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Cfr. E. CÓFRECES - R. GARCÍA DE HARO, Teología Moral Fundamental, cit., p. 475.494-
516.
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Por eso, el pecado venial «no deberá ser atenuado como si automáticamente se
convirtiera en algo secundario o en un “pecado de poca importancia”» (Reconciliatio et
paenitentia, n. 17). Cfr. SAN AGUSTÍN, In epistolam Ioannis ad Parthos tractatus, 1, 6: SC
75, 126; Catecismo, n. 1863.
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La Const. Benedictus Deus, 29-I-1336: DS 1002, recuerda que los pecados mortales
merecen el infierno; y el Catecismo enseña: «El pecado mortal destruye la caridad en el
corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios,
que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior» (n. 1855); «si no es
rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo
y la muerte eterna del infierno» (n. 1861).
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Reconciliatio et paenitentia, n. 17. Cfr. Veritatis splendor, n. 70.
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«La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un
robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los
padres es más grave que la ejercida contra un extraño» (Catecismo, n. 1858).
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Jn 19, 11.