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Macarenia clavigera

Macarenia clavigera es una fanerógama de la familia de las


podostemáceas, propias de ambientes tropicales y subtropicales.
Adaptada a suelos duros, resiste con su movimiento ondulante los
continuos embates del agua.
Olivier Grunewald
Foto: Olivier Grunewald
4/7

Rojo carotenoide
Macarenia clavigera es la responsable de las tonalidades rojizas en Caño
Cristales.
Olivier Grunewald
Foto: Olivier Grunewald

5/7

Iguana iguana
Las iguanas son habituales en la zona de Caño Cristales. Si se sienten
amenazados, estos reptiles son capaces de lanzarse al río desde alturas
considerables.
Olivier Grunewald
Foto: Olivier Grunewald
6/7

Opisthocomus hoazin
El hoatzín es conocido en Colombia como pava hedionda. En su
estómago alberga un ejército bacteriano que descompone los vegetales
que ingiere, lo que le confiere un olor parecido al estiércol.
Olivier Grunewald
Foto: Olivier Grunewald
7/7

Tierra de tepuis
Caño Cristales nace cerca de los tepuis más antiguos de la sierra de La
Macarena. Otros caños, como Indio, Canoas y Yarumales, fluyen por la
región, pero ninguno iguala a este en tan impactante colorido.
Olivier Grunewald
Foto: Olivier Grunewald

Caño cristales: el río que escapó del Paraíso


Rojo, amarillo, negro, azul. Caño Cristales exhibe una auténtica paleta de
colores a su serpenteante paso por un paraje excepcional, el Parque
Nacional Natural Sierra de La Macarena. Este territorio, ubicado en el
departamento del Meta, en el centro de Colombia, recobra la calma
después de largos años de conflictos armados que lo han mantenido
inaccesible al público hasta su reapertura, hace apenas cuatro años.
Todo empezó a mediados del siglo pasado, cuando miles de
campesinos se asentaron aquí tras ser expulsados violentamente de
su tierra natal y se desató un pulso por la tierra que acabó
degenerando en una lucha entre fuerzas gubernamentales, grupos
paramilitares y narcotraficantes que se prolongaría durante
décadas. Pero el parque ha abierto sus puertas de nuevo, y lo ha hecho
con la intención de convertirse en uno de los destinos ecoturísticos más
importantes de Colombia.

La región alberga el 25 % de los bosques tropicales


y el 15% del agua dulce del planeta
Y es que esta tierra, por la que discurre Caño Cristales, es única, tanto
por su biodiversidad y el alto número de endemismos que alberga,
como por ser uno de los lugares con más solera geológica del planeta. A
caballo entre el piedemonte andino y la selva amazónica, esta serranía
situada a 150 kilómetros al sur de Bogotá se originó hace 1.200 millones
de años. Forma parte del escudo guayanés, una inmensa formación
rocosa que se extiende por Colombia, Venezuela, Brasil, Guyana,
Surinam y Guayana Francesa, calificada como una de las zonas más
antiguas de la Tierra. Y una de las más ricas en diversidad de especies,
que encuentran en esta extensa región el 25 % de los bosques tropicales
y el 15% del agua dulce del planeta.
Aquí, en esta sierra antediluviana, salpicada de mesetas abruptas, con
paredes verticales y cimas planas, denominadas tepuis, y multitud de
abrigos inexplorados llenos de pinturas rupestres, Caño Cristales es
conocido también con otras denominaciones más poéticas, como «el río
de los cinco colores» o «el río que escapó del Paraíso». No importa que
durante la mayor parte del año sea una simple corriente de agua que
desciende por los recovecos de las rocas y los saltos con mayor o menor
fuerza a tenor de las lluvias imperantes. Lo que hace a este caño
(denominación local que hace referencia a los ríos de corto recorrido)
distinto y singular es que durante unos tres meses al año ofrece una
auténtica explosión cromática.
El espectáculo empieza en julio, cuando las precipitaciones torrenciales
propias de la estación lluviosa aminoran y el nivel de agua desciende. Es
entonces cuando se gestan las condiciones ideales para que una de las
especies vegetales que habitan bajo sus aguas,
una fanerógama acuática y endémica llamada Macarenia clavigera,
florezca y se torne extremadamente vistosa, con multitud de hojas de un
tono entre rojo y fucsia que ondean bajo el agua como la cabellera de
una ninfa. La floración alcanza su máximo esplendor entre septiembre y
noviembre. La especie exhibe ese color tan intenso gracias a
los carotenoides, unos pigmentos típicos de los organismos
fotosintéticos que protegen las plantas de la oxidación y de los
rayos UVA y que se activan a medida que la radiación solar incide
sobre la planta de forma más directa, debido a la merma del
cauce. Luego, en noviembre, cuando las aguas se secan, la planta entra
en su fase reproductiva, durante la cual el parque cierra temporalmente.
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Fotografías

«Hace algunos años que oí hablar de Caño Cristales por primera vez,
pero entonces La Macarena era un territorio peligroso y conflictivo al que
no era recomendable viajar –explica el fotógrafo Olivier
Grunewald, autor de las imágenes de este reportaje–. Luego la situación
mejoró, social y económicamente, y decidí que había llegado el momento
de visitar este lugar primigenio y peculiar.» Grunewald voló hasta Bogotá
y desde allí viajó unas cinco horas en coche hasta Villavicencio, donde
un pequeño aeroplano lo trasladó a La Macarena. Una vez allí, realizó un
tramo en barca, otro en todoterreno y, finalmente, anduvo unas horas
hasta alcanzar su destino.

«Es un paisaje increíble, parece irreal, nunca antes había visto nada
parecido –reconoce el fotógrafo–. Los colores forman una combinación
de tonos rojos, verdes y amarillos que destacan sobremanera bajo el
intenso azul del cielo, y el agua discurre sobre arena dorada y curiosas
formaciones rocosas esculpidas por la erosión. No es de extrañar que
haya sido descrito como uno de los lugares más bonitos del mundo.»

El río es un símbolo medioambiental de la nación,


un lugar donde confluyen la Orinoquia, la
Amazonia y el Bosque Andino
Cierto. Caño Cristales suele aparecer en esos listados que enumeran los
«rincones que hay que ver antes de morir». Aunque es un río de corto
recorrido –apenas un centenar de kilómetros–, está lleno de saltos,
pozas y cascadas que aumentan el impacto visual que ya de por sí
causan las tonalidades de este lugar, un lugar que poco a poco parece ir
recuperando la paz perdida.
«En la localidad de La Macarena llamaba la atención observar las calles,
llenas de militares y policías. Pero tanto ellos como los lugareños se nos
acercaron para charlar, contentos al ver extranjeros en sus tierras. Hoy el
ambiente es tranquilo. Sin duda la gente está deseosa de dejar atrás
esos años tan difíciles», cuenta Grunewald. El Gobierno también trabaja
para lograrlo, y por eso promociona Caño Cristales y el Parque Nacional
Natural Sierra de La Macarena, creado en 1971, como una de las
principales rutas ecoturísticas del país. Según palabras del Ministerio de
Medio Ambiente de Colombia, el río es un símbolo medioambiental de la
nación, un lugar donde confluyen la Orinoquia, la Amazonia y el Bosque
Andino, y una de las áreas de interés ecológico más antiguas de América
del Sur.

Quizá por eso habite aquí una de las aves vivientes más primitivas,


el hoatzín, a la que le gusta anidar en árboles próximos a los cursos de
agua. Pero el parque también es morada de osos hormigueros, jaguares,
pumas y venados, varias especies de primates, multitud
de reptiles y anfibios y miles de invertebrados. Curiosamente, lo que no
veremos en las claras aguas de Caño Cristales son peces. No los
hay, porque en estas aguas exentas de sedimentos no encontrarían
alimento.

Una peculiaridad más de este recóndito territorio que se consolida hoy


como un destino turístico al alza. Un lugar que inicia una nueva etapa y
que aspira, sobre todo, a implantar un rotundo cambio en el uso de la
tierra: algunas de las pistas forestales que las FARC construyeron para
transportar coca se utilizan hoy para que los turistas accedan a un río
que, para muchos, parece huido del mismísimo Paraís

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