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¿Por qué tenemos miedo a las serpientes?

 04/09/2018
Redacción Mètode
Pitón arborícola verde (Morelia viridis) / Unsplash
Responde CARMEN AGUSTÍN-PAVÓN:
El miedo es una emoción que los animales experimentamos como resultado de la
percepción de un peligro o amenaza y que forma parte del reducido grupo de
emociones que se pueden considerar innatas y necesarias para nuestra
supervivencia. Las serpientes venenosas han constituido un peligro fundamental
para nuestros ancestros primates durante los millones de años que han coexistido,
hecho que probablemente ha causado la selección de mecanismos para la rápida
detección y respuesta ante estas amenazas en primates. Así, hace pocos años se
descubrieron unas neuronas en el sistema visual de macacos que responden de
manera preferente a fotografías de serpientes. Estas neuronas se encuentran en
el núcleo pulvinar del tálamo, conectado con la amígdala, centro clave del cerebro
emocional.
En los seres humanos, resulta muy complicado discernir qué es aprendido y qué
es innato de nuestros comportamientos. Pese a esto, según estudios recientes, el
rechazo (o en algunos casos la fobia) que las serpientes generan en la mayoría de
adultos humanos podría ser uno de los únicos instintos que conservamos y que
hemos heredado de nuestros ancestros. Esto se deriva de la observación del
tiempo durante el que bebés –tanto pequeños como de entre cinco y seis meses–
fijan la mirada sobre imágenes de serpientes, así como del grado de dilatación de
la pupila que estas imágenes generan (hecho este que se correlaciona con una
respuesta del sistema noradrenérgido). Pero esta respuesta atencional no
necesariamente se traduce en miedo; lo que parece es que nuestros cerebros
están preparados para responder de manera rápida a estímulos potencialmente
peligrosos y que, además, estos estímulos son más eficaces para inducir un miedo
condicionado. De hecho, se ha visto en otros estudios que la inducción de una
reacción de miedo en bebés y niños muy pequeños depende en gran medida de la
asociación del estímulo peligroso, por ejemplo una serpiente, con la observación
de gestos de miedo en la madre u otro adulto cercano. De la misma manera,
gestos positivos asociados al peligro podrían contrarrestar el miedo.
Finalmente, la reacción de miedo frente a estos estímulos también depende del
carácter del animal. En un estudio en el que participé, medimos las reacciones de
miedo en monos tití criados en cautividad y que, por tanto, nunca habían visto una
serpiente. Pese a ello, los animales reaccionaban de manera muy evidente a una
serpiente de plástico, observándola prolongadamente, alejándose y emitiendo
vocalizaciones asociadas al peligro. No obstante, estas reacciones variaban
mucho de unos animales a otros y eran máximas en animales que se habían
mostrado más «miedosos» en otras pruebas.

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