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LIMA,RESUMENL
a población criolla de la ciudad de Cajamarca, capital de lde su mismonombre, por sugerencia e
invitación del marqués de Torre Tagle, Intendente de Trujillo, juró su independencia el 8 de
enero de 1821. La nobleza indígena de la localidad altomar conocimiento– concurrió para
plantear que el gobierno del nuevo Estadocorrespondía a un descendiente de Atahualpa que
vivía en el vecindario. Y aunque se leescuchó y transmitió su pedido a Torre Tagle, nadie dio
respuesta a esta argumentación.Lo que evidencia que para la oligarquía y la aristocracia criolla
de la Intendencia deTrujillo, los sucesores de los Incas no constituían ninguna alternativa de
gobierno.
Introducción
No voy a insistir sobre los pormenores que originaron las razones por las cuales elintendente de
Trujillo, marqués de Torre Tagle, convocara para que los subdelegados delos partidos o
provincias que componían el territorio jurisdiccional de su mando, jurasenla independencia
regional cada cual en sus respectivas áreas. Es una temática conocida por los historiadores. Mi
propósito es tratar de un suceso inédito que ilustra, contransparencia, de cómo ocurrieron dos
acontecimientos que demuestran una vez másque la liberación –desde un comienzo– fue para
los criollos y no para los indígenas.
La jura de la independencia en Cajamarca.Desengaño de los descendientes de Atahualpa
Pues bien, en los primeros días de enero de 1821 el gobernador de Cajamarca, elcoronel
chachapoyano don Antonio Rodríguez de Mendoza, hermano del rector del Convictorio de San
Carlos (Lima), recibió una circular rubricada por el intendentede Trujillo, quien le incitaba y
reconvenía a jurar y proclamar la Independencia en sucabecera provincial, cual emulación y eco
de lo ya llevado a efecto en el AyuntamientoPatriótico de Trujillo el 29 de diciembre anterior. El
referido coronel, como disciplinadomilitar y subalterno, hizo un llamamiento a los vecinos
terratenientes y obrajerosresidentes en la ciudad del Cumbe para que hiciesen lo mismo, al lado
de los miembrosdel Cabildo de Españoles, al que súbitamente le transmudaron de membrete –
como al dela capital de la Intendencia– titulándole Ayuntamiento Patriótico. Y no por error
oamnesia, sino con sobrada recapacitación no cursó ninguna invitación a don ManuelSoto
Astopilco, cacique principal de las Siete Huarangas de la provincia, ni a donManuel Anselmo
Carhuaguatay, curaca de la huaranga de Cajamarca, personajes denotoria distinción en la
población rural y aldeana; y tampoco a los dos alcaldes delCabildode Naturales, restablecido a
raíz de la abolición de la Constitución de Cádiz en1814. (La que si bien fue restituida en
setiembre de 1820, las circunstancias político-militares impidieron su aplicación en la
Intendencia de Trujillo). Lo hecho por AntonioRodríguez de Mendoza prueba la falta de interés
entre los criollos por la poblaciónindígena, sin ninguna propuesta para resolver la exclusión en
que transcurría esta partemayoritaria de la población.
Don Manuel Soto Astopilco residía en su antigua morada de piedra, entre cuyoscompartimentos
se contaba el aposento en el que estuvo cautivo Atahualpa, másconocido como cuatro del
rescate, con muros del más puro estilo incaico, reputadocomo una reliquia memorable, muy
concurrida por los visitantes y viajeros cultos ycientíficos. Dicho habitáculo configuraba la única
huella del «palacio» de los incas enCajamarca. Década tras década los ancestros de tan
venerable familia narraban el mitode como en el subsuelo del edificio que ocupaban existía –
desde la era delTahuantinsuyo– un huerto con árboles, arbustos, frutos, aves y otros animales
fundidosen oro purísimo, trabajados con arte y delicadeza exquisitos, e incluso –aducían– de
queallí se conservaba la anda dorada de Atahualpa. Maravillas que sólo podrían ser sacadasy
expuestas a las muchedumbres indígenas cuando llegase el renacimiento del Imperiode los
Incas que,de efectivizarse, traería consigo por segunda vez la felicidad para la población
nativa.En el pensamiento de la aristocracia autóctona de Cajamarca prevalecía la idea
delretorno de los soberanos incas. Desde luego que estos sueños utópicos, mesiánicos
yfantásticos estaban apoyados en remembranzas y tradiciones del tiempo delTahuantinsuyo, en
que realmente existieron vergeles de este modelo tanto en el Cuscocomo en Cajamarca y otros
centros administrativos imperiales. Pero en 1821 ello apenasconstituía una vigorosa quimera
que alimentaba a la utopía andina, esperando con paciencia el día de la redención, de la justicia
y del orden en el Perú, aspiraciones quelas sostenían con obsesión y certeza. Eso de meditar en
el resurgimiento del ImperioIncaico conformaba una creencia generalizada entre los runas
andinos que, como todo pueblo oprimido, pensaba en su emancipación, en el regreso al antiguo
estado de cosas perfectas. El re-cuerdo de los incas todavía seguía vivo. Y justamente
aquellamentalidad mesiá-nica puede ser la causa para que se mantuviera reforzada la
tradiciónde la ascendencia incaica de los Astopilco.Por el mismo lapso moraba en Cajamarca
otra prosapia perteneciente a la rancia noblezanorserrana: los Astoquipán, descendientes de los
Carguarayco, y éstos de los reyesChuquimancu y Cuismancu, entroncados con Túpac Inca
Yupanqui y Huayna Cápac.La parentela de los Tito Uscamayta, caciques de la pachaca de los
mitimaes Incas, ya sehabía extinguido en las postrimerías del siglo XVIII. Por cierto que
Astopilco ya no eraindígena puro, sus rasgos físicos e indicios de barba revelaban su mezcla con
sangrehispana, pero en Cajamarca nadie ponía en duda su consanguinidad con Atahualpa
por línea femenina, lo que anuncia que evocaban el pasado y especulaban sobre
lascontingencias del presente. Por consiguiente, la ceremonia cívica y solemne fueseñalada
para el 8 del citado mes de enero de 1821. Y, justo, cuando la selectaconcurrencia de la mayor
porción de la oligarquía criolla se encontraba reunida en plenoen la sala principal del novel
Ayuntamiento Patriótico, por tener noticias de lo que iba aacontecer, hicieron acto de presencia
ambos personajes étnicos –Astopilco yCarhuaguatay– acompañados de un escogido grupo de
hombres pertenecientes a lanobleza indígena del lugar. Unos y otros solicitaron su ingreso que,
al ser permitido,aprovecharon el citado par de caciques, pero principalmente Astopilco, para –
ante elgobernador provincial– dejar sentada su posición de descendiente de Atahualpa y, por
lotanto, con facultad para ocupar el gobierno del flamante Estado en tales circunstancias.Quería
hacer valer su opción como sucesor de los soberanos incas por la rama materna.Raudamente
bosquejó sus ideas sobre la devolución del poder a los herederos de ladirección imperial andina,
y no ocultó sus osadas intenciones de arribar a algunos
acuerdos con las autoridades criollas con el objetivo de liberar a los indígenas comunesde la
explotación llevada cabo a través de la prestación de servicios y tributos. En talsentido dejó oír
su parecer proponiendo la restauración del Estado del Tahuantinsuyo ysu derecho a la corona.
No hay noticias de que hubiese hecho alusión a posiblesvínculos con los lejanos y extenuados
incas del Cusco. En medio de un silencio que lesescarnaba la piel, la alta jefatura criolla,
flanqueada por la adusta elite terrateniente yobrajera, escuchó con aparente serenidad dichas
pretensiones, y sin permitir queAstopilco terminara su explicación, el coronel Rodríguez de
Mendoza cortó laalocución, prometiendo transmitir tales planteamientos a Torre Tagle, para que
ésteevaluara y definiera el reclamo. Frente a tan contundente y evasiva contestación,
losseñores étnicos abandonaron la sala consistorial. Y acto seguido, la independencia
fue jurada por la empingorotada concurrencia, dejando –de manera tácita– entrever suabierta
intención de que se avenían y se plegaban al movimiento libertario que podíaconcluir en un
gobierno de tipo monárquico o tal vez republicano, pero en cualquiera delos casos comandado
por criollos y no por indígenas por más señoriales y de regias prosapias que pudiesen hacer
ostentación. Y ahí quedó todo, porque el marqués deTorre Tagle no examinó ni contestó nada; ni
a los patriarcas criollos de Cajamarca – como es lógico– les importó dar respuesta al asunto. Lo
que patentiza que en el discursode los ideólogos de la intendencia de Trujillo los incas no
constituían una alternativa degobierno. Fue la primera ejemplificación, por lo menos en el Norte
del Perú, de cómo laindependencia era un movimiento eminentemente criollo, con nulos y sin los
másopacos visos de indianidad. Al percatarse que no recibían ninguna importancia, loslíderes
indígenas de la provincia quedaron desengañados, sin que el uno ni el otro – Astopilco y
Carhuaguatay– se sintiera animado a tocar públicamente de nuevo lacuestión. Comprendieron
que las «reformas liberales» no eran para ellos.Tanto Astopilco como Carhuaguatay eran
bilingües, quechua y castellano hablantes, ocomo decían en aquellas centurias, unos hábiles
ladinos y, además, bastanteacomodados económicamente. Tenían un amplio conocimiento de
sus genealogíasfamiliares, ardaban expedientes demostrativos de sus respectivos linajes. Como
expertoslectores y escribientes, consultaban a menudo las Leyes de Indias, libros de
historia,cédulas, ejecutorias y provisiones reales, a más de las resoluciones de las Cortes
deCádiz y otros pliegos a los que podían acceder. Y también captaban la emocionadaretórica
política de igualdad y libertad ciudadana que difundían los patriotas de Trujilloy sobre todo el
general José de San Martín y sus voceros en sus comunicaciones y proclamas, textos que les
gustaba reunir y coleccionar. En la situación de Carhuaguatay,a lo ya dicho hay que añadir su
carácter expansivo, expresivo y contestatario, cualidadesdemostradas desde 1811.
Precisamente por eso sus coterráneos lo habían elegido añosantes alcalde y más tarde regidor y
procurador en el Cabildo de Naturales, es decir,defensor de los derechos de los indígenas de
distintas jerarquías sociales de la ciudad y provincia de Cajamarca.
La desilusión de los yanaconas de Porcón.Imposibilidad de declararlos comuneros y ciudadanos
Pero esto no es todo. Transcurridos seis meses y siete días, el 15 de julio del propio añode 1821,
un Cabildo Abierto celebrado en Lima por decisión de su Ayuntamiento,aceptó para que lo
propuesto por el general José de San Martín se oficializara con la jura
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Qué es el fascismo
El fascismo constituye una de las corrientes ideológicas más influyentes en el panorama
político mundial del siglo XX.
Es una ideología política fundamentada en el corporativismo, exaltando la idea de nación por
sobre la del individuo, teniendo un gobierno central en busca de la idea de una sociedad
perfecta.
Nace en Europa, específicamente en Italia representado por Benito Mussolini.
DEMOCRATIZACIÓN
I. Concepto
Por ello a menudo se ha definido la democracia como el gobierno del pueblo, haciendo
hincapié en las fuentes del poder. Pero el órgano de gobierno, en el caso de aceptar
tal definición, es difícilmente imaginable en sociedades complejas. El “pueblo” podría
ser el órgano de gobierno sólo en una comunidad pequeña, donde la asamblea del
pueblo pudiera reunirse y sus miembros interactuar al tomar decisiones.
Los consensos para comenzar los procesos de democratización que han tenido lugar
en Latinoamérica sobre todo a partir de la década del 80 han asumido distintas
formas. En Brasil, Perú, Ecuador y Bolivia se basaron en tentativas y acuerdos
fundamentalmente sobre aspectos electorales entre la oposición y un representante
autorizado de la coalición que intentaba liderar la transición desde el régimen
autoritario. En casi todos los casos los principales participantes fueron los líderes del
gobierno y los partidos de la oposición, pero también hubo acuerdos implícitos o
explícitos con los líderes de las fuerzas principales, sociales e institucionales,
incluyendo la Iglesia, el empresariado y los sindicatos, variando esta constelación de
acuerdo al peso diferencial que en distintas sociedades han tenido estos actores
sociales. Por ejemplo en Perú y la Argentina los militares combatieron y proscribieron
a los apristas y a los peronistas respectivamente; sin embargo, como la
democratización requiere la concertación con adversarios irreconciliables del pasado,
las Fuerzas Armadas debieron aceptar la participación en la política de sus antiguos
oponentes.
quinto La presión norteamericana para que el gobierno peruano erradique loscultivos de coca y
ataque al narcotráfico atenta contra la estrategia militar de hacerse de la vista gorda ante estas
actividades con la intención de concentrarsus acciones en la lucha contra lasubversión,
buscando dividir la alianza entre cocaleros e insurrectos. De lo contrario se correría el riesgo de
afirmar dicha alianza y, eventualmente, enfrentar un movimiento de "liberación
nacional"liderado por SL, tal como está diseñado en los planes de Guzmán.
El gobierno norteamericano desconoció la situación particular del Perú y acusó a los militares
de estar comprometidos en el comercio de la coca - y también en la violación de los derechos
humanos -, haciendo filtrar noticias sobre una eventual intervención armada vista la incapacidad
Militares,Subversion y Narcotrafico
Desde el inicio del régimen constitucional los agentes de la subversión fueron actores básicos
del escenario político porque mediante sus prédicas y sus acciones contribuían a socavarlo y
porque constituyeron un nuevo motivo de división de la dirigencia política respecto a las causas
y los medios para enfrentar la insurrección.
Belaunde no le concedió importancia a la subversión ni tampoco al narcotráfico debido a que se
concentraban en alejadas zonas rurales tradicionalmente desatendidas por el Estado.
proclamas nacionalistas y las políticas asistencialistas serían suficientes para que estos
problemas desaparecieran. Pero la creciente expansión de los grupos insurrectos y el desarrollo
de las acciones terroristas en las principales ciudades motivó que la opinión pública y el
gobierno reconocieran tardíamente la gravedad del problema subversivo. Los 25,000 muertos y
el medio millón de desplazados, la destrucción de instalaciones por 22,000 millones de dólares
-monto equivalente al de la deuda externa- la inseguridad pública y la repercusión internacional
de estos hechos contribuyeron a que la subversión adquiriera una especial relevancia política y
económica.
Sin embargo, esta situación no ha sido suficiente para forjar el consenso necesario para atacar
las diferentes aristas del problema, dejando ver elprofundo grado de fragmentación y
distanciamiento entre los actores políticos. Mientras unos explicaban la subversión por la
histórica "violencia estructural" sufrida por las capas populares y proponían la alteración de las
injustas condiciones económico-sociales para detenerla, otros la achacaban al desarrollo de los
postulados marxistas durante el "Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada" (1968-80) y a la
conspiración del comunismo internacional, planteando
Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) reflejan vivamente
en su reclutamiento, ideología y asentamiento la clásica fragmentación social, cultural y
política del país. Ambos grupos searraigan en diferentes sectores de la juventud popular;
mientras los cuadros dirigentes de SL provienen de los capas "mestizas" desarraigadas de las
áreas serranas, donde se concentra la extrema pobreza del campesinado indígena, los
integrantes del MRTA tienen su origen en las zonascosteñas, semiurbanas y "criollas". Esta
contrastada composición social y cultural va de la mano consus diferentes identidades
políticas: mientras el primero se afilia a fórmulas yprácticas maoístas, el segundo se asocia con
planteamientos castristas.
Estos factores han derivado en una sangrienta lucha entre SL y el MRTA por la "hegemonía"
revolucionaria y el control de los recursos provenientes del tráfico de la coca, con la
consiguiente complejización de la lucha contra la subversión
La declarada hostilidad de SL y el MRTA al Estado, manifiesta en las amenazas, extorsiones y
asesinatos de militares, autoridades y funcionarios, se extiende a las organizaciones populares
que compitan con ellos. Las diferentes acciones destinadas a dividirlas y eliminarlas se
acompañan de intimidaciones y "liquidaciones" a eclesiásticos y miembros de organizaciones
no-gubernamentales, a dirigentes de Izquierda Unida y del APRA, de las organizaciones
campesinas, sindicales y de las organizaciones urbanas, ensañándose particularmente con las
que congregan a mujeres.
Si al inicio de sus acciones las izquierdas, las organizaciones populares allegadas a ellas y las
que defienden los derechos humanos explicaron, si no justificaron, la subversión como
consecuencia de la histórica explotación social, los crímenes cometidos por SL y el MRTA
produjeron su rechazo; pero no por ello dejaron de acusar a las Fuerzas Armadas por la violación
de los derechos humanos. En estas condiciones, los gobiernos, los militares y los subversivos
consideraron a las izquierdas y sus simpatizantes como enemigos, hostigándolos y
contribuyendo a su desgaste organizativo.
La presión norteamericana para que el gobierno peruano erradique loscultivos de coca y ataque
al narcotráfico atenta contra la estrategia militar de hacerse de la vista gorda ante estas
actividades con la intención de concentrarsus acciones en la lucha contra lasubversión,
buscando dividir la alianza entre cocaleros e insurrectos. De lo contrario se correría el riesgo de
afirmar dicha alianza y, eventualmente, enfrentar un movimiento de "liberación
nacional"liderado por SL, tal como está diseñado en los planes de Guzmán.
El gobierno norteamericano desconoció la situación particular del Perú y acusó a los militares
de estar comprometidos en el comercio de la coca - y también en la violación de los derechos
humanos -, haciendo filtrar noticias sobre una eventual intervención armada vista la incapacidad
del Perú para controlar su territorio.
Liberalismo y autoritarismo"fujimorismo"
El desenlace autoritario del país ha llevado a debatir, y no sólo en el Perú, sobre la necesidad o
inevitabilidad de la interrupción constitucional como condición para instaurar la autoridad
estatal y asegurar la necesaria continuidad de las reformas económicas de manera de confirmar
la estabilidad política y económica.
A este respecto, existen posiciones encontradas; unos consideran que la solución autoritaria es
la única factible para avanzar en el proceso de "modernización" y el desarrollo del país,
poniendo como ejemplo a Pinochet; mientras otros desestiman esta supuesta fatalidad, en tanto
consideran que se podría haber logrado ese objetivo en el marco institucional, si no hubiera sido
porque las condiciones del país permitieron que Fujimori realizara sus ambiciones personales y
las Fuerzas Armadas pudieran actuar fuera de la luz pública.
Pero el estilo neopatrimonial de Fujimori es el talón de Aquiles del gobierno. Su extremo
voluntarismo y rechazo a las mediaciones institucionales impiden atender los intereses y
demandas sociales que pueden desembocar en situaciones conflictivas. En este sentido,
sectores empresariales y algunos grupos populares han reaccionado contra el programa
económico, puesto que no tiene visos de corregir la continua recesión ni el rebrote inflacionario,
orillándose situaciones de ruptura del consenso logrado por Fujimori.
De proseguir esas dificultades y a instancias de las presiones de algunos de los
"independientes" con aspiraciones a reemplazarlo, no sería de extrañar que Fujimori buscara
repetir un audaz "salto hacia adelante", que podría ser al vacío.