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En cuanto a la música, se
suscitan dudas acerca de su utilidad.
En la música sólo han encontrado una digna ocupación para matar el ocio,
y esto han tenido en cuenta en la práctica; porque, según ellos, si hay un solaz
digno de
un hombre libre, éste es la música. Homero es del mismo dictamen cuando pone en
boca
de uno de sus héroes estas palabras:
Convidemos al festín a un cantor armonioso 4,
o cuando dice que algunos de sus personajes llaman
Al cantor, cuya voz sabrá hechizar a todos 5,
y en otro pasaje Ulises dice que el más dulce de los placeres para los hombres,
cuando se
entregan a la alegría,
Escuchar en el festín, en que todos toman parte, los acentos del poeta... 6.
n verdadero
goce
medio de descanso.
sin
duda, por qué se cree encontrar la verdadera felicidad en estos placeres, que, sin
embargo,
no la proporcionan.
Y,
ciertamente, los modifica. Véase la impresión que producen en los oyentes las obras
de
tantos músicos, sobre todo de Olimpo
Cada vez que las armonías varían, las impresiones de los oyentes mudan a la par
que cada una de ellas y las siguen en sus modificaciones. Al oír una armonía
lastimosa,
como la del modo llamado mixolidio13, el alma se entristece y se comprime; otras
armonías
enternecen el corazón, y son las menos graves; entre estos extremos hay otra que
proporciona al alma una calma perfecta, y este es el modo dórico, único que, al
parecer,
causa esta última impresión; el modo frigio, por el contrario, nos llena de
entusiasmo.
La música es, pues, un verdadero goce; y como la virtud consiste en saber gozar,
amar,
aborrecer, como pide la razón, se sigue que nada es más digno de nuestro estudio y
de
nuestros cuidados que el hábito de juzgar sanamente las cosas y de poner nuestro
placer
en las sensaciones honestas y en las acciones virtuosas.
Los ritmos no varían menos que los modos. Los unos calman el alma, los
otros la conmueven; pudiendo ser las formas de estos últimos más o menos vulgares,
de
mejor o peor gusto.