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Era costumbre de los cinco chicos, reunirse en distintos puntos de la ciudad para
realizar prácticas de espiritismo, solo por llamarlo así, pues del asunto sabían
muy poco, eran simples aficionados de lo paranormal, sin ningún conocimiento
sólido de lo que estaban haciendo.
En repetidas ocasiones, habían intentado contactarse con seres del más allá, a
través de métodos mencionados en internet o en libros comerciales de dudosa
procedencia; pero como era de esperarse, no habían obtenido resultados, solo les
servía para pasar el rato.
Su primera impresión los dejó tan decepcionados que decidieron marcharse a un
lugar más tétrico, pero ya estaban ahí, no sería un viaje en vano. Sacaron sus
artefactos, una ouija casera, un par de velas negras, sangre de animales, etc.
Pero nada de esto era necesario, el lugar por si solo ya era bastante, apenas los
cinco estuvieron dentro de la reducida cabaña, está se iluminó por completo,
debido a una nube de fuego que se posaba en el techo, la cual no era más que la
ardiente mano de Satanás, que fue invocado por verdaderos practicantes del
ocultismo en épocas pasadas.
La promesa para él, fue que las almas vendrían voluntariamente a sus dominios,
donde podría fácilmente calcinar los cuerpos con sus llamas infernales, y robarles
la esencia, alimentándose de su miedo, para llevar el resto al averno, donde
experimentarían el sufrimiento eterno.
Fantasia
Había una vez un leopardo sin color. Era gris y blanco en vez de tener un
pelaje dorado como el resto de sus compañeros y familia. No obstante, esta
falta de color le había hecho tan conocido en la comarca, que los mejores
veterinarios y biólogos del mundo querían viajar hasta allí para conocerle.
Querían investigar hasta dar con una pócima que le devolviese el color.
Hasta el momento, ninguno lo había conseguido porque todos los colores
resbalaban sobre la piel del leopardo. Lo que no sabían es que la falta de
color era en realidad símbolo de tristeza, que el hecho de vivir en
cautividad, expuesto a los ojos de los visitantes del zoo en el que estaba,
había ido poco a poco borrando sus colores.
Sin embargo, todos quisieron saber cuál era el secreto. Lo que había hecho
para lograr que el leopardo dejase de ser gris. No hubo más secreto que
prometer al animal que le devolvería la libertad y, por supuesto, cumplir su
palabra. Viendo la tristeza que causaba al leopardo su encierro, era lógico
que la idea de ser libre le devolviese la ilusión y la sonrisa. Al final, tras
largas negociaciones, los responsables del zoo donde vivía finalmente
accedieron a llevarlo a la selva y liberarlo. Allí, nunca más volvió a perder
su colorFinalmente, los chicos encontraron lo que andaban buscando,
contactaron con lo sobrenatural, lo sintieron, formaron parte de ello, y terminaron
en sus dominios, solo que olvidaron lo principal en el trato con el Demonio, y es
que él no está hecho para servir a nadie, mucho menos para ser incluido en sus
juegos, buscaban solamente pasar un rato divertido, y terminaron siendo uno más
de los lamentos, que se escuchan desde el infierno.
Avuentura
Había una vez un pajarito que estaba todo el día triste. El pobre pajarito
sentía mucha envidia de todos los animales que le rodeaban.
El pajarito sentía envidia del caballo, porque podía correr muy rápido. Tanta
envidia le daba que intentaba picarle siempre que podía.
El pajarito también sentía envidia del pez, porque podían explorar el fondo
del río. Por eso, siempre que podía, intentaba picarle.
Otro animal que enviaba el pajarito era al topo, porque conocía todo lo que
pasaba dentro de la tierra. Así que cada vez que el topo asomaba la cabeza
el pajarito intentaba picarle.
-Deberíamos hablar con el pajarito y hacerle ver que él también tiene cosas
buenas -dijo el caballo.
-Pero puedes volar y llegar muy alto, más de lo que yo podría llegar de un
salto -dijo el caballo-. A mí me gustaría poder volar también, y no por eso
intento hacerte daño a ti solo porque tú sí puedes.
-Pero puedes conocer los secretos de los árboles -dijo el pez-. Yo no puedo,
y me gustaría. Pero no por eso te ataco.
-Pero puedes ver todas maravillas que ilumina el sol -dijo el topo-. Yo no
puedo, y no por eso quiero hacerte daño.
CIENCIA FICCION
Había una vez un señor llamado Jerry que vivía en un pequeño chalet a
las afueras de Chicago. Una mañana de marzo miró por la ventana y vio
como un tumarou, una bestia parecida a una araña humanoide, Estaba
devorando a un pobre hombre. Todo el mundo había visto un tumarou
en la tele o a lo lejos pero? en frente de tu casa ya es otra historia.
Jerry, al principio, estaba tranquilo al ver cómo se acercaban las fuerzas
armadas. Pero empezó a asustarse cuando las fuerzas armadas
cambiaron de dirección al lado opuesto al que estaba el tumarou. Jerry
intento pedir ayuda por su teléfono móvil pero nada, la tele igual.
Entones se acordó de la radio que le regalo su buen amigo, José. El día
que se la regalo creía que era un regalo un poco cutre, pero en un
apocalipsis es el mejor regalo. Empezó a sintonizarla hasta que oyó ?
hola, hola, hay alguien ahí?, Jerry respondió ?sí?. La radio se cortó,
pensó, ?aquí no hago nada hay que actuar?. Así que cogió su mochila,
en ella llevaba: un arco, comida para seis días, una manta y un poco de
suerte.
Policiaco
Había una vez policía que siempre estaba de malhumor. Tal era su mal
genio que los
delincuentes se habían ido a otro lugar a cometer sus fechorías.
A los pocos días el policía tuvo que soltar al ladrón. Al parecer no había
utilizado métodos
legales para pillarlo y no podían retenerlo más. Pero ese mismo día el
ladrón volvió a robar.
Pero a las pocas horas el policía tuvo que soltar al ladrón, que se fue tan
contento, Pero en vez de ir a su casa fue a robar. Los vecinos no cabían en
sí de gozo ante la idea.
-¿Se puede saber de qué va esto? ¿A qué viene tanta sonrisa y tanta
alegría?
El ladrón contestó:
-Me iré el día que cambies la cara y seas más amable -dijo el ladrón-. Pero
como me entere que vuelves a estar todo el día enfadado y molestando a
los vecinos con tonterías volveré.
-¿Ah, no? ¿Estás seguro? Prueba a saludar con una sonrisa en vez de con
un gruñido, a ver qué pasa.