Está en la página 1de 10

El cuento de tu mirada.

Esta es una historia, una de esas que reinventan al hombre y lo depositan nuevamente en su
profunda pequeñez. No recuerdo cuándo fue, si era de día, de tarde o posiblemente de noche,
solo me acuerdo que su mirada, esa bendita mirada, brillaba más que el sol de media mañana.
Y que de un golpe, en ese impertinente día, establecí una relación en el ínfimo momento en
que sus ojos se cruzaron con los míos. !Que momento más intenso!, tal vez parecido a la
batalla entre dos espadachines quienes en su furiosa pelea golpean sus espadas con magnifica
fuerza, y ese momento los vuelve más humanos, pues toman conciencia que morir allí no vale
la pena, que simplemente deberían botar las armas darse un abrazo y largarse devuelta a sus
casas, pero la maldita condición humana, no los deja hacer el orgullo aun lado y cesar en tan
oscura empresa. Intenso y complejo, ya que sus ojos estaban aglutinados de un sinfín de letras
que se combinaban en oraciones, frases e historias; de un perfecto álbum de imágenes que la
componían y que su mirada no dejaba de reflejar cual farol gigante que guía barcos en alta
mar. Pero había algo más profundo, una pequeña flama, como aquella que tienen ciertas
estufas para que prenderse sea una tarea más fácil, y posiblemente tuviese la misma función
en ella, pues era una flama de esperanza que me hizo suponer que posiblemente era un tanto
ingenua, pero que luego comprendí que esa llamita era la que la despertaba todos los días.
Ahí empezó la perdición. El juego de miradas se hizo más profundo. Su ojos cafeses se
hicieron más legibles y percibí que estos guardaban más secretos aún, entendí, además, que
era imposible conocerlos todos. Sin embargo, la combinación entre sus ojos que me miraban y
sus labios que me rozaban, me dieron dos claves, su cuerpo conocía la muerte y la sufría; y
entre sus cejas cargaba el peso de una enorme pregunta, pregunta que todos se hacen pero
que a la vez todos evaden, en cambio ella la soportaba y la retocaba, como se deben retocar
los retratos tatuados para que no se pierda la expresión de la mirada de aquellas obras. Ella la
tenía, la sostenía y en momentos parecía que la respondía de una manera optimista, pues se
dibuja una hermosa sonrisa en sus labios rosa. ¿Para que carajos la vida? se notaba que su
cabeza repetía.
Pero lo que más recuerdo era cuando me besaba y la continuidad y sucesión del tiempo, de
Kant, se rompía y caiamos ambos en una nada, nada en donde estábamos los dos, pero en la
que no sucedía una contradicción sino una paradoja que se verifica con los últimos segundos
de ese beso, que nos devolvía poco a poco con la desgraciada sensación de sentir que todo se
seguía moviendo igual que antes, y que el bus que esperaba iba abarrotado con gente que
colgaba de un tubo con una inclinación perfecta para no perder el equilibrio y caer de bruces
contra el compañero. Allí renacía la pregunta que ella se hacía, y que en el fondo yo tambien
me la hacía y la extrapolaba a los ocupantes de ese vehículo, pues no entendía cómo vivían
evadiendo esa cuestión.
Asi se sucedieron los días hasta que empeze a notar como lo nuestro moria, se acababa. Sin
embargo, soy de aquellos que agradecen cuando las cosas terminan cuando están en la cima y
no cuando ya el tiempo ha generado tal pudrición que ni las moscas se arriman. Nuestro dilema
murió y con ello nuestros problemas se volvieron individuales nuevamente, posiblemente ella
siga pensando en la muerta y yo la siga recordando como su mirada contenía señales
profundas de para qué vale la pena la vida...
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Eran las 6 am cuando el reloj empezó a sonar escandalosamente, sin embargo llevaba cinco
minutos despierto pensando en la sensación que provoca descubrirse pequeño, tirado en el
último rincón de un universo que se extiende indefinidamente, y hace que uno se encuentre
cada instante más lejano. La insignificancia es el reducto de nuestra grandeza -me decía- en un
intento por consolarme.

Sentía que los minutos pasaban lentamente y aunque el reloj seguía sonando mi mirada no se
apartaba del techo, había una ligereza en todo ello. En definitiva pareciera que la insignificia no
me ataba, sino que al contrario me liberaba. Claro, ahora se encontrarán más problemas
-pensaba- la sensación de importancia otorga un razón a nuestras vidas, pero ser tan efímeros
como las burbujas que se forma en el agua hirviendo ¿Qué le otorga a la existencia?

Todas estas divagaciones no parecen más que una mañana de cualquier individuo con algo de
monotonía en su vida o de la depresión por una terrible resaca, entendida esta como alguna
perturbación causada por un amor fugaz, una ingesta exagerada de alcohol u otro distractor de
la realidad o simplemente alguna pérdida rotunda que hace que uno se despierte preguntado
por el significado de la vida, de mi vida. Pero aquí la razón, la causa puede estar relacionado
con todo lo dicho anteriormente y un evento poco común en la vida de los seres humanos o
bueno al menos eso parece pues no conozco documentos o historias que comprueben lo
contrario.

Todo empezó hace unas semanas, despertaba rápidamente de un sueño profundo que me
enviaba directamente a un vacío que se prolongaba indefinidamente. La visión de la caída, sin
embargo, no estaba cubierta por la mismísima nada, por el contrario era la sucesión de rostros,
de gentes que se intercambiaban interminablemente y en lo cuales no se encontraba algún
patrón específico que relacionara esas caras. Algunas se me hacían familiares, otras, por el
contrario, eran totalmente ajenas, habían rostros rarisimos y unos que merecian la mayor
contemplación. Luego, en la rutina causada por la repetición empeze a notar que en esas
caras había algo.

Ese algo aún no lo descifro o se perdió con el despertar repentino, pero allí estaba y lo sentía.
Esas caras, ojos, bocas, narices, gestos y expresiones tenían algo, se encontraba algo que en
ese momento no entendía, se me escapaba como los recuerdos de la niñez, que uno sabe que
existen; que en algún lugar habitan pero que se escapan a la racionalidad de los adultos

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Con mi mamá y mi hermana comprendí, muy joven, que las mujeres son mi perdición. Que solo
bastaba un beso, un abrazo o una simple sonrisa para mejorar el día. Sin embargo, de las que
fueron apareciendo sucesivamente, y que no compartían conmigo ningún tipo de
consanguinidad, entendí que lo que eran es una droga. Una potente droga que los poetas
asemejan con el amor, pero lo cual no es el caso.
Una droga capaz de producir la ansiedad más profunda, un síndrome de abstinencia
incontrolable, que se manifestaba en la pérdida del control de las extremidades, en el
entumecimiento de lo músculos y en la dilatación de las pupilas, además de un palpito horrible
que recorría el pecho en un sin lugar, es decir que aún atravesando el cuerpo no sería posible
hallar el foco de tal intensidad.
La perturbación causada por la droga solo es asimilable si se consume en pequeñas dosis y de
diferentes fuentes, ya que caer en el error de establecerse en una, es tocar el vació, es perder
la esperanza de recuperar el aliento luego de saciar la ansiedad. Pues cuando la droga de ese
frasco se diluya entre las manos, la sensación del pecho y las manos no concluirá hasta
encontrar otro frasco. Y aún así perdurará otro tiempo.
No hay drogas mejores o peores que otras, ni se superan u olvidan. Todas dejan una marca
indeleble que produce un escalofrío, un palpitar en las venas como si los glóbulos rojos
quisieran salir volando. El cuerpo las recuerda y vuelve a desearlas.
Intentar explicar los efectos de una droga es explicar lo inexplicable, por ello se recurre a sus
defectos y a las causas que deja cuando se quiere dejarla, pero esta droga no se puede dejar.
Hay quienes buscan abusar de ellas y consumen de infinidad de las mismas, hasta que
sumidos en una caen al vacío y se vuelven mierda. Por otro lado los que las prueban y la dejan
no vuelven, se quedan, se pierden intentando evitar lo inevitable.
Urriola dijo una vez " Yo tenía la droga, a precios siderales, mierda en centímetros cúbicos,
para volverse aún más mierda. Mierda abundante para gente de mierda que suplica por
hacerse más mierda" el lío es que esta droga nadie la posee, está distribuida en unos seres
incontrolables e indefinibles.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Los seres humanos somos una raza incomprensible, estupida y mas bien falta de astucia. Nos
debatimos en penas que nosotros mismos creamos, dejando que nos conduzcan a cavilaciones
profundas que agudizan la angustia de sentirse vivo y sin sentido. Es una realidad sabida,
Nietzsche lo enunció como la lucha constante de un enemigo y un amigo, el lío es que la lucha
es interna.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Le pedí una verdad, síntoma primordial de mi intento obsesivo por hallar patrones. Suave y
despacio, como quien ha hecho un gran descubrimiento, respondió "El cielo es rojo". No entendí y
no quise hacerlo. No había patrón. Todo fue producto de un acto creador de esos que escapan a la
lógica reduccionista que nos enseña la academia y otras instituciones que buscan moldear nuestras
cabezas para ver sólo una gama de colores. Una idea base de querer hacernos uno. Se produjo un
destello, una salida que me hizo olvidar de mi. Olvide ese acto vil que nos han inculcado, pensar.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Juan salió en la noche se fue lentamente, no sabía a dónde se dirigía, simplemente seguía.
----------------------------------
24- 05-2017
Entonces las percepciones se agolpan en pequeños cúmulos, en centímetros diminutos de piel que
confieren un estado de excitación sin igual, una suerte de risa contagiosa nos lleva a caminos que
no hubiésemos cruzado sin la perspectiva de que usted, querida, de una u otra forma se había
introducido, como una aliento súbito, en mi cuerpo. No, no era mi mente la que la recordaba, era
una parte imprecisa entre el pecho y el estómago, un lugar que en los libros de anatomía tiene
nombre, pero que aquí sobra; dado el inexplicable fenómeno.

Las sensaciones se entrecruzan y surge el peligro de la esperanza, de esperar algo, un pizca de


suerte, de azar que muestre que la coincidencia de haberla visto y el impulso de haberle hablado
tienen lugar, llegaran a alguna parte.Sería insignificante reducirla a usted a algo que no es, a una
palabra o intentar dar lugar, sentido a las sensaciones que corren sin rumbo, ni destino, que son
contradictorias y múltiples. Sin embargo y dados lo acontecimientos, que se funden en palabras que
producen cosas, estoy convencido de que algo pasa.

El pasar atraviesa todo, porque lo mueve todo y pasa. El cuerpo siente pequeños vértigos y la
inyección de adrenalina producida por cada respuesta, por cada pregunta que usted emana de sus
manos rápidas mientras digita en la soledad de su cuarto, en una intimidad lejana que compartimos,
una relación que permite la individualidad de los dispositivos móviles, hace del cuerpo un lugar
invadido por espasmo, por esperas.

Esperar es horrible. Hace del tiempo un lugar eterno, un segundo ya no es más un segundo es una
prolongación al infinitum. Desde que usted apareció ya no estoy esperando, soy esperando; una
respuesta, una pregunta, una propuesta, una simple palabra. Me identifico con la espera, porque
me posee, me perturba a cada instante.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

26-05-2017

Los días transcurren llenos de pequeñas sorpresas insignificantes, en apariencia, pero que
comienzan a marcar ciertas tendencias. No comprendo hasta qué punto el deseo hacía una mujer
no lo puede materializar en un acto sexual, me quedo corto, algo falta. Es como si la sensación de
saberse deseado no bastará para que pudiese explotar el deseo de estar con alguien.

Esas sensaciones y esos acontecimientos me llevan a pensar que el problema no es omitir la


soledad con cualquiera y a cualquier precio o estar ofreciendo el cuerpo, sin que esto signifique
alguna suerte de resentimiento moral contra aquellos que lo pueden disfrutar. De por sí, la cuestión
empieza a producir envidia de aquellos que sin el menor de los reparos puede entregarse por
completo a los placeres de la carne, pero en especial esos que son compartidos.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--
03-06-2017

Ya no existe la tranquilidad de antes, hay algo que no está completamente bien: el sueño me
agobia. Es una cuestión no de falta, sino de exceso y, tal vez no porque me sea difícil despertarme,
sino levantarme, dejar ese lugar apacible y reconfortante que se convierte por horas y horas en un
lugar seguro. Lo empiezo a dejar cuando mi cuerpo lo exige, cuando me cubre una suerte de fatiga
que se manifiesta en calores imprevistos o en un pequeña dificultad respiratoria. Los momentos de
la noche los paso perdiendo el tiempo haciendo lo imposible para que las 3 am, hora que escogí
como punto culmen del día, no llegue.

No es el despertar, ni el dormir lo que me agota, ni siquiera sé si se pueda hablar de agotamiento o


aburrimiento, a veces, simplemente se apodera de mí una completa apatía; un vivir por vivir pero no
en tanto se disfruta la vida, al contrario, simplemente, porque no hay más. Despierto paulatinamente
algunos deseos por alguien, intentó hacer de eso un encuentro algo que supere las simples
conversaciones y se convierta en una fuerza, en algo más, en algo que produzca algo. Sin
embargo, todo muere en expectativas, como si al final no hubiese lo suficiente, faltase algo para
materializar los deseos que hay en el medio. Es posible, no lo dudo, que sufra de auto saboteo.

Las mujeres con las que suelo entablar esas conversaciones y para las que desearía ser algo más,
son una grieta en esa apatía, para que de pronto y sin pedirlos la vida se mueva.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-----

Las paredes blancas se apo


-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--
El destino está apoltronado en el aparador donde deje la sensación de que el mundo empezaba a
repelerme, empezó él conmigo, pero ni modo, seguí, no me importo, que todos se vayan a tomar
por culo, de igual manera hay una y mil formas de vivir.

La vibración en los dedos se produjo después de un trago de whiskey, claro está que se
complementa con un vacío el estómago, parecido a la culpa que te dice que no lo hagas más y tú
los sigues haciendo, la bebida huele y te marca y te pide más, tú pides estar borracho, es una
necesidad. Por eso todos somos unos viciosos, escoge tu vicio y escoges media vida

Es sin derecho refutar que la vida tiene sus altibajos sin embargo, no son superables cómo vivimos
y dónde nos encontremos mañana son preguntas que a veces más que decepcionarme me
satisfaces, siempre hay algo que hacer, lo que sea pero probar

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
El sol estaba en su punto más alto, sin embargo el calor no era abrumador y un brisa ligera hacía
del aire un lugar más limpio, más claro, un poco más simple. El azul de cielo contrastaba con
algunas nubes grises que de vez en vez y dado el movimiento presuroso de la tierra ocultaban el
sol, dando lugar a fríos más profundos que calaban los huesos. A pesar de ello, se hacía bastante
agradable el cambio de clima que se ponían de acuerdo con el tiempo para agudizar su pesado
cambio.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Sucede, a veces, simplemente sucede. La sutileza del acto lo hace imperceptible, pero sucede,
sucede en el callejón, en la cama, en la avenida, detrás de una chica que anda a paso aligerado
hasta que te ve, desacelera, zigzaguea en un intento por toparse, de frente, de lado, que la tensión
de los cuerpo haga de la voz un susurro, pero que en definitiva se diga algo, lo que sea, lo que
ocurra, lo que aparezca, pero se diga, para responder, para que el encuentro no sólo sea de
cuerpos y miradas, sino de datos, de sonidos, de labios moviéndose temblorosamente por el primer
encuentro, el primer aliento de decir algo que rompa la barrera de los seres humanos, a veces, casi
siempre, tan lejanos, en ocasiones, necesario, en otras, agobiante. Pululan, pululan vértices,
palabras, pensamientos, mientras la ves, pensado en qué decir, cómo decirlo, silbas una canción
para que note tu presencia, aunque ella con el zapateo del caminar tiene para saber que ahí vas,
presencia.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Los pasos cansados de Re resonaban constantemente en el suelo, era un golpeteo que al él mismo
se le hacía incómodo, se procuraba caminar ligero como si no pesara, otorgándole al mundo su
regalo de todos los días, evitar un ruido. Las grandes metrópolis producen ese incesante cosquilleo
en los oídos que hacen recordar que lo extraño es el silencio. Las horas después de medianoche
que se bañaban con ese tinte de oscuridad y transcurrían lentamente entre pequeños visos de
claridad antes del amanecer total, parecían con el correr de los años llenarse de los murmullos
lejanos de sirenas, de motores de carros, en definitiva, el ruido contamina la magia de la noche.
Para Re, esto era una pérdida.

La noche se había convertido años atrás en su lugar de descanso, era el momento que lo
aguardaba aún cuando las horas que pasaba intranquilo en la mañana lo dejaban exhausto. Re
esperaba paciente que el atardecer le presagiará el final del día, ese momento le marcaba una
sonrisa, y es que él había omitido de su vida los relojes como fijador de pausas o apuros, y había
construido a la manera de los antepasados su tiempo en relación directa con el cielo. Claro, ya lo
habían tachado de arcaico millones de veces, de tecnófobo, pero a él le parecía que hay cosas
creadas que suplantan las originales, además, muy defectuosas, ridículas y ostentosas.

Re pasaba las horas de la noche caminando, lo tenía tremendamente consternado que sus calles,
por las que transcurría y paseaba en las noche se convirtieran de a poco en las de la mañana,
ruidosas y con gente que a esas horas no se acostumbra ver. En definitiva, de la noche lo que lo
llama es el frío, el silencio y las pocas personas que transitaban los lugares; personas de ciertas
características con ciertas preocupaciones en la cabeza o que la llevan demasiado perdida, no creía
en el lugar común de la noche como despertador de lo que somos, más bien la noche es un no
lugar en el que la gente deviene todo lo que quiere ser.

La pesadez del día ya le arrebataba a Re un poco de su conciencia, sin embargo no era suficiente
para la larga peregrinación que sin rumbo fijo terminaba en su casa. La cerveza casi siempre lo
acompañaba, aunque siendo justo Re no se preocupaba demasiado de qué bebía, mientras el
líquido que circulara por su cuerpo arremetiera con fuerza en sus sentidos, otorgándole a sus pasos
esa ligereza que en las mañanas buscaba con tanto esmero. Para Re el alcohol se convertía en la
posibilidad de flotar por las aceras, de no ser sentido ni sentir más que los inesperados topes con
los pocos transeúntes que tampoco buscan ser visibles.

Desaparecer era un objetivo que Re se había formulado desde tiempo atrás. Las constantes
divagaciones bajo la luz eléctrica lo topan siempre con la misma pregunta ¿cómo dejar de ser? - Y
téngase en cuenta, para no caer en las absurdas conclusiones que se dan sobre la vida de los
otros, gentes tan distantes y tan ajenas, que para Re dejar de ser no era lo mismo que dejar de
vivir. Amaba la vida, la gozaba aunque no la comprendía, no buscaba sus fines, ni sus sentidos, se
extasiaba con encontrar a cada paso algo pequeño, distinto, normal; cuanta rareza encontraba en lo
normal. Desaparecer, dejar de ser para él era crear.

Qué iría a crear era una cuestión que le perseguía desde muchísimo tiempo, pero sabía, muy en el
fondo sabía que para crear debía toparse con el borde difuso del peligro, del abandono, ser un
equilibrista sin protección. Evidentemente, se dirá que el juzgar de la gente es verdad. Lo que
buscaba Re, a pesar de sus divagaciones pseudo-filosóficas con las cuales intentaba ocultar sus
verdaderos intenciones, era el suicidio. Dicha acusación podría afirmarse y negarse, y en ambos
casos se tendría la razón. Obviando el juego, casi siempre inútil, del significado de las palabras, el
suicidio y dejar de ser se topan en una sola cosa: ambas terminan, si sus procesos se hacen bien,
en un imposibilidad real de volver al lugar de partida.

Sin embargo, y ahí aparecen las diferencias, las consecuencias en uno y en otro no son las
mismas. El suicidio, vasto proceso que no es nuestro problema, por lo menos no en la vida de Re,
tiene una consecuencia directa, la muerte. Las consecuencias de dejar de ser, de desaparecer, si
se ha hecho bien, son imperceptibles; tanto así que hasta la persona que ha llevado el proceso a
feliz termino no lo es capaz de percibirlo, por lo menos no en todos los casos. A pesar de ello, la
desaparición produce efectos directos, visibles en esas rarezas normales, las que siempre pasan
desapercibidas.

Re caminaba a paso firme, constante pero cuidadoso. Cada paso era como un pensamiento que se
deslizaba fragilmente hasta la comisura de los labios, pero no salía para no hacer bulla, con eso
avanzaba. Su mirada no era exhaustiva, evitaba a toda costa pasar por juez o verdugo, simple y
llanamente detenía sus ojos en alguna forma que lo maravillaba, en algún paisaje que lo
perturbaba, y ahí sin el mayor cuidado sus ojos se tornaban como ventanales que no dejan nada
oculto. Esto le había ocasionado inconvenientes, miradas desafiantes, inquietas, intolerantes,
despreciativas. Re no se angustiaba por ello, la experiencia le había enseñado que el recato es de
los curas, y que si de ocultar lo que nos afecta se trata, es mejor no salir de la casa.

Re vivía lenta y despreocupadamente. Los murmullos que le llegaban de las gentes que se la
pasaban alrededor, eran las descripciones de un hombre solo, amargado, sin pasión, sin sueños,
sin aventuras, una tanto enfermizo, de un alguien sin vida. Él seguía sus pasos, eran su único afán,
sus preocupaciones no se limitaban a los murmullos, pues estos tienden a ser frágiles como el
silencio, entonces seguia. Y seguía en busca de sus pasos, uno tras otro se acumulaban
sigilosamente y se perdían, buscar es una palabra muy amplía para lo que Re hacía, ahora pienso
que él tampoco tenía mucha idea.
Re había empezado a caminar desde muy pequeño, fue un hábito que nunca creyó aprendido del
todo. Gateo a penas dos horas, busco apoyo en sus piernas y de ahí empezó una titánica tarea por
dominar el bello arte de caminar. Siempre solo, aprendió la mecánica de dicho acto, como mover
una pierna produce un cambio de lugar notable. Buscó el absurdo de caminar sin cambiar de lugar,
caminó hacia atrás, con un pie, con las manos, lento, rápido, sigiloso, ruidoso, rítmico, arrítmico.
Inventó nuevas formas de caminar, camino bailando, bailo caminando. Caminar se convirtió en su
arte, en su hábito, en una disciplina indispensable como respirar.
----------------------------------------------------
Y si rompemos las versiones fáciles, caminamos por los lugares desconocidos buscando rostros
ajenos que nos recuerden que no somos nada y que vivimos una vida entre los muros de lo seguro
que limitan el pánico y no hacen poseedores de la espera maldita que nos aprisiona. Y si cantamos
más duro para amar más fuerte, y si lloramos más fuerte para sonreír con más colores; tal vez
deberíamos crear desde el vacío y no reconstruir desde la ruina. Destruir como principio.

-------------------------------------------------

En el lugar en el que se encontró de pronto halló la sombra de una torre que opacaba la luz del farol
que alumbraba a esa hora, llevaba caminando un par de horas sin rumbo fijo, había dejado un par
de cervezas en su camino como único testigo de una noche que empezó como no debía y acabó en
cualquier parte. Reviso sus bolsillos con lentitud, encontró un par de etiquetas y un encendedor que
no reconoció al instante, de todas formas lo único que sintió que le hacía falta era una lata de
cerveza para seguir la travesía, no la encontró y ese fue el hecho que marcó el fin de su viaje. Se
sentó a esperar en cualquier esquina, sabiendo que se quedaría dormido y que el murmullo de los
carros o los rayos del sol lo le levantaría poco a poco, de cierta forma ya era una rutina.

El amanecer fue un poco más pesado de lo que esperaba, un hombre un poco ofuscado empezó a
patearlo con desesperación,
-es mi sitio, es mi sitio- repetía con tono afanoso.
Re abrio los ojos, pero la pesadez de la cabeza lo hizo lento, miro de reojo al hombre que lo
hostigaba y sin rasgo de incomodo se paro lentamente, tambaleando y murmurando palabras
irreconocibles, prosiguió su camino. En el ensueño se le hicieron familiares las personas que
pasaban el viejo que le vendía cualquier cosa a cualquier hora, la joven del apuro constante con
grandes bolsos, la mujer que le sonreía o el hombre con quien se tomaba en las noches largas de
bebida, se encontró así, de pronto, frente al portón de madera de color verde roído por la lluvia y las
malas época de gentes que apenas si barrían sus pies.
-------------------------------------------------
Alegres las luchas de los batallones sin medallas, sin héroes, ni metrallas, los de las luchas
callejeras que ponen de escudo su piel y como arma sus manos. Los de las piedras en masas y los
desgarros en garganta, mientras miran atonitos aquellos que se hicieron vencidos, sin haber
apostado el alma.
-------------------------------
Moverse por la soledad de las calles empedradas, mientras lo dramas humanos se multiplican en la
incansable soledad que se acumula en la piel negra del mugre, la soledad hecha de humos de
drogas baratas que se agitan por el resoplar de espìritus con poco aliento, fallas de pulmón que
llama. La incivilizaciòn producida por la decisiòn, la droga es la decisiòn de la desapariciòn.
Desalojarse.
----------------------------

21-03-2020 -- Cuarentena.

Las noches parecen más largas, hay una ausencia en el aire. Y es ausencia porque es un
sentimiento casi desolador, como que algo pasa, aunque no sepamos muy bien qué. Nos aferramos
a la vida, parece que aún el más nihilista, no sólo lamentaría dejar este lugar, sino que lucharía por
no hacerlo. La lucha se constituye en un espacio de sentido. Se ha escuchado menos el latido feroz
de las depresiones, los suicidios, como si se pusieran entre paréntesis las decisiones definitivas
para entregarse a otra más feroz y letal, la lucha por la vida. Nadie puede quitarme la vida que no
sea yo, parece ser el susurro que se esconde detrás del bullicio, ensordecedor, enceguecedor, si se
quiere, inhabilitante de toda facultad sensitiva de los noticieros.

La zozobra produce parálisis. Una paradoja irreconciliable dejar de ser, luchar por ser.

Y en esas también aparece el afecto como una necesidad, una vuelta al deseo, pero no como
ilusión irrealizable… algo más, producción de afecto… tal vez más.
Extrañar- del ajeno, afuera, lejos de lo normal…
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Retumban los tambores de la agonía mientras las lágrimas pululan en una mezcla de dolor y rabia,
como si fuese posible salir de la pesadez de la vida con la apertura del grifo que habilita la
proliferación de esas gotas.El latido del corazón como la banda sonora del hundimiento, una
profundidad inabarcable donde censuraba su dia, lo contagia de culpas, lo nublaba. Hacía de ese
pulso constante la constancia de que en esa habitación no se hallaba más que su respiración, el
vaho de su boca exhalando el desaliento del día. Luego, el sueño profundo, la caída en ese no
lugar, ese espacio habitado por espectros: unos lúcidos, de luces, de colores, otros, sumían en la
completa oscuridad. Estos eran los más difíciles, provocan un despertar más pesado que la
sensación de agotamiento de la noche, hacen que la luz de la mañana se torne enceguecedora y el
tan añorado descanso se convierta en una súplica por tumbarse en la cama.

Lucha desesperada por no hacerlo, pelea del sí mismo, con las paredes, las sábanas. Levantarse,
una victoria que hacía exhalar un suspiro de ligereza, de sentir fuerza de nuevo. Aplicada en las
mañanas parecía el impulso necesario para continuar, dar un paso más, aproximar con rapidez sus
pasos al lavado donde el reflejo de un espejo delineaba su cuerpo, ponía en escena, -despacio,
como en un lugar de contemplación- su piel brillante que descubre, aun sin tocarla, la suavidad de
una superficie paradójica, -la más privada y la más pública, que las convenciones han solucionado
con el artificio de la ropa-, contrastando con algunos lunares que embellecen ese manto que
recubre los órganos, pero que, con el mejor de los tactos hace visibles sus más profundas pasiones.
Ese espectáculo totalmente privado era una ceremonia que ni los días de mierda lograban
perturbar, ese momento, era su momento, era su lugar en el mundo.

El agua rozaba su piel desnuda, mientras frotaba sus manos lentamente por cada espacio de su
cuerpo, esos lugares que había tocado miles de veces y que sabía, aunque nunca lo hiciera saber,
que nadie toca mejor un cuerpo que la propia mano, que son ellas las que hacen posible el
descubrimiento de lo que otros evitan del cuerpo ajeno, pero que ya es nuestro. Esos minutos bajo
el chorro del agua adquirían la sensibilidad que culmina con darle la potencia de quién se
desvanece con su caída, no solo se va piel muerte, sino algo de la pesadez de la noche pasada y el
intento de creerse, por algunos segundos, que cada día, en un cliché que se usa para evitar el
abatimiento, es otra oportunidad, otra oportunidad de caer. La ducha era precedida por la
convención de ponerse algo de ropa, le bastaría con sacar cualquier cosa que protegiera del frío,
quizás de la lluvia, pero ese privilegio se había perdido. Una meticulosa, pero rápida selección
otorgaba las prendas que volvían imperceptibles a cualquiera, uniformados bajo el eslogan de la
formalidad.

Se aprende, aunque cueste, la necesidad de cumplir esos parámetros; sus luchas ya no pasaban
por allí. Fue un lugar de combate en los últimos años de colegio y una victoria, por creación, en la
universidad, luego, se va amoldando, nunca sin perderlo del todo, el indicio de una victoria pasada.
Un café negro y cualquier fruta completaban el despertar antes de abrir la puerta y enfrentarse con
el mundo; extraña manera en la que se asocian la mayoría de escenarios en la vida, nunca se deja
de estar en lucha, una constante, meticulosa y permanente lucha. La luz del sol mañanero
deslumbraba más que de costumbre, quizá consecuencia de la mala noche. Los pocos árboles eran
habitados por algunos pajaritos que con la timidez de quien se sabe amenazado, expulsan su canto
como para que se sepa, aún cuando les cueste la vida, que aún están allí. Cuando se está entre las
bestias bípedas las cuestión es de supervivencia, una lucha con otros medios en otros escenarios. .

También podría gustarte