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Es La Pena de Muerte Una Verdadera y Justa Solución
Es La Pena de Muerte Una Verdadera y Justa Solución
”
"Es mejor y más satisfactorio liberar a un millar de culpables
que sentenciar a muerte a un solo inocente".
Maimónides, el sabio sefardita
Para tal fin, a través de la historia, cada estado en el mundo que ha aprobado o aprueba
dicha sanción, ha utilizado métodos distintos entre los que están la horca, la quema, el
fusilamiento, la decapitación, la cámara de gas, la inyección letal, la silla eléctrica y la
lapidación; todos ellos sin duda, son muestra de cómo el castigo de un ser humano
-representante de la ley/estado- hacia otro ser humano – condenado- puede llegar al
extremo de lo más cruel, inhumano y degradante. Evidentemente, se le está negando a
quien se equivoca, la posibilidad de reparar su daño y de asumir consecuencias que le
ayuden, no solamente a ser consciente de su mal proceder, sino de cambiar y ser
resocializado. Siendo así, creo que la pena de muerte no deja de ser un síntoma de una
cultura de violencia, y no su solución. Es pues la confirmación de que en pleno siglo
XXI se sigue creyendo que la salida de un problema está en eliminar y no es
reestablecer.
Ahora bien, los que la defienden entienden que la pena de muerte sirve no sólo como
castigo ante determinados delitos denominados “delitos capitales”, sino como ejemplo
para el resto de ciudadanos, buscando la reducción de estos delitos. Asimismo, quienes
están a favor de la aplicación de esta pena, argumentan de la siguiente manera: “El
castigo debe ser de igual proporción al daño producido. Es decir, estamos ante la famosa
frase "ojo por ojo". La relación se hace en forma pareja. Todo aquel criminal que realice
un crimen, especialmente el homicidio, merece una pena igual al daño que ha causado.
Por tanto, si mata, ese individuo merece la muerte. Analizando desde ese punto de vista,
se podría afirmar que la pena de muerte, en teoría, es una sanción justa o al menos que
busca la justicia para la víctima.” (Cáceres Ramírez, 2019)
En este orden de ideas, tal como lo dice Amnistía Internacional, “la pena de muerte solo
constituye una violación de derechos humanos y, en particular, del derecho a la vida y
del derecho a no sufrir tortura ni tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes. Estos
dos derechos están consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos,
adoptada en 1948 por las Naciones Unidas.” (Amnistía Internacional, 2018) Asimismo,
este movimiento activista menciona que muchas de las muertes dadas bajo esta pena se
han hecho de forma indiscriminada y como herramienta política para castigar a
opositores políticos; y en otros casos, se ha realizado sin haber descartado el riesgo de
ejecutar personas inocentes. Un ejemplo de este último caso se ha dado en los EEUU,
lugar donde, según investigaciones, “el 4,1% de las condenas a muerte se debe a errores
judiciales” (Salas, 2014) Además, hay que tener en cuenta que “no todos los
delincuentes actúan racionalmente. Es más, no es racional ser delincuente. Hay personas
que cometen delitos por factores culturales (tal como el honor, el reconocimiento, la
formación previa), circunstanciales (como la droga, el alcohol, la necesidad económica)
o patológicos, que no responden a la descripción arquetípica del hombre racional, que,
en todo momento, respondiendo al instinto de supervivencia, elegiría vivir a enfrentar la
muerte” (Sepúlveda, 2018) Siendo así, bajo estas circunstancias, ¿sería justo y una
verdadera solución someter a alguien a la pena de muerte?
Finalmente, se podría asegurar que este tipo de condena solo es muestra de un retroceso
de la evolución humana. Ya lo expresó Albert Camus en su texto “reflexiones sobre la
guillotina”: “se trata de un sentimiento, particularmente violento, no de un principio. El
‘ojo por ojo’ pertenece al orden de la naturaleza y del instinto. Si el crimen pertenece a
la naturaleza humana, la ley no pretende imitar tal naturaleza. Está hecha para
corregirla." (Camus, 1957, citado por Rodríguez, 2016) Así pues, no queda más que
cuestionarnos como sociedad cuando, por ejemplo, se le reclama al Congreso que
apruebe la pena de muerte para violadores de niños en Colombia como si esto
garantizara el fin de las violaciones o la protección real de los niños. Verdaderamente,
creer que al aplicar esta pena se acabará con el problema, nos hace estar cada vez más
lejos de remediarlo; entonces más bien preguntémonos ¿garantiza la pena de muerte el
fin del crimen o del mal?
Referencias bibliográficas