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Un poco de historia
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sujeto sobre el cual se apoya un discurso de estructura científica. Esta clínica,
sostenida en el empirismo tiene la importancia de ser
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A lo largo de la historia, encontramos distintos momentos, diversos modos
de teorización e intervención sobre la enfermedad mental. Lanteri-Laura, haciendo
uso de la teoría de Kuhn, ubica tres momentos que responde a tres paradigmas en
la historia de la psiquiatría.
En 1962 Thomas Kuhn propone el modelo de los paradigmas para explicar
el desarrollo de la ciencia en su trabajo “La estructura de las revoluciones
científicas”. Define el paradigma como un modelo, un conjunto de saber que en un
momento de la historia es una referencia eficaz para responder a los interrogantes
de la época.
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los paradigmas, es decir, la imposibilidad de traducir las ideas de uno en las de
otro y, por lo tanto, de compararlos entre sí.
Siguiendo esta lógica, Lanteri-Laura propone tres paradigmas a lo largo de
la historia de la psiquiatría. El primero es el paradigma de “la alineación mental”,
que se extiende desde sus comienzos con Pinel en 1793 hasta 1864. El segundo
lo denomina de “las enfermedades mentales”, que va desde 1864 con la
publicación de “La no existencia de la monomanía” por J. Falret hasta 1926. Y por
último, el paradigma de “las grandes estructuras psicopatológicas”, en el cual hay
una gran influencia del psicoanálisis y que se extiende desde 1926 hasta la muerte
de Henry Ey en 1977.
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de la locura, con sus diversas especies, están formadas por conjuntos de
síntomas establecidos en torno al síntoma más sobresaliente”. 8
“En un mundo regulado por una ley médica, por el juego dosificado de
amenazas, recompensas y consuelos, el alienado era sometido a una ley severa y
paterna. Mediante la demostración simultánea de un gran cuidado y gran firmeza,
se lo sometía progresivamente a la tutela médica y a la ley colectiva de la
institución”.10
El objetivo del tratamiento era el de cambiar el círculo vicioso de las ideas del
alienado, lo que se lograba poniéndolo en estrecha dependencia de un hombre
apto que ejercía su poder sobre él, por medio de la confianza y el respeto que le
suscitaba.
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Este paradigma entra en crisis a mediados del siglo XIX cuando J. P. Falret
publica La no existencia de la monomanía. Allí sostiene que no se trata de una
sola enfermedad con varios síndromes sino, por el contrario, que se trata de
diversas enfermedades mentales.
Falret, alumno de Esquirol, publica su trabajo en 1864 y rompe con la
concepción de la alienación mental como una única enfermedad con distintas
presentaciones mórbidas. Sostiene que se trata en realidad de enfermedades
específicas e irreductibles unas a otras.
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Pero será recién veinte años más tarde que su descubrimiento empieza a
ser reconocido, dando origen así a la clínica diacrónica.
Desde ese momento la locura deja de ser un género homogéneo para
convertirse en un conjunto de enfermedades yuxtapuestas, que se clasifican
según su diferencia. En este segundo paradigma cobra gran importancia la
evolución de la enfermedad, ya que a partir de ésta se pueden diferenciar unas
de otras y según J. P. Falret, cada especie tiene una forma de terminación que
le es propia.
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partir de la distinción de las enfermedades mentales, y en particular de la
evolución de las mismas, cobra gran valor poder realizar un pronóstico y además
elegir un tratamiento adecuado.
Pero lo que distingue este paradigma, la semiología es también lo que lleva
a la crisis. La gran multiplicación de las especies mórbidas hace difícil su
ordenamiento. Además, es el surgimiento de la obra de Sigmund Freud y su
influencia en la psiquiatría lo que dará origen al tercer paradigma.
Tercer paradigma: Las grandes estructuras psicopatológicas
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En los años 30 se crea un grupo denominado L’evolution psychiatrique
conformado por jóvenes psiquiatras entre los cuales se encontraban H. Ey y E.
Minkowsky. Este último hace una crítica a la psiquiatría del segundo paradigma,
caracterizándola de insuficiente, ya que no permitía analizar los síntomas más que
como elementos artificialmente aislados. Así, define el síndrome mental como “la
expresión de una modificación profunda y característica de la personalidad
humana entera”.16
Este autor explica que un mismo síntoma puede aparecer en entidades
nosográficas completamente diferentes, debido a que el número de conceptos de
que disponen los enfermos para expresar sus estados del alma son limitados. Así,
propone que lo que hay que poder ubicar es el “trastorno generador”, el fondo
mental subyacente a todos los síntomas; “lo cruciales, entonces, encontrar que
todos los síntomas de una entidad nosológica remiten a un mismo trastorno
generador, lo cual permitiría situar los síntomas en un análisis estructural,” 17
puntualiza Claudio Godoy en su exhaustiva investigación.
El último exponente del paradigma de las estructuras psicopatológicas fue
Henry Ey con su modelo órgano-dinámico, postulando que existe un dinamismo
entre instancias superiores e inferiores del psiquismo. Lo superior es la conciencia,
que debe conducir y dominar las funciones inferiores, que son automáticas e
inconscientes.
El proceso patológico presenta dos tipos de síntomas: los negativos, que se
deben a la disolución de la función superior, y los positivos, que corresponden a la
liberación de las funciones inferiores. A partir de esto, deduce una estratificación
de las enfermedades mentales, de acuerdo a la degradación de la actividad
psíquica. Para H. Ey, la estructura es entonces este dinamismo entre instancias
jerárquicas.
Avanzando en el recorrido de C. Godoy encontramos que en el tercer
paradigma “se destaca un momento en que un conjunto de conceptos y la
Psicopatología misma se imponen en el ámbito de la Psiquiatría produciendo una
modificación crucial de sus coordenadas”. 18
Este paradigma entra en crisis debido, en parte, a la amplitud que ganó el
concepto de estructura, ya que al extenderse tanto perdió precisión. A su vez, la
aparición de los psicofármacos y la multiplicidad de terapéuticas trajeron
aparejados nuevos problemas prácticos que pusieron en cuestión el paradigma.
El surgimiento del DSM, manual diagnóstico y estadístico de las
enfermedades mentales, puede leerse en esta vía.
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La evolución y la etiología pierden relevancia a la hora de diagnosticar una
enfermedad mental, y en su lugar lo que este manual resalta es la descripción de
síntomas que el paciente presenta. Ya no se tiene en cuenta la estructura, sino
que los síntomas que se ajusten a la descripción para, de este modo, hacer el
diagnóstico.
Lanteri-Laura duda que con este manual se introduzca un nuevo
paradigma, proponiendo aún un tiempo de espera de los progresos de los
conocimientos psiquiátricos de campos afines.
El DSM maneja el concepto de síndrome de la medicina: agrupamiento de
síntomas que conducen a más de una etiología. Aparece en el 2° paradigma y
será usado por el DSM III, afirmando el autor que pretende ser a-teórico y basarse
sólo en la realidad clínica cuando, en verdad, tiene antecedentes en los trabajos
de Jaspers y de Schneider a la vez que sólo sostiene del concepto síndrome, la
apariencia semiológica y la cohesión.
Recordemos entonces la definición antes enunciada:
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En el prólogo del libro Psiquiatría y Psicoanálisis Leonardo Gorostiza
subraya que el psicoanálisis nace de la psiquiatría, pero que se separa de ella en
este mismo acto.
“Como es sabido, el suelo fértil que vio nacer la clínica psicoanalítica no fue
otro que el de la clínica psiquiátrica. Es de ella de quien el psicoanálisis se
reconoce heredero, al tiempo que –por el original corte freudiano- también de ella
se separa”22
puntualizando que tanto Freud como Lacan no dejaron nunca de tener en cuenta
la psiquiatría clásica.
En su conferencia 16, Freud afirma que la psiquiatría se limita sobre todo al
diagnóstico y pronóstico de la enfermedad, ya que no posee los medios de
penetrar en la interpretación de los síntomas.
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“yo tenía por norte una teoría de las neurosis basada en la libido, que se
proponía explicar todas las manifestaciones, así neuróticas como psicóticas,
partiendo de destinos anormales de la libido, vale decir, desviaciones de su
aplicación normal. Este punto de vista faltó a los investigadores suizos. Que yo
sepa, Bleuler sostiene todavía hoy una causación orgánica de las formas de
demencia praecox…”
Así el psicoanálisis va más allá del plano meramente descriptivo de los síntomas.
“La hipocondría, el lenguaje de órgano, las alucinaciones y las distintas formas de
delirio no se agotan en un plano descriptivo o formal, sino que son modos,
nombres del goce y sus elaboraciones en la psicosis”. 30
Freud dirá: “Con respecto a la causación, los casos de contracción de
neurosis se ordenan en una serie dentro de la cual dos factores –constitución
sexual y vivencias o, si ustedes quieren, fijación libidinal y frustración- aparecen de
tal modo que uno aumenta cuando el otro disminuye”, 31 agregando que “El primer
móvil, cronológicamente, para la formación de síntomas, es la libido”. 32
En 1964 se celebra el congreso de Bonneval, donde Lacan mantiene un
debate con Henry Ey, marcando así la diferencia entre la psiquiatría y el
psicoanálisis. Lacan expone su trabajo titulado “Acerca de las causalidad
psíquica”, en el cual critica el modelo órgano-dinámico de H. Ey.
Lacan introducirá un concepto de estructura diferente ya que hablará de
estructura de lenguaje, piensa al inconsciente estructurado como un mensaje, con
consecuencias subjetivas y clínicas, la singularidad de Lacan es buscar la
estructura en el fenómeno; esto lo veíamos en la presentación de enfermos,
cuando conduciendo la entrevista intenta localizar el fenómeno elemental en la
psicosis; allí, en el neologismo, ubica la estructura misma. Fabián Schjtman
sostiene en este sentido lo siguiente:
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Del déficit al síntoma
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organizar las tareas; rechaza las actividades que exijan esfuerzo sostenido;
extravía objetos; es descuidado en las actividades. También detallan síntomas de
hiperactividad: abandona su asiento en clase, tiene dificultad para dedicarse al
ocio, interrumpe, no respeta los turnos.
La madre sitúa el comienzo de todo hace muchos años cuando recibe el
diagnóstico de infertilidad. Refiere que desde entonces sintió una gran indiferencia
de su pareja.
Hace cuatro años adoptan a Javier, un niño de dos años y medio que vivía
en un hogar sustituto. La decisión del juez se demoró y finalmente resuelve, con
voluntad de Amo, que los padres “sustitutos” no son los padres, a pesar de que lo
tienen desde que nació, por lo que se les niega a ellos la patria potestad que piden
y lo otorga en adopción, cambiando a los cuatro años de nombre y apellido.
La madre dirá que el niño se integró sin dificultad; que el día que lo fueron a
buscar los abrazó, les dijo papá y mamá y no necesitó adaptación, se instaló
inmediatamente con ellos. Sostiene que ella creía que un hijo iba a ser todo, pero
ahora no soporta la separación de su pareja.
La angustia de la madre pone de relieve que este niño, felizmente, no
saturaba la falta en que se sostiene el deseo materno. Los síntomas del niño
irrumpen en relación a la condición de No-todo, el deseo de la madre diverge y
reclama al padre como hombre.38
Este niño que parecía colmarlo todo aceptando el orden que se le imponía,
se “desordena”, divide, en tanto la madre se angustia por un hombre.
Jacques-Alain Miller dirá que
Recorrido analítico
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que son de mujer, acá no nos ve nadie”. Pesca rápidamente el encuadre y la
confidencialidad del analista…Se pondrá a jugar.
Elige a una embarazada y dirá: “…El doctor, le va a sacar a su bebé y le
indica:…siéntese señora y mírelo…La mamá lo besa, lo abraza y dice ‘… ¡qué
lindo!...’”.
Llegan los piratas a robarle el bebé, ella llama al marido para que los
defienda pero lo matan, todos se golpean…el bebé vuelve a meterse en la
panza…
Dirá que le gustaría construir una casa con bloques, la analista se
compromete a traerlos para la próxima.
En la entrevista siguiente la madre interpela a la analista con una sospecha.
La analista la frena con una intervención que tendrá un efecto apaciguador, y
finalmente pedirá una derivación para ella.
Cuando Javier entra al consultorio y ve los bloques exclama: “Supe que
podía confiar en vos”.
Construirá una casa para que vivan las Barbies, hombres que pelean
desnudos y mujeres que se quedan con el hombre más lindo… el bebé se queda
durmiendo con la mamá.
Se desmiente el déficit en lo atencional. A la vez que mejora notablemente
el rendimiento escolar y el lazo con sus pares, el niño está absolutamente
concentrado en el juego, en los personajes que arma, en que la analista cumpla
las consignas que él da, sin distraerse ni equivocarse.
El trastorno que la ciencia propone como desconectado de su relación con
el inconsciente, tomará el estatuto de síntoma a lo largo del trabajo analítico.
Ligado a la pareja parental traduce la articulación sintomática de la misma, a la
vez que permite que las intervenciones del analista alarguen el circuito de
sustituciones.41
El significante “distraído” comienza a jugarse en el análisis; padres, damas,
niños y ladrones distraídos.
Transitará el tema de su adopción, armando esta historia: “Hay un chico de
2, ¡no!, de 7, ¡no!, de 20 años. Es un hombre cuyos padres murieron: Z y M; el
chico se llama Francisco Javier, pero no lo cuida nadie porque ya se puede cuidar
solo. Hay una celebración por la muerte de los padres…”.
Juega a las damas, con mucha destreza, y le cuenta a la analista que tiene
una novia preciosa que la quiere porque le dice cosas lindas.
Juega con la analista al mundo del revés, é es la analista y ella es el
paciente; él como analista, dirá: “…Su problema es que tiene algo mal en la
cabeza…le saca una mosca al paciente y ordena: ¡ahora vaya a la escuela y
entregue las tareas…!”.
Propone el juego de los ladrones…uno roba y el otro, busca…Afirma: “A
este ladrón lo dejan robar…”.
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En una entrevista con el padre, éste llega con Javier, quién quedará en otro
consultorio dibujando pero interrumpe permanentemente. Entra con un muñeco y
dirá “…Se separó de la mamá y del papá, les dio una patada y se fueron…” . Se
sienta en una silla con rueditas y le dice al padre: “Papá, tráeme” (acércame hacia
vos). Dibuja una historieta muda y le dicta a la analista para que ella le escriba un
texto: “Una mujer sale a pasear, un hombre la atropella con el auto, él baja a
ayudarla y se van juntos…”.
Comunica a sus padres una versión propia: que sus padres sustitutos, Z y
M, murieron. Recuerda que Z hacía manejar el volante del auto como lo hace
ahora su padre.
Ellos respetan esta versión y los sorprende que el niño recuerde los
nombres.
Sus juegos continúan entre distracciones, peligros, muertes y robos. En una
sesión hace víboras con masa y las hipnotiza, están obligadas a obedecer…La
analista lo interroga: “Y vos ¿estás obligado?”. Su respuesta es “Tengo que hacer
las tareas…con los chicos hago cosas que no me gustan…”.
Si bien no quiere seguir hablando, es la primera vez que habla de su
disgusto en lo que hace. El estar obligado cobra una dimensión diferente a la
hipnosis.
Mauricio Tarrab dirá que
“…En el esclavo hay algo de su cuerpo que se desliza por fuera del
capricho y del dominio del Amo. Hay algo inalienable, algo que el Amo no le puede
quitar, algo que no ha sido tomado por el Otro”, 42”…Goce que nada ni nadie pueda
quitarle…”43 y que transforma el cuerpo en un cuerpo vivificado. “…El significante
afecta, perturba, deja sus huellas de goce que lo hacen vivir”. “El significante,
entrando en el cuerpo lo afecta de un goce que será la piedra angular del
síntoma”.44
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El niño propone una primer respuesta “distraído” y le agrega un sentido:
“Para que lo reconozcan”; síntoma propio que conserva la huella del significante y
su captura sobre el sujeto con un más allá; “al cuerpo mortificado del Sujeto
barrado debe responder un cierto factor cuantitativo de libido”. 46
El niño en el énfasis enuncia una pregunta que lo implica, reconociendo un
sujeto en la víctima, se hace responsable de su posición.
Consintiendo, la distracción deja de ser un déficit.
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