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Sentido análogo del pecado — Cuando se emplea el término “pecado”


en referencia al mortal y al venial, es necesario notar que el término “pecado”
se usa en sentido análogo. Entre el pecado mortal y el venial existe una cierta
semejanza, pero al mismo tiempo una enorme diferencia, precisamente en lo
que se refiere a la misma razón de pecado: no se trata solo de una mayor o
menor gravedad, de una diferencia de grado, sino que son pecados de manera
esencialmente diversa, por eso se habla de distinción teológica del pecado79.

La razón de pecado se encuentra plenamente solo en el pecado mortal


y, de manera imperfecta, en el venial, pues el pecado mortal es del todo
incompatible con la gracia y la caridad, y, por tanto, implica la separación de
Dios, mientras que el pecado venial no es incompatible con la caridad, aunque
la debilite80. Así pues, el pecado mortal hace perder la vida divina en el alma, y
el venial solo la menoscaba y hace difícil el ejercicio de las virtudes infusas;
como consecuencia, solo el pecado mortal cierra la entrada en el reino de los
Cielos81. El hombre, «mediante un acto consciente y libre de su voluntad,
puede […] caminar en el sentido opuesto al que Dios quiere y alejarse así de
Él (aversio a Deo), rechazando la comunión de amor con Él, separándose del
principio de vida que es Él, y eligiendo, por lo tanto, la muerte. Siguiendo la
tradición de la Iglesia, llamamos pecado mortal al acto, mediante el cual un
hombre, con libertad y conocimiento, rechaza a Dios, su ley, la alianza de
amor que Dios le propone, prefiriendo volverse a sí mismo, a alguna realidad
creada y finita, a algo contrario a la voluntad divina (conversio ad
creaturam)»82.
No todos los pecados mortales tienen la misma gravedad 83; Jesús dijo a Pilato:
«El que me ha entregado a ti tiene mayor pecado» 84, y el Señor, por boca de Jeremías,

79
Cfr. E. CÓFRECES - R. GARCÍA DE HARO, Teología Moral Fundamental, cit., p. 475.494-
516.
80
Por eso, el pecado venial «no deberá ser atenuado como si automáticamente se
convirtiera en algo secundario o en un “pecado de poca importancia”» (Reconciliatio et
paenitentia, n. 17). Cfr. SAN AGUSTÍN, In epistolam Ioannis ad Parthos tractatus, 1, 6: SC
75, 126; Catecismo, n. 1863.
81
La Const. Benedictus Deus, 29-I-1336: DS 1002, recuerda que los pecados mortales
merecen el infierno; y el Catecismo enseña: «El pecado mortal destruye la caridad en el
corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios,
que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior» (n. 1855); «si no es
rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo
y la muerte eterna del infierno» (n. 1861).
82
Reconciliatio et paenitentia, n. 17. Cfr. Veritatis splendor, n. 70.
83
«La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un
robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los
padres es más grave que la ejercida contra un extraño» (Catecismo, n. 1858).
84
Jn 19, 11.

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