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MAGNIFICA

Glorifica mi alma al Señor,


y mi espíritu se llena de gozo,
al contemplar la bondad de Dios,
mi Salvador.
Porque ha puesto la mirada en la humilde sierva suya,
y ved aquí el motivo por el que me tendrán por dichosa y feliz,
todas las generaciones.
Pues ha hecho en mi favor,
cosas grandes y maravillosas,
Él que es Todopoderoso.
Su nombre es infinitamente Santo,
y su misericordia se extiende de generación en generación,
sobre aquellos que le temen.
Extendió el brazo de su poder,
y disipó el orgullo de los soberbios,
trastornando sus designios.
Desposeyó a los poderosos;
y elevó a los humildes.
A los necesitados los llenó de bienes,
y a los ricos dejó sin cosa alguna.
Exaltó a Israel, su siervo,
acordándose de él por su gran misericordia y bondad.
Así como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y toda su descendencia,
por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIÓN LA MAGNÍFICA EN LATÍN
Magnificat anima mea Dominum,
et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo,
quia respexit humilitatem ancillae suae.
Ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes,
quia fecit mangna qui potens est,
et sanctum nomen eius,
et misericordia eius ad progenies timentibus eum.
Fecit potentiam in brachio suo,
dispersit superbos mente cordis sui,
deposuit potentes de sede,
et exaltavit humiles,
esurientes implevit bonis,
et divites dimisit inanes.
Suscepit Israel puerum suum recordatus misericordiae  suae,
sicut locutus est ad patres nostros Abraham et semini eius in saecula.

ORACIONES A SAN MIGUEL ARCÁNGEL

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las


perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu
príncipe de la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a
los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición
de las almas.

Amén.

Para pedir la protección del Cielo:

Oh gloriosísimo San Miguel Arcángel, príncipe y caudillo de los ejércitos


celestiales, custodio y defensor de las almas, guarda de la Iglesia, vencedor, terror
y espanto de los rebeldes espíritus infernales. Humildemente te rogamos, te digne
librar de todo mal a los que a ti recurrimos con confianza; que tu favor nos ampare,
tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable protección adelantemos
cada vez más en el servicio del Señor; que tu virtud nos esfuerce todos los días de
nuestra vida, especialmente en el trance de la muerte, para que, defendidos por tu
poder del infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este
mundo seamos presentados por tí, libres de toda culpa, ante la Divina Majestad.

Amén.

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