1. Para Spencer, la evolución es un principio universal, desde el sistema solar a
los seres vivos y a la sociedad humana, y sus productos han cambiado de lo simples y homogéneo a lo complejo y diferenciado. Este proceso de heterogenización y de individualización es inevitable, es una ley que lleva al progreso en todos los niveles de evolución. Para Spencer, el darwinismo, en particular su noción central de selección natural, vino a validar sus tesis evolucionistas. En el caso de la humanidad, el éxito social era muestra de una superioridad hereditaria que garantizaba el triunfo en la lucha por la existencia. La mayor diferencia entre Darwin y Spencer se encuentra en la defensa de Spencer de una fuerza intrínseca, misteriosa, desconocida, que trabaja continuamente en la producción de variación. Esta fuerza, llamada por él “Poder inescrutable” o “Incognoscible”, era una idea religiosa, pues dicha fuerza podía identificarse con Dios. Esta fuerza creaba la diversidad inicial sobre la que la selección natural actuaría mecánicamente
Por otra parte, la teoría evolucionista de Spencer tiene fuertes raíces en el
lamarckismo, depende en alto grado en la herencia de caracteres adquiridos, no tiene, como es el caso en Darwin, una fuente alterna de variación –las modificaciones espontaneas y el azar en cuanto a su carácter adaptativo–. En Darwin, la selección natural favorece a los más fuertes en la lucha por la existencia, las entidades que interactúan en esta lucha funcionan como selectores de los caracteres hereditarios que determinan el mayor vigor. Aquí la selección natural es una fuerza creativa. En Spencer, la lucha tiene otro sentido, el sufrimiento obliga a los individuos a ir más allá de los límites de la herencia. Como señala Bowler, “el propósito de la lucha no es eliminar al no apto sino forzarlo a volverse apto. Las miserias que siguen al fracaso son la mejor manera posible de educar al débil para que sea más industrioso y emprendedor en el futuro. Eliminar la estupidez congénita es sólo un factor secundario la vasta mayoría de la gente tiene la habilidad de funcionar adecuadamente en el mundo con sólo poner su mente en ello, y la ventaja del individualismo sin restricciones es que fuerza a cada uno a maximizar sus esfuerzos y explotar su iniciativa por completo” (Bowler, 1990, p. 198). Para Spencer, los cambios logrados serían convertidos en hereditarios y sólo los incapaces de cambiar serían eliminados (Spencer, 1851a). Spencer, como Ernst Haeckel, no aceptó la participación del azar en la evolución. Para él, toda estructura y toda función tiene un propósito y éste tiene siempre que ver con el progreso. La definición de evolución de Spencer no puede ser más direccional. Hay en ella una tendencia eterna hacia el aumento en la complejidad: “La evolución es una integración de la materia y la concomitante disipación de movimiento; durante la cual la materia pasa de una incoherente e indefinida homogeneidad a una definida heterogeneidad coherente” (Spencer, 1851b, p. 396). La concepción de Spencer hace análogos el desarrollo histórico y el desarrollo del organismo individual (evolución y ontogenia), de ahí su carácter teleológico: en la evolución, como en el desenvolvimiento embrionario, todo está previsto.
2. Los convencidos de la abrumadora superioridad de su mundo no necesitan
esperar el advenimiento de cosas mejores. La promesa de optimismo evolutivo atrae principalmente a aquellos que luchan por recuperar el sentido de destino en un mundo que parece girar sin control; empero podría añadirse, que el dedicarse a esa lucha etérea, en términos generales, es privilegio de los opulentos, quienes pueden darse el lujo de cavilar sobre los asuntos cósmicos, mientras el resto de nosotros prosigue con los asuntos prioritarios de la vida. En el siglo XIX, el tipo de evolucionismo de Spencer fue bálsamo para el “malestar de una sociedad que se transforma a si misma mediante la industrialización a una velocidad hasta ahora sin precedente en la historia del mundo”. En la época moderna las experiencias de dos guerras, seguidas por la aterradora perspectiva de un conflicto nuclear, propiciaron el resurgimiento de profecías evolutivas con un mensaje igualmente favorable. A medida que cada avance en el conocimiento humano parece desatar un mayor potencial de destrucción, es de esperarse que escuchemos bastante más sobre lo mismo. Al menos, a los profetas no se les demostrará que estaban equivocados, porque, si lo están, no habrá quedado nadie para decírselo –excepto, una medusa sobreviviente.
3. La salida de la zona de confort lleva a las personas a cultivar nuevas
características que, en la mayoría de los casos, repercutirán de forma positiva. Las empresas que apuestan a esta clase de recursos humanos, entienden y demandan que sus empleados posean un grado de compromiso. Y estar comprometido con su causa no significa solamente entrar y salir de la misma diariamente, según lo estipule el horario. Siempre y cuando se valore el recurso humano, la dedicación que las empresas sostienen en su día a día laboral tiene como objetivo que el personal considere a la compañía como propia. Estar involucrado en la causa, y viviendo los aciertos y errores como si se trataran de cuestiones personales, llevarán a fortalecer un vínculo que beneficiará ambas partes. Si nos conocemos como profesional, entonces nos conocemos como persona. Ello nos llevará a tomar nota de nuestras mayores virtudes y defectos. De este modo, podremos llevar a cabo nuestras actividades sabiendo explotar esas virtudes, y relegando los defectos. Pero además, debemos tener en cuenta otros factores que forman al profesional, como los académicos. Un verdadero profesional nunca deja de aprender, ni de actualizar sus conocimientos. Y, sin lugar a dudas, este aprendizaje le aportará un gran valor al crecimiento como profesional.