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En Tres (Caleta Olivia, 2016.

1º edición 1997)

Un hombre que ama a un hombre


que ama una mujer, está acorralado;
pende en lo alto como una hora
bella e inútil; se da a sí mismo
en un extravagante vacío, toca
el vacío con los dedos.

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Sigo aquí, como atado a este cuerpo
por un hilo, pero no estoy aquí.
Ya no puedo saber dónde estoy, y me quedo
aferrado a lo ido, inmóvil.
No es vida, es lo vívido. Por momentos
lo uno y los dos se confunden.
¿El hilo se cortó? Afuera, destilado
por alguien, su aura; eso que se confunde
conmigo, estoy hecho de eso.

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No quise o no pude reconocerte,
tan ocupado estaba en buscar
que no quise o no pude reconocer
aquello que la vigilia tenía reservado
en opulentos odres para mí.
Te llevé a la par como un perro
y como un fiero animal me tendiste
tu garra: dejé que me llevaras,
que me trajeras, que ficcionaras conmigo.

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En Ni la noche ni el frío (Textos intrusos, 2012)

He dado el paso…
He dado el paso
más importante de toda mi vida:
he roto con mi madre y he caído en tus brazos.
Romper y caer, y caer
y caer.
Así de simple.
Ahora que el mundo se abre y mi casa
la que he cultivado desde que soy un niño
se cierra.
Guardo en una caja de mentira
los juguetes que he fabricado de verdad
a lo largo del tiempo, para escapar
del tiempo.
Hoy que mi madre se muere de indignación
por verme caer
con todo el peso de mi cuerpo
en tus brazos…
Y es simple la caída
y por momentos, dulce
y menos dolorosa de lo que imaginaba.
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En Fiel a una sombra (2001)

Hamlet sobre su madre

No pienso en ella, una madre es siempre


una ciénaga, haga lo que haga, engendre
este deseo o cualquier otro, sea de la carne del Rey
o de su hermano. Tiene que haber una verdad
que no sea la suya, y tal vez seas vos Laertes,
o tal vez sea el áspero Fortinbrás, u otro, otros
cuyos nombres se desvanecen, apenas los toco
con mis dedos. Ellos son el reflejo de algo
que no me deja ver, o yo soy una sombra que habla
consigo mismo. Cuerpo de Laertes, me lleva lejos,
llevándose esta culpa... Cuerpo de Fortinbrás, pesado
como el otro, cubriéndome con un velo funerario
a mí, su sombra, su ardiente ciénaga también.

En Ruego por el tornado (2006)

Ruego por el tornado

Que no regrese, que no relinche


contra la ventana como un caballo
y a su paso se lleva los muebles, abrigos de lana,
ollas, el televisor... Sobre todo que deje en paz
al techo: cada chapa fijada con clavos
a los tirantes, no las arranque como a barajas de cartón.
No se pavonee en torno a mi lámpara
y lo confunda todo con esa voracidad omnívora,
sin restricciones. Que yo no piense: En el fondo,
en el centro de su pecho, se esconde un sitio calmo
para nosotros. Que yo no encuentre cierta belleza
o música en esa órbita destructiva. No finalmente,
molido a palos, recaiga sin consuelo en el odio
o torne a la guardia que forjó un niño tímido.

En Esto no puede seguir así. Premio Literario Provincia de Córdoba 2009. Ediciones Letras y Bibliotecas
Córdoba. Córdoba (Argentina), 2010.

A Facundo no le gusta dormir

A Facundo no le gusta dormir, 


dice que pierde tiempo y vida 
durmiendo, y se resiste 
a ser atrapado por las huestes del sueño, 
aunque venga el propio Morfeo, en persona 
y deposite sobre su mesita de luz 
un vaso de leche tibia. 
Yo lo acaricio entonces. 
Acaricio su inmensa espalda 
como si estuviera alisando 
uno por uno, los pliegues que se forman 
sobre las sábanas del mar. 

A veces 
él apoya su turbada cabeza 
sobre la almohada, cierra los ojos 
y deja que ese montón de agua traslúcida 
se lo lleve; pero enseguida se despierta 
y escucha, en lo oscuro 
el galope febril de esos fantasmas 
que lo tienen a maltraer. 

Aunque yo le cite 
aquellos versos famosos 
de Calderón de la Barca... 
Abre sus negros ojos 
atravesados por ochocientos relámpagos 
y vuelve a repetir, insistente, 
que él no quiere caer 
en ese pozo sin fondo 
que se devora los minutos. 
-Tiempo, hermoso tiempo, dice 
que no se puede recuperar, y no podremos nunca ¿te das cuenta? nunca 
recuperar... No importa si son las tres de la tarde 
o las cuatro de la mañana. 

Aunque yo me quede despierto 


a su lado, y le prometa guardar cada uno 
de esos diminutos relámpagos 
adentro de esta pequeña embarcación 
que algunos entendidos en literatura llaman poema, 
y es tonta poesía nada más: poesía 
como todo, o casi todo, deseo de amor. 

Pero no hay, no habrá nunca 


un poema que guarde lo inmenso, 
lo desolado que se vuelve este mundo 
cada vez que mi amigo 
cierra los ojos y se duerme. 

Cierra los ojos y se duerme 


en esta orilla vacía que es ahora mi cuarto 
(o cualquier otro cuarto) 
cada vez que Facundo se aleja. 

De "Mi amigo Raulito” en Chicos malos y otros poemas, Osvaldo Bosssi, Editorial Conejos, 2012.

VI
Para mi bien o para mi mal
cerré los ojos y pensé
que si el mundo entero reventaba
finalmente, por los cuatro costados
no tendría la menor importancia.

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