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si de ordinario en el trafico jurídico los negocios
obligacionales se dan entre sujetos fijos y determinados, hay supuestos, si bien
excepcionales, en los que el acreedor o el deudor, o ambos a la vez, ni son
conocidos individualmente en el momento de constituirse la obligación, ni son
invariablemente los mismo desde que la obligación nace hasta que se extingue.
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la primera clasificación de los contratos atiende a la
causa civilis determinante de su perfeccionamiento y, como hemos señalado,
abarca los contratos verbales, literales, reales y consensuales. Dentro de estos
tipos caben distinguir los contratos formales de los no formales. En los verbales
y literales el consentimiento se prestaba dentro de una determinada forma
prescripta por la ley, oral en los primeros, escrita en los segundos. Eran no
formales los contratos reales y los consensuales.
son dos
antiguas formas de contratar nacidas al amparo de las disposiciones del
derecho quiritario, muy poco conocemos acerca de tales instituciones, ya que
los jurisconsultos clásicos nos hablan de las mismas como antigüedades
caídas en desuso y los autores modernos discuten su origen, su naturaleza y
sus modalidades. Según la opinión más general, las obligaciones contractuales
nacían antiguamente del nexum, voz que derivaba del termino nectere, que
significaba ligar, con lo cual se indicaba el lazo o atadura que sometía al
deudor con respectó al acreedor. Era un negocio solemne, que se
perfeccionaba como la mancipatio, modo típico usado por los romanos para
transmitir la propiedad de las res mancipi. Al lado del nexum los romanos
conocieron desde la antigüedad otra forma de crear obligaciones contractuales
amparadas por el derecho quiritario: la sponsio, que acaso en un principio solo
cumplió funciones de garantía. Como negocio jurídico iure civil, la sponsio
estuvo reservada a los ciudadanos romanos y se la celebraba oralmente,
mediante una interrogación formulada por el acreedor con el uso de la típica
formula ¿spondes?, a los que el deudor respondía: spondeo. Una vez
pronunciada las palabras solemnes prescritas por la ley, el vínculo obligatorio
quedaba formalizado y el rigor formalista era tan absoluto, que no estaba
permitido el uso de ningún otro verbo para constituir la relación obligacional.
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figurae, podía ser diversificada en dos especies autónomas, la de los
cuasicontratos y la de los cuasidelitos. Dentro de la primera de estas formas las
fuentes justinianeas comprendieron diversas figuras de obligaciones que
derivaban de actos lícitos que podían asimilarse a algunos contratos. De ella se
decía que nacían quasi ex contractu, y los intérpretes terminaron por
designarlas con el nombre de cuasi contratos.
el derecho romano, considero delito todo acto ilícito castigado por una
pena, conoció desde antiguo dos categorías de delitos. Los públicos, llamados
crimina, que lesionaban a la comunidad como tal y que el Estado perseguía y
sancionaba con una pena publica, y, los delitos privados, denominados delicta
o malefecia, que eran hechos antijurídicos que provocaban lesión a un
particular, a su familia o su patrimonio, y que se castigaban con un pena
privada de carácter pecuniario.
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Las consecuencias jurídico-privadas que derivaban de un delito, rebasaban la
esfera propia de los actualmente llamados actos ilícitos, pues el
correspondiente proceso civil romano no solo se pretendía obtener un
resarcimiento del daño patrimonial sufrido, sino también una pena, esto es, un
castigo, que se infligía al autor para que expiara su delito y diera satisfacción a
la víctima.
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ninguna responsabilidad acarreaban, como sucedía con el caso fortuito y la
fuerza mayor. Tales son los supuestos que estudiaremos a continuación.
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con su crédito. Había, pues, dos clases de garantías: las garantías reales y las
garantías personales. De las primeras, que se daban a través de tres
instituciones que se presentaron en el curso del desarrollo histórico del derecho
de Roma, la fiducia, el pignus, y la hipoteca. Nos quedan por considerar ahora
las garantías personales, dentro de las cuales distinguiremos las que derivaban
del propio deudor, de las que asumía otra persona por él, y que se
denominaban “intersecciones”.
un tercero podía
garantizar una deuda de otra persona con su propio crédito. En el caso había
intersección, que significa cualquier clase de asunción de una obligación ajena.
La intercesión podía presentar dos formas: “intercesión privativa”, cuando el
tercero asumía la obligación liberando al deudor, e “intercesión cumulativa”,
cuando el tercero se obligaba junto con el deudor principal.
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En el derecho quiritario, sin embargo, el simple cumplimiento de la prestación
no extinguía el vínculo, y si la obligación se había constituido por un contrato
solemne, como fueron los del primitivo derecho, era menester para su extinción
una análoga e inversa solemnidad.
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