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Visado cultural, cultura policial

Antonio Caballero
12 julio 2003
En 2001, seis intelectuales de Colombia firmaron una carta de protesta
contra la exigencia de visado a los colombianos para entrar en España. Una
medida que muestra la restricción de los derechos de las personas en favor
de los del capital.

Los colombianos que quieren viajar a España son, somos, cientos de miles.
Por motivos políticos, o económicos, o simplemente turísticos. Legal o
ilegalmente, con papeles o sin ellos. Papeles burocráticos o papeles
literarios. Los que yo tengo son de los primeros, pero pienso ahora en los
que tuvo mi padre, que escribió hace cincuenta años un libro de amor a
España titulado Ancha es Castilla. Porque muchos colombianos nos
sentimos, si no exactamente españoles, sí hispanófilos. Nos gusta España.
Como decía Eduardo Caballero Calderón en la primera frase del libro que
acabo de mencionar, cuando venimos aquí no tenemos la impresión de
llegar, sino la de volver.

Esto viene a cuento porque hace un par de años, cuando el Gobierno


español empezó a exigirles visado a los colombianos que pretenden viajar a
España, unos cuantos escritores y artistas quisieron protestar desde el lado
de allá. Los encabezaban el novelista García Márquez y el pintor Fernando
Botero, y su forma de protesta era bastante ingenua: consistía en no aceptar
ellos, los famosos, ninguna invitación oficial ni privada para visitar España
mientras estuviera vigente el visado obligatorio para los colombianos del
común. El argumento era muy simple: España es tan nuestra -de los
colombianos, de los paraguayos, de los venezolanos, de los mexicanos...-
como ha sido siempre América de los españoles que han querido ir allá,
con papeles o sin ellos. Los conquistadores del siglo XVI, los exiliados
políticos de la Guerra Civil o los banqueros y empresarios de la "España
que va bien" de estos últimos tiempos. Para no hablar de los toreros ni de
los cantantes: fue Enrique Iglesias -el cantante español, no el economista
uruguayo- quien definió a Miami como "la capital de América Latina".
Para no hablar tampoco de los poetas. Y para no mencionar, por supuesto,
esa palabra que en España se está volviendo una mala palabra: la palabra
"lengua" (como en "lengua española", por ejemplo); esa lengua que
también viajó a América para quedarse.

El argumento de los que protestaban era pues, como salta a la vista, un


argumento de índole estrictamente cultural.

Pero como era de suponer, la protesta no tuvo ningún éxito. El visado sigue
siendo obligatorio, y no sólo para los colombianos sino para la mayor parte
de los ciudadanos de los países de América (pero no para los
estadounidenses: ¿acaso no vivimos en un mundo globalizado?). Y los
rebeldes -García Márquez, Botero y los demás- hoy sin duda lamentan
amargamente haberse metido en camisa de once varas al pretender ganarle
un pulso a la burocracia europea. El visado no es un capricho del Gobierno
español, sino una imposición de Europa, que una vez más ha designado a
España guardiana de las fronteras de la civilización.

Así lo ha sabido ver, mejor que los ingenuos colombianos que creyeron que
su protesta podía servir de algo, el artista conceptual español Santiago
Sierra, autor de la controvertida contribución que representa a España en la
Bienal de Venecia: un pabellón cerrado a cal y canto, y sin nada por dentro,
al cual no se permite el acceso sino a los visitantes que presenten el
pasaporte español. Pues la obligatoriedad del visado es de índole tan
cultural como la protesta misma. Nada puede tener mayor impacto cultural,
en efecto, que la decisión de blindar un continente entero a la inmigración
extrajera. Y, a la vez, nada refleja mejor los valores de la cultura imperante:
una cultura policial, basada en la restricción creciente de los derechos de
las personas en nombre de la expansión -globalizada- de los derechos del
capital.

(Sobra aclarar que si digo estas cosas es porque desde hace años tengo
doble nacionalidad: colombiana y española).
Antonio Caballero (Bogotá, 1945) es periodista y autor del libro Los siete
pilares del toreo (Espasa).

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de julio de


2003

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