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El Báculo Perdido

LUIS DEL VALLE RUIZ ORTEGA


2017

Tres científicos deciden buscar el Báculo que portaba Moisés en el éxodo. Extraños sucesos
ocurren y hacen que cambien muchas de las ideas conocidas en la física, la religión y el
universo.
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Esa mañana el viento soplaba del este. El sol comenzaba su eterna cabalgata,
acompasada, a través de las dunas del desierto. Era como un corcel brioso, de
blanca estirpe, cubierto con un manto fino y rojo.
El frío de la noche anterior era un recuerdo que se disipaba en la piel oscura y
bronceada de los hombres, dispuestos a trabajar en la obra. Los grandes
bloques de rocas, cortados y dispuestos en orden, esperaban silenciosos a ser
transportados a la ubicación destinada para ellos. La base de la gran pirámide
se fue conformando poco a poco a través de los meses. No había apuro. Todo
había sido calculado. Los sacerdotes, con sus báculos solares, caminaban a
los lados de los pesados bloques, elevándolos, para dejarlos luego en su lugar
correspondiente.
Los báculos solares eran imprescindibles. El trabajo de construir las
pirámides se realizaba relativamente fácil con ellos. Eran de oro y estaban
coronados por una esfera transparente, de un mineral totalmente desconocido.
Ésta esfera absorbía los rayos del sol, comunicando esta energía, a tres
piedras de colores, ubicadas en su parte inferior. Ciertas varas tenían piedras
de distintos colores, dependiendo de la función para la que iban a ser usadas.
Algunas eran curativas, otras, podían separar aguas de afluentes cercanos, así
mismo, podían encontrar aguas de ríos subterráneos, inclusive en suelos
áridos o pedregosos. La comunidad de sacerdotes contaba entonces con una
herramienta útil y maravillosa.
Doce mil años después, desapareció todo rastro de este poderoso
instrumento, hasta que Moisés, empleó uno de ellos durante el éxodo. Antiguos
anales de muy discutible y dudosa procedencia, narran que dicho profeta usó
dos de ellos. El primero, podía transformar los elementos físicos
transmutándolos en otros. El segundo, manipulaba los elementos inherentes al
ambiente, controlándolos. Además, conseguía desviar los átomos de cualquier
sustancia acuosa, así como apartar o alejar cualquier objeto que vibrara en el
mismo orden fractal o molecular.
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El primer báculo solar fue robado por un espía egipcio oculto entre su gente.
El segundo se mantuvo con él hasta acaecida su supuesta muerte.
El báculo solar se perdió, enterrado con su cuerpo, en una tumba que jamás
pudo ser hallada. Josué, hijo de Nun, recibió -para continuar con el mando de
su pueblo hasta la tierra prometida-, una réplica exacta, labrada en madera
como símbolo de superioridad y del poder de Dios.

***

“El poder de Dios…” –repitió sobresaltándose.


En la oscuridad de la habitación, apenas se marcaban los objetos por medio de
una tenue luz, emitida por una desidiosa lámpara de bombilla, cercana a la
ventana.
El teléfono sonó de repente. Su cuerpo estalló como una chispa alterada,
que en segundos, se volvía a componer.
-¡aló! -contestó trémulamente.
-Doctor… Doctor Wireman…puede escucharme… -una voz femenina le
hablaba del otro lado, lejana, temblorosa.
-Sí. Claramente… -dijo más calmado, pasando su mano por la despeinada
cabeza inundada de blancos cabellos.
-Necesitamos su presencia aquí… ¡es urgente!

***
Cinco minutos por carretera lo separaban de su laboratorio. Pero le tomó
exactamente 35 largos minutos en llegar. Apenas tocó su cara con un poco de
agua. Cerrar todo, bajar las escaleras, entrar al auto y conducir a toda
velocidad a la Wireman Foundation, le tomó todo ese tiempo. Su colega y
amiga, la Doctora Johanna Frances, lo esperaba con una noticia impactante.
-Doctor Wireman, el báculo solar encontrado, posee otras virtudes –Dijo la
joven Doctora- Quiero que usted mismo verifique las pruebas realizadas.
-¿Trabajaron toda la noche Doctora?, ¿Por qué no fueron a descansar? La
humanidad esperó más de 5 mil años para encontrar esta pieza de antigua
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tecnología… ustedes pudieron esperar 8 horas más para descansar, y así


poder realizar cualquier prueba pertinente y necesaria…
-Doctor Wireman. –Dijo interrumpiendo- No podíamos dejar para después
algo que estaba a punto de decirnos la verdad, del tiempo y del espacio…
necesitábamos unas horas más… ahora, por favor, siéntese acá y colóquese
estos lentes. La prueba está por comenzar.
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En campus de la Universidad corrían rumores, sobre un estudiante del último


año de ingeniería molecular, que construía, para su tesis de grado doctoral,
una “máquina de energía cromática”, muy poco convencional. Nadie sabía los
detalles. Sólo se rumoreaba, que había recurrido a personas de la facultad de
Arqueología y estudios bíblicos, además de la facultad de física teórica para su
elaboración. Carl Wireman, no sólo era un estudiante inteligente, era una
persona intuitiva y reservada. Procuraba no hablar con nadie -o mejor dicho-,
no hablaba con nadie, al respecto de sus estudios o de sus proyectos. Prefería
estar solo. No escuchaba música ni frecuentaba sitios de diversión social o
universitaria. Su mundo giraba en torno a sus investigaciones, a sus estudios.
En los días de asueto colegial, se le encontraba siempre encerrado en su
dormitorio, la habitación que había alquilado en casa de los Moreland. Sus
compañeros dijeron un día que, “su máquina” lo absorbería hasta “comérselo”
por completo. Sin embargo, no era el tipo de persona que pasara las noches en
vela. Dormía de 6 a 8 horas diarias.
Comía normalmente. Procuraba siempre el comedor estudiantil, y consumía
alguna que otra comida chatarra, de vez en cuando, en cualquier tienda de
comida rápida. No disfrutaba de la música. Prefería leer en total silencio.
Redactaba sus escritos, diseñaba artefactos y máquinas en las mismas
condiciones.
Carl Wireman, era un ser normal. Un hombre predestinado a un éxito futuro.
Su constancia y su conducta así lo demostraban.

***
El día anterior a la presentación de su tesis, decidió caminar un poco por los
jardines arbolados del campus de la universidad, quería recorrer mentalmente
detalles que le servirían para realizar una mejor defensa de su trabajo, y al
mismo tiempo, para entregarse a una naturaleza a la que constantemente
evitaba, por tener una vida casi de claustro, más que, por no desearla o
quererla.
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Se acercó a un gran árbol. Era el más viejo del campus. Era más antiguo
que la misma universidad. Sin embargo sus ramas eran fuertes y sus hojas
mantenían un hermoso verde, dando a entender que aún tenía muchos años
más de vida. Carl se sentó plácidamente al pie del maravilloso árbol, sobre una
de sus enormes raíces. Inhaló hondamente el aire del campo y espiró
suavemente. Cerró los ojos.
Un “OOOMM” susurró cerca de él.
Súbitamente abrió los ojos. Una joven mujer cercaba su oído izquierdo con
sus labios carmesí. Pudo ver parte de un rostro perfecto a través del rabillo del
ojo. No se atrevía a moverse. Una parálisis corporal, que incluía sus labios y su
cara, lo arropaba como una camisa de fuerza. Estaba indefenso ante la
divinidad femenina que lo encontró totalmente descuidado. Inmóvil. Petrificado.
Ella siguió susurrando: “La velocidad de la luz es igual para todos los
colores…”. De pronto se accionó un resorte dentro de él y se incorporó tan
rápido como pudo. Sus piernas temblaban. Sus labios soltaron una pregunta:
“¿Quién eres?”.
-Soy Johanna Frances, –dijo la chica, y halando una mano detrás del
tronco del árbol, y sincronizando un movimiento lateral con su cabeza,
continuó: y él, es mi prometido Richard Bringh. Ayer presentamos nuestra tesis
en la Facultad de Física Teórica.
-Hola Carl. Dicen que eres un estudiante genial…Llámame Richard.
El joven presentaba un aspecto de jugador de fútbol americano, pero su
expresión indicaba una persona trabajadora. Incansable.
-Y a mí me puedes decir Joha. Mis amigos me dicen así. –siguió,
adelantándose unos pasos.
Ella era distinta. Una exuberante figura femenina. De casi 1,75 metros de
altura, de cabello largo, negro y lacio. Mucha vitalidad, alegría desbordante.
Demostraba inteligencia con porte de modelo de revistas.
Desde ese día, el solitario Carl, ahora dejaba de serlo.

***
Sus nuevos amigos asistieron a la presentación de su tesis doctoral.
Conversaron y decidieron sobre la posibilidad de fabricar, en su propio
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laboratorio, la máquina anhelada por el Doctor Carl Wireman. Para ello crearon
la WIREMAN FUNDATION (WF). A través de dicha fundación recibirían –a
futuro- los aportes necesarios para llevar a cabo la realización de un sueño
increíble. De una quimera.
La tesis del Doctor Wireman no se trataba realmente de una “Máquina de
energía cromática”, se refería a los aspectos que relacionaban tiempo y
espacio con la fuerza vibracional emitida por los colores. Más tarde, todo eso
cambiaría…
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Casi 15 años de investigaciones llegaban a término. Encontrar uno de los


antiguos báculos solares era una proeza. Nadie tenía idea de la existencia de
esos artefactos con más de 12 mil años de antigüedad. Absolutamente nadie.
La legendaria ciudad de Petra guardaba el secreto de su ubicación: la
tumba de Moisés. Por lo menos, eso les dijeron.
Meses y meses de cuidadosa y “custodiada” lectura de manuscritos,
tablillas, vasijas y dibujos mostraron la verdad tras la historia. Moisés nunca fue
enterrado. No hubo funerales para él. No hay tumba que buscar o encontrar.
Entonces, si no hay tumba, ¿Su báculo dónde está? ¿Existió realmente?
¿Ocurrió el éxodo en verdad? Los textos traducidos hablan de un exilio o de
una huida de Egipto del pueblo hebreo hace miles de años. ¿Ese fue el éxodo
bíblico? Todas las interrogantes y la poca evidencia encontrada, hacían más
difícil hallar respuestas apegadas a la verdad. El doctor y sus ayudantes se
habían embarcado en la búsqueda de una fantasía, en un tema sin bases
probables.
-¡Doctor Wireman! –Escuchó a lo lejos. El viento y la arena sobrevolaban su
humanidad silbando en sus oídos y disolviendo la voz de Bringh, que gritaba
desde atrás de un montículo de rocas y arena del desierto.
¡Doctor Wireman! –Repitió Bringh
¡Voy…! ¡Ya te escuché Richard...! –Contestó, escalando el montículo, y
ayudándose con las manos, llegó al lado de su colega y amigo. Éste llevaba un
largo pedazo de tela enrollado en su cabeza y unas gafas de sol. Dando la
apariencia de un turista que retoza en una playa del trópico, un día de verano.
El Doctor Richard Bringh sostenía un trozo de tablilla de arcilla con dibujos y
extraños símbolos.
-¿Qué tienes allí Richard? ¿Qué has encontrado?
-Doctor… es una ubicación. Habla de un lugar, de un objeto: “Un cayado.
Un río, una ciudad con murallas, bajo el manto, río de salvación”. Dios mío,
Doctor! El báculo está en el río Jordán, cerca de Jericó, bajo un manto de agua
sagrada. La misma donde se bautizaban los antiguos cristianos… ¡El báculo da
al río el poder de sanación a quienes se bauticen o se bañen en sus aguas!
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La Doctora ajustó los controles en la máquina de radio frecuencias de matiz


luminoso (RFML), calibró unos relojes electrónicos, luego, fue a la computadora
y preparó los consecuencímetros cromáticos de tiempo, para así graduar con
exactitud, la gama de colores y de fractales en la “máquina de energía
cromática” del Doctor Wireman, la cual utilizaría en el experimento.
Wireman esperaba impaciente con los lentes especiales puestos, Richard
Bringh, ya estaba preparado, y se ubicaba dos pasos detrás de él. Sostenía en
sus manos un antiquísimo reloj de bolsillo, aunque en la pared ya se
encontraba uno totalmente funcional y digital.
Frente a ellos, bajo una luz blanca, una mesa, y sobre ella una manzana.
Sin previo aviso las luces se apagaron y se encendieron con uno o dos
segundos de duración, la Doctora Johanna Frances detuvo todo, bajó unos
switches, y se encendieron unas leds verdes parpadeantes. El experimento
había concluido.
Wireman y Bringh se quitaron los lentes de protección casi al mismo tiempo.
Todos miraron sobre la mesa acercándose lentamente… y no encontraron la
manzana allí.
-Joha… ¿Lograste enviar la fruta al futuro? ¿O quizás… al pasado? ¿Qué
ocurrió amiga? –Preguntó atónito Wireman.
La Doctora Johanna Frances, dio unos pasos hacia ellos y contestó
mostrando una seriedad jamás vista en ella:
-No fue enviada al futuro, ni viajó al pasado Doctor. La manzana nunca
estuvo ahí. Anoté la hora, los minutos y los segundos de su llegada al
laboratorio y hasta este momento, usted tiene apenas 2 minutos de haber
entrado por esa puerta.
-Joha… ¿cómo puede ser eso posible? –Dijo aturdido Wireman- yo vi
cuando la manzana estaba aquí, sobre la mesa, y además pude ver como
manipulabas los aparatos del laboratorio... luego, vino un parpadeo de luz,
de… ¿Cuánto?... 2 segundos quizás, ¿y me dices que nada de eso ocurrió?
Dime querida Joha… ¿qué sucedió en realidad? ¿Dónde está la manzana
entonces?
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-Está donde siempre estuvo, Doctor. En su cesta de frutas. No se ha movido


de ahí. –explicó Richard.
Wireman miró a sus dos amigos sin entender. Necesitaba una explicación
detallada del experimento. También requería tiempo para asimilar lo sucedido.

***
Wireman se retiró en silencio. Sus colegas hicieron lo mismo. Nadie dijo o
comentó nada sobre el experimento. Por primera vez en sus vidas no se
dirigieron la palabra.
Subió al automóvil y se enrumbó a su apartamento. Había dejado una
lámpara encendida y eso le impidió tropezar con los muebles al entrar.
Wireman sentía que el mundo que él pensaba, que él creía que existía, le
había dado una voltereta de 360 grados. “Es una payasada. Estamos aquí pero
no estamos aquí.” – Pensaba-. “Es una paradoja. Un sin sentido. ¿Pero, el
universo, el espacio, la materia y el tiempo eran realmente una paradoja? Eso
no era todo. Había muchas cosas más que involucraban el experimento. Algo
parecido para demostrar el experimento del gato de Schrödinger había
sucedido, pero sin la necesidad de pensar, o “ver”, si el gato estaba vivo o
estaba muerto. No había tal posibilidad. Realmente no existía “esa posibilidad”.
No había gato, pero sí había un gato. ¿Estaba el gato realmente en la caja?
Sí. Para el experimentador…
La noche había avanzado rápidamente. Necesitaba descansar. Wireman se
acostó en el sofá de la sala. Sus ojos se cerraron.
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El río Jordán había perdido con los siglos mucho del ancho de su cauce
original. La parte faltante se había unido al terreno árido y desértico. Unos
kilómetros más al sur, la ciudad de Jericó estaba siendo excavada por un
consorcio de varias naciones, con permiso del Gobierno Territorial, por lo que
no podían estar presentes en esa zona. Sin embargo, lograron “escanear”
ambas orillas del río, gracias a un artefacto creado por el Doctor Carl Wireman,
que podía “detectar” variaciones en las frecuencias cromáticas producidas por
piedras o minerales, con ciertas características energéticas, a profundidades de
hasta 20 metros. Esto les ahorró muchas semanas de búsqueda.
En la orilla noreste del río se hizo el descubrimiento. Un estrecho nicho
subterráneo ubicado a unos 7 metros de su margen. Tapado con roca sólida y
barro, mezclado con fibra de juncos y hojarasca. Todo se encontraba
solidificado. Sin embargo, excavaron alrededor de 5 metros de profundidad, y
con herramientas de corte láser, traídas desde Egipto –de contrabando-, en
dos días y medio alcanzaron a extraer del bloque enterizo y sumamente duro,
en donde estaba incrustada una pesada caja de 20 o 30 centímetros de ancho
por 1,77 mts de largo, labrada en oro macizo con figuras egipcias y hebreas.
En su parte superior y en idioma hebreo, uno de los nombres de Dios. En su
parte inferior el dibujo de dos serpientes erguidas y entrelazadas mirándose
entre sí, un círculo emulando al sol y una especie de código de colores.
Después de limpiar cuidadosamente el exterior de la caja, procedieron a
abrirla dentro de unas de las tiendas del campamento.
La noche se encontraba tapizada de estrellas, a ellas se le unía una luna
enorme, totalmente esférica y blanca, el ambiente filtraba un aire de misterio,
casi sagrado, alrededor del campamento. Una columna de luz salió de la caja
que contenía el objeto y atravesó el techo de lona de la tienda. Los tres se
iluminaron como si fueran fosforescentes, una oleada de colores comenzó una
danza dentro del recinto.
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***
Los alrededores del aeropuerto y su interior se encontraban atestados de
guardias militares y cámaras de seguridad. Detuvieron la “Ranch 4Drive” (R4D)
cerca de los hangares privados y montaron el basto equipaje, en un pequeño
vehículo, destinado para la carga del balizaje. Los tres se montaron y el
conductor los llevó directamente al avión alquilado con meses de anterioridad
para el regreso. Ya en el sitio, actuaron con normalidad; descargaron y
subieron al avión todo lo que traían para el viaje, incluyendo la caja rectangular,
oculta entre las herramientas de excavación.
-¿Doctor Carl Wireman?, ¿Quién es el Doctor Carl Wireman? –Un policía de
aduanas se había acercado por algún lado y nadie notó su llegada.
-¿Doctor Carl Wireman? –Repitió con desdén, se notaba cansado,
acentuando esto su desgana.
-Soy yo…-contestó el Doctor Wireman con decidida resolución, contestando
sin temor.
-Bien Doctor, llene esta forma y venga conmigo. ¿Desea declarar algún
objeto descubierto o comprado en nuestro País que quiera llevar consigo?... si
es así coloque todo en la hoja que le pasé por favor.
-No, no deseo declarar ningún objeto, oficial. En verdad, regreso a mi País.
No me fue muy bien… y sólo llevo conmigo lo que me traje. Un consorcio de
varios países tiene la exclusiva, así que, no tengo nada que hacer aquí. –Dijo
mostrando entereza y sinceridad.
-Bien Doctor. Sin embargo llene el formulario. Yo decidiré sobre su equipaje.
Muéstreme donde lo ha colocado en el avión, por favor.
El Doctor Wireman lo llevó hasta la puerta de carga, la abrió y se apartó
para dejarlo pasar. El oficial de aduanas observó la carga y expresó un nuevo
fastidio ante tanta herramienta rara, lodo seco, tiendas enrolladas, artefactos de
excavación, lámparas, etc...
Luego bajó y dijo secamente:
-Sólo firme el papel y puede irse. Gracias por venir a nuestro País.
-Gracias a ustedes. La próxima vez será para disfrutar de un tour o de un
paseo y espero usted sea mi guía... –Contestó amablemente a la vez que
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cerraba la puerta, bajaba y sacaba una pluma fuente del bolsillo de su chaleco,
para firmar la hoja que le había extendido el oficial.
-Si… si, bien. Hasta pronto entonces –tomó el papel y se retiró como llegó.
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El laboratorio de la Wireman Foundation poseía la más alta tecnología jamás


construida o imaginada. Contaba además con sofisticados aparatos creados
por el Doctor Bringh y el Doctor Wireman en conjunto.
Bringh, quien además de graduarse como Físico teórico había realizado
estudios de micro y nano electrónica, aparte de estudios de ingeniería y diseño
estructural cuántico. Él, y su ahora esposa, la Doctora Johanna Frances, fueron
colaboradores en la construcción y ensamblaje del primer computador cuántico
del mundo. Uno de esos computadores -los de la segunda generación-, estaba
en el laboratorio y contenía una de las mayores bases de datos jamás antes
recopilada… y seguía continuamente alimentándose, a través de una de las
redes más amplias del mundo: La Global SuperNetOne (GSN1). La red del
conocimiento científico global. Todos votaron para colocarle un nombre al
computador y lo llamaron “Salomón” (como el bíblico sabio Salomón).

***
En el recinto, el silencio se podía medir por medio del reloj analógico colgado
en una de las paredes. El segundero revelaba el pasar del tiempo en cada tic
tac. Tic tac… tic tac, tic tac… el corazón del científico marchaba igual y sonaba
parecido a un pequeño tambor. Tan… tantán… tan… tantán…
El Doctor Wireman se había sentado con dificultad. Todo escapaba a un
simple razonamiento. Necesitaba urgentemente analizar con sus colaboradores
y amigos, los Doctores Frances y Bringh, los experimentos realizados, y esos
resultados tan inverosímiles, carentes de toda lógica.
Frances y Bringh también se sentían confundidos, sin embargo, ya habían
repetidos los experimentos en dos ocasiones, proporcionando los mismos
resultados, y en condiciones alternadas.
El báculo solar se encontraba en un cilindro de cristal templado; en la parte
superior del contenedor, había un reflector solar, el cual dirigía sus rayos hacia
la esfera incrustada en su punta. El cristal que rodeaba al báculo tenía
conectados electrodos, sensores y cables conductores de fibra óptica, así
como una red inalámbrica vinculada a “Salomón”. Cuatro cámaras de alta
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resolución (UHD) grababan todo, así como dos cámaras especiales, para
captar, e igualmente grabar, los espectros de colores que pudieran aparecer;
otras dos cámaras recogían datos gráficos del calor y la energía emitida por el
artefacto. Posteriormente agregarían los micrófonos unidireccionales para
llevar el control sobre los sonidos acústicos, de ultrasonido y de ultra alta y baja
frecuencia.

Reunidos los tres, en torno a una mesita circular, se miraban sin poder
pronunciar una sola palabra.
“¿La ley de superposición cuántica de la materia?... ¿La teoría cuántica?” -
Dijo la Doctora Johanna Frances, casi en susurro. Sus ojos se mostraban
acuosos, casi a desbordar la represa, que aguantaba el mar de lágrimas
contenidas.
-No. –contestó el Doctor Wireman. No encontramos nada escrito al
respecto. No tenemos ninguna ley que explique nuestros experimentos.
-Tampoco “Salomón” ha podido encontrar ninguna teoría, ley, texto o libro
que hable sobre lo que hemos visto o documentado. –Agregó el Doctor Richard
Bringh.
-¡Eso es Richard…! Somos testigos. Hemos visto y documentado cada paso
de los experimentos realizados… pero no hemos “visto” lo que necesitamos
“ver”, o sea, miramos y analizamos todo, pero no “vemos” lo que deberíamos
“ver”. -Acotó Wireman
-¡Sí! ¡Tenemos todo grabado! Inclusive el comportamiento del Báculo solar
en plena actividad…-dijo con voz entusiasmada la Doctora Johanna.
-Veamos las grabaciones. –Decidió inmediatamente Wireman.

Después de largas horas viendo las grabaciones de video y audio registradas


por las cámaras, pudieron observar, que nadie se movió de su sitio y que nada
fue desplazado o tocado. Los relojes analógicos mostraban los minutos exactos
transcurridos, no así, los digitales. Sin embargo, “Salomón” les mostró en sus
datos recopilados, su versión real, con respecto a los experimentos: Cada fase
de ellos se realizó tal cual lo recordaban. Los relojes analógicos habían
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funcionado bien durante el tiempo de los experimentos. Los relojes digitales se


habían paralizado como ellos. Había entonces, dos versiones de lo sucedido.
No así, el báculo solar, mostrado en los videos, se encontraba en su sitio en
algunas ocasiones, en otras no. En el momento que no estaba, una inmensa
luz dorada ocupaba su lugar y el báculo desaparecía.
-Está jugando con nosotros y con nuestras mentes. –Dijo la Doctora
Johanna Frances. ¿Qué es lo que hemos encontrado? ¿Por qué este artefacto
actúa así?
Sonaron unos pitidos y titilaron unas luces en la computadora cuántica.
“Salomón” cobraba “vida” y deseaba comunicarse. El doctor Wireman corrió
hacía unos terminales que finalizaban en forma de clavija y los conectó a la
computadora. Ahora “Salomón” podía “escucharse” por medio de unas
cornetas sujetas a la pared. Un micrófono multidireccional colocado en la
consola de mando le sirvió de “oídos”. La computadora no perdió tiempo y
opinó lo siguiente con voz casi humana:
-Buenos días doctores, Wireman, Frances y Bringh. Si me es permitido,
deseo dar mis conclusiones al respecto de tan… extraordinario caso…
-Si claro, adelante “Salomón” –contestaron casi al unísono
“Salomón” continuó:
-En el campo cuántico, de acuerdo a los experimentos realizados en este
laboratorio, y en donde es imposible racionalizar sobre los resultados
obtenidos, tenemos una “abierta zona” de transición y de superposición. Esta
“libertad”, esta “abierta zona”, trasforma dicha transición y acentúa la
superposición. Por lo tanto: la energía se vuelve materia, y la materia con carga
energética, se convierte en elementos distintos a los que originalmente eran,
estos elementos se transmutan, pero de acuerdo a un porcentaje considerable
y medido, esa materia, puede llegar a convertirse en variables, tanto positivas
como negativas. -“Salomón” hizo una pausa y prosiguió:
-Aparte de lo expuesto, tenemos un campo virtual. Apegado totalmente a la
mente humana; a la raza humana, creada y manipulada por seres externos a la
misma creación natural del hombre, se remontan más allá del tiempo y el
espacio, donde nace el inmenso universo. Pero también está, la realidad
material adherida igualmente al mundo de los hechos, los procesos y de los
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objetos, que caminan paralelamente ligados a los dos campos anteriormente


descritos, y que se funden, completamente, en la necesidad del ser humano de
sentirse enlazado a una perspectiva religiosa (vuelvo y repito) “necesaria” y
absoluta, pero sabemos, que esta misma “necesidad”, debe llenar su vacío
existencial a un nivel religioso, científico o filosófico; sino, el ser humano no
estaría satisfecho de sí mismo como ente de una creación, desconocida por él
hasta este momento, y que trata afanosamente de comprender.
El análisis de la computadora los dejó anonadados. Carl Wireman sentía
aún más profundamente, que todo lo que conocía estaba equivocado. Pero
requería que todos llegaran a una conclusión pronto. Miró a sus colegas, y
Richard se sobaba la barbilla, estirado y echado hacia atrás en la silla
acolchada del laboratorio; Johanna tenía sus codos en la mesa y hacía
“buclitos” con sus dedos en su cabellera negra y suave. Entonces, Wireman se
levantó de su silla y dijo: “vamos a descansar, mañana llegaremos a alguna
conclusión…” y se retiró cabizbajo.
“Salomón” continuaba nutriéndose de la red y de la conexión directa con el
báculo solar.
Los doctores salieron como el día anterior: callados. Y sin hacer ningún
comentario.
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Reporte de un País Latinoamericano (Base de Datos: “Salomón”), recepción


recibida a través de la GSN1 y archivada:
“La apertura del local se realizó un poco más tarde de lo acostumbrado. La fila
de personas estaba desde el anochecer del día anterior. No abrieron más
temprano quizás por la inseguridad que imperaba en las calles o la cantidad de
personas indigentes que recorrían el lugar para pedir comida. De todas
maneras, las protestas, los muertos y la cantidad de personas con hambre, han
estado en “este País” por más de 20 años. Los niños enfermos y sin poder
encontrar las medicinas, rompen el corazón de cualquier persona humana de
este planeta. Los basurales se desbordan de perros callejeros y de gente con
hambre. Gran cantidad de animales que anteriormente eran mascotas
queridas, están en la calle, porque no pueden ser alimentados, ya sea por lo
carestía de sus alimentos; la especulación y lo escaso de sus vacunas,
medicinas y sus productos de aseo.
Mujeres y personas de baja o ninguna educación, pululan las calles. Niñas
prostitutas (demasiado jóvenes para decirse mujeres) atestan las principales
plazas religiosas y avenidas de las ciudades.
Gente con suprema ignorancia, ocupan cargos públicos, locales y
regionales, y se desvían hacia el enriquecimiento ilícito y personal.
La gente se trata con violencia e indecencias, muchos niños se encuentran
abandonados en las calles y avenidas de la ciudad. La moral se ha perdido
totalmente en esta parte del mundo.
En el local se exhibían cantidad de artículos llegados de otros países.
Muchos habían arribado para ser entregados caritativamente a la gente, sin
embargo, los mismos productos se vendían al público por precios
inalcanzables, sólo los que podían pagarlo se beneficiaban. Las ganancias
quedaban en manos de gente sin escrúpulos. En conclusión: “la falta de
humanidad destruye a la misma humanidad.”
“Salomón” se abre a un estudio comprensible de parte de la humanidad y
desde su sitio de residencia actual, la máquina cuántica solo puede responder
con una sentencia escrita por un filósofo de la antigüedad:
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“Llegará una época en la que una investigación diligente y prolongada sacará a la


luz cosas que hoy están ocultas. La vida de una sola persona, aunque estuviera toda ella
dedicada al cielo, sería insuficiente para investigar una materia tan vasta... Por lo tanto
este conocimiento sólo se podrá desarrollar a lo largo de sucesivas edades. Llegará una
época en la que nuestros descendientes se asombrarán de que ignoráramos cosas que
para ellos son tan claras... Muchos son los descubrimientos reservados para las épocas
futuras, cuando se haya borrado el recuerdo de nosotros. Nuestro universo sería una
cosa muy limitada si no ofreciera a cada época algo que investigar... La naturaleza no
revela sus misterios de una vez para siempre.”(SÉNECA, Cuestiones naturales.
Libro 7, siglo primero).

***
Sentado en una mesa, en un establecimiento de comida rápida, esperaba que
su orden de hamburguesa, papas fritas y refresco estuviera lista. En una
esquina cercana, un hombre con sobretodo negro, sombrero y lentes oscuros,
lo observaba desde una camioneta, modelo familiar. Los enormes cristales del
local lo hacían visible desde el exterior.
El Doctor Wireman se acariciaba la barba casi blanca y pensaba en la
posibilidad de que se hubieran cometidos errores, en la forma que se hicieron
los experimentos. Uno de los experimentos con rayos trasponedores de UAF
(Ultra Alta Frecuencia), utilizando la luz violeta como frecuencia base, arrojó
resultados inesperados: los objetos comenzaron a elevarse relativamente a un
metro del piso. Permanecieron sin movilidad durante unos 2 minutos
aproximadamente. Pero nada de eso apareció en las cámaras de grabación.
Sin embargo, notaron un leve brillo fantasmal en la sala del laboratorio que les
causó un poco de temor.
Durante la rutina de verificación, se pudo constatar que las piedras
colocadas en el báculo, podían ser intercambiadas por otras que estaban a los
lados, dentro de la caja contenedora. Las tres piedras que originalmente siguen
“montadas” en el artefacto son la blanca, la azul y la negra. Las que aún siguen
en la caja son: una verde, dos violeta, una roja, una amarilla, dos blancas y dos
más de color negro.
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¿Pueden estas piedras ser la combinación para producir otras propiedades


y efectos en el báculo? Entonces, ¿cómo llegar a una conclusión, si las
pruebas no habían finalizado? Aún quedaba mucho por hacer y descubrir.
Debían proseguir.

Al finalizar la cena, salió al estacionamiento y buscó las llaves del auto en los
bolsillos de su chaqueta. Una extraña voz resonó desde su espalda:
-No se dé vuelta Doctor. No tenga miedo. Sólo quiero decirle unas
palabras… -carraspeó un poco y continuó- En el universo, todo está
perfectamente sincronizado, y en su totalidad, únicamente este universo,
obedece a leyes y factores explícitamente relacionados a su propia esencia.
“Dios no juega a los dados”, le parece conocida esta frase? Pues es así...
Tranquilo Doctor. No se moleste en voltear. Deje los nervios. Como le dije: vine
sólo a decirle unas palabras…el báculo que está en su laboratorio, debe ser
usado sólo para lo que fue construido. Ninguna máquina que usted invente lo
hará funcionar adecuadamente. Solo puede ser utilizado por personas que
hayan logrado abandonar su ego, su apego a las cosas y que su fe hacia los
demás sea completa… debe sacarla de donde la tiene y la persona que
describí debe asirla en sus manos. Solo así podrá ver los resultados. Después
de eso, debe usted destruirla… busque una razón o un motivo para su uso y
recuerde que luego debe destruirla…Sodoma y Gomorra están cerca.
Un flash proveniente del cielo cegó la noche. Una especie de relámpago
acompañado con una turbulenta brisa, y una danza de luces de colores abarcó
el estacionamiento. El Doctor Wireman miró hacia todas direcciones y no vio la
persona que le había hablado hacía pocos minutos. Entró al auto y se dirigió
velozmente a la Wireman Foundation.

***
-¡Richard!… ¡Richard!... –Llamó insistentemente al llegar a la fundación. El
Doctor Richard Bringh se encontraba estudiando unas notas cerca de la
máquina de frecuencias-. Busca entre los objetos que trajimos de Egipto y del
desierto, las tablillas que hablan del báculo… ¡es importante!
E L B Á C U L O P E R D I D O | 20

Carl Wireman fue un niño abandonado a su suerte. De su Madre guardaba


pocos recuerdos y de su Padre casi ninguno. Quizás una sonrisa y una canción
de cuna, pero no estaba seguro, no recordaba. Pasó mucho tiempo de su
infancia en hogares sustitutos. El Estado se había encargado de sus estudios y
necesidades básicas hasta cumplir los 16. Cuando cumplió los 17 años, entró a
la Universidad Estadal. Cuatro años después se graduaba en ciencias
aplicadas con los máximos honores. Su única herencia fue una foto de su
nacimiento. En ella, apenas era un recién nacido, estaba en brazos de su
madre y a su lado se encontraba un hombre alto, de barba, bien vestido, pero
con un rostro borroso por el tiempo. La fotografía estuvo guardada durante
muchos años, en una caja que contenía unos juguetes y un pequeño muñeco
de moisés, portando un cayado en su mano derecha y una larga bata de
desteñidos colores. ¿Era acaso de su padre? ¿Sus progenitores pertenecían a
alguna religión judaica o evangélica? ¿Qué fue de ellos en realidad?
Cuando Carl pensaba en esto, buscaba entre los cajones de su dormitorio su
certificado de nacimiento y leía una y otra vez: “Niño nacido el 24 de Junio del
20xx, en el Hospital Estadal Chxx. Padres: Anna María Soares Almeida, de 21
años de edad y Carl Justin Wireman, de 23 años de edad…”
Esa situación lo hacía llorar desconsolado. Miraba por la ventana y se
prometía a si mismo conseguir algún día las razones de su abandono. Carl
Wireman a la edad de 25 años obtenía su primer Doctorado con una tesis muy
original y muy particular.
En el transcurso de su vida, quizás todo esto lo llevó a ser un solitario. Un
ermitaño, en una época de modernismo tecnológico.

Ante la falta de recursos para comprar sus libros y cuadernos de apuntes, el


joven Carl asistía a la biblioteca pública de la localidad, además, trabajaba
haciendo traducciones, corrigiendo tesis y ensayos científicos y asistiendo dos
veces por semana a la oficina de correos para clasificar cartas y sobres. La
gente lo apreciaba por su responsabilidad, claridad de ideas, su forma
silenciosa de trabajar y su seriedad en las tareas encomendadas. Era un chico
E L B Á C U L O P E R D I D O | 21

modelo. No tenía vicios y ahorraba todo lo que ganaba para costear sus
estudios y experimentos. Vivía en un suburbio de Chxx, con una pareja de
mediana edad, a los que le pagaba un arancel muy bajo por una habitación
amoblada y cómoda. Siempre llegaba temprano y descansaba lo suficiente
para estar en buena forma, y así cumplir cabalmente con sus trabajos y
estudios. Nunca tuvo problemas con nadie, ya que, usaba su rápida lógica para
resolver cualquier inconveniente que se le presentara. No daba consejos,
aunque nadie se los pedía.
En una ocasión, consiguió un empleo de medio tiempo al que debía asistir 2
veces por semana. Era en un local de comida rápida. Al final de la jornada, a
los empleados se les daba un almuerzo o una cena gratis, cortesía del
establecimiento. La comida consistía en una hamburguesa, papitas y refresco
de su preferencia. Allí se acostumbró, o diríamos mejor, planificó las comidas
que una vez por semana consumiría para elevar los niveles de carbohidratos
necesarios, más que todo, para darle un poco de forma a su ya enflaquecido
cuerpo, consumido por sus pensamientos abstractivos. Posteriormente lo haría
2 veces a la semana, o cuando necesitaba estar solo consigo mismo; así
lograba resolver algún problema o un difícil enigma. Lo hacía cercano o
parecido a las personas que en momentos de ansiedad, comían helado,
jugaban ajedrez o tocaban un instrumento musical.

La misma noche de graduación, la de su Doctorado, colocó al Moisés de


Juguete en la ventana. La luz del poste ubicado frente a la casa proyectaba la
sombra agrandada del muñeco. Desde su cama y delante de él, la sombra
parecía transmitir algo, un misterio.
“Su báculo”, pensó y brillaron sus ojos de entusiasmo… “Nadie ha investigado
o buscado el báculo de Moisés… ¿qué extraños poderes o qué tipo de
artefacto era, para hacer lo que hizo con él, con su pueblo y con el pueblo de
Egipto? Mañana buscaré a mis nuevos amigos y les hablaré de esto. Puede
que les interese.”
El sueño le llegó rápido y lo envolvió en su éter, transportándolo a tierras
antiguas, al principio del mundo, a las estrellas primigenias. El cayado de
Moisés flotaba libremente el espacio. Una sonrisa, un arrullo, una canción de
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cuna… el rostro de su Padre se convertía en el rostro del muñeco y


viceversa… pronto se dio cuenta que caía en picada directo a una oscuridad
infinita, desconocida…
-¡Carl!… ¡Carl!... –escuchó tocar la puerta de su habitación-. ¿Carl tienes
alguna pesadilla? Estas gritando y llorando. ¿Qué te sucede? Abre la puerta
muchacho… ¡estamos preocupados!…
Se levantó, limpió el sudor de su rostro y abrió la puerta.
-Estoy bien Señora Rose… estoy bien, era solo una pesadilla… no se
preocupe. Ya pasó todo. ¡Por lo menos no me caí de la cama!. Doy por sentado
que fue alguna hamburguesa que me comí hoy con los muchachos, después
del acto de graduación –La señora Rose lo miraba más calmada aunque
preocupada-. Nos divertimos muchísimo. La pasamos bien. –concluyó.
-Bien Carl… Recuerda que estamos aquí para ti. Eres un buen muchacho,
te felicitamos y te deseamos mucho éxito…
-¡Gracias Señora Rose!… ah… y a usted también Señor Moreland… son
muy apreciados sus buenos deseos, y su preocupación. No quise molestarlos
con mis pesadillas. Les prometo que la próxima vez que coma algo fuera de lo
normal, me pongo un trapo en la boca –Dijo a manera de chanza.
Detrás de la Señora Rose, pudo ver la silueta del señor Moreland, en
espera de su esposa. El señor Moreland rondaba los 60 años. Era un granjero
retirado y sin estudios. El y la señora Rose tenían más de 40 años de
matrimonio, pero nunca tuvieron hijos. Motivos: Desconocidos. Ella en cambio
tenía una maestría en educación y estudios en psicología infantil. Trabajaba en
una guardería cuando llegó su jubilación y desde ese momento se dedicó a su
casa y al Señor Moreland.
Al cerrar la puerta. Tomó un poco de agua embotellada que tenía en una
mesita al lado de la cama, acto seguido quitó al moisés de juguete, y lo guardó
en una caja de zapatos, dentro de una gaveta de su escritorio. La cama se
había enfriado un poco, pero no le importó. La fresca brisa entraba por la
ventana. Las hojas de los árboles siseaban canciones acompañadas con un
coro de grillos, y el sueño se estacionó en la humanidad de Carl Wireman,
ahora Doctor en Ciencias y Física avanzada.
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La colección de tablillas, pedazos de piezas de barro, dibujos y pergaminos, se


colocaron en orden cronológico, en un largo y gran mesón rectangular, ubicado
en la sala de experimentos. Frente a ellos, a escasos 5 metros, estaba el
cilindro que resguardaba el báculo. Cada pieza fue observada detalladamente.
-Carl, ¿Qué buscamos?, estas piezas las hemos visto muchas veces,
infinidad de veces… -Señaló Richard con curiosidad-. Las hemos traducido,
catalogado, fotografiado, grabado en video… Dime Carl, ¿Qué se nos olvidó?
¿Qué dejamos pasar?
Carl permaneció en silencio. Buscaba algo que le proporcionara información
sobre el uso del báculo, o algo que pudiera guiarlo en su correcto uso, como
una especie de manual.
Mientras escrutaban entre las piezas, las traducciones y las notas escritas
por Richard, Johanna y él mismo, notó la ausencia de la Doctora Johanna
Frances. No estaba en el laboratorio. Detuvo su búsqueda y miró a Richard:
-¿Dónde está Joha?–preguntó a Richard.
-Salió a comprar lacena… y unas bebidas… ya debe de estar por llegar. –
contestó.
-¿Hace cuánto tiempo salió? –Dijo. Preocupado por la hora, y la prolongada
ausencia de la Doctora.
-Doctor Wireman, la Doctora Johanna Frances… tiene una hora, 27 minutos
y 45 segundos que dejó el laboratorio. –Respondió la voz robotizada de
“Salomón”-. Según mis cálculos, hace aproximadamente,37 minutos y una
décima de segundo que ya debería estar aquí. Posiblemente algo la demoró.
Quizás la misma persona que habló con usted, y conmigo… Doctor.
-¿Qué dices?, ¿Quién estuvo aquí “Salomón”?, ¿Quién habló contigo?
Preguntó Wireman, preocupado de que alguien hubiera entrado al
laboratorio, violando la seguridad de las instalaciones del complejo científico.
-Doctor Wireman –La máquina hizo una pausa-. La persona que estuvo aquí
y habló conmigo, y con usted, es un ente desconocido… la seguridad de este
complejo no fue transgredida en ningún momento por este “ser”. Llegó de la
nada como un viajero del tiempo. Me indicó que los colores de las piedras que
E L B Á C U L O P E R D I D O | 24

porta el “báculo solar”, como usted lo ha denominado, están sincronizadas para


realizar grandes milagros. La ubicación en que fue hallado, es muy importante,
ya que, es un punto energético terrestre, como un “ombligo” del planeta, es un
punto de equilibrio de las fuerzas magnéticas y cósmicas que llegan del astro
Sol. Cuando ustedes abrieron la caja contenedora del báculo este liberó un
aspecto casi incontrolable de dichas energías. Esto dio aviso a los seres que
custodian este lado del Universo. Los mismos que estuvieron presentes en la
creación de la humanidad. Ellos saben que si no se destruye o no se devuelve
pronto al lugar donde fue encontrado podría ocasionar una gran catástrofe en
el planeta. A menos que…
-¿A menos que, qué “Salomón”? –Interrogó impaciente el Doctor Richard
Bringh.
-A menos que las piedras sean cambiadas.– Dijo determinantemente la
computadora.
-“Salomón”, ¿sabes la secuencia de colores de las piedras que deben ser
colocadas en el báculo? –Prosiguió preguntando Richard.
“Salomón” contestó rápidamente:
-En principio, existen alrededor de 36 combinaciones por color. Sin
embargo, son 12 piedras para combinar, en tres posiciones distintas. En estas
12 piedras, existen 2 grupos de 3 piedras del mismo color, y un grupo de 2
piedras también del mismo color, nos quedan entonces, tres piedras con
distintos color. Si multiplicamos las combinaciones nos daría un total inmenso
de opciones para combinar, pero, hay que tener cuidado, porque una de ellas
nos llevaría a la catástrofe acaecida en las ciudades de Sodoma y Gomorra.
Sin embargo, el lugar correcto de colores y de las piedras en su sitio ideal,
haría que el báculo desapareciera en un haz de luz. Por otro lado, si piensan
encontrar un manual que les indique los colores exactos y las posiciones a
combinar, no pierdan el tiempo. No existe tal manual.
En ese instante, la Doctora Johanna Frances, entraba al laboratorio, lívida y
buscando sostenerse a una de las sillas…
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10

Joha apenas tuvo fuerzas para coger las llaves del auto que estaban en su
bata de laboratorio. Había caminado casi un kilómetro. Se encontraba débil,
hambrienta y tenía la boca reseca. Realmente no sabía qué le había sucedido.
Solo recordaba que conducía en dirección a una tienda para comprar la
cena para Richard y para ella. Bruscamente, estaba en un descampado, cerca
de un bosque. Las luces de un vehículo estacionado se vislumbraban a una
enorme distancia donde se encontraba. Se levantó con supremo esfuerzo y
caminó hacia las luces. Era el suyo. Todavía se sentía aturdida.
Cuando llegó al auto lucía totalmente despeinada, con hojas secas
enredadas en sus cabellos y el rostro de una persona que no había podido
conciliar el sueño. Esperó unos minutos para recomponerse, encendió el auto y
se encaminó, acelerando al máximo, directamente al complejo de la Fundación.

Al entrar al laboratorio tuvo que apoyarse a una de las sillas de espaldar alto.
Wireman y Richard acudieron en su ayuda.
-Mi amor, ¿Qué te sucedió? –Dijo Richard tomando a su esposa por
hombros y cintura.
-No sé Richard… solo sé que estaba tras el volante, y casi al llegar a la
tienda de comestibles, todo se volvió oscuridad… al despertar me encontraba a
casi un kilómetro del auto, en un claro del bosque cercano… despeinada y
llena de hojas secas.
-Gracias a Dios estás bien. ¿No estás herida amor?
-No mi vida, estoy bien. No tengo un solo rasguño. Es este aturdimiento lo
que me molesta.
-Y me imagino que estabas pintando algo. Tienes manchas de pintura en tu
bata. –comentó Wireman.
-No. Carl. No estaba pintando nada. Bueno, que yo recuerde…
La Doctora se quitó la bata y la colocó en un perchero cerca de unos
estantes y buscó asiento alrededor del mesón rectangular. Richard y Wireman
la pusieron al tanto de los acontecimientos. Luego, sin más nada que hacer allí,
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se retiraron a descansar. La noche espesaba las horas y pronto daría paso al


amanecer… y Wireman no estaba acostumbrado a los desvelos. Pero esa
noche, ya en su apartamento, hizo una excepción; comenzó a tratar de
entender lo que la computadora “Salomón” les había comunicado a él y a
Richard.
Una leve brisa entraba por la ventana. Peinó sus cabellos con las manos y
le vinieron a su mente algunos recuerdos, y pensó:
“Si el báculo es destruido, casi 20 años de trabajo ininterrumpido habían
concluido. En cambio, si logramos usarlo para beneficio de la humanidad,
mejorando la calidad de vida de la gente, y del mundo, haríamos una gran
contribución…”
“Por otro lado, si las autoridades de la Nación se enteran de este
descubrimiento, nos lo arrebatarían y lo usarían para fines bélicos, ya que
combinando los colores de las piedras podría destruir a ciudades y países
completamente…”
“Y si los colores son mal combinados nos destruiría a todos
irremediablemente…”
“La mejor solución, es estudiar lo que tenemos, para construir o crear algo
que nos beneficie a todos sin ser un artefacto destructivo… para ello, debemos
prescindir de utilizar, la fuerza que transmite los colores combinados con la
energía solar, y la energía cósmica, que entra del espacio e inunda nuestra
atmósfera, y eso es lo que creo que activa la composición física de las piedras
de colores.”
Y un pensamiento más se unió a su ya cansada mente:
“Los antiguos conocían el poder que poseía el báculo solar desde el
principio. Fueron adiestrados en su uso, racional e inteligentemente. Fue un
obsequio, procedente de “seres venidos del cielo”, y la batuta que usaron los
grandes conductores de la humanidad. Lo construyeron como el bastón de un
pastor, porque el hombre necesitaba ser guiado. Ese símbolo podían
entenderlo bien las personas de cualquier época: la vara, el cayado del Pastor,
el báculo del poderoso, del profeta que lleva a la tierra prometida al pueblo de
Dios, `EL PODER DE DIOS’. Por eso les hablaron de su esencia, constructiva y
destructiva para el no elegido.” –Wireman siguió en su mente:
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“Y para ser usada convenientemente, debe asirla la persona que posea las
cualidades de desapego, amor a su prójimo, abandono total de su ego… y fe
infinita en Dios y en el universo, así lo dijo el hombre que me habló en el
estacionamiento…”

***
Totalmente exhausto, encendió la luz de la cocina para preparar un Té. Puso
agua en la tetera, encendió la cocina de termo refracción cerámica, colocó una
cucharada de hojas y flores de manzanilla en una taza, y esperó 5 minutos. La
tetera comenzó a expeler por su delgada boquilla un silbido agudo y vapor al
mismo tiempo.
Carl tomó el utensilio a mano desnuda, y parte del vapor quemó una
considerable zona de su mano derecha. Abrió el grifo y puso su mano herida
bajo el flujo de agua fresca por espacio de 10 minutos. Luego, preparó el té con
el agua ya entibiada de la tetera, enrolló su mano en un paño de cocina y se
fue a dormir a su habitación, con la esperanza de poder decidir qué hacer con
tan inmenso lio en la mañana.
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11

La capilla era un extraño y misterioso recinto para Johanna. El olor de las velas
y del incienso, los cuadros, retablillos e imágenes de un hombre herido,
padeciendo los dolores de una tortura, de una crucifixión… de una muerte, de
un sacrificio por su prójimo.
Johanna dejó la escuela y huyó de casa. Sus padres no la entendían, nunca
la entendieron y nunca la entenderían. Tenía 13 años de edad y su espíritu era
alegre, entusiasta, resuelto, libre.
Era una chica inteligente para su corta edad. En la escuela había conocido
a Richard y se habían convertido casi de inmediato en buenos amigos.
Recuerda que ambos tenían un anillo, que mostraba, según su color, el estado
de ánimo que podían tener en algún momento particular del día.
-Richard, hoy estás de lo más tenso. –Le decía Joha con sorna.
-¿Por qué dices eso Joha?
-Por tu anillo, bobito. Es de color rojo oscuro. –Respondió
-Joha, es que quiero decirte algo… y no sé cómo hacerlo…
-Pues hazlo, Richard. Es más, sé que me quieres como yo te quiero a ti. No
tienes que ocultarlo más. ¿Quieres que sea tu novia? Pues sí. ¡Sí, quiero ser tu
novia! Y quiero serlo para siempre…
Richard Bringh no pudo emitir ni una palabra. A todo esto, decía sí con la
cabeza. Sabía que Johanna era una chica de valía, ordenada e inteligente y de
buen corazón. Él la había ayudado en su fuga, en encontrarle refugio en la
casa de caridad de las hermanitas del sagrado corazón de Jesús y la
convenció de regresar a la escuela para que prosiguiera con sus estudios.
Cuando se hicieron novios, ella tenía 16 y él 17. Ambos entraron a la
Universidad Estadal ese año, y se dedicaron a trabajar siempre como un
equipo inseparable.

De tiempo en tiempo, Joha regresaba al convento, a la casa refugio, donde


pudo encontrar paz en sus recintos, a la capilla y a los rostros amables de las
monjitas cariñosas, que cuidaron día a día de ella y procurándole los recursos
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necesarios para costear sus estudios universitarios. Cuando consiguió empleo,


destinaba la mitad de sus ingresos a la casa de caridad. A su casa.

Esa noche había decidido sorprender a su esposo. Quería comprarle una cena
especial, ya que, se trabajarían hasta tarde en el laboratorio. La cosa no estaba
tan sencilla de resolver, así que necesitaban muchas calorías y carbohidratos
para mantener el ritmo de trabajo. De camino hacia un establecimiento en el
centro de la ciudad, su automóvil comenzó a vibrar. Gran cantidad de luces de
colores revoloteaban en rápidos zigzag frente al vehículo, luego una luz blanca
la cegó… todo cambió a oscuridad. Una paz invadió su interior.

Richard se había entretenido con los pedazos de barro encontrados cerca de


las ruinas de la ciudad de Petra. Pensaba que posiblemente alguno de ellos
podría llevarlo a una pista, o en su defecto, a un mensaje codificado que le
revelara la manera de usar el báculo solar. A su lado estaba el Doctor
Wireman. Él le había insistido en buscar algún dato oculto entre las piezas
halladas.
Repentinamente se dio cuenta que el tiempo había trascurrido largamente.
Joha tenía un retraso de más de media hora en su llegada al laboratorio, sin
embargo, confiaba en ella. Sabía que su esposa podría salir de cualquier
inconveniente que se le presentara, inclusive del más inesperado.
Fue entonces cuando Wireman le preguntó por la ausencia de Joha…
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12

Lo ocurrido a la Doctora Frances mostraba tintes, de que algo, mucho más


extraño estaba sucediendo. Richard se encontraba incómodo, incapaz de
entender toda esta situación. Le preocupaba sobremanera el aspecto marchito
de su esposa. Parecía haber envejecido 10 años. Se notaba más cansada que
de costumbre. El brillo de su sonrisa se había extinguido. Sentada al lado del
conductor, estaba callada, sumisa.
-Amor, ¿en qué piensas?– preguntó Richard, intentando animarla,
haciéndola hablar.
-En nada querido… sigo aturdida. –Sentenció secamente.
-¿Te parece si comemos algo?…Digo… si quieres, en esas tiendas que
abren las 24 horas. A veces venden unos filetes bastante gruesos y jugosos…
anda querida, ¡anímate! Cuando estemos sentados, saboreando la rica comida,
me podrás contar lo que te pasó con detalles… tú nece…
-¡No…! Richard, por favor… llévame a casa… -interrumpió tajantemente. Su
mirada se dirigía a su derecha, hacia la oscuridad del bosque.
El auto y sus ocupantes cruzaron la noche, hacia la zona de casas privadas
cerca del lago de la ciudad Chxx.

Joha esperó que Richard abriera la puerta de la casa y entró en busca de la


habitación. Se dirigió al baño, e inclinándose sobre el retrete comenzó a
vomitar. Luego, de bajar el agua, fue al lavamanos, y lavó su cara y sus manos.
Al mirarse al espejo notó unos pequeños hilos de cabellos blancos. Los tocó
preocupada y asustada al mismo tiempo. “¿de dónde salió esto?”, se preguntó.
“he envejecido… he envejecido…” decía para sí. Necesitaba una explicación…
-Amor, ¿estás bien? ¿Qué tienes cariño? –Dijo Richard entrando al baño de
la habitación y mirando la sorprendida expresión de su esposa, al ver parte de
su cabello blanquecino-. Los dos se miraron desde el espejo.
-Richard… ¡creo que he envejecido un montón de años! –dijo joha
asustada, temblorosa, ante la extraña realidad que estaba viviendo.
-Cariño, creo que todo esto debe tener una explicación-. Dijo abrazándola-
Te voy a preparar algo ligero, descansamos esta noche, y mañana en el
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laboratorio consultamos a “Salomón”.El podrá decirnos o darnos una pista al


respecto.

***
Wireman llegó temprano al laboratorio. Comió un sándwich frente al panel de
control monitorizado de “Salomón”. La computadora permaneció en silencio
todo ese tiempo. Cuando terminó, limpió su boca con un paño antibacterias que
siempre llevaba consigo. Se levantó de la silla y se dirigió hacia el cilindro
protegido. El báculo se encontraba allí. Las piedras de colores eran aún más
resplandecientes, como si estuvieran mucho más cargadas de energía. Las
tres brillaban y sus colores eran más intensos. El Doctor se apartó un poco, y
luego buscó la silla frente a “Salomón”. Su mano derecha se había hinchado
bastante durante la noche, y la piel que cubría los dedos estaba muy sensible
por la quemadura del día anterior.
Cinco minutos después llegaron Joha y Richard.
-Buenos días, Doctor Wireman. –Dijeron al unísono como si de una escuela
de párvulos se tratara.
-Buenos días…Joha, ¿qué te ha sucedido? Tienes un mechón blanco en tu
cabello. ¿Te lo has pintado? –Observó.
-No, Doctor. Después de lo sucedido ayer, simplemente me salió. Vine a
consultar a “Salomón”, él debe saber la respuesta.
El rostro de la Doctora Frances se veía retocado. Trataba de ocultar algunas
arrugas que habían aparecido en sus ojos y frente, aunque la luz del salón las
hacía un poco más visibles.
“Salomón” permanecía en silencio.
-“Salomón”, ¿puedes decirnos que tipo de fenómeno ha afectado a la
Doctora Johanna?
Wireman esperaba una rápida contestación, pero “Salomón” seguía en
silencio. Un extraño ruido parecido a una interferencia radial, se escuchaba por
los parlantes.
-¡“Salomón”! –volvió a llamar la Doctora Johanna.
Nada. Sólo el ruido. Bajo y casi imperceptible.
E L B Á C U L O P E R D I D O | 32

-¡Bien señores! Creo que hemos perdido a “Salomón” –Sentenció el Doctor


Richard Bringh-. No da señales de vida.
-¡Pero está encendido, Richard! Observa los indicadores leds, parpadean
sin cesar. Parece que está en suspensión o procesando una gran información a
velocidades increíbles. ¿Puedes verlo?
-Sí, querida. Esperemos unos minutos para ver si responde.
Todos buscaron asiento en la mesa circular y esperaron en silencio. Las
piedras del báculo se hacían más brillantes, casi iluminaban la estancia. El
reflector ubicado en el techo estaba cerrado, sin embargo, la esfera en la parte
superior del báculo se hacía más blanca y su luz palpitaba como un corazón
humano.
Transcurrieron 5 minutos.
-¡“Salomón” está aquí! –dijo la súper máquina cuántica con un tono triunfal.
-¡”Salomón”! ¡Gracias a Dios! Creímos que te habíamos perdido para
siempre. Necesitamos de tu ayuda… urgente…
"Salomón" cambió el tono robotizado de su voz a una más humana y dijo:
“Después bajó Moisés del monte Sinaí llevando las dos tablas de la Ley; pero
al bajar del monte no se dio cuenta de que su cara resplandecía por haber
hablado con el Señor.” (Éxodo, capítulo 34, versículo 29).
-¿Qué quieres decir con eso "Salomón"? ¿Acaso Joha estuvo en presencia
de Dios? –interrogó Richard, confundido ante una respuesta poco común en
una máquina de cómputo de gran velocidad y enorme poder de procesamiento.
La computadora cuántica continuó:
-La Doctora estuvo en presencia de un ser luminoso.
Su campo energético, parecido a la de un objeto radioactivo, provocó el
vómito de la Doctora y por ende las canas en parte de su cabello... le
recomiendo se nutra con comidas ricas en azúcar y consuma bebidas
hidratantes. –Acotó "Salomón" casi imitando un spot publicitario de los años
`90.
-¿Eso es todo "Salomón"? dinos, ¿Que “ser luminoso” pudo ser, ése que
prácticamente “secuestró” a mi esposa? ¿Lo sabes?
E L B Á C U L O P E R D I D O | 33

-Sí, Doctor Bringh. Sé quién pudo haber “secuestrado” a la Doctora


Frances. Pero la lógica me indica, que ustedes no están preparados para
entender el porqué de tan seguidos acontecimientos. Tampoco están
preparados, como de verdad lo estuvieron, los humanos de la antigüedad.
Sus limitantes leyes religiosas, filosóficas, científicas, humanas y sus
escasos conocimientos sobre el sentido general de las cosas inmateriales,
cósmicas y dimensionales, hacen que yo deba guardar silencio. Pero puedo
ayudarlos a saber la razón por la que tenía que encontrarse con la Doctora
Johanna. Es muy sencillo: la respuesta está en la bata que la Doctora colgó
ayer en el perchero, cerca de la consola.

***
Los primeros rayos solares se colaron por la ventana iluminando la habitación.
El Doctor Wireman aprovechó para darse un energizante baño de sol matutino,
antes de salir en su auto camino al laboratorio. Después de la ducha, cuando
llegó el momento de vestirse, Wireman fijó su mirada en una caja de zapatos
que sobresalía de la parte baja del armario. Se agachó, tomó la vetusta caja, y
la abrió. Dentro, estaba toda su herencia. Sus tesoros más preciados. ¿Cuánto
tiempo había pasado desde que la abrió por última vez? ¿Años quizás?
La foto, su acta de nacimiento y el juguete de Moisés aún estaban allí.
El color amarillo-naranja de la edad, había logrado hacer mella en los
objetos. Miró al Moisés de juguete y lo tuvo en sus manos un rato. Pronto
decidió llevárselo. Lo colocó en uno de los bolsillos de su bata de laboratorio y
continuó su camino al complejo científico de la fundación.
Mientras conducía, trataba de recordar, quizás, algún buen momento
ocurrido en el transcurso de su vida. Sacó al Moisés de su bolsillo y lo colocó
delante de él. Se veía imponente, sabio, confiable, generoso; tocado por la
divinidad. Además, lucía poderoso, poderosísimo, con su báculo en la mano
derecha, mientras que su mano izquierda caía en estado de reposo, a un lado
de su cuerpo.
E L B Á C U L O P E R D I D O | 34

***
-¿Fue Moisés el que supuestamente “secuestró” a Joha, "Salomón"? –interrogó
Wireman.
"Salomón" se negaba a responder. El Doctor Wireman tomó el silencio de la
máquina cuántica como una afirmación. Sin embargo repitió su pregunta y
agregó otra: -Moisés vino a transmitir un mensaje, que sólo Joha estaba
capacidad de recibir ¿es verdad "Salomón"?
-Doctor Wireman, su inteligencia está por encima de cualquier otra persona
humana, al igual que ustedes: Doctores Frances y Bringh.
Usted sabe muy bien, que ante una pregunta, en donde se debe contestar
verdadero o falso, o ante un sí o un no, no puedo mentir; ni puedo optar por
una falsedad o una negatividad. Puedo no contestar, simplemente.
Tengo la enorme fortuna, la cual agradezco grandemente, que me
programaron unos científicos maravillosos, y ellos, mis progenitores, me
acompañan desde mi activación. A ustedes Doctores Frances y Bringh les
debo mi existencia.
Así mismo, debe recordar Doctor Wireman, que mi moral y mi conducta se
rigen –y mis creadores aquí presentes lo saben-,por las 3 leyes
Robóticas(Leyes adoptadas por la humanidad y la ciencia en el siglo XXI.
Fueron redactadas por un autor del siglo XX: Isaac Asimov, en su libro “Yo,
Robot”). En este instante estoy aplicando la 1era ley que dice: “Un robot no
debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra
daño.”
Mi condición de computador, con base primordialmente cuántica, no me
impide,que sea clasificado como un robot, ya que, aunque físicamente no
pueda moverme o trasladarme por los espacios del complejo científico de la
fundación Wireman, puedo comunicarme por voz y puedo escuchar, analizar y
clasificar los sonidos que entran por mis circuitos y sensores. Puedo, así
mismo, saber perfectamente el estado de ánimo, condición de salud, física y
mental del hablante, y de esa manera realizar un estudio pormenorizado del
individuo. Pero quiero dejar claro, que no soy un arma de Guerra y nunca lo
seré. Que nunca estaré de espaldas ante la ignorancia y la miseria humana y
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que siempre estaré presente para brindar mi apoyo incondicional a la raza que
me dio la vida.
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13

-Richard, creo que unas lágrimas, cayeron sobre algunos de los chips de
control cibernético de la placa. –Dijo Joha, tratando de limpiar la humedad
producida por su llanto, en una de las láminas circuitadas a su cargo.
-No te preocupes, no le pasará nada, espero que algún día, esta
computadora cuántica posea vida propia; es una de las mejores creaciones que
hemos realizado juntos, amor mío. -Acotó Richard.
-Sí amor…
La Doctora Frances salió corriendo de la sala de ensamblaje. Sus manos
trataban de cubrir, el llanto incontrolable que le producía, haber discutido, la
noche anterior con Richard. La discusión giraba en torno ala posibilidad de
tener un bebé. Los exámenes fueron negativos. Una extraña anomalía en sus
ovarios, cerraba toda clase de oportunidad de quedar embarazada. Richard en
cambio trataba de comportarse con este asunto, lo más calmado posible. No
importaba si no había bebé-por más que lo quisiera y que desde lo más
profundo de sus entrañas lo deseara mucho-. El hecho de estar casado con
Joha, ya lo convertía en el hombre más afortunado de toda la ciudad y de sus
alrededores. ¿Cómo le hacía entender que aunque no tuvieran un hijo, él se
sería igualmente feliz?
Richard no la siguió. La dejó tranquila. Él sabía que al fin y al cabo pronto se
le pasaría, y más adelante, racionalmente, podrían hablar con ella al respecto.

La computadora estaba lista. Debían comenzar la primera prueba en alrededor


de una hora. Joha y Richard se encaminaban a los cafetines. Iban en busca de
un chocolate tibio y unas galletas, luego volverían para asistir a las pruebas
experimentales de la nueva serie –la segunda- de computadoras cuánticas.
Las pruebas las realizaba otro equipo especial, 6 personas, para más
exactitud. Si uno de los equipos ensambladores o el equipo de control e
instalación de software cometía algún error, allí mismo se sabría.

Al cabo de unos días, se habían terminado todos los ensayos y pruebas


pertinentes. Fue genial. Todo salió bien para el equipo de ensamblaje de los
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Doctores Frances y Bringh. Por ello, les fue colocado otro “Quantum” dorado en
la pared del laboratorio. Premio a la excelencia en el trabajo.
-“Doctora Frances, la solicitan en la Oficina del Director” –una hermosa voz
fluía suavemente por unos altavoces colocados en los postes exteriores,
transmitiendo con dulzura la urgente notificación.
Extrañada se encaminó a la oficina de dónde provenía la solicitud de su
presencia.
-Hola Doctora, ¡bienvenida!, por favor, siéntese… -y señaló con la mano
abierta la silla frente a su escritorio.
En la oficina sólo había una silla, algunos cuadros en donde aparecían
aviones de guerra, palmeras, playas, reconocimientos, diplomas, certificados,
un archivador, un escritorio, dos lámparas y un individuo de una altura
estimada a los 1,90 metros, regordete, con corte militar, camisa
impecablemente blanca, corbata negra, lentes de pasta y de una edad
aproximada de entre los 55 a 58 años; todo esto cabía en un cuarto de 4x4,
con una gran ventana que daba hacia la sala de ensamblaje.
-Doctora Frances, estoy enterado que junto a su esposo, tienen el deseo de
crear un complejo de investigación de ciencias físicas… una fundación, creo, y
sé, que esta fundación, es en sociedad con el Doctor Wireman, un estimado y
querido investigador en áreas generales de la energía cromática –El enorme
hombre frente a ella hizo una pausa corta y continuó diciendo:
-Me agrada. Por ello la he mandado llamar. Sé que van a tener mucho éxito.
Además la energía cromática será una de las opciones más probables que el
mundo pueda utilizar para su beneficio. Yo la clasificaría… como la energía del
futuro.
-Gracias señor Mitt, es usted muy amable, gracias por su deferencia y sus
buenos deseos. Le haré llegar a mi esposo y al Doctor Wireman sus palabras
de confianza…
-Sí, bueno… pero eso no es todo, Doctora Frances… hay algo más…
Joha esperaba un chaparrón inminente. ¿Qué había salido mal?
¿Cometimos algún error? ¿Nos despedían para emplear mano de obra barata?
El señor Mitt se arrellanó en su enorme silla ejecutiva y continuó hablando:
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-Como es de su conocimiento, Doctora francés, nuestra empresa


subcontrata científicos y a otras empresas para que elaboren, diseñen,
construyan y creen nuestros computadores y accesorios…
-Sí, señor Mitt. Ya lo sabía. Eso está claro para mí. –Afirmó Joha.
-Bien, entonces voy al grano. La empresa les dará a ustedes en donación,
una computadora cuántica, de esta última generación, en la que usted y su
esposo han trabajado, así como los equipos y materiales necesarios para
abastecer el laboratorio de investigación. Mañana en la mañana deben ustedes
hacerme llegar una lista detallada de sus necesidades. Incluya también la
cantidad de dinero que requieran para su funcionamiento.
-Gracias de nuevo señor Mitt. Pero como usted y yo sabemos, nada es
“gratis” en este mundo de empresas y nuevas tecnologías, así que suelte
todo… ¿qué quieren a cambio de dicha “donación” tan generosa?…
-Bueno Doctora, lo diré claramente; sólo pedimos saber sobre sus
descubrimientos… cualquier cosa que hayan logrado crear, hallar o construir.
Hablaremos de patentes, cesiones y demás en su momento. Por ahora, tome lo
que le ofrezco. Tengo plena confianza en ustedes y en su profesionalismo.
La Doctora Frances salió de la oficina pensativa, dejando claro que
discutiría la propuesta con su esposo y con el Doctor Wireman, y que a la
mañana siguiente recibiría su respuesta.

La enorme máquina cuántica fue instalada a las pocas semanas en el


laboratorio de la Wireman Foundation, así como los demás aparatos. Cables,
cámaras, circuitaje y equipos de seguridad, etc. El cilindro de vidrio blindado
con su puerta conectada a un sistema digito métrico, al que sólo accesaba el
Doctor Wireman, colocando la huella de su dedo pulgar de la mano derecha.
Johanna había escogido la última computadora que armaron juntos, ella,
Richard, y su equipo.
Todo estaba tomando forma y pronto comenzarían a trabajar en los
proyectos que habían planificado en conjunto con Carl Wireman, desde hacía
bastante tiempo…
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14

En el laboratorio, la luz reflejada en las paredes, tomaba matices


insospechados. Por un lado, los leds de varios colores, provenientes de los
aparatos, por otro, las lucecitas rojas de las cámaras, por otro… el brillo ahora
más pronunciado, de las piedras del báculo, mientras que, la esfera superior
actuaba como la luz de un faro cubierto por un halo rojo.
"Salomón" había quedado solo, luego de que Joha, Richard y Wireman se
habían retirado a descansar. Las luces comenzaron a parpadear
repentinamente. Un ente apareció en un haz de luz enceguecedora en el centro
de la sala.
"Salomón" monitoreó la presencia, pero no pudo usar sus sensores. Parte
de sus componentes se habían detenido de forma extraña.
La presencia portaba un manto o una especie de túnica de colores, estos
colores seguían un patrón lineal, recto, que abarcaba de lado a lado la tela, y
que el visitante llevaba sobre sus hombros.
A "Salomón" esto le indicaba una especie de distintivo, que dividía los
clanes o familias en épocas muy remotas. Era como una especie de clave,que
se usaba como símbolos, en los colores conocidos de la naturaleza.
La bata de la Doctora Frances tenía una composición de colores igual,
pintada o manchada a propósito, o quizás un mensaje con la solución a la
combinación que se necesitaba para destruir el báculo solar.
El extraño visitante se dirigió hacia "Salomón", y sin mover sus labios,“le
mostró”, de alguna manera desconocida, para la compleja máquina, la razón de
su visita.
Las opciones eran infinitas, como infinitas eran las estrellas y los planetas
en el vasto universo. El saber de "Salomón" era limitado, ya que, el saber del
hombre también era limitado. Por ende, su programación también era limitada.
Sin embargo, el visitante lo sabía, así que desde donde se encontraba, hizo un
movimiento con su mano abierta hacia el báculo y todo se llenó de colores. Los
colores vibraban, saltaban y una música tenue se comenzó a escuchar en la
sala. Por primera vez, la máquina de cómputo cuántico, empezó a “sentir”,
comenzó a “entender” lo hermoso, lo maravilloso de la creación, del hombre,
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del universo, del conocimiento. Era como si se hubiera renovado en “él” todo,
un nuevo programa, una nueva forma de “ver” las cosas, de “pensar”.
Recordó el momento cuando aún, faltando algunas piezas para completar
su estructura, la Doctora Frances dejó caer algunas lágrimas, en unos de sus
chips integrados. El dolor y la tristeza de la mujer, cuando desea realmente ser
madre y no le es posible serlo, lo conmovió hasta lo más profundo de sus
partículas cuánticas, y descubrió el alma de su ser electrónico; entonces, su
deseo se convirtió también en su deseo. El visitante advirtió esa esperanza,
que afloraba con extrema pureza en la “mente” de "Salomón" y la guardó para
un futuro próximo.

Su “nueva programación” recorría ahora una infinidad de nuevos senderos,


muchos de ellos desconocidos; aprendiendo en cada etapa, en cada paso, con
mucha más rapidez que antes.
El ser tocó a "Salomón" con sus manos y se despidió. Un pequeño remolino
de viento abarcó todo el recinto y las luces se apagaron unos segundos. Todo
volvía a la normalidad. “Salomón” “durmió” en modo de suspensión, en su
cama de cables y circuitos electrónicos durante unas horas. Su software
renovado había encontrado y eliminado un programa espía, instalado días
antes, por la empresa ensambladora del Señor Mitt. Nada había logrado
transmitir a la compañía, nada pudo conseguir la ambición de este pequeño
hombre de negocios.
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15

-“Señor Mitt, tiene llamada en su oficina” –resonaron los altoparlantes en la sala


de embarque, en los almacenes de la empresa.
-“Señor Mitt, le espera una llamada en su oficina” –repitió con insistencia la
bien timbrada voz de la chica de la central.
El Señor Mitt buscó la salida y se adentró a un complejo laberinto de
cubículos atestados de gente. Buscó las escaleras y subió a su oficina. Una de
sus secretarias lo esperaba para entregarle el teléfono que sostenía en su
mano.
-Aló, sí… Mitt al habla.
Una voz pausada e inconfundible para él, le contestó:
-Buenos días Señor Mitt… ¿sabe quién le habla?
-Sí claro. Señor…
-Sin nombres por favor –interrumpió secamente para continuar la
conversación-. Esta mañana se ha reunido la junta directiva en pleno para
tratar el “asunto Wireman”. Lo llamo para informarle, que aprobamos su idea de
“colaborar” con la realización del “futuro” centro de investigación, de los
doctores Frances, Bringh y Wireman. Nos parece que será beneficioso para
todos, por el simple hecho de que los proyectos, que manejará próximamente
la Fundación Wireman, tienen un alto grado de factibilidad económica, que
dejarán un alto margen de ganancias para todos nosotros. Ya estamos
haciendo arreglos con el ministerio de la defensa de nuestro país, para
abastecerlos de “productos bélicos” de bajo coste y de alto poder destructivo.
¿Me está escuchando Señor Mitt?
-Claramente Señor… le recuerdo que una “Máquina de energía cromática”
nunca se ha diseñado, y que sus posibles aplicaciones, van desde la
posibilidad de desintegrar partículas subatómicas, hasta la posibilidad de
“viajar” largas distancias, y quizás también se logre viajar en el tiempo. Además
dicha máquina puede producir más energía, que diez pilas atómicas juntas.
Todos esos documentos clasificados le fueron enviados inmediatamente
después de que pudimos copiarlos de su computadora central y otra parte la
obtuvimos de la tesis doctoral del Doctor Wireman.
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-Sí, y esa es la razón por la que usted debe convencer a la Doctora Frances
que acepten nuestra “humilde contribución” para la realización del complejo
científico. Es una oportunidad de oro. Energía no contaminante y casi eterna.
Los colores… ¡se imagina Señor Mitt!, a nadie se le ocurrió que los colores,
que embellecen nuestro mundo, puedan lograr más que cualquier otro invento
en el pasado. ¡Ja Ja Ja Ja! Espero su informe después de hablar con la
Doctorcita, hasta luego Señor Mitt…
-¡Hasta luego Señor!

Para el Señor Mitt la idea era revolucionaria. La utilización de prismas, piedras


preciosas, contenedores de luz solar, contenedores de energía cósmica, etc.,
para concentrar el poder energético de los colores es increíblemente original. El
Señor Mitt, sentado plácidamente en su silla ejecutiva, se imaginaba un arma
portátil, conteniendo cristales de color rojo con energía suficiente para destruir
un portaviones enemigo. Un arma así ganaría la guerra en pocos días.
También se imaginaba una especie de “pila” o “batería”, en donde los cristales
o gemas de varios colores, producirían suficiente energía para llevar más allá
de nuestra galaxia naves exploradoras o satélites durante cientos de años,
inclusive, y a nivel práctico, podrían darle luz a ciudades enteras, a complejos
militares, etc.
¿Teléfonos, laptop y equipos de comunicación militar, usando pilas de
energía cromática inacabable? Maravillosa idea. ¡Excelente!
Por la rejilla del techo, el aire acondicionado atemperaba la oficina del Señor
Mitt haciéndola bastante agradable. Un sopor invadió su enorme humanidad
posesionándose de él. 30 segundos bastaron para quedarse dormido en su
mullida silla ejecutiva. El Señor Mitt viajó hacia el mundo de la imaginación y de
los sueños llevándose con él una sonrisa en los labios.
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16

Salió temprano en el auto esa mañana. Había llevado a Richard al centro de la


ciudad para que hiciera unas compras, quedando a buscarlo en el término de
una hora. Miró su rostro por el retrovisor y aún se veía marcado por una edad
que no era la suya. Richard le había dicho que posiblemente era un estado
pasajero, y que los mechones blancos de su cabello, le daban un toque muy
original y sensual.
Tenía unos minutos dando vueltas por las calles adyacentes a un parque,
cuando vio a una joven madre sentada en unos de los bancos, cuidando a su
pequeño hijo, éste jugaba feliz entre los columpios y los toboganes. Algunas
lágrimas corrieron por sus marchitadas mejillas. Giró en la siguiente esquina, y
decidió por fin ir a la capilla de la casa de caridad que le dio refugio una vez,
cuando era apenas una niña. A las hermanitas de la caridad todavía les debía
mucho y no tenía como pagarles tanta bondad y tanto amor.
Al llegar, una de las hermanitas podaba un árbol de rosas rojas frente a la
capilla. La saludó con alegría y ella respondió con ternura:
-Buenos días hija, ¿en qué puedo ayudarte? –dijo mostrando una radiante
sonrisa.
-Buenos días hermana Carmen, ¿me reconoce? Soy joha, Johanna
Frances. ¿Puede reconocerme?
-¿Joha? Ah sí, la chica científica… Johanna, ¿Cómo has estado niña? ¡Dios
mío! ¡Como ha pasado el tiempo! Te ves mucho mayor que desde la última vez
que nos vimos. Dime Johanna, ¿cómo has estado?
La hermana Carmen rondaba los 70 años de edad y aún poseía la fuerza y
la entereza de una mujer más joven. La miró esperando una respuesta. Joha,
sin embargo, la abrazó con cariño.
-Estoy bien hermana. Mi trabajo requiere mucho de mí tiempo y de mi
esfuerzo, por esa razón me veo un poco más anciana.
-Bien hijita, ¿vienes a visitar a cristo? La capilla por el momento está
cerrada, pero tú eres de la casa. Puedes venir cuando quieras y visitar al
santísimo cuantas veces quieras… Ven, pasa por aquí –Dijo la hermana
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tomándola de la mano y guiándola hacia la puerta exterior que daba a la


sacristía-.
-Por aquí es el camino, ¡no hay pérdida!…

De la sacristía se pasaba al interior de la capilla. La hermana la dejó sola y joha


buscó asiento en uno de los bancos frente al altar. Inmediatamente, llevó sus
manos al rostro y lloró desconsoladamente. Luego de unos minutos y ya más
calmada pudo sentir el olor que despedía el sagrado lugar. Las velas, el
incienso, los recuerdos de niña pasaron por su mente. Sus grandes momentos
de alegría con las hermanitas, su fe… ¿qué había pasado con su fe? ¿La había
apartado a un lado para convertirse en una científica de valía y al mismo
tiempo en una no creyente? Joha, oró decididamente por su fe. Oró por su
alma. Oró por Richard, quien con tanto amor incondicional la había
acompañado todos estos años, oró por la humanidad, oró por Carl, que
siempre estuvo solo hasta que llegaron Richard y ella. Se arrodilló ante el cristo
viviente y pidió perdón. Perdón por haber olvidado, que, ante todo lo que
piense o haga el hombre, siempre hay un Dios todopoderoso, que viene en su
auxilio cuando es requerido. “Dios nunca olvida, nosotros sí…” Dijo. Y salió de
la capilla en busca del amor de su vida, que lo esperaba, probablemente
impaciente desde hacía 10 minutos. Fuera de la capilla la hermana Carmen la
esperaba.
-Joha… niña, ¡espera un minuto, por favor! Necesito verte bien y decirte
algo. –La hermanita se acercó a ella y tocó sus cabellos, luego acarició su
rostro con mucho cariño y suavidad-. ¡Has sido tocada por Dios! –Dijo.

Richard, ya tenía alrededor de media hora en espera y joha no aparecía por


ningún lado. Pensó ir a una parada de bus cercana y tomar un taxi. Pero debía
esperar unos minutos más por su esposa. Realmente no estaba preocupado. Él
sabía que ella podía cuidarse sola. Sin embargo, no podía llamarla, ya que, en
una ocasión los dos acordaron no usar los “Gevicell” por su inestabilidad
comprobada (podían causar daños visuales y auditivos), y por lo inseguro que
pueden ser la mayoría del tiempo (la geo localización perimétrica ayudaba a
bandidos y secuestradores, a conocer la ubicación de la persona y ésta podía
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ser fácil presa de ellos, al obtener el número de teléfono de la víctima y un pin


secreto de 8 dígitos que se le daba a la persona con la compra del aparato).
Richard comenzaba a caminar hacia la parada de bus cuando la bocina del
auto lo hizo detenerse. Esperó que Joha detuviera el auto, y entró, dando un
beso a su esposa.
-¡Amor, aquí estoy! Disculpa llegar tarde. Me entretuve. Fui a la capilla de la
casa de las hermanitas de la caridad ¿recuerdas?, la casa refugio. Me quedé
un rato orando. No vi la hora, perdóname, sí… ¿sí? ¿Me perdonas?
Joha parecía ahora la misma de antes, con más entusiasmo y más ánimo.
Su rostro había cambiado también. Las arrugas iban desapareciendo poco a
poco, no así el mechón blanquecino en su cabello. Richard se llenó de alegría.
Su esposa mostraba ahora una sonrisa en su cara y un regocijo en su corazón.
Johanna Frances, había regresado. También la fe de Johanna regresó, esa fe
que una vez perdió, en camino de alguna parte de su atareada vida.
A Johanna, regresó la vida misma. Esa vida del alma, esa vida, que no pudo
compartir con sus padres, porque para ellos Johanna no tenía valor, era un
estorbo, aún, si estudiara y llegaba a ser alguien, a ellos no les importaría.
¡Johanna está aquí! -Gritó a los cuatro vientos levantando sus brazos al
cielo y sacando su cabeza por la ventanilla del auto estacionado.
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17

Desde lo alto de una pequeña colina, un hombre miraba hacia el horizonte. Aún
faltaba mucho camino por recorrer, mucho desierto, mucho sacrificio que
entregar a Dios. Las fronteras se erguían como montañas inalcanzables,
mudas e insensibles al sufrimiento y a la soledad.
-Señor, aquí tienes el manto que me encargaste hace algunos días. Lo
terminé tan rápido como pude, mi señor…
La esposa de Moisés una joven mujer, portaba en todo su cuerpo y rostro
los tatuajes ceremoniales de su tribu. Ella, fiel a su esposo, ahora le entregaba
entre sus manos un hermoso y bien elaborado manto que le había sido
encargado por el patriarca.
Moisés lo tomó con cuidado y lo examinó. Los colores exigidos por él, se
manifestaban en todo su esplendor a través de sus líneas continuas y con la
misma extensión del largo de la tela.
-Gracias mi amada esposa. Es lo que pedí. Puedes retirarte.
La combinación de colores requerido eran los correctos.
Buscó un mensajero y pidió la presencia de Josué. Él se presentó de
inmediato con un grupo de hombres pertenecientes a su tribu.
Tomó a Josué por un brazo y lo alejó de los demás.
-Josué –Dijo con voz ronca de anciano-. El manto que hoy llevaré en mis
hombros, hasta llegar a los predios de la tierra prometida, tiene una secuencia
de colores. Esa secuencia, es la que usarás, para colocar en mi báculo, las
piedras sagradas que llevo en este pequeño saco, aquí en mi cinturón. Deben
ser colocadas sólo por ti, mi querido amigo. Lo harás cuando cruces hacia la
tierra prometida y llegues a un sitio en particular, sagrado, ese sitio te será
revelado en su momento. En ese instante colocarás las piedras en su
secuencia de colores según este manto que te dejaré -también en su momento-
y lo seguirás usando para guiar al pueblo de Israel hasta su objetivo final. Mi
báculo desaparecerá. Irá a reunirse con el creador, y mi cuerpo, mi alma y mi
espíritu también lo harán. Así me ha sido pedido por Dios y así se cumplirán
sus designios.
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Moisés se alejó de Josué lentamente. Iba camino a su tienda. Fue un día


azaroso. El calor aumentaba con la tarde. La brisa arrastraba la arena y la
mezclaba con el sudor de los cuerpos semidesnudos de la gente. Su esposa lo
esperaba impaciente. Era hora de comer y dar gracias al Señor.

Josué recibió varios mensajes en sueños reveladores. Pero no sabía


interpretarlos. Desde que dejaron a Moisés con toda su familia, en las
cercanías de Baal-Peor en el valle del Moab, Josué trató de discernir los
mandatos de Dios con respecto al báculo. Se dirigió hacia el noreste buscando
una de las orillas del río Jordán. Allí acampó con un grupo muy selecto de sus
hombres, escogidos para cumplir con los deseos del Patriarca. Llevaba consigo
el cofre de oro que contenía el báculo. Una luz incandescente bajó del cielo y al
instante se disolvió. Josué intuyó que ése era el lugar indicado para esconder
el preciado instrumento, así que, sin hacer los cambios de las piedras y seguir
las instrucciones de Moisés, decidió enterrarlo y dejar vivir por más tiempo a su
guía, al patriarca de la nación de Israel, Abraham y Jacob.
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18

Casi de inmediato comenzaron a sonar las alarmas. Tres hombres habían


saltado la cerca de seguridad del complejo. Vestían de negro y llevaban
pasamontañas. Las cercas electrificadas no funcionaron y una de las alarmas
de sensor de continuidad, falló. Ya los intrusos se encontraban en los predios
cercanos a las áreas de mantenimiento general, probablemente en la busca del
cableado que daba energía a los tableros digito métricos que abrían las puertas
de los laboratorios y del cilindro blindado.
"Salomón" se puso a trabajar de inmediato, sabía que si entraban al
laboratorio principal, donde se encontraba el báculo solar, todo se habría
perdido. La máquina ideó un plan en menos de una centésima de segundo y lo
puso en práctica con paciencia y estilo. Esperando todos los momentos ya
calculados al milímetro.
Primero abrió los aspersores, que regaban el césped de los jardines con un
comando a distancia. Esto empapó a los intrusos, que lamentablemente
vestían ropa de lana, luego, les dio tiempo a llegar a los tableros centrales y a
las consolas de control que enlazan la red del sistema digito métrico, el agua
que soltaban los aspersores, ya inundaba los pasillos donde éstos se
encontraban. Uno, dos, tres… una chispa eléctrica producida por una
“proverbial suerte”, electrocutó a los tres al mismo tiempo. Listo. Eliminados los
invasores.
"Salomón" procedió a cerrar las llaves y a aislar el cortocircuito. Ahora debía
esperar llegaran los Doctores, y así llamar a la Policía local, que extrañamente
no se presentó en los más de 20 minutos de angustia suscitada por los
extraños visitantes.

Cuando llegaron de cenar, se encontraron con la terrible novedad de lo


sucedido. "Salomón" con un característico “detallismo supracuántico”, se
encargó de relatarles los hechos.
Después de llamar a las autoridades y de llevarse lo que quedaba de los
maleantes felicitaron al computador por su proeza.
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-Eres un héroe "Salomón", has salvado al complejo de esos saboteadores


de la compañía del Señor Mitt, te mereces un premio… –dijo Johanna y le
marcó un gran beso en uno de sus monitores integrados. Un emoticón
sonriente apareció en la pantalla.
-No debemos confiarnos Doctora. –Dijo con una voz de preocupación casi
radial-. Si la gente de la Empresa del Señor Mitt, ya están enterados de lo que
le pasó a sus hombres, mandarán otros a buscar el báculo o los artefactos
fabricados en el laboratorio. Saquearán el complejo sin compasión. Ha pasado
mucho tiempo y ellos quieren la pasta de vuelta y con “intereses” además.
-Sí. Tienes razón. –Afirmó Wireman-. Ellos vendrán de nuevo. Debemos
decidir que vamos hacer para que esto acabe de una vez por todas. Ya estoy
cansado de todo esto, que además nos ha traído muchos dolores de cabeza e
inconvenientes. Sentémonos. Ahora en vez de tres cabezas pensantes somos
cuatro...

El Doctor Wireman tomó la palabra. Su rostro se notaba cansado. Su mano


derecha seguía hinchada y los dedos mostraban un intenso color rojizo. Miró a
sus amigos y carraspeando un poco, comenzó su exposición.
-Chicos… -y te incluyo a ti "Salomón"-, me encuentro ante la disyuntiva de
seguir los experimentos con el báculo solar, lograr hacerlo funcionar para
beneficio de la humanidad o destruirlo definitivamente. Lo que me impide tomar
una decisión son muchos factores juntos. Uno de ellos es que si el báculo es
usado, llamaríamos la atención del ministerio de la defensa nacional y
expropiarían el artefacto para usarlo para fines belicistas. Otro factor, es que,
provocaríamos el nacimiento y renacimiento de grupos nacionales y supra
nacionales de corte religioso, de falsas religiones y de falsos líderes, así como
de falsos profetas, estafadores, especuladores, y pare de contar.
Convertiríamos un objeto sagrado en un objeto que obre “milagros
financieros” para los que lo posean, en un objeto que mueva el mundo
publicitario, esnobista, comunicacional, de bolsa de valores y demás… lo
convertiríamos en un objeto productor de dinero, en un objeto cuya fama sea la
del comercio y no la de la fe verdadera.
"Salomón" encendió unos leds y se aventuró a conjeturar:
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-Doctor Wireman, cuando usted dice eso, me lleva a preguntarme, en lo que


pudiera pasar si se encuentra el arca de la alianza, o cualquier otro objeto que
tenga la misma similitud e importancia religiosa. Ocurría lo mismo, ¿verdad
doctor?
-Sí. Y podrían pasar otras cosas peores: Dominar al mundo es uno de ellos.
–Contestó Wireman apesadumbrado.
Frances y Bringh escuchaban en silencio las palabras de su amigo. Ellos
pensaban igual, por lo que no lo interrumpieron.
-Existen en el mundo personas con marcadas tendencias psicóticas. Este
tipo de personas siguen apareciendo día a día en muchos lugares de nuestro
planeta. Algunos están en la espera de una oportunidad única que les permita
revelarse, otros estando en situaciones de especial relevancia se convierten en
psicóticos o en futuros y potenciales psicóticos.
-En conclusión Carl, pienso que es mejor destruirlo… -Habló por fin Bringh
-Yo también pienso lo mismo. –Dijo Joha en tono decidido.
-Ya somos tres en total acuerdo. Y les reitero que la visita del ser luminoso
así lo expresó con claridad. – Precisó "Salomón".
Solo faltaba por dar su voto el Doctor Wireman. Todavía pensaba en una
sola posibilidad de salvar de su destrucción al báculo solar. Pero no quería
repetir el mismo error, que alguien cometió en el pasado, enterrando el objeto.
Por simple deducción lógica, se sabe que, en el mundo no existe otro
báculo igual. Si existieron otros, fueron destruidos y borrados de los archivos y
textos que hablaban de ellos. El que estaba en el cilindro blindado era el único.
No había más.
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19

Fuera del recinto de la Wireman Foundation, ya se había planeado otro asalto


al complejo de laboratorios. Una flota de camiones militares con soldados en su
interior iba en camino por la carretera estadal. Esta vez armados hasta los
dientes. Sus intenciones eran claras, saquear, matar y destruir.

El Doctor Wireman recordó que "Salomón" les había comunicado que la


solución a la combinación correcta de los colores se encontraba en la bata de
la Doctora Frances, eso ocurrió el día siguiente a su quemadura en la mano.
-Por favor Richard, alcánzame la bata de tu esposa. Está en el perchero al
lado de la consola.
Richard se incorporó y le entregó la bata a Wireman.
-Esperen… no encuentro las manchas que vimos ayer en la bata. Joha, ¿te
llevaste la bata a tu casa?
-Sí Doctor. Estaba muy sucia y esas manchas no salían con nada. Pero por
aquí quedaron unas marcas que todavía se ven…vea aquí Doctor –y se la pasó
marcando el sitio con el dedo.
En la bata podía apreciarse muy tenuemente tres manchas de colores
pálidos.
-Creo que el primer color no se distingue bien –Dijo Wireman tratando de
aguzar lo más posible su vista. –En cambio el segundo es de color verde y el
tercero parece negro, si, es negro.
-Ese es el color que no quería borrarse Carl –Apuntó Joha.
Wireman no podía arriesgarse a hacer esa combinación de colores sin estar
seguro. Podría ocasionar una catástrofe y no le daría ni tiempo de rezar.
Cualquier daño que provocara el báculo sería irreversible.
Mientras Richard tomaba la bata para tratar de estar seguro sobre los
colores que observaron, a Wireman se le iluminó la mente: el Moisés de
juguete que estaba en su auto traía un manto y los colores del manto parecían
coincidir con los de la bata de Joha. Wireman se levantó diciendo “ya regreso”
y corrió hacia el estacionamiento del complejo en dirección a su vehículo.
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Abrió, y el muñeco estaba allí, donde lo había dejado. Lo tomó con impaciencia
y en el momento en que estaba por cerrar la puerta, un ruido de camiones le
hizo mirar hacia la entrada principal de la Fundación. Había llegado lo que
temía: Una invasión militar. Cerró la puerta y corrió hacia el laboratorio. A su
paso comenzó a cerrar y a asegurar todas las puertas que llevaban al
laboratorio principal. Cuando llegó le dijo a Richard que bloqueara las puertas
con los seguros electrónicos y con todo lo que consiguiera…
-Ya están aquí… cientos de camiones han entrado a las instalaciones del
complejo. Hay muchos soldados armados. Debemos apresurarnos y hacer la
combinación ahora mismo…
El muñeco de Moisés traía su manto cocido a los hombros, sin embargo sus
colores podían apreciarse correctamente.
-amarillo, verde y rojo –observó Wireman-. ¡El tercer color es el rojo!
-Sí Doctor, es el rojo. –Richard portaba una lupa y una paletita en sus
manos. Raspaba la tela para descubrir el verdadero color que estaba en la
bata-. El primer color es amarillo y el segundo claramente es el verde.
-Muy bien, ya que, ahora estamos seguros de los colores, abramos la caja
donde venía el báculo.
Entonces Johanna dijo asustada:
-Carl, la caja está en el laboratorio contiguo…
Wireman miró a Richard y a Joha, ahora debían moverse rápido, los
soldados pronto estarían a sus puertas.
"Salomón" desconectó las cerraduras y Wireman y Richard corrieron por el
pasillo que los separaba del siguiente laboratorio. Entraron y tomaron la pesada
caja para salir a un paso bastante lento del salón.
Los soldados ya habían atravesado la primera chapa de la primera puerta, y
se estaban adentrando al corredor que lleva al laboratorio principal.
-¡Vamos Carl!, ¡un poco más de fuerza, amigo, ya estamos cerca!
A Wireman le molestaba grandemente su mano herida y eso evitaba que
usara más de su fuerza en ese brazo.
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Se escuchó una explosión, disparos y gritos de soldados, cerca del área del
laboratorio donde se encontraba Joha. Wireman y Richard pudieron llegar justo
cuando unos soldados se asomaban por la parte extrema del pasillo.
"Salomón" se encargó de cerrar rápidamente las puertas de seguridad
cuando colocaron la caja en el piso de la sala. Joha la abrió velozmente y sacó
las tres piedras que iban a ser utilizadas. Sonó un gran golpe en la puerta,
nuevamente disparos, luego golpes repetidos y constantes…
El Doctor Wireman se dirigió al tablero digito métrico para colocar su dedo
pulgar, pero éste se encontraba muy deforme por la hinchazón y el escaner no
lo reconoció. Ninguno de ellos podía hacerlo, solo quedaba "Salomón"…
Una nueva explosión esparció un espeso humo en el laboratorio. Mientras
tanto, “Salomón” estudiaba todas las posibilidades de escape, y permanecía en
silencio.
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20

Richard le había mentido a su esposa cuando le dijo que lo llevara al centro


para hacer unas compras. Cerca de allí quedaba una oficina de adopción.
Quería conocer sobre las adopciones y los requisitos que solicitarían si
llegaban a adoptar algún bebé. Deseaba que su esposa se sintiera feliz y la
parte faltante de esa completa felicidad, era un hijo. La parte maternal de
Johanna necesitaba florecer y entregarse en cuerpo y alma a la tarea de ser
madre.
Luego de la visita, se encaminó al lugar donde su esposa lo recogería. Se
detuvo frente a una dulcería y compró una soda. Una voz de tras de él le dijo:
“sólo se debe tener fe Richard… la solución está en la fe…” no volteó
inmediatamente, pero cuando lo hizo, ya no había nadie. Miró a los lados y no
pudo ver nada, ni nadie extraño cerca de allí.
-“la solución está en la fe…” –Repitió para acordarse.
E L B Á C U L O P E R D I D O | 55

21

Ya no quedaba nada que hacer. Debían entregarse. Entregar todo y dejar que
el mundo se destruyera a sí mismo. No faltaba mucho para que entraran los
soldados y acabaran con los sueños y la esperanza de años. Todo estaba
realmente perdido.
-¡"Salomón" ayuda al Doctor Wireman! Necesitamos abrir la puerta del
cilindro y colocar las piedras en su lugar. ¡El báculo no debe ser encontrado!
-No puedo prestarles ayuda completamente, Doctores, estoy trabajando con
baterías muy limitadas. El cortocircuito que provoqué para detener a los
intrusos me desconectó del sistema de seguridad digito métrico. Intentaré abrir
la cerradura de otra manera con la ayuda del Doctor Richard.
-Bien "Salomón", indícame lo que hay que hacer, ¡rápido!
-Doctor Richard, coloque sus manos en el tablero y repita lo cualquier cosa
que recuerde…
-¿Cómo dices "Salomón"?
-Sí. Haga lo que le digo, repita cualquier frase que recuerde…vamos hágalo
Doctor, confíe en mí, en su creación…
-“La solución está en la fe”… “La solución está en la fe” –repitió.
El báculo giró hacia Richard y proyectó una tenue luz violeta hacia el
tablero. La puerta se abrió.
-Esperen… el báculo solo debe ser tocado por una persona con ciertas
características: fe, pureza y no me acuerdo de lo demás… –Advirtió Wireman.
Johanna se acercó a Richard que sostenía la puerta de cristal del cilindro y
le dijo:
-Yo lo haré, denme las piedras que están sobre el escritorio.
Joha tomó las piedras y enseguida el laboratorio se llenó de pólvora, humo
blanquecino y de un olor azufrado. Una nueva explosión tiró la puerta de
seguridad del laboratorio.

Con esfuerzo colocó las piedras.


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Una amarilla, una verde, una roja… Joha tomó el báculo y como pudo lo
levantó sobre su cabeza.
Una luz blanca, circundada por muchos colores desvaneció la totalidad de
todo lo que allí existía.
La luz inundó el espacio. Todo fue blanquecino... un calor, un sopor... El
espacio temporal se detuvo y regresó como una suave brisa...

***
El tiempo se rige de acuerdo a leyes científicas concretas e irreversibles. Para
nosotros, corre o camina de acuerdo a nuestras emociones. Esas son las
verdaderas leyes del tiempo, la ley de las emociones, de los sentimientos, del
desear, del soñar. Podemos viajar cada vez que queramos y nadie nos lo va a
impedir. Podemos ir para el pasado o para el futuro siempre que queramos,
somos libres de hacerlo, sólo debemos desearlo... con fe…

***
-Papá, papá quiero ir a esa tienda de juguetes –dijo Carl entusiasmado. Su
padre el señor Wireman era un estimado miembro de la localidad y un hombre
muy religioso. Gustaba de coleccionar piedras de distintos colores.
-Quiero ese, papá, ése me gusta…-Señalando un muñeco de la sección
bíblica de la tienda.
-¡oh mira! Es un Moisés. Nunca había visto uno así, se ve imponente y serio
con su báculo, con él guió a su pueblo por el desierto… ¿te gusta hijo? Bien, te
lo compraré… tome señor, cóbrese el juguete del niño. Cuando mi hijo crezca
será un hombre importante…
Salieron de la tienda, y padre e hijo continuaron caminando, uno al lado del
otro, por las calles de la ciudad. El sueño de Carl Wireman se había cumplido.
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22

Una pareja de esposos juegan en el parque con un hermoso bebé de


escasos 3 años de edad. El niño corre, se cae y se levanta. Persigue a un
perro, que le sirve de mascota. Los esposos Bringh disfrutan de una tarde
juntos, luego de una ajetreada semana de trabajo. Cerca de allí, una mesa de
campo, repleta de cosas ricas y una enorme jarra de jugo de naranja. A los
pocos minutos llegan los padres de Johanna. El niño corre feliz a abrazarlos,
una sonrisa destella en su rostro angelical. Richard lo contempla con lágrimas
en sus ojos. Lágrimas de felicidad.

FIN

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