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Wirtschaft und gesellsshaft.

Grundiss der Verstehenden Sociolagie

(Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva)

Weber M., La institución estatal racional y los partidos políticos y parlamentos modernos
(Sociología del Estado), en Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, FCE, Ciudad de
México, 2005

La primera edición en alemán en 1922 fue una edición póstuma preparada por Marianne Schnitger
-escritora y feminista, además, fue la esposa de Max Weber-, ella misma elaboró un pequeño
prólogo. En castellano Economía y sociedad se publicó en 1944.

El capítulo XI no corresponde a la edición original siendo incluida con posterioridad, y tal capítulo,
como la obra en su conjunto, fue construida a partir de otros escritos publicados por el sociólogo
alemán.

Maximilian Carl Emil Weber nació un 21 de abril de 1864 en Érfurt y falleció un 14 de junio de 1920
en Múnich. En 1918, se convirtió en consultor de la Comisión del Armisticio Alemán para el
Tratado de Versalles y la comisión le asignó el borrador de la Constitución de Weimar 1918 –
1929).

II

Max Weber comienza el Capítulo IX afirmando que “el sentido del Estado racional sólo se da en
Occidente”. Para Weber exclusivamente en dicho Estado “puede prosperar el capitalismo
moderno”. Fundado en;

· La burocracia profesional, y

· El derecho racional
El funcionario de formación profesional decide sobre el derecho en un sentido formal, es decir, sin
que importe el contenido de las reglas del derecho. En este sentido el arreglo de la justicia
proviene de la aplicación del burócrata orientado al aspecto jurídico-formal, las fuentes del
derecho mágico-religiosas o humanistas, peculiares de los Estados no occidentales, quedan
excluidas.

Dice Weber que este derecho fue la unión del estado moderno con los juristas, para imponer sus
ambiciones de poder, este hecho a su vez favorecía al capitalismo, al tiempo que se forjaba una
política económica planeada “continua y consecuente” donde existen al menos dos cosas; la
política fiscal y política del bienestar.

En el siglo XIV en Inglaterra, hace su aparición la política fiscal racional; a partir de Adam Smith
surge lo que se denomina mercantilismo. El mercantilismo significa la formación moderna del
poder estatal, directamente mediante el aumento de los ingresos del príncipe, e indirectamente
mediante aumento de la fuerza impositiva de la población, aumentando al interior del Estado
fuentes de ingreso y hacia el exterior conseguir ventajas; comprar barato y vender más caro,
apoyándose en una idea del siglo XVI al cual denominamos la balanza comercial; donde un Estado
se empobrece tan pronto como el valor de las importaciones rebasa al de las exportaciones.

III

Pero si la empresa privada puede contar con el mismo personal profesional y regirse por reglas
positivas ¿qué hace especial al Estado racional frente otras organizaciones administrativas? Weber
dice que “el ‘Estado’ no se puede definir por el contenido de lo que hace”. En última instancia las
organizaciones se definen por su capacidad de coacción física, pero es el Estado racional el que lo
hace de manera exclusiva.

A partir de esta consideración el Estado se define como “aquella comunidad humana que en el
interior de un determinado territorio reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física
legitima”. Al mismo tiempo como lo ejerce de forma exclusiva también es fuente única del
“derecho” de coacción.

Continua Weber que la política es la “aspiración del poder, ya sea entre Estados o, en el interior de
un Estado” así pues “el que hace política aspira al poder: sea como medio al servicio de otros fines
-ideales o egoístas-, o por el ‘poder mismo’, o sea para gozar del sentimiento de prestigio que
confiere”.
El Estado se basa en una relación de dominio de hombres sobre hombres, basada en la coacción
legítima. La autorización se sostiene a) por los motivos internos y b) los medios externos en los
que la dominación se apoya.

Tipos puros [justificación] de legitimidad:

Tradicional. Consagrada por una validez inmemorial y por actitud habitual de su observancia como
el patriarca.

Carismático. Deriva del don de gracia personal, de la devoción totalmente personal y de la


confianza personal, como la conduce el profeta, el príncipe guerrero, el conductor plebiscitado, el
gran demagogo, el jefe político.

Legal o racional. Emanada de una en virtud de la creencia de validez de un estatuto legal y de la


competencia, de la obediencia por disposición de deberes, es la que se ejerce el “servidor del
moderno Estado”.

Lo que interpreto como motivos externos es el miedo y la esperanza: “temor de la venganza de


poderes mágicos o del dueño del poder, la esperanza de una recompensa”

Atribuye de forma ideal al burócrata o servidor del Estado la legitimidad legal, y la carismática para
el político profesional, pues ésta legitimidad “consagra” una vocación en su expresión suprema.
Primeramente se desarrolló el demagogo en el contexto de la ciudad-estado mediterránea, y más
tarde en el jefe del partido en el ámbito del Estado constitucional occidental.

Afirma Weber que “toda empresa de dominio que requiere una administración continua necesita
por una parte la actitud de obediencia en la actuación humana… y la disposición de aquellos
elementos materiales eventualmente necesarios para el empleo físico de la coacción (cuerpo
administrativo y medios materiales). El ejercer el gobierno puede ser compartido con una
aristocracia autónoma o con súbditos carentes de poder.

El verdadero dominio, sustenta el autor, se encuentra necesariamente en la burocracia, mediante


“funcionarios a sueldo”; Socialización creciente significa burocratización creciente. Juzgar y
administrar estatutariamente favorece al desarrollo capitalista moderno, pues este descansa en el
cálculo.
Volviendo a la función esencial del político, él hace de la política una profesión y de acuerdo con
esto vive “para” la política o “de” la política. En la primera acepción la persona hace de dicha
actividad su vida, dando sentido a la misma por la “causa”, y -aunque no de forma exclusiva-
también vive de dicha causa pero su origen es más bien plutocrático. Por el contrario, quien vive
de la política lo hace como fuente permanente de ingresos. Aunque no significa que el interés de
quien vive para la política no aproveche su condición para beneficiarse y, viceversa, de quien
carezca de fuentes de riqueza alternas que viva de la política significa que no se interesa por la
causa.

El funcionario moderno debe ser especializado y de preparación profesional a fin de evitar el


peligro de la corrupción. Históricamente originó que tanto el príncipe como los funcionarios vieran
un peligro en el Parlamento, pero el monarca necesitó, afirma Weber, sustraerse de la lucha
política y nombrar a un funcionario que enfrentara al parlamento por él. Pero los funcionarios
deben quedar fuera de la lucha por el poder, pues estos deben actuar sine ira et studium (sin
cólera ni prejuicio), pues -considera el autor- el partidismo, la lucha y la pasión constituyen el
elemento del político. Se puede decir que el avance del civil service se introduce el self-
government.

Entonces pregunta Weber ante el avance inminente de la burocratización “¿cómo es posible en


presencia de la prepotencia de esa tendencia… salvar todavía algún resto de libertad de
movimiento individual en algún sentido? La respuesta para Weber está en la selección de un
político con cualidades [carismáticas] de jefe.

IV

Sobre los partidos Weber afirma que estos no se mencionan en ningún documento constitucional
“pese a que representan hoy los portavoces más importantes de la voluntad política”, su objeto
consiste en “adquisición de votos, además elabora un programa y elige a sus candidatos” y su
existencia no se eliminará. Los partidos se apoyan en dos principios básicos: son meros
patrocinadores de cargos políticos que son flexibles en sus programas o son partidos de ideología
que se proponen implantar ideales inflexibles en sus programas. De igual forma que el Estado, en
la organización de la burocracia interna descansa su poder. El caudillaje y el sequito constituyen
elementos vitales de estos.

Pero para Weber cumplen una función democratizadora al otorgar la oportunidad de que las
masas elijan a un líder a un jefe plebiscitario.
V

Los Parlamentos modernos son para Weber representantes de los elementos dominados.
Cumplen una función de mínima de aprobación interna de los dominados para ciertos actos para
el gobierno:

· El presupuesto público.

· Aprobación de proyectos de ley

El parlamento hace “política negativa”; enfrentándose a la administración como una potencia


enemiga. Pero cambia dicha situación donde el Parlamento se hace coparticipe de un sistema
parlamentario que se caracteriza por:

· Selección parlamentaria de los jefes (emitir votos de confianza)

· Responsabilidad parlamentaria (rendición de cuentas)

· Control parlamentario de la administración

La participación aumenta si el gobierno se configura con ayuda del Parlamento.

IX: Sociología de la dominación

Parece ser el lugar a donde ha querido llevarnos el autor con sus aseveraciones. Una intención
casual, a tenor de lo que hemos anotado ya sobre el "desfase cronológico" de los diferentes
capítulos del libro. Este nuevo capítulo se extiende de la p. 695 a la p. 1117 y está constituido por
nueve subapartados, que tienen a su vez diferentes subdivisiones.
La dominación —entendida sobre todo como un ejercicio de la superioridad de un hombre o de
una colectividad respecto a un "contrario"— domina las relaciones humanas, originándose una
serie de instituciones para consolidar este tipo de relaciones[5]. La dominación y el poder son dos
realidades íntimamente unidas (pp. 695-700) y el gobierno es la forma en que se concreta la
dominación (pp. 701-704).

En los siguientes subapartados —(pp.704-846)— la terminología utilizada por el autor se hace más
difícil de comprender, sobre todo en el empleo de términos específicamente jurídicos. Sin
embargo, el tono general de la exposición se mueve en terminos de una falta total de
fundamentos jurídicos objetivos: lo "legal" se confunde con lo "moral", la "organización" con la
"dominación", la "dominación" como justificación de toda actuación, etc. En definitiva, toda regla
emanada por la autoridad legítimamente constituida (como consecuencia de una dominación
consolidada) tiene visos de ser obedecida no por la misma coherencia de la ley (en consonancia
con el derecho natural) sino únicamente por estar emanada por las instituciones creadas por "la
dominación legítima". El iuspositivismo jurídico es en estas páginas bien elocuente.

Viene a continuación un largo subapartado sobre "La dominación no legítima (tipología de las
ciudades)"(pp. 847-1046). Este apartado es el que está más relacionado con un planteamiento
historicista de la dominación. Las reflexiones se mueven siempre en un campo muy teórico,
utilizando términos ambiguos (ver, por ejemplo, la larga disertación sobre el "linaje" en la Edad
Antigua y Edad Media pp. 938-998) y sin una solidez documental que los avale.

Es evidente que Max Weber se mueve en todo este largo apartado en el campo de las intuiciones
históricas —más o menos brillantes— pero no fundamenta sus aseveraciones en la realidad y la
seriedad de una verdadera investigación a base de una documentación mínimamente objetivable:
a este respecto cabe destacar las reflexiones que hace sobre la formación y origen de los
patriciados de las ciudades europeas durante los últimos siglos medievales (cfr. pp. 975-998), que
adolecen de rigor histórico por completo.

En esta interpretación histórica, no supera el reduccionismo marxista de la lucha de clases. Las


ciudades medievales y modernas, por ejemplo, son dominadas por un grupo de "notables" que
monopolizan la administración urbana y se organizan en linajes, cuyos miembros tienen en común
la propiedad de la tierra (cfr. p. 976)

El último apartado, La Sociología del Estado (pp. 1047-1116), está constituido por una serie de
reflexiones sobre el papel que ha jugado el estado en todo este proceso histórico y la formación
de los partidos, del parlamentarismo y de la democracia, siempre en el contexto del papel rector
de dicho estado como la institución en la que se concreta y sublima la dominación efectiva.
III. CONCLUSIÓN

El presente libro es un conjunto de artículos y ensayos que el autor fue elaborando a lo largo de su
vida. De ahí el carácter heterogéneo de los temas tratados y la falta de coherencia interna que
salta a la vista al analizar el mismo índice. Con todo, la obra de Max Weber ha tenido —y está
teniendo— un gran prestigio en el entero campo de las ciencias humanas y en la economía. ¿Por
qué?.

En primer lugar, Weber muestra un alto grado de dominio de la metodología en todas las ciencias
humanas. A pesar de abarcar un campo tan grande de ellas (sociología, economía, historia,
psicología, política, etc.) siempre utiliza una terminología muy precisa y no tiene ningún reparo en
definir cualquier término: esto da una sensación de seriedad metodológica muy grande y, lo que
nos parece más importante, proporciona al lector conceptos claros a la hora de reelaborar la
propia teoría. Es, pues, un instrumento muy útil para posteriores elaboraciones en el campo
general de las humanidades.

Ya se ha comentado que no hay un hilo conductor que vertebre toda la exposición:


paradójicamente, este hecho ha contribuido grandemente a la fama de Max Weber en el campo
general de las humanidades. Esta falta de coherencia interna es precisamente lo que ha permitido
a muchísimos comentadores de su obra el alargarse en las múltiples sugerencias metodológicas
que se desprenden de su lectura, sin detenerse a considerar ese hilo conductor.

Si nos tenemos que aventurar a analizar ese "hilo conductor" que domina la obra de Max Weber,
nos inclinamos a pensar que en el meollo de su exposición se halla un pretendido rechazo del
materialismo marxista —que reducía todas las explicaciones del devenir humano en
consideraciones economicistas— pero sin llegar a una solución trascendente. Es decir, para Weber
la realidad humana se puede explicar desde otros parámetros, como la "ética de los valores" y las
grandes concepciones y inclinaciones sociales (como la dominación) que serían el verdadero
motor de los social, pero que jamás trascienden una realidad material.

En definitiva, una gran paradoja: intentar superar los parámetros marxistas sin superar el campo
de lo puramente material. Es decir, como un "materialismo social". Parece indudable que Weber
es el padre de la sociología: no es extraño entonces que esta disciplina, desde su creación, se haya
movido siempre en un campo tan radicalmente alejado de las realidades trascendentes, teniendo
a tal fundador.
La ambigüedad terminológica del autor no puede ocultar, pues, este ambiente "materializado". Y,
de hecho, todo el libro está empapado de la terminología del marxismo, tan en boga por aquel
entonces. Es importante constatar que en la época de Max Weber confluyen marxismo,
economicismo y positivismo, lo que hace difícil al autor sustraerse de todo ese ambiente
ideológico.

Con su libro "Economía y Sociedad", el autor ha querido racionalizar todos los procesos humanos
de creación de instituciones económicas, políticas, religiosas y jurídicas. Pero esta racionalización
es muy nociva ideológicamente si se pretende elaborar desde unos parámetros puramente
materialistas.

Para Weber, los fenómenos religiosos hay que verlos siempre determinados por la sociología: el
"reduccionismo sociológico" en que cae es muy nocivo para un adecuado análisis de la realidad
espiritual que se halla presente en todos los hombres.

En definitiva, cualquiera que quiera profundizar en esta compilación de Max Weber, debe tener
siempre presente el planteamiento materialista a priori del que parte el autor, para poder analizar
su obra con un mínimo de espíritu crítico: el problema es entusiasmarse con la brillantez
expositiva y la cuidada metodología que se halla presente en toda la obra, sin parar a considerar la
anti-trascendencia con la que se halla comprometido el autor.

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