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RELATORIA CLASE ANALÍTICA

Martha Craven Nussbaum nació en Nueva York, en 1947estudió en la Universidad de su ciudad


natal y se doctoró en Derecho y Ética en Harvard en 1975. Fundadora y coordinadora del
Centro de Constitucionalismo Comparado, en la actualidad es  Ernst Freund Distinguished
Service Professor de Derecho y Ética del Departamento de Filosofía de la Facultad de Derecho
y de la Facultad de Teología, de la Universidad de Chicago, tras haber impartido docencia
en Harvard, Brown y Oxford.

Sus teorías arrancan del convencimiento de que personas que entienden de distinta manera el
bien pueden ponerse de acuerdo sobre algunos principios éticos universales que sean
aplicables dondequiera que se dé una situación de desigualdad y de injusticia. Ha propuesto
también un marco constitucional y político respetuoso con las tradiciones y las instituciones
locales que sea capaz de traducirse en objetivos políticos en contextos concretos, sentando las
bases para fundamentar éticamente la ayuda al desarrollo

Fue miembro de la academia británica, entre 1986 y 1993 fue asesora de investigación en
el World Institute for Development Economics Research  (Helsinki, Finlandia), que forma parte
de la Universidad de las Naciones Unidas. Ha presidido el Comité para la Cooperación
Internacional y el Comité para la Situación de la Mujer, ambos de la Asociación Americana de
Filosofía. Ha sido miembro del Consejo de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias y
de la Unión del Consejo Americano de Sociedades de Estudio.
Miembro de la Academia de Finlandia y correspondiente de la Academia Británica (2008), es
doctora honoris causa por más de treinta universidades de
Estados Unidos, Canadá, Asia y Europa

Ha escrito, entre otras obras, La fragilidad del bien: fortuna y ética en la tragedia y la filosofía
griega (1978), Justicia poética: la imaginación literaria y la vida pública  (1996), El cultivo de la
humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal  (2004) y Las mujeres y
el desarrollo humano: el enfoque de las capacidades (2000)

Desde tiempos remotos la Literatura ha buscado reflejar el mundo del Derecho y sus conflictos. Ya
en los orígenes del género literario así lo demuestra Esquilo en “Las Euménides” y “La Orestiada”.
Sin embargo, sólo a partir de la segunda mitad del siglo XX empieza a desarrollarse una reflexión
sistemática y organizada sobre la relación entre Derecho y Literatura, la cual es armónica con una
tendencia, cada vez más fuerte, en orden a la promoción de estudios jurídicos interdisciplinarios.
Tal ejercicio se traduce en el movimiento “Derecho y Literatura”, el cual tiene sus antecedentes en
el trabajo de una serie de teóricos del Derecho, entre ellos Ronald Dworkin y Richard Posner, así
como de varios críticos literarios, quienes comienzan a explorar la vinculación entre ambas
disciplinas, centrando para ello su atención, fundamentalmente, en la obra de Hans-Georg Gadamer
así como en el problema de la hermenéutica.

Martha Nussbaum manifiesta, en “Justicia Poética”, la necesidad de humanizar el Derecho y de no


basarlo tanto en la teoría utilitarista económica. La Literatura debería ser, según señala, un factor
de humanización del Derecho, constituyendo un aporte fundamental, particularmente, en la
elaboración de las decisiones judiciales. Tal tesis es armónica con lo sostenido en “Conocimiento del
Amor”, en orden a destacar el rol de la imaginación literaria en la vida de las personas, ya sea en el
plano individual o público. Para analizar la contribución que puede hacer la Literatura a una
sociedad más justa, la obra de Martha Nussbaum se divide en cuatro capítulos fundamentales: la
imaginación literaria, la fantasía, las emociones racionales y los poetas como jueces.
En su análisis, Martha Nussbaum toma como punto de partida e hilo conductor la novela de Charles
Dickens, “Tiempos Difíciles”, escrita en 1854, en la cual se denuncian los excesos del capitalismo. El
genio inglés destaca por su capacidad de relatar los dolores de su sociedad, tal como lo hiciera en
el Chile del siglo XIX Baldomero Lillo, tan presente en estos días a consecuencia del estreno en los
cines locales de “Sub-terra”. En la obra de Dickens subyace la idea de su protagonista, Tomas
Gradgrind, de eliminar la Literatura, al no ser un mero ornamento y tener, por el contrario, “el
potencial para hacer una clara contribución a nuestra vida pública”, lo que resulta peligroso desde
la perspectiva de la teoría utilitarista económica, cuyo espíritu representa el señor Gradgrind, al
estimular la imaginación la que, en sus palabras, “no sirve para nada en la vida”, al alejar al
hombre de la realidad. Dichas amenazas de los libros recuerdan los presagios de Ray Bradbury en
“Fahrenheit 451”, llevados a la pantalla, en 1967, por François Truffaut.

La autora analiza la crítica que indica que la imaginación literaria “es poco científica y subvierte el
pensamiento social científico” contrastando la teoría utilitarista económica con una forma de
análisis más integral de los complejos problemas humanos. Así “el hábito del economista de
reducirlo todo al cálculo, combinado con la necesidad de una teoría simplista de los actos humanos,
crea una tendencia a ver cálculos por doquier, en vez de compromiso y comprensión”. Tal ejercicio
se opone a los prolegómenos de una auténtica ciencia, la cual tiene por misión “acopiar y organizar
todos los datos relevantes”. En tal sentido, la imaginación literaria “es parte esencial de la teoría y
la práctica de la ciudadanía”, siendo la novela “un vívido recordatorio de un sentido humano del
valor y un ejercicio en la capacidad de valoración que nos vuelve plenamente humanos”.

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