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Por Juan Daniel Gómez Dr. Phil (artículo construido con base en diversas fuentes).

La representación social más común que emerge hoy en día acerca de la Marihuana y
sus efectos es que se trata de una “droga blanda”, prácticamente inocua, cuya
disponibilidad y acceso para usos médicos y recreativos se debe legalizar. Dicha
representación, probablemente heredada de nosotros “los cuchos llamando al orden”, se
apoya en la creencia inequívoca de que los efectos de la marihuana a corto, mediano y a
largo plazo, se atribuyen a un solo producto llamado genéricamente marihuana o
cannabis, fitoquímicamente estable, cuyas variadas sustancias activas o productos
secundarios contenidos en una dosis efectiva, producen en cada persona saludable no
proclive a la dependencia, muy similares respuestas biológicas y comportamentales, así
como parecidos efectos positivos y también negativos sobre la sociedad y el medio
ambiente.

Se sabe de los efectos de la marihuana sobre el estado de conciencia y los sentidos (por
ejemplo, cambios en la percepción del espacio y el tiempo, en la atención y la
concentración, en la percepción de formas sonidos y colores, entre otros), así como de
sus efectos sobre las respuestas motoras a los estímulos corporales y del medio
ambiente (tales como letargia muscular, baja velocidad de reacción, coordinación
disminuida, así como múltiples fallos e imprecisiones en las respuestas motoras debidos
a juicios erróneos de apreciación o de criterio al estimar distancias, tamaños, pesos,
posición de los objetos en el espacio, entre otros). Se conoce también de vieja data que
los fallos en la atención producidos por la marihuana influyen también sobre la memoria
y la capacidad de aprendizaje, al menos cuando se está bajo el efecto de una dosis
personal efectiva. La gente también sabe que, en algunas personas aparentemente
predispuestas a la enfermedad mental, la marihuana desencadena paranoia y psicosis.
También hace ya más de treinta años se demostró que el consumo de marihuana reduce
el recuento de espermatozoides en los varones y que tiene gran afinidad por los tejidos
grasos.

Muchos ahora “cuchos” en Colombia disfrutamos en los 60-70s (y con inusitada


frecuencia bajo los efectos de un “cachito” o un “bareto”) de la música en festivales
como Woodstock o Ancón, de los colores areniscos de Sabriskie Point en las afueras de
Bogotá, de la naturaleza indomable del río la Miel en la Dorada, de salir a caminar,
acampar o echar dedo hasta la costa, del arte pop y el movimiento plástico psicodélico,
de la artesanía hippie, de la paz y del amor libre.

De manera creíble y también con inusitada frecuencia observamos una alta


supervivencia a los riesgos inherentes al consumo de los LSDs de la época (casi siempre
importados de Suiza y EU y sin aditivos venenosos para “rebajarlo”), a los hongos
alucinógenos (que desde entonces no han cambiado significativamente su composición
fitoquímica) y a las marihuanas de la época (básicamente de las cepas de baja a mediana
potencia como la marihuana regular o “forcha” común, cultivada artesanal e
industrialmente en toda la geografía colombiana; la marihuana “punto-rojo” de los
llanos orientales, la rubia de la sierra nevada de Santa Marta cultivada especialmente en
los departamentos del Magdalena y la Guajira, así como la “mango-biche” del Valle del
Cauca).

El “llamado al orden de los cuchos” con experiencia y conocimiento consiste en pensar


que es importante incorporar a nuestras representaciones sociales sobre la marihuana y
sus efectos, a nuestra cultura ciudadana y de canábicos activos, nuevos hechos y
evidencias que han permitido detectar riesgos importantes y generar dispositivos de
acción técnica para reducir posibles daños asociados al consumo de marihuana de alta
potencia o marihuana cosechada de semillas química y biológicamente intervenidas.

El primer paso pareciera incorporar a nuestros imaginarios sobre marihuana, que existen
diferentes marihuanas y no solo una marihuana, que sus diferentes composiciones
fitoquímicas ocasionan diferentes efectos biológicos y comportamentales sobre las
personas, y que esto tiene consecuencias e interacciones, muchas veces negativas, con la
sociedad y el medio ambiente. Un segundo paso, consiste en tomar consciencia a partir
de la evidencia, de acuerdo con la cual las marihuanas procedentes de semillas regulares
(semillas macho y hembra que se obtienen de forma natural y sin intervención química
por polinización) pueden ser consideradas “droga blanda”, mientras que las marihuanas
procedentes de semillas obtenidas por autofloración o feminizadas (semillas macho y
hembra o sólo hembra que se obtienen de forma artificial manipulando variables
medioambientales como la luz, entre otras, y mediante intervención química) han
mostrado tener características muy similares a las de las llamadas “drogas duras.”
Finalmente, el tercer paso consiste en resignificar nuestras representaciones sociales
acerca de la inocuidad de algunas marihuanas, incluido el cannabis medicinal, que en
ocasiones corresponde a la categoría de sustancias de alta potencia o “potencia brutal”,
tal y como lo denominan los mismos productores y comercializadores de semillas
modificadas biológicamente, quienes no la recomiendan para consumidores ocasionales
(p. ejemplo, en el catálogo de semillas de Dinafem 2014. En: www.dinafem.org ).

Como se mencionó, existen muchas semillas regulares que se obtienen por polinización
natural de plantas macho y hembra que corresponden a cepas adaptadas a la geografía
colombiana desde los años 30s del siglo pasado. Desde los 70-80s, en EU y en Europa
(en Holanda por ejemplo), se comenzó a obtener biológicamente nuevas y muy diversas
semillas resultantes de también diversos cruces de cepas de ruderalis con sativa o
índica, las cuales al no depender del fotoperiodo y de otras condiciones ambientales
florecen rápida y automáticamente al llegar a cierta edad, lo que se conoce como
autofloración. La autofloración se “mejora” a través de medios químicos y la
manipulación programada de diferentes variables ambientales, entre otras condiciones.
Otro variedad inmensa de semillas procede sólamente de plantas hembra que con el
tiempo se hacen hermafroditas, es decir, que en condiciones críticas externas la planta
actúa como planta macho y como planta hembra fertilizándose a sí misma.

Los dos últimos tipos de semillas (de autofloración y feminizadas) se obtienen


fácilmente en Colombia y casi en todo el mundo. La marihuana o cannabis ordinario
contiene cerca de un 2% a 7% tetrahidrocannabinol o THC (la sustancia activa primaria
de la marihuana) mientras que la que se obtiene de semillas por autofloración o
procesos de feminización contienen entre un 18 y un 24% de THC. Estas son las
marihuanas de alta potencia que además poseen menor cantidad de otras sustancias
denominadas secundarias (pero no menos activas como el canabidiol o CBD). En en el
cannabis ordinario el equilibrio entre componentes es característico. En la actualidad se
vende en Colombia, entre otras muchas marihuanas de mediana y de alta potencia, el
cannabis tipo Corinto y el tipo “Creepy” (espeluznante, misterioso), este último una
variedad holandesa modificada, más lucrativa y eficaz que la marihuana regular, que de
acuerdo con el diario alemán “Die Welt”, se paga diez veces más cara que esta última.
(http://www.welt.de/vermischtes/weltgeschehen/article13486061/Kolumbianer-bauen-
gruseliges-Gen-Cannabis-an.html )

Entre las marihuanas de “potencia brutal” se encuentra la más vendida en el mercado


del sur de California (EU), popular allí entre raperos, actores y VIPs ( ver catálogo
dinafem de semillas en: www.dinafem.org), conocida como OG Kush. Contiene un 24%
de THC y un 0,2% de CBD, la cual tiene una base genética en el apareamiento de la
cepa Lemon Thai con otra llamada ChemDog. También es catalogada como brutalmente
potente la Original Amnesia, la variedad feminizada holandesa más popular en los
marihuana-coffeshops de los Países Bajos, conocida por las lagunas o baches que
ocasiona en la memoria, lo que en neuropsicología y en neurología clínica se conoce
como Amnesia Global Transitoria (o TGA por sus siglas en inglés). Conocida por su
altísima potencia, también está la Blue Kush, una yerba “cerebral y eufórica, no
recomendable para usuarios ocasionales” (www.dinafem.org) . Tal vez la marihuana de
alta potencia más consumida en Estados Unidos y en el Reino Unido es la
Kush’N’Cheese, con 20% THC y muy pocos cannabinoides secundarios.

También existe una aparentemente exquisita variedad de clones élite de alta potencia
que dominan el mercado de la marihuana hoy en día en Europa y las Américas. Su
potencial de generar dependencia o potencial adictivo es tal, que virtualmente ha
acabado con el mercado del cannabis ordinario, y ha aumentado en más de un 70% las
anteriormente excepcionales consultas médicas, psicológicas y psiquiátricas asociadas
al consumo o a los síntomas de abstinencia de marihuana de potencia normal. Entre una
gran variedad de clones de élite se cuenta, por ejemplo, la combinación de Strawberry
con Amnesia, de base genética sativa la primera e índica la segunda.

Entre los efectos secundarios adversos atribuidos a las marihuanas de alta potencia se
cuentan: para el 9% de los consumidores, el 17% de los que comienzan en la
adolescencia y para el 25 a 50% de los que la consumen diariamente,
 alteraciones y
retraso en el desarrollo cerebral, tales como deterioro de la conectividad funcional de las
áreas prefrontales, hipocampo y circuito de la recompensa y por lo tanto 
 bajo
desempeño cognitivo (memoria, planificación e inhibición del comportamiento,
atención, toma de decisiones, procesos perceptivo espaciales, memoria de trabajo y
procesamiento de algoritmos numéricos, entre otros). Estos efectos han mostrado
relación estadísticamente significativa con consumo durante la niñez y la adolescencia
ya que el cerebro continúa en desarrollo activo, orientado por la experiencia, desde el
período prenatal hasta aproximadamente los 21 años.

Finalmente, la evidencia indica que con el consumo de marihuanas de alta potencia el


sistema endocannabinoide presenta alteraciones tales como pérdida de receptores, hipo-
o hipermetabolismo de anandamidas, lo que puede ocasionar, entre otros, trastornos
asociados con el sueño, el apetito, el miedo y las respuestas de defensa y supervivencia,
la recompensa, el crecimiento óseo, los procesos respiratorios, vasculares, y los
procesos inmunológicos que actúan contra el cáncer, los hongos, virus y bacterias.

La lección aprendida por los holandeses es una forma de llamadada al orden de los más
cuchos en regularización de la marihuana: “considerar el cannabis de alta potencia
como una droga dura servirá para controlar mejor la situación. Que el producido en
Holanda tenga porcentajes tan altos de THC responde a los procesos de manipulación
de la planta. Los coffeeshops saben lo que venden y la responsabilidad es suya", afirma
el funcionario holandés Ivo Opstelten, quien dijo que “si no se pueden medir el THC
que tienen los diferentes tipos de cannabis que se vende en los marihuana-coffeshops, se
tendrán que cerrar los establecimientos" (http://www.lanacion.com.ar/1439916-d...o-de-
marihuana).

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