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Conversaciones o la condición trágica del amor

A modo de prólogo
En nombre del amor se han desatado guerras como
las narradas por el poeta Homero en la Illiada o la
Odisea, así como también los duelos más trágicos
entre Montescos y Capuletos que se reflejaron en
la literatura de Shakespeare. No resulta sencillo
transitar sobre los temas que han ocupado a tantos
pensadores y escritores desde los tiempos más
pretéritos, en especial cuando se trata de cuestiones
que a pesar de los siglos han permanecido perennes y
con una actualidad omnipresente, arrolladora en todo
momento.
¿Qué es el amor? ¿es posible conocerse a uno mismo
y a partir de allí conquistar aquello que amamos?
¿ porque nos enamoramos?; son algunas de las
preguntas que permanentemente replantean y
resignifican a lo largo de las páginas. Su autor,
nos invita reflexionar de una manera honesta y
desprejuiciada en este libro, independientemente de
la idea que de ello previamente se tenga, ya que como
bien afirma “ todos en algún momento de nuestras
vidas, amamos y fuimos amados”.
Los valores masculinos de la sociedad patriarcal
cincelaron por milenios una mujer a la medida
cuyo resultante en el moderno capitalismo fue la
cosificación de la mujer, educada a la medida de
la necesidad masculina para perpetuar el linaje y
realizar sus deseos. La virginidad, la abnegación de
la esposa, implícita en la mentada realización de lo
materno y lo moral, son situados en las antípodas
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del ideario que adquirió la prostitución a la mundana


presencia destinada al placer varonil.
Es indudable que en cuestiones de cavilaciones sobre
cuestiones amorosas, el ideal platónico marcó una
línea claramente definida y que fuera expresada tan
magistralmente en el diálogos que el filosofo adopto
como tema principal del “Banquete”. Sin embargo
parece seguir intacto el significado del concepto de
“amor platónico”, se acuño atribuyéndole con ello
una significación de la idealización extrema, la que
a su vez contrasta con el sentido del “amor epocal”.
Desde la época de los griegos, la sociedad
occidental mutó, así como sus mandatos, los
cuales muchos desaparecieron mientras que
otros fueron institucionalizados, normatizados y
pautados socialmente. Así también la regulación
de las relaciones humanas de reproducción
social con su inevitable desenlace: el amor
sepultado por una caterva de jurisprudencias.
El autor define como la esencia del amor a la libertad
así como el abandono del temor como sentidos
de la orientación de esa pulsión de vida. En el
matrimonio se consuma sin embargo tanto en
hombres como en mujeres la transformación del
inicial deseo de permanecer juntos, en un yugo de
cargas, obligaciones bajo un imperativo de mandatos
sociales. Es entonces cuando define la experiencia
que se torna una carga para los amantes que una
vez confundidos tienden a opacar sus mas prístinos
sentimientos para someterlos a los mandatos
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Conversaciones o la condición trágica del amor

sociales y de las instituciones que regulan al acto de


“ vivir juntos”.
El autor explora en todas las acepciones y posibilidades
del amor, desde las formas más disonantes al rol
tradicional preestablecido de la pareja heterosexual
en su formato “hombre a la calle” y “ mujer al
hogar” con sus consecuencias que repercuten en el
sentimiento amoroso, el cual que tiende a pasar a
un segundo, tercero y cuarto plano. Expone con una
prosa descarnada la cotidianeidad entre un esposo
y su mujer a quienes la dicha inicial, comienza a ser
opacada lentamente por el mundo de los compromisos
con la sociedad.
Una vez sumergidos en los primeros capítulos del
libro, el hilo de las cavilaciones nos envuelve en
torno a la poesía, las múltiples manifestaciones del
amor y la pasión donde el arte de amar nos remite a
reflexiones que atraviesan temas ya abordados por los
más diversos pensadores que van desde los clásicos
(el eros) pero también traspasan a los modernos (los
imperativos categóricos) así como a los posmodernos
(las relaciones de poder). Las consideraciones siguen
el curso que van más allá de las idealizaciones de los
sentidos y sus inevitables severos cruces de la realidad
que despiertan con el don de la palabra a los amantes
a la crudeza del realismo pronto distingue a la mujer
idealizada de la mujer concreta -y viceversa-.
El autor explora en los diversos temas considerados
tabúes y deja un espacio de creación abierta a cada
lector para adaptarlo a la esfera privada particular
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en la que muchas veces coexisten realidades


antagónicas donde se conjugan las experiencias y
las historias individuales. También el significado de
los juegos de nuestra niñez adquiere una relectura en
perspectiva freudiana, que revelan una vez más los
mandatos subyacentes que luego se expresan en las
represiones que en la vida adulta, los que procuran
suprimir las vivencias y llaman a cumplir a cabalidad
las proyecciones de roles en los juegos de cuando
éramos niños: ser mama y a ser papa, ser esposas y
esposos.
La homosexualidad masculina y femenina, la
genitalidad, la bisexualidad, la heterosexualidad, el
matrimonio tradicional, el igualitario son pasados por
el tamiz de la razón e igualmente objeto de reflexión
en todas sus manifestaciones posibles. En igual
sentido, los estereotipos que se imponen a la mujer
y su supuesta misión procreadora para condicionarla
al hogar y la cocina, desestimando así otras tareas o
profesiones para nada incompatibles con su gracia y
feminidad.
La reflexión surge de la confusión, esta hace surgir
a las preguntas, cuya meditación trasmuta como
los alquimistas y se transforma en el pan cotidiano
del sabio. La rutina una vez trasmutada en hastío,
finalmente hizo que la ruptura entre los antiguos
amantes fuera inevitable, aunque en el medio…
estaban los hijos. No aceptar estereotipos, ir contra
las certezas, cuestionarnos sobre el significado de la .
otredad, es la fuente de reflexión de esta obra.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Dr. Alcaráz, Alberto Daniel. Prof. Regular.


Filosofía/ Introducción a la Filosofía. Carreras
de Licenciatura y Profesorado en Historia.
Licenciatura en Antropología Social. Universidad
Nacional de Misiones. Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales

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Introducción

En algún momento de nuestras vidas, amamos y fuimos


amados, por ello el amor tal vez comparta con la vida y la
muerte, el trípode impuesto al ser humano. Ahora,
¿guarda alguna relación ese amor con los relatos
amorosos precedidos? No lo sabremos nunca, pues la
experiencia una vez más se muestra intransferible.
Sin embargo, hay algo claro: el relato, la palabra, la
metáfora, el poema de hoy nos señalan el incursionar
del hombre en ese espacio vital del llamado amoroso.
Si su vivencia se corresponde o no con tales relatos,
si este llamado se vive con la misma intensidad y
sentido de antaño, eso dependerá del significado del
amor epocal.
Por amor epocal queremos significar el cambio
experimentado del amor según tiempo y espacio, con
una forma, sentido o contenido sujeto a un contexto
pertinente. Desde allí devendrá realidad estructurada en
un sistema cohesivo y dispuesto entramado vivencial.
Ahora bien, tal significado sujeto a cada época solo
tendrá en cuenta la generalidad, por ello el amor
será estructurado y pensado vínculo social como
algo general. Una brecha señala la diferencia
entre cohesión y experiencia del amor, porque el
aspecto particular o privado de lo amoroso no será
de importancia si no cumple su sentido cohesivo de
fondo. Por ello, tal vez los relatos y el significado
hablen de la forma del ejercido amor epocal, pero sin
hacer mención de ¡cómo lo vive y experimenta el
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hombre común! y se somete sin cuestionamiento a lo


estructurado y definido como amor.
Tal vez, la individualidad amorosa no sea importante
porque lo sustancial de su condición será la función
pautada acerca del amor y la presencia ideológica sujeta a
una tácita superestructura presente en el “si se aman
¡se casan! Y si se casan, deberán procrear y tener
familia, ser buenos esposos y padres responsables”.
Todo ello encarne en mujeres y hombres el canon
social del amor en su instancia patriarcal que instala un
imperativo: el amor no será una experiencia abierta
de los individuos sino pautada en los mandatos. O el
amor epocal, se trata de un funcionalismo amoroso
al servicio de la cohesión social donde la calle
aguarde al hombre y la casa aguarde a la mujer.
No es de extrañar que en tal horizonte, las experiencias
amorosas se hallen sujetas más a intereses externos y
no a sus íntimas inquietudes afectivas.
Por el cual desavenencias, peleas e incompatibilidades
no serán aspectos de caracteres individuales sino
resultante de una oposición entre mandatos y
experiencia, entre el individuo y lo social por el
dominio de unos hacia otros. Según la edad, creencias
acciones y pensamientos, los novios, esposos, amantes
vivirán el compromiso epocal como destino de una
genuina condición a sus necesidades íntimas.
Pero tarde o temprano, el mandato funcional destine
al fracaso tales experiencias de lo amoroso, este amor
ponderado fuente de felicidad, regocijo y realización,
tal vez choque con el estereotipo social vigente de lo
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funcional en detrimento del amor existencial. Tal


choque inscriba posiblemente una condena a toda
pareja cuando el desengaño y la mutua decepción se
posicionan en ellos, y se extirpe el inicial encanto del
vínculo amoroso.
El ámbito de lo amoroso será satelizado por lo
instrumental y denominados familia, célula básica
o primera institución. Tal vez ello postule la
continuidad de la pareja como ente perdurable y marco
de lo amoroso en aparente docilidad, y si señalamos su
“apariencia” como tal, lo hacemos por la naturaleza
volátil del amor, opuesta a todo vínculo duradero de
nadie en particular.
Entonces, ¿qué queda, qué existe, qué es posible hacer?
La persistencia postulada sella y destina al fracaso
la vivencia auténtica del amor, bajo la secuencia de lo
cotidiano hace que naufrague aquello postulado como
eterno y felicidad perpetua, pues no hay nada eterno
ni felicidad en tal compartir de todos los días e
imperceptible mudar, las intensidades de ayer a la
costumbre del hoy instale el hábito y opiáceo de lo
mismo sofocando la poca gracia y la nula presencia del
amor de antes.
El anestesiarse es saturación del otro cuantificado en
días, meses y años, corroyendo la sociedad de la
llamada pareja.
Y tales calamidades partir del hecho sustancial de no
entender la naturaleza de lo amoroso: devenir e
impermanencia, sujeto al flujo de los momentos;
y nadie puede manejar ni predecir, y eso colisione
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brutalmente contra los valores instrumentales, así,


matrimonio, voluntad y digitación de lo amoroso, serán
el germen del propio desencanto al encanto inicial.
En tal horizonte, la pareja es asfixiante y la idea por
romper con la equivocación se hace presente y la
posibilidad del divorcio nace. Pero tras el devenir
del mismo, la idea por otra nueva relación surge y
con la misma fuerza de los valores instrumentales
internalizados ¿corolario?, la repetición del nuevo
fracaso destine algo a revelar, el padecer del amor.
La incomprensión total del significado del amor se
patentice al intentar su manejo y provoque el fallido
por aprehenderlo, cuando la fenomenología sea
viceversa por ser nosotros los aprehendidos por él, y la
tentativa por positivizar a nuestros intereses aquello no
manejado devenga condena.
Y para entender esto solo debemos prestar atención
al efecto transformador del amor en su síntesis, el
nosotros, instancia de vivaz pasión, gozo, deseos
y creciente erotismo, en el estar por estar desde el
influjo del sentir. Tal sea la instancia original de todo
enamorado, pero con una máxima acechante: si lo
vives lo agotas. La presencia del nosotros desaparezca
en ese agotar y provoque la nueva ilusión del intento
por quedar prisioneros del fetiche instrumental del
durar en la pareja.
El volver a repetir es parte de la ceguera con su condena.
Pero más allá de todo intento, ninguno recupere la
condición del amor “heracliteano” y ya perdido,
pues la metáfora del fluir donde nada queda fijo o
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nada queda inmóvil, nos dice de la imposibilidad por


atrapar o cosificar al amor. Liberarse de los dogmas
instrumentales para un posible resurgir son condiciones
de posibilidad para el emerger de tres metáforas, tres
momentos, tres sentidos deambulando en el escenario
de lo extraño: los amantes, los poetas y los ángeles.
Se trata de modelos presentes en ambos géneros, pues
las metáforas espejen las secuelas pasadas del mandato
instrumental. La vivencia del fracaso hubo de redundar
en más fracasos pero en otros, sirvió para iniciar un
pensar sedicioso. Porque la experiencia de la decepción
enseño la falsedad del vínculo entre lo social u el amor
y nihilizar los mandatos, por la reminiscencia amorosa.
Pero amantes, poetas y ángeles vayan tras un imposible,
volver a vivenciar la condición “heracliteana” del
constante y eterno devenir del amor pero serán
presas de una simulación trágica del padecer de lo
amoroso, resistir ante lo desaparecido. En el fondo,
ellos representen el reflejo desesperado por resistir a
la vacuidad ante el anclaje del amor por salir de sus
vidas.
Una tensión significa el agotar de lo amoroso
en mujeres y hombres sujetos a los mandatos
instrumentales y patriarcales, algo a señalar a lo largo
del texto, provoquen ese movimiento pendular del
creer e incomprender con las recíprocas víctimas y
victimarios entre ambos géneros. Porque muy pocos
entienden la naturaleza del amor y su saber trágico, la
tensión lo subsume y no se lo vuelva a experimentar
una vez partido.
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Un saber sapiencial nos señale el no repetir del amor.


Esta incomprensión insista por un nuevo escenario: la
del amante resistiéndose a lo perdido, o lo subliminal
posicionado por el poeta y la intimidad espejando al
ángel, lo paradójico de tal insistir será asir lo no
asible, porque la totalidad no puede ser contenida por
la fragmentación, la parte no pueda adoptar al todo o
metonimia existencial en ese espacio del desencanto.
Despertar a la realidad de los mandatos y su yugo
no lo fue por reflexión sino por el fracaso mundano-
existencial acerca del amor en mujeres y hombres,
las metáforas señaladas resistan a lo perdido pero
viviendo su devaluada condición, ¿y la originalidad
del amor?, perdida su ilusoria abundancia se muestre
carencia, desde el trasfondo perenne de Penia y Poros.

Y cuando no te acercas, ni me lees o me hablas, no lo


hagas por rechazo........tal ser mi saber trágico.

No tengo corazón, pues él


Ya no me pertenece
Y no puedo vivir sin él.

Por eso debo estar a tu lado


¿Sabes lo que eso significa?
Que la tragedia sea el destino
Como corolario por vivir juntos.

Agotaremos la pasión por tanto vivirla


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Vaciando al mundo de su encanto


Y enfrentar a lo sideral el vacío
Por extinguir lo que se vive.
Pero sin corazón no puedo vivir
Y vivir contigo deviene vacío
El destino es más trágico aún
De lo creído en el primer momento.

No puedo escapar de la telaraña del amor


Ni puedo evitar que mi corazón sea robado
Que mi pasión devenga nada
Ni impedir que el dolor sea
Por tal funesta posibilidad.

En la sentencia de perderte en cada beso


En cada caricia, allí te pierdo amor
Ante el amor que se agota
Por ser intensos.

Enloquezco y pienso locamente


De no besarte y perderme el besarte
Pero así, no podré perderme en tu beso
De no poseerte para no perderte
¿Entiendes?...

Y así y todo sin poder hacer nada


Voy a tu encuentro
A ser un recuerdo por ser un momento
Tal ser la tragedia., perderte siempre
Por cada vez que te encuentro.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Capítulo I

El amante
Como toda mujer no solo de mi generación, creí en el
amor. Desde niña jugaba a ser mamá, a ser maestra...
Así, ¡cómo no creer en la familia, en los hijos! Y, por
supuesto, en los valores del matrimonio, la fidelidad,
el respeto hacia el otro. Estaba mucho más atenta al
dar y no al recibir. También supe compadecerme
por aquellos matrimonios fracasados al romper el
sagrado juramento de “hasta el separar de la muerte”.
Consideraba la separación, la ruptura de tal juramento,
como una suerte de condena en vida y sensación de
vacuidad, sola y sin nada. Sí, yo creía en todo eso.

Como hombre, no tenía mucha elección: si quería


sexo cotidiano debía casarme. Además, ella era linda,
atractiva. Sus pechos, sus piernas, y su boca preciosa,
junto a esa mirada incitadora, me atormentaban día a
día. La famosa y deseada prueba de amor, esa prueba
de amor siempre ausente y nunca llegaba, para ser una
eterna promesa. Y si agrego aquellos franeleos terribles
en los zaguanes y encendidos de promesas sexuales,
bueno, la suma de todo eso me llevó a la decisión de
casarme con ella.

A lo largo de la vida de mi matrimonio tuve muchas


propuestas de aventuras y amoríos. Si bien algunas
veces algún señor se detenía más de lo conveniente en
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mis pensamientos, tras breves momentos lo expulsaba.


Solo me permitía el juego mental, pero eso lo hacía
muy pocas veces y lo hacía para darle algo de ensueño a
mi realidad un poco monótona para después extirparlo.
No se debe dar terreno a la tentación, así pensaba yo,
así creía yo y así vivía yo mi vida de señora casada.

Y llegado el momento de los hijos, el atenderlos,


acompañarlos, no sé cómo empezó esto de estar en casa
poco a poco transformarse en un espacio sofocante.
Las mismas cosas, las mismas palabras, el paulatino
decaer de todo deseo y, nuevamente, la suma de todo
fue el motivo del llamado de la calle, y el afuera de mi
casa comenzó a ser mucho más electrizante, un nuevo
espacio con posibles miradas femeninas, otras bocas
rojas, otras palabras distintas y otros viables cuerpos.
Allí, en ese afuera, se hallaban las otras mujeres
rodantes en mis pensamientos y otorgantes de un
sabor combatiente al sinsabor instalado en todos mis
días de la asfixia familiar.

Los hijos crecieron y los años pasaron. A veces el hogar


era puro hacinamiento, pero esto es así. A veces notaba
a mi marido como ausente, en otro lugar. Recuerdo, en
cierta oportunidad, el murmullo en sueños del nombre
de una mujer y no era el mío. Aunque los sueños son
eso, sueños... Hasta el momento de la desgracia: mi
marido me abandonó. Sí, ese mal fatídico de nuestro
tiempo, la separación, llegó a mi vida.

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Ella era mucho más joven, era alegre, vital, inteligente


y muy sensual. Nos buscábamos en el trabajo para
compartir momentos, y después trasladamos esos
momentos fuera del trabajo. Sí, el trabajo representaba
encontrarme con ella. Así, iba gustoso a hacer mi tarea,
porque mi casa resultaba el lugar de mis hijos y de mi
señora, pero yo, ya no sentía a mi casa como si fuera
mi lugar. Y ¡sin saber cómo! había dejado de serlo,
solo era un lugar donde comía, se me atendía, dormía,
me duchaba, me cambiaba y me iba.
Y entonces, volver a verla, volver a estar con ella, ya
nada alcanzaba, las horas volaban, los momentos se
esfuman, para después en tu casa recordar ese momento
especial con ella, mientras tu mujer te pregunta por
¿cómo te fue en el trabajo?, la misma pregunta, en el
mismo tono y a la misma hora, año tras año. Por ello,
la dulce aventura con mi compañera devino propuesta
de otra convivencia, pues mi matrimonio había sido
un proyecto de mi mujer, como los hijos y la familia,
donde yo, finalmente, estaba viviendo una vida ajena a
la mía; vivía la vida de ella y no la mía. Ahora no, vivo
mi vida con otra mujer distinta

Hoy mi vida trascurre durante el día en un mal trabajo,


por no haberme preparado ni especializado en nada,
porque yo era una mantenida por él y adhería al canon
sostenedor de la ocupación de la mujer solo para con
el hogar, los hijos y ser asistida por su marido. Y hoy,
por las noches, ajada mi belleza de otros tiempos,
chocolates, vino y televisión completan mi jornada.
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A veces descubro cierta lástima en la mirada de algunas


de mis amigas, por la experiencia de mi vida, y me
voy a dormir con la soledad, soledad pero no por estar
sola sino soledad de existencia, sin grandes valores, sin
nuevos sentidos u otros ojos sin recorrer.

Solo se vive una vez y por suerte pude cambiar de vida.


Doy gracias por haber podido levantar esa ancla y nos
sujeta a un lugar para siempre con la misma persona y
al rosario de hábitos y costumbres, como si las personas
pasaran a ser propiedades nuestras y, paradoja de por
medio, ¡soy otro! aunque siendo el mismo.

Hoy, mis hijos viven sus vidas y eso pone en duda el


creer que eran mis hijos, sospecho de tal propiedad,
mientras a mi ex marido se lo ve bien, renovado, así
lo comentan algunas lenguas amigas, deambulando
con su nueva mujer y disfrutando de su nueva realidad.
Hoy tengo cincuenta años y pesan menos del nuevo
minuto al cual deberé enfrentarme, porque ya no vivo
más, solo vegeto y vegetar agrava todo respirar.

Sí, ella aún era bella, más allá de sus años y de sus
indisimuladas arrugas seguía siendo bella, pero en su
rostro la belleza ya no la acompañaba. No obstante, no
había dejado de creer. Cualquiera hubiera pensado
acerca de sus valores inmersos en un escepticismo,
pues, ¿cómo volver a creer en el amor y en la posibilidad
de un nuevo matrimonio, ante el fracaso reciente del
primero? No obstante, continuaba aceptando el dogma
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de los valores impuestos.


Sus creencias se mantenían firmes, asociando amor,
matrimonio, familia, porque el hecho del fallido
matrimonio no implicaba la falsedad del amor, tal era
su interpretación de las cosas.
Víctima del instrumentalismo epocal y postulado amor-
casamiento, jamás pudo disociarlos, hasta el punto
de culparse a sí misma por el fracaso matrimonial;
o revelación de su sumisión intelectual al incorporar
valores sin cuestionamiento alguno y, tras el fracaso
de los mismos, continuar con el trasfondo ideológico
sostenedor de la familia, hijos y marido como
propiedades perennes.
La autoflagelación sería mil veces preferible a un acto
de conciencia señalándole haber desperdiciado su vida
tras un mundo edificado sobre valores ajenos, de otros,
tras esa pauta social del instrumentalismo cohesivo.

A veces pienso en ella y lo lamento ´por hallarse presa


de esas pautas rígidas y la tornan en ex para todo,
con deseos dormidos o sin necesidades de piel, allá
ella, pero yo no voy a vivir valores de otros o pautas
atentando contra mi único testimonio de vida: el placer.

Pero él no se refería a la mujer de su primer matrimonio,


sino a la mujer de su otra nueva pareja, porque poco a
poco este amante comenzaba a notar lo implicante de
todo convivir, miel y amargura, ante la costumbre y los
hábitos instalados en la convivencia los cuales, poco a
poco disecan a lo vivo de todo encuentro. Por ello, él,
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jamás renuncie a esa extraña miel, ante su decisión de


ser por sobre todas las cosas: amante.

¡Ahhh, placer!, palabra mágica e iniciada en el simple


principio del ver, pues allí se inicia y origina todo
placer. Comienza con lo visto, una mujer con su suave
meneo de caderas acoplándose a tus ojos y la cadencia
de sus pechos en ritmo bamboleante, ves la cabellera
suelta al viento y quedas preso de todo ello, no sabes
quién es, ni sabes su nombre o si volverás a verla, pero
nada de eso te importa, ella ha hecho de tu mente una
jaula de oro porque la atesoras. Allí se inicia entonces
ese placer, en tu mente. Como un esteta recorriendo
minuciosamente un cuadro, así recorre tu mente lo
atesorado y recreado cuando imaginas, jugando con
esa cadencia vista, donde la desvistes, la desnudas, te
deleitas, la transportas contigo mientras la acaricias e
ilusionas tal momentos y al que disfrutas
Y entonces ¡sin saber cómo! los voltios eléctricos
hacen lo suyo y ya sabes el sentido de esos voltios, son
dadores de vida, vitalidad recorriéndote. Y entonces,
deseas a esa mujer, sin determinar la realidad o
falsedad en tal exigencia, más allá de lo concreto de
toda imaginación; la belleza de esa mujer ha desatado
tu virtual condición de amante donde queda justificada
la vida.
Soy apenas un resistente a todo olvido, a no
conformarme jamás con el recuerdo del placer porque
soy pasión, pasión requiero y, al ser amante, como
amante deseo.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Ahora, ¿el relato te muestra a una víctima y a un


victimario?, ¿comparas actitudes y hallas ahí un
culpable? Error, amigo mío, porque los verdaderos
culpables de todo son los malditos acaudalados de
siempre, los ayer reyes y hoy burgueses, aquellos
crearon la instrumentalidad del amor en matrimonio y
asegurar patrimonios, ser heredados por sus verdaderos
hijos, crearon a esa institución disecadora apresando a
las personas sujetas a la resignación y la obediencia,
escenario propicio para mantener el dominio y amparar
así sus privilegios de clase.
No ignoran, los malditos, cómo embalsaman la
vida tales ficciones creadas en torno al matrimonio,
valores familiares, falsas moralidades y lo saben,
pues los malditos crearon el hambre para la función
de la prostituta y puedan tener ellos con sus amigos y
detestables socios, el espacio concreto para desatar sus
presentes instintos, esos malditos a los que maldigo
porque trasmiten las pautas, las normas y las acciones
de lo bueno, lo correcto y lo pertinente. Victimizan a la
sociedad con lo respetable y condenan toda pretensión
humana por poner algo de sal en sus vidas por el
goce, condenan eso anhelado y en secreto disfruten: la
embriaguez por sus deseos, apetitos y concupiscencia
Por eso el mercado pornográfico, manejado también
por los malditos, se sustente en ese afán de placer y su
correspondiente censura o doble moral hecha por ellos
también.
Los creadores de la prostituta y su cliente.

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¡Qué es lo más fácil!


Antes de ir a la lucha diaria del empleo
Trabajo, tarea o sinónimos más
Me dicen
Desde la hipócrita moralidad.

¡Fácil!, ¿quién inventó,


Cual fue el ignorante
Qué cargo a nuestras almas
De placer por el coito pagado?

Clientes y meretriz
Así se nos conoce en el mercado mundano
Y es lo único que podrás conocer.

¡Tú que fácilmente condenas!


¡Ah sí!, comercio con mi cuerpo
Meretriz, prostituta, yiro
Y cuantos sinónimos más
Me dicen.

Pero, no te metas con mi alma


No te metas con mi ser
No cuestiones mi condición,
Porque no hacen más que reflejar
A tu alma, a tu ser y a tu condición.

Aleja a mi alma, ser y condición de ti


Y tal distancia la acerque a su verdadero es.

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Conversaciones o la condición trágica del amor

Por ello, ser alguien que no se es


Sea la cabal forma de prostituir.

Como cliente, lo haces desde


Lo imagen y semejanza de tu ser
Y yo, no vendo el alma, no acepto prostituirme
Porque si no lo sabes
Sólo involucro mi cuerpo
Y esa alma
Sólo está dispuesta para mis hijos,
Y al dolor de mis perdidos besos.

¡Fácil!, me dices…..

¿Cómo puedes ignorar


Que el afrodisíaco más antiguo
Se inicio con el hambre
Que tu clase instaló?....

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Capítulo II
El poeta
Los primeros poetas narraron la epifanía divina,
supieron hablarle al mundo antiguo y fueron
escuchados con reverencia, sin embargo hoy, estén
devaluados, ni son escuchados, leídos o considerados
como antaño, por las cuestiones epocales del devaluar
como fue el emerger de la cultura Neoliberal y su
imposición de cánones acerca de nuestro deber
ser, pensar y hacer bajo imperativos consumistas
pivotando en el mercado. El espacio destinado a los
poetas es breve y restringido; y más aún si no devienen
aquellos a romper el estereotipo propuesto de la
cultura dominante, los espacios al delirio poético serán
mucho más difíciles debido al entramado del mundo
actual. No obstante, a veces, hay belleza excediendo lo
meramente corporal y momento del manar de la poesía
patentizada en palabra, prosa y verso.
Bucolismo y poesía siempre representaron un drama
curioso; la exaltación de los sentidos favoreció
la experiencia distinta del devenir poético por la
vivencia amorosa y su paradoja, la generalidad y la
particularidad de esos amates al ser aludidas, también
anularse, porque la letra grafica el anónimo momento
y el poeta, al escribir tal expresión privada, la hace
pública por socializarla en texto.
La poesía amorosa, nacida de una historia de amor y
gestada en la privacidad de la pertinente interioridad, los
seres concretos de esa historia serán abstraídos del
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Conversaciones o la condición trágica del amor

rescate poético, la poesía recobra lo medular de esa


historia: el amor en ciernes.
Donde lo señalado presenta un hiato y una distancia
entre lo poetizado y lo real, limítrofe de secretos y sin
lugar a mezcla alguna; la inspiración con lo viviente
no debe mezclar el mundo del ingenio o los arrebatos
vinculante con sus musas en exceso con el mundo.
Esto significaría no poner en jaque a lo simultáneo y
a lo diverso, horizonte a delimitar por la poesía para
sí, porque poetizar lo amoroso no sea cronología de
hechos afectivos.
Todo poetizar es un decir “de algo que es y a la vez no es”,
pues tal palabra no es un concepto cuan radiografía
ni fotografía de la realidad, no obstante, la realidad
se torna marco del obrar poético, mundo real pero
mundo también interior posibilitando ese “es y no es”
señalado.
...............No recuerdo bien cómo fue en esos
momentos... ¡o el llamado de atención en particular
esa primera vez! pero sí su divinidad vista, la misma
preexistiendo de nuevo como en antaño lo era en la
vieja tierra. Allí, mirando y abstraída de todo estaba
deletreando sus ojos en el horizonte marino. No lo sé,
pero una vez más la vida y la muerte con su polisemia a
cuestas determinan su ancestral tensión en ese segundo
ganado o perdido por no captar lo mirado, o quizás
menos. Me acerqué mientras prensaba por el objeto
de su mirar,... Tampoco recuerdo su dicho, lo único
recordado fue mi quedar prendido al cielo profundo de
sus azules ojos.
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Juan Jesús Oviedo

¿Cómo se habitan los ojos ajenos. Solo si ellos nos


miran y si no lo hacen, entonces, ir hacia donde ellos
miran. Su respuesta sin mirarme provoco esa inquietud
por el objeto de su mirar, y hacia allí fui, hacia donde
miraba y encontrarme ahí, en su mirar, y muy atento al
decir sartreano del mirar y a los ojos de los otros.
Y momento de otra especie de placer habitándonos,
muy distinto al sensual sujeto a los sentidos y su
evanescente embriaguez del bello Dionisos. Porque
con el ejercer de la palabra acceder al mayor de los
secretos: develar interioridades, propias y ajenas,
cuando lo escrito recrea, replica o sacude ambas
interioridades en simultánea experiencia.
Como esta historia a narrar, jamás iniciada de a dos
pero si inicié.

La mirada perdida y el horizonte buscado no revelo sus


secretos de su mirar, ¿pasaron horas, días?, ¡no lo sé!,
hasta el momento de decidir a buscarla. A mi timidez
me sobrepuse y confesarle su condición sugestiva para
la creación de mis poemas.

Así:
Yo devengo y despliego
Una polisemia sin igual
Precediendo a cada instante
Lo que aun no existe
O utopía del encuentro.

Sí, había escrito mucho acerca de momentos y sublimes


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Conversaciones o la condición trágica del amor

estar, preanunciando como lo hace el sol en cada


aurora a nacer, un real encuentro pero tras pensarlo, yo
mismo conminarme por olvidar a lo pensado, pues me
avergonzaba mostrar a una desconocida mi intimidad
guardada por recelo. Pero entonces un día su mail
recibí y me decía:
“Si Internet funciona es porque quien escribe así lo
quiere, estuve leyendo algunos de tus poemas y me
encantaron y también me dejaron pensando. Poeta,
a veces te transformas en un extraño filósofo y esto
hace del texto otra cosa, aunque, igualmente cuesta
un poco desentrañarlo. Sin embargo, el contenido me
resultó interesantísimo. En el poema del beso, ¡cuántas
apreciaciones acerca del beso!¡Guau! Ver el alma del
otro…no pasa a menudo. ¡Cuánta magia! Y lo del
deseo es tan cierto e impensable desde ahí.”
Leer una, dos, tres y varias veces el mismo texto,
era vivir plenamente el sentido de la poesía. Cuánta
motivación había para seguir escribiendo más y más,
pero entonces, ¡oh, sorpresa!, escribir sin la presencia
real de quien se escribe, podría significar un contenido
penoso y sin amplitud posible, el texto ser un mero
conjunto de letras sin sugerencia ni vuelo poético.
Y decidí buscarla.

Pero, amigo mío, si los dioses intervienen a través de


las musas, es error creer quedarse solo en eso. Debió
sospechar de esa necesidad por verla un trasgredir al
límite a respetar, mezclar el espacio de la inspiración
con el de lo real, debió sospechar el acecho a tal
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Juan Jesús Oviedo

infracción.
Y posicionar un drama sin conciencia del mismo .
Llevado por su presunción le pareció natural su
inquietud e insistencia, jugar al delirio poético lo llevó
a postular el espacio de los imposibles, de los no, de
los límites y de lo no probable como el único lugar de
real encuentro. Desde el surrealismo casi insano, jugo
a trazar lo paradojal del desencuentro como lugar de su
encuentro, o castigo por mezclar lo no mezclable, la
del hombre y la mujer, la ruptura de tal equilibrio llevó
a confundir la identidad entre el hombre y el poeta.
O esfera privada en el coexistir de realidades
antagónicas, la mujer idealizada y la mujer concreta.
Porque la musa del poeta jamás fue la mujer concreta,
sino enmascarada en texto y creación abierta a cada
lector. La relación mujer – inspiración, solo fue una
condición virtual sin realidad y cuando el hombre fue
en busca de la mujer, rompió la regla de la ilusión por
creerla tal, y drama por venir.
E inquietud del poeta por devenir amante.
Pero la mujer concreta y aspiración del hombre,
experimentaba el dramático duelo de su reciente
fracaso y cerrazón a todo nuevo vínculo en pertinente
ilusión, motivo de ese mirar perdido en el horizonte
lejano, ella naufragaba en el mar de la afectividad.
Se sabe de esos inmersos en sus propias historias de
vida el no entenderlas como tal, solo la pueden entender
cuando pasan los hechos, siendo ahí donde la historia
se les muestra como tal.
El mortal emuló al poeta, hizo de él una mera
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simulación sin sustento, con un decir simple y mero


hecho comunicacional, sin llegar jamás al corazón de
ella y provocar el sentido contrario: su rechazo.

“Si él habla de mí, si me escribe, ¿desde dónde habla


y a quién le escribe? Pues, ¿sabe algo real de mí, tiene
alguna base de realidad su vuelo con el cual no puedo
sentirme identificada y protagonista de la ascensión
dantesca de su purgatorio vivo, sin encuentro celeste a
postular? ¿O simplemente justifica su ensueño de alma
atormentada, tormento disfrazado de poesía?”
Pensar eso significo un salto prohibido porque
cuestionar al hombre la llevó a cuestionar también al
poeta, y la poesía perderse. Cosificación y alienación
fueron tomadas por eje en ambas entidades, el pretender
se hizo desencanto y el inicial hechizo devino fastidio.
“Tu halago como belleza o como mujer no implica
aceptar y quedar presa del castillo mágico de tus
dulces palabras. ¡Oh, ingenuo!, exalta tu ánimo sobre
tu propio destino, tu propia identidad si quieres, pero
aleja de mí tu decir y fundamentalmente aléjate de mí
como persona. Lleva el sopor de las pomposas palabras
a otro destinatario, ya no te inspires en mí, no deseo
quedar atrapada en esa esfinge mortuoria diseñada por
ti”.
“Ante la vida soy heracliteana, porque aun en pena
jamás bebo de la misma copa, ni me baño en el
mismo río. No me eternices pues ya he mudado en la
contingencia propia de mi realidad. Adiós, soplo del
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momento”.
Y ya no hubo magia alguna, sino simples versos vacio
de todo sin reflejar nada, excepto catarsis y penas, lo
único cierto de todo pobre enamorado con su cierta
espera: el advenir poético de la poesía cruel.
Si la rosa te viste
O te desnuda
Y su presencia
Siempre te alude
Es porque esa rosa
No nació
Del humus de la tierra
Ni fue semilla
Como tampoco
Latido primaveral

Sino por el sin porqué


Del maestro Silesius.

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Conversaciones o la condición trágica del amor

Capítulo III
El ángel
Cuando éramos niños, en el barrio, la promiscuidad
reinaba en ese juego naturalizado a ser mama y a
ser papa, a ser esposas y esposos, jugar al doctor
etc., juegos tácitos del sobrevolar de lo sexual en esa
temprana edad de los ocho o nueve años, como también
ahora si lo pienso, el fenómeno de la posesión era
parte del mismo por competir entre nosotros quienes
tenían más novias o amigas. Ese sentido de virilidad
no entendida era determinaba en esos juegos por la
cantidad. Jamás sucedía a la inversa, pues la cantidad
era para los chicos, mientras el recato serlo para ellas.
Había un juego en especial al cual todos estábamos
atentos y no se jugaba siempre, se trataba del juego
de la “botella”. Lo esperábamos porque aquel salido
elegido y determinado por el detener el giro de la
botella, estaba obligado a besar a quien quisiera besar,
por supuesto con el acordar de las chicas en tal juego
pues eso lo hacía interesante, donde se besaba en la
mejilla y toda una declaración tácita hacia ella o el era
ese beso. Todos queríamos ser el elegido y así, cumplir
el sueño-momento por besar a aquellas/llos gustados
¡era lo máximo! Por supuesto, no había adultos cerca
nuestro cuando jugábamos a la “botella”.

La condición del recato en las chicas no impidió su


acercar y decirle “¿quieres ser mi novio?”, ruborizando
a quien se lo había propuesto, sin pensarlo le dijo
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Juan Jesús Oviedo

“si”, una maravilla había acontecido y por fin ¡era


como los demás!, tenía novia, todos los demás chicos
la tenían y él, a partir de esa propuesta también tendría
una novia, aunque le gustara otra lo importante era
tener su novia.
Pero de pronto algo ensombreció su inicial dicha
cuando se preguntó ¿un novio, cómo se comporta?, qué
debe decir, la puede tomar de la mano, ¿qué?, el terror
pronto se apoderó de él, además ¿a quién le podía
preguntar?, no tenia hermano mayor y al siguiente día
debía estar por primera vez con su novia.
Paso la noche casi en vela, después de la escuela
un tanto nervioso fue en busca del grupo de amigos
esperando a encontrar a su flamante novia, pero no
la vio, no pregunto nada y espero un rato largo......y
su novia no aparecía, ya sin poder aguantar más
pregunto por la “negrita” (su novia) y allí le dijeron su
partir con su familia hacia otra provincia y algo sabido
de antemano por ella pero más allá de todo, “negrita”
había decidido tener su novio también.
La noticia fue un mazazo y se sintió como extraño,
pero después de asimilarla un alivio lo envolvió, ya
no debería saber por ¡como hace o se comporta un
novio!, en especial cuando solo se tiene entre ocho o
nueve años, se trata de algo de adultos y ellos sí saben
ese hacer.

¿Sabes por qué estás sola?, estás sola en medio


de tantas voces diciéndote de su aprecio y sola
por los afectos idos, pues se marchitaron o bien se
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Conversaciones o la condición trágica del amor

consumieron, y lejos de aquel ayer de la vivencia


plena y la consciencia viva, quedarte en ese ayer.
Pobre amiga mía, descubrir a los postulados amantes
en meros deseantes mostrando la doble faz de tales
encuentros, pues apenas ejercidos ellos dispersarse con
la misma celeridad inicial del encuentro, donde no hay
nada para compartir. Mi amiga, primero fuiste madre,
sin ser esposa para después ser compañera de trabajo
y así, deambular con tus ocultos pensamientos porque
ellos en el fondo revelen la agritud de tu desencanto.
Entonces, me pregunto por nuestro suceder entre
nosotros.
Los años me llevaron a comprender la escasez de los
realmente interesados en uno y la experiencia en la vida
los devele y también nos alerte, así, ¡cuidado con ser
solo cuerpo!, una decisión en extremo dolorosa cuando
lo eres sin desear serlo, por la imagen y semejanza del
mercado voluptuoso solicitando esa forma de ser de
lo femenino o lo masculino, siempre al servicio del
sensualismo y objeto al decidir falocéntrico y los años
señalan lo inútil de tal esperar en donde ¡nada debes
esperar!
Recuerdo el jugar de nuestra niñez a la botella y
sabíamos lo pecaminoso de eso, pero muchos de
ellos después rezaban en las iglesias como parte de
¡un portarse bien!, por haberse portado mal, y asistir
a esas aburridas ceremonias llamadas misa y a veces
rezar arrodillado en esos bancos largos de madera y a
medida del dolor creciendo en las rodillas, imponerse
el fastidio y terminar con todo eso de la oración, y
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Juan Jesús Oviedo

cuanta cosa más.


Pero también los encuentras en aquellos adultos
abiertos a la nueva credulidad del orientalismo
Neoliberal con su condición utilitaria, y esgrimir
palabras como Karma, iluminación, Yoga, meditación
etc. ideas y conceptos colonizando sus mentes prosaicas
con prácticas somnolientas, hasta olvidarlas y pasar a
ser meros resabios de una moda de turno.
Claro, la lista no termina, continúe con los otros, los
lectores de Castaneda o Krishnamurti y quizás iniciados
en las primeros textos de Logsang Rampa, Gurdjieff
y tantos más, viviendo la inquietud por llegar a ser
algo distinto a lo que se era, sin embargo, vedada la
experiencia espiritual y creída lograr desde el plano
mental por sus lecturas inducidas, terminaron por
adaptarse al sistema presente y dejar de cuestionar a la
subjetividad heredada, y ese era el sentido de fondo en
tales textos leídos.
Son esos donde en algún momento de sus vidas se
cuestionaron y expresaron ¡cómo eres, quien eres,
como saber de uno?, tal era el indagar en ciernes,
pero se trataba de mera diatriba mental cuan tipo de
juego por la inmadurez propia de los repetidores de
consignas y siempre presentes.
Cuando era pequeña a mi tía, la solterona -le decían-, me
supo alertar sobre el día a elegir entre “ mi querer y mi
convenir”, algo sin entender muy bien en esa edad, a
querer una profesión o la conveniencia de portar un
apellido, cuando lo entendí, siempre estuvo presente
eso, como también el no abandonarme a la comodidad
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Conversaciones o la condición trágica del amor

de lo seguro, hoy día muchas amigas son presas del


hastío profesional y víctimas de su propia seguridad
provocada por esa señalada comodidad, y trasmutada
en aburridas horas sin fin con su fatídica maraña de
carga cotidiana..............

En mis pensamiento, solo reconozco su condición


especial a todo lo conocido, pero siempre tan abstraído
de todo, como si el mundo fuera una carga a dejar, y ese
rasgo soberbio de superioridad provocador de rechazo
y distancia, aun, con aquellos a compartir alguna
actividad. Me acerco y lo saludo, es amable pero la
coraza no se le cae, no es de reír mucho, taciturno y
solitario no me intuye, y si lo hace, lo esconde muy
bien, le gusta escribir, a veces pienso en pedirle algún
poema pero no lo hago para no darle a entender de mi
interés, cualquier mujer sabe de este hacer.
Quizás se crea distinto, superior, pero hay algo no
ordinario en él, en especial cuando habla, dice o da su
punto de vista, siempre lo hace de una forma diferente,
aunque no podría decir si es profundo, pero es disímil al
resto, recatado y siempre racional me hace preguntar
¿es así o mero epifenómeno siguiendo un protocolo
instituido y punto?

Cargaba con la huella forjada de su espíritu romántico,


desde ahí, siempre miro a toda mujer con un mirar
distinto así: Señora, el atardecer de tu vida involucró
ser precedida por la niña, después por la adolescente y
dar paso a la adulta, y experimentar la vida como tal.
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Más hoy retornas a ti como mujer y lo hagas por el


derrotero de tu devenir ante los vaivenes típicos de la
vida, lugar donde se gestaron tus triunfos y fracasos y
donde habitan tus desengaños e ilusiones. Vida esquiva
al tono mágico pregonado por aquellos y su augurar
rosado en idílico predecir.
A veces cavilando decirse a sí mismo, “no fue tu ida
sino tu llegada el motivo de todo posterior pensar”,
¿recuerdas?, ser novios pero sin saber ese hacer,
pero deseando un hacer y pensamiento muy privado
en cada interioridad, y siempre se trato de eso, la
interioridad avasallada por el descaro de muchos.
Ahora sé de ella y su estar entre olvidada y presente
en los juegos de nuestra niñez, al pretendernos entes
sexuados y experimentar en esos juegos la prohibición
portada.
La cantidad y su correlacionar con el prejuicio de
la posesión en la sexualidad ejercida. ¿Cómo no
llamar inmaduro a quien se cree solo poseedor y no
poseído?, una clara señal de la falta de entendimiento
y sentido de toda sexualidad, desvirtuada por el fetiche
falocéntrico y sustento de toda virilidad en la presencia
de la cantidad en toda niñez.
Y ya adultos, el problema de nuestros deseos, siempre
fue un problema, la ascética propuesta lo sufrieron
nuestros abuelos, ellos se casaron para ejercer el deseo
sin culpa, se trató de un chantaje disfrazado de vínculo
en la reciprocidad de “dar lo deseado a cambio de
recibir lo querido”, eso propicio la célula básica
de toda la sociedad, esta se edificó bajo esas formas
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Conversaciones o la condición trágica del amor

corrosivas, con el deseo y la concupiscencia como eje


a controlar.
Y debemos agregar esas cantidades, de muchas mujeres
y hombres, miles de millones en el mundo visitados
por entidades extrañas y denominados fantasmas. Eso,
mitad vivo y mitad muerto intentando enseñorearse en
todos, tratando de tomar el timón de sus realidades,
chica, grande, pequeña o exigua, porque eso fantasmal
es lo pendiente.
El acecho del desencanto y las vergüenzas de los fracaso
no fueron reales decisiones por elegir a no impuesto y
eso hubo de posicionar el “pender” , por actuar según
la conveniencia, en especial, al adoptar la meritocracia
Neoliberal, ¿vida propia?, extraño suena cuando una
falta de sentido nos da a entender su ausencia.
Donde la interioridad no es un cielo sino un espacio
de aflicción sin escuchar ni ser acompañado por nadie.
De interioridad, de eso se trata, la discusión medieval
acerca del género de los ángeles revelase bizantina,
entonces, quien la ejerza lo será, el ángel a modo de un
caminante en la interioridad humana, tributa desde su
ontología, su presencia en cada mujer y cada hombre.

Así, la más mítica de las metáforas, el ángel, se


patentiza realidad en el universo humano cuando su
eje, es vuelo a la interioridad.
Hoy he comprendido lo que soy.
Al fin lo he sabido comprender
Pasó el tiempo o he pasado por él
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Juan Jesús Oviedo

Pero al fin sé lo que soy… un ángel.

Pues he estado a tu lado y acompañado siempre


Donde jamás estuviste sola
Siempre dispuesto a escuchar la intimidad de tu alma
Y señalarte que otras intimidades no siempre
Condujeron a tal esperada intimidad.

Como la noche, el romance y la nueva piel


La flamante conquista, las bocas y el beso
La pasión desatada, pero en el clímax post orgásmico
Quedarte más desnuda que tu propia desnudez.

Como cuando amar era el camino a recorrer


Pero apenas resultó un momento
En el falso augurio del eterno amor
Y tras otro nuevo amor, la misma senda
En destino transitado hacia la soledad.

Aquí estoy como ángel, tibieza sin cuerpo


Desnuda materia y conciencia alada
Así estoy, como escolta de tu alma
Y silencio en mis ojos, que te miran
Como ángel...

Hasta el día...en que me descubras.

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Conversaciones o la condición trágica del amor

Capítulo IV

El acechar de lo prohibido

Con Ganimedes amante de Zeus, la isla de Lesbos


en el Egeo, la condición de Tiresias y la relación
entre Erastés y Erómenos, nos señala a los antiguos
griegos ejerciendo junto a la heterosexualidad, la
homosexualidad tanto masculina como femenina, por
el cual la presente igualdad en el mundo moderno
entre géneros y la aceptación social del vinculo entre
personas del mismo sexo, ya estaba presente en la
antigüedad clásica, a través de sus mitos como en su
realidad cotidiana.
Con la palabra “gay” nos hallemos ante una manera de
designar la homosexualidad sin la carga punitoria del
llamado “puto”, “tortillera” etc., estos últimos implican
una demonización como efecto de una homofobia
por la condición gay en mujeres y hombres, pero las
relaciones sexuales lésbicas como homosexuales
son mucho antes del señalado periodo citado de la
antigua Grecia, por ejemplo, se ha descubierto el
comportamiento homosexual en muchísimas especies
de animales, en especial en mamíferos y aves, por el
cual nos sugiere a lo definido como homosexualidad,
forme parte de nuestra especie e instalando una suerte
de bifurcación entre la genitalidad y la sexualidad
desde siempre.
Las relaciones eróticas entre lo masculino y femenino
se las ha caracterizado por la acción del penetrar y ser
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Juan Jesús Oviedo

penetrados o la preeminencia de lo genital en el


ejercicio de la práctica sexual, sin embargo, bien
puede hablarse de bisexualidad, la atracción de una
persona por ambos géneros, aquí el hecho de penetrar
o ser penetrado no determina una diferencia de género
o preeminencia de lo sexual por sobre lo genital.
Ahora, el homosexual ve en el otro hombre a la mujer
habitándolo y la mujer, ve en la otra mujer al hombre
residente, la mirada sexual-erótica hace abstracción de
la genitalidad de tales personas, y una pregunta hacerse
central versando acerca de nuestra orientación sexual,
¿la hemos elegido?
¡Por qué sufrir y padecer todo tipos de castigos,
penas, demonizaciones a lo largo de la historia por
la condición lésbica u homosexual!, ¿elegimos el
vituperio, la condena etc., y a la hora de elegir, cuando
hacerlo? Nos hemos referido a la relación del penetrar
y ser penetrado, ¿eso es e implica el lesbianismo y
lo homosexual?, la respuesta es una total negación a
tal afirmación y trascienda notablemente a lo dicho,
fundamentalmente porque media un vínculo entre
personas y su enamorar entre sí, no solo se trata de
una atracción por alguien del mismo sexo, sino del
amor presente entre ellas/ellos y junto al despertar del
vinculo, simultáneamente el despertar de los deseos
para con el sujeto amado.
La pregunta por el “hecho voluntario de ser algo”, en
una cultura censuradora por una forma contraria a lo
denominado “normal”, determine al ser homosexual
si o si a una clandestinidad ontológica, y litigue la
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Conversaciones o la condición trágica del amor

instancia volitiva de la decisión del ser homosexual,


Y si dejamos de lado el origen del ser “gay” y su
maldición u orgullo a cuestas, señalar una extraordinaria
oportunidad: su vivir y experimentar al amor en su
cabal dimensión. ¿Que decimos?, ese amor no quedará
asfixiado por los cánones y los mandatos de las normas
maritales, porque al ser algo privado, será vivido con
la intensidad del peligro a ser descubierto, pues amar
será estar en zozobra por la prohibición instalada, por
el cual el amor lésbico y homosexual muestre una
dimensión heroica y trágica, de héroes por ejercerlo
junto a la sentencia significante “del ser gay” y la
zozobra existencial del amor entre ellos devenir
exponencial.
El amor lésbico y homosexual es un amor heroico
sin lugar a dudas, muestra como nadie la profundidad
humana del ser “gay” , acostumbrado a enfrentar el
oprobio a su condición, sufrir el prejuicio cultural,
la ignominia social e incluso existencial etc. y como
parte de tales adagios, resulte fortalecido, y por ende,
experimente el amor de una forma más genuina al
mundo heterosexual, ante ese cuentagotas de estar,
convivir, disponer de forma sesgada y no abierta,
su silencioso y oculto amor como tal. O las bases
existenciales de un amor de amantes.
Antes al existir del amor igualitario, había lugares
de encuentros entre “gays” y lesbianas, ¿prohibían
la entrada a los heterosexuales?, no, claro que no,
¿y al revés?, claro que si, así, la hegemonía cultural
determinando lo normal y lo anormal, no fue
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compartido por el punto de vista el gay o lésbico pues


ellos no condenen al heterosexual, pero éste por lo
general sí.
Ahora, una simple pregunta pueda evidenciar
esas formas de ser, respecto al amor y lo sexual, y
desenmascarar lo volitivo y su pretendida intervención
respecto a las formas de ser y de estar tanto lésbico como
gay, pues tales aspectos no comulguen ni se encuentren
sujetas a la voluntad humana sino imposiciones de una
herencia.
Entonces, ¿porque eres heterosexual?, si es por
herencias, entonces, no posees decisión a lo heredado,
y si hemos heredado el gen homosexual se dice del
desarrollo de lo genético vinculado a factores externos,
bueno, ese gen no tuvo condiciones favorables, es
más, colisiono con la cultura epocal negándolo, y sin
embargo, ese gen venció poniendo en tela de juicio
acerca de ¡lo normal y no! respecto a lo sexual, al
amor, y la pareja.
El gen heredado contradijo a la cultura de su tiempo
y enfrentarse a un contexto negando su desarrollo,
y sin embargo, el matrimonio igualitario sea un
reconocimiento a una equivocación ancestral pero
por otro lado, tal aceptación ponga en peligro la
originalidad del amor señalado.
Porque la zozobra a experimentar al quedar de lado
otorgue lugar a la paradoja que la igualdad de género
implica, ésta atente contra ese espíritu de lucha de todo
“gay” ante la injusticia hacia él ejercida, y la frase
sostenedora “lo que no te mata te fortalece” y aquí
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Conversaciones o la condición trágica del amor

aplicable, lejos de las fuerzas opositoras a su condición,


baje su guardia, se vaya aburguesando y pertenezca a
lo normal de una sociedad con el consiguiente peligro
aguardando.
Pues el derecho logrado del matrimonio igualitario
normalice los vínculos y las prácticas homosexuales
en la vida social y ellas no sean resistidas, entonces,
los mismos peligros acechantes de todo matrimonio
heterosexual también los sufran los del matrimonio
igualitario. Sin demonizaciones atacando su identidad
como tal y lejos del amor clandestinamente, la otrora
fuente de la originalidad amorosa sea ahora jaqueada.
La cotidianeidad, los mandatos, deberes y obligaciones
familiares, coarten tal originalidad con su previsible
consecuencia, experimentar el mismo disecar de los
matrimonios heterosexuales.
El amor, no hace distinciones, cuando se atenta
contra él, se va, se marcha y la vacuidad diga
presente....................
Poco a poco se fue interesando con él, pulcro,
inteligente, no grosero, siempre caballero con las
mujeres a su alrededor, fueron como faros en la niebla
llamando la atención, así, del trato cotidiano en la
facultad y continuado en bares y lugares, genero esa
empatía en ambos.
Ella al ser del interior y venida a la gran ciudad, había
sido educada respecto a las relaciones entre mujeres
y hombres, donde era el hombre quien debía dar la
primera palabra si estaba interesado en alguien, ser él
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quien invitara, y dar el primer paso, ¿y la mujer?,


mantenerse pasiva, aunque, lo deseara, ella debía
esperar el cortejo, sin enunciarse o regalarse.
Pero fue en la fiesta de fin de año, temerosa y en
contradicción consigo, ella decidió jugar con una idea,
“ la de dar el primer paso”, lo invitaría a su casa a
continuar el encuentro de la fiesta, tal era su plan, así,
determinada y decidida se puso a bailar entre un grupo
de jóvenes y a beber también, entonces, algo le llamo
la atención, una mirada rápida se cruzó con la suya,
una de las tantas en la fiesta, y la buscó.
Espléndida Esther estaba, no era un hombre, era una
mujer, por lo tanto no había rito ni prohibiciones a
seguir, se acercó..............

Despertó por la mañana sin recordar nada de lo


pasado....excepto recordar el mirar de aquella mujer,
¿fue un sueño tal mirada?, ¿existió esa Esther?
Lo supo tras el saludo de -buen día- su amante resultó
ser ella, y entonces para sí misma se dijo, “por suerte
era mujer”, y licencia a romper con la normativa de la
discreción, pasividad etc., donde se ocultan y develan
los géneros.

No grito mi orgullo
Por tu maldición en ciernes
Que nosotras/tros hemos sufrido
Lo que desconocen
Y han creado
¡La condena por lo que somos!
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Interviniendo en lo que no deben


En el amor, en los deseos
En los afectos y la ternura
Y solo pertenece
Al mundo heterosexual.

Ciegos e ignorantes.

El amor y el deseo
No tienen imposiciones
Pero si, el género y la castidad
Porque no es el género
Precursor del amor
Ni la castidad
Precursor del deseo
Pues lo que nos hace
Y desconocemos
Nos lo testimonie.
Pues si te pregunto
¿Por qué eres heterosexual?
....................no respondas
Medita, solo medita la pregunta.

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Juan Jesús Oviedo

Capítulo V
El presente, hoy
¿Cómo surgió todo esto? Si en el principio éramos
homínidos o creación divina y después, ilusión de
ser dioses, creamos nuestra jerarquía mundana,
entonces, ¿por qué la creamos así? Según esa inicial
omnipotencia, ahí, hubimos de sellar nuestra calamidad
difundida en el narrar bíblico y mítico, y por crear
paradigmas en las figuras de Eva y Pandora.
Pero si vamos más atrás, aún, al principio de todo lo
real e intento explicativo por buscar lo velado de las
cosas, y así alumbrarlo, lo haremos según “petición
de principio” por el cual será lo mismo citar a dioses o
teorizar acerca del big bang, por hallarnos en el ámbito
de lo vago y lo borroso.
Un origen significa algo perdido y aceptarlo o no, será
cuestión de comodidad, beneplácito, mera vagancia
intelectual o comprensión de lo inútil de tal buceo.
No obstante, algo es claro, en ese principio ya estaba
presente el prejuicio en contra de la mujer posicionando
la hegemonía masculina y paradojalmente, tal juicio
habrá de volverse en contra él.
La mujer fue opacada cuando se les ninguneo
la posibilidad a sus propias elecciones, negarles
una sexualidad enriquecedora para imponerle una
procreadora; con la construcción de estereotipos
estéticos e insensibilidad corporal, fue también
condicionarla para el hogar y la cocina; desestimarle
la inquietud por todo pensar fuera del canonizado, sin
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Conversaciones o la condición trágica del amor

bucear o experimentar otras nuevas tareas, profesión,


negar su curiosidad, su gracia y su feminidad. Todo
esto la fue destruyendo.
Cuando se cincelaron los valores masculinos, (se dice
precedidos por el matriarcado) los mismos tuvieron
por eje esas características cosificante para la mujer
y desde tal marco fueron educadas a la medida de la
necesidad varonil: perpetuar su linaje y realizar sus
deseos. Tales fueron los objetivos a esas disposiciones
femeninas.
Por ejemplo, la virginidad o la abnegación de la esposa,
implícitos en la mentada realización de lo materno
y lo moral. Y, en las antípodas de aquel ideario, la
prostituta, adquirió mundana presencia destinada al
placer varonil. En fin, en cada uno de tales aspectos y
figuras nos hallemos con desempeños funcionales al
espacio masculino.
Así, toda mujer tuvo su papel acorde al funcionalismo
a tales mandatos. Pero lo peor no se encuentra en esta
aceptación utilitaria, sino cuando la mujer al estar
alienada reproduzca las consignas y las imponga
cuando educa, forma e inculca pautas y discipline a
sus hijos, fomentando una dualidad estereotipada en
el rosado y el celeste, del inocente color a un mundo
favorecedor de un género en detrimento del otro.
La señorita dará lugar a la señora y ésta, después a
la doña, pero en los diferentes estadios esa mujer, al
cumplir el rol enjuicie desde allí a todas aquellas
sospechadas de no cumplir o no realizar cabalmente
tales roles. Así, las juzgadas serán las chirusas, los
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Juan Jesús Oviedo

gatos, las viejas, las cornudas, las yeguas y otros


neologismos similares. Sí, desde tal rol reproductor
emergerán esos juicios de sesgo dominante y sigiloso
utilitarismo. Lo señalado nos lleve a preguntarnos,
¿las mujeres están condenadas a gastar sus vidas tras
los valores varoniles? Afirmamos negativamente tal
pregunta, ante la dicotomía presente entre “un vivir
como se quiere y un vivir como se puede”; y por ello no
se anclen en las frustraciones, desencantos, fracasos,
reveses, decepciones, porque ahí, aguarde el futuro
aprendizaje a vivir como se quiere.
Las estrechas paredes de la casa, del hogar, de la familia
y los hijos, como el horizonte a su realización, norte
y sur, alfa y omega de toda su existencia provoque
el sisma a venir, entonces, ¿cómo despertar a eso?,
su desencanto como primera instancia emocional y
posteriormente, resistencia desde el ejercer reflexivo.
El nuevo horizonte pone en la palestra la toma de sus
decisiones, y será no volver a pivotar alrededor de
los postulados del varón. Esto no significa instalar un
“matriarcado” ni “hembrismo” por el estilo, porque
reproducen las mismas pautas ideológicas del hombre,
la superioridad de la mujer por sobre el otro género.
El nuevo escenario de esta mujer no deja de lado
papeles y roles, pues, cumplidos o no, no sea eso
lo importante sino el no quedar atrapadas en ellos.
Mucho hubo de colaborar en ese liberar el no llegar a
buen puerto con ellos, ni tampoco ser exitosa a tales
fines. Y por esa falta de éxito, esta mujer provoque un
revolucionario sospechar y eso le revele la estrecha
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Conversaciones o la condición trágica del amor

condición de tales mandatos, del mundo pensado para


ella desde esa pequeñez, mezquindad e insipidez. La
paradoja señala a tal fracaso como causa de su posible
éxito.
Pues lo pensado no alcance para sus inquietudes de
vida con un mundo cuya experiencia gire alrededor de
ese exiguo ordenamiento existencial. Y si bien ciertas
reivindicaciones al género son hoy vigentes, como el
votar y ser votada o salir a la calle y competir con el
varón, todas posibilidades válidas, la realidad no la
despojará de su atávico destino: la maternidad, por un
lado; por otro, ser señora y ama de casa en general.

Sin embargo, la otra cara de la misma moneda diga


¡presente! porque la otra cara implica la del propio
varón, este será presa de las pautas establecidas y
casarse, construir un hogar, trabajar toda su vida para
mantener a su esposa y conservar la continuidad en su
matrimonio será su objetivo; como también deberá ser
racional, estar ubicado en la toma de decisiones, tener
decoro de adulto, ser sujeto moral por su condición de
jefe de familia... ¡y tantas cosas más!
La mujer cosificada le exigirá reciprocidad; en otras
palabras, le exigirá cosificación también. Así, ser el
ejemplo, ejercer sus deberes y obligaciones, sufrir las
postergaciones personales en pos de las familiares;
implique el imperativo destinado al hombre, la de
encontrar a sujetos y cumplan cabalmente el rol de
padres, esposos, vecinos, empleados ejemplares,
tendiente a la construcción de modelos sociales
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Juan Jesús Oviedo

requeridos para perpetuarse y convivir. Una bioética


dice presente tal como brillantemente lo planteo
Foucault acerca de la construcción de la subjetividad.
La reversa de la propuesta patriarcal se halla en la
exigencia de la mujer hacia el varón y en el reclamo de
responsabilidad y asunción de compromisos, obligado
ante el reto de vivir en pareja y formar familia. Tales
exigencias surgen, emergen, desde dos principios
elementales y peligrosos al orden social si ellos no son
controlados, hablamos del amor y del deseo. Ambos
principios presentes en toda condición humana tendrán
significados distintos según el género pertinente,
porque el hombre sucumbirá ante al deseo, mientras
la mujer hacerlo frente el amor. Así, deseo y amor,
amor y deseo formarán una malla para atrapar a los
respectivos géneros.
El hombre queda preso del cuerpo femenino, de
su belleza, su gracia; la mujer, del afecto y sus
sentimientos. Y para poder vivir el deseo y el amor sin
condena, ni culpa, ni prohibición alguna, se creará a la
esposa para el sexo y a la familia para el amor. ¿Por
qué es esto patriarcal, en qué beneficia al varón? Pues
el afuera, la calle, será el ámbito masculino y marco de
elecciones y decisiones, mientras el ámbito de la mujer
será el hogar y más ampliado, la vecindad del barrio.
Se trata de dos mundos distintos. Determinado el
poder varonil en el afuera, pero asido en el adentro del
hogar por los deberes familiares, la reversa es notable,
ejercer su deseo hipoteco su entidad seductora,
masculina y ganadora al quedar atrapado en la malla
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Conversaciones o la condición trágica del amor

de la acechante sombra de Clitemnestra.


Si la maternidad como realización fue una imposición,
la paternidad como ejercicio del varón será necesidad
matriarcal, ahora, señalamos patriarcado y matriarcado
como exigencias sociales partiendo de un género
dominante, no obstante, el matriarcado se apoye sobre
el eje de consignas patriarcales, como el subyugar de
su malla implica.
Decimos subyugado porque no todos los hombres
pueden acceder al escape del hogar en el mundo
tangencial del afuera, hablamos de aquellos viviendo
en el espacio de la mujer alienada y lo victimice como
varón sometido. Hablamos de aquellos casados con su
deslome diario por el resto de sus vidas cumpliendo
con todas las obligaciones impuestas, y verán cómo la
vida fue apenas un suspiro ajeno, ni siquiera propio,
donde la rutina, lo ordinario, los hábitos, las fechas de
nacimientos, comuniones, casamientos, cumpleaños
¡y obligado a asistir!, llevaron parte del timón de su
realidad.
Si alguna vez ese hombre partió de la pretensión de
ser alguien o hacer algo de su vida, al caer bajo la
alienación femenina abandonó lo mejor de sí y fracasó
como hombre, al aceptar de forma sumisa, el yugo de
todo convivir.
Por lo tanto, tales relaciones en el fondo son coerciones
y no postulen ni un ganador y ni a un perdedor, sino
una permanente pérdida; perderse en la subjetividad
construida por terceros. Perder la posibilidad de
recuperarse como si mismo, y sin la experiencia
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Juan Jesús Oviedo

renovadora, muestre la tensión entre deseos y preceptos


o la exigencia por ajustarse a lo coercitivo funcional,
y sin revancha alguna porque la vida no es eterna,
hablamos de hechos contraídos y solo inteligidos en la
ancianidad.
Tanto la mujer como el hombre, al hallarse precedidos
por un mundo ¡señalándole cómo deben vivir sus
particulares vidas amorosas! digiten el ámbito
amoroso.
Los fracasos y las frustraciones son el resultado final,
y entonces habrá llegado el momento de concebir algo
diferente, de aprender, de advertir el colisionar del
mundo de la vida y de lo amoroso, por el preceder de los
mandatos y herencia de padres, abuelos y tatarabuelos.
Así, debemos enfrentar de una vez por todas la pregunta
martirizante, ¿cómo vivo? En tal pregunta la respuesta
implica vivencias pendientes; refleja lo aplazado y
entonces revolucione.
No es gratuito el interrogar, sino precedido por la
falta de experiencia o Hades en vida, repetición de
lo mismo, sin vivencia alguna por nada nuevo, tales
personas deambulen sin cesar por un mundo decaído y
desencantado, tal ser la base angustiosa de la presente
pregunta. Pero la miopía a la desdicha no la sustituye.
Donde solo quedan tontas expresiones pseudo juveniles
del “je,je,je,je” o “ja,ja,ja,ja”, “¡qué loco!”, “che,
bolú”...y los emoticones de siempre. No hay respuesta
explosiva ni acto de rebeldía alguna, y menos un
nihilismo quizás, nada se oponga a eso social vigente o
siquiera maldecir por haber nacido.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Pero no hay tal maldecir, eso iría contra ese supremo


egoísmo instalado como padres; ellos son los culpables
al perpetuar mundano y del sufrimiento delegado a
su progenie. Estos como víctimas, reproduzcan las
idolatrías y falsedades precedidas en sus progenitores.
Así, los padres condenan al dolor a quienes dicen
amar, a sus hijos, al traerlos a un mundo sin trascender
posible, donde el ser del bebé, del niño, del adulto y del
viejo termine por esfumarse en el segmento temporal
llamado edad, sin entender jamás su condición de no
haber elegido nacer, ni tampoco morir ni ser lo que
son, fueron o serán.
Cuando el inmortal Gibran sostuvo “tus hijos no son
tus hijos”, nunca nadie estuvo tan claro y acertado. Por
supuesto, postuló la vida como expresión superadora
del egoísmo posesivo y signo reproductor..
El supuesto más puro y noble del devenir colectivo:
familia, matrimonio, amor, hijos y el hogar, oculten
ese sentido nocivo de fondo, pero más nocivo aún por
ir en contra de la condición heracliteana del amor, y no
entender la oposición en ciernes, porque del existir de
uno si o si incube la negación del otro.
El contexto familiar como expresión de un mundo
fijo y permanente, diagrama un futuro imperante en el
orden y el progreso de corte positivista y extirpe de su
realidad a lo azaroso e irreal como tal, en donde manda
lo estático, lo seguro, lo cuantificable y lo racional,
la contingencia implique todo eso. En tal caverna,
los cambios son ilusiones según la pautación de toda
cabeza familiar y también crédula, por convencerse
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Juan Jesús Oviedo

acerca de su autoría por la construcción subjetiva en


sus hijos.
Tan atento a todo, a la cabeza familiar se le escape algo
sustancial, la inicial miel se diluya por la estructura
funcional invasora del espacio íntimo de los consortes,
éste sea arrebatado por los recién nacidos e instala en
sigilo algo “ la pareja existencial ya fue”, ¿corolario?,
el durar o lo potencial del divorcio y la separación se
hace posibilidad, pero junto a ello, la reiteración del
fracaso también hacerse presente ante un volver a
intentar por nuevas parejas, convivencias, familia etc.
Los cimientos axiológicos como base de las sociedades
actuales por ser conservadoras propician un escenario
cerrado, paralizante, más parmenídeo y no heracliteano,
así, sin cambio real no será posible otro devenir
distinto a lo epocal establecido, como fue naturalizar
eterno, aquello volátil e impermanente, se trata de la
fugacidad del amor.. La naturaleza del amor imponga
otras condiciones distintas a lo pautado, a lo seguro,
lo inequívoco o estructurado; malla a toda vacuidad y
amenazado por lo opresivo. Por ello lo mediático ha
instituido el distraer, entretener, a solazar y así, cada
sujeto pueda aguantar el sopor de aquello insoportable:
el mundo de los mandatos asimilados y obedecidos.
Tal nefasta condición, deba ser demolida por un mirar
revolucionario, ver el efecto cosificador provocado
por tal mundo y proponer un horizonte alternativo, de
espejos y reflejos, donde el mirar de la mujer atenta a
las ataduras cosificante, y el mirar del varón, atento a
los mandatos alienantes y con alienados sucedan.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Surge una fenomenología, la espejada, y espacio


posible a todo amante, poeta y ángel, géneros buscando
lo perdido. Tal será la conclusión del revolucionario
mirar, espacio de renovado goce, sensibilidad y
acompañamiento en destellados momentos.......... pero
no serán momentos originales sino portadores de una
devaluada ontología, ante la originalidad del amor
perdido.
Porque lo original no se repite y lo posicionado por el
recuerdo sea disecación mental y sin existencia. ¿lo
nuevo?, jamás porta huella alguna.

El tiempo nos marchite

O nos florezca

Y “ el por siempre”
Mude

Hasta que ni siquiera

Olvido sea.

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Capítulo VI
La flama y su nada
¿Quién inició primero la señalada revolución? ¿La
mujer o el varón?, este podía suplir sus calamidades
escapándole a la cosificación instalada mientras ella, no
contara con ese escape. El hastío existencial jamás fue
algo sospechado cuando los seres se casaron, pero ahí,
el hombre sacar ventaja con la licencia patriarcal del
afuera, aunque, hoy día ante las igualdades obtenidas,
aquella licencia haya perdido su hegemonía. Sin
embargo, esto no implica el actuar de la mujer de la
misma forma del varón, pues al momento de considerar
su escape, la identificación con valores patriarcales le
provoque un efecto opuesto al del hombre: el haber
incorporado pautas de la “esposa fiel”, “la abnegada
madre”, se desate en ella el sentido coercitivo de “la
culpa”, sentimiento experimentado por todo sumiso en
su intento por liberarse de la cárcel simbólica habitada.
El motivo de tal sublevación nació como revuelta
al insensible y ordinario trajín del estar y hacer de
todos los días en matrimonios, parejas, convivencia,
con estímulos neutros y sin inquietudes nuevas, tales
individuos prontamente serán presas del aburrimiento,
así, la molicie del simple estar nazca.
La intuición se hace idea y es la de volver a experimentar
algo distinto, y seductora insinuación para todos los
géneros, volver a la aventura pero de forma diferente,
volver a lo que fue sin repetir errores, volver pero sin
los mandatos.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Planteado por el viejo adagio donde solo el libre puede


hacerte libre, volver a una relación mucho más libre
para escaparte a la cosificación posible, sin promesa
de destino alguno, donde solo haber reflejos de un ser
y estar en simultáneo y cambiante devenir. La primera
de las metáforas emerge cuando vuelve a prender de
nuevo la nacida ilusión.
Y ahí, los amantes nacen. Resistiendo al vacio presente
pre reflexivamente fueron tras lo emocional y lo
pasional también, pero sin saber algo sustancial: lo
pasional no pertenecer a nadie ni es entidad operable
según conveniencias particulares, por el cual hizo
inútil esa primera forma de resistir.
Entender al antropocentrismo concepción inútil por
asir a lo pasional. mostro la esencia de toda pasión, ser
nosotros a quienes se impone, por ello no podemos
“desear pasión”, ni su mágico surgir. No hay altar
posible donde rezar por su presencia, ni tampoco
negocio donde poder comprarla.
Pero cuando ella talla no puedes decirle NO y ese no
poder negar, ser su sello distintivo, ¿recuerdas?, lo
encendido tiene su lugar en la mente y desde ahí, deseo
por llegar a la boca ajena y enlace buscado con frenesí.
Tal ser su dulce y bella melodía, reclamo por poner
in situ al calor incandescente y ardiente del nosotros
hechos cuerpos. Por lo cual nadie se impone a la pasión
y si lo hace, no sea eso pasión.
La metodología intuitiva de los amantes por pretender
luchar contra la nada existencial, aquí falla, pues lo
emocional sin ser esclavo de nadie revela falaz a la
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Juan Jesús Oviedo

pretensión de gobernar, utilizar, instrumentalizar al


binomio sentimiento y pasión.
No obstante, la resignación ya ha sido puesta en jaque,
si bien no se experimenta lo pasional a voluntad,
ciertas condiciones deben estar presente por su posible
advenir. Como abonar el terreno fértil de la aventura,
las utopías, los sueños, fantasías y vivir la ilusión de lo
previo como nuevo momento a vislumbrar.
Lo previo significa el escenario de lo potencial por el
comienzo de un antes a todo comenzar, y si la tormenta
se gesta bajo la suma de variables meteorológicas, de
tal modo, variables ocultas cincelen esa forma final del
hecho pasional. Lo potencial es un escenario magnífico
al resistir de los amantes en vida.
Y una vez siendo, la embriaguez no se hace razón pero
se torna razón al combate de la mismidad dormida,
donde la cosidad de lo repetitivo, la mecanización
de las labores y los hechos hubieron de provocar lo
suyo, como lo expreso magnamente Neruda, “los de
entonces, no ser los mismos”, nos diga del efecto de la
cosidad actuante. La vivencia hecha memoria define
toda la cuestión, como implica todo olvido tras el paso
previo de lo recordado.
Intuitivamente los amantes en el ámbito emocional
busquen zanjar las penas impuestas a su cotidianeidad,
pero sin encontrar vivencias plenas, porque la vida
no se repite ni se replica, lo perdido y no olvidado,
no posee revancha. Tal como sucede con la palabra
o con la confianza, al perderse, jamás regresen con
quien se las ha perdido. La flama es mera nada.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Los amantes como seres resistentes y se reconozcan en


su mutuo espejar, la misma sintonía junto a la misma
angustia en silencios y secretos portados. Y la ilusión
de sus vivencias, prontamente cedan ante la realidad de
su derrota, cuando entienden el cuentagotas al cual se
han convertido.
El decir de la palabra
La palabra fue creada para contar, decir, narrar,
convencer y tantas cosas más. Con la palabra se
inicia un sendero donde accedemos a la virtualidad
de lo real, pues la palabra crea, trae, presenta lo
ausente y lo distante, hace posible el pasado y también
vislumbre el futuro. Pero, por sobre todo, la palabra
esculpe sentidos y espacios críticos, donde es posible
el poetizar. Sin embargo, el hacer del poeta no es la
poesía, sino el acierto de su sensibilidad habitando
al mundo y una vez captado, se esboza apelando a la
palabra y desde ahí se nos hable.
La palabra de todo poeta no siempre celebre ese
encuentro excelso entre sensibilidad e inspiración, a
veces recree su fracaso de seductor. Aquí la palabra
no es fascinación libre sino membrete del desengaño
experimentado, pues al no ser exitosa atracción
consigne en sus escritos la condición del rechazo. La
poesía amatoria de todos los tiempos bien se ha nutrido
de ello.
Aunque, ser poeta es ser alguien pensante pues atisba
en el pensar su posibilidad más cierta y si bien su
sensibilidad bucee en lo bello, también lo visite la
angustia por la desigualdad mundana, la poesía social
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Juan Jesús Oviedo

bien lo testifica.
Entonces, el poeta no solo escribe sino como habitante
del mundo se vincula a los otros, del hacer y del sentir
de la gente, eco de la experiencia reflexiva, y el drama
de la vida lo iconice con su humor, sarcasmo e ironía,
aspectos de un estar sin desentenderse del mundo,
hablamos de un total consubstanciar entre el pensar y
la palabra, en su labor por despertar al naturalizar de la
desigualdad reinante, entonces, la musa no es la belleza
sino dolor reinando y objeto de la flexión poética.
Porque su tematizar no solo aborde los fracasos
idílicos ni recree la sensibilidad vivida o lo bucólico
del momento, eso sería encerrar a todo poeta en un
mundo prefijado y vuelo insustancial a las efemérides
afectivas y naturales, y quite de la poesía la condición
revulsiva de un cabal pensar.
Cuando un día a un poeta le preguntaron por ¿quiénes
provocaban atención en su sensibilidad? ,dijo del
tender de maestras/tros, monjas/curas, y esposas/sos,
al dominio, a la vigilancia y su prestancia al castigo
hacia alumnos, acólitos e hijos
Porque si bien la palabra puede describir también puede
delatar, una es prosa y la otra floripondio en rima,
una busca atrapar a través de la cadencia del sonido,
como ritmo, como música sujeta mas a un sentimiento,
pero la otra, es denuncia en agigantado sarcasmo,
donde lo sensible es ahí raptado, sobra, es opacado
ante el develar de la prosa develando y mostrando,
es un martillo demoliendo los muros de la instituida
literatura burguesa en libros, educación y cultura.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

El develar de la prosa hace posible mostrar la belleza


sin la palabra belleza, bucolismo, romanticismo,
paisajismo son recíprocos con el establecido mundo,
y considerado único según la cultura e ideología
ensordecedora para tapar el sonido del martillo tras
la tarea del desocultar poético. Entonces, ¿hay dos
tipos de poesía?, si claro, una oculta y otra devela, y
nos lleva a plantearnos por dos tipos de poetas, por
supuesto, aquel auto deslumbrado por el plasmar de las
palabras o quien las utiliza señalando la desigualdad en
el mundo.
La poesía no solo siente sino también piensa y si
bien el momento pregnante de la musa es la belleza,
la sensibilidad no puede hacer distinción entre el
gusto y el no gusto, porque mirar es mirar a lo real,
existente, por ello le dice ¡si a la alegría! pero no se
olvida del dolor y su causa.
El poeta y la poesía no serían posibles sin el espejo
significante de la sensibilidad pero también de lo social
y aquí, lejos del gusto, y cercano al significado.
El venerable origen de la poesía hubo de compartir
con la Filosofía su camino de preguntas y no de
aseveraciones, y en sus cimientos el mirar crítico la
emparentó con el filosofar, ¿el mundo?, desconfía de lo
visto, tal seria una máxima del hacer poético y filosófico,
instalando como nadie la importancia del refractar a
los estereotipos mundanos, no aceptar a lo femenino
como producto de una moda y ni su construcción por
lo mediático, ¿lo mundano?, debe ser refractado ante el
denunciar poetizado.
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Juan Jesús Oviedo

Porque ¿sabes, la magia de las paradojas en el fondo


son mi tormento?, pues “ la intensidad de lo efímero”
me dice del recordar de lo perdido.

Y “la ocultación de lo obvio”, me señala mi ensimismar


por dar, por el cual jamás pude llegar a verte.

Donde “Lo muerto del recuerdo “, se vuelve ilusionado


vivenciar.

Así “La inexistencia de lo objetivo como algo objetivo”,


haga de la subjetividad algo objetivo.

Entonces, el mundo paradojal nos muestra a lo real con


su sentido unidimensional, como fuente de lo falso.

Como es todo lo repetido y ¡besar mil veces a la misma


boca! e invitación a dejar de lado aquello donde ni
siquiera es beso sino unión de labios, pues lo obvio del
hecho, lo naturalice y lo invisibilice.

¿Recuerdas ese ayer seleccionado en partes y


hecho todos?, bueno, revives lo ya disecado, eres
momificación,. olvida tal arqueología.

La crítica a la mujer cosificada y fidelizada al sistema


y concluida ente, no te hace poeta, solo describes y
por ello, ocultes el sentido ideológico y falso, ¡por ello
debes poetizar!, no describas solo haz poesía.
Te diré algo, toda mujer pensante jamás es presencia
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Conversaciones o la condición trágica del amor

poetizada, sino aquella quien te hirió, ¿necesitas


explicarlas?, pero la catarsis no es poesía, ella tampoco
necesita explicación.

¿Aceptas a los exitosos, a lo bello, lo hermoso y las


atractivas apariencia y a las dulces noticias, como ejes
de un deslumbrar?, entonces, ¡eres digno habitante
de este mundo! Pero ¿sabes lo que eso significa?
que no leerías a un marginado, sin embargo, ellos
son portadores de verdades, ni prestes atención a los
fracasos, aunque detrás haya un genio, por estar preso
de quien te dice las cosas -los exitosos- y dejes de lado
lo sustancial de todo decir: lo dicho!, pues un político,
ministro, cura o consagrado esteta, ¿qué crees que te
dicen?, meros bucolismo idiotizante sin más
Si eres afecto al manierismo serás manipulado desde
lo auditivo y lo visual, donde lo dicho es mediado
según la estética de turno (locutoras/res agradables
y te quedes en cómo te lo dicen) y dejes de lado lo
realmente importante: el contenido del decir.
Ser revulsivo no es una cuestión del pensar sino del
vivir, como significa ser marginal e invisibilizado por
quienes mandan, el revolucionar alumbra las sombras
del desencanto y posiciona una bella flor llamada
resistencia, citando a nuestra conciencia porque no
existe neutralidad. No puedes poetizar bucolismo y
mirar para otro lado contrario al dolor del mundo.
Si, la poesía es pensar es zozobra, ¿las certezas?, la
de los dueños de los medios y su colaborar en las
noticias, una, dos, miles de veces, insistan ellas en
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Juan Jesús Oviedo

naturalizar el dolor del mundo con esa noticia repetida,


e insensibilizarte a la crueldad mundana, como esa/e
quien “dijo amar” y al cual creíste, y tras escucharlo,
te abandonaron sin ningún tipo de piedad o remorder.
Y termino.
Quizás la decepción de haber sido........ ¡vaya con la
inspiración!
El devenir del ángel
Cuando busque la solución a mis problemas,
dependiente de la autoayuda comercial allí
posicionamos el decir de terceros como importantes e
hizo de ellos, a personas influyentes, porque serán ellos
quienes nos asistan y nos conduzcan, me refiero a los
coaching. Se trata de personas cuya misión es instruir,
ser acompañantes o simplemente entrenadores, con el
objetivo a guiar y lograr en sus dirigidos -nosotros-
conseguir triunfos y metas, ¿punto de partida?, la
incomprensión de nosotros mismos.
La autoayuda de terceros nos perciba como a clientes
atrapados en cada sí mismo al cual es preciso restablecer,
debilitado por las ilusiones truncas o efectos de los
desengaños y por el hartazgo propio nos llevo al
reniego de la propia interioridad, posiciono la vaca
pastando en cada sí mismo, así, la dependencia hacia
los terceros se inicie aquí, en ese mascar somnoliento
terminando por enquistar un (muuuuuu).
Eso nos habla del dominio de los otros en nosotros,
como parte de nuestro propio debilitamiento, ¿lo
masculino? se muestra otredad, mientras lo femenino,
una construcción alejada de ella, así, con contenidos
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Conversaciones o la condición trágica del amor

alienantes y mediados por esa incomprensión de lo que


somos, vivamos sin pecar y sin excesos ni concebir
tampoco extremos, según ideología de lo nirvánico en
contraposición a la tácita ferocidad del guerrero.
Aquí los sinsentidos mandan pero no son visto como
tales, como son los besos sin pasión golpeando a
las puertas de quien se besa, o las varias compañías
apeladas para mitigar soledades sin mitigar, donde
el hecho de invadir y ser invadido por el otro y a
eso, llamarlo pareja, ocultando la desesperación por
encontrar a alguien y pensarlo “para siempre” en
donde no hay ni es posible continuidad alguna.
Un crudo existencialismo instalarse, pero desprovisto
de las armas conceptuales para enfrentarlo como
significa todo cabal existencial, nada del pasado o
repetición, nada del futuro involucrando ilusión, solo
el aquí y ahora, desnudo de toda pretensión por la
temporalidad e inserto en un mundo obligándote a
elegir y a ejercer tu mayor maldición, la libertad.
¡Ah, sí!, interioridad, lugar de secretos sin luz ni
espacio en lo cotidiano de todos los días, por el cual
si eso interior emerge, hacerlo desde el viso pautado
de las mediaciones señaladas o la mirada oficial del
mundo encarnado en ellos
¿Que son ellos?, los dispuestos a ayudarte, los
impersonales dejando de lado la subjetividad y
reemplazada por la función, sin comulgar con los
“¡yo quiero!” o los “¡yo aspiro!” pero formen parte
de su condición, se posicionan en el mundo como
objetividad y eso los emparente con la verdad, con el
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Juan Jesús Oviedo

saber, ellos son los emisarios del conocer mundano


porque el mundo se mueve como resultante del saber.
Son los nuevos sacerdotes en vínculo con las nuevas
divinidades de la objetividad y la profesionalidad de
los coaching.
Entonces, silenciada la voz de la conciencia y despojado
el cuerpo de ella, no sea posible vuelo alguno y de
haberlo, su ruta de hoja disponerla ellos, entonces,
siendo materia pero sin vivencia plena, siendo guerrero
pero feminizado sin más, con llamas sin fuego ni
embriaguez por deseos, tales variables expulsen de lo
real al “es” morando en cada interioridad eunuca y sin
ningún resistir.
Decidir, y la propia equivocación justificada como
lección de vida ¿quién habrá de soportarlo?,
peregrinos de la realidad sin cabal sí mismo,
entonces, momento de decir ¡basta a esas tretas
anquilosantes por presentarnos de una forma cuando
somos de otra! sin la obligación por caer bien,
ser simpáticos o agradar a todo el mundo, tales
ser las bases de la más míticas de las figuras: la
angelical, visitante de la interioridad mancillada.
El desenmascaramiento muestre la vieja costumbre
de actuar según conveniencias, como por ejemplo
¡cuando vivías la trampa de la amistad y mera
estrategia para acercarte a ella o a él! En la oculta
intención romántica del placer y del sexo y después
del mismo, la indiferente presencia en aquellos
pseudos donde jamás existió vínculo honesto. Como
la de tus silencios, tras tu verborragia, tapando
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Conversaciones o la condición trágica del amor

los secretos y bien guardados, ante las largas noches y


sueño sin llegar, sin retorno repasas la condición de ser
partenaire de otras/tros y porque todos lo hacen,
terminan por hacerte también a ti.
La mascarada de la comprensión cuando eres un ser
invasivo o victima de las circunstancias y utilizas a tu
favor, presentarte como oveja cuando en el fondo eres
Bacante o Fauno, y lejos de toda real interioridad, ser
la carne de cañón alimentando a los prestos coaching.
Servicio por excelencia burgués.
¿Tu condena? a pagar la culpa por ser deshonesto, ¿tu
función?, reflejar interiores ajenos, ¿tu lección?, la
autoconciencia cotidiana, ¿tu destino?, el habitar lo
ajeno.
El ángel se nos revela, reivindicación a su fracaso por
vivir presto al afuera y darle preeminencia a lo social
cohesivo, busco ser bendecido por los funcionales al
sistema como son los maestros, curas y suegros etc. y
hacer de los coaching los gurú de su vida al dejar de lado
su interioridad, y la realidad del afuera devorarlos como
entidad. Su última esperanza nace ante la conciencia
de su mayor error, el ser víctima del menosprecio a su
propia interioridad.
Y como efecto de esa desgracia, ser mero epifenómeno
y no real fenómeno, la ilusión de ser o esfuerzo por
recuperarse lo posiciona como entidad del ser no
siendo, su ontológica es trágica, porque su ser angelical
devino por el fracaso de la Bacante o del Fauno como
tal.

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Juan Jesús Oviedo

Una lágrima
Experiencia salobre ajena al viento
Pero distinta en la propia vivencia
Nació al recordar.

Aquel lejano murmullo


De la fresca sonrisa
Y su dejar de ser
Como posibilidad mundana.

Aquella indiferencia
Nació resistiendo
A ese mundo transformado

Tal es esa lágrima…


Resistencia al mundo
Resistiendo que vos
Hoy no seas mi posibilidad.

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Capítulo VII
Confesiones

Toda conversión es un rapto ontológico, de ser algo pasar


a ser otro, el actor trágico se transfiguraba y mudaba y
por ello, lograba la catarsis en sus espectadores, una
manera de curar la terrible condición de la vida y su
opuesto, la muerte o la permanente tensión entre
contrarios.
Si bien el hombre machista impuso normas, reglas y
determino castigos, también cargó con el sufrimiento
impuesto por el yugo utilitario: ser entes funcionales
bajo el acechar del fracaso, entonces, pelear,
competir, disputar, fortalecerse como formas para ser
exitosos y por otro lado, prestar atención a otra voz
más social conminándole a ser solidario, atento,
cooperativo, ¿notan la tensión?
El hombre machista hizo de la mujer una pseudo
propiedad, ésta portó el título honorífico de ser “la reina
del hogar”, y por creer en tales fruslerías del canon
varonil, desterraron su posibilidad de independencia y
auto anularon sus derechos a vivir su propia vida como
mujer y dejar de ser apéndice de alguien.
Sabemos la consecuencia de la función: los hastíos,
desgarro y hartazgo ante lo mismo y convertirse en
estereotipos, gestos, misma ropa, mismas palabras,
la imagen reemplaza al ser detrás de la persona, a
convivir, a tolerar y por ende, a soportar, ¿angustiante
verdad?
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Juan Jesús Oviedo

Pero podemos especular con ciertas resistencias. Por


ejemplo, el decir “sí” a la relación, aunque, “no” a la
convivencia; el divorcio existir y la separación a filo,
la maternidad como realización ser cuestionada, y
entender el significado de la maquinaria Neoliberal y
su funcionalismo por determinar subjetividades afín a
sus intereses
A todo eso mujeres y hombres deben resistir, apelando
a curiosas ontologías como son el emerger del amante,
del poeta y del ángel. Las señaladas presencia otorguen
un nuevo sabor a lo desabrido del instrumentalizado
mundo amoroso. El cuentagotas del amante, el fracaso
del poeta y el castigo del ángel, formen parte de un
enfrentar, pero sin la unidad del amor vivido, porque
hablamos de fragmentaciones ¡nunca lo deben olvidar!
La apertura acarrea incertezas, los límites de la
seguridad ahora desmoronados invita a lo azaroso
como parte de algo común y provoque el combo de lo
incierto en ese horizonte liberado al romper con los
roles impuestos, al cual todos deben ajustarse como
mayoría sufriente en víctimas y victimarios.
“Te educo con el celeste y a vos para la cocina”; “vos
podes salir hasta tarde, ¡vos no! sos mujer”; “hijo,
debes trabajar, ser responsable, ser buen padre”;
“hija, debes ser buena madre”. Y así, aquella aventura
iniciada en lo más recóndito del placer culminó en
estructura funcional en resignada posición. Una carga
dice presente y es la de esposos y esposas; hijos
resistiendo a ciertos padres, y los padres a esos hijos;
momentos de una historia sin fin y determinada ´por
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Conversaciones o la condición trágica del amor

ese invento social del casamiento.


Hechos incluyendo al machismo y al hembrismo,
cargando sus posiciones dictatoriales contra cada
género sin cabal fundamento y prejuicio de por medio,
construyen un sentido femenino y masculino con una
alteridad imposible de conciliar.
Esa otredad, sin ser nadie en particular, sin tener
existencia concreta, será definida como sociedad y
provoque la siguiente paradoja, de algo sin existir -por
ser un término teórico- victimice a las personas de carne
y hueso, por condicionarlas a un vivir contrario a sus
particularidades. Estas formas disecantes cuenten con
una correlación institucional y sin lugar a dudas a ser
borradas y extirpadas como realidad terrena, hablamos
de esas formalizaciones de los registros civiles, púlpitos
e iglesias, sinagogas y templos. Cuidado con ellos.
Y algo sustancial, tanto hembrismo como machismo
deben superarse para el retorno de la nueva ilusión e
intimidad a ser. ¿Pero dónde? Sin intención de repetir
el agravio, no se trate de la humanidad, ni del concepto
general e impersonal del género, sino de la mujer, de
vos, en tu nombre, sea Silvia, Rosa, Mónica, Sandra,
Irina, Gabriela, María, Estela, y a vos sin nombrarte,
como también los juanes, los gustavos, julios etc., ante
la importancia de la realidad esperada. ¡La majestad de
los nombres!

Recuerdo algo compartido, la de tu reflejo, y yo,


quien te espejaba, en la ilusión por ese real encuentro,
¿recuerdas?, los ojos estaban de más, ellos sobran pues
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Juan Jesús Oviedo

ante el beso, no hay necesidad de ellos, no es preciso


mirada alguna, lo sabes y lo sé, saber compartido de
lo inútil del mirar cuando se besa, entonces, te pido
algo, cierra los ojos y yo los míos en este besar al cual
ilusiono.
Recuerdo esa recreación de sombras y curvas, lo largo
de tu pelo cubriendo la exquisitez de tu espalda -el
de la mariposa- y señalar con gracia el lugar donde
la mariposa descansaba y objeto deseado, el cercano
mirar ¡a centímetros!, más allá de toda horizontalidad
o verticalidad, reinando en el centro del nosotros.
Momento sin palabras y sin nombres ¡vaya instante,
perenne y por siempre!, porque en ese instante,
¿recuerdas? no existía un vos y yo, haber superado los
pronombres por ser embriaguez devenida.

Y momento del decir, nacido desde el recorrido


límite de lo intransferible y llamada experiencia, lo
intransferible ser transgredido por hacerse poesía al
irrumpir un tercero y apropiarse de esos momentos.
Gozo y sublimidad al servicio del lector interpretante y
dueño de ese poetizar.
Pero, amigo mío, llevado por mis ínfulas ¡jamás te dije
por qué he llegado a ser poeta!, ¿quieres saberlo?
Te lo diré sin rodeo alguno: el exceso de soledad y
meditación mundanal me alejo de las nuevas lides
amorosas, solo me quede en una a quien siempre quise
y nunca jamás dejare de quererla, sin pretensión por
goce sensual alguno, así, solo recreo a través de la
palabra el atesorar de mi corazón: ella, y por eso soy
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Conversaciones o la condición trágica del amor

poeta........…

Déjame también presentarnos, entiendo tu decir,


no seremos tan elocuente con las palabras, porque
solo buscamos provocar lo mismo deseado: placer;
aunque detrás de tal condición exista una realidad
no tan querida, lo efímero por cada encuentro. Mira
la paradoja, mírala, porque nosotros como amantes
no tenemos futuro, vivimos de forma brutal ese
esperado encuentro del presente y después vacios,
esperemos por el próximo.
En el fondo más allá de sus calamidades ustedes los
poetas son. Son seres completos, no se dan en partes,
¡pero nosotros sí!, solo nos podemos dar en partes.
Quisiera tener un diálogo más largo, más extenso en el
tiempo, y un encuentro más espacial, amar a esa mujer
o ese hombre bajo las estrellas del universo, sobre las
espumas del salobre mar, entre el sol del mediodía o en la
noche de plenilunio, pero no, el mundo queda reducido a
un lugar y a un momento, todo tan pequeño y restringido
¡a segundos!, licuados por no estar con nuestro amor
y toda hora ser ligera cuando sí lo estamos. ¡Claro que
vivimos!, ¡claro que gozamos!, pero el recuerdo lacera
esperando el nuevo encuentro, y mientras más nos
convencemos de nuestra experiencia por intervalos,
¡ser mas cuerpos sin alma sospechar de nuestro ser!
Por ser hijos de la noche y de momentos furtivos,
nosotros los amantes, no nos podemos dar como
desearíamos darnos, pues la tensión de la pasión
contenida nos desata hasta el punto de no poder
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Juan Jesús Oviedo

llegar a apreciar al otro. ¡Cuánta paradoja en esto!,


tan dispuestos a dar y no concedemos el tiempo ni la
pausa necesaria para recibir o el dar de nuestra amante
pareja. Y tras el instante, nuevamente desnudos, sin el
otro, porque el otro o uno, ya ha partido.
Así, una parte vive, pero otra parte no. Vamos
fragmentados por la vida, buscando la media naranja
dicha por el gran Aristófanes, una búsqueda permanente
sin ningún cesar, donde el mundo tras esos encuentros,
nos disuelva y la vida cotidiana nos encierre y nos
aprese; deambulemos divididos en absorta levedad.
Somos amantes por la carencia instalada.
Pero también somos resistentes, le decimos “no”
a la resignación y no obedecer a la moral de lo fiel.
Lo fiel es un artilugio típico de sociedades represoras
apelando a la persuasión del deber, y fomentar la culpa
para mantener el dominio sobre la gente, tales ser esos
valores, manipuladores. Y todo, porque la pasión se
yergue elemento peligroso a su orden mundanal, tal
como lo supo advertir el brillante Lisias en aquel
diálogo platónico.
Esta condición tensionante entre excitación y represión
buscan la atomización del tejido social por el cual
nosotros, los amantes, también reproducimos tal
carácter, cuando solo una parte de lo que somos nos
acompaña en el encuentro amoroso. Entonces, lo que
“somos” como sujetos, ya sea esposas/sos, madres/
padres, compañeras/ros, queden de lado ante la cita
suprema con el otro.
Digámoslo de una vez por todas, ¡los amantes no
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Conversaciones o la condición trágica del amor

somos seres completos porque solo podemos darnos


en partes! La escasez siempre ha tallado en nosotros
y, sin ser totalidad, cada uno vive lo vivido desde
su esporádico sí mismo o sea, escasez en escasez.
En consecuencia, jamás seremos plenitud real; el
segmento, la fragmentación, la porción lo será y no
obstante, buscamos repetirnos en la desesperación por
volver a ser, y por combatir a esa nada desesperados ir
a la soledad del secreto encuentro.
Como amante, ser una sensación de invisibilidad,
de querer gritar la dicha si es posible eso ante el
esporádico encuentro. Pero no, debemos callar y
guardarla solo para nosotros. Ya ves, amigo poeta,
las palabras acerca de nuestros actos no nos están
permitidas; representamos lo prohibido y solo nos
quede de nuestros encuentros, la voz de su silencio y el
perfume del ser ocasionalmente amado. Toda nuestra
realidad quede justificada en ese encuentro, y supremo,
como delirio de nuestra ilusión por ser instante en
ese gotero de la nada. Candente fragilidad, pues el
último encuentro, aceche ¡en cada nuevo encuentro! la
paradoja de “lo último en lo nuevo” señale tal crueldad.
Tú has fracasado poeta y nosotros como amantes, estar
precedido por esa insuficiencia desde la ilusión de un
encuentro real, pero la evanescencia del mismo suceda
tan pronto tiene lugar. Sí, somos amantes, amigo poeta,
porque en definitiva somos carencia….........
Amigos míos, permitidme, si vos como amante
sois materia y vos como poeta sois sensibilidad,
entonces, concebid esta invisible presencia también
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Juan Jesús Oviedo

deambulando en aquellos seres cuya madurez puso en


su lugar a vosotros amantes y a poetas, al sospechar
de las bondades del amor físico y de las palabras
envanecedoras, hechas y dichas para conquistar.
Mis alas solo pueden volar en aquel cielo donde
pasiones y palabras están receladas. Fracaso tras
fracaso de los nuevos cuerpos, las nuevas voces y
los preciados encuentros devenidos ausencia, fueron
concebidos como horrores cometidos en contra de
toda mismidad, bajo el nombre del deseo y del amor.
¿Cuántas veces ellas y ellos han dado sexo para recibir
a cambio algo distinto?, ¿cuántas veces la palabra
buscó seducir y despertar lo dormido en cada mujer y
cada hombre, sucumbir a la ilusión nacida ante cada
fonema y morfema, o a la invocación de lo bello, lo
eterno y lo sublime? Mera estrategia discursiva para
despertar sensaciones y embotar sentidos, sujeta a la
intención de seducir tras el significado logrado y
provocar el espejismo de la ilusión en ciernes.
“No hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa”,
supo decir el inmortal Amado Nervo. Y sin embargo,
el desencanto, la desilusión y el escepticismo fueron
vuestras heridas cotidianas en los espíritus afectos a
la mundana provocación. En tal espejo, en muchas se
posiciono el hembrismo como defensa a la identidad
profanada, pero tratemos ante falsas antítesis porque
todo hembrismo es reactivo a la violencia de su opresor
masculino y postule la superioridad femenina o su
lucha contra todo patriarcado. Y aquí cabe la acertada
voz de otro inmortal, Carlos Barocela, pues nos supo
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cantar acerca de “tanta adolescencia apresurada y


tanta soledad arrepentida”, la dialéctica cimentada en
el desencanto y en los fracasos del amor adulto como
destino de todos.
Entonces, llegue el día del acercamiento a ese ella
o a ese él, y solo espere de vos una presencia amiga;
busque en vosotros esa leve compañía, aunque,
muera ella o él en su yermo en necesidad de afecto, se
abracen a su mismidad en los mayores momentos de
sus angustias. Eso suceda ante el miedo por otra nueva
decepción.
Amigos, el cielo de tal mujer y tal hombre posea un
rostro y una edad entre cuarenta y cincuenta años,
edad del surgir reflexivo en la vida amorosa, transitada
por más oscuridad y no luces, por mentiras y no
verdades, hipocresía sin recato, tales calamidades den
espacio al momento pensativo y luz en tanto oscuro
desencanto, por el cual alumbren hoy la risa simple,
la ironía justa y la percepción inteligente; o hallazgos
del demiurgo humano como reflejo particularizado. Sí,
pero solo en reflejo, porque deberá ser más hábil aún
si pretende que ella o él, experimente una vez más el
fulgor del afecto y el frenesí corporal, sin cabida a las
harto apeladas palabras de promesas mutuas, fidelidad
y respeto. Porque, ¿sabéis?, la palabra y la experiencia
pertenecen a mundos diferentes; la palabra es universal
y la experiencia es particular.
Pero amigos míos, ¿queréis saber cómo me convertí en
ángel?

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Fui una decepción para el mundo de las conquistas,


pues no provocaba nada en las jóvenes de mi alrededor,
siempre fue así mi vida con todas las mujeres, aún, desde
joven recuerdo siempre ser el amigo, el compañero, el
confidente, siempre inofensivo.
¿Era mi aspecto o había en mi algo por el cual las
chicas no me vieran para otra cosa que ser amigo?
Ellas me decían “eres bueno, eres noble, eres buena
persona, eres simpático”, pero yo no quería ser nada
de eso. Faltaba audacia, no tenía coraje, era inseguro y
cuanta cosas más.

Aquí estoy, le dije, vengo a proponerte un romance, una


aventura, lo tomas o lo dejas, así de simple. Hoy pienso
el desquicio de tal actitud pero según el imaginario
machista, esa forma de proponer directa y mostrarme
seguro, sería una actitud ganadora beneficiándome
ante ellas.

¿Pero era atractivo, gustaba?, no, solo sobresalía esa


interioridad de bueno, honesto, trasparente e inofensivo
¿y podría decir los mismo de mis pretendidas?, no lo
puedo decir porque solo me quedaba en el exterior de
ellas y ciego a sus interioridades.
Mi ceguera interior mancillaba con desdén al amigo,
al noble, al confidente así definido, ante el fracaso por
gustar, según imaginario masculino.
Retumbó varias veces ese “no” en mi cabeza, en mi
vanidad y en mi orgullo, y regresé a mi casa, frustrado,
a embotarme de cervezas y música, deambulando por
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Conversaciones o la condición trágica del amor

un mundo lejano, sin sentido y oscuro.


E inventé al poeta.
Pero la poesía no es la mezcla de letras armónicas, ni
de palabras bellas, sino sensibilidad abierta a lo interior
y exterior del mundo, y esa era mi mayor carencia, yo
rechazaba la sensibilidad interior por ser expresión
de una debilidad varonil, negaba y detestaba a toda
interioridad, ¿corolario? no pude escribir.
Y disculparme por aquel lamentable episodio de la
propuesta y entonces aprehendí su angustia por existir,
solo eso era, angustia, reflejando a la mía, por un
segundo me pude ver a mí mismo; su simple mostrar
me reflejó a mí.
No dije nada y avergonzado me despedí.
A partir de entonces devino el ángel, ser apertura a
otras interioridades hizo posible tal mágico y curioso
devenir, única condición aceptada de mí.
Desde ese día acompaño todos los días, en presencia
invisible y silencioso dialogo, a las almas del
mundo, y que en cantidades nos esperan.

He aquí las confesiones mediando tales conversiones,


ingrato devenir ante una condición devaluada y
compartido significados. La ilusión por volver a ser nos
revele realidades nacidas ante despechos, desengaños,
chascos propios y ajenos, los mismos proveyeron las
bases a una experiencia ingrata, la del drama amoroso,
lo efímero y cambiante de su “es” en el mundo.
Y sin avizorar el consiguiente peligro, el de
Frankenstein o las partes constituyéndose en todo, sin
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Juan Jesús Oviedo
devenir jamás ente normal. La durabilidad del ayer y

de la memoria son disecaciones simulando vida, allí


no hay cabida el supremo existencial: el amor, más
nuestra incapacidad por comprenderlo, sea opacado por
el instrumentalismo epocal, y nos haga sus asesinos.

No tengo deseo por ti, ¿estás acaso muerta?


Pues, espacio sin deseo, es espacio muerto
Quizá sea mi gozo que aleja toda apetencia
De deseo y no hayas fenecido.

Sabemos que los deseos no pueden surgir en lo lleno


Sino en el vacío
El secreto del ser ha sido ese
Generarse desde la nada
Como única posibilidad.

Por ello, los deseos fluyen y circulan


Entre el vacío de las cosas.

Voy hacia el vacío


E ilusionado saciar.

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Conversaciones o la condición trágica del amor

Capítulo VIII

La condición trágica de lo amoroso

Lo eterno y su giño a lo primordial sostenga lo


siguiente “hay en aquel mundo algo sin ser de ese
mundo”, dialogo improbable en el escenario humano,
solo el preceder de lo finito y lo infinito posea dialogo
humano, entonces ¿porqué lo finito?, he aquí el límite
de sí lejos del vasto infinito. La aporía se magnifica si
interrogamos ¿decidimos también nacer? La pretensión
hacia lo vasto nos recuerde aquella definición antigua:
la de ser medida de todas las cosas del gran Protágoras.
Lo primordial es la tensión entre contrarios tales
como lo son futuro y destino, saber y suerte, medida
y azar, destellos en lo real del mundo, hablamos de
términos aleatorios y definiciones sin aporte alguno al
saber humano, tal como significa el destino junto a la
condición de lo azaroso.
Porque si aceptamos al destino y a la suerte, eso nos
lleve a preguntarnos por su preceder y nuevamente el
marco de lo primordial a pleno, así, hablar de fuerzas
cósmicas y titánicas es hablar de lo desconocido,
entonces, ¿qué hacer?, la búsqueda de representaciones
sin conocer nos provoquen las sospechas por cierto
misterio, por eso las representaciones de la suerte y el
azar, y agregamos también a lo divino como aristas de
lo primordial habitándonos.
Entonces, ¿sabemos y conocemos algo de esa
dimensión?, nada, y nos muestra limitados porque solo
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Juan Jesús Oviedo

podremos saber acerca del mundo pero no su exceder,


porque de ello nada conocemos y nos hace parafrasear
a Sócrates con un “saber de un no saber”.
Lo sabido no nos ayude a enfrentar exitosamente
aquello fuera de nuestra humana condición, como
sucede con ese subrepticio instalar y definido amor ,
más allá de su presencia esperada en la vida de mujeres
y hombres, su ignorar todo de él sitúe al tinte trágico
en el futuro de tales enamorados.
Una jerarquía cósmica el amor testifica e iniciado con
lo primordial, continuado en lo cósmico y concebirlo
después divino, espacios incognoscible y vinculados
entre sí, se oponga a aquellos prestos al digitar
amoroso.
Porque predeterminar lo no determinado, posea su
costo.
Lo no sabido y lo no entendido constituyen un marco
muy distinto al acostumbrado del mundo fenoménico y
por ello hablar de epifenómenos, sus paradojas a cuestas
bien lo certifican como lo intangible de lo concreto, lo
visible de lo ausente, enuncien nuestra ceguera por ser
víctimas de la ingenuidad empirista sostenedora de “ lo
no visto o sin contrastar”, no exista como tal.
Recapitulemos, estamos hablando de aquello
emparentado con lo primordial y de cómo se hace
presente en nuestro mensurable mundo, y acudir al
ejemplo de lo efímero con su oponente, el durar y
determinados ambos por lo profundo. Pues de la mano
de lo profundo nace lo intenso y surgimiento de lo
breve, alejado del sobrevuelo metafísico de lo eterno.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Donde lo intenso no se repite, sabéis que no se repite


ese vacilante primer paso, ni la primera tierna caricia
o ese inicial fuerte abrazo, ni ese delicado tembloroso
beso.
Jamás se repite lo intenso ni jamás se habita en lo
profundo por demasía, y otra vez, no saber por qué,
ello es así pues no tratamos con productos humanos
o creaciones nuestras, sino de la injerencia de ese
más allá habitado por el daimon de otros tiempos e
incontrolable a todo control.
Todo este prólogo sea para sostener lo existencial
del amor en el mundo, y su provocado mudar en la
consciencia de aquellos amantes y aquí, lo esencial,
rompa con el epíteto existencial. El amor, lo amoroso,
posean esa característica primordial y su profundidad
arrase con toda afectividad previa y categorice como
pseudos a todo amor pasado, así, una “tabula rasa”
surge ante la invasión y el rapto del acto amoroso.
La experiencia del amor nos hable de lo inservible de
la voluntad ante ese reflejo de todo lo incondicionado,
por ello no puedes enamorarte cuando así lo deseas,
simplemente sucede o no, por el cual lo indeterminado
se hace un espacio en lo físico y lo metafísico un lugar
en lo terreno.
Nuestra ceguera respecto al amor y su tajante condición
por “no estar al servicio de nadie”, lo hubo de vulnerar,
por ello, así como llegó partió en sigiloso silencio,
y dejarlo ir ni intentar jamás retenerlo. Sabéis de tal
experiencia.
Un destino es determinado por la ceguera en ciernes y
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Juan Jesús Oviedo

mudar del inicial cielo en concreto infierno, ya no será


la cita entre la santa y la meretriz, ni del caballero con
el ´sátiro, o lo infinito en los finitos cuerpos ni volver a
besar distinto a la misma boca.
Y esa sea la tragedia.
Las metáforas señaladas son la instancia trágica por
recuperar de cualquier forma a eso perdido, hablamos
de la flamante carencia por la plenitud hoy vacía, y
el tedio ser carne y extrañar un nefasto estar, pues el
mundo ya no es como antes, por mudar en mundo
desilusionado.
Los enamorador prestos y ávidos consumieron al amor
en la medida que lo vivieron y trasgredieron la apología
de la permanencia amorosa.
Así, perder tal bienaventuranza su búsqueda a ser
recuperada signifique una instancia peligrosa a la propia
auto destrucción por tratar con fuerzas incontrolables
como sucede con la pasión cuando es mera instancia
mental y no llega a ser cuerpo, entonces, el sujeto sufra
la ausencia por no ser sujeto corporizado ni ser sede
de la inquietud de otro, y se pierda en la simulación
pornográfica de su fracaso y padezca el delirio por un
otro sin existencia como tal.
Si repasamos la siguiente fenomenología sabremos el
motivo por superar las carencias presente e iniciada
con la vista, después el tacto, y continuar con el nuevo
mirar, para volver a apresar y así de vuelta a poseer, y
ser poseído por el nuevo abrazo para retornar a recorrer
sin cesar; en la pausa de la distancia y nuevo acercar.
O la maravilla de ser el cuerpo e instrumento del Eros
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Conversaciones o la condición trágica del amor

griego en eroticidad encarnada, nos habla y nos dice


del gozo y la emoción como algo carnal, porque no hay
ímpetu en lo angelical e inmaterial; la exaltación es
encuentro mundano entre dos, y apertura a la profunda
experiencia de la mutua incandescencia.
Y la mayor desnudez sin ser la del cuerpo sino el
desenmascaramiento del exigir profundo.
Anulada la racionalidad, aquellos enamorados
supieron gozar del magma de sus íntimos deseos
según la exigencia de ese ser corporizado, y para ello
quedo de lado al ser como principio abstracto, aquel
ser de todos los entes, para ser solo cuerpo y única
propiedad existencial de su ser siendo. Así, dará
lugar al siento y se aleje de los vientos metafísicos
del intelecto y complemento de lo sensible junto al
trémulo acompañar.
¡Ah!, si, lo trémulo es ese paso interior mediando el
acercamiento; el temblor y el escozor ser indicadores de
la franja entre lo conocido y lo desconocido del nuevo
encuentro a suceder. Temblar ¿y por qué? No hay un
porqué posible, solo se tiembla, se trata de un temblor
enunciante. Acostumbrados a ejercer la racionalidad
para todo, el estado pasional instala lo extraño en lo
propio, desconociéndose bajo el imperio del temblor y
de lo trémulo.
Ahora bien, tal condición de lo amoroso no se detenga
en lo pasional ni en la hipersensibilidad emotiva, sino
por ejercer una transfiguración en las personas, al
cambiarlas las convierta en algo distinto. Una apertura
tiene lugar en cada individuo con otras características,
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Juan Jesús Oviedo

por lo cual lo distinto en lo mismo será alfa y omega


como fue la transfiguración dionisíaca de la experiencia
mutua. Así, el otro se patentiza en un estar, hacer y
compartir, en misteriosa simultaneidad.
Aquellos tristemente busquen recrear la faz del
nosotros o la unidad de los dos, un nosotros sin espacio
ni tiempo por ser virtual, sin existir como cosa concreta
y sujeto a lo tangible, significante aglutinante de una
forma de ser y de estar de dos. La subjetividad de uno
y del otro será subsumida por esa condición extática
del nosotros.
Un nosotros fruto del mudar ontológico, e imperativo
obligando a los afectados a buscarse mutuamente. Y
si uno formulara la pregunta ¿y por qué se buscan?,
el primero y último fundamento será: porque tal
nosotros así lo exige. Por si no se lo ha considerado,
todo nosotros participa del licuar de la propia
individualidad; se trata de un salto cuántico al cual
no se puede cuantificar. Debe ser mutuo porque de
lo contrario, la individualidad se hallaría violentada,
como nos sucede respecto en las relaciones laborales
cuando alguien se inmiscuye y quiere ir más allá de lo
permitido por la tarea, nos incomode.
Vale decir, para la posibilidad de un nosotros se necesita
de la acción transformadora de lo amoroso.
Pero no todo es rosa, algo vigila y no es de este mundo.
La ceguera trágica queda patentizada cuando aquellos
crean sin saber, las condiciones al retiro subrepticio de
lo amoroso. Ido este, los hábitos vigentes provocan
su terrible confusión sin demarcar ese antes y ese
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Conversaciones o la condición trágica del amor

después por la necesidad de la toma de decisiones


correctas ante el escenario tajante, que algo falla
y alguien sobra o falta algo, y preanuncie el destino
final de los caminos separados e instale dos tipos de
nosotros.
Aquel existencial de la expresión alegre y bucólico en
participado encuentro, muy distinto de este nosotros
de los vínculos domésticos. El primero fue vuelo
compartido a un éter distante y el segundo a un lugar
llamado casa.
Para ser sinceros, todo nosotros está condicionado por
el propio agotar. La tragedia en la Grecia antigua, fue
producto de un conocer y un desconocer, el hombre
de aquella época conoció la tensión de su tiempo pero
presa de su ceguera trágica, no conoció su designio
como tal, y hoy, las metáforas señaladas recorran el
mismo camino de antaño, su lucha por cambiar lo
ya establecido, inscriben su desasosiego tras una
ilusionada tangente y por ello repitan la odisea de
aquellos héroes trágicos: lo inservible de todo rebelar.
Como es el error de la voluntad en el ámbito amoroso.
Conquistando a lo temporal y a lo espacial, la voluntad
condicione a su arbitrio todo aquello deseado para
sí explotando el eje de la causalidad. El mundo de
la ciencia, por ejemplo, representa el triunfo de la
voluntad cuando explica el mundo, mundo sin secretos
y el triunfo de su dominio instrumentalizador contra
una naturaleza explotada, tal el significado del hacer
volitivo.
En esta concepción, la voluntad se entroniza y,
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Juan Jesús Oviedo

sin embargo, hablamos de una capacidad inútil al


pretender manipular aquello lejos del imperio de las
causalidades. Porque lo amoroso, es independiente de
todo ello, y la voluntad no pueda sostener la idea citada
del fabuloso Protágoras: la del hombre como la medida
de todas las cosas. El emerger de lo amoroso rompe
con las coordenadas temporales y espaciales, así, el
hombre volitivo quede perdido en ese espacio donde él
como voluntad sobra.
Vayamos a la metáfora del relato bíblico del
Paraíso antes de la caída. Lo idílico del paraíso y la
bienaventuranza sin esfuerzo, belleza seduciendo en
lúdico encuentro con lo seducido, todo al alcance de
la mano, y después lo terrenal. Y aquí la voluntad ser
vital para cubrir con permanente esfuerzo lo necesario
para el duro sobrevivir, voluntad, esfuerzo y trabajo, la
condena al sudor se extienda sin fin sufriendo todos el
mismo castigo; la vida es eso, castigo.
La presente ceguera no permite al ser humano ver en su
intento por sujetar a lo idílico, el apuro a su defunción.
Y una doble condena abofetea sin piedad a estos
intrusos, la sentencia a morir por la sentencia del
nacer, espeje a su insignificancia pretensiosa y muestra
su cabal condición de ser marioneta de otras fuerzas,
simple condición a su fracasado fin por tratar de
burlarlo.
La misma pretensión por hacer a lo divino según nuestra
ontología y dejar de lado nuestro preceder o fuente de
los opuestos primordiales de lo amoroso y lo efímero,
lo cósmico y lo mundano, o cabal representación de los
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Conversaciones o la condición trágica del amor

verdaderos dioses, legado del ilustre Homero.


El mundo seguro y mensurable fue por el temor a lo
incontrolable y entronizar lo racional fundamento de la
presente cuantificación y su ciencia, ¿el costo?, vivir
alejado de toda originalidad como es la presente y
sufriente inmundicia construida o fragmentar humano,
su mente por un lado, su corazón por el otro y su
pasión más allá aún y así, dividido, se facilite la tarea
por anestesiar sus componentes más vitales, y hacer de
él una entidad dócil y manejable, hacerlo rebaño.
Y nos muestra la cabal significación del amor y nos
deje boca abiertos, ¡lo amoroso es subversión al
sistema Neoliberal del rebaño instalado!, por su poder
transformador primero como vivencia y después, al
sufrir su castigo, genere un nihilismo y apertura a un
mirar distinto y a lo aun no visto. Nada es petrificado,
nada es para siempre tal el martilleo del amor,
La tragedia de lo amoroso nos alerta del sufrir si no
entendemos el amar para lo efímero, y su condición
primordial, simultaneidad con el venerable mundo
metafísico y el mundo religioso, pues hablamos de
principios primeros o últimos y no controlables.
El resabio de lo perdido posiciona la tragedia de
nuestro tiempo con las figuras del amante, del poeta
y del ángel, experiencia en depreciada condición,
pues ellos cargan el peso de los recuerdos, junto a los
fracasos y el dolor de lo perdido pero no olvidado.
Si, la paradoja es que estas metáforas son productos
del instrumentalismo amoroso y remembranzas por
la unidad perdida o el illo tempore de Mircea Eliade
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Juan Jesús Oviedo

pero también son instrumentalizadores de un nihilismo


a todo condicionar.
De aquella unidad original a la descomposición
presente, tal ser el estatuto de las metáforas en su
nuevo acomodar y la inquietud por volver a vivir el
gozo, la sensibilidad y algo de paz interior. Aunque,
claro, con un cruel precio, experimentar todo en forma
rota, quebrada y con sensaciones menguadas.
La cuota instrumental es cuando litiga contra de aquellos
presos de los mandatos pero con un final previsible: no
ser escuchados, condenados y vituperados
Entonces, ¿para qué tal revolucionar, si el resultado
del mismo nos entrega otra ilusión, donde lo verdadero
se nos escapa? Los fracasos y las frustraciones crearon
el nihilismo a imperativos tales como “si amas te
casas; crea tu propia familia y practica las buenas
costumbres”.
Sin embargo, la mirada nihilista no se alcance a sí
misma, el ojo no pueda mirarse a sí mismo y no
discierna a la nueva falsedad en ciernes, y si bien
llega a comprender y a vislumbrar la naturaleza de lo
amoroso, no alcance a ser cabal saber trágico: el no
retorno de lo perdido y espacio a la nueva ilusión por
repetir lo no repetible.
La sapiencia de lo amoroso recela de los simulacros y
las simulaciones por ello el refractar trágico, ...........
la de ser pero no siendo: amantes, poetas y ángeles.

Otros hacen realidad nuestros sueños


En los sueños es donde más somos
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Conversaciones o la condición trágica del amor

¡Solo en ellos!

Porque la realidad se nos ha impuesto


Vivimos, sí
Pero no vivimos como queremos.

Por eso los sueños


Ellos son el único espacio
Del cómo queremos vivir.

Y para los sueños están las cosas


Los lugares y las personas.

Como cosa apelo al paisaje


Como lugar a la poesía
Y de las personas, a vos.

Ves, no siempre escribo,


No siempre viajo
Y no siempre te veo.

Pero eso hace del sueño


Algo más vivo aún
Y perdurable también.

Pues, si vives algo


Entonces, se termina, lo agotas
Porque vivir es eso
Vivir es agotar lo que vives
Consumiendo lo que vives.
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Juan Jesús Oviedo

Ya que no existe lo eterno en lo que vives


Sino el recuerdo de lo vivido
¿Pero eterno?, una linda idea.

Y es momento de mi propuesta
Simple propuesta
De vivir contigo lo que tenga que vivir
Sin jamás agotarlo.

Vivamos plenamente el sueño


Y soportemos la bruta imposición
De la llamada realidad
Pues, los sueños nos permiten vivir
Como allí queremos
Y...

De estar con quien quiero


Como quiero
Y a la que quiero.

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Conversaciones o la condición trágica del amor

Capítulo IX

El rastro de lo perdido
1. Ocaso.....Fue en la aurora de su ocaso cuando
conoció al amor de su vida, vivió las mieles del mismo
y deseo convivir con ella, pero ¡imposible! porque
era ella casada, tras varios intentos y las mismas
negatividades, así por años, entonces, decido cortar la
relación ante una consideración muy personal “Si pude
aun amar, entonces, no es demasiado tarde para volver
a hacerlo solo debo hallar a la persona justa”.
Dejo de pensar en ella, no se dejo llevar por los juegos
de la memoria e insistentemente la recordaban, cortó
todo vínculo y silencioso no volvió a dirigirle la
palabra, decidido a extirpar al amor y a quitar de su
presente al objeto de su amor, a ella.
Pasaron días, meses ¿años?, y una calma llego por
fin a su vida, ya no tenía exigencias de nada, no tenia
urgencia de nadie, así, una suerte de sopor y calma
chicha se fue instalando en él pero con el correr del
tiempo lo fue alarmando, porque le recordaba al estado
anterior de su amor vivido, donde estaba por estar y
vivir por respirar, una quietud aplastante mezclada de
tedio y sin sentido lo estaba de vuelta envolviendo,
solo ahí comprendió lo que había hecho. Dejar de lado
el regalo ofrecido de la vida: la de amar y ser amado,
algo sin volver a repetir.

Y te hice olvido
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Juan Jesús Oviedo

Colaboraste para ello


Y me hizo creer algo
Que el amor era causal
Por hacerte olvido
Y sin espacio para ti
Me hice dueño del mundo
Pero, no llego
La nueva magia
Y afloro en mi conciencia
Una angustiosa sospecha
Y hacer sin querer
Mi vaciado estar
“Volver a ser ocaso”

2. Siempre..Solo olvídame y allí estaré siempre. O quizás


la parte hermosa de la palabrita con el otro significado
acompañando el derrotero humano de las esperanzas
de la felicidad provocada. La contingencia del siempre
fue bajo los anhelos e ilusiones varias, con espera,
desengaños, palpitaciones y placer, así, continuar con
el erotismo y los ensueños, despedida, hora, encuentro,
desencuentros, habitación, departamento, alojamiento,
playa, auto, caminatas, parque, plaza, río, bosque, mar,
montaña, confitería, colectivo, casa de amigos, mirarte
en ese instante, escuchar una defensa catedrática,
café, cerveza, gaseosa, escaparse, celulares, videos,
ciber, computadora, fechas, casa, taxi, remises, fotos,
pensarse, besarse, desearse y tanto más del significado
esta pequeña y gigante palabra. Seguramente me estoy
olvidando de muchas más.
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Pero el siempre nos interpele.


Fuiste êthos y después logos
El nuevo centrismo
Dejo lo cosmológico
Y no fue antropocéntrico
Ni ontológico
Ni esencia ni nominalidad
...................el preceder.

3. Predeterminados...…La vida no une, ni el presente


lo hace, ni la ilusión ilusione porque sí, como tampoco
se extrañe a lo no experimentado.
Un preceder sobrevuela, por eso la vida actualice lo
de antemano unido, siempre sucede en todo nuevo
encontrar, esa sensación del reconocerse y desde
el amparo de lo predeterminado se soporten las
previas ausencias del no reencontrar provocado. La
predeterminación rompa toda causalidad en forma de
correspondencia. ¿Lo has vivido? .

Algo sin tiempos, ni espacios la puedan debilitar.


4. Cuestiones........Crecimos bajo la importancia de ser
primeros como impronta del ganador, ¿ser segundo?.
no, no es aceptable ser segundo, pero el amor transforme
dichas cuestiones, por ejemplo en un momento ella
dijo “no me importa ser la primera, si importa ser la
última”, diferente a aquella prefiriendo dejar de vivir el
amor por considerarse “segunda”, cuando en el fondo
no lo era.
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Juan Jesús Oviedo

La sapiencia tomo las riendas y la soberbia


también............

4.Bautismo… Acá estoy leyendo tu discurso virtual.


Me halaga ser la inspiradora de tan bella poesía.
¿Así está bien?, quizá sí, quizá no, no lo sé aún, lo
cierto es que sigo leyendo. La frase entre comillas es
verdad y no te lo voy a agradecer porque puede generar
malos entendidos. Voy a celebrar que escribas para
mí. Me quedé pensando después de tu ida la especie
de todo ángel guardián, una entidad muy pocas veces
vista y casi mágicamente intuye o descubre el pasar en
mi cabeza o por mi vida, y al irse, deja una especie de
luz o hilo para seguir desentrañando.
Pienso ese no querer ir más allá, la falta del plus o como
quieras llamarle a esa distancia del no acercamiento,
es una manera de asegurar tu estar y sigas estando las
veces a ser. Parece egoísta, ¿no? Por ahora es así...
¡Ah! Muy bella tu poesía.
5. Celeste cielo... Que me consideres una especie
de ángel guardián tiene el mismo halago al saberte
inspiración de mis escritos. Podría decir muchas cosas
al respecto, como “soy ángel porque eres mi cielo”,
etcétera... pero no, no se trata de eso, sino de bucear
en ese espacio compartido, espacio trémulo, difícil y
distinto, espacio del acompañar mutuo.
En el fondo, más allá de entender el significado de ese
lugar donde nos encontramos, el lugar existe, pero es
un lugar trémulo, sutil, delicado y sin soportar malos
entendidos o nuevas torpezas mías. No obstante, a ese
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Conversaciones o la condición trágica del amor

lugar vamos sin saber cómo y sin premeditación


alguna, nos sentamos a charlar, a tomar algo, a hacer
cualquier comentario, y entonces, surge.
Y el alma con su ángel se encuentran, y tanta vivencia
hace a lo fugaz e inútil a todo recuerdo. Quizás por eso
el próximo encuentro.
6. ¿Sabes?,.......... Lo no sido cuando pudo haber sido
pero no fue, hace a veces largo y tedioso el existir, ahí
un lamento todos portar “ el no tener una segunda
oportunidad”, y nos hubiera permitido acomodar o
arreglar las cosas pasadas, cuando podría haber sido.
¿Qué es lo que no fue?, así como el infierno está lleno
de buenas intensiones, nuestro corazón lleno de esas
ausencias, ¡vaya con la paradoja!, un llenar vacio y un
silencio parlante del fracaso del no poder ser, cuando
pudo haber sido y eso hacerlo fracaso.
Y vamos por el mundo sin recordarlo, no es bueno,
pero a veces el ensueño por un instante y sin querer
llega, te entregas a él, si, y ahí............”hola mi amor”.

7. Paradojas….... Con vos, las paradojas están a la


orden del día, lo cerca de lo lejos, la presencia en la
ausencia, hallar sin buscar. Sí, ya ves, quizás sea
el recobrar del encanto mundano por la disputa de
siempre: lo real y lo posible.
Vos me haces pasar de un mundo desencantado a un
mundo encantado, donde todavía reverbera el decir
poético y el anhelo por visitar tus labios.
Pero, por sobre todas las cosas, sos mundo sugerente
y ese sea el mayor encantamiento en mis recovecos de
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Juan Jesús Oviedo

lo existente.

“Una rosa contiene a todas las rosas”, fue su sabio


decir y un nombre conteniendo a todos los nombres,
mi definir. El tuyo al cual no es preciso nombrar.
8. Credulidad..… “Creer en alguien es la primera
condición para el emerger amoroso, creer es posicionar
lo no visible en alguien visible”, tal era su pensar y la
distancia empírica con su amor, él salvarla desde esa
primera condición de su creer, si, el amaba y creía.
Pero un día escribió:

Si la cuántica tuviera razón del aletear de una mariposa


Y devenir huracán en otro confín de lo real
Entonces, hubiera creado, destruido
Y vuelto a crear, cientos y miles de universos
Por este pensar que me arrasa día a día
En todos los días de mi vida
Que vivo y experimento en este mundo clásico
Donde mandan las causas y todo tiene una razón
Como la espina que llevo, cargo y se hunde
Pero no en mi corazón sino en mi cerebro
Porque se trata de eso, desde el neologismo de la causa
Cuando simplemente es amor.

Porque yo te pienso pero no porque quiera pensarte


Sino porque no puedo vivir sin pensarte
Como en aquellos días en que no podía vivir sin amarte
Como era buscarte en el recuerdo en tu estar ausente
Muy distinto al recuerdo del extrañarte
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Y como hijo de Prometeo sufrir la misma condena que


mi padre.

Pero no se trate esta vez del hígado sino del corazón


Devorado noche a noche por el deseo de los sueños
Y del nacer al otro día viviendo la condena del pensarte.

La cuántica no logra que sepas lo que hoy vivo


Pues, alguna cosa brotaría, algo emergería
Para que ya no viva lo que vivo, entonces, la cuántica falla
Porque amor mío, no te beso, cuando, tanto es lo que
te beso.

Sin correspondencia, la credulidad se vio afectada y


fuente de la presente amargura y posicionado en verso.

9. Rostro... Es la siesta, es una siesta apacible, el otoño


poco a poco se va haciendo sentir y, según mi gusto,
es la mejor estación del año, porque nada es en exceso,
todo es calmo, fluye y permite nuestra interioridad a
flor de piel.
Tus ojos miran a la cámara en el momento preciso de
tu aparecer y vas a decir algo, he allí un cóctel explosivo
la palabra y la vista. Para mis adentros me digo: una
actitud desafiante, una Antígona sin someterse al
yugo patriarcal detrás de sus desengaños y en vida
ha experimentado, he aquí alguien no dispuesta a
someterse y a rebelarse con la injusticia de la justicia.
¿Las antígonas de nuestro siglo?, luchadoras sin lugar
a dudas y modelo social para aprender.
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Juan Jesús Oviedo

Y diferentes al modelo de los exitosos y su cruz, la


inutilidad como fracaso.
Por ello, yo no te escribo para construir mañanas, sino
porque vivo lo que escribo, y así como hice mío aquel
poema, yo me sumerjo en tus respuestas y recreo tus
mensajes, y lo transformo en vida.
¡Ah!, otoño, interioridad celeste en verdes ojos y besar
lo no besado, en forma discreta, sin exceso alguno
cerrando los ojos, camino de las almas.

¿Habrá espacio para eso como Antígona que eres?

10. Frase… Sí, siempre se trató del maldito dinero. Me


lo dijo con cierta frustración en una olvidada mañana,
en un bullicioso lugar.
“Todo lo que uno podía ser o pensó hacer, no se pudo
hacer porque nunca pude tener plata.”
“Y espero que ellas -se refería a sus dos hijas- no pasen
lo mismo.”
Y yo me quedé con sus frases, en silencio me quedé
con ellas, después de mucho tiempo estaba frente a
ella, mucho más del querido, aún continuaba con
el mismo problema del dinero, del sometimiento
potenciando su desasosiego en la vida.
Mientras retornaba, meditaba en silencio su decir pues
me había quedado con sus palabras, con esa dura
definición de la dependencia por la falta de dinero, y
también con la fugacidad de ella.
Ella, como recuerdo, siempre estaba. Y veinte años
después, nuevamente la volví a ver unos escasos
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Conversaciones o la condición trágica del amor

minutos, solo por esos escasos minutos.

Y me maldije por no tener dinero.

Juro que de tenerlo


Le hubiera dado un millón de dólares
O quizás algo mejor
Ser Dios
Y darle una vida nueva
U otro lugar en el que viviera
O darle el cielo
Y usar sus alas
Esas que siempre tuvo
Y jamás ejerció
A desplegarlas al infinito.

Curiosa la vida -me dije-,


Pues sin alas
He reencontrado mi dulce cielo
Solo que es ese espacio
No se trata de dinero.

Y después de eso, su recuerdo, en mi diario despertar.

11. Alimento........ ¡Para qué?, para no perecer, no


perecer ¿y para qué?, mera supervivencia y después
de eso ¿qué?, señalamos a los hechos concretos de
nuestro existir llenos de contingencia, de momentos y
de ocupación, a ellos les falte algo de importancia, la
instancia reflexiva sin interrogar ¿por qué hacemos y
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para qué hacemos lo que hacemos?, y cuestionar el


sentido de nuestro hacer
¿Sólo vives para ese bocado, solo vives para ese
sobrevivir, solo por eso estas en el mundo?, ese sea la
cuestión profunda, la de poner en la palestra el hacer
como medida existencial y concentrando ahí, en ese
hecho, toda la dimensión posible y revelado como
total.
Por ejemplo, como es comer una milanesa porque
tienes apetito o comerla “en sí”, el apetito ya sabemos
adónde nos conduce pero con ese “en sí” se inicie algo,
anulando toda la cuestión ulterior, de continuidad, de
encadenamiento, pues el gusto, el sabor, la sensación
concentra el existir mismo en esa instancia degustativa
por comer la milanesa. No hay antes, ni exista el
después, solo ese presente de saborear, mascar y
deglutir la milanesa, eso significa el “en sí”, ¿después?,
no hay después.
Ahora este “en sí”, es más profundo detrás del comer
para no perecer y no perecer por el supervivir, queda en
el aire, la cadena pre reflexiva y mecanizada biología
típico de la especie, se imponga y pase por alto “el
hacer” como sentido o el “en sí” del comer la milanesa.
El comer, si o si debe estar, pero ese “en si” del hecho
de comer, es y haga la diferencia. Ahora, todo “en si”
rompe los lazos con el devenir y no posea continuidad
y lo temporal, quede preso del hechizo de ese
hacer, del “en si” significa. O prohibición a los recuerdo.

Como todo primer mirar y nunca vuelto jamás............


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Conversaciones o la condición trágica del amor

porque ese “en sí”, opaque a todo mirar ulterior.

12. Respuesta… El vacío pretendiendo algo, es no


aceptarnos como vacio a ser, y los indicadores de
nuestra vacuidad estar a mil: el aburrimiento, el
hastío, la soledad, el tedio. Y ante tal panorama, los
interrogantes, por no ser fórmulas genuinas, no
posibiliten horizontes a nuestro cobijar.
Ya sabemos la vieja treta, recuerdos, fotos, videos,
palabras, lo atesoramos todo como testimonio de algo,
cuando en el ayer fuimos incandescencia y
momentos iluminando a la caverna por un instante.
Las publicidades rosas no aborden las experiencias
trunca, la mirada rosa no pueda afrontar el diálogo del
desencanto y del fracaso.
Pero la pregunta martille ¿vivir en la caverna
hizo posible el arrobo de tu beso que me llevo a
desaparecer?, la sospecha como tal ya hubo de ser
planteada por el incomparable Kundera, las levedades
nos atizan.

Nunca fue mujer y nunca fue madre


Intentó afanosamente ser persona
Y también allí fracasó...

No es que no tuviera hijos


Ni tampoco ejerciera el placer
Como tampoco dejara de insultar
Enojarse o enjuiciar
Sino que lo hizo siempre desde
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Juan Jesús Oviedo

La siguiente confusión:

La de ser madre por tener hijos


La de ser mujer por ser madre
Y llegar a ser persona
A través de la madre y de la mujer.

Como espejo de la nada


No amó ni fue amada...
Epitafio de su existir.

13- Niños------¡Fuimos niños!, no sabíamos de nuestro


hacer ni saber de nuestro tener entre manos y jugábamos
a saber que sí, fuimos niños, pero no inocentes sino
ingenuos porque no puedes tomar a la ligera el vínculo
con otro y menos, ser inconsciente de tal vínculo. La
poesía dramática de todos los tiempos siempre hubo de
consignar, hablar, decir, pivotar, escribir sobre el dolor
de los vínculos rotos al cual nadie en el mundo esté
preparado para llevar, solo soportar tal lacerar. Estado
por haber perdido algo, pero no hablamos de la perdida
por la muerte, sino el morir de algo en alguien vivo.
No saber el pendular entre “éxtasis y la nausea de si”
fue toda la cuestión ingenua. pues ahora, todo resulte
fútil, liviano, estúpido si se quiere por esos, aquellos
teniendo en manos, ese encuentro con quienes se nos
abría la vida.
¡Increíble!, aquello amado y nos amo, sea quien
nos condene por los besos dados y el amor ejercido
e impiadoso pendular en tales niños y sospechados
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Conversaciones o la condición trágica del amor

muchos, millones.......donde el adiós o los adioses, no


se encariñan con ellos.

Y menos que menos en las despedidas ¿para qué?


14- El saber de los pocos........... Te hablo de la dignidad,
de aquello que nos hace merecedores de lo que somos
y nada la coarte, eso que nos permite ser libres y nos
entusiasma a estar frente a ese que nos hace digno
y no son todos sino unos muy pocos y cuando lo
encuentras, entonces, jamás lo quieres dejar pasar.
Pero sabes, así como es difícil hallar aquellos que
nos hacen dignos también sea difícil saberse portador
de esa dignidad y por suerte, terceros nos la señalan,
como el beber algo en un vaso de plástico o libar en
una copa de cristal. Son contados con los dedos de la
mano lo que saben que son dignos, y no me refiero a los
megalómanos que por doquier existen, sino a aquellos
portadores de dignidad.
Así, “soy digno de tu belleza y eres digna de mis
poemas”, cosa que jamás te lo he dicho y lo que jamás
me has sugerido siquiera, pero lo sé como también tú
lo sabes, así con esa sapiencia que el corazón aloja.

Pues la prohibición tácita lo exija.

15- El decir..........Un filósofo, un sacerdote, un artista,


el primero con la verdad, el segundo con el
orar y el tercero con el crear, representen algo
perdido pero presente entre los hombres del
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Juan Jesús Oviedo

mundo y los tres, con la palabra de por medio.


La palabra se hizo verdad y esta, ¿cuándo cargo
sobre si el saber de las cosas? lo fue con el decir del
filósofo, bajo el preceder divino y el poetizar del
mundo. Pero antes, aquel hombre fue iluminado por
un trascender y tras hecho palabra puedo interrogar.
Abrir y ensanchar los límites del hombre fue el inicio
del devenido logos, para después, en oración preceder
al magno decir del rapsoda, importancia por un decir
cuestionador, hacia aquellos hablantes sin decir nada
y martirice a quienes a ellos escuchan. Periodistas y
medios o el decir sin nada decir, bombardeando las
conciencias, con la noticia quieta de una realidad viva
a la cual jamás podrá atrapar.

Hacer del silencio la voz


Y escuchar
Tal decir.

Nos hable de un poder


No del silencio
Sino de quien calla
Junto a aquel
Que lo escucha.

Entonces, ¿hay cabal silencio?


¡Jamás! en el dialogo de las almas.

Aunque en lo mundano
Alguien no diga
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Y otro
Recree lo no dicho.

Cuando abruma
El decir que no dice nada
Como es el ser noticia.

16. Fracaso.....Cargo con un fracaso, doloroso por


cierto, quizás el mayor de todos, hoy después de mucho
tiempo me di cuenta: pues nunca nadie me hizo poesía
alguna, ¿cómo se hubieran referido a mí?, ¡como se me
miraría, cómo me hablarían, qué letras, que palabras,
que versos!
Tal ser mi fracaso.

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Juan Jesús Oviedo

Capítulo X
Del aprender
No lo supo hasta después de mucho tiempo. ¡Claro!,
cuando se es joven no se saben tantas cosas, aquellas
precisas y necesarias para salvaguardarnos de nosotros
mismos, en especial cuando lo sexual irrumpe en forma
de hecho y no como deseo.

La reflexividad acerca del sexo lo llevo a investigar


y leer un texto donde alertaba por cierta dicotomía en
la experiencia sexual, donde no todo hecho nutre o
conviene acerca del hecho sexual. El deambular entre
diferentes cuerpos podía entenderse como tránsito
cuasi pornográfico por la liviandad a cuestas ante tal
concupiscencia implícita, y quedar anclado en los
cuerpos por el abstraer de las personas. Y dejar de lado
lo verdaderamente importante de todo cuerpo: ¡quien
se halla en él!
Pues los redondos glúteos junto a las anchas espaldas,
los marcados músculos vinculados a pubis y senos,
o apreciar los rojos labios, en sí mismos no serían nada
si se hace abstracción de la mujer o del hombre
como tal, porque en sí mismo, lo sexual, como mero
cuerpo ¡no vincula nada! Tal era la tesis del texto
en cuestión: lo sexual sin presencia de un otro se
convierte en algo pornográfico; el mandato del deseo
tras el placer como único fin, no se revele al comienzo
pobre significado, más el deambular del deseo sin un
otro deseado, conlleve si o si a un vacío
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por la despersonalización provocada.


Retóricamente el texto preguntaba ¿quién hay detrás
de ese cuerpo y pubis, de esos senos y esa espalda?,
lo asignificativo del nombre nos diga del objeto
deseado como alguien sin nombre e identidad
oscura, y sospechar de lo devaluado del presente
apetito o práctica onanista y oculta como tal.

Asombro de por medio no podía dejar de asentir,


pensando “lo del onanismo encubierto”.

El texto continuaba señalando la importancia del


nombre de lo deseado pues si o si debe tener nombre,
sea cosa, persona, momento o idea, aun el rito
masturbatorio no sería práctica por un simple celo,
sino por la potencial presencia del virtualizado nombre
deseado en esa práctica. E instancia más profunda al
estereotipo pornográfico de la genitalidad mostrada
e inferior a la sexualidad homínida y superada por
la sexualidad humana. Recordemos a la sexualidad
homínida sujeta al coito como efecto del celo
reproductor, y si hoy lo humano la supero, fue porque
el deseo posea ese sesgo personal. Y el espacio de lo
pornográfico ha despersonalizado y -más allá de todo
juicio moral- supone involución respecto a nuestra
personal sexualidad.

Tras un alto de la lectura y cavilar sobre ella, recordó


nombres, no muchos con sus significaciones a cuestas,
de aquel encanto, al presente momento.......
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Juan Jesús Oviedo

Retorno a la lectura, la misma señalaba a los atractivos


corporales convertidos en momentos vinculantes, el
cuerpo por el cuerpo mismo sería un fulgor demasiado
fugaz y no por lo profundo sino por lo liviano.
Retóricamente el texto volvía a preguntar ¿cómo no
mirar a lo bello, cómo no desearlo?, la capacidad de
toda belleza es ser consciente de su provocar. Por eso
la persona considerada bella busca ser aceptada como
ser habitándola; y si no hay belleza en lo pornográfico,
más allá de mostrar modelos, es porque abstrae al sujeto
y la práctica lo convierta en objeto. Entonces, ¿por qué
el éxito de la pornografía? Su éxito pivota en aquellos
satelizados por el deseo; imantan la genitalidad como
axioma de placer concibiéndola virtualidad erótica.
Es preciso entender, eroticidad y pornografía son dos
concepciones muy diferentes, aún cuando hablamos de
los mismos hechos como es una caricia sexual, pero en
una es exaltación de los sentidos y la otra, objeto de
la escasez llamada deseo. La primera es interacción
junto a un otro, mientras la segunda es la mismidad
proyectada a una cosa; una es devenir y la otra es
permanencia. ¿Ambas implican placer?, sin lugar a
dudas, pero el significado del placer no sea el mismo,
pues solo se puede simular encuentro en la ausencia
de un tercero como sucede con lo pornográfico, por
el cual tal encuentro, sea mero ensimismamiento con
el gravamen de no ser encuentro con un “sí mismo”.
Por el contrario, no hay duda alguna en la eroticidad
como un espacio de encuentros con nombres,
sobrenombres y apellidos propios.
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Eroticidad como lugar de encuentros con el otro, era


una fascinante afirmación.

El texto continuar diciendo acerca de la condición auto


del sí mismo, postulante de pechos y a la genitalidad
como reflejo de lo deseado. Sin embargo, sin el anclaje
del nombre propio de lo deseado estar nuevamente en
el escenario de lo propio, la soledad crea su fantasma
inercial al cual simula realizar. ¿Qué se simula?,
lo auto erótico y su sentido de completitud. El
resultado de tal simulación nos muestre a la
carencia en ilusorio saciar y devenir rechazo, e
infructuoso hacer, pues ¡un naufrago jamás pueda
salvar a otro naufrago!, las carencias no pueden
ser saciadas por carencias, tal ser la lección.

Ahora entiendo este desencanto, la voz de su silencio


no pueda ser más elocuente, busque perderme en
los cuerpos, busque olvidar, cervezas, ron, viajar,
aturdirme, temor a mi mismo por hallar ahí, mi temer
y terror causado.........

El texto volverse implacable al sostener acerca de la


autoeroticidad como una construcción de abandonos
tras el espejismo del gozo por tratar con hechos de
ausencias, y saturar con lo mismo el supuesto placer
y a la postre, redundar en menos encanto y devenir
vacío. La repetición de toda auto eroticidad tarde o
temprano nos señala la insuficiencia de la descarga
como hecho prosaico, y termina por agobiar a quien la
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ejerce.
Pero, cuando el nombre adopta a un cuerpo, es
desnuda espalda y pubis personal, hablamos de
pechos y pectorales como subjetividades presentes,
entonces, no hay una antropología copulando sino
nombres y personas vueltas deseo, eslabones de la
cadena deseable. No hay pornografía, aunque, si hay
partes deseadas, es la genitalidad, son los momentos,
quizás las poses, pero nada comparables con aquellos
grotesco simulados pseudo deseos carentes del otro.

Vida y realidad, lección de vida y delimitadora de la


realidad. ¡Dios, cuánto daría, cuánto, por no haber
aprendido esto! Sin añoranza alguna por aquel pasado
e ignorante de todo, sin aprendizaje posible y volver a
ser animal en salvaje inconsciencia, libre al viento e
inmerso en la brutal experiencia por comer y beber ante
la necesidad por saciar el hambre y la sed provocada.
¡Cuánto daría por no ser amante! Y solo ser, solo
ser con ella...¡maldita memoria!.............refracta con
ahínco mi presente condición.

¡Oh, amante! para mí, la imagen y el mundo siempre


ejercieron su fascinante condición y me llevaron a
dudar de ciertas preeminencias: la del mundo exterior
o la del mundo interior porque en ambos convivimos:
el tangible con el intangible, el sensible y el ideal, la
musa y el verso.
Pero claro... ¡ignoraba algo! ¿Cómo saber siendo
inexperto acerca del respeto por los mundos no implica
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Conversaciones o la condición trágica del amor

neutralidad alguna? ¡Cómo saber!, con un mundo


de afuera sin correspondencia con la recreación
interna, seria hablar sin ningún contenido; pero por
el contrario ¿cuánto tiempo podría sostenerse un
adentro sin un afuera?
Todo lo iniciado no lo sabe ni siquiera quien lo inicia,
un escenario espera e intenta hacerse experiencia,
como implica todo estar mundano.
Y se llama devenir, como algo llegando y trayendo,
como el día de ese saber......
Lo supe....no lo sé muy bien pero se trataba de un saber
extraño y curioso, si lo reflexiono ahora.
¿Qué implicaba tal saber? Porque ¿era una
reminiscente idea o acaso un viejo reencuentro de
vidas pasadas?, ¿era la temporalidad caprichosa
disfrazada de presente diciendo “¡aquí estoy!”? Esa y
cada una de tales cuestiones estaban presentes en el
extraño presentir.
Era tiempo de la escritura cómoda, del brotar
constante de ideas y alusiones vivas, el verso raudo
en texto fácil, imaginación al servicio de ambos, en
condición extática y en desaparecido estar, ¡ah sí!, el
desaparecido estar.
El olvido de sí, como la síntesis del verdadero poeta,
era quien llevaba la dirección de mis escritos y así, a
estar.
¿Cuánto? No lo sé, el tiempo es algo perteneciendo
a relojes y fechas en almanaques, pero un día y sin
saber por qué, cuestione tal forma de escribir. Porque
era yo quien quería escribir, no me identificaba con
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esa entidad del cual no sabía nada y definida como


experiencia espiritual transformando mi estado de
conciencia, algo reduciendo a la mínima expresión
mi condición de sí.
Allí no se precisaban signos ni grafía alguna.
Y la tierra, ¡tan vasta pero tan pequeña en ese
trascender!
Pero nunca debí dejarme llevar por tales celos y
envidias, pequeñeces de la trampa del yo, y falso
representante de ese “sí mismo” o verdadera forma de
ser. Triste es saberlo, ahora lo sé, pues luchar por mi
identidad contra la bondad del momento, me sumió en
la tarea de poner en primer lugar al mundo del afuera y
sumirme en el beneplácito de mi olvido interior. Tal
fue la consecuencia de ese desatino, ahora entiendo el
yerro cometido, mi interioridad plena por el fulgor
del afuera, dejo de lado a su “sí mismo” y lejos de sí,
inútil fue plasmar a todo significante poético por dejar
de lado al poeta en ciernes.
El exterior satelizo mi interior, fue más poderoso.
Y así, devine en corriente mortal, desasosiego,
insatisfacción y hastío, como cotidianeidades en mi
y en permanente batallar: en la búsqueda por volver a
recuperar mi interioridad perdida porque todo mis
escritos son simples garabatos.
Ahora entiendo, nunca hubo oposición entre lo exterior
y ese “fuera de sí” provocado por el trascender, ahora
entiendo, pues poner en tela de juicio a esa mismidad,
dimensiono a mi Yo, y éste fue desde su mezquindad
quien diagramó el cuestionamiento a la identidad
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Conversaciones o la condición trágica del amor

creadora del “sí mismo”. Luchar en contra de ese


extraño “si mismo” me llevo a ser colonizado por el
mundo exterior y enajenarme en el afuera, eso impuso
el no ser poeta, no me impuso el dejar de escribir
sino el signo y la grafía escrita, ¡no poseyeran valor
literario, estético ni nada!
Dejar de ser poeta, saberlo es puro desasosiego, mis
versos tienen ese inconveniente, nacer en la zozobra de
un devaluado estar. Lección y pesadumbre, me pesa el
alma, el día, me pesa ese comprender, mi vida haya
perdido sentido por ese perder............... el mundo
interior por el mundo exterior, ¡tal lo aprendido!

Amigos, ignoraba el poder de las pretensiones y


tarde o temprano serían realidad. Las pensaba como
parte del intransferible espacios de los sueños y
anhelos, de deseos, apetencias y tantas cosas más
Simples pasatiempos por no poder ser en verdad
lo pretendido; pretensión y lección cruel a la vez
o tensión implicante entre “un no saber y un
devenido saber”, y entender a las pretensiones de
ayer, como el escenario de mi presente desdicha.
La imposición de seducir para agradar y ser
aceptado o cautivar a otros. Se trataba de afirmar
mi autoestima ganando la aceptación ajena. Tal
era la consigna de mi seducir, el ser aceptado.
Claro, no se nace seduciendo porque se aprende a
seducir, aunque, no haya manual veraz al respecto,
toda seducción busca un efecto: el sugestionar.
Crear por mi ese manual era mi pretensión y
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abocarme a la tarea de aprender. Así, profundizar


en el espíritu femenino porque se trataba de ser
aceptado por toda mujer, y entender su pensar, saber
de sus gustos, deducir sus potenciales miedos y
¡cómo ella miraba la realidad ante la diferencia
entre lo femenino y lo masculino! porque jamás
hablamos de la misma mirada, sus contrastes nacen
en la pertinente educación iniciada en la niñez -sin
olvidar la biológica- al ser formados como dualidad
o complemento según la época a transcurrir.
Decir algo, proponer otra cosa, inducir a hacer y esperar
respuestas eran parte de mi diaria tarea. Entusiasmado
operaba intuitivamente; la intuición tomaba las riendas
y me dictaba mi decir, hacer y proponer, estaba con
todas ellas, pero sin quedarme con ninguna en
particular.
Y lo estaba logrando, hasta ese día de acercarme a ese
ser y experimentar su indiferente trato, algo exasperante,
pues... ¿indiferencias a mí?
Pensé su indiferencia como mera estrategia y algo
conocido por mí, porque yo había fingido muchas
veces lo mismo para conquistar; y no daría resultado
conmigo, yo era un ganador, los ganadores
decidimos y no acatamos, por lo tanto resolví
aplicar lo mismo, indiferencia a la indiferencia
Pero... jugar a la indiferencia no significa no
ser preso de la indiferencia.
Esto lo sé hoy.
Y pasaron los meses, demasiados quizá, cuando algo
comenzó a ganarme poco a poco, a molestarme si
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se quiere y era el pensar en ella, a veces sin saber


por qué, algo fue creciendo hasta hacerse casi
intolerable y decidirme a actuar, una suerte de tregua
a mi testarudez permitió acercármele. Confieso algo
temí su rechazo, pero no hubo tal cosa. Ella se mostró
como siempre diría, afable y distante, hasta entender
a ese primer trato pues no era de indiferencia, ella
era así, mantenía una actitud meditabunda de
sopesar lo dicho y no estaba dispuesta a halagar
a su interlocutor con alguna risa estúpida, típica
de chat, donde todo es “ja, ja, ja”. Así era ella.
Un encuentro llevó al otro donde ellos eran agradables
y elocuentes, ágiles e inteligentes por el cual intuía la
gestación de algo, pues la empatía era innegable. En
ningún momento la palabra “seducción” pasó por mi
cabeza, curiosamente el presente experimentando con
ella era intenso y cordial, familiar diría, y definirlos
como instantes espontáneos sin planificación
alguna.
Entonces mi descubrimiento, el sentido del
verdadero seducir: es apartar, es raptar y producir
un encuentro; es propuesta de un encuentro y ese otro
responda según el grado de motivación despertada.
Y descubrir a la forma más empática del universo
humano es ese tipo de seducción, y no la otra,
donde jamás irrumpes ni irrumpen en ti, se trata
de un proponer sin propuestas, ¿paradójico no?
Esto ocurre cuando eres seducido y aceptas la
sugerencia del otro a participar, sea con sexo, intimidad
o momentos. Entender el verdadero seducir me hizo
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cuestionar a eso llamado seducción, pues cuando


hablaba de mi seducir a las demás mujeres, ¿qué
era?, un estereotipo ajustado a una apariencia, cuyas
respuestas eran hábitos carentes de intimidad sin
empatía alguna y más sujeto a la manipulación.
Pero incursionar en la interioridad tiene sus riesgos,
porque emergen signos, señales del otro a ser
decodificado como fue descubrir en ella cierta
condición distante y contenida en silencio.
Sí, por si no lo sabéis, el silencio no es ausencia de un
decir sino de un decir distinto.
Y nos sugiere a la comunicación no solo como
lingüística, sino de muchas formas cuando la
interioridad de quien comunica dice algo sin mediar
aparato fonador alguno.
La presente reflexión me dice de un saber al cual a
veces es preciso ignorar, como la de su identidad y
sin decírmelo decidir marcharse. Era demasiado
consciente del dolor a provocar por mi entusiasmo
y poseía demasiado orgullo para permitirse algún
despojo de sí. Su dignidad no le admitía decir adiós,
se iba sin decirlo. Quizá porque los ángeles son del
cielo y allá van, tal hecho develó al amor velado.
El no poder ser, pero siendo
Y esta es mi condena, mi pretensión me revela el
haber ingresado al corazón de alguien creído de
un género cuando en el fondo no lo era, y por
eso partir, porque me amaba y no quería causar
angustia a quien no está preparado para ciertas
verdades ¿quién quiere hacer sufrir al ser amado?
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Hoy, ya no pretendo conocimientoalguno y,sin embargo,


cuando alguna leve tristeza recorre el mundo, un
escalofrío me transita y lacera más y más recordándome
mi yerro, tristeza percibida a diario porque el mundo,
¡el mundo es tan extraño cuando quien te ama es un
hermafrodita y en el fondo no puedes llegar a amar!
Desde entonces, deambulo entre interioridades ante
mi sensibilidad devenida culpa, y así, querer extirpar
todo sufrimiento ajeno o al menos, acompañarlo.
¡Cuánta inocencia había antes de aquella pretensión!
Perder la inocencia fue ganar sapiencia y esa ser mi
condena, porque el mundo ¡me muestra extraño!.......

Se trata de lo que eres


Y donde ese ser no desea a tu ser.

El fundamento ontológico de Occidente, el ser


Se revela falible
Cuando enfrente, hay otro ser
Como esperanza de mi ser
Donde a ese ser, no le soy tal.

Y lo falible se muestra
Cuando a las puertas del mundo
Las llaves de mi ser no la abren
Abofeteando la credulidad en mi mismidad
Y agotado, decir: el mundo es extraño.

De todos los seres posibles, ¿por qué a ese ser?


Y una vez más, otro fundamento de Occidente
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Se revela falible
Y es el porqué
Pues no exista el porqué a semejante por qué.

La pregunta no nace

Y el silencio, un dulce narcótico


Del cual me embriago a diario.

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Capítulo XI
Un corolario: soledad
¿Cuál es el significado de la palabra soledad?, la
respuesta dependa de un antes o de un después, el antes
signifique previo a una relación amorosa, y el después,
augure un destino a lamentar, y por ello temamos
a tal palabra. Sin embargo, desde otro ángulo, la
soledad implique también una instancia buscada como
protección a un vulnerado sí mismo y defensa a la
intimidad frustrada, generadas por los vínculos ante el
incierto devenir del sobrevolar ajeno.
El temor a la soledad ha provocado un prejuicio
y posicionado la siguiente creencia: la soledad como
algo nefasto para el hombre. Sin embargo, la paradoja
se imponga con lo dado y viceversa, porque la
soledad no será la misma al vivir el rapto amoroso
y retornar después del mismo, expliquemos esto.
En el tránsito mundano fuimos soledades con los otros,
compartir no devino en un dejar de ser, así, reír y jugar
o el disfrutar con terceros fue hacerlo sin dejar de lado
ese sí mismo.
La entidad vigente se edifico en base a
ese sí y siempre fue parte de su condición: la llamada
soledad, y experimentábamos sin sentimiento alguno
por el hecho de ser y estar solos; pero el sentimiento
nacerá como reclamo por lo ausente, cuando un vínculo
con otro ya no se encuentre. Así, el eco de la pérdida
instala el sentimiento por lo ausente y un drama
se potencia ante el hechizo a devenir: la soledad.
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Lo ausente se hace pleno: el otro sin estar.


Nuestro espacio interior y centro de nuestras
emociones, lugar delimitante entre el ser de uno y el
ser de otro, entre lo propio y lo extraño, o escenario
de frontera y línea a toda intrusión al intimar sin la
licencia del consentir.
Nuestra posibilidad a ser, consideraría el ángel, al
pensar a la soledad como fundamento de plenitud
porque nada más propio a nuestra ontología del
ser siendo solos, de ahí la máxima “el sabio
nunca está menos solo cuando está solo”,
contiene un infinito poder predictivo como coto a
lo extraño y atento vigilar de nuestra identidad.
Porque identidad y extrañeza son antagonismos
inician su tensión cuando la primera se apropia del
ser ajeno, y al hacerlo, un drama se desate cuando lo
ajeno y apropiado se quiere ir, busca retornar, y se va,
parte, por el cual la otrora familiaridad vivenciada
complemento, ahora, es disrupción vuelta en contra, por
el cual jamás ser el mismo siendo el mismo sentencie
tal tensión. Lo extraño surge en nosotros como auto
demanda por haber ofrecido nuestro corazón a un
tercero y a quien adoptamos e hicimos algo nuestro.
Estela amorosa, versificaría el poeta, siembra del
amor conquistando la vida de mujeres y hombres,
pero experimentar la mortal paradoja de toda dicha,
ésta como fuente de toda futura desdicha, en la
interioridad convulsionada por el fallido acontecer.
Huérfanos de lo amoroso, la soledad irrumpa en ellos
y los exponga a lo más propio de cada sí, el sentirse
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Conversaciones o la condición trágica del amor

solos estando solos, el nuevo saber destine sombras y


no luces a tales conciencias cognoscentes.
Y el amante concebir al otro sin posibilidad de ningún
nosotros, sin poder subsumir al tú y al yo, el cinismo se
hace patente sin la otrora unidad existencial de aquel
nosotros.
Habitar lo efímero del amor, creó de la soledad a su
sentimiento como tal y por experimentar la alienación
de haber “sido otro” frente a “un otro”, el golpe final.
Y tiempo de padecer a la maldita ruptura.
El síndrome de la ausencia nos perfila un sobrellevar
en vida. La ilusión del encuentro nos llevo a la
brutal experiencia de la dicha. Por lo cual el hecho
del sentirse solo no surgió por estar solo, sino por
un mudar “del estar contigo al estar consigo”. La
otredad, por habitar la otra conciencia provoque ese
sobrevuelo implícito en toda relación, vulnerar a cada
sí mismo ante el efecto alienante de la particularidad
invasora, más allá del consentimiento propio. El
drama sustancial es ser habitado por otro y ahí
la mismidad se torna mero epifenómeno de sí.
Lo señalado destierre la clásica interpretación de
confundir la soledad por un hallarse sin compañía.
Corregimos tal apreciación, se trata de no estar con
quien se quiere o se desea estar, y no poder compartir,
vivir, hacer las cosas cotidianas, hechos vulnerando
aquel principio de haber sido soledad sin el sentimiento
de soledad.
Devenir epifenómeno será consecuencia del choque
entre el sentimiento y lo ido, el sujeto separado y
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escindido debe enfrentar a un nuevo mundo y no


capacitado para afrontar. De ahí el imperativo por
volverse a construir ante la vaciedad del quedarnos
sin el otro, víctimas del ilusorio complemento, lo
trivial, decir presente en esta enajenación de sí.
Los otrora enamorados arrojados a la mismidad
abandonada se ven obligados a realizar actividades
extrañas a sí mismos, porque ese sí parapetado en un
otro, y experimentado propio, ahora, ya no encuentre
tal apoyo.
Como expresa el final de cualquier poema triste, el
mundo se perdió tras de ti. La diversidad como
parte de ese sí mismo, ahora aturda, anule, sature
y ante el eco de lo disipado, la diversidad sea
amenaza pues no representa ninguna unidad.
El sentimiento doloroso ancla a los sujetos a un pasado
ahora ausente y hace una mazmorra de cada
interioridad.
No obstante, aceche algo más nefasto todavía,
intentar tapar y negar esa calamidad. La opción
por un cabal y total olvido de sí, como cura,
liberación y poder así exorcizarse del otro.
Aquí la soledad se muestra como un elemento tóxico
y negativo por despertar en esa interioridad cualquier
acto desesperado, salir como sea del abatimiento,
dolor, melancolía y acedia. Eso asumirá el centro
de sus vidas, he aquí entonces la llaga anulando
a todo por qué, todo motivo, toda urgencia por
entender, pues solo importe librarse del particular
drama, momento del anestesiar de las personas,
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Conversaciones o la condición trágica del amor

buscando opiarse, aletargarse y pase rápido, duela


menos, y la farmacología potenciarse desde el
negocio propiciante del recetario psiquiátrico.
Pero eso no es todo, tapar u ocultar tal estado
implica bucear en otras aventuras, vivir diversos
amoríos con los pasajeros del momento, comulgar
en el altar de lo pseudo donde la liviandad se hace
presente ante la ausencia del amor otiotus y
profundice el desencanto del actual desencantado.
Viajero sideral en el cosmos humano, el amor provocó
la magia de exiliar a la soledad ante la fantasía del
complemento, y al cesar de lo mágico, retornar a la
nociva presencia de siempre y profundizar la angustia
por las nuevas propuestas, los repetidos fracasos
y presas de lo mismo, el hastío hacerse presente.
Hasta el llegar del saturar y su decir ¡basta, ya no
más!, como paso inicial a todo auto recuperar,
porque en ese “¡basta!” resida la fortaleza por
estar de nuevo en uno, salir de los efectos de
la alienación y volver a casa, volver a sí.
El recuperar se revele expulsión y destierro, ya no de
sí, sino de todo lo otro.
Entonces, ¿qué es lo que queda? Vivir el sentimiento
de soledad como antes se vivió el sentimiento
amoroso, y ahora ausente; tales ser las nuevas
notas existenciales del amor perdido, armonioso
acorde del pasado melodioso y simple canción
en el desierto esas entristecidas conciencias.
Y momento de recordar otra máxima: nunca
permitas a nadie tener demasiado poder sobre
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ti, y nos señala el significado de dar cabida a


otros en el escenario de nuestras interioridades,
la miel suele prontamente ser amargo lacerar
cuando sobreviene el tránsito del travieso Eros.
Alado amigo, ¿acaso no has devenido invisible
por el incognoscible de Eros? Y tú, pasional
empedernido ¿crees controlar aquellas fuerzas si por
ventura las vuelves a desatar? Y en tu caso, ¡oh
rapsoda!, ¿darías lugar en tu vida a cualquier
otro y justificado por el rapto inspirador?
¿Volveréis vosotros a morder tales frutos, a destapar
otras tinajas y retornar al laberinto trágico destinado
a perder lo encontrado?

Porque detrás de todas esas cosas existe una sola


significación:
Mi soledad jamás fue un estado del alma -pensé ayer-
Ni un atributo de mi conciencia- antes de ayer-
Mi soledad nació solo contigo -lo siento hoy-
Cuando el mundo, se perdió tras de ti...- solo cuando
te encontré-

He perdido once lunas.

En las tres primeras aún no te conocía,


La cuarta solo te visitaba,
La quinta y la sexta nos hubieron de sorprender
Compartiendo la penumbra y el frío de las noches
La séptima me encontró alejado de ti
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Conversaciones o la condición trágica del amor

La octava con tantos desencuentros


La novena y la décima apenas
Una simple ilusión por vivir.

La décima primera la triste confirmación.


Fueron once lunas las que perdí
Solo en una nos amamos y desde esa luna
La certeza que la noche
Volverá a ser oscuridad.

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Capítulo XII
La post felicidad

Aristóteles considero el objetivo del hombre en su


vida era el de la felicidad, de ahí su definición de
Eudemonismo, claro, ese Eudemonismo sería
resultado por seguir las virtudes Éticas como
Dianoéticas, para combatir todo exceso (hýbris),
y en algún momento emerger esa felicidad.
La felicidad, ¿es un sentimiento, una emoción, un
estado de conciencia, un solaz espiritual?, ¿es una
consecuencia de o por el contrario, una causa
ejerciendo influencia sobre el sujeto feliz?
Tantas variable nos señalan la falta de univocidad de
esa condición de la felicidad, y provoque la siguiente
paradoja, saber de ella cuando ya no está en cada
uno de nosotros, cuando ya dejamos de ser felices,
¡el saber de la felicidad será posterior al hecho
de ser felices!, posicionando el hiato de la post
felicidad entre experiencia y el saber de la misma.
La experiencia ¡no significa acaso un saber de
ella?, si claro, por supuesto, pero lo cuestionado
es por ese significado, no afirmamos de no
saber acerca de tal vivencia o vínculo con la
conciencia, sino de su significado como tal.
La post felicidad puede resultar de muchas maneras, la
primera después de saberse feliz o algo más curioso
aún, nos señale nuestra condición de haber sido
felices sin saber de tal felicidad. Y nos plantea la
cuestión ´por alguien puede creerse consciente de
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Conversaciones o la condición trágica del amor

ser feliz pero en el fondo, no fue feliz o también,


el ser feliz sin saberlo y nos lleve a la pertinente
interrogación por el consistir de la felicidad.
La primera consideración posiciona a la felicidad
como una suerte de emoción como respuesta a cierto
logro, la relación con algo querido y logrado, eso
nos hace felices, siempre mediados por la emoción
por haber conseguido eso querido, entonces,
el lograr sería el camino hacia la felicidad, el
utilitarismo decir presente por el cual la cosa y la
emoción vinculan a la felicidad en este mundo.
Este sería el caso de la conciencia de ser feliz, el ente
y lo emocional o lo previamente deseado y querido,
más el haberlo obtenido, los pasos hacia el ser feliz.
Pero eso es reducir la condición feliz a lo emotivo, al
espacio del querer y al éxito de lograr cosas, donde el ser
exitosos nos pueda llenar de satisfacción, alegría etc.
no obstante, eso no implique el detonante de felicidad
alguna, ¿y por qué?, porque la felicidad no significa un
estado causal y posado sobre quien, por su empeño y
esfuerzo logra realizar cosas concretas y lo harán feliz.
De todo lo dicho, hay algo fundamental a decir, un
mudar en la persona debe suceder, porque un avaro, un
miserable, un asesino o cualquier calamidad le está
vedada la felicidad, podrá sentirse contento, satisfecho
etc., pero jamás podrá ser feliz, no son más felices
los exitosos del mundo ni los poseedores de más
bienes o famosos y admirados, no es por la condición
egocéntrica, social o funcional por la cual pueden
decir o ser consciente de su felicidad. Como tampoco
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aquellos mostrados por los comerciales, se trata de


personas sonriendo, haciendo cosas divertidas donde
el hacer es un sugerente camino hacia la felicidad,
pero imposible de por sí, pues la causalidad queda
anulada ante el hacer volitivo tras la felicidad.
Y sitúa a la instancia de ser feliz, la aproxima, a una
suerte de hecho espiritual y por ello, cierta limpieza
ontológica debe estar presente para el devenir de la
felicidad, hablamos de la interioridad noble, por
ello los egoístas, los mezquinos, los envidiosos
les sea vedada tal condición, les sea esquiva.
Como es de notar, la condición ontológica de las
personas nombradas anulan ellos mismos su
posibilidad a ser felices, provoquen con sus acciones
y actitudes un hacer conspirativo en contra de la
sobriedad y de la medida, para el necesario equilibrio
mundano porque colaboren con sus defectos, al
desequilibrio en el mundo y gestores de infelicidades.
Por ello, platónicamente hablando, desde la temprana
edad saber el lugar a ocupar a los habitantes de La
República, permitía a no poner a impertinentes en las
cuestiones centrales de la ciudad, y si gestionáramos
igual a Platón, entonces, el poder y las decisiones
no estarían en manos de quienes solo piensan en el
beneficio propio, cuando un signo de lo espiritual es
opacar cada sí mismo y mostrar el trascender a cada
yo. Por lo cual la felicidad es algo hallado por encima
de lo emotivo, de la alegría o cuanta definición más.
Solo la post felicidad te puede señalar si fuiste
feliz, pero no cuando lo fuiste sino cuando ya
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Conversaciones o la condición trágica del amor

dejaste de serlo, la paradoja de darnos cuenta


de algo cuando lo perdemos no solo acuda en
este caso particular, sino en la generalidad de
toda pérdida querida, valorando lo no presente.
Si bien no hay causalidad para ser feliz, ¡si lo hay
respecto a ser infeliz!, pues lo tóxico, anula y se ensaña
como estado mental en cada sujeto, provoque esa
desgracia en la totalidad del ser de tales personas y
las inhabilita para la felicidad, ¿qué afirmamos?,
el infeliz es consciente de su infelicidad y expulsa
de su interioridad la posibilidad de la felicidad,
por el cual todo infeliz ¡jamás podrá ser feliz!
Pero no podemos quedarnos solo en la instancia de
la infelicidad, sino también señalar la búsqueda del
olvido a “sí mismo”, u olvido a toda condición
mental, emocional y perdición, caldo de cultivo al
negocio de las adicciones y dependencias, junto a
la complicidad institucional recetando fármacos
y parte integrante de un negocio consentido.
Entonces, será muy importante, no hacer cosas para
lograr la felicidad, sino no hacer cosas para ser infeliz.
Dejemos de lado el vituperio del infeliz para pasar a
significar el estado de esa persona, en primer lugar,
hablamos de alguien cuya interioridad está dañada,
alguien sin dilucidar lo que lo daña y no puede prever
el acarrear de sus pasos mundanos, así, hablamos de
personas débiles, inseguras, crédulas, vulnerables e
indefensas, y condiciones imposibles para el devenir de
la felicidad en ese contexto interior. En tal interioridad
contaminada, la felicidad jamás podrá florecer por
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la trama de infelicidad portado por cada sujeto.


La paradoja es notable, la condición del surgir de la
felicidad solo será posible ante la erradicación de toda
infelicidad, así, el concepto de felicidad antes de ser
realidad implique un fuerte cuestionamiento a
cómo vivimos nuestras vidas desde el eje de la
infelicidad, porque si se lo considera ¿quién
quiere ser feliz?, solo aquel preso de lo infeliz.
Por eso el develar sigiloso de la post felicidad, su
ángel nos visite sin mostrase tal, mitad sueño y mitad
vigilia, nos lleve a un espacio donde no existe la
gravedad, así, elevarse o no, no tendría sentido
alguno, nos abrazó en esa contención sin brazos
porque lo abrazado, no posea materialidad alguna, y
nos dio paz, erradico de nosotros deseos, apetitos,
objetivos para solo simplemente estar, si, estar, y ya
sin nada de eso, ser consciente del develar de la post
felicidad, sí, un momento, sin saber por cuanto
tiempo, “¡he sido feliz o hemos sido felices!”.
La post felicidad se nos muestra plenitud de algo vacio
como una estrella sin vida en el lejano universo, su
luz continúe irradiándose en el azul oscuro del
firmamento.

Jamás se me ocurrió
Ser feliz contigo.
Sino ¡solo estar contigo!
No importaba para qué
¡Solo estar contigo!

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Hablar, amar, comer, pasear


Sí, todo eso pero también
Nada de eso era importante
Sino ¡el estar contigo!

Y sin pretensión por ella


Advine feliz.

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Conclusión
Lo que eres te destina. ¿De dónde surge tal cuño?, se
trata de la hermenéutica en Heidegger aplicada a una
frase de Heráclito como elucubración al ethos griego,
ahora, explicar el término del destino consista en algo
inaplicable si lo vinculamos al presente mundo, por no
reconocerlo como término adaptable al acontecer.
Ser y destino son universales desde un mirar platónico,
y realidad antes de las cosas, pero ¿cómo podemos
concebirlo sin tener experiencia de ellos?, quizás
existan en la cosas mismas y no haya nada universal
sin la cosa, “in res” ¡ah! y aquí Aristóteles decir
presente, situémonos, hablamos de los Universales y
una forma de entretenimiento en el Medioevo, pero una
vivencia particular con nombre propio pueda ser un
destino como tal, ..........vos y tu nombre, ¿bello no?
Solo una vez, solo una, vivimos la dimensión amorosa
en toda su originalidad con su máxima significación
trascendiendo cada “si mismo”, se trata de la fugacidad
del nosotros y su carga a cuestas, nada en el ámbito
amoroso “es” según nuestra voluntad, hecho
resguardando a la originalidad en ciernes, las nubes
no determinan a los cielos ni las estrellas al universo.
Por si no se lo ha entendido, el amor, no tiene nada
de cabal bienaventuranza eterna. Por el contrario,
induzca al hombre a su experiencia más terrible:
quedar preso entre él y los mandatos epocales de
¡cómo se lo debe vivir!, y colaboren a quedarnos
sin él, ni siquiera ¡haberlo agotado desde la propia
vivencia!
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Conversaciones o la condición trágica del amor

Su naturaleza no permite quedar encerrado bajo ningún


instrumentalismo, sea ese el que sea: matrimonial,
familiar o de pareja. Las imposiciones sociales y los
diversos preceptos cosifican su condición trascendente
y apure su retorno a ese más allá al cual pertenece,
entonces, la indefensión en tales amantes se patentice.
Y la ausencia de lo amoroso después de vivirlo, instale
el desencanto en el mundo humano y provoque
una batalla en el escenario de su interioridad, la
vida polemiza con lo real y el llanto, la tristeza
son el desasosiego diario de todos los días en
las entidades sufrientes, tal padecer instala el
nihilismo mostrándonos presas de falsos valores
e incluyendo el escape de sí. Y situación propicia
a la emergencia del amante, del poeta y del ángel.
Tales metáforas pivoten como reflejo a la cosificación
vivida y nos postulan la oportunidad de volver a
vivir lo amoroso!, tras experimentar la axiología
del deber femenino/masculino: el ser buenos
padre, fieles esposos, responsables, trabajadores,
nobles personas y varias “fruslerías” más.
El axioma de lo que eres te destina, nos muestra
con notable vigencia a nuestras carencias, buscando
con ahínco la plenitud, felicidad, nuestra realización
etc., pero el desencanto y la desilusión son un
permanente trasfondo al destinado marco del
mito del amor pleno y su felicidad como tal.
Si el ser nos destina, la creencia “en” nos cosifica, la
creencia determina en sumo grado al “es” de lo real,
lo azaroso se repliega y nuestro proyecto de vida se
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hace estrecho a costa de reducir lo real por renunciar a


la aventura de lo indeterminado.
La contingencia queda comprimida a nosotros y
destierra a todo lo incierto e instala el acecho sigiloso
del pender, a lo pendiente, aquello sin hacer cuando se
debía hacer. Y situando su aguijón existencial cuando
nos enrostra “vivir un tipo de vida sin desear vivir”, y
en el ocaso del existir ¡reclamo por algo distinto a
vivir...!
Y, momento terrible si los hay, cuando hacemos el
repaso de tales deudas, y sus por qué, de nuestras
elecciones equivocadas sin saber, entonces, el destino
de nuestra ontología y nuestro futuro mundano,
felicidad o nuestra posible construcción (si tales cosas
existen), marcándonos para siempre como sujetos
pasibles a lo trágico, personas a cumplir con un
destino desconocido por padecer la ceguera trágica.
La anagnórisis determine las metáforas del amante,
del poeta y del ángel, la cerrazón de lo pendiente junto
al significado de su saldar, como el último intento
reivindicatorio de las metáforas. Resabios entre lo
ficticio y lo real, la ilusión o los deseos, vacilantes de
por sí, recreen un improbable futuro sin un presente
sólido y sin nada nuevo por vivir. Las metáforas
nos señalan nuestra último paso: a ser retornos a lo
vacuo, sin resurrección, ni reencarnación o después
alguno.
FIN

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Conversaciones o la condición trágica del amor

Índice
Prologo........................................................Pág.1
Introducción................................................Pág.6
Cap. I …………………..............................Pág.13
El amante.....................................................Pág.13
Cap. II..........................................................Pág.22

El poeta………………............................…Pág.22

Cap. III.........................................................Pág29

El ángel........................................................Pág.29

Cap. IV.........................................................Pág.
El acechar de lo prohibido….......................Pág.
Cap. V...........................................................Pág

El presente hoy.............................................Pág.

Cap. VI.........................................................Pág.54

La flama y su nada...................................... Pág.54

El decir de la palabra...................................Pág.57

El devenir del ángel.....................................Pág.62


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Cap. VII.......................................................Pág.67

Confesiones..... ...........................................Pág.67

Cap. VIII......................................................Pág.79

La condición trágica del amor......................Pág.79

Cap. IX,.......................................................Pág.91

El rastro de lo perdido.................................Pág.91

Cap. X.........................................................Pág.106

Del aprender... …………………....………Pág.106

Cap. XI........................................................Pág,119

Un corolario: soledad…………………......Pág.110

Cap. XII......................................................Pág.126
La post felicidad.........................................Pág.126
Conclusión………………………..……....Pág.132
Índice……………………..............……....Pág.135

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