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LA

ESCALA DEL ESPACIO PUBLICO.



“PRIMERO LA VIDA, DESPUÉS EL ESPACIO, DESPUÉS LOS EDIFICIOS, EN ESE ORDEN.
NUNCA FUNCIONA DE OTRA MANERA.” – JAN GEHL
Un problema común que enfrentan las ciudades en México es el de la expansión
urbana, este crecimiento horizontal fragmentado que durante las últimas
décadas ha convertido nuestras ciudades en una serie de parajes inhóspitos y
desarticulados, fenómeno que entre otras cosas ha impactado negativamente en
la calidad de vida de los habitantes. Actualmente en nuestro país más de 81
millones de personas, 72% del total de la población, residen en 384 ciudades
mayores a 15 mil habitantes, mismas que conforman el Sistema Urbano Nacional
(SUN) y el 57% de la población se concentra en 59 zonas metropolitanas, hecho
que refleja una elevada concentración poblacional en un reducido número de
grandes ciudades.

El crecimiento y desarrollo de estas zonas ha sido disperso y expansivo, el tejido


urbano se ha ido fragmentando generando vacíos, zonas de baja densidad y
grandes distancias de traslado para realizar nuestras actividades cotidianas. En
los últimos 30 años la superficie de las zonas metropolitanas y ciudades mayores
de 50 mil habitantes creció un 600% más respecto a la superficie que ocupaban
en 1980. Este crecimiento expansivo ha sido superior a la cobertura de los
servicios básicos que garanticen condiciones mínimas de habitabilidad.

Si bien el modelo de desarrollo urbano de las últimas décadas ha incentivado


este fenómeno expansivo, la última década ha hecho evidente la necesidad de
actualizarlo. Como respuesta a esta problemática se empiezan a articular
políticas públicas dirigidas a frenar y revertir los efectos negativos de este
crecimiento disperso para apuntar hacia uno denso y compacto que permita
mejorar las condiciones de vida la población; así como a articular servicios en
zonas urbanas consolidadas de forma que podamos potenciar la infraestructura
existente, evitando ampliar redes hacia zonas nuevas que requerirían de una
mayor inversión para dotar de servicios.

Para lograr este objetivo es necesario implementar una política de


redensificación y usos de suelo en donde la ciudad pueda ofrecernos vivienda
digna y distintos servicios en un radio de acción que por un lado, reduzca el
número de viajes y, por otro, incentive medios no motorizados para realizar
traslados cortos, así como transporte público en traslados largos e
intermodalidad de forma que podamos combinar estos medios, evitando así el
uso desmedido del auto particular que de origen, ha liderado el modelo de
desarrollo urbano que estamos buscando revertir.

Uno de los componentes esenciales para lograr que, de ser una sociedad
acostumbrada a la vivienda horizontal y segregada, optemos por una vivienda
de tipo vertical y conectada, es la oferta de espacio público de calidad inmediato
o cercano a la vivienda; sin este componente cualquier política de ciudad
compacta que impulsemos difícilmente tendrá el impacto que se busca.

El espacio público es por excelencia el articulador social en nuestras ciudades y


el escenario de la vida pública, su función no se limita, como lo hemos
pretendido y procurado las últimas décadas, a ser un lugar de tránsito entre un
lugar y otro; siempre y cuando lo procuremos, el espacio público tiene la
capacidad de ser un lugar de encuentro, de convivencia y una extensión del
escenario de nuestras actividades cotidianas, función que, gracias al modelo de
desarrollo urbano centrado en agilizar el tránsito de autos, quedó recluido al
interior de los espacios privados.

Las posibilidades del espacio público han quedado limitadas al grado que hemos
perdido noción de su función, entregamos nuestro espacio público al coche y el
poco espacio público que construimos con la finalidad de ser usado como lugar
de convivencia, es inaccesible, inseguro, no se le da mantenimiento y
generalmente no está pensado para atender las necesidades de sus usuarios.

A menudo me pregunto qué tan mal estaremos haciendo espacio público que la
gente prefiere caminar al interior de los centros comerciales a caminar el centro
de su ciudad. O que los niños deben jugar confinados en “parques infantiles” de
cuatro paredes y un techo.

De acuerdo con un análisis realizado por Yesenia Pedraza sobre la Encuesta


Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Pública 2015 del INEGI, el
principal delito en México es el robo en la calle y/o en el transporte público
¿Qué dejamos de hacer debido a esto? 67% de las personas no permiten que los
niños salgan a la calle, 51% no sale de noche, 33% ya no sale a caminar.

México ha gestado una generación de ciudadanos que no camina su ciudad, no


de día, menos de noche. Más grave aún, está gestando una generación de niños
a quienes negamos el derecho a la ciudad, niños que no tienen oportunidad de
experimentar un sentido de apropiación y pertenencia del espacio público pues
desde edades muy tempranas desarrollan temor a vivirlo. Los niños peatones
por excelencia, viven y crecen en un entorno totalmente negado a su condición
natural de caminantes y poco hemos hecho para revertir esta situación.

Aunque la política que actualmente promueve el gobierno federal y que


eventualmente permeará a niveles estatales y locales apunta a un cambio en el
modelo de desarrollo urbano, la realidad es que avanzamos a paso lento. Si bien
la actualización del marco normativo en materia de asentamientos humanos es
ya una realidad con la promulgación de la Ley General de Asentamientos
Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano, la planeación e
instrumentación será algo que tome tiempo y que deberá cubrir distintos frentes
como vivienda, infraestructura, movilidad y una política de espacio público que
permita que todo estos componentes se integren.

Hablando en particular del espacio público como articulador de los distintos


componentes, es necesario pensar en las distintas funciones y escalas sobre las
que debemos abordar el tema. El espacio como lugar de tránsito pero también
como lugar de disfrute y encuentro; si bien ambas aproximaciones cumplen
distintas funciones, no necesariamente son incompatibles, o no deberían serlo.
De igual manera, dotar a las zonas urbanas de espacio público de calidad, es
esencial para que la oferta de vivienda vertical y conectada sea no sólo
asequible, sino también deseable.

Una política de espacio público deberá también ir encaminada a ofrecer servicios


a grandes zonas de la ciudad, complejos que permitan distintas actividades no
sólo de recreación, sino que funcionen como verdaderos nodos para la
convivencia, el deporte, la cultura; y que en una macro escala, funcionen no sólo
como un articulador sino como un lugar de convivencia y extensión del espacio
de nuestra vivienda.
Centro de Barrio 5 Señores, Oaxaca

Centro de Barrio 5 Señores, Oaxaca


Hablando de escalas y redensificación, aunque el alcance de las políticas que
actualmente se promueven están dirigidas principalmente a atender los retos
que presentan las zonas metropolitanas, es necesario pensar también que
nuestra política de desarrollo urbano debe atender y potenciar la escala de
barrio. La estructura de barrio incentiva una dinámica de vida que nos permite
movernos a pie, conocernos y conocer nuestro entorno inmediato. Permite
además, proveer a los ciudadanos de los servicios necesarios en radios de acción
cortos generando beneficios que se ven reflejados en aspectos como la
economía local, el medio ambiente, la salud pública, el fortalecimiento del tejido
social, la seguridad, entre otros. Y, aunque en algunas zonas urbanas la escala
de barrio aún existe, es necesario actualizar el marco normativo de forma que
sea posible potenciar los servicios que ya ofrecen y la oferta de vivienda.

Para abundar en la idea de esta estructura de espacio público, podemos tomar


como ejemplo de la ciudad de Bogotá, Colombia; su Sistema de Espacio Público
Construido ejemplifica un esquema de organización jerárquica en red de los
distintos tipos de espacio público de acuerdo a su escala y área de cobertura que
permite garantizar la oferta de lugares de recreación y convivencia a todos sus
habitantes. Así, existen parques de escala regional, parques de escala
metropolitana y urbana, parques de escala zonal y, parques vecinales y de
bolsillo.

Enrique Peñalosa, ex-alcalde de Bogotá en 1997 y alcalde reelecto en 2014 dice


que “si la ciudad es el lugar de encuentro por excelencia, más que cualquier otra
cosa, la ciudad es su espacio público”. El reto que enfrentan nuestras ciudades
en materia de redensificación es pues también, un reto de impulso y
consolidación de nuestro espacio público.

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