El trabajo de campo etnográfico: trayectorias y perspectivas
A mediados del s XIX, La Europa metropolitana e imperial ostentaba el modelo
civilizatorio más elevado al que hubiera llegado la humanidad. Otras sociedades y culturas serían asimiladas tarde o temprano a ese modelo (intelectuales = civilización). La antropología se propuso contribuir a la reconstrucción de la historia de la humanidad y a revelar su sentido a través de los cánones impuestos por la ciencia que requerían la formulación de leyes generales (adoptaron para el estudio de las sociedades humanas el modelo explicativo evolucionista). Para el evolucionismo unilineal (Tylor, Frazer, Morgan) las etapas del desarrollo se sucedían según grados de avance tecnológico y organizativo político-social. Era factible reconstruir la historia de la humanidad mediante restos materiales recortados y recopilados por otros. La gran adversaria del evolucionismo, la escuela histórico-cultural o “difusionista’’ definía a la cultura, no como resultado del desarrollo paralelo e independiente de cada sociedad, sino de la difusión y el contacto cultural (difusión de elementos culturales, imposiciones y préstamos). Ambas compartían de un mismo sentido de la historia que culminaba en el modelo de la sociedad europea occidental. No era aún imprescindible la recolección in situ del material. Los especialistas no solían ir al campo, sino que descansaban en fuentes secundarias. El experto recibía los materiales del recolector-conquistador-funcionario- comerciante-misionero, los analizaba e incorporaba a sus sistematizaciones de alcance universal, con el fin de obtener conocimiento de los pueblos extraños. = Resultados fragmentados, poco integrados a otros elementos con amplia preferencia a los sucesos extraordinarios. Recopilaban información sobre categorías como viviendas, creencias, religión, org. política, etc. Los científicos no demoraron en advertir la complejidad de los materiales culturales y en considerar a las fuentes dudosas. Esto, sumado al periodo de globalización (ferrocarril, telégrafo, electricidad, etc.) favoreció el impulso científico por recabar material confiable “estando allí”. El verdadero conocimiento debía obtenerse de forma directa. La cuna positivista
Fue en la segunda expedición de Haddon, un zoólogo miembro de la Universidad de
Cambridge al estrecho de Torres, Melanesia en 1898, que se institucionalizó la presencia en el campo y la recolección directa de información a cargo de un grupo de naturistas (médicos, zoólogos, psicólogos, lingüistas). La expedición, más que los datos recopilados, se convirtió en un emblema de la empresa etnográfica. Haddon empezó a propagar el trabajo de campo y a advertir sobre el recolector rápido, sugiriendo las bondades de ganarse la simpatía de los nativos para obtener un conocimiento más profundo. Rivers, médico y psicólogo experimental que participó de la expedición, elaboró el “método genealógico”, por el cual mediante unas pocas categorías en inglés pidgin obtenía de sus informantes su nombre y el nombre de parentesco con hermanos, padres, etc. Proveía un recurso metodológico rápido a través del cual observadores entrenados sin conocimiento de la lengua y con intérpretes muy inferiores podían, en un tiempo relativamente breve, obtener información aparentemente oculta por largo tiempo. Este método, según Rivers, permitía ubicar a todos en la aldea e indagar sobre otras dimensiones de la vida social. Rivers se inclinaba al estudio intensivo pero sabía que la complejidad de la vida social era tal que su aproximación a la cultura estudiada era muy imperfecta. Se institucionalizaron la expedición y la presencia directa de los expertos en el terreno. Esta debía tener cierta (larga) duración, cubrir totalidades sociales y el conocimiento debía ser de primera mano. (Este método siguió Malinowski). Esto significaba la superación del etnocentrismo y la adopción de una mirada menos prejuiciosa, más objetiva y científica. La antropología social adoptó entonces el cometido científico de describir y explicar estas sociedades a la luz de los preceptos dominantes en las ciencias sociales de la segunda mitad del s XIX y la primera del XX. A partir de la incorporación del mundo lejano de los pueblos más diversos como objeto de estudio científico-social, se planteó como meta primordial desarrollar un conocimiento objetivo de estos pueblos. Para esto, el científico debía tomar al objeto tal cual aparecía, de modo que debía evitar la extrapolación de nociones y valores precedentes de su sociedad, para poder conocer a ese otro cultural y no transformarlo en una imagen deformada de sí mismo (evitar la distorsión etnocéntrica). Para controlar estos “centrismos” se suponía que el investigador debía liberarse de sus preconceptos sobre cómo debían operar y actuar los individuos en esos otros contextos. Esos supuestos no debían interferir con el relevamiento de datos. Etnocentrismo: actitud de un grupo que consiste en atribuirse un lugar central en relación con los otros grupos, en valorizar positivamente sus realizaciones y particularismos y que tiende hacia un comportamiento proyectivo con respecto a los grupos de afuera, que son interpretado a través del modo de pensamiento del endogrupo. Algo similar se postulaba simultáneamente en los EE.UU. cuando Boas introducía el trabajo de campo como requisito de toda investigación antropológica. El culturalismo norteamericano sostenía que la recolección textual en lengua nativa era un primer paso para construir un corpus cultural, materia prima de estudios serios y sistemáticos, propios de una disciplina científica. Estos textos no estaban contaminados o distorsionados por la interferencia del recolector y, por eso, encarnaban fielmente la mentalidad de los nativos. La simulación era una vía de acceso a aquellas celebraciones que se llevaban a cabo en épocas no coincidentes con la estadía del investigador o que pertenecían al pasado pero era aún recordadas por los informantes. El TC en la antropología cultural norteamericana, a diferencia de la británica, tomaba a la lengua como uno de los objetos principales del conocimiento antropológico. Los criterios prevalecientes de cientificidad provenían de las ciencias naturales. El estudio científico de las ciencias sociales debía basarse en hechos observables. Para la época de Malinowski se retoma la tensión entre una perspectiva naturalista y otra positivista. Las nuevas modalidades de trabajo buscaban comprender la integración sociocultural de los grupos humanos mediante la “acumulación de datos” de pueblos en casi segura extinción. En este clima la academia británica reconoció como legítimos los siguientes requisitos para la investigación etnográfica: - realización de TC sistemático para establecer la función de prácticas y nociones de la vida social - recolección de datos de primera mano mediante la presencia del investigador en el campo - realización del TC para reconocerla lógica interna de la sociedad como una totalidad autónoma e integrada Malinowski proponía abandonar la actitud pasiva de su confortable posición en una hamaca y salir al campo, procurando obtener la información a través de sus propias observaciones. La antropología se encontraba ante dos caminos: por un lado debía ser capaz de formular generalizaciones (el antropólogo debía enfocarse más en identificar recurrencias y no hechos accidentales). En este sentido el TC servía para comprobar o refutar hipótesis. Por otro lado, el investigador debía ser muy cuidadoso en distinguir sus inferencias de la observación, lo que correspondía a su perspectiva de lo que correspondía a la de los nativos. En la práctica el TC no servía para ratificar hipótesis, sino para generarlas y para producir un conocimiento inesperado y nuevo. Sus técnicas se basarían en la observación y la audición. Estar allí garantizaría la percepción directa. Positivistas y naturalistas hacen hincapié en la aprehensión de la objetividad a través del mantenimiento de distancia (neutralidad valorativa del investigador con respecto a su objeto de estudio). Entre tanto, las corrientes fenomenológicas e interpretativa enfatizarían la aprehensión de lo real a través de la empatía y la revivencia subjetiva de la vida nativa en su propio universo. Según el positivismo, el TC es el medio para recolectar hechos como si fueran datos. Las investigaciones realizadas dentro de este paradigma introdujeron características que han perdurado en la acepción actual del TC: - Unidad entre analista y trabajador de campo - Presencia prolongada en el campo - Recolección de datos mediante la presencia directa del investigador - Escala microanalítica - Relevamiento de información e contexto - Diferenciación entre perspectiva del actor y del investigador - Importancia de las técnicas de observación - Perfeccionamiento de las técnicas de registro - TC como ámbito de contrastación de hipótesis y teorías sobre la vida social.