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Se hace lugar al recurso de apelación deducido por la parte actora, y, en

consecuencia, se admite la demanda condenando al abuelo a abonar a


favor de su nieta menor de edad la cuota alimentaria requerida, ya que si
bien el accionado no es el obligado principal, sino que quien debe los
alimentos es el padre de la menor, se encuentra acreditado que el mismo
no se hace cargo de sus obligaciones, pues ha quedado probado que no
tiene trabajo ni ingresos estables que permitan asegurar el pago de la
cuota que se fije.

A ello se agrega que se ha demostrado que la madre de la menor sólo


tiene escasos ingresos, y es la única proveedora de las necesidades de
la niña, como así también que el abuelo, si bien tiene importantes cargas
de familia, no sólo cuenta con los ingresos fijos que le proporciona su
trabajo, sino con el aporte de los dos hijos mayores que viven en el
mismo inmueble y trabajan.

El reclamo alimentario contra los abuelos es subsidiario -por existir una


obligación preferente de los progenitores- por lo que, para que proceda,
debe demostrarse la incapacidad económica de los progenitores, o la
imposibilidad de demandar al principal obligado por ignorarse su
domicilio o por hallarse en el extranjero desconociéndose su paradero o
que, en caso de incumplimiento del progenitor, se han realizado sin éxito
todas las gestiones al alcance del actor para intentar hacer efectivo su
crédito, como búsqueda de bienes o remuneraciones que pudiese percibir
el progenitor.

También procederá el reclamo si se ignora el lugar de trabajo del


progenitor, si se ha probado que el cumplimiento se tornó imposible o
extremadamente difícil, si habiéndose obtenido una condena alimentaria
contra el progenitor que no cumple se han realizado las gestiones
necesarias para obtener el pago del obligado prevalente, quedando así
abierta y expedita la acción contra los abuelos.

A ello se agrega, que no cabe exigir al reclamante que agote una serie de
pasos formales que se advierte que resultarían inútiles, ya que solo debe
producir la convicción de que no existe otro remedio que reclamar al
pariente más.

En el caso, la actora esgrime en su demanda no sólo la falta de bienes


del progenitor no conviviente y su falta de trabajo, sino también el
reiterado y constante incumplimiento de su obligación alimentaria,
acreditado a través de la ejecución incoada para el cobro coactivo de los
alimentos adeudados y la permanencia de su impago.
En este sentido, el Código Civil y Comercial de la Nación (arts. 537 y
siguientes), establece un régimen general, en el que los alimentos a los
ascendientes pueden ser reclamados en el mismo proceso, en que se
demanda a los progenitores o en proceso diverso (art. 668, Código Civil y
Comercial); además de lo previsto en el título del parentesco, debe
acreditarse verosímilmente las dificultades del actor para percibir los
alimentos del progenitor obligado.

Asimismo, cabe tener presente que existe reconocimiento a los


alimentos, como derecho humano, tal como lo dispone el art. 27,
Convención de los Derechos del Niño (Ley 23849), que cuenta con
garantía constitucional (inc. 22, art. 75, Constitución Nacional). Por
último, es de destacar que en estos casos, en los que la proclamada
solidaridad familiar se impone y es necesario que los operadores de la
justicia intervengan, para hacer cumplir lo que la comprensión, la
generosidad y la conciencia de pertenecer al mismo conjunto de
ascendientes, descendientes, colaterales o afines de un linaje, aparece
como inexistente; más aún, cuando resulta evidente la posibilidad de que
la persona que se condene al pago (el abuelo), pueda repetir fácilmente
las sumas abonadas del progenitor de la menor, su hijo, que vive en la
misma casa y contribuye al mantenimiento de los gastos comunes.

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