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¿Y SI NO FUERA ÚNICAMENTE EL

CORONAVIRUS?

Sobre la base de información sesgada y supuestas


estadísticas sin ninguna validez y significado se han
tomado decisiones traumáticas para el país, cuyas
repercusiones son difíciles de imaginar. Las
observaciones anteriores de ninguna manera pretenden
minimizar, peor aún ignorar, la gravedad de la crisis de
salud por la que atraviesa el país. Lo que queremos
destacar es que decisiones trascendentales han sido
tomadas de la manera más unilateral y arbitraria.

Por ARTURO VILLAVICENCIO


El científico F. Capra1 sostiene que una de las cosas más
difíciles de asimilar para las personas es entender que si algo
es bueno, más de lo mismo no necesariamente es mejor. Esta
reflexión resulta pertinente en las actuales circunstancias
cuando nos preguntamos si el aislamiento total, con
repercusiones sociales y económicas difíciles de imaginar, al
que nos ha sometido el Gobierno era la respuesta más
adecuada para combatir el virus COVID-19 causante de la
enfermedad del coronavirus. 
Este cuestionamiento adquiere fuerza si incluimos en la
ecuación de la epidemia la fiebre del dengue, una enfermedad
que, según la Organización Panamericana de la Salud, corre el
riesgo de convertirse en los momentos actuales en una
epidemia de proporciones históricas. Las razones para un
cuestionamiento semejante se exponen a continuación. 
Factores de riesgo
Los estudios y análisis sobre la difusión de una enfermedad
como el coronavirus coinciden en señalar  como factores de que
aumentan o disminuyen el riesgo de propagación de la
epidemia los siguientes2:
1) La estructura edad de la población: porcentaje de la
población mayor de 65 años. Este porcentaje esta directamente
correlacionado con el nivel de desarrollo económico: mientras
más alto es el PIB per cápita, mayor es el porcentaje de la
población adulta mayor
2) Patrones de co-morbilidad que afectan a la población adulta
(hipertensión, afecciones coronarias, diabetes). Estos patrones
difieren entre los países, regiones y estatus económico.
3) Las características del hogar es un contexto clave para la
transmisión del COVID. Varios factores favorecen una rápida
transmisión del virus: el tamaño del hogar, la presencia de
miembros mayores de 65 años y los patrones de contacto entre
los grupos de edad. Evidentemente, estos factores aumentan el
riesgo de propagación en los países en desarrollo.
4) La infraestructura hospitalaria, concretamente el número de
camas de hospital y el porcentaje de ellas en unidades de
cuidados intensivos, factor decisivo en la mitigación de la
epidemia y la disminución de víctimas fatales.
5) El distanciamiento social, ya que en definitiva, son los
contactos interpersonales y su intensidad los mecanismos de
transmisión del virus.
Ante la falta de una vacuna que posibilite detener la
propagación de la epidemia o de medicamentos que permitan
atenuar sus efectos letales, las únicas opciones son las
llamadas Intervenciones no farmacéuticas, acciones focalizadas
en mitigar los dos últimos factores de riesgo señalados. Estas
acciones inciden en dos direcciones: una rápida adecuación y
aumento de la infraestructura hospitalaria para hacer frente a
un incremento súbdito de la demanda de servicios de salud y,
una segunda focalizada en la contención y reducción de la
amenaza mediante la aplicación de normas y regulaciones para
mantener el distanciamiento social entre las personas a niveles
que anulen la posibilidad de transmisión del virus. Es sobre este
último tipo de intervención sobre el cual es necesaria una corta
reflexión.
Las respuestas a la pandemia
Las intervenciones no farmacéuticas adoptadas por los países
frente a la arremetida del COVID-19 pueden agruparse en tres
tipos de estrategias: (i) una primera, llamada por los
epidemiólogos la inmunidad de grupo, se basa en la idea que la
epidemia puede ser contenida si una proporción significativa de
la población es afectada, adquiere inmunidad y reduce así las
posibilidades de contagio al resto de la población; (ii) una
estrategia de mitigación focalizada en ralentizar, pero no
necesariamente detener, la expansión de la epidemia; y (iii)
una estrategia de supresión, centrada en revertir el crecimiento
de la epidemia. Los países afectados, por diversas razones, han
adoptado una o una combinación de estas estrategias con
resultados muy diferentes.
La primera estrategia, la inmunidad de grupo, fue la respuesta
adoptada inicialmente por países como Suecia 3, el Reino Unido,
los Estados Unidos y Holanda en una primera etapa. Según T.
Bourgeron se trata de la respuesta neoliberal a la amenaza de
epidemias4; la trasposición de las leyes eficiencia de mercado al
caso de la difusión de un virus en una población. Cuando existe
una vacuna esta estrategia puede dar resultados. En caso
contrario, el caso del COVID-19, los resultados pueden ser
catastróficos como lo demostró la experiencia en los países
mencionados. Permitir que la población adquiera inmunidad
mediante esta estrategia, en lugar de una amplia campaña de
exámenes, control de los contactos y aislamiento, significa
aumentar el riesgo de las poblaciones más vulnerables.
Numerosos científicos han llamado la atención sobre los obvios
errores de este razonamiento: no hay ninguna seguridad que
únicamente la gente joven sea infectada; el efecto de grupo
implica que el 60-70 por ciento de una población joven y sana
sea infectada y se recupere ignorando que en ningún país
existe ese porcentaje de población con las características
requeridas; la estrategia no incluye la posibilidad, comprobada
en varios casos, de recurrencia de la enfermedad demostrando
que la inmunidad no se puede asegurar para esta clase de virus
y, por última se olvida que los jóvenes también se infectan lo
que significa aumentar la presión por la aguda demanda de
servicios hospitalarios.

NO HAY NINGUNA SEGURIDAD QUE ÚNICAMENTE LA GENTE


JOVEN SEA INFECTADA; EL EFECTO DE GRUPO IMPLICA QUE
EL 60-70 POR CIENTO DE UNA POBLACIÓN JOVEN Y SANA SEA
INFECTADA Y SE RECUPERE IGNORANDO QUE EN NINGÚN
PAÍS EXISTE ESE PORCENTAJE DE POBLACIÓN CON LAS
CARACTERÍSTICAS REQUERIDAS; LA ESTRATEGIA NO INCLUYE
LA POSIBILIDAD, COMPROBADA EN VARIOS CASOS, DE
RECURRENCIA DE LA ENFERMEDAD DEMOSTRANDO QUE LA
INMUNIDAD NO SE PUEDE ASEGURAR PARA ESTA CLASE DE
VIRUS.
No debemos perder de vista que la epidemia es un caso de
gran incertidumbre y un elemental principio de precaución
exige estar preparado para cualquier eventualidad. El SARS-
Cov2 nos recuerda la presencia del “efecto mariposa”, según el
cual los sistemas complejos interconectados presentan
atributos que permiten a ciertos fenómenos escapar a todo
control y de generar resultados extremos. En estas
circunstancias, tomar riesgos es un asunto privativo de los
individuos, mientras la seguridad colectiva y el riesgo sistémico
son tareas básicas del Estado5 (Taleb 25/03).
La estrategias de mitigación y supresión están focalizadas en el
comportamiento de un parámetro clave en la difusión del virus:
el número de casos secundarios (número de reproducción, R)
que cada caso comprobado de contagio genera. En el caso de
supresión el objetivo consiste en mantener R a un nivel menor
a uno de tal manera de eliminar la transmisión del virus vía
contacto humano-humano. Bajo la estrategia de mitigación, por
el contrario, el objetivo no consiste en interrumpir
completamente la transmisión del virus (R se mantiene superior
a uno), sino reducir el impacto de la epidemia de manera
similar a las estrategias adoptadas frente a las epidemias de
influenza en 1957, 1968 y 2009. En este caso, la inmunidad de
la población es construida a través de la epidemia, conduciendo
a una eventual disminución rápida del numero de contagios y
niveles bajos de transmisión.
La distinción entre dos estrategias consiste en el grado de
severidad de las medidas adoptadas para asegurar un
distanciamiento social que anule las posibilidades de
transmisión del virus. La supresión implica un confinamiento
total de las personas, reduciendo a los contactos al mínimo
indispensable.
Además de los efectos económicos y sociales negativos, el
problema con esta estrategia consiste en que para ser efectiva
requiere ser mantenida hasta la disponibilidad de una vacuna.
Las medidas de mitigación, en cambio, van desde cuarentenas
domiciliarias, confinamientos selectivos, limitaciones de
movilidad, restricción de ciertas actividades sociales,
suspensión de algunos servicios etc. Países y territorios
exitosos en la contención de la epidemia como Hong Kong,
Taiwán y Corea del Sur  tempranamente  adoptaron amplias
campañas de pruebas, confinamiento de casos comprobados de
contagio, seguimiento y cuarentena para quienes han tenido
algún contacto con los contagiados. Otros países (algunos
países europeos como Alemania, Dinamarca, Holanda)
adoptaron medidas de mitigación así mismo flexibles, con
resultados favorables, evitando medidas extremas de supresión
como el confinamiento total de la población. La respuesta del
Gobierno del Ecuador fue la puesta en marcha de una
estrategia estricta de supresión de la epidemia.
El factor climático
La mayoría de análisis y estudios prospectivos sobre la difusión
de la pandemia, especialmente en los países en desarrollo, han
centrado la atención en parámetros demográficos y la
intensidad de los contactos personales. Escasa atención se ha
prestado al factor climático que, de acuerdo a un criterio
científico casi generalizado, podría tener un impacto
significativo y positivo en los países del Sur, afectándolos con
una intensidad mucho menor que a los países de clima
temperado. Esto por dos razones principales. Aunque los virus
SARS-CoV-2 se multiplican al interior del cuerpo humano a una
temperatura de 37 grados, ellos sobreviven y se transmiten con
mayor facilidad en el exterior del cuerpo humano, a
temperaturas y niveles de humedad mucho más bajos y en
contexto de menor radiación ultravioleta. Además de este
entorno favorable para la transmisión, el sistema inmunológico
de las personas en estas zonas es menos efectivo en el invierno
en parte por una menor producción de vitamina D y melatonina
debido a una menor radiación solar6.
De ahí que en la batalla contra la pandemia algunos científicos
esperan la llegada de una primavera calurosa y soleada bajo la
hipótesis, perfectamente razonable, de que si el virus sigue los
patrones estacionales de otras infecciones respiratorias, el
clima de los próximas meses contribuirá, al menos de manera
temporal, a su supresión. Un número importante de estudios
estima que el nuevo coronavirus seguirá los patrones
estacionales mostrados por otros virus genéticamente cercanos
que han estado circulando por muchos años entre los seres
humanos. De ahí que los estudios concluyan que la difusión del
virus es más difícil en regiones cálidas y húmedas como los
países tropicales.
UN NÚMERO IMPORTANTE DE ESTUDIOS ESTIMA QUE EL
NUEVO CORONAVIRUS SEGUIRÁ LOS PATRONES
ESTACIONALES MOSTRADOS POR OTROS VIRUS
GENÉTICAMENTE CERCANOS QUE HAN ESTADO CIRCULANDO
POR MUCHOS AÑOS ENTRE LOS SERES HUMANOS. DE AHÍ QUE
LOS ESTUDIOS CONCLUYAN QUE LA DIFUSIÓN DEL VIRUS ES
MÁS DIFÍCIL EN REGIONES CÁLIDAS Y HÚMEDAS COMO LOS
PAÍSES TROPICALES.
Según el influyente periódico Financial Times (25/3/20),
científicos de las universidades Beihang y Tsinghua, en China,
que han estudiado la transmisión del virus en 100 ciudades
chinas, concluyen que “elevadas temperaturas y una humedad
relativamente alta reducen de manera significativa la
transmisión del COVID-19”7. En la misma línea, un exhaustivo
estudio realizado por científicos de la Universidad de
Maryland8 señala que hasta hoy el virus se ha propagado de
manera significativa en ciudades y regiones a lo largo de un
corredor este-oeste, relativamente estrecho, distribuido
aproximadamente entre 30-50 grados de latitud norte y de
patrones climatológicos similares con temperaturas promedio
entre 5 y 11 grados, humedades específicas entre 3-6 g/kg y
humedades absolutas entre 4-7 g/m3.  El estudio estima que
en las próximas semanas la propagación del virus se
desplazaría hacia el norte de Europa y Canadá antes de
atenuarse en los meses de verano y probablemente
intensificarse en las regiones temperadas del hemisferio sur. Un
comportamiento similar prevé el estudio de los científicos
chinos. De todas maneras, ambos estudios no descartan una
intensificación de la propagación del virus en la temporada
invernal 2020-21, similar al comportamiento de la influenza en
los años 1918-19.
Otro estudio realizado por científicos europeos9 sobre la base de
modelos de 200  nichos ecológicos para proyectar variaciones
climáticas propicias para la difusión del virus a lo largo de un
año climatológico típico muestra un patrón de concentración de
la propagación del virus en áreas de climas temperados y fríos,
mientras las regiones con climas cálidos y húmedos resultan
menos favorables.
Conclusiones similares pueden encontrarse en números
estudios de centros e institutos especializados de reconocido
prestigio. La comunidad científica internacional anunció que se
trataba de una buena noticia para los países en desarrollo,
especialmente para algunos países de África (y América Latina)
donde los sistemas de salud son notoriamente deficitarios para
enfrentar epidemias severas. A esto ayuda el porcentaje de
población joven de esos países, con un estilo de vida que los
lleva a permanecer la mayor parte del tiempo fuera de sus
hogares10. Esto explicaría el impacto relativamente benigno de
la epidemia en los países en desarrollo donde los factores de
riesgo, señalados al inicio de este artículo, serían más propicios
para una propagación intensiva de la enfermedad.
Es el dengue, estúpido
Con sobrada razón, los lectores y lectoras de la presente nota
se preguntarán cómo se explica el supuesto brote agresivo del
coronavirus en una zona tropical, cálida y húmeda como
Guayaquil; fenómeno que contradice un gran número de
estudios y expectativas de la comunidad científica internacional.
Una explicación, perfectamente plausible, se encontraría en la
presencia de otra epidemia de efectos mucho más devastadores
en nuestros países: el dengue11.
Hace pocas semanas, la BBC12 anunciaba con un gran
despliegue que “mientras el mundo observa con atención la
epidemia desatada por el nuevo coronavirus, América [Latina]
atraviesa la mayor propagación en la historia de otra
enfermedad: el dengue”. Así mismo, el diario El
13
Universo  señalaba que “la enfermedad que más preocupa por
estos días a América Latina es la fiebre del dengue que ha
alcanzado ahí su máximo histórico y ha avanzado
exponencialmente en las últimas décadas”. Estos anuncios se
hacían eco del informe anual de la Organización Panamericana
de Salud según el cual en el año 2019 fueron reportados más
de tres millones de casos de infección y más de 1.500
muertes. 
En una actualización sobre el desarrollo de esta enfermedad, la
OPS reportó que en las primeras cuatro semanas del 2020 se
registraron 125 mil casos, superando así la cifra para el mismo
período del año pasado y, en una actualización aún más
reciente, este organismo internacional reportaba que en las
ocho primeras semanas de este año el número de casos (560
mil) había superado ampliamente el número de casos
registrados en el mismo período del 2019 (316 mil), superando
en alrededor del 77% los casos reportados en el mismo período
del 2015, un año calificado como epidémico 14.
Casi como un milagro, luego que se anunciara el primer
fallecimiento en el país por causa del coronavirus, el dengue
desapareció como preocupación del Gobierno y centro de
atención de la opinión pública. Como una coincidencia, el
82.3% de los casos de contagio del coronavirus se ha producido
en la costa, precisamente una región donde el dengue se ha
convertido casi en una enfermedad estacional endémica.
Surgen algunas dudas al respecto. Entre ellas: ¿muchos de los
casos registrados como contagios y algún porcentaje de
fallecidos no estarán relacionados más con el dengue que con el
coronavirus? O, simplemente, ¿el coronavirus exacerbó los
brotes, intensidad y efectos de la fiebre del dengue? Estas
preguntas adquieren aún más fuerza por el hecho que no existe
ninguna certeza sobre la validez de las estadísticas presentadas
sobre la propagación del COVID-19.
¿MUCHOS DE LOS CASOS REGISTRADOS COMO CONTAGIOS Y
ALGÚN PORCENTAJE DE FALLECIDOS NO ESTARÁN
RELACIONADOS MÁS CON EL DENGUE QUE CON EL
CORONAVIRUS? O, SIMPLEMENTE, ¿EL CORONAVIRUS
EXACERBÓ LOS BROTES, INTENSIDAD Y EFECTOS DE LA
FIEBRE DEL DENGUE?
La periodista Susana Morán, en un reportaje sólidamente
documentado15 se refiere a declaraciones del ministro de Salud
quien afirmaba, refiriéndose al inusual aumento de
fallecimientos en Guayaquil, que no se podrá confirmar si esas
muertes fueron por COVID-19. Añadía el ministro, según la
crónica, que “se necesitaría tomar una muestra del pulmón. Y
eso es un procedimiento costoso y riesgoso. [Sin embargo]
tenemos una alternativa: la autopsia verbal [¡]. Hablamos con
los deudos sobre los síntomas que el paciente presentaba”.
Todo esto en un país en el que más del 40 por ciento de
defunciones ocurren en los hogares y en circunstancias donde
algunos de los síntomas del coronavirus y el dengue son
similares y, por lo tanto, en una primera fase las dos
enfermedades pueden ser objeto de confusión para quienes no
son expertos. Pero para las autoridades del Gobierno, este
curioso protocolo tiene un nombre para camuflar la
irresponsabilidad e ineptitud de las instituciones: “proceso de
investigación y recuperación de causas de defunción”.

Entonces, sobre la base de información sesgada y supuestas


estadísticas sin ninguna validez y significado se han tomado
decisiones traumáticas para el país, cuyas repercusiones son
difíciles de imaginar. Las observaciones anteriores de ninguna
manera pretenden minimizar, peor aún ignorar, la gravedad de
la crisis de salud por la que atraviesa el país. Lo que queremos
destacar es que decisiones trascendentales han sido tomadas
de la manera más unilateral y arbitraria. En ningún momento
se ha hecho un esfuerzo por entender y analizar el problema;
soluciones alternativas han sido ignoradas, no se han
establecido criterios para monitorear y evaluar la evolución del
fenómeno; es decir, las reglas elementales recomendadas en la
formulación de políticas públicas se han pasado por alto.
La posibilidad de introducir medidas graduales y selectivas de
mitigación como las señaladas anteriormente, adoptadas con
resultados positivos por varios países, acaso no hubieran sido
suficientes para la contención del contagio de la enfermedad
teniendo en cuenta el factor climático y, sobre todo, la
presencia del dengue. Ahora, con los mismos argumentos que
sirvieron para paralizar completamente el país, es decir
ninguno, se da paso del “aislamiento al distanciamiento”, como
si el “aplanamiento de la curva” fuera señal mágica para un
retorno a la normalidad. Frente a cualquier respuesta a las
preguntas planteadas en el párrafo anterior, la estrategia
prioritaria, la más sensata  y más efectiva era y continua siendo
una movilización de todos los recursos disponibles para
controlar la fiebre del dengue. Las medidas de distanciamiento
social, con la intensidad que sea, resultan complementarias.
Ganadores y perdedores
Naomi Klein sostiene que siempre hay un Desastre 1 —
terremotos, tormentas, debacles económicas y ahora
pandemias— y un Desastre 2, las cosas negativas que la gente
con poder consigue subsecuentemente, como la arremetida de
medidas económicas extremas o engullirse las oportunidades
post-crisis para enriquecerse mientras el resto esta muy
aturdido para darse cuenta16.
Agrega esta autora que muchas veces la gente interesada
desencadena el Desastre 1 para dar inicio al Desastre 2. Al
respecto, Juan Cuvi17, de manera aguda y pertinente, plantea la
pregunta clave de las actuales circunstancias: “¿Será la salida
de la pandemia similar a la salida del sucre?”. Añade este
analista que “guardando tiempos, distancias y proporciones
existen demasiadas coincidencias entre ambos eventos: una
crisis inmanejable, un gobierno raquítico, un primer mandatario
abstraído, una amenaza de disolución nacional… en fin, el
cuadro perfecto para que las soluciones sean devastadoras.
Como en 1999. La angurria de los viejos grupos de poder es
inocultable. No solo miran exclusivamente por sus intereses,
sino que apuntan a sacar provecho de la debacle nacional. El
coronavirus puede ser el chivo expiatorio para otro gran saqueo
nacional”. Tenemos entonces los primeros ganadores de la
pandemia.
Los segundos resultan más familiares y conocidos. Señala
acertadamente Patricio Carpio18 que “los diferentes actores de
la estructura de gobierno, local y nacional, se disputan a
dentelladas el protagonismo político para ganar relevancia en
las elecciones del 2021. Cada quien hace por su lado los
malabares más auspiciosos según su parecer para mostrarse
efectivo, solidario y sobre todo necesario. Triste imagen de esta
clase que ha privilegiado la promoción en redes sociales, sobre
la tragedia humana”.
LA POSIBILIDAD DE INTRODUCIR MEDIDAS GRADUALES Y
SELECTIVAS DE MITIGACIÓN COMO LAS SEÑALADAS
ANTERIORMENTE, ADOPTADAS CON RESULTADOS POSITIVOS
POR VARIOS PAÍSES, ACASO NO HUBIERAN SIDO
SUFICIENTES PARA LA CONTENCIÓN DEL CONTAGIO DE LA
ENFERMEDAD TENIENDO EN CUENTA EL FACTOR CLIMÁTICO Y,
SOBRE TODO, LA PRESENCIA DEL DENGUE.
El tercer ganador es, sin lugar a dudas, el Gobierno. La
pandemia del coronavirus resulta el álibi perfecto para camuflar
tres años de un manejo económico cargado de ineptitud y
estulticia y también para hacernos olvidar diez años de
irresponsabilidad, despilfarro y corrupción. Hace dos meses el
país se encontraba ya al filo del abismo; el Gobierno lo llevó un
paso adelante. Resultó fácil explotar, hasta con un cierto grado
de cinismo, el miedo de la población y exhortarla a “quedarse
en sus casas” en una sociedad donde más del 70 por ciento de
su población depende de los ingresos diarios para su
subsistencia. Hemos sido víctimas de una manipulación de los
dos elementos que conforman la ecuación del riesgo: la
probabilidad y el impacto. De manera irreflexiva (o quizá
intencional) se ha jugado con estos dos factores hasta provocar
grados extremos del fenómeno conocido como amplificación
social del riesgo.  
Siempre debemos tener presente que “la desinformación es un
fenómeno que cala profundamente en la sociedad y detrás de
estas estrategias suele esconderse el interés de generar pánico
colectivo. Más en momentos de crisis como la que se vive en la
región”19.  Pero quizá lo más preocupante resulta la pérdida de
sentido común a la que nos puede llevar todo esto. Ya el
Gobierno, con desfachatez que no deja de asombrar, ha
anunciado que es el momento propicio para eliminar los
subsidios a los combustibles, medida anunciada en
circunstancias en las que los precios internacionales del
petróleo han alcanzado niveles negativos. Pero, también nos
asombra la candidez con la que se han anunciado
movilizaciones populares contra esta medida.
Pero además de ganadores, como en todas las decisiones que
involucran las políticas públicas, hay también perdedores. En
este caso, inútil insistir, los perdedores son la inmensa mayoría
de la población ecuatoriana y las pérdidas se van air
acumulando de manera explosiva en las próximas semanas. Sin
embargo, también podemos señalar ganancias:  sin el
confinamiento no hubiésemos tenido los momentos de
reflexión, reconfortantes y también de ansiedad, que nos ha
proporcionado la lectura del Diario de cuarentena de, Carlos
Arcos.
Referencias:
[1] Fritjof Capra: The Turning Point. Harper Collins; 1983
[2] P. Walker y otros: The Global Impact of COVID-19 and
Strategies for Mitigation or Supression. Imperial College
London, 2020. https://doi.org/10.25561/77735
[3] The Guardian Weekly; 24/04/2020
[4] Théo Bourgeron: Au Royaume Uni, la tentation de
l’inéluctable. Le Monde Diplomatique; Abril 2020
[5] Bruno Tertrais: L’anne du Rat. Conséquences stratégiques
de la crise du coronavirus. Fondation pour la Recherche
Stratégique; Note no 15/20.
[6] J. Rossman: Will the warmer weather stop the spread of
coronavirus? https://theconversation.com
[7] La tasa de contagio en Andalucía ha sido hasta ahora cuatro
veces menor que en el resto de España. El factor clima sería
una explicación (El País; 26/04/2020).
[8] M. Sajidi y otros: Temperature, Humidity and Latitude to
Predict Potntial Spread and Seasonality for COVID-19. Institute
of Human Virology, University of Maryland School of Medicine
[9] M. Araújo y otros: Spread of SARS-CoV-2 Coronavirus likely
constrained by climate. https://www.medrxiv.org
[10] Global Virus Network. https://gvn.org
[11] Mi agradecimiento a Ana Villavicencio por haberme llevado
a reflexionar sobre la posible incidencia del dengue en esta
crisis de salud.
[12]  https://www.bbc.com/mundo/noticias
[13]  En América Latina mata el dengue, no el coronavirus. El
Universo; 7/02/2020
[14] OPS: Actualización Epidemiológica Dengue
23/3/2020. https://www.paho.org/es/file/6129
[15] Susana Morán: 10 claves para entender por qué Guayaquil
llegó a una crisis humanitaria sin precedentes. Plan V,
9/04/2020
[16] Naomi Klein: The Shock Doctrine – The rise of disaster
capitalism. Picador; 2007
[17] Juan Cuvi: ¿Se prepara un segundo saqueo nacional? Plan
V; 23/04/2020
[18] Patricio Carpio: Pandemias del mal desarrollo: Ecuador al
desnudo. Plan V; 15/04/2020
[19] Fundamedios: El oportunismo autoritario: cómo los
gobiernos de América Latina restringen la libertad de expresión
a pretexto del COVID-19. Plan V; 15/4/2020

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