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ANOMIA (ανομια)

1 Juan 3:4: “El pecado es anomia”. La idea de que la palabra ανομια (anomia, sin ley)
nunca significa en el Nuevo Testamento «la condición de una persona que vive sin ley»
sino que siempre significa la condición o la acción de alguien que actúa en contra de la
ley, es un completo error. Pues este concepto se expresa mediante el término παρανομια
(como verbo en Hechos 23:30 y como nombre en 2 Pedro 2:16). El término usual para
tal violación o trasgresión de la ley es παραβασις (Romanos 2:23; 4:15; 5:14, etc.). La
verdad es que ανομια es una palabra de significado más amplio y profundo, como lo
aprendemos en 1 Juan 3:4. Aquí los revisores de la RV (1881) reivindicaron finalmente
el pensamiento de Dios de la oscura nube en la cual la teología había mantenido oculta
la verdad por tanto tiempo. El pecado no es trasgresión de la ley, sino la anomia (su
ausencia) y la anomia es pecado. Se trata de una proposición convertible o de
correspondencia recíproca, en la que el sujeto se halla identificado con el predicado. Por
tal motivo, precisamente donde «no hay ley» hallamos la expresión ανομια
(propiamente hablando). (The Epistles to the Thessalonians, p. 149-150).

A duras penas se halla un versículo del Nuevo Testamento más pervertido —si podemos
expresarlo así— o que haya producido tantas interpretaciones equivocadas que éste.
Tómese por ejemplo la KJV, por lo general tan excelente, y se verá claramente cómo se
ha apartado tristemente del evidente pensamiento de Dios en su único significado
legítimo (Exp. of Epist. of John, p. 175). No hay ninguna alusión a transgresión de la
ley. Tal vez no haya una peor traducción que ésta en todo el Nuevo Testamento, ni otra
palabra respecto de la cual hasta los mismos eruditos hayan sido más lerdos. Se declara
que el pecado es la anomia. Sin lugar a dudas, puede asegurarse que el apóstol no define
el pecado como «la transgresión de la ley». Ésta es una falsa versión que carece de todo
justificativo. Estoy absolutamente persuadido de que cuanto más un hombre entienda la
Palabra de Dios en general o el lenguaje en el que Juan escribió, tanto menos dudará en
reconocer esto. Es comprensible que una persona que recién esté aprendiendo a
deletrear el griego y que se valga de la KJV para traducirlo, tenga dificultades acerca del
asunto. Pero es difícil entender cómo una persona honesta y libre de prejuicios, que
conoce el lenguaje, pueda tener la menor duda al respecto. ¿Acaso estoy insinuando que
nuestros traductores no fueron hombres íntegros, capaces, eruditos y piadosos? Ellos
estuvieron en dificultades para nada insignificantes, pero intentaron hacer lo mejor que
pudieron. Posiblemente nunca prestaron atención a este detalle. Hasta hombres
inteligentes todavía estaban considerablemente confundidos por las peleas tanto de su
día como de tiempos pasados. Pero en lugar de descubrir las faltas en ellos o de admitir
como cierto todo lo que dijeron, lo que debemos hacer es sacar provecho de todo lo que
sea bueno y verdadero, y, al mismo tiempo, reparar en todos los errores que otros hayan
cometido.
Sostengo, pues, no sólo que este término no tiene tal significado, sino que escapa
totalmente al alcance del pasaje y al hilo del razonamiento del apóstol… Lo que lo
reviste de importancia práctica, así como dogmática, es el hecho de que el punto de
vista tradicional acarrea el concomitante error de que la ley está siempre vigente para
toda expresión necesaria del pensamiento y de la voluntad de Dios. Pero por muchos
pasajes de la Escritura sabemos que esto no es cierto. La Biblia dice de manera
absolutamente explícita que una nación particular estuvo bajo la ley, y que el resto de la
humanidad no tuvo esa posición, aunque era responsable sobre su propio terreno (véase
Romanos 2:12-15; 3:19). Aquí, pues, la traducción no puede ser la correcta, la cual
contradice otros pasajes de la Sagrada Escritura. Pues si la versión tradicional de 1 Juan
3:4 fuese cierta, el resto de la humanidad aparte de los judíos no podrían haber sido
pecadores en absoluto, por cuanto no estuvieron bajo la ley. Por eso es evidente que este
error torna irremediablemente confusa toda la doctrina acerca del pecado y de los
caminos de Dios con los hombres, oscureciendo necesariamente algunas partes vitales
de la Palabra de Dios en cuanto al pasado, presente y futuro… De nuevo, si tomamos
Romanos 4:15 y 5:13-14, todos quedarían perplejos si se introdujera la versión
tradicional de 1 Juan 3:4, pues se seguiría entonces que no hubo pecado por cuanto éste
no tuvo la forma de una transgresión de la ley entre Adán —quien tuvo una ley— y
Moisés, por quien la ley fue dada. Así de fatal puede ser un error de traducción de la
Escritura. En efecto, en la práctica debilita el sentido de lo que es el pecado a lo largo y
a lo ancho de toda la cristiandad, y muchos han caído en un error similar al de nuestros
traductores. Es, pues, algo tan seguro como importante ver que el pecado abarca mucho
más que una transgresión de la ley (Lect. Intro. to Acts, Cath. Epist. and Rev., p. 12-15).

El pecado no se limita en absoluto al crimen o al mal manifiesto. La traducción de la


KJV de 1 Juan 3:4 “el pecado es la transgresión de la ley”, es maliciosa e
inequívocamente falsa. Millones de personas han derivado de ella su noción del pecado,
cayendo así en los graves errores de ignorar vastos aspectos de la realidad del pecado,
por un lado, y de argüir, por otro, que todos los hombres deben de estar bajo la ley,
puesto que es cierto que todos pecaron. Pero todo razonamiento semejante se deriva de
un falso principio. Pues el verdadero significado de la declaración del apóstol es que “el
pecado es la anomia”, esto es, el mucho más amplio y sutil mal de hacer un hombre su
propia voluntad sin la comprobación de la autoridad divinamente impuesta. En la RV se
ha traducido correctamente “el pecado es la ausencia de ley”, lo cual es absolutamente
cierto y se aplica a toda la humanidad independientemente de si se haya conocido la ley
o no. Toda transgresión de la ley es pecado, pero todo pecado está lejos de ser
transgresión de la ley. Por eso los judíos son llamados “transgresores”, pues ellos,
distintamente, estuvieron bajo la ley; mientras que la Escritura habla de los gentiles
como “pecadores” y no como “transgresores”, que es lo que hubieran sido si todos los
hombres hubiesen estado por igual bajo la ley (Bible Treasury N3:244).

Pocos errores de traducción han causado un más extenso y profundo daño que el de 1
Juan 3:4. El verdadero sentido es: “El pecado es la ausencia de ley”. La violación de un
positivo mandamiento no es simplemente ανομια, sino παραβασις νομου, una idea
totalmente diferente y a veces contraria, como en Romanos 2:12. Ανομια naturalmente
incluye toda infracción de la ley, pero su sentido es incomparablemente más amplio, e
incluye todo ejercicio de la voluntad propia, donde y cuando pueda no haber ningún
requerimiento promulgado. Esto explica la universalidad del pecado desde la caída
según la Escritura; como el apóstol lo prueba respecto de aquellos que murieron entre
Adán y Moisés, por más que no hayan tenido ningún código conocido ni mandamiento
alguno de parte de Dios. Por tal motivo, donde no hay ley, no puede haber
necesariamente ninguna transgresión. Sin embargo, sería erróneo y perverso deducir por
ello que, donde no hay ley, no hay pecado (compárese Romanos 4:15 y 5:13-14.). En
todo este punto, los comentaristas modernos tienen tanta falta de luz como los Padres o
los escolásticos. El error común en cuanto a la ley naturalmente condujo a un sistema
erróneo tanto en lo que respecta a la justificación como a la norma de conducta cristiana
(Bible Treasury 20:328).

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