Está en la página 1de 9

COLOMBIA TRAS EL COFLICTO

Por PABLO LINDE

Muchos campesinos que tuvieron que huir de sus pueblos por el conflicto
colombiano lo repiten una y otra vez: “Es mejor morir en nuestra tierra que vivir de
rodillas en las ciudades”. Algunos han regresado tras la firma del cese del fuego
bilateral y definitivo entre el Estado y las FARC de 2016. Otros lo hicieron antes de
esa fecha, a lo largo de los últimos años, a medida que sus zonas se fueron
apaciguando; o arriesgando el tipo cuando no soportaban más la vida urbana. Son
más de seis millones los desplazados que dejó la guerra. No todos volverán.
Después de más de medio siglo de disputa, Colombia se enfrenta a mil retos:
frenar la violencia y el narcotráfico, la reparación de las víctimas, la reintegración
de los exguerrilleros, la vuelta a una vida normal. O su comienzo. Pero existen aún
más oportunidades.

No se puede hablar de paz completa. Aunque la principal guerrilla, las FARC,


entregó las armas con la supervisión de la ONU el pasado junio, todavía quedan
insurgentes que se resisten a dejar la lucha; y otro grupo, el Ejército de Liberación
Nacional (ELN), sigue activo, aunque acaba de firmar un alto el fuego bilateral. “La
paz tiene tantos significados como personas hay en un país. Para alguien de
ciudad, será que no le roben el celular. Para una familia en zona de conflicto, que
vive en una choza con el piso de tierra, sin agua, sin luz, sin escuela para sus
hijos, es poder sobrevivir sin que los maten ni violen”, reflexiona Frank Pearl, quien
fuera negociador plenipotenciario del Gobierno con la guerrilla.

 DESPLAZAMIENTOS FORZADOS

 MASACRES

 VIOLENCIA SEXUAL

 REPORTAJES
Lo cierto es que desde hace más de un año en Colombia nadie ha muerto por
balas de las FARC o del Ejército. El hospital militar de Bogotá está vacío. No hay
nuevas mujeres violadas por la guerrilla, los paramilitares o los soldados. Eso no
quiere decir que todos los problemas subyacentes se hayan resuelto de la noche a
la mañana, ni que aquellos lugares más castigados se hayan recuperado de
repente. Se puede ver en Montes de María, departamento de Bolívar, una de las
zonas más castigadas entre finales de los noventa y los primeros años de este
siglo. “La idea es recuperar aquí la vida que teníamos hace 20 años, libre de
violencia; donde había festivales, concursos, fiestas; donde la gente se movilizaba
en medio de la montaña y ni los perros le ladraban a uno porque eran amigos. Hoy
en día no, hoy uno tiene miedo hasta de la sombra”, se queja Pedro de la Rosa,
miembro del espacio de Organizaciones de Población Desplazada de Montes de
María.

Allí se produjeron algunas de las masacres más crueles, como la de El Salado, un


pequeño pueblo que fue cercado durante dos días por los paramilitares. Con la
connivencia del Ejército colombiano asesinaron a más de 60 personas, y
torturaron y violaron a quienes consideraban oportuno, so pretexto de ser
colaboradores de la guerrilla. Los habitantes que van retornando y los que se
quedaron tratan de hacer una vida normal, aunque no siempre es fácil. El riesgo
de caer en el consumo de droga o en la delincuencia es alto entre los más jóvenes
en una tierra de oportunidades limitadas.

En ella, las mujeres, doblemente victimizadas por el contexto machista en el que


viven, tratan de salir adelante, ganarse la independencia económica de sus
maridos o, en los peores casos, reponerse de las terribles heridas dejadas por
aquellos combatientes que usaban su cuerpo como arma de guerra para sembrar
el miedo. “Tanto la guerrilla como la fuerza pública han sido perpetradores de
violencia sexual. Las víctimas solo empiezan a hablar después de años, con
afectación postraumática permanente, secuelas en la salud reproductiva y también
sociales que todavía no han sido dimensionadas: todas estas mujeres que vieron
obstruidos sus proyectos de vida podían haber tenido un rol en la sociedad”,
apunta Linda María Cabrera, subdirectora de la corporación Sisma Mujer.

Para muchos, los Montes de María siguen siendo sinónimo de barbarie y miedo,
aunque la violencia fuera decreciendo desde finales de la década pasada. Pero no
hasta llegar a cero. Ni siquiera tras el alto el fuego. Porque aunque el país está
lejos de ser lo que fue en los años noventa, y aunque en 2016 registró la tasa de
homicidios más baja de los últimos 42 años, todavía asciende a más de 24 por
cada 100.000 habitantes, entre las 25 más altas del mundo. “En Colombia hay
muchos tipos de violencia: familiar, intrafamiliar, callejera, delincuencial, el
problema del narcotráfico... Todo esto hay que transformarlo. El país tiene nueve
millones de víctimas, se dice de forma muy simple que, a causa del conflicto, pero
eso está ligado a un proceso económico. Ha habido disputas grandes por la tierra,
por los recursos naturales. El uso de las armas no se hace sin factores
económicos”, argumenta Luis Ignacio Sandoval, miembro de la dirección de
Redepaz y del Consejo Nacional de la Paz.

Jairo Barreto, uno de los representantes campesinos que participó en las


negociaciones de la Habana —y que concluyeron con la firma de la paz—, fue
amenazado “nada más aterrizar”. Uno de los grandes problemas que
desencadenó esta guerra fueron las tierras, algo que todavía no se ha resuelto. El
propio Gobierno calcula que los campesinos fueron despojados de 8,3 millones de
hectáreas. Fueron a parar manos de grandes empresarios que compraron,
generalmente a muy buen precio, a medida que los lugareños se veían obligados
a abandonar sus casas. Barreto cuenta cómo era este proceso: “Ha habido toda
una estrategia de intimidación. Iban, ubicaban a una persona que estaba en una
ciudad pasando hambre, le ofrecían una suma que nunca antes habían contado y
vendía. Pero había campesinos resistentes. A ellos les empezaban a comprar
alrededor, cerraban los caminos de servidumbre, por donde pasaban; el pozo, que
era comunitario, se convertía en propiedad privada. Les iban cortando el agua, la
movilidad y se veían obligados a vender al precio que fuera”. La solución, en su
opinión, pasa porque el Estado compre tierras o se las quite de alguna forma a
quienes ahora las poseen para repartirlas entre los agricultores. Pero no es la
única. Frank Pearl propone usar millones de hectáreas que podrían ser
productivas y hoy en día no se usan. “Colombia no tiene problema de escasez de
terreno”, sentencia.
EXPERTOS

Si hay un problema es que muchos de los que alzan la voz para volver a la vida de
la que gozaban antes del recrudecimiento del conflicto mueren en el intento. La
cuestión es que “en Colombia hay a quien no le interesa que la situación cambie”,
en palabras de Eduardo Álvarez Vanegas, director del área de Conflicto y
Negociaciones de Paz de la Fundación Ideas para la Paz. La Defensoría del
Pueblo anunció el pasado julio que en el primer semestre de este año 52 líderes
sociales habían sido asesinados, prácticamente dos cada semana. “De las
comunidades étnicas, los que reclaman las tierras, los que defienden los derechos
humanos. No se puede ser asesinado por el activismo, pero está ocurriendo y hay
que pararlo, porque la paz tiene que significar que todo el mundo ejerce sus
derechos de manera tranquila”, apostilla Sandoval, miembro de Redepaz.

Sucede, en parte, porque el Estado no tiene presencia en todo el territorio


colombiano. “Esto no es simplemente que las FARC fuera un grupo de bandoleros
que se dedicaba al narcotráfico: construyeron fuentes de poder, de autoridad e
incluso de gobernabilidad. El reto del Estado es inmenso, no solo hay
desconfianza de las poblaciones, sino que hay zonas donde el Estado jamás ha
llegado. Al desmontarse esta sombrilla que tenían las FARC quedaron otros
agentes generadores de violencia”, explica Álvarez Vanegas.

Los narcotraficantes y el crimen organizado aprovechan este aparente vacío de


poder que ha quedado en algunos lugares tras la marcha de la guerrilla. No es un
fenómeno que venga con la paz. A medida que se han ido desmovilizando
guerrilleros y paramilitares, lo que se conoce en Colombia como las BACRIM
(acrónimo de bandas criminales) han ido ganando poder. Un informe de la
Defensoría del Pueblo de 2014 ya apuntaba que estas organizaciones estaban
reclutando, generalmente para labores de información, a más menores que el ELN
y las FARC. Para luchar contra este fenómeno, el Gobierno no se ha quedado de
brazos cruzados: ha reforzado la Fiscalía, dotándola de más y mejores
herramientas para investigar; la Defensoría del Pueblo, para que dé alertas
tempranas, y ha creado un cuerpo de élite para la paz que aporte seguridad a las
zonas de conflicto y a sus líderes sociales.
CRONOLOGÍA

 1948
Es asesinado en Bogotá el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán
Aquí comienza un periodo bélico entre liberales y
conservadores que es conocido como La Violencia. Fue el
antecedente al conflicto entre guerrillas y Estado.

 1964

Mientras las élites de conservadores y liberales se enfrentaban,


se gestaba una resistencia armada de campesinos organizados
para defender sus tierras. Este año se produce el primer
combate de los rebeldes con el Ejército en Marquetalia, en el
departamento del Tolima.

 1966
El grupo asume el nombre de Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC). En los siguientes años, a
las FARC se suman otras muchas guerrillas (ELN, EPL, M19,
MAC y MOIR) y los ataques se suceden multiplicando
rápidamente las víctimas.

 1984
Las FARC y el Gobierno firman los Acuerdos de La Uribe. Fue
un alto el fuego para buscar una solución al conflicto.

 1985
Nace la Unión Patriótica (UP), un partido de exguerrilleros. Unos
4.000 militantes fueron exterminados por grupos paramilitares,
miembros de las fuerzas de seguridad del Estado (ejército,
policía secreta, inteligencia y policía regular) y narcotraficantes.

 1991
Las FARC y el ELN inician contactos en Caracas con el
Gobierno, que se suspenden ese mismo año.

 2002
Los secuestros se recrudecen. La candidata y vicecandidata
presidenciales Íngrid Betancourt y Clara Rojas son apresadas
en una visita a la antigua zona desmilitarizada. Ese mismo año,
las FARC asaltan en Cali la Asamblea Departamental del Valle
del Cauca y secuestran a 12 diputados.

 2003

Un atentado terrorista en el club El Nogal de Bogotá deja 36


muertos y más de 170 heridos.

 2008
La rehén Clara Rojas es entregada e Íngrid Betancourt es
rescatada junto a tres estadounidenses y 11 militares y policías.

 2010
Jorge Briceño, alias ‘Mono Jojoy’, jefe militar de las FARC,
muere en un bombardeo en La Macarena (departamento de
Meta).

 2012
El presidente Juan Manuel Santos anuncia acercamientos para
entablar diálogos de paz. Se establece en Oslo una mesa de
diálogo que se realizará en La Habana. Ese mismo año
comienzan las negociaciones.

 2013
El Gobierno y las FARC anuncian acuerdos sobre tierras,
desarrollo rural y participación política.

 2015

El acercamiento se escenifica en La Habana con un apretón de


manos entre el presidente Santos y el jefe de las FARC,
Rodrigo Londoño, alias Timochenko. Ese mismo año hay
acuerdos sobre desminado y sobre víctimas.
 2016
Se cierra el acuerdo de negociación de paz y comienza un alto
el fuego bilateral. En octubre, un referéndum lo rechaza con un
50,21% de los votos en una consulta en la que la abstención
superó el 62%.

 2017
A pesar del no, el proceso sigue adelante

Las FARC y el Gobierno establecen las condiciones de la


entrega de armas. La primera, bajo la supervisión de la ONU, se
produjo el pasado junio.

Pero llegar a todos lados se antoja complicado. Un ejemplo es la Mojana, una


subregión agrícola del departamento de Sucre que ha sido un corredor tradicional
para la droga. “Se siguen generando dinámicas de narcotráfico que se benefician
de una ausencia permanente de las autoridades militares y del mismo Estado, lo
que hace que problemas como el microtráfico y el consumo se vean de forma
creciente en adolescentes y en niños”, explica Kely Aguilera, directora de
la Corporación Ecoss, que trabaja para impulsar el desarrollo en Sucre con la
colaboración de Ayuda en Acción.

El director general de esta ONG española, Fernando Mudarra, reflexiona sobre el


problema: “En estos momentos en los que se impone la paz, uno de los ámbitos
más importantes para cimentarla es volver a conectar estas zonas y a las
personas que viven en ellas con las instituciones que forman el Estado. No es
tarea fácil. Nuestro modelo de desarrollo rural a medio y largo plazo se alinea
directamente con el punto primero de los Acuerdos de Paz, que establece
precisamente este ámbito como prioritario: devolver unas condiciones dignas de
vida a la población rural, en especial a aquellas que estuvieron durante tanto
tiempo ausentes de las políticas públicas”.

Otro de los grandes retos del Estado, también reflejado en los acuerdos, es el de
trabajar en la reinserción de los guerrilleros que han dejado las armas para que
puedan hacer una vida normal. La Agencia Colombiana para la Reintegración ha
trabajado con más de 50.000 en los últimos 14 años; de ellos, el 70% tiene hoy
trabajo. Se calcula que con la firma de la paz entre 7.000 y 14.000
combatientes farcianos han dejado el fusil para dedicarse a la vida civil. “Crear
competencias que sean funcionales requiere un proceso de largo plazo. Lo
productivo no puede ser el camino de entrada. Si una persona tiene 15 años de
formación, entre escuela, secundaria, universidad, hasta que se integra en la vida
laboral, no podemos pedirle a los exguerrilleros que lo hagan en seis
meses”, sentencia Joshua Mitrotti, director de la Agencia, quien asegura que el
interés del Estado “no es romper a las FARC como organización, sino que hagan
un tránsito hacia la democracia”.

DIARIO EL PAIS
Planeta Futuro
Coordinación: Pablo Linde
Dirección de Planeta Futuro: Lola Huete Machado
Reportajes: Pablo Linde, Javier Sulé y Lola Hierro
Vídeo: Chihuahua Producciones
Diseño y Desarrollo: Javier Ladino - Jersson Hernández

También podría gustarte