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Gabriel Maccione
Solo un instante

@gabrielmaccioneautor

@gabriel.maccione.a

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Habían pasado dos horas más o menos desde las seis de la tarde, de
uno de esos días de invierno en los cuales el sol se retira bastante
temprano. Una espesa bruma flotaba en el aire, acompañada de la baja
temperatura que no superaba los cinco grados, generaban que las
tranquilas calles de nuestro barrio estén casi desiertas. El silencio
imperante sólo era interrumpido por algún colectivo pasando por Avenida
de Mayo a sólo tres cuadras. Yo estaba en mi cuarto, en la planta alta
terminando un trabajo práctico para la facultad, sentado frente a la
computadora intentando encontrar los últimos datos para cerrar mi
informe estadístico acerca de la evolución de la balanza comercial. Por la
ventana ubicada sobre la cama se podía observar la entrada de mi casa.
Las luces de marcha atrás de la camioneta de mi padre maniobrando para
entrar de culata al garaje me distrajeron, pero la mirada y la
concentración continuaron en el monitor intentando que la idea no se
disipe en mi cerebro.
De repente un fuerte estallido, seguido por el crujir de la goma
contra el asfalto cortó el inmenso silencio instalado en el aire.
Simultáneamente con este estruendo al levantar la mirada pude
observar cómo un auto de color negro, un Bora o un Vento creo, a toda
velocidad se iba, el portón de mi casa se estaba cerrando, pude
comprender que mi papá era quien había accionado el cierre de éste para
evitar el ingreso de esa gente a la casa.
Mientras entendía qué estaba sucediendo en la vereda, como un resorte
de la silla despedido salté y fue ese el momento cuando al levantarme
pude ver a mi padre con medio cuerpo fuera del vehículo, evidentemente
el disparo escuchado, en él había impactado.
De mi cuarto a los gritos salí en busca de la escalera, en el camino mi
hermano que nada sabía pues su cuarto da hacia el jardín, a mi carrera se
sumó. Mientras que, con grandes zancadas ganaba la escalera, me palpé
el bolsillo lamentando no traer conmigo al celular para llamar al 911. En la
cocina antes de atravesar la puerta que nos conducía al garaje, mi mamá
entre llantos y gritos exclamaba:
- ¡Lo mataron, lo mataron!
Los tres, por el portón, corriendo salimos. La puerta de la camioneta
estaba a medio abrir, mi papá con el brazo apoyado sobre la ventanilla
estaba desvanecido, un color rojo había teñido su camisa blanca, producto
del disparo recibido.
El primero en llegar a él fui yo, aunque le costaba demasiado, aún
respiraba, me di cuenta de la imposibilidad de que pudiera esperar la

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llegada de la ambulancia, fue entonces cuando, con ayuda de algún vecino
y mi hermano, al asiento del acompañante lo pasamos. Yo conducía, mi
mamá asomada por entre las butacas delanteras le acariciaba la frente, y
le repetía cuánto lo amaba, mientras mi hermano detrás mío en absoluto
silencio estaba sentado.
A toda velocidad, tocando bocina ininterrumpidamente,
atravesando semáforos en rojo por Avenida de Mayo nos dirigíamos,
éramos seguidos muy de cerca por algunos vehículos, supongo serían los
vecinos. Las quince o veinte cuadras que nos separaban del Sanatorio San
Juan de Dios parecían ser kilómetros y kilómetros. Cuando a escasos 200
metros estábamos, casi llegando, cruzando la barrera de Belgrano, del
sutil y compungido “te amo” que le repetía mi mamá, paso a un
desesperado “¡Aguantá, aguantá!”
Al ingresar por la dársena de ambulancia, no sé cómo se habrán enterado,
pero algunos paramédicos nos estaban esperando, quizás fue el ruido de
la frenada que los advirtió de una emergencia.
Antes de que terminemos de bajar de la camioneta, a una camilla con una
practicidad asombrosa los enfermeros lo pasaron. Por un largo pasillo de
color blanco, con bancos a ambos costados atestados de gente, los
médicos y nosotros corríamos. Al atravesar una puerta de dos hojas vaivén
nos detuvieron, mientras ellos con mi padre continuaron.
A unos veinte metros de donde nos quedamos, por las ventanitas de
esas puertas pude ver a mi padre rebotar una y otra vez contra la camilla
producto de los electrodos que le estaban aplicando, al cabo de unos
cinco minutos nomás, desistieron de seguir intentándolo;

papá quedó desplomado sobre la camilla mientras un doctor alto, que


parecía ser el jefe, a una chica con un ambo de color azul, algo le dictaba.

Mi nombre es Ezequiel, tengo 23 años, soy el hijo mayor de un


matrimonio normal, muy unido. Marcelo mi padre tiene o mejor dicho
tenía 50, Laura, mi mamá de 46 y por último Franco, mi hermano de 16
años, estos somos los cuatro integrantes de lo que, hasta hoy, era una
familia… Nosotros, los Villán, formamos parte de la clase media
acomodada, mi papá ingeniero civil en sociedad con mi tío, el marido de la
hermana de mamá, tienen una empresa dedicada a la industria plástica.
Siempre el negocio funcionó de manera correcta, pero afortunadamente
fruto de mucho trabajo, desde hace algunos años la apertura del mercado
brasileño, para la empresa que nunca había exportado, le ha generado un
crecimiento exponencial.

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Dicha situación, ante mi indecisión adolescente, provocó que eligiera la
carrera de Comercio Internacional, estoy a seis meses de concluirla.
Mi mamá es profesora de educación física, tiene un pequeño gimnasio a
dos cuadras de casa, vaya a saber uno por cuál situación nunca arrojó
ganancia, es más, no era extraño que los últimos días del mes precise
algún salvavidas financiero por parte de papá para cubrir las últimas
cuentas.
Ellos tenían un matrimonio muy unido, se llevaban realmente bien,
muchos amigos, salidas, viajes, algunos de estos sin nosotros, cuando
éramos chicos nos quedábamos en lo de los abuelos. Básicamente, podría
decirse que la vida que ellos transitaban era anhelable por cualquier
mortal.

En lo que respecta a mí, como ya comenté, estudio; estoy


terminando Comercio internacional en la Universidad de la Matanza,
colaboro en la empresa familiar, hoy más que una colaboración es un
trabajo, motivado por las exportaciones que no paran de crecer y el
responsable de estas soy yo, paso más de ocho horas diarias en la oficina.
A nivel personal siempre fui una persona exageradamente responsable,
siempre deseé que las cosas me importen un poco menos. Además de mis
obligaciones, suelo hacerme cargo de cosas que no son mi
responsabilidad, soy así, me interesa estar en todo, en ocasiones me hace
mal, me siento superado por las presiones autogeneradas.

El último integrante de la familia aún no descripto es mi hermano


Franco, tiene 16 años, y es todo lo opuesto a mí, no le importa
absolutamente nada, repitió dos veces, mis padres ya no saben cómo
extorsionarlo para hacerlo reaccionar. Es de esos chicos que nada lo
afecta, le han sacado la play, la tele y demás, él continua en su mundo sin
inmutarse, pareciera encontrar todo lo que precisa dentro su mente.
Desde chico siempre ha recibido asistencia profesional, por momentos
dudo de su eficacia, éxitos alcanzados son nulos. De la empresa ni hablar,
no le interesa, ni siquiera el dinero o lo que se puede conseguir con la
plata lo motiva. Yo, como hermano mayor, he tenido charlas eternas,
intentando hacerle entender de qué trata la vida al menos para mí.
Imagino, a partir de ahora con la falta de mi papá y como hombre mayor
en el hogar, de todas las tareas de las cuales me tendré o elegiré hacerme
cargo, Franco será la más difícil.

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Más allá de mi familia, la de mi casa, nosotros cuatro, no hay mucho. Por
el lado de mi papá no queda nadie, mis abuelos han fallecido cuando yo
era muy chico, casi no los recuerdo. A mi padre lo han adoptado cuando
tenía apenas meses, había sido abandonado en una iglesia en la provincia
de Misiones.
Fue entonces cuando por intermedio del cura de la parroquia del barrio,
quien estaba al tanto del deseo de mis abuelos de adoptar, pues mi abuela
en una operación había perdido la posibilidad de concebir, los contactó y
facilitó toda la burocracia. La espera hasta que el ansiado bebé a ellos
llegó, duró más de diez años, ya habían pasado ampliamente los cuarenta,
por eso cuando fallecieron a pesar de que mi papá no era muy grande,
ellos estaban muy mayores. Ambos se han ido en el mismo año, con
apenas meses de diferencia, papá dice que ellos no podían vivir sin estar
juntos y mi abuelo hizo lo imposible para acompañar a su mujer y al cabo
de cuatro meses lo consiguió. Mi único recuerdo de ellos es amor, y creo
es la mejor enseñanza que me han podido regalar. Mi viejo siempre habló
con orgullo del matrimonio de sus padres, y más de una vez aseguró
intentar imitar sus costumbres en nuestra familia. Papá, al margen del
eterno agradecimiento hacia ellos por darle la posibilidad de ser hijo, estas
son las palabras por él utilizadas al referirse al tema, hasta el último
instante de sus vidas se ocupó de todas sus necesidades y más. Hermanos
no tubo, solo un tío por parte de mi abuela, lo poco conocido de él, es que
en una reunión hizo alguna referencia de mal gusto con respecto a la
adopción, situación que motivó el distanciamiento para siempre.

Mi mamá tiene una hermana, Sandra. Su esposo es Horacio, socio


de papá en la empresa, la relación entre ellas no es mala, pero a medida
que fueron transcurriendo los años, las reuniones se tornaron más
esporádicas, sólo para cumpleaños y fechas particulares como las fiestas.
El tío, y también papá, evitaban traer a la mesa temas laborales, quienes
se encargaban de dicha tarea sin estar dentro de la compañía eran las
hermanas Pug.
Al no conocer la dinámica del negocio hacían un mundo de situaciones
cotidianas, generando arduas discusiones que viraban a cuestiones
personales transformando dichos encuentros en insoportables, dando
lugar al distanciamiento actual. Tienen un hijo, Cristian, me lleva diez
años, es muy independiente, hace muchísimo que no lo veo. Se la pasa
viajando por los cinco continentes, trabaja algunos meses, junta dinero y
continúa con su periplo. El contacto con la familia es nulo, hasta con sus
padres es poco frecuente, ni siquiera por redes sociales supimos generar

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un vínculo. Los únicos que realmente, sólo con su presencia generaban
buenos momentos eran mis abuelos, los papás de mi madre, el Lelo y la
Lela, a medida que voy creciendo llamarlos así me avergüenza, pero es
que la relación mía con ellos siempre fue como cuando era un niño, nada
cambió, eran tan importantes para mí que generan que el tiempo se
detenga, los siento mi única familia y creo que para todos en casa era así,
incluido mi padre.
Las puertas blancas, detrás de las cuales estábamos nosotros, se
abrieron. El médico, ese que parecía jefe se apersonó, no hicieron falta las
palabras, sólo un gesto bastó para confirmar mis presunciones, el Doc.
abrazó a mi mamá, yo a mi hermano, y en segundos un griterío se generó.
Muchas personas nos rodearon, creo no conocer ni a la mitad. Mi mamá
parecía desvanecerse, mi hermano sin inmutarse como siempre, sólo
alguna lágrima se le escapó sin modificarle la expresión en su rostro. Yo
elegí correrme de la escena, una persona me cedió el lugar en esos bancos
largos llenos de gente, me senté con la cara entre las manos y los codos
sobre las rodillas, mis mejillas no tardaron en empaparse de lágrimas. En
mi cerebro no paraban de pasar a toda velocidad imágenes de mi Papá,
desde las más insignificantes a aquellas compartidas sólo por nosotros
dos, creo que quedarán en mi mente hasta el día de mi muerte.
Recuerdos de su acompañamiento incondicional, sin importar sus propias
necesidades, bastaba hacerle un comentario para que busque la solución y
termine simplificándonos las cosas a todos. A veces era motivo de
discusión con mi madre, a causa de esa vocación por hacernos la vida más
simple, generaba que ni hagamos el intento nosotros solos… total papá se
encargaba. También recordaba largas charlas acerca de lo que se trataba
la vida para él, las buenas personas y lo importante de nunca perder el
instinto de superación en todo ámbito.
Horacio, mi tío, fue quien con un fuerte abrazo levantándome de donde
estaba sentado me devolvió a la realidad que en el hospital estábamos
viviendo. Mi madre en una silla rodeada de dos o tres enfermeras
intentando volverla en sí, mi hermano sentado con un pequeño gesto que
expresaba dolor, para él era demasiado, y tras las puertitas blancas papá
fallecido. Esta imagen, esta foto, tampoco desaparecerá de mis recuerdos
hasta mi último día.
Lo abracé fuerte, nunca lo había hecho con tanto sentimiento, mi
tío es muy frío y nuestra relación lo es aún más, pero en ese momento eso
necesitaba, abrazarme a alguien que esté cerca mío.
Dicha situación me devolvió a la escena, después de abrazar a
mamá y verificar su mejoría. Sin pedir permiso comencé a caminar rápido,

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casi corriendo los escasos metros que nos separaban de las ya famosas
puertas blancas. Sin inmutarme, como eran de esas vaivén las atravesé, a
golpe de vista no lo pude localizar, pero al final del extenso pasillo, vi a
aquella chica de ambo azul transportando una camilla, entonces mi paso
se transformó en carrera a la que alguien se sumó, no me interesó saber
quién era, solo quería abrazar a mi papá antes de que se lo lleven, quería
sentir su olor, tocar su cuerpo con la temperatura que aún conservase por
última vez.

Así fue, al alcanzar la camilla, la sábana que lo cubría retiré y ahí


estaba, pálido, pero con su rostro intacto, como durmiendo. Ni siquiera se
apreciaba dolor en su mirada perdida, qué tonto, lo estoy describiendo
como si estuviese vivo y en realidad a quien estaba abrazando era al
cuerpo de mi papá. Él ya no estaba, no era a quien yo abrazaba, su alma ya
no encontraba asilo en ese cuerpo. Dos personas de seguridad se
acercaron como para sacarme, al observarme calmo me pidieron
amablemente que me tome mi tiempo, pero debía permitir a los
enfermeros continuar con su camino. Un beso en la frente le di, le cerré
los ojos y accedí al pedido de los guardias y los enfermeros en ese extenso
pasillo se perdieron llevando el cuerpo de papá. Junto a mi tío, que se
había acercado hacia donde estaba yo, al sitio inicial al de las puertitas
blancas, regresamos. Se había juntado un montón de gente, las propias de
una sala de espera, más quienes se habían acercado para acompañarnos a
nosotros. Afortunadamente mi tía Sandra comenzó a caminar hacia la
salida del pasillo abrazada a mamá, todos la seguimos, el aire en ese lugar
era irrespirable.
Nos quedamos todos parados entre abrazos y llantos en la dársena para
ambulancias, hasta cuando los alaridos de una entrando a toda velocidad,
nos hizo correr hacia la entrada de los consultorios. La temperatura había
descendido muchísimo desde que de casa habíamos salido y ninguno de
nosotros tres estábamos apropiadamente vestidos para tanto frío, pero
parecíamos no sentirlo.
En mi caso era como si estuviese viviendo una historia que no me
pertenecía, un sueño, creo no contar con la compañía de mi conciencia,
no sentía frío, calor, dolor, nada, era como un espectador de mi propia
realidad, a mi mamá creo algo similar le estaba sucediendo.
Entre tanto mi tío, con su acostumbrada frialdad y el poco sentimiento
que lo unía a mi papá era el más entero, hasta a los vecinos se los
observaba más consternados. Se acercó a mi invitándome a correrme
unos metros del tumulto y me dijo:

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-Ezequiel, me dirijo a vos porque me parece mejor que hacerlo con tu
madre.
Un policía se acercó al grupo de personas con el que estábamos, buscando
a mi mamá creo, generó que lo interrumpiera y al oficial me dirigiera:
-Buenas noches. Mi nombre es Ezequiel soy el hijo de Marcelo Villán.
-Buenas noches, Ezequiel, en primer lugar, mi más sentido pésame,
lamento lo de tu padre. Lo conocía era un buen hombre, nadie merece la
muerte, pero a uno le da más impotencia cuando se trata de una buena
persona. Soy el comisario Gutiérrez.
- Gracias.
-Me gustaría brindarle mis condolencias a tu madre y a tu hermano. ¿Me
mostrarías quiénes son?
-Sí, ya se los presento.
-Comisario. Intervino mi tío.
- ¿Sí?
-Antes de presentarse con mi cuñada me gustaría que nos cuente cuáles
son los pasos para seguir.
-Correcto. Más allá del dolor de la situación, ahora a ustedes les viene una
parte muy engorrosa, la burocracia es mucha, pero es necesaria para la
investigación.
- ¿Tendrán que declarar ahora o podrán esperar unos días? Indagó
Horacio.
-Lamentablemente debe ser durante la noche o a más tardar en las
primeras horas de la mañana, de lo contrario no será posible la entrega
del cuerpo.
Esas últimas palabras mellaron hondo en mi alma, entrega del cuerpo,
provocando que mis ojos se llenen de lágrimas y un nudo en el estómago
se me genere. Las palabras demoraron unos segundos en salir de mi boca,
la consternación se lo impedía hasta que finalmente pude preguntar
-Comisario ¿No nos van a entregar a mi papá?
-No hijo. El cuerpo de tu padre debe ir a la morgue judicial para realizarle
la autopsia, será rápida, no hay mucho para investigar, el motivo del
deceso está a la vista. Si los presentes en el domicilio al momento del
ilícito declaran durante la madrugada y la dicha nos acompaña, en la
mañana podrán disponer del cuerpo.
- ¿Es necesario la declaración de todos hoy? ¿Aunque sea, mi mamá lo
podrá hacer en unos días?
-Lo siento, no depende de mí, si no lo hacen todos será imposible la
entrega…
-No lo diga por favor...

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-Está bien, perdón. Uno, por el trabajo está acostumbrado a un
vocabulario desubicado para momentos tan duros.
-No se haga problema. -Acotó mi tío-
-Bueno, me presentas con tu madre por favor.
-Si, cómo no.
Mientras caminábamos los escasos metros que nos separaban del lugar
donde estaba mi mamá, pensaba qué haría mi papá para cuidarla, ¿Cómo
le presentaría al comisario? ¿Como le comentaría el tema de la
declaración esta misma noche? Creo que por más esfuerzos que haga
nunca voy a poder estar a su altura, él vivía por y para nosotros, cubriendo
cada una de nuestras necesidades, por más buenas intenciones que yo
tenga, no cuento con ese don de predecir las necesidades de los demás.
Entre tanto, al lado de mi madre llegamos. Entonces al comisario le
presenté, después de los saludos de cortesía y un breve intercambio,
coincidimos en que en algunas horas nos acercaríamos hasta la comisaría
a cumplimentar los trámites requeridos por la policía. El comisario se
retiró con saludos muy afectuosos hacia nosotros y comentando lo trágico
del hecho, por un momento llegó a molestarme su acotación. Él, en cierto
modo es responsable de nuestra seguridad, por lo tanto, no puede hablar
como nosotros. La policía, él como autoridad, debieron haber cuidado a
mi papá y no lo hicieron. Estuve a punto de increparlo, pero desistí de
hacerlo cuando recordé las palabras de mi padre “si no tenés el control de
tus emociones, no hables”. Entonces observé cómo Gutiérrez se perdía
entre el gentío agolpado a las puertas del sanatorio. Temía no estar
dándome cuenta de lo que estaba ocurriendo, hablaba y quizás sentía
como si fuese un hecho en el cual no estaba involucrado, lo llevaba con la
frialdad con la que uno enfrenta una tarea laboral. Esa frase de mi papá de
“no hablar”, siempre la utilizaba en la oficina en esos momentos en los
cuales algún proveedor, un empleado y fundamentalmente mi tío, me
sacaban de quicio, provocándome el deseo de contestarles efusivamente,
alimentando el pleito y sin lograr sortear el problema.
Quizás el paso de los minutos acomode los sentimientos en su lugar, por
ahora solo me sale manejarlo como si fuera una situación cotidiana, un
problema de la oficina para solucionar. El dilema surgirá cuando sea
realmente consciente de que la solución no existe, mi padre no volverá.
Negando con la cabeza, como queriendo alejar esos pensamientos de mi
cerebro devolví mi atención a mamá, estaba devastada abrazada a su
hermana. Yo hice lo propio con Franco, asombrosamente se entregó a mis
brazos enteramente y un llanto desgarrador lo azotó. Entre abrazos,
llantos y también gritos desconsolados de mamá, habrá pasado una hora

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cuando se decidió ir para casa. Al llegar mucha gente esperaba por
nosotros, el escenario del hospital se repetía una y otra vez. Es increíble lo
rápido que corren las noticas, hasta empleados de la empresa se habían
acercado, todos estaban muy compungidos, a mí aún me acompañaba esa
rara sensación de que se trataba de una situación a resolver, creo, en
algún momento caeré en la realidad, por ahora sigo tratando el tema
como si fuera algo laboral. De tal modo que, a los minutos de llegar a casa,
comencé a ocuparme de llamar a amigos, clientes y conocidos para
comunicarles la trágica noticia, era yo quien los consolaba y no a la
inversa. Cuando ya no quedaba nadie por llamar, mi energía desmesurada
generó una pequeña discusión. Yo quería ir en ese mismo momento a
declarar, todos me aconsejaron que era mejor esperar un tiempito,
primero intenté rebatirlos, al darme cuenta de que nadie coincidía
conmigo, entendí que quizás el equivocado era yo. Entonces me alejé de
la escena donde algunas voces estaban elevando su volumen e intentaba
respirar profundo para encontrar la calma, junto con esta última, las
lágrimas llegaron y una gran angustia me invadió.

En medio de la madrugada fuimos a la comisaría, la declaración al


menos para mí fue tediosa y dolorosa, a pesar de no haber sentido que
estaba hablando de mi padre. Antes de regresar pasamos por la cochería
ubicada a unas cuadras de casa, como si estuviésemos escogiendo el
catering para una fiesta, debimos elegir desde el ataúd, hasta el sabor de
los triples de miga que servirían durante el servicio. En teoría al mediodía
nos entregarían el cuerpo de mi papá, duele decirlo, de ser así a las 14 hs.
comenzaría la despedida. Cuando habían pasado las cuatro de la mañana
regresamos a casa, ni siquiera los ansiolíticos aportados por la tía me
posibilitaron conciliar el sueño, afortunadamente en mamá y también en
Franco hicieron efecto, algunas horas han descansado.

La tía Sandra no se movió de casa, al mediodía sonó el timbre, era


de la rotisería de la vuelta, ella había encargado empanadas, fueron varios
sus buenos gestos, dejándome gratamente sorprendido, ni ella ni el tío
acostumbran a fijarse en quien tienen al lado. Franco comió tres o cuatro
empanadas, mamá no llegó a terminar ni la primera y yo ni siquiera pude
intentar ingerir un bocado, tenía un volcán en el estómago. A las trece,
después de dar dos millones de vueltas, como si todos quisiéramos evitar
ir a donde debíamos ir, hacia la casa velatoria nos dirigimos. Llegamos
rápidamente, estaba solo a algunas a cuadras, el coche se detuvo, pero
pasaron varios segundos sin que nadie abriera ninguna puerta, fui yo

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quien inició el descenso y mis acompañantes en un hermético silencio se
sumaron. Creo que recién cuando en la vitrina ubicada en el pasillo de
entrada a la casa velatoria, vi cómo unas letras doradas formaban el
nombre Marcelo Villán, mi papá, tomé conciencia de la realidad, esto no
era un problema laboral por resolver, esto no tiene resolución, estaba
asistiendo al velorio mi padre. Las lágrimas me invadieron y un ataque de
nervios, ira, bronca e impotencia me azotó. Mamá me abrazó fuerte
sumándose a mi llanto, y por unos cuantos minutos así nos quedamos
hasta cuando la angustia comenzó a cesar.

Fernando, mi mejor amigo, recién había vuelto de su casa, pues


estuvo toda la noche acompañándonos, se mantenía con la tía cerca
nuestro, recién cuando nos calmamos se acercaron y los cuatro nos
fundimos en un gran abrazo. Entre medio de tantos brazos enredados me
acordé de Franco, entonces tomé distancia y comencé a buscarlo. Lo
encontré dentro de la sala, solo, con la mirada perdida, sentado en un
silloncito al final de ésta, con su habitual color blanquecino en su rostro.
Rápidamente me acerqué a él para estrecharlo en un abrazo, para que se
sienta protegido, que sepa que voy a estar a su lado para lo que precise,
que lo quiero y que haré lo que fuera para contenerlo. Sin embargo, él
lamentablemente no fue capaz de percibir mi intención. Casi no separó los
brazos de su cuerpo, su expresión nunca se modificó, le dio exactamente
lo mismo mi presencia. Cómo entenderlo, no es de hoy, toda la vida fue
así y cada rechazo me aleja aún más de él.
Qué difícil es todo, como haré para cubrir todos los huecos dejados
por mi padre sin volverme loco. Por más que quiera, va a ser inevitable no
involucrarme e intentar resolver todas y cada una de las situaciones que él
nos simplificaba absorbiendo todas las presiones cotidianas de la vida.
¡Cómo lo voy a extrañar! Parado frente a Franco después de
desenroscarme del fallido abrazo lo miraba esperando algún gesto,
hasta un reproche quizás, algo que me demuestre que percibe mi
presencia, una vez más no obtuve lo esperado. Entonces me di la vuelta y
con lágrimas en los ojos a mi madre me acerqué, ella salía muy
emocionada del cuartito donde estaba papá. Cuando estaba un poco
repuesta, me dijo:
-Hijo ¿Cómo estás?
-Como puedo, ¿vos?
-No lo puedo creer-otra vez muy compungida- lo veo en ese caj…
-Abrazándola fuertemente- -Está bien Ma, llorá todo lo necesario.

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La llegada de vecinos, amigos, entre otras personas, detuvieron la angustia
de mamá, aunque cada saludo de los visitantes era un propulsor de
lágrimas tanto en ella como en mí. Franco, con su habitual actitud casi que
espantaba de su lado a los asistentes cuando se acercaban a saludarlo.
Las horas fueron pasando, largas, por cierto, parecía mentira que todo
esto haya empezado la noche anterior, para mi desde cuando estaba
sentado frente a la computadora, hasta este momento en la casa velatoria
fue como si hubieran pasado años.

Ayer hasta la tarde-noche, antes de la hora de la cena, era todo


normal… Tanto mamá como yo y también Franco evitamos salir a la
puerta, había muchos canales esperando por nuestra palabra. Qué les
podría decir: a mi papá lo mataron, no lo puedo creer y no me importa
nada de lo que me puedan decir o hacer, nadie me va a devolver a mi
viejo. A través de la ventana los observaba con la esperanza de que para
cuando nos retiremos hallan partido.
Muchísima gente ha pasado, unos más, otros menos, pero todos
notablemente emocionados por la noticia, hasta Melina, mi exnovia se
acercó, de mis amigos el que no se movió ni por un instante fue Fernando,
los tíos también se quedaron todo el día. A las diez de la noche las
puertas se cerraron, y a la mañana siguiente sería el sepelio. Mamá,
Franco y yo nos quedamos a solas con papá, cada uno se despidió a su
manera, el denominador común, hasta en mi hermano fueron las lágrimas
y el desconsuelo. Al salir de la especie de habitación donde estaba el
féretro, nos esperaban los tíos, Fernando y Melina, la abracé fuerte y más
allá de la situación pude sentirme contenido en su amor.
Después de muchos abrazos, llantos, alaridos y demás, comenzamos a
retiramos, afortunadamente los medios se habían retirado, todos menos
uno. Se dirigió a mí como si me conociera:
-Buenas noches, Ezequiel
-Con cara de pocos amigos- -Hola, no tenemos ganas de hablar.
-Te entiendo, mi nombre es Dany López de “La primera mañana”, radio Z
¿conocés el programa?
-Sí, soy oyente Dany, nunca imaginé conocerte en estas circunstancias, mi
papá los escuchaba, él me los transmitió y desde hace más de diez años,
todas las mañanas despierta con un ustedes.
-Yo tengo tu número, pero no quiero molestar, en esta tarjeta tenés mi
teléfono y mi correo, cuando quieras comunícate conmigo, tengo
información que te puede ayudar a entender lo sucedido.
-Dubitativo-. -Está bien…

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-Por favor, no te hagas problema ahora. El único consejo que te quisiera
dar es que tengas cuidado con quien hablas y a quien escuchas.
- ¿Cómo, ¿qué puedo llegar a hablar?
-Nada, solo que a veces la policía arma cosas raras para saciar la presión
social. Tomalo como una opinión, nadie tiene la verdad.
-Gracias.
-Igual por lo que pude averiguar el Comisario Gutiérrez es buena gente.
Sin muchos más rodeos y sin entender mucho esta última acotación del
periodista, me despedí con un apretón de manos y aceleré mi paso para
sumarme a los demás que estaban por subir al auto. Melina abrazó muy
fuerte a mamá, a Franco y también a mí, pensé que era tarde para que se
vaya sola, pero no tuve la voluntad para ofrecerle mi ayuda. En casa nos
quedamos solo los tres, dolorosa sensación, al entrar hasta se podía sentir
su olor, en el perchero de su baño estaba colgada su bata, hasta su propio
desorden en el escritorio intacto se encontraba, era como que el tiempo
se había detenido, papá nunca volverá para modificar las cosas. Mamá
sirvió una improvisada cena que permaneció por unos quince minutos
frente a nosotros sin que nadie, ni siquiera ella, pruebe bocado. El
hermético silencio que imperaba fue interrumpido por la voz quebrada de
mi madre:
-Hijos… No sé qué decir ni que hacer, no tengo idea qué será lo correcto, si
él estaría con nosotros sabría cómo manejarse, siempre lo ha hecho y sus
elecciones fueron las mejores para todos. Me siento vacía, incompleta,
tengo rabia y aunque sé que el odio no me conduce a nada, quisiera tener
a los hijos de su madre que hicieron esto, primero para preguntarles
simplemente ¿Por qué? Y luego de oír su respuesta, juro por mi vida que
los mataría.
-La interrumpí- - Ma, el primer enfurecido con ese sentimiento sabés que
sería papá, matarlos no solucionaría nada y también sabés que él jamás
hubiera hecho eso porque, como vos dijiste, siempre elegía lo mejor para
nosotros, y convertirte en la misma porquería que ellos, no te ayudaría ni
a vos, ni a nadie.
-Tenés razón, pero te juro que siento un volcán de ira en mi interior
-Es lógico, yo siento mucha impotencia.
-Pero Eze cómo podés estar tan entero, vos no sos así, pareces muy frío.
-No se Ma, me lo estoy preguntando desde ayer, parece que lo estoy
tomando como si fuese problema de la oficina. Hasta me siento culpable,
ya estoy pensando en las responsabilidades de las que me tendré que
hacer cargo, la casa, vos, Franco…

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-No Ezequiel, vos tenés apenas 23 años, trabajas, estudias, y ya estás
superado por las obligaciones, hasta perdiste a Melina por todas tus
ocupaciones. Yo todavía no sé qué hacer, es muy pronto, pero Marce
desde algún lado me guiará y enseñará cómo seguir viviendo. No debes
hacerte cargo de cosas que le correspondían a él, nunca te olvides que sos
hijo.
-Ahora la fría pareces vos.
-En fin-quebrándose- voy a luchar por esta familia, son lo único que tengo.
Franco permanecía sentado a la mesa en el más absoluto silencio, con la
mirada perdida, sin demostrar el mínimo interés en la charla que delante
suyo estaba transcurriendo. Mi mamá intentaba integrarlo:
-Fran…
- ¡¿Franco?!
-Sí, Ma ¿qué pasa?
-Nada hijo, quería saber qué opinas de esto que estamos hablando con tu
hermano, como te sentís.
-Nada.
-Ahora intervine yo- -Franco, queremos saber cómo estas, ahora
tenemos que acercarnos todo lo posible, cuanto más juntos estemos, más
podremos ayudarnos a superar toda esta porquería que nos toca. Por
favor no te cierres, hablá. Nosotros estamos para ayudarte, y vos nos vas a
ayudar si contás con nosotros.
-Estoy triste. -Fue todo lo que respondió-.
Habrán pasado más de veinte minutos, durante los cuales con mamá
intentamos por todos los medios que Franco nos cuente algo de sus
sentimientos, lo único obtenido de su parte fueron monosílabos sin
sentido. Fui yo el que me levanté de la mesa para culminar el fallido
diálogo, esta situación originada por cuestiones mucho más leves se ha
dado millones de veces y casi siempre terminaba en discusión, una pelea
no era lo más conveniente para el día de hoy. Lo mismo hizo mi madre y
los tres a dormir o intentar dormir, sin probar bocado nos fuimos, me
despedí de ella como si me fuera de viaje, a pesar de que pasaría la noche
en el cuarto contiguo al suyo.
Desde cuándo empezó todo esto hemos recibido recomendaciones
de no mirar televisión, sin darme cuenta mientras revisaba las más de
cincuenta llamadas perdidas en el celular, el control de la tele tomé. Con
la mirada puesta en el teléfono, la encendí, a los segundos la imagen de mi
papá atrajo toda mi atención. Alguien que no aparecía en la pantalla
hablaba, yo no lo escuchaba, ni pestañaba, no podía dejar de mirar a mi
papá en esa pantalla. Estallé en llanto, no podía frenar mi angustia, en

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medio de esa inmensa desazón me distraje al leer en la parte inferior de la
imagen el siguiente texto:
“Posible ajuste de cuentas”
En un instante pasé del dolor extremo a la ira descontrolada, comencé a
sacar todo lo que había en el ropero, tiraba las prendas contra la pared, un
volcán de furia emergía desde mi interior, por lo gritos y golpes mamá se
acercó:
- ¿¡Qué te pasa, ¿¡qué te pasa!?
- ¡Nada!
-Pero hijo, mirá cómo estas.
- ¿No viste la tele?
-No, ¿qué paso?
-Decía que era un posible ajuste de cuentas.
- ¡No puede ser!
-Sí, Ma, eso decían estos hijos de puta. ¿¡a vos te parece!
-Llorando-. –Algo más nos puede pasar, no hicimos nada para merecer
esto.
- ¡No se! Que hijos de puta cómo van a poner eso.
-Calmate, te va a hacer mal.
-Qué me importa.
-Por favor, hijo, no nos compliquemos más.
Después de unos largos minutos mamá consiguió que encuentre la calma,
me preparó un té de tilo y al cabo de una hora regresó a su cuarto. Yo
daba vueltas y vueltas en la cama, si bien me acompañaba una cierta
tranquilidad, por mi cabeza no paraba de pasar una y otra vez esa leyenda,
“posible ajuste de cuentas”, la rabia generada hacía que me olvide del
dolor, de los asesinos, hasta de mi propio padre.
En medio del insomnio recordé las palabras de Dany, el periodista de la
radio: la policía armaba las cosas para los medios y calmar la opinión
pública. Como un resorte me levanté de la cama, en medio del inmenso
desorden generado hace instantes, empecé a buscar el jean usado
durante todo el día, revisé los bolsillos. No encontré lo que buscaba.
Finalmente, en la campera hallé la tarjetita con el número de teléfono del
reportero. Al tener la tarjeta en la mano caí en la cuenta de que eran las
dos de la madrugada, dudé por un instante en llamarlo, pero sin darme
cuenta me encontré marcando el número en el celular, apenas sonó una
vez, cuando se escuchó:
-Hola, Ezequiel. ¿Cómo estás?
-Hola. ¡¿Tenés agendado mi número?!

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-Si, son los vicios de la profesión, todo se consigue y se agenda, es lo
normal en mi trabajo.
-Me sorprendés. ¿Alguien más lo tiene?
-Tranquilo, no te asustes, es lo normal. Y si, lo puede tener mucha gente
ahora, para empezar varios productores de tele y de radio, mañana
temprano te llamarán a vos y a tu mamá.
-Qué raro suena, no me asusta, pero no me gusta.
-Es así, mientras no suceda nada importante para sacar el caso de los
canales de noticias, serás nota. Yo en tu lugar apagaría el teléfono por
unos días, como te dije hasta cuando pase algo que los saques de las
pantallas.
-Está bien, gracias.
-Ojo quizás vos querés hablar, estás en todo tu derecho, hacé como te
parezca mejor, pero tené en cuenta que te van a quemar la cabeza para
sacarte al aire. Yo soy el primero, la invitación queda propuesta para
mañana, hasta la podríamos grabar ahora. Pero vos fuiste el que llamó.
¿En qué te puedo ayudar?
-Que rápido que hablas.
-Es la profesión.
-Lo de nota no sé. Yo te llamé por eso que están diciendo de “posible
ajuste de cuentas”. ¿puede ser algo armado por la policía?
-Mirá, todo puede ser. Pero hay algunas cosas raras.
- ¡¿Raras?!
-Sí, pero no son para hablar por teléfono.
-Qué me vas a decir… me van a estar escuchando…
-A vos no sé, a mi seguro, y como esto recién empieza no sabemos para
dónde puede desembocar, es mejor mantener cierta reserva.
-Se supone que sos vos quien entiende de estos temas.
-No se trata de entender, son años investigando policiales. ¿querés que
me acerque hasta tu casa?
- ¿No es tarde? Ustedes están al aire a las 6 de la mañana.
-En este trabajo no hay horarios.
-Bueno venite.
-Dame media hora y estoy por allí.
-Pará, pará… Disculpame, si venís a esta hora, mi mamá si logro dormirse,
despertará y se preocupará. Será mejor dejarlo para mañana.
-Como quieras Ezequiel. ¿Mañana temprano es la inhumación?
-También sabés eso. Yo te llamo cuando termine el entierro, según como
me sienta.

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-Tratá de no mirar tele y recordar la invitación a salir al aire o grabar una
nota, siempre será con mucho respeto.
-En realidad, tal vez sea por la afinidad que tengo con ustedes por ser su
oyente, lo voy a hacer. ¿Querés grabar ahora?
-No Ezequiel, primero nos tenemos que juntar para que te explique
algunas cosas.
- ¿Eso que dicen en la tele?
-Entre otras cosas. Ezequiel, ahora tomate un té o una pastillita e intentar
descansar.
-Si, tenés razón, lo intentaré.
-Descansá y más que desearte mucha fuerza, no tengo otra cosa para
decirte.
-Ok, gracias.
La noche fue eterna, pero pasó, a las ocho de la mañana
desayunando los tres en la cocina nos encontrábamos, en el más
hermético silencio. Parece que el descanso transformó la ira o la bronca
de ayer convirtiéndola en tristeza. Nuestros rostros hablaban por sí solos,
si alguien veía una foto de la escena que en esa cocina transcurría, sin
escucharnos hablar ni una sola palabra, se daría cuenta cómo a esta
familia una tragedia la ha atravesado. A pesar de ello afortunadamente el
apetito se hizo presente en los tres y desayunamos abundantemente.
A las nueve de la mañana un remis en la puerta nos esperaba, ni mi madre
ni yo estábamos en condiciones de conducir, por expreso pedido nuestro
nadie vendría, queríamos un momento íntimo. A pesar de ello en la puerta
de la casa velatoria estaban esperándonos la tía, Fernando y también
Melina. Llantos, abrazos, besos, nos han prodigado, en particular en lo que
respecta a Melina el saludo fue especialmente cariñoso haciéndome por
un segundo sentir que nuestro amor aún está vivo. Sin embargo, mamá
volvió a pedirles que nos dejen solos, quizás yo prefería contar con su
compañía, pero no me animé a comunicárselo.

No existen palabras que puedan describir el periplo desde la cochería


hasta el cementerio, y el regreso a casa. Simplemente nunca en mi vida
me había tocado atravesar situación tan dura y triste como esta, creo no
poder olvidar hasta el día de mi muerte cada segundo de esta mañana.
Tirado en la cama, con los ojos hinchados por las lágrimas que hacía dos
horas no paraban de brotar ni por un instante, escuchaba sonar una y otra
vez el celular y por más que tenía la intención de atenderlo, carecía de la
energía para hacerlo. Todo aquello que ayer me resultaba extraño tanto a
mi como a mi madre, esa frialdad que me acompañaba desapareció por

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completo, ahora si parezco haber caído en la realidad: mi papá murió. En
medio de tantos lamentos dormido me quedé.

Al despertar, sin tener conciencia de cuánto tiempo había pasado


mientras dormía, un hambre voraz se me había desatado. Bajé, en la
cocina, no había nadie, de la heladera saqué alguna empanada, la calenté
en el microondas transformándola en una baba incomible, pero en este
caso cualquier cosa parecía un manjar. A los minutos mamá en el más
absoluto silencio se sumó a la precaria comida. Encendimos la tele y
afortunadamente no estaban hablando nuestro caso, sin decirnos una
palabra, al cabo de algunos minutos los dos nos levantamos y regresamos
a nuestros respectivos cuartos. Otra vez en la cama, ahora si tomé el
celular y comencé a revisar las llamadas perdidas, algunas las agradecí con
un texto, otras las pasé por alto y en algunos WhatsApp me detuve
especialmente por el dolor que expresaban, en particular el de Melina. Si
otro fuera el momento creo que la estaría llamando para encontrarnos.
Después de haber dejado limpito el celular de íconos alertando de algo
por revisar, llamé a Dany, el periodista y concertamos encontrarnos a las
16 en un bar en Ramos. Entre un largo baño que me di y la búsqueda de la
ropa en medio del desorden, se hizo la hora de irme al encuentro con el
periodista. Justo cuando estaba subiendo al auto sonó el teléfono, era el
comisario Gutiérrez, recordando las palabras del notero de la radio evité
entablar un diálogo, prometiendo devolver el llamado más tarde, cuando
esté un poco repuesto, sin mucho más rodeo y pidiéndome no olvide
llamarlo, nos despedimos y la comunicación concluyó.
Demoré apenas diez minutos en llegar al sitio donde me encontraría con
el periodista. Al entrar al bar, él ya estaba sentado en la última mesa,
pegada a la puerta del baño, esa que habiendo otras vacías nadie
escogería, pero al parecer los periodistas son tan raros como se los
escucha, sobre la mesa tenía un diario, una tableta y además una
notebook, mientras hablaba por teléfono. Es imposible para un solo
cerebro poder dividir su atención en tantas partes. Con una seña me invitó
a sentarme, sin dejar el celular, me preguntó si quería un cortado y con
otra seña extrañísima le hizo conocer al mozo su deseo, finalmente
después de algunos minutos dejó apoyado el celular sobre la mesa y
pudimos comenzar a charlar.
- ¿Cómo estas Ezequiel? Una pregunta tonta pero obvia.
-Como se puede.
- ¿Y tu mamá?
-Qué se yo, mal como todos.

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Otra vez sonó su teléfono, afortunadamente para mí no lo atendió, ya me
estaba impacientando la situación de escuchar sus diálogos telefónicos.
-Disculpame Eze, lo apago así podemos hablar tranquilos.
-Dale.
-Es el trabajo, si no lo apago no deja de sonar nunca.
-Todo bien, no pasa nada. Vos me vas a decir que podés prestar atención a
todo esto, mirá que yo hago más de una cosa a la vez en la oficina, pero
esto ya es demasiado.
-En realidad debería ser de a una cosa por vez, pero termina siendo todas
al mismo tiempo, la compu, la nota para revista, la tableta para internet y
el diario por vicio profesional.
-Mirá vos. Bueno…
-Vamos a lo importante. ¿Te llamó Gutiérrez?
-Si, ¿todo lo sabés?
-No es tan así. ¿Qué te dijo?
-No mucho, recordé tu consejo y conseguí culminar la llamada sin
profundizar en nada en especial, prometí llamarlo más tarde.
-Mejor. ¿Te molesta si te hago algunas preguntas que podrían tornarse
incomodas?
-No, creo, pero… ¿qué pasa? - Un poco esta advertencia me había
irritado-
- ¿Tenías una buena relación con tu viejo?
-Si, normal.
- ¿Sabés o dudás si él podía ocultarte cosas tanto a vos o a tu familia?
-Mi irritación ya era indisimulable-. - ¡¿No?!
-No te enojes Ezequiel.
-Si. ¿pero qué estás buscando, que me querés preguntar?
-Ok, soy directo: Existe la posibilidad que tu papá haya tenido problemas
con el juego, un amante o negocios sucios.
-Elevando la voz-. - ¡¿Estás loco?!
-No para nada. En las cámaras de seguridad de la municipalidad no se
observa que se trate de un robo común. No se ve a tu padre ofrecer
resistencia alguna, ni a los delincuentes intentando sustraer la camioneta.
¿El usaba armas y la podía llevar encima?
-No, nunca tuvo. ¿Pero qué tiene que ver?
- Si él hubiera estado armado, quizás le haya apuntado y entonces el
delincuente decidió dispararle.
-Pero nunca hubo armas en casa…
- ¿Le faltaba algo, celular, reloj, etc.?
-Que yo sepa no.

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- ¿Te han entregado el vehículo?
-No aún no.
-Nunca sabremos si falta o no alguna pertenencia, las comisarías son una
especie de limbo en las que todo desaparece.
-Me quedo más tranquilo.
-Los ladrones cuando huyeron, no se llevaron nada aparentemente, por
eso te preguntaba lo del arma.
-Si la hubiese tenido, suena lógico.
-Te hago otra vez la misma pregunta, ¿Cómo era la relación entre ustedes
dos?
-Normal.
- ¿Qué es normal? Vos trabajabas con él, pero estabas al tanto de todas
sus actividades, todos sus negocios y contactos.
- ¿Por qué me preguntás eso? - Con ironía-
-Mirá Ezequiel, yo estoy acá para ayudarte, ni siquiera hicimos una nota
aún. Estas mismas preguntas te las hará la policía, si te molestan de mi
parte, estás en todo tu derecho de no responderlas, en este momento me
levanto y cada uno continúa con lo suyo.
-Está bien tenés razón, te pido disculpas, entendé la situación.
-Obvio, te entiendo o intento entenderte. Te pregunte eso como antesala
de la siguiente pregunta.
-Yo estaba muchísimas horas con mi viejo, había algunas cosas vinculadas
solo con el mercado local, de las cuales yo no estaba al tanto y por ende
nunca intervine en las reuniones al respecto, tampoco conozco a todos los
clientes, pero nunca percibí una situación extraña.
- ¿Practicaba deportes, tenía hobbies, o actividades solitarias en las cuales
nadie supiera que hacía?
-Jugaba tenis hasta hace algunos años, pero desde hace tiempo que yo
recuerde iba al trabajo, de ahí para casa y todo lo demás era con mi
mamá.
-Voy a ser directo: pensás que puede haber tenido un amante, alguna
aventura, o alguna relación pasajera que haya arrojado resultados no
deseados.
-Sinceramente no, en primer lugar, por sus valores y a parte porque eran
realmente escasos los momentos en los cuales no estaba con mi madre o
conmigo.
-En los últimos tiempos ¿Despidió a alguien en la empresa o alguien
renunció en malos términos?
-El último, fue hace un año más o menos, el contador, lo hizo por propia
voluntad para desempeñarse de manera autónoma, hasta recibió ayuda y

21
recomendaciones por parte de papá. En la fábrica el personal es renovado
frecuentemente, no depende directamente de nosotros, casi nos
enteramos cuando la decisión está tomada por el jefe de cada área.
Las preguntas se extendieron por casi una hora más, giraban alrededor de
la posibilidad de que mi padre haya tenido un aspecto oculto de su vida.
Después de varias recomendaciones acerca de cómo debía manejarme
con la policía y con el compromiso de salir al aire en su programa de radio
esta tarde nos despedimos. Me costaba levantarme de mi silla, no tenía
fuerzas, pedí otro cortado y trataba de pensar o encontrar el sentido a
sumergirme en la búsqueda del asesino a la que este periodista me estaba
invitando.
En la tele, más de una vez he visto a familiares de quienes han sido
ultimados en un robo reclamando justicia, argumentando que encontrar a
los responsables les traería algo de paz. A mí, en cambio no me interesa ni
siquiera comenzar esa búsqueda, nada me va a devolver a mi viejo, nada
cambiaría si se encuentra quién fue. Es más, creo que saber quién fue,
ponerle rostro, escuchar su voz en un juicio, lo único que me generaría, es
un mayor grado de odio e impotencia, prefiero que esa persona no exista
al menos para mí. Tardé más de una hora en poder levantarme de esa
silla, antes de regresar a casa, pasé por la puerta de la oficina, por el bar
donde papá acostumbraba a desayunar, también por el lavadero de autos
al cual llevaba su camioneta, era como si mi inconsciente tuviese la tonta
ilusión de encontrarlo, cuando me volvió la razón dejé de dar vueltas sin
sentido y volví a casa. En la cocina con mamá me encontré:
-Hola hijo ¿Cómo estás?
-Estoy ¿Franco?
-En su cuarto, como siempre. ¿A dónde fuiste?
-Me encontré con Dany López, de “La primera mañana”, el programa de
radio Z, papi los escuchaba. ¿Lo conocés?
-Cómo no lo voy a conocer, si Marcelo se la pasaba hablando de lo que allí
decían como si fuesen sus amigos. ¿Te encontraste con él?
-Lo había visto en el entierro, me dio su tarjeta y sin darme cuenta
termine llamándolo. Me preguntó mucho acerca de la vida de papá,
actividades, deportes, negocios y demás.
-Pero… ¿Qué tiene que ver?
-No sé cómo decírtelo.
- ¿Qué pasa?
-En la cámara de seguridad de la esquina no se observa resistencia alguna,
le dispararon de una.
- ¿¡En serio!? ¿Vos lo viste?

22
-No.
- ¿Le crees?
-Puede ser. ¿Te acordás el título en la tele, ayer? “Posible ajuste de
cuentas”.
-A vos te parece que no se trató de un robo.
-Eso parece.
- ¿Qué vamos a hacer?
-No tengo idea, no me interesa en lo más minino saber quién fue. Pero
también me llamó el Comisario Gutiérrez, aún no le respondí, debo
hacerlo, me guste o no, debo cumplir con determinadas obligaciones.
-Quizás sea lo correcto que yo llame al comisario y me ocupé de estas
cosas tan engorrosas. Después de todo vos sos un chico todavía.
-No tan chico, pero además si papi estuviera viéndonos, seguramente me
pediría que te libere del asedio de toda esta gente.
-Emocionada-. –Si no te estaría viendo, pensaría que estaba hablando con
Marcelo, me llena de orgullo tu gran parecido con él.
-A mí también me gusta parecerme y más ahora.
- ¿Sabés qué? Si es tu deseo imitarlo o querer estar en todo como él hacía,
hazlo, pero mi consejo sería que no te olvides de vos, tan simple como
eso. En ocasiones de estar tan pendiente de todos nosotros, se
descuidaba así mismo y le daban esos picos de stress por la cantidad de
obligaciones.
-Se que es así, pero han pasado apenas unas cuantas horas desde el
comienzo de todo esto y cuando dejo de llorar por su falta, no puedo
parar pensar en cómo cubrir cada uno de los agujeros que dejó en
nuestras vidas con su partida.
-Te pido por favor: cuídate mucho.
-Eso intentaré.
-Te lo suplico.
-Ma, a mi mucho el tema de la investigación no me interesa, no quiero
convertirme en un investigador o algo así. ¿Cuál es tu posición?
-No te entiendo.
- ¿A vos te interesa hallar al asesino?
- ¿¡Si!?
- ¿Te generaría algo saber quién fue?
-No se hijo, no entiendo a donde querés llegar.
-A mí me sucede lo siguiente: no me interesa ponerle rostro, conocer su
historia y demás, solo conseguiría generarme más odio.
-Incrédula-. –Entonces ¿cuál es tu propuesta?
-No se Ma, hoy el periodista me hizo tantas preguntas…

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-No debemos presionarnos. Como decía tu padre: deja que fluya.
-Como si fuera fácil.
-No te estoy diciendo que lo sea, si este hijo de su madre que lo mató
aparece, lo hará si vos te preocupas o no. Espera a ese momento y recién
ahí pensá en su cara, su voz y hacete problema, por ahora ya tenemos
bastante...
-Te entiendo, me refiero a que si te interesa mover cielo y tierra para
encontrarlo.
-No obsesionarnos con el tema, pero para mí, sería justo que, si Marcelo
no volverá nunca más por su culpa, él debería estar encerrado.
- ¿Que esté en la cárcel te devolvería a papá?
-No, pero es justo que esté preso.
-Ok. Yo pienso diferente, este hombre no debe poder con su vida, no le
cambiará nada estar libre o encarcelado.
-Y si mata a otra persona.
-No sé, mamá. Es todo tan duro…
-No te presiones. ¿Llamo yo al comisario?
-No, yo me ocupo.
En la cama otra vez, con mi cerebro en una montaña rusa de
sentimientos corriendo a toda velocidad. El celular sonó varias veces, no
respondí hasta cuando llamó Melina, me hizo bien escuchar su voz con
tanta preocupación por mí, quedamos en vernos en unos días, cuando
esté un poco más entero. Pensaba los dichos de mamá: “Y si mata a otra
persona”, daba vueltas y vueltas… Tiene razón, otra familia quedará
destruida por culpa de estos hijos puta, a otra madre, a otro hijo, a otra
esposa le cortarán la vida. Por más que no quiera conocer a los asesinos,
después de darme cuenta de esta realidad será inevitable no hacer todo lo
posible para encontrar a los culpables. Al cabo de una hora y después de
haber decidido involucrarme en la investigación, se lo comuniqué a mi
madre, me apoyó y me ofreció su ayuda o mejor dicho quiere participar de
todas las situaciones que la policía requiera, para ser honesto le ocultaré
todo lo que sea posible para evitarle mayor dolor, tal como hubiese hecho
mi padre si estuviese aquí.
Respiré profundo varias veces, junté valor y llamé al comisario. Acordamos
encontrarnos mañana las diez en el bar de la esquina de la empresa. Las
horas fueron pasando, solo pude conciliar el sueño con la ingesta de una
pastilla, siento haber descansado como hace días no lo hacía. Decidí ir
caminando al encuentro con el Comisario, a pesar de que no existían
demasiadas cuadras desde casa hasta la empresa no recuerdo haberlas
hecho alguna vez a pie. Muy lentamente me desplazaba por las veredas

24
del barrio, con el Sol dándome en la cara intentando inconscientemente
nunca llegar al bar, así transcurrió el viaje. Ingresé a la cafetería, aún él no
había llegado, me senté en una mesa pegada a la ventana para ver su
arribo, ordené un cortado y al cabo de quince minutos Gutiérrez se hizo
presente.
-Buenos días, Ezequiel ¿Cómo estás?
-Llevándola.
- ¿Tu madre?
-Parecido.
-Te escuché en una nota en la radio. ¿te has encontrado personalmente
con el periodista?
- ¿Usted ya lo sabe?
-Si claro.
-Me incomoda mucho que conozcan todos mis movimientos.
-No lo tomes personal. Con lo sucedido con tu padre es lógico que a
quienes nos toca investigar, estemos al tanto de todos los movimientos de
la familia, es para descartar posibilidades.
-Me molesta…
Después de mi último comentario la charla se tornó medio tensa, hasta
que con algunos malos chistes el comisario consiguió dirigir el diálogo a
una senda amigable. Básicamente el encuentro pareció una copia calcada
al del día anterior con el periodista, lo diferencial o lo más destacable fue
que al despedirse aclaró: Cada uno de los integrantes de la familia está
siendo investigado, en el inicio de una investigación por homicidio todo el
entorno cercano de la víctima es considerado sospechoso. Sin muchos
más rodeos se retiró del bar con la promesa de llamarle ante cualquier
novedad y aconsejándome intentar recordar el más mínimo detalle de la
vida de mi padre que pueda resultar misterioso.

Se cumplió una semana, siete días, en situaciones normales no


hubieran sido más que eso solo, jornadas transcurriendo sin
trascendencia. En cambio, por estos momentos cada minuto transcurrido
nos expone a alguna actividad cotidiana, simple o compleja del ámbito
laboral o familiar a la que debemos acostumbrarnos a la ausencia de papá,
es muy duro, tan difícil como para impedirme salir de casa, hasta de mi
propia habitación sin que nada me importe.
Mamá dos o tres veces al día con la poca energía que le quedaba
ingresaba al cuarto con intención de levantarme, invitándome a iniciar mi
vida nuevamente. Aprendé a convivir con el dolor, me decía,
increíblemente mi modo de no aceptar su ayuda era peleándola,

25
generando que se retire rápidamente aún más consternada de cuando
había venido.

Veinticinco de junio, dos semanas de aquel día que nos cambió la


vida, no hablé con nadie, solo en ocasiones no más de tres, atendí los
insistentes llamados del comisario. Eran más de un centenar las llamadas
perdidas en el celular, la mitad eran de Melina, al darme cuenta de eso
una sonrisa se me escapó. Entonces decidí, que, si me lo permite, de su
mano a volvería a la vida:
-Hola Eze.
-Hola Meli.
- ¿Cómo estás?
-Llevándola. ¿Vos?
-Todo bien. Te estuve llamando.
-Si, te agradezco mucho, sos la primera persona a la que llamo para
intentar volver a la normalidad, si existe.
-Gracias. Yo no pude parar de pensar en vos en estos quince días, quizás
no sea el momento, pero en el último abrazo en…
-Si lo es, en medio de mi dolor a mí me pasó lo mismo.
-Entonces… ¿Te parece si nos vemos?
-Me parece perfecto.
- ¿A tomar un café o cenar hoy a la noche? Quiero estar a tu lado para
acompañarte en todo.
-Cenar es mejor.
-Ok, te paso a buscar yo. A las nueve estoy por allí.
-Te espero.
En quince días fue el primer momento en el cual mis pensamientos se
tornaron egoístas y hasta quizás se podía decir que eran pensamientos
felices. No dejaba de imaginarme nuevamente junto a Melina, cuánto más
fácil sería enfrentar todo lo venidero a su lado, como así también
recordaba los motivos de nuestra ruptura. En realidad, estoy seguro de
que nuestro distanciamiento no se debió a la falta de amor ni en ella ni en
mí, la parte de la cual soy yo el responsable tiene que ver con mi forma de
enfrentar la vida y mis obligaciones con tanta exigencia casi olvidando
todo lo demás, hasta de mi propia vida, en cambio ella si bien para su
edad también es muy madura, aún conserva cierto grado de
irresponsabilidad adolescente permitiéndose disfrutar algunas cosas de
las cuales yo casi ni me percato de su existencia. Básicamente, esta
diferencia era la generadora de todas las discusiones, espero o más bien

26
deseo que, aunque lo próximo será muy duro, pueda vivirlo de otra
manera para estar bien yo y poder disfrutar de su amor.
Durante la cena intentábamos evitarlo, pero toda la charla giraba
alrededor de mi papá, de la injusticia y de mi familia en general. Recién a
la hora del postre comenzamos a hablar de nosotros, ambos coincidimos
en el deseo de estar juntos, nuestro amor aún estaba vivo, a los dos aquel
abrazo en el velatorio nos había movilizado. Entonces, tal como lo había
pensado al momento de llamarla, tomado de su mano es como intentaré
volver a la vida y sobrepasar lo que vendrá tratando de aprender de ella a
disfrutar lo bueno, aunque por estos tiempos no sea mucho.

Miércoles veintiséis de junio, ocho de la mañana, la alarma de


celular se activó para despertarme y devolverme a la normalidad.
Empujada por mi insistencia mamá también reabrirá las puertas de su
gimnasio, e intentaremos que Franco haga lo propio, afortunadamente
gracias a algunos feriados aún no quedó libre. Si bien prometió asistir, lo
hace en turno tarde, también nos comentó su intención de abandonar el
colegio al menos por este año. No era el momento para discutir, solo
reprobé su acotación sin mucho esmero y me levanté de la mesa sabiendo
que, si él lo desea, seguramente lo termine haciendo.
Al ingresar a la empresa pude sentir la incomodidad de todos en sus
miradas, no sabían cómo actuar, fue Ofelia la señora de limpieza, me
conoce desde bebé, la primera en acercarse me estrechó en un fuerte
abrazo y ambos terminamos llorando. Parado ahí, antes del mostrador de
la recepción uno a uno de los empleados fue acercándose a mí,
reproduciendo una escena calcada a las del velorio. Mi tío aún no había
llegado, siempre lo hace pasadas las once de la mañana, la verdad
teniendo en cuenta la situación pensé que ya estaría en la empresa, pero
bueno no se le puede pedir peras al olmo. Antes de ir a mi escritorio fui a
la oficina de papá, no me alcanzarían ni diez libros para transcribir la
enorme cantidad de enseñanzas de vida, consejos de liderazgo, entre otra
cantidad innumerable de charlas de todo tipo, he vivido en esa oficina. Me
senté en su silla y después de unos diez minutos recordando vivencias me
dispuse a comenzar a trabajar. No puedo explicar por qué, pero sentí la
necesidad de tener conmigo toda la información existente dentro de su
computadora claro está, en estos quince días alguien podría haber
borrado o modificado todo. Me parece que estos pensamientos extraños
en mí fueron originados en las charlas con el periodista y el comisario.
Entonces bajé todos los archivos a dos pendrives y llamé a Santiago de
sistemas, le encomendé la tarea de encontrar si existe dentro de la

27
máquina alguna info restringida, que con el poco conocimiento del tema
informático mío, se me pueda haber escapado.
Al culminar dicho rescate de información me dirigí a mi escritorio, la
cantidad de tareas que creí resueltas y así no fue eran innumerables. En el
monitor de mi computadora ya no había espacio para pegar los papelitos
amarillos con recados, eran 73 los mails pendientes de respuestas. Habían
pasado treinta minutos del mediodía, mi tío aún no llegaba, Irene, su
secretaria no sabía responderme nada de lo sucedido en estos quince días.
Parecía tal cual sucedió en mi vida, las actividades se habían detenido y
mis nervios iban en aumento de tal modo que por algún instante olvidaba
la realidad, en medio de mi desconcierto me llamó por teléfono Melina.
Un gran esfuerzo hice para no descargar mi furia contra ella, en ocasiones
como esta en las que me supera el trabajo, he reaccionado de mala
manera ante sus intentos por ayudar a relajarme. Tal vez la vulnerabilidad
que me acompaña me ayude a escuchar a quienes me quieren, o quizás
sea el miedo a perder algo de lo que tengo el movilizador para evitar mis
malas reacciones, por lo que fuera es bueno aceptar ayuda. A las dos de la
tarde mi paciencia se terminó y llamé a mi tío:
-Hola Ezequiel. ¿Cómo estás?
-Bien, en la empresa.
-Ah…. No sabía que irías hoy.
-Sí, no sé, la vida continúa o por lo menos eso es lo que hay que hacer.
¿No?
-Si por supuesto.
- ¿Estas viniendo?
-Bueno…En realidad no tenía pensado ir hoy.
-Pero tío, ¿estás al tanto del desorden reinante acá adentro?
-Sí, pero estoy con otras cosas.
-Mi tono comenzaba a irritarse-. - ¡¿Me estás cargando! En fábrica no está
terminada la producción que debería embarcarse pasado mañana,
tenemos una carga en puerto pagando una fortuna de depósito fiscal
porque falta tu autorización para la transferencia, entre otras cosas. No
sé, no entiendo. ¿Vos estuviste viniendo?
-No, como te dije estoy con otras cosas y con lo de tu papá quedé
realmente sin ganas de nada.
-Pero entonces ¿qué vamos a hacer?
-No sé, yo hoy no podré ir.
Sin nada más para destacar, con muchas evasivas y sin aportar ninguna
solución a las situaciones a resolver, concluyó la comunicación. Con los
codos sobre el escritorio y la cara entre las manos inmóvil permanecí por

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un largo rato, intentando seguir los consejos de Meli, eso de respirar
profundo y lentamente, a decir verdad, por más escéptico que sea, por lo
menos en esta ocasión conseguí encontrar un poco de calma. Entonces
con tranquilidad comencé a tomar nota de cada una de las cosas que
habían quedado pendiente en estos días. Al indagar un poco más tomé
conocimiento de que mi tío desde lo de papá sólo se había hecho
presento en una ocasión, no lo podía creer, pero no hay tiempo para
detenerme en esto. Llamados, también cambio de planes, uno a uno
comencé a resolver la situación que había quedado a la deriva, llevará
semanas dejar las cosas al día. Teniendo en cuenta el proceder del tío,
queda claro quién será el responsable de todas las actividades que han
quedado acéfalas por la ausencia de mi padre. Con pequeñas rabietas
ante tanta irresponsabilidad, algunos breves llantos al caer en la cuenta de
que papá no estaba para responderme, el día fue pasando entre tantas
ocupaciones, mejor de lo imaginado.

Al caer la tarde, cuando eran las 19.30, como habíamos acordado,


Melina pasó por la empresa e iríamos a cenar a casa para contarle a mamá
las novedades, por lo menos nuestra reconciliación le generaría algo de
alegría. A la mañana, cuando salí de casa al menos a mí me pareció que
todos intentaríamos tener un día normal, volver a la vida,
lamentablemente no fue así para mamá. Al llegar nada de lo esperado
había sucedido así, estaba acostada, vestía el pijama de papá, nunca lo
había hecho, los ojos hinchados de tanto llorar, encerrada en su dolor ni
percibió la presencia de Melina. Por más intentos realizados fue imposible
lograr levantarla, ni siquiera conseguí que me responda si le había
sucedido algo más para estar tan consternada. Un té de tilo Meli preparó,
yo al cuarto le llevé y nunca lo probó. Después de casi una hora insistiendo
para que se levante o algo responda, decidí dejarla sola. Sentados en la
mesa de la cocina en el más absoluto silencio con Melina estábamos,
cuando me di cuenta de que no había visto a Franco. Empecé a buscarlo
por toda la casa, era raro que no esté, nunca sale más que para ir al
colegio, al no hallarlo lo llamé al celular, nunca respondió. Regresé al
cuarto de mamá, estaba entre dormida, solo pudo o quiso responder que
Franco no se encontraba bien y se había ido a dormir a casa de un amigo.
Para ser honesto estoy seguro de que mi madre algo me ocultó, tal vez
esta angustia repentina tiene que ver con mi hermano, o tuvieron una
gran discusión o quizás simplemente él le comentó esos pensamientos
oscuros que siempre tubo. No paraba de pensar en dónde podía estar
Franco, no tenía por dónde empezar a buscarlo, no le conozco a ningún

29
amigo, una novia o simplemente algún conocido en donde pueda pasar la
noche, a lo de los tíos, no iría jamás. Por un instante estuve a punto de
llamar al Comisario Gutiérrez para que la policía lo busque. Melina me
convenció de dejar pasar esta noche, quizás si lo encuentran los oficiales
generaríamos aún más distancia de la de siempre y hasta puede ser que
mamá sepa dónde está y no quiso o no pudo decirlo en medio de su gran
angustia.
Las horas de este eterno día fueron pasando y cuando se hicieron
las dos de la mañana Meli a su casa se fue. Durante toda la noche se me
hizo imposible conciliar el sueño, recién con la claridad entrando por entre
las hendijas de la persiana mis ojos lograron permanecer cerrados por un
par de horas. Ocho treinta en punto, desperté como si hubiera
descansado toda la noche, algo está volviendo a la normalidad, nunca uso
despertador y despierto siempre a la misma hora. Antes de pasar por el
baño, abrí la puerta del cuarto de Fran con la esperanza de encontrarlo en
su cama, eso fueron solo esperanzas, ni rastros de él había, mamá dormía
profundamente, debe haber tomado algo. Entre dormido y despierto no
sabía por dónde empezar, decidí comenzar por el principio, un tazón bien
cargado de café para despabilarme y después intentar despertar a mamá,
antes de empezar a buscar a Franco. Mientras tomaba mi café por la
puerta del garaje entró Franco, sin dirigirme tan siquiera una mirada subió
directamente a su cuarto. Por lo menos está en casa y eso de ni mirarte no
era tan extraño en él. Antes de irme para la empresa, intenté despertar a
mamá, fue imposible, con un desconcierto total, de mi casa salí.

Al ingresar a la oficina, Ingrid la recepcionista, me interceptó con


una hoja en la que había anotado los llamados en espera de una
respuesta, el que más había atraído mi atención fue el del Comisario,
siempre se comunicaba al celular, pero bueno, después lo llamaré.
Esperaba ansiosamente la presencia de mi tío aquel día, cuando eran las
14 y aún no lo había hecho pude comprender que nunca llegaría. Estuve a
punto de llamar a la tía Sandra para indagarla acerca de esta ausencia por
tantos días y no días cualquieras, si no muy complicados después de lo
sucedido, pero mi inseguridad habitual me hizo desistir de tal acción. A
quien, si llamé, fue a mamá:
-Hola ma, te despertaste…
-Si… me había tomado una pastilla para dormir.
-Lo imaginé. ¿Todavía estás un poco boleada?
-Un poco.
- ¿Qué pasó ayer?

30
-Con la voz quebrada-. Nada, como vos dijiste ayer, intenté volver a la vida
y… ¿sabés qué? No puedo y ni siquiera quiero volver a la vida, como decís
vos, no me interesa.
-Bueno ma, fue el primer día...
-Si lo sé, pero me di cuenta de que no quiero volver a hacer nada de lo que
hacía cuando él estaba junto a mí.
-Tal vez sería bueno que veas a un profesional, un psicólogo o psiquiatra.
A pesar de que hace algunos años el tuyo te ha dado el alta, ahora la
situación es diferente.
-Si…puede ser. Pero igual ya decidí, voy a cerrar el gym, te quería
consultar cómo hago con Cecilia y Belén, les podría dejar el fondo de
comercio a modo de indemnización. ¿Se puede hacer así?
- ¡Eh! Pará un poco, estás una tantita acelerada me parece.
-Su tono quebrado cambió a uno imperativo-. – Capaz, pero lo del gym es
una decisión tomada y no se habla más.
- Por más que sea una decisión tomada, puede estar bueno dejar pasar
algunos días.
- ¡No!
-Que lo sigan atendiendo los chicos como durante estos días y después
ves.
-Te dije ¡no! Vos si querés ayúdame con los papeles y si no me arreglaré.
- ¿Cómo no te voy a ayudar? Ahora mismo hablo con Eugenio, el abogado
y vemos qué es lo más conveniente para todos.
-Ok, que sea rápido y no lo tomes como un negocio, no quiero joder a las
chicas, siempre se portaron de diez conmigo.
- Dale. Cambiando de tema: ¿Qué paso ayer con Franco, se pelearon? A la
mañana pasó por delante mío y como de costumbre ni siquiera me miró.
-Si discutí con él, pero eso forma parte de lo habitual. Pasó o mejor dicho
le encontré algo mucho más grave.
- ¿Qué?
-Llorando-. – Le encontré droga en el bolsillo de un pantalón.
- ¡¿Qué tipo de droga?!
-Marihuana me dijo, era como una piedrita color verde envuelta en un
film, lo que le encontré en el bolsillo del pantalón…
- Debe ser marihuana como te dijo. Si bien me dan ganas de matarlo, no
es tan grave, hoy por hoy es normal, son más las personas consumidoras
de ella, que las que no lo hacemos.
- ¡Nunca me dejás terminar de hablar! Después de que discutimos y se
fue, le di vuelta todo el cuarto y encontré en una especie de papel
manteca o algo así envolviendo un polvo blanco. Por más tonta que sea,

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me doy cuenta de que eso debe ser cocaína y no es normal consumir eso.
– Con tono irónico-.
-No te enojes conmigo, discúlpame por interrumpirte. Cocaína si es grave.
Para vos ¿empezó ahora o lo viene haciendo desde antes?
-No sé, nunca supe cómo llegar a él y acá están las consecuencias, si
empezó con lo de papá o lo hacía desde antes, da exactamente lo mismo,
es evidente, como padres
no le dimos lo que necesitaba y buscó esas cosas para cubrir la carencia
generada por nosotros como familia.
- ¡Pará!... No te culpes tanto, las cosas son elecciones de cada uno, no
siempre son por culpa de los otros. A parte pensá, quizás todo esto
empezó a con la muerte de papi.
-Y en ese caso, yo no estuve para contenerlo.
-Nadie sabe cómo contener al otro, ni siquiera a uno mismo por estos
días.
-Sí, pero es mi hijo, y debió estar por encima hasta de mi propia vida.
La charla se prolongó por unos largos minutos, en los cuales todo rondaba
acerca de su culpabilidad o no, de las supuestas adicciones de mi
hermano, por más de mis múltiples intentos por hacerle aceptar que no
todo es su responsabilidad no conseguí correrla ni un milímetro de su
verdad. De tanto hablar de culpas, nos olvidamos de cómo haremos para
ayudar a Franco, siendo eso lo único importante. Otra vez se repitió como
en los últimos días mi posición habitual, con los codos sobre el escritorio y
la cara apoyada en las palmas de las manos, inmóvil casi petrificado,
navegando en un mar de angustias y tristezas.
El sonido del teléfono me devolvió a la oficina, Ingrid me pasaba el
llamado de un cliente de Paraguay, enfurecido con mi tío por el destrato
de los últimos tiempos. Me costó muchísimo convencerlo de que la
relación comercial volvería a ser como siempre lo había sido. Recién antes
de culminar la comunicación me brindó sus condolencias y no por ser una
persona descortés, si no por la ira que lo invadía con mi tío. Cuando
habían pasado algunos minutos de las cinco de la tarde recordé devolverle
el llamado al comisario y lo hice:
-Hola Gutiérrez ¿Cómo le va? Soy Ezequiel.
-Bien. ¿Ustedes?
-Como se puede. –Mientras le contestaba, en breves segundos repasé
todo lo que estaba pasando: drogas, mamá con pijamas de papá cerrando
su gimnasio y un nudo en la garganta se me hizo-.
- ¿Alguna novedad en el trabajo, algo te ha llamado la atención a tu
regreso?

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-Mucho desorden, demasiado.
-Pero más allá de eso…
-Usted quiere que le cuente lo que ya sabe.
- ¿No te llama la atención?
- ¿Se refiere a lo de mi tío?
-Por supuesto.
- Como siempre sostuve, no le importa mucho el trabajo y ahora sin la
presencia de papá para molestarlo, ni le interesa disimular su poca
responsabilidad.
- ¿No te genera ninguna otra duda su ausencia?
-No, la verdad no.
-Bueno, te pido por favor, si notas algo extraño en su ausencia, avísame,
es más trata de investigar si hay algo raro.
-Ok, pero… ¿Ese no es su trabajo?
- Ezequiel no soy tu enemigo, mi trabajo es hacer todo lo humanamente
posible para descubrir quién asesinó a tu padre y contar con tu
colaboración sería de mucha ayuda, para que mi tarea sea exitosa.
-Le pido disculpas, me es muy incómodo el lugar en el cual estoy.
-Por favor, es entendible que no estés a gusto con mis preguntas, pero
recordá: estoy para ayudarte.
-Así será.
Entre tanto trabajo y dispersiones por todo lo demás, se hicieron las
veinte, detrás del escritorio de papá a través de una gran ventana se podía
observar la planta, donde por la hora nadie quedaba, tampoco había nadie
en las oficinas, estaba completamente solo. Vaya a saber cuál habrá sido
el disparador en mi mente cuando comencé a verlo parado en cada uno
de los sitios donde papi desempañaba sus tareas, no tardaron en llegar las
lágrimas, junto a una gran angustia. Impidiendo despegarme de la silla por
unos cuantos y largos minutos, pasadas las nueve de la noche decidí
retirarme de la empresa.
Había quedado con Fernando, mi mejor amigo, en ir a cenar; desde
el sepelio no lo había visto, solo he cruzado algún mensajito. Sin embargo,
con otro mensaje y una excusa inverosímil suspendí el encuentro. Si bien
sabía de lo necesario de llegar pronto a casa para enfrentar la realidad,
estuve más de una hora conduciendo sin rumbo, el terror debería ser el
motor de mi vehículo, miedo a encontrarme con lo que dentro de mi
hogar me esperaría.
Al entrar, el escenario era igual al de ayer, mamá con los pijamas de
papá sentada en el sillón del living con la mirada perdida, como en otro
mundo. Percibió mi presencia recién cuando estuve frente a ella y sin

33
ganas solo un “hola” fue su saludo, continué mi camino hacia el cuarto de
Franco, quien me saludó aún más escuetamente que mi madre. Antes de
bajar a intentar dialogar con mamá, me quedé paralizado en el lugar,
pensado cómo en apenas días puede cambiar tanto la vida de una familia,
en primer lugar, mi padre es quien ya no está, pero quienes quedamos
aquí, estoy seguro tenemos menos paz que él, esté donde esté.
Respiré profundo varias veces, tomé valor e intentando ser lo más
tierno posible, comencé a hablar con mami de cualquier cosa, para de a
poco llegar a obtener su atención. Era como charlar con un desconocido,
sus respuestas eran monosilábicas y en un volumen mínimo haciendo muy
dificultoso oírla. Solo habló fuerte y claro, con tono imperativo para
referirse al tema del gimnasio, pidiéndome resolver los papeles, porque ya
había hablado con las chicas y ellas continuarán la actividad tomando el
fondo de comercio a modo de indemnización, no me dio lugar a emitir
alguna opinión. La seudo charla llegó a su fin cuando le comenté mi
intención de hacerla ver por un profesional y en ese momento se irritó
demasiado llegando a gritar, argumentando no tener deseo de hacer nada
para cambiar su estado. Con esta última frase me dejó sin palabras, cómo
hacer para generarle deseo de estar bien, si supuestamente ni le interesa.
Inmóvil en un hermético silencio, a su lado me quedé esperando algún
comentario, una mirada o algo, lamentablemente nada de eso sucedió, ni
siquiera me registraba, entonces subí a mi cuarto. Me acosté boca abajo,
como escondiéndome dentro de la almohada mientras en mi mente
repetía una y otra vez “Papá te necesito”, preciso sus consejos, deseo con
todo mi corazón tenerlo a mi lado para escuchar esa palabra justa, con ese
tono tan suave y relajado, logrando en primer lugar calmarme, para
después señalarme cuál era el camino indicado por donde debía
continuar. ¿Cómo encontraré las salidas a todos los problemas a los que
me enfrentaré, si siempre me apoyé en él? A la realidad me devolvió el
sonido del celular sonado como diez veces seguidas. Era Melina, estaba en
un receso de la facu, se había preocupado ante el llamado de Fernando
desconcertado por la cancelación de la cena pactada. Le hice una veloz y
breve reseña de cómo han continuado las cosas en casa y más de allá de
recordarme que trate de ocuparme de mí como lo hago con los demás,
entendió lógico mi estado de ánimo. Ambos consideramos inoportuno que
viniese a dormir a casa por el ambiente imperante y aparte, aún no
habíamos blanqueado nuestra reconciliación con sus padres.
Otra noche más sin comer, sin sacarme la ropa y sin poder detener
los pensamientos en mi cabeza, por horas intenté conciliar el sueño, lo
pude conseguir recién pasadas las tres la madrugada. Al escuchar el

34
despertador sonar y la claridad del sol entrar por las hendijas de la
persiana, ni un músculo de mi cuerpo podía mover, los primeros en
encontrar un mínimo de energía fueron los ojos, mientras permanecía
inmóvil los revoleaba observando todo el cuarto. Así me quedé sin poder
despegarme de la cama hasta que los nueve minutos pasaron y la alarma
volvió a sonar, entonces con muchísima lentitud comencé a levantarme.
Cuando me estaba lavando los dientes sonó el celu, era Melina
invitándome a desayunar, lo dudé por un segundo y rápidamente accedí a
su propuesta, total nada podría cambiar en mi casa y tal vez hacer algo
que no se relacione con el trabajo o la familia me regale un poco de paz.
Mamá y Franco dormían, antes de salir me detuve en la cocina y con la
mente recorrí cada rincón de la hermosa casa que teníamos, el parque, la
pileta, el quincho, el garaje, el escritorio, es increíble, en cada ambiente lo
veo a él. No solo falta papá, también faltamos todos nosotros, pareciera
que, aunque estemos vivos nuestras vidas partieron junto con la de mi
padre, por eso la casa luce triste y vacía.
Muy acertada fue la decisión de aceptar el desayuno, me distrajo a tal
punto de llegar sonreír como no lo hacía desde lo de papi, al mismo
tiempo me daba cuenta de que Melina era la mujer con la cual quería
pasar toda mi vida. A pesar de que la realidad no era mejor a la de la
mañana anterior, arrancar la jornada al lado de mi novia me hizo entrar a
la oficina con una buena predisposición, el resultado de esta buena onda
fue que en un par de horas haya podido resolver varias situaciones
pendientes. Entre ellas, los papeles del gimnasio de mamá, en otra
circunstancia me hubiera generado una gran angustia.
Toda la calma, paz, o buen ánimo que pudiera haber tenido en esa
mañana desapareció rápidamente, cuando pasado el mediodía a la
empresa llego mi tío. A veces me cuesta entenderlo o mejor dicho se me
hace imposible, es importante resaltar que la última vez que lo había visto
fue en el sepelio de papi. Entró a mi oficina como si nada hubiera pasado,
como si hubiésemos estado juntos el día anterior, aquí en la empresa, no
hizo referencia a cuál era el estado de toda la familia, ni siquiera el más
mínimo comentario de su ausencia en el trabajo. La charla transitaba por
un sendero tenso, pero con cierta calma, la misma desapareció cuando
comenzó con los reclamos acerca de cómo había resuelto las situaciones
de la empresa en su ausencia. Logró sacarme de quicio como no recuerdo
haber estado alguna vez en mi vida, el mayor grado de excitación llegó
cuando a modo de insulto me dijo “sos igual a tu papá”. Juro por Dios que
si no me detenían le iba a pegar tanto como para matarlo. No creo haber
sentido nunca en mi vida tanto odio hacia alguna persona, ni por los

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asesinos, quería lastimarlo, verlo sufrir, pero no es sólo por lo que dijo,
sino la bronca que siempre le tuve, simplemente por esa odiosa manera
de ser, ni en estos momentos muestra un poco de humanidad, una
arrogancia extrema que irritaría hasta a un monje budista. Después de una
hora de extrema tensión la calma llegó y solos nos dejaron otra vez, al
percibir que no nos iríamos a las manos. Entonces ahora con el mayor de
los esfuerzos para no elevar el volumen de mi voz, le pregunté:
-Tío, ¿no te perece que con todo lo sucedido, sumado a tu ausencia hice lo
que pude?
-Puede ser Eze, pero hay cosas que no las entiendo…
-Está bien, te he llamado para consultarte y no me prestaste atención, me
evadiste.
- Tenía otras
-(Interrumpiéndolo) ¿Qué otra cosa podías tener para resolver, más
importante que hacerte cargo de tu empresa, en el momento que a tu
socio lo mataron y es el hijo, a su vez tu sobrino, quien está manejando
todo, intentando cubrir de la mejor manera las tareas de su padre muerto
y encima vos no venís?
-Son cosas personales.
- No somos muy pegados, pero se supone que somos familia. ¿Qué te
pasa?
-Nada, no te hagas problema.
-No es que me haga problema, quiero entender qué pasó.
-No pasó nada…
-Tío nunca fuiste muy responsable con el trabajo, pero para que te hayas
ausentado en estos momentos, es por demás extraño.
La charla había retomado senderos más tranquilos, continuó por un
exagerado y largo tiempo sin conducir a ningún lado. Nunca dio una
explicación convincente acerca de su ausencia, y con respecto a las
diferencias de criterios a la hora de tomar algunas decisiones, cuando los
decibeles de mi voz bajaron pareció ya no interesarle, mi tío es una
persona muy pero muy especial. Después de pasar no más de una hora
por su oficina, sin dar explicación alguna, se marchó.

En otras circunstancias sería una maravillosa noticia, hoy es casi un


problema. Venía persiguiendo un negocio hace meses, casi un año, ahora
estaba a punto de concretarse, la cuestión es que para cerrarlo
definitivamente debo viajar y no es nada cerca, es en China, teniendo en
cuenta cómo manejan las relaciones comerciales los orientales, me llevará
por lo menos una semana, sumado al viaje será alrededor de diez días.

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¿Cómo hago para dejar a mamá y a Franco solos? A decir verdad, mi
contención no les está sirviendo de mucho, pero por lo menos estoy. Me
va a estallar el cabeza, una sonrisa rápidamente transformada en lágrimas
nació de mi interior. En mi mente dibujé la imagen tan clara de mi papá
felicitándome, parecía un video, hasta su voz se escuchaba nítida, como
un día cualquiera en los que se desarmaba en elogios hacia mi trabajo,
enumerando uno a uno lo logros alcanzados por la empresa desde cuando
yo estoy a su lado, sin olvidarse de deslizar alguna crítica a la poca
responsabilidad de mi tío. El llanto llegó cuando me surgió la incógnita
acerca de si recordaré su voz para siempre o con el paso del tiempo no
pueda oírla en mi mente. Las imágenes, las fotos, los lugares, sus consejos
sí quedarán para siempre gravadas en lo más profundo de mi corazón,
pero su voz no creo poder, puedo recordar sus consejos, sus saludos y
comentarios, pero con mi voz.
A la realidad me devolvió Melina, en el celular. No habíamos hablado en
todo el día, generalmente pasado el mediodía, aunque sea un mensaje
cruzábamos, hoy había sido la excepción. Cómo describir mi jornada, tuvo
altos y bajos, la energía recargada en el desayuno, la fuerte discusión con
mi tío, lo de China y ahora el recuerdo de papá. Una breve síntesis de mi
día le brindé y ella hizo lo propio. Claro está, sus horas transitan por
senderos menos sinuosos que los míos por estos tiempos. Acordamos que
después de pasar por casa, iríamos a la de ella para dar la comunicación
oficial de nuestra reconciliación y le daría mayores detalles de China y lo
del tío.

Respiré profundo, miré al cielo buscando la mirada de mi padre y giré la


llave con toda la lentitud posible de la puerta del living de casa. Un
escalofrío, junto a una sensación de terror me corrió por todo el cuerpo, al
llegar a la cocina el vaso con agua que yo había usado en la mañana antes
de salir, estaba en el mismo lugar, era como si nadie hubiese pasado por
ahí. Raro… ¿ni siquiera Mónica, habrá venido? Ella es quien ayuda en casa
y lo hace a diario. Todo estaba igual que hace como diez horas cuando me
fui, esa sensación de miedo se acrecentó y me obligó a subir las escaleras
corriendo sin saber por qué, las palpitaciones aumentaron muchísimo
antes entrar al cuarto de mamá. Ahí estaba como una pasa de uva
enroscada en su propio cuerpo, hasta su color había cambiado, estaba
pálida y a pesar de tener los ojos abiertos no percibía mi presencia.
Después de varios intentos por despertarla o mejor dicho para que
reaccione, pues despierta parecía estar, tomé el teléfono y decidí llamar a

37
la emergencia médica. Franco no estaba en su cuarto, tampoco respondió
mi llamada a su celular, igual mi preocupación por él no se extendió por
más de tres minutos, el estado de mami era realmente alarmante. A su
lado me quedé hasta la llegada de la doctora, la atención fue magnífica,
revisó cada centímetro de su cuerpo. Según ella y con lo poco que le
pueden arrojar pequeñas pruebas realizadas: reflejos, pulso, presión y
demás, este estado se debe a una ingesta de más de una pastilla para
dormir, por eso la deshidratación. Hizo las órdenes para un chequeo
general y también la derivación con un psiquiatra, ambas con extrema
urgencia. Además de la derivación por escrito, me aconsejó que me ocupé
rápidamente del psiquiatra, y sin otra indicación se retiró. Lucía un poco
más despierta con relación a cuando llegué de la oficina, aunque aún
parecía estar en otro mundo, no respondía ninguna de mis preguntas, sólo
me miraba, pero ningún sonido salía de su boca. Bajé a la cocina y le
preparé un té con galletitas, estaba seguro de que no había ingerido nada
en todo el día, antes de tomar la bandejita de cama donde había apoyado
la taza y las galletas, sonó el celular, era Mónica.
-Hola Moni ¿Cómo estás?
-Yo bien… ¿Cómo está todo por ahí?
-Feo, muy feo. ¿Ella te dijo que no vinieras hoy?
-Si, no solo hoy, si no que no vuelva.
- ¡¿En serio!?
-Si, no supe …
- ¿Te dio algún argumento?
-Eso fue lo que me dejó muda. Me pidió por favor que no vaya más,
porque como trabajo con ustedes desde cuando recién se había casado
con Marcelo, yo le traería recuerdos y a parte ya no había nada para
limpiar, ni para cocinar en tu casa, porque ya no era un hogar y antes que
pueda reaccionar me cortó.
-Ahora quien se quedó mudo soy yo.
-No sé qué decirte…
-Por tu sueldo
-Interrumpiéndome-. –No te llamé por eso.
-Lo sé, pero quedate tranquila, cobrarás normalmente y si a casa no podés
volver, vendrás a la oficina.
-Tan preocupado por todos como era Marcelo, no conozco a otras
personas que piensen tan rápido en todo y en todos como ustedes dos.
Pero yo no te estoy llamando como tu empleada, lo estoy haciendo
porque son casi mi familia.

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-Nada de casi, somos familia, te conozco desde que nací y te he visto más
que a cualquier pariente.
-Gracias. ¿Cómo esta ella ahora?
-Vino la doctora, aparentemente se tomó alguna pastilla para dormir
adicional, por eso no habla. Pero cuando te llamó a vos: ¿Hablaba claro?
- Claramente y a los gritos, con un tono como enojado.
-Entonces quiere decir que las tomó después de comunicarse con vos.
-Ezequiel ¿qué pasa, te quedaste callado?
- Estaba pensando: ¿cuál habrá sido su intención al tomarlas?
- ¿Qué querés decir?
-Primero te llamó a vos para que no vinieras, Franco no estaba, igual no
cambia mucho su presencia, si nunca sale del cuarto, y después
asegurándose de no tener compañía, las tomó.
-Yo no la creo capaz de una cosa así.
-Yo tampoco, pero después de haber intentado volver a trabajar, la
desconozco, es otra persona.
-Me parece que la tenés llevar a un psiquiatra.
-Si, seguro.
-Yo no conozco a ninguno ¿Vos?
-No, pero me parece que Melina tiene un tío psiquiatra.
-Una buena, ¿Estás bien con ella?
-Si, es lo único positivo en el último tiempo.
-Eso es muy bueno, a mí me encanta esa chica. La vas a necesitar.
-Si, y ella está.
-Me olvidaba, ¿la policía te llamó, hay alguna pista?
-Hablamos en un principio, la verdad ni me interesa si encuentran o no a
los asesinos.
- No te robo más tiempo, dale un beso enorme de mi parte, yo estoy a la
espera de lo que me indiques hacer, puedo ir a cuidarla, a limpiar o a lo
que haga falta. A la hora que sea llamame.
-Muchas gracias. Adiós.
-Chau Eze.
Calenté el té en el microondas que para entonces ya estaba frío, y lo subí a
su cuarto. Nada había cambiado, petrificada en ese rinconcito de la cama,
hasta parecía haber perdido altura de tan acurrucadita que estaba. Como
era de esperar, ni se inmutó con mi presencia y por lógica, a pesar de casi
obligarla, no tomó tan siquiera un sorbo de la infusión. Con una montaña
rusa en la cabeza y sin saber por dónde empezar, la dejé en su cuarto.
Llamé a Meli, le hice una reseña de lo acaecido desde mi arribo a la casa,
me disculpé por cancelar la cena con su familia y como antes le

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comentaba a Mónica, a los quince minutos mi novia estaba tocando el
timbre, siempre está a mi lado.
Nada había para hablar, solo me abrazó fuerte y me sentí contenido por su
amor, las lágrimas vertían de mis ojos sin parar, rápidamente mi angustia
contagió a Melina, también comenzó a llorar, enroscados en ese abrazo,
empapados en llanto por algunos minutos inmóviles nos quedamos.
Recién cuando me preguntó por Franco recordé su ausencia en casa y solo
después del quinto intento conseguí que conteste mi llamado:
- ¡¿Franco?!
-Si…
- ¿Estás bien?
-Si.
-Sus respuestas tan breves me irritan-. - ¿Dónde estás, por qué no
contestás el teléfono?
-No lo había escuchado, y estoy en lo de un amigo, me quedo acá.
- ¿¡Un amigo!? … ¿Quién, lo conozco?
-No.
- ¿Te quedás en su casa a dormir?
- ¡Sí Ezequiel!
- ¿No podrías venir para acá?
-No, no tengo ganas.
-Hasta hace un tiempo no salías jamás de acá adentro y ahora no podés
pasar un rato, aunque sea.
-No, no quiero. Siempre me pedían que salga y busque amigos, ahora los
tengo.
-Entiendo, pero es por mamá, no está nada bien.
-Y yo qué puedo hacer.
-Quizás preocuparte sería lo más lógico.
-Encargate vos, como siempre.
- No puedo entenderte, ¿no te importa ni un poquito?
-Si me importa, pero no voy a ir, nunca cambió en nada ni a nadie, en casa
mi presencia.
-Como quieras. ¿Te puedo pedir un favor?
-Dale…
-Me gustaría que tengamos una charla cuando tengas ganas, llamame y
nos encontramos en algún lugar fuera de casa.
-Te llamo.
-Espero.
Su última respuesta, fue tan poco convincente que en realidad no espero
su llamado ni que tengamos esa charla, pero bueno en este instante debo

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ocuparme primero de mi madre y después veré como manejarme con
Franco, espero para entonces no sea tarde, hoy la prioridad, por su estado
es mamá y es quien tendrá toda mi atención.
Apenas había cortado con Franco, Mel me pasó el teléfono de línea, del
otro lado se encontraba su tío psiquiatra, Abelardo, una breve descripción
de lo acontecido en las últimas horas bastó para acordar que mañana a
primera hora estaría por casa. Me aconsejó que si despierta irritada le
proporcione otro comprimido para dormir, él consideraba apropiado que
permaneciera dormida hasta la primera entrevista.
En medio de tan duro escenario, increíblemente me daba cuenta de
cómo amaba a Melina, lo bien que me hacía y lo ocupada que estaba
tanto por mí, como por mi familia, de tal manera que hicimos el amor con
tanta pasión como si el alrededor nuestro no existiese. Agradezco a Dios la
posibilidad de haber podido volver a tenerla a mi lado, sin ella todo sería
imposible.
Cuando habían pasado más de dos horas de la media noche y después de
verificar varias veces que mami siguiera descansando, abrazado a mi novia
conseguí quedar dormido. Como había comentado antes, sin la presencia
de Melina a mi lado me hubiese sido imposible descansar. A las siete
desperté y rápidamente me dirigí al cuarto de mi madre, quien estaba
despierta y con la mirada un poco menos perdida con relación a la del día
de ayer:
-Buen día. ¿Cómo estás?
- (Con un tono muy suave) Bien. ¿Dormí un montón de tiempo, ¿no?
-Si, bastante. Además, no sé cuánto hace que no comés nada.
-Ahora tengo mucha hambre.
-Eso es bueno. Ya te traigo un buen desayuno.
Fui a la cocina pensando si era apropiado hacerle algún comentario acerca
de lo de Mónica y de las pastillas que supuestamente tomó. Al bajar, Meli
ya había preparado un suculento desayuno: café con leche, tostadas con
queso untable y yogurt con cereales, Dios quiera que coma todo esto.
Subiendo las escaleras decidí no hacer comentario alguno del día de ayer,
total en media hora vendría el psiquiatra y a él no creo que lo pelee como
lo haría conmigo. Sólo con un tono bastante imperativo, extraño en mí, le
avisé que el doctor llegaría en breve, le dejé la bandeja sobre la cama y me
retiré evitando la segura discusión.
Mientras esperábamos la llegada del facultativo, desayunamos con
Meli en la cocina, le amplié el tema del viaje a China y ambos coincidimos
en la imposibilidad de que me ausente de casa por tanto tiempo, en estas
circunstancias para mami quince días podrían ser cruciales. El problema

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surge, no porque mi tío no quiera ir, sino porque su irresponsabilidad para
manejarse sería inaceptable para los chinos y seguramente se caerá el
negocio, pero en este momento, mi prioridad es la salud de mi madre. Si
mi objetivo es suplir la falta de papá, es al lado de mami, donde él estaría,
como lo hizo toda su vida. Siempre fue muy ambicioso y obsesionado con
el trabajo, sin embargo, dejaba todo de lado sin importar los costos que
esa acción demandaría, cuando su familia lo necesitaba y de ese modo es
como yo debo actuar.

A las nueve en punto Abelardo llegó después de una ampliación de


lo adelantado anoche por teléfono, subimos y se quedó con ella por más
de media hora, moría de ganas por escuchar lo que dentro del cuarto
estaban dialogando, pero entendía las reglas impuestas por el psiquiatra y
yo no era quien para pedir romperlas. Estábamos en mi cuarto, pared de
por medio, de repente comenzaron a oírse gritos de mamá, no se podía
entender si no fuese por Melina hubiera entrado al cuatro a los gritos yo
también, reprimiendo al doctor. A los escasos segundos los gritos mutaron
a un llanto con alaridos desgarradores y ahora sí, Abelardo requirió mi
presencia. No sabía qué hacer, me quedé paralizado en la puerta del
cuarto, reaccioné cuando Mel y el Doc. me indicaron que me acerque a
ella. La abracé fuerte mientras parecía estar desarmándose de tanta
angustia brotando de su alma, no podía creer cómo estaba, por su rostro
parecían haber pasado años, también en su cuerpo. A tal punto, que al
verla pensaba que con todo lo acontecido quien menos está padeciendo la
realidad es papá. Duele pensarlo, pero llego a creer que si todos
marcharíamos con papi quizás estaríamos mejor, afortunadamente tengo
a Melina, con sus palabras le devuelve cordura a mi conciencia y otra vez
con más fuerza abracé a mi madre quien lentamente comenzaba a
calmarse.
Al cabo de algunos minutos y después de la ingesta de una pastilla
proporcionada por el doc., la dejamos en el cuarto y en los sillones del
living nos sentamos. Mientras tomaba un café servido por Melina, el
psiquiatra comenzó a dar su diagnóstico con expreso pedido de no
interrumpirlo hasta el fin de su alocución y entonces responderá todas
nuestras preguntas:
-Es muy extraña la velocidad con la que se desencadenó el cuadro, por lo
general las personas cuando atraviesan tragedias tan duras como esta,
pasan por diferentes estadíos hasta que recién al año o aún más tiempo
llegan al estado de depresión de tu mamá. Esto es raro y sorpresivo, pero
también generó tu rápida reacción y aunque el cuadro es complejo,

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atacado a tiempo, las posibilidades de cura son mayores. La medicación
prescripta hará su trabajo y de tener fortuna evitará la repetición de
episodios como este, pero más allá del tratamiento, los medicamentos y
de mi labor, precisará mucha contención y por más complicado que
resulte deberás acercar a tu hermano. Es imprescindible su presencia en la
casa, en su vida, para que no sienta su pérdida como sucedió con tu padre,
ya hablaremos de ese tema.
Es vital respetar cada una de las ingestas de la medicación, situación
imposible de confiar a ella, es muy probable que evite tomarlas. No
importa el trabajo, las obligaciones, ni nada, cada seis horas alguien
deberá apersonarse para asistirla. Obviamente, es necesario el inicio de un
tratamiento psicológico paralelamente con el psiquiátrico, si lo deseas te
puedo recomendar algunos profesionales de excelencia. En principio
estos serían los pasos para seguir, ahora soy todo oídos para escuchar tus
inquietudes.
-En primer lugar, gracias.
-Por nada.
- ¿Qué piensa usted del motivo por el cual tomó las pastillas?
-No creo que sea necesario hacer ese análisis.
- ¿Por qué?
-Sea cual fuere el motivo, ya sucedió y mi trabajo es evitar su repetición.
-Me da miedo que ella haya querido sui…- (no pude terminar de
pronunciar la palabra).
-Sos insistente… Quizás no haya sido una decisión terminal, a veces sucede
que ingieren una pastilla y estando medio dopada, pero sin poder conciliar
el sueño, ingieren más comprimidos sin ser consciente de hacerlo
producto de la primera ingesta. ¿Se entiende?
-Si, sí.
-En fin, mi objetivo es que sea cual sea el origen, no se repita el episodio.
-Me parece bien.
- ¿Tu hermano?
-Es muy complicado.
-Hoy no te torturo más, pero para mañana cuando vuelva hablaremos del
tema y espero que para entonces hayas podido dialogar con él acerca del
estado de tu madre.
-Ok. Espero poder hacerlo.

Sin muchos más rodeos y después de despedirse, se retiró. En el más


absoluto silencio sentados en el mismo sillón por más de quince minutos
con Melina nos quedamos. Dentro de mi cabeza peleaban dos duros

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pensamientos: Cómo acompañar a mi madre y cómo acercarme a mi
hermano. Era raro, la que peor está es ella, pero creo será
extremadamente difícil llegar a Franco para pedirle su colaboración.

Melina fue quien me devolvió a ese living:

-Bueno… ¿Cómo vamos a hacer? Debemos organizarnos para


acompañarla.
-Primero gracias, me encanta cómo te incluís en la solución a mis
problemas.
-Te amo y siempre voy a estar a tu lado y al lado de quienes vos amás.
-Yo también te amo. No tengo idea cómo hacer, en la oficina está todo
bastante complicado, pero … Bueno, no iré.
-El día de doy es manejable porque yo me puedo quedar todo el día, o por
lo menos hasta las seis, quizás debas llamar a Mónica y si Laura está un
poco mejor, acepte su compañía. Igual, más allá de que puedas ir al
trabajo, tu prioridad del día será hablar con Fran.
- ¡Guau! Yo todavía no empecé a pensar y vos ya organizaste todo, nada
para decir. Gracias.

En ese mismo momento llamé a mi hermano y como sucede últimamente,


a pesar de tener el teléfono encendido no atendió. Mamá dormía,
después de una larga y afectuosa despedida de Melina, emprendí viaje a la
oficina. Desde el auto llame a Mónica, una breve reseña de lo sucedido le
di, combinamos en que a la tarde se acerque a casa para observar cuál es
la reacción de mamá al verla, antes de entrar a la empresa probé una vez
más con Franco, no atendió. No solo el clima de mi casa era espeso, en la
empresa había muchísimas dificultades también, habían pasado varios
minutos de las once de la mañana, nunca llegaba tan tarde, en mi
escritorio había una pila de esos papelitos amarillos con recados dejados
por Silvana, se había retirado a la casa porque su hijo se lastimó en la
escuela, del tío, ni noticias como era de prever. A medida que la jornada
fue avanzando, cada quince minutos intentaba comunicarme con Franco,
recién en el décimo llamado respondió y acordamos encontrarnos en un
bar a las 19. Cuando a las 16 llegó Horacio, le hice una breve descripción
de lo que le estaba sucediendo a su cuñada, al no encontrar interés de su
parte, rápidamente pasé al tema del viaje a China. Como lo había previsto
entre su desinterés y su pobre inglés, si mi tío realizara el viaje, es casi un
fracaso asegurado, motivo por el cual, quedará para otro momento la
decisión de suspender o no la visita a los chinos.

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Para mi sorpresa, al ratito me llamó mi tía para preguntar por su hermana,
Horacio a pesar de no haber demostrado interés, le había comentado lo
charlado conmigo. Sandra además de comprometerse a pasar hoy mismo
a visitarla, me ofreció su ayuda, la acepté con todo gusto, será muy
necesaria para los días venideros. Sentado frente a la compu se me
encendió la lamparita: para el negocio chino, por más oneroso que sea,
obtendremos mejores resultados si contrato a alguien de una
comercializadora externa, como hacen las grandes empresas, envié
algunos correos a quienes me podrían recomendar los mejores. Facundo,
mi profe de Taller de Gestión en la facultad, con quien había entablado
una relación personal más allá de la académica, me respondió por
teléfono:
-Eze, ¿cómo estás? Me enteré lo de tu papá a los días y no tuve el valor
para llamarte. Te pido disculpas y mi más sentido pésame.
-No hay problema, gracias. Hablemos de trabajo, es más fácil.
-Ok, pero … ¿Cómo la llevás, tu familia?
-Como puedo y mi familia, muy complicado.
-No te molesto más con el tema, solo teneme en cuenta para lo que
precises de trabajo o de cualquier cosa.
-Gracias.
- ¿Ya trataste con chinos alguna vez?
-Son los primeros, pero hace dos años los vengo tratando y en el
momento se me hace imposible viajar, estoy muy cerca de cerrar el
negocio, multiplicaría exponencialmente las posibilidades de la empresa.
-Por lo visto, la posibilidad de tu tío no existe.
-Tal cual.
-Nosotros brindamos el servicio indicado, pero por nuestro vínculo debo
aclararte algunas cosas: en primer lugar, deberías multiplicar por diez el
presupuesto destinado si fueses vos quien viajara, y lo más importante, los
chinos al ver llegar a alguien que no sea con quien venían negociando,
automáticamente te harán retroceder varios casilleros. Conociéndote
estoy seguro ya habrás evaluado estas variables.
-Me conocés…las tuve en cuenta antes de enviar el mail. Si te parece te
envío otro correo con el detalle del producto y después de estudiarlo me
pasás el plan de negocios, junto al costo.
-Perfecto, no hay dudas de los buenos docentes involucrados en tu
formación.
-Humildes, sobre todo.
-Quedamos así.

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-Ok.

Antes de salir al encuentro con mi hermano, volví a comunicarme


con Meli como lo hice durante toda la tarde y tampoco se habían
registrado cambios, continuaba despierta pero abstraída del mundo.
Al salir de la empresa, acercándome a la hora para enfrentar la realidad de
Franco, un escalofrío me comenzó a correr por todo el cuerpo, la
respiración se me aceleró, estaba realmente nervioso, sentía miedo.
Nunca pude llegar a él y temo que en este momento sea aún más difícil de
lo habitual.
Quince minutos habían pasado de la hora acordada y mis nervios estaban
mutando a furia, sabía que cuanto más alterado esté, el acercamiento a
Franco se me escurrirá entre los dedos y él se irá sin siquiera haber
escuchado el estado de su madre. Intentaba respirar profundo y por
algunos minutos conseguía calmarme y otra vez me irritaba. ¡No podía
dejarme plantado!

Cuando ya tenía el celu en la mano para llamarlo, por la puerta lo vi


entrar. Por fortuna su presencia, aunque una hora más tarde de lo
esperado, disipó la ira provocaba por el plantón que temía recibir. Su
aspecto era totalmente diferente al acostumbrado, él siempre estaba
vestido igual, con colores grises, o un pantalón azul con las tres tiras, esos
de gimnasia. En cambio, ahora estaba con un jean negro ajustadísimo, una
cadenita salía de la parte de adelante hacia el bolsillo trasero, zapatos o
borceguíes, y un camperón de cuero con muchos cierres en el que
entraban tres personas como él, y para completar su mutación, por uno
de esos bolsillos se asomaba un paquete de cigarrillos, nunca había
fumado. Los primeros minutos de conversación fueron imposibles, sus
respuestas se demoraban una eternidad, eran monosilábicas, y parecía no
inmutarse al escuchar cómo estaba mamá.
Conseguí su distención cuando comencé a elogiarle su nuevo look
entonces pareció interesarse por mamá, de a poquito entre medio de
temas insignificantes le fui comentando del psiquiatra y de la necesidad de
estar los dos cerca de ella, somos su único mundo. Quedamos que a las
diez de la noche pasaría por casa, haber llegado a este acuerdo lo
consideraba un éxito, motivo por el cual no le hice preguntas acerca de
dónde estaba viviendo y que hacía todo el día. Tal vez, si continuamos con
este buen trato, más adelante habrá tiempo para esos temas, el primer
objetivo era conseguir su acercamiento a casa y supuestamente se
cumplirá.

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Antes de retirarme ordené otro cortado, con los codos sobre la mesa y la
cara entre las manos permanecí mirando la nada misma. Tan deplorable
sería mi imagen que el mozo me preguntó si me encontraba bien, sin
ganas agradecí su interés y evadí las posibles preguntas sobre mi estado,
retirándome del lugar. En el auto sin ser consiente hice el camino más
largo posible, no tenía deseos de llegar, un psicólogo diría: querés escapar
de la situación y esa es la verdad, si pudiera desaparecería por un tiempo y
volvería cuando todo haya pasado. Dentro de mi casa también estaría mi
tía, lo cual me generaba aún menos interés por llegar.
Estacioné, unos instantes demoré en bajar y al ingresar, la imagen
obtenida fue propia de un velorio, rápidamente Melina se levantó del
sillón donde estaba sentada con la tía, me abrazó muy fuerte estallando
en llanto, yo la seguí y lo propio hizo la tía Sandra.

Al cabo de unos minutos conseguí que las palabras salieran de mi boca:


- ¿Qué pasó Melina? ¿Cómo está mami?
-La tía contesto-. –Tu madre no está bien…
- Mientras le hablaba iba acercándome a la escalera-. —Si eso ya lo sé,
pero pasó algo más.
-Calmate mi amor. – Intervino Melina-.
-Mi hermana me contó que las pastillas se las tomó con intención de ….
-Las lágrimas y la angustia me invadieron-. - ¡¿Cómo puede ser!?
Vencido por el dolor vertiendo desde lo más profundo de mi ser, de
rodillas en el suelo quedé llorando desconsoladamente abrazado por mi
novia, cuando me repuse un poco pregunté:
- ¿Debemos avisarle al psiquiatra?
-Claro, contestó Meli.
-Si debemos, pero seguramente ya se lo contó. Acotó la tía.
-Y no me lo contó para no generarme mayor preocupación. -Concluí-

En mi cerebro las ideas se peleaban: primero subo a verla o llamo a


Abelardo, Cuando la vea ¿hago referencia de lo que me he enterado?
Melina, como si estuviese leyendo mis pensamientos me aconsejó llamar
al psiquiatra antes de subir. Tomando su sugerencia me comuniqué con el
doc., quien me indicó no hablar del tema si ella no lo aborda, él ya conocía
sus dichos y creía que con la sedación provocada por la medicación no
repetiría la acción.
Describir su estado resulta innecesario ya que es igual al de ayer, al de
ante de ayer y al que tiene desde el comienzo de toda esta tragedia, la
duda que me surgía es si podrá en algún momento revertirlo. Papi nunca

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volverá y parecería que, sin él, ella no le encuentra sentido a su vida, ni
siquiera sus hijos le generamos interés. Al costado de la cama me quedé
un largo rato observándola dormir, pensando cómo ayudarla y
sintiéndome impotente al no saber ni por dónde empezar.
Melina con un abrazo me retiró de la habitación, dándose cuenta de que
permanecer en ese sitio era tortuosa, mientras mi madre ni se enteraba
de mi presencia. Los tres sentados a la mesa de la cocina:
-Sobrino te quiero ayudar.
-Gracias tía, nos precisa a todos.
-Si no te molesta, me quedo a dormir acá.
-Cómo me va a molestar, al contrario, es de mucha ayuda. Hoy se pudo
quedar Mel por suerte, pero hay días que se va a complicar.
-Otra cosa, ¿Tu hermano?
-En teoría, en un rato, a las diez, vendrá.
-Sorprendida-. - ¡¿No vive acá!?
-Desde que pasó… pasa muy pocas veces, pero no duerme aquí.
- ¿¡Dónde!?
-Tía, no lo sé. Siempre fue difícil relacionarse con mi hermano y lo es aún
más complicado ahora. Recién hoy, hace un par de horas me encontré en
un bar, opté por no incomodarlo, ni preguntarle nada para no fastidiarlo y
conseguí su compromiso de venir a casa. El psiquiatra señaló como
indispensable su presencia para la recuperación de nuestra madre.
- Pero… ¿tuvieron alguna discusión?
-Puede ser…tuvo un entredicho con mamá, yo no estaba, pero estoy
seguro de que su ausencia no responde a esto. Lo vas a ver, parece otra
persona, la ropa, el vocabulario, cómo camina. Para mí, es su modo de
canalizar el dolor.
-Si ¿Pero no deberíamos preguntarle dónde duerme?
-Lo intenté y automáticamente se cortó el diálogo, por eso hoy en el bar ni
insinué interrogante alguno al respecto, creo que si logramos tenerlo
cerca podremos llegar a él.
-Dios quiera.

Entre tanta charla la hora pasó, mamá despertó, casi no ingirió bocado y
con una velocidad asombrosa volvió a dormirse, los medicamentos la
mantienen dopada todo el tiempo.
Quince minutos de las diez habían pasado cuando escuché el girar de las
llaves en la puerta del frente, un raro escalofrío de satisfacción me corrió
por todo el cuerpo.

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Vestido con la misma y extraña indumentaria de hoy en la tarde,
con una mirada como perdida, así estaba. Me parece no esperaba
encontrarse con Melina y menos con la tía, eso puede haberlo
descolocado. Sin especulaciones acerca de qué sería lo conveniente para
no fastidiarlo, mis sentimientos actuaron por sí solos y lo estreché en un
fuerte abrazo, en un principio pude sentir su rechazo, pero luego se
entregó y creería que por primera vez pudo percibir mi intención de
ayudarlo y protegerlo.
Este atípico buen clima que manteníamos mientras le informaba el estado
de nuestra madre y de lo que me había indicado el psiquiatra, culminó
cuando mi tía quien hasta entonces permanecía callada, lo increpó
fuertemente acerca de dónde vivía, con quién, con qué dinero y algunas
preguntas más, cual si fuera un interrogatorio policial. Generando que
Franco salga corriendo de casa sin haber visto a mamá ni por un instante.

Unos segundos demoré en reaccionar y salir corriendo tras él, o alguien lo


estaba esperando en un auto o escogí la dirección equivocada, ni rastros
había, lógicamente no respondió su celular. Caminaba lentamente las dos
cuadras que hace instantes había hecho corriendo en sentido opuesto y
maldiciendo a mi tía. Todo lo avanzado lo he perdido, el psiquiatra había
destacado que era importante para mamá y ahora… ¿Cuándo me volverá
a atender? Unos cincuenta metros antes de llegar, Melina me interceptó:
- ¿No lo encontraste?
-No…
- ¿No atiende?
- ¿Le dejaste mensaje?
-No
- ¿Tal vez si le dejas uno aclarándole que quien lo fastidió fue Sandra y que
vos no estás enojado?
-Es muy buena idea. ¿Sandra se fue?
-Si, ofendida.
- ¡¿En serio!?
-Sí. Disculpame si me meto, pero creo que no podés contar con la ayuda
de nadie, incluyendo a tu hermano, para sacar adelante a Laura.
-Te tengo a vos.
-Eso está claro. Yo no puedo creer cómo puede ser tan egoísta, por más
que se haya enojado con Franco, es su hermana la enferma, sin embargo,
para ella es más importante su enojo, que cuidar a Laura.
-Son así. Ahora me vas entendiendo cuando te hablo de mi tío con la
empresa, con la muerte de mi padre…

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-Lamentablemente sí. Bueno llamalo y dejale un mensajito con un tono
muy agradable.

Mientras caminábamos hasta la puerta de casa, procedí:


-Franco: te pido disculpas por cómo te atacó la tía, yo le había aclarado
que no te pregunte nada, pero una vez más a ella no le importó lo que los
demás le pidamos. Te ruego: cuando tengas ganas llamame y empezamos
de vuelta, obviamente sin Sandra presente, no te olvides, mami nos
precisa a los dos.
Darle la razón y victimizarlo quizás no sea el camino correcto, pero creo
que es el único por el cual puedo llegar a él, mañana cuando le comente
todo lo sucedido a Abelardo le voy a pedir algún consejo para acercarme si
consentirlo en todo. Sin mucho más para destacar, después de chequear
varias veces si mami estaba bien, sin comer nos acostamos con intención
de dormir, cosa imposible para mí, durante casi toda la noche.

De ese modo los días fueron pasando sin grandes cambios, Mónica
se encargaba de mamá, la relación con Franco tenía sus vaivenes y casi
estaba confirmado que consumía alguna sustancia, aunque no en el grado
de adicción, asegurado por mami, lo cual era un problema al que por el
momento ni me puedo acercar, cualquier chispazo generaría su
alejamiento nuevamente. Mi madre continúa en ese estado en cual creo
no existe palabra para describirla, básicamente le da todo exactamente lo
mismo, nada, absolutamente nada la motiva a continuar con su vida, ni
siquiera a salir de las cuatro paredes del cuarto, desde lo de papá se
transformaron en su mundo, el trabajo tiene marcha correcta y con
Melina afortunadamente este retorno parecería ser para toda la vida, es
más, cuando mi realidad alcance la normalidad pienso proponerle
casamiento.
Nada había cambiado hasta la mañana del 10 de septiembre, exactamente
tres meses después del asesinato de mi padre, al despertar y encender el
teléfono, este no paraba de avisar las 17 llamadas perdidas de Dany, el
periodista. No había dejado mensaje. Tanta insistencia me obligó a
comunicarme antes de salir de mi habitación.
-Dany, soy…
-Si Ezequiel. -. Con una voz entre acelerada y nerviosa-.
- ¿Qué paso?
-Encontraron y detuvieron al supuesto asesino de tu padre.
- ¡¿Y vos me lo comunicás!?
-Siempre me entero antes…

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-Si, pero igual esperaré a la policía, no entiendo el motivo de tu llamado.
La nota ya te la he dado y no pienso hacer otra, las cosas no son fáciles
para mí y por más ruegos, no tengo ganas de salir en la radio.
-Sé lo de tu mami, no anda bien.
- ¡Eso también! - Me irritaba sobre manera que esté al tanto de toda mi
vida-.
-Te llamé para avisarte solo una cosa: este tipo es quien disparó, existe
alguien que lo mandó a asesinarlo, yo no encuentro el motivo, en la vida
de tu padre no había nada como para generarse enemigos, el único que
oculta mucho de todo su entorno es tu tío, aunque nada de lo turbio de su
vida se vincula con el hecho.
- ¿Turbio?
-Sí, no tiene cosas muy graves, pero sí tiene mucho para esconder, aunque
nada se vincularía con lo de Marcelo.
-Ok, pero… ¿Me va a avisar la policía?
-Si, claro. Yo te llamé para prepararte.
-Bueno gracias.
-Si precisás algo no dudes en comunicarte.
-Dale.
Estoy seguro de que no debe tener malas intenciones, pero sus llamados
consiguen exacerbarme, no logro comprender ni su interés, ni su
conocimiento de mi vida.
Hoy ¿Para qué me llamo? Él dice querer ayudarme, yo ni siquiera sé para
qué necesitase ayuda, si mi papá ya está muerto y todo lo venidero en
adelante ni me interesa.

Durante la mañana no pude concentrarme en nada, ni podía retirar


la mirada del celular esperando la aparición de la leyenda C. Gutiérrez, por
momentos pensaba: y si es que el periodista me dijo cualquier cosa
buscando algo… No, no creo, en todas las oportunidades que me llamo lo
hizo con datos ciertos, por qué sería esta la excepción.

Nadie, ni Melina sabía del llamado, no quería contarlo. El mediodía


pasó, también la tarde y nada. Estuve a punto de llamar al comisario y al
periodista, pero desistía de hacerlo maldiciendo a este último, por su
intromisión en mi vida, por haberme generado esta rara sensación,
expectativa quizás sin sentido. Recién a la noche ante la insistencia de
Meli por mi estado, le conté lo sucedido y después de muchas vueltas
coincidimos en no llamar al comisario, tal vez no sea conveniente ponerlo
al tanto de mis contactos con Dany.

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El clima en casa, como si todos estuviesen al tanto de las supuestas
novedades era espesísimo, mami desde hacía una semana comía sin
chistar, en cambio hoy no quería ni que nos acerquemos a la puerta y por
lo perdida que se hallaba era imposible que sepa la fecha de hoy. Mientras
tanto Franco, llamó a los gritos para avisar que no vendrá a cenar como
habíamos quedado, porque ya no tenía ganas de vernos, por más intentos
realizados fue imposible que mi madre responda si su estado se vinculaba
con el de mi hermano. En este contexto, ni un bocado de la comida
preparada por mi novia pude ingerir, la noche no distó demasiado de la
cena, prácticamente no pegué un ojo hasta cuando se hicieron las 6:30
horas en la cual debía despertarme.

A las siete recibí a Mónica y partí hacia el aeroparque, pues debía


volar a Córdoba para visitar a un nuevo representante de la firma en
aquella provincia. Entre el día tan ajetreado y mi cansancio, el recuerdo de
la charla con el bendito periodista casi no se hizo presente, bajando
considerablemente mi angustia. De vuelta en Buenos Aires, cuando
apenas me subí al auto y mientras hablaba con Mel avisándole de mí
regreso, en llamada en espera apareció la ansiada leyenda C. Gutiérrez. Un
escalofrío me corrió por el cuerpo, no supe qué hacer, apoyé el teléfono
sobre el asiento del acompañante sin cortarle a Melina y sin responderle
al comisario. Era como si no quisiera enterarme de lo que sabía, iba a
escuchar en instantes, nunca me preocupé por la investigación, ni por el
culpable, ni por nada de eso. Me parece que estaba sintiendo miedo a cuál
sería mi reacción al conocer el rostro del asesino. El celular volvió a sonar
y en esta ocasión lo respondí rápidamente:

-Hola, comisario ¿Cómo le va? - Intenté disimular estar al corriente de lo


del sospechoso-.
-Muy bien, con buenas noticias.
-Si, presiento que significan más para usted que para mí.
-Con un tono muy tenso-. –Mirá Ezequiel, ese desprecio por hallar a quien
le quitó la vida a tu padre y pague por lo que hizo resulta muy extraño. En
algunas personas les nace una furia desenfrenada, otros se vuelven
solidarios con quienes atraviesan situaciones similares, hasta creando
fundaciones para ayudar a los parientes de víctimas y algunos pocos
muestran indiferencia, en este grupo estas vos, aunque tu desprecio por
mi trabajo resulta extremo. Es por ello por lo que están siendo
investigados por nosotros y también por el periodismo. Te llamó Dany
porque también lo hace y debe tener varios colegas imitando su labor. Te

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explico esto porque me has expresado anteriormente tu fastidio ante mi
conocimiento de tus actividades.
-Dubitativo y con la voz entre cortada-. –No sé qué decir…
- No debes preocuparte por que te investiguemos, no tenés nada para
ocultar hasta el momento.
-Pero a mamá y Franco…
-Sabemos que no están bien y tomamos los recaudos del caso, pero todos
corren la misma suerte, mi objetivo es llegar a la verdad.
-Ok.
-Ya sabés por qué te estoy llamando, esa por lo menos para mí, es una
buena noticia.
-Si obviamente lo sé. Más allá que hasta cuando me enteré por el
periodista nunca me importó nada, desde su llamado no le puedo explicar
la angustia que siento.
-Esto es más normal que tu indiferencia anterior.
-Antes no me interesaba conocer quién fue, si igual a mi padre no me lo
devolverá, ahora creo que tengo terror de conocerle la cara.
- ¿Miedo a qué?
-A mi reacción.
-Igual por más reacciones que tengas, no podrás hacer nada. Está
detenido y si todo sale como debería ser, lo estará por muchos años.
- Volviendo a mi tono habitual-. – No, yo jamás haría algo, mi miedo es a lo
que pueda sentir.
-Acostumbro a escuchar a quienes quieren matar al delincuente, lo tuyo
no es lo habitual y me perece que hasta puede ser complicado. ¿Hacés
terapia?
-No, entre tantas cosas…
-Deberías, no te olvides que sos el sostén anímico y económico de tu
familia, si te caes, atrás te seguirán todos.
-Si…
-Cambiando de tema. ¿podrías acercarte mañana a la comisaría? En
cualquier momento, me decís el horario y combinamos.
-Si por supuesto. Dany me habló de que…
-Interrumpiéndome-. —De que este disparó, pero existe alguien más, es
de esto de lo que tenemos que charlar y es indispensable tu colaboración
para llegar al fondo, este hombre no quiere hablar. Por eso tardé tanto en
llamarte, si hubiera cantado para quién trabajó, te habría podido brindar
mayores certezas.
- ¿A las nueve?
-Te espero.

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Con las manos en el volante y la pera apoyada sobre el pecho me
quedé un largo rato, sumergido en mis pensamientos, que parecían estar
transitando una película policial: El asesino está atrapado, pero no para
quien trabajaba, vos y tu familia están siendo investigados, necesitamos tu
ayuda para resolver el caso.
Jamás pensé que alguna vez podría utilizar estas palabras involucradas en
mi vida, no existe persona más aburrida y alejada de los problemas que
yo. Ni en la adolescencia tuve situaciones complicadas propias de la edad,
la responsabilidad siempre fue quien gobernó mi vida, hasta creo que no
habrán sido más de dos o tres veces las que me excedí con el alcohol,
aunque nunca perdí el control de mis acciones. Todo esto, para que la
realidad me deposite en el escritorio de un policía, con una persona presa
por asesinar a mi padre y aún hay que hallar al empleador de este último.
Para completar el cuadro, un comisario cumpliendo su trabajo como es
debido, tiene ganas de trabajar y llegar al fondo de la cuestión, yo
preferiría que quede todo como hasta ahora, ¿Cuántos casos existen sin
resolverse? Me hubiese encantado que el de papi sea uno de esos, no
quiero, me da miedo saber quién fue, temo sumarme otra situación
estresante a las que ya tengo, por cierto, son muchas, sin que me aporte
nada y a mi padre nadie me lo devolverá, aunque estén todos presos.
A la realidad me trajo la llamada de Melina preocupada por la interrupción
de la anterior y por las siguientes cinco llamadas no respondidas. Le
comenté mi charla con el comisario, a ella sí le provoca alegría o
satisfacción el hallazgo del asesino y le avisé que como habíamos
arreglado en una media hora llegaría a su casa, Mónica se quedaba en la
mía al cuidado de mi madre.

Durante todo el viaje parecí un zombi, de hecho, no tengo recuerdos de


los lugares transitados, mi cerebro iba por un lado y mi cuerpo por el otro.
Antes de descender del vehículo, por sexta vez en el día llamé a Franco y
como en las anteriores, nunca respondió. La cena, ayudada por mi suegro
y cuñado colaboró para distenderme por algún rato, a la hora de dormir la
angustia regresó impidiéndome, por segundo día consecutivo, pegar un
ojo y eso que estaba con Meli a mi lado. A las nueve en punto estaba
sentado en el escritorio de Gutiérrez, la charla, aunque fue muy extensa
pareció calcada a la tenida con el periodista: “este es el asesino, alguien
existe por arriba de él, un jefe, tu padre no tenía enemigos, tu tío no es
buen tipo, pero no tiene nada que ver con esto”. Solo se diferenció
cuando me brindó algunos aspectos técnicos y pasos a seguir para poder

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reunir la mayor cantidad de pruebas para el momento de juicio,
obviamente precisará la declaración de cada uno de nosotros, cosa difícil
para todos y también para mí, si podría elegir evitaría tener que hacerlo
en frente de este hijo de putas.

Difícil fue continuar con el día, pasadas las dos de la tarde a pesar de tener
cosas pendientes me retiré de la oficina, el cansancio de las últimas
noches prácticamente sin dormir me estaba venciendo y mi cabeza no
paraba de dibujar los posibles rostros de asesino que muy pronto
conocería, imposibilitándome concentrarme en otra cosa. Habré estado
una hora dando vueltas y vueltas sin ir hacia ningún lado, hasta el celular
había apagado, no quería escuchar a nadie. No paraba de pensar ¿cómo
me mirará, se reirá, será indiferente? ¿Cómo lo voy a mirar yo, sentiré
deseos de matarlo?
En medio de esa avalancha de imágenes comencé a entender por
qué sentía rechazo hacia todo lo relacionado con el asesino, la
investigación y la policía. Desde chico mi papá, tanto a mí como a Franco y
en cierto modo también a mamá, nos ha inculcado que no era bueno
sentir odio con un ejemplo muy simple y conciso, de tantas veces haberlo
escuchado, lo puedo transcribir casi textualmente:

“El corazón está lleno de lugarcitos, como habitaciones, son pocas, en


cada una de ellas uno guarda cosas, esas cosas están llenas de amor o de
odio y rencor, si uno las ocupa con odio se priva de utilizar esa habitación
para el amor. Entonces si ocupas tu corazón en odiar, no te quedará
lugar para amar”

Claro, mi miedo a sentir odio es porque le estaría fallando a papá, a su


legado. En alguna oportunidad, en esas largas charlas que solíamos tener
al terminar la cena en los sillones del living mientras mamá se encargaba
de sus quehaceres en la cocina, ha llegado a afirmarme que le interesaba
más que Franco y yo podamos tener presente esta frase, antes que el
trabajo, el estudio y lo demás, “Si no odian, todo se acomoda”.
Evidentemente su mensaje, en mí por lo menos, ha quedado marcado en
lo más profundo de mi alma, pero en esta circunstancia, creo no poder
evitar sentir odio en el instante en el cual lo mire a los ojos, cuando
escuche su voz. Tal vez si asumiera su responsabilidad me ayudaría a no
guardarle rencor, es muy loco que yo espere colaboración del individuo
que asesinó a papá. Soy la persona formada, educada y hecha grande por

55
Marcelo Villán y aunque hoy sería simple no cuestionarme mis
sentimientos, estoy orgulloso de ser quien soy.
Este último pensamiento me obligó a detener el auto y un llanto desde lo
más profundo de mi ser brotó, en esta ocasión era dolor mezclado con
desahogo y hasta satisfacción, la gran angustia sentida era por el temor a
no poder cumplir su deseo, esto le importaba antes de todo en la vida
para nosotros, eso es lo que me tortura y me repetiré todo lo posible su
frase “Si no odian, todo se acomoda”. Ese llanto se transformó en sonrisa y
alivio, sensación no experimentada hace semanas, fue como si al descubrir
mis propios sentimientos me había sacado un peso de encima.
En ese estado de cierta tranquilidad encendí el celular, en primer lugar,
llamé a Cristina, la psicóloga, hace algunos años al ingresar en la
adolescencia la había visitado, concerté una entrevista para el vienes a las
seis de la tarde, posteriormente me comuniqué con Melina, estaba
ansiosa esperando mi llamada, mientras le contaba lo sucedido con la
policía y lo ocurrido en mí, lágrimas de alegría por mis mejillas corrían.
Más allá de que me encontraba mucho mejor, decidí no regresar a la
oficina, aunque no iría para casa, precisaba dormir y no quería que nada ni
nadie me robe estos minutos de paz infrecuentes últimamente. Entonces,
fui a un depósito donde guardamos algunos camiones y maquinaria en
desuso, el sereno llegaría en la noche, su precaria habitación con su
pequeña camita me servirá para continuar con mi desconexión de la
realidad. Por mensaje le avisé a Melina, hablé con Mónica, aunque sin
preguntar minuciosamente por el estado de mamá, total si algo grave
hubiera ocurrido me lo diría y caí desplomado en el delgado colchón de
Roberto.

Una voz dura que deseaba ser suave, llamándome escuchaba entre
sueños, era Roberto, intentando despertarme, mucho le costó hacerme
reaccionar:
-Ezequiel… ¿Estas bien, que hacés acá? ¿Te pasó algo?
Estaba muy dormido, por más intentos que hacía, las palabras no me
salían. No veía al sereno desde el día del sepelio, el recuerdo de su rostro
desencajado en aquel momento se me vino a la mente, conocía a mi padre
hacía más de veinte años. Luego de varios intentos conseguí incorporarme
y comenzar a hablar.
- ¿Cómo estás Roberto?
-Incrédulo y sorprendido-. -Yo bien ¿qué hacés durmiendo acá?
-Estoy bien, quédese tranquilo. Solo precisaba dormir y este lugar era el
único en donde nadie me molestaría.

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-Perdón, no…
-Interrumpiéndolo- Por favor, Roberto, vine a la tarde, no creí que iba a
dormir hasta tu llegada, desde lo de mi padre nunca había dormido tan
profundo como estas horas, ni cuando he tomado alguna pastilla.
-Bueno… ¿pero no tenés un lugar más cómodo?
-Con tono chistoso-. –Eh… ¿le molesta que le haya utilizado la cama?
-No, no. No vas a pensar eso.
-Lo estoy cargando Robert. Sé a lo que te referís, pero hoy pasaron un
montón de cosas, algunas me aliviaron y era indispensable acostarme en
un lugar donde esté solo y pensé en esta pequeña habitación.
Afortunadamente, por lo profundo que he dormido, haberla elegido fue
una buena decisión. - Nunca tuve claro si lo tuteaba o no, entonces
cuando hablaba con él era un poco y poco.
-Si te sirvió bienvenido sea. ¿Cómo está tu madre?
-No muy bien.
- ¿Depresiva?
-Lamentablemente sí.
- ¿La estás haciendo tratar?
-Por supuesto. Igual si ella no colabora será muy difícil.
-Por Franco no quiero ni preguntar.
-Hacés bien, con mi hermano siempre fue complicado llevarse bien, ahora
lo es aún más.
-Te compadezco, para que hayas venido acá debés estar superado por
todo, sos el único para demasiadas cosas. Si te sirve de consuelo, tu padre
también vivió resolviéndonos la vida a todos los que estábamos a su
alrededor.
-Lo sé.
- ¿Te molesta si te cuento una anécdota?
-No para nada.
-Yo a tu padre lo conozco desde cuando tenía apenas treinta años, esta
empresa era la mitad o menos de lo que es hoy. Al momento de entrar a
trabajar acá, mi vida era un desastre. Desde pequeño antes de la
adolescencia había comenzado a tomar, mi infancia fue muy dura, pero
con el tiempo aprendí que era yo quien elegía emborracharme. La
relación con mi mujer y mis hijos, unos niñitos, era imposible. Había
tenido algunos años de paz cuando conocí a mi esposa, pero cuando
llegaron los nenes, se terminó, me la pasaba más tiempo ebrio que lúcido,
motivo por el cual perdía los trabajos continuamente, entonces me daba
bronca y tomaba y así pasaban los años. De mi casa ya me habían echado,
aunque nunca me fui ¿a dónde iría? No tenía dónde caerme muerto, si no

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fuese por mi mujer no hubiera tenido para comer. En esos momentos en
los que estaba bien, me presenté para el empleo, era para chofer, me
recibió tu papá y a los dos días estaba manejando la única y pequeña
camioneta de la empresa. Pasadas dos semanas, en las que había estado
bien, me mandaron a Rosario, al regresar, paré a comer en una parrilla de
ruta, me agarré una borrachera asquerosa, no podía ni levantarme,
imaginate que era imposible manejar hasta Buenos Aires. Celulares no
existían y por la radio de la camioneta salía todo cortado, nunca supe que
le dije. Al otro día entré a la empresa esperando que me indicaran por
dónde pasar a cobrar, como pasaba en todos los trabajos. Todo lo
contrario, sucedió, Marcelo me invitó a pasar a su oficina, con una vos
dura, estricta y contundente, me dijo que había hablado con mi mujer y lo
había puesto al tanto de mi problema, a las seis de la tarde tenía mi
primera reunión de Alcohólicos Anónimos.
La única condición para seguir trabajando era traer el certificado de
asistencia a las reuniones de rehabilitación. Ese día cambio mi vida para
siempre, nunca más probé ni un sorbito de vino, mi mujer, mis hijos… todo
cambió. Esa etapa oscura está, la recuerdo, pero sé que no se va a repetir
y se lo debo a tu viejo.
-Emocionado-. Nunca había escuchado esa historia.
-Es la humildad de los grandes, no hacía alardes de sus buenas acciones.
Cuando le agradecía por lo que me había ayudado, me interrumpía y me
decía que yo hubiera hecho lo mismo. ¿Y sabés qué? Yo en el lugar de él,
no sé si hubiera hecho lo mismo, no soy tan buena gente, hay que tener
un corazón muy grande para actuar de esa manera.
-No es que no seas buena gente, él era especial.
-Ya lo creo. En lugar de querer matarme, porque estaba borrachísimo en
su camioneta, se ocupó de mí como si fuera un familiar cercano, cuando
hacía apenas semanas me había conocido.
-Con lágrimas en los ojos- Yo sé quién fue mi padre, pero es lindo escuchar
estas historias, gracias.

Entre risas, llantos y abrazos me despedí de Roberto, al subir al auto me


sentía como si hubiera regresado de vacaciones, o de una sesión de
masajes, había descansado realmente. En la puerta de casa me esperaba
Melina, dentro del coche le hice una breve descripción de mi tarde,
aunque mucho no entendió el sitio escogido para descansar celebró el
hecho de que lo haya podido hacer. A ella también se le llenaron los ojos
de lágrimas, al escuchar la historia de cuando papá ayudó a Roberto.

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Al ingresar nos encontramos con mi tía, me enteré por Mónica de sus
visitas en varias oportunidades, en horarios donde yo no estaba, no la veía
desde aquel episodio con Franco:
-Hola tía ¿Cómo estás?
-Bien, viniendo a visitar a mi hermana.
-Qué bueno, nos necesita a todos.
-Con mucha ironía- Y tu hermanito…
-Con voz suave, pero contundente- Mirá tía, para empezar, no es
necesario ese tonito.
-Interrumpiéndome- Pero yo te pregunté.
-Con cierta irritación- Tía, somos adultos y te conozco mucho, a veces el
tono puede decir más que mil palabras y desde cuando tengo uso de
razón, recuerdo un motón de reuniones en donde tus tonos irónicos
originaron grandes discusiones, tanto con tu hermana como con tu
esposo, no me vengas con boludeces. ¿Está claro?
-Con resignación, pero con amabilidad- Está bien tenés razón, te vuelvo a
preguntar por Franco.
-La relación tiene vaivenes constantes, la más mínima palabra fuera de
lugar provoca que no me responda el teléfono por días. Entonces, sólo lo
escucho sin cuestionarlo para, por lo menos mantener el contacto,
aunque muera de ganas de agarrarlo del cuello e increparlo hasta que me
conteste dónde vive, con quién, cuáles porquerías consume, porque no le
interesa ni la salud de su madre. Pero sin embargo me guardo todas estas
preguntas porque es la única manera de no alejarme de él, además,
Abelardo, el psiquiatra de mami, coincide en que por el momento es la
mejor manera de relacionarnos.
-Tan claro como lo hubiera dicho tu padre, conciso y al punto, sin dejar
nada para decir.

Después de intercambiar algunas palabras con Mónica y pueda retirarse,


los tres subimos al cuarto de mami. Como sucede todos los días no hay
cambios, mirada perdida, e hilito de voz para los escasos monosílabos
utilizados para responder nuestras preguntas. Yo, si bien estaba en ese
lugar, mi cerebro no paraba de pensar en si debía o no contarle la captura
del asesino. Estuve a punto de hacerlo en dos oportunidades y me
arrepentí, hasta que mami se durmió y me evitó continuar torturándome
con el tema.

La tía, sorprendentemente percibió la angustia en mi rostro y ante


su pregunta, a ella sí le comuniqué lo acontecido en esta jornada, no tuvo

59
reacción alguna, ni se inmutó por la noticia. Después de algunos minutos
de charla se retiró y solo con Melina nos quedamos, comimos algo y nos
acostamos, la paz de la tarde aún me acompañaba, apenas apoyé la
cabeza en la almohada quedé dormido profundamente.
Al día siguiente por teléfono le conté a Franco a quién habían atrapado, a
los pocos días hice lo propio con mi madre, ninguno de los dos demostró
emoción alguna ante la noticia. En ambos casos, omití contarles el tema
de la existencia de un jefe, prófugo de la justicia por el momento.

Los días fueron pasando y gracias a haber retornado al consultorio


de la psicóloga, debo reconocer que mi estado general había mejorado
muchísimo. La relación con Melina caminaba por senderos tranquilos y
llenos de amor, situación que hacía sentirme más seguro, sumado a la
terapia, ocasionaron que mi baja autoestima por aquellos días se sienta
mucho más fuerte. Con la compañía de dicha seguridad, fue simple
enfrentar a mi tío con respecto a decisiones de la empresa, haciendo
prevalecer mi opinión como nunca antes había sucedido. Del mismo modo
pasó con mi hermano, fueron cinco o seis días consecutivos en los cuales
discutí fuertemente, debe haber sido por lo imperativo de mi tono que
nunca dejó de responderme el teléfono. Después de muchas
comunicaciones, vino a la oficina y como nunca en la vida había ocurrido
nos abrazamos fuerte y sinceramente. Pude conocer dónde vive, está lejos
de ser un sitio deseable, pero entendamos, podría ser peor, un PH de tres
ambientes donde conviven siete personas, tres mujeres, cuatro varones.
En la terraza había tres plantas de marihuana, me juró y perjuró que era lo
único que consumía, estoy casi seguro de no haber escuchado una
mentira. Todos en la casa están vestidos de la misma manera, color negro,
remeras de rock y esa cadenita colgando del bolsillo del pantalón. Al
verme entrar, primero fueron hostiles, aunque a los pocos minutos
entramos en confianza y hasta mantuvimos un breve, pero muy cordial
diálogo. Si bien no son el entorno esperado para mi hermano, son los
primeros amigos que le conozco, entonces más allá de que tengan cosas
por mejorar, me hace feliz que Franco tenga amigos. Dicho acercamiento
género sus visitas dos a tres veces por semana a mi madre, además de
saber cómo y dónde vivía, ese era mi principal objetivo.

Los días y las semanas fueron transcurriendo sin grandes cambios, el


negocio con China se concretó gracias a la intervención de la empresa de
Guillermo, mi profe de la facu. No ha pasado jornada en la cual no me
cruce con alguna persona recordándome aquella oportunidad en que

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papá lo haya ayudado, empleados, vecinos, floristas y hasta limpiavidrios
de semáforos. No solo le ha brindado su colaboración desde lo material,
como por ejemplo haber adelantado aguinaldo y vacaciones de cinco años
a un empleado, para poder culminar la construcción de su casa, sino
también como lo hizo con el sereno ayudando en adicciones. A un chico
que limpiaba vidrios en el semáforo de la esquina de la empresa, cuando
atravesaba una situación crítica con las drogas, lo acompañó y costeó su
internación, al estar de alta ya le había conseguido un trabajo en un bar,
pero lo que este chico más rescató de mi padre, fue el amor con el que lo
acompañó y lo cuidó. Al salir de la internación papá le dijo que vaya a
trabajar al bar, si no trabajaba en la empresa, se mantendría a raya por
tenerlo cerca y no por él mismo. La última frase de este chico me
emocionó hasta las lágrimas: “Tu papá fue la única persona en toda mi
vida que me educó”. Hoy trabaja en aquel bar, lejos de las drogas, está en
pareja y espera un bebé para dentro de unos meses. Cada historia
escuchada, cada diálogo recordado por estos interlocutores generaban en
mi cerebro imágenes muy claras, parecían videos de esas situaciones,
hasta el tono que habría utilizado en esas charlas, escuchaba en mi
interior inflándome el corazón de orgullo por el padre que Dios me regaló.

Mientras los cambios en el estado de mami brillaban por su


ausencia, llegó el llamado del Comisario para presentarnos a la rueda de
reconocimiento, sería en vano, ninguno de nosotros había podido ver al
asesino, a pesar de su estado también ella debió acercarse hasta la
comisaría. Los tres solos, sin el abogado a pesar de su intención de estar
presente, sentados en unos durísimos bancos de madera esperamos por
más de dos horas. Franco no despegó la mirada ni por un segundo de su
celular, mamá continúa en ese mundo paralelo que parecería habitar en
su mente y yo, sin poder parar de pensar en que estaba a punto de
conocer el rostro de la persona que le quitó la vida a mi padre, arruinando
la de todos nosotros. De la oficina del comisario un policía muy joven, casi
adolescente nos llamó, Franco y yo nos levantamos mientras mami
reaccionó recién cuando la tomé de las manos.
Tres sillas nos esperaban frente al escritorio donde del otro lado se
encontraba el comisario. Después de los saludos de cortesía, Gutiérrez
procedió a explicarnos lo siguiente: A través de un vidrio verán a cuatro
personas pasar, cada una con un número, el objetivo de este
reconocimiento de rostro, no es para descubrir nada, pues gracias a las
imágenes de la cámara de seguridad ya sabemos quién disparó, si ustedes
reconocen al asesino contaremos con una prueba más a presentar en el

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juicio, les pido que hagan el mayor de los esfuerzos para recordar lo que
puedan, obviamente estos individuos no los pueden ver y si lo identifican
díganme el número que traerán es sus manos.
- ¿Están listos?
-Si…- Solo yo respondí-

Entonces salimos de la oficina y caminamos por un largo pasillo, un policía


nos abrió una puerta de rejas e ingresamos a una especie de celda donde
nos encontramos con el vidrio mencionado, parecía una ventana, tras ella
había una pared blanca descascarada. Apenas segundos habían pasado
cuando desde la izquierda apareció primero un policía seguido por cuatro
individuos, estos tenían cara de pocos amigos. Se ubicaron en orden del
uno al cuatro, de derecha a izquierda. Entonces Gutiérrez nos preguntó si
reconocíamos al asesino, ni mi hermano, ni yo lo habíamos visto y ambos
con la cabeza hicimos un gesto de negación. Hasta ese momento pensaba
que tampoco mi madre había podido ver al delincuente. Sin embargo,
después de la tercera vez que el Comisario le preguntó, con voz quebrada
y casi sin volumen, mami respondió:
“Es el número tres, es el hijo de putas que mato a mi marido” Paralizado
me quedé al escucharla, me sentí culpable por nunca haberle preguntado,
tal vez es por esto por lo que ella esta tan mal. Si le hubiese preguntado
quizás…

La voz del comisario me devolvió a la escena, entonces la estreché en un


abrazo y estalló en llanto, mientras yo observaba por encima de su
hombro al número tres, hace instantes había dejado de ser un número
transformándose en el asesino. Un hombre de estatura media, 1,70 debe
medir, tez clara, pelo castaño, un tatuaje de dos gotitas en su mejilla
derecha simulando ser lágrimas, barba desprolija de dos días, con un
sobrepeso importante y creo que, si lo hubiese conocido en otro lugar, en
otras circunstancias nunca me hubiera imaginado que se trataba de un
asesino. De los cuatro era el de aspecto más normal, podría ser algún
empleado de un comercio, un banco o algo así, lo único no muy
convencional eran esas gotitas en su mejilla. Recorrí una y otra vez, de
arriba abajo su humanidad hasta detenerme en su mirada, no sé qué
esperaba encontrar en ella, lo seguro es que lo hallado fue exactamente lo
opuesto. Recién en ese momento, al mirarlo fijamente a los ojos me surgió
desde lo más profundo de mi ser un volcán de odio, lo miraba a él, a
mamá y juro por Dios, que si lo tuviera a mi alcance lo mataría en este
mismo instante, aunque me arrepienta toda mi vida. De mis ojos lágrimas

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de furia e impotencia comenzaron a verter, no podía controlar mi estado,
era consciente del lugar donde me hallaba, pero se me hacía imposible
detener mi ataque, eso que temía tanto hace días, estaba sucediendo, al
conocer su rostro, un sentimiento lleno de odio como nunca antes había
experimentado nacía en mí.
Abrazado a mi madre, expulsando alaridos de furia y dolor, permanecí
hasta cuando Franco me tomó de un brazo acercándome a él, para
después de unos segundos abrazarme fuerte y a pesar de su frialdad
habitual pude sentirme contenido, recuperando la calma. Gutiérrez nos
hizo firmar unos papeles, a mami alguno más, su testimonio era
fundamental y sin mucho más para destacar, de la comisaría nos
retiramos.
En el auto parecíamos estar regresando otra vez del velorio de papá,
todos, hasta Franco con los cachetes colorados de llorar, con la mirada
perdida y cada uno encerrado en sus pensamientos sin pronunciar palabra
alguna. En la puerta de casa, mi hermano fue el primero en hablar:
-Eze, me alcanzás hasta la estación. -Volviendo a su indiferencia habitual-.
- ¿No querés bajar a tomar un café?
-No, si no me llevás voy caminado. Todo bien.
En otras circunstancias hubiera seguido la contienda, pero en esta ocasión
en la que no podía sacarme de la cabeza la mirada de este tipo, opté por
arrancar nuevamente el auto, hasta la estación lo llevé, con un breve chau
se despidió y rápidamente del coche descendió. En el viaje de regreso,
tampoco pude emitir sonido, en casa a pesar de haber preparado un café
y un té para mi madre tampoco hablé, ni siquiera le pregunté por cómo
estaba. A los minutos ella subió a su cuarto y con una mirada entendió
que no tenía nada para decirle. Otra vez la misma situación de los últimos
tiempos: los codos sobre la mesa y la cara apoyada en las manos mirando
la nada misma, con el cerebro provocando tal revolución en mí,
haciéndome imposible mover ni un solo músculo. La angustia extrema,
pero sin lágrimas no cesaba, la mirada indiferente de este hijo de mil
putas, junto a la imagen de mi padre rebotando contra la camilla, me
torturaban. Las ideas más alocadas por mi mente transitaban: me surgía la
idea de matarlo, para después de recordar el legado de mi papá, pensaba
en ir a visitarlo y escucharlo para intentar calmar mi odio, de ese modo sin
que nada me importe permanecí enredado en pensamientos totalmente
antagónicos hasta pasado el mediodía.

Como de costumbre, el celular con el llamado de mi novia, por algunos


escasos segundos me generó cierta alegría, rápidamente disipada. La

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angustia creció, ahora acompañada por un llanto desenfrenado imposible
de detener, el celular sobre la mesa apoyé y sin tener control de mis
movimientos me dejé caer en el suelo, achicharrado en posición fetal, la
lágrimas no desaparecieron por un muy largo rato, hasta la llegada de
Melina, quien en el piso a mi lado se acostó. Sin pronunciar palabra, me
miraba fijo a mis ojos empapados, acariciándome la frente, consiguió que
la calma lentamente se haga presente.

Cuando pude hablar sin quebrarme en cada palabra, otra vez le expliqué
todo lo acontecido en la comisaría y en mí, desde cuando el asesino tiene
cara. Hablando, abrazándonos y también besándonos, al cabo de algunas
horas la angustia afortunadamente parecía haber desaparecido, aunque
no pasaban más de diez minutos, sin el retorno del recuerdo de la mirada
de este hombre. De esta manera el día pasó, cuando eran las seis de la
tarde, Meli se fue para la facu, solo acostado en la cama me quedé.
Un pensamiento, que hacía horas se me había cruzado por la cabeza,
comenzaba a tornarse más fuerte en mi cerebro: visitar en la cárcel a este
tipo para escuchar si tiene algo para decirme. Después de dar muchas
vueltas llamé al abogado:
-Hola Eugenio.
- ¿Cómo les fue? No te llamé, imaginé no me atenderías, como hacés
desde cuando intento ayudarte en lo de tu padre, más allá de mi labor en
la empresa.
-No empieces.
-Alguien reconoció al delincuente.
-Mi mamá.
- ¡Qué bueno! Va a ser de utilidad en el juicio. ¿Ahora si querés ser
querellante?
-No, ni loco. Conocés mi desinterés en todo lo legal. Estoy seguro de que
este hombre pagará por lo que hizo con o sin mi colaboración.
-OK, entonces… ¿Qué precisás?
-Quiero ir a visitarlo.
- ¡¿A visitarlo!? ¡¿Estás loco!?
-Si, lo estuve pensado mucho y quisiera charlar con él.
- ¿Para qué quisieras verlo?
-Para ver si tiene algo para decirme.
-Estas equivocado Ezequiel, vos estás pensando como si estuvieses en su
lugar, como si hubieses matado a alguien, el hijo te vendría a ver y le
demostrarías tu arrepentimiento pidiéndole su perdón. Esta gente es
diferente, para ellos es casi habitual quitarle la vida a otra persona, su

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entorno es así, su familia, sus hijos, sus parejas, etc. Nunca sienten
arrepentimiento ni nada de eso, en su forma de vida el delito, las drogas y
los homicidios son cosa de todos los días. Además, técnicamente es
imposible que te concedan dicha visita.
- ¿No hay modo que me dejen ir a verlo?
- ¿Me estás escuchando? - Con tono incrédulo-
-Si claro, pero igual siento un enorme deseo de hablar con este tipo.
-Mirá Ezequiel, conozco tu personalidad avasallante, vos podés con todo,
estoy seguro de que al mando de la empresa tomarás las mejores
decisiones confiando en tus conocimientos, como así también en tu
instinto para los negocios, pero de este tema lamentablemente debo
comunicarte que no lo conocés y no tenés idea con lo que te podés llegar
a encontrar. Sos como lo fue tu padre, muy buena gente, te conozco
prácticamente desde tu nacimiento y más allá de no contar con autoridad
alguna para prohibírtelo, me parece una locura y no te lo puedo permitir.
Como es mi trabajo y conozco el tema, te aseguro que lo único que
conseguirás será mayor dolor. ¿Te puedo hacer una pregunta acerca de
una palabra?
-Sí…
-La palabra es: odio.
-Riendo- Conocías mucho a mi padre.
-Desde el comienzo de la charla se me vinieron a la cabeza los dichos de
Marcelo al respecto. Te aseguro que conocer al detenido, no te eliminará
ese sentimiento.
-Lagrimeando-. –¿No puede valer la pena intentarlo?
-No… Ya hay demasiado dolor en tu vida, conocerlo sólo te llevará a una
nueva desilusión. A parte no podés culparte por sentir odio, rabia y hasta
deseos de matarlo. Cuando Marcelo hablaba de “no odiar” lo hacía con
respecto a situaciones cotidianas, esto es muy diferente, me parece muy
normal el descontrol de tus sentimientos.
-Bueno gracias.
-Pero no….
Sin dejarlo terminar, concluí la llamada y otra vez la angustia se hizo
presente, mis pensamientos viraban desde mis deseos de escucharlo,
hasta llegar a matarlo. Creo que no es por mandato paternal, mi dolor al
sentir odio es porque ese mandato me hizo ser quien hoy soy y no le estoy
fallando a mi padre, estoy traicionándome a mí mismo y a mis ideales.
Después de estar más de una hora torturándome con mi dolor, la
conciencia se hizo presente. Llamé a la psicóloga y más allá de tener
sesión en dos días, tuvo la gentileza de recibirme en ese mismo momento,

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a pesar de lo inapropiado de la hora. Fue una charla dolorosa, muy larga,
gracias a lo hablado con Eugenio, sumado a los aportes de Cristina, la idea
de tener un encuentro con el asesino desapareció y comenzaba a
familiarizarme con la posibilidad de sentir odio. De regreso a casa llamé a
Melina, como suele suceder, con algunas palabras le resumí las cosas
acontecidas en estas pocas horas, desde su partida hacia la Universidad.
Obviamente, ella coincidía con el pensamiento de Eugenio con respecto a
la visita a la cárcel y con tono superador agregó: una locura, no ayudaría
en nada, entre otras situaciones tremendas a las que me expondría si
fuese a dicho encuentro. Cuando llegué a casa, el diálogo había bajado la
tensión y nos despedimos cariñosamente quedando en encontrarnos para
desayunar a las siete de la mañana.

Mamá dormía, Franco no estaba y la casa a pesar de estar


perfectamente ordenada, se la notaba desprolija, fría como si fuese un
hogar vacío y abandonado, aunque tenga sus muebles. Después de
recorrer cada ambiente, observando cada adorno, cada cuadro, cada foto,
me serví un vaso con agua y otra vez sin comer a la cama me fui. Es
increíble, la realidad no cambió, a mi padre lo asesinaron hace meses, mi
madre esta depresiva y mi hermano está cada vez más extraño, sin
embargo, hoy al haberle puesto cuerpo y alma a quién lo mató, mi dolor
mutó. Se hizo presente en mí el odio y me surgió un interés en la
investigación que hasta ahora nunca había sentido, estaba dispuesto a
descubrir por qué este hombre lo asesinó como a un perro y si es verdad
la existencia de un jefe, no pararé hasta que todos los involucrados con el
homicidio, terminen presos. Vueltas y vueltas daba sin poder conciliar el
sueño, esa mirada me torturaba, no podía dejar de pensar en eso de que
algún jefe debía existir, no quería mirar el celular porque entonces nunca
me dormiría, hasta cuando la ansiedad me ganó y encendí la luz. Tomé la
compu que estaba sobre el escritorio, primero me la apoyé en las rodillas
mientras estaba acostado, a los minutos, motivado por la aceleración me
levanté y me senté en el escritorio. No podía parar de escribir, me había
armado una especie de guía de cuáles serían los pasos para seguir en la
investigación, incluía intentar presentarme como querellante en la causa,
mirar el video del homicidio y hablar con cada persona que haya conocido
a mi padre, incluida la familia a excepción de mami. En definitiva, cumpliré
con aquel pedido del Comisario Gutiérrez en la primera entrevista. A las
cuatro de la mañana después de haber leído y releído lo escrito, regresé a
la cama, la aceleración no desapareció, aunque si disminuyó y conseguí
quedarme dormido. Cuando el despertador sonó a la siete de la mañana,

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parecía que hubieran pasado apenas diez minutos desde cuando me había
dormido, esta noche no fue el dolor quien me impidió descansar, si no el
desborde de ansiedad por comenzar a trabajar en la investigación. Apenas
llegó Mónica, salí para el bar en el cual mi novia me esperaba, al
encontrarnos mi aceleración era tal que las palabras adecuadas no me
llegaban y para Melina fue imposible comprenderme, hasta cuando logré
hacer mi relato más pausado.
Era difícil de entenderme, no solo por mi velocidad al hablar, sino
también porque hasta hace algunas horas no quería saber nada con la
investigación y ahora tenía un deseo desenfrenado por el curso de esta.
Luego de explicarle los motivos en mi cambio de parecer, con respecto a
encerrar a todos los involucrados en la muerte de mi padre. La noté un
poco incrédula, pero como era de esperar me brindó su apoyo y
contención indispensable para mí en estos momentos. En la puerta de la
cafetería nos despedimos y quedamos en que a la noche se quedaría
dormir en casa, antes de subir a su coche me preguntó por Franco, desde
la rueda de reconocimiento, no había pensado en mi familia. No supe
cómo contestarle, ella subió a su auto y se retiró mientras yo petrificado
en el lugar, unos instantes permanecí pensando en si sería el odio nacido
en mí, el generador de este desinterés por las cosas realmente
importantes. Recordaba las palabras de papi: el odio, el rencor no te deja
ni pensar ni vivir. Entonces yo también subí a mi vehículo y a la oficina me
fui pensando en que debía recordar los dichos de mi padre todo el tiempo,
para que el odio no me impida diferenciar cuáles son las prioridades.
Lamentablemente al ingresar a la empresa, lo meditado en el auto
no pude llevarlo a la práctica. Apenas me senté en el escritorio, antes de
hacer nada, le pedí a Silvana que me comunique con Eugenio, el abogado.
Concerté una entrevista para las once, luego llamé al Comisario y también
a Dany para comentarles mi cambio de posición y pedirles a ambos un
encuentro para nutrirme de su experiencia en las investigaciones. Las dos
horas hasta que llegó Eugenio se hicieron eternas, no pude resolver
absolutamente nada, intenté responder mails, tomé el teléfono para
llamar a Franco y tampoco lo hice. Finalmente decidí esperar las once de
la mañana, sin intentar ninguna actividad:

-Hola Ezequiel, ¿Cómo estás?


-Bien.
- ¿Seguís con la idea de visitar a este hombre?
-No esa idea ya se me fue de la cabeza.
-Entonces…

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-Ahora sí, quiero involucrarme en la investigación.
- ¡¿Cómo?!
- ¡Sí! Quiero ser querellante, ya me comuniqué con el Comisario, también
con Dany, el periodista de Radio Z y pienso hablar con toda la gente con la
cual mi viejo tenía contacto, incluida mi familia. Ah, quiero ver el video de
la cámara de seguridad y si es verdad lo de un jefe que mandó a este tipo
a asesinarlo, lo voy a encontrar y no voy a parar hasta cuando todos
queden tras las rejas.
-Ah bueno… parece que ahora si estás interesado.
-Si mucho. ¿Qué hay que hacer para ser querellante?
-Yo me ocupo. El juez lo aceptará, estoy seguro no habrá inconveniente y
en 48 horas te transformarás en la querella. Debemos juntar todas las
pruebas posibles para el juicio, por más insignificante que te pueda
parecer algún dato, no dudes en comunicármelo. Más de una vez, los
casos difíciles se han resuelto por alguna prueba presentada por la
querella que a la fiscalía se le había escapado o ni se le había ocurrido.
-Entonces, en definitiva ¿ser querellante sirve para presentar pruebas?
-Claro, si no sos querellante ni te escucharían. Además de tener acceso a
la causa.
-Entiendo.
- ¿Seguro deseas mirar el video?
-Sí.
-Será muy duro.
-Lo sé. ¿Podrás ponerte a trabajar ya en esto?
-Por supuesto. Para la tarde tendré listo el escrito para presentar mañana
en el juzgado, si todo sale bien a mediados de la semana próxima
pasaremos a ser la querella y tendremos acceso a la causa. Pero el video
depende de vos, por algún contacto en la municipalidad, estará en mi
celular en una hora, cuando quieras venís o si preferís mirarlo solo te lo
envió por mail o al teléfono.
-Ni bien lo tengas, envíamelo al correo por favor.
- ¿Lo verás solo?
-Sí, tranquilo estoy fuerte.

Después de un breve saludo se retiró y apenas atravesó la puerta, entró


casi corriendo Silvana, con una sonrisa que se le escapaba de la cara:
- ¡Ezequiel! Acabo de recibir un mail de Sebastián, el empleado de
Fernando, desde China. El negocio se concretó.
-Intentando demostrar alegría inexistente -. - ¡Qué bueno!

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- ¡Uy! Perdón, yo te vengo con esto y vos no estás bien. Perdoname por
favor.
-No pasa nada, la noticia es buenísima. Yo soy quien tiene que cambiar el
chip y apreciar las cosas buenas.
- Trabajaste tanto para entrar en ese mercado….
-Sí, fue intenso y lo venidero será aún más. Llamá al contador y decile que
venga a verme ni bien pueda, precisaremos mucha liquidez, deberemos
tomar préstamos o vender algún inmueble en carácter de urgencia.
Silvana se retiró; por un rato ocupado en el trabajo me olvidé de todo,
hasta cuando recibí el mail de Eugenio. Unos minutos en esa posición
habitual de la cara entre las manos y los codos sobre el escritorio
permanecí, hasta que decidí ir a ver el video a la sala de conferencia, hay
un televisor de 50 pulgadas, tal vez allí pueda apreciar algún detalle
adicional. Entonces, como un resorte salté de la silla, en el camino me
crucé con el contador, quien venía a la oficina respondiendo mi pedido,
sorprendido se quedó ante mi rechazo sin explicación alguna y con un
tono desagradable, raro en mí. En el silloncito de la punta de la larga mesa
ovalada me senté, suspiré profundo y después de unos segundos oprimí
play.
En el margen superior izquierdo estaba la fecha y la hora, con segundos
incluidos:
Fecha 10/06/2016 Hora: 20:02:00.
La definición no era la mejor, pero para ser una de las cámaras de la
municipalidad, era aceptable, obviamente la grabación carecía de colores,
emitía en blanco y negro. La cámara enfoca de derecha a izquierda, en el
mismo sentido de la mano de la calle, desierta estaba, hasta las 20:04 no
había pasado nadie, ni a pie ni en auto, en ese momento pasó un Palio a
velocidad normal, sin nada para despertar mi interés.
A las 20:05:27 aparece la camioneta de papi, maniobra normalmente para
entrar marcha atrás en la cochera, como yo recordaba haber visto desde
la ventana del cuarto, antes que aparezca en imagen otro auto, el portón
que estaba abriéndose comienza a cerrarse. Apenas aparece la trompa de
un Bora de color oscuro, comparándolo con el de la camioneta que a
pesar de ser verde se apreciaba de color blanco. Una persona de altura
similar al individuo reconocido por mi madre, con un arma en la mano
apuntando a la puerta de la camioneta corriendo entró en la imagen,
cuando estaba a unos dos metros y por la ventanilla se ve la mano de papá
asomándose como haciendo un gesto que quisiera gritar: “Pará, pará” y el
reloj marcaba 20:06:09, es el momento en el cual se observa en la punta
del arma una detonación produciéndose y mi padre cae sobre la puerta

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entreabierta de la camioneta. Para entonces, el Bora completamente en la
imagen, estaba en medio de la calle antes de la entrada de casa, el asesino
se da la vuelta en busca del coche que lo esperaba y queda en un
primerísimo plano de cámara, mostrando claramente ser el tipo de la
rueda de reconocimiento, corre y se sube en la puerta trasera del
vehículo, que desaparece rápidamente de la escena.
Siete veces seguidas lo vi, sin detenerme ni un segundo antes de
volver va a oprimir play. En las primeras ocasiones el dolor se apoderó de
mis sentimientos, pero en las últimas dos, el tan poco anhelado odio, se
hizo presente con todas sus fuerzas, entonces tomé distancia y comencé a
analizarlo fríamente. Es como me habían dicho, este tipo le dispara sin
mediar palabra, termina siendo lógico aquel titular “Posible ajuste
cuentas”, como así también las insistentes preguntas de la policía acerca
de los secretos que mi padre hubiera podido tener. Es lo más lógico que
todos seamos investigados, dicha situación, me colocó otra vez en el lugar
de odiar a quien no he visto nunca en mi vida o al menos eso creo, ahora
era el jefe del asesino. De repente por mi cabeza comenzaron a pasar las
caras de cada uno de los empleados, de los nuevos amigos de mi
hermano, de la gente con quienes solían salir a comer, al teatro, y hasta
los integrantes de la propia familia, solamente excluí de las imágenes a
mamá. Todos, hasta mi hermano podrían haber sido los responsables de
lo sucedido. En realidad, más allá de querer encontrar al culpable, no
puedo imaginar quién podría tener motivos para odiar tanto a mi padre y
hacer algo así, también intentaba encontrar dentro de mi memoria, algún
aspecto de la vida de papi, indicativo de una posible situación secreta. No
sé si será por no querer hallarlo o porque realmente no los tenía, pero no
recuerdo nada como para suponer que poseía una vida oculta. El odio, la
furia desenfrenada me invadía, la ansiedad por hablar con cada una de las
personas, con las cuales, aunque sea por única vez se había cruzado mi
padre, me exacerbaba
Después de repasar esos rostros en mi mente por algunos minutos,
regresé a mi oficina, en tiempo récord resolví algunas situaciones
laborales impostergables. Para luego comenzar con las entrevistas que me
dispuse, iba a tener con cada uno de los empleados de la empresa, son
más de cincuenta, calculaba demorar tres días en charlar con cada uno de
ellos. Mi primera acción, fue enviar un mail al correo interno,
comunicando la buena nueva de las ventas que se avecinan al Mercado
Chino, situación motivadora de una charla personal con quienes lo habían
recibido. Si el instigador está entre ellos, será mejor hablarle del negocio,

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y llevarlo por sorpresa al tema del homicidio y de ese modo quizás poder
percibir algo extraño en sus dichos.
Las siete de la tarde llegaron y lamentablemente sólo con tres
personas pude hablar, se me hacía muy dificultoso conducir el diálogo a la
relación mantenida con mi padre, daba vueltas y vueltas sin poder llegar a
nada, perdiendo el tiempo sin arribar a ningún hallazgo, ni positivo ni
negativo, básicamente no ha cambiado nada haber hablado con esta
gente. Después que se retiró de la oficina Silvana, me quedé pensando
que sería imposible hablar con cada empleado, cada amigo, llevaría meses
hacerlo, aparte si esas charlas serán como las de hoy, no tendría sentido
alguno.
Después de un largo rato, elaborando hipótesis de cómo hallar al
instigador sin encontrar rumbo alguno, finalmente me retiré.

Antes de llegar a casa, le pedí a Melina encontrarnos a tomar un


café para poder charlar tranquilos.
Llegué antes, ordené un cortado y mientras la esperaba, en la tablet
buscaba información acerca de cómo se debía investigar un homicidio.
Obviamente los resultados eran totalmente inverosímiles, eran
situaciones de películas, no se trataba de la vida real, hundido dentro de
aquella pantalla, mi novia me sorprendió sentada delante de mí, sin que
perciba su presencia hasta cuando me tomó la mano:
- ¿Cómo estás mi amor? ¿Qué concentración?
-Bien, ni me di cuenta de tu llegada. Perdón.
-No, está bien. ¿Qué estabas mirando?
-Nada, de investigaciones, interrogatorios…
- ¿Qué querés hacer?
-Fue un día muy muy duro. –Entre lágrimas.
-Tomándome las manos con fuerza-. - ¿Qué paso amor?
-Hoy vi el video del ase… -El llanto me impidió seguir hablando-
-Debe ser muy difícil, no sé qué decirte. –También con las mejillas
mojadas-.
-Es muy duro, en mi vida imaginé ver algo así. Dura no más de seis
minutos, en los primeros no pasa nada…- Otra vez la angustia me impedía
continuar-.
-Eze, no hace falta que me cuentes.
-Es que te quiero contar.
- ¿Y si lo veo?
- ¿Segura?
-Si para vos está bien, lo veo. ¿Dónde lo tenés?

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-Lo podemos ver desde esta tablet. ¿Te animás?
-Por favor, será más fácil así, que si me lo relatás.
Sin muchas más vueltas, abrí mi correo desde la tableta y vimos esos seis
fatídicos minutos, cuatro veces seguidas sin decirnos una palabra, ambos
llorando. Después de cerrar el video, continuamos en silencio por un
momento, mirando la nada misma, entonces yo pregunté:
- ¿Qué pensás?
-No puedo pensar. Solo siento dolor.
-Te entiendo, pero ¿nada extraño viste?
- ¿Qué tendría que ver?
-El tipo le dispara directamente.
-Sí, lo vi…Me dio cosa decírtelo. Evidentemente él sabía quién era Marcelo
y fue a matarlo directamente, nunca se acercó a la camioneta, ni antes ni
después de haberle disparado. Si hubiera querido robarle el vehículo o
alguna pertenencia, debería haberse acercado más. Es muy raro.
-Demasiado.
-Ya te lo han preguntado, pero pensaste si podría Marcelo estar en algo
peligroso.
-Desde que vi las imágenes, no puedo parar de pensarlo y no encuentro
nada.
-Qué se yo, tal vez sea algo indirecto en lo que terminó metido sin
intención.
-Si… eso pudiera ser, pero debería haber tenido algún contacto, un
negocio o hasta una relación de cualquier índole con gente que al menos
parezca sospechosa.
-Sí, en realidad sí. No sé qué pensar.
-Hoy me dispuse a dialogar con cada uno de los empleados de la empresa.
Yo no encuentro motivo por el cual hubieran querido hacerle esto, pero
evidentemente eso de que el detenido tiene un jefe, parecería ser verdad.
- ¿¡Y!?
-Riendo- Nada, soy malísimo, ni puedo acercarme al tema, además estuve
toda la tarde y solo entreviste a tres, es imposible hacerlo con todos los
empleados y también con sus conocidos como había planeado.
-Debe ser difícil. ¿Y si llamás a ese periodista que hablaste un par de veces,
quizás te pueda orientar?
-Me parece buena idea.
Tomando el consejo de mi novia, en ese momento llamé a Dany y
combinamos un encuentro para la mañana siguiente en aquel mismo bar.
Le pedí a Melina si podía estar presente en dicho encuentro y accedió
rápidamente. Esa noche ella durmió en su casa y yo en la mía, con

72
respecto a mi hogar o lo que queda de él, mi madre no se levantó de la
cama, probó apenas dos bocados de una milanesa y de mi hermano ni
noticias, tampoco atiende el teléfono, después de dudar un poco en el
tercer llamado le dejé un mensaje:
-Franco, ya ni recuerdo si estabas ofendido, no entiendo porque nunca me
respondes mis llamadas, vos sabrás. Te llamé primero para saber cómo
estabas y segundo para contarte que obtuve el video de la cámara de
seguridad del día del asesinato de papi, me pareció bien avisarte de su
existencia. Si te interesa avísame, gracias.
Imposible fue conciliar el sueño durante toda la noche, por mi mente
pasaban uno a uno los rostros de las personas a quienes encasillaba como
instigadores, luego los desechaba y los remplazaba por otros. De este
modo una noche más sin dormir, pasó.
Después de recibir a Mónica y de sus insistentes preguntas acerca
de mi cara, le conté lo del video, me retiré sin dar muchos detalles. En el
mismo bar de hace algunas horas, con Melina me encontré, esperando el
momento en el cual Dany se hiciera presente, treinta minutos más tarde
de lo acordado llegó:
-Buen día Dany ¿Cómo estás? Ella es Melina, mi novia.
- ¿Cómo estás Ezequiel? Un gusto Melina.
-Bien Dany, gracias por venir. ¿Sabías de ella no?
- ¿Y?...
-Era como suponía, todo lo sabés.
-No tanto.
-Él, hasta se comunicó conmigo en algún momento. - Acotó Melina-
-Ah bueno.
-Ezequiel, no empecemos otra vez. ¿Me llamaste por algo? - Con un tono
terminante-.
-Tenés razón. Vi el video de aquel día. ¿Sabías?
-Que lo habías pedido sí, pero en estos casos pedirlo no significa verlo.
Debe haber sido fuerte para vos.
-Lo fue. Tenías toda la razón en eso de que debemos buscar algo, o mejor
dicho alguien con motivos para enviar a este hijo de putas a matar a mi
viejo.
-Es así. Me enteré de tu pedido para ser querellante.
-Si, por eso te llamé. Después de la detención y de ver el video, mi postura
frente a la causa se modificó radicalmente. Por momentos pienso que
todos sus conocidos pueden ser los responsables. Ayer me había
planteado hablar con cada uno de los empleados, amigos y conocidos.
Perdí toda la tarde, lo hice solo con tres personas y ni siquiera pude hacer

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preguntas vinculadas al tema. Melina, opinó que me podés orientar por
dónde debo seguir y por eso estamos acá.
-Con un tono de revanchismo- Finalmente estamos en el lugar donde te
propuse estar a los días del homicidio.
-Sus palabras me irritaron-. —Sí…
-Bueno chicos, a ver si entre todos colaboramos. - Acotó Melina-
-Tenés razón, perdón Ezequiel. ¿Cómo puedo ayudar, cómo quieren
hacer?
-No sé, lo único que quiero es al instigador preso.
-Deberás juntar todo lo que sea o pueda parecer prueba para el juicio si te
aceptan como querellante, para mí es un hecho. Yo ya lo hice, sin hallar
nada extraño en la vida de tu padre, pero por lógica ustedes pueden
conocer detalles ignorados por mí, deben recorrer cada minuto de la info
que puedan recolectar, lugares, fotos, actividades. Y por más duro que
suene, debés tomar como muy probable la existencia de un enemigo. La
existencia de éste es porque en vida tu papá algo debe haber hecho de
manera no muy correcta.
-Es de lo que estoy intentando convencerme, pero me cuesta y además no
encuentro nada raro.
- Algo tiene que haber, yo tampoco lo encontré, a veces la verdad la
tenemos frente a nuestras narices y no somos capaces de verla, debés
seguir buscándola.
- ¿Qué querés decir?
-No busques dobles mensajes, es literal lo dicho. He estado meses, años y
después resultaba que la verdad la tenía frente a mis ojos desde el primer
día y no supe verla.
-Ok… no sé por dónde empezar.
-Mi opinión es que no debes hablar con todas las personas, es imposible,
además rápidamente el responsable se enterará de tu interés y esperará
tu llamado.
- ¿Das por hecho que lo conozco?
- ¡Hay no Ezequiel! Limitate a escuchar sin hacer interpretaciones, si yo
tuviera una sospecha contundente te lo diría explícitamente, no andaría
con dobles mensajes.
-Tenés razón.
-Yo investigué mucho, no encontré nada, el único muy oscuro es tu tío,
pero de todos los delitos que comete, ninguno se vincula con el asesinato.
- ¿Todos?
-Si, son muchos. Drogas, prostitución convencional e infantil y mucho pero
mucho juego.

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-Siempre sospeché que era un tipo raro, pero no para tanto.
- Es bastante sucio y lo peor es que sin necesidad. Con el dinero que tiene,
no precisaría meterse en negocios ilícitos, si no fuese por las deudas
contraídas por esos mismos negocios ilícitos.
- ¿Debería estar preso?
-Si fuera una persona pobre, no tengo dudas, estaría a la sombra.
-Para mí es una locura lo que voy a decir: pero si es tan jodido, no puede
haber estado involucrado…
-Es en el primero en cual centré mis sospechas, no tenía nada en contra de
Marcelo, al contrario, lo estafó una y otra vez para arreglar sus
chanchullos, hacía alardes de dichas estafas. Desde mi humilde opinión,
sin haber conocido a tu padre, pero sí su trayectoria, dudo que haya
ignorado la diferencia de retiros entre ambos, a lo largo de los años.
- ¿Papá conocía los delitos del tío?
-Para mí, elegía no enterarse.
-Ok, me podrás tirar una punta de por dónde comenzar.
-Sí, primero debes hacerte una lista con la gente que conocía a tu padre,
todos, por más que los tengas en tu mente debés escribirlos. Luego hacete
una especie de línea de tiempo en donde los ubicarás por antigüedad de
relación y recién después por quien te pueda resultar sospechoso.
Convocás uno a uno, solo a los que te resulta interesante escuchar, no
podés demorar más de dos días en reunirte con todos, les blanqueas con
mucha seguridad que sos consciente de la existencia un instigador, los
grabás o tomás nota de sus dichos, cada palabra y si hallás algo por más
mínimo, no dudes en llamarme. Ah por teléfono solo acordemos un
encuentro, sin detalle alguno. Sin mucho más para destacar después de
agradecimientos y saludos Dany se retiró del bar.

Unos minutos, pensando, con Melina nos quedamos en silencio y fue ella
la que lo rompió:
-Para mí debemos hacer esa lista en un Excel, vos me dictás y yo voy
escribiendo, primero titulamos el ámbito, ejemplo: trabajo y luego los
nombres de cada uno de los integrantes de ese grupo y como dijo Dany
después tachamos los que no nos despierten sospecha o curiosidad.
-Guau… Increíble, no hablaste casi nada, pero interpretaste a la perfección
los consejos del periodista.
-Bueno. ¿La tablet?
-Ya la saco.
Estuvimos más de una hora, hasta poder definir cinco grupos con sus
respectivos integrantes, divididos del siguiente modo:

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#Familia
#Trabajo
#Club
#Tenis
#Amigos
#Gimnasio de mamá

Ahora la tarea más difícil nos esperaba, o mejor dicho me esperaba, yo era
quien conocía a los poseedores de los nombres anotados en aquella lista.
Melina se fue a la facultad, mientras yo permanecí en el bar, hasta cuando
pude tachar a todos los considerados irrelevantes para indagar.
Pasadas las once de la mañana recién llegué a la empresa, parecía que
todos percibían mi cambio de posición con respecto a la investigación,
algunas preguntas, otros comentarios me hacían tener la sensación de que
algo sabían. Por algún momento pensé que Eugenio, el abogado, podía
haber hecho pública nuestras charlas, convirtiéndolo en sospechoso, pero
después recordaba la confianza y la confidencialidad existente desde
siempre, desechando esta posibilidad.

Sentado en mi escritorio, antes de encender la computadora me detuve a


pensar en que desde el día de la rueda de reconocimiento he dejado de
lado el estado de mi madre y la relación con mi hermano. El odio nacido
en mí me está haciendo perder de vista las cosas importantes, como decía
papi: el odio no te deja pensar. Es increíble, estaba priorizando encontrar
a este bastardo, antes de la salud de mami y de acercarme a Franco, todo
lo que vengo diciéndome a mí mismo desde el homicidio, con el simple
hecho de haberle puesto rostro al asesino, se desvaneció.

En ese mismo momento tomé el teléfono para llamar a casa: en el primer


tono de llamada Mónica respondió, le di una especie de disculpas
consideradas innecesarias por ella, explicándome que solo habían pasado
dos días durante los cuales no había estado tan presente y me comentó el
deseo del psiquiatra de hablar conmigo. Ella imaginaba que sería por la
poca evolución de mami, además me comentó que Abelardo ignoraba el
tema de la rueda de reconocimiento, consideraba al igual que yo sería
conveniente comunicárselo. Se había hecho muy difícil en estos días,
imposible hacerla probar bocado y su estado no evidenciaba cambios, tal
cual lo percibía yo en los pocos minutos que le brindé en estas jornadas.
Apenas apoyé el tubo del teléfono volvió a sonar, era Silvana, me pasaba
la comunicación con el Comisario.

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Para ser honesto, no le di ni la décima parte de atención que le brindé a
Dany, al punto que le conté los cambios en mi parecer, pero evité
referirme el encuentro con el comunicador, considerándolo innecesario,
dos o tres minutos como máximo bastaron para culminar el diálogo.

Encendí la computadora y por primera vez en el día, a las 12:30 comencé a


desempeñar mis tareas laborales habituales. Pasadas las 14, finalmente
tuve la reunión con el contador abortada la jornada anterior cuando recibí
el video del homicidio.
Realmente, el financiamiento requerido para hacer frente a la demanda
China es impresionante, pero en el plan de negocios por él presentado, el
retorno de dicha inversión demora apenas un año, lo cual asegura que al
cabo de dos años los activos de la empresa se multiplicarán
considerablemente tal cual lo suponía tanto yo y también él. Si todo sale
como lo esperamos, este nuevo mercado llevará a la empresa a uno de los
primeros lugares entre sus competidores latinoamericanos, posición
soñada.
Puedo dibujar en mi cerebro la sonrisa que tendría mi padre
grabada en el rostro ante tan dichosa noticia, es inevitable, siempre será
así, lo imagino sentado a mi lado en cada situación de la empresa. Una
lágrima de mis ojos se escapó, pero rápidamente detuve la angustia y
devolví mi atención al trabajo.

Justo cuando Martin, el contador, se estaba retirando, sin golpear como


de costumbre, mi tío entró a la oficina.
-Hola Tío, ¿Cómo estás? Es bueno verte justo ahora.
-Bien, ¿cómo están? ¿qué paso?
- ¿Te acordás del negocio con China?
-Sí. -Mostrando desinterés-
-Afortunadamente, en dos meses debemos enviar el primer embarque.
- ¿Cómo lo has logrado sin viajar?
-Contraté a una empresa, dedicada a enviar comisiones de negocios. Creo
habértelo comentado, tal vez con todo lo que está sucediendo pensé en
contártelo y se me pasó.
- ¡¿Debe haber costado una fortuna!
-Elevé mi tono casi hasta gritar- ¿Me estás cargando? Mirá este plan de
negocios. El retorno de inversión es financiera y económicamente
fantástico, recuerdo cuando en medio de los problemas que estoy
atravesando, vos te negaste a viajar. Frente a tus ojos tenés un negocio
varias veces millonario, para el cual no moviste ni un dedo, y sí te servirás

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de sus regalías y me venís a hacer un planteo por lo costoso que haya sido
la colaboración externa, es inentendible.
-Yo me retiro. – Dijo Martín-.
-De reojos miraba los gráficos apoyados sobre el escritorio.
-Bueno. Estas asesorías son tan onerosas...Pero por lo que veo aquí, es un
muy buen negocio, te felicito.
-Si hubieses empezado por leer el plan, quizás no hubieras emitido crítica
alguna, cada uno es como quiere ser.
- ¿Querés que te pida disculpas?
-No tío, no hace falta, como dije, cada uno es como es. Ante la ausencia de
mi padre, nosotros deberemos llevar adelante esta empresa sin nadie
para mediar y evitar nuestras habituales discusiones como él lo hacía. La
idea sería contar con tu participación en la actividad a diario, si no lo haces
mínimamente antes de opinar o criticar infórmate por favor.
- ¿Tan importante te ha resultado mi cuestionamiento? ¿No se te puede
preguntar nada?
La acostumbrada ira al discutir con mi tío se estaba haciendo presente,
recargada.
- ¡Me estas cargando! Te estoy diciendo que me gustaría y además sería
productivo que participes a diario de la actividad y me saltás con que no
me podés preguntar. Sos parte, sos dueño, debes preguntar, debes saber
y como papá no está, somos los dos quienes debemos decidir. Existe un
gran detalle: para poder decidir algo, deberías estar al tanto de dicha
cuestión.
-Ezequiel me pare…
-Interrumpiéndolo. –¡Ponele un precio a tus acciones!
- ¡Estás loco!
-Puede ser, uno nunca sabe. Pero cuando mataron a mi padre, tu socio, tu
cuñado ¿te acordás? Después de los duros y largos primeros días, cuando
retomé el trabajo poniéndome al tanto de tu ausencia y de tu habitual
desinterés ante mis llamados, en tan extraordinaria situación. La idea de
correrme de la empresa dio vueltas por mi cabeza, pero rápidamente se
disipó, no me perdonaría jamás ver cómo la firma que mi padre formó
desde la nada, se desplome, entonces la idea de comprarte la parte
prevaleció. Hablemos con los abogados por el estatuto, precio y listo.
Sorprendido y con un tono conciliador respondió.
-Ezequiel, me parece que estás atravesando momentos difíciles. Es
verdad, nunca tuvimos una buena relación laboral, pero las diferencias
son solucionables con un poco de voluntad de ambas partes, no me
parece lo más conveniente disolver la sociedad. Una decisión de tamaña

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envergadura no puede tomarse de manera unilateral, además sin la
sucesión de Marcelo, no se puede hacer nada.
- ¿¡Leíste el estatuto alguna vez!?
-Mmm…
-Si lo hubieses leído, sabrías que más allá de tener el 50% de las acciones,
la acción maestra o como se llame, pertenece a mi padre. En el mismo
estatuto, figuramos mi madre, mi hermano y yo como poseedores de las
facultades otorgadas por dicha acción, en caso de ausencia de Marcelo,
con lo cual no se precisa sucesión. Lamento comunicarte, que la disolución
de la sociedad está dentro de los privilegios otorgados por poseer la
mencionada acción. Tal vez lo has olvidado, tu ingreso a la sociedad se
produjo por tu aporte de capital, con el dinero de la herencia de tu padre.
A tu ingreso, esto ya era una empresa en expansión, sin dudas hubiera
precisado más tiempo, para llegar hasta donde hoy está sin tu aporte.
Pero también sin dudas lo hubiera logrado y por más que mi padre haya
sido bueno hasta el extremo de cederte el 50 %, la lucidez lo acompañó
para dejar en claro que nadie iba a destruir a su tercer hijo, como siempre
la nombraba.
- ¿Qué rápido para cuidar tus billetitos? ¿Leíste el estatuto en el velorio?
- ¿Vos te pensás que yo no estaba al tanto? Mi padre, hace años, antes de
que yo tenga edad para trabajar delante de mami nos lo contó a Franco y
a mí. Ante tu ausencia lo releí hace algunas semanas…
-Siempre todo bajo control y con aire de superación igual que tu…
Silvana, al escuchar los gritos, sin golpear irrumpió en la oficina elevando
su voz aún más que las nuestras, al cabo de algunos minutos logró que mi
tío se retire.
Sin decir una palabra, un té me alcanzó, solo con un gesto le
agradecí, las palabras no querían salir de mi boca. Otra vez, en esa
posición cada vez más habitual últimamente, volvía a pensar que mi padre
es quien menos estará padeciendo su partida, sacando a Melina, no tengo
ningún aspecto de mi vida transitando por senderos tranquilos; por un
instante, una trágica locura como para terminar con todo, por mi cabeza
transitó. Por fortuna la cordura prevaleció y regresé a pensar en todos los
frentes en los cuales debía enfocar mi atención, no solo en cuáles, sino
también en orden de prioridades, más allá de la investigación, el tío, la
empresa y los chinos, nunca debía olvidarme de que la prioridad es mi
familia, dentro de la cual incluyo día a día un poquito más a Melina.
La tarde y el día laboral concluyó, mi cabeza no paraba de pensar:
ahora a esa lista imaginaria de los problemas existentes, leída una y otra
vez dentro de mi cerebro sumé un ítem más, la disolución de la sociedad.

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Temo que de no hacer nada, con todo lo que me está tocando atravesar,
mi salud será el próximo inconveniente. Entonces, intentando encontrar la
calma, dejé la empresa y como hace algunas tardes comencé a conducir
sin rumbo. Seguramente cuando comente dicha actitud a la psicóloga, lo
interpretará como un intento de escape de la realidad, de seguro es así.
Juro por la memoria de mi padre, si existiera la posibilidad de desaparecer
al menos por unos meses, sin duda lo haría, quizás el tiempo acomode las
cosas y tanto yo, como los demás, nos acostumbremos a convivir con el
dolor.

Sin darme cuenta a casa llegué, me tomé el mayor tiempo posible para
entrar, Mónica me esperaba. Su cara no era buena y aunque al lado de mi
madre todo el día, era imposible no contagiarse de su negatividad, su
rostro evidenciaba algo diferente a la situación habitual.
-Ezequiel, estaba a punto de llamarte, no lo hice antes para no
preocuparte, pero ahora Abelardo me lo pidió.
- ¡¿Qué paso?!
-Con voz entrecortada- Tu mami…
Abelardo irrumpió en la escena y agregó:
-En un descuido, no sabemos cómo pudo haber sucedido otra vez, tu
madre ingirió la medicación de tres días en una sola toma.
- ¡¿Cómo?! ¿Y ahora cómo está? ¿qué hay que hacer? ¿un clínico? ¿un
lavaje de estómago tal vez?
-En primer lugar, debes calmarte si querés ayudarla.
-Eso ya lo sé Abelardo, hago lo que puedo, si supieras las cosas por las que
estoy pasando…
-Creo estar al tanto de todo lo difícil que se ha tornado la vida para vos, es
por ello indispensable para vos calmarte, si no será tu salud un escollo
más a sortear.
-Con tono firme- Después hablamos de mí, ahora ¿qué hacemos con
mami?
-Está viniendo la ambulancia, posiblemente como bien dijiste haya que
desintoxicarla, tal vez sea conveniente un lavaje, la cantidad de drogas
injerida no tiene capacidad de daño mortal. La situación compleja es la
que vendrá cuando abandone la internación en la clínica, por el cuadro
médico….
- ¿Qué estás queriendo decir?
-Desde mi punto de vista: la única manera de evitar la internación
psiquiátrica y pueda permanecer en la casa, es dopándola al extremo de

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imposibilitarla de tomar decisiones, evitando así episodios como el de hoy,
lo cual impide recuperación alguna.
- ¿Internada podrá salir adelante?
-Como ya te dije en alguna oportunidad, no existen fórmulas exactas
cuando es la mente de las personas quien enferma. Pero creo que, con un
acompañante terapéutico constante, estimulándola a diario, quizás
logremos hacerle encontrar algún sentido a continuar viviendo.
- ¿Entonces tu diagnóstico es que si se queda en casa será imposible la
recuperación?
-En realidad, por más duro que suene es así. Para evitar otro episodio
como el de hoy, será necesario doparla de manera tal que pierda
conciencia del tiempo y espacio. En cambio, si permanece en una
internación psiquiátrica, tal vez podría ser de puertas abiertas, pasadas
algunas semanas al estar controlada todo el tiempo puede no ser
necesario administrarle sedantes, pues tendrá personal especializado a su
lado para evitar situaciones de autoflagelación.

Antes de que pueda responderle, el ruido de las sirenas de la ambulancia


deteniéndose en la puerta de casa interrumpió la charla.
Mónica abrió por la puerta del garaje, una doctora vestida con ambo de
color blanco acompañada de un enfermero con igual indumentaria, pero
de color verde se presentaron en la cocina. Abelardo, mientras la doctora
subía las escaleras le pasaba el estado de mami. Al ver esta imagen, a mi
mente rápidamente llegó el recuerdo de aquel pasillo largo, las puertas
vaivén con sus ventanitas, desde las cuales había visto rebotar contra la
camilla a papá cuando intentaban resucitarlo. Aunque la situación de mi
madre no sea mortal, fue inevitable vincular un hecho con el otro. Otra
vez, la mirada de este hombre en la rueda de reconocimiento se dibujó en
el aire, me preguntaba si será consciente del daño que ese día le hizo no
solo a mi padre, sino a toda la familia. Una parte de nosotros parece haber
muerto también esa tarde, nada volverá a ser igual, pasará el tiempo,
quizás nos acostumbremos a la falta, pero nunca volveremos a ser los
Villán que éramos hasta el 10/06/2016, pura y exclusivamente por su
culpa y la de su jefe, si existe.

El ser humano nunca está preparado para la partida de un ser querido,


pero aún menos cuando el deceso no es de modo natural, no es que los
dolores se puedan comparar, pero si hubiera enfermado, por más que no
lo deseemos, quizás nos hubiéramos hecho a la idea de la posibilidad de
su muerte. En cambio, como sucedió un día más, fue a trabajar y nunca

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más lo vimos. Creo, deben tener sentimientos parecidos quienes pierden a
sus parientes en accidentes de tránsito.
El llamado de la doctora, pidiéndome ayuda para incorporar a mami
en la cama me devolvió a la escena. Desde cuando había llegado a casa, no
la había visto: su estado era deplorable, el color de su piel era muy pálido,
casi verdoso, su cuerpo cada vez más encogido en posición fetal, agradecí
tener a los profesionales a mi lado, sin su colaboración hubiera dudado
que estuviese viva. La doctora indicó al enfermero, cuáles dos inyecciones
preparar, mientras tanto primero se dirigió a Abelardo para después
hablar en general:
-Como antes me había comunicado el psiquiatra, el pulso está realmente
lento y la presión por el suelo, ahora le aplicaremos medicación para
intentar estabilizarla, deberemos internarla, es necesario monitorearla
constantemente hasta cuando se pueda estabilizar su presión.
-La presión baja ¿le puede provocar un infarto? –Pregunté.
-En realidad sí, por eso debemos llevarla. Si ese episodio llegase a
suceder, se podrá evitar lo peor.
-Ok, como usted diga.
-De este cuadro, en algunos pocos días seguramente se recuperará. Pero
por lo comentado por Abelardo, para mi es recomendable que no vuelva
aquí. Esta última es una opinión personal más que un diagnóstico.
-Gracias. Justamente de eso estábamos hablando, cuando usted llegó.

Mientras nosotros dialogábamos a cerca del estado de mami, del


homicidio y demás, el enfermero regresó. Traía una de esas camillas de
emergencias, utilizadas en accidentes de tránsito en la calle, también las
usan los bomberos, son esas de madera. El apoyo en la cama, al lado de
mamá y con mi ayuda a la cuenta de tres, la pasamos a dicha tabla, la ató
con unas fuertes tiras de color amarillo, que le daban toda la vuelta
alrededor del cuerpo y la camilla. Yo la tomé del lado de la cabeza
mientras el paramédico lo hacía de los pies, la bajamos por las escaleras,
aunque sin esfuerzo, puesto que mi madre había perdido muchísimo peso.
Es increíble, durante todo este periplo atravesado para llegar hasta la
ambulancia, no se inmutó, su estado de inconciencia era total.

Me subí al coche y justo antes de arrancar llegó Melina, entre sorprendida


y asustada se encontraba, me había llamado varias veces y nunca le
respondí, sin recibir muchas explicaciones ingresé al auto. Tras la
ambulancia, al mismo sanatorio donde papá falleció nos dirigimos, desde
la fatídica noche nunca había regresado, ni siquiera pasé por la puerta,

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aunque queda en medio del camino para ir a la empresa. Como sucedió
antes, mientras conducía, las imágenes de aquella noche, cuando mami le
repetía que lo amaba por entre medio de los asientos por las mismas
calles por las cuales estábamos transitando, cuando cruzamos la vía que
cruzaremos en unas cuadras y le gritaba ¡aguantá!, invadieron mi mente
generando alguna lágrima.

Entre tanto llegamos al hospital, con mucha más calma que la última vez
en este lugar, estacioné el auto correctamente. Debí atravesar ese largo,
horrible y tétrico pasillo de guardia, mi angustia y desolación era menor a
la de hace unos meses, pero sin embargo se podía decir que mi desilusión
era mayor. El terror de no saber dónde podía terminar todo lo que había
empezado hace apenas meses, me paralizaba, me hacía sentirme sin
ganas de nada, desear fuertemente desparecer y poder regresar cuando el
dolor haya cesado.
El llamado del doctor Foschi, según leí en el bolsillo izquierdo de su
guardapolvo, me devolvió al presente, mi mente ya estaba en el hospital,
pero en el momento vivido hace tiempo. Recién ahí, me percaté de que
Abelardo y Mónica también se habían acercado, el diagnóstico de dicho
doctor no distó demasiado del expuesto por la profesional en casa, solo
amplió la prescripción de una serie de estudios precisos, para conocer su
estado real. Ante la acotación de Abelardo acerca de la pérdida de peso,
tomó las recetas y adicionó un examen más, después de una breve
descripción de los pasos a seguir, nos permitió pasar a verla. La habitación
era la número 8, ¿casualidad? el 8 de abril es la fecha de su aniversario de
casados.
La habitación era individual, con lo cual me podía quedar a cuidarla,
en su brazo derecho tenía una vía por la cual le ingresaba medicación de
dos recipientes diferentes, uno era suero y el otro una solución
antibiótica, por una posible infección que estaría generando el descenso
de peso. Antes de retirarse, Abelardo me recomendó llamar a mi
hermano, de no ser por su mención, ni se me hubiera cruzado por la
cabeza, es increíble, en otras circunstancias nunca me hubiera olvidado de
él. Mi cerebro está como una computadora sobrecargada de información,
comenzando a fallar por la falta de espacio. Fue entonces cuando después
de despedir a Abelardo, Melina tomó mi celular y para evitármelo a mí,
ella se comunicó con Franco, quien milagrosamente respondió en la
primera llamada y según dijo vendría para aquí.

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Mientras Meli hablaba con él, me esforcé por recordar si habíamos
discutido la última vez que nos comunicamos, realmente nada recordaba
de cómo estaban la cosas, con la relación tan inestable entre nosotros,
sumado a estas fallas de mi cerebro mencionadas, se me escapan algunos
detalles. Al finalizar la llamada, hizo lo propio con la tía Sandra,
impresionada Melina quedó por el desinterés de ella, al cual yo ya estoy
acostumbrado y no me sorprende.
Igualmente, a la hora, con ese aire de grandeza y superación se hizo
presente en la clínica, demostrando una preocupación poco creíble hasta
para ella misma.
Después de mucho insistirle, Mónica aceptó retirarse, asegurando
regresar mañana a las siete para reemplazarme, pues pasaré la noche al
lado de mi madre. A las veinte le trajeron un puré de zapallo, no hubo
modo de despertarla, y se llevaron su cena tal cual la habían traído.
Melina, antes de partir a la última clase, para el anteúltimo parcial de la
carrera, a la cual yo también estaría asistiendo si mi realidad fuese
diferente, me compró un sándwich. Recién cuando nos despedimos, ante
sus reiteradas preguntas o afirmaciones acerca de que algo más me
sucedía, le hice un breve resumen de la situación acontecida en la
empresa, sin dejarme terminar de hablar me dijo: - ¡Estás loco si en estos
momentos ocupás tu tiempo en la disolución de la sociedad! Tu prioridad
está en esa cama. Como te conozco, estoy segura de que te arrepentirás
toda la vida si por la empresa o por cualquier cosa, dejás de estar al lado
de Laura cuando te precisa muy cerca.
Antes que mis palabras puedan salir de mi boca, apoyando sus labios en
los míos con un beso largo y tierno generándome algunas lágrimas, se
retiró.
Del sándwich solo pude probar un bocado, un malestar estomacal junto a
ganas de vomitar me invadió, como era de esperar Franco no cumplió con
lo dicho y nunca apareció. La noche fue eterna, no creo haber podido
cerrar los ojos por más de dos minutos seguidos, la imagen de mi padre
rebotando en la camilla, junto a la de mamá subiendo totalmente
inconsciente a la ambulancia me torturaron toda la velada.

A las siete de la mañana el desayuno le trajeron, afortunadamente


luego de una gran insistencia de la doctora, abrió los ojos, no lo hacía
desde ayer. No pronunció palabra alguna, solo con gestos se negó a tomar
el té con leche y también a comer una pequeña tostada. Otro profesional
más, que repitió los dichos de Abelardo y la médica de la emergencia: era
imposible que una vez compensada se evite la internación psiquiátrica, de

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otra manera en pocas semanas, según ellos estaría nuevamente en el
estado actual. Deseaba desde lo más profundo de mi corazón, tener a
papá a mi lado, aunque sea por un segundo, un instante, solo su mirada,
sus gestos me podrían dar todo aquello necesario para descubrir cuál será
el camino correcto para colaborar de la mejor manera con la recuperación
de mami. Si bien por cuestiones lógicas mis deseos no se cumplieron,
aquel pensamiento fue interrumpido cuando se hicieron presente
Abelardo junto a Melina, traían folletería con imágenes y detalles de cuál
sería el tratamiento, con lo cual aquellas respuestas que deseaba tener,
por intermedio de ellos dos las obtuve, entonces decidí internarla.

Antes de irme cuando llegó Mónica, apareció el tío Horacio.


Perplejo quedé al verlo, en primer lugar, después de la discusión del día
anterior no podía creer que se hiciera presente en la clínica para continuar
el pleito, pero aún más increíble era que su presencia se deba a alguna
preocupación por el estado de su cuñada. Sin darle ni tiempo, ni atención,
un breve resumen del estado y de la futura internación le brindé. Sin
mucho más para destacar, me despedí de Mónica, un gesto bastó para
hacer lo propio con mi tío, junto a mi novia y a Abelardo me retiré. Yo iba
directo para la empresa, pero ante la insistencia de Melina, accedí a pasar
por casa en busca de una ducha reparadora. Bajo el agua estaba mientras
mi cabeza volaba por los lugares más recónditos de mi vida: momentos al
lado de papá, de mami, cumpleaños, eventos, tenía la extraña sensación
de sentirme huérfano, aunque haya sido papi el único fallecido, perecería
que aquel fatídico diez de junio, también había perdido a mi madre. Otra
vez la cara del asesino se dibujó en el aire, durante unos minutos solo me
dediqué a maldecirlo, insultarlo a los gritos hasta cuando percibí mi
agitación y la ira invadiéndome. Entonces recordé los dichos de mi padre
con respecto a la respiración, me hicieron abandonar los exabruptos, para
después de algún tiempito ralentizar la entrada y salida de oxígeno de mi
cuerpo tal cual él decía y la calma afortunadamente se hizo presente.

Justo cuando me terminé de vestir sonó el timbre, pensé: tal vez será
Franco, bajé rápido las escaleras y por la ventana vi la extremadamente
ostentosa camioneta de Horacio, la calma alcanzada al saber de su visita
desapareció. Con furia abrí la puerta, al verlo lo primero que se me vino a
la cabeza, es que era imposible que su paso por la clínica hubiera sido
genuino, nada le importa. Tanto su mirada, como su postura mostraban su
interés en conciliar las cosas. Al recordar la opinión de Meli, más lo que
seguramente mi padre aconsejaría si estuviese aquí, toda la furia se disipó.

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-Ezequiel ¿Cómo estás? Tu tía está yendo a la clínica.
-Qué bueno.
-Con tono súper amigable- ¿Te preguntarás el motivo de mi presencia?
-Lo imagino… Te escucho.
-Sí, la sociedad es el motivo de mi presencia.
-Con sonrisa irónica- Y yo había pensado que tu visita a la clínica era por
interés en la salud de tu cuñada.
- Sos sarcástico… ¿Estás seguro de querer disolver la sociedad?
-En realidad deseo o preciso que las cosas sean de otra manera, pero no
quiero disolver nada.
-Las cosas o que yo sea diferente.
-Vos.
Mientras me dirigía a la cocina, en busca de café intentaba descifrar qué
tendrá pensado, si bien su predisposición era buena, se notaba que algún
plan traía entre manos, hasta las preguntas parecían planificadas. Nunca
da puntada sin hilo, su buen tono, sumado a la buena actitud algo
esconden.
-No te lo digo mal, pero la pregunta la hiciste vos. -Completé.
-Traigo una propuesta.
- Soy todo oídos.
-Como ambos sabemos, nuestra relación laboral fue sostenible hasta este
momento por la intervención de Marcelo, nunca coincidimos en nada. Tu
ambición es tan desenfrenada como admirable, mientras que mi poco
interés te exaspera y es incompatible con tu energía. ¿De acuerdo?
-Totalmente.
-A mí el trabajo nunca me gustó mucho, ahora estoy grande, además de
tener otras ocupaciones, me importa menos, si antes chocábamos, sin tu
padre será peor…
-No des vueltas, andá al punto.
-Ok, me parece que lo más saludable para los dos será que me retire de la
actividad en la empresa, pero como de algo tengo que vivir, mi propuesta
es que vos tengas un sueldo como presidente de la sociedad y después se
dividan las utilidades como siempre se ha hecho.
-El sueldo, saldría antes de dividir dividendos y sería muy alto… ¿sin
rencores ni discusiones?
-Por supuesto.
- Por mi parte estaría perfecto.
-No imaginé encontrar tan rápidamente la salida a nuestras diferencias.
-Yo tampoco, solo una cosa…

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-Decime.
-Podríamos darle un marco legal.
-Sí, pero ¿a qué le temés?
-Quizás en algunos meses te arrepientas, regreses y volveremos a tener
los problemas no deseados por ambos. Además, debe establecerse tu
abstención a participar en la dirección. Solo serás un accionista, sin
derecho a intervenir en la actividad. ¿Estás de acuerdo con esto último?
-Sí. ¿Y cómo quedaría asentado eso?
-El abogado le dará forma. Es solo para estar tranquilos.
-Ok, yo no quiero causar problemas.
-De ser así no tendremos inconvenientes. Estoy gratamente sorprendido
por tu actitud y tu buena predisposición, en estos días son muy pocas las
situaciones que se tornan más fáciles de lo esperado, y hoy esta
simplificación de las cosas te las debo a vos. Gracias.
- No tenés nada para agradecer, a mí me será de mucha utilidad el tiempo
ocioso que ganaré y me simpatiza mucho la idea de no tener obligaciones.
Además, reconozco tus aptitudes, estoy seguro de que conducirás los
destinos de la empresa por los mejores senderos tal cual lo hacía tu padre.
Es más, creo que sos la versión mejorada de él.
-Te repito, estoy inmensamente sorprendido.

Entre halagos mutuos y con un frío abrazo, pero abrazo al fin, se retiró.
Perplejo, sin poder despegar la mano del picaporte al cerrarle la puerta
inmóvil permanecí, sin poder dar crédito a lo vivido, me resultaba difícil de
creer que Horacio tenga la intención de no causar problemas. Después del
planteo que le había realizado, esperaba su no aceptación a la venta de su
parte o que pida cualquier cosa por la misma, no pude imaginar esta
actitud. Aunque la celebraba, también sospechaba de la existencia de
sentimientos oscuros entre tanta bondad.

Dudé entre acostarme o no por algunos minutos, finalmente y agregando


un café, decidí partir a la oficina, así al mediodía podría regresar al
sanatorio. A pesar de no haber pegado un ojo en toda la noche, estaba tan
pasado de vueltas que ni percibía el cansancio, en el camino hablé con
Franco quien recibió mi llamado de buena manera. Aún no había ido a ver
a mami, acordamos encontrarnos 12:30 en la clínica, también cancelé mi
sesión de terapia, aunque hablé por teléfono con la psicóloga casi una
hora, la charla muy fructífera para mi mente.

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El día o más bien la mañana laboral transcurrió plácidamente, a los
gerentes de área les transmití la novedad de la partida del tío, a pesar de
su esfuerzo por disimularlo, en los tres percibí gestos de placer al escuchar
la noticia. También mencioné el otorgamiento del préstamo para
comenzar la producción para China, si todo en mi vida se resolvería como
sucede en la empresa, estimo sería muy feliz. A Melina tampoco le
resultaba verosímil la actitud de Horacio, pero también la celebró y festejó
que, aunque sea un problema de mi cerebro desaparezca, a eso de las tres
pasará por la clínica.
A las 12 de la oficina me retiré, velozmente llegué al sanatorio,
entré a la habitación minutos antes de la llegada del doctor a dar el parte.
Su estado comparado al de la mañana era mejor, abrió los ojos casi por
completo, el color de su piel había dejado de ser tan pálido y a sus labios
había regresado la humedad, ya no los tenía resecos.
El parte no indicaba mucho más que las mejoras percibidas a simple vista,
si todo marcha como hasta ahora, en tres días sería dada de alta, claro
está para ir al psiquiátrico. Ni bien el profesional cerró la puerta apareció
Franco, al principio con su habitual indiferencia, para luego al escuchar
cómo seguirá el tratamiento psiquiátrico la consternación y la angustia le
llegaron. Más tarde se hicieron presentes la tía Sandra, por supuesto
Melina y también se acercó Abelardo. Ella permanecía inmóvil frente a
nosotros, con la mirada en otro lado, creo que no es solo su mirada quien
no está al lado nuestro, su alma parecía no estar en esa habitación. Al
verla de este modo, si bien en los últimos días se agravó, desde la tarde
fatal, su estado es similar, a veces me lleva a pensar que, si su deseo es el
de no continuar, a pesar de mis esfuerzos, nunca lograré su recuperación.
Además ¿quién soy yo para impedirle cumplir su anhelo? por más dolor
que me provoque.

A las diecisiete sin explicación alguna, el rostro de Franco enrareció,


su mirada se llenó de su habitual indiferencia y se retiró, me dejó
hablando solo. Abelardo presenció la escena, entonces surgió el siguiente
diálogo:
-Viste Abelardo, de esto te hablo, yo no sé cómo manejarlo.
-Es muy difícil.
-Para mantener el contacto, hace meses no lo cuestiono…
-Si, eso lo habíamos hablado, pero me parece necesario modificar el trato,
si lo buscado es ayudarlo. Quizás ante los cuestionamientos se aleje, pero
si en verdad querés ayudarlo deberás arriesgar ¿tenés manera de

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contactar a alguno de sus amigos para mantenerse informado de su
estado?
-En realidad no, todo su entorno es nuevo. Los vi solo en una oportunidad,
como te había dicho, la primera impresión fue mala, pero después con la
charla parecieron amigables.
-Entonces antes de avanzar con los cuestionamientos a tu hermano,
deberás ir a ese lugar donde vive e intentar vincularte con algunos de sus
amigos. Cuando él se aleje, como siempre sucede, podremos saber cómo
continua su estado. Una vez que hayas conseguido el contacto con algún
amigo, en primer lugar, le aconsejarás una entrevista conmigo,
honestamente no espero su aceptación y en ese momento como sucedió
en varias oportunidades se ofenderá acusándote de tratarlo de loco.
Mi opinión, es que el tiempo de consentirlo aceptándole todos sus
caprichos ya pasó, será duro, pero creo es la única opción para ayudarlo.
Tal vez los límites inexistentes por parte de tus padres deberán ser
impuestos por vos.
-Seguro. A que te réferis cuando decís que me contacte con sus amigos.
-Es para estar al tanto de su estado mientras dure su enfado, en esta
ocasión no lo llamarás ni lo buscarás, será él quien deba restablecer el
vínculo, como nunca antes hizo. Puede demorar mucho tiempo en surgirle
el interés. Es para saber cómo esta, que te aconsejo vincularte con algún
amigo, de lo contrario no aguantarás y terminarás llamándolo.
-Suena coherente.
-Será coherente si conseguimos que Franco comience un tratamiento.
-Siempre fue a la psicóloga.
-Precisa algo más intensivo.
- ¿¡Internación!?
-No lo creo, cuando llegue el momento se estudiará el método correcto, si
no hay adicciones graves la internación no es necesaria, con fortuna solo
un tratamiento ambulatorio bastará para su encarrilamiento.
-Dios quiera.
-Melina, me comentó de tu retorno a terapia. ¿Continuás?
-Si.
-Es imprescindible no interrumpirla, es demasiado el peso sobre tus
hombros, si no le quitás presión a tu cabeza colapsará, es recomendable
practicar algún deporte.
-Lo sé, por eso regresé, en un tiempo corría en la plaza, hoy no tengo la
energía para hacerlo, además de tener cada minuto del día ocupado. Ni
pude regresar a la universidad, me faltan solo tres materias para recibirme
y no puedo volver.

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- ¿No podés o no querés?
-Quizás tenga una negación…
-Y te refugiás en la dura realidad para no volver a ser quien eras.
-Puede ser.
-Mañana regresaré, tal vez pueda entablar un diálogo con tu madre.
-Que así sea.

Cuando el sol comenzaba a caer llegó Mónica, pasaría la noche


haciéndole compañía, en un principio me opuse, pero luego de su
insistencia junto a la de Melina, accedí. Comprendiendo la necesidad para
mí de descansar.
Antes de retirarme tomé de la mano a mi madre, helada, sin color,
la imagen más parecida a la de una persona sin vida que pude haber visto
alguna vez. En aquel momento comprendí quizás equivocadamente o no,
que por más que la vea en esta habitación su alma ya no estaba allí, está al
lado del amor de su vida, donde debe estar. Estoy absolutamente seguro
de que, si los acontecimientos hubiesen sido al revés, quien estaría en esa
cama sería mi padre, buscando el modo más rápido para llegar al lugar
donde su esposa esté, el dolor provocado por dicho pensamiento era tan
grande como el orgullo que me generaba ser el hijo de unos padres
poseedores de un amor indescriptible con palabras, el cual deseo con toda
mi alma poder imitar.

En casa, dudé bastante en contarle mi última sensación en el sanatorio a


mi novia, después de mucho dar vueltas se lo comenté. Como era de
esperar, me acusó de querer bajar los brazos, ¡aún está viva, no podés
dejarla morir! Cuando encontró la calma, más lento le expliqué y con los
ojos inundados de lágrimas coincidió con mi razonamiento, claro está que
no significa no hacer todo lo posible para su recuperación, sin importar
cuál fuera el resultado final, recibirá la mejor atención.

Después de haber pasado seis días internada en la clínica, llegó el


momento del traslado al neuropsiquiátrico. En vano fueron, tanto mis
intentos, como los de Abelardo por explicarle a dónde iría, hubiera
preferido su rechazo, su enojo, en cambio como respuesta obtuve un
desinterés absoluto. Abelardo, ante mi pedido el día anterior al traslado,
redujo la medicación para evitar la sedación, tampoco alcanzó la lucidez,
su aspecto era mejor, ojos más abiertos, posición más recta al sentarse,
pero durante toda la jornada no habrá llegado a pronunciar diez palabras,
tres veces le expliqué a dónde la llevaríamos, en la primera su respuesta

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fue: “bueno” y en las otras dos, simplemente me dio vuelta la cara sin
emitir sonido.
Otra vez lo mismo, mamá en una camilla, consciente, pero con la mirada
en la nada misma, subiendo a una ambulancia y la imagen de papi
rebotando contra una camilla igual, se dibujaba en mi mente. Unos quince
minutos demoramos en llegar al lugar donde residiría mi madre, quién
sabe por cuánto tiempo, yo lo había visitado un par de días antes. Si bien
el lugar era impecable desde el punto de vista edilicio y desde la atención
recibida por los internados, el aire imperante al menos para mí era denso,
en los amplios jardines había gente hablando sola, otros dialogando con
los árboles y la gran mayoría tan ausentes como mi madre. Para ser
sincero, entre mi sensación en el sanatorio sumado a este escenario, la
recuperación de mamá la sentía cada vez más difícil.
Al retirarme y a pesar de contar con la compañía de Melina, no
podía detener mi llanto, pensaba y a los gritos preguntaba al aire si este
asesino será consciente del daño que a todos nos hizo, lo habré repetido
tres veces. Sujetándome la cara y besándome, ella interrumpía mi voz.
Al verme en ese estado se bajó y me obligó a pasar al asiento del
acompañante, ella conduciría.
Me preguntó dónde quería ir, no supe responder, entonces sin decir nada
comenzó a conducir. Sin darme cuenta, encerrado en mi dolor, llegamos a
la playita de Olivos, lugar donde nos besamos por primera vez y donde
regresábamos periódicamente; para ambos, mirar el horizonte era
relajante, por ello eligió ese destino. Entre mi angustia, las palabras y los
mimos de Meli, perdí la noción del tiempo, dormido en sus brazos me
quedé, eran las dos de la mañana cuando con mucha dulzura me despertó
y como venía sucediendo últimamente, cada día me convencía un poco
más, que era la mujer de mi vida.

Lejos de estar bien pero sí un poco más entero me encontraba,


regresamos a casa, a la mañana me sorprendió con el desayuno en la
cama y una cartita con una pequeña frase: “Me tuve que ir temprano, no
puedo hacer nada para cambiar la realidad, pero quizás este desayuno
colabore para tener un buen día, te amo. Melina”, es lo único de todo mi
alrededor que no me genera dolor, su compañía y su amor son
imprescindibles para mí, si no pudiere contar con ella bajaría los brazos,
un mensajito de agradecimiento le envié y luego de tomar el rico
exprimido con las tostadas, una ducha me di. Mientras me cambiaba, en
mi cabeza me diagramé las actividades del día. Era habitual para mí armar
una especie de cuadritos en mi cerebro con las obligaciones de la jornada,

91
desde lo de papá era la primera vez que volvía a pensarlo, desde aquella
tarde se me hacía imposible organizar nada, en cambio hoy, el desayuno
de Melina me devolvió algo de mi esencia, entonces planeé la siguientes
actividades:
Primero visitaría a mami, a las 10:30 llegaría a la oficina, de no surgir nada
fuera de lo normal, a las 14 me retiraría. Mi intención, era cumplir con la
tarea encomendada por Abelardo, iría al departamento donde Franco
residía, para entablar relación con alguno de sus amigos y el final del día lo
dedicaría a la investigación del caso de mi padre, comenzando con los
primeros llamados de la lista de nombres. Increíblemente, la jornada
transcurrió tal como lo había planeado, como dije, antes hace meses que
así no sucedía. Más allá de no haber cambiado nada con respecto a los
días anteriores, organizarme me resultó placentero y reconfortante. Lo
más destacado fue la recepción obtenida por parte de Lucas, uno de los
habitantes del departamento done vive Franco. Después de hacerle una
breve reseña de lo acontecido en la familia en los últimos tiempos,
situación ignorada por él hasta ese momento, me brindó todo su apoyo,
intercambiamos números telefónicos y lo más importante fue su
juramento de que Franco consume esporádicamente marihuana,
tranquilamente podría estar mintiendo, pero hubo algo en él que me hizo
creer en sus dichos.

Los días fueron pasando, afortunadamente mis planes diarios eran


implementados a la perfección, y las cosas no viraban demasiado. Uno se
va acostumbrando al dolor, también a la ausencia, el lugar ocupado por el
sufrimiento por la muerte de papá fue reemplazado por el provocado por
el estado de mami. Al verla cada día en el psiquiátrico, como sentí aquella
tarde en la clínica, más allá de estar aquí, parecería que su alma ya se
encuentra en algún sitio diferente al nuestro. Con respecto a la
investigación, no pude hallar ningún elemento nuevo, reuniones y más
reuniones con los abogados, llamadas al entorno de papi para juntar
pruebas que nunca logré obtener. La policía ni se comunicaba y Dany
tampoco aportaba, este último sólo se encargaba de criticar al tío cada vez
que tenía oportunidad, pero nunca conseguí sacarle ninguna afirmación
contundente.
Con Franco, tal cual había anticipado Abelardo, ni bien intenté enfrentarlo
media vuelta se dio y ni siquiera llamaba por teléfono, para conocer el
estado de su madre. Afortunadamente con Lucas, su amigo, nos
comunicábamos a diario, aunque suene contradictorio, desde que no me
hablo con mi hermano estoy más al tanto de su vida. En la empresa las

92
cosas marchaban perfectamente, la salida de mi tío se dio en paz y se
envió el primer contendor a los chinos.

Pasaron las fiestas, las peores de mi vida, gracias a Dios después de


las doce, cuando mami se durmió, tuve tanto a Melina como a su familia
para contenerme, recibiéndome en su casa con los brazos abiertos. Hasta
haciéndome olvidar, aunque sea por algunos minutos, el lugar donde
mamá reside, que mi único hermano no me atendió en ninguna de las diez
oportunidades cuando lo llamé y más allá de no tener un lazo estrecho
con mis tíos, quizás hubiese sido placentero recibir un llamado de su
parte. El cuatro de enero es mi cumpleaños, nunca ni en los mejores
momentos ha sido un día disfrutable para mí, ni en terapia hallé la
respuesta al rechazo surgido al cumpleaños. El de este año hubiese sido el
peor, si no fuese por el amor de mi vida: con el primer minuto del día me
sorprendió al aproximarse a la cama con una pequeña torta, en lugar
tener una velita, estaba Bart Simpson sosteniendo un sobre.
- ¡Feliz cumple mi amor!
-Gracias.
-No pienses que la preparé yo.
-Me lo imaginé.
-No tiene velitas, porque no te gustan.
-Te amo.
-Abrí el sobre de Bart por favor.
Entonces procedí, eran dos voucher para un Crucero, zarpaba a las ocho
de la mañana de ese mismo día que acababa de comenzar, con destino a
punta del este, con una duración de tres días.
Sin permitirme reaccionar, ella intervino:
-Está todo planeado como si lo hubieras organizado vos, en la empresa
están advertidos hace semanas, postergaron reuniones y armaron la
agenda teniendo en cuenta tu ausencia. De Laura se encargará Mónica.
Cuando le conté mi idea, no solo se ofreció a ocuparse de tu madre, si no
que me obligó a no cancelarlo por nada ni nadie, te aprecia mucho y teme
por todas tus presiones.
-No tengo nada para decir… Gracias.
-Es cabina exterior con balcón, la idea sería que, aunque sea por estos tres
días, el horizonte brindado por el océano te pueda abstraer de la realidad.
-Entre lo que me trasmite el agua y tu compañía, me parece bastante
posible. Te amo.

93
Entre besos y abrazos cuando miramos el reloj eran las tres de la mañana,
nos dispusimos a dormir, en apenas horas debíamos despertar para
emprender viaje hacia el puerto. Para describir lo vivido durante el viaje,
la verdad es que no hallo las palabras, solo podría decir: soñado, perfecto,
maravilloso. Como Melina lo había planeado pude abstraerme de la
realidad. La decisión de ofrecerle matrimonio ya la había tomado, lo
maravilloso de estos tres días me decidieron a no esperar tanto, si el
estado de mami se prolonga o Franco continúa como hasta ahora,
obviamente me ocuparé de ellos como siempre lo hice, pero su situación
no me impedirá casarme. Estoy seguro de contar con la aprobación de mi
padre si estaría presente, acompañada de una frase “debes ser un poco
egoísta y pensar en vos como lo haces con los demás”.

Entonces decidí: cuando pase el primer aniversario de la muerte de mi


padre, le propondré matrimonio. Para esa fecha, aunque parezca mentira
y con lo rápido que suceden las cosas, no falta tanto tiempo. Haber
convivido con Melina en este viaje, si bien no cambió nada de lo duro de la
realidad, si colaboro para acordarme de mí, como dice la psicóloga, Melina
y cada persona que me conoce: es necesario frenar, ocuparse de uno,
tanto por mí como para poder ayudar a quienes amo.
En medio de esa inyección de energía, enero y febrero transcurrieron sin
ningún viaje, pero sí alguna escapada a un spa siempre propuesto por
Melina, sin grandes modificaciones en la realidad de mamá y de Franco.

El 2 de marzo, cuando yo realmente ya ni tenía presente el juicio, las


pruebas, ser la querella, Eugenio, el abogado, se apersonó en la oficina
para comunicarme que el juicio oral comenzaría los primeros días de
junio. No puedo transcribir mis sentimientos al escucharlo, justo cuando
se cumple un año del homicidio, justo cuando después de dicho mes,
había planeado ni más ni menos que proponerle matrimonio a Melina,
cuántas ganas me van a quedar, después de remover todo lo vivido
aquella tarde durante semanas. Parecería que, ante cada leve mejoría
experimentada, un pie sobre mi espalda me volvía a impulsar hacia lo más
profundo de mi dolor.

Eugenio se retiró. Como hace tiempo no sucedía, aquella posición de los


codos sobre el escritorio y la cara entre las manos regresó junto a una
gran angustia acompañada por un llanto desconsolado el cual se detuvo
recién cuando el celular sonó, era Melina.
-Intentando disimular la angustia- ¿Cómo estás Mel? ¿Todo bien?

94
-Yo bien… ¿A vos qué te pasa?
-Nada.
-No mientas, tenés una voz.
-Si… Vino Eugenio, el abogado. Ya está la fecha para el juicio oral.
-Eso es bueno o por lo menos yo creía que vos lo esperabas.
-Sí, el tema es la coincidencia con el primer aniversario, será en los
primeros días de junio.
-No serán días fáciles, fuera cuando fuera. Quizás la condena al asesino te
provoque cierta calma.
- ¿Te parece?
-Hasta hace algunas semanas, estabas desesperado por hallar a un
supuesto jefe del detenido. Por eso creo será placentero para vos verlo
pagar por sus actos.
-Dios quiera que así fuera, pero lamentablemente no lo creo. El tiempo
pasó y la idea de no involucrarme con la investigación ganó espacio en mi
mente. ¿No te diste cuenta?
-Claro que sí, pasaste de hacer una lista con los contactos de tu padre con
intención de indagarlos, a ni siquiera nombrar el tema. En dos
oportunidades te pregunté e inconscientemente me evadiste, por eso no
insistí más.
- Ni registro cuando me preguntaste. Siento como sentía en un principio: a
este hombre seguramente lo condenen a un montón de años, sin
embargo, a mi nada me cambiará, mi padre no volverá, mi madre
continuará internada y Franco quién sabe, es por ello mi pérdida de
interés en la investigación, en la búsqueda de aquel supuesto jefe. Justo
para cuando se cumpla un año del fallecimiento mi último deseo, era
enfrentarme al juicio removiendo cada segundo de aquella tarde.
-Es coherente con tu manera de ser y de sentir lo que te sucede. Tal vez
deberías enfocarte, en que el objetivo del juicio será sacar a este tipo de
las calles, para que no haya una nueva familia Villán víctima de su
accionar. El costo de evitar el dolor, a esa hipotética familia será remover
todo tu padecimiento, pensalo así: estás ayudando a alguien desconocido
para vos, como lo haces en otras muchas oportunidades con cosas más
simples. En este caso tal vez con tu colaboración, evites la muerte de
alguien.
-Comprendo tu intención, pero entendeme, es muy duro.
-Nadie está diciendo lo contrario, solo te daba mi impresión de cómo te
generará menos dolor transitar el juicio.

95
Fue imposible continuar con mis tareas habituales durante el resto
de la mañana y la tarde. Es increíble, cómo sólo una noticia hizo retornar
todo el dolor que desde hace algunos meses se había ocultado, fue como
si hubiera retrocedido en el tiempo, el cansancio extremo y la ausencia de
ganas de hacer nada regresaron.
A las tres de la tarde, como sucedió hace algunos meses, me fui a
descansar a la pequeña cama de Roberto, el sereno. Era raro en la otra
oportunidad, en casa estaba mami, ahora no había nadie, sin embargo,
elegí ir al viejo depósito para descansar. Recién a las seis de la tarde,
cuando llegó Roberto me desperté, como pasó la otra vez, dormí tan
profundamente que al despertar no comprendía dónde estaba. No le di
detalles del motivo por cual regresé a su lugar nuevamente y después del
pedido de disculpas por la usurpación, me despedí con cierta frialdad no
acostumbrada en nuestra relación.
De ahí, me fui para el psiquiátrico, con intención de comunicarle la
noticia a mamá, esperando generar en ella aquello de lo que Melina
habló.
Al verla tan perdida, desistí de mi idea, a juzgar por su retroceso,
parecería estar al tanto de la noticia, cosa imposible. Después de
preguntar a quienes la cuidan a cerca de su estado, sin obtener respuesta
concreta, me retiré aún más compungido de cuando llegué. Como era de
prever, Franco no respondió en ninguno de los tres llamados realizados,
situación responsable de acrecentar mi angustia.
La idea, de que lo vivido en los últimos dos meses se me esfumaba entre
los dedos, rebotaba en mi cabeza. Revivía esa sensación de que, de toda la
familia, aunque resulte contradictorio, quien menos está padeciendo
desde aquella fatídica tarde, es papá.
Como siempre ocurre, el teléfono sonando, teniendo del otro lado a
Melina, me rescataba de mi dolor:
-Hola amor. ¿Cómo estás?
-Sin poder detener el llanto - Como se puede.
-Quizás hice algo entrometiéndome en tu vida, pero sabés que es porque
te amo. Espero no te enojes.
-No mi amor…
-A las 20 te espera la psicóloga, tal vez pueda ayudar. Si no vas quedaría
feo, no tenía lugar y modificó su agenda para recibirte, hasta según dijo, le
mintió a otro paciente.
-Sin lágrimas y con tono cómplice- ¿Me parece o no tengo opción?
-La verdad no. Llega un punto en el que no encuentro las palabras, los
gestos o los abrazos precisos para poder ayudarte.

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-Te amo, sin tenerte a mi lado, no podría continuar.
-Si continuás, es por vos y por quienes amás y te aman, yo formo parte de
ese mundo que siempre cuidaste. ¿Dónde estás?
-En la puerta del psiquiátrico.
-Estoy a cinco minutos, esperame, te paso a buscar para merendar y de
paso hacemos tiempo hasta la hora de la cita con la psicóloga.
-Si no me acerco hasta algún bar.
-No, dejamos tu auto estacionado y vamos en el mío, después de tu sesión
si querés lo pasamos a buscar o lo dejamos hasta mañana en ese lugar.
-Está bien, pero por…
- Pensando siempre en cómo ayudarte se me ocurrió lo del turno con
Cristina, y lo que sigue, quizás pueda regalarte algo de paz.
-Seguro lo conseguirás como siempre lo hacés. -Emocionado hasta las
lágrimas.

Charlando de la dura realidad, con café de por medio se hizo hora


para la sesión. Sin profundizar demasiado para evitar la conmoción y con
la promesa de que, a la salida de terapia, no hablaríamos del juicio, de
mami, de Franco, ni nada tortuoso.
Como Melina imaginó, fue muy fructífera la sesión, después de un
resumen de mi actualidad, incluyendo la propuesta de matrimonio para la
fecha del juicio. Arribé a la conclusión de no esperar más para hacerle
dicha proposición a mi novia, no pasaría de esta noche.
Con respecto al juicio, en realidad no pude concluir nada, solo que
dependerá de mí, el daño que me pueda o no hacerme.
Al salir, Melina me preguntó si me molestaba si el auto quedaba
estacionado donde estaba, realmente a mí me daba lo mismo. Entonces
sin darme explicación alguna, encendió el vehículo y comenzó a conducir,
a los veinte minutos comprendí que estábamos yendo hacia el río,
obviamente nada comenté. Efectivamente, cuando llegamos al puerto de
San Isidro nos detuvimos y tímidamente interrogué:
- ¿A dónde vamos a ir?
- ¿Podrías esperar unos… -mirando su reloj- cinco minutos?
-Por supuesto, me mata la intriga.
-Son apenas unos minutos.
Es increíble, parecería que sería ella la quien me propondría matrimonio,
siendo que ese era mi plan, de todos modos, creo que el contexto del
agua y lo significativo que es el río para nosotros, le dará un marco
espectacular a dicha propuesta.

97
Con una precisión inglesa, apenas pasaron los cinco minutos
requeridos, me invitó a descender del auto. En ese mismo instante, de un
yatecito, nada pequeñito, con una linterna hicieron dos destellos de luz.
Entonces ella me dijo: es ese, me tomó de la mano y por mi cabeza
circulaba la idea de que ella sería quien propondría matrimonio. En apenas
semanas por segunda vez pasaríamos la noche en el Río de La Plata. La
ansiedad me invadió, deseaba hacerlo antes yo, pero al mismo tiempo no
me parecía justo arruinarle todo lo planeado. Una vez adentro del barco,
mi estado fue percibido por Melina, a tal punto que con un tono de
desilusión indagó:
-No te gusta la sorpresa…
-Me encanta. Ya te lo he dicho más de una vez, si no te tuviese a mi lado,
nada tendría sentido.
- ¿Te puedo pedir un favor?
-Adelante.
-Solo por esta noche, no pienses en nada, ni en nadie más que nosotros
dos. Ahora vamos a zarpar, luego media hora de navegación y después de
dejarnos la cena servida los tres tripulantes abandonarán la embarcación y
regresarán mañana, pasado el amanecer. Desde el lugar donde
quedaremos anclados, dicen que se aprecia la salida del sol como en
pocos lugares en el planeta. Verifiqué el clima, no habrá nubes, la
visibilidad será optima, todo pensado y chequeado para vivir una noche
soñada, lo único inmanejable para mí, es tu estado. Ayudate, ayudame a
pasar, aunque sea algunas horas sin nadie más que nosotros dos, ni
siquiera en nuestra mente.
-Sos increíble, te amo más que a mi vida. Vamos a tener la noche mágica
que planeaste.
Otra vez me tomó de la mano y de la sala me llevó al camarote, era más
grande que mi habitación. En el techo, sobre la cama había una claraboya
gigante, desde la cual las estrellas se podían observar, en una de las
esquinas un jacuzzi, mientras en el ángulo opuesto, una barra con el
espumante favorito de ambos enfriándose en una frapera yacía. Mi cabeza
volaba entre amor, sexo y la bendita propuesta. Sin embargo, pasados
algunos minutos, ayudado por tan bello contexto, sumado a la compañía
de Melina generaron que me entregue a la situación, olvidando casi por
completo el casamiento.

Antes del amanecer y también con anterioridad a escuchar la


alarma sonar, desperté con una paz asombrosa, en ese momento, la
propuesta sí regresó a mi cabeza, pero de otro modo. Evidentemente ella

98
no lo haría, lamenté muchísimo no tener un anillo, una rosa o algo un
poco romántico, fue entonces cuando decidí que después del amanecer,
durante el desayuno, mediante un papelito, bajo su taza de café con la
leyenda “¿Te querés casar conmigo?”, sería el modo por el cual quedara
planteada la propuesta.
El sol, como si hubiese estado durmiendo bajo el agua, se erigió
frente a nosotros, durante los cinco minutos que demoró en emerger
completamente transformándose en una circunferencia perfecta, para
ambos fue imposible retirarle la mirada. Abrazados y con frío por la briza
húmeda soplando del río, permanecimos un largo rato mirando el
horizonte sin emitir sonido. Como aquel día, cuando nos besamos por
primera vez hace tantos años en otro sitio, pero con el mismo horizonte
que sólo el agua nos puede brindar, la emoción me invadía en este caso,
por lo que sucedería en los próximos minutos.
Me levanté y de la cocina traje las bandejitas con los desayunos
preparados por la tripulación antes de retirarse, las apoyé sobre una
mesita ubicada en una especie de galería, en la cubierta del barquito, bajo
su taza coloqué el bendito papel con la trascendente frase. Ingresé al
interior nuevamente en busca del agua caliente y la leche, en ese
momento alaridos, sonrisas y te amos desde el exterior escuchaba, las
lágrimas estaban a punto desbordar mis ojos. Cuando desde atrás me
sorprendió Melina abrazándome, repitiendo a los gritos, entre risas y
llanto cuánto me amaba y que deseaba ser mi mujer para toda la vida. El
agua se enfrió, de todo el tiempo en el cual nos estuvimos prodigándonos
amor. Creía estar viviendo la mañana más feliz de mi vida, a pesar de que
el resto de esta se encuentra atravesada por los momentos más tristes.
A las nueve regresó la tripulación, al cabo de media hora de
navegación llegamos al puerto y después de unos minutos de viaje, hasta
mi auto, nos despedimos con la promesa de fijar fecha esa misma noche.
Al entrar a la empresa, estaba seguro de la inexistencia de algo que
pudiera robarme el estado de paz y felicidad con el cual contaba, mis
presunciones se concretaron, toda la jornada transcurrió sin alterar mi
bienestar, a pesar de haber estado colmada de situaciones complejas.
Al salir de la oficina elegí no visitar a mami, desde que su residencia es en
el psiquiátrico, es la primera vez que pasan 24 horas sin verla. Realmente
deseaba con todo mi ser, no perder la bonanza de estos días, si algo
importante sucediera me enteraría, siempre de lo malo uno se entera.
Directamente hacia mi casa fui, donde a las diecinueve llegaría Melina,
con una súper merienda y calendario sobre la mesa la esperaba, mientras
pensaba si no éramos demasiado jóvenes para casarnos, ella tiene apenas

99
veintiuno y yo no mucho más. Pero ¡Qué importa! Después de todo viene
una persona y te arranca la vida como lo hizo con papi, sin importar la
edad, creo que eso de “hasta que la muerte los separe” en mi caso y con
lo sucedido con mis padres, aplica perfectamente.

Después de mucho discutir, elegimos el sábado veintiuno de septiembre


para casarnos. Ella trajo una lista con seis salones a elegir, en ese instante
comprendí todo lo no tenido en cuenta por mí a la hora de planear un
casamiento. La parte más dura llegó cuando recordó la lista de invitados,
entonces caí en la cuenta de que con mamá internada y casi en otro
mundo, con Franco sin relación, los únicos invitados familiares míos serian
mi tío Horacio y mi tía Sandra. Estarán por obligación, al margen de no
tener el mejor de los vínculos con ellos, serán mi única familia presente.
Melina percibió mi malestar con dicha situación y con algunas lindas
palabras, rápidamente me devolvió a lo bueno de lo que estábamos
armando.
Al día siguiente, después de visitar a mami iríamos a ver el primero
de los salones seleccionados por ella, claro está, yo apoyaré y acompañaré
su decisión. Su gusto y pasión por los detalles es perfecta, aparte mi deseo
es complacerle todos sus anhelos.
A su casa se fue a dormir, yo descansé muchísimo, como siempre
dice ella: te acostás tranquilo descansás, te acostás nervioso y sin importar
cuánto duermas, despiertas cansado.
La mañana fue difícil en la empresa, antes de llegar, desde la
esquina, puede observar un grupo de muchachones con bombos y
banderas haciendo un bochinche bárbaro. Entonces seguí derecho y llamé
a Silvana:
- ¿Qué paso? ¿Quiénes son? ¿No tenemos todo acordado con el sindicato?
-Si claro, es una pelea entre dos agrupaciones diferentes, disputándose los
afiliados. El problema es…
-Completé su frase- ¿Que no dejaron salir el camión?
-Sí…
Por unos segundos en silencio maldiciendo me quedé, luego evocando a
mi padre, comencé a respirar profundo y conduje hacia la empresa.
Estacioné el auto a unos cincuenta metros con mucha tranquilidad,
demostrando una valentía y seguridad de la cual no soy poseedor, me
acerqué a ellos; al cabo de unos minutos logré hacerles entender que, si
no salía el camión para el embarque a China, todos tendríamos problemas
laborales, incluidos sus potenciales afiliados. Con la promesa, de que la

100
semana próxima se les permitiría el acceso para dialogar con las personas
por ellos deseadas y en paz se retiraron.
En otras circunstancias, ese episodio hubiera arruinado mi día, la
impotencia, la ira, por el derecho por ellos arrogado sobre la empresa, me
mantendría indignado toda la jornada, en cambio no sé si habrá sido por
la paz u otra cosa, pero a la hora toda la furia en mí había desaparecido.

Cuando caía la tarde, salí con mucha alegría, fui al psiquiátrico con
la esperanza de encontrar a mi madre lo suficientemente lúcida para
contarle la buena nueva, dicha ilusión se desvaneció al llegar a su lado,
lucía un color extremadamente pálido, ojos abiertos con mirada perdida,
sin casi registrar mi presencia. Inútil fue intentar entablar un diálogo. Los
doctores justificaron su empeoramiento al incremento de sedantes,
durante la noche había desarrollado un episodio traumático. Ahora, era yo
el poseedor de la mirada perdida, llena de desilusión, pensaba que ni a
mis tíos ni a mi hermano, el resto de mi familia les provocaría alegría la
noticia. Es triste darse cuenta, de la pérdida no solo de mi padre sino
también de mi madre.
Entre tanto, llegué al encuentro con mi novia en la puerta del salón
a visitar. Afortunadamente, gracias a ella, al cabo de unos minutos y
haciendo referencia a tener amigos con quienes poder contar, mi angustia
se disipó.
Nunca imaginé la cantidad de detalles y la cantidad de elecciones
para realizar en la organización de la boda. Es increíble, pero a salir del
quinto salón visitado, caí en la cuenta de no haber pensado dónde
viviríamos, en mi familia tenemos más de una propiedad para albergarnos,
pero creo será mejor comenzar con uno nuestro. Al mismo tiempo,
suponía lo difícil que será también elegir departamento, muebles,
decoración y demás. Combinamos en que después de decidir el salón,
comenzaríamos con la vivienda, mientras tanto yo me comunicaría con la
inmobiliaria de siempre para comentarle de nuestra búsqueda.

Entre salón y salón, video, souvenir y cotillón, entre otros, los días
fueron pasando. A mami le bajaron el nivel de sedación, sin embargo,
nunca regresó al estado anterior al de la noche del último episodio, su
deterioro parecía no detenerse y con sólo un desenlace posible. A pesar de
reunirme varias veces con Abelardo, no había sucedido el acercamiento de
Franco como el psiquiatra esperaba en respuesta a mi alejamiento. La
información proporcionada por Lucas, su amigo, me dejó de resultar
verosímil, por algunas contradicciones que obviamente no mencioné, con el

101
objetivo de mantener el contacto. Para completar el cuadro, se había fijado
fecha del inicio del juicio oral por el homicidio de mi padre para el 12 de
junio.
A todos le generaba alegría la rápida llegaba al juicio: “Se hará
justicia”, “Tu padre descansará en paz”, eran algunas de las afirmaciones
realizadas por la mayoría. A mí, en cambio no me generaba ninguna
sensación placentera, ha pasado tiempo y mis estados fueron mutando, en
un principio experimenté la indiferencia, más tarde me interesé al punto de
ser querellante y en la actualidad la indiferencia regresó. El abogado, en
infinitas oportunidades se apersonó en la oficina, intentando hacerme
recuperar el interés en la causa como sucedió posteriormente a la rueda de
reconocimiento, inútiles fueron sus visitas. Los meses transcurridos sólo me
han generado indiferencia y rechazo por ésta. De sólo pensar que existe la
posibilidad de escuchar la voz del asesino durante el bendito juicio me
estremece y me hace presuponer lo doloroso que serán esos días. Sin
embargo, en esta ocasión, teniendo en cuenta todos los pesares
asechándome, nada logró arrebatarme el estado de felicidad provocado
por el casamiento.

Desde el fallecimiento de papi, había abandonado todas mis


actividades: facultad, deporte y amigos, entre otras cosas. Comencé con el
retorno a las actividades abandonadas, al día siguiente, fui a jugar al paddle
con Fernando y posteriormente nos juntamos en una parrillita con los
chicos a quienes hacía tiempo no veía. Con más de uno de ellos, no me
cruzaba desde la noche del velorio, a pesar de que todos evitábamos caer
en el tema, al cabo de unos minutos de charla, este se instaló en nuestra
noche hasta la despedida. Entre los amigos, el rico asado y alguna cervecita,
fue la primera vez en la cual, después de hablar de la muerte de mi padre
no quedé desarmado. Quizás, como dice la psicóloga, existen tres estadíos
de dolor generado por una muerte cercana: negación, ira y, por último,
duelo con aceptación. Tal vez sea, este tercer peldaño por el cual este
transitando mi sufrimiento, sin importar mucho los motivos, haberme dado
cuenta de este cambio me generó cierta satisfacción.
A la mañana siguiente, aprovechando mi estado, junté fuerzas y sin
pensarlo mucho, después de desayunar con Melina antes de ir a la oficina,
fui a la casa donde Franco estaba viviendo, sin llamarlo antes, sin seguir los
consejos de Abelardo, solo me dejé guiar por el impulso. En un principio,
quienes son compañeros de residencia de mi hermano negaron su
presencia en este lugar, hasta que apareció Lucas, ante mi insistencia se le
hizo imposible continuar con la falacia de sus amigos. Entonces al cabo de

102
unos largos diez minutos, la puerta se abrió y Franco apareció. En apenas
segundos, recorrí varias veces toda su humanidad con la mirada, sin ser un
experto, más bien siendo ignorante en el tema de adicciones, al observarlo
recordé aquella discusión mantenida con mi madre por el tema drogas.
Comprendí que sea cual fuera que esté consumiendo, a juzgar por su
imagen, lo hace en exceso y no esporádicamente como había afirmado
hace tiempo. Si bien siempre fue muy delgado, no solo por su escaso peso,
sino también por sus casi dos metros de altura, ahora estaba hecho un
palito, lucía enfermo, la ropa sucia y por como olía, hacía días que el agua
no tocaba su cuerpo. Parecía de esos chicos de la calle, sin posibilidades
consumidos por la vida y las drogas. Ante ese escenario, dudé por un
instante en gritarle, pegarle y hasta darme la vuelta si ni siquiera dirigirle la
palabra. Afortunadamente, no fueron mis emociones quienes manejaron
mis acciones, sin tener dominio sobre mí, lo abracé si emitir sonido alguno.
Primero, como en la noche del velatorio sentí su rechazo al abrazarlo,
permanecía con los brazos inmóviles al costado de su cuerpo, a la
defensiva como casi siempre, para luego permitirse recibir mi cariño,
entregándose a mi contención. Durante un largo rato abrazados nos
quedamos y una angustia acompañada por un llanto imparable me
invadió. No sabía, si era verlo en ese estado el origen de mi consternación
o la emoción después de tanto tiempo distanciados. Cuando
desenredamos nuestros brazos, me alejé un metro, otra vez lo miré de
pies a cabeza, tenía sus ojos achinados, lo poquito que sus párpados
permitían ver de sus pupilas, mostraban un color rojo intenso, mientras un
blanco como el de un papel era el de su rostro.
Antes de que mi cerebro logre decodificar la imagen de mi hermano, él
con un tono poco amigable y bastante diferente al de siempre:
- ¡Parecés rati cómo me mirás!
-Intentando conciliar- Perdón, perdón, ¿Cómo estás?
-Bien, acá me ves.
-Voy a ser lo más sincero posible: Todo este tiempo en que me mantuve
alejado no fue decisión mía, el psiquiatra de mami me lo recomendó…
-Interrumpiéndome- ¿Los resultados con mamá?
-Malos, dejame terminar por favor. Me enteraba por tu amigo de tu
estado, aunque desde hace algunas semanas dejé de creerle y podría
asegurar que sus dichos eran los tuyos. La realidad demuestra mi falta de
capacidad para acercarme a vos. No es de hoy, siempre lo fue, creo igual
limitación tenía papi, también mamá. Desde hace unos días, por diversas
circunstancias estoy intentado llevar a cabo algunos cambios en mí,
también retornar a tener una vida parecida a la vivida hasta la muerte de

103
nuestro padre, realizando ese análisis, me di cuenta de algo…- Hice un
largo silencio esperando su pregunta, demoró más de lo deseado y con
tono irónico finalmente preguntó-.
- ¿De qué?
-De que equivocamos el camino toda la vida, siempre dimos por hecho de
que vos necesitabas de nosotros, pero en la actualidad pienso que es a la
inversa, siempre fue elemental para nosotros tenerte cerca y yo preciso
de tu acompañamiento para enfrentar la vida. Sería afortunado, si
entendieras esto y si entendés lo positivo de tu presencia para mami, su
estado es horrible. Más allá las peleas, discusiones vanas y demás, para
ella sería muy reconfortante tenerte cerca. Creo estar seguro lo
importante que sería para vos también, aunque sea muy en el fondo de tu
corazón.

Un largo silencio se instaló en el aire, Franco con brazos en jarra, mirando


el suelo, mientras yo intentaba descifrar lo que por su cerebro estaría
pasando: este se piensa que es papá, se las sabe todas, ni me interesa
toda su perorata, entre otras, eran las cosas que suponía él estaría
pensando. Habrán pasado dos o tres minutos, el silencio permanecía
instalado entre nosotros, no sabía cómo reaccionar ante su nula
respuesta, deseaba, aunque sea su reproche, bronca o algo, así no
sucedía. Por un instante la paciencia se me agotada y estuve a punto de
gritarle, cuando por fortuna ayudado por mi padre quizás, con mucha
sutileza interrumpí el silencio imperante:
-Me gustaría mucho saber cuál es tu pensamiento acerca de mis dichos.
No importa si no los compartís, me interesa obtener alguna respuesta.
-La verdad no tengo mucho para decirte, solo te podría decir: sos igual,
hablas de la misma manera y hasta con las mismas palabras de papá.
- ¿Sólo eso?
-Si…
-De mami, de nosotros… no sé, nada te interesa. En junio será el juicio...
-Mirá Ezequiel, a mami le mataron al esposo, a vos a tu padre,
casualmente también era mi papá. Cada uno lo vive como puede y quiere.
-Estoy de acuerdo, pero ¿no crees que mami te necesita?
-Puede ser, pero por primera vez en mi vida, estoy haciendo sólo las cosas
que quiero sin pensar en nadie. Ahora viene la parte del sermón, sabés:
hablá si querés, no voy a escucharte, ni a vos ni a nadie que me diga cómo
debo vivir.
Esta última frase, alejó toda posibilidad de que alguna palabra
pueda salir de mi boca, ahora yo tenía los brazos en jarra, con la mirada en

104
el suelo, pensando locuras tales como declararlo insano. Alguna vez
escuché, que han hecho esto con un ex deportista adicto, internándolo
por la fuerza. En el caso de Franco, si bien la adicción no está confirmada,
su aspecto indica su existencia y su cordura también estaría en duda. En
esta ocasión, fue mi hermano quien interrumpió con un tono indiferente
el silencio:
- ¿Tenés algo más para decir? Tengo cosas para hacer.
-No sé….
-Bueno entonces.
-Interrumpiéndolo- ¿Te estás drogando?
-Sí y me gusta y no voy a dejar de hacerlo…

Después de pronunciar estas duras palabras, sin dejarme acotar nada,


media vuelta se dio e ingresó a su domicilio actual. Petrificado en lugar
permanecí, mientras repetía una y otra vez dentro de mi cerebro su
respuesta acerca del consumo de drogas. Mi imagen debería ser tan
tétrica, que hasta una señora mayor se acercó y con mucha solidaridad me
preguntó si me encontraba bien, demoré un instante en responder. Era
tanta la consternación que no podía mover ni un músculo y menos
pronunciar palabra.
Justo al intentar contestarle me desvanecí, creo no debe haber pasado
mucho más de un minuto, mientras permanecí inconsciente, al volver en
sí, tenía un frasco de alcohol bajo la nariz, sostenido por la amable señora
y otro hombre intentaba ayudarme a recuperar la vertical. Al cabo de
algunos minutos estas dos personas se retiraron, lo más duro y triste fue,
cuando desde el auto, pude ver a mi hermano asomado por una de las
ventanas de la planta alta. En un principio, intenté convencerme de que
recién se había asomado, pero luego comprendí: desde el principio estuvo
allí y no le importó asistirme cuando me desmayé.

Con las manos en el volante, mientras un mar de lágrimas


empapaba mis mejillas, intentaba comprender los sentimientos de mi
hermano. Antes de encender el vehículo, deseé desde lo más profundo de
mi corazón, tener el valor para prometerme no volver a preocuparme por
él. Existen personas que por situaciones como las vividas entre nosotros
dos, sienten haber perdido a sus hermanos, como si hubiesen fallecido,
me estremece de solo pensarlo, aunque con mi realidad ser egoísta sería
lo más recomendable. Una vez más, aquel empujón anímico
experimentado desde hacía unos días despareció por completo dejando
una angustia parecida a la de las jornadas siguientes al del fallecimiento

105
de mi padre. No podía dejar de pensar en qué sería lo correcto, como lo
haría papi, en cómo debía continuar la relación.
En ese momento, gobernado por la ira, mi único deseo era no volver
a verlo, yo no le hice nada, nadie le hizo nada y no lo preocupa su madre
internada, ni su hermano desmayado. Es más, no sé si el fallecimiento de
papá le habrá generado tanto dolor como argumenta, justificando su
estado actual, o en realidad la pérdida fue el fósforo utilizado para
encender la llama que le dio las fuerzas para sacar a relucir la personalidad
de siempre. Nosotros como familia, toda la vida intentamos con
psicólogos, entre otras muchas cosas, ocultarla tanto por él y también por
nosotros. Me preguntaba, si será posible que Franco se convierta en algún
momento de su vida en lo deseado por nosotros para él, si nunca quiso ser
la persona considerada normal, al menos para los Villán. Vanos esfuerzos
hicimos y continuaré haciendo, si cuando era un niño no se consiguió
modificar casi nada, ahora cuando se está transformando en un hombre,
será una tarea titánica e imposible, a la cual me niego a renunciar por
convicciones y por amor, aunque sea consiente del resultado nulo que
obtendremos.
Todo este análisis en mi interior llevó toda la jornada, luché el día
entero contra esa ira casi irrefrenable que me impulsaba a regresar a su
casa y a los gritos lanzarle la catarata de insultos reprimidos, no desde lo
de papi, sino de toda la vida. Como ahora sale a la luz que Franco ocultaba
su personalidad por la presencia de nuestro padre, a mí me sucede con el
deseo de no callar en cada uno de los desplantes por él realizados tanto
hacia papá y mamá como también hacia mí.
Deben ser tantas charlas, consejos escuchados a lo largo de toda la vida
por parte de papá diciéndome: con calma se piensa mejor, nunca decidas
enojado, entre otras pequeñas frases en su literatura, pero extensas en su
significado, las que generaron un aislamiento para poder pensar,
encontrando la calma. Fui a la empresa, me encerré en la oficina, cancelé
las obligaciones y hasta con un breve mensaje, acordé con Melina no
hablar hasta la noche. Como hubiera echo mi padre, típico de ingeniero en
su caso, tal vez obsesión en el mío, tomé una hoja de papel de la
impresora y al cabo de una hora eran cinco o más las utilizadas. Las
desparramé sobre el escritorio, en cada una de ellas con fibrón y letra
grande, describí los posibles escenarios resultantes de la decisión que
tomaría con respecto a Franco. De este modo, fue que abandonarlo,
pelearlo, denunciarlo por insanía u obligarlo, no entraban en las
posibilidades de continuidad del vínculo, por lo cual, bien entrada la tarde
dejé de lado la ira y decidí que el tiempo me indicaría cómo seguir, si

106
intentaba algo ahora, solo complicaría aún más las cosas y también
pensaba que cualquiera de las alternativas generaría dolor, alejarme de él
para siempre, sería la más dura para mí.

Me retiré de la oficina, sin haber trabajado ni por un segundo. En el


psiquiátrico, como sucede a diario no hay novedades, mi madre me
reconoce, pero por la sedación a la cual es sometida para evitar algún
episodio como los ya experimentados, parecería no ser consciente de
quien soy cuando intento entablar una charla con ella.
Sacando una conclusión del día acontecido, podría decir que lo único
esperado, es no repetirlo, ni con la compañía y la contención de Melina
conseguía reponerme de la gran angustia. Recién al acostarme, mediante
el gran esfuerzo de mi novia, logré encontrar la calma para poder conciliar
el sueño.
Afortunadamente, a la tarde siguiente, con la elección definitiva del salón
para el casamiento, si bien no olvidé el episodio del día anterior, podría
decirse que la felicidad provocada por los preparativos volvió a ser más
fuerte que las angustias, la boda sería el 21 de septiembre. No tiene nada
de especial esa fecha, solo se alinearon un par de cosas y decidimos que
nada de lo que acontezca a nuestro alrededor, evitaría nuestra unión ese
día.
Por un instante, mientras le hacía esta afirmación a Melina se me
cruzaron por la cabeza las graves cosas que podrían llegar a suceder antes
del casamiento. Duró solo segundos ese sentimiento, como dije antes,
esta felicidad mata cualquier angustia, mi único deseo con respecto al
afuera de nuestra pareja, es poder contar con la presencia de mi madre y
por más que esté completamente seguro de su ausencia, le acercaré la
invitación a mi hermano con el anhelo de poder contar también con él

Los días fueron pasando, sin grandes cambios en el estado de mi


madre, una semana antes del bendito juicio, a pesar de su poca lucidez, en
el quinto intento comprendió qué cosa comenzaría en una semana y en su
empalidecido rostro sin expresión, una pequeña sonrisa esbozó.

Se había confirmado la fecha exacta del juicio, diez de junio, es


increíble, justo el día en el cual se cumple un año de su asesinato. Estas
son las cosas de las cuales mi papá me hablaba cuando decía: “nosotros
no lo podemos entender, pero por algo son las cosas, existe alguien
guiándonos y así lo decide”, quizás no sean sus palabras exactas, pero ese
era el mensaje. Él, evitaba preguntarse por qué sucedían las situaciones

107
de ese modo, no era mi caso, ni por un segundo desde que conozco
cuando comenzará el juicio puedo parar de pensar por qué es justo en ese
día, esto me generaba una alteración innecesaria. Da igual el día, nada
cambiaría si fuera otro, esta frase sería la que con un tono lento y pausado
papá utilizaría para regañarme al verme nervioso por dicha situación.

Algo más difícil, fue lo sucedido para los últimos días de mayo, mami
comenzó una repentina mejoría, hasta se evaluó la posibilidad del alta con
un acompañante terapéutico a la que sorprendentemente ella se negó. En
el mismo momento, pidió estar presente en el juicio, obviamente los
médicos lo autorizaron, igual si no lo hacían, yo la llevaría haciéndome
cargo de las responsabilidades correspondientes. Fue la tarde del día dos
de junio, en la que se suscitó el episodio del alta por ella truncado y su
pedido de estar presente en el juicio. Al salir del psiquiátrico, juro por Dios
tener tantos sentimientos encontrados generándome dudas acerca de mi
cordura. Como últimamente sucede, me encuentro sentado en el coche
apagado, manos al volante mirando la nada misma, si bien había lágrimas,
ni yo sabía el porqué de las mismas, la posibilidad del alta era para
festejar, su negativa a recibirla para llorar, su deseo de presenciar el juicio
no me generaba absolutamente nada, en fin, una encrucijada de
sentimientos por mi cabeza estaba pasando. Para coronar mi marejada de
pensamientos, antes encender el auto le envié un whatsapp a Franco,
apenas lo recibió, lo leyó, una vez más esperé por minutos alguna
respuesta que nunca llegó. Entonces, emprendí viaje hacia mi casa, donde
Melina me esperaba para ir a cenar a lo de sus abuelos, les contaremos la
fecha de la boda. Me sentí muy reconfortado al ver su alegría genuina por
el casamiento. Al observar la reacción de inmensa felicidad por ellos
experimentada, otra vez caí en la cuenta de que, de mi familia, solo mi
madre, sería quien disfrutaría de mi felicidad, al verme junto a Melina en
altar.

Diez de junio, un frío infernal, igual al de hace exactamente un año,


cielo gris, los árboles desnudos por el efecto del otoño en sus hojas,
además de mí, el día parecía estar triste. Siete de la mañana, delante del
espejo haciendo el nudo de la corbata de mi mejor traje, uno traído por mi
padre de un viaje a Europa, no sé cuál fue el motivo de mi elección,
acostumbro a escogerlo en ocasiones especiales y el juicio no lo era, más
bien era una situación odiosa. Melina desde la cocina avisándome del
retraso que llevábamos, es extraño, siempre es a la inversa, ella se demora
y yo le aviso, pero creo, así será todo mientras dure este juicio. 7:30 en la

108
puerta de su morada actual, nos esperaba mamá. Si me lo hubiera
contado no lo creía, perfectamente vestida, con ropa aparentemente
nueva, hasta maquillada y con semblante como hace un año no tenía.
Subió al auto en el asiento delantero, mi novia le había dejado vacante ese
lugar, lo hizo con una agilidad propia de quien tiene su edad, con su
estado físico y ningún problema psiquiátrico o depresivo, mis ojos estaban
tan abiertos de incredulidad que no cabían dentro de mi cara.
- ¡Buen día mami! Estás espectacular.
-Buen día Eze ¿Cómo estás Mel, todo bien?
-Muy bien. Respondió Melina.
-Ma, te ves recuperada, es grandioso. No quiero presionarte, pero….
Después del juzgado ¿volvemos a casa?
-Si bien mantuvo su semblante, modificó el tono- No hijo, vuelvo al
hospital, esta mejora tiene que ver con la necesidad de aportar algo en
nombre de la memoria de mi esposo, al estar más entera, comprendí los
errores cometidos. Como les sucede a ustedes, yo estoy impresionada con
el cambio en mí, temo se deba solo a la motivación provocada por hacer
algo por Marcelo, como si él estuviese a mi lado pidiéndomelo, me da
terror que cuando concluya el juicio, todo empeore o vuelva a ser como
hasta hace semanas.

-Pareces papá hablando tan claro y con tanta lucidez.


-Fueron muchos años…
-Intervino Melina- Si Marcelo estuviera junto a nosotros, nos estaría
diciendo: Disfruten este momento con Laura como está ahora, después se
verá. No sé si serían esas las palabras, pero algo así diría.
-Seguro serían esas o muy parecidas- Le respondió Laura-
-Cuando lleguemos, tendremos unos quince minutos antes de entrar
¿quieren tomar un cafecito? Pregunté.
-Por supuesto- Respondió mi madre.
De tal modo, al llegar, después de estacionar el auto, nos sentamos en el
bar de enfrente al gigantesco edificio de tribunales, en una mesa junto a la
ventana, desde la cual se podía observar lo triste del día. Por un segundo,
recordé que desperté tan triste como el cielo, pero al ver a mami tan bien,
ya ni me acordaba el motivo por el cual nos habíamos reunido. Ella se
tomó un tazón de café con leche, con tres medialunas, ya había
desayunado en el psiquiátrico. Es increíble, hasta hace semanas la
obligaban a comer y aun así no lo hacía, es más, no recuerdo haberla visto
nunca comer las tres medialunas traídas generalmente en un desayuno en
un bar.

109
Ella, además de ser profe de educación física, toda la vida se cuidó
muchísimo en la cantidad y la calidad de su alimentación, como resultado
siempre tuvo y aún conserva un físico envidiable por cualquier
adolescente.
Pasado ese grato momento llegó Eugenio, el abogado, acompañado de
otro letrado compañero de su estudio. Me inundaron los oídos de
términos técnicos, los cuales no entendí ni quise hacerlo, de los tres, la
más interesada en los dichos de los profesionales resultó ser Melina. Más
tarde me explicó que al finalizar el juicio, antes del veredicto, tenía la
posibilidad de decirles algunas palabras al tribunal, realmente no sé si lo
deseo, los días pasarán y después decidiré. Para mi sorpresa, al salir del
bar me encontré con mi tío, es preciso destacar, que desde hace semanas
no he hablado ni con él, ni con la tía. Me saludó:
- ¿Cómo estás Ezequiel?
-Bien- respondí escuetamente-
Entra en escena mamá, había demorado algún instante más en salir de la
confitería.
-Laura, ¿estás re bien? - Le preguntó Horacio, aparentando estar
interesado en su estado, ni la hermana la visita o llama para preguntar-.
-Bien- Respondió con tono diferente al de hacía apenas minutos.

Al parecer, el único sorprendido con su presencia no era solo yo,


inmediatamente relacioné su asistencia con aquello de lo que hablaba e
insistía tanto Dany, el periodista, diciendo “tu tío es oscuro, tiene todos
los vicios”. No puede estar acá para acompañarnos, no tengo idea como
se enteró de la fecha. A mí, ni él ni su esposa me han consultado, a mami
no la visitaron ni llamaron, durante la internación le quitaron el celular, si
alguien se comunicaba al teléfono del establecimiento me lo informaban y
podría asegurar, que con Franco no tienen contacto. Entonces pregunté:
-La vedad, tío, no esperaba verte por acá, ¿cómo te enteraste el día?
-Ezequiel, uno tiene sus contactos, más allá de no estar como antes en la
empresa…
-No hace falta tener contactos, me llamabas y listo…

Me di la vuelta, sin darle la posibilidad de responderme y emprendí


camino, temí que al escuchar una mentira más no pueda garantizar el
mantenimiento de la calma y no era momento, ni lugar para armar uno de
los cotidianos eventos a los cuales la relación con mi tío me tenía
acostumbrado. En fila india, subimos las extensas escaleras de mármol del
edificio de tribunales, primero Eugenio, detrás su colega, después yo,

110
Melina, mami y por último el tío Horacio. Al ingresar por una inmensa y
antigua puerta, parecía sacada de un museo, nos dirigimos hacia la
derecha sumándonos a una larga hilera de personas como para esperar el
colectivo, que en este caso era para el ascensor. Al cruzar el umbral del
elevador, después de aguardar unos minutos, una angustia me invadió por
completo, las manos se me helaron y comencé a sudar al mismo tiempo,
sensación similar sufrí en la puerta de la casa de Franco hace días. Melina
percibió mi estado, e intentó hacer un poco de espacio entre la gran
cantidad de personas dentro de este pequeño habitáculo para dejar correr
el aire. Afortunadamente llegamos al piso 10. Sí, 10 también, casualidad
que se yo, no quiero pensar más, el ascensorista abrió las viejas y
crujientes puertas tijeras, con ayuda de mi novia, viendo nublado, pude
llegar hasta un banco, después de algunos breves instantes estaba
repuesto.
Al unísono, mamá, el abogado y hasta Horacio justificaban mi estado en la
falta de aire por lo apretujados que estábamos en el ascensor, el
compañero de Eugenio, si conocí su nombre nunca lo recordé,
despotricaba en contra del mantenimiento edilicio en general, enfatizando
en los elevadores. La única sin hablar era mi novia, claro ella se daba
cuenta de la realidad de mi estado y de mi sensación, el último lugar
donde deseaba estar era ese sitio y mi organismo lo hizo notar, aunque yo
no quiera demostrarlo, bastó cruzar una mirada con ella para saber que
conocía cuáles eran mis sentimientos.
Finalmente, después de tantas peripecias, caminamos unos cincuenta
metros hacia la derecha de aquel banquito, debimos atravesar una puerta
aún más antigua de la de la entrada al edificio, además en este caso en
muy mal estado. Nunca antes había estado en un lugar así. En alguna
oportunidad si pisé tribunales fue por alguna cuestión menor, jamás en el
área penal, distaba mucho de lo visto en las películas de Hollywood. Era
un salón no mucho más grande que un aula de la universidad, con las
paredes descascaradas, hacia la derecha había un gran ventanal, debajo
de éste y también hasta la pared opuesta existían unos bancos, dejando
un pasillo en medio asemejándose a como se acomoda una iglesia. En
dichos asientos había muchísima gente desconocida, grata sorpresa me
llevé al encontrar a mi amigo Fernando, quien una vez más me acompaña
en los momentos más duros de mi vida, en ese preciso instante y sin tener
nada que ver con el contexto, al verlo decidí honrarlo siendo testigo de mi
casamiento. En el fondo de la sala, continuando con la comparación con
un aula, donde iría el pizarrón, detrás de un humilde, aunque gran
escritorio, había tres hombres de pie con muy buenos trajes, bastaba

111
mirar sus rostros para percibir su buen nivel, evidentemente eran los
jueces. Al costado de ellos había un pupitre vacío con un micrófono y aún
más a la derecha un hombre, con traje no tan caro como el de los otros
tres, sentado frente a una vieja máquina de escribir, pensé en lo duras que
le resultarían las teclas a este pobre hombre.
Un policía nos acompañó hasta nuestros respectivos lugares, eran en
primera fila hacia la izquierda, mientras al otro lado del pasillo, también
en primera fila, minutos después de nuestra llegada ingresó el tipo este,
acompañado de su abogado. Tiempo más tarde me enteré de que era el
defensor oficial, Eugenio asegura habérmelo repetido en varias
oportunidades, también afirma que nunca lo escuchaba cuando me
hablaba del tema y tenía razón. Debo confesar dos cosas con respecto a
mis sensaciones al ver al asesino: la primera fue darme lástima la
defensoría oficial y la segunda, indiferencia, como si no tendría nada que
ver conmigo, cuando es él quien cambió la realidad de mi familia
radicalmente.

Recién después de escuchar a un secretario nombrar a cada uno de


los integrantes del tribunal, el nombre de mi padre cuando dio el título de
la causa y por último cuando dijo “Oscar Roldan, treinta y cuatro años,
argentino” y demás detalles de la identidad del acusado, lo observé
detenidamente, como en aquella jornada en la rueda de reconocimiento,
devolviéndome a la realidad del por qué estábamos sentados en aquel
sitio. El juicio se extendió por dos semanas, nueve jornadas, en el
anteúltimo día no hubo actividad bajo el pretexto de cuarto intermedio.
Creo no haber vivido algo tan tedioso en mi vida, más allá del dolor
generado por revivir cada instante de aquella tarde fatídica, se repetían
una y otra vez aspectos técnicos poco interesantes e incompresibles al
menos para mí. Los primeros cinco días, transcurrieron sin nada
trascendente como para destacar, el lunes de la segunda semana
motivado por una citación judicial, pues nunca respondió ni a mis
llamados, ni a los de nuestra madre, se hizo presente Franco a prestar
declaración testimonial como ya lo había hecho yo. Aquel mismo lunes
también se apersonó en el juzgado Dany, el particular periodista, como
sucede siempre me saluda como si fuésemos amigos, no puedo evitar la
irritación ante sus modos. Intercambiamos algunas palabras:
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
-Si Ezequiel, la que quieras.
- ¿Por qué viniste hoy y no otro día?
-Cuestión de agenda, si supieras cómo funcionan los medios.

112
-Con ironía- Explicámelo…
-Siempre me tratas como si yo fuese tu enemigo, creéme, estoy de tu
lado. Te respondo, aunque me preguntes con ese tonito: cuando no hay
noticias, como periodistas debemos salir a buscarla, tu versión la conozco,
hoy declara tu hermano, quizás el tiempo permita en esta jornada
escuchar a tu madre también, los dichos de ambos podrían ser noticia.
-Imaginé que sería ese el motivo de tu asistencia.
-Sos lo necesariamente inteligente como para darte cuenta de ciertas
cosas. ¿Sabés que citarán a tus tíos?
-No…
-Horacio viene todos los días y no te comentó nada, tipo raro.
-Sabés, el lunes pasado cuando comenzó el juicio, antes de entrar, en el
café de enfrente, apareció de repente. Hacía un par de semanas que no
nos comunicábamos, ni siquiera sé cómo se enteró de la fecha del
comienzo.
-Es fácil de conocer la fecha de inicio.
-Puede ser, pero al verlo vinieron a mi mente tus palabras acerca de lo
oscuro y raro que Horacio es. No tiene lógica su presencia, ni se preocupa
por la salud de su cuñada, ni mi tía lo hace, no comprendo el motivo por el
cual ha venido todos los días.
- ¿Lo notás extraño, diferente?
-No más extraño de lo normal, siempre fue raro.
- ¿Te ha preguntado algo acerca de tu declaración o la de tu madre?
-Dany, si no sos más claro y me contás cuáles son tus sospechas, las cuales
venís sosteniendo desde el principio, no tiene sentido continuar con esta
charla inconducente.
-Ok, si no te he hablado de mis sospechas es porque no tengo nada firme
ni comprobable. ¿Vos escuchás el programa?
-Uff, si…
-Entonces estás al tanto que me dedico a casos policiales
fundamentalmente.
-Por favor, andá al punto.
-Bueno, lo único real es que Horacio desde el momento del homicidio se
interesó demasiado en la causa. Más allá de tus dichos investigué cómo se
llevaba con Marcelo y con ustedes en general, corroboré tus afirmaciones,
nunca me cerró cómo con una relación tan distante se interese tanto por
la investigación. No he encontrado nada para vincularlo al homicidio. Tu
tío tiene algunas debilidades o adicciones, a pesar de pasarse tardes
enteras en el casino, no tiene deudas de juego, si las tuviese sería tarea de
investigación. En fin, su vida está lejos de ser correcta, pero nada lo

113
involucra con el asesinato, al mismo tiempo te digo: su presencia en este
lugar no me cierra, estoy seguro algo esconde, pero solo es intuición, no
tengo pruebas ni indicios, es por eso que nunca me explayé acerca de mis
dudas.
-Además del juego…
-Prostitución.
- ¿Si tenés razón y no hay para vincularlo? ¿Por qué estará acá?
-No tengo ni la más mínima idea.

Entre tanta charla sin arribar a ninguna conclusión llegó el momento


donde pidieron silencio, Dany se fue hacia los asientos al fondo del salón,
mientras yo hice lo propio en los del frente. Cuando habían pasado dos
horas desde el inicio de la jornada, vagando por todos aquellos aspectos
técnicos ya mencionados, llamaron al estrado a Franco. Su aspecto
habitual, la mirada muy perdida como siempre y aunque duela decirlo, sin
ser un experto podía darme cuenta de que estaba drogado. Ni las
insistentes preguntas de la defensa obtuvieron más de dos palabras
seguidas como respuestas. Su declaración con una persona predispuesta
no hubiera demorado más de veinte o treinta minutos, mientras que a mi
hermano le tomó dos horas, dicha tardanza provocó que la declaración de
mi madre pase para el día siguiente. Franco no dijo nada diferente a lo
imaginado, desde su posición en la casa al momento del crimen era
imposible percibir lo que sucedía en el frente de la propiedad. Era
increíble, al terminar la jornada judicial pasado el mediodía, llevaba a mi
madre a su lugar de internación, su estado no era compatible con una
persona que debía recibir asistencia psiquiátrica constante. No hubo día
en cual no le ofreciera la posibilidad de pernoctar en casa, sus rechazos
eran contundentes, con gran fastidio. En una oportunidad Melina opinó
que quizás el inconveniente sea la casa, allí vivió toda la vida con su
esposo, con sus hijos, hoy ya no quedan rastros de aquellos días felices en
esa vivienda. Dando crédito a la hipótesis arrojada por mi novia, la
mañana del día de su declaración, al pasarla a buscar, con muchísima
ternura le propuse:
-Ma, estaba pensando: Quizás vos preferís prolongar tu internación por
miedo o rechazo a regresar a la casa, entonces se me ocurría, tal vez
podíamos mudarnos al departamento de avenida de mayo. Es lógico no
querer volver a casa. Son muchos recuerdos, a mí también me pasa.
Hizo un largo silencio, su rostro que hasta entonces lucía calmo y relajado
se transformó, llenando su mirada de ira. Nunca la he visto con uno de sus
episodios traumáticos, pero podría asegurar que su mirada en esos

114
momentos sería igual a la puesta al escuchar mi sugerencia y casi a los
gritos respondió:
- ¡Todos los días con lo mismo! ¡¿Es tan complicado que comprendas mi
deseo de permanecer en hospital?!
-No te enojes, solo había pensado que quizás podías estar sintiendo de
esta manera, solo quiero ayudarte.
-Con tono reconciliador- Disculpame, estoy completamente segura de tus
buenas intenciones, el problema es mío, no tenés ni idea, ni vos ni nadie
de las cosas que estoy sintiendo. Afortunadamente, desde hace algunas
semanas estoy un poco más lúcida, gracias a la reducción en la cantidad
de sedantes.
-Interrumpiéndola- Porque estás mejor.
- ¡Dejame hablar! Estar más lúcida, me hizo dar cuenta de todo lo que he
hecho, también no creo estar recuperada, me da miedo repetir alguna de
las locuras cometidas, y no tengo confianza en lo que mi psiquis me haga
hacer, es por ello mi elección de permanecer en el hospital. Te voy a ser
más clara y puedo serlo en estos días porque como ya te dije estoy lúcida:
temo no poder recuperar la confianza en mi cordura, estoy segura nunca
volveré a ser la que alguna vez fui al lado de tu padre. Yo estoy tan
sorprendida como vos de mi recuperación, a veces pienso o creo que es
Marcelo quien me quiere en el juicio y por eso me dio las fuerzas para
estar como hoy estoy y después reniego de ese pensamiento
preguntándome: entonces cuando estaba tan mal él me había
abandonado, he llegado a maldecirlo, adorarlo y extrañarlo en el mismo
instante, llegando a angustiarme de tal modo de no poder detener las
lágrimas por largos periodos. Cuando eso sucedía, al verme en ese estado
automáticamente me sedaban, ahora lloro sin emitir sonido para evitar la
medicación. Me da tranquilidad, saber que, en caso de no poder controlar
mi angustia, antes de cometer alguna locura ellos estarán para evitarlo, es
su trabajo y confío en ellos, por eso elijo quedarme.
-Como toda la vida sucedió con papi y también con vos, una vez más me
dejas sin palabras, solo me queda pedirte disculpas por mi insistencia.
-Yo tampoco te di estas explicaciones, vos no conocías lo que me estaba
pasando, es lógica tu insistencia.

Sin mucho más para destacar, después de tomar un café en el bar de la


esquina del hospital con una amena charla, la vi perderse tras las grandes
puertas de entrada de su morada actual.
Otra vez las manos en el volante con el auto apagado, en esta oportunidad
no sentía angustia ni dolor. Tampoco alegría, pero haber oído a mi madre

115
razonar tan lúcidamente me hacía pensar que quizás algún día pueda
volver a ser quien era, ella lo duda tanto como yo, pero escucharla me
hizo recuperar la esperanza.
Cuando la internación se decidió, yo pensé que nunca saldría de ese lugar,
me reprimía el sentimiento, pero en realidad sentía que pasaría el resto de
su vida internada. Ni por un instante creía posible la recuperación, no solo
de ella si no de cualquier persona en un psiquiátrico, ahora tengo la vana
expectativa de que quizás suceda.

Sacudiendo la cabeza, intentado regresar mi mente a tiempo y


espacio encendí el coche, fui a la oficina. Afortunadamente, en la empresa
por esas semanas todo transitó por senderos calmos, sin sobresaltos,
motivo por el cual, más allá de mis ausencias en las mañanas ocupadas en
el juzgado, con no mucho más de una hora bastaba para resolver lo
necesario y poder retirarme. Hasta en medio de lo que suponía serían días
terribles, me hice el tiempo y tuve la voluntad de jugar al paddle para
despejarme y tomar algo con los chicos.

El día de la declaración de mami había llegado, ni mi testimonio me


había generado tanta tensión como la que por esos instantes sentía.
Nunca pensé en que tal vez tenga algo más para contar, hasta cuando la vi
sentada en una silla al costado del largo escritorio del juez. Como me
enteré recién el día de la rueda de reconocimiento de su registro del
rostro del asesino, quizás algo más cuente de lo que vio aquella tarde, los
nervios me invadieron antes de escucharla hablar y cuando comenzó por
lo detallado de su relato, fueron acompañados por lágrimas llenas de
dolor.

Sus dichos se extendieron por más de una hora, hasta cuando


comenzaron las preguntas por parte de la fiscalía. Escucharla, como
imaginaba, me permitió conocer tal cual ella vivió lo sucedido, quizás o
más bien seguramente, tener un detalle tan pormenorizado dentro de su
mente eran los causantes de la gran depresión que la acompañó hasta
hace días. En su relato incluyó detalles precisos, tales como en donde ella
se encontraba, que estaba sacando de la heladera, cómo estaba vestida,
entre otras cosas. También relató, que antes del arribo de Marcelo, ella
salió al jardín del frente, no recordaba cuál fue el motivo por el cual se
encontraba en aquel sitio, estando allí tuvo la posibilidad de observar
absolutamente todo lo sucedido. Describió hasta la indumentaria del
asesino, afirmó poder reconocer a quien conducía el vehículo de color

116
negro, del cual descendió el homicida, en una rueda de reconocimiento tal
como hizo anteriormente con su cómplice y también aseguró no haber
visto diálogo alguno, ni gritos, ni tampoco resistencia de Marcelo, solo se
acercó y le disparó. Concluyó su declaración mirando a los ojos al acusado,
con voz suave, hasta tierna podríamos decir:
- Seguramente pases muchos años encerrado, como corresponde por lo
que has hecho, la ley así lo dice. Sin embargo, para mi nada me devolverá
la vida de mi marido, la mía y la de mis hijos, vos nos las robaste en un día
más de tu existencia. Más de veinte años al lado de una excelente persona
me enseñaron a no sentir odio, ni en los momentos más duros como este.
También, gracias a él conocí muchas realidades seguramente parecidas a
la tuya, la de tu familia y la de tus amigos. No creo te importe, pero mi
conclusión es que alguien te pagó para cometer el crimen; vos, como
habrás hecho en otras ocasiones, cumpliste con tu trabajo, ahora te
lamentás por los años en prisión venideros y no por tu acción, para vos
ese fue un día más en el cual tenías que cumplir con tus obligaciones
matando a una familia entera. ¿Sabés qué? No puedo odiarte, lástima
sería la palabra apropiada para describir mis sentimientos hacia vos. La
vida de mi esposo se esfumó por tu culpa, la mía, la de mis hijos no
volverá a ser nunca como antes. En dos oportunidades intenté suicidarme,
no estoy segura de no volver a hacerlo, tal vez en esa nueva oportunidad
tenga éxito terminando definitivamente con mi vida y también será tu
responsabilidad, más allá de lo legal. Tu condena no será más dura que mi
realidad, como ya te dije, tu encierro no cambiará nada para mí, tampoco
lo hará saber quién y por qué te ordenó asesinarlo, pero si en algún
momento quisieras aliviar tu alma, sería bueno que cuentes todo. Tomalo
como un consejo, de una madre de la cual quizás adoleciste cuando más la
necesitabas.

Mantuvo su relato, sin quitarle de encima la mirada penetrante ni por un


segundo, la defensa intentó exponer una queja para detenerla, el juez no
hizo caso a la petición. La sala entera, en un hermético silencio pocas
veces antes logrado la escuchaba, cuando concluyó, en los ojos de casi
todos los presentes se notaba la consternación que los invadía por lo
escuchado. El juez demoró unos instantes, pareció necesitar recuperase y
dio por culminada la jornada. Fui el último en levantarme, junto a mamá
estaba Melina, ellas se acercaron a mí, no estaba llorando, no sentía
angustia, sólo no podía moverme, paralizado me encontraba. Como
siempre pasa, escucharla hablar con tanta claridad me deja sin nada para
decir, en este caso parecía haberme quitado la posibilidad de mover

117
ningún músculo, recién reaccioné cuando mi madre me estrechó en un
fuerte abrazo, estallando en llanto con tan fuertes alaridos que hasta un
policía se acercó interesado por mi estado. Demoré unos quince minutos
en estar en condiciones de moverme para abandonar la sala, durante ese
tiempo por mi cabeza pasaba cada instante vivido desde el homicidio de
papi, aquella tarde, el sonido del disparo, el ruido del coche de los
delincuentes huir a toda velocidad, la carrera loca al hospital, verlo
rebotar contra la camilla, los episodios traumáticos de mamá, su
internación, etc. Reviví en mi mente las sensaciones que mi madre le quiso
trasmitir a este tipo, eran tan claras las imágenes en mi cabeza que podría
haberlas pintado. Creo haber sentido el dolor de esos sucesos
nuevamente como si los estuviese viviendo otra vez, en lo de Cristina la
psicóloga, experimenté algo similar, pero los recuerdos no fueron tan
reales y profundos como en esta ocasión. En el auto le propuse a mami
pasar un rato por casa antes de llevarla a su domicilio actual,
afortunadamente accedió, era indispensable para mí su presencia, aunque
sea por un rato en nuestro hogar, no conozco el motivo solo sé que ese
era mi deseo.

La última vez que mamá salió de esta casa, lo hizo inconsciente y en


ambulancia, a ambos ese recuerdo se nos hizo presente al estacionar en la
puerta. Pedimos el almuerzo, los tres comimos abundante e
increíblemente después de todo el dolor generado al escuchar su relato
en el juzgado, me sentí tan bien y con tanta paz como hacía tiempo no me
pasaba. Hasta por algunos instantes creo haber olvidado los cambios
sufridos en los últimos meses en nuestra familia. Hacía casi un año que
esas paredes no eran testigos de la reunión de tres personas pasando un
grato momento.

Antes de ver caer el sol, llevar a mami a su internación, me devolvió


a la realidad de un plumazo, por más que hayamos pasado una bella tarde,
hablando y planificando la boda, sin pensar en todo lo duro de nuestra
actualidad, ahí está, creo no equivocarme al afirmar que por más lindas
cosas que nos toquen, este dolor siempre nos acompañará.
Melina debía ir a la universidad, al despedirla, por primera vez
desde lo de papi, tuve el deseo de acompañarla para ver cuándo podía
comenzar a cursar las tres materias pendientes. No hice comentario
alguno, pero una sonrisa de placer se me escapó, mi padre, seguro rió
también al ver que parecería estar regresando. Pasé un rato por la oficina
y luego fui al club a jugar paddle, nunca hubiera imaginado que después

118
de haber escuchado la descripción de mi madre, iba a sentirme tan
tranquilo y con ganas de hacer cosas, tal vez sea por verla repuesta a ella,
no importa, el punto es que estaba mejor.

Los días subsiguientes se basaron en aspectos técnicos, sin


importancia al menos para mí. Hasta que el último día se escuchó el
veredicto: lo condenaron a doce años de prisión efectiva, cinco menos de
los pedidos por nosotros como querellantes y tres menos de los pedidos
por el fiscal. Dicha condena debería generarme algún sentimiento en
particular, no fue así, realmente no me ha generado nada ni positivo ni
negativo. Podría decir que la única sensación placentera fue la
culminación del bendito juicio, fue demasiado tedioso y doloroso asistir a
diario al juzgado. Recién cuando a la noche me acosté, en modo de
angustia a mi cabeza retornó el pensamiento de la existencia de un
instigador, un jefe de este tipo. No me dejó dormir, recorrí cada una de las
personas conocidas de papá, de mamá, mías, clientes, proveedores,
empleados, entre otros, como hice cuando decidí ser querellante y tenía
interés en la causa. Incluía en una lista a los posibles sospechosos, luego
los quitaba y los volvía a sumar a mis sospechas, no tenía ningún indicio o
hipótesis real para focalizarme en alguien en especial, ni siquiera en mi tío,
con todas sus misteriosas actividades de siempre y en particular desde el
fallecimiento de su socio y cuñado.
Mientras enumeraba sus últimas acciones, me di cuenta de todas las cosas
raras, su ausencia en la empresa después del homicidio, su alejamiento de
esta, de acuerdo con mi propuesta sin demorar su salida y, por último, su
asistencia perfecta al juicio. Siempre tuvo una manera extraña de
manejarse en la vida, con un desinterés en la familia, en su esposa y hasta
en su hijo, pero entre las dudas transmitidas por Dany desde el primer día
y la presencia en tribunales, mis sospechas sobre él estaban cada vez más
fundamentadas.

Por la mañana, en la esquina de la empresa, durante el desayuno, le


trasmití mis dudas a Melina, si bien habíamos tenido algún breve diálogo
al respecto, nunca habíamos profundizado y entonces le dije
-Anoche al acostarme y sin éxito intentar dormir, no podía sacarme de la
cabeza la idea de la existencia de un jefe, como alguna vez te mencioné el
accionar de Horacio es mínimamente raro. ¿Qué pensás?
-Creo ya habértelo dicho, nunca me cerró ese hombre, podría apostar que
estafaba a Marcelo en la sociedad, como esposo y padre su proceder está
a la vista, no respeta a nada, ni a nadie. En cuanto a lo mujeriego o más

119
bien a lo irrespetuoso, como mujer una se da cuenta de las miradas de los
hombres, en reuniones ha llegado a incomodarme, no solo por cómo me
miraba a mí, si no por como también observaba a Laura. ¿vos me dijiste
que el periodista te habló de problemas con el juego?
-Si así es.
-Sabés que, por la situación de mi prima, yo tengo la facilidad de percibir
rápidamente cuando alguien esté drogado, para mi él consume
asiduamente. Es más, en la empresa en alguna oportunidad lo observé en
muy mal estado. Ojo, su adicción, el juego, agregaría también sin tener
pruebas, consumidor de prostitución, mala persona y demás, no lo
convierte en asesino o instigador. Él solito se coloca en ese lugar con su
proceder después del homicidio: su salida de la sociedad y su asistencia a
cada jornada del juicio, hacen inevitable que pensemos en alguna
vinculación.
-Para sumar a tus dudas, después del fallecimiento, yo demoré algunas
semanas en regresar al trabajo, me desconecté totalmente de la empresa,
hasta telefónicamente, dando por hecho su presencia en la oficina.
Cuando me reincorporé a mis actividades, para mi sorpresa, estuvo
ausente desde el mismo día del asesinato, debí rogarle su presencia,
existían situaciones en las que resultaba imprescindible su comparecencia.
Ante mis cuestionamientos por dichas faltas, nunca me ha respondido con
argumentos sólidos, daba vueltas, acusaba ocupaciones sin detallar cuales
eran. Mientras te respondo, estoy pensando: es como que después del
homicidio no quiso regresar a la empresa y por ello seguramente aceptó
mi propuesta de salida sin objetar nada. ¿Por qué? Nunca le gustó
mucho el trabajo, pero si el dinero, teniendo en cuenta su proceder, lo
lógico hubiera sido que hasta intente tomar ventaja antes de mi regreso.
Sin papá, yo ausente, tenía todo a su disposición para hacer los
desbarajustes que quiera…
-Hay algo desconocido para nosotros por lo cual se alejó de la empresa, si
fuese otra persona, tal vez fuera el dolor por la muerte de su socio cuñado
el motivo, en Horacio estoy segura no existe ese sentimiento. Debemos
averiguar la causa de su alejamiento, en un principio y después por qué
decidió desvincularse. Su ausencia inicial explica su aceptación a tu
propuesta de salida, él no quería volver a la empresa. ¿Sabés si estuvo en
Buenos Aires todo el tiempo?
-La verdad no tengo idea, después del velatorio no recuerdo ni siquiera un
llamado de él, de mi tía, solo alguna comunicación, pero me parece que
nunca pasó por casa.

120
-Es todo muy raro, por más fría que sea, su hermana había perdido al
marido. Algo debe saber…
- ¿Estás segura?
-Se toma unos segundos antes de responder- No, discúlpame. Fui muy
lejos, es solo una intuición, no te podés guiar por mis dichos, los dos
siempre fueron extraños, quizás es por ello mis dudas y solo es su manera
de ser.
- ¡Para! Hasta recién era el instigador y ahora no tiene nada que ver.
-No es eso, no seas tonto. En realidad, para nada de lo que pienso existe
modo de constatarlo y a mí siempre me cayó muy mal, me di cuenta de
que puedo estar juzgándolo por su antipatía y eso no lo transforma en
culpable de nada. No sé qué decirte, no podemos afirmar nada si no
podemos probarlo.
-Tenés razón.

Fue imposible lograr concentración durante toda la jornada,


básicamente a pesar de haber pasado todo el día en la empresa, no hice
absolutamente nada. Antes de retirarme y después de dudar mucho en
hacerlo o no, convoqué a mi oficina a Eugenio, el abogado. Sin saber
realmente, si lo que hablaríamos quedaría entre nosotros. Cuando
ingresó, cerré herméticamente la puerta y también hice lo propio con las
cortinas de la ventana, desde la cual se observa la planta, pude notar su
incomodidad ante mis acciones:
- ¿Cómo va, todo en orden?
-Sí, todo tranquilo. Ayer no quise molestarte, ¿conforme con la sentencia?
- A mí, mucho no me cambia lo que suceda con este tipo.
-Está bien ¿pero creo yo se hizo justicia, compartís?
-Si puede ser. Ignoro de leyes, si para vos es justo, yo estoy de acuerdo.
- ¿A qué se debe tu llamado? ¿Es por los contra…?
-Interrumpiéndolo- No, no es por los de los mexicanos. Preciso saber si
cuento con tu estricta confidencialidad.
- Por supuesto, siempre fue así.
-De la charla que mantendremos, nadie podrá conocer absolutamente
nada.
-Por favor, dudas de mí…
-Si dudase, no te hubiera convocado por este tema, es de molesto nomás.
-(Sonriendo)- Contame por favor.
-Se trata del supuesto jefe o instigador. ¿Tenés alguna punta?
-Hace tiempo me lo preguntaste y mi respuesta es igual a la de aquel
momento, no tengo idea. Si me aventurara a darte una hipótesis,

121
apostaría a que el jefe lo envió a terminar con la vida de otra persona y se
equivocó.
-No lo había pensado, creo haber escuchado algo similar en algún medio.
Igual, yo te quería preguntar acerca de tu pensamiento con respecto a mi
tío.
-Dubitativo- ¿Con respecto a qué?
- ¿No notaste nada extraño en sus actitudes a posteriori del homicidio de
mi padre?
-Vos me has pedido confidencialidad ¿yo cuento con la misma?
-Si, obviamente.
-Bueno, es largo. Yo conozco a Marcelo de toda la vida, a Horacio desde
cuando se sumó a la firma, lamentablemente no está tu padre para
aseverar mis dichos: antes de conformar la sociedad aconsejé desechar la
unión. Desde el momento cero se podía apreciar lo poco ético y cómo
quería sacar ventaja de cada situación, los hechos han demostrado que mi
jefe no me escuchó. Mis sospechas se han confirmado a lo largo de los
años, pude probar un desfalco anual de un 10% como mínimo, eso es solo
lo registrado, imagínate cuánto serán los desvíos por él realizados ocultos
de la contabilidad de la empresa. En innumerables ocasiones le presenté
las pruebas a tu padre. Viste como era, con tal de evitar el problema
familiar dejaba pasar todo. Ante mi insistencia, conseguía únicamente que
por algunos meses se ejerciera un mayor control sobre tu tío, aunque este
duraba no más de sesenta días. Yo creo que el éxito financiero y
comercial de la firma, permitió la continuidad de estas irregularidades, de
lo contrario por más paciente que haya sido Marcelo, hubiera terminado
explotando…
-El dinero que se robaba, no impedía a mi padre cubrir sus necesidades,
sus ambiciones nunca fueron desmedidas, por eso nunca intentaba evitar
ser estafado.
-Tal cual, nunca le interesó llevar la vida de millonario, tranquilamente
podría haberla llevado si lo hubiese deseado, a pesar de la estafa
permanente a la que era sometido, tenía los fondos suficientes.
-No nos desviemos del tema por favor. Si Horacio además de sus retiros,
se llevaba otra suma adicional, en total era un montón de plata. ¿Alguna
vez investigaste en qué los gastaba?
-Si lo hice, a escondidas de tu padre. Discúlpame ¿Vos sospechas de
Horacio?
-No sé, sospecho de todos, por momentos hasta dudé de la vida de mi
padre.

122
-Eso último descártalo, era el hombre más transparente y decente sobre
esta tierra… En serio, te aseguro no escondía nada.
-Lo sé. ¿En que lo gastaba?
-Tu tío tiene todos los vicios, en su momento tuvo problemas con las
drogas, aunque las dificultades fueron personales y no monetarios, por
contar con lo suficiente para sostener su adicción. Se genera muchas
deudas con los caballos y lo más duro es la prostitución.
- ¿¡Les compra departamentos a las minas!?
-Entre otras cosas.
- ¡Ay! Me ponés nervioso, podrías hablar sin interrupciones.
-Tu tío no consumía o consume prostitución normal, si así se la puede
llamar, sus gustos son por demás morbosos.
-Dale de una vez, ¡por favor!
-Él es un pedófilo, les paga a padres, tíos, o cualquier persona que le
consiga niñas de no más de trece años, es un hijo de puta. Estoy seguro de
que su voracidad por el dinero está relacionada con esta actividad. El
silencio de los familiares, debe ser el destinatario de grandes sumas.
-Con la voz quebrada- ¿Papá sabía de esto?
-No y nunca tuve el valor para contárselo.
-Siempre supe que no era buena persona, pero esto es demasiado,
debería ser denunciado.
-Totalmente, un millón de veces intenté recolectar pruebas.
Lamentablemente existen muchísimas personas con iguales gustos, por lo
cual están perfectamente organizados, las familias de las víctimas son
extremadamente pobres, compradas con el dinero e intuyo creo sin
equivocarme, en cuanto algún integrante de estas vulnerables familias
intenta denunciar o hacer algo, no tardará mucho en recibir todo lo
necesario para ser silenciado …
- ¿Es capaz de matar?
-Un abusador de criaturas, es capaz de cualquier cosa.
-Tenés razón.

Durante unos quince minutos intercambiamos acerca de las oscuras


costumbres de mi tío, no podía creer las cosas que estaba escuchando.
Llegó a traer sus sucios vicios a la empresa, al ofrecerle dinero a una
persona de maestranza por su niña, esto sucedió hace muchísimos años,
su negativa y posterior renuncia, fue el motivo por el cual Eugenio tomó
conocimiento de la perversidad de Horacio. Él nunca se enteró cuál fue la
suma, pero sí de su existencia y de que era una gran cantidad. Llegó el
momento, en el cual consideré que habíamos llevado la charla a un nivel

123
de confianza, en la cual si mi abogado sabía algo no me lo ocultaría,
entonces le pregunté:
- ¿Vos crees que mi tío puede haber mandado a matar a mi padre? -En la a
última parte de la frase se me quebró la voz.
-Hizo un largo silencio antes de responder- Lo creo capaz, pero no
encuentro motivo por el cual lo haya hecho. De haberle propuesto la
salida de la empresa a tu padre, como lo hizo con vos, el resultado hasta
hubiera sido aún más beneficioso para él. No sé, pienso en todo, Horacio
manipulaba a Marcelo económica, financiera y personalmente a su gusto,
no existían discusiones entre ellos, dentro de la empresa el único que
alguna vez intentó ponerle un límite a sus caprichos y ambiciones, fuiste
vos. Por lo menos yo, ignoro la existencia de un móvil para llevar a cabo
semejante acción.
- ¿Pero sospechaste de él?
-Por supuesto, desde el primer día, lo de no encontrar un móvil no lo digo
por decir, investigué los retiros ordinarios y también el dinero sacado por
fuera de la contabilidad, hasta hablé del tema con el Comisario Gutiérrez y
nada, no encontró absolutamente nada. Al policía le comenté lo de sus
morbosos gustos, después de investigarlo por semanas, afirmó que más
allá del casino y algún prostíbulo conocido, no encontró nada extraño, ni
cercano a la prostitución infantil.
- ¿Cómo tomó tus sospechas Gutiérrez? ¿Se sorprendió?
- Para nada, las oscuras conductas de tu tío son conocidas por muchas
personas.
- ¿Lo de pedofilia también?
-Eso no creo.
- ¿Pudieron averiguar dónde estuvo los días siguientes al homicidio, en los
cuales se ausentó de la empresa?
-Si, de hecho, su ausencia fue quien despertó las sospechas.
-Elevando la voz, pero sin gritar- ¿Y dónde estuvo?
-Si querés, te puedo traer el informe de Gutiérrez, lo tengo por escrito. Es
lo que te mencioné antes, alguna salida al casino, prostíbulo y no mucho
más.
-Entonces ¿Dónde estuvo?
-En realidad no salió mucho de la casa.
-Eufórico- Eso no es normal, él se escapa de la casa todo el tiempo, no
soporta a su mujer. Algo esconde o se escondía de alguien.
- ¿Y si estaba triste por la muerte de tu padre?
-Ni llamaba para ver como estábamos.

124
-Desde el comienzo de la charla te estoy marcando todos los defectos y
atrocidades de tu tío, pero no debemos perder el sentido común. Un
cambio de sus hábitos por un par de semanas, no lo transforma en
responsable de nada.
-No estoy diciendo eso, pero para mí algo oculta.
-Puede ser, cuando me reuní con Gutiérrez, el primer punto marcado fue
su ausencia de la empresa, yo tuve tu misma duda, se investigó, pero no
se ha encontrado nada raro. A mí no me llamó la atención que
permaneciera dentro de su casa. Al escucharte, me doy cuenta de que,
con sus actividades extramaritales, es obvio que no debía quedarse
mucho en su casa al lado de su mujer. Una vez más, todo es una suma de
inquietudes tanto tuyas como mías, carecientes de veracidad que pueden
estar influidas por nuestra opinión de Horacio y su proceder.
- Entonces me estás diciendo que no tiene ninguna vinculación.
-No estoy diciendo eso. ¿Alguna vez escuchaste: quedó libre por falta de
mérito?
-Si, lo escuché.
-Eso no quiere decir que el liberado sea inocente, si no la ausencia de
pruebas para continuar investigándolo o condenarlo. En derecho lo que no
consta, no existe.
-Entonces, debo hacer lo que tanto te has quejado de mi proceder con la
causa, olvidarme de todo y continuar con mi vida, mientras mi tío se nos
ríe en la cara.
-Elevando el tono- ¡No te confundas! Yo no estoy diciendo eso, te estoy
diciendo que no podés condenar a Horacio por presunciones subjetivas. Es
mal tipo, no te cae bien y no tenés una prueba, solo cosas raras, como
todo en su vida. Si estás interesado en hallar al supuesto jefe del asesino,
ese debe ser tu objetivo investigando todo y no cerrándote que es tu tío,
dejando afuera de la sospecha al real instigador.
-Una charla similar tuve con Melina, pueden tener razón, pero se me hace
imposible quitarme de la cabeza la vinculación de mi tío con el caso.
-Para mí también es muy probable su vinculación, pero si nos cerramos
solo a él y resulta inocente, perdimos un tiempo hermoso para encontrar
al verdadero responsable.
- Con tono de desgano- Ok.

Durante unos quince minutos, continuamos teniendo diálogos


inconducentes sin arribar a ninguna conclusión, ni con respecto al tío, ni a
nadie.
Cuando Eugenio se retiró de la oficina, con la posición habitual de los

125
codos sobre el escritorio y la cara entre las manos permanecí un largo
rato, sintiéndome desahuciado, no sé qué esperaba como resultado de la
charla. Lo seguro es que no lo obtuve, igual sensación me devolvió el
juicio. Más allá de que no me cambie la vida, ni me devuelva a mi padre
una persona presa, existe en algún lugar de mi alma, el deseo de conocer
a cada uno de los responsables y sus motivos. Era más tarde de lo
ordinario cuando me retiré de la oficina, otra tortuosa conducta se estaba
tornado habitual, conducir sin rumbo abstraído de la realidad, a la que el
llamado de Melina me devolvió, recriminándome por no haber llegado a
una entrevista en un salón, que ni siquiera recordaba. Velozmente al sitio
de la reunión me dirigí, al cabo de unos quince minutos escuchando una
innumerable cantidad de atractivas propuestas para la fiesta pude
conectar con el casamiento y alejar, al menos por un rato, a Horacio de mi
cabeza. Al salir después de los comentarios lógicos de todo lo escuchado y
las elecciones a realizar, le comenté lo charlado con el letrado, a pesar de
que lo hablamos por minutos, ella continuaba pensado en la fiesta
marcándome detalles imperceptibles para mí, mientras para ella eran
transcendentales.
Afortunadamente, este fue el último salón que visitaríamos, ambos
lo consideramos como la mejor opción, en realidad para mí son todos
bastante parecidos, simplemente apoyo sus elecciones. Eran tantas las
cosas a realizar, en apenas algunos meses que intuía un gran stress, con el
cual llegaríamos a la boda, lo positivo es que, con la mente ocupada,
seguramente deje de pensar en mi tío.

Las semanas fueron pasando, casi a diario debíamos presentarnos


en alguna oficina o local de los múltiples oficios necesarios para la
realización de una boda. Mi parte pasaba solo por acompañar, poner linda
cara y obviamente aceptar las propuestas elegidas por Melina, más allá de
no despertarme mucho interés estas actividades, alejaron de mí la idea de
hallar al responsable intelectual del homicidio.
Hasta que una noche, tuve un sueño tan pero tan claro, fue como si
hubiese visto una película durante la madrugada. Al despertar, me costó
entender dónde me hallaba, no podía comprender que estaba en una
cama y no en la camioneta, tranquilo me encontraba, diferente a otras
oportunidades en la que había soñado con mi padre, esta vez tenía la
seguridad de la continuidad de su vida, el sueño o la película, se trataba de
lo siguiente:
Era la mañana bien temprano, apenas el sol radiante emergía de las aguas
del Río de La Plata. La fecha impresa en las tarjetas de embarque era

126
10/05/2016, un mes antes del día del homicidio. Mi padre y yo, habíamos
abordado el ferri camino a Montevideo en viaje de negocios, era todo tan
real, hasta podría describir los elegantes trajes que vestíamos. El trato con
un distribuidor en aquel país ya estaba cerrado, pero era política de la
empresa, antes del primer envío a los distribuidores exclusivos visitarlos
con el objetivo de estrechar vínculos y verificar las instalaciones donde se
comercializará el producto. En esta ocasión dicho viaje era innecesario,
nuestro nuevo representante oriental viajaba semana por medio a la
Argentina, era asiduo visitante a la empresa.
Aquella situación, generó que, a la hora de estar en tierra uruguaya,
estemos desocupados. Apenas treinta minutos habían pasado de las diez
de la mañana, cuando comencé a vivir una jornada como creo nunca antes
había vivido junto a mi padre. Es muy loco, siento eso de verdad y en la
vida real nunca lo viví, ni siquiera está vivo mi padre, pero la sensación fue
hermosa. Más allá de pasar muchas horas en el mismo edificio, hasta en la
misma oficina y también compartir vivienda, la calidad de estas en las que
coincidíamos era bastante pobre. Solamente aquellos breves minutos
después de la cena, tomando café en los sillones del living, durante las
noches en las cuales no cursaba, se parecían a los momentos que en aquel
sueño habían trascurrido. Durante todo el día se lo paso haciéndome una
reseña de toda su vida, desde niño, sus vagos recuerdos cuando
comprendió el significado de ser adoptado, la lástima que sentía por la
situación debe haber tenido que atravesar su progenitora, así la llamaba
él, para tener que abandonarlo, su bondad era tan grande como para
nunca haberle guardado rencor. Me habló mucho de sus padres, de los
únicos dos e inolvidables viajes de veraneo que habían tenido. Del
esfuerzo de su padre, en la fábrica donde se desempeñaba como operario,
dicha compañía se dedicaba a la industria plástica, de tanto escucharlo
hablar de su trabajo al culminar la universidad y habiéndose presentado la
oportunidad, no dudó ni un segundo en dedicarse a la misma actividad
que su padre, claro está desde otro lugar. Marcelo gracias al sacrificio de
sus papás y su propio esfuerzo tuvo la posibilidad de convertirse en
Ingeniero, entonces al mismo rubro, pero desde un lugar muy diferente,
aunque nunca dejó de estar al tanto de cada movimiento dentro de su
empresa, teniendo extensísimas jornadas de trabajo, como si fuese el
operario menos calificado, a pesar de ser el dueño. En realidad, debo
hacer un esfuerzo enorme para darme cuenta de que estos recuerdos los
viví solo en mis sueños, hasta los gestos en su rostro al contarme estas
cosas tengo presente. Durante el almuerzo, en un restaurante frente a la
rambla montevideana, dicho lugar fue nombrado en innumerables cenas

127
familiares, ya que era el favorito de mis padres en las escapadas
románticas que solían tener.
Era todo tan real, que, a pesar de haber estado en solo una oportunidad
en la capital oriental, recuerdo las callecitas que debimos caminar desde el
cliente hasta la rambla, la fachada de las antiguas casas, sus veredas. Es
increíble, tengo fotos en mi memoria de lugares que dudo conocer.
Me aconsejó ordenar chivito, era la especialidad de la casa, entonces fue
ese nuestro pedido acompañado de un Malbec argentino podría asegurar
que de haber conocido cuál sería el final de mi padre, hubiera deseado
tener aquel almuerzo vivido o soñado. El siguiente diálogo, permanecerá
en mi mente hasta el último día de mi existencia
-Hijo: es muy buena esta ventana horaria que tendremos hasta las 18 hs.,
para nosotros dos sin empresa, sin mamá, sin Franco, sin nadie más que
nosotros.
-Si claro, nunca estamos solos. Pregunta… ¿Lo armaste vos?
-Qué cosa.
-Tener libre, casi un día entero en Uruguay.
-Por supuesto, siempre me gustó tener la posibilidad tanto con vos, como
con tu hermano, aunque con él es más dificultoso, de charlar de lo que
para mí se trata la vida. Como con el café en los sillones del living al
terminar la cena.
-Yo lo valoro mucho.
-Ojalá tu hermano sintiera parecido.
-Sabés como es.
-Si lo sé. Bueno, en fin, como ya sabés soy muy organizado. Vos heredaste
tal virtud o defecto, según desde el punto del cual se lo mire, tengo en mi
mente una lista imaginaria con los temas a charlar, quizás alguno te
moleste, pero en este caso soy tu padre y no podrás evitarlo…
-Con tono jocoso- Sí mi General.
-Para empezar, te quería hacer una pregunta.
-Adelante.
- ¿Te gusta trabajar en la empresa? ¿Deseas pasar tu vida ahí adentro?
-Incrédulo- SÍ…
-Te lo pregunto, porque no sería bueno para vos, dedicar tu vida a la
empresa simplemente por comodidad.
- ¿Comodidad?
-Claro, al elegir pasar tus días en la empresa, más allá de que hasta los
grandes imperios alguna vez han caído, la solidez de la firma es
indiscutible. Junto a tu joven energía, quizás nunca lo pensaste, pero

128
decidís continuar la actividad, no por gusto si no para evitar pasar las
adversidades propias del inicio en la vida profesional.
-No, a mí me gusta, más allá del rubro, me fascina la vida empresarial, la
adrenalina diaria generada por la inmensa cantidad de decisiones
cotidianas.
-Perfecto, de ser así no hay nada para hablar, si no sintieras pasión por tu
trabajo, te puedo asegurar, aun teniendo garantizada la economía, nunca
podrás sentirte pleno. Personalmente pienso y valoro tu energía, tu
incentivación constante para emprender nuevos horizontes en la
compañía. Es por esto por lo que me cuesta creer la carencia de tu deseo
por iniciar desde cero una idea propia.
-Desconcertado- ¿Te molesta mi continuidad en la empresa?
- ¡No por favor! No me malinterpretes, a mí me llena de orgullo ver
desarrollarte en la empresa como lo hacés, seguro estoy del lugar a donde
la llevarás a nivel mundial. Como también te veo sentado en mi escritorio
y me emociona hasta las lágrimas pensar cuando mi oficina sea tu ámbito
laboral. Simplemente no es mi deseo frustrar los tuyos, es este el motivo
de mi planteo.
-Están perfectos tus dichos… Coincido, pero créeme, estoy conforme con
desarrollarme en la compañía. Como vos dijiste, no voy a parar hasta
alcanzar todos los mercados posibles, tal vez abrir alguna filial en la otra
punta del mundo y más… También debo reconocerte que la tranquilidad
económica, aunque sea inconscientemente colabore con mi conformidad,
pero por lo menos hasta ahora, al fijarme metas tan ambiciosas nunca me
sentí sin proyecto. Creo no equivocarme, al afirmar que, con la existencia
de proyecto, nunca me sentiré vacío.
- Podrían ser mis palabras. ¿Qué pensás que yo siento al escucharte?
- ¿Cómo? ¿qué querés decir?
-Vos no te das una idea lo placentero, el significado que tiene para mí
conocer tu deseo de continuar con la empresa. Cuando yo empecé era un
pequeño taller, con una oficina de dos por dos en el frente, la historia la
escuchaste un millón de veces. Hoy, cuando yo veo la planta de 400
metros cuadrados, desde la venta de la oficina, me siento orgulloso como
si fuera un hijo más.
- Vos la hiciste crecer…
-Claro y vos serás el responsable de su sobrevida, yo he lidiado con los
avatares de cualquier emprendimiento en crecimiento, a vos te esperan
los problemas originados en la expansión, no esperes ni más simples, ni
menos inconvenientes, solo serán otros, pero existirán en gran cantidad.

129
-Lo sé y esa expansión es mi motivación, igualmente creo que, en la gran
mayoría de dicho proceso, mi rol será el de dirigirlo siempre
acompañando tus decisiones.
- No estés tan seguro.
- ¿Pensás jubilarte?
-Uno nunca sabe, por las dudas siempre es bueno tener una rueda de
auxilio.
-Riéndome- Esa vendría a ser yo.
-Por supuesto, vos conocés la cantidad de bienes de nuestra propiedad y
su lucro nos permitiría vivir cómodamente, pero mi interés es por la
continuidad de la firma, te dije es como un hijo más para mí y para esa
continuidad sos imprescindible.
-Contá con eso.
-Me llena de orgullo escucharte. Mi idea, no es trabajar toda la vida,
confío plenamente en vos para la dirección de la empresa, estoy seguro de
que, si tendrías la responsabilidad el día de hoy, lo harías correctamente.
Uno de mis principios es que cada uno debe ocupar el lugar
correspondiente en la vida, fundamentalmente en la actividad profesional,
entonces yo no voy a permanecer en la empresa para obturar o coartar
tus ganas y tú energía. Actualmente, cuando aún no me considero una
persona mayor, en más de una oportunidad sucede que tu respuesta o
resolución surge antes que mi cerebro empiece a pensarlo, imagínate
cuando sea viejo. Además de eso, no quiero esperar a ser ancianos con tu
madre para poder disfrutar de la vida sin obligaciones y para esto, será
aún más imprescindible tu colaboración, más allá de la compañía.
- ¿Por Franco?
-Por supuesto, quizás para tu edad te esté proyectando demasiadas
responsabilidades, sos igual a mí, las tomarías aún si tener esta charla.
Franco es una de las frustraciones más grandes de mi vida.
-Enojado- ¿Cómo?
-Dejarme terminar, la frustración no es él, el fracaso es mío, nunca pude,
ni puedo y quizás nunca consiga llegar a él, ganarme su confianza. Para mí,
su sensación es la de un padre ausente, aunque siempre esté a su lado, no
registra mi presencia.
-No te culpes, yo pienso que él tiene un problema.
- Lo tiene, pero yo nunca tuve la capacidad, ni me he rodeado de las
personas idóneas para ayudarlo, no logré avanzar en nada. Noches
enteras me las he pasado pensando en cuándo reaccionaría, en cuándo le
nacerían las ganas de hacer las cosas propias de su edad, hasta quizás
hacer cosas con las cuales no esté de acuerdo. Cuando era más chico

130
pensaba: la secundaria lo cambiará, no sucedió, después pensaba que el
dinero para sus gustos y salidas lo motivarían, nada de eso pasó, ahora mi
última esperanza está depositada en el día en el cual se enamore, los
hombres por la mujer amada hacemos todo y más, quizás en el amor
encuentre aquello faltante en su vida.
-Dios quiera.
-Deseo estar equivocado, pero para mí es la última oportunidad, solo una
mujer, le puede encender el motorcito de su interior que todos tenemos
para hacer lo imposible, por superarse y modificar su realidad.
- ¿Y si nunca aparece?
-Vuelvo a repetirte, espero estar equivocado. De ser así nunca cambiará y
siempre dependerá de nosotros. En ese nosotros, te estoy incluyendo a
vos, cuando nosotros no estemos presentes.
-Parecería que me estás instruyendo como si fueras a irte en poco tiempo.
Ese proyecto de disfrutar ¿comenzará a la brevedad?
-No lo sé, supongo que será cuando pierda esa pasión de la cual hablamos
por el trabajo, como ya dije, sin pasión me volveré en un estorbo en la
empresa.
-No seas tan duro…
-No es ser duro, es ser realista, hoy creo poder percibir mis falencias,
cuando sea viejo…
- ¿Hay algo en tu vida no planeado y cronometrado?
-Riendo- Poco, muy poco, pero sin embargo a veces uno planea, organiza y
la vida de un momento a otro te pega un cachetazo, regresándote a la
realidad haciéndote dar cuenta de que en verdad es muy poquito lo
pasible de ser manejado por nosotros. Siempre existe Dios, la Fe, alguien
superior o como quieras llamarlos, responsable de nuestro destino, ojo,
todas nuestras acciones colaboran a torcer éste para el lugar deseado.
-Me gusta mucho esta charla, pero dentro de tu planificación. ¿la tenías
programada en los temas de la lista para el día de hoy?
-Para nada, era un chiste lo de la lista, me siento muy tranquilo, por eso
mis palabras fluyen sin analizarlas.
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Por favor…
-En todo lo charlado, al respecto de la empresa nunca has mencionado al
tío, es socio…
-Ves, cuando comencé a hablarte del tema pensé en él y luego me olvidé,
no está todo planeado.
- ¿Y?

131
-Esta parte será la más difícil, o la más placentera teniendo en cuenta su
mala relación. Cuando seas vos quien dirija, deberás comprarle sus
acciones, sí o sí.
- ¿Tanto problema ocasionaría si lo haces vos hoy? La relación entre las
hermanas es cada vez menos fluida.
-Yo no voy a colaborar a terminar de romperla.
-Con o sin tu colaboración, me parece ese el vínculo será cada vez más
distante.
-Puede ser, pero lo importante es quedarse tranquilo con uno mismo y
con sus acciones, si se distancian totalmente a raíz de una decisión mía,
conociéndome cargaré con una culpa evitable, por eso no cambiaré nada.
-Mis ganas de verlo fuera de la empresa se justifican con la mala relación
mía con él. Sin embargo, a vos, casi no te veo discutir con él ¿Por qué lo
querés afuera?
-Suspira- Hay tanto para hablar…
-Empezá.
-Para empezar, estoy completamente seguro, que desde hace como
mínimo diez años, tiene una economía paralela, roba tanto en la compra
de insumos, como en las ventas. En especial en aquellos pequeños
distribuidores, de los pueblitos dentro de la Argentina como en el exterior.
Inevitablemente cuenta con la complicidad de alguien de administración
dentro de la empresa, lo extraño es que en todo este tiempo han
cambiado algunos integrantes de dicha área y a nadie de los nuevos
empleados nada le haya llamado la atención.
-El contador siempre fue el mismo…
-Me resulta imposible dudar de Juan Carlos.
-Si la fuga existe, alguien lo permite. ¿Nunca lo increpaste?
- ¿A quién?
-Al tío.
-Si, en dos oportunidades, y pude comprender que la única manera de
terminar con el robo será cuando esté fuera de la empresa y como te dije
yo no lo forzaré.
- ¿Entonces seguirás permitiendo que se quede con lo tuyo?
-También es tuyo, de tu madre y tu hermano, pero el dinero no es el
problema. Afortunadamente, no sufrimos ningún tipo de carencia, por lo
tanto, no hace nada para el cese de dicha actividad.
-Ok, quien dirige sos vos.
-Igual, este es solo uno de los motivos por los cuales debes forzar su
alejamiento.
- ¿Hay otro más importante?

132
-No sé si más importante, seguro grave. Tiene que ver con su vida
personal, desde hace años temo que termine pagando las consecuencias
de sus malos hábitos la empresa.
- ¿Por qué? ¿Tiene deudas?
-En su momento él tuvo, en la actualidad no son significativas.
- ¿Entonces?
- Los hábitos de tu tío son…
-No des vueltas por favor.
-Lo podría definir como un adicto al sexo, las chicas con las que se
relaciona son de una clase social muy baja, las grandes carencias tornan a
estas personas muy vulnerables y les aniquila su autoestima. Él colabora
con dicha situación anímica, por eso las busca, les crea una dependencia
económica tal, haciéndole imposible alejarse de su lado, aunque lo deseen
profundamente, el sometimiento no es solo sexual, las humilla como
persona.
- ¿Delito?
-Ninguno, lo hablé con un abogado por fuera de la empresa, lo único
podría ser acoso, pero es imprescindible la denuncia por parte de la
víctima, nunca sucederá.
-Pero…Si bien es horrible su accionar ¿En qué puede perjudicar a la
compañía? Por más conocida que sea la firma, tampoco sería tema para la
prensa si algún día esto se conociera.
-Bueno, primero, obviamente que nuestro nombre es conocido solo para
la gente dedicada a la actividad como vos decís, no saldría en los
noticieros. Pero creo no sería positivo la vinculación de la firma con estos
temas, todos somos ella, el comentario haría referencia a la empresa, no a
él en particular.
-Tenés razón.
-Igual mi temor no es solo eso, como dije antes la gente con la que lleva a
cabo estas actividades es un tanto especial, siempre tuve miedo de que
algún marido, hermano o padre enojado tome represalias contra la
empresa, sé positivamente que más de una de sus amiguitas, tenía pareja.
-Te enroscas demasiado, igual la idea de tenerlo fuera de la empresa me
entusiasma.

Para entonces la sobremesa se había extendido hasta las cinco de la tarde,


hora en la que debíamos partir hacia el puerto, para emprender el regreso
a casa. Durante la hora de navegación casi no hablamos, parecía que de
tanta charla se nos habían agotado las palabras. Al bajar del ferri y subir a

133
la camioneta, desperté como antes les había contado, sin comprender lo
vivido o mejor dicho lo soñado.

No encuentro las palabras para describir mis sensaciones: tranquilo, feliz


tal vez, por todo lo hablado con papá, desilusionado al darme cuenta de la
irrealidad de lo vivido. Esta desilusión al cabo de algunos minutos fue
desapareciendo, cuando tomé conciencia de haber soñado o vivido, la
despedida de mi padre que no pude tener. Quizás es por ello, una
sensación de paz me comenzaba a acompañar, la angustia desapreció y
una sonrisa se dibujó en mi rostro. Me resultó placentero haber
escuchado de su boca que debía hacer cosas en la empresa que ya estaba
llevando a cabo, debía hacer un gran esfuerzo para diferenciar diálogos
del sueño, de otros mantenidos cuando mi padre estaba vivo. Por un
instante culpé a mi egoísmo, de haber generado esta fantasía en mi
cerebro para justificar mis acciones, pero rápidamente con esa confusión
acerca de lo vivido y lo soñado, dicha idea se desvaneció. Debo haber
permanecido más de diez minutos, sentado en la cama tapándome la cara
con las manos, incrédulo de mis sentimientos de paz, recordando
conceptos de mi padre, los vividos y también los soñados, mi emoción era
tan grande que no demoraron en mojarse mis mejillas con lágrimas de
alegría, aunque no pueda explicarme el motivo, estaba feliz. Con un café
con leche delante, en la cocina y sin dejar de pensar en papá, la paz, la
alegría y cualquier sentimiento positivo, se convirtió en ira. Entre todo lo
dicho por mi padre en el particular sueño, recién en ese momento, me di
cuenta del énfasis puesto en torno a las actividades del tío, aunque nada
dijo de menores tal aseguró el abogado, quizás ignoraba esa faceta.
Aquello de sacarlo rápido de la empresa, cuando en vida opinaba lo
contrario, si bien no quería separar a las hermanas, su cambio fue
rotundo.

Entonces regresé al estado anímico abandonado hace semanas, el


deseo de hallar al autor intelectual del homicidio se instaló nuevamente
en mi como nunca, mi cerebro había decidido no parar hasta encontrar y
llevar a la justicia al responsable. Al mismo tiempo, estaba convencido del
involucramiento de mi tío, directa o indirectamente.
El celular sonó, era Melina, no respondí. Demasiado complejo
explicarle mi estado y el sueño que lo originó. Insistió dos veces más, para
después enviarme un whatsapp, tampoco lo abrí para evitar la doble tilde
azul, estaba fuera de mí. Mi grado de locura era semejante al padecido a
los días del homicidio, cuando en la tele titularon “Posible ajuste de

134
cuentas”, pensé en llamar al comisario, también a Dany, pero desistí de la
idea. Pues si hasta el momento no descubrieron nada, por qué lo harían
ahora. A toda velocidad, cada una de las hipótesis pensadas corrían por mi
cabeza, cada nombre, cada empleado, cada amigo, un remolino se estaba
sucintando en mi cerebro, otra vez como en anteriores oportunidades,
terminaba en mi tío Horacio.
En aquel momento mi deseo de encontrar al autor intelectual cambió por
demostrar la responsabilidad de mi tío, aunque el principio dice: toda
persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, al menos para
mí, después del sueño vivido, Horacio era la excepción a la regla.
Mucho me había costado arrancar el día, con mi novia establecí
contacto recién pasadas las once de la mañana, hacía mucho que no
sentía deseo de no explicarle lo transcurrido mientras no contaba con su
compañía. De hecho, a pesar de su curiosidad por el tono de mi voz, no le
di explicación alguna, antes de culminar el llamado me comentó el sitio en
el cual debíamos presentarnos a las seis de la tarde, mi estado de
irritación era tal, que me impidió retener lo escuchado, motivo por el cual,
horas más tarde en una discusión me vería inmerso.

No tenía idea por dónde comenzar, no podía sacarme de la cabeza


el tema, de la oficina me fui, subí al auto, comencé a conducir sin rumbo,
afortunadamente no soy fumador, si no creo hubiera consumido más de
un atado desde la mañana. No existe modo para poder explicar cómo
llegué hasta la ruta 2. Casi en Dolores, fue cuando tomé conocimiento de
por dónde estaba circulando, gracias a una pequeña alarma sonora, junto
a una leyenda en el tablero avisando el comienzo del uso de la reserva del
tanque de combustible, devolviéndome a la realidad. La baliza encendí, en
la banquina estacioné, detuve el vehículo y comencé a llorar
desconsoladamente, ni en el mismísimo día del velatorio lo hice con tanta
emoción. Convencido estaba, que lo soñado fue un mensaje de mi padre
para encomendarme la tarea de comprobar la culpabilidad de su cuñado.
Sumergido en mi histeria, había olvidado la posibilidad otorgada por aquel
sueño de tener una despedida de mi padre, no mucha gente tiene esta
oportunidad y más en decesos tan repentino. Lamentablemente, la furia
imperante en mi descontrolaba mi ego impidiéndome recordar la
sensación experimentada en un principio, cuando desperté. Intentaba
llevar a la práctica todos los consejos recibidos por la psicóloga: respirar
más lento, fijar mi mente en cosas placenteras, con o sin mi padre, no
podía hallar la calma, ante la insistencia de Melina al teléfono respondí.
Estábamos cerca de la seis de la tarde, hora en la cual debía estar en

135
donde no recuerdo. Después de sus reproches por el olvido, fue cuando
comprendió mi estado y hablándome dulce y suavemente pudo conseguir
calmarme, más de media hora debo haber estado escuchando su voz.
Entonces, primero fui en busca de una estación de servicio, para luego
emprender el regreso, mientras lo hacía, logré quitarme de la cabeza el
homicidio dándole lugar a preguntarme el motivo de haber elegido ruta 2,
será trabajo de la psicóloga encontrar la respuesta, como siempre dice
ella: la mente humana tiene innumerables misterios, la terapia te ayudará
a intentar descifrarlos.

Al cabo de una hora y media aproximadamente llegué a casa, donde


en la puerta, dentro de su auto Melina esperaba.
-Hola, ¿Por qué no entraste amor?
-Sabés, desde… me da cosa estar sola dentro de la casa. ¿Cómo estás?
-Bien, mejor. -quebrándome mientras respondía-.
-Con tono de preocupación- Espero no te enojes, pero como te amo,
tengo la obligación de decirte que un sueño, por más real que te haya
parecido, bajo ningún punto de vista puede generarte tal desequilibrio
como el de hoy.
-Pero…- Intenté interrumpirla, no me lo permitió-.
- Yo sé de tu negación a aceptar la medicación y la psiquiatría, de hecho,
con Cristina tu psicóloga, lo hemos charlado prácticamente desde tu
retorno a las sesiones, también ella te lo había dicho a vos. Después de la
magnitud de lo sucedido hoy, la situación es diferente, no es que te esté
obligando, pero debes entender la gravedad de tu estado psíquico,
estamos a meses de casarnos -con lágrimas en los ojos- te estoy eligiendo
para que seas el padre de mis hijos, para pasar hasta el último de mis días
a tu lado. Pero quien me puede o mejor dicho quién puede garantizarnos
a los dos, que en una repetición de un evento como el de hoy, no puedas
dañar a alguien o a vos mismo, abortando en unos instantes todos
nuestros planes de vida.
- ¡¿Para tanto fue?!
- ¡Manejaste casi 200 kilómetros sin tener consciencia de tus acciones!
Pensá, si en ese estado de inconciencia se te da por hacerle algo al
detenido, o a tu tío o hasta a vos mismo.
-Soy incapaz de dañar a alguien.
- ¿Cómo lo sabés? Si por unas horas no pudiste controlar tus acciones.
-Estaba nervioso, solo eso.
-Mirá Ezequiel, sos el amor de mi vida, no tengo dudas de eso, desde
nuestro regreso me he preguntado más de una vez cómo me he permitido

136
perderte. La vida o el dolor afortunadamente nos unió, pero por todo eso
no puedo permitir que dilapides nuestro amor y también tu vida. Te voy a
decir algo que seguro te enfade: a tu padre ya lo han matado, no existe
acción alguna para traerlo devuelta, ¡pero sí, tus impulsos pueden cambiar
tu vida para siempre! y tu padre igual no regresará

Intenté por todos los medios contener mi angustia, llorar era ceder ante
su reclamo y mi orgullo estaba dispuesto a librar esa batalla. Cuando
Melina culminó su monólogo y en silencio me miró a los ojos, mi ego se
rindió, comencé a llorar desconsoladamente abrazado a ella, cada
episodio de consternación y llanto últimamente parece ser el peor desde
el comienzo de esta tragedia. Aún lágrimas rodaban por mis mejillas
cuando Meli me llevó a la cama, trajo un vaso de agua y una pastilla, sin
preguntar ni oponer resistencia la ingerí, a los minutos, creo muy pocos,
profundamente dormido quedé.

A las cinco de la madrugada, horas antes del momento de


despertarme, los ojos abrí, evidentemente el fármaco ingerido debía ser
bastante fuerte, dormí como ocho horas ininterrumpidas, cosa que no
consigo hace meses. Sin hacer ruido para no molestar a Melina, bajé a la
cocina. Ahora con más calma, pero igual que la tarde anterior, el sueño
regresó a mi cabeza, la idea de hallar al responsable habitará mi cerebro
de por vida, es un deseo irrefrenable.
Como sucedió en innumerables oportunidades, repetí la realización de esa
lista imaginaria en la donde colocaba y sacaba potenciales culpables, una y
otra vez. En medio de esa maraña de pensamientos, volvió aquella idea
desechada por todos los que la conocieron, de visitar al condenado por el
homicidio en la cárcel, conocía el pensamiento del abogado y de Melina al
respecto, con lo cual había decidido ocultar la decisión tomada de
visitarlo. Con la seguridad de que, con un diálogo cordial, aunque sin
quitarle su parte de responsabilidad, me contaría si sabe algo.
Entre tanto Melina apareció por la escalera, ahora con voz más dulce y
gestos conciliadores, acordamos la visita a un psiquiatra, según ella no
debía ser el mismo de mi madre, por mi parte no encontraba
inconveniente, obviamente nada mencioné y dejé en sus manos el
hallazgo del adecuado para mi situación. Después de prodigarnos por un
largo rato mimos reconciliadores, cada uno emprendió viaje a sus
respectivas actividades.

137
Otro día más en la oficina, con desempeño laboral nulo, no había
modo de alejar de mi mente el momento en el cual esté enfrente del
asesino. Intenté por todos los medios evitar la intermediación de Eugenio,
el abogado, alrededor de la media tarde al ver la imposibilidad de
concretar la visita teniendo en cuenta mi rol de querellante en la causa,
me rendí y le pedí a Silvana la vista del letrado a mi oficina lo más rápido
posible, como suele suceder cada vez que lo preciso no se encuentra en la
empresa. Entonces lo llamé al celular, en el tercer intento respondió, no
tenía pensado regresar, cambió de parecer al escuchar lo imperativo de mi
tono. A los veinte minutos de la llamada atravesó la puerta de la oficina.
-Hola Ezequiel. ¿Cómo estás? Estaba en el laboratorio, estoy gestionando
el bendito certificado para China, se está complicando obtenerlo…
-Interrumpiéndolo- Está bien, no te llamé por eso, realmente hoy no es de
mi interés.
-Ok, ¿Qué pasa?
-Antes que nada, te agradezco mucho los consejos recibidos y también los
venideros después de que me escuches. Pero en este caso, te pido por
favor evites brindármelos, ya conozco tu parecer respecto del tema y
realmente no tengo ganas de volver a escucharlo.
-Adelante…
-Intenté conseguir el contacto sin tu intermediación, obviamente no tuve
éxito, de lo contrario no estarías aquí. Preciso visitar al condenado por el
homicidio de mi padre, es imprescindible tu intermediación siendo mi
representante letrado en la causa.
-Es muy complejo obtener la autorización del juez siendo la querella.
-Eso lo sé, por eso te llamé. Legal o ilegalmente debes conseguir la
entrevista, primero seguí los protocolos habituales. De no lograr nuestro
objetivo, busca entre tus contactos quien lo pueda facilitar, el dinero es lo
de menos y los dos conocemos la vulnerabilidad del sistema penitenciario
argentino.
- Consejos no te daré, pero me permitís hacerte una pregunta.
-Por favor…
- ¿Qué sucedió para retomar esta idea de hace meses?
-Nada en particular, solo siento la necesidad de hallar al jefe de este tipo,
para poder cerrar heridas. - Me pareció innecesario hacerle referencia a
mi particular sueño-.
-Ok, pero debes elegir cuál es el camino, si no obtenemos la autorización
del juez, después será muy arriesgado, aunque no imposible obtenerla por
la seudo generosidad del sistema carcelario.
- ¿Vos qué opinas?

138
- ¿Consejo?
-Levantando la voz- Te pago para la representación legal de la empresa y
en este caso percibís tus honorarios por la representación de mi familia.
Te pregunté por tu opinión profesional.
-Sorprendido- Perdón no quise enfadarte.
-Está bien.
-Aunque no es lo correcto, me parece lo más rápido y apropiado sería
obtenerla por fuera del juzgado, conozco a alguien dentro de la cárcel
donde está alojado.
-Levantándome de mi silla-. –Perfecto, dale para delante de ese modo.
Estoy a la espera de tu llamado, de no ser una cifra exorbitante ni me
consultes, simplemente dale el ok.
Sin mucho más para destacar, después de estrecharnos las manos, de la
oficina se retiró. Permanecí sentado en mi escritorio delante de la
computadora, sin parar de pensar en cómo sería dicho encuentro, cuando
sonó el teléfono, era Eugenio, deseaba volver a verme. Casi no terminé de
colgar, cuando por la puerta apareció con una actitud corporal exaltada.
-Tengo una opción diferente a realizarle la visita al recluso, estoy seguro
obtendrás resultado similar, pero con riesgo cero.
-Tono irónico- ¿Riesgo?
-Ezequiel, hace minutos me pediste mi opinión profesional y al mismo
tiempo me pedís evitar los consejos…
-Impacientándome- ¡Por favor al punto! ¿Riesgo de qué? La visita es
dentro de una cárcel.
-Yo te lo he dicho anteriormente, no tenés idea con la persona con la cual
te podés encontrar, a pesar de no tener mala conducta, la personalidad de
estos sujetos es diferente a todo lo conocido por gente que está fuera del
circuito delictivo. El riesgo del que te hablo no es físico, temo por lo que
puedas llegar a escuchar…
-Nada peor después de que te mataron a tu padre.
-Eso está claro. Sucede que te escucho hablar y vos tenés la seguridad, de
que vas a ser oído por él, generalmente sucede lo contrario, pensá que iría
obligado a la entrevista.
- ¡¿Obligado!?
-Por supuesto, el guardia cárcel destinatario de tu generosidad, pensás
que le dará la opción de elegir aceptar o no verte.
-Tono conciliador-. Puede ser.
-Este hombre podría decirte las peores cosas, no tiene nada para perder,
pero eso no sería lo peor, de esta manera te expondrás a una posible
extorción. Yo conozco tu capacidad de persuadir, tu papá también la

139
tenía, nunca trataste con personas de este tipo. Suena feo decirlo así en
los tiempos que corren, es estigmatizarlo, pero es la realidad, por sus
nulas posibilidades en la infancia, sus adicciones o sus malas elecciones,
son muy diferentes a toda aquella persona con quienes interactuamos
normalmente.
-Con lágrimas- Tenés razón. Ni con mi hermano, por tener alguna de esas
características…
-Pero tu hermano…
-Diferente a mi familia es. Te pido disculpas por mis respuestas.
-No pasa nada.
-Igual yo preciso imperiosamente intentar hablar con él.
-Por eso regresé, teniendo en cuenta tu capacidad para expresarte
mediante la escritura, considero oportuno redactes una carta. Tratándolo
de igual a igual, sin ocultar tu enojo, desconfiaría si no lo haces, pero sin
condenarlo, pues ya lo está. Yo me ocupo de que llegue a sus manos, tal
vez responda tus preguntas, quizás sea la puerta de entrada, a la visita que
tanto deseas o tal vez no sirva para nada. Pero no te expone a ninguna
situación angustiante.
-Demoré unos instantes en responder- Me parece bien, te reitero mis
disculpas.
-No hace falta.
-En cuanto la tenga te aviso, no demoraré, a más tardar mañana o pasado
estará lista.

Apenas Eugenio atravesó la puerta, casi sin ser dueño de la voluntad


de mis movimientos abrí el Word en la compu y como catarata
comenzaron a llegar a mi mente aquellas imágenes de las primeras veces
en las que me encontré escribiendo. Nunca hice curso alguno al respecto,
pero siempre fue una actividad de mi agrado. Los primeros poemas
llegaron cuando tenía doce o trece años como mucho, recuerdo mi
emoción cuando el profesor de literatura de segundo año de la secundaria
los leyó delante de toda la clase, a pesar de mi extrema timidez, al
escuchar en la penetrante voz del docente mis escrituras, pude disfrutarlo.
También recuerdo su devolución al concluir: “todo lo escrito está lleno de
amor, hay mucho sentimiento en cada palabra.” Aquellos poemas no
contaban con más de doce o quince líneas, como bien marcó el
académico, todos estaban referidos al amor en todas sus expresiones,
familia, amigos y pareja, mayormente narraban el dolor provocado por la
pérdida de esos amores. Mientras lo recuerdo lágrimas comenzaron a
mojar mi rostro, hace muchísimos años escribí el sufrimiento de un

140
adolescente por la pérdida de su padre, no detallé el motivo del deceso, sí
lo repentino y en esas escasas líneas describí todo el dolor de aquel chico,
hoy esas líneas describen también mi padecer. Es increíble, será
premonición, casualidad, causalidad como decía papi, quien sabe.
Lamentablemente como estaban escritos en hojas de papel, de puño y
letra con el paso del tiempo se fueron perdiendo, sería lindo para mí
tenerlos. Alguna vez me animé a escribir una novela, ahora que lo pienso,
también hablaba del sufrimiento causado por la pérdida de una vida, esa
si la tengo, la escribí en una computadora, si junto valor intentaré
repasarla. Esta será otra de las tantas incógnitas, surgidas después de lo
de papá cuya respuesta nunca hallaré: ¿de dónde surgió en aquel
momento el deseo de hablar de este tipo de muertes? ¿Tiene algo que ver
con la realidad actual? El punto, es que esa facilidad para la expresión
mediante la escritura me llevó a redactar cartas de todo tipo para la
empresa, desde muy niño, en una oportunidad fue hasta un telegrama de
despido, en el cual mi padre estaba empecinado en explicar los motivos de
tal situación, a pesar de la negativa de Eugenio. Supongo que el recuerdo
de aquel telegrama le generó al abogado la idea de la carta. Entre tantos
recuerdos la hora pasó y la pantalla de mi computadora estaba tan en
blanco, como cuando abrí el Word, el llamado de Melina y una reunión
con el señor de los centros de mesa, me obligó a abandonar la tarea para
más tarde.

A las 18:30 hs. en la puerta de la oficina, Melina me comentó el


cambio de planes para esa tarde. Fuimos al consultorio de Cristina, mi
psicóloga, ella nos esperaba acompañada de su esposo, psiquiatría era su
profesión. Después de un breve intercambio entre ellos, en cual nosotros
no tuvimos mucha participación, nos informaron que en un principio
tendríamos una entrevista informal entre los cuatro y a posteriori será una
personal con el psiquiatra, teniendo en cuenta mi confianza con Cristina,
les parecía lo más adecuado. Para ser honesto estuve muy lejos de
sentirme cómodo, cada vez que relataba alguno de los episodios era
interrumpido tanto por Melina, como así también por Cristina, agregando
detalles por mí omitidos. El profesional me recetó un ansiolítico en una
graduación mínima, creo no estar equivocado al pensar que Melina
esperaba una medicación o un diagnóstico más fuerte. Antes de
retirarnos, después de casi dos horas de un diálogo un poco tenso. Le
comenté a los tres, mi incomodidad experimentada y acordamos no
repetir este tipo de sesiones, continuaré con mi terapia habitual, Cristina
reportará al psiquiatra mi evolución y de ser necesario volveré a

141
entrevistarme con él. Pasaron como diez minutos, hasta que volvimos a
dirigirnos la palabra con mi novia, todo estaba raro, no habíamos
discutido, pero parecía como si lo hubiéramos hecho. Siempre sucede lo
mismo, cuando acepto sin oponer resistencia alguna propuesta de Melina,
para no discutir. Dicha pelea, más temprano que tarde, termina
apareciendo, por más esfuerzos que haga para disimularlo, mi enfado por
el tipo de sesión y por la ausencia de consulta acerca del profesional por
ella escogido, era evidente. Con un tono acorde a mi estado de ánimo, le
conté la decisión de comunicarme con el condenado, como Eugenio ella
en la oportunidad anterior también se había opuesto rotundamente. No le
cambió nada que sea por escrito, entonces nos sumergimos en una fuerte
pelea.
Generalmente en nuestras discusiones, siempre por más nervioso
que yo esté, soy el primero cuando la efervescencia baja, en intentar
arreglar las cosas, no sucedió de ese modo en esta oportunidad, en
absoluto silencio conduje hasta la puerta de su casa, solo con un hasta
mañana casi inaudible ella se despidió. Incrédulo de mi accionar, creo
nunca haber permitido culminar una discusión tan fuerte sin intentar
suavizar las cosas, ni siquiera cuando nos separamos hace años. Tal vez
sea como dice ella: esta situación me hace no poder controlar mis
acciones, por un instante me pregunté si mi estado me hará perderla de
vuelta. Lamentablemente ese pensamiento se esfumó rápidamente en mi
cerebro y regresó la carta. Antes de ir para casa, fui a visitar a mami, no
pasaron ni diez minutos cuando me retiré, no puedo precisar cómo se
encontraba, mi cuerpo estuvo a su lado, mi mente en cambio escribía lo
posibles encabezados de la carta.
Toda mi vida, lo más complicado de escribir fueron las primeras
líneas, sin importar de que se trate, una vez introducido el tema las
palabras aparecen solas para continuar con el texto. Llegué a casa y sin
cambiarme la ropa, ni bañarme cosa acostumbrada, me dirigí al escritorio,
encendí la compu. Ahora sí, como dice Melina, sin ser consciente de mis
acciones, como catarata las palabras comenzaron a verter una tras otra,
dando como resultado la siguiente carta:

“Oscar:
Buen día, en primer lugar, quería
decirte que para serte sincero debo informarte que
deseo fuertemente que vos en la cárcel, cuando estés
libre o en algún momento de tu vida sufras lo que mi
familia y yo estamos sufriendo. La persona a quien

142
mataste, mi papá, si estuviese vivo, me reprendería
por sentir esto, era mejor persona que yo, toda la
vida nos inculcó no tener rencor, no sentir odio, ni
desear el mal, igual creo en esta ocasión podría
comprenderme. En todo este tiempo desde aquella
tarde fatídica, he pasado por diferentes momentos:
en un principio no quería escuchar nada acerca de
la causa, tu detención, tu condena y demás, por más
que vos te pases la vida entre rejas, a mi padre no me
lo devolverás. Luego, el último día del juicio, llegué
hasta sentir lástima por vos, la tarde fatídica nos
cambió la vida para siempre a nosotros, vos decidiste
nuestro destino, pero creo la fatalidad también te
arrastró, no debe ser placentero pasarte tantos años
encerrado. Estuve por algún periodo interesado en
hallar al autor intelectual, como lo llaman en la
justicia y afirman su existencia. Después, por otro
periodo me olvide de todo eso, posteriormente al
homicidio, en mi familia las cosas se tornaron muy
difíciles, éramos cuatro, mi hermano nunca fue
alguien con el que se pueda contar demasiado.
Ahora espero equivocarme, pero para mí, está cerca
de terminar en un lugar como en donde vos estas,
intenté por todos los medios acercarme a él, no lo
logré. Mi madre entró en una depresión profunda,
hasta intentó quitarse la vida, está internada en un
neuro psiquiátrico. Con todo esto y siendo el único de
la familia para ocuparse., a pesar de recordar a mi
papá a cada momento, no me quedó tiempo para
pensar en vos y tu supuesto jefe… Y cuando tal vez ya
pensaba nunca más regresaría mi interés en la
causa, por una situación muy difícil de comprender
para todo aquel que no la haya vivido como yo,
siento el deseo irrefrenable de ver encerrado a quien
te ordenó matarlo. En realidad, no tengo idea, de
quien o quienes pueden haber tenido un problema

143
tan grande con mi padre como para encárgate
semejante trabajo. En un principio me resistí a
creerlo ,pero luego de ver el video de la cámara de
seguridad, no te imaginas lo duro que fue ver cómo
en un segundo le quitan la vida a tu papá, me
quedo clara tu intención de matarlo, tu desinterés
por la camión eta , el reloj, o el celular, es prueba
suficiente .Lo último destacable de mi vida, es que
en algunos meses me caso, aunque mientras escribo
esta carta no esté pasando el mejor de los momentos
con mi novia . Casualmente, como todo en mi vida
desde el 16/06/2016, tiene que ver con la muerte de
mi padre. Me han medicado, según ella y un
psiquiatra que la avala, por momentos no tengo
plena conciencia de mis actos y lo peor, es que creo
no sea un diagnóstico equivocado. Conociendo a
Melina, de no modificar estas actitudes, dudo llegar
a la boda y de concretarse estoy completamente
seguro del fracaso a pesar del amor. Siento no tener
la capacidad de poder controlar mis emociones,
hasta no cerrar el tema del autor intelectual,
aunque arriesgue al amor de mi vida, es algo
inmanejable para mí. Si llegaste leyendo hasta, acá
considero que más de allá de los diferentes lugares
de la historia en donde estamos parados, podemos
llegar a entendernos. Mi intención con este resumen
de mi vida fue transmitirte como por tu accionar
cambiaste la existencia de muchas personas, no solo
la del fallecido, he llegado a pensar que es el menos
dañado, el padecimiento de su familia parece ser
infinito, mientras él descansa en paz. No tengo idea,
ni me interesa saberlo, si antes de mi padre mataste
a otras personas y existen muchas más familias
Villán., tal vez en esas otras oportunidades en las
que también le quitaste la vida a alguien y nunca te
encontraron, pudiste continuar sin inmutarte. En

144
este caso fue diferente, la desgracia también te
alcanzó esa tarde. más allá de lo escrito en las
primeras líneas, soy consciente de tu dura realidad.
Claro está, vos hiciste lo posible para terminar así,
nosotros no hicimos nada, creo no equivocarme al
afirmar que, de otro modo, vos también la estás
pasando muy mal y te quedan muchos años de esta
realidad. Aquel segundo en la tarde del 16/06/16 a
mi familia le cambio la vida para siempre, a vos
también, es increíble, fue un instante en el que el
mundo continúo girando y sin embargo para
nosotros, digo nosotros porque te estoy incluyendo,
nos modificó la realidad para siempre, ni el paso del
tiempo la volverá al instante anterior a ese segundo.
En fin, después de dar tantas vueltas te voy a contar
el motivo de mi carta: desde el día de tu condena
tengo el deseo de ir a verte, todo mi entorno se opuso
y como dije, con tantas cosas por algún tiempo lo
olvidé hasta hace unos días. Por consejo de mi
abogado, lo hago por este medio, si vos querés, no
tengo ningún problema en charlarlo personalmente,
temiendo en cuanta que soy la querella, se precisará
un pedido de tu parte y no habrá inconveniente,
otra vez me desvió del tema. Yo no te puedo ofrecer
nada, en Argentina no conmutan condena por
delatar a nadie y no tengo contactos, ni nada
parecido, el dinero que pudiera aportarte no servirá
para más de un par de días diferentes en la cárcel.
Cuando te conté, toda la vida de mi familia desde
la muerte de mi padre es para que sepas quien soy,
no te mentí, teniendo en cuenta eso, está en vos
ayudarme a encerrar al que te hizo matarlo y
también te condujo a donde hoy estás. Intuyo, en los
códigos tumberos delatar es un gran pecado, si
decidís ayudarme, te prometo por la memoria de mi
padre mover cielo y tierra para brindarte la

145
seguridad necesaria para vos y tu familia. A veces,
lamentablemente en este país el dinero simplifica las
cosas. Si cuento con vos, tené plena seguridad de
poder contar conmigo. Ojo nunca olvidaré tus
acciones, pero quizás colaborando me ayudarás a
no guardarte tanto rencor. Quedo a tu entera
disposición para continuar este contacto como vos
prefieras, según Eugenio, mi abogado, quien te hizo
llegar esta carta, es de estricta confianza y prometió
mantener la absoluta confidencialidad de nuestros
contactos. Agradezco te hayas tomado el tiempo
para leer estas líneas y espero ansiosamente tu
respuesta. Ezequiel”

Al terminar de escribirla, debo haberla releído no menos de diez


veces, si me dejaba llevar por las opiniones del abogado, este tipo jamás
leería algo tan extenso, pero si doy cuerda floja a mi instinto, escribiría
cuatro o cinco hojas más. Siempre considero que para obtener algo
mediante la escritura u oralmente, uno debe generarle a la otra persona
cierto grado de familiaridad y una vez conseguido este, hacerle el
requerimiento, es por eso el detalle de mi vida brindado, sin dejar de
mencionar como aconsejo de Eugenio, mi bronca u odio por lo que hizo.
Los días demostraran cuál de las dos posturas era la correcta, espero
haber escogido la opción indicada.
Ahora, sí me quité la ropa y recién cuando estaba bajo la ducha volví
a pensar en Melina, pensé en llamarla a salir y evitar hablar de la carta, la
sola mención extendería su rabieta. Como suele suceder últimamente,
planeo algo, pero actúo en sentido contrario, no había pasado ni un
minuto de conversación, cuando con muchísima efusividad le nombré la
carta, motivo suficiente para sumergirnos en otra fuerte discusión
inconducente, en donde yo la acusaba de no apoyarme y ella me acusaba
de estar perdiendo todo en busca del bendito culpable. A tal punto que
fue ella quien dio por terminada la comunicación afirmando que no se
casaría. Más allá que en el fervor de una discusión, uno dice cosas
inciertas con el solo objetivo de generar daño en el otro, yo percibo en sus
dichos mucho de realidad.
Ni un minuto me quedé pensado en la discusión, la carta y el
detenido ocupaban todos los espacios en mi cerebro, eran casi las doce de
la noche y a pesar de dudarlo llamé al abogado. No mensaje, lo llamé,

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quería escuchar el tono de su respuesta sin darle tiempo a pensarlo, para
saber cuál era su involucramiento con el tema, obviamente resultó
sorprendido por la hora. Coincidimos en que se la enviaría por mail y él
mañana, antes de venir a la oficina se encargaría de hacerla llegar, intentó
poner excusas con respecto a los tiempos, entonces le dije que se
ahuyente de la empresa hasta lograrlo. Me acosté, di vueltas durante una
hora sin poder dormirme. Otra vez sin gobernar mis acciones, me vestí,
subí al auto y conduje sin rumbo, hasta cuando sin darme cuenta terminé
en el galpón/ depósito de la empresa, en el cual, Roberto el sereno,
seguramente estaba durmiendo. De tanto golpear el gran portón, temí por
si algún vecino llamase a la policía, casi cuando estaba por subir al auto
escuché la voz del viejo amigo de mi padre entre asustado e irritado
preguntado - ¡¿Quién es?!¡¿Quién anda ahí?! Al escuchar mi respuesta,
me pidió un minuto para buscar las llaves. En ese tiempo mientras
esperaba su regreso, me pregunté qué estaba haciendo en aquel sitio,
antes de poder responderme a mí mismo, la puerta se abrió.
Aún más sobresaltado, que al preguntar quién era cuando le golpeé
la puerta, Roberto preguntó:
-Ezequiel, ¿Estás bien?!¡¿Pasó algo?!
-No, perdóname la hora, no tengo idea de cómo terminé acá, no me podía
dormir, subí al auto, sin rumbo y…. Antes de terminar de hablar, me largué
a llorar como un niño, el sereno me abrazó incrédulo e impotente por la
situación presentada frente a él, en su titubeante voz se percibían sus
nervios cuando me preguntaba:
- ¿A quién puedo llamar?
-No, no llames a nadie.
-Melina…
- ¡No!
- ¿Se pelearon?
-La angustia comenzaba a cesar- No, pero no estamos bien.
-Mirá Eze yo por más voluntad que le ponga no sé cómo ayudarte, yo a
gatas terminé la primaria, no entiendo nada de psicología ni nada de la
cabeza. Es la segunda vez que apareces acá sin saber cómo, a mí no me
molesta, pero debes hacer algo. Yo, ya te dije la otra vez lo que yo quise a
tu papi y quiero a toda tu familia, si te hace lindo contame como estas,
pero lo importante es que busques ayuda.

Ese tono de abuelo con una pila de años vividos diciéndome quizás
lo mismo que Melina, pero, con otras palabras, me daba la calma
necesaria en aquel momento. Mate mediante, infaltable en un diálogo con

147
Roberto. Sin proponérmelo, con muchísimo detalle, aún no brindado a
nadie, ni siquiera a Melina, le conté mi famoso sueño, asombrándome de
la pormenorizada descripción brindaba. Realmente, no puedo afirmar cual
habrá sido su impresión de mi estado al escuchar mi relato. Estoy seguro
ha dudado de mi cordura, pero, aunque creo sin relacionarlo con lo
escuchado acerca de mi sueño, opinó o me aconsejó que debía tratarme
de la cabeza, ese fue el término por él utilizado y que, si estuviera en mi
lugar, seguramente estaría viviéndolo como yo.
Es increíble, ese tono de padre o abuelo es lo que más adolezco y lo
más necesario para mí, es por ello la calma hallada al escucharlo, sus
dichos no son tan diferentes a los de los Melina o la psicóloga, sin
embargo, en su boca mellan en mí. También me duele mucho pensar que
mi única referencia a un consejo de un mayor tenga que ser él, son
muchos los aspectos de mi vida que duelen. Mientras tenía este último
pensamiento, antes de encender el coche para emprender el regreso a
casa, en busca de conciliar el sueño, lágrimas rodaban por mis mejillas.
Afortunadamente, apenas apoyé la cabeza en la almohada quedé
profundamente dormido, a tal punto que desperté pasadas las nueve de la
mañana. Evidentemente no escuché la alarma y tras verificar el celular
comprobé la ausencia de llamada de mi novia y por la hora, ya estaría
cursando. Esta última situación, volvió a generar en mi mente ese
acostumbrado resumen de mi realidad.

Hasta hace escasos días. lo único reconfortante era la relación con


Meli, siempre tuve tendencia cuando la tristeza se apodera de mi realidad,
a enfocarme en todo aquello que me pueda hundir aún más en la
desolación, bastaba un parcial con un resultado diferente al esperado, de
más chico alguna reprimenda de mis padres, ni hablar cuando me había
peleado con Melina. Por estos tiempos, con la dura realidad imperante de
mi padre muerto, mi madre internada, con mi hermano nula relación y
ahora con Melina complicado, era como si un ancla me impedía
despegarme de la cama. Las lágrimas estaban ausentes, pero la angustia
era inmensa, ni recordar la carta lograba darme las fuerzas para comenzar
el día.
Cuando eran las diez de la mañana, el teléfono comenzó a sonar,
cada vez que lo hacía tenía la vaga ilusión leer Mel-cel, todas las llamadas
provenían de la empresa, recién cuando sonó por quinta vez respondí. Era
Silvana, preocupada por la reunión agendada para dentro de unos
minutos, se percató de mi olvido y a pesar de su importancia me ofreció la
cancelación de la misma, a dicho ofrecimiento accedí, igualmente de no

148
cancelarla, no contarían con mi presencia. Apenas apoyé el celular sobre
la almohada, regresó a mi mente Melina, las palabras de Roberto y
también el recuerdo de los consejos de mi padre, acerca de elegir las
prioridades en la vida, entonces por primera vez desde el famoso sueño y
mi cambio actitud me puse a pensar si realmente valía la pena arriesgarlo
todo, por hallar al responsable. Desde un principio, tuve claro que ningún
detenido nos devolverá a mi padre, por eso mi desinterés inicial, creo
estar empezando a comprender mi sentimiento, realmente quien disparó,
más allá del lógico rencor no me despierta tanta furia, en cambio por
quien lo pensó, siento un odio incontrolable.

Por más energía destinada a levantarme a lo largo de todo el día,


no conseguí despegarme de la cama, ni dejar de pensar ni por un segundo
en lo tormentoso de mi existencia. Melina o quizás también el llamado del
abogado me hubiera impulsado a cambiar la jornada. Recién cuando el sol
comenzaba a caer, fue mi novia quien se comunicó, inicialmente su tono
mantenía un dejo de ira, el cual desapareció cuando se enteró cómo
habían transcurrido mis horas desde ayer cuando la dejé en su casa. Una
diferencia, que había comenzado a implementar fue no mentirle en nada,
le comenté mi encuentro con el sereno y el contexto, en otro momento se
lo hubiese ocultado. A los veinte minutos estaba en casa, me obligó a
pasar a visitar a mamá, durante el corto viaje actuó como si nada hubiese
sucedido, ni nuestra discusión, ni mi fatal jornada, no sabía si eso era
positivo o era el prólogo de una nueva pelea. Lo positivo fue haberme
levantado de la cama, el paso de los minutos mostrase como culminará mi
tedioso día.

La visita a mi madre fue un poquito más extensa a la de la última


vez, ni quedaron registros en mi cerebro de haberla tenido, me alegró
mucho ver su buen estado. En esta oportunidad, fue ella quien se
preocupó por mí, obviamente adjudiqué mi cara a la exagerada
acumulación de trabajo, aunque creo teniendo su buen semblante y por
ser mi madre, no dio por validos mis dichos. Al llegar a casa pedimos
comida, todo continuaba como si nada, en mi cabeza había una gran
disputa entre dos usuales ideas en casos como este: hacer como si nada o
sacar a relucir los motivos de la discusión, con el objetivo de llegar a
alguna conclusión exponiéndome a generar una nueva discusión, como
generalmente sucede. Esta ocasión fue la excepción a la regla, la probable
pelea afortunadamente inicialmente no llegó. Habremos estado charlando
por lo menos dos horas, le di un detalle pormenorizado de cual era mi

149
intención al haberle escrito la carta al condenado por el homicidio,
también intercambiamos acerca de la visita al galpón para encontrarme
con Roberto. Aunque me conoce desde niño, no nos une un lazo tal como
para ser a quien recurra en momentos como este y por último nos
detuvimos en mi imposibilidad de poder manejar la situación cuando se
trata del instigador, no me sucedió nada parecido cuando detuvieron al
autor, más allá de estar medicado y tratarlo en terapia mi imposibilidad de
controlarlo aún me acompañaba. Le comenté la soledad experimentada
durante toda la jornada y le pedí el mayor del esfuerzo para
comprenderme, asumiendo lo nocivo de mis últimos comportamientos.
Me aconsejó o mejor dicho me reclamó que le dé más lugar a Fernando,
mi mejor amigo, habrá intentado comunicarse unas diez veces en los
últimos días y nunca respondí. De todo lo escuchado de su boca, no hay
nada en lo que pueda contradecirla, cuando peor estoy, más me cierro, a
mis amigos, a la psicóloga y hasta ella misma, las pruebas demuestran que
a lo largo de la vida y más en un momento tan duro como este, la salida,
estando solo nunca la hallé, ni la hallaré.

Todo marchaba perfectamente, pensé haber podido dar vuelta el


horrible día, pasadas las doce de la noche, cuando estábamos en la cama a
punto de dormirnos, a mi celular entró un mensaje del abogado que
rezaba la siguiente frase: “recibió tu carta, quiere verte y solo pide un par
de zapatillas para su hija de seis años”. Otra vez perdí la potestad de mis
acciones, creo hasta se me debe haber transformado la cara, los ojos rojos
de la excitación se me pusieron. Automáticamente mediante un audio
respondí: “Mañana me gustaría visitarlo, averiguá cuánto calza su hija,
comprale tres pares de unas buenas, hacécelas llegar antes de mí vista al
penal. De más está decir, que cuento con tu compañía para mi breve
estadía en la cárcel”.
No es ira, no es bronca, es euforia desenfrenada quien me ataca cuando
este tema ocupa mi mente, soy consciente de los errores o faltas de
respeto cometidas, pero no puedo o no me interesa frenarlas. Así fue, a
los escasos minutos de recibido el mensaje Melina se vistió y se retiró de
casa. Ella acusándome de que no puedo ponerme así y yo acusándola, de
no acompañarme en un momento tan especial. Los dos tenemos un
carácter muy fuerte, aunque no le pienso dar la razón, haberse ido a su
casa fue la mejor opción, cuando peleamos y la discusión toma carriles
como los de hoy, generalmente nos la pasamos un largo rato dañándonos
sin llegar a ningún lado, para que, a las horas con calma, hablemos del
tema en cuestión. En medio de la discusión no había escuchado el celu con

150
la respuesta de Horacio, diciendo que la visita podrá producirse, si la
suerte nos acompaña, recién durante la semana próxima. Detesto el
pesimismo de la gente, ¿Qué quiere decir durante la semana próxima? Me
pone nervioso la poca precisión, parecería que da por hecho la
imposibilidad de concretarla antes. Papi, a pesar de toda su bondad
afirmaba que cuando una persona empieza una respuesta con un “no” en
lugar de un claro “voy a hacer todo lo posible” tenía medio pie fuera de la
empresa, aunque después no cumplía la parte del despido. Cada vez estoy
más de acuerdo con esa afirmación y en particular en el caso del abogado.
Jamás me ha dado la respuesta esperada, llegué a pedirle que me
mintiera, pero es inútil, nunca una respuesta positiva, tiene que ver con
sus formas, no con sus aptitudes profesionales, las cuales son
excepcionales. Con mi estado emocional alterado, contesté de modo
escueto e imperativo: “Gracias, deberá ser antes, hoy recién es martes”.

No encuentro las palabras adecuadas para describir cómo me


encontraba, llegué a ensayar cómo lo saludaría frente al espejo: con gesto
adusto demostrando mi odio por haber asesinado a mi padre,
amigablemente para ganarme su confianza como lo había intentado en la
carta, o con indiferencia, sin ni siquiera mirarlo a los ojos. Las tres
alternativas como un niño a punto de declararle su amor a una compañera
del primario, frente al espejo ensayé como hasta las cuatro de la mañana.
Antes de acostarme, para intentar bajar la adrenalina y tal vez poder
dormir, un extenso mensaje a mi novia le envié pidiéndole disculpas y
afirmándole que, a pesar de disimularlo bastante durante estos ataques
de ira, es cuando más preciso de su amor y de su compañía. No tenía la
intención de obtener respuesta a aquellas horas, sin embargo, apenas los
tildes cambiaron a color azul, ella respondió también disculpándose y
asegurándome que siempre estaría, más allá de las discusiones. Entonces
contra todos los pronósticos cuando no deberían haber pasado ni cinco
minutos de estar acostado quedé profundamente dormido.

A las ocho de la mañana, me sorprendió Melina con un abultado


desayuno, de esos de hotel latinoamericano. A pesar de haber descansado
apenas cuatro horas, comencé mi día con mucha más energía que en otras
noches en las cuales duermo por el doble de tiempo. Gracias a esa
energía, pude hacerme cargo de la gran cantidad de tareas encontradas al
llegar a la empresa. Entre ellas, pasadas las diez de la mañana se apersonó
en mi oficina Eugenio, si bien no tuvimos demasiado tiempo, por la
reunión postergada de la jornada anterior para media hora más tarde,

151
esos minutos le alcanzaron para hacerme entender la imposibilidad de
acelerar los tiempos para poder concretar la entrevista con el recluso. Si
bien no concuerdo con esa actitud de no intentarlo a diario, me conformé
al escuchar sus argumentos. Durante la tarde me acompañó un buen
estado de ánimo, aunque también mi hermano se mantuvo en mis
pensamientos, generándome pequeños episodios angustiantes,
expresados por agitaciones repentinas de apenas segundos.

Al salir de la oficina había decidido visitar a mi hermano, tenía un


par de horas libres hasta cuando Melina salga de la universidad. Entonces,
emprendí viaje hasta su último domicilio por mi conocido, le envié un
mensaje a mi novia comentándole a donde iría, había decidido no
ocultarle más nada. A los segundos, ella me llamó aconsejándome no ir,
teniendo en cuenta la noche pasada, un rechazo de Franco me causaría
mucho dolor, según ella. La escuché, debí hacer un gran esfuerzo para no
responderle de mal modo, gritándole que a pesar de su consejo
igualmente iría a visitar a mi hermano. Intuyo, también ella se contuvo de
contestarme mal para evitar una nueva discusión. Estacioné en la puerta
de aquella extraña construcción donde Franco residía. En la vereda, con
dos personas estaba Lucas, su amigo, con quien hasta hace algún tiempo
intercambiaba mensajes. Antes de bajar y sin separar las manos del
volante, como catarata comenzaron a correr por mi cabeza imágenes los
tres juntos, mi padre, Franco y yo. Eran tan claras como los recuerdos del
sueño, si tuviera el talento de la pintura, podía dibujarlas de tan nítidas
que pasaban por mi cerebro. Eran todos momentos en donde los tres
teníamos una sonrisa grabada en nuestros rostros, en la playa, en la
montaña, en el club, se iban repitiendo cronológicamente. La angustia me
invadió cuando me di cuenta del cambio en la cara de mi hermano a
medida que crecía, los últimos recuerdos en los cuales se lo observaba
realmente feliz fueron en un verano en Buzios, tenía apenas diez años,
después de esas vacaciones, no tengo recuerdo de verlo sonriente.
Sumergido en mi angustia, una vez más me preguntaba que habíamos
hecho mal como familia para generarle esa infelicidad desde tan pequeño.
Alguna vez, su psicóloga nos citó a mi padre y a mí, obviamente sin la
presencia de mi hermano. Su diagnóstico o más bien la interrogante
surgida de su terapia era: ¿qué escondía bajo esa coraza? Ella entendía
que su ira y su imposibilidad de sociabilizarse debía tener origen en algún
evento traumático en su primera infancia, estos podían no tener
relevancia para nosotros, pero sí habían tenido un significado importante
para él.

152
Recuerdo el viaje de regreso a casa, con un hermético silencio
acompañándonos, recién antes de bajar, mi padre con voz fuerte y clara
ordenó: debemos analizar cada recuerdo de Franco en el colegio, en club,
con los amiguitos de la cuadra, ¡aunque no los tenga y también cómo nos
manejamos nosotros con él! Su tono guardaba una mezcla de odio y dolor,
creo originado por la impotencia generada por no saber cómo ayudarlo.
Durante meses, mis padres analizaban cada recuerdo guardado en su
memoria intentando hallar el bendito evento y quien lo hubiese causado.
La psicóloga, también nos incluía a nosotros en lo posibles responsables
de dicha situación, mi madre era más reacia a darle valor a aquella
afirmación, sin embargo, por iniciativa de mi padre repasaban
prácticamente cada vez en la cual lo habían retado o puesto en penitencia,
me indagaban acerca de nuestras peleas, supuestamente normales entre
hermanos al menos para mí, recordaban los actos escolares y sus negativa
a participar en ellos desde el jardín. Papi, como hoy hago yo con los
posibles sospechosos de su homicidio, hacía listas con los nombres de sus
maestras, padres de sus amiguitos, también profesores del club y tampoco
arribaba a ningún resultado.
Al borde de las lágrimas, con mis manos apretando fuerte el volante me
encontraba, cuando el golpe de una llave contra en el vidrio me devolvió a
la realidad. Demoré unos segundos en comprender dónde estaba y quien
me golpeaba la ventana, rápidamente puse contacto, oprimí la tecla para
bajar la ventanilla. Lucas estaba a escasos centímetros de mí, con cara de
pocos amigos, apenas el vidrio llegó hasta abajo, de todo introdujo su
mano al interior del vehículo y abrió la puerta. Toda la escena, no habrá
durado más de diez segundos desde el momento en el cual chocó sus
llaves contra el vidrio, para mi pareció una eternidad. Lucas me tomó
fuertemente del cuello de la camisa, quería hablar y las palabras no me
salían, a pesar de no ser muy corpulento de un tirón me sacó del auto y
recién cuando estuve incorporado pude gritar:
- ¡Soy Ezequiel, el hermano de Franco!
-Tardó un instante en reaccionar- Ah boludo, no te conocí. Estuviste un
rato largo ahí parado, sin hacer nada y que se yo, pensé que estabas …
-Estaba pensando nomás y me distraje, disculpá.
-Todo bien.
-Franco… ¿está?
-No, hace como una o dos semanas no vuelve.
- ¿Y vos sabés dónde está?
-No ni idea.

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-Lucas, dijiste “no vuelve”, si debió volver es porque conocés de dónde
debe hacerlo. Si querés no me lo cuentes, pero no me tomes por tonto.
-Sos rápido eh… Está andando con una pibita, por eso no vuelve.
- ¿Y dónde vive, esta “pibita”?
-No importa donde vive.
- ¿Por qué?
-Mirá Ezequiel, tu hermano casi no habla de vos y de tu vieja, la única vez
que habló él re bardeo, pero que se yo. Vos hace un tiempo te
preocupaste por él, hasta me escribiste, no pareces mal tipo. Recién
cuando estabas parado ahí, parecías rati, pero ¿no vas a joder a tu
hermano?
-No para nada, pero ¿qué tiene que ver?
-Y bueno… la pibita es re piola, pero su familia es medio pesada, no te
aconsejo ir, tu coche, tu ropa…
-Pero… si no voy a joder a nadie.
-Yo te puedo creer, pero si tu hermano no te espera, es mejor que no te
mandes.
- ¿Tan feo es ese lugar?
-Deja que yo lo llame a Franco y después te aviso.
-Está bien, yo tengo tu número, mañana te escribo para hacerte recordar.
-Con tono jocoso- No me apures, no me apures. Ese número no lo tengo
más, viste como son las cosas. Ahí te mando un mensaje para que guardes
el nuevo.
Nos despedimos, subí al coche, manejé unos cien metros y me detuve sin
poder comprender lo sucedido. Sin bien la vez anterior, en la cual me
encontré con Franco y sus nuevos amigos, no me dieron la impresión de
ser gente de lo más correcta, nunca imaginé lo marginal que podían
resultar. ¿Cuánto tiempo pude haber estado en el auto para generarle tal
pánico a Lucas y arrancarme del coche de esa manera? ¿Qué hay en la
casa de la novia de mi hermano? Cuando me dijo que no jodiera a Franco
¿Se refería a denunciarlo? ¿Cómo será el lugar donde está hace semanas?
La existencia de una actividad ilícita en Lucas es obvia, mi hermano no
puede estar ajeno. Tal paranoia y hermetismo, no puede ser solo por unas
plantas de marihuana para consumo, como yo supuse en la primera visita
a aquel pH. No lo podía creer, cuando lo había visto la última vez con su
nueva indumentaria, junto a sus nuevos amigos, pensé que no pasaba más
de una rebeldía adolescente, con algunos excesos no muy normales para
mí, pero habituales en jóvenes de su edad. Mi hermano no tiene
necesidades económicas, mensualmente recibe una transferencia a su
caja de ahorros, desde que se ausentó de casa le dupliqué la suma, a pesar

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de estar seguro de no ser positiva dicha duplicación, decidí hacer igual a
como lo hubiera hecho mi padre. El sonido del teléfono me ubicó en
tiempo y espacio, era Melina. No le di un detalle pormenorizado de lo
acontecido, aunque bastó una breve sinopsis para escucharla con tono de
revanchismo: “Te lo dije”. Acto seguido al escuchar esta última frase, me
despedí dejándola con la palabra en la boca e informándole que iría a
visitar a mi madre y luego me acostaría a dormir sin comer, extinguiendo
la continuidad del diálogo, dichos de los cuales, como siempre sucede,
más tarde me arrepentiría.

Todavía con el coche detenido y aún con el teléfono en la mano, un


escalofrío me corrió por todo el cuerpo, me sentía absolutamente solo,
hasta hace un tiempo me apoyaba en Melina, sin evitar mis
responsabilidades y entendiendo que ella también puede estar superada
por tanta presión, ahora tampoco puedo contar con ella. Permanecí unos
quince minutos, lamentándome de lo trágico de mi vida, deteniéndome
en cada aspecto doloroso, de los que lamentablemente tengo muchos
para torturarme cada instante un poquito más. Reacción propia de la
tristeza o de la depresión según la psicóloga, dichos estados se
retroalimentan del dolor acrecentándolo y si no tomás cartas en el asunto,
culminás alejándote de tu entorno, para continuar torturándote, hasta
definitivamente quedar inmerso en la angustia impidiéndote tomar tus
propias decisiones. Estuve a punto de ir al depósito de la empresa, donde
en ausencia de Roberto, utilizo su cama como refugio del exterior, esta
ocasión por fortuna la lucidez le ganó la batalla a la tristeza y llamé a la
terapeuta pidiéndole una sesión de urgencia. Recién pudo atenderme
pasadas las cinco de la tarde, por su recomendación permanecí en la
oficina todo el día, a pesar de no haber trabajado ni por un minuto.

Ya en sesión, por primera vez y con absoluta convicción le di la


razón a ella y aunque no estaba presente, también se la estaba dando a
Melina, en relación con la gravedad de mi estado y la imperiosa necesidad
del acompañamiento del psiquiatra para poder continuar con mi vida.
Como resultado de la charla con la profesional obtuve algo de calma, por
lo menos logré ralentizar mi respiración, a llegar al consultorio estaba
agitado como si hubiese corrido una maratón. Al subir al coche tomé mi
teléfono, había tres llamadas perdidas de Melina, o no las escuché o
inconscientemente no la quise atender, pues no tenía idea de sus
llamados. Mientras oprimía el número
dos de discado rápido para comunicarme con ella, recordé cómo había

155
culminado nuestro último contacto, con la mano me golpeé la cabeza
lamentándome por lo que me esperaba cuando atienda. En aquel
instante, había decidido comenzar pidiendo disculpas por mis modos,
antes de que empiece a hablar, no obstante, tenía algún reclamo para
hacerle, pero prefería dejarlo para más adelante, era imprescindible para
mí contar con su compañía para culminar esa dura jornada.

Contrariamente a lo esperado, fue ella quien llevó a cabo mi plan y


antes de que pueda emitir sonido, se disculpó por no acompañarme todo
lo que yo la necesite, a veces se le hace difícil ponerse en mi lugar,
obviamente acepté sus disculpas. Escuchar esas palabras cuando esperaba
todo lo contrario, fue un oasis en el medio del desierto, para ese
bochornoso día. Elegí no ir a ver a mami, salimos a comer afuera y si bien
ni por un segundo conseguí ausentar de mi cabeza a Franco, por
momentos, Melina logró hacerme pasar un buen rato.
Igualmente, a pesar de sus buenas intenciones y su esfuerzo por
acompañarme, puedo percibir en ella desde hace algún tiempo, una
distancia o una frialdad, hace lo imposible por ocultarla, pero algo cambió,
me parece que el punto de inflexión fue cuando conduje hasta ruta 2. Tal
vez, sea miedo a casarse con alguien como yo, con una vida, al menos por
ahora, atravesada por el dolor y los problemas. Soy consciente de mi
responsabilidad absoluta en su temor, si cuando la conciencia gana la
batalla interna en mi ser, hasta yo me asusto de mí mismo y de mis
acciones. Envuelto en esa maraña de pensamientos y con la mano de mi
novia acariciándome la frente mientras una lágrima rodaba por mi mejilla,
dormido me quedé.

El sol recién asomaba, estábamos en los últimos días del invierno, la


claridad no se hacía presente hasta pasadas las 7:30. Melina con un
desayuno súper completo, conociendo mis gustos, en la cama se apareció,
después de degustar el café, el jugo de naranjas recién exprimido, (las
debe haber traído ella, pues la heladera está absolutamente vacía), las
tostadas y demás. En acciones ambos nos dijimos todo aquello para lo cual
no encontramos las palabras, a veces el amor no utiliza el vocabulario para
expresarse. El dolor, el temor y el placer, estuvieron presentes por
aquellos minutos, ambos comprendimos cuales eran nuestros temores y
el grado de responsabilidad que debíamos asumir para conseguir superar
la realidad.
Durante toda la mañana, inmerso en la actividad laboral podría
decirse, que si bien Franco estuvo en mis pensamientos recién pasado el

156
mediodía fue cuando se hizo presente la angustia, en tres oportunidades
intenté con su celular, como casi siempre sucede no respondió, le envié
mensaje preguntándole cómo estaba y si le parecía bien encontrarnos
para charlar un rato, lo leyó, pero nunca contestó. Ni tiempo tuve para
digerir un nuevo desplante por parte de mi hermano, cuando una nueva
mala noticia recibí, Eugenio irrumpió en mi oficina:
-Buenas Ezequiel, no traigo buenas novedades.
- ¡¿Qué paso?!
-Hubo una pelea en el penal donde está detenido el homicida de tu papá.
Su estado es grave, pero según pude averiguar se salvará.
-Guau, no sale una.
-Eso no es todo, de todos los involucrados en la supuesta reyerta.
-Interrumpiéndolo- ¿Supuesta?
-Dejame terminar por favor. El único herido fue el susodicho, por eso digo
supuesta, es muy extraño que en un episodio con más de diez
participantes involucrados hayan resultado heridas solo uno. ¿Quién
sabía de tu carta y tu intención de entrevistarte con él para obtener
información acerca del autor intelectual del crimen?
-Precisé unos segundos para comprender lo escuchado antes de
responder con tono incrédulo- Pero… ¿Qué estás insinuando?
-Yo no insinúo nada. Puede ser simple casualidad, pero de diez, solo un
lastimado, con la crueldad con la que se llevan a cabo los enfrentamientos
entre internos, me hace poder asegurar la existencia de una situación
diferente a lo ordinario en estos casos. Por eso la pregunta.
- ¿Alguien puede querer callarlo? ¿Con qué tipo de personas estamos
metiéndonos?
-Con quienes le pagan a alguien para que asesine a sangre fría a otra
persona. Ni vos, ni yo, ni tu padre podríamos pensar en hacerle algo así ni
siquiera a un animal. A esto te hacía referencia, cuando te hablaba de lo
especial de la gente con este tipo de características. Nunca podremos
comprender sus pensamientos, por que afortunadamente no tenemos
idea cómo será no valorar la vida del otro y hasta algunos ni su propia
vida. ¿a quién le contaste?
-Melina, psicóloga, creo psiquiatra y no recuerdo habérselo comentado a
nadie más.
- ¿Seguro?
-Creo… No recuerdo bien, me parece que en un principio le comenté a mi
hermano, la intención de entrevistarme con el condenado, pero de lo
surgido hace pocos días, de la carta, estoy seguro no le dije nada, por el
simple hecho de no haber tenido contacto con él.

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- ¿Existe la posibilidad de alguna relación entre los profesionales de tu
terapia y tu padre o el homicidio?
-No para nada, nunca se conocieron.
-Entonces no hay otra posibilidad.
- ¿Cuál?
-El guardiacárcel, para que le haga llegar la carta, además del dinero, fue
necesario brindarle algunos detalles de quien era el autor de esta. No me
explayé demasiado, tal vez la leyó, si bien es de “confianza”. Nadie puede
ser considerado absolutamente leal dentro de una cárcel, sin importar el
lado del muro en el cual duerma.
- ¿Y ahora?
-No tengo idea.
Los dos permanecimos en silencio unos instantes, hasta que Eugenio se
retiró, no sin antes recordarme su opinión de no involucrarme con el
detenido. A juzgar por los hechos acontecidos parece estar más cerca de
la realidad su opinión, que mi deseo.

Como no podía ser de otra manera, después de lo escuchado mi día


terminó, ya nada pudo devolver mi cabeza al trabajo, Franco, Melina o
mami, el recuerdo del rostro de este tipo, con esas lágrimas tatuadas en
su mejilla derecha había monopolizado mis pensamientos.
Pensaba, sin ser un investigador, solo utilizando el sentido común,
teniendo en cuenta la ausencia de la figura del arrepentido en nuestro
país en caso de homicidio, como existe en algunas naciones vecinas en la
que resulta beneficiado en su condena quien colabore en la causa. Cuál
podría ser la motivación de este hombre a ayudarme a detener a su jefe,
más aún después del ataque sufrido. A pesar del lugar que iba ganado en
mi cabeza esta hipótesis, había una parte de mí, segura de obtener su
colaboración, no lo podía explicar, pero la esperanza estaba tan intacta
como antes de la agresión. Lo único para celebrar de aquella tarde, fue
que pude controlar mis acciones, estuve a punto de subirme al auto a
conducir sin rumbo como acostumbraba últimamente, hasta llegué a
tomar las llaves, salí de la oficina y recién en el ascensor desistí, también
pensé en ir a dormir una siesta al galpón. Cuando la desesperación se me
estaba tornado inmanejable vía whatsapp intercambié mensajes con mi
psicóloga, quien colaboró para no repetir esas acciones inconscientes. El
sol comenzaba a caer y yo permanecía inmóvil en el trabajo, siguiendo el
consejo de Cristina elegí esperar a Melina en aquel sitio, evitando la
posibilidad de repetir episodios no deseados.

158
Melina llegó a la oficina cerca de las siete de la tarde, casi no quedaba
nadie en toda la empresa, por fortuna entre su predisposición a
acompañarme y la inexistencia de actos inconscientes de mi parte, fue
fácil contar con aquello, que yo le reclamaba. Evidentemente es como ha
dicho en más de una oportunidad la psicóloga: sos vos el responsable de
alejarte de tu novia, en los momentos en los cuales te encerrase en tu
padecimiento es imposible para ella, llegar a tu corazón. Esta vez fue
diferente y esa diferencia generó que, al cabo de apenas unas horas, no
pueda olvidar, pero, aunque sea pude correr del eje de mis pensamientos
el episodio de la riña en la cárcel.
Los días fueron pasando, desde el comienzo de esta pesadilla parece como
si fuera muchísimo tiempo el trascurrido, sin embargo, cuando me
detengo a pensar, en realidad son apenas semanas. Recién pasaron días
desde la confección de la carta para el recluso, o desde el frustrado
encuentro con Franco, suceden tantas cosas, cambiando por completo el
rumbo de lo planeado transformándolo en algo tedioso y eterno.

Por consejo u opinión de Melina, esa misma noche había decidido que
hasta no tener noticias de la mejora en el estado de salud de este hombre,
no indagaría al abogado al respecto. En ese mismo momento le envié un
mensaje expresándole mi deseo, aunque si le pedí ubicar el tema como su
prioridad laboral. También opté por no hacer nada para encontrarme con
Franco, al menos por dos semanas, no tenía mucha esperanza, pero más
de una vez los profesionales, como también lo hizo Abelardo, han
recomendado este método de no demostrarle interés en obtener su
atención, aparte de esto era imprescindible para mi ocupar mi mente,
aunque sea por un tiempo, en cosas alejadas de la angustia y el dolor.
Afortunadamente inmiscuido en temas de la boda, los cuales tenía la
posibilidad de compartir a diario con mami por su buen estado, sucedió
como lo esperaba, pasaron dos semanas en los que no recibí y tampoco
pedí noticias de la evolución o no, del homicida. Por parte de Franco,
como era de esperarse no recibí ningún mensaje, tampoco de su amigo
Lucas, igualmente como había planeado durante esas dos semanas no hice
nada al respecto.

Esa desconexión de situaciones doloras, como las llama la psicóloga,


realmente fue de gran utilidad, me ha devuelto la posibilidad de valorar la
inminencia de mi casamiento, la recuperación de mi madre. También me
hizo sentir más fuerte para retomar la iniciativa con respecto al hallazgo
del autor intelectual. Mi decisión para esta nueva etapa era de no tenerla

159
como la prioridad en mi vida, el primer lugar lo tendrán la boda, mi madre
y mi hermano, sin dejar de trabajar para ver entre rejas a quien ordenó
asesinar a mi padre.
El primer día de la tercera semana comenzó y como si mi cerebro
fuese una computadora programada para cambiar sus acciones en una
fecha y hora predeterminada se comportó. A las ocho de la mañana la
alarma del celular sonó, Melina no estaba a mi lado, se había quedado en
su casa, pues debía estudiar, entonces sin tanta angustia como sucedía
antes, pero si con un interés irrefrenable comencé a realizar todas las
actividades abandonadas por apenas quince días. En primer lugar,
chequeé la última vez que Lucas había utilizado el whatsapp, hacía apenas
dos horas, dudo sea por que recién se levantaba, probablemente fue la
hora en la cual su noche culminó, sin importarme esto último le escribí:
“Lucas soy Ezequiel, quería saber si pudiste comentarle a mi hermano de
mi deseo de verlo. Aclarale que solo quiero saber cómo esta y tomar un
café, sin consejos, sermones ni opiniones, solo quiero verlo. Gracias,
espero tu llamado.”
Me quedé con la vista clavada en el celu esperando la tilde azul, como era
de esperarse eso no sucedió, como había imaginado debería estar
durmiendo. Lo propio hice con el abogado, quien si respondió al instante y
combinamos un encuentro en la oficina para las diez de la mañana. La
sensación era extraña, el deseo irrefrenable de hallar al culpable había
regresado con las mismas fuerzas de hace semanas, pero
afortunadamente la ira estaba ausente, tal cual me lo había propuesto
cuando decidí tomarme un receso. Hablé con Melina plácidamente para
desearle suerte en su parcial, al llegar a la oficina comencé a trabajar sin
dejar de pensar en el tema, pero sin permitir que me aísle de mis
actividades, evidentemente el ansiolítico, sumado a la terapia y también el
acompañamiento de Melina, están colaborando conmigo para poder
continuar adelante. A las diez en punto, sentado frente a mí, escritorio de
por medio con su elegante traje de costumbre, Eugenio se encontraba,
antes de que comience a hablar, pude darme cuenta de la ausencia de las
noticias por mí esperabas.
-Buen día Ezequiel.
-Buen día…
-El recluso está fuera de peligro y en una semana como máximo recibirá el
alta.
- ¿¡Eso es bueno!?
-No tanto. Hablé con el guardiacárcel, le pregunté directamente si había
leído la carta y si comentó su contenido con alguien, obviamente lo negó.

160
Lo conozco hace años, estoy completamente seguro de que mintió, sus
gestos y su voz se alteraron. Es un mercenario, se vende al mejor postor,
no tengo dudas de su responsabilidad en la liberación de la zona para
sacar del medio a este hombre. También, debemos ser conscientes de lo
peligroso que puede ser el autor intelectual, la orden fue matar al
condenado, imagínate hasta donde podría llegar si somos nosotros
quienes lo encontramos.
- ¿Qué va a pasar cuando le den el alta?
-Creo y espero será traslado a otra unidad, de permanecer en este penal
su posibilidad de sobrevida es casi inexistente.
- Este hijo de puta, ha asesinado a mi padre ¿puedo ser tan estúpido de
sentirme responsable?
-No Ezequiel, desde el primer momento te lo he dicho. Nosotros y
nuestras familias estamos acostumbrados a otro tipo de vidas, nunca lo
vamos a poder comprender por qué en nuestro entorno no existen
personas involucradas en situaciones como estas, en cambio te puedo
asegurar que, si investigamos su familia y sus amigos, vamos a encontrar
más personas con graves antecedentes, que inocentes. Lamentablemente
son víctimas del sitio donde les tocó nacer, crecieron en un entorno en el
cual la cárcel, el homicidio y la culminación de la vida de quienes lo rodean
de modo no natural, son cosa habitual. Para vos no, por ello es lógico que
a pesar sus acciones, te genere un raro sentimiento pensar en la
posibilidad de su muerte.
- ¿Hablas por hablar o tenés algún dato de su familia?
-No, solo algo de su familia más cercana ¿creo ya lo conversamos hace
tiempo?
-Sí.
-Lo demás lo supongo, pero por mi experiencia te puedo asegurar la
veracidad de mis dichos, si hubiese nacido en otro lugar, seguramente su
destino no sería este.

Un hermético silencio invadió la escena, con un gesto lo despedí y solo en


la oficina inmutado frente a la computadora permanecí. Increíblemente
una lágrima rodó por mi mejilla y no era por mi padre o por la dificultad
presentada para hallar al autor intelectual, sino por la realidad del asesino.
Recordaba los dichos de mi padre, en aquellas hostiles noches de frío en
invierno, casualmente una como cuando lo asesinaron. Éramos chiquitos,
antes de ir acostarse, entraba a nuestro cuarto para darnos el beso de las
buenas noches y taparnos, en varias oportunidades al acercarse a mi
madre quien lo esperaba en la puerta de la habitación le decía “pensar

161
que en este momento están naciendo niños en hogares igual al nuestro y
otros están llegando al mundo en la calle, en una villa”.
Pensaba, que seguramente este tipo fue uno de esos niños nacidos en
aquellos sitios de los cuales mi padre hablaba, con frío, tal vez con
ausencia de una contención familiar, rodeado de un barrio complicado, en
donde su vulnerabilidad lo exponía a diario a situaciones indeseables para
un niño. Me detuve por más de veinte minutos a pensar en la infancia del
asesino, sentía una mezcla de orgullo y rabia por ser la persona que yo
era. Mi padre, desde el cielo debería emocionarse al obsérvame
angustiarme por el padecimiento de su homicida, pero al mismo tiempo
me enojaba por ser tan perfectito, a veces me hubiese gustado ser un
poco menos racional, no tener la obligación autoimpuesta de analizarme
inconscientemente cada uno de mis sentimientos, hubiera preferido sentir
un odio irrefrenable por este hombre y por lo menos hacerlo el único
responsable de mi sufrimiento.

El resto del día estuve paralizado, diferente a otras ocasiones


similares en las cuales el dolor y la angustia me invadían por completo, la
palabra apropiada para definir mi estado era desazón, toda la energía
destinada al encuentro con el preso había sido en vano. Además, ahora se
suma el no poder sacarme de la cabeza su infancia y mi responsabilidad en
el ataque por él padecido, generaban un coctel paralizante.
Afortunadamente, como ya dije no era igual a otras veces, no tenía ira, ni
deseo de desaparecer, simplemente me quedé hasta la tarde cuando
Melina llamó, frente a la computadora sumergido en mis pensamientos,
pero sin repetir episodios en los cuales no era dueño de mi acción.
Como suele suceder, la presencia de mi novia a mi lado me devuelve
a la realidad. Luego de hacerle una breve sinopsis de lo acontecido, fuimos
a visitar a mami, algo raro percibió en mi estado, me excusé
argumentando cansancio, obviamente no me creyó. Directo del hogar,
elegí llamarlo así, en lugar de psiquiátrico como antes lo hacía, suena más
lindo. Nos fuimos a comer a nuestro restaurante favorito de pastas, era
casi imposible que pasaran dos semanas sin visitarlo, además de los
exquisitos platos, el lugar era muy agradable, luz tenue, colores pálidos en
sus paredes y toda la cena, era armonizada por el sonido de un piano
sonando al fondo del salón, a un volumen bajo permitiendo hablar sin
elevar la voz. Nuestra primera cita fue en ese lugar, más allá de sus varias
virtudes, debe ser por ello el valor que ambos le damos y cuánto
disfrutamos cada cena.

162
Observaba a Melina acostada durmiendo a mi lado y celebraba cómo me
había desenvuelto durante toda la jornada después de las malas noticias
recibidas, otra vez volví a valorar los resultados de la medicación
prescripta por el psiquiatra. En situaciones similares, antes de comenzar a
tomar dichas pastillas hubiera terminado peleado con mi novia, solo,
encerrado en mi dolor, en cambio ahora me dispongo a dormir en paz,
después de un día muy pero muy duro, sin haber perdido el control en
ningún momento, a pesar de todo, una sonrisa estaba dibujada en mi
alma.

Apenas el sol asomó, pasadas las 06:30, me levanté y devolviendo


gentilezas preparé un abundante desayuno, busqué una flor del jardín.
Quedaban muy pocas, todo se estaba marchitando, el parque no estaba
exento del abandono general de toda la casa, nada lucía como cuando esa
propiedad era un hogar, en la actualidad simplemente es el lugar donde
duermo. Coloqué el desayuno en una bandejita de cama, en uno del
costado puse la flor y la desperté.
Comenzamos el día del mejor modo, impensado teniendo en cuenta
la jornada precedente, al llegar a la oficina regresó a mi cabeza el autor
intelectual, el rostro de mi tío pasaba por mi mente a cada minuto. Nunca
perdí la calma, me esforcé por ello, apenas empezaba a irritarme
respiraba lentamente tal indicó la psicóloga y evitaba alterarme. Después
de dudarlo muchísimo llamé a mi tío Horacio, extrañamente respondió en
el primer intento. Le comenté abiertamente, sin tapujos mi intención de
hallar al responsable intelectual, no le provocó cambio alguno un su tono,
o al menos yo no lo he percibido. Al terminar la comunicación comenzó a
dar vueltas en mí la idea de la posibilidad de nunca hallar al bendito
instigador, gracias a la tranquilidad existente desde hacía algunos días,
dicho pensamiento no consiguió alterarme. Igualmente estaba convencido
que, aunque nunca encuentre un testigo o una prueba para incriminarlo,
como sucede desde que había visto el video del homicidio, mi tío directa o
indirectamente estaba involucrado. Solo le pedía a Dios que, si nunca
pudiera hallar pruebas en su contra o al responsable, si él no lo fuere, me
de lo necesario para poder, no sé si olvidar el tema, pero sí continuar
viviendo sin tenerlo presente en todo momento.
La jornada laboral fue intensa, por todas las tareas pendientes de
los días anteriores, en los cuales más allá de haber estado presente en la
oficina, laboralmente estuve ausente. Justo antes de retirarme Silvana me
pasa un llamado, de alguien que se había anunciado como “Leandro de
Tecnicorp una firma proveedora”, entonces:

163
-Buenas tardes, Leandro. ¿Qué precisas?
Un inmenso silencio por varios segundos obtuve como respuesta, cuando
estaba a punto de colgar una voz cascada, imposible de reconocer
respondió. Al primer tono escuchado pensé que se trataba de alguien
relacionado con la causa y el ataque en la cárcel, una amenaza tal vez,
pero…
-Hola Eze, soy Franco ¿Cómo estás?
Ahora fui yo quien hizo silencio mientras pensaba en el motivo por el cual
oculto su identidad y también el por qué del estado de su voz, no sonaba
afónico por un resfriado, obviamente elegí no hacer referencia alguna a
estas incógnitas.
- ¿Cómo estás Fran? Me alegra mucho escucharte.
-Me enteré de que me estuviste rastreando ¿pasó algo?
-Intenté no hacerlo, pero no pude evitar hacer referencia- Entre tu amigo
confundiéndome con la policía y vos diciéndome que te estuve
rastreando, me queda claro cuál es tu concepto de mí.
- ¡No jodas Ezequiel! ¿Pasó algo?
-Respiré profundo, lamenté lo dicho y con un tono súper conciliador
respondí- Pasó que sos mi hermano, me interesa saber cómo estas, nada
más. Como le dije a Lucas, tomar un café o una cerveza.
-Ah era eso.
-Si nada más, creo que no estás, ni estoy enojado por nada tan grave
como para no poder juntarnos a charlar. Solo nos han pasado cosas
fuertes que están colaborando a nuestro distanciamiento. No te estoy
pidiendo ser tu mejor amigo, ni que me confíes toda tu intimidad,
simplemente saber uno del otro.
- ¿Mami?
-Fue un puñal no obtener respuesta a todo mi planteo, pero esta vez pude
controlar mi impulso y no hice referencia- Bien, mucho mejor continúa
internada por su propia decisión. Esta de alta, pero teme volver a caer, de
hecho, hace una semana comenzó a salir a la peluquería, a comprar y
demás. Es como si fuese una abuelita viviendo en un asilo, con la
diferencia que ella es joven aún para esta realidad.
-Qué bueno.
La charla se extendió por unos minutos, en los cuales sus respuestas eran
casi todas monosilábicas e inaudibles como siempre, lo positivo fue
acordar encontrarnos en una hora en la puerta de hogar donde reside
mamá. Automáticamente cuando el llamado concluyó, apagué la
computadora y ya nada que no sea Franco ocupaba mi cerebro, con
calma, pero con mucha ansiedad, por como lo encontraría y por cuál sería

164
el resultado de nuestro encuentro teniendo en cuenta lo difíciles que
resultaron los últimos. Por momentos me hacía ilusiones con la posibilidad
de comenzar un nuevo vínculo, hasta cuando recordaba el tono con el cual
me llamó su amigo, la referencia escuchada acerca de su novia y dicha
ilusión se desvanecía. Mediante whatsapp le conté a Meli la novedad, ella
respondió con el emoji de la carita sonriente acompañado por un corazón
rosa.

La hora eterna pasó en la puerta del hogar tan nervioso como si


fuese a tener una cita con una chica por primera vez, me encontraba.
Como es su costumbre, media hora más tarde de lo acordado Franco
apareció, no hice referencia a dicha demora para evitar una mala
respuesta de entrada, aunque me fastidia sobremanera cuando me hacen
esperar. Lo abracé fuertemente, en un principio se resistió para luego
entregarse al cariño que le intentaba transmitir, no es la primera vez en la
cual reacciona así ante una demostración de afecto de mi parte. Al
desenroscar nuestros brazos y aunque soy consciente de la irritación que
le generaría, no pude evitar mirarlo de arriba abajo, su aspecto era aún
peor a la última imagen de él que permanecía guardada en mis retinas.
Estimo su peso no llegaría a los 55 kilos, sus rulos parecían no tocar el
agua hace demasiado tiempo, estaba pálido, su pantalón de jean casi no
tenía rastros del color azul por las manchas negras, supongo deberían ser
de grasa y para la escasa temperatura imperante, apenas traía un bucito
que parecía haber sacado de la basura. Contrariamente a lo esperado, al
percibir cómo lo observaba, él preguntó:
- Me veo muy mal, ¿no?
Su acotación me dejó mudo, pasaron varios segundos para que las
palabras pudieran salir de mi boca, en ese brevísimo tiempo, primero me
invadió el desconcierto, para luego dar lugar a una especie de alegría, se
dice que el primer paso para cambiar algo de nuestra vida es darse cuenta
de la existencia de un problema o algo para cambiar. Su mirada
penetrante me devolvió a la escena y respondí con tono jocoso:
- ¿La verdad?
-Y si…
-En realidad no te ves muy bien.
- ¿Te parece que me vea así?
-Hace tanto que no te ve…
-Sí, pero prefiero volver mañana un poco más presentable.
-Estoy de acuerdo, me parece perfecto. ¿Vamos a tomar un café?
-Dale.

165
Caminamos los cien metros que nos separaban del barcito, en el camino
ninguno hablo. Yo hacía lo imposible para disimular la felicidad provocada
por verlo darse cuenta de su aspecto y preocuparse por la impresión que
le pudiera causar a mami. Una vez dentro del café, la charla transitó por
carriles normales, como prácticamente no recuerdo haber tenido con él,
desde lo de nuestro padre, sin hacer referencia a sus amigos, novia ni
nada que pueda irritarlo. Hablamos de la evolución de mamá, la empresa,
del dinero transferido a su cuenta mensualmente de cual no estaba al
tanto, entre otras cosas. No había pasado más de media hora, cuando
argumentado tener cosas para hacer se levantó de la silla, con un gesto se
despidió y a través del cristal lo vi perderse entre la multitud.

Mis sensaciones eran medio contradictorias, estaba esperanzado con el


cumplimiento de su palabra: volver a encontrarnos al día siguiente,
teniendo un mejor aspecto para brindar una imagen más esperable por
parte de nuestra madre. Al mismo tiempo no podía dejar de pensar en el
modo en el cual se despidió, la charla fue muy amena, realmente me
provocaba felicidad escuchar su interés y sus respuestas. De repente,
como si hubiera recordado sus actitudes de siempre, agudizadas en el
último tiempo, su rostro cambió, su mirada se perdió y sin mucho más
para destacar se despidió, esto último teniendo en cuenta las situaciones
vividas, me hacía pensar en la posibilidad de ser plantado en una nueva
oportunidad por Franco.

Afortunadamente, aquella tarde tenía sesión de terapia, fue muy


productiva y me preparó para el posible desplante. Lentamente estaba
comenzando a darme cuenta de que no puedo hacerme cargo de las
decisiones de todos, aunque los ame, cada uno elige y es responsable de
dichas elecciones, yo no podía hacer más que todo lo posible para
ayudarlos, pero, en definitiva, cada uno el dueño de su propio destino. Esa
fue la conclusión arribada en sesión, no creo que se deba a esta en
particular, si no los resultados del tratamiento en general. La noche pasó,
Meli durmió en casa, temprano en la mañana nos despedimos, cada uno
comenzó con sus respectivas actividades. Recién cuando faltaba una hora
para el encuentro con Franco, los nervios se hicieron presentes, una
sonrisa esbocé y me felicité por mis progresos, antes, en igual situación
hubiese tenido una jornada fatal.

Seis de la tarde en punto, sentado en la misma mesa del día


anterior, me encontraba esperando a mi hermano, lamentablemente mis

166
dudas se convirtieron en realidad. Franco nunca llegó, no lo llamé, solo le
envié un whatsapp que no leyó, una vez más me sentí reconfortado por el
poco dolor provocado por este nuevo plantón. Estaba consiguiendo, que
la realidad imposible de modificar no domine mi vida. Entré al hogar a
visitar a mi madre, me sentía tan entero, que estuve a punto de contarle
lo acontecido con Franco y no lo hice, al retirarme me arrepentí de la
decisión tomada. Me prometí no dejar pasar más de uno o dos días sin
hacer referencia al hecho, en primer lugar, tiene derecho a saber cuál es
estado de su hijo y además ella se encuentra muy recuperada como para
estar al tanto de la realidad, fuera de las paredes del hogar que hoy la
hospedan.
Llamé a Fernando, mi mejor amigo y fuimos a cenar a una parrillita,
cerca de su trabajo, era una de esas de camioneros o gente de paso, lejos
estaba del glamour de los restaurantes del centro de Ramos, pero ofrecían
la mejor entraña, que al menos nosotros habíamos probado en toda la
vida. Fue la primera vez desde lo de papá, en que fui yo quien debió
brindarle el oído a alguien, hace ya más de un año que todas las personas,
las cercanas, las no tanto, me escucharon y consolaron intentando
trasmitirme su afecto. En esta oportunidad quien precisaba una mano
extendida era Fer. Su novia, con la cual estaban juntos desde los quince
había quedado embarazada, el amor era fuerte, se llevaban muy bien y
soñaban estar juntos para siempre, pero no era el momento adecuado
para ser padres para ninguno de los dos, a ambos les faltaba un año para
culminar sus carreras, habían proyectado hacer una maestría en Londres,
una vez obtenidos sus respectivos títulos. La llegada de un bebé era una
bendición, pero coartaba todos sus proyectos, el embarazo era reciente y
Loana estaba casi del todo convencida de interrumpir el mismo, Fernando
entendía y hasta estaba de acuerdo con los argumentos expuestos por su
novia, aunque no contaba con el valor necesario para tomar tan
trascendental decisión. Mi rol, aquella noche fue el de escucharlo, pienso
y estoy seguro de que cuando uno tiene tanta angustia contenida, precisa
solo una oreja dispuesta a escuchar sin juzgar. Mi opinión con respecto al
aborto es negativa, nunca podría ser partícipe de uno, pero quién soy para
juzgar las elecciones de las personas, me limité a decirle que la decisión de
interrumpir ese embarazo los acompañará hasta el último día de sus vidas,
esa fue mi única opinión o consejo.
Me fui para casa satisfecho y conforme por haber podido estar al
lado de mi amigo cuando me necesita, como hacía tiempo no ocurría,
fueron muchas las veces en las que ignoré sus mensajes y sin embargo
Fernando nunca esbozó alguna queja por mis desplantes. Siempre estuvo

167
ahí esperando el momento en cual yo lo necesité, hoy pude retribuirle
algo de su amistad, me sentía orgulloso de mis progresos.

A diario consultaba al abogado por novedades del recluso, si bien


este tema no ocupaba toda mi mente, no pasaba ni un día en donde no se
hiciera presente, la primera semana toda continuó igual. Con Franco no
intenté volver a comunicarme y tampoco lo hizo él conmigo, a mi madre le
había hecho mención de los últimos vínculos con mi hermano y le insistía
cotidianamente para que abandone el hogar.
Había comenzado la obra para la remodelación del departamento
de la calle Alsina, donde viviré con Melina. Se lo habían dado en parte de
pago a papá, hace varios años a cambio en unos lotes en Mar del Plata.
Nunca se le dio uso, por lo cual aparte de ser viejo, su estado no era el
mejor, nada imposible de modificar con buen gusto y algo de dinero, la
parte del buen gusto era aportada por Melina y afortunadamente las
turbulencias con ella, ya habían pasado.
A los quince días de la reyerta en el penal, bien temprano Eugenio
se apersonó en la oficina:
-Buen día, tengo novedades…
-Buen día, te escucho.
-El susodicho fue dado de alta y si bien permanece en el mismo penal, fue
cambiado de pabellón, en teoría, dicho cambio garantiza su integridad.
- ¡¿Teoría?!
-Quién garantiza dicha seguridad, es el servicio penitenciario federal, es lo
menos confiable en existencia dentro de todo el Estado.
-Para quedarse tranquilo…
-Es la triste realidad de nuestro país, como resultado de lo corrupto e
incapaz del sistema penitenciario, se obtiene la inseguridad reinante por
todos lados. Los gobernantes piensan o nos quieren hacer creer que la
mayor cantidad de policías en las calles causará un descenso en la
delincuencia, cuando el problema se encuentra en la justicia inoperante
que los juzga y las cárceles transformadas en escuelas del delito, entran
por robo de celulares y salen preparados para un homicidio calificado.
Perdón me fui por las ramas. Sabés, estaba pensando, teniendo en cuenta
lo culpable que resultaste después del ataque por él sufrido, si insistimos
en el encuentro, lo expondremos a nuevo incidente. Mi pregunta es: ¿Vale
la pena? Esta gente falla una vez, la próxima seguramente cumplirá su
objetivo y me parece que para como sos vos, te sentirás responsable y
cargar con su muerte será letal, cuando todavía no te recuperaste
totalmente de lo de tu papá.

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Ninguna palabra consiguió salir de mi boca, Eugenio, después de
indagarme en dos oportunidades por si me encontraba bien, sin obtener
respuesta alguna, mediante gesto comprendió mi preferencia por que se
retire.

No podía creer lo escuchado, durante los últimos días creía haber hallado
la calma tan ansiada, sin embargo, la noticia nubló mi mente como
sucedía antes, bronca, ira, tristeza, angustia y todos los adjetivos de
nuestro idioma que representen dolor, eran mis sentimientos. Pensaba
¿quién estaba detrás del homicidio, tanto poder tendría como para
asesinar dentro de un penal? Estaba totalmente convencido de que
alguien con esas características no podía conocer o haber tenido ninguna
relación con mi padre, ni en un ámbito personal, ni en uno de negocios.
Mientras manejaba sin rumbo maldiciendo al instigador, al asesino preso,
a la policía, al periodismo, a mi cabeza regresó aquella placa roja de un
canal de noticias, a los días del homicidio titulando “Posible ajuste de
cuentas”, entonces comprendí lo sucedido o por lo menos eso creí: ¿si
era un ajuste de cuentas entre gente realmente pesada, pero mi padre no
era el destinatario de esa bala? Se tienen que haber confundido. Me
afirmaba una y otra vez ¡Sí, eso pasó! Al mismo tiempo, comenzaba a
darme cuenta de que, sin la colaboración del preso, sería imposible arribar
a alguna pista para conocer quién era el destinatario de esos tiros y de la
exaltación por haber creído encontrar algo importante, pasaba al llanto
desconsolado.

De este modo la jornada transcurrió, afortunadamente esta vez no


conduje hacia ruta 2, no sé por dónde lo hice, pero terminé en la puerta
de la casa de Melina, ella no estaba, fue mi suegro el encargado de
devolverme la calma
Cuando estuve más tranquilo le conté todo lo acontecido, no solo estuvo
de acuerdo con mi hipótesis, sino que también, aunque apenas terminó de
decirlo se arrepintió, agregó: fueron a matar a tu tío, no a tu padre.
Inmediatamente se excusó por lo dicho, pidió disculpas y demás,
argumentando no tener pruebas para haber hecho semejante
aseveración. No hubo forma de sacarle el motivo por el cual hizo tal
afirmación, se apoyaba en la oscura vida de Horacio, como todos.
Más allá de no obtener ningún nuevo dato, su afirmación hizo
encajar cada una de las piezas del rompecabezas de dudas residente en mi
mente desde el día uno. Es clarísimo, se confundieron de titular de la

169
firma, rápidamente pasé de la angustia, a la euforia. Otra vez, en apenas
minutos, fue Osvaldo, mi suegro, quien me calmó haciéndome ver que no
tenía nada diferente a antes de tener esa charla, solo era un pensamiento
en el cual los dos coincidíamos en una hipótesis.
Melina llegó, fue su papá quién le brindó una reseña de cómo sucedieron
los hechos, omitiendo detalles de mi estado al estacionar frente a su casa.
Pasamos varios minutos, los tres analizando actitudes de mi tío, antes y
después del homicidio, cada detalle transformaba la hipótesis en más real,
aunque como Osvaldo, su hija repetía, la no existencia de pruebas.
Cenamos y me fui, Melina desde siempre se quedó a dormir en mi casa, en
cambio yo rara vez pernocté en la suya, no conozco el motivo, son esas
cosas de los padres con sus hijas mujeres.

Por más respiración consciente, pensar en cosas placenteras,


recordar lindos momentos con la familia, fue imposible conciliar el sueño.
Después de repasar todas las actitudes de mi tío, ya recordadas con mi
suegro en el auto, convenciéndome de tener razón, comencé a elaborar
planes para conseguir una confesión de mi tío, ninguno tenía asidero.
Creía que la única posibilidad para extorsionarlo era contarle a su esposa,
mi tía, y ahí recordaba no tener pruebas. Teniendo en cuenta lo sinestro y
manipulador de su persona, seguramente daría vuelta las cosas para
hacerme quedar como un desquiciado, lo cual no me importa, pero si me
alejase de escuchar la verdad de su boca. Además, siguiendo mi propia
hipótesis, él no sería responsable de nada, nadie puede ser culpable de
que lo quieran asesinar y lo confundan con otra persona. Entonces
comenzaba a analizar cada detalle nuevamente y me frustraba al no
encontrar ningún camino viable, para escuchar la verdad, aunque dicha
confesión no sirva para llevarlo a la cárcel, solo anhelaba oírla para cerrar
definitivamente la herida generada. A eso de las cuatro de la madrugada
recibí un signito de pregunta vía whatsapp, era Melina. A los instantes
comenzamos una charla hasta poco antes de que sol se asomara por la
ventana de mi cuarto. También ella, había arribado a la conclusión de la
imposibilidad de verlo encerrado, pues, aunque los hechos sean cono
nosotros creemos, él no cometió ningún delito. Al mismo tiempo
pensábamos, quizás la inexistencia de delito alguno, pueda motivarlo a
contar su verdad. No lo creía justo, pero saber el por qué lo mataron, para
mi significaría un montón.

Como era de esperase, cuando a las ocho de la mañana la alarma


sonó, no la escuché. Aparecí en la empresa pasado el mediodía, apenas

170
entré le pedí a Silvana la presencia del abogado en mi oficina. A los
minutos, con su acostumbrado elegante traje sentado frente a mí, estaba
Eugenio. En primer lugar, le ordené cortar todo tipo de vínculo con el
condenado. Aunque sea el asesino de mi padre, si lo matan por algo que
pueda relacionarse con mis acciones y yo lo sé de ante mano, me estaría
trasformando en algo parecido a él. Como muy bien el letrado me había
argumentado el día anterior, por mi modo de ser cargaría con la culpa de
por vida.
Después le comenté la hipótesis arribada con mi novia y mi suegro, si bien
le resultó verosímil, le restó importancia por la ausencia de delito. A veces
los abogados, se limitan a lo escrito por las leyes, en cambio para mí, saber
la verdad de los hechos es muy importante, más allá de no conducir a
nadie a la cárcel. Más tarde, Eugenio regresó esgrimiendo lo siguiente:
-Estuve pensando en tu hipótesis, cierra por todos lados. Desde el
momento cero, todos nos concentramos en lo oscuro de la vida de tu tío,
esas costumbres lo han llevado a relacionarse con gente pesada, vinculada
al delito de diferentes modos. Además de las actividades ilícitas a las
cuales el cuñado de tu padre pueda estar involucrado, su modo de
proceder estoy seguro de que le ha generado enemigos, no por problemas
de dinero, pero si por esa manera de ser, creyéndose el dueño del mundo.
Como ya hablamos en más de una oportunidad, todos nosotros hemos
padecido su falta de respeto y su insolencia, por nuestros principios no
nos generaba más que una rabieta. Como mucho algún empleado puede
haber renunciado por impotencia, pero en otro tipo de ámbitos cuando
uno se toma atribuciones que no le corresponden, se pueden llegar a
pagar con la vida. Sumado a su proceder posteriormente al homicidio,
como puede ser desaparición los días inmediatos, la salida de la empresa,
entre otras cosas, lo ubica en un lugar mínimamente sospechoso. En fin,
dándole crédito a tu hipótesis, si conseguimos la confesión de tu tío,
acerca de quién pudo haber querido matarlo, estaremos muy cerca de
conocer al autor intelectual.
-Precisé unos instantes para pensar y continuar con el diálogo- ¿Pero si
esta gente intentó asesinar en la cárcel, ¿cuál sería su reacción en nuestra
contra?
-En el caso de tener las pruebas para denunciarlos, será necesario pedir
custodia policial para vos y tu familia.
-En realidad, conocer la verdad me desvela, pero como dije en un
principio, nadie preso me devolverá a mi viejo. ¿Vos te imaginás lo
dificultoso que sería custodiar a mi hermano? Además ¿quién nos
garantiza que la misma custodia no termine deteniéndolo?

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- ¿¡Deteniéndolo!?
-Si, cambio mucho en los últimos tiempos, casi no tenemos contacto. Te
puedo asegurar que mínimamente, si no está involucrado en ilícitos él, su
entorno claramente si lo está.
-Pero, si siempre fue más bien retraído, ¿tanto cambió?
-Desde lo de papá, cambió radicalmente su modo de vestirse, de hablar,
tanto el tono, como el vocabulario, también modificó su entorno. Aunque
en realidad antes no se vinculaba con nadie y quienes lo rodean en la
actualidad, se parecen mucho a esa gente de la cual vos hablás con tantas
diferencias con nosotros.
- Vos apilás los problemas en tu vida…
-Y si, es lo que toca, por eso a veces colapso.
-Motivos sobran.
-Otra vez me tomé unos segundos antes de continuar hablando- Te voy a
pedir que pienses alguna estrategia para conseguir la confesión de mi tío,
tal vez encontrás algo desconocido por mí para convencerlo, utilizá tus
herramientas legales si son de utilidad, para presionarlo y/o extorsionarlo.
En caso de obtener lo buscado, no denunciaremos a nadie por todo lo que
eso podría implicar. Yo daría por cerrado el tema cuando conozca cómo y
por qué sucedieron los hechos, como ya hablamos, Horacio no es
responsable legal, denunciar a los otros implicaría riesgos a los cuales no
me interesa exponerme. Conocer la verdad sería suficiente para mí.
-Si es tu deseo, por mi está perfecto. Ya mismo me pongo a trabajar.

Cuando el abogado se retiró de la oficina, di por concluida la jornada


laboral, la cual en realidad prácticamente nunca había comenzado. De la
guantera del auto saqué los auriculares, del baúl la ropa del gimnasio,
hacía un año o más que dicha indumentaria no veía la luz y me fui a correr
a la plaza. Mi cuerpo acusó recibo de todo ese tiempo de inactividad, al
cabo de veinte minutos cambié el trote por una caminata ligera,
escuchando U2, analizando el día, más de una hora me la pasé disfrutando
del aire puro. Otra vez no encontraba las palabras para describir mi
estado, me generaba euforia y ansiedad pensar en la posibilidad de
conocer la verdad. Luego me frustraba al considerar imposible contar con
la colaboración de mi tío. Melina se acercó hasta donde yo estaba y nos
quedamos sentados sobre el césped, apenas llegó le comenté lo charlado
con el abogado. Entre la desconexión generada al mover el cuerpo, más la
compañía de mi novia, junto a la energía que el contacto con la naturaleza
brinda, todas esas raras sensaciones de cuando llegué a la plaza
desaparecieron.

172
Pasamos por casa, una ducha rápida y salimos para lo de mami,
luego al salón, para concluir la jornada visitando la obra del departamento
donde en algunos meses tendremos nuestro hogar. Pedimos comida
China, Melina se quedó a dormir en casa y al apoyar la cabeza en la
almohada, le agradecí a la vida cuánto más tranquilo me estoy tomando
las cosas, a pesar de lo difícil que sigue siendo todo, yo estoy más entero y
eso me permite poder controlar mis emociones

Los días fueron pasando, el tema de la confesión de mi tío, o mejor


dicho de cómo conseguirla, siempre estaba presente, aunque no
dominaba por completo mis pensamientos. La obra, los últimos detalles
para la fiesta, por fortuna eran quienes ocupaban mi mente, ni Franco
lograba correrme de mi eje, siguiendo los consejos de la psicóloga, trataba
de enfocarme en lo positivo.
Hasta que una madrugada mientras Melina dormía junto a mí,
despertó sobresaltada exclamando: ¡Ya sé cómo podrás conocer la verdad
de boca de tu tío! Eran las tres de la mañana, esa noche habíamos cenado
con vino, motivo por el cual estaba profundamente dormido, demoré
unos instantes en comprender lo que me estaba diciendo. Despertó
agitada y exaltada, se parecía mucho a uno de esos episodios padecidos
por mí, hasta hace un tiempito, al cabo de unos minutos cuando parecía
estar ubicada en tiempo y espacio, con mucha lentitud me explicó:
-Si con tus palabras volcadas en un papel, pudiste llegar al corazón, alma o
como quieras llamarle de un preso, cómo no vas a conmover a tu tío.
¡Debes escribirle una carta! No podés dejar de resaltar que no buscás una
condena legal, ni para él, ni para nadie. Explicándole que solo deseas
desde lo más profundo de tu ser, conocer la verdad para poder cerrar la
herida provocada por la muerte de tu papá.
Un silencio invadió la escena, realmente entre lo dormido que aún estaba
y lo apabullante que sonaron sus dichos no reaccioné y fue ella quien
continuó:
- ¿Estás seguro de querer conocer la verdad?
-Dubitativo- Sí.
- ¿Te conformarías solo con la verdad? Si no existe ninguna forma para
meterlo preso. Tal vez no sirva para nada, solo te genere odio.
- Ahora con seguridad- Lo sé. Imagino que después de conocer la verdad,
nunca más lo veré. Inicialmente como decís le guardaré rencor, odio tal
vez, pero no son diferentes mis sentimientos hacia él en la actualidad. Lo

173
único difícil será enfrentar a mamá, a ella si le va a generar mucho dolor,
no nos olvidemos que Horacio es el marido de su hermana.
-Podría ser lo más apropiado hablarlo con su psiquiatra antes de
contárselo a ella, seguramente nos ayude a reducir los daños.
-Es buena idea. Ahora, es muy loco esto…
- ¿Qué?
-En primer lugar, ambos estamos dando por cierta nuestra hipótesis y
como si eso fuera poco, tenemos tanta seguridad de la confesión de mi
tío, que evaluamos los posibles daños que le genere a mami.
-Y a vos también.
-Sí.
- Y si es muy loco, podría ser una verdad que queremos que sea cierta y la
argumentamos en nuestra cabeza para justificar nuestras afirmaciones. El
tiempo nos dará o no la razón, pero estoy completamente convencida de
la veracidad de nuestra hipótesis.

Después de tan intensa charla fue imposible conciliar el sueño, un millón


de pensamientos corrían una maratón dentro de mi cerebro, me
preguntaba cómo sería el día después de escuchar a mi tío ¿obtendría la
tan ansiada paz, cerraría la herida? Eran algunas de las dudas surgidas,
tampoco tenía la seguridad de conformarme solo con eso, tal vez después
quiera lograr ver entre rejas a todos, incluyendo a mi tío, con los riesgos
que ello implica teniendo en cuenta como procedieron con el condenado
dentro de la cárcel, era obvio cuál sería nuestro destino, si lo
denunciáramos.

A las cinco de la madrugada, Melina quien tampoco podía dormir,


con una euforia desconocida en ella, se levantó y a los minutos regresó
con un block de hojas y un bolígrafo, sin emitir sonido, con una seña me
invitó a levantarme, como es costumbre obedecí y al instante sentado en
el escritorio intentando escribir me encontraba. Inicialmente quisimos
redactar en conjunto, después del tercer entredicho, mi novia comprendió
mi imposibilidad para aceptar las críticas mientras intento escribir y a la
cocina se fue.
Ya, en soledad, sentado en el escritorio con la hoja en blanco frente a mí,
decidí cambiarla por la computadora. Entonces como generalmente
sucede cuando escribo mostrando mis sentimientos las palabras
comenzaron a verter desde lo más profundo de mi ser, sin poder
controlarlas y este fue el resultado:

174
Tío Horacio:
Imagino lo inesperada que será para vos recibir
esta carta, no sé por dónde comenzar, supongo que
desde el 16/06/16 es lo más apropiado.
Cuando asesinaron a mi padre y la policía
afirmó que no se trataba de un robo común, sumado
a las imágenes rescatadas de las cámaras de
seguridad, quedo clarísima la intención del
homicida de matarlo, mi padre no opuso resistencia
alguna, este tipo ni siquiera le sustrajo sus
pertenencias para desviar la investigación, su único
objetivo fue quitarle la vida. Siempre me resulto
inverosímil la posibilidad de que mi padre tuviera
enemigos y menos con características tales como
para mandar a matarlo. Yo mismo realicé una
especie de investigación, de todo su entorno: familia,
amigos, empleados, competencia, entre otros. De
todas esas personas, la única que generó desde un
principio algún tipo de duda fuiste vos, nunca pensé
que hayas sido el jefe del asesino o algo parecido,
pero siempre estuve completamente seguro de que de
algún modo estabas relacionado con el homicidio.
El tiempo pasó, mis sensaciones con respecto al
hallazgo del autor fueron mutando, desde el
desinterés a la búsqueda obsesiva. En fin, ya no
recuerdo bien como, pero el punto es que arribe a la
siguiente hipótesis de la cual estoy completamente
seguro: Para mí el destinario de aquella bala eras
vos y no mi padre. En tu caso, por tus actividades y tu
entorno seguramente debes haberte ganado
enemigos de esta calaña, el trabajo del homicida fue
asesinar a uno de los dos socios de la firma
INDUSTRIAS PLÁSTICAS ARGENTINA, evidentemente
equivoco el destinatario. Como te imaginaras, no te
estoy acusando de ningún delito, de hecho, no existe
ilícito alguno, nadie es culpable de que lo quieran

175
matar… Tampoco busco hallar a quienes ordenaron
el trabajo, cuando lo intente casi asesinan a su
propio empleado, por llamarlo de alguna manera.
En fin, deseo desde lo más profundo de mi ser
escuchar de tu boca cómo fueron los hechos, estoy
seguro de que los conoces a la perfección, tu extraño
proceder a posteriori del homicidio, sumado al
alejamiento de la empresa son consecuencia de tu
relación involuntaria con el asesinato. La búsqueda
de la verdad es, mi único objetivo para poder cerrar
la herida, si lo crees necesario esto quedará entre
nosotros, no debe enterase ni mi madre, ni la tía,
solo preciso la VERDAD.

PD. No deseo denunciarte ni a vos, ni a nadie.


Ezequiel

Para cuando terminé de escribir, el sol ya inundaba de claridad el


cuarto, después de quedarnos acostados releyendo una y otra vez la carta,
nos levantamos. Desayuno mediante, con una enorme taza de café para
intentar despertarnos, cada uno arrancó para sus respectivas obligaciones.
Entre las pocas horas de sueño, sumado a la ansiedad, más allá de mi
presencia en la oficina, mi predisposición al trabajo fue nula. Mis
pensamientos se enfocaban en cuál era mejor manera de hacerle llegar, lo
escrito al tío. Después de mucho analizarlo, decidí enviárselo por el cadete
de la empresa, entregándoselo en mano con su firma acusando recepción,
no era muy acostumbrado enviarle documentación con este requisito,
pero en alguna oportunidad se había utilizado el mencionado método.
Agustín, el cadete, debía regresar tantas veces como resulte necesario
para entregarle dicho sobre en mano. Recién después de cuatro días,
Agustín lo encontró en su casa y pudo entregarle el escrito en mano. No
cuento con la capacidad necesaria para poder describir mis sensaciones,
cuando el cadete me entregó la constancia acreditando que mi tío tenía
en su poderla carta y seguramente ya la había leído. Estuve a punto de
llamarlo. Si no hubiese sido por Melina lo hubiera hecho, ella tenía razón:
si yo espero una confesión, si así se la podría llamar, la presión solo

176
generará alejarme de tener la posibilidad de escuchar de su boca la
verdad.

Sin el grado de excitación de hace un tiempo, pero con una


ansiedad desbordante los días fueron pasando, vivía pendiente del celular,
chequeaba su último uso de whatsapp a cada momento. Llamé al teléfono
fijo de su casa con la excusa de hablar con mi tía acerca de mi madre.
Atendió él, el diálogo fue breve como siempre, con un trato totalmente
normal y ninguna referencia hizo al tema. Mientras volvía a revisar el
recibo con su firma, acusando recepción de la carta, confirmaba su
cinismo y al mismo tiempo me convencía de tener algo de razón en lo
escrito hacía días, si mis afirmaciones estuviesen lejos de la realidad
debería haberse ofendido o mínimamente exigirme explicaciones. Nada
de lo planeado sucedía, no solo no estaba conociendo la verdad, sino que
además convivía con su silencio, torturándome aún más que antes de
pensar en tener la posibilidad de escucharlo. La esperanza de recibir su
llamado se fue desvaneciendo con el paso de los días, hasta que mediante
otra excusa me acerqué a su casa. Lo miré fijamente a los ojos, no se
inmutó, no podía creer su maldad y su frialdad para poder sostenerme la
mirada, conociendo cuáles son mis pensamientos hacia él, por momento
la ira me impulsaba a enfrentarlo. Luego y con ayuda de mi novia concluía
lo inconducente que eso sería, no admitiría nada y solo serviría para
generarme más bronca.
Más allá de la tensión vivida en las últimas semanas, el tema no
logró desviarme del sendero de tranquilidad que había comenzado a
transitar desde hacía algún tiempo, nunca dejé de juntarme con los chicos,
ni suspendí ninguna de las actividades retomadas. Además, me aferré
mucho a los últimos detalles para el casamiento y la finalización de la obra
en el dpto. Recién cuando poco más de un mes, había pasado desde el día
en cual el cadete regresó a la oficina con la firma estampada en el recibo
acusando recepción de la carta, tomé conciencia que el bendito llamado
de mi tío nunca llegaría. Si bien esta nula reacción de su parte era casi una
confirmación de mi hipótesis, pues como dice el dicho: “el que calla
otorga”. Al escribirle me había ilusionado muchísimo con la posibilidad de
conocer exactamente cómo fueron los hechos.
Solo Melina, su padre, y el abogado conocían nuestra hipótesis, más
de una vez estuve a punto de contársela a mamá, pero sin conocer el
motivo desistía. Una noche cenando con Fernando, en la acostumbrada
parrilla posterior al futbol, con alguna cervecita de más, le comenté todo
lo pensado, también lo de la carta, para mi sorpresa o quizás no tanto, al

177
escucharme no solo convalidó mis dichos, si no que aseguró haber
pensado alguna hipótesis muy similar desde el primer momento.
Evidentemente mi tío tenía algún grado de involucramiento o era
víctima de su muy mala fama, el abogado, Melina, mi suegro y ahora
también Fer, no solo avalan mis dichos, si no que desde el día del
homicidio tuvieron las mismas dudas que yo. Más allá de ir
convenciéndome de no recibir nunca mención al respecto por parte de mi
tío, no pasaba día en el cual no se encienda en algún lugar de mi ser una
lucecita de esperanza, que al terminar la jornada se esfumaba
rápidamente.

El tiempo fue pasando, varios intentos realicé para lograr un


acercamiento con Franco, nunca prosperaron. No había modo de hacerme
a la idea de no contar con su presencia el día de la boda.
Lamentablemente, esa era una posibilidad cada vez más certera, nunca
conseguí más de un segundo contacto, es decir hablábamos en muy
buenos términos, combinábamos algo para el día siguiente y siempre
terminaba sin venir, tampoco respondía mis llamados, me fui
acostumbrando a estos desplantes, aunque nunca dejaron de generarme
dolor.
A mamá los preparativos para el casamiento, su ropa, las citas con
modistas, peluqueras y demás, siempre acompañada por Melina y/o su
madre le hicieron realmente mucho bien. Básicamente tener algo en qué
pensar hacia el futuro inmediato fue el motor de su recuperación. A tal
punto, que, en más de una oportunidad, después de sus entrevistas con la
modista, eligió quedarse a dormir en el departamento de Avenida de
Mayo, por razones obvias prefirió ese domicilio en lugar de casa, tampoco
aceptó mi compañía, dichas situaciones me generaron mucha felicidad.
Cuando faltaban dos días para el casamiento, le envié a Franco un
mensaje de audio de esos que no me gustan escuchar cuando recibo, por
su extensión, duraba como cuatro minutos. En él, le expliqué lo
importante que era para mí su presencia, le brindé mi comprensión ante
sus actitudes desde el día del homicidio y prácticamente le rogué que
viniese, lo escuchó, pero nunca respondió.

4 de marzo de 2018, tres meses pasaron desde el día de la


recepción de la carta y casi dos años del homicidio de mi padre. La jornada
más feliz e importante de mi vida estaba comenzando, en algunas horas
estaría casado con la mujer de mis sueños. Sin embargo, como sucede
desde cuando mataron a mi padre, no importa lo bueno y trascendente

178
que esté sucediendo, esa sensación angustiosa de desazón aparece, nunca
nadie está preparado para la pérdida de un ser querido, pero estas
circunstancias no naturales acrecientan el dolor. El silencio de mi tío
colabora para que dicha sensación de impotencia permanezca instalada
en mis sentimientos.

A un costado del altar, del brazo de mi madre, mirando hacia la


extensa alfombra roja, observaba la gente ocupando los bancos,
esperando la entrada de Melina. Como lo había pensado desde un
principio, cuando empezamos a confeccionar la lista de invitados, de mi
familia solo estaba mi madre, su hermana y mi tío, teniendo en cuenta
cuál es mi pensamiento con respecto a este último, sumado a la escasa o
nula relación con mi tía, estoy en condiciones de asegurar que la única
familia de mi parte, presente en esa iglesia era mi madre. Al cabo de unos
minutos, advertidos no sé por quién, los familiares de Meli comenzaron a
pasarse a la otra hilera de asientos, puesto que, del lado acostumbrado
para los familiares del novio, solo estaban ocupadas las dos primeras
bancas. Lamentablemente, por más que una vaga ilusión guardaba, la
ausencia de mi hermano no me sorprendió.

21:30 hs. la marcha nupcial comenzó a sonar, las puertas se abrieron y la


novia más hermosa del mundo apareció, todo el alrededor dejó de existir
al menos para mí, bella como siempre y con una sonrisa sobrepasando los
límites de su rostro, caminó hacia el altar de la mano de su padre. Yo
puedo asegurar haber sentido la presencia del mío sosteniéndole la otra
mano. Apenas el sacerdote culminó su alocución afirmando que éramos
marido y mujer, ambos comenzamos a llorar. Eran lágrimas de emoción y
también de desahogo, fueron tiempos muy duros los transcurridos hasta
llegar a este día.
La fiesta salió tal cual lo habíamos planeado, ningún detalle quedó librado
al azar, debo reconocer, que todo fue así por exclusivo mérito de Melina.
Pasadas las seis del mañana directo del salón nos dirigimos hacia el
aeropuerto, nuestro avión partía hacia Bahamas a las 10:30hs.

La luna de miel fue tan perfecta como la fiesta, veinte días


inolvidables, durante los cuales la angustia imperante en mí no logró
mellar ni por un segundo los mágicos días vividos.
Al regreso, me llevé la grata sorpresa de que mi madre se había en
instalado en su departamento. Igualmente, pidió continuar abonando los
servicios del hospital, en caso de necesidad podría pernoctar en el

179
psiquiátrico evitando recaídas, el tiempo se fue encargando las cosas. Por
decisión solo mía y de mi madre, dada la imposibilidad de comunicarse
con Franco, pusimos en venta la casa de la calle Artigas, quizás quitar de
nuestras vidas ese inmueble nos ayude a sanar. Mamá volvió a vincularse
con sus amigas y generarse actividades para combatir la soledad, no
pasaba día en el cual no le ofreciera colaborar en todo lo necesario para la
reapertura de su gimnasio, en teoría, posteriormente a restablecer la
relación con Franco, dicha reinauguración sería un hecho.

En abril regresé a la Universidad para cursar una de las dos materias


pendientes, la restante tendría lugar en el segundo cuatrimestre.
Diciembre de ese mismo año tuve mi ceremonia de colación, hubiera dado
todo y más por ver a mi padre desde el escenario, cuando estaba
recibiendo mi diploma, creo haber terminado la carrera en su honor, por
su mandato y por todas las veces que lo escuché decir: Siempre para un
profesional la vida es menos complicada. A diario recordaba sus frases,
sin embargo, cuando lo tenía a mi lado les restaba importancia, aunque
evidentemente se alojaron muy dentro de mí.
Para el cuatro el marzo, cuando cumplimos un año de casados,
renté el mismo barquito de la noche en la cual nos propusimos
casamiento, dicha embarcación fue testigo de otra gran noticia para los
dos. Las dos rayitas indicaban que, aunque no lo estábamos buscando, en
nueve meses seríamos padres, exprofeso esperamos dos días más de lo
adecuado para realizar el test, cuando en el Río de La Plata estemos
navegando.
Como ya dije, el tiempo iba acomodando las cosas, pero no pasaba día,
por más feliz que pueda estar, en que no recuerde el ruido del disparo, su
cuerpo rebotando contra la camilla, al mismo tiempo también que
recordaba la charla pendiente con mi tío que quizás nunca tendré.

Treinta y seis semanas más tarde, con lágrimas en los ojos y una
emoción nunca experimentada en toda mi vida, recibía en mis brazos en la
sala de parto a Julieta, quien al segundo de nacida me hizo comprender el
amor del cual mi padre tanto me hablaba, eterno e indescriptible.
Algunas semanas después, cuando me reincorporé al trabajo, por
Silvana me enteré de la enfermedad de mi tío, creo no haberlo vuelto a
ver después de la noche del casamiento. Una pequeña brisa de placer me
corrió por el cuerpo, no me gustó tener dicho sentimiento, pero no fui
capaz de restringirlo. Evidentemente la charla tan anhelada, como hace

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tiempo creía, nunca se daría. Todo ese día corrió por mi cabeza la idea de
ir a visitarlo y preguntárselo directamente.
Al salir de la oficina, fue imposible alejar de mi cerebro esa posibilidad, ni
la presencia de Julieta conseguía disipar la idea. A los días, fue mami
quien me comentó la gravedad del estado de Horacio, tampoco lamenté
dicha situación. Cuando su estado se volvió irreversible, para mi sorpresa,
él mismo pidió mi presencia.
La ansiedad me invadió, también el miedo, estaba complemente
seguro de que escucharía la verdad, si no, para que quisiese verme, nada
nos unió nunca y menos aún después de la muerte de papá. A las horas
de enterarme de su intención de verme, me dirigí al sanatorio, en el
pasillo estaba mi primo, hacía años que no lo veía, después de un breve
intercambio con él, sin interés de ambos por extender el diálogo, ingresé a
la habitación

El estado de Horacio era tal cual lo había descripto mi madre, estaba


extremadamente flaco y demacrado, a pesar de eso, en sus ojos tristes no
se ocultaba su mirada siniestra. Tenía la bigotera con oxígeno, recién en
ese momento sentí un poquito de lástima, las palabras no me salían y a
pesar de que el volumen de su voz era casi imperceptible, fue él quien
comenzó:
-Ezequiel ¿sabés por qué quise verte?
-Puedo imaginarlo.
- Teniendo en cuenta las circunstancias, me pareció justo darte la
respuesta que hace tiempo buscaste cuando me escribiste. Tenías razón,
el muerto debí haber sido yo, se equivocaron y por eso mataron a
Marcelo, pero yo no tuve nada que ver. Por eso después del crimen
intenté por todos los medios alejarme de todo y de todos. Tal vez no me
creas, pero intenté cuidarte, temí que te hicieran algo, por eso me retiré
de la empresa.
-Irónico- Gracias.

Un largo silencio se instaló en la escena, una maraña de sentimientos se


me pasaba por la cabeza, por un momento sentí el impulso de tomarlo del
cuello como para pegarle o no sé qué. Lo observaba en esa cama y
después de lo que había dicho pareció no inmutarse, ni en su lecho de
muerte, se pudo volver un poco humano y de repente si darme cuenta le
pregunté.

- ¿Por qué esperaste hasta este momento para contarme?

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-Porque no…

Otra vez, precisé unos largos segundos para frenar la ira que me invadía, al
ver cómo detuvo su relato. Y acoté:
- ¿Por qué te querían matar?
-Entre otras cosas. ¿No los vas a buscar?
-Para nada, como escribí hace tiempo, solo la verdad precisa para cerrar la
herida. Además, en caso de poder denunciarlos, después del poder
demostrado con lo que hicieron en la cárcel, sería un suicidio.
-Es lo más conveniente.
-Por qué lo mataron. -con tono imperativo-.
-Una boludez. Era para mí, ya te lo dije.
-Tal grande era la boludez como para terminar con la vida de mi padre.
Cuando escribí, te rogué por la verdad…
- Me acosté con la mujer de un preso.
- ¿Por eso quiso matarte?
-El problema fue que lo conocía, en ese ambiente hacer eso es falta de
códigos, a veces, se pagan con la vida.

Sin decir una palabra, sin tan siquiera mirarlo, me levanté del
banquito donde estaba sentado y de la habitación me retiré, tampoco
saludé a mi primo al pasar por el pasillo hacia el ascensor.
Me subí al coche y como ya sucedió en varias oportunidades
conduje sin rumbo, después de horas dando vueltas sin tener conciencia
de mis acciones, terminé en la puerta de la casa que me vio crecer. El
pasto alto, todas las persianas herméticamente cerradas, un motón de
panfletos publicitarios tirados en el porche y un cartel de venta agarrado
de la oxidada reja. Las lágrimas desbordaban mis ojos como cataratas y los
recuerdos de cada instante vivido en esa casa se me venían a la mente, no
podía creer cómo por un error, pudieron terminar con una familia.
Al cabo de un largo rato, no tengo idea cuándo, ni cómo se enteró,
dónde yo estaba, Melina estacionó detrás de mí. Subió a mi auto, no
hicieron falta las palabras para que comprendiera todo, no fundimos en
un abrazo eterno y cuando desenroscamos nuestros brazos, tomé mi
celular y comencé a sacarle fotos a la casa, Melina sorprendida me
preguntó qué hacía:

-Para cuando Julieta sea grande, seguramente esta casa esté transformada
en un edificio y quiero que conozca dónde su papá, la familia Villán fue
feliz. Hasta que un fatídico día, por decisión de un tercero, en solo un

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instante, nos arrancaron todo lo construido, fue un segundo, fue una
noticia de los diarios de la mañana siguiente, fue un velorio
multitudinario. Pero ese instante para nosotros duró y durará hasta el día
de nuestra partida, nada volvió, ni volverá a ser igual.

FIN

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