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El salvaje metropolitano

César Oscar García Rea


Introducción al trabajo de campo.

El trabajo de campo etnográfico: trayectorias y perspectivas

A mediados del s XIX, La Europa metropolitana e imperial ostentaba el modelo


civilizatorio más elevado al que hubiera llegado la humanidad. Otras sociedades y
culturas serían asimiladas tarde o temprano a ese modelo (intelectuales = civilización).
La antropología se propuso contribuir a la reconstrucción de la historia de la humanidad
y a revelar su sentido a través de los cánones impuestos por la ciencia que requerían la
formulación de leyes generales (adoptaron para el estudio de las sociedades humanas
el modelo explicativo evolucionista). Para el evolucionismo unilineal (Tylor, Frazer,
Morgan) las etapas del desarrollo se sucedían según grados de avance tecnológico y
organizativo político-social. Era factible reconstruir la historia de la humanidad mediante
restos materiales recortados y recopilados por otros. La gran adversaria del
evolucionismo, la escuela histórico-cultural o “difusionista’’ definía a la cultura, no como
resultado del desarrollo paralelo e independiente de cada sociedad, sino de la difusión y
el contacto cultural (difusión de elementos culturales, imposiciones y préstamos).
Ambas compartían de un mismo sentido de la historia que culminaba en el modelo de la
sociedad europea occidental. No era aún imprescindible la recolección in situ del
material. Los especialistas no solían ir al campo, sino que descansaban en fuentes
secundarias. El experto recibía los materiales del recolector-conquistador-funcionario-
comerciante-misionero, los analizaba e incorporaba a sus sistematizaciones de alcance
universal, con el fin de obtener conocimiento de los pueblos extraños. = Resultados
fragmentados, poco integrados a otros elementos con amplia preferencia a los sucesos
extraordinarios. Recopilaban información sobre categorías como viviendas, creencias,
religión, org. política, etc. Los científicos no demoraron en advertir la complejidad de los
materiales culturales y en considerar a las fuentes dudosas. Esto, sumado al periodo de
globalización (ferrocarril, telégrafo, electricidad, etc.) favoreció el impulso científico por
recabar material confiable “estando allí”. El verdadero conocimiento debía obtenerse de
forma directa.
La cuna positivista

Fue en la segunda expedición de Haddon, un zoólogo miembro de la Universidad de


Cambridge al estrecho de Torres, Melanesia en 1898, que se institucionalizó la
presencia en el campo y la recolección directa de información a cargo de un grupo de
naturistas (médicos, zoólogos, psicólogos, lingüistas). La expedición, más que los datos
recopilados, se convirtió en un emblema de la empresa etnográfica. Haddon empezó a
propagar el trabajo de campo y a advertir sobre el recolector rápido, sugiriendo las
bondades de ganarse la simpatía de los nativos para obtener un conocimiento más
profundo. Rivers, médico y psicólogo experimental que participó de la expedición,
elaboró el “método genealógico”, por el cual mediante unas pocas categorías en inglés
pidgin obtenía de sus informantes su nombre y el nombre de parentesco con hermanos,
padres, etc. Proveía un recurso metodológico rápido a través del cual observadores
entrenados sin conocimiento de la lengua y con intérpretes muy inferiores podían, en un
tiempo relativamente breve, obtener información aparentemente oculta por largo
tiempo. Este método, según Rivers, permitía ubicar a todos en la aldea e indagar sobre
otras dimensiones de la vida social. Rivers se inclinaba al estudio intensivo pero sabía
que la complejidad de la vida social era tal que su aproximación a la cultura estudiada
era muy imperfecta. Se institucionalizaron la expedición y la presencia directa de los
expertos en el terreno. Esta debía tener cierta (larga) duración, cubrir totalidades
sociales y el conocimiento debía ser de primera mano. (Este método siguió Malinowski).
Esto significaba la superación del etnocentrismo y la adopción de una mirada menos
prejuiciosa, más objetiva y científica. La antropología social adoptó entonces el
cometido científico de describir y explicar estas sociedades a la luz de los preceptos
dominantes en las ciencias sociales de la segunda mitad del s XIX y la primera del XX.
A partir de la incorporación del mundo lejano de los pueblos más diversos como objeto
de estudio científico-social, se planteó como meta primordial desarrollar un
conocimiento objetivo de estos pueblos. Para esto, el científico debía tomar al objeto tal
cual aparecía, de modo que debía evitar la extrapolación de nociones y valores
precedentes de su sociedad, para poder conocer a ese otro cultural y no transformarlo
en una imagen deformada de sí mismo (evitar la distorsión etnocéntrica). Para controlar
estos “centrismos” se suponía que el investigador debía liberarse de sus preconceptos
sobre cómo debían operar y actuar los individuos en esos otros contextos. Esos
supuestos no debían interferir con el relevamiento de datos. Etnocentrismo: actitud de
un grupo que consiste en atribuirse un lugar central en relación con los otros grupos, en
valorizar positivamente sus realizaciones y particularismos y que tiende hacia un
comportamiento proyectivo con respecto a los grupos de afuera, que son interpretado a
través del modo de pensamiento del endogrupo. Algo similar se postulaba
simultáneamente en los EE.UU. cuando Boas introducía el trabajo de campo como
requisito de toda investigación antropológica. El culturalismo norteamericano sostenía
que la recolección textual en lengua nativa era un primer paso para construir un corpus
cultural, materia prima de estudios serios y sistemáticos, propios de una disciplina
científica. Estos textos no estaban contaminados o distorsionados por la interferencia
del recolector y, por eso, encarnaban fielmente la mentalidad de los nativos. La
simulación era una vía de acceso a aquellas celebraciones que se llevaban a cabo en
épocas no coincidentes con la estadía del investigador o que pertenecían al pasado
pero era aún recordadas por los informantes. El TC en la antropología cultural
norteamericana, a diferencia de la británica, tomaba a la lengua como uno de los
objetos principales del conocimiento antropológico. Los criterios prevalecientes de
cientificidad provenían de las ciencias naturales. El estudio científico de las ciencias
sociales debía basarse en hechos observables. Para la época de Malinowski se retoma
la tensión entre una perspectiva naturalista y otra positivista. Las nuevas modalidades
de trabajo buscaban comprender la integración sociocultural de los grupos humanos
mediante la “acumulación de datos” de pueblos en casi segura extinción. En este clima
la academia británica reconoció como legítimos los siguientes requisitos para la
investigación etnográfica: - realización de TC sistemático para establecer la función de
prácticas y nociones de la vida social - recolección de datos de primera mano mediante
la presencia del investigador en el campo - realización del TC para reconocerla lógica
interna de la sociedad como una totalidad autónoma e integrada Malinowski proponía
abandonar la actitud pasiva de su confortable posición en una hamaca y salir al campo,
procurando obtener la información a través de sus propias observaciones. La
antropología se encontraba ante dos caminos: por un lado debía ser capaz de formular
generalizaciones (el antropólogo debía enfocarse más en identificar recurrencias y no
hechos accidentales). En este sentido el TC servía para comprobar o refutar hipótesis.
Por otro lado, el investigador debía ser muy cuidadoso en distinguir sus inferencias de
la observación, lo que correspondía a su perspectiva de lo que correspondía a la de los
nativos. En la práctica el TC no servía para ratificar hipótesis, sino para generarlas y
para producir un conocimiento inesperado y nuevo. Sus técnicas se basarían en la
observación y la audición. Estar allí garantizaría la percepción directa. Positivistas y
naturalistas hacen hincapié en la aprehensión de la objetividad a través del
mantenimiento de distancia (neutralidad valorativa del investigador con respecto a su
objeto de estudio). Entre tanto, las corrientes fenomenológicas e interpretativa
enfatizarían la aprehensión de lo real a través de la empatía y la revivencia subjetiva de
la vida nativa en su propio universo. Según el positivismo, el TC es el medio para
recolectar hechos como si fueran datos. Las investigaciones realizadas dentro de este
paradigma introdujeron características que han perdurado en la acepción actual del TC:
- Unidad entre analista y trabajador de campo - Presencia prolongada en el campo -
Recolección de datos mediante la presencia directa del investigador - Escala
microanalítica - Relevamiento de información e contexto - Diferenciación entre
perspectiva del actor y del investigador - Importancia de las técnicas de observación -
Perfeccionamiento de las técnicas de registro - TC como ámbito de contrastación de
hipótesis y teorías sobre la vida social.

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