita? —La abrazó por
la espalda cariñosamente para tranquilizarla.
—¡No me toques, mamá! ¡No me toques! —Y se alejó llorando
de la cocina.
—Mamá, esto no puede seguir así. Paolo está volviéndola loca. Es
cada vez peor el efecto que tiene en ella. La controla, no puede hablar
con nadie, no suelta el celular…
—Hijito, yo creo que estás exagerando. Paolo es un buen muchacho,
decente, quiere mucho a tu hermana, es de buena familia, trabajador,
quiere casarse con ella…
—¡Mamá! –interrumpió Carlos– No puedes cerrar los ojos tú
también. Los dos están enfermos en esa relación. Date cuenta, por
favor, ma. Siempre nos hemos llevado bien como familia y yo adoro a
mi hermana, pero este hombre llegó a causar problemas, pero como
escucha las historias de mi papá por horas y a ti te lava el cerebro di-
ciéndote que adora a tu hija, los tiene ciegos. Por favor, solo trata de ver
objetivamente cómo está Ágata —dijo Carlos suplicante, preocupado
por su hermana.

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Te maltrato porque me preocupas 63

Su mamá prometió prestar atención y hablar con su papá del


asunto. Esto dejó a Carlos más tranquilo y cada uno continuó con las
obligaciones del día.
Ágata se fue a la escuela y llegó más enojada que nunca, irritada.
Todo le molestaba, se quejaba con sus compañeros sobre los talleres
de fotografía y hacía sus deberes de mala gana. Lo que era su pasión
estaba convirtiéndose en una maldición. Nada perecía agradarle. De
igual forma, lo que antes disfrutaba ahora le causaba malestar. Ya no
tenía comezón en el cuerpo, pero algo en su interior la sacaba de sus
casillas y convertía cada detalle insignificante en una verdadera tragedia.
Por supuesto, Paolo notó los cambios de inmediato. Pero como era
inteligente y manipulador, se adelantó a los hechos y fue a hablar con
los papás de Ágata para decirles lo preocupado que estaba y que con-
sideraba que ella no quería ser feliz. Les aseguró que parecía que su
hija sufría todo el tiempo por cosas tontas, y por más cosas que él hacía
por ella nada era suficiente. Repitió muchas veces que siempre le daba
gusto y que verdaderamente no entendía qué le pasaba.
Los papás de Ágata estaban preocupados por su hija. Los argumen-
tos de Paolo estaban muy bien pensados y estudiados, tomó situaciones
del pasado y de relaciones anteriores de su hija para generalizar: “Es
que ella siempre hace berrinche, como aquel día, con su exnovio, que
quería un perrito y…”; “Todo el tiempo se enoja, y yo lo único que ha-
go es darle gusto”; “¿No se han fijado que siempre tiene sueño? Es
porque gasta mucha energía en sus enojos”… Es decir, tergiversó la
información real con hechos relativos y opiniones para formar un
juicio sumamente manipulado. Así, el joven “enamorado” consiguió
que los papás de su novia le prometieran hablar con ella para que va-
lorara todo lo que Paolo hacía por ella, e incluso acordaron mandarla
al psicólogo o psiquiatra si era necesario. Esta aparente preocupación
era, por supuesto, para evitar que ellos se percataran de que el estado
de ánimo de su hija era consecuencia del maltrato del que la había
hecho víctima en su relación de pareja. Era una manera de prevenir
que le prohibieran verla.
La trampa estaba puesta y la presa cayó en ella.

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64   ”Estúpido amor“

Paolo se sentía feliz con este gran logro. Se aseguró de que los
demás, a pesar de todo, reconocieran que él se preocupaba por Ágata
y daba fe de sus buenas intenciones. Aunque en realidad se dedicara
a maltratarla en privado.
Una tarde, los papás de Ágata, en complicidad de Paolo, la invitaron
a comer. Nerviosa, ella llamó a su novio para decirle que no podría
verlo a causa de esta invitación. Por supuesto, esperaba una reacción
de enojo y prepotencia, además de los chantajes ya conocidos y una
buena dosis de culpa, pero para su sorpresa, la voz al otro lado del
teléfono le dijo:
—¡Princesa! ¡Qué bueno! Me da mucho gusto que vayas con ellos
pues te quieren mucho, y yo he hecho todo para que te acerques a tus
padres, bomboncito —dijo cariñoso y con esa vocecita de bebé que
utilizaba cuando estaba MUY contento.
—Pero, pero si yo siempre me he llevado bien con mis papás…
—¿Princesa? No siempre… Acuérdate la vez que te enojaste con
tu mamá y gracias a mí –muy engreído dijo– se contentaron.
Ahora resultaba que la buena relación con sus padres también se la
debía a este manipulador chantajista de cuarta. Se adjudicaba las cosas
buenas de la vida de su novia, para chantajearla demostrándole lo que
hacía por ella. Y aunque Ágata agradeció su comprensión, francamente
se quedó muy sorprendida con las palabras que acababa de escuchar.
Su mente no lograba entender qué había pasado.
El restaurante había sido el favorito de esta hermosa joven desde
niña. Las carnes, el mousse de chocolate, el jugo de carne, las papas
con crema… todo le encantaba. Se veía muy contenta con sus jeans
ajustados y una blusa muy fina de seda blanca, con altos tacones color
miel que combinaban con su bolsa. Sus papás estaban felices de pasar
un rato con ella a solas y platicar. Al verla, su padre se levantó para
ayudarla con la silla.
—Hija, qué gusto verte tan guapa.
—Gracias, papi. Me dio mucho gusto que me invitaran a comer
—respondió con voz de niña pequeña, como si estar ahí le recordara la
protección que le brindaban sus padres y el cariño que sentía por ellos.

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Te maltrato porque me preocupas 65

—Hijita, me encanta tu blusa, ¿es la que compramos juntas?


—preguntó su mamá muy contenta.
—Sí, ma, esa es. Gracias… Oye, perdón por gritarte el otro día. Lo
que pasa es que no sé por qué me enojo tanto y en verdad lo siento…
—No te preocupes, Ag —respondió su madre cariñosa y con el
diminutivo que sólo ella utilizaba.
Pidieron bebidas y una entrada, al tiempo que terminaban de
saludarse para comenzar a hablar de cosas más relevantes. Don Carlos
fue quien comenzó:
—En realidad, hija –interrumpió su padre–, queremos hablar
contigo de algo que nos preocupa… Hemos notado que últimamente
estás muy enojada con todos, y que ya no pasamos los fines de semana
en Valle como tanto nos gustaba. También hemos visto que estás muy
agresiva, y hasta tu nana está preocupada por tu mal carácter. Así que
queremos saber, ¿qué es lo que pasa contigo?
—Sí, Ag –continuó su madre–. Hasta Paolo vino a hablar con no-
sotros para contarnos lo mal que lo has tratado, aun cuando él es tan
decente y amable.
—¿Quééé? –dijo furiosa Ágata– ¿Él fue a hablar con ustedes?
—A ver un momentito, ni siquiera hemos pedido los platos, vamos
a dejarnos de tonterías. ¿Qué quiere mi muñequita de comer?
—Ay, pa… No sé, con esto que están diciéndome ya no quiero
comer nada…
—Nada de eso. Voy a pedirte los medallones al limón que tanto te
gustan y disfrutas para que recordemos viejos tiempos. Tú, mi amor
–agregó dirigiéndose a su esposa–, ¿qué quieres?
Ordenaron los platillos y cambiaron radicalmente el tema. Hablaron
de anécdotas, de cosas chistosas, de hechos de la vida, nada en especial
y estaban pasándola muy bien, solo que sus padres necesitaban volver
a abordar el tema que les preocupaba.
—Bueno, hija, ya sin hablar mucho sobre lo que te molesta, quiero
entenderte y decirte que cuentas con nosotros para todo. Siempre
puedes acercarte con confianza a hablarnos de lo que sea, y si necesi-
tas ayuda profesional, te apoyamos para que visites al psicólogo que

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66   ”Estúpido amor“

elijas. Lo haremos con mucho gusto. No importan los errores que ha-
yamos cometido contigo en el pasado, lo único que queremos es que
seas feliz, y haremos lo que sea por verte así —dijo muy cariñoso y
cálido su padre.
Ágata se quedó muda. No podía comer el mousse de chocolate
con menta que tanto le gustaba ni parpadear, tenía los ojos mojados.
Si movía un poco el ojo, escurriría una lágrima y no quería que nadie
supiera lo que sentía. Bajó la mirada para evitar ser descubierta. Su
madre la tomó del antebrazo con su tierna y suave mano, adornada
por hermosos anillos, y le dijo:
—Ag, hemos tratado de ser los mejores padres para ti. Si nos hemos
equivocado en algo o no lo hemos conseguido del todo, lo lamentamos.
Pero ahora que ya eres adulta, queremos que seas feliz con quien te
ama. Nos consta que Paolo hace todo por ti y que te quiere, y no nos
parece justa la forma como peleas con él y como lo tratas…
Ágata la interrumpió bruscamente, y con voz alta y muy alterada
dijo:
—¡Mamá! Tú no sabes nada de Paolo, no sabes nada de lo que
pasa…
—¿Y qué pasa hija? —interrumpió Don Carlos.
—Eh, pues, ¿qué pasa? O sea, nada –respondió nerviosa–, pero a
veces se enoja por todo y no me deja en paz.
—Ag, son atenciones. Si él te llama o se preocupa es porque todos
los hombres son así cuando están enamorados y él lo está de ti, ¿qué
más quieres?
Ágata se levantó furiosa de la mesa y les dijo:
—Ya les lavó el cerebro, ojalá se dieran cuenta, adiós.
Salió del restaurante sin voltear atrás y sus padres se quedaron he-
lados con su reacción. Pasaron un buen rato en el restaurante hablando
de lo sucedido. Sin duda, algo estaba mal, pero no lograban descubrir
qué era. Paolo aseguraba que la culpa era de Ágata, pero ella decía que
era una reacción. ¿Qué debían hacer? Se plantearon, al tiempo en
que decidieron buscar ayuda profesional para asesorarse sobre el tema.

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Te maltrato porque me preocupas 67

Por su parte, Ágata iba manejando furiosa sin saber a dónde ir. No
sabía qué le sucedía o por qué reaccionaba así. Solo alcanzaba a darse
cuenta que ahora ella también era parte del problema de la violencia.
Simplemente estallaba y luego se sentía culpable. Y sucedía cada vez
con más frecuencia. Pensaba y pensaba, y no se le ocurrió mejor idea
que llamar a Paolo para aclarar sus pensamientos. Él se alegró mucho
de escucharla y tiernamente comentaba las cosas para después mane-
jar cada frase a su antojo. Decidieron que lo mejor sería verse, así que
se dirigió casa de Paolo.
Al llegar, todo fue felicidad, grandes abrazos y besos. Así, comen-
zaron a hablar sobre la comida de Ágata con sus padres, pero a Paolo
no le gustó lo que escuchó. Entonces, empezó a juzgarla y a maltratarla
con sus palabras.
—Ágata, ¿tú les dijiste quééé?
—Pues que no era yo la del problema, que tú me haces enojar y así…
—¿Cómo te atreves a hacer eso? ¿No habíamos quedado en seguir
la ley de Bambi, nuestra regla número seis?
—¿De qué hablas? —preguntó Ágata, pensando que solo un loco
se aprendería unas reglas que establecieron jugando y ahora usaba
como si fueran la constitución.
—Pues de eso, ¡de que no puedes violar las reglas de nuestra rela-
ción! Y como ya sé que no te acuerdas, la regla número seis dice: “Si-
gue la ley de Bambi: cosecha tu amor en primavera para tener quien
caliente tu invierno. Todo tiene su recompensa”. Pero por lo que veo
tú no quieres llegar a la primavera con nuestra relación… Quizás
tengas razón y lo mejor es que terminemos de una vez por todas. Yo
no quiero estar con alguien que no me valora, que no me quiere y que
solo tiene quejas para mí. Y además, ahora pones a mis suegros en mi
contra. ¡Eso ya es demasiado!
—¿Quééé? Nada de eso, tú no puedes dejarme así nada más, yo
te amo.
—Pues sí, pero tú a mí no. Y no me valoras, y no me amas, y no
estás dispuesta a hacer nada por mí.
—¡Claro que no! Siempre hago lo que me dices…

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68   ”Estúpido amor“

—¿Ah sí? ¿Y la foto que te pedí que subieras a Facebook y nos eti-
quetaras? ¿Y el otro día que te mandé mensaje y tardaste horas en
contestar porque dizque estabas en un examen? ¿Y todas las veces que
te pido que vengas aquí en vez de ir a la escuela y no lo haces?
—Tú cambias las cosas y no ves lo que sí hago por ti, que siempre
tengo detalles y te cocino lo que te gusta…
—¡Ahh! Ahora me lo vas a cobrar, ¿ves? ¿Ves cómo eres?
—Todo lo cambias, yo no dije eso. Te lo dije solamente porque
dices que yo no hago nada por ti y te estoy demostrando que no es así,
que yo también le echo ganas…
—¿A eso le llamas echarle ganas? Me acabas de dejar como un
malvado frente a tus papás. No te entiendo. De verdad, no te entiendo.
Lo único que veo es que no quieres ser feliz conmigo y ya.
—¡Pero si tú eres el que se pelea todo el día conmigo!
Paolo se acercó demasiado a Ágata en señal de reto, de desafío,
incluso le dio miedo que le pegara. Había escuchado en un reportaje
que la mayoría de los golpes en el noviazgo se derivan de discusio-
nes que se salen de control porque ambos están muy ofuscados y obs-
tinados en tener razón. Ella pensó que debía calmarse y como siempre
acabar cediendo. Pero si antes Ágata recurría a la prudencia, ahora, bajo
el efecto de las pastillas, le pareció imposible controlar sus emociones.
Siguieron así un buen rato, hasta que ella decidió irse cuando
Paolo la sujetó del antebrazo con fuerza y comenzó a apretarla. Le
pidió llorando que la soltara y que se calmara. Cuando lo hizo, y para
evitar que las cosas llegaran a más, Ágata se fue. Por supuesto, lo hizo
bajo la amenaza:
“Si te vas es para nunca volver”.
Ella arrancó el coche, pues ya no le importaba nada. Solo quería
salir corriendo. Nada más quería terminar con esta tortura. Por unos
minutos, pensó que habían terminado. Pero un rato después, Paolo
estaba llamándola de nuevo como loco para que arreglaran las cosas.
Estaba harta de discutir. Ya no podía más. Detuvo su coche en una
esquina cerca de su casa, y con toda su energía se propuso detenerlo.
Sus acusaciones y agresiones parecían no tener fin.

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Te maltrato porque me preocupas 69

Recordó una de las reglas favoritas de Paolo y le dijo:


—Mi rey, solo quiero que sepas que te amo. Te pido que me dis-
culpes si me equivoqué. En verdad, quiero que sigamos adelante. ¿Te
acuerdas de la regla número ocho?
Paolo cambió su tono de voz con este comentario. Por fin algo le
había hecho click y cambió de ánimo.
—Yo sí me acuerdo, bebé, ¿y tú?
—¡Por supuesto! ¡Cómo podría olvidarla!
—A ver, ¿cuál es princesa?
—No, a ver. Dila tú primero, mi rey, bomboncito…
—No, tú…
—No, tú…
—No, tú…
—Bueno, solo porque te quiero voy a decírtela: “Ley de la Bella
y la Bestia: tu amor transforma a cualquiera, para desenojar al otro,
hazlo con puro amor”. Así que, ¿qué puedo hacer para darte gusto?
—¿Lo que sea?
—Sí, lo que sea…
—Bueno. Te acuerdas, princesa, que quería una foto tuya ¡muy
sexyyyyyy!
—Ay, no Paolo, eso es peligroso. ¿Qué tal que alguien la ve en tu
teléfono…?
—¿Quééé? ¡No confías en mí! ¿Eso es?
Otra vez el monstruo despertaba con toda la fuerza de su enojo.
Ágata no dejaba de pensar para qué había abierto su gran boca, mejor
se hubiera quedado callada. Ahora si no le mandaba la foto que quería,
la discusión se prolongaría por más tiempo. Ya no sabía qué hacer. Al
final, accedió a mandarle la foto en cuanto llegara a su casa.
El rumbo de las cosas ya estaba adquiriendo tonos muy oscuros,
muy peligrosos y muy complicados. Y cada vez se sentía peor con la
tortura de la discusión, la manipulación y ahora con la ansiedad que
no sabía de dónde venía…

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70   ”Estúpido amor“

MALTRATO

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, sig-


nifica: “tratar mal a alguien de palabra u obra; menoscabar, echar a
perder”.
El maltrato emocional es una forma de violencia en una relación
y se basa en el poder y la dominación. Hay cuatro formas comunes
de maltrato:
1. Rechazo: cuando alguien no reconoce tu valor, te dice que
eres “menos” o devalúa lo que haces o piensas.
2. Degradación: te ridiculiza, te nombra con apodos, imita o
dice que actúas como niño. El agresor quiere disminuir el
valor de la persona y destruye su autoestima poco a poco.
3. Reclusión: no permitir que la persona tenga amistades o co-
municación con más gente.
4. Corrupción y explotación: cuando se contamina a una perso-
na para quitarle su voluntad; drogarla, hacerla tomar alcohol,
etcétera.

El maltrato emocional no es fácil de detectar, pero si cuando


menos tres veces a la semana te sientes mal por lo que alguien te
dice o te hace, entonces él o ella no están tratándote bien; por el
contrario, está maltratándote y haciéndote daño.
Algunos ejemplos de maltrato:
• Gritar
• Usar palabras obscenas o groserías
• Humillar públicamente
• Etiquetar a la persona como tonta
• Imitar su forma de hablar o moverse
• Humillar durante las relaciones sexuales
• Obligar a hacer cosas que no se quiere

Cuando el maltrato es CONSTANTE y existe una relación de


bullynovios, la víctima suele sentir que ya no hay nada que hacer y
que debió actuar antes. No encuentra salida porque tiene miedo
y eso la paraliza.
Por otro lado, el amor a la persona amada lo hace dudar cons-
tantemente si será él o ella quienes provocan esto, porque quien
maltrata con frecuencia manipula. Así, la persona agraviada está
atrapada sin salida y necesita pedir AYUDA PROFESIONAL para
dejar una relación donde hay maltrato. La buena noticia es que sí
hay solución.
Un primer paso, consulta LA AGENDA cuantas veces te sientas
mal. Así sabrás si tu relación debe terminar a causa del maltrato
emocional.

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•6 •

Ni contigo, ni sin ti

Creía que un drama era cuando llora el actor,


pero la verdad es que lo es cuando llora el público.
—Frank Capra (1897-1991)
Director de cine estadounidense

Ágata llegó a su casa… Ahora ¿qué haría? Estaba metida en un gran


lío que ponía en riesgo su dignidad, porque para calmar a su obse-
sionado y manipulador novio le había prometido mandarle una foto
sexy. Con foto sexy se refería a una foto sin ropa, en pose provocativa.
Había escuchado tantas historias sobre esa “nueva prueba de amor”,
o el famoso sexting, que estaba muy nerviosa. Había personas que
estaban de acuerdo, había quien no lo estaba; había gente que quería
atreverse a hacer algo loco y provocativo; había comentarios de todo
tipo. Pero una sola realidad, esta prueba de amor era pública, peligrosa
y un arma de manipulación al darle poder al otro. Sin embargo, ya lo
había prometido y ahora ¡no sabía qué hacer!
Se quedó más de una hora en el estacionamiento sin bajarse del
coche. No sabía cómo resolverlo y estaba cansándose de tanto pensar.
Ahora también tenía problemas con sus padres, a quienes les debía
una disculpa por haberse ido así del restaurante. Su vida, con cada
cosa que pasaba, estaba peor.
Finalmente, entró sigilosa y no se encontró a nadie en el camino.
Se metió al baño de su cuarto y pasó ahí media hora. Por supuesto que
en su bolsa, su celular sonaba y sonaba sin parar.

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72   ”Estúpido amor“

Tenía miedo. No sabía qué hacer. Su vida estaba totalmente fuera


de control. No quería contestar. No quería justificarse de nuevo. No
quería mandar aquella foto.
Decidió sacar el celular para decirle a Paolo que no estaba lista para
hacer eso y que no quería. Ya tenía en su WhatsApp una infinidad de
mensajes de todo tipo: “Estoy emocionado”, “¿Ya estás lista?”, “¿Quieres
que te dé ideas?”, “¿Por qué te tardas tanto?”…
“¡Ay, no! –pensó– ¡Ahora, qué hice! En verdad, abrí la puerta al
lobo y no me va a soltar hasta que lo haga”.
Piensa, piensa, piensa…
“¡Ya sé! Voy a mandarle una, pero que no se vea mi cara y en ropa
interior. Espero que con eso tenga”.
Se quitó la blusa, los pantalones y se dio cuenta que llevaba puesta
una tanga, por lo que salió del baño con una bata blanca. Notó que
sudaba a mares, buscó unos calzones menos provocativos para ha-
cer lo que juró nunca haría: lo prohibido, lo peligroso, lo amoral, lo
ilícito, lo inmundo, lo asqueroso, lo detestable, lo repugnante.
Se cambió de ropa interior en el baño y así sacó dos fotos sentada
en el piso, solo dejando ver su barba un poco. Nadie podría identifi-
carla si algo pasaba, pensó. Sin embargo, sabía que Paolo sería capaz
de mandarla o subirla si se enojaba con ella, lo que la hizo volver a
dudar y escribió:
ÁGATA: Mi rey, ya llegué a mi casa, pero mi mamá se dio cuenta
que iba a sacar la foto. Ahora no lo podré hacer porque va a estar vigi-
lándome como lobo. Está furiosa. Por eso no te había contestado antes.
Un segundo después…
PAOLO: Pero tú lo prometiste… Mándala y bórrala, por Snapchat
no pasa nada!!!!!!
PAOLO: Ya, hazlo antes de que pasen más cosas, me muero por verte
así, cachonda, y tenerte en mi celular siempre conmigo
ÁGATA: No, ya te dije que mi mamá casi me cacha
ÁGATA: No me gusta que me hables así vulgarmente, no soy una
zorra!

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Ni contigo, ni sin ti 73

PAOLO: Quééé? No es posible contigo, no puedo creer que me hagas


esto, yo ya estaba listo para tenerla
PAOLO: Y no es porque seas zorra es porque eres mi novia y tengo
derecho a hablarte como yo quiera
ÁGATA: Hablamos mañana, estoy muy cansada y mi mamá me
está esperando para hablar conmigo
En respuesta a este último mensaje, Paolo mandó cerca de sesen-
ta mensajes más con reclamos, ruegos, enojos, amenazas, insultos,
groserías. Era absolutamente absurdo lo que ocasionaba cualquier
contrariedad en él, tenía cero tolerancia a la frustración. Cada mensa-
je contradecía al otro, si en uno ponía palabras de amor, en el siguiente
eran insultos y majaderías. Su carácter indomable lo hacía parecer
bipolar, aunque lo único que pasaba con él es que no aceptaba un NO
por respuesta de parte de Ágata. Sentía que era su dueño, su amo, su
rey, su emperador, y ella solo una vasalla.
No miró más su celular, hacerlo era una cuchillada constante.
Simplemente borró las fotos, se puso el pijama, fue a saludar a sus
papás y a disculparse por lo sucedido en la comida, y se preparó para
meterse a la cama.
Aunque tenía mucho sueño, no podía dormir. Sabía que cuando
se enojaba con Paolo en jueves en la noche, y después de cansarse de
mandarle insultos –viendo que ella no respondía ni se enganchaba– se
iba de fiesta quién sabe con quiénes hasta quién sabe a qué hora. Esto
era típico. Pasaba por lo menos una vez al mes. Varias veces hasta
llegó a pensar que era infiel, aunque él juraba que no. Ella optaba por
creerle. Su mente no paraba.
Por fin, contó borreguitos y se durmió.
Al día siguiente, Paolo no respondía las llamadas ni los mensajes
de Ágata, por lo que empezó a preocuparse y a imaginar mil cosas
nefastas. Sin saber qué hacer, entró a su Facebook. Como detective,
comenzó a navegar de conversación en conversación en el perfil de su
novio hasta que descubrió que había estado subiendo fotos de antro y
“selfies” hasta las cuatro de la mañana. También en su Twitter dejaba
claras evidencias de ello:

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74   ”Estúpido amor“

2:16 a.m. @paoloparty Los mirreyes sí sabemos cómo atendernos


3:09 a.m. @paoloparty @jesusrivas @mariobuendia @wendywu
Dónde los alcanzo? Ya me enfieste!
4:25 a.m. @paoloparty Esto sí es vida! Que vivan las aventuras one
night!
Salían chispas de la cabeza de Ágata. No solo enfureció porque su
novio se había ido de fiesta la noche anterior con el pretexto de que
estaba enojado, sino que insinuaba que había sido infiel y en público.
Esto era más que una humillación, era una provocación abierta para
su dignidad.
Como estaba furiosa y quería respuestas, fue directo a casa de
Paolo. Evitó llamarlo para ver si lo cachaba en algo y descubría la “ver-
dad”, ese algo que sabía que él ocultaba. Tocó la puerta del edificio y el
interfono como loca, pero nadie abrió. Le mandó miles de mensajes
y llamó sin parar. Sabía que ahí estaba, pues alcanzaba a ver su coche.
Finalmente, veinte minutos más tarde salió una vecina y se coló hacia
los departamentos. Tocó directamente la puerta del departamento
haciendo un fuerte escándalo, hasta que apareció él en pijama, apes-
tando a alcohol y despeinado.
—¿Qué es lo que te pasa? —gritó Ágata entrando en el departa-
mento.
—¿Qué me pasa de qué? —respondió cínico.
—De que no contestas…
—¡Pues tú tampocooooooooo! —gritó como loco.
—¡No me grites!
—¡Tú tampoco!
—¡No te estoy gritando! Solo quiero que me expliques qué pasa
contigo y lo que pusiste en tu Facebook. ¿Qué hiciste? ¿Con quién fuiste?
—Eso debió haberte importado ayer, cuando de plano me dejaste
hablando solo. ¡Rompiste la regla número uno de nuestra relación!
—¿La qué? ¡En qué momento se me ocurrió hacer eso contigo!
Siempre las reglas, las reglas —dijo Ágata burlona y desesperada.
—¡Pues ya sé que todo te vale! Por eso te la recuerdo: “Aquí está quien
quiere estar, y quien no, no está… El amor para que sea puro debe de

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Ni contigo, ni sin ti 75

ser voluntario”. Y como a ti no te importa, yo ya no quiero estar —dijo


indiferente Paolo.
Sin saber por qué, Ágata lo abrazó, lo besó. No quería perderlo y
estaba dispuesta a todo con tal de no estar sin él; o quizás en realidad
no quería estar sola. Como sea, llorando le dijo lo mucho que le im-
portaba. También le prometió que estaba olvidado lo que sucedió la
noche anterior porque ella solo quería estar con él.
Por supuesto, Paolo sonrío, cambió de actitud y se puso feliz. La be-
só y comenzó a hablar como bebé. ¡Claro! Ya se había salido con la
suya y ella había mordido el anzuelo completito una vez más. Cómo
no iba a estar feliz.
Ahora Ágata, por el miedo de perderlo, estaría una temporada bajo
su control. Ya se iba haciendo costumbre esta actitud. La relación no
podía ser peor. Lo terrible del caso es que no se daban cuenta de eso
que quemaba a ambos por dentro.
Además de todo lo que había hecho Paolo: los berrinches, las gro-
serías y seguramente las infidelidades, ahora se hacía el enojado para
que Ágata lo contentara. Así que lo invitó a comer a su lugar favorito
en la colonia Condesa. Ella era su presa, su dignidad estaba pisoteada
y su autoestima por los suelos. Todo su mundo estaba de cabeza, pero
Paolo se puso feliz porque le encantaba ganar. Esto no era amor. Era
lucha de poder, control, obsesión, drama, pero amor NO.
Paolo se metió a bañar. Ágata lo esperaba en la sala y trataba de
descubrir en los vasos, en los sillones, en la alfombra, alguna prue-
ba de la presencia de otra mujer. Hasta olió los cojines buscando rastros
de perfume o algo sospechoso. En apariencia, no encontró nada que
lo delatara, pero su instinto le decía lo contrario.
A los pocos minutos su novio salió guapísimo con su camisa de
marca abierta hasta el cuatro botón, jeans de marca, cinturón de marca,
bueno parecía muñeco de aparador. También se echó una botella de
loción encima para disimular la cruda. No hablaron una sola palabra
sobre la noche anterior. Todo era risas y felicidad “aparentemente”.
Los minutos de felicidad duraron poco. En el coche, Paolo volvió
a mencionar e insistir en las fotos sexys. Ágata, como podía, evadía

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76   ”Estúpido amor“

las expectativas que había creado al respecto. No quedaron en algo


concreto y el tema se diluyó cuando llegaron al lugar. Afortunada-
mente para ella, porque se sentía muy agobiada. En el restaurante, les
dieron la mejor mesa y pidieron una botella de vodka y micheladas
para empezar, así que la conversación incomoda quedó en el olvido.
El alcohol suele ser el mejor amigo de estas situaciones y más si se
acompaña con unos buenos músicos de banqueta con ritmo y buen
repertorio. Esa tarde no le importó a Ágata gastarse sus ahorros en
contentar a Paolo. Tampoco volvió a tocarse el tema de las fotos y por
fin respiró tranquila.
Llegaron otros amigos al lugar a seguir la fiesta. La pasaron de lo
mejor, muy felices. Entre vodka y vodka y brindis tras brindis, nadie
imaginó la cantidad de problemas que tenía esta pareja. Nadie podía
descubrir que detrás de esas tardes alegres, existían formas de maltrato
que crecían cada día más.
Entre brindis y brindis a Ágata se le ocurrió la brillante idea de ha-
cer una fiesta sorpresa de cumpleaños para su novio, con el fin de darle
gusto. Se puso de acuerdo con los amigos que los acompañaban ese
día. Una semana después se llevaría a cabo la celebración con amigos
y familiares para festejar a Paolo en casa de Ágata. La atormentada
pareja terminó la tarde en romance absoluto, y como consecuencia
de la borrachera, durmieron hasta la madrugada, hora en la que ella
debía regresar a su casa.
Unos días después, Ágata compró todo lo necesario para la fiesta
de Paolo; en especial, mucho, mucho alcohol. Gastó lo que quedaba de
sus ahorros universitarios en esta sorpresa, y un extra que consiguió
sacarle a su abuelita. Sus papás accedieron a regañadientes a prestarle la
casa para la fiesta, pero al final aceptaron para darle gusto y verla feliz.
El día esperado estaba por llegar y ya llevaban una larga temporada
–una semana– sin discusiones tan graves. Wow, los dos pensaban que
ya habían superado sus problemas y Paolo se dedicaba a decirle: “¿Ves
cómo sí podemos llevarnos bien, mi vida?”; “Todo entre nosotros está
de lo mejor”; “Cuando me das mi lugar y contestas mis llamadas y es-
tás pendiente de mí, como yo de ti, no hay problemas…”; “Es cuestión

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Ni contigo, ni sin ti 77

de que pongas de tu parte, chiquita”. Ágata asentía sin estar de acuer-


do del todo, pues estaba sacrificando muchas cosas para evitar más
discusiones y que volviera a insistir con las fotos. Se sentía sofocada
y tranquila a la vez.
Sin embargo, un día antes de la fiesta sorpresa, Paolo quiso salir.
Ágata no podía porque estaba preparando los últimos detalles. Como
era sorpresa, no podía decirle la verdadera razón e inventó que tenía
una entrega de la universidad. Así que como de costumbre, él se enojó
y se fue con sus amigos a tomar. Ágata estaba tan incómoda con su
insistencia, que pensó en decirle sobre la fiesta, pero cuando iba a
hacerlo, él paró de molestar.
Paolo tomaba una copa tras otra con sus amigos en un típico bar
de ligue. Había varias mujeres que mostraban interés en él, pues era
atractivo. Por eso y derivado de su gran inseguridad, en varias ocasio-
nes había cedido a los coquetos de mujeres; aunque juraba por lo más
sagrado que jamás había pasado. Cuando se portaba mal con Ágata,
solía ponerse nervioso y comenzaba a llamarla muy borracho para
cuestionarla, interrogarla, maltratarla e insinuar cosas que él mismo
estaba haciendo. Y esta ocasión no fue la excepción:
—Estás feliz de que salí con mis amigos ¿verdad? Así puedes ha-
cer lo que quieras —gritaba furioso desde su celular. Claramente se
escuchaba que estaba en un antro, pues la música, los gritos y el ruido
lo delataban. Hasta podía percibirse el olor de las bebidas al otro lado
del teléfono.
—Claro que no, mi vida. Te extraño mucho, por supuesto, y no
quiero estar sin ti. Pero tú quisiste salir solo, yo tengo que acabar mi en-
trega. No sé por qué estás enojado, fue tu idea —replicó Ágata an-
gustiada.
—¡Claro que no! Tú no querías salir conmigo y ¿qué querías que
hiciera? ¿Que me quedara encerrado llorando hasta que tú quieras
verme?
—¡Paolo exageras!
—¡Que no me digas así! No me gusta mi nombre —gritaba ha-
ciendo un berrinche digno de un bebé de dos años.

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78   ”Estúpido amor“

—Bueno, perdón, mi cielo. Estás exagerando las cosas. Yo no


quiero que te sientas mal, solo quiero estar bien contigo. Diviértete
con tus amigos, ándale.
—¿Tú dónde estás, ehhh? Seguramente en alguno de tus cafecitos
con tus amiguitas que tanto me odian.
Si tan solo hubiera sabido que Ágata estaba arreglando cada detalle
de su fiesta de cumpleaños, dejando todo listo para la sorpresa del día
siguiente… Pero la paciencia y la confianza no eran cualidades que
Paolo poseyera. Ante cualquier incomodidad, su mejor estrategia era
enojarse muchísimo porque no sabía manejar el temor, la desconfianza,
el rechazo o cualquier sentimiento negativo.
—Ay, ya Paolo. La verdad es que te pasas, de todo quieres hacerme
sentir mal. No sé cómo darte gusto. ¿Sabes qué? Mejor terminamos,
ya estoy harta de tus chantajes y rollos —y por primera vez se atrevió
a colgarle el teléfono.
La verdad es que le enojó mucho esmerarse para tenerle una
atención y aceptar de buena gana que él saliera solo con sus amigos de
parranda, para que todavía tuviera el descaro de llamarla e interrum-
pirla a cada rato para reclamar. OBVIAMENTE, después de colgarlo,
Paolo marcó cerca de cincuenta veces seguidas a su celular, hasta que
Ágata lo apagó para que dejara de molestarla.
Escuchar el mensaje: “El número que usted marcó está fuera del
área de servicio, favor de llamar más tarde”, enojó aún más a Paolo y co-
menzó a marcar a casa de la familia Ramírez, o sea a casa de Ágata.
Las muchachas de servicio ya no sabían qué decirle después de la
novena llamada.
—En serio, Maty, me decepcionas, ¿eh? No sigas escondiéndola.
Sé que ahí está Ágata, pásamela, por favor —gritaba Paolo frenético
y borracho.
—Joven, ya le dije qui la señorita no está aquí, qué quere que yo
haga, yo solo le digo la verda.
Pues no te creo, pero gracias. Voy a ir para allá.
Al enterarse Ágata que Paolo venía en camino, se puso unos pants
y corrió a casa de Lorena a refugiarse de este loco que simplemente

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Ni contigo, ni sin ti 79

no estaba dispuesto a dejarla en paz. No iba a dejarla ir bajo ningún


motivo. Él ya se había creído la historia de que estarían juntos por
siempre y ahora ella tenía que cumplirlo.
Camino a casa de Ágata, Paolo, borracho y loco de rabia, le escribió
mensajes de WhatsApp e Inbox en Twitter y Facebook. Estaba dispuesto
a hacer lo que fuera con tal de hablar con Ágata en ese momento. Por
supuesto que los mensajes eran muy hostiles y groseros, y como ella
ya lo sabía, no los leyó para evitar sentirse ofendida. Esta vez, estaba
decidida a terminar con este drama de telenovela.
Como Paolo sabía que Ágata estaba al pendiente de todos los medios
de comunicación para reconciliarse, como en ocasiones anteriores,
se volvió loco cuando no hubo respuesta de su parte. Ya no sabía qué
hacer para llamar su atención. Al final, eso era lo único que quería. Era
tan inseguro, que necesitaba confirmar lo que ella sentía cada cinco
minutos para sentirse bien. En su desesperación, hizo varios cambios
y ajustes a sus redes sociales y aplicaciones de mensajería.
Cambió su estado de WhatsApp a: “LOS SOLTEROS SOMOS LA
MODA”
Twitteó: @agata99 Algún día valorarás lo que perdiste… Venga
alegría!
@chuchin Dónde andan wueyes… ya en el table? Voy para allá,
ahí sí hay viejas
@agata99 Te doy una última oportunidad, contestaaaaaaaa
Puso en su perfil de Facebook: Para qué quieres una estúpida novia
que no te contesta el telefonooooooooooo?! Ya valorarán…
Subió a Instagram una foto de Ágata con cara de sorprendida que
le había tomado en una fiesta y comentó: “Así te vas a quedar, maldita”.
Le preguntó a través de ASK: ¿Quién te crees que eres para tratar así
a las personas? Eres una bitch de lo peor. Hizo esta pregunta/agresión
muy subida de tono, por supuesto, resguardado por el anonimato de
la aplicación, ya que esta permite que cualquiera cree un perfil sin
identidad y pregunte lo que se le dé la gana.
Lorena estaba navegando, facebookeando y bobeando en línea
mientras esperaba a Ágata. Sabía que este día llegaría, aunque nunca

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80   ”Estúpido amor“

imaginó que Paolo fuera capaz de agredir así a su amiga, con tanto
odio y exhibiéndola frente a todos. Sintió muy feo por ella y no sabía
qué iba a decirle cuando llegara, pues cada comentario de Paolo era
peor que el anterior.
Mientras manejaba, Ágata llamó a uno de los primos de Paolo para
decirle que tenía que cancelar la fiesta del día siguiente. No dio mayor
explicación, simplemente dijo: “Se cancela”, y lo mismo escribió en el
grupo de WhatsApp que había creado para invitar a varios amigos.
Por supuesto que los mensajes curiosos no se hicieron esperar, pero
ella no contestó nada.
Lore la esperaba en la sala de tele para platicar con un café bien
caliente y esas galletas que parecen el paraíso en la tierra y que curan
hasta un corazón roto. Esta vez, Ágata no lloraba con su amiga, sola-
mente se mostraba muy sorprendida por las humillaciones públicas
de las que era objeto con tanta saña por parte de quien había jurado
ser el amor de su vida –Paolo–.
Por su parte, Paolo llegó a casa de Ágata exigiendo que le dijeran
dónde estaba para hablar con ella. Su actitud era de #hagoloquequiero
y no se midió en groserías y reproches, incluso con el papá de Ágata,
Don Carlos, quien no lo corrió solo porque lo apreciaba. Aunque es-
tuvo a punto de hacerlo, pues el tono era cada vez más prepotente y
controlador, exigiendo cosas como si Ágata fuera de su propiedad.
Finalmente, Paolo se fue sin saber que estaba en casa de Lorena,
aunque la llamó por teléfono para preguntar por su novia. También
llamó a María y a Karla y les contó su versión de la historia. Estaba
cegado por la ira que le provocaba que Ágata, hasta entonces dócil y
abnegada, se rebelara. Ante sus ojos, ¡eso no podía ser!
Claro que con tanto drama y exhibiciones en redes sociales, mu-
cha gente se dio cuenta de cómo estaban las cosas entre ellos. Y como
siempre sucede, la verdad salió a relucir.

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Ni contigo, ni sin ti 81

ESCÁNDALO

La palabra escándalo proviene del latín scandălum, y de acuerdo


con el Diccionario de la Real Academia Española significa: acción
o palabra que es causa de que alguien obre mal o piense mal de otra
persona, alboroto, tumulto, ruido, desenfreno, desvergüenza, mal
ejemplo, dicho o hecho reprensible que es ocasión de daño y ruina
espiritual del prójimo, escándalo que se recibe o se aparenta recibir
sin causa, mirando como reprensible lo que no lo es.
Cuando en una relación se ridiculiza o humilla a la pareja frente
a otras personas para obtener poder, se trata de maltrato en público.
Es importante saber que cuando una relación llega a este pun-
to, significa que ha cruzado ya todas las barreras del respeto hacia
uno mismo y hacia los demás. Ya no importa quién se entere, sino
controlar a la pareja. Este es el principio de una patología comple-
ja en la que el maltratador ni siquiera siente remordimiento de sus
acciones y siempre encuentra una justificación para su conducta.
Un escándalo es un incidente ampliamente publicitado, por lo
general a través de las redes sociales, y las personas estamos cada
vez más expuestas a un escándalo que antes era exclusivo de las
celebridades.
Un escándalo tiene el fin de desprestigiar a una persona para
quedar bien ante los demás, ganando la credibilidad de la historia.
En las parejas donde hay maltrato es común que el agresor distor-
sione frente a los demás las cosas, e incluso suele dejar a la víctima
como el victimario.
El escándalo social sucede cuando:
1. Se publican intimidades.
2. Se cambia constantemente el status/foto de las redes so-
ciales y mensajerías instantáneas para mostrar si está feliz
o no con la pareja, ya que se convierte en un termómetro
expuesto ante otros.
3. En lugares públicos no se miden los gritos e insultos.
4. La persona se levanta y deja a su pareja sola en el lugar.
5. Bajan del coche a su pareja.
6. Discuten intimidades en lugares públicos, a sabiendas que
la conversación puede ser incómoda.
7. Se difama a la persona cambiando o malinterpretando las
cosas, para convencer a otros de su mal actuar.
Cuando en una pareja se rebasan los límites del respeto y se
dice a los demás todo lo que pasa para ganar simpatía, es momento
de tomar acción y poner límites claros para recuperar la privacidad.
Aunque en algunos casos es imposible hacerlo y lo mejor es termi-
nar la relación y alejarse de esa persona.
* Cuidado: Alguien que te quiere jamás te haría quedar en ridículo
frente a otros de manera intencionada.

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•7 •

Me voy, pero no me voy

Son celos cierto temor


tan delgado y tan sutil,
que si no fuera tan vil,
pudiera llamarse amor.
—Lope de Vega

La fiesta se canceló y generó muchos comentarios. Ágata no respon-


dió las provocaciones y lo único que hizo fue bloquear de una vez y
para siempre a Paolo, o al menos así lo creía ella en ese momento.
Agradeció a Lorena su apoyo y que la hubiera invitado a dormir para
no regresar a su casa y evitar encontrarse a Paolo. Le pidió que fuera
muy discreta, pues no estaba segura de qué pasaría. Por supuesto, su
amiga lo prometió, aunque no estaba de acuerdo, pues lo sucedido era
una excelente razón para terminar y poner punto final.
Paolo amaneció con una de las peores crudas de su vida: moral y
física. Después del berrinche ante Don Carlos y las llamadas descon-
troladas a las amigas de Ágata, se fue de antro con amigos, luego a un
table dance y finalmente regresó a su casa, donde llamó a una escort.
Solía hacerlo cuando estaba enojado, pues sentía que se desahogaba
si se acostaba con una extraña.
Lejos de estar relajado, se encontraba muy alterado. Le dolía la
cabeza y el corazón, estaba convencido de que ahora sí había perdido a
Ágata. Sabía que se había pasado de la raya y aunque generalmente no
reconocía sus errores, esta vez algo le decía que había actuado muy mal.

83

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84   ”Estúpido amor“

Sin embargo, las pocas veces que su conciencia hablaba, emprendía


una búsqueda de pretextos y razones para poner todo al revés y no ser
culpable. Así, comenzó a manejar sus pensamientos para convencerse
de que Ágata tenía la culpa por no contestar, por haberlo dejado, por
no darle su lugar, y mil cosas más que se le iban ocurriendo. De lo
único que podría acusarla era de no hacerle el caso que él quería, y eso
significaba ser su esclava, porque ella jamás falló en lo demás.
Paolo no se levantó de la cama en todo el día.
Ágata se armó de valor, se despidió de Lorena y se fue a su casa.
Estaba decidida a no permitir que Paolo la controlara más. Al esta-
cionarse se dio cuenta que no estaba el coche de Paolo, así que no la
estaría acechando como lobo a su presa y respiró tranquila.
Se bañó, se arregló y sonrió… Fue el primer día de muchos que
no tomó las pastillas que le había recetado el médico al que la llevó
Paolo. Si bien es cierto que le habían curado el brazo y la comezón,
también la alteraban y no controlaba sus emociones. Sentía que ya no
las necesitaba, aunque le daba un poco de temor de volver a padecer la
terrible comezón, pero confió en su instinto y dejó de tomarlas. Pasó
el día muy bien, contenta, y por supuesto que no regresó la comezón.
Tampoco hubo llamadas de Paolo, eso sí que era raro…
Para fines prácticos, en esta historia aplica la regla de que cuando
no hay noticias SON MALAS noticias. Una de las formas más des-
piadadas de manipulación es la anulación de la persona al no verla,
ni reconocerla. Así que no recibir llamadas o mensajes era peor que
recibir bofetadas. Esto comenzó a quitarle la paz a Ágata, aunque se
refugió en otras cosas para no pensar.
Por fin, Ágata terminó su trabajo de fin de semestre, y estaba en
calma. Se fue con sus papás a Valle de Bravo y Carlos su hermano la
invitó a salir con sus amigos. Aunque la pasó bien, se sentía vacía, in-
completa, perdida, fragmentada, coja, sola, deshabitada, mal. Algo en
el fondo de su ser NECESITABA a Paolo. La falta de llamadas estaba
volviéndose peor que sus reclamos. Sacó su celular y lo desbloqueó de
Facebook. Entonces, en vez de divertirse, se dedicó a revisar qué había
publicado su exnovio cada día y a sacar conjeturas con base en ello.

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Me voy, pero no me voy 85

Además de las muchas fotos que subió Paolo con “amigas”, encontró
varios comentarios como:
Paolo D. La gente no sabe valorar… Qué mal hice al regalarle mi tiempo
a una persona que al fin de cuentas nunca iba a hacerme feliz…
Ya se dará cuenta de que nadie la va a tratar nunca como yo
la traté, y ¡sola se va a quedar!

Ágata lloró, cayendo así en el chantaje que él había sembrado. Ella


suponía que ya no eran novios, pero no habían hablado ni terminado
bien las cosas, por lo que se sentía peor todavía. Carlos se dio cuenta
y habló un buen rato para convencerla de que eso no estaba bien y que
alejarse así era otra manera de controlarla.
Una semana después, Paolo seguía en cama y Ágata sin recibir
llamadas ni mensajes. Ella se moría por llamarlo y estar con él, ¡comen-
zaba a extrañarlo desesperadamente! ¿Cómo puede ser eso? Pues sí, así
de claro, real y obvio, por la codependencia que habían desarrollado
hasta entonces.
Los amigos de Paolo lo visitaban en su casa para darle ánimos y
decirle que se levantara de la cama, pues ya no podía seguir así. Sin
embargo, Paolo tenía su representación bien armada. Quería que la
gente pensara que Ágata era una bruja maldita que lo había dejado
“sin razón alguna”, y que por su culpa él estaba muy mal, sin ganas de
comer, ni de bañarse, ni de vivir.
MANIPULADOR, CHANTAJISTA Y ESCANDALOSO PRO-
FESIONAL, así era Paolo. Manejaba las situaciones a su antojo para
conseguir el amor de los demás, se tiraba al piso para que lo recogieran.
Eso hacía. Pero la violencia sutil es tan difícil de detectar, que a veces
la víctima es considerada el agresor. Y así pasaba con ellos. Ágata re-
accionaba cansada de aguantar muchas cosas, y lo único que la gente
veía era su reacción, no la esencia del maltrato de él.
No obstante todo lo vivido, un buen día Ágata no resistió más,
desbloqueó de su teléfono el contacto de Paolo y lo llamó. Se sentía
totalmente perdida sin él. Era como si le hubieran quitado una parte
de su cuerpo. Ya no sabía si era amor o no, pero necesidad seguro que

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86   ”Estúpido amor“

sí. Una vez que se atrevió a marcar su número, el cual se sabía de me-
moria, se llevó una gran sorpresa, él no respondió. ¿Qué? Ahora su ego
se sumaba al juego. ¡Después de todo lo que le había hecho se atrevía a
no contestarle! Después de que ella se había dignado a llamarlo, ahora
el enojado era él. Pues sí. Así funciona la manipulación. Justo así.
Llamó de nuevo.
Nada.
Llamó de nuevo.
De inmediato entró el buzón.
¡Le había colgado!
¡No! No podía ser. Ágata le llamó a Lorena para contarle muerta
de pena lo que estaba pasando, al final ella ya sabía una parte de la
historia. Se quedaron de ver más tarde para comer. Escogieron un lu-
gar nada glamoroso para que Ágata pudiera llorar sus penas, que eran
muchas, a gusto.
—Lore, en verdad me gustaría entender lo que me pasa. No sé por
qué me siento tan mal, tan sola. Yo creo que sí lo amo. Tal vez exageré
y ahora no me contesta.
—Yo creo que esto no es amor, Ágata —respondió Lorena mien-
tras tomaba del hombro a su amiga con cariño, como diciendo: “Aquí
estoy contigo”.
—¿Entonces que por qué no me contesta? ¿No que yo era el amor
de su vida? ¿No se suponía que estaríamos siempre juntos? ¡Ya lo
perdoné y me atreví a marcarle, y ahora no me contesta! No puedo
creerlo —dijo Ágata con lágrimas en los ojos.
—La verdad no sé qué decirte… –contestó Lorena haciendo una
larga pausa– ¿Ya entraste a su Facebook? Tal vez está saliendo con otra
y si es así, será mejor que te enteres.
Ágata no tardó en sacar de su bolsa el celular y de inmediato entró
frenética a Facebook. Mientras se descargaba, a ella le temblaba la mano.
Aprovechó esos segundos para marcarle de nuevo a Paolo, que tam-
poco contestó. Lorena observaba la escena preocupada por su amiga.
—Oye, ahora no vayas a quedar como rogona. ¿Cuántas veces le
has marcado hoy?

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Me voy, pero no me voy 87

—Esta es la quinta vez… —respondió Ágata muy contrariada.


—Dame eso –dijo Lorena extendiendo la mano para que le diera
su celular–, dámelo.
—¿Para qué lo quieres?
—Tú dámelo —contestó Lorena con una sonrisita sospechosa,
mientras Ágata temblaba con un nudo en la garganta.
Le dio el celular a su amiga, quien apretó varias veces la pantalla has-
ta que se cargó Facebook. Puso el nombre de Paolo y nadie apareció…
—Ágata, ¡te bloqueó! En tu Facebook él ya no existe, ha desapa-
recido de tu vida.
—¿Cómo? –reaccionó Ágata cada vez más angustiada– A ver,
entra con el tuyo…
Lo intentaron hasta que apareció el perfil de Paolo.
—Cerró su perfil, ahora solo algunas personas pueden ver sus fotos
e información. ¡Qué raro! Pensaba que le encantaba poner todo, hasta
qué estaba comiendo… —dijo sorprendida Lorena.
—Sí, así era. ¡Algo está pasando! —repuso Ágata mientras marcaba
de nuevo su teléfono, sin obtener respuesta.
—¿Sabes qué? Voy a ver en Twitter, ahí ves todo sin que seas amigo,
a menos que el perfil sea privado y no creo que sea su caso –sugirió
Lorena muy seria–. Algo raro hay, estoy segura…
—Yo también. A ver, ¿qué dice? —preguntó Ágata, asomándose
a la pantalla del teléfono.
@partyman arriba Guadalajara con esos volcanes @marilinda ya
te quiero ver
@partyman @marilinda me encantaste… #ninasguapas
@partyman @alvaronight @barbarita voy a salir!!!!!!!!!!!!
@partyman @alvaronight se acabó, ya se acabó J J
@partyman #viejasingratas sigo llorando y sufriendo
@partyman qué voy a hacer sin tiiiiiiiiii, ya te he rogado y te di un
año, un año de mi vida…!
Las dos amigas se quedaron mirando atentamente, y mientras más
bajaban la pantalla y se cargaban nuevos comentarios, el corazón de
Ágata se rompía en pedazos. Ya no sabía qué pensar ni qué decir, solo

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88   ”Estúpido amor“

lloraba. Su amiga trataba de consolarla con palabras que confundían


más a las dos. En eso estaban, cuando de pronto sonó el teléfono. Era
Paolo. Ágata le arrebató el teléfono y se levantó de la mesa para contestar.
Lorena la veía a la distancia. Ágata solo movía la cabeza y caminaba
de un lado al otro. Gritaba, se enojaba, se calmaba, se volvía a enojar, de-
jaba de llorar, inclinaba el cuerpo hacia adelante. De plano se metió al
baño para seguir hablando con él. Cuarenta minutos después, regresó
a la mesa con una gran sonrisa, los ojos hinchados de tanto llorar y el
teléfono en la mano como si fuera un tesoro.
—¡Ya! —dijo con un gran brillo en los ojos.
—¿Ya qué? —preguntó Lorena con mala cara pues había estado
demasiado tiempo sola en la mesa.
—¡Ya volvimos! —respondió feliz.
—¿Quééé? —reaccionó Lorena furiosa.
—¿Por qué me ves así, Lore? –dijo con cara de ternura inclinando
la cabeza un poco para convencerla de que todo estaba bien– En ver-
dad estoy segura de lo que estoy haciendo. Ya me explicó que lo que
escribió en Twitter era para una amiga de la infancia que se encontró.
Le puso eso porque se fue a Guadalajara. Cuando regresó, se vieron
para recordar viejos tiempos.
La única respuesta de Lorena fue un “Ajá” con total incredulidad.
Pidieron la cuenta y se fueron.
Ya sabemos a quién fue a ver Ágata saliendo de ahí. Paolo la espe-
raba en otro restaurante con media botella de whisky encima. Estaba
muy delgado y ojeroso. Sus amigos miraron con odio a Ágata cuando
entró al lugar y la saludaron de mala gana. A los pocos minutos se des-
pidieron y se fueron. Ninguno de los dos prestó mucha atención al
hecho, aunque fue muy obvia la actitud.
Ágata y Paolo se besaron y abrazaron toda la tarde. Nunca habla-
ron de las fotos, los mensajes, los twitts, los desplantes y el resto de
situaciones importantes que habían sucedido en las últimas semanas.
Decidieron volver, aunque en realidad nunca habían terminado. Y lo
que no se concluye siempre deja la puerta abierta para poder regresar,
y así lo hicieron.

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Me voy, pero no me voy 89

Ese fin de semana todo fue genial. Ningún problema. Ágata al


pendiente de Paolo a cada instante y respondiendo los 200 mensajes
diarios en los pocos ratos que estaban separados. Paolo por supuesto
más que feliz le llevó rosas, peluches, una pulserita de osos y la invitó
a cuanto antro y restaurante quiso ella.
Parecían la pareja perfecta de antes.
El domingo regresaron los padres y el hermano de Ágata después
de pasar el fin de semana en Valle de Bravo, y no sabían quién esta-
ba de vuelta. Al verlos juntos en la sala, Carlos mejor se fue diciendo
un desangelado “hola”; y sus padres, aunque lo saludaron, estaban muy
enojados por el drama de la semana anterior y se retiraron en silencio.
Y ahí, en ese mismo instante, los problemas no se hicieron esperar.
—¿Ves? Me odian. ¿Qué les dijiste de mí? —dijo Paolo en voz
baja, casi entre dientes, pero muy enojado y con la actitud que tanto
lastimaba a Ágata.
—No, para nada mi vida. Yo no les dije nada. A lo mejor estaban
cansados —respondió Ágata tratando de calmarlo.
—¡Ya me voy! —dijo Paolo levantándose furioso. Ágata lo persi-
guió hasta la puerta.
Paolo se subió a su coche, Ágata también para impedir que arran-
cara y se fuera. Súplicas, llantos, enojos, gritos de Paolo, incluso le to-
mó el brazo pero al soltarse violentamente golpeó a Ágata en la cara. La
conversación tenía cada vez más tintes de violencia. Jalones, manotazos,
abrazos forzados que no sirvieron de nada. De pronto, el celular de Paolo
comenzó a sonar “plin”, “plin”, “plin”. Él leía los mensajes misteriosos y
si Ágata se acercaba a ver quién era, escondía la pantalla y los borraba.
—¿Qué quieres ver? —preguntó Paolo con cinismo.
—¿Quién te escribió? Dímelo ya. Todo lo que me explicaste es
mentira, ¡mentira!
—Por supuesto que no. No es nadie. No tienes derecho a ver mi
teléfono.
—¡Claro que tengo derecho! Soy tu novia.
—Y ¡por eso debes confiar en mí! ¿O qué, no confías? Siempre es
lo mismo contigo Ágata, por eso mejor ya me voy. Estuve en cama sin

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90   ”Estúpido amor“

poder trabajar una semana, ¡una semana! Todo por tu culpa, porque
no confías, no me ayudas, no me quieres. Cuando estoy contigo no
me haces caso, te llamo y ¡siempre estás ocupada o con tus amigas o
con tus fotos!
Paolo encendió el coche y le pidió a Ágata que se bajara. Como no
le hizo caso, se bajó del coche, abrió la puerta y la tomó del brazo para
que bajara de una vez. Indignada, Ágata menos quería bajarse y así
estuvieron forcejando largos minutos, hasta que llegó la nana de Ágata.
Avergonzada por la escena, ella bajó del coche mientras él arrancaba
violentamente y se alejaba furioso.
Con la cara hinchada, el brazo morado de tantos jaloneos, fuera
de sí y llorando, Ágata entró discretamente a su casa. Lo llamó desde
su recamara. Sobra decir que él ya no contestó. Lo intentó veintitrés
veces, mismas que entró al buzón. En las últimas llamadas, el teléfono
ya estaba apagado. Entonces, ella encendió su computadora y comen-
zó a stalkearlo en Instagram, Facebook, Vine y Twitter. Pudo hacerlo
porque en la reconciliación él volvió a agregarla y la desbloqueó de
sus redes sociales en señal de confianza. Así, esta pobre joven dolida
miraba cada fotografía, vídeo o comentario que aparecían. Se tortu-
raba todo el tiempo suponiendo que estaba con otra, o con otras. La
herida se hacía más grande con la incertidumbre de no saber en dónde
estaba Paolo, y si era verdad lo que su cabeza estaba tejiendo. Dolor,
decepción, miedo, enojo, humillación, control, ego, resentimiento,
obsesión, sinsabor, paranoia, sentía todo eso al mismo tiempo.
Como si no fuera suficiente, comenzó a buscarlo en Google a ver
qué salía. Cada información que recibía le desgarraba el alma. Esto
ya se había convertido en obsesión y peor aún, adoptó esta costumbre
día con día.
La confianza en sí misma, su autoestima y su dignidad estaban
pisoteadas, azotadas, mermadas, dolidas, destruidas por el maltrato
recibido durante más de un año, y ahora entraba al juego de los celos.
Al peligroso juego de “me pierdes”. Al enfermo proceder de dar “pi-
cones” para probar el amor.

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Me voy, pero no me voy 91

El peligro estaba cada vez más latente. Paolo no apareció en los


siguientes días y dejaba señales de que estaba pasándola muy bien
con otras personas y sin extrañar a Ágata. Esto era más de lo que ella
podía soportar, por lo que decidió ir directamente a su casa a buscarlo.
Su ángel de la guarda, su voz interior, su conciencia, un presenti-
miento o como quieran llamarle, le decía que no fuera, que se regresara,
que no abriera esa puerta. Afortunadamente, hizo caso. Se quedó en
su casa con mucho esfuerzo, porque en su interior existía una fuerza
que la jalaba hacia él. Ahora hasta su dignidad y su orgullo estaban en
juego si él la dejaba así nada más.
Quería recuperarlo, pues se moría de celos. Ya no sabía si esos celos
eran reales o imaginarios. Su mente dudaba de todo. Su corazón creía
en Paolo cuando aparecía con excusas baratas. Todo resultaba confuso.
Paolo había dedicado largos meses a convencerla de su inmenso amor
por ella, y el hecho de que ahora la dejara, y tal vez por otra mujer, era
un infierno de culpas para Ágata.
Había notado cosas que eran muestras evidentes de infidelidad,
como perfumes de mujer en su coche, ropa femenina “olvidada”, besos
marcados en el cuello, salidas misteriosas, llamadas y mensajes de “quién
sabe quién” que Paolo no explicaba, y un sinfín de cosas más. Pero él
simplemente la hacía sentir que estaba loca, que era una desconfiada
de lo peor y que era terrible que no creyera en él.
Ágata necesitaba que su cerebro y sus ojos le dieran la razón. Ya no
quería sentirse loca y se volvió una obsesión para ella descubrir la ver-
dad. Esa verdad que ya dudaba que fuera real. Como Paolo la había
manipulado y manejado durante demasiado tiempo, ahora su inse-
guridad la hacía dudar hasta de su propia razón.

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92   ”Estúpido amor“

CELOS

Los celos aparecen cuando alguien se siente amenazado en su


amor propio. Esto puede pasar cuando consideras la posibilidad de
que una persona que quieres esté con alguien más. Es natural sen-
tir celos cuando existe un riesgo de perder a la persona amada, y
pueden ser sanos si se busca igualdad o respeto de la otra persona.
Algo que tienen en común los celosos es la inseguridad. Los
celos aparecen por miedo y por sentirse vulnerable ante dos situa-
ciones:
1. Perder la relación, la convivencia, las salidas, las conversa-
ciones con la persona.
2. Perder la seguridad en sí mismo o la autoestima al ser des-
plazado por alguien más.

Las personas celosas pueden estar dominadas por la pasión y


la ansiedad, incluso necesitar la adrenalina que producen los celos.
Es como si buscaran sentirse vivos y que les arda la sangre solo de
pensar en perder su relación, llenándose de adrenalina.
¿Qué es la celotipia?
Es una enfermedad de sentir celos frecuentes que se presenta
en hombres o mujeres, y quien la padece “vive” en un estado de
infelicidad debido a sus miedos y sospechas de engaño, sean o no
verdad.
Tips para evitar los celos:
1. ¿Por qué te sientes así?
2. ¿Hay alguna razón real? ¿Hay fundamentos? ¿Es imagina-
ción?
3. ¿Qué pasa cuando me pongo celoso?
4. ¿Por qué me siento amenazado?
5. Nota en qué parte de tu cuerpo sientes los celos.
6. Ofrece disculpas.
7. Habla sobre tu problema y busca comprender la raíz.

El amor es un acto maravilloso de la voluntad, pero los celos


pueden acabar con el amor voluntario y conservar una relación por
miedo. Es importante mencionar que existen personas que simu-
lan situaciones –como mandarse flores, ver sospechosamente sus
mensajes o dejar ropa interior del sexo opuesto– con tal de des-
pertar los celos de su pareja, pues solo así la persona se siente
realmente amada y valorada.
Estos casos son graves y traen violencia e inseguridad a la re-
lación, generando una relación inestable, de maltrato y que se vive
como bullynovios; es decir, como personas que se hacen daño.

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•8 •

No soy yo, eres tú

Describe un círculo, después acarícialo


y se convertirá en un círculo vicioso.
—Eugene Ionesco (1912-1994)
Dramaturgo francés de origen rumano

Se acercaba el fin de cursos. Los días de Ágata transcurrían entre hacer


las entregas a medias y con poco entusiasmo y perder el ochenta por
ciento de su tiempo en stalkear a Paolo. Quería saber qué hacía, con
quién estaba, a dónde iba. Sentía que algo le quemaba por dentro al
haberlo perdido. Ya habían pasado dos semanas y él no había llamado
ni enviado señales de su existencia. Él había terminado la relación sin
hablarlo, en un arranque de ira pensando que la familia de Ágata, a la
que admiraba demasiado, lo rechazaba.
Las heridas de la niñez de Paolo eran muchas. Había perdido a su
padre siendo niño y su madre no le había proporcionado la estabilidad
que necesitaba. Así, sentía mucho amor y mucho odio por las mujeres
en general, y por supuesto también por su propia madre. Cuando
se sentía rechazado, era un volcán en erupción. Su dolor del pasado se
mezclaba con la poquísima tolerancia a la frustración que tenía en el
presente provocando reacciones exageradas que lo llevaban a maltratar
a sus parejas.
Ágata era la novia que más le aguantó sus tonterías. No era la prime-
ra vez que trataba así a las mujeres con las que establecía una relación.
Las que se querían mucho a sí mismas, lo dejaban de inmediato y no

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94   ”Estúpido amor“

le permitían que jugara con ellas, pero las inseguras se enganchaban


en este psico-drama en el que él las abandonaba sin razón y ellas se
obsesionaban con recuperarlo.
Ágata lloraba todos los días, necesitaba a Paolo de regreso. Sus
amigas le decían que saliera con alguien más, que ya no pensara en él,
que se dedicara a sí misma y que hiciera todo tipo de cosas para ol-
vidarlo. No la dejaban sola, la acompañaban a la cafetería de la escue-
la, la invitaban a todos lados –invitaciones que aceptaba– pero no lo
disfrutaba, y a escondidas pasaba la mitad del tiempo revisando las
redes sociales de Paolo para descubrir con desagrado que él estaba
“aparentemente” feliz. Sufría en silencio, ya nadie quería escucharla
hablar más sobre su relación. A estas alturas todo el mundo sabía que
eran bullynovios.
Anclada en sus amigas y su hermano, Ágata dejó de llamarle y
enviarle mensajes por un tiempo. Parecía que iba a superarlo.
Lorena, Karla y María llevaban meses planeando un viaje a la playa
para celebrar que estaban a punto de titularse. Habían sido amigas,
junto con Ágata, desde kínder y prácticamente conocían todo de
todas, eran casi hermanas. No habían incluido a Ágata porque estaba
en una relación destructiva y seguramente su novio no la dejaría ir.
Pero ahora las cosas habían cambiado y decidieron abordarla en la
cafetería de la universidad.
—Ágata, qué bueno que te veo —dijo Karla corriendo feliz hacia
su amiga que iba pasando.
—Hola Karla —respondió Ágata desganada.
—Oye, ven. Te invitamos un café, estamos aquí las tres.
—Bueno —contestó apática, caminando tras su amiga que la
acercaba a la mesa donde estaban las demás.
Se saludaron contentas. Aunque sus amigas se dieron cuenta que
Ágata estaba flaca, demacrada, cansada y definitivamente con mal
aspecto. Pensaron que este plan le sentaría muy bien.
—¿Qué vas a hacer el próximo fin de semana? —preguntó Lorena.
—Uy, pues tengo la entrega de unos materiales y me iba a quedar…

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No soy yo, eres tú 95

—Nada de eso –interrumpió María–,te vamos a ayudar con tu


entrega para que puedas venir a Los Cabos con nosotras, como lo
planeamos cuando teníamos nueve años y prometimos que al terminar
la carrera todas iríamos ahí.
—¿Por qué escogimos los Cabos? —quiso saber Karla.
—No sé —contestó María.
—Yo sí me acuerdo –dijo Ágata en voz baja y despacio, con lágri-
mas en los ojos–. Escogimos Los Cabos porque decíamos que el arco
que está en el mar es un arcoíris petrificado como recuerdo de que
Rainbow Brite estuvo ahí, y que seguramente ese era su lugar favorito.
Por eso prometimos que iríamos cuando fuéramos grandes.
Al terminar de hablar, muchas lágrimas se derramaron de sus ojos
y sus amigas la abrazaron.
—¿Lo ves, Ágata? Sigues siendo la misma de siempre. La que quiere
divertirse como niña, la que tiene sueños, la que quiere hacer una vida
de arcoíris, de felicidad… Ya deja de pensar en ese idiota que solo te
ha quitado la paz —dijo cariñosa Lorena.
—Sí, ven con nosotras. Ya tenemos todo, solo compra tu boleto
de avión —la animó María.
—No sé, es que Paolo… si me llama o me busca y quiere volver
y no estoy…
—¡Ya, Ágata! Ustedes ya terminaron. Él se ha portado como un
patán, por favor, ten dignidad y ya déjalo. Te dejó por una tontería, la
tomó como pretexto para controlarte y que le rogaras que regresaran,
para volver a tomar el control de la relación y someterte como a su
esclava –agregó Karla muy enojada.
—No sé si mi papá quiera darme dinero para eso…
—Ay, ya, no inventes cosas –respondió María–. Tu papá va a estar
feliz de que dejes de vivir como zombie y vuelvas a ser tú. ¡Vamos!
Estoy segura de que tus papás estarán felices de que vayas.
Lograron convencerla de ir y tal como dijeron sus amigas, sus pa-
pás estuvieron más que de acuerdo con que se fuera esos días a la playa.
Aunque no se habían titulado, las clases formales estaban por termi-

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96   ”Estúpido amor“

nar. Solo faltaban la tesis y la titulación para planear las graduaciones.


Prácticamente habían terminado.
Organizaron todo en tres días. Su nana le ayudó a hacer la maleta
donde metió los cinco bikinis que le regaló su mamá, además de ves-
tiditos increíbles de playa y unos huaraches negros hermosos. Todos
querían verla feliz. Ágata se daba cuenta de que estaba mejor sin Paolo,
pero algo la ataba a él. Inconscientemente, quería que supiera que se
iba de viaje para que al enojarse por eso, regresara a su lado. No le im-
portaba aguantar sus gritos con tal de que estuviera de nuevo con ella.
Publicó en todas sus redes sociales que iría con sus amigas a la
playa. De forma “elegante” estaba ”picando” a Paolo, quien por supuesto
seguía enterado de su vida y movimientos a través de ese sistema pro-
fesional de espionaje llamado Facebook. Él era un controlador nato y
sabía que cuando hacía berrinches, la gente solía caer en sus redes
y le perdonaba todo con tal de no perderlo.
Ring, ring, ring…
El teléfono de Ágata sonaba desesperado, pero como no esperaba
ninguna llamada urgente, lo dejó, estaba muy ocupada empacando.
Por primera vez en meses, hasta sonreía en verdad. Dejó esa mueca
que simulaba una sonrisa, esta vez sonreía desde el corazón.
Ring, ring, ring…
Ring, ring, ring, ring, ring, ring…
El teléfono sonaba cada vez con más insistencia. Se cortaba y
volvía a sonar… De pronto, Ágata supo que quien estaba al teléfono
era Paolo, solo él llamaba con esa desesperación.
“¡No puede ser!”, pensó ella muy abrumada. Estaba entre feliz,
triste, emocionada, alerta, con el corazón desbocado, confundida. Sin
duda, tenía la adrenalina en lo más alto. Las relaciones de bullynovios
provocan emociones extremas: del drama absoluto a la euforia total y
viceversa. Son relaciones que oscilan entre la alegría y la tristeza más
profundas, y en estos cambios se segrega mucha adrenalina, que es
la sustancia que nos pone alerta porque no sabemos qué va a pasar.
Como era de esperarse, Ágata tomó el teléfono y contestó.
—Bueno…

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No soy yo, eres tú 97

—No sé qué hay de bueno… Parece que tú ya te olvidaste de mí…


Ni siquiera hemos hablado, ni siquiera hemos terminado y tú, ¡tú ya
te vas con tus estúpidas amigas de vacaciones! ¡Claro, a celebrar que
ya no estás conmigo! gritó histérico Paolo.
Se podía sentir el chantaje y el coraje a kilómetros de distancia.
Ágata no sabía qué contestar, como siempre ella era la culpable y con
la voz más tierna que pudo respondió:
—Paolo, me sorprende mucho tu llamada y lo que dices, tú no me
has contestado en semanas y yo…
—¡Nada de eso! ¡Ya cállate!
—No me calles…
—¡Entonces déjame hablar! Yo solo quería que te dieras cuenta
de lo que ¡TÚ HACES! Siempre me pones en la última prioridad y no
me contestas por estar en tus cosas, con tus amigas… Creo que ahora
ya sabes qué se siente…
—Sí. Pero la última vez que nos vimos te enojaste porque según tú
yo les hablé mal de ti a mis papás, y yo no había hecho nada. Te por-
taste muy grosero, hasta me lastimaste el brazo cuando me bajaste de
tu coche…
—¿Quééé? Ahora inventas cosas. Ágata, en verdad qué mal estás,
estás peor de lo que pensaba… Tienes que ver a un doctor, mi vida. Yo
nunca te bajé del coche, tú no querías dejarme ir y yo ya me tenía que
ir, pre-ci-sa-mente para no seguir peleando, pero tú nada agradeces,
todo lo cambias…
—¡Claro que no Paolo! Yo no hice nada, ni estoy…
—¡Ni siquiera me dejas terminar! ¡Y no me gusta que me digas
Paolo!
—Pues no te puedo decir “mi vida” porque ya no eres nada mío…
—respondió cínica Ágata.
—¡Claro que soy algo tuyo! Soy tu novio, el amor de tu vida y
nadie, escúchalo bien, nadie te va a querer como yo —contestó Paolo
llorando a moco tendido y con todo lujo de drama.
—Cálmate, mi vida. Ya no llores, por favor…
—Pues es que te extraño mucho, no puedo estar sin ti… Te amo
chiquita… ¡Te amo!

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98   ”Estúpido amor“

—Yo a ti también mi rey, ¡te amo!


Bang, mordió el anzuelo. Ya estaba de nuevo bajo su control. Ya
estaba hecho. Ahora debía decirles a sus amigas que Paolo no quería
que fuera al viaje y tenía que cancelar de última hora. El avión salía
temprano al día siguiente rumbo al viaje de sus sueños de niña.
El problema es que no sabía cómo decirle a sus amigas, y menos
a sus papás y a su hermano.
Decidió evadir el problema. Se fue en la madrugada con Paolo,
quien pasó a recogerla en su coche deportivo y arrancaron a toda ve-
locidad con el corazón latiendo a mil por hora, abrazados y llorando
de emoción al verse de nuevo. Todo iba a comenzar otra vez. Justo
cuando estaba a punto de olvidarlo, él regresaba con la fuerza de un
tsumani para traerla de vuelta aunque la aplastara en el camino.
Para cancelar el viaje, Paolo redactó por ella el mensaje para cada
una de sus amigas y sus papás. Al único que no se atrevió a escribirle
fue a Carlos, el hermano de Ágata, porque sabía que podría descubrir
sus manipulaciones. Le dijo a su novia que ella no tenía por qué expli-
carle nada a su hermano, puesto que él no tenía que ver con el viaje.
El mensaje decía:
Hola, he pensado mucho sobre el viaje y he decidido no ir. No ne-
cesito olvidarme de Paolo porque LO AMO y quiero estar siempre con
él. Ya estamos juntos de nuevo y nada nos va a separar porque somos la
mejor pareja del mundo. Es más, queremos casarnos, y ¡muy pronto!
Como remate, la obligó a poner en sus redes sociales una foto de
ellos juntos y en la publicación lo siguiente:
ESTADO: Hoy me di cuenta de que no puedo vivir sin el amor de
mi vida: PAOLO DÍAZ. Así que hemos decidido volver para casarnos
en tres meses, ¡estoy feliz!
Cada una de las personas que recibió el mensaje se alteró porque
descubrió que había caído de nuevo en las manipulaciones de este Don
Juan, que ahora también quería amarrarla de por vida casándose con
ella para tener a su bullynovia para agredirla a gusto, sin que pudiera
escapar, con el título de “matrimonio”.

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No soy yo, eres tú 99

Esto ya era el colmo. Todo el mundo trató de hablar con Ágata,


de hacerle ver su error, de hacerla entrar en razón, pero nada ni nadie
la convenció.
Karla, Lorena y María se fueron de viaje y no dejaron de hablar de
lo preocupadas que estaban por su amiga. Incluso en una borrachera
le marcaron para suplicarle que lo dejara, que se diera cuenta antes
de que fuera muy tarde… Paolo descubrió que hablaba con ellas y le
arrebató el teléfono:
—¿Quién habla? —dijo grosero y cortante.
—Karla, obvio —respondió borracha y desafiante.
—Yo nada más les voy a decir una cosa: no pueden meterse entre
nosotros, ¡consíguete una vida! Déjanos en paz. Estás celosa, ¿verdad?
Estás celosa porque tú no tienes a alguien que te quiera así y no quieres
que Ágata sea feliz, es envidia.
Karla le colgó para no decirle las trescientas groserías que se mere-
cía. Mejor se calló la boca y terminó la llamada. Les contó llorando lo
sucedido a María y Lorena, y entonces entendieron que solo les quedaba
rezar. Rezar por que Dios le abriera los ojos y se diera cuenta de que
esta relación de maltrato, control y obsesión era todo menos amor.
Los padres de Ágata se quedaron con los ojos cuadrados cuando
Paolo, totalmente encantador, los invitó a cenar para pedirles la mano
de su hija. Miraban a Ágata buscando respuestas, pero ella no hablaba,
solo tomaba con fuerza la mano de su novio, en quien se recargaba, y
nada más movía la cabeza para darle la razón.
Era un restaurante muy elegante, a media luz, con música suave
y comida deliciosa, pero los padres de Ágata jamás habían vivido un
momento de tanta angustia. Era como entregarla a su verdugo con
una fiesta. Algo no estaba bien, eso lo sabían, y aunque no entendían
del todo lo que sucedía entre ellos y el nivel de maltrato al que su hija
estaba expuesta, lo intuían.
Solo el anillo de brillantes destellaba la mesa. La futura novia
sonreía al verlo como convenciéndose de que sería feliz, aunque en el
fondo sabía que no sería así. Seguramente su ángel de la guarda estaba
mandando mensajes con trompetas y platillos para que lo escuchara,
pero la manipulación no nos deja escuchar razones ni palabras.

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100   ”Estúpido amor“

CÍRCULO VICIOSO

Es cuando se estanca en una situación contradictoria que vuelve a


lo mismo una y otra vez. A veces se pueden contradecir las frases;
ejemplo: “te necesito porque te amo”, y se cree que es lo mismo que
“te amo porque te necesito”, pero es lo opuesto.
Este fenómeno se da en una relación cuando una de las per-
sonas no puede existir sin el otro, y la conclusión es: “Nos llevamos
mal porque no haces lo que quiero, y no haces lo que quiero por eso
nos llevamos mal”. Es decir, una cosa lleva a la otra y las conductas
de ambos se alimentan entre sí para construir una mala relación.
Es cuando una persona hace “algo” que estimula a la otra a
hacer “algo” y la combinación de ambos termina en una discusión:
No te contesto porque siempre estás enojado…
Me enojo porque no me contestas…
Esto es un círculo vicioso que no se resolverá a menos que
una de las partes cambie su conducta, así la otra persona también
cambiará. Para romperlo se requiere un cambio profundo de actitud:
“Prometo ya no enojarme si no me contestas”, y entonces la
otra persona contestará el teléfono a tiempo y sin temor, pues era
la conducta enojona de la pareja la que generaba que la otra no
respondiera el teléfono, por miedo a enfrentar una discusión.
Es algo que se repite y se repite y que por más que se logre iden-
tificar, se regresa a una de las etapas anteriores, para llegar siem-
pre al mismo punto: es la carrera de la rata. Si vemos a una rata en
una jaula con su rueda, ella piensa que corre, pero siempre llega al
mismo lugar, así también con las relaciones de bullynovios. Entran
en un círculo vicioso:
1. Estamos felices
2. Hace algo que se sale de mi idea y me enojo
3. La pareja trata de contentarte
4. La otra parte no cede y es hostil
5. La pareja se cansa de rogar y aceptar groserías y lo deja
6. La otra parte al verse abandonada, pelea por regresar
7. La pareja se deja convencer, esperando la alegría que algún
día sintió
8. La otra parte se siente amada porque la pareja hizo lo que
esperaba
9. Tienen unos días de paz y felicidad
10. Hasta que la pareja hace algo que se sale de lo esperado…

Así se repiten los pasos, del 3 en adelante, continuamente.


Este es el círculo vicioso de las parejas que caen en el maltrato
constante que llamo “bullynovios”.

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•9 •

Eres mi droga... soy adicto a ti

Lo bueno de los años es que curan heridas,


lo malo de los besos es que crean adicción.
—Joaquín Sabina

Las entregas finales de Ágata dejaban mucho que desear, no había


empeño ni dedicación en ellas. Paolo le decía que así estaban bien y
que solo importaba que estuvieran juntos, pues la escuela ahora había
pasado a segundo término.
No la dejaba sola ni un momento y cada vez que sonaba su celular
le prohibía responder. No tenía la mínima intención de dejarla cam-
biar su decisión de casarse, ella ya era suya para toda la vida y no la
dejaría ir. Ahora tenía que poner toda su dedicación para que su presa
dijera “Sí acepto” en el altar y nunca más pudiera escapar, hiciera lo
que hiciera con ella.
Era una locura, pero Ágata se evadía y pasaba el tiempo viendo las
quince revistas de bodas que le llevó Paolo. Pasaba por ella desde
las nueve de la mañana para ir a ver lugares para banquetes, y durante
diez días seguidos comieron en un salón diferente para que ella esco-
giera el que quisiera.
—A ver, ¿qué quiere, la princesa? ¿Este es el que le gusta? Yo solo
quiero que estés feliz. Te amo, chiquita, ¡te amo! —repetía constante-
mente Paolo con voz de niño consentido.
Ágata estaba tan agotada de tanta actividad, que sonreía e iba a
todos lados como un esclavo sin voluntad, ni opinión, ni nada. Solo

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102   ”Estúpido amor“

quería dejar de tener problemas y estar con él aunque el costo fuera su


devoción eterna y la pérdida de carácter… Hacer y decir lo que él quería.
La mamá y el resto de la familia de Paolo también se sorprendie-
ron mucho con la noticia de la repentina boda. Nadie comprendía este
cambio de actitud. Él se había quejado mucho de su novia y hablado
pestes de ella, y ahora quería casarse desesperadamente. Por supuesto,
como estaban del lado de él, pensaban que Ágata lo había manipulado
y obligado a casarse.
Nadie estaba feliz, pero nadie decía nada.
Karla, Lorena y María hicieron una cadena de oración pidiendo
un milagro para impedir esta condena que su amiga quería pagar vo-
luntariamente. Era demasiado. Nada parecía funcionar y no podían
hablar con ella a solas. La única que lo logró fue su mamá. Un buen
día que la pareja estaba en la sala, le pidió que fuera a hablar con ella.
Los dos se levantaron de inmediato, pero cuando Paolo se acercó, le
dijo en tono formal:
—Si nos disculpas, quiero hablar con mi hija a solas. Tú puedes
esperar en la sala, gracias.
Entraron a la cocina. A pesar del enorme disgusto, Paolo no se
atrevió a contradecir a su futura suegra para evitar levantar sospechas,
pero no estaba de acuerdo con que esa plática se llevara a cabo sin su
presencia. Estaba convencido de que cuando fueran “marido y mujer”
tendrían que estar siempre atados y que todo giraría solamente alre-
dedor de ellos dos. Se sentía muy nervioso y con miedo de que Ágata
abriera los ojos y lo dejara.
—Mijita, estoy muy preocupada por ti. Paolo no te deja a solas ni
un minuto y te veo agobiada, cansada, desdichada, como si estuvieras
en trance. Tienes que estar consciente de que esta es la decisión más
importante de tu vida y que no puedes tomarla a la ligera… Tienes
que estar muy segura pues un matrimonio tiene muchas cosas buenas
y malas y hay que sentir mucho amor auténtico para sobrellevarlas.
Ágata solo la escuchaba. No podía pronunciar palabra. Una lágrima
salió de sus ojos que parecían estar congelados, abiertos como platos,
tratando de evadir lo que sucedía.

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Eres mi droga... soy adicto a ti 103

—Contesta hijita. No quiero verte así –dijo su mamá también


llorando al tiempo en que la abrazaba–. No quiero verte así —repetía.
—Estoy bien, mami —contestó en voz muy bajita.
—Si no quieres hablar conmigo está bien, pero antes de que esto
siga quiero que vayas con un psicólogo. Me recomendaron mucho a
una persona que hace “constelaciones”. No tiene nada que ver con las
estrellas y los astros, es algo del sistema familiar. Tal vez eso te ayude a
darte cuenta de lo que en verdad quieres —explicó amorosa su mamá,
mientras Ágata asentía con la cabeza aceptando ir.
Con esta respuesta se libró de la presión y volvió a la sala. Paolo la
miró con ojos de pistola, sentado en el sillón beige de piel tan suave,
que con tan solo sentarse ahí se eliminaban las presiones y los malos
ratos. Aunque esta vez nada podría relajarlo. Muy serio, comenzó
con el bullying: “¿Qué te dijo?”, “¿Por qué se mete todo el mundo?”,
“¡No es asunto de nadie más que nuestro!”, “Me estoy cansando”. Las
frases eran cada vez más agresivas. Esto era más de lo que Ágata podía
soportar, así que por primera vez en semanas se levantó y, mirándolo
hacia abajo, le dijo:
—¡Ya deja de alucinar, ¿quieres?! Ya voy a casarme contigo. Eso
es lo que querías, ¿no?
—¡Y tú también ¿noo?! —gritó en respuesta muy enojado.
—No lo sé…
Esta contestación generó más reclamos. Pero Ágata pareció meterse
en un caparazón para no escucharlo y así dar por terminada la con-
versación. Se dirigió a las escaleras y a lo lejos, muy tranquila, le dijo:
—Cuando te calmes, hablamos. Hasta luego.
Paolo salió con el diablo corriendo por sus venas, acelerado, enoja-
do, fuera de sí. No tenía con quien desahogarse, con quien desquitar sus
frustraciones más profundas y enfermas. Él no lo sabía, pero utilizaba a
su pareja para desahogar todo lo que no pudo decirle y expresarle a su
mamá en la infancia. Sentía un odio secreto por las mujeres, ya que
su mamá no lo hizo sentirse honrado, pero como no podía despreciarla
a ella, lo hacía con cuanta mujer conocía. Para conseguirlo, primero
las atrapaba con miel y luego las castigaba con hiel.

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104   ”Estúpido amor“

Azotó la puerta tras él. Esta vez Ágata no lo persiguió, lo dejó ir.
Se quedó petrificada, paralizada e inmóvil.
Paolo, como no pudo gritarle a Ágata, fue a refugiarse en los brazos
de otra mujer. No le fue difícil encontrar con quien estar, pues tenía
muchas “velitas prendidas”, como él llamaba a sus amigas de una sola
noche o compañeras de sexo. A la que más llamaba era a Yamile, una
mujer mayor que él, poco escrupulosa y siempre disponible para tener
relaciones sexuales con quien fuera; él era uno de sus favoritos.
Llegó vestida muy sensual a su departamento. Debajo del cortí-
simo vestido rosa fucsia traía un liguero negro, tanga de encaje y un
brassier transparente que dejaba notar todo sobre el vestido. Era una
de muchas mujeres convencidas, por las revistas y las telenovelas, de
que el sexo y la sensualidad consiguen atar a un hombre para siempre.
Pero la realidad es muy diferente. A los hombres les gustan los retos,
desprecian lo fácil y juegan con ello.
Aunque lo ignoraba, también ella era una víctima de Paolo. Siempre
que se enojaba con sus novias, la usaba y luego la dejaba. Ella asegura-
ba que no quería compromisos y que así estaba bien, pero en silencio
sufría por no tener a Paolo solo para ella, porque en el fondo estaba
convencida de que un día ellos tendrían un compromiso formal. Entró
dispuesta a todo, lo tomó sensualmente y comenzó a besarlo, dejando
que él hiciera con ella lo que deseara.
A la par, se servían whisky tras whisky. Ella con su boca rosa fluo-
rescente, dejaba marcados los vasos y la ropa de Paolo. La pasión era
tan intensa que ni cuenta se daba de las evidencias que dejaba a su paso.
Estuvieron un largo rato así. Al terminar, muy borrachos los dos,
Yamile tomó una blusa de mujer que estaba doblada en un cajón y
que obviamente pertenecía a Ágata. Sabía que con eso ocasionaría
un problema entre ellos y causaría el esperado rompimiento que le
trajera a Paolo a sus brazos para siempre. Mientras, se dejaba usar y
maltratar por él.
Durmieron juntos, impregnando las sábanas, las almohadas, el
colchón y las paredes con su perfume de azaleas.

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Eres mi droga... soy adicto a ti 105

Por la mañana, despertaron con mucha prisa de irse a sus respec-


tivos trabajos y dejaron todo desarreglado. Paolo no se preocupó de
nada, pues más tarde llegaría la muchacha de la limpieza y si acaso
Ágata revisaba algo, todo estaría en su lugar. Ella siempre volvía con
él y estaba seguro que así sería esta vez.
El día transcurrió muy lento para los dos, Ágata analizando la
decisión de casarse y agobiada por contentar a Paolo, quien de nuevo
estaba enojado; aunque ya comenzaba a sospechar que sus enojos
eran para controlarla. Sin embargo, estaba tan enferma, que no veía
con claridad.
Paolo estaba como en cámara lenta por la cruda mortal y las pocas
horas de sueño. Se fue a los tacos para revivir un poco y de ahí le llamó
a su controlada novia.
—¿Ya pensaste las cosas? —dijo muy agresivo.
—Sí, mi vida —respondió ella como robot.
—¿Yyy?
—Pues claro que quiero casarme contigo. Te amo y estaremos
siempre juntos. Lo que pasa es que ayer estaba cansada, pero hoy
estoy mejor.
—¡Qué raro! Si tú nunca estás cansada —dijo burlón.
—Bueno, pero hoy no estoy cansada, esa es la buena noticia mi
rey. Así que voy a tu casa al rato para hacerte una cena muy especial,
como te gusta.
Paolo accedió y comenzó a hablar por cuarenta minutos como
bebé, pidiéndole que le dijera cuánto lo quería, cuánto lo extrañaba,
cuánto lo necesitaba y mil tonterías más que sacaban de su centro a
Ágata. No sabía ni por qué accedía, tenía muchas otras cosas impor-
tantes que hacer, como hablar con el rector para titularse a pesar de
su pobre trabajo final.
Ágata llegó sin avisar a casa de Paolo, la adrenalina no la dejaba ni
caminar tranquila. Se sentía alterada y fuera de sí. Tenía un presenti-
miento y a pesar de que aparentemente estaba bien con Paolo, sentía
desconfianza. Ya eran muchas las veces que se aparecía “así nada más”
en su casa, esperando encontrar la evidencia que tanto buscaba.

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106   ”Estúpido amor“

Esta vez llegó antes de la hora pactada para ver si encontraba algo
sospechoso, esa prueba que buscaba en lo más profundo de su interior
para terminar con esta locura. Él la hacía dudar todo el tiempo y ella
necesitaba saber que era verdad, para dejar de sentirse una loca.
Sabía dónde dejaba la llave de emergencia y la tomó. Entró, de-
jando en el suelo las bolsas de supermercado con los ingredientes
para prepararle la cena que tanto le gustaba y una botella de vino para
acompañarla. Todo estaba en su lugar, limpio y perfecto.
Llevó las cosas a la cocina y comenzó a preparar todo con tran-
quilidad. Al cabo de un rato, estuvo segura de que no había nada raro,
dejó de sospechar y miró su anillo de compromiso como prueba del
amor que Paolo le tenía.
Puso la mesa y se sentó con una copa de vino a esperarlo. Esta vez
Paolo abrió la puerta tranquilo, como si nada pasara.
—Hola, chiquita. ¡Wow, qué sorpresa tan grande! Se ve todo
delicio-so.
—Lo preparé con mucho amor para que estemos siempre juntos.
Yo estoy segura que quiero estar contigo, pero ya no quiero que te
enojes, me duele cuando te enojas.
—¡Entonces no me hagas enojar! –dijo Paolo con voz de bebé– Po
que si no me hace enojad, nada pasa…
¡Qué horror! Lo peor de la historia era cuando se ponía así, como
niño manipulador convenciendo a Ágata de que todo era su culpa.
Por supuesto que una vez más lo logró. Ella se disculpó, sin saber muy
bien de qué. Él la envolvía con tanta habilidad en la plática, que ya no
entendía ni de qué hablaban y le daba por su lado.
Cenaron contentos, con música y él le cantaba canciones muy
apasionado, gritando de emoción la letra, pues ya traía sus copas
encima. Se hacía cada vez más tarde y Ágata debía regresar a su casa.
No podía quedarse con él. Por más que insistiera, sus papas nunca la
dejarían hacerlo.
Para ganar tiempo, tomó la iniciativa y lo llevó a la recámara, para
que concluyeran la reconciliación con besos y dejarlo dormido.

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Eres mi droga... soy adicto a ti 107

Entre beso y beso, Paolo se levantó al baño. Ágata quedó sola en


la recámara, que previamente había esculcado de arriba para abajo
convenciéndose a sí misma que ninguna infidelidad había sucedido en
ese lugar. Sin embargo, se dio cuenta que no había visto el bote de ropa
sucia… Dudó en jalarlo, pero algo le decía que lo hiciera, que mirara.
Así lo hizo… Lo jaló sin hacer ruido y movió un poco de ropa hasta
que descubrió su blusa sucia, usada y con perfume de mujer. Comenzó
a llorar en silencio mientras la sujetaba con fuerza. Paolo salió de baño
como si nada y la encontró petrificada en la cama con la blusa.
—¿Y ahora qué pasa? —preguntó impaciente.
—¿Qué es esto?
—No sé –se acercó y le quitó la blusa de la mano–, creo que es tuya.
—¡Sí, por supuesto que es mía, pero esta usada y huele a otra mujer!
¡Este no es mi perfume!
—Claro que no, estás loca, ahí vas otra vez a alucinar… –dijo
mientras le arrebataba la blusa y la echaba a la ropa sucia– Es más, yo
creo que tú acabas de ponerla ahí para comprobar que soy el malo.
—¡Claro que no!
—Por supuesto que sí. Eres capaz de eso y más con tal de echarme
la culpa de que esto no funciona. Pero fíjate que estás mal, ¡esto sí
funciona y muy bien! –gritó– ¡Yo te soy fieeel!
—¿Crees que soy idiota? Yo no puse eso ahí, ¿qué hiciste ayer?
—Nadaaaa, me vine a dormir cuando me corriste de tu casa.
—Yo note corrí –dijo Ágata mientras caminaba apresurada hacia
la cocina para buscar más pruebas. Al abrir el gabinete de las copas
encontró una mal lavada y con residuos de labial en ella– ¿Qué dices
de esto?
¡Tú me odias! Me quieres echar la culpa de todo. Eso no es nada.
Qué no entiendes que te amo y estás alucinando.
Ágata tomó su bolsa, una foto que le había llevado de ellos juntos,
aventó el anillo de compromiso que traía puesto al suelo y se fue. Nunca
más quería esto. A lo lejos solo escuchaba los gritos desesperados de
Paolo para no dejarla ir. Se fue jurando nunca más volvería a ese in-
fierno espantoso, con ese verdugo cruel y con esas mentiras que matan.

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108   ”Estúpido amor“

Todo el camino a su casa, su celular sonó y gritó para que res-


pondiera, pero ni siquiera se tomó la molestia de apagarlo. Abrió la
ventana del coche y lo aventó. El aparato salió volando y se estrelló en
el suelo en mil pedazos.
Ella subió el volumen del radio. De pronto, escuchó una canción
que le hizo clic en la cabeza, como si Dios la hubiera puesto ahí pa-
ra que por fin escuchara. Nunca sabemos los caminos que tienen nues-
tros ángeles para cuidarnos, y a veces una inocente letra de canción
puede desencadenar nuestra reacción. Escuchó con mucha atención:

Eres tú la droga de mi cuerpo


y dejarte ya no puedo
porque eres de mi sangre
una gran necesidad
que no puedo calmar,
aunque seas prohibida en sociedad

Puedes acabar hasta mi vida


inyectándome a escondidas
porque no puedo evitarlo
que de ti miedo me da
cuando te llego a amar,
una sobredosis me pueda matar

Eres mi droga, eres mi vicio,


entre mi sombra
tantas cosas me provocas
cuando hacemos el amor
eres peligro, eres un mal, eres veneno,
amante, pasión de fuego
que consume mi interior
mis venas ya, las tengo que inyectar
de ti yo necesito más

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Eres mi droga... soy adicto a ti 109

Puedes acabar hasta mi vida


inyectándome a escondidas
porque no puedo evitarlo
que de ti miedo me da
cuando te llego amar,
una sobredosis me pueda matar

Eres mi droga, eres mi vicio


entre mi sombra,
tantas cosas me provocas cuando
hacemos el amor
eres peligro, eres un mal, veneno,
amante, pasión de fuego
que consume mi interior
mis venas ya las tengo que inyectar,
de ti necesito más
Eres mi droga

“¡Eso es! Justo así… Esto es lo que me pasa”, pensó Ágata, quien
ya estaba tocando fondo, el más profundo fondo de la humillación.
Después de ser la novia formal con quien él moría por casarse, pasó
a ser la rogona… ¿Cómo sucedió? Sencillo, como le pasa a miles de
personas que viven maltrato: dejó de darse a respetar por miedo a
perderlo y se enganchó con ese miedo.
Manejó hasta su casa con las lágrimas que brotaban a borbotones
sin poder controlarlas, y con cada lágrima, su ser iba despedazándose.
Paolo le había roto el corazón de todas las maneras posibles y ella no
podía dejarlo. Simplemente era adicta a él.
Estuvo a punto de chocar varias veces en el camino porque estaba
centrada en sus pensamientos y no en lo que estaba haciendo. A veces,
hay señales que nos hacen reaccionar para traernos al presente. Enton-
ces, respiró y se concentró en llegar con bien a su destino, puesto que
sería el colmo que ella también se lastimara. Este dolor tenía que parar.

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110   ”Estúpido amor“

INFIDELIDAD

La infidelidad se refiere, popularmente, a las relaciones amorosas,


a corto o largo plazo, establecidas con personas distintas del vín-
culo oficial –que a menudo se mantienen en secreto por conside-
rarse una amenaza a la pareja.
La infidelidad amorosa es la falta al pacto entre dos personas,
una de ellas inicia una relación íntima con una tercera persona. Ser
infiel es romper de forma consciente un acuerdo preestablecido.
Las causas de la infidelidad pueden ser:
• aburrimiento
• curiosidad
• búsqueda de novedad
• narcisismo
• venganza
• desenamoramiento
• soledad
• habilidad de conquista del tercero involucrado, reto
• necesidad de amor
• comunicación deficiente
• crisis
• abandono emocional

Perdonar una infidelidad dependerá solo de las dos personas


involucradas y del nivel de arrepentimiento y compromiso del infiel.
Cuando el hecho se niega es imposible reconstruir una relación,
pues la verdad está distorsionada y es una manera de abusar de la
pareja engañada.
Adicción: La droga del amor
Por otro lado, se ha comprobado que las endorfinas se produ-
cen en altos niveles cuando estamos enamorados. El fuego helado
que se siente al estar con la pareja amada es provocado por este
tipo de hormonas. El psiquiatra José Miguel Gaona explicó que el
amor, aunque no suene “especialmente romántico”, es una conjun-
ción de reacciones químicas, ligadas a otros estímulos como ali-
mentación, actividad sexual, “o aficiones similares”.
Así, quienes comparan el amor con una droga tienen razón.
Y precisamente cuando deja de segregarse esta sustancia, surgen
los problemas. Las endorfinas, junto con las apomorfinas, son las
hormonas que inducen a la adicción.
De esta manera, las relaciones pueden convertirse en adicti-
vas. Cuando hay problemas disfuncionales graves en el apogeo del
enamoramiento, la ilusión por volver a sentirse así por la pareja es
tanta, que la gente sería capaz de dejar a un lado su propia dignidad
para producir un poco de endorfinas.

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Eres mi droga... soy adicto a ti 111

Lo grave del asunto es que además de la endorfina, en las re-


laciones de bullynovios se produce mucha adrenalina debido a los
cambios en los estados de ánimo de la pareja, lo que provoca que
la otra persona siempre esté con “el alma en un hilo” porque quiere
descubrir qué pasó y cómo contentarse. Así se vuelve una doble
adicción a dos sustancias que producen muchísimo bienestar, aun-
que el precio emocional para obtenerlas sea muy alto.
Físicamente, las personas no pueden terminar con la pareja y
sienten que se mueren con solo pensarlo. Pueden sentirse:
• Deprimidos
• Desolados
• Ansiosos
• Irritables
• Enojados
• Apáticos
• Desganados

Y hay que esperar un tiempo para que estos síntomas desa-


parezcan poco a poco. En las primeras semanas se presentan con
más fuerza y la persona quiere volver desesperadamente con la
pareja para dejar de sentirse así; sin embargo, volver es regresar al
punto de partida.
La paciencia es lo más importante para sanar un corazón roto,
y mientras tanto hay que aferrarse a la voluntad para no caer de
nuevo. Igual que en una adicción.

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• 10 •

Un milagro para Ágata

El verdadero amor no se conoce


por lo que exige, sino por lo que ofrece.
—Jacinto Benavente (1866-1954), dramaturgo español

Ágata estacionó su coche como pudo. Se bajó destruida. Para su


buena suerte, no había nadie en casa. Necesitaba estar sola y vivir
este encuentro consigo misma en la más grande oscuridad para tocar
fondo y desde ahí salir. A veces, hay que ser como los buzos, que se
impulsan desde el fondo del mar, ahí donde está más oscuro, para
salir a la superficie.
Entró a su recamara decorada con todo tipo de colores alegres:
naranja, amarillo, verde limón y rosa fresa, colores que hoy estaban
en total desacuerdo con su estado de ánimo. Veía y sentía todo negro.
Se tiró en la cama y comenzó a llorar.
Unos minutos después, se levantó a limpiarse la nariz. En el camino
al baño, encontró una foto de ella y Paolo abrazados. La miró por unos
minutos y recordó el lugar donde la tomaron: una boda en la que, como
de costumbre, la había maltratado, la había dejado bailando sola en la
pista y había coqueteado con las edecanes. La lanzó hacia la pared con
todas sus fuerzas y el vidrio se rompió en pedazos.
Esto ya era demasiado. No podía con la infidelidad comprobada
y el cinismo de Paolo, era demasiado.
Se dejó caer cobre sus rodillas al suelo y comenzó a rezar, a suplicar,
a pedir a Dios que le quitara a ese hombre del corazón; que se lo llevara

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114   ”Estúpido amor“

para siempre a otro lado; que ya no sintiera esto que le quemaba por
dentro; y que le ayudara a recuperar las ganas de vivir, pues incluso
hasta eso había perdido.
Se quedó de rodillas llorando y suplicando por más de una hora
y con cada llanto y con cada lamento, Dios la escuchaba más y la cu-
bría con su luz. Cuando se calmó, se puso el pijama, se lavó la cara y
se metió a la cama.
Esa noche durmió como un bebé, había sacado todo lo que tenía
encima. Por fin estaba vacía de sentimientos y dolores, lista para volver
a empezar.
Al día siguiente, llamó a sus amigas y les explicó que no tenía ce-
lular por el momento, así que quedaron de verse en un lugar cercano
a su casa: unas tortas que le fascinaban y a las que no había vuelto a ir
porque a Paolo no le gustaban. Así pasó con muchos de sus gustos, los
dejó porque él parecía convencido de sabotear las cosas que ella disfru-
taba. No más. Estaba decidida a recuperarse y volver a ser ella misma.
Relató cada parte de la historia a sus amigas, quienes escuchaban
tratando de ser prudentes y no juzgar, aunque en momentos les parecía
imposible no hacerlo. Lo que había sucedido era increíble, dramático y
un maltrato fuera de toda proporción. A ratos lloraba y les contaba, a
ratos dejaba de llorar, a ratos se reía; lo que era constante, por supuesto,
fue el tema: cinco horas intensivas de Paolo y de cómo salir de ahí.
—No le vuelvo a contestar y ya —dijo muy segura Ágata.
—No creo que después de todo lo que nos has contado sea tan
sencillo terminar con él –comentó Karla, quien estudiaba psicología–.
Yo he leído mucho al respecto y creo que estabas en una relación
codependiente.
—¡Más que codependiente! –aseguró María– Yo creo que los dos
disfrutaban sufrir…
Este comentario creó un nudo en el estómago de Ágata, algo le
hizo click… Existía cierta emoción y cierto reto ante cualquier pro-
blema porque segregaba mucha adrenalina. Le revoloteaba la panza
y se sentía energizada cuando algo sucedía o intuía que algo pasaba.
La adrenalina, propia de los deportes extremos, se segrega si estamos

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Un milagro para Ágata 115

en peligro de muerte y es la sustancia que nos ayuda a reaccionar


ágilmente ante alguna situación límite. Sin embargo, si esta sustancia
se secreta cuando hay tensión emocional, es peligrosamente adictiva.
La conversación la hizo regresar de sus pensamientos y siguió
poniendo atención a lo que comentaban sus amigas:
—Sí, Ágata, ya lo de ustedes está más que de película, parece que
no pudieran dejarse. Hasta sentí que te emocionaba contarnos las
cosas que pasaban. Como si cada pleito y cada interminable discusión
fueran un reto a superar —dijo Lorena, quien era la más cercana y por
ello sabía cosas que las demás ignoraban.
—Yo leí en una revista que cuando el maltrato es tanto y constante
en una relación, se llama bullynovios, que es el bullying en el noviazgo.
Yo creo que eso les pasaba —agregó María.
—Algo raro sucedió porque yo jamás me había dejado así de nadie
y no sé… Le tengo miedo y siento un deseo incontrolable por llamarlo,
por ver sus redes sociales y por caer de nuevo. Me siento incompleta…
Me siento mal —lloró amargamente Ágata.
—Necesitas ayuda profesional, amiga –dijo Karla–. Nadie puede
salir solo de una relación destructiva, como sea que se llame. Es muy
fuerte lo que has vivido y necesitas ir con alguien bueno. Yo tengo el
teléfono de una psicóloga muy linda que puede ayudarte —dijo mien-
tras anotaba su número en una servilleta.
—No creo que sea para tanto —respondió Ágata muy terminante.
—De todos modos guárdalo y piénsalo –agregó Lorena–. No
pierdes nada.
—Bueno —dijo no muy convencida Ágata al tiempo que guardaba
el papel en su bolsa.
El análisis detallado siguió largas horas. De pronto, el celular de
Karla sonó y con mucho disgusto descubrieron que era Paolo…
—¿Por qué tiene tu número, Karla? ¿Acaso hay algo que yo deba
saber? —preguntó Ágata muy filosa con su comentario.
—Ay, Ágata, por supuesto que no. Él es un stalker, sabe todo de ti,
cómo contactarte. Siempre que se enojaban y no le contestabas, nos

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llamaba a todas —respondió volteando a ver a sus amigas, quienes


asintieron con la cabeza.
—¿En verdad? ¿Por qué no me habían dicho?
—Porque no habíamos tenido oportunidad para decírtelo, siem-
pre estabas con él y no es algo que se cuenta por teléfono. A todas nos
llamaba para decirnos “lo mala” que eras con él. Pero por supuesto
que no le creíamos —continuó Lorena.
—¡Qué ciega estuve! Por supuesto que no le contesten, por fa…
—Amiga, obvio que no le vamos a contestar. Lo hacíamos porque
tú lo querías, pero a nosotros desde un principio nunca nos cayó bien
—concluyó María.
Tras esta conversación, Ágata pasó muchos días pensando cómo
logró ponerse en tan penosa situación. Por más que analizaba no
encontraba la respuesta, así que decidió empezar a poner orden. Lo
primero que hizo fue limpiar. Por ahí se comienza cuando hay una
herida, por limpiar.
Estuvo un buen rato en su computadora eliminando fotos, dese-
tiquetándose de otras muchas, borrando comentarios de su muro y
del de Paolo que ella había escrito. Fue una limpieza muy dolorosa,
porque tuvo que meterse muy profundo a la red social de su exno-
vio y descubrió en el camino otras cosas que no había visto, como
comentarios en muros de algunas chicas a quienes les coqueteaba o
chistes vulgares en los muros de sus amigos. Con cada cosa que leía,
se llevaba otra decepción.
Ese fue el primer paso de la limpieza, que aunque dolorosa, es la
única manera de sanar.
Una vez que eliminó comentarios, fotos y likes, fue a AJUSTES para
bloquear para siempre a Paolo Díaz. Nunca más entraría a su muro,
ni vería sus publicaciones. Y con esta restricción él tampoco sabría
más de ella. También borró a todas las personas, le cayeran bien o no,
que había conocido por Paolo y que la habían agregado. No quería
tener amigos en común, ni que él tuviera manera de saber de su vida.
Lo mismo hizo en Twitter e Instagram. Todo quedó bloqueado y
eliminado para siempre. Además, se prometió a sí misma no entrar a

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Un milagro para Ágata 117

sus redes ni publicar nada a nadie durante veintiún días, así lograría
quitarse el hábito de estar entrando a bobear a las redes y poner cuanta
tontería se le ocurría. Esta tarea le tomó toda la tarde.
Cada día que pasaba, estaba más tranquila y como no tenía celular,
no recibía llamadas ni mensajes de este obsesivo personaje. Por otro
lado, tampoco tenía tentaciones a la mano, pues no había facilidad
para entrar a las redes sociales. Estaba segura que toda persona que
terminara una relación debía quedarse un buen tiempo sin dicho
aparato. Si quería llamarlo, debía bajar a la sala o al cuarto de sus pa-
pás; si quería ver sus redes, debía desbloquearlo y entrar desde su
computadora. Si le daban ganas, se le quitaban con tanto trámite. Sólo
respiraba profundo y volvía a contener su corazón. No era fácil, pero
estaba decidida a hacerlo.
A la mañana siguiente aprovechó que toda su familia se fue a Valle
de Bravo para hacer una quema. Se le ocurrió que no era suficiente
con tirar a la basura fotos y regalos, sino que debía quemarlos… Los
sentimientos que contenían esas cosas se evaporarían con el humo y
se convertirían en cenizas. Pasó dos horas frente a su closet y cajones
sacando fotos, ropa, peluches, cartas, recuerdos, álbumes y CDs, metería
todo en la chimenea. Todo, no quería que faltara nada. La encendió y
con cada chispa que saltaba se sentía mejor. Aprovechó el momento
para gritar cosas como:
“Gorra inútil, vete muy lejos de mí y que me valga gorro ese in-
nombrable”.
“Oso de peluche, ¡qué caro me costaste!”.
Todo olía a plástico y tela quemada, hasta a Ágata se le impregnó el
olor. Abrió puertas y ventanas y sintió cómo se evaporaba el recuerdo
de quien tanto la dañó. Terminó por fin a las nueve de la noche, se
preparó un chocolate caliente y se acostó en su cama a ver una película
de lo más cursi, de esas que te hacen creer en el amor. Ella estaba segu-
ra de que sí existe el amor y por ninguna razón se amargaría tras esta
decepción. Descansó soñando como lo hacía de niña: con su príncipe
azul; ella era una princesa encantada y vivían felices para siempre.

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118   ”Estúpido amor“

El recuerdo de Paolo se hacía cada vez menos presente con esta


renovación. Ahora en su computadora borró cuanto mail había en-
viado a y recibido de, pero SIN LEERLOS. La limpieza no se trataba
de recordar cosas, sino de eliminarlas. Limpió la agenda y quitó de
su respaldo en la computadora a todos aquellos que se lo recordaran.
Para entonces, Paolo ya había ido a buscarla tres veces y llamado
todos los días entre cinco y veintidós veces. La buena noticia es que el
número de llamadas iba a la baja. Lo sabía porque su nana le pasaba
los recados, pues ella no contestaba el teléfono por ninguna razón. No
estaba lista para verlo ni hablar con él. De hacerlo, probablemente su
frágil corazón hubiera aceptado verlo de nuevo o iniciar una discusión
que los llevara a negociar una nueva reconciliación. Y ya no.
Estaba decidida a comenzar de nuevo. Leyó en una revista que
debía limpiar su mente, así que comenzó día a día a repartirse: “Me
amo y me acepto como soy, todo está bien en mi mundo”.
Sus papás notaron el cambio de actitud en comparación a otras
veces en que habían terminado, y la felicitaron porque Ágata estaba
cada vez mejor. Volvió a arreglarse con esmero y trató de conciliar
con sus maestros las bajas calificaciones finales. La fotografía volvía
a ser su prioridad y las últimas fotografías que les mostró eran muy
impresionantes.
Sin embargo, a solas, todavía sentía un vacío que la quemaba y
constantemente se sentía ansiosa y agobiada, sobre todo por las no-
ches. En uno de esos días de crisis, lo llamó… Él contestó indignado, y
toda la conversación fue una serie de chantajes, pero siempre diciendo
que la puerta estaba abierta si quería regresar, siempre y cuando ella
dejara por la paz lo que había sucedido. Su plan era volver sin aceptar
sus errores, porque estaba seguro –en su mente turbulenta– que no
existían. Ágata se negó, y por primera vez le colgó el teléfono.
Unos minutos después, con el teléfono todavía en la mano, pen-
sando en que sonaría de inmediato y soñando con que él le pediría
perdón, se dio cuenta de que nada de eso sucedería. Esto fue una
tragedia para ella, recayó después de avanzar tanto. De nuevo estaba
en ceros y muy confundida porque él había cambiado todo y le había

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Un milagro para Ágata 119

hecho ver que, a pesar de todo, él estaba dispuesto a perdonarla y seguir


adelante. ¡Estaba tan confundida!
Estuvo a punto de ir a verlo a su departamento. Se dirigía hacia su
coche cuando se encontró a Carlos. Y ahí mismo, su hermano le dio
una señal que impidió que cometiera ese grave error:
—Hermana, ¡qué bueno que te veo! No sabes lo mucho que me
alegra que hayas terminado con este patán. Es muy triste lo que voy a
contarte, pero es la verdad y es mejor que lo sepas.
—Dime, ¿qué pasa? —respondió Ágata asustada y con la adrena-
lina hasta el tope, como antes le sucedía con frecuencia. Su corazón
latía rápidamente.
—La última vez que se pelearon Paolo y tú, él ya estaba saliendo
con otra chica. Incluso ya andaban de free, pero no te dijo nada porque
quería tener su velita prendida contigo.
—¡Quééé! ¿Quién te dijo?
—La mejor amiga de ella. Inocentemente pensó que ya no estaban
juntos y me lo contó hace unos días, pero no había podido decirte. Lo
bueno es que ya es pasado… Por cierto, ¿a dónde vas?
—A ver a mis amigas. Nos vemos al rato, bye —apresurada le dio
un beso en la mejilla y se fue como el viento, pues no quería que la
viera llorar.
Esta fue la estocada final a su corazón. Ella pensaba volver con él,
o al menos escucharlo, y se enteró sorpresivamente de esta noticia…
Sabía que todo esto tenía que concluir YA, pero no podía hacerlo sola.
Así que tomó de su bolsa el papel con el teléfono de la psicóloga que
le recomendó Lorena. Regresó a su casa después de dar mil vueltas,
llorar con treinta canciones románticas que escuchó en la radio, y
gritar de furia.
Desde la sala llamó a la psicóloga e hizo una cita para el día siguien-
te. Su mamá escuchó la conversación pero no quiso entrometerse, por
lo que decidió ser discreta y le dejó dinero en su cuarto en un sobre
que decía: “TE DEJO ESTO PARA LO QUE NECESITES”. Ágata res-
piró, con este dinero no tendría que pedirle a su mamá para ir a una
terapia que necesitaba para dejar atrás a su bullynovio. Se sentía muy

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120   ”Estúpido amor“

avergonzada de haber caído tan bajo, no quería que nadie lo supiera.


Se sentía muy mal.
La gente no entendía como un simple rompimiento causaba tantos
estragos en el corazón de una persona que literalmente lo tenía todo.
Eso hacía más complejo el caso, pues aunque a algunos les pareciera
ridículo, ella se sentía MORIR.
Ágata pensó que podía enfrentar todo esto sola, que el dolor se
iría y que simplemente dejar de verlo resolvería las cosas, pero no era
así. Con mucho dolor se dio cuenta que en una relación de maltrato
también tú te has tratado mal, por ello es tan difícil volver a comenzar.
No sabía qué hacer, por eso dio el segundo paso y pidió ayuda.
El consultorio olía a moras. Se acordó de las muñecas de Rosita
Fresita porque el aroma era parecido. La espera se le hizo eterna, movía
las piernas desesperada y hojeaba unas revistas viejas que estaban en
la mesita cercana. De pronto, salió una mujer de unos cincuenta años,
muy bien vestida, con peinado corto moderno y ropa entre hippie y
retro que le daban un toque único. Se presentó con ella, se llamaba
Sonia. Después de los saludos, la hizo pasar a una oficina.
Se sentaron y Ágata comenzó a hablar. No paraba de llorar. No
paraba de reclamar. En sus palabras había una mezcla de enojo, de-
cepción, esperanza y dolor. La sesión duró poco más de dos horas.
Sonia le recetó flores de Bach para que se calmara un poco, pues hasta
los nervios estaban alterados, y le pidió que viniera a sesión dos veces
por semana hasta que estuviera fuerte para seguir adelante sin volver
a caer. Le explicó que en este tipo de relaciones es común recaer una
y otra vez, y que no se sintiera mal por ello. También le pidió que la
llamara a cualquier hora, en cualquier momento, pues por ahora su
situación emocional era grave y era importante que tuviera apoyo
veinticuatro horas.
Ágata asintió a todo y se fue un poco más tranquila. Para distraer-
se, se dedicó a tomar fotos durante el día y ver películas por la noche.
Volvió a ir con sus papás a Valle de Bravo y frecuentó amigos de la
familia que hacía tiempo no veía. Aunque no estaba lista para una
relación, ni la quería por el momento, estaba bien cambiar de aires.

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Un milagro para Ágata 121

De lo que estaba segura, era que debía trabajar consigo misma para
tener paz y volver a su centro. Así, un día, estaría lista para amar, pero
esta vez con el corazón puesto primero en ella.
Sin falta, cada martes y jueves estaba con Sonia, su psicóloga, que
fue comprendiendo la historia. Un día fue ella quien habló, haciendo
un mapa de lo que había pasado. A cada etapa le llamó MONSTRUO
y lo resumió así:
—Ágata, es importante que comprendas que esto que te sucedió le
ha pasado a mucha gente de todas edades. Las personas inseguras crean
relaciones codependientes, de control y maltrato que llamo bullynovios.
Es decir, la ganancia de la persona que está contigo es sacar el dolor
que tiene dentro con su pareja porque piensa, equivocadamente, que
va a estar mejor. También están seguros que su pareja aguantará todo
porque “es su pareja”, y ese es un grave error. Es como si cobraran el
amor que dan. Así, hay ocho monstruos en estas relaciones:
1. Control: Es la etapa donde la persona parece que siempre está
al pendiente y dedicada a su pareja veinticuatro horas al día,
cuando en realidad desea controlarla. El exceso de mensajes de
texto y llamadas, más que atenciones, son señal de que se trata
de una persona controladora. Cuando una persona le pide a la
otra que haga, piense y diga exactamente lo que quiere, y recurre
a los chantajes para conseguir hacer su voluntad, puede crear
una relación que corre el peligro de enfermar.
2. Pensamiento obsesivo: Dedicar todos nuestros pensamientos a
una persona, es una manera muy sencilla de sufrir, porque en
algún momento podemos suponer cosas o tener pensamien-
tos dañinos. Una gran cantidad de filósofos dice que somos lo
que pensamos, por lo que un pensamiento recurrente puede
hacernos sufrir.
3. Manipulación: Este monstruo es complicado. Con cuestiones
muy sutiles, la persona manipula con el fin de controlar la rela-
ción y forzar al otro a ceder. Una forma común de manipulación
es mandar un mensaje para saludar o tener un detalle, si no re-
cibe respuesta, comienza a subir el tono de agresión exigiendo

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122   ”Estúpido amor“

contestación. Cuando la otra persona ve el mensaje, su pareja


ya está muy molesta y no responderá durante horas haciendo
desesperar al agredido.
4. Maltrato en corto: Surge cuando la pareja reclama y agrede a la
otra parte durante un buen rato, alegando que no vale lo sufi-
ciente o no se comporta como debería. Por lo general, utilizan
argumentos que confunden a la víctima. La persona agredida
va bajando cada vez más su autoestima, al grado de llegar a
ceder en todo. La mayoría de las veces, los golpes aparecen en
esta etapa.
5. Maltrato en público: Es una forma de provocar miedo en la
víctima, dado que a la menor provocación y delante de quien
sea, el agresor reacciona agresivamente y hace una escena. El
temor es tanto, que la víctima vive para no hacer enojar a su
pareja y todo el tiempo está al pendiente de su estado de ánimo.
6. Celos y dramas de control: A los maltratos se suman los celos,
ya que la persona enferma piensa que su pareja se enoja y se
encela porque la ama. Es decir, buscan amor a través de los celos
o de los dramas para sentirse importantes. Dejan evidencias de
infidelidades para que su pareja se desespere por no perderlas y
así sentir amor. Llegan a mandarse flores, mensajes sospechosos
o dejar ropa del sexo opuesto para provocar celos en su pareja.
7. Círculo vicioso: Son todos los patrones anteriores que se repiten
de manera continua y que van destruyendo poco a poco a las
personas por dentro… y por fuera. Es complicado establecer
una dinámica distinta pues ambos han enfermado y tienen la
ilusión de que se sienten bien juntos. Esto sucede porque su
mente ya sabe que son relaciones con periodos muy cortos
de paz; en esos momentos, la mente sobreproduce endorfinas
para compensar las que saben que no tendrán. Es como si al-
macenaran su dotación de endorfinas (sustancia que segrega
el cerebro y da sensación de alegría y bienestar) para tiempos
difíciles. Por eso sienten que se acaba el mundo si esa persona
“que los hace sentir tan bien”, los deja.

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Un milagro para Ágata 123

8. Adicción: Tal como su nombre lo dice, la persona se vuelve


adicta a la otra y no puede dejarla. Físicamente se desea volver
al bienestar que sobreproduce las endorfinas y la adrenalina en
estas relaciones que siempre están al límite de las emociones.
Por lo general, son relaciones extremas: ultra súper felices y
ultra súper tristes.

—¿Te das cuenta de que estos monstruos son casi invisibles?


—concluyó Sonia.
—Sí, Sonia. La verdad yo creía que él me quería mucho y por eso
me acaparaba así, ahora me doy cuenta de que eso no es amor.
—Me da mucho gusto –dijo la psicóloga con una gran sonrisa–.
Es importante, ahora que comprendes este concepto, que sepas al-
go que lo complementa. Es un fragmento del libro Comer, rezar, amar
que habla de las almas gemelas, y explica muchas cosas:

Sobre las almas gemelas: la gente piensa que el alma gemela es tu


pareja/complemento perfecto y eso es lo que todo el mundo quiere. Pero
una verdadera alma gemela es un ESPEJO, es la persona que te enseña
todo lo que te está deteniendo para avanzar, es la persona que te trae
tu propia atención a ti mismo, de manera que puedes cambiar tu vida.
Una alma gemela es probablemente la persona más importante
que encontrarás en esta vida porque esa persona tirara tus paredes y
tus escudos y te abatirá para despertar. ¿Pero vivir con tu alma gemela
por siempre?... ¡No! Es demasiado doloroso. Las almas gemelas vienen
a tu vida solo para revelar otro nivel de ti mismo y después marcharse.
Y agradece a Dios por ello...
El problema es no querer soltar. Pero cuando termina hay que
aceptarlo. El propósito de tu alma gemela fue de sacudirte, despertarte,
sacarte de una zona de confort, derribar tu ego un poco, demostrarte
tus obstáculos y adicciones, romper tu corazón y abrirlo para que nue-
va luz pueda entrar en él; volverte tan desesperado y fuera de control
que tienes que transformar tu vida, luego introducirte en una maestría
espiritual y luchar.

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Este fue su trabajo, y lo hizo perfecto, pero ahora ha terminado. El


problema es que no queremos aceptar la corta vida de esta relación. Ha-
cerlo es estar como los perros en los botes de basura: sólo lamiendo una
lata vacía y tratando de encontrar más comida en ella y si no tenemos
cuidado, la lata se va a atorar en la nariz para siempre y hacer nuestra
vida miserable. Así que: ¡TÍRALA!

—Es hermosa esa reflexión –dijo Ágata–, simplemente hermosa.


—Pues ahora es importante que la leas a diario hasta que entien-
das por qué Paolo entró a tu vida y cuál fue su rol. Una vez que lo
comprendas perfectamente, estarás lista para el siguiente paso. Es un
paso que pocos se atreven a dar, pero quienes lo dan, cambian su vida
para siempre. Este paso es PERDONAR. Tu corazón te dirá cuando
estés lista.
Ágata salió ese día muy feliz, pero confundida a la vez. No logra-
ba entender por qué tu alma gemela es alguien que te hace chocar y
romperte en mil pedazos para que a partir de ahí comiences de nuevo
siendo mejor. Obviamente aparece en el mundo como alguien que te
importa, porque de lo contrario no lograría moverte. No entendía,
entonces ¿qué era el amor? Un maestro, un gozo, un deleite, un villano.
¿Existía realmente el amor verdadero?
Con tantas preguntas leyó y leyó el párrafo. También compró
el libro y vio la película. Encontró mucha verdad en las palabras de
Elizabeth Gilbert, su autora. Durante semanas reflexionó hasta que le
cayó el veinte. Ella estaba queriendo sacar comida de una lata vacía y
ahí se atoró: Paolo ya no tenía nada más para darle. La lección había
terminado. Lloró mucho al aceptar esta verdad.
Unos días después, estaba lista para el tercer paso: Perdonar.
Para vivir este proceso, Ágata fue a un retiro de un fin de semana
a las montañas, recomendado por Sonia. El lugar era atendido por
unas personas muy agradables y calladas. El viento helado que soplaba
continuamente parecía renovar el alma. Unas treinta personas más se
habían inscrito. El guía anciano llamado Ar explicó que viviría los tres
pasos para sanar un corazón durante el fin de semana. Estos pasos eran:

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Un milagro para Ágata 125

PERDONAR – LIBERAR Y PERMITIR ACTUAR A DIOS


– VIVIR EL SILENCIO

Los guías entregaron a los participantes tres pergaminos. Cada uno de


ellos se iría abriendo de acuerdo con sus instrucciones. Nadie podría
adelantarse a los hechos, lo que ya de por sí albergaba una lección: las
cosas son cuando deben ser, ni antes ni después.
El guía joven llamado Ram pidió a los participantes que desenro-
llaran el primero. Al abrirlo, descubrieron lo siguiente:

Perdonar:
Para hacerlo es necesario repetir como mantra la
frase: “Elijo el perdón y soy libre”, durante
todo el proceso y hasta que la mente lo pida.
Cuando ya no necesites repetir la frase se
habrá fijado en la mente.

—El perdón es una elección. No es algo que me pasa, sino algo


que pasa a través de mí. Al elegir el perdón, permito que el amor y el
entendimiento permee a mi alma y a mi mente. Cualquier confusión,
critica o resentimiento se disuelve y puedo experimentar la paz que
transforma mi mente, mi cuerpo y mi alma —dijo con una dulzura
incomparable Ram.
—El perdón es un regalo que me doy a mí mismo. Es un poderoso
regalo de libertad. A través de él reclamo el control de mis pensamientos,
mis sentimientos y mis reacciones. El perdón me trae experiencias de
satisfacción, felicidad verdadera, salud radiante y relaciones correctas
—agregó el guía anciano y sabio, Ar, quien los acompañaba con un
cirio blanco a manera de luz en la reunión.
Todo era tan calmo, claro y callado que podía escucharse el vien-
to. Había tanta paz, que Ágata sentía latir su corazón con una nueva
emoción. Con un nuevo latido.

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126   ”Estúpido amor“

—Puedo elegir perdonar, sin importar lo que me ha afectado. Soy


libre de estar en paz en vez de estar ansioso; amoroso en vez de eno-
jado. La elección es mía y elijo perdonar —leyeron en voz alta todos
a los participantes a coro, quienes estuvieron de acuerdo en perdonar
y así cerraron el día.
A la mañana siguiente, el guía Ram les pidió que abrieran el si-
guiente pergamino:

Liberar y permitir actuar a Dios


Para hacerlo es necesario repetir como mantra,
hasta sentir en el corazón:
“El amor infinito de Dios fluye libremente a
través de mi vida”.

—Las bendiciones fluyen libremente a través de un canal abierto,


pero son impedidas por un canal obstruido. Cuando te aferras con
fuerza al miedo, a la ansiedad, al enojo o a lo que “según tú” debe suce-
der, obstruyes el libre fluyo de lo Divino en tu vida —explicó el guía
Ar, infundiendo cada vez más paz a todos los que lo escuchaban. Su
aura despedía un hermoso olor a rosas que lo asemejaban a un santo.
—Para dejar ir, liberar y permitir a Dios actuar, primero debo
considerar a qué estoy aferrándome en mi vida y en mi corazón. Por
ello es necesario que hagan una lista de cosas, personas o sentimientos
a las que están aferrándose —indicó el guía Ram a sus pupilos de fin
de semana.
Los estudiantes se pusieron a trabajar acomodando las cosas que
estaban en su corazón y en su mente y que necesitaban dejar ir. Entre
ellos, trabajaron en parejas hasta que cada participante concluyó su
lista de cosas a las que estaba aferrado. Para procesarla y soltar cada
cosa, hicieron un ritual de meditación.
—Ya que han reconocido las cosas a las que se aferraban en mente y
corazón, están listos para liberarlas mediante la oración. Cuando estoy

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Un milagro para Ágata 127

listo para dejar ir lo que ya no necesito, se evapora fácilmente —dijo


Ar, recorriendo el lugar sagrado con una chimenea de incienso, que
esparcía en el aire.
—Dejo ir la creencia de que algo falta en mi vida y acepto mi bien.
Dejo ir cualquier pensamiento de limitación o restricción y permito
que el poder de Dios expanda mi experiencia de abundancia, sane
mis heridas y manifieste un futuro más perfecto de lo que jamás he
imaginado —repetían los asistentes, mientras Ar ungía en la frente de
cada persona un aceite sagrado.
Ágata estaba fascinada. No solo había dejado ir a Paolo, sino que
estaba aprendido más sobre la vida de lo que jamás hubiera imaginado.
Muchas emociones nuevas comenzaban a surgir, quería compartirlas
con alguien y platicar hasta el amanecer, pero se sintió decepcionada
porque Ram les pidió no hablar a partir de ese momento y hasta que
terminara el fin de semana. Ella no estaba acostumbrada a estar callada,
por lo que resultó complicado hacerlo, pero conservó su promesa y
se retiró en silencio.
Al amanecer, y después de hacer ejercicios de meditación y esti-
ramientos del cuerpo, los participantes recibieron un masaje curativo
en total silencio. Dejaban que este hablara a través de las manos de
quienes hacían el masaje y se impregnara en su alma. Era una manera
de capturar la esencia del aprendizaje en el capullo del cuerpo.
Abrieron el siguiente pergamino:

Silencio:
“Soy un ser completo y sagrado”. En silencio
dejen que su alma reconozca esta verdad y la
recuerde tatuada en el alma.

—El silencio es sagrado. En el silencio no existe confusión, ni duda


ni miedo. Descansando en Dios puedo estar seguro que la Presencia
Sagrada me rodea y está dentro de mí. Cualquier pensamiento o creen-
cia equivocados, de que estoy separado del creador, se disipa ahora.

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128   ”Estúpido amor“

Deja que el silencio hable, ahí están todas las respuestas —repuso Ram
con un susurro tan suave, que apenas podía escucharse mientras todos
tenían los ojos cerrados.
Al tener los ojos cerrados, estaban solo en su alma, capturando cada
segundo de su esencia. Viviendo el momento con cada pedazo de ella
e impidiendo que algo se robara su atención. Todos se sentían parte
de Dios, una extensión de la creación y lo apegos se iban al estar com-
pletos, llenos de sí mismos con Dios y en Dios sin necesitar nada más.
—En el silencio, tengo el discernimiento necesario para interpre-
tar este sagrado mensaje: “Estate quieto y que sepas que yo soy Dios”.
Siente como tu corazón responde: “Sí, lo sé” y con este conocimiento
mi alma se eleva. Siento un dulce flujo al tiempo en que la tristeza se
evapora y me lleno de gozo —susurraba Ar.
—Me nutro con tiempo de silencio sagrado. Descansando por
completo en la presencia de Dios y aunque sea por un instante, recibo la
seguridad de que soy uno mismo con la Presencia Sagrada. Soy un ser
completo y sagrado —repetían en su mente sin cesar los participantes.
Los mensajes se proyectaban en total silencio en la pantalla del salón
donde se llevaban a cabo los ejercicios finales.
Las personas del retiro y Ágata tenían un brillo especial. La des-
pedida fue muy emotiva y con la instrucción de demostrar sus sen-
timientos en silencio. El contacto del alma era lo único importante
por ahora. Y así quedaría totalmente movida Ágata para ser la nueva
y mejorada versión de sí misma.
Terminó el verano, y con este las vacaciones. Los asesores de tesis
y sinodales eran elegidos para el examen profesional de cada una de las
amigas de antaño. Sus vidas, que se unieron en el kínder y continuaron
hasta concluir su educación profesional, por primera vez tomarían un
rumbo aparte. Ya no se verían en la universidad. La vida laboral traería
muchos cambios, sin duda, y el proceso de titulación representaba el
último trayecto juntas, por lo que decidieron disfrutarlo muchísimo.
Y estar muy unidas.
Había sido un año complicado, pero todas aprendieron mucho
con la experiencia de Ágata. El dolor que juntas sobrepasaron, fue un

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Un milagro para Ágata 129

gran maestro que les enseñó a no caer en relaciones amorosas que


pueden llevarse consigo tus sueños, planes, proyectos e incluso tu
personalidad, gustos, aficiones y destellos.
Una tarde de otoño, en esos días mágicos donde por la tarde
sopla el viento y caen las hojas, y al comenzar a oscurecer se ve muy
pronto la luna –en forma de uña– que nos mira desde el cielo como un
destello, encontraron a una vieja sabia que les propuso leer su suerte
en la palma de la mano. Las cuatro amigas tomaban café en un lugar
precioso rodeado de árboles y la entusiasta conversación no había
parado durante varias horas. Así que una distracción no les caería mal
y aceptaron conocer su destino.
La mujer, llena de sabiduría, con sus manos fruncidas por el paso
de la vida, y su falda larga con vuelos y holanes, miraba profundamente
las manos. Fue el turno de Ágata, la miró a los ojos y sujetó con fuerza
su mano:
—Chiquilla, mucho has llorado, mucho has sufrido y mucho has
aprendido. Haber sido fuerte con esta lección te traerá gran recompensa.
Pero más allá de decirte la suerte, responderé a la pregunta que tantas
vueltas da en tu mente —dijo al tiempo que Ágata la miraba intrigada
pues había resumido perfectamente su último año.
”La respuesta a lo que quieres saber es: sí –continuó misteriosa
haciendo una pausa–, el amor verdadero sí existe y hay evidencia de
ello. Cuando lo encuentres lo sabrás, porque existen cuatro filtros para
reconocerlo. El amor verdadero es: expansivo, ilimitado, incondicional
y eterno.
Las cuatro amigas se miraron entre sí. A todas les interesaba saber
más sobre el amor verdadero y escucharon con atención a la sabia que
tenía magia en verdad.
—Expansivo, ama lo que tú amas y a quien tú amas. Jamás te
pedirá que no veas a quienes quieres o que no hagas lo que te gusta,
eso no es amor. Quien te ama te quiere ver feliz —dijo con voz suave,
mientras hizo una pausa.

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130   ”Estúpido amor“

”Ilimitado, no pone límite, ni cuenta cuando le das para dar. Da


sin límites, ama sin límites y jamás te hará una lista de lo que te ha
dado o ha hecho por ti —continuó.
”Incondicional, jamás te pedirá pruebas, no pone condiciones y
está contigo por el gusto de estar —las miró profundamente.
”Eterno, el amor no pasará. Aunque terminen, aunque ya no se
vean, ese amor seguirá por siempre en quien amó verdaderamente. Así
no hay rompimientos drásticos, ni exigencias no cumplidas y mucho
menos difamaciones o calumnias de quien alguna vez fue tu gran amor.
El amor no pasará jamás. Llegará pronto y no se irá jamás —concluyó
con un gran amor en sus ojos que las mantuvo en silencio.
La anciana soltó la mano de Ágata y en un instante se esfumó. No
esperó a que le pagaran y jamás supieron si existió en verdad o fue
un ángel que bajó del cielo para darles un mensaje que necesitaban
saber. Nunca supieron quién era esta mujer, pero jamás olvidaron el
mensaje que les dio.

F I N

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Un milagro para Ágata 131

RELACIONES SANAS

Cuando una relación se ha enfermado es complicado volver a hacer-


la funcionar. Se puede intentarlo, siempre y cuando sea en compa-
ñía de un profesional de la pareja que los oriente en el proceso, para
dejarse de hacer daño. Es importante que ambos estén de acuerdo y
que no se acceda a ir por presiones de la pareja, ya que el cambio, el
crecimiento y la reflexión deben ser voluntarios para que funcionen.
Es vital comprender que tú no puedes cambiar a alguien por
mucho que lo ames. También hay que entender que a veces las co-
sas no funcionan y es mejor dejarlas así y conservar el aprendizaje
que dejaron.
Lo importante en la pareja es que nos haga crecer y que este-
mos felices –con sus altas y bajas– pero esencialmente felices en la
relación. Cuando algo se siente “forzado” deja de fluir, y cuando las
cosas se atoran es imposible mover la voluntad. Querer cambiar el
libre albedrío de las personas representa una falta grave a su dig-
nidad humana y genera muchas dificultades para la vida. Es como
querer que un río corra para el otro lado, además de desgastante,
es imposible.
De esta manera, para terminar o sanar una relación de bullyno-
vios son necesarios los siguientes pasos:
1. Limpiar:
a) Cambiar tu status, fotos, posteos en redes sociales
b) Tirar fotos, regalos, CDs, recuerdos, cartas
c) Borrar correos electrónicos, mensajes y teléfonos de con-
tacto, esa persona ya no está más en tu vida
d) De preferencia, eliminar de tus redes sociales a amigos
que hayas conocido por esa persona es parte del respeto
e) Regalar ropa, pulseras, bolsas, lociones, todo lo que te
haya dado esa persona para quitar su energía y abrir es-
pacio a que llegue alguien nuevo
f) Si vivían juntos, tirar el cochón y comprar una nueva
cama, almohadas, sábanas, cobijas…
g) Crear un pensamiento que ayude a sanar el alma, puede
ser:
• Me amo y me acepto como soy
• La vida es perfecta
• Todo me sale bien, a tiempo, fácil y agradable de hacer

2. Pedir ayuda, no es fácil salir de una relación donde hubo


maltrato y adicción porque la autoestima queda muy dañada
y lastimada. Recurre a un guía espiritual, coach, psicólogo,
psiquiatra, con quien te identifiques y te sientas bien.

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132   ”Estúpido amor“

3. Perdonar, el proceso de perdón puede ser el que la persona


elija. Existen retiros maravillosos para terminar este proceso
y seguir adelante sin rencores o con el sentimiento de que
alguien te debe. Nadie te debe, todo es perfecto y las cosas
son como tenían que ser.
4. Permitir que Dios actué. Cuando nos aferramos a lo que
nosotros queríamos, queremos o deseamos que suceda,
cerramos la puerta en las narices a Dios y no le permitimos
actuar. La mayoría de las historias de amor que conozco
sucedieron cuando la persona soltó a quien le causó dolor y
de inmediato llegó a su vida la persona de sus sueños.
5. Silencio, es una herramienta maravillosa para sanar. No
basta con el silencio exterior, sino con el interior para estar
de nuevo en paz.

Con estos cinco pasos es posible seguir adelante, curar y no


volver a repetir el patrón. Lo peor que puede hacerse es saltar de
esta relación de bullynovios a otra nueva, sin haber trabajado la
anterior, pues existe el riesgo de que vuelvas a tener una relación si-
milar porque no aprendiste la lección. Saltar de liana en liana como
Tarzán; es decir, ir de relación en relación, no es una buena opción
para ir por la vida.

¿Cómo saber si es amor?


El amor tiene cuatro componentes a los que deberíamos aspirar:
1. Expansivo, ama lo que tú amas y a quien tú amas. Jamás te
pedirá que no veas a quienes quieres o que no hagas lo que
te gusta, eso no es amor. Quien te ama quiere verte feliz.
2. Ilimitado, no pone límite, ni cuenta cuando le das para dar.
Da sin límites, ama sin límites y jamás te hará una lista de lo
que te ha dado o ha hecho por ti.
3. Incondicional, jamás te pedirá pruebas, no pone condiciones
y está contigo por el gusto de estar.
4. Eterno, el amor no pasará. Aunque terminen, aunque ya no
se vean, ese amor seguirá por siempre en quien amó verda-
deramente. Así no hay rompimientos drásticos, ni exigencias
no cumplidas y mucho menos difamaciones o calumnias de
quien alguna vez fue tu gran amor. El amor no pasará jamás.

Algunas señales de amor:


1. No piensas en tu exparejas, ni los ves.
2. No necesitas hablar a fuerzas: no hay momentos incómo-
dos.

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3. Te hace sentir bien.


4. Puedes ser tú mismo.
5. No hay fantasmas en tu relación: no hay celos, confía en ti.
6. No stalkeas.
7. Eres su prioridad: hace cosas por ti.
8. Está ahí cuando lo necesitas.
9. Sabe calmar las aguas.
10. Entiende la importancia de la familia: va contigo a visitar a tu
abuela.
11. Sabe lo que es importante para ti.
12. No es como esperabas: simplemente no hay molde, aceptas
como es la persona.
13. No hay palabras suficientes para decirle cuánto lo amas.
14. Nunca te habías reído tanto.
15. Es tu fan número uno.
16. Nunca te has sentido mejor.
17. Nadie te conoce como esa persona.
18. Es MUY IMPORTANTE: crees que es una persona maravi-
llosa y te inspira para ser mejor.
19. Hace que los días malos mejoren.
20. ¡Nunca te habías sentido así! Esta relación es diferente a
todas las demás.

Lo importante de las relaciones es crecer juntos, ser mejores


uno junto al otro y divertirse. La vida es una aventura maravillosa,
con altas y bajas,– y el verdadero amor todo lo hace ser mejor.

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Bibliografía

Bucay, Jorge, De la autoestima al egoísmo. México, Oceano, 2012.


Venegas, Mónica, Dale Next! México, Urano, 2013.
Goleman, Daniel, La inteligencia emocional. México, Vergara, 2000.
Ziglar, Zig, Nos veremos en la cumbre. México, Diana, 1981.
Vilcis Peñalosa, Javier, Soledad espiritual y desgarramiento moral.
México, Centro de filosofía aplicada, 2007.
Covey, Stephen, Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas.
México, DeBolsillo, 2007.
Romero, Lucy, Somos Diosas. México, Vergara, 2007.
O´Connor, Joseph, Liderear con PNL, España, Urano, 1999.
Beattie, Melody, El lenguaje del adiós. México, Promexa, 2004.
Rojas, Enrique, La ilusión de vivir. México, Temas de hoy, 1998.
Dyer, Wayne, Tus zonas erróneas. México, Grijalbo, 1978.

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Dirigido a personas de
18 a 99 años que quieren:
Taller vivencial: © amar BIEN
© sanar un corazón roto
LOVE DETOX © salir de una relación TÓXICA
© crear la relación de sus sueños

Misión: Entrenarte emocional y espiritualmente para vivir la rela-


ción de tus sueños.
Visión: Desintoxicarte a través de pláticas, ejercicios y meditaciones
de todas las creencias negativas sobre el amor que te pueden llevar a
una relación destructiva; conocerte y decretar la pareja y la relación
que quieres.
Las relaciones tóxicas adictivas afectan al 50% de los noviazgos de
acuerdo al reporte del Instituto Nacional de la JUVENTUD 2014.
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adultos y entendemos que una mala relación de pareja puede llevar
hacia la depresión.
Durante los dos días de taller aprenderás el MÉTODO CAE* para
detectar qué tipo de actitudes te pueden llevar a una relación tóxica
y cuáles son las señales de peligro. Así también te darás cuenta, a
través de ejercicios, cómo evitar actitudes que puedan enfermar tu
relación y comprenderás cuales son las necesidades, tanto del hom-
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