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Existieron
otros muchos focos en torno a los cuales se reunían grupos de personas (frecuentemente meros
lectores) que compraban tal o cual cabecera que incluía en sus contenidos artículos que podrían
considerarse antisemitas. en la segunda mitad del franquismo, desde finales de los años 50 hasta
1975, existieron distintas revistas de este tipo, cada una de ellas con una orientación diferente a
las otras y que, por tanto, iban dirigidas a públicos relativamente diversificados, pero siempre
situados en la extrema-derecha o bien en medios falangistas. Citamos tres de estas
publicaciones: el semanario ¿Qué pasa?, la revista mensual Cruzado Español, el semanario SP
y la revista quincenal Juanpérez.
La que prolongó su vida durante más tiempo fue ¿Qué pasa? Fundada y digirida por Joaquín
Pérez Madrigal, un hombre singular. Era éste un antiguo diputado del Partido Radical
Socialista, muy conocido durante la república y conocido como “el jabalí” (era miembro de un
círculos de este partido que se hacía llamar “los jabalíes” y fue el más conocido de todos ellos)
que alternaba su acta de diputado con el de miembro de la masonería. Además era un notorio
“comecuras”. Con estos antecedentes nada hacía presagiar que en las elecciones de febrero
de 1936 se presentara como candidato de la CEDA.
Cuenta que las violencias republicanas en los primeros meses de la Guerra Civil le hicieron
rechazar mucho de lo que había constituido el eje central de su vida hasta ese momento. Todo,
menos el sentido de la ironía. En la Zona Nacional colaboró con la propaganda franquista en
varios programas de radio. Al parecer remató su “camino de Damasco” en 1955 cuando,
próximo a los 60 años, asistió a los entonces muy frecuentes Cursillos de Cristiandad. Y
entonces se convirtió en algo que no había sido hasta ese momento: católico, pero católico muy
integrista y como tal fundó en 1964 la revista ¿Qué pasa?, subtitulada Revista inteligente,
aunque asombre a la gente.
Era una revista impresa en papel barato, de unas 36 páginas (aunque su número fue variando),
con solamente la cabecera en rojo y el resto en blanco y negro, papel oscuro, muy pocas
ilustraciones y maquetada casi como un producto de los años 30. Se distribuía en quioscos y debió
tirar en los mejores momentos 10.000 ejemplares como máximo. La revista logró sobrevivir con
mayor o menor fortuna hasta 1981, cuando ya el panorama político social ya había cambiado
completamente. En sus contenidos recordamos buen número de artículos antisemitas y
antimasónicos.
Parte de la redacción estaba desplazada a Zaragoza en donde habían formado una Asociación de
Cruzados Voluntarios en la que eran perceptibles la presencia de buen número de miembros
procedentes de la diáspora carlista. La revista era muy seguida, también, por el círculo
madrileño de Carlavilla y de su mano derecha, Sánchez Covisa. En cuanto a Pérez Madrigal,
después de la guerra, optó por iniciar una discreta carreta como escritor en el que figuran varios
ensayos históricos sobre aspectos de la Segunda República, cuestiones de la postguerra española y
sobre el “escándalo de Munich” y, finalmente, una novela que pasó desapercibida: Un millón de
vivos: una novela de política o una política de novela [1], ironizando sobre el entorno que se
reunía en Estoril (“Chiquerés” en la novela) arropando a Don Juan de Borbón. Parte de la obra se
la publicó Carlavilla en su editorial NOS [2].
No puede decirse que Pérez Madrigal fuera especialmente antisemita pero si profesaba un
catolicismo integrista en el que el antimasonismo era casi una exigencia y, junto a él, toda la
literatura surgida en ese ambiente, que identificaba a masonería y judaísmo, hacía que fuera
particularmente proclive a asumir esta idea. Falleció en 1974. Como en el caso de Carlavilla, su
figura fue rápidamente olvidada incluso en los círculos de extrema-derecha.
La revista Juanpérez apareció en 1964 publicada por Ediciones Acervo, una empresa editorial
propiedad de un antiguo miembro de la División Azul, José Antonio Llorens Borrás, abogado y
fiscal de la Audiencia de Barcelona que, interesado mucho más por la literatura que por el
derecho [3]. La revista estaba dirigida por Narciso Perales y tenía como subtítulo “Revista de
Información Mundial”.
Desde el primer momento y en los dos años y medio que duraría la experiencia, quedó claro que
se trataba de una orientación neo-fascista en la que merecen destacarse algunos aspectos. En
la redacción de esta revista se sistematizó, por primera vez, el intercambio de correspondencia y
boletines con los ambientes neofascistas extranjeros. Esto quedó patente desde el primer número
en el que se publicó una entrevista con el teniente coronel Château-Jobert, el último jefe de la
OAS-metropolitaine. También se entrevistó al coronel de las SS Otto Skorzeny residente en Madrid
y a dirigentes neofascistas internacionales. Los anuncios que se publicaban solían ser de libros
editados por Editorial Mateu o por editoriales argentinas, en los que abundaban los títulos
susceptibles de interesar a los neo-fascistas españoles. En el entorno de Juanpérez nació el
núcleo inicial que daría vida al Círculo Español de Amigos de Europa impulsado por Ángel
Ricote Sumalla, un falangista del Movimiento que había tenido desde hacía tiempo contactos
en el extranjero.
Así pues, Juanpérez era, en cierto sentido una revista ecléctica en la que participaban tanto
miembros de la extrema-derecha clásica, como neo-fascistas y, finalmente, falangistas. Se
trataba de una revista de formato holandés de entre 46 y 64 páginas, distribuida en kioscos y que
se inició con 15.000 ejemplares de tirada, bajando hasta su desaparición definitiva por los altos
costes. La maquetación era sencilla y con poco acompañamiento fotográfico y el papel blanco,
muy superior en estos aspectos a ¿Qué pasa?, que, sin embargo, logró sobrevivirla. No puede
decirse que el antisemitismo fuera uno de los rasgos esenciales de la revista.
En lo que se refiere a El Cruzado Español, los datos que subsisten son pocos. Su fundador fue
José Oriol Cuffi i Canadell, un miembro disidente de los Cursillos de Cristiandad que se había
relacionado en Francia con el círculo de Jean Ousset, La Cité Catholique, editora de la
revista Verbo [6], también orientada en el área católica tradicionalista. La revista de gran
formato y un papel mate de alta calidad, sin apenas ilustraciones y con número variable de
páginas, había heredado el nombre de una vieja revista carlista publicada en los años 30.
Enviaron artículos plumas destacadas del integrismo católico [7], pero lo esencial era elaborado
por el propio Cuffí i Canadell y por la redacción barcelonesa. Esta publicación aparecía
esporádicamente y nunca pudo tener una periodicidad regular prolongada. En principio era
mensual, pero pronto pasó a ser bimestral, sin embargo, era frecuente que los lectores quedaran
desorientados y, a pesar de que se vendía en kioscos, no pudieran encontrarla con facilidad.
La revista logró sobrevivir desde 1958 hasta 1972. La vieja nobleza carlista catalana
constituía su principal fuente de financiación. El antisemitismo del que hacía gala era de matriz
católica y el recuerdo a la responsabilidad de los judíos en la crucifixión de Cristo era una
constante, así como las alusiones a la “logia de Satanás” [8]. Sus relaciones con la Santa Sede
preconciliar parecían ser inmejorables hasta el punto de que el 5 de enero de 1960, se recibió
una carta de Monseñor Tardi, director de la Secretaría de Estado de su Santidad en la que se
agradecía el envío de todos los números correspondientes a los años 1958 y 1959, de manera
efusiva [9]. Canadell, por lo demás, escribió un libro sobre el nacimiento del Estado de Israel
[10], sobre el advenimiento de la República [11] (con la consabida idea de la responsabilidad
masónica) y sobre la subversión de Bela Kun [12] que reduce a una clásica conspiración judeo-
masónica-bolchevique.
En relación a ¿Qué pasa?, la publicación de Cuffí i Canadell es mucho más intregista y apenas
interesada por otra que no sea las cuestiones religiosas. Ambas concentraron, a partir del
Concilio Vaticano II, sus ataques contra el aggiornamento de la Iglesia y en especial contra
algunos cardenales tachados de “judíos” (el cadenal Bea). En los ambientes de estas revistas
nació la idea de publicar lo que en realidad era una síntesis del antisemitismo católico a lo largo
de la historia. Se trató del libro Complot contra la Iglesia [13], firmado con el seudónimo de
“Maurice Pinay” (que seguramente era una firma colectiva) y que fue distribuido en su traducción
italiana a los asistentes al Concilio Vaticano II. El libro reúne en 696 páginas la historia del
antisemitismo con especial referencia a España, la presencia de judíos en movimientos
subversivos y, por supuesto, en el bolchevismo, así como la infiltración “judeo-masónica” en la
Iglesia. Todos los grupos, más o menos antisemitas de la época contribuyeron a su difusión y, aun
cuando no se conoce exactamente de dónde partió la iniciativa, si nos consta que todos estos
círculos contribuyeron a la difusión del texto.
Ya hemos mencionado a la Editorial Acervo como uno de los puntales del antisemitismo de
naturaleza católica y falangista. Hubo otra editorial que, frecuentemente publicó también desde
Barcelona, algunos textos antisemitas: Editorial Mateu, fundada por Francisco Fernández Mateu
que prolongó sus actividades entre 1945 y 1973. La principal actividad de esta editorial consistió
en ese período en publicar revistas para jóvenes, sin embargo, abordó también la publicación de
ensayos, de literatura clásica y de textos que tenían cierto predicamento en medios antisemitas,
en concreto, una edición de El judío internacional [14] y otra de los Protocolos de los Sabios de
Sión [15]. Así mismo publicó textos neofascistas y anticomunistas.
Lo mismo podría decirse de la revista SP editada por Rodrigo Royo. Falangista alistado en la
División Azul, Royo mantuvo siempre sus ideales falangistas y al regresar del frente ruso realizó
estudios de periodismo que culminó con el número 1 de su promoción en 1944. Entre 1945 y 1957
fundó y dirigió la revista SP (iniciales de “servicio público”). Tres años después pasó a dirigir el
diario Arriba, principal cabecera de la “prensa del Movimiento” franquista para marchar luego,
harto de la política española, como agregado de prensa en varias embajadas españolas. Al
retornar en 1965 volvió a publicar SP que luego tuvo una prolongación diaria que fracasó y
entrañó también la desaparición del semanario. Autor de numerosos libros, hay que escarbar algo
en ellos para encontrar alguna frase de carácter antisemita. Parece que alguna vez aludió a la
tesis del “complot judeo-masónico” como otros muchos de su generación, pero no se prodigó
excesivamente en este tema y desde luego en sus últimos años no habló del tema. En el diario y
en la revista, eso si, multiplicó artículos contrarios al Estado de Israel y a favor de la causa
palestina. Falleció el 25 de agosto de 1982.
Quien sí era más proclive a lanzar algún dardo en esta materia era el viejo jonsista, Juan
Aparicio, que en SP aludió alguna vez a la “audacia racista de los judíos” [17]. Amén de los
habituales alegatos a favor de los árabes al tratar sobre el conflicto palestino, naturalmente.
Poco más en lo relativo a SP que representaba a una de las corrientes falangistas del interior del
régimen franquista que tenía muy poco que ver con los sectores ultramontanos y nacional-
católicos, de los que Blas Piñar fue el último representante.
Quedaría por mencionar la revista Fuerza Nueva en la que encontramos algunos rasgos
contradictorios pero que encajan perfectamente con lo que hemos dicho hasta ahora sobre el
antisemitismo de Franco. Desde muy joven, Blas Piñar había manifestado un intenso interés
por los problemas religioso lo que le había llevado a ingresar en la Asociación Católica de
Propagandistas, en la Juventud Católica de Toledo y luego en Acción Católica de Murcia.
Piñar, entre 1957 y 1962, alternaba el trabajo en su notaría con la presidencia del Instituto de
Cultura Hispánica en donde “había manifestado un intenso filosefardismo” [18].
Relevado de su cargo a raíz de un artículo en el que se criticaba la política exterior de los EEUU
fue, sin embargo, procurador en Cortes y consejero nacional del Movimiento por designación
directa de Franco. En 1966 creó Fuerza Nueva que al año siguiente comenzaría a publicar la
revista del mismo nombre, matriz del partido que se constituiría ya en la transición. Ya
durante el franquismo surgían rumores en los ambientes de extrema-derecha sobre el
“filosefardismo” de Blas Piñar y se le vinculó a la Amistad Judeo Cristiana, sin embargo, esto
parecía ser contradictorio con la línea editorial de la iniciativa en la que Piñar no dudó en
publicar obras los cuatro gruesos volúmenes conspiranoicos de Jean Lombard [19], una
edición de los libros más famosos del historiador mexicano Salvador Borrego (que sin
definirse como antisemita, es obviamente hostil hacia el judaísmo) Derrota Mundial [20] e
Infiltración Mundial [21].
Álvarez Chillida le atribuye una doctrina “antisemita” similar a la profesada por Franco: no habría
que confundir el judaísmo sefardí con los “kázaro-judíos” [22] de los que derivarían todas las
subversiones, masonería y bolchevismo incluidos. Influía también el hecho de que Blas Piñar
tuviera en muy alta estima a Horia Sima, el último representante de la Guardia de Hierro
rumana, exiliado en España y que este movimiento fuera extremadamente antisemita. Si todo
esto es cierto, Piñar, católico a machamartillo, compartía el mismo punto de vista del
filosefardismo español, con Franco a la cabeza: no había que confundir entre los judíos
sefardíes y los azkenazíes que Piñar llamaba “kázaros”.
Hay que recordar igualmente a la Editorial AHR, radicaba en Barcelona y gestionada por personas
vinculadas a los medios tradicionalistas (en concreto, Maria Rosa Urraca Pastor, “pasionaria” de
la Comunión Tradicionalista) próximos al Movimiento franquista, que publicaron también libros
que podían ser considerados como antisemitas, pero mucho más exactamente antimasones. Sin
embargo, esta editorial en los años 70 dio un “giro copernicano” en los años 70, publicando las
obras de Alec Mellor [23], un autor que puede considerarse próximo a la masonería. AHR publicó
también otras obras que podían satisfacer a los neo-nazis de la época, pero no fue nunca una
editorial antisemita.
En esta y en las obras que siguieron –y esto explica que ABC que apoyaba a la monarquía
representada por Juan Carlos de Borbón- sostenía la tesis de que la creación del carlismo tras a
muerte de Fernando VII había sido una “operación judeomasónica” para dividir el campo
monárquico, debilitarlo y facilitar la acción de las logias. De paso, incluye el texto de los
Protocolos de los Sabios de Sión. Volverá a tratar el tema en Carlismo y Masonería: tácticas
alucinantes [25]. Luego aparecerán Política y masonería [26] y Estado y masonería [27].
Seguirán otros títulos hasta 1975. Este monárquico prodiga elogios al Opus Dei al que considera
como “el nuevo frente de la vanguardia católica cuyos procedimientos son adecuados al talante
del enemigo a quien combate, con una sabia estrategia, religiosa, social, política y financiera,
con el empeño de restaurar el ideario tradicionalista en el curso de los próximos decenios”.
De acrisolada fe juancarlista, es posible que esto y las dentelladas que prodigaba a la rama
carlista, amén de sus buenos contactos en la cúspide de la aristocracia borbónica, le abrieran las
puertas de ABC, diario que, en la época, no compartía ni remotamente los postulados de
Plantada. Se remonta a los primeros años del cristianismo para demostrar que, desde ese
momento, los judíos intentaron hacerse con el control del cristianismo. Así pues, la
orientación de su antisemitismo sigue siendo religiosa, porque a fin de cuentas es de
antisemitismo de lo que debemos hablar. Remonta el actual ciclo histórico a la revolución ingresa
del XVII “experimento judaico que da origen a la masonería internacional” [28].
No hay gran cosa, pues, de original en estos textos que aparecieron durante el tardo-
franquismo y pasaron completamente desapercibidos para la opinión pública, si bien el autor
debió cuidarse de difundirlo entre los medios aristocráticos que conocía bien. La revista ¿Qué
pasa? fue el único medio que se hizo eco de la obra del Marqués de Valdelomar a poco de
aparecer y le dedicó un artículo en el que intentaba resumir la complicada trama que presentaba
y que puede resumirse así: la masonería es un arma del judaísmo, la revolución comunista es
de fuente judeo-masónica, el proceso para destruir la cristiandad se basa en tres fases:
golpes de Estado contra las monarquías para implantar sistemas monárquicos
constitucionales, luego golpes contra las monarquías constitucionales para implantar
repúblicas y, finalmente, golpe contra las repúblicas para convertirlas en Estados comunistas
[29. El marqués falleció en 2005.
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