Está en la página 1de 22

Coordinación de la Serie viajeros aldao de díaz - bioy - bunge - gallardo

Alejandra Laera ingenieros - larreta - oliver - peers de perkins


pellegrini - senillosa - uriburu

esplendores
del centenario
Relatos de la elite argentina
desde Europa y Estados Unidos

Selección y prólogo de Leandro Losada

fondo de cultura económica


México - Argentina - Brasil - Colombia - Chile - España
Estados Unidos de América - Guatemala - Perú - Venezuela
Primera edición, 2010

Esplendores del Centenario : Relatos de la elite argentina desde


Europa y Estados Unidos / con prólogo de Leandro Losada ;
seleccionado por Leandro Losada. - 1a ed. - Buenos Aires : Fondo
de Cultura Económica, 2010.
320 p. ; 21x14 cm. - (Tierra firme)
ISBN 978-950-557-840-5
Índice
1. Relatos de Viaje . I. Losada, Leandro, prolog. II. Losada,
Leandro, selec.
CDD 910.4 Rumbos de elite en el Centenario, Leandro Losada............ 9

I. Experiencias

Cartas de la familia Senillosa........................................... 49


Cartas de la familia Uriburu............................................ 65
Diseño de tapa: Juan Balaguer Vida. Época maravillosa. 1903-1911,
Julia Valentina Bunge............................................... 73
D.R. © 2010, Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A.
El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires, Argentina
fondo@fce.com.ar / www.fce.com.ar
Carr. Picacho Ajusco 227; 14738 México D.F. II. Recuerdos
ISBN: 978-950-557-840-5
Memorias para mis hijos y nietos,
Comentarios y sugerencias: Ángel Gallardo.......................................................... 81
editorial@fce.com.ar
Años de mocedad,
Fotocopiar libros está penado por la ley. Adolfo Bioy............................................................... 159
El viaje,
Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier
medio de impresión o digital, en forma idéntica, extractada María Rosa Oliver..................................................... 167
o modificada, en español o en cualquier otro idioma, Éramos jóvenes el siglo y yo,
sin autorización expresa de la editorial. Carmen Peers de Perkins........................................... 243
Impreso en Argentina - Printed in Argentina Cosas raras que dicen los españoles,
Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Elvira Aldao de Díaz.................................................. 253

7
8 esplendores del centenario

III. Impresiones

Cartas norteamericanas,
Carlos Pellegrini........................................................ 265
El arte moderno en Venecia,
José Ingenieros........................................................... 303 Rumbos de elite en el Centenario
Tiempos iluminados,
Enrique Larreta......................................................... 311 Leandro Losada

Jóvenes calaveras becados por sus padres, señoritas que se


casaban en París, familias enteras que residían durante meses o
años en el Viejo Mundo. El viaje de la elite argentina a Europa
a comienzos del siglo xx, en los años que enmarcaron el Cen-
tenario de la Revolución de Mayo de 1810, es un testimonio
fiel de su época. Refleja la situación que por entonces atrave-
saba aquel círculo social: un esplendor y una capacidad econó-
mica que no habían existido antes y que no se repetirían des-
pués, así como un momento promisorio, de crecimiento para
Argentina. Los festejos del Centenario mostraron ambas co-
sas: la celebración de los progresos conseguidos a lo largo de
esos cien años y también la que los círculos dirigentes prota-
gonizaron por haber conducido ese proceso. Si el optimismo
no cedió completamente a la autocomplacencia fue a raíz de
los interrogantes que despertaron esas mismas transformacio-
nes, los cuales, sin embargo, no llegaron a opacar un clima en
el que primaron los balances positivos. En la memoria colec-
tiva, después de todo, ambas facetas –el esplendor de la elite y
la prosperidad del país– han mantenido su vigencia como pos-
tales de la época, aunque por separado acuñaron retratos de
énfasis antagónicos: la Argentina oligárquica –esa expresión

9
10 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 11

que alude a un país conducido por pocos y cuyos frutos tam- distensión para las elites occidentales: no es casual que se lo
bién fueron para pocos– es también aquella Argentina a la que rotule como belle époque. La crisis que había sacudido a Eu-
se evoca como “granero del mundo”, como la tierra de opor- ropa en 1873, y los temores suscitados por episodios como la
tunidades para los inmigrantes y la que vio nacer a las clases Comuna de París de 1871, fueron sustituidos por un escena-
medias; aquella, en suma, que contenía todas las promesas que rio que, afianzado en la segunda mitad de la década de 1890,
luego se desvanecieron o se malograron. estuvo enmarcado por el crecimiento de la economía y por
Aquí no nos ocupa reflexionar sobre las circunstancias que una mayor paz social, a la que contribuyó el primero, pero
permitieron que esas facetas hayan convivido, sino detenernos también una singular combinación de tendencias coercitivas y
en la experiencia del viaje en la elite de la belle époque a co- reformistas, como la represión a los movimientos obreros, la
mienzos de siglo xx. De todos modos, el auge que tuvo esa extensión de los derechos políticos y la aventura imperialista.
experiencia, el hecho de que los prolongados periplos allende En estas coordenadas, las burguesías occidentales experimen-
el océano, que a menudo culminaron en radicaciones igual- taron una notable mutación en sus convenciones sociales y en
mente duraderas –si no definitivas– en el extranjero, hayan su estilo de vida. La austeridad como expresión ideal de la respe-
sido una marca emblemática de la vida de los sectores encum- tabilidad anclada en el trabajo y el esfuerzo, norma moral que
brados de nuestro país en el 1900 no puede pensarse sin hacer había definido a grandes rasgos al mundo burgués de la primera
referencia a algunas de aquellas circunstancias. Esto es así por- mitad del siglo xix, cedió su lugar a conductas más desahoga-
que el viaje de la elite argentina del amanecer del siglo xx con- das, al menos en lo que atañe al consumo y al uso del tiempo.
densó un clima cultural, económico y social de ese círculo, Es sintomático que por aquellos años Thorstein Veblen, el so-
fraguado a su vez en la combinación de factores locales e inter- ciológo y economista estadounidense de origen noruego, ha-
nacionales. En consecuencia, para comprender el viaje es ne- blara de una “vida ociosa” al momento de retratar el estilo de
cesario prestar atención a las tendencias que recorrieron por vida de las elites sociales de la costa este de Estados Unidos. La
entonces al conjunto de las elites occidentales, y en particular dilapidación de dos aspectos centrales de la sociedad capitalista,
a las europeas –sobre cuyos perfiles la elite argentina aspiró a el tiempo y el dinero, plasmada en consumos ostentosos y en
modelarse–, así como a las de la misma sociedad local del una vida social de gran densidad, ritmada por visitas, paseos y
cambio de siglo. bailes, constituía –según el juicio de Veblen– la evidente expre-
sión simbólica de una posición social encumbrada.
Con todo, ese estilo de vida ocioso supuso no pocas difi-
Contextos culturales cultades para los parámetros éticos y para la legitimación so-
cial de la burguesía, pues le otorgaba una identidad que la ale-
Los veinte años previos al estallido de la Primera Guerra Mun- jaba drásticamente de los pilares en los que se había edificado
dial fueron un momento de florecimiento económico y de su lugar en la sociedad, o sobre los cuales, al menos, se había
12 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 13

pretendido encuadrarlo: el trabajo duro, el esfuerzo y la mode- de la caridad y de la filantropía–, que servía para conjugar un
ración. No es casual que la vida de lujos y ostentaciones haya perfil de grupo refinado y responsable al mismo tiempo. Por
estado acompañada de una extensión de las ansiedades e inse- ello, la aristocracia, a pesar de su inexorable declive político y
guridades; así como de la aparición de los medios para elabo- económico, mantuvo en el “siglo burgués” un alto estatus so-
rarlas –el psicoanálisis, desde ya, entre ellos–. Tampoco es for- cial, y sus aficiones, el halo del prestigio y de la sofisticación.
tuito que la vida ociosa coexistiera con la vigencia de la rigidez En síntesis, con el cambio de siglo el estilo de vida de las
y del estiramiento en las conductas y en los códigos de la vida burguesías europeas adquirió un tono ocioso y aristocrático
social. En ello mucho tuvieron que ver las reminiscencias del –que dejó atrás valores caros en su momento de aparición en
“puritanismo victoriano”, pero, al mismo tiempo, la perento- el mapa social–, en sintonía con un escenario económico, so-
ria búsqueda de reflejar respetabilidad en un momento que cial y político más calmo y floreciente que el que había rei-
alentaba todo lo contrario a la moderación. nado hasta el tercer cuarto del ochocientos.
Entre semejantes polos, el desenfreno auspiciado por la be- En Argentina todas estas tendencias se desplegaron con
lle époque, por un lado, y la aspiración de sostener una identi- singular intensidad, aunque en un contexto muy diferente al
dad social anclada en la respetabilidad, por otro, se desenvol- del Viejo Mundo, y también al del resto de América Latina.
vió la vida de las elites burguesas europeas en el cambio de Aquí, las elites que conducían el país hacia el 1900 tenían raí-
siglo. Su aire decadentista, entre cuyas expresiones sobresalió ces históricas relativamente cortas. Las familias tradicionales
el enaltecimiento de la vida bohemia, fue un indicador ilustra- argentinas eran “nuevos ricos”, o en términos más precisos, un
tivo de la distancia que, hacia 1900, separaba a la burguesía en círculo social de recientes orígenes históricos y a menudo bas-
ascenso de comienzos del siglo xix de la consolidada, y por tante poco decorosos. La conocida expresión de una “aristo-
ello más permisiva consigo misma –aunque a menudo tam- cracia con olor a bosta” condensa de forma bastante fidedigna
bién más conflictuada–, de principios del xx. las genealogías de familias cuyos antecedentes patrilineales
La vida ociosa, además, se vistió de tonos aristocráticos: las más tempranos se remontaban, en el mejor de los casos, a la
casas de campo o pasatiempos como los deportes hípicos, ex- colonia tardía, y cuyos “padres fundadores” a menudo habían
tendidos raudamente entre la burguesía británica –pero no llegado a una posición gravitante luego de un significativo as-
sólo en ella–, son un buen ejemplo al respecto. Para estos “nue- censo social. La misma conformación de una elite que apro-
vos ricos”, adquirir los usos y las costumbres de las aristocracias piadamente pueda llamarse argentina terminó de fraguarse
fue el modo de alcanzar el barniz de antigüedad y de tradición –lógicamente– junto con la consolidación del Estado nacio-
que, se suponía, prestigiaba y legitimaba una posición social. nal, en el puente entre los años 1870 y 1880.
La forma de vida aristocrática, además, incluía un pliegue de En estos orígenes recientes, los sectores encumbrados de
noblesse obligue, de compromiso con los problemas de los sec- nuestro país se asemejaban a las burguesías europeas. Su dife-
tores desfavorecidos –canalizado paradigmáticamente a través rencia radicó en que aquéllos podían considerarse a sí mismos
14 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 15

como tradicionales, como dotados de un anclaje en la socie- de referencia –las elites del viejo continente– y porque con ella
dad, debido a que la mayoría de las familias que los compo- la elite local condensaría en sí misma los progresos del país en
nían tenían un lugar gravitante en la corta historia del país, sus esfuerzos por dejar atrás la barbarie. A su vez, ese cambio
desde el período colonial o, en su defecto, desde los primeros cultural la distinguiría en el seno de la sociedad en que vivía.
años de vida independiente –y siempre antes de las transfor- En este sentido, hay que tener en cuenta que el panorama
maciones desencadenadas en la década de 1880–. que presentó la Argentina de 1900 fue diferente del que pre-
De este modo, la pretensión de convertirse en una aristo- ponderaba en Europa, pero también en otras regiones latinoa-
cracia, a fin de legitimar una posición social encumbrada que, mericanas, cuyas elites se embarcaron de modo parecido en
como actor colectivo, se había alcanzado recientemente, se ex- una europeización de sus estilos de vida. El hecho de que la
tendió entre la elite argentina en sintonía con lo que ocurría expresión peyorativa fuera dejar de ser southamerican revela en
contemporáneamente en otros países de Occidente. Pero, al sí misma lo extendida que estuvo semejante aspiración por es-
mismo tiempo, el cariz tradicional que recubría a dicha elite tas latitudes. En Argentina se estaba produciendo en ese mo-
volvió a esa opción, a priori, menos controversial, o al menos, mento una transformación estructural provocada fundamen-
más legítima a los ojos de la propia elite. Lo cual no quiere talmente por la inmigración, en un entramado social que, por
decir, está claro, que la volviera legítima más allá de sus fronte- sus rasgos de sociedad de frontera abierta (al menos en Buenos
ras. Las tensiones que deparó la conversión aristocrática tam- Aires, el espacio en el que residió la elite argentina), no reco-
bién se dieron en nuestro país: esa identidad no se avenía con nocía antecedentes de jerarquías sólidas, o vestigios perdura-
el sello republicano y democrático que Argentina tenía desde bles de ellas. A un escenario poroso se le sumó un cambio so-
sus orígenes. Aun así, los peligros implícitos en el desencuen- cial muy profundo, marcado por la recomposición de la
tro entre la identidad asumida por la elite y las coordenadas de población y la aparición de nuevos sectores sociales, como las
la sociedad no afectaron a las familias tradicionales en la Ar- clases medias. Remarcar las distancias a través de un ampuloso
gentina del Centenario; su lugar social se socavaría después, estilo de vida, en consecuencia, fue singularmente importante
en los años de entreguerras. en semejantes coordenadas; y la vida ociosa aristocrática, la
Por otro lado, un aspecto cultural local alentó la aristocrati- opción que las modas de la época pusieron a disposición para
zación del estilo de vida: la fascinación por lo europeo. En un lograr ese cometido.
mundo eurocéntrico como el del siglo xix, imitar o seguir los Sin embargo, la elite argentina no sólo siguió las tenden-
cánones imperantes en la vida social de París o de Londres era el cias de moda por condicionantes negativos: sus recientes orí-
“deber ser” para estar a la altura de los tiempos. La aspiración del genes históricos; una sociedad efervescente en transformación
momento era dejar de ser southamerican: abandonar la fisono- profunda. También, como en el resto de Occidente, lo hizo
mía de una “elite criolla”, para convertirse en una cosmopolita. como corolario de un momento de gran prosperidad. De no
Así era porque esta conversión permitiría parecerse a los grupos ser así, la misma noción de belle époque sería imprecisa.
16 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 17

En verdad, el floreciente escenario económico de fines del los aristocráticos y europeos. El destino preponderante de los
siglo xix lo fue especialmente para Argentina, y aun más, para paseos allende el océano expone por sí mismo la atracción cul-
sus elites: la economía nacional creció entre mediados de la dé- tural del Viejo Mundo; la práctica, el holgado nivel de vida y
cada de 1890 y 1913 a tasas que muy pocos países pudieron la extensión del consumo ostentoso. Julia Bunge, por ejemplo,
igualar por entonces. Este crecimiento fue acompañado por destinó buena parte de las páginas de su diario al viaje de bo-
una concentración de la riqueza sin antecedentes, que hizo mó- das emprendido con su esposo, el estanciero rosarino Ignacio
vil a la sociedad de entonces, pero más desigual que en el pa- Uranga, por Europa, Estados Unidos y el Lejano Oriente en-
sado. En consecuencia, los alicientes para disfrutar de las mieles tre 1911 y 1912. Allí se dedicó a enumerar detalladamente las
de la época, y para dar rienda suelta a un consumo ostentoso compras efectuadas:
que la propia economía capitalista alentaba, al volcar constante-
mente novedades al mercado, fueron muy importantes. En todo nuestro viaje, tanto en Oriente como en Europa, hici-
No es casual que las imágenes poco decorosas o respetables mos muchas adquisiciones: marfiles y sedas en Japón, porcelanas
que han quedado de la elite en la memoria colectiva se relacio- en China; alfombras persas en Bombay (a Persia no íbamos); te-
nen con esto, léase, con comportamientos plutocráticos más las de plata en el Cairo; mantelería y sábanas en Bélgica. En Co-
que aristocráticos, incentivados por la gran disponibilidad pe- penhague, porcelanas: pájaros, figuras camperas. En Suiza, va-
cuniaria que se disfrutaba por entonces. El grand tour por Eu- rios relojes para la casa (me parece que no me van a gustar tantos
ropa fue una paradigmática expresión de todo ello, a tal punto relojes).
que algunas de las representaciones más conocidas de los de­ En París compramos todo lo necesario para poner una casa:
senfrenos plutocráticos y de las conductas ostentosas lo tienen muebles en Jansen. Arañas y cortinados.
como escenario: pensemos en aquella que retrata a los argenti- Compramos también: porcelana de Limoges; cristal de Bacca-
nos llevando entre su equipaje vacas para tener leche fresca, o rat; cubiertos de plata, juegos de té. Todo esto con iniciales.
la otra, igualmente célebre, que los muestra “tirando manteca
al techo” en París. A pesar de que las compras de Julia Bunge pueden relacionarse
con la ocasión del viaje (equipar la residencia del flamante ma-
trimonio), en verdad refleja una costumbre bastante exten-
El viaje de la alta sociedad argentina dida: la adquisición en Europa de mobiliarios y ornamentos
en el Centenario para los palacios y petits hôtels de Buenos Aires, así como de
diferentes bienes de consumo. Ángel Gallardo, para sumar
El viaje a Europa condensó de manera ejemplar, entonces, la otro ejemplo, también recordó cómo antes de viajar a Europa
aparición en la elite argentina de un estilo de vida presun- en 1911 vendió su auto Panhard Levasseur, “con la idea de
tuoso, que se jactaba de suntuario y refinado a la vez, con ha- comprar otro nuevo en París”.
18 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 19

No sería exagerado afirmar que, para los argentinos de elite, das, estuvieron igualmente presentes. Como escribió el propio
Europa fue París. A pesar de que el estilo de vida aristocrático Larreta, “cada cual tenía su París”. De este modo, si París era el
no se modeló sólo sobre huellas francesas (el mundo mascu- Louvre y los debates en el Parlamento (“no deje de ir al Parla-
lino es una clara evidencia al respecto, pues en él los préstamos mento”, fue el consejo de Carlos Pellegrini a un joven Adolfo
británicos resultaron notorios –en la vida de club, por ejem- Bioy para su visita a la capital francesa, tal cual consigna este
plo–), el influjo francés fue una nota característica en la cul- último en sus memorias), también era la vida bohemia y los
tura de las elites argentinas del ochocientos, en cierta manera cabarets de Montmartre. Esas razones se expresan claramente
replicando el polo cultural que Francia, y París, representaron en la correspondencia de la familia Senillosa: en las cartas que
para el conjunto de Occidente en esos años. En consecuencia, intercambiaron los hermanos Ernesto y Julio, la consigna pri-
si bien los destinos visitados durante el grand tour fueron va- mordial es tener mundo, que incluye pero no se limita al “trato
rios –Londres, Baden-Baden, Biarritz, por citar algunos de los con hembras”, como dice Ernesto en una ocasión, sino que
más frecuentes–, París constituyó un paso obligado. supone asimismo un adiestramiento más amplio en la camara-
El escritor Enrique Larreta, secretario de la legación argen- dería masculina y en el trato social facilitado por la apertura
tina en París en el momento del Centenario, dejó elocuentes de referencias y de horizontes que provee el viaje. Y para ello,
pasajes sobre el atractivo que despertaba la ciudad por enton- París era indiscutiblemente la mejor opción.
ces, así como el lugar simbólico que ocupaba en el imaginario: Otra razón de peso que inclinó las preferencias por la capi-
tal francesa, presente también en la correspondencia de los her-
Todo tomaba entonces en París el brillo de París, la alegría de manos Senillosa, fue la social: en París, “hay más afluencia de
París. Hasta el negocio, hasta el saber. ¡Hasta las conferencias! compatriotas y es el punto de encuentro de los amigos y pa-
[...] El éxito espiritual o material, en cualquier parte del mundo, rientes, como que también gente de fondos, y los más son gente
esperaba aquella recompensa. La mujer más hermosa no lo pare- más pulida y de más sociedad que la que pisa The States, así
cía del todo si no había logrado la admiración de París. Algo se- es que de llegada, todos se dan con la horma de su zapato”. En
mejante podía decirse de las obras de los escritores y los artistas. efecto, en París estaba radicado un importante contingente de
argentinos, la “colonia argentina”, epicentro no sólo de la vida
No puede sorprender que un escritor, con la posibilidad, ade- de los compatriotas en la ciudad, sino del conjunto de las elites
más, de frecuentar las sociabilidades intelectuales de la capital latinoamericanas. Gracias a ello, en París uno se sentía, según
francesa gracias a las puertas que le abría su cargo diplomático, anota María Rosa Oliver en sus memorias, como en casa.
haya enfatizado el estatus de París como “el lugar” de la consa- La colonia argentina fue, en sí misma, un producto ge-
gración cultural. Sin embargo, está claro que este aspecto fue nuino de la belle époque de preguerra. En las memorias de Án-
sólo uno de los motivos que hicieron de París un destino ine­ gel Gallardo, que evocan los cuatro viajes que hizo a Europa
vitable del grand tour. Razones más mundanas, y no tan eleva- entre 1895 y 1912, se puede seguir su constitución a lo largo
20 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 21

del período. Al principio, en 1895, los recuerdos entrevén so- ción, o, por el contrario, por constituir una referencia, o in-
ledad, nostalgia de Buenos Aires o malestar ante compañías cluso un modelo, para delinear el rumbo del país. Pellegrini,
desagradables: “Cuando íbamos navegando frente a las costas más cerca de este acento que del primero, incluyó sin embargo
de Maldonado [es decir, recién iniciado el viaje] empecé a su- apuntes interesantes cercanos a los de un reporter social para
frir de una nostalgia terrible y, si hubiese sido posible, me hu- parangonar los usos y las costumbres, y la sofisticación social y
biese vuelto. Entre los compañeros de viaje recuerdo al doctor cultural, de la elite argentina en relación con lo que observó
Jaime Costa, con su señora Dalmira Gowland y dos hijas [...] en Estados Unidos. Así, afirmó con orgullo que el Jockey Club
resultaron unos compañeros de viaje muy desagradables”. Ha- de Buenos Aires –su creación– resistía positivamente una com-
cia 1900, su madre, afincada en París, ya “se había vinculado paración con sus pares estadounidenses de la costa este. De
con la colonia hispanoamericana” de la ciudad. Finalmente, igual manera, subrayó la mayor descontracturación social im-
en ocasión del viaje de 1910, tenía “muchos compañeros co- perante en ese país, evidente en el trato hacia la mujer: allí, las
nocidos”. Para entonces, la frecuentación entre compatriotas libertades que disfrutaban en sus conductas, despojadas de la
era un dato de la vida social en la ciudad, incluso en ámbitos vigilancia que preponderaba en Buenos Aires, sintonizaban
prácticamente exclusivos de los argentinos, como los hoteles con el espíritu democrático de Estados Unidos, aunque tam-
Continental, Grand Hotel, Ritz o Majestic. Este último, se- bién hacían que la mujer no tuviera la protección caballerosa
gún Gallardo, a comienzos de 1911 hospedaba a una “plétora propia de la ciudad porteña. El hecho de que con “estas cos-
de argentinos y latinoamericanos”. En suma, el grand tour no tumbres igualitarias” el sexo femenino perdiera los “pequeños
sólo se había extendido en la elite nacional, sino que la rai- privilegios de que goza entre nosotros” (por ejemplo, que na-
gambre que había adquirido hizo que en París, destino privile- die le cediera el asiento en un tranvía lleno) es en sí mismo un
giado, se recreara una vida social de intensidad parecida a la testimonio ilustrativo de los singulares contornos, sobrepro-
que se desplegaba en Buenos Aires. tectores –y por ello asfixiantes–, mas no peyorativos, que tuvo
La seducción que generaba Europa no daba lugar, sin em- la misoginia característica de la época. En suma, las cartas nor-
bargo, al encandilamiento ingenuo. El mismo Ángel Gallardo teamericanas de Pellegrini muestran una sociedad poco acar-
no dudó en afirmar, por ejemplo, que Londres tenía falencias tonada, característica de un país nuevo. Con ello, ofrecen cla-
en la iluminación urbana que no poseía Buenos Aires. Des- ves interesantes para pensar los obstáculos que la sociedad
pués de todo, las referencias externas no se restringieron a Eu- argentina, también nueva, interpuso a los deseos de emulación
ropa. Las “cartas norteamericanas” de Carlos Pellegrini son un europea de su elite (por ejemplo, en lo concerniente a la adop-
buen ejemplo de ello. Es sabido que Estados Unidos tenía una ción y a la raigambre de códigos de relación que provenían de
larga huella en las elites del ochocientos como parámetro para sociedades con jerarquías o tradiciones más sedimentadas).
pensar Argentina, fuera por emerger como la encarnación de Estas epístolas resultan, también, testimonios anticipatorios
todo lo negativo que aparejaban el progreso y la moderniza- del paisaje social y cultural posterior a la Primera Guerra Mun-
22 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 23

dial, cuando el rígido mundo aristocrático fue sustituido por tal que permitían que el viaje fuera mucho más cómodo. Si
una mayor liberalidad en las relaciones sociales, la cual, suges- bien es posible que el registro retrospectivo exagere las inco-
tivamente, se diagnosticó como el corolario de una “nortea­ modidades del primer momento, lo revelador de los apuntes
mericanización” de las costumbres, propiciada por el influjo de Gallardo no descansa en la justeza de sus recuerdos, sino en
cultural que este país alcanzó por entonces. el contraste que en ellos perduró entre el primer viaje y los si-
Aun así, en la belle époque de preguerra, Estados Unidos no guientes, pues indican que las condiciones cambiaron rápida y
llegó a ser un rival del eurocentrismo preponderante en la elite profundamente en poco tiempo.
argentina, ni de la atracción que París, en particular, ejerció Adolfo Bioy apuntó con justeza que el viaje a comienzos de
por sí misma y por ser, recordemos, la sede de una colonia de siglo xx ya poco tenía de aventura, a pesar de que así lo encara-
compatriotas que permitía que allí –como decía Ernesto Seni- ran sus protagonistas. Quizá lo más cercano a una aventura era
llosa– encontraran, apenas llegados, la horma de su zapato. subir a los barcos por escalerillas colgantes, como rememoró de
Dijimos que el grand tour por Europa reflejó, en un plano un modo gráfico Enrique Larreta. Para entonces, claramente
cultural, el eurocentrismo de la elite argentina del Centenario, era un gasto suntuario que constituía un símbolo de estatus: el
y en el económico, un estilo de vida definido por el consumo desarrollo naviero, al mejorar el servicio, encareció su precio y
ostentoso. Su estatura simbólica –y el hecho de que por ello determinó que el grand tour en primera clase siguiera siendo
mismo se convirtiera en una instancia obligada para toda per- una posibilidad al alcance sólo de los sectores más acomodados.
sona de elite– descansó en muy buena medida en que recién Ahora bien, que el viaje europeo fuera una frontera simbó-
en el cambio de siglo el viaje a Europa pudo asociarse al ocio. lica de pertenencia no quiere decir que quienes estaban dentro
Gracias a las mejoras tecnológicas y al desarrollo de la indus- del círculo delimitado por ella tuvieran una misma, o incluso
tria naviera, el periplo por Europa dejó de ser una (larga) tra- parecida, situación pecuniaria. Afrontar un viaje de meses por
vesía que se extendía por más de un mes –como lo comentó Europa –y a menudo también por otras partes del mundo–
María Rosa Oliver al recordar los viajes que había hecho su exigía, por supuesto, una capacidad económica considerable.
abuelo–, para convertirse en un viaje de placer que no demo- Sin embargo, alcanzado ese umbral mínimo y necesario para
raba más de tres semanas. Volvamos a las memorias de Ángel costear el grand tour, el margen disponible para confort, lujos
Gallardo, quien, como mencionamos, hizo cuatro viajes a Eu- y consumos podía diferir notablemente entre las familias de
ropa entre fines del siglo xix y el Centenario. En sus sucesivos elite (recordemos que incluso algunos de sus miembros –en
recuerdos se encuentran testimonios ilustrativos sobre cómo general intelectuales– viajaron financiados no sólo por sus pa-
mutó la experiencia del viaje en sí misma: en los últimos años trimonios, sino también por el Estado). Además, hay que te-
del siglo xix, las incomodidades de las embarcaciones eran no- ner presente que los parámetros de la riqueza y/o de la po-
torias; poco tiempo después, los barcos alemanes que vinieron breza, si evidentemente tienen marcos objetivos, tienen
a sustituir a los italianos ya ofrecían servicios de una calidad también otros más subjetivos, derivados de la interacción so-
24 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 25

cial. Por ello, algunos miembros de la elite argentina –es otra dentro del mundo más amplio, y de por sí escogido, de la elite
vez el caso de Ángel Gallardo– no dudaron en conciliar la cró- social argentina del Centenario.
nica de sus viajes o de sus estadías en el exterior con inventa- En otro sentido, el viaje de la elite argentina en el momento
rios de penurias y estrecheces. Quizá subyace a estos testimo- del Centenario fue una experiencia relacionada con el mundo
nios la búsqueda de ganar una respetabilidad que el despilfarro de lo privado. La misma expresión de la época (grand tour) re-
confeso diluiría. Pero de todos modos es plausible que familias fleja bien su arista ociosa, su vinculación, como ya desarrolla-
como la Gallardo se vieran a sí mismas, a pesar de haber resi- mos, con el ampuloso estilo de vida de una elite cuyos intere-
dido durante años en Europa (y en París), como menos opulen- ses estuvieron fundamentalmente dirigidos a disfrutar de un
tas que otras que frecuentaban en la “colonia argentina” (apre- contexto que se le presentó como floreciente y próspero. Así,
ciación subjetiva que en última instancia era objetivamente el viaje de elite típico en el Centenario no nos enfrenta a per-
cierta si pensamos en casos como los Anchorena o los Álzaga sonajes públicos buscando modelos para Argentina (un regis-
Unzué). Los contrastes pudieron ir a veces más allá de una tro frecuente, por ejemplo, en el viaje de los intelectuales deci-
cuestión de matices. Las urgidas cartas de Amalia Uriburu de monónicos), sino a individuos y familias que van a Europa
Zorrilla, en las que pedía a su hermano José Félix Uribu­­ru, adu- por motivos personales: desarrollar una carrera profesional, vi-
ciendo problemas de cobro de un arriendo, un préstamo de sitar familiares afincados en el Viejo Mundo, adquirir roce so-
5.000 francos para afrontar la vida parisina, muestran que el cial y capitales culturales, y gozar de la vida mundana. Son
periplo europeo o incluso la residencia en el Viejo Mundo pu- testimonios fuertemente autorreferenciales. Dedican poco es-
dieron estar despojados de todo glamour. pacio a describir los lugares visitados y más a evocar o retratar
En consecuencia, el acceso al grand tour, si recortó a la elite las experiencias personales o familiares cosechadas a lo largo
argentina del resto de la sociedad, no ocultó, en el revés de del viaje o de la residencia en el exterior. Por ello, sirven más
la moneda, sus estratificaciones internas. Aquella afirmación para conocer cómo el viaje transformó a quien lo hizo que
de los hermanos Senillosa sobre la mejor condición social de para encontrar un retrato de los sitios recorridos. Incluso las
quienes frecuentaban París que los “States” no debería, sin “cartas norteamericanas” de Carlos Pellegrini, aquellas más
embargo, conducirnos a una visión homogénea de los prime- cercanas al registro del hombre de Estado que busca en refe-
ros. La experiencia de Amalia Uriburu de Zorrilla difícilmente rentes foráneos aprendizajes o guías para aplicar luego en el
pueda asemejarse a la de las familias argentinas que tuvieron país, incluyen una atención para nada menor a los usos y las
lujosas residencias en París (como la Alvear, la Bemberg, Atu- costumbres sociales, y más aún, a la ponderación del grado de
cha, Guerrico o Martínez de Hoz), o incluso a la de otras que, sofisticación cultural y de roce mundano de la elite nacional
en comparación con éstas, fueron más austeras (como la fami- en función de lo visto en Estados Unidos.
lia Gallardo). La colonia argentina, en este sentido, se des- El denominador común del viaje encarado, y vivido, como
marcó como un elenco estable, como un círculo preeminente una experiencia referenciada con el mundo de lo privado no
26 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 27

quiere decir, por otro lado, que los tópicos entre sus protago- veradas, la vida de noche, el ocio decadentista, es aquí la hue-
nistas hayan sido semejantes. Ángel Gallardo, por ejemplo, se lla predominante. Ernesto Senillosa fue especialmente insis-
nos presenta como un hombre de ciencia, y la experiencia eu- tente con su hermano Julio, cuando éste se encontraba
ropea sirve para mostrar el prestigio conseguido en ese terreno, estudiando en Estados Unidos, para que emprendiera esa
cuya máxima expresión fueron las conferencias sobre su teoría senda: era imperdonable que permaneciera allí “sin haber dis-
de la división celular, dadas en la Sorbona, en 1912. En sus frutado la estadía en el extranjero ni en excursiones ni tan si-
relatos de viaje se suceden alusiones a coloquios, clases y visi- quiera en calaverear, pero muy merecedor de mil premios en
tas a universidades, e intercambios con colegas, que muestran conducta”, y ponía como ejemplo por seguir a aquel amigo
el reconocimiento internacional obtenido. Todo ello conju- que anduvo “viajando por Inglaterra y se dedicó al cocoterío
gado con recorridos por museos. La vida mundana ocupa un pero limitando el tiempo a fin de poder dar una pequeña vuel-
lugar marginal; lo aburría, según sus palabras. Es la vida fami- tita por el continente”. Estos testimonios hacen inevitable
liar la que complementa la vida profesional; más aún, en cier- pensar en los hermanos Senillosa como ejemplos verídicos de
tas ocasiones, el relato familiar se impone sobre el referido al arquetipos que luego se plasmaron en la ficción literaria, in-
itinerario profesional. Así, por ejemplo, pocas son las líneas cluso a través de la pluma de miembros de la elite argentina.
abocadas a la Exposición Internacional de París de 1900, a pe- El ejemplo de la novela Raucho, publicada por Ricardo Güi-
sar de que en algunos de sus eventos Gallardo representó a la raldes en 1917, es quizá el más obvio.
Sociedad Científica Argentina. A la vez, las demandas familia- María Rosa Oliver, por su parte, evocó un viaje desde los
res delinean en algunas oportunidades una experiencia de viaje ojos de la niña que era al momento de realizarlo, devolviendo
bien alejada de las distracciones de la vida ociosa (la enferme- así el testimonio de un grand tour familiar, que además había
dad de parientes y allegados es una presencia recurrente), a sido encarado con el propósito principal de buscar un trata-
punto tal de que no fuera deseable la reincidencia (en alusión miento médico para la propia María Rosa, afectada por la po-
al periplo de 1903-1904, Gallardo afirmó: “quedé tan horrori- liomielitis. Julia Bunge o Elvira Aldao de Díaz, a su turno,
zado de este viaje que me propuse no volver nunca más a Eu- registraron la experiencia mundana femenina. Elvira Aldao,
ropa”). Sólo son, justamente, motivos familiares (visitar a los rememorando sus días de vida de sociedad en la Europa de la
parientes radicados en Europa) los que doblegan la resistencia década de 1910; Julia Bunge, con un viaje que es al mismo
a nuevos viajes. tiempo la ocasión de su boda, y en el que los consumos mate-
Adolfo Bioy y los Senillosa, en cambio, legaron un retrato riales –como ya mostramos– y las referencias a una vida de­
del grand tour que no puede ser más opuesto: un viaje disi- sen­vuelta con absoluta familiaridad en lugares transitados
pado, que combina estudios (en dosis mínima) y placer, en por otros argentinos (París, Biarritz) condensan ejemplar-
compañía de amigos o hermanos. En estos casos, a Europa, mente el momento de esplendor de la alta sociedad argentina
según Ernesto Senillosa, no sólo se va a ver museos. Las cala- hacia el Centenario.
28 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 29

Semejantes testimonios nos permiten descubrir los diferen- resguardarlos de escándalos con mujeres ocurridos en Buenos
tes sentidos e implicancias que tuvo el grand tour debido a as- Aires. Todos estos testimonios, en suma, son muy ilustrativos
pectos etarios y de género, más allá de las obvias motivaciones de cómo en la elite argentina se plasmó una tensión que, como
personales. El retrato comedido y profesional de Gallardo dijimos al comienzo de estas páginas, estuvo extendida en las
puede derivarse de su carácter retrospectivo y del perfil que él elites occidentales de la belle époque: cómo hacer para mante-
eligió dejar en sus memorias. Pero también se corresponde con ner, o al menos, aparentar respetabilidad, cuando el estilo de
el viaje de un padre de familia. Adolfo Bioy al momento de vida desahogado del momento alentaba usos, costumbres y
emprender el viaje evocado en sus propias memorias, o in- aficiones que iban en contra de ese pilar moral.
cluso, los hermanos Senillosa en su intercambio epistolar, son Esta posibilidad de ir a Europa no sólo a conocer museos,
jóvenes solteros. El viaje que éstos encaran, en el que se combi- con las conductas poco edificantes a que podía dar lugar, no
naban los estudios con una vida licenciosa, con las “calavera- existió para las mujeres. Los testimonios aquí reunidos son
das” (predominantes, pues fueron pocos los jóvenes de la elite bien representativos de las condiciones en que el universo fe-
argentina que hicieron sus carreras universitarias en el exterior menino de la elite argentina disfrutó del grand tour: de niñas
mientras lo usual, en cambio, fue ir a tomar algunos cursos junto a sus familias (María Rosa Oliver, Carmen Peers de Per-
una vez graduados), constituyó un rito de pasaje a la edad kins); casadas acompañadas de sus esposos (Julia Bunge); o
adulta aceptado, o cuanto menos tolerado, en la elite argentina con otras amigas o parientes (Elvira Aldao de Díaz). Nunca
del Centenario. Como se ve en las cartas de los Senillosa, los solteras, nunca solas.
jóvenes eran “becados de padre”, expresión que demuestra la Sin embargo, esto no quiere decir que para ellas no repre-
despreocupación económica con la que afrontaron el viaje, sentara también un rito de pasaje. Quizá el caso más obvio sea
pero que a la vez supone que éste no se hizo a espaldas de las el de Julia Bunge, quien se casó en París en noviembre de
generaciones mayores o sin su permiso. 1911. Pero también puede inferirse que el tour europeo repre-
Los recaudos, es verdad, no estuvieron ausentes. Allí están sentó torsiones o puntos de inflexión en otros momentos de la
como evidencia las invectivas de Pastor Senillosa a su hijo Julio vida de la mujer: la experiencia de viaje que nos legó Elvira
(“Sabes bien cuál es el buen y mal camino. Toma siempre el Aldao de Díaz nos muestra que gracias a ella su protagonista
más recto y correcto, conservarás tu nombre como lo merece alcanzó, o cuanto menos, se perfeccionó en el rol que su círcu­
en memoria de nuestros padres, tus abuelos”), tan distintas a ­lo social consagraba a las mujeres: ser una adiestrada dama de
las sugerencias que al mismo tiempo le hacía su hermano Er- sociedad. Fueron los capitales culturales y sociales conseguidos
nesto, según vimos más arriba. De igual modo, no deja de ser en los años en el Viejo Mundo (de 1912 a 1919) los que labra-
paradójico, como puede leerse en las mismas cartas de Ernesto, ron el perfil de árbitro de la vida mundana que Elvira Aldao se
que muchos de sus amigos que calavereaban por Europa hu- atribuye a lo largo del texto. Finalmente, también en momen-
bieran sido enviados allí “en penitencia” por sus padres, para tos más tempranos, el viaje era un rito de pasaje: como lo
30 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 31

afirmó María Rosa Oliver, el viaje realizado en 1909 repre- menos, a sembrar el terreno de los quiebres generacionales que
sentó para ella el fin de la infancia. salieron a la superficie más tarde, en el mundo, ya distinto, de
En este sentido, el viaje a Europa, si podía servir para adies- la posguerra y de los “locos” años veinte.
trar y pulir los convencionales roles femeninos de “niñas casa- Decíamos que el grand tour, además de ser expresión de
deras” o damas de sociedad, al mismo tiempo podía poner a su una holgada situación pecuniaria y de una búsqueda de dis-
alcance novedades y aprendizajes que quizá alentaban a tras- frute mundano, fue también un instrumento, y al mismo
cender esos horizontes consuetudinarios. Más aun cuando se tiempo un reflejo, de sofisticación cultural. Una manera de
visitaba una Europa atravesada por cambios sociales y cultura- lograr, y de mostrar, que se había dejado atrás la condición
les vertiginosos, como ocurría a comienzos del siglo xx. Los southamerican, o rastacuera, como también se tildó en su mo-
vestidos femeninos sugerentes, despojados de los rígidos cor- mento a los nuevos ricos latinoamericanos (rastacuero deri-
sets, o el tango, con los que Carmen Peers de Perkins se en- vaba de “raspa cueros”).
frentó, también niña, en los viajes que hizo con su familia, son A propósito de esto, sería erróneo definir como rastacuera
ilustrativos de ello. Pero asimismo lo son los recuerdos de Ma- a la elite argentina que anduvo por el mundo en el Centena-
ría Rosa Oliver, en los que desfilan el sufragismo, las obras y la rio. Fue, sí, afectada, sobreactuó su refinamiento aristocrático
figura de Oscar Wilde, o mujeres que fuman. El grand tour, a (como punzantemente lo sentenció Elvira Aldao de Díaz),
pesar de los deseos y los afanes de los padres, sembró inquietu- pero no careció de él. La colonia argentina en París, según di-
des e intereses no previstos y, quizá, tampoco deseados por los jimos, fue una presencia importante en esa ciudad, a cuyos
mayores. No deja de ser paradójico, además –como se lee tam- eventos no fueron ajenos algunos miembros de las elites del
bién en las memorias de Oliver–, que esas aficiones fueran a Viejo Mundo. La mejor expresión de los vínculos que las unie-
menudo introducidas o conocidas por tutoras o institutrices ron está dada por las concertaciones matrimoniales que anu-
(ellas mismas alejadas del perfil de madres y esposas al que daron a familias de aquel elenco estable con otras de las filas
debían aspirar las niñas que tenían bajo su resguardo), en tanto (en general menores) de las aristocracias europeas.
muestran que quienes debían contribuir a la educación de las La desmesura, decíamos, fue notoria. El conocido dicho de
hijas podían a su vez representar modelos bien distantes de la época “rico como un argentino” lo devela, en tanto se refe-
las normas consagradas. ría más al nivel de gastos que al de las fortunas de esos argenti-
En consecuencia, a pesar de que fueron los varones quienes nos de elite (dado que éstas empalidecían frente a los patrimo-
pudieron encarar el grand tour con mayores libertades perso- nios de otras elites nuevas –también en principio resistidas o
nales y morales, fue en las mujeres en quienes esa experiencia peyorativamente juzgadas por las europeas– como las estadou­
tuvo contornos más rupturistas y en quienes el viaje pudo nidenses). Así pues, los retratos aún vigentes en la memoria
contribuir más a relajar e incluso a poner en crisis las conven- colectiva que recordamos al comenzar estos párrafos (los ricos
ciones imperantes en la elite argentina del Centenario. O, al argentinos “tirando manteca al techo”), de igual modo, refle-
32 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 33

jan bien, más allá de sus acentos y connotaciones, las conduc- por el crecimiento económico y por el acortamiento de las
tas y tendencias preponderantes. distancias que la revolución en los medios de transporte y de
Pero las desmesuras, más que mostrar las imperfecciones comunicación ocurrida en la segunda mitad del siglo xix hizo
del nuevo rico, fueron el correlato de los excesos que se permi- posible. Como se puede leer en muchos de los testimonios
tían aquellos que estaban seguros de las posiciones y del esta- mencionados, los paseos por Roma o las visitas al Louvre
tus adquiridos. Los “calaveras” y los “niños bien” (que los her- permitieron disfrutar directamente de pinturas y paisajes ya
manos Senillosa, o Bioy o sus amigos, parecen encarnar) no conocidos por reproducciones existentes en las casas de Bue-
fueron rastacueros: tuvieron conductas y aficiones poco mo- nos Aires.
deradas, e incluso moralmente censurables, pero fueron gente Es interesante, incluso, pensar que fueron las generaciones
de mundo, personajes cosmopolitas que supieron disfrutar de jóvenes de la alta sociedad, a raíz de haber nacido y crecido en
aquello que Europa ofrecía y que no se molestaron en disimu- un contexto que amplió las oportunidades de conocer mundo,
larlo. Trazando un paralelo con lo que se ha afirmado para las aquellas en las que este cambio cultural adquirió mayor niti-
más opulentas elites estadounidenses, los handicaps de la elite dez. No es necesario volver a mencionar a los “niños bien”, los
argentina en materia de distinción se debieron a sus rasgos jóvenes calaveras del novecientos, para ilustrarlo. Encontra-
plutocráticos, no a los rastacueros. mos un indicio sugestivo, y diferente, en la correspondencia
En relación con esto, y precisando lo que argumentábamos de los Senillosa, en esa carta en la que Sarah se anima a repro-
más arriba, el grand tour fue, desde ya, una forma privilegiada char a sus padres no haber hecho caso de sus indicaciones so-
de adquirir roce mundano (como lo traslucen, una vez más, bre los itinerarios a seguir en el Viejo Mundo.
las cartas de los hermanos Senillosa), pero en la belle époque fue La seguridad o, al menos, el orgullo por los logros conse-
más bien una manera de exhibirlo. Si bien el apocamiento de- guidos como grupo social, pero también, o, quizá más aún,
rivado del complejo southamerican no había muerto del todo como círculo dirigente de un país que, al momento del Cen-
(de hecho es una de las causas conjeturadas por Ernesto Seni- tenario, se vanaglorió de los vertiginosos progresos alcanza-
llosa para entender el inexplicable retraimiento mundano de dos son tópicos presentes en los textos aquí reunidos. Lo he-
su hermano Julio en Nueva York), hacia el Centenario la elite mos visto en alusiones como las de Ángel Gallardo, cuando
argentina no visitó Europa “virgen” de toda sofisticación. evocaba que Buenos Aires tenía adelantos en su infraestruc-
La colonia de París no se educó socialmente allí, sino que tura urbana que Londres no podía alegar. Acentos similares
recreó en la ciudad luz una vida social ya signada en Buenos están presentes en testimonios contemporáneos y no retros-
Aires por la etiqueta y por los protocolos aristocráticos. En pectivos, referidos, además, a los mismos usos sociales de las
Europa se vieron de primera mano usos, costumbres, consu- elites. De ellos son muestra ejemplar los de Elvira Aldao de
mos, e incluso capitales culturales, que ya habían sido intro- Díaz, en los que, sin ambages, juzga las imperfecciones de la
ducidos en Buenos Aires gracias a las posibilidades abiertas elite argentina (“todo es imitado... y desnaturalizado, exage-
34 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 35

rando lo malo y reduciendo lo bueno”), pero también las de su fascinación por París y su esnobismo apenas disimulado
las europeas a las que frecuentaba en su vida social en aquellas por la posibilidad de compartir salones y tertulias con los prin-
latitudes, de la cual es vívida manifestación el comporta- cipales hombres de letras de la época (Barthou, D’Annunzio,
miento de ese conde español que, sin hesitar, incluía en su Rostand). Ahora bien, además de que precisa el desencan­­­­­
conversación “crudezas” totalmente fuera de tono y ubicación. ­to que esa experiencia a menudo dejó como saldo, el hecho
Connotaciones parecidas se encuentran en la correspondencia de que no haya ocultado aquello que justamente se buscaría
de Sarah Senillosa, que no duda en lanzar opiniones bastante velar por afanes de sofisticación puede entenderse como el
poco edificantes sobre la alta sociedad barcelonesa: un baile al rasgo propio de una elite segura de sí, que ya no tiene por qué
que había concurrido, según contaba a su hermano Julio, le aparentar poseer lo que no tiene. A propósito de ello, también
había resultado “muy pobre”, y la sociedad que allí había co- es interesante la sorpresa no disimulada de Larreta frente a la
nocido, “bastante insignificante y de costumbres anticuadas”. actitud entre distante y displicente de una aristócrata romana
Cierto es que las elites españolas no habían sido un modelo ni ante ese capital que, por lo escaso, era sumamente valorado
un espejo para la argentina (la misma Elvira Aldao agradece al por la elite argentina: la antigüedad familiar. Algo parecido,
“afrancesamiento” por haber permitido que la herencia his- finalmente, se devela en las referencias reiteradas (en Gallardo,
pana desapareciera), aunque al momento del Centenario la Larreta, Oliver) al uso de las famosas guías Baedeker, una pre-
valoración positiva de la ahora “madre patria” había comen- sencia que podría haber sido una marca peyorativa cuando lo
zado a ganar terreno. que más se realzaba como símbolo de la familiaridad con Eu-
Otros apuntes son igualmente sugestivos de la transmuta- ropa era poder recorrerla sin necesidad de ese tipo de infor-
ción del complejo southamerican en una seguridad cercana a mación. Incluso son ilustrativos los testimonios de José Inge-
veces a la petulancia. Por ejemplo, los de Adolfo Bioy en los nieros sobre Venecia, anclados en otro registro, tanto porque
que rememora la anécdota de un Lucio Victorio Mansilla pi- no es éste un personaje que provenga de la elite social argen-
diendo sin éxito pan con manteca en un restaurante parisino, tina (aunque tampoco fue alguien absolutamente escindido
pues muestra (a pesar de que el protagonista del relato fue un de su mundo social), como porque se trazan desde un dan-
personaje decididamente extravagante) que lo “criollo”, a la dismo incorrecto, desde la excepcionalidad del hombre sensi-
vuelta del siglo xx, ya no se ocultaba frente a lo europeo, y ble. No hay rodeos al momento de sostener el tedio y el abu-
que la ignorancia de los europeos frente a lo criollo en todo rrimiento que prodiga la ciudad. Por el contrario, se hace gala
caso descalificaba a los primeros. Así también es reveladora la de “violar los cánones de la admiración obligatoria”, si bien, es
afirmación de Bioy de que en las calles de París Carlos Pelle- cierto, cuidando anclar esa violación en una tradición igual-
grini se destacaba por encima de los mismos franceses. Los mente incuestionable, integrada por nombres de poetas como
testimonios del secretario de la legación argentina en París en Byron, Shelley, Keats o Musset, que la vuelve legítima antes
1910, Enrique Larreta, son igualmente interesantes: confiesa que escandalosa.
36 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 37

De esta manera, de los testimonios sobre la experiencia eu- en su punto de apogeo (quizá aún de manera imperceptible
ropea se desprende que la elite argentina que hizo del periplo para la mayoría de los contemporáneos) los primeros indicios
por el Viejo Mundo una cita reiterada y extendida en su de su crepúsculo.
agenda de comienzos del siglo xx fue un círculo social cosmo-
polita, con roce mundano adquirido, seguro de sí. Fascinado a ***
menudo por Europa y su alto mundo social, pero no necesa-
riamente acomplejado frente a ellos. La jactancia anclada en Este volumen reúne testimonios de miembros de la elite social
una convicción de superioridad, después de todo, pasó a ser argentina sobre sus viajes, preponderantemente a Europa, pero
un rasgo arquetípico –junto a las desmesuras de los gastos– en también a Estados Unidos, en el momento del Centenario. La
los retratos de los argentinos de elite de la época. selección de textos procuró conjugar la mayor diversidad posi-
La belle époque, con todo, duró poco: para la alta sociedad ble de registros de integrantes de este círculo social, o en su
argentina, como para todo Occidente, la guerra del ’14 fue su defecto, de personajes que ocuparon un lugar en el mapa de
clausura. En palabras de Elvira Aldao, el mundo elegante huyó las elites de nuestro país en ese entonces (José Ingenieros, si
de París cuando la guerra estalló. La angustia e incertidumbre bien no provenía de la elite social argentina, fue indiscutible-
que reinó a partir de entonces se advierten en las cartas que, a mente un miembro destacado de las elites intelectuales de la
pocas semanas de iniciado el conflicto, le envió Flora Uriburu, época). De este modo, se eligieron textos firmados por hom-
radicada en Europa, a su hermano José Félix en Buenos Aires: bres y mujeres, escritos y/o referidos, a su vez, a distintos mo-
la ausencia de certezas, el cambio constante de las noticias al mentos biográficos: la niñez, la juventud, la adultez. También,
compás del curso que tomaba la guerra, la compleja ingeniería las fuentes seleccionadas proceden de autores con diferentes
para que los giros que José Félix hacía desde Buenos Aires pu- perfiles sociales: políticos, científicos, intelectuales.
dieran cobrarse en los bancos europeos son testimonio de las Asimismo, el propósito fue reunir textos diversos por sus
dificultades particulares de una familia de argentinos en la Eu- propias características: hay escritos contemporáneos al Cente-
ropa en guerra, y a su vez, del ocaso de la disipada belle époque nario y otros retrospectivos (el caso de las memorias); fuentes
de los años inmediatamente anteriores. inéditas provenientes de la esfera privada (las corresponden-
En retrospectiva, el esplendor social de la elite argentina cias de las familias Senillosa y Uriburu) y textos pensados por
fue tan vertiginoso y efímero como el período que lo enmarcó. sus autores para ser publicados. Se consideró que esta plurali-
Ese esplendor, como dijimos al comienzo, fue a su vez una dad era provechosa para reconstruir desde distintos ángulos
expresión singular de uno más amplio, de aquel del que hizo posibles la experiencia del viaje en el Centenario.
gala Argentina en el momento del Centenario, y al que los Por último, la selección estuvo dirigida también por el crite-
problemas y las tensiones de entonces no lograron opacar del rio de reunir textos que refirieran a un tipo específico de viaje,
todo. Sin embargo, y como el esplendor de la elite, escondía que podríamos denominar de ocio. Este criterio se sostuvo en
38 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 39

la apreciación de que este tipo de viaje era el singular y caracte- tes. Son, también, registros contemporáneos de la época que
rístico del “momento Centenario” y que, por ello mismo, ilu- aquí nos interesa. En esta sección el lector encontrará las car-
mina no sólo una forma particular de experiencia de viaje, sino tas que intercambiaron los miembros de dos prominentes fa-
también un conjunto de rasgos (sociales, culturales, económi- milias de la alta sociedad argentina de comienzos del siglo xx,
cos) de sus protagonistas y del círculo social que integraron. la Uriburu y la Senillosa, y fragmentos del diario personal de
Por otra parte, la diversidad con que se guió la selección apunta una integrante de otra destacada familia, Julia Bunge.
a convertir a los textos elegidos, antes que en un corpus total- “Recuerdos”, por su parte, incluye registros retrospectivos.
mente representativo de una experiencia colectiva, en testimo- Por aquí desfilan las memorias y evocaciones de personajes
nios históricamente significativos para acercarse a ella. como Ángel Gallardo, Adolfo Bioy, María Rosa Oliver, Car-
En cuanto al corte temporal, hablamos de “momento Cen- men Peers de Perkins y Elvira Aldao de Díaz.
tenario” en referencia al punto de apogeo de una coyuntura Finalmente, “Impresiones” reúne testimonios en los que las
económica y social favorable a la elite argentina, que abarca el experiencias de sus autores se conjugan con una descripción o
período que convencionalmente se conoce como belle époque. una evocación de los lugares donde aquéllas tuvieron lugar.
Este concepto, propio de la historia europea para señalar los Las “cartas norteamericanas” de Carlos Pellegrini, una crónica
prósperos veinte años que vivió Europa occidental antes del sobre Venecia de José Ingenieros y las semblanzas de París de-
estallido de la Primera Guerra Mundial, es también atinado jadas por Enrique Larreta integran esta última sección.
para la historia argentina, debido al crecimiento económico y
los cambios sociales ocurridos en nuestro país desde mediados ***
de la década de 1890, una vez superada la crisis de ese año,
hasta 1914. A causa de que el “momento Centenario” con- I. Experiencias
densa toda una coyuntura, no todos los textos remiten a viajes
realizados en el año 1910 específicamente, sino al período que Familia Senillosa, destacada integrante de la elite terrateniente
encontró en ese año su pináculo y que puede remontarse a los argentina del siglo xix. Su fundador fue Felipe Senillosa, inge-
últimos años del siglo anterior. niero valenciano que llegó al Río de la Plata a mediados de la
Esplendores del Centenario. Relatos de la elite argentina desde década de 1810. La correspondencia aquí incluida, proveniente
Europa y Estados Unidos está organizado en tres secciones: “Ex- del archivo familiar existente en el Archivo General de la Na-
periencias”, “Recuerdos” e “Impresiones”; como lo ilustran los ción (Sala vii), pertenece a la familia de uno de sus dos hijos,
títulos, cada una agrupa textos que comparten temas y tópicos. Pastor Senillosa; Ernesto, Julio y Sarah fueron tres de los 11
“Experiencias” reúne testimonios sobre los aspectos mun- hijos que éste tuvo con su esposa Elvira Chopitea. Las estadías
danos, cotidianos y familiares de los viajes de la elite argen- en el exterior referidas en estas cartas provienen de los viajes a
tina: consumos, vida social, dinámicas y vínculos entre parien- Europa realizados por la familia a comienzos del siglo xx y de
40 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 41

las experiencias vividas en Estados Unidos por algunos de sus director del Museo de Historia Natural (desde 1912 hasta
miembros, como Ernesto y Julio, que realizaron estudios en 1916, tras la muerte de Florentino Ameghino), presidente del
ese país (completando este último los de arquitectura). Consejo Nacional de Educación (1916-1921), embajador en
Italia (1921) y ministro de Relaciones Exteriores (1922-1928).
Familia Uriburu, de origen salteño, integrada por importan- El relato de sus sucesivos viajes a Europa a comienzos del siglo
tes hombres públicos del siglo xix y de las primeras décadas del xx (1895-1896; 1899-1900; 1903-1904; 1910-1912) fue ex-
xx, como José Evaristo Uriburu (presidente de la Nación entre traído de sus Memorias para mis hijos y nietos, publicada en
1895 y 1898) y José Félix Uriburu, sobrino del anterior (direc- 1982 por la Academia Nacional de la Historia. Según consigna
tor de la Escuela Superior de Guerra –1907–, miembro del su hijo Guillermo Gallardo en el prólogo a dicha edición, el
Consejo Supremo de Guerra y agregado militar en Italia y Ale- texto fue escrito en los primeros años de la década de 1930.
mania –1913–, diputado nacional –1914–, presidente de facto
entre 1930 y 1932). La correspondencia aquí incluida, extraída Adolfo Bioy (1882-1968), político argentino. Entre otros
del archivo de José Félix Uriburu existente en el Archivo Gene- cargos, fue jefe de gabinete del Ministerio de Relaciones Exte-
ral de la Nación (Sala vii), corresponde a la que éste mantuvo riores durante la presidencia de Roque Sáenz Peña (1911-
con sus hermanas Amalia y Florencia en las décadas de 1900 y 1913) y subsecretario de Relaciones Exteriores durante el go-
1910, en momentos en que éstas vivieron en Europa. bierno de facto de José Félix Uriburu (1930-1931). El relato
de viaje aquí incluido se refiere al que emprendió en 1905, y
Julia Valentina Bunge (1880-1969), escritora, integrante de se extrajo de sus memorias Años de mocedad, publicadas en
una familia de prominentes intelectuales de la Argentina del 1963 por Librería y Editorial Nuevo Cabildo, Buenos Aires.
cambio del siglo xix al xx. El relato aquí seleccionado corres- Padre del escritor Adolfo Bioy Casares.
ponde a su viaje de bodas por Europa, Japón, China, India,
Egipto y Estados Unidos, entre 1911 y 1912, con su marido María Rosa Oliver (1898-1977), escritora argentina. Entre
Ignacio Uranga, con quien se casó en París, en noviembre de otras cosas, integró el consejo editorial de la revista Sur y fue
1911. Extraído de su diario, publicado como Vida. Época ma- vicepresidenta de la Unión Argentina de Mujeres entre 1938 y
ravillosa. 1903-1911, por Emecé, Buenos Aires, en 1965. 1943. El relato de viaje aquí incluido refiere al realizado entre
1909 y 1911 con su familia. Corresponde a la edición de sus
memorias, Mundo, mi casa, publicada en 1970 por Sudameri-
II. Recuerdos cana, Buenos Aires.

Ángel Gallardo (1867-1934), científico y hombre público ar- Carmen Peers de Perkins (1900-1984), escritora, prove-
gentino. Doctor en Ciencias Naturales, entre otros cargos fue niente por parte de madre de una tradicional familia argen-
42 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 43

tina, Costa, e hija del barón belga Gastón Peers. Pasó en Eu- vidas a lo largo del mismo, que originalmente publicó La Na-
ropa gran parte de su infancia y juventud. Justamente, el relato ción entre 1905 y 1906. El relato aquí incluido, sobre su visita
aquí incluido refiere a los viajes emprendidos en 1909-1910 y a Venecia, pertenece a estas crónicas, y fue extraído de Cróni-
en 1914, cuando iniciaría una residencia de años en el Viejo cas de viaje. 1905-1906, Buenos Aires, Ramón J. Roggero y
Mundo (la familia se embarcó en abril de 1914, pocos meses Cía., 1951.
antes del estallido de la Primera Guerra Mundial). Extraído de
Éramos jóvenes el siglo y yo, Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1969. Enrique Larreta (1875-1961), escritor argentino. Desem-
peñó asimismo cargos diplomáticos, entre ellos la representa-
Elvira Aldao de Díaz (1858-1950), escritora, proveniente de ción de la legación argentina en París, para la que fue de­­signado
una destacada familia rosarina. Entre 1912 y 1919 vivió en por el presidente Roque Sáenz Peña en el año del Cen­­­tenario.
Europa. A esa experiencia se refieren las páginas aquí seleccio- Esa experiencia es la que evoca en Tiempos iluminados (origi-
nadas, que forman parte de su Recuerdos dispersos, publicado nalmente publicada en 1939), obra a la que pertenecen las pá-
por Peuser, Buenos Aires, en 1933. ginas aquí elegidas y extraídas de la edición de sus Obras com-
pletas. Tomo ii, por Antonio Zamora Ediciones, Buenos Aires,
en 1959.
III. Impresiones

Carlos Pellegrini (1846-1906), político y estadista argentino. Criterios de esta edición


Entre otros cargos fue presidente de la Nación entre 1890 y
1892. Fundó del Jockey Club de Buenos Aires en 1882. Las El criterio de selección para este volumen fue reunir textos es-
tres “cartas norteamericanas” seleccionadas (son seis en total) critos desde distintos registros (autobiográficos, memorialísti-
provienen de su último viaje al exterior, emprendido en abril cos, diarios, correspondencias), con diferentes motivaciones y
de 1904, originalmente publicadas en La Nación entre diciem- desde sensibilidades también singulares, pero compartiendo el
bre de 1904 y enero de 1905. Más tarde fueron compiladas en rasgo de remitir a viajes encarados desde coordenadas simila-
Pellegrini. 1846-1906. Obras. Tomo III. Compilación y notas res (de ocio).
por Agustín Rivero Astengo, Buenos Aires, Coni, 1941; de esta Por su parte, el relato de viaje en cada uno de los textos de
edición fueron extraídas para el presente volumen. los que se seleccionó el material ocupa, obviamente, un lugar
desigual. El abanico va de algunas pocas páginas (Julia Bunge),
José Ingenieros (1877-1925), científico e intelectual argen- a capítulos completos (María Rosa Oliver, Ángel Gallardo,
tino de origen italiano (nació en Palermo). Durante su primer Adolfo Bioy), artículos (Carlos Pellegrini, José Ingenieros), re-
viaje europeo, escribió unas crónicas sobre las experiencias vi- ferencias dispersas a lo largo del texto (Carmen Peers de Per-
44 esplendores del centenario rumbos de elite en el centenario 45

kins), e incluso la totalidad del volumen (Elvira Aldao de Díaz, ción de fuentes y culminar la redacción del prólogo de este
Enrique Larreta). Por cuestiones lógicas de espacio, pero tam- volumen. Quiero dejar constancia de mi gratitud con dicha
bién en aras de mostrar con claridad los acentos singulares de institución y con los profesores Ángel Duarte Monserrat y
las experiencias evocadas por cada uno de estos autores, se eli- Maximiliano Fuentes Codera, por su amabilidad. A Paula
gieron tramos de estos textos en los que emergen con nitidez Bruno le agradezco sus comentarios y, sobre todo, los días
sus énfasis distintivos: el hombre de ciencia y padre de familia compartidos.
en Gallardo; el intelectual y diplomático con savoir vivre en
Larreta; la dama de sociedad en Elvira Aldao; el joven calavera
en Bioy; el impacto del viaje en una niña (Carmen Peers, Ma- Bibliografía
ría Rosa Oliver); la joven casadera y frívola (Julia Bunge); la
incorrección del dandismo intelectual (José Ingenieros). En el Cannadine, David, The Decline and Fall of the British Aristo-
caso de Carlos Pellegrini, de las seis “cartas norteamericanas” cracy, New Haven-Londres, Yale Univesity Press, 1990.
que publicó, aquí se eligieron aquellas en las que la pluma del Cople Jaher, Frederic (ed.), The Rich, the Well Born and the
hombre de Estado se conjuga con las observaciones de usos y Powerful. Elites and Upper Classes in History, Urbana, Uni-
costumbres. Precisemos que la mayoría de estas fuentes publi- versity of Illinois Press, 1973.
cadas no conocen ediciones recientes. En cuanto a las fuentes Davidoff, Leonore, The Best Circles: ‘Society’, Etiquette and
inéditas, como los archivos de los Senillosa y los Uriburu, su the Season, Londres, 1973.
carácter de correspondencias familiares hace que en estas car- Fey, Ingrid, First Tango in Paris: Latin Americans in Turn-of-
tas los relatos de viaje estén intercalados con otros registros y the-Century France, 1880-1920, tesis de doctorado, Uni-
temas. Seleccionamos, por lo tanto, algunas epístolas, o partes versity of California, 1996.
de ellas, en las que los testimonios referidos al grand tour y a las Gay, Peter, La experiencia burguesa. De Victoria a Freud, t. i,
estadías en el extranjero son especialmente ilustrativos. México, Fondo de Cultura Económica, 1992.
Por último, cabe señalar que tanto en la transcripción de las Güiraldes, Ricardo, Raucho, Buenos Aires, ceal, 1968 (1ª
cartas manuscritas de los archivos familiares como en los casos ed. 1917).
de los textos tomados de primeras ediciones en volumen se de- Hora, Roy, Los terratenientes de la pampa argentina. Una his-
cidió actualizar la ortografía. Las excepciones apuntan a man- toria social y política, 1860-1945, Buenos Aires, Siglo xxi
tener vivo el tono de época, como se observa en el uso de topó- Iberoamericana, 2002.
nimos, de gerundios o de ciertas expresiones de tratamiento. Losada, Leandro, Historia de las elites en la Argentina, Buenos
En el marco de una estancia de investigación posdoctoral Aires, Sudamericana, 2009.
en la Universidad de Girona, financiada por la Fundación Mosse, George, La cultura europea del siglo xix, Ariel, Barce-
Carolina, encontré el tiempo necesario para revisar la selec- lona, 1997.
46 esplendores del centenario

Needell, Jeffrey, A Tropical Belle Époque. Elite Culture and


Society in Turn-of-the-century Rio de Janeiro, Cambridge,
Cambridge University Press, 1987.
Veblen, Thorstein, Teoría de la clase ociosa, México, Fondo de
Cultura Económica, 1951.
Vicuña, Manuel, La Belle Époque chilena. Alta sociedad y mu- I. Experiencias
jeres de elite en el cambio de siglo, Santiago de Chile, Suda­
mericana, 2001.
Viñas, David, Literatura argentina y realidad política, Buenos
Aires, ceal, 1982.
—, De Sarmiento a Dios. Viajeros argentinos a usa, Buenos Ai-
res, Sudamericana, 1998.
Zimmermann, Eduardo, “La sociedad entre 1870 y 1914”, en
Academia Nacional de la Historia, Nueva historia de la Na-
ción Argentina, t. iv: La configuración de la República inde-
pendiente, 1810-1914, Planeta, Buenos Aires, 2000, pp.
133-159.

También podría gustarte