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FUNDAMENTOS ANTROPOLOGICOS Y PREAMBULOS EXISTENCIALES DE LA ESPIRITUALIDAD Y LA

VIDA CRISTIANA.

JUAN MARTÍN VELASCO (83 A)

01/02/2018

La crisis de lo religioso se da por una falta de atención a la dimensión humana. Hemos dado por
supuesto que el hombre es religioso, pero más que eso necesitamos identificar en el hombre los
fundamentos de lo que le hace religioso. Como preámbulo de nuestro tema podemos tener en
cuenta los siguientes textos:

«¿Qué quimera es, pues, el hombre? ¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué sujeto
de contradicciones, qué prodigio! Juez de todas las cosas, imbécil gusano de la tierra;
depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y excrecencia del
universo. ¿Quién desenredará este embrollo?... Conoced, pues, soberbios, qué paradoja
sois para vosotros mismos. Humillaos, razón impotente; callaos, naturaleza imbécil,
aprended que el hombre supera infinitamente al hombre y escuchad de vuestro maestro
vuestra condición verdadera que vosotros ignoráis. Escuchad a Dios» (PASCAL-BLAS:
Pensamientos, 433).

«En aquellos años en que comencé a enseñar en el municipio en que nací me había
ganado por la comunidad de los estudios un amigo extraordinariamente querido, de mi
misma edad, que florecía conmigo en el verdor de una misma adolescencia. Juntos
habíamos crecido, juntos habíamos jugado y asistido a la escuela. Pero todavía no era
amigo como lo fue más tarde y ni siquiera entonces lo fue con esa amistad verdadera con
que tú aglutinas las almas que viven unidas a ti, por esa caridad difundida en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rm 5, 5). Con todo, esa amistad era
dulcísima, inspirada como estaba por el fervor de idénticos ideales.
[…] Cayó el enfermo con grandes fiebres y quedó por un tiempo inconsciente y bañado en
sudores mortales. […] Cayó nuevamente enfermo y falleció. El dolor ensombreció mi
corazón y cuanto veían mis ojos tenía el sabor de la muerte. Mi patria era mi suplicio, la
casa paterna era una inmensa desolación y todo cuanto había tenido en comunión con él
era para mí un tormento inenarrable. Por todas partes lo buscaban mis ojos, pero no
podían verlo; todo me parecía aborrecible porque en nada estaba él. Nadie podía decirme
"va a volver", como cuando estaba ausente pero existía. Me convertí en un oscuro enigma
para mí mismo. Le preguntaba a mi alma, ¿por qué estás triste y así me conturbas? (Sal
41, 6), pero ella nada tenía para responderme. Y si yo le decía: "Alma, espera en Dios",
ella se negaba a obedecerme pues tenía por mejor y más verdadero al hombre que había
perdido que no el fantasma en que yo le mandaba esperar. Mi única dulzura la hallaba en
llorar sin fin. Las lágrimas tomaron el lugar de mi amigo, delicia de mi alma.» (San Agustín,
Confesiones, Libro IV)
«… el hombre es el ser creado como oyente de la palabra, como quien, en la respuesta a la
Palabra, se eleva a su propia dignidad. Porque en su más íntima entraña está
dialógicamente diseñado. Su inteligencia está dotada con una luz propia exactamente
adecuada para lo que necesita, para escuchar al Dios que le habla. Su voluntad es tan
superior a todos los instintos y tan abierta a todos los bienes como para seguir sin
coacciones los atractivos del bien más beatificante. El hombre es un ser con un misterio en
su corazón que es mayor que él mismo.» (Balthasar, La oración contemplativa, 1985, p.
16)

Con lo anterior, ¿qué decir del hombre?

Nuestra pretensión es intentar ayudarnos a tomar conciencia de los elementos que en la propia
condición humana nos disponen a la vida espiritual y a la vida creyente. Para que abordándolos
podamos esperar que cuando se nos anuncie el mensaje religioso, haya oídos dispuestos para
acoger. Nos referimos a disposiciones a adoptar para que sobre ellas se dé una comprensión del
ser humano que favorezca el ejercicio de la fe y espiritualidad cristiana.

Condición del H. subyacente a la condición religiosa.

La condición del hombre que subyace a la realidad religiosa y espiritual no es fácil de delimitar,
pero es necesario hacerlo para que lo espiritual y lo religioso arraigue en nosotros. Para ello, más
que hacer un recorrido sobre la pregunta ¿qué es el hombre?, he de preguntarme ¿Quién soy yo?
Esta respuesta no está en los libros. La tenemos que buscar cada uno. Se trata de no evadir una
vez más esta pregunta, que está en nosotros, que frecuentemente de un modo u otro tratamos de
responder.

Sin embargo daremos una aproximación a la respuesta, que está tomada de las respuestas de
otros.

Se ha dicho que el ser humano es un ser corporal, un ser mundano, “un ser en el mundo” (el
hombre no sería lo que es si no fuese en el mundo), el hombre es un ser temporal (no solo porque
su vida discurre en el tiempo, sino porque solo se existe temporalizándose (lo nuestro es pasar, lo
nuestro es distenderse en el tiempo); el hombre es un ser en relación (con el cosmos y con otros
humanos).

En el ser humano hay una dimensión que no se puede captar claramente pero que está: el hombre
es un ser dotado de una dimensión especial que se puede llamar alma, conciencia, mente…que se
puede manifestar en el hombre, que solo se puede hacer presente por el hombre con su
dimensión corporal y su ser en el mundo.

El hombre existe, es decir, es activamente, es sujeto consciente de su propio ser. Frente al mundo
de los objetos, el ser h. existe distanciándose del mundo (la primer toma de conciencia de
nosotros es distanciarse de un mundo en el que vivimos, separándonos de él, pero pudiéndonos
establecer más que si solo formásemos parte de él).
El h. es un ser con otros, esto no es un simple accidente, forma parte de de nuestro propio ser; la
dimensión trascendente del ser humano que aparece en palabras como alma y espíritu es una
dimensión que invade todas las dimensiones de ser humano; el hombre más que ser es existencia,
es un si mismo; el h. es ser en el mundo, es una forma de ser que está mediada por el lenguaje, la
que nos distingue de todos los otros seres puramente materiales y de los seres animales. La forma
de adaptación en el mundo la hacemos además haciéndonos capaces de conocer el mundo. El
hombre es un ser que como los seres animados tiene toda una serie de datos para la relación con
el resto y no se ajusta al mundo por puro insisto, tiene un plus pulsional que lo abre a la totalidad,
somos capaces de abarcar la totalidad del mundo en el que estamos, de tener presente el tiempo
en su totalidad aunque solo vivamos en una franja de ésta. El hombre es temporal por que vive en
el tiempo, pero domina el flujo, y constituye un destino personal en ese fluir.

Los aspectos que muestran más claramente nuestra trascendencia, la superación de los otros
seres con los que compartimos la relación, son: en primer lugar la autoconciencia (somos y
sabemos que somos), la reflexibilidad (somos capaces de proyectarnos), y el disponer de sí (el
ser humano es libre, lo que le permite ser sujeto y no solo objeto, ser sujeto activo de su propio
ser), somos en el mundo, pero con otros, lo que no supone sólo una relación de contigüidad, la
relación con otros. Estas dimensiones son peculiares y todas esenciales para el ser humano, de
manera que si faltaran cuestionaríamos si somos humanos.

No somos alma que resida en un cuerpo. El h,. es unidad estructural o sustantiva, es unidad
coherencial primaria de un sujeto que está en el mundo sin reducirse a él, que es temporal sin
reducirse al tiempo, que se distiende.

“Soy un fué, un seré y un descansado” (ser momentáneo que pasa constantemente que no
podemos apresar).

El ser humanos además de su ser corporal, y de su dimensión espiritual (que le permite disponer
de su cuerpo y condición), tiene una tercera dimensión, que es el hecho de no estar limitado al
mundo y a su condición corporal, sino trascender lo que de mundano tenemos por nuestra
capacidad de pensar, preguntarnos, desear.

Así, una antropología que quiera ser completa ha de responder a lo que condensamos en la
condición espiritual: el h. es ser dotado de un fondo, de un sujeto, de un asiento de su condición
de persona. El fondo de nosotros mismos que responde al quién soy yo y que responde a las
condiciones limitadas del ser humano.

1 Tes. presenta una concepción de la condición humana “Que todo vuestros ser, espíritu, alma y
cuerpo sean preservados hasta la venida de N. S. Jesucristo”

Este tercer elemento (espíritu) ha sido formulado como la condición por la cual el ser humano es
imagen de Dios, lo que lleva a q cuando queremos dar una descripción del h. en plenitud, hemos
de dar cuenta de una dimensión del h. inmerso en una realidad que es mas allá de si mismo, que
las religiones llamamos Dios.
Hemos dicho con todo esto que el s. h. está abierto a un más allá de si mismo, que podemos
resumir en la palabra trascendencia. El s.h. es lo que es y lo q aspira a ser…. “Sé siendo todo lo que
aspiras a ser, todo lo que estas llamado a ser”.

Hoy reconocemos que ciencia y teología atienden a situaciones diferentes, y q apegadas a su


método no pueden llegar a conclusiones contradictorias entre sí.

A manera de síntesis: “No os contentéis con la pregunta quién soy… y la respuesta de otros, si no
responderla personalmente”.

08/02/2018

Estamos en la tarea de responder a la pregunta quién es el hombre, pero hecha en primera


persona ¿Quién soy yo? Lo que determina el tipo de respuestas que se pueden dar. Esta pregunta
solo manifiesta su peculiaridad cuando se hace en primera persona.

El ser humano, perteneciendo al mundo, igual que el resto, tiene la peculiaridad de ser capaz de
preguntarse por el mundo y por sí mismo. Al puntualizar este tipo de saber algunos pensadores
han hecho una diferencia entro todas las cuestiones (ámbito de los problemas: el de las verdades
que se conocen sin verse implicados en lo que se pregunta) y la cuestión del hombre (que
corresponde al misterio: La pregunta por si mismo es una donde el que q pregunta está
implicado). El orden del misterio remite a la cuestión del sujeto en cuanto tal; un orden que no es
dominable. En la pregunta por nosotros nos vemos implicados al ponernos nosotros mismos en
cuestión.

Cuando la ilosofía se pregunta por el hombre es conciente de esta peculiaridad, lo que le lleva a
dirigisrse al ser humanao como un ser excepcional entre todos los seres del mundo

“Numerosas son las maravilla, pero lo mas maravillosos es el hombre”

“El hombre es un milagro”

“El hombre es un enigma”

La expresión más general para dar un contenido preciso a la pregunta del hombre es que el h. es
un ser mundano, inmanente, pero abierto a la trascendencia. El ser h. está constituido por un
interior desproporción, la que no tienen los demás entes que se preguntan. El h. está dotado por
una dimensión interior que le remite más allá de si mismo.

Deteniendonos en trascendencia hay que decir que Contiene una imagen espacial, la que a veces
lleva a pensar en un ser como los mundanos pero más allá del mundo, por tanto más que lo
humano; eso ha llevado con frecuencia pensar en Dios a partir de esta imagen como un ser más
allá del mundo. Sin caer en cuenta que esto en realidad no es trascendencia. Trascendencia como
sustantivo se utiliza para referirse a lo que está as allá del h. y sus facultades, realidad de la que el
hombre es incapaz de imaginar y pensar; es una realidad de la que el h. no dispone, de la que no
se puede hacer una idea adecuada. Realidad solo accesible yendo más allá del uso de sus propias
facultades. Realidad que por tanto excede al sujeto que se pregunta por ella. Trascendencia es
solo pensable para el hombre cuando este entra en relación con todas las realidades del mundo.
La trascendencia es un horizonte en el que se inscribe todo lo que el h. valora. Trascendencia es
una realidad de otro orden a todas las realidades de nuestro mundo.

A este nivel de la existencia humana se refieren todas las antropologías que van más allá del
naturalismo.

Descripción de la condición h. que contempla la trascendencia.

Somos seres finitos. Somos una realidad en el mundo, un ser corporal con todas sus limitaciones.
La sola conciencia de la finitud supone que no estamos perfectamente encerrados en la finitud,
que la trascendemos de alguna manera. Es conocerse sabiendo que se es más que todo eso que
conocemos. Ahora bien no es posible conocer lo finito sin el horizonte de claridad que nos da la
idea de infinito, de la que es evidente que no podría formarse si nuestra vida se redujera a la
relación con seres finitos. Es verdad que somos realidad huma, pero capaces de trascender
nuestra relación con el mundo.

Pascal decía que somos una caña que la menor cosa puede quebrar, pero que sabe cuando ha sido
quebrada. Somos una realidad que conoce lo que nos limita. A un descubrimiento semejante
llegamos con la radical conciencia de nuestra condición de sujetos. Somos sujeto que unifica desde
dentro los momentos del fluir de nuestra vida. Sujeto h., sujeto de los momentos sucesivos en los
que se va haciendo, s. que se hace cargo de esto. A este nivel profundo de nuestra existencia se
han dirigido distintas sabidurías, dándole un nombre general de un yo interior, que sustenta al yo
visible que se manifiesta en el tiempo. Otros nombres de este yo profundo son: alma, corazón,
admán, espíritu… es una realidad que no se puede hacer objeto, dado que es raíz del sujeto que se
enfrenta a los objetos, pero inconfundoble con las otras realidades. Realidad en la que se esconde
la profunda radicalidad del sujeto. Es una realidad de la que no hemos de pretender hacernos
cargo. Estopo de lo que apenas podemos hablar se nos muestra a todos en ocasiones privilegiadas
de eso que llamamos experiencias de trascendencia, que son ver la realidad de tal manera que nos
descubre la condición misteriosa de lo que es, yendo con esa palabra más allá de lo que el
espectáculo nos proporcionaba.

Así se nos revela la dimensión trascendente del sujeto.

Otra manera es la que Ortega refiere diciendo que no se ha dado la vida a si mismo, sino que se
encontraba en ella sin haberlo pedido. A esta experiencia llegamos cuando nos preguntamos
quién soy, y nos damos cuenta que la pregunta antes que contar con un suelo firme para
contestar, pone en cuestión al sujeto.
Esto explica las dificultades para vivir y describir la propia identidad, que aparece en todos los
intentos de realizarla de forma plena. Ej. “Un monje se preguntaba quién es un monje. Y se decía:
alguien quien todas las mañanas se pregunta quién es un h.” Respuesta que denota la incapacidad
de descifrar lo que se es. Ante ello Lorca decía que solo el misterio nos puede salvar, sine él la vida
sería irrespirable.

En conclusión, cualquier esfuerzo de descubrir nuestra realidad más profunda nos muestra como
estamos habitados por una desproporción interior entre lo que somos, queremos, podemos y lo
que estamos llamados a ser y no somos. Desproporción que constituye el motor de nuestra vida y
que no somos capaces de responder con nuestros propios recursos. Característica del ser h. quizá
mas característica del s h.: aspirar constantemente a aquello q nosotros mismos no nos podemos
dar. El hombre supera l hombre.

“El h. es un ser con un misterio en el corazón que es mayor a si mismo”

De este rasgo de nuestra condición no se puede dar un argumento semejante a los de la ciencia,
pero podemos estar hablando de ello porque forma parte de nuestra propia condición, es rasgo
fundamental de nuestra condición del que no tenemos un conocimiento de otras realidades, pero
sin el que no seriamos lo que somos.

15/02/2018

Hemos hablado de la condición. H. con sus contradicciones, deteniéndonos en la trascendencia,


que nos permite acercarnos a lo teologal. Antes hay que dar otro paso con los teólogos cristianos
que han releído las reflexiones de algunos filósofos.

1. Rahner. “El h, es oyente de la palabra”. Así se resumía la reflexión cristiana de lo que hasta
ahora hemos dicho en términos filosóficos.

Ha sido frecuente la descripción de s. h. dando supuesta la existencia de alguien ya existente en el


cosmos, con una serie de atributos, que podría tener una relación con Dios, mediante la que se le
comunicarían verdades y preceptos para su propio progreso.

La expresión oyente de la palabra reforma la concepción anterior. Rahner en una obra bajo ese
título, pretende mostrar que la revelación de Dios, que es una palabra dirigida históricamente a los
seres humanos, no constituye un acto arbitrario circunstancial de unas verdades captadas al
viento para que las capte quien quiera o quien quiera. La expresión oyente de la palabra quiere
subrayar que el s. humano en su ser mas intimo está abierto a Dios de tal manera que se le puede
considerar destinatario de una relación que Dios entabla con él. El h. es un para sí remitido
puramente al misterio de Dios.

Cuando hemos terminado de decir de nosotros mismos todo lo que podemos abarcar, no hemos
dicho nada si no hacemos referencia al Dios incompresible. Pues nuestra naturaleza no se
comprende si no envuelto por esta relación, hacia el movimiento a la bienaventurada oscuridad de
Dios.

La relación de Dios con el h. y la que a partir de ella el h,. pretende entablar con Dios, no es
categorial, es decir, añadida al ser del h. plenamente hombre; se trata de una relación
constituyente, que hace de nosotros destinatarios de esta relación. Gracias a ella podemos recibir
el mensaje de la salvación. Sin el presentimiento de Dios, su venida no suscitaría en el ser h. el
menor interés. Sin una naturalidad de tal tipo, la revelación de Dios en la historia caería en tierra
extranjera, sin posibilidad alguna de fructificar, Dios no podría hacerse presente.

La revelación de Dios viene siempre precedida por su imagen inscrita en el corazón de todo ser
humano, sin ello, no podríamos afirmar que el Dios de la biblia, el Dios de Jesucristo es nuestro
Dios.

Se trata que haya oídos para acogerle, que no se trata que se tenga añadida la capacidad para
acoger la palabra de Dios, si eso fuera, Dios mismo solo podría aportar algo al sujeto algo
secundario, vendría a aportar algo, pero sin tocar el fondo del sujeto, sin llegar a ser palabra de
vida, palabra transformadora que influye en su condición de sujeto.

LA condición para que haya verdaderas palabras de vida eterna para el hombre, es no solo tener
oídos, sino que su condición sea tener oídos. Que el hombre sea todo oidos para Dios, que
consista su naturaleza humana en ser posible oyente de la palabra. No se trata de que el s. h.
pueda acoger una ulterior palabra, acoger una accidental salvación de Dios, El h., está hecho para
hacerlo, está hecho para la salvación humana.

SE TRATA DE QUE EL ACTO ORIGINARIOS DEL HOMBRE CONSISTA EN INTRODUCIR EN SU


CONDICIÓN HUMANA SU CONDICIÓN DE POSIBLE OYENTE DE LA PALABRA DE DIOS.

Así, en la visión moderna del h. El h. no es oyente de la palabra, él hace posible el pensamiento de


Dios. Posición contraria a lo antes dicho.

El ser h. es un ser que se encuentra existiendo sin haber tomado parte en el origen de su propia
existencia. El h. se encuentra en la vida sin haber decidido o consentido el participar de ella. De
este hecho pueden darse distintas interpretaciones, pero lo que no podemos es dejar de
reconocer de la importancia del origen del ser h. que se nos revela en lo más propio de la
condición humana, nos remite a una condición que no vemos pero sin la cual no se explicaría lo
que somos.

El hombre es una relación que se relaciona consigo misma y que no se ha puesto a si misma, sino
que ha sido puesta por otra (Kirkegaart). Al auto relacionarse, para poder ser sí mismo, el yo ha de
apoyarse de manera lucida en aquel que lo ha puesto en la existencia.

Sartre decía que el hombre es libertad plena, pero reconoce que somos libres para todo, menos
para ser libres. La libertad no nos la hemos dado ni otros rasgos que nos constituyen. Él dirá,
estamos condenados a la libertad.
Dicho eso, otros temas afines a abordar y que nos permiten reconocer al ser oyente, hemos de ir
también a las primeras pag. de la Biblia: el hombre hecho a semejanza de Dios. Hemos de
referirnos a la creación para descubrir en ella los elementos que estamos reflexionando.

La idea de creación no ha de entenderse desde el pensamiento ontológico griego (el hombre


produce al ser humano). Eso no nos permite salir del esquema en el que el hombre produce a
Dios, es como si todo fuera hecho de lo mismo, es estar en el esquema mental que nos hace
pensar a Dios como una realidad más, aunque sea la primera de todas. De ahí que los filósofos
pretendan dominar a Dios, sin caer en cuenta en que el h. es puesto en la existencia por decisión y
voluntad de Dios. Es radicalmente distinto, somos existencia porque alguien lo ha querido. En ese
contexto “imagen y semejanza”, creó no significa la afirmación de que el h. tenga en Dios su causa.
No, hemos de romper con el modelo causal; no es mera explicación de que el h. haya sido hecho
por Dios, es la forma de expresar del creyente la relación del creyente que dice yo existo, por
haber sido llamado a la existencia con capacidad de ser interlocutor: ser para Dios. De un Dios que
aparece como ser de y para el hombre. Así, la creación no es un acto de producción de una
realidad perfectamente acabada, es un acto de comunicación que constituye al hombre sujeto de
escucha, sujeto abierto que acoge al Dios que le ha creado de esa manera peculiarísima: imagen y
semejanza. Creado con capacidad de estar a la altura de la revelación que ha hecho de él un
sujeto.

Lo anterior es subrayado en la expresión imagen y semejanza. Es decir, el h. participa de lo que


Dios tiene de sujeto, participa de una relación interpersonal donde no hay sujeto y objeto, si no
dos sujetos.

El Gn. descubre al hombre más que como una causa una presencia. Dios no hizo y se marcho, Dios
estableció una relación. Le puso al hombre a su altura, ha creado un interlocutor para él. El ser
humano no es perfecto-terminado, pero tampoco es objeto. Está en el plano de sujeto personal en
el que Dios existe.

El término imagen se refiere a un rasgo característico de todo el ser del h. que le sitúa en una
relación de proximidad con Dios. Dios se le revela insesantemente al h. imprimiendo en él su
imagen divina, convocándolo a una existencia de persona y sujeto…. H. que es creación
permanente de Dios, gracias a la presencia originante que le está haciendo permanentemente ser.

DE ahí hay teólogos que afirman que Dios no es absoluto, es decir, no condicionado por nada, ello
no es verdad si se le concibe como un Dios en relación.

22/02/2017

Tema uno: la trascendencia


Tema dos: la apertura del hombre a la trascendencia. (En el que estamos). E tema es que hoy
encontramos una apertura a la trascendencia sin necesidad de identificarla con Dios, de ahí que se
hable de espiritualidades.

La espiritualidad (En relación a lo anterior)

El sustantivo “espiritualidad” es tardío, surge del adjetivo “Espiritual”, que es traducción de


spiritualis. Espiritual se ha entendido por lo general en oposición a lo carnal o mundano (referido a
personas que se guían por el espíritu del mundo, por sus criterios). No es una contraposición
cuerpo-alma, sino a una realidad más amplia. Espiritualidad ha recibido distintos significados, el
primero, el religioso: una vida guiada por Dios, en oposición a una guiada por criterios mundanos.
En el ámbito filosófico espiritual se refiere a un nivel propio del ser humano (es una dimensión
antropológica), que tiene distintas perspectivas, p.ej. la racional.

Al nivel de lo humano los místicos refieren a lo hondo del alma, espiritual sería su nivel más
profundo, que convierte al ser humano en un misterio para si mismo.

Por otra parte, respecto a las antropologías tripartitas, el paradigma de las antropologías
tripartitas es de Pablo: que todo vuestro ser: cuerpo, alma y espíritu se conserve hasta la venida
de Cristo.

En nuestro caso, referidos al espíritu cristiano, espiritual es una forma de vida que se distingue por
estar guiada por el espíritu de Dios.

En la historia, cuando se consideraba al hombre de forma unitaria, lo espiritual estaba asociado a


lo religioso. A lo largo del s. XX espiritualidad, designada para llamar a la forma de vida según el
espíritu de Dios, se aplico a los distintos subgrupos cristianos. Así, como consecuencias a este
pluralismo y al contacto con otras religiones, espiritualidad se ha aplicado también a la forma de
vida de las distintas religiones.

La secularización de zonas cada vez más amplias y cada vez mas intimas de la vida de la persona ha
conducido a que se use espiritualidad para referirse a formas de vida secularmente
espiritualidades, es decir, que cultivan su relación con verdades o realidades trascendentes a la
vida mundana. Así, espiritualidad es un término que ya no está reservado a las religiones, se usa
para referirse p. ej. a la ética humanista que prescribe el respeto para con todo hombre, que
origina la llamada espiritualidad filosófica, pues ahí se va originando.

Esta forma de espiritualidad ha sido subrayada por la filosofía a partir de la época moderna. Los
sujetos reclaman una condición espiritualidad sin considerarse ellos mismos religiosos. No
necesitan creer en Dios para vivir espiritualmente, o declaran experiencias espirituales al margen
de las religiones.

Otra razón para admitir formas de espiritualidad profana se deriva del paso en la comprensión de
la persona en la que espiritual ya no es el lugar de Dios, si no a la apertura a lo que lo trasciende.
Ej. “Espiritualidad es lo propio de todo hombre que vive de cara al misterio y ha hecho una
selección de valor capaz de dar sentido a la existencia”; “el núcleo espiritual es donde el sujeto
está más abierto a la dimensión trascendente”.

Otros hablan de lo espiritual de lo religioso después de la religión.

Otros refieren espiritual para hablar de alternativas holísticas que pretender abarcar la totalidad
de la vida.

ALGUNAS DE ESTAS FORMAS DE ESPIRITUALIDAD POSRELIGIOSA O FILOSOFICA

LITERATURA FRANCESA

 Ferry- Sponville. "Nuestros nuevos sabios no filosofan abstractamente. ¿Qué buscan? Una
espiritualidad para nuestro tiempo. He subrayado espiritualidad. La palabra hace furor
hoy. Más suave que "religioso", parece menos dogmática que "fe" y más ecuménica que
"Iglesia". (...). Es una palabra anti-estrés, llave maestra, agradable, acomodaticia. No
desprende el tufillo de cosa encerrada de las certezas dogmáticas ni frisa en el
adoctrinamiento. No compromete a nada: ni a tomar parte en las campañas fanáticas ni a
frecuentar las capillas sectarias. En definitiva: una palabra de buena ley".

El hecho es que personas no creyentes reivindican para sí el ser espiritual.

 Sponville, en espiritualidad del ateísmo. Esp. Es la vida del esp. en su relación con el
absoluto. Que en dimensión conceptual es metafísica, que cuando se trata de práctica es
espiritualidad. No son encuentros con el totalmente otro sin no experiencias de inmersión
en la naturaleza, experiencia de inmanencia y no de trascendencia.

Estas espiritualidades manifiestan la necesidad del hombre de justificarse a si mismo, incluso en


esos niveles que parecían solo realizarse en una vida religiosa.

 NUEVA ERA. Es un reflejo de la situación del h. posmoderno. Y un intento de respuesta a


esta situación. Es una espiritualidad de la autorealización.

¿Cuál es la situación espiritual del mundo contemporáneo?

Estamos frente a una enorme complejidad. Hay cantidad de recursos capaces de mejorar una
situación espiritual; disponemos de un caudal de conocimientos importante al alcance de las
personas, disponemos también de avances técnicos que nos hacen no estar a merced de la
naturaleza, tenemos una expansión de la tolerancia, una mayor conciencia de solidaridad y justicia
social. Todo esto son rasgos de una época que no es ajena a la espiritualidad. Sin embargo, hay
también una dialéctica entre desarrollo y situación moral, que pone en cuestión el estado
espiritual, humano de las personas, que algunos achacan al aumento de conquistas científicas y
materiales.

Ante ello hay un esfuerzo de volver al hombre dueño de sí.


En síntesis, es evidente el despliegue de nuevas espiritualidades.

… ¿Y tiene algo que ver con la vida según el espíritu, típico de la espiritualidad cristiana?

01/03/2017

ESPIRITUALIDAD: Es el empeño asumido y consciente por integrar la propia vida en el horizonte de


trascendencia de aquello que uno percibe como valor último de la existencia.

Es una def. aplicable a todas las formas de espiritualidad, sobre todo porque el horizonte de
trascendencia es percibido por las personas de forma distinta. Mientras nosotros decimos que
nuestra vida está guiada por el espíritu, personas sin religión, también hablan de espiritualidad sin
referirse al valor último de la existencia.

RELACIÓN CON LA ESP.

Todo el tratamiento de la esp. Depende de la situación de quien reflexiona sobre esta. Juan de la
Cruz lo hace desde el s. XVI, en el s. XX se habló de esp de forma diferente; cada sujeto lo hace
desde la realidad en la que está inmerso.

Intentando describir el grado de espiritualidad (calificada como decadente) de nuestros días,


tomemos el ejemplo de un cantautor que decía: la mentira vale más que la verdad y la verdad es
entre paréntesis, lo que vale es la marca de los jeans y la cuenta bancaria…

La crisis religiosa que padecemos no deja de ser un signo de los tiempos (realidad en la que se
hace presente Dios). Cuando parecería que los valores son el valor de marca y la cuenta corriente,
resulta que nunca se había escrito tanto sobre la espiritualidad, lo que podría leerse que aunque
hay una falta de esp., el hombre le echa de menos.

Así, nos volvemos a encontrar con la situación de que hay una serie de espiritualidades que suplen
e l monopolio espiritual religioso, son espiritualidades no religiosas o ateas.

Una de ellas, la Nueva Era, tiene su vigencia sobre todo en América. Es un eco de la peculiar
situación del h. posmoderno y una pretensión de respuesta. Su origen está en la mutación cultural
que ha hecho pasar de la modernidad a la posmodernidad. Los que practican en esta corriente,
usando un lenguaje esotérico dicen que hemos pasado de la era de psisi a la era de acuario.

Otra es el humanismo laico, representado por grupos que han roto con la tradición cristiana y
acogen el humanismo, a lo que se reduce lo religioso. La espiritualidad es de carácacter ético,
comporta la dignidad de la persona, la justicia, el altruismo, la solidaridad. Es una esp. inmanente,
que no necesita de la referencia a la trascendencia, sino el reconocimiento de ciertos valores y
vivir de acuerdo con ellos.
Otras son las prácticas de salud holísticas, esp. feminista, esp. gay, esp. en lucha por la justicia,
ecologismo, esp. en busca científica de la verdad, las relacionadas con el arte y con los juegos.
Otras esp. Laicas son las nuevas formas de filosofía (ya mencionadas arriba).

Esta situación de diversidad presenta para la esp cristiana una serie de retos, donde no es lo suyo
el equivalente entre la esp. cristiana y estas nuevas espiritualidades inmanentes.

La respuesta de las iglesias no puede dejarnos indiferentes, en la I. católica algunas medidas


pastorales han estado referidas a una adaptación del lenguaje y de las expresiones litúrgicas, que
no es suficiente. A lo largo del s. XX han surgido movimiento e iniciativas orientadas a responder a
este reto, entre ellas la nueva evangelización, hoy hemos de decir que con ellas no se ha
conseguido lo que pretendían: cristianizar la nueva cultura; de ahí el fracaso de la nueva
evangelización. Los resultados no han conseguido poner a la iglesia en estado misión, condición
indispensable. En el fracaso ha tenido que ver la debilidad de la esp. en los miembros de la Iglesia.

Desde el s. XIX maestros y teólogos han hablado de la insuficiencia de las medidas de adaptación,
han advertido de la necesidad de adaptar la misión a la misión y naturaleza de la Iglesia. En síntesis
feliz, Rahner decía que el cristiano del mañana será místico o no será cristiano. Metz decía que a la
crisis de Dios solo se responderá con la pasión por Dios. Estas denuncias han evidenciado la
carencia, pero tampoco han logrado tener en cuenta la mentalidad a la que van dirigidos los
nuevos proyectos evangelizadores, lo que es necesario hacer.

Desde aquí tenemos una pista para pensar lo que ha de ser la esp. cristiana para la actual situación
en la que nos encontramos.

080318

ESPIRITUALIDAD DEL HUMANISMO LAICO…CONTINUACIÓN.

En un mundo tan plural como el nuestro, probablemente la espiritualidad es el punto de contacto


con éste. En el caso de los países occidentales el humanismo laico es probablemente la forma de
esp. más extendida, de ahí la importancia de conocerlo para abordar un diálogo con nuestro
tiempo.

Se trata de una esp. practicada por personas que ya no se identifican con el cristianismo. En
España se trata de personas que no son ni religiosos, ni eclesiales; para ellos persona no supone
seguir normas de ninguna Iglesia, menos pertenecer a ella. Se cree que no es necesario creer en
Dios ni tener practica religiosa alguna. Los que de estos se siguen llamando religiosos lo asocian a
un ayudar a los demás y buscar un sentido a la vida. Esta forma de religiosidad se identifica con el
humanismo. Desde estos parámetros la religión es una práctica de carácter etico que comparta el
altruismo y la solidaridad. Para estos sujetos, la nobleza del ser humano no tiene por que apoyarse
en el conocimiento expreso de la trascendencia. Así religión sería una serie de valores con los que
se vive de acuerdo y a los que a veces se les llama espiritualidad pero con carácter casi
estrictamente ético.
Otros estudios franceses consideran la religiosidad en relación a lo ético y cultural, que llaman
cristianismo humanista. Donde lo cristiano no pasa por la pertenencia a una comunidad y su
contenido es la adhesión a unos valores relativos al hombre y su dignidad.

La lectura de muchos teóricos y la experiencia del contacto con personas alejadas de la Iglesia
pero con referencias éticas, nos muestran la evidencia de la vivencia de este tipo de espiritualidad
que tiene que ver con la justicia, la solidaridad, la defensa de la paz y la ecología. Si en estas
prácticas llega a asociarse una búsqueda de sentido de la vida, este tiene que ver con la práctica de
los valores éticos.

Es una espiritualidad a la que difícilmente puede dársele la categoría de religiosa.

Podemos pensar que ahí donde se dan estos valores se está dando mucho de lo que se propone a
los sujetos religiosos. Podría parecer que la reflexión de este modo de espiritualidad nos ha puesto
en una postura próxima a la esp. cristiana, lo que es cierto en algún sentido. Pero al considerar
ésta expresamente encontramos enormes diferencias.

Por tanto es necesario un dialogo sincero, sin obviedades, con sinceridad y reconociendo
diferencias, en el que podamos transmitir una manera distinta de religiosidad a la que tienen; sin
descalificar las formas de vida representadas en las espiritualidades que acabamos de describir.

Es verdad que estas espiritualidades pueden tener un origen remoto en el cristianismo y que
tienden a sustituirlo, pero no habrá de considerarlas parricidas.

ESPRIRITUALIDADES EN RELACIÓN A LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DEL SER HUMANO.

Estas han de considerar las formas de abrirse a lo absoluto en el ser humano. Las formas del
ejercicio del s. h. en relación con el absoluto no se agotan en la religión, pasan por belleza estética,
metafísica, moral, etc. Diversas manifestaciones del absoluto, con claras semejanzas y diferencias
entre ellas.

Rasgos de la dimensión religiosa y pistas para su posible ejercicio.

El primer rasgo común a las esp. religiosas es su condición de teonomas, es decir, estar reguladas
por su referencia al misterio de la dimensión religiosa.

Las realidades a las q se refieren las distintas religiones se agrupan en la remisión al misterio y la
procuración de elementos para relacionarse con el misterio. El misterio se reduce a ser la
presencia de la más absoluta trascendencia en el centro de lo real y en lo más intimo de las
personas. Este segundo rasgo comporta un carácter fuertemente personalizado en el que se hace
presente el misterio, donde presencia es la existencia de un ser en acto permanente de auto
donación y auto manifestación. Esto tiene una importancia notable en el conjunto de la actitud y
relación que surge en referencia al misterio.

El Dios de las religiones es trascendencia hecha presencia, es siempre Dios de alguien, esto
transforma radicalmente la relación del hombre a una relación estrechamente personal. Así hay
un nivel del ser humano caracterizado por ser un yo en relación a un tú, identificado como
misterio. El hombre persona no puede encontrar sentido y fundamento más que en una
trascendencia hecha presencia, de ahí la transformación que opera en la vida de las personas: ser
desde Dios, tener en él un fundamento sólido, dilatar el horizonte de la vida humana, introducir el
amor como rasgo característico con esa relación. Pocas verdades tan verdaderas como el que: no
es bueno que el hombre esté solo. Si se tuviera solo al hombre por compañero, el hombre estaría
radicalmente solo.

Solo la condición personal amante de la trascendencia puede acompañar las soledades radicales
que son el nacer y el morir. Solo desde ahí se previene del caer en el sin sentido y desesperación.

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En el campo de la ética hay un avance considerable al llegar a una ética de mínimos, pero
pensando con un poco de detenimiento el ser humano no se conforma con ésta, no basta el
derrumbe de unas barreras que imposibiliten lo humano, sino que queremos ser felices. Las
religiones constituyen un riquísimo programa de vida desde una ética de máximos, en la que no
basta no hacer daño, sino que buscamos también el perdón, propia del encuentro con la
trascendencia en términos personales.

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